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Leer las Sagradas Escrituras




Enviado por Marta Morales



  1. Lo que dice Scott Hahn
  2. Bibliografía

¿Qué es lo que salva? La fe, la esperanza y la caridad. La fe vista sólo como un acto intelectual es verla un punto de vista estrecho, no es la fe que salva, la fe es también un acto de la voluntad, dice Benedicto XVI. San Juan, el apóstol amado, dice: Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Jn 5,4). La fe es batalla y es victoria. La fe no la establece la razón, sino la Sagrada Escritura y la Tradición.

Un periodista le preguntó al Papa Benedicto XVI que, si tuviera que irse a una isla y sólo pudiera llevar dos libros, cuáles serían. Contestó:

( La Biblia y las Confesiones de San Agustín.

Actúa el "misterio de iniquidad": Existe la posibilidad dramática de sustraerse a el diálogo de alianza con Dios, para el que hemos sido creados. La palabra divina desvela también el pecado que habita en el corazón del hombre. El pecado es no prestar oído a la Palabra, es ruptura de la Alianza, cerrazón frente a Dios (Benedicto XVI, Ex. Ap. La Palabra del Señor, n. 26).

Benedicto XVI dijo en un Angelus: "Si llevamos en la mente y en el corazón la Palabra de Dios, si entra en nuestra vida, si tenemos confianza en Dios, podemos rechazar todo tipo de engaños del Tentador".

San Bernardo argumenta así: "Tenemos necesidad de leer la Sagrada Escritura, ya que por ella aprendemos lo que debemos hacer, lo que hay que dejar y lo que es de desear".

Benedicto XVI define a los santos como "los que se han dejado plasmar por la Palabra de Dios a través de la escucha, la lectura y la meditación asidua" (Ex. Ap. Verbum Domini, 48). Este es el punto de partida para hacer un apostolado fecundo, pues, como recuerda el Papa Francisco, "la evangelización requiere la familiaridad con la palabra de Dios", y esto exige "un estudio serio y perseverante de la Biblia" (Ex. Ap. Evangelio gaudium, 175).

La constitución dogmática sobre la revelación, Dei Verbum, dice: "La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo testamento. Cuando llegó la plenitud de los tiempos (Gal 4,4), la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros llena de gracia y verdad (cf. Io 1,14)" (n.17). Y continúa: Se "recomienda a todos los fieles (…) la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Phil 3,8), pues "desconocer la Escritura es desconocer a Cristo[1](…) "Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con los hombres" (n. 25).

Esta Constitución también afirma: "En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos"… La palabra de Dios es "sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual" (n. 21). Y continúa: Parece que esta constitución es el acontecimiento más grande del Concilio. Hay un viraje en los estudios teológicos, y, además, organizan la Liturgia para que se conozcan las Escrituras.

La Biblia es clave para entender la historia porque la verdadera Historia es historia de la salvación. La Biblia se conquista como la ciudad de Jericó: dándole vueltas. San Juan Crisóstomo escribe: "Tanto más fuerte es el aroma que expanden los perfumes, cuanto más se los frota entre los dedos. Así sucede también con la frecuentación de las Escrituras. Cuanto más familiares llegan a sernos más se revela el tesoro que esconden y más se logra aprovechar el fruto de sus inefables riquezas".

Para adquirir mayor familiaridad con la Sagrada Escritura, señalamos dos puntos. a) La lectura diaria del Nuevo Testamento ha de ser una lectura "orante", que favorece el diálogo con Dios; b) Un cierto conocimiento del Antiguo Testamento es imprescindible para comprender mejor el Nuevo. Hay que leer poco a poco todos los libros de la Biblia, comenzando por los históricos para tener un marco referencial.

San Juan Crisóstomo dice: "Ambos testamentos sólo difieren en el nombre, pero no se contradicen ni están en pugna. El Antiguo resulta Antiguo a causa del Nuevo (…). La educación dada por el Antiguo Testamento es a la manera de la leche; la que se da en el Nuevo es como alimento sólido; pero nadie usa del alimento sólido antes de haberse alimentado con leche" (Homilías I, Ed. Tradición, México 1976, p. 216s).

En la Exhortación Ap. Verbum Domini, de Benedicto XVI nos enseña que la fe cristiana no es una "religión de libro", el cristianismo es la religión de la Palabra de Dios, pero no de una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo. Además, la Palabra de Dios es el fundamento de toda la realidad. "Por medio de la palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho" (Juan 1,3). Por la fe sabemos que la Palabra de Dios configuró el universo. Este es un gran anuncio liberador. Todo lo que existe no es fruto del azar irracional sino que ha sido querido por Dios, está en sus planes.

