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Vigotski, las corrientes pedagógicas contemporáneas y la innovación del currículo (página 7)



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En el proceso de desarrollo de una cosa compleja hay muchas contradicciones y, de ellas, una es necesariamente la principal, cuya existencia y desarrollo determina o influye en la existencia y desarrollo de las demás contradicciones.

Por ejemplo: en la sociedad capitalista, las dos fuerzas contradictorias, el proletariado y la burguesía, constituyen la contradicción principal. Las otras contradicciones, como las que existen entre los remanentes de la clase feudal y la burguesía, entre la pequeña burguesía campesina y la burguesía, entre el proletariado y la pequeña burguesía campesina, entre la burguesía no monopolista y la monopolista, entre la democracia y el fascismo en el seno de la burguesía, entre los diversos países capitalistas, entre el imperialismo y las colonias, etc., son todas determinadas por esta contradicción principal o sujetas a su influencia.

En un país semicolonial como China, la relación entre la contradicción principal y las contradicciones no principales ofrece un cuadro complejo.

Cuando el imperialismo desata una guerra de agresión contra un país así, las diferentes clases de éste, excepto un pequeño número de traidores, pueden unirse temporalmente en una guerra nacional contra el imperialismo. Entonces, la contradicción entre el imperialismo y el país en cuestión pasa a ser la contradicción principal, mientras todas las contradicciones entre las diferentes clases dentro del país (incluida la contradicción, que era la principal, entre el sistema feudal y las grandes masas populares) quedan relegadas temporalmente a una posición secundaria y subordinada. Tal fue el caso en China durante la Guerra del Opio de 1840, la Guerra Chino-Japonesa de 1894, la Guerra del Yijetuan de 1900, y tal es también el caso de la actual guerra chino-japonesa.

En otras circunstancias, sin embargo, las contradicciones cambian de posición. Cuando el imperialismo no recurre a la guerra, sino a medios relativamente moderados, medios políticos, económicos y culturales, para llevar adelante su opresión, la clase dominante del país semicolonial en cuestión capitula ante el imperialismo y forma con él una alianza para oprimir conjuntamente a las masas populares. En esas circunstancias, las masas populares suelen recurrir a la guerra civil contra la alianza del imperialismo y la clase feudal, en tanto que el imperialismo emplea a menudo métodos indirectos, y no la acción directa, para ayudar a los reaccionarios de dicho país a oprimir al pueblo, y así las contradicciones internas se vuelven particularmente agudas. Esto sucedió en China durante la Guerra Revolucionaria de 1911, la guerra revolucionaria de 1924-1927 y los diez años de la Guerra Revolucionaria Agraria, iniciada en 1927. También entran en esta categoría las guerras intestinas entre los diversos grupos dominantes reaccionarios de los países semicoloniales, como por ejemplo las guerras entre los caudillos militares de China.

Cuando la guerra civil revolucionaria se desarrolla hasta el punto en que amenaza la existencia misma del imperialismo y de sus lacayos, los reaccionarios internos, suele aquél adoptar otros métodos para mantener su dominación: o bien trata de dividir el frente revolucionario, o bien envía fuerzas armadas para ayudar directamente a los reaccionarios internos. En tal caso, el imperialismo extranjero y la reacción interna se colocan, sin el menor disimulo, en un polo, y las amplias masas populares se agrupan en el otro, y así se forma la contradicción principal, que determina o influye en el desarrollo de las demás contradicciones. La ayuda prestada por diversos países capitalistas a los reaccionarios rusos luego de la Revolución de Octubre, es un ejemplo de intervención armada. La traición de Chiang Kai-shek en 1927 es un ejemplo de división del frente revolucionario.

 Pero, ocurra lo que ocurra, no cabe ninguna duda de que en cada etapa de desarrollo de un proceso hay sólo una contradicción principal, que desempeña el papel dirigente.

De este modo, si en un proceso hay varias contradicciones, necesariamente una de ellas es la principal, la que desempeña el papel dirigente y decisivo, mientras las demás ocupan una posición secundaria y subordinada. Por lo tanto, al estudiar cualquier proceso complejo en el que existan dos o más contradicciones, debernos esforzarnos al máximo por descubrir la contradicción principal. Una vez aprehendida la contradicción principal, todos los problemas pueden resolverse con facilidad. Tal es el método que nos enseñó Marx en su estudio de la sociedad capitalista. Lo mismo nos enseñaron Lenin y Stalin al estudiar el imperialismo y la crisis general del capitalismo y al estudiar la economía soviética. Miles de estudiosos y hombres de acción no comprenden este método, y el resultado es que, perdidos en un mar de humo, no son capaces de llegar a la médula de los problemas y, por consiguiente, no logran encontrar la manera de resolver las contradicciones.

Como queda dicho, no hay que tratar de un mismo modo todas las contradicciones de un proceso, sino distinguir entre la principal y las secundarias y concentrarse en aprehender la principal. Ahora bien, en cada contradicción, sea principal o secundaria, ¿cabe tratar de un mismo modo sus dos aspectos contradictorios? Tampoco. En toda contradicción, el desarrollo de los aspectos contradictorios es desigual. A veces ambos parecen estar en equilibrio, pero tal situación es sólo temporal y relativa, en tanto que la desigualdad es el estado fundamental. De los dos aspectos contradictorios, uno ha de ser el principal, y el otro, el secundario. El aspecto principal es el que desempeña el papel dirigente en la contradicción. La naturaleza de una cosa es determinada fundamentalmente por el aspecto principal de su contradicción, aspecto que ocupa la posición predominante.

Pero esta situación no es estática; el aspecto principal y el no principal de una contradicción se transforman el uno en el otro y, en consecuencia, cambia la naturaleza de la cosa. En un determinado proceso de desarrollo de una contradicción o en una etapa dada de éste, el aspecto principal es A y el aspecto no principal es B, pero en otra etapa o proceso, los papeles se invierten; este cambio lo determina el grado en que ha crecido o disminuido la fuerza de cada aspecto en su lucha contra el otro durante el desarrollo de la cosa.

Hablamos corrientemente del "reemplazo de lo viejo por lo nuevo". El reemplazo de lo viejo por lo nuevo es una ley universal, eterna e ineludible. Una cosa se transforma en otra mediante un salto cuya forma varía según la naturaleza de la cosa y las condiciones: éste es el proceso del reemplazo de lo viejo por lo nuevo. Dentro de toda cosa existe la contradicción entre lo nuevo y lo viejo, la cual da origen a una serie de luchas llenas de vicisitudes. Como resultado de estas luchas, lo nuevo pasa de pequeño a grande y llega a ser predominante; en cambio, lo viejo pasa de grande a pequeño y se aproxima gradualmente a su desaparición. En el momento en que lo nuevo logra predominar sobre lo viejo, la cosa vieja se transforma cualitativamente en una cosa nueva. De esto se desprende que la naturaleza de una cosa es determinada fundamentalmente por el aspecto principal de su contradicción, el que ocupa la posición predominante. Al cambiar dicho aspecto, cambia en consecuencia la naturaleza de la cosa.

 El capitalismo, que en la vieja época feudal ocupa una posición subordinada, pasa a ser la fuerza predominante en la sociedad capitalista y, con ello, la naturaleza de la sociedad se convierte de feudal en capitalista. Las fuerzas feudales pasan de su antigua posición dominante a una posición subordinada en la nueva era capitalista, y se acercan paulatinamente a su desaparición. Así sucedió, por ejemplo, en Inglaterra y Francia. A medida que se desarrollan las fuerzas productivas, la burguesía se transforma de clase nueva, que juega un papel progresista, en clase vieja, que juega un papel reaccionario, y finalmente es derrocada por el proletariado, pasando a ser una clase despojada de sus medios privados de producción y del Poder; entonces también se aproxima de manera gradual a su desaparición. El proletariado, muy superior en número a la burguesía y que crece simultáneamente con ésta, pero bajo su dominación, es una fuerza nueva que, dependiente de la burguesía en un comienzo, se robustece poco a poco, llega a ser una clase independiente y que desempeña el papel dirigente en la historia, y finalmente toma el Poder convirtiéndose en la clase dominante. Entonces la sociedad cambia de naturaleza: la vieja sociedad capitalista se transforma en la nueva sociedad socialista. Este es el camino recorrido ya por la Unión Soviética y que seguirán forzosamente todos los demás países.

Veamos el caso de China. El imperialismo ocupa la posición principal en la contradicción en que China se ve reducida al estado de semicolonia; oprime al pueblo chino, mientras China ha sido convertida de país independiente en país semicolonial. Pero este estado de cosas cambiará inevitablemente; en la lucha entre las dos partes, la fuerza del pueblo chino, creciente bajo la dirección del proletariado, transformará inevitablemente a China de semicolonia en país independiente, al paso que el imperialismo será derrocado. La vieja China se transformará inevitablemente en una nueva China.

La transformación de la vieja China en una nueva China entraña además, dentro del país, la transformación de la relación entre las viejas fuerzas feudales y las nuevas fuerzas populares. La vieja clase terrateniente feudal será derrocada, de dominante se convertirá en dominada, y también se aproximará gradualmente a su desaparición. Y el pueblo, bajo la dirección del proletariado, pasará de dominado a dominante. Entonces cambiará la naturaleza de la sociedad china: la vieja sociedad, semicolonial y semifeudal, se transformará en una nueva sociedad democrática.