En su gran condescendencia, Dios nos habla en palabras humanas. A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, Jesucristo, "es un mismo Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados, dice San Agustín (Psal. 103, 4,1). Allí el cristiano encuentra su alimento y su fuerza, porque Dios habla al hombre a la manera de los hombres (CEC, n. 109).

¡Cuánto consuelo dan estas palabras del Apocalipsis: "Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo. Al que venza le concederé sentarse conmigo en mi trono…" (3,20). La imagen de Cristo llamando a la puerta es de las más bellas y enternecedoras de la Biblia. Es un modo de expresar el deseo divino de que los hombres tengamos amistad con Dios. La verdadera gloria de nuestra naturaleza es dejarnos invitar por Dios. En cada comunión tenemos una cena con Cristo.

Scott Hahn, teólogo norteamericano convertido al catolicismo, cuenta que un amigo protestante le decía:

("Los católicos adoran a María".

Él contestó:

("No la adoran, la veneran".

Respondió el amigo:

(Eso no tiene base bíblica.

(Entonces, ¿por qué se lee en el Evangelio: "por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones" (Lucas 1, 48).

Cuenta Scott Hahn: Lo que descubrí fue que la Nueva Alianza estableció una nueva familia que abarcaba toda la humanidad, con la que Cristo compartió su propia filiación divina, haciéndonos hijos de Dios[2](…). Tracé una línea cronológica que mostraba cómo cada alianza que Dios hacía era su forma de actuar para engendrar su familia a lo largo de las épocas. Su alianza con Adán tomó forma de matrimonio; la alianza con Noé fue en una familia; con Abraham la alianza tomó forma en una tribu; con Moisés la alianza las doce tribus en una nación familiar; la alianza con David estableció a Israel como una familia nacional de reyes; mientras que Cristo hizo de la Nueva Alianza la familia de Dios a nivel mundial, su familia "católica" (del griego katholikos), para incluir a todas las naciones, tanto judíos como gentiles"[3].

Isaías habla del Siervo sufriente; los judíos aplican el término al pueblo judío y los católicos a Jesús. Las dos interpretaciones son correctas y aceptables, pero la que pone a Cristo como protagonista es plena.

Si no se conoce el Deuteronomio, no se entiende el Apocalipsis. La gran ramera de Babilonia de la que habla el Apocalipsis, tiene varias lecturas, ya que el texto sagrado está abierto. En una primera lectura, esa ramera es Jerusalén, que no quiso ser fiel a la alianza. En una segunda lectura, son las grandes ciudades actuales que se han rebelado contra el Señor y contra su Cristo.

Una de las funciones más urgentes y, sin duda, la más importante en la misión de la Iglesia: la predicación de la Palabra de Dios, de la que depende la fe y, en gran parte, la misma vida cristiana. Responsabilidad grande para la que nos hemos de capacitar cada vez.

Lo que tenemos en la Biblia no es una historia humana solamente, sino una comunicación que Dios quiere tener con cada persona. La Palabra de Dios no fluctúa por los acontecimientos históricos; sin embargo, la Historia sí influye en los que leen la Palabra y en los que la escribieron, por eso, para interpretar bien hay que estar atento a lo que querían decir los que la escribieron y a lo que Dios quiso manifestarnos mediante sus palabras, es decir, lo que quiso decir el Espíritu Santo. Si la interpretación es falsa, ¿para que nos sirve la Palabra de Dios?… Para nada. El demonio es experto en manipularla.

La Epístola a los Hebreos dice: "La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de doble filo: penetra hasta la división del alma y del espíritu (…) y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón" (4,12). ¿De qué palabra de Dios habla este texto? de Sagrada Escritura, pero puede referirse también a Jesucristo, Palabra de Dios.

San Juan Crisóstomo escribe: "Ni las grandezas de la gloria humana, ni la majestad del poder, ni la presencia y favor de los amigos, ni otra cosa alguna de las humanas, puede consolar al alma que se encuentra consumida por la tristeza, como la Sagrada Escritura" (…) "La lección de las Sagradas Escrituras es una conversación con Dios, y cuando al que está consumido por la tristeza es Dios quien le habla, quien lo consuela ¿qué habrá entre las cosas creadas que pueda entristecerlo?…". (Homilías I, Ed. Tradición, México 1976, n. XIII). Y continúa: "La lectura de las Escrituras es un prado espiritual y un paraíso de deleites" (Homilía 3ª de los Hechos).

En la memoria litúrgica de San Jerónimo se recoge un texto del profeta Jeremías, en la primera lectura: "Encontré tus palabras y me alimenté con ellas; tu palabra fue la alegría y la gloria de mi corazón, porque yo llevaba conmigo tu nombre, ¡oh Señor Dios de los ejércitos!" (Jr 15,16). Este texto nos invita a tener el mismo afecto y veneración a la Sagrada Escritura que San Jerónimo, Doctor Biblicus.

Es preciso leer los signos de los tiempos y los problemas del mundo de hoy, a la luz del evangelio. Hay que ver: ¿hacia dónde van los tiempos históricos actuales? Van hacia la unidad de los cristianos, hacia el ecumenismo. Si la gente no se forma bien en el conocimiento de la Sagrada Escritura, se la van a machacar los hermanos separados.

Resulta oportuno leer la Exhortación Apostólica Verbum Domini de Benedicto XVI, sobre todo la primera parte, para saber cómo hacer más presente la Palabra de Dios en la vida del pueblo de Dios, ya que la Biblia ha de ser el libro de cabecera del cristiano. Su mensaje no se agota nunca. No se trata de leer mucho cada día, sino de leer con profundidad, sin prisas, en presencia de Dios, pidiendo ayuda al Espíritu Santo para comprender lo que quiere decirnos ese día con las palabras que nos toca leer. De esta lectura meditada saldrán propósitos de mejora en el trabajo, en el trato con los demás, puntos para meditar.

El Catecismo de la Iglesia Católica cita una frase de Gregorio el Grande que dice: "La palabra de la Escritura crece con el lector; sólo entonces la palabra muestra su grandeza y crece en el seno de la historia".

Lo que dice Scott Hahn

Scott Hahn, teólogo norteamericano, cuenta que un amigo protestante le decía:

("Los católicos adoran a María".

Él contestó:

("No la adoran, la veneran".

Respondió el amigo:

(Eso no tiene base bíblica.

(Entonces, ¿por qué se lee en el Evangelio "por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones" (Lucas 1, 48).

Cuenta también Scott Hahn: Lo que descubrí fue que la Nueva Alianza estableció una nueva familia que abarcaba toda la humanidad, con la que Cristo compartió su propia filiación divina, haciéndonos hijos de Dios[4](…). Tracé una línea cronológica que mostraba cómo cada alianza que Dios hacía era su forma de actuar para engendrar su familia a lo largo de las épocas. Su alianza con Adán tomó forma de matrimonio; la alianza con Noé fue en una familia; con Abrahám la alianza tomó forma en una tribu; con Moisés la alianza las doce tribus en una nación familiar; la alianza con David estableció a Israel como una familia nacional de reyes; mientras que Cristo hizo de la Nueva Alianza la familia de Dios a nivel mundial, su familia "católica" (del griego katholikos), para incluir a todas las naciones, tanto judíos como gentiles"[5].

Lutero decía: lo que salva es tener fe, no las obras. Para combatir una de las columnas del protestantismo en contra de la Iglesia Católica, la sola fide, Scott Hahn cita: En Santiago 2,24, la Biblia enseña que "el hombre es justificado por las obras y no por la fe sola". Además, San Pablo dijo en I Corintios 13,2 "si tengo una fe capaz de mover montañas, pero no tengo amor, nada soy". Y descubre que la Sola fide no era una doctrina de la Escritura. ¿Y qué decir de 2 Tesalonicenses 2,15? San Pablo dice: "manténganse firmes y fieles a las tradiciones que les fueron enseñadas por nosotros, ya sea de viva voz o por carta".

La Virgen María nos puede alcanzar la gracia de aprender a meditar y a difundir la Palabra de Dios, cumpliéndola en nuestra vida. Para eso, hay que cuidar la lectura cotidiana del Nuevo Testamento y la atención a la Liturgia de la Palabra durante la Santa Misa.

Desde hace años se viene lamentando la descristianización progresiva de los bautizados y denunciando la ignorancia como causa principal de ese fenómeno de alejamiento de la vida cristiana. Esta ignorancia era para Pío XI "la gran vergüenza de las naciones católicas" y para Pío XII, «como una llaga abierta en el costado de la Iglesia». A esto suman otros factores como la influencia «cultural», con la extensión del ateísmo, materialismo, pluralismo ideológico, indiferentismo religioso, secularismo, la permisividad moral de la sociedad y de las leyes, etc. Es otro ámbito cultural el nuevo «medio» en que hoy vive el creyente. Se ha pasado de un humanismo teocéntrico a un humanismo antropocéntrico que parece querer prescindir de Dios cuando menos. Así surge el desinterés por lo religioso. El creyente, hoy más que en tiempos pasados, está amenazado por la duda, puesto que le cerca la increencia.