Transformaciones semejantes se han producido ya en el pasado. La dinastía Ching, que gobernó a China durante casi trescientos años, fue derribada en la Revolución de 1911, en tanto que la Keming Tungrnengjui (Liga Revolucionaria), dirigida por Sun Yat-sen, quedó triunfante por algún tiempo. En la guerra revolucionaria de 1924-1927, las fuerzas revolucionarias de la alianza entre el Kuomintang y el Partido Comunista en el Sur se transformaron de débiles en fuertes y obtuvieron la victoria en la Expedición al Norte, mientras que los caudillos militares del Norte, al comienzo dueños de la situación, fueron derrocados. En 1927, las fuerzas populares, encabezadas por el Partido Comunista, se vieron seriamente reducidas bajo los golpes de la reacción kuomintanista; pero, después de eliminar de sus filas el oportunismo, volvieron a crecer paulatinamente. En las bases de apoyo revolucionarias, que dirige el Partido Comunista, los campesinos se han transformando de dominados en dominantes, en tanto que los terratenientes han sufrido la transformación inversa. Siempre ocurre así en el mundo: lo nuevo desplaza a lo viejo, lo viejo es reemplazado por lo nuevo, lo viejo es eliminado para dejar paso a lo nuevo, lo nuevo surge de lo viejo.

En ciertos momentos de la lucha revolucionaria, las dificultades prevalecen sobre las condiciones favorables y constituyen, entonces, el aspecto principal de la contradicción, mientras las condiciones favorables constituyen el aspecto secundario. Sin embargo, los revolucionarios pueden, mediante sus esfuerzos, superar gradualmente las dificultades y crear una situación nueva, favorable; así, una situación difícil cede su lugar a una situación favorable. Tal fue el caso después de la derrota de la revolución china en 1927 y durante la Gran Marcha del Ejército Rojo de China. En la actual guerra chino-japonesa, nuestro país se encuentra de nuevo en una posición difícil; pero podemos cambiar este estado de cosas y transformar radicalmente la situación de China y la del Japón. A la inversa, las condiciones favorables pueden transformarse en dificultades si los revolucionarios cometen errores. Así, la victoria de la revolución de 1924-1927 se transformó en derrota. Las bases de apoyo revolucionarias que se desarrollaron a partir de 1927 en las provincias del Sur, habían sido todas derrotadas hacia 1934.

En el estudio, sucede lo mismo con la contradicción en el paso del no saber al saber. Cuando comenzamos a estudiar el marxismo, existe una contradicción entre nuestra ignorancia o escasa noción del marxismo y el conocimiento del marxismo. Pero, a través de un estudio tenaz, podernos llegar a transformar esa ignorancia en conocimiento, ese conocimiento escaso, en conocimiento amplio, y la ceguera en la aplicación del marxismo, en libertad en su aplicación.

Algunos estiman que no ocurre así con ciertas contradicciones. Por ejemplo, según ellos, en la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, las fuerzas productivas constituyen el aspecto principal; en la contradicción entre la práctica y la teoría, la práctica constituye el aspecto principal; en la contradicción entre la base económica y la superestructura, la base económica constituye el aspecto principal; y los aspectos no cambian de posición entre sí. Esta es una concepción materialista mecanicista, y no materialista dialéctica. Es verdad que las fuerzas productivas, la práctica y la base económica desempeñan por regla general el papel principal y decisivo; quien niegue esto no es materialista. Pero hay que admitir también que, bajo ciertas condiciones, las relaciones de producción, la teoría y la superestructura desempeñan, a su vez, el papel principal y decisivo. Cuando el desarrollo de las fuerzas productivas se hace imposible sin un cambio de las relaciones de producción, este cambio desempeña el papel principal y decisivo. La creación y divulgación de una teoría revolucionaria desempeña el papel principal y decisivo en determinados momentos, refiriéndose a los cuales dijo Lenin: "Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario."[119] Cuando hay una tarea por cumplir (sea la que fuere), pero se carece todavía de orientación; método, plan o política, lo principal y decisivo es determinar una orientación, método, plan o política. Cuando la superestructura (política, cultura, etc.) obstaculiza el desarrollo de la base económica, las transformaciones políticas y culturales pasan a ser lo principal y decisivo. ¿Estamos yendo en contra del materialismo al afirmar esto? No. La razón es que, junto con reconocer que, en el curso general del desarrollo histórico, lo material determina lo espiritual y el ser social determina la conciencia social, también reconocemos y debemos reconocer la reacción que a su vez ejerce lo espiritual sobre lo material, la conciencia social sobre el ser social, y la superestructura sobre la base económica. No vamos así en contra del materialismo, sino que evitamos el materialismo mecanicista y defendemos firmemente el materialismo dialéctico.