El Papa Juan Pablo II nos ayuda a ser realistas, haciéndonos comprender esta situación, cuando se trata de ejercer el ministerio de la palabra; por eso escribe en la exhortación apostólica Catechesi tradendae: Para muchos bautizados la primera evangelización no ha tenido lugar. Cierto número de niños bautizados en su infancia llega a la catequesis parroquial sin haber recibido ninguna iniciación en la fe…

Esta ha sido (el no haber acompañado en la fe germinal a los bautizados) una omisión lamentable que está teniendo unas consecuencias muy graves en el pueblo cristiano. Se puede seguir come- tiendo un error de suposición aun en las ocasiones en que se ha da- do catequesis, del que tampoco hemos estado exentos en el pasa- do: el de querer llevar a plenitud una realidad que podría no existir, sino que se la suponía -la fe en el catequizado, niño o joven-, porque todos la tenían… que tener. Así la catequesis venía a ser asunto de mera instrucción o simple competencia humana, es decir, una enseñanza religiosa como transmisión de saberes; como otra disciplina cualquiera, aunque con ese contenido «religioso». Pero la catequesis es antes que nada un servicio a la fe, y la fe surge entre Dios que se manifiesta o revela, y el hombre libre, que responde a su llamada; se sitúa, pues, en el plano de la gracia, que de ningún modo puede ser olvidada. Pueden ir unidos al saber unas actitudes y un comportamiento incrédulos.

«Todos tienen necesidad de catequesis», dice la Catechesi tradendae, que comienza por los párvulos para llegar a los mayores. Por eso, no se debe fijar la imagen del catequizando en el niño. Sin creyentes adultos no tendremos auténtica vida cristiana. Es tarea necesaria de la Iglesia prestar este servicio también a los adultos y ayudarles a crecer en la fe, además, porque, al bautizar a los niños recién nacidos, tienen que ser los padres y los mayores los que les eduquen en la fe. Si la catequesis se dirigiese sólo a los niños en edad escolar, terminaría quizá cayendo en el vacío con el paso del tiempo. Hasta la Edad Media, los destinatarios casi exclusivos de la catequesis fueron los adultos. Ellos transmitían el patrimonio de la fe a las nuevas generaciones. A partir de la Re- forma se produjo un fenómeno de inversión: la catequesis se polarizó cada vez más en los niños y se fue identificando con la mera instrucción religiosa, y los adultos fueron quedando marginados. Quizá este lastre esté todavía gravitando sobre nuestras costumbres con todas sus consecuencias negativas. Es preciso reaccionar. Todos necesitamos formamos cada vez más. La necesidad de una formación permanente es sentida hoy en todos los estamentos de la vida humana, y en la formación religiosa y exigencias de la vida cristiana, dados los cambios del mundo en el que vivimos, no puede ser menos.

Tanto para el estudio de la teología como para la predicación, el retorno «sapiencial» a las fuentes, Sagrada Escritura y Santos Padres, es imprescindible (OT 16). La Sagrada Escritura, no sólo desde una mera exégesis filológica, que se detiene en el autor humano, sino también desde una exégesis teológica, contemplada «in Spiritu» y en comunión creyente con la Iglesia, servida por su Magisterio auténtico: lo que nos dice Dios mediante esos textos; la palabra viviente que sale de su boca para fortalecer nuestra fe y nutrir nuestra vida cristiana (…). (José Delicado Baeza).

Bibliografía

Biblia anotada en 5 volúmenes, edición de la Universidad de Navarra; CEC nn.101-133; Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Verbum Domini.

 

 

Autor:

Marta Morales

 

[1] San Jer?nimo, Com in Is. pr?l: PL 24, 17. Cf. Benedicto XV, enc. Spiritus Paraclitus: EB 475-480.

[2] Scott y Kimberly Hahn, El regreso a Roma, el regreso a casa, Ignatius, San Francisco, p. 31.

[3] Scott y Kimberly Hahn, El regreso a Roma, el regreso a casa, Ignatius, San Francisco, p. 48.

[4] Scott y Kimberly Hahn, El regreso a Roma, el regreso a casa, Ignatius, San Francisco, p. 31.

[5] S Hahn, Roma, dulce Hogar, p. 48.

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