Al estudiar la particularidad de la contradicción, a no ser que examinemos estas dos cuestiones —las contradicciones principal y no principales de un proceso, y los aspectos principal y no principal de la contradicción—, es decir, a no ser que examinemos lo que distingue a un término del otro en cada una de estas dos cuestiones, nos veremos empantanados en un estudio abstracto, seremos incapaces de comprender concretamente las contradicciones y, por ende, no podremos encontrar el método correcto para resolverlas. Lo distintivo o lo particular en cada una de estas dos cuestiones representa la desigualdad de las fuerzas en contradicción. Nada en el mundo se desarrolla en forma absolutamente uniforme; debemos combatir la teoría del desarrollo uniforme o teoría del equilibrio. Más aún, es esta característica concreta de la contradicción y el cambio de los aspectos principal y no principal de una contradicción en el curso de su desarrollo lo que muestra la fuerza de lo nuevo que reemplaza a lo viejo. El estudio de las distintas modalidades de la desigualdad en las contradicciones, el estudio de la contradicción principal y las no principales y de los aspectos principal y no principal de la contradicción, es uno de los métodos importantes que permiten a un partido revolucionario determinar correctamente su estrategia y táctica en lo político y lo militar; todos los comunistas deben prestar atención a este método.

V. LA IDENTIDAD Y LA LUCHA ENTRE LOS ASPECTOS DE LA CONTRADICCION

Después de comprendidas la universalidad y la particularidad de la contradicción, debemos proceder al estudio de la identidad y la lucha entre los aspectos de la contradicción.

Identidad, unidad, coincidencia, interpenetración, impregnación recíproca, interdependencia (o mutua dependencia para existir), interconexión o cooperación —todos estos variados términos significan lo mismo y se refieren a los dos puntos siguientes: primero, la existencia de cada uno de los dos aspectos de una contradicción en el proceso de desarrollo de una cosa presupone la existencia de su contrario, y ambos aspectos coexisten en un todo único; segundo, sobre la base de determinadas condiciones, cada uno de los dos aspectos contradictorios se transforma en su contrario. Esto es lo que se entiende por identidad.

    Lenin dijo:

"La dialéctica es la doctrina de cómo los contrarios pueden ser y cómo suelen ser (cómo devienen) idénticos, —en qué condiciones suelen ser idénticos, convirtiéndose el uno en el otro, —por qué el entendimiento humano no debe considerar estos contrarios como muertos, petrificados, sino como vivos, condicionales, móviles y que se convierten el uno en el otro."[120]

¿Qué significan estas palabras de Lenin?

En todo proceso, los aspectos de una contradicción se excluyen, luchan y se oponen entre sí. Los procesos de desarrollo de todas las cosas del mundo y todo pensamiento del hombre, sin excepción, contienen tales aspectos contradictorios. Un proceso simple contiene solamente una pareja de contrarios, mientras un proceso complejo contiene más de una. Las diferentes parejas de contrarios, a su vez, se hallan en contradicción. Es así como están constituidas todas las cosas del mundo objetivo y todo pensamiento del hombre, y de ahí su movimiento.

Podría parecer entonces que no hay ninguna identidad o unidad. En tal caso, ¿cómo se puede hablar de identidad o unidad?

El caso es que ninguno de los dos aspectos contradictorios puede existir independientemente del otro. Si falta uno de los dos contrarios, falta la condición para la existencia del otro. Piensen: de una pareja de cosas contradictorias o de dos conceptos contradictorios en la conciencia humana, ¿puede uno de los aspectos existir independientemente? Sin vida no habría muerte; sin muerte tampoco habría vida. Sin "arriba" no habría "abajo"; sin "abajo" tampoco habría "arriba". Sin desgracia no habría felicidad; sin felicidad tampoco habría desgracia. Sin facilidad no habría dificultad; sin dificultad tampoco habría facilidad. Sin terratenientes no habría campesinos arrendatarios; sin campesinos arrendatarios tampoco habría terratenientes. Sin burguesía no habría proletariado; sin proletariado tampoco habría burguesía. Sin opresión nacional por parte del imperialismo no habría colonias ni semicolonias; sin colonias ni semicolonias tampoco habría opresión nacional por parte del imperialismo. Así sucede con todos los contrarios: en virtud de determinadas condiciones, junto con oponerse el uno al otro, están interconectados, se impregnan recíprocamente, se interpenetran y dependen el uno del otro; esto es lo que se denomina identidad. Los aspectos de toda contradicción se llaman contrarios porque, en virtud de determinadas condiciones, existe entre ellos no-identidad. Pero también existe entre ellos identidad, y por eso están interconectados. A esto se refería Lenin cuando dijo que la dialéctica estudia "cómo los contrarios pueden [ . . . ] ser idénticos ". ¿Por qué pueden serlo? Porque cada uno constituye la condición para la existencia del otro. Este es el primer sentido de la identidad.

Pero ¿basta con afirmar que cada uno de los dos aspectos contradictorios es la condición para la existencia de su opuesto, que hay identidad entre uno y otro, y que, por consiguiente, ambos pueden coexistir en un todo único? No, no basta. La cuestión no se limita a la interdependencia de los contrarios; más importante aún es la transformación del uno en el otro. Esto significa que, en razón de determinadas condiciones, cada uno de los aspectos contradictorios de una cosa se transforma en su contrario cambiando su posición por la de éste. Tal es el segundo sentido de la identidad de los contrarios.

 ¿Por qué existe identidad aquí también? Obsérvese cómo, a través de la revolución, el proletariado se transforma de clase dominada en clase dominante, en tanto que la burguesía, hasta entonces dominante, se transforma en dominada, cambiando cada cual su posición por la que originalmente ocupaba su contrario. Esto ha tenido lugar ya en la Unión Soviética, y ocurrirá en todo el mundo. De no existir, bajo determinadas condiciones, la interconexión y la identidad entre los contrarios, ¿cómo podría producirse semejante cambio?

El Kuomintang, que desempeñó un papel hasta cierto punto positivo en una determinada etapa de la historia contemporánea de China, pasó a ser un partido contrarrevolucionario en 1927 debido a su inherente naturaleza de clase y a la seducción por el imperialismo (éstas son las condiciones); pero, después se ha visto obligado a aceptar la resistencia al Japón debido a la agudización de la contradicción entre China y el Japón y a la política de frente único del Partido Comunista (éstas son las condiciones). Los contrarios se transforman el uno en el otro, pues entre ellos existe una determinada identidad.

Nuestra revolución agraria ha sido y será un proceso en que la clase terrateniente, poseedora de tierras, se transforma en una clase que ha perdido sus tierras, mientras los campesinos, antes despojados de sus tierras, se transforman en pequeños propietarios que han obtenido tierras. Debido a determinadas condiciones, poseer y no poseer, obtener y perder, están interconectados; hay identidad entre lo uno y lo otro. Bajo el socialismo, la propiedad privada de los campesinos, a su vez, se transforma en la propiedad social de la agricultura socialista; esto ya ha ocurrido en la Unión Soviética, y ocurrirá también en todo el mundo. Hay un puente que conduce de la propiedad privada a la propiedad social; en filosofía, esto se llama identidad o transformación recíproca o interpenetración.

Consolidar la dictadura del proletariado, o del pueblo, significa, justamente, preparar las condiciones para abolir dicha dictadura y pasar a una etapa más elevada, en la cual no habrá ningún tipo de sistema estatal. Fundar y desarrollar el Partido Comunista significa, precisamente, preparar las condiciones para la desaparición del Partido Comunista y de todos los partidos políticos. Crear un ejército revolucionario bajo la dirección del Partido Comunista y llevar adelante la guerra revolucionaria significa, justamente, preparar las condiciones para acabar para siempre con las guerras. En cada una de estas parejas, los contrarios se sostienen mutuamente.

Como todos saben, la guerra y la paz se transforman la una en la otra. La guerra se transforma en paz; por ejemplo, la Primera Guerra Mundial se transformó en la paz de la postguerra, y la guerra civil en China ha cesado ahora, cediendo su lugar a la paz interna. La paz se transforma en guerra; por ejemplo, en 1927, la cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista se transformó en guerra, y la actual situación de paz mundial puede también transformarse en una segunda guerra mundial. ¿Por qué sucede esto? Porque en la sociedad de clases, bajo determinadas condiciones, existe identidad entre cosas contrarias como la guerra y la paz.

Todos los contrarios están interconectados; no sólo coexisten en un todo único bajo determinadas condiciones, sino que, también bajo determinadas condiciones, se transforman el uno en el otro; éste es el significado íntegro de la identidad de los contrarios. A esto se refería Lenin al hablar de "cómo los contrarios [. . .) suelen ser (cómo devienen) idénticos, —en qué condiciones suelen ser idénticos, convirtiéndose el uno en el otro".

¿Por qué "el entendimiento humano no debe considerar estos contrarios como muertos, petrificados, sino como vivos, condicionales, móviles y que se convierten el uno en el otro"? Porque precisamente así son las cosas objetivas. El caso es que la unidad o identidad de los contrarios en las cosas objetivas no es algo muerto o petrificado, sino algo vivo, condicional, móvil, temporal y relativo; sobre la base de determinadas condiciones, cada uno de los aspectos de la contradicción se transforma en su contrario. Y el reflejo de esto en el pensamiento humano constituye la concepción marxista, dialéctica materialista, del mundo. Sólo las clases dominantes reaccionarias del pasado y del presente, y la metafísica a su servicio, no consideran los contrarios como vivos, condicionales, móviles y que se convierten el uno en el otro, sino como muertos y petrificados, y propagan esta falacia por todas partes para engañar a las masas populares, en el intento de perpetuar su dominación. Es tarea de los comunistas denunciar esta falacia de los reaccionarios y de la metafísica, divulgar la dialéctica inherente a las cosas y acelerar la transformación de las cosas, a fin de alcanzar los objetivos de la revolución.

Cuando decimos que, bajo determinadas condiciones, existe la identidad de los contrarios, nos referimos a contrarios reales y concretos, y consideramos que la transformación del uno en el otro es igualmente real y concreta. En la mitología se habla de innumerables transformaciones, por ejemplo, en los mitos de la carrera de Kua Fu tras el Sol en el Libro de las montañas y los mares[121]del derribo de nueve soles a flechazos por Yi, en el Juai Nan Tsi [122]de las setenta y dos metamorfosis de Sun Wu-kung en Peregrinación al Oeste[123]en los numerosos episodios de fantasmas y zorros metamorfoseados en seres humanos en los Cuentos extraños de Liaochai[124]etc.. Estas transformaciones de los contrarios, de las que habla la mitología, no son cambios concretos que reflejen contradicciones concretas, sino transformaciones ingenuas, imaginarias, fantásticas, inspiradas a los hombres por las innumerables y complejas transformaciones reales de los contrarios el uno en el otro. Marx decía: "Toda mitología conquista, domina y da formas a las fuerzas de la naturaleza, en la imaginación y mediante ella, y desaparece cuando las fuerzas de la naturaleza son dominadas realmente."[125] Las innumerables metamorfosis en la mitología (y también en los cuentos infantiles) deleitan a la gente porque describen imaginativamente la conquista de las fuerzas de la naturaleza por el hombre, y los mejores mitos poseen, como señaló Marx, "un encanto eterno"; pero los mitos no se crean basándose en situaciones determinadas surgidas de contradicciones concretas y, por lo tanto, no son un reflejo científico de la realidad. Esto significa que, en los mitos o en los cuentos infantiles, existe sólo una identidad imaginaria y no concreta entre los aspectos que constituyen la contradicción. Es la dialéctica marxista la que refleja científicamente la identidad en las transformaciones reales.

 ¿Por qué puede un huevo, y no una piedra, transformarse en un pollo? ¿Por qué existe identidad entre la guerra y la paz pero no entre la guerra y una piedra? ¿Por qué los seres humanos son capaces de engendrar sólo seres humanos y no otra cosa? La única razón es que la identidad de los contrarios exige determinadas condiciones necesarias. En ausencia de éstas, no puede haber ninguna identidad.

¿Por qué en Rusia la revolución democrático-burguesa de febrero de 1917 se ligó directamente a la revolución socialista proletaria de octubre del mismo año, mientras que en Francia la revolución burguesa no se ligó directamente a una revolución socialista y la Comuna de París de 1871 terminó en derrota? ¿Por qué, en cambio, el sistema nómade de Mongolia y Asia Central empalmó directamente con el socialismo? ¿Por qué puede la revolución china evitar un futuro capitalista y entroncar directamente con el socialismo, sin seguir el viejo camino histórico recorrido por los países occidentales, sin pasar por un período de dictadura burguesa? Todo esto no se debe sino a las condiciones concretas de la época. Cuando se presentan determinadas condiciones necesarias, en el proceso de desarrollo de las cosas surgen determinadas parejas de contrarios, y estos contrarios son interdependientes y se transforman el uno en el otro. De no presentarse tales condiciones, nada de esto podría suceder.

Hasta aquí el problema de la identidad. Ahora bien, ¿qué es la lucha? ¿Cuál es la relación entre la identidad y la lucha?

Lenin señala:

"La unidad (coincidencia, identidad, equivalencia) de los contrarios es condicional, temporal, transitoria, relativa. La lucha de los contrarios, mutuamente excluyentes, es absoluta, como es absoluto el desarrollo, el movimiento."[126]

    ¿Qué significan estas palabras de Lenin?

 Todo proceso tiene comienzo y fin, todo proceso se transforma en su contrario. La permanencia de todo proceso es relativa, en tanto que la mutabilidad, manifestada en la transformación de un proceso en otro, es absoluta.

En todas las cosas se presentan dos estados de movimiento: el de reposo relativo y el de cambio manifiesto. Ambos tienen su origen en la lucha entre los dos elementos contradictorios que contiene cada cosa. En el primer estado de movimiento, la cosa experimenta sólo cambios cuantitativos y no cualitativos y, en consecuencia, parece estar en reposo. La cosa pasa al segundo estado de movimiento cuando los cambios cuantitativos producidos en el primer estado alcanzan ya su punto culminante, dando origen a la disolución de la cosa como todo único, esto es, a un cambio cualitativo; de este modo aparece el estado de cambio manifiesto. La unidad, la cohesión, la unión, la armonía, el equilibrio, el impasse, el punto muerto, el reposo, la permanencia, la uniformidad, el aglutinamiento, la atracción, etc., que vemos en la vida diaria, son todas manifestaciones del estado de cambio cuantitativo de las cosas. A la inversa, la disolución del todo único, es decir, la destrucción de esa cohesión, unión, armonía, equilibrio, impasse, punto muerto, reposo, permanencia, uniformidad, aglutinamiento, atracción, y su transformación en sus respectivos contrarios, son todas manifestaciones del estado de cambio cualitativo de las cosas, es decir, de la transformación de un proceso en otro. Las cosas cambian constantemente, pasando del primero al segundo estado; la lucha de los contrarios existe en ambos estados, y la contradicción se resuelve a través del segundo estado. Es por esto que la unidad de los contrarios es condicional, temporal y relativa, en tanto que la lucha de los contrarios, mutuamente excluyentes, es absoluta.

Al afirmar más arriba que entre los contrarios existe identidad y que, por esta razón, ambos pueden coexistir en un todo único y, además, transformarse el uno en el otro, nos hemos referido a la condicionalidad; esto es, bajo determinadas condiciones, dos cosas contrarias pueden unirse y transformarse la una en la otra; en ausencia de tales condiciones, no pueden formar una contradicción, no pueden coexistir en un todo único ni transformarse la una en la otra. La identidad de los contrarios se produce sólo a causa de determinadas condiciones, y por eso decimos que es condicional y relativa. Ahora, agregamos que la lucha entre los contrarios recorre los procesos desde el comienzo hasta el fin y origina la transformación de un proceso en otro; la lucha entre los contrarios es omnipresente, y por lo tanto decimos que es incondicional y absoluta.

La combinación entre la identidad, condicional y relativa, y la lucha, incondicional y absoluta, forma el movimiento de los contrarios en todas las cosas.

Los chinos acostumbramos a decir: "Cosas que se oponen, se sostienen entre sí."[127] En otras palabras, existe identidad entre cosas que se oponen una a otra. Este dicho es dialéctico y contrario a la metafísica. "Se oponen" significa que los dos aspectos contradictorios se excluyen mutuamente o luchan entre sí. "Se sostienen entre sí" significa que, bajo determinadas condiciones, los dos aspectos contradictorios se interconectan y adquieren identidad. Sin embargo, la lucha está implícita en la identidad; sin lucha no hay identidad.

En la identidad existe la lucha, en lo particular existe lo universal, en lo individual existe lo general. Para citar a Lenin, "en lo relativo existe lo absoluto"[128].

VI. EL PAPEL DEL ANTAGONISMO EN LA CONTRADICCION

El problema de la lucha de los contrarios incluye la cuestión de qué es antagonismo. Nuestra respuesta es que el antagonismo constituye una forma, pero no la única, de la lucha de los contrarios.

En la historia de la humanidad existe el antagonismo de clase, que es una manifestación particular de la lucha de los contrarios. Veamos la contradicción entre la clase explotadora y la clase explotada. En una misma sociedad, sea la esclavista, la feudal o la capitalista, estas dos clases contradictorias coexisten por largo tiempo y luchan entre sí; pero sólo al alcanzar cierta etapa en su desarrollo, la contradicción entre las dos clases adopta la forma de antagonismo abierto y se convierte en revolución. De igual manera se verifica la transformación de la paz en guerra dentro de la sociedad de clases.

Antes de estallar, una bomba es un todo único en el cual los contrarios coexisten debido a determinadas condiciones. La explosión tiene lugar sólo cuando se hace presente una nueva condición: la ignición. Análoga situación se presenta en todos aquellos fenómenos de la naturaleza en los que la solución de la vieja contradicción y el nacimiento de una cosa nueva se producen, finalmente, bajo la forma de un conflicto abierto.

 Es extremadamente importante adquirir conciencia de este hecho, pues nos permite comprender que en la sociedad de clases, son inevitables las revoluciones y las guerras revolucionarias y que sin ellas es imposible realizar saltos en el desarrollo social y derrocar a las clases dominantes reaccionarias, y, por lo tanto, es imposible que el pueblo conquiste el Poder. Los comunistas deben denunciar la engañosa propaganda de los reaccionarios, quienes afirman, entre otras cosas, que la revolución social es innecesaria e imposible; deben perseverar firmemente en la teoría marxista-leninista de la revolución social y ayudar al pueblo a comprender que la revolución no sólo es absolutamente necesaria, sino también enteramente posible, y que esta verdad científica ha sido confirmada ya por toda la historia de la humanidad y por el triunfo en la Unión Soviética.

Sin embargo, debemos estudiar concretamente la situación de cada lucha de contrarios y no aplicar impropiamente y a todas las cosas la fórmula arriba mencionada. La contradicción y la lucha son universales y absolutas, pero los métodos para resolver las contradicciones, esto es, las formas de lucha, varían según el carácter de las contradicciones. Algunas contradicciones tienen un carácter antagónico abierto, mientras que otras no. Siguiendo el desarrollo concreto de las cosas, algunas contradicciones, originalmente no antagónicas, se transforman en antagónicas, en tanto que otras, originalmente antagónicas, se transforman en no antagónicas.

Como ya lo hemos señalado, mientras existan las clases, las contradicciones entre las ideas correctas e incorrectas dentro del Partido Comunista son un reflejo, en su seno, de las contradicciones de clase. Al comienzo o en algunos problemas, tales contradicciones pueden no manifestarse inmediatamente como antagónicas. Pero, a medida que se desenvuelve la lucha de clases, pueden llegar a transformarse en antagónicas. La historia del Partido Comunista de la Unión Soviética nos enseña que la contradicción entre las correctas ideas de Lenin y Stalin y las erróneas ideas de Trotski, Bujarin y otros no se manifestó como antagónica al principio, pero posteriormente se desarrolló hasta convertirse en antagónica. Casos similares se han dado en la historia del Partido Comunista de China. La contradicción entre las correctas ideas de muchos de nuestros camaradas del Partido y las erróneas ideas de Chen Tu-siu, Chang Kuo-tao y otros, tampoco se manifestó en un comienzo como antagónica, pero posteriormente se desarrolló y se convirtió en antagónica. Actualmente, la contradicción entre las ideas correctas y las incorrectas en nuestro Partido no se manifiesta como antagónica y, si los camaradas que han cometido errores son capaces de corregirlos, no llegará a convertirse en antagónica. En vista de ello, el Partido debe Llevar a cabo, por un lado, una seria lucha contra las ideas erróneas, y, por el otro, dar a los camaradas que han cometido errores plena oportunidad para que adquieran conciencia. En estas circunstancias, una lucha excesiva es obviamente inadecuada. Pero si aquellos que han cometido errores persisten en ellos y los agravan, habrá posibilidad de que esta contradicción desemboque en antagonismo.

En lo económico, la contradicción entre la ciudad y el campo es extremadamente antagónica tanto en la sociedad capitalista (donde la ciudad dominada por la burguesía saquea implacablemente al campo) como en las zonas controladas por el Kuomintang en China (donde la ciudad dominada por el imperialismo extranjero y la gran burguesía compradora china saquea al campo con extremada ferocidad). Pero en un país socialista y en nuestras bases de apoyo revolucionarias, esta contradicción antagónica se ha transformado en no antagónica, y desaparecerá con la llegada de la sociedad comunista.

Lenin dijo: "El antagonismo y la contradicción no son en absoluto una y la misma cosa. Bajo el socialismo, desaparecerá el primero, subsistirá la segunda."[129] Esto significa que el antagonismo es una forma, pero no la única, de la lucha de los contrarios; no se puede aplicar esta fórmula de manera mecánica y en todas partes.

VII. CONCLUSION

Digamos ahora algunas palabras a modo de resumen. La ley de la contradicción en las cosas, esto es, la ley de la unidad de los contrarios, es la ley fundamental de la naturaleza y la sociedad y, por consiguiente, también la ley fundamental del pensamiento. Esta ley se opone a la concepción metafísica del mundo. Su descubrimiento representó una gran revolución en la historia del conocimiento humano. Según el materialismo dialéctico, la contradicción existe en todos los procesos de las cosas objetivas y del pensamiento subjetivo, y los recorre desde el comienzo hasta el fin; esto constituye la universalidad o carácter absoluto de la contradicción: Cada contradicción y cada uno de sus dos aspectos tienen sus respectivas características; esto constituye la particularidad o relatividad de la contradicción. Sobre la base de determinadas condiciones, entre cosas contrarias existe identidad y; por lo tanto, ambas pueden coexistir en un todo único y transformarse la una en la otra; esto también constituye la particularidad o relatividad de la contradicción. Pero la lucha de los contrarios es ininterrumpida, y está presente tanto cuando los contrarios coexisten como cuando se transforman el uno en el otro; especialmente en el último casó la lucha se manifiesta de una manera más evidente; esto también constituye la universalidad o carácter absoluto de la contradicción. Al estudiar la particularidad o relatividad de la contradicción, debemos prestar atención a distinguir entre la contradicción principal y las contradicciones no principales, así como entre el aspecto principal y el aspecto no principal de la contradicción; al estudiar la universalidad de la contradicción y la lucha de los contrarios, debemos prestar atención a distinguir entre las diferentes formas de lucha. De otro modo, cometeremos errores. Si, mediante el estudio, llegamos a comprender realmente las tesis esenciales expuestas más arriba, podremos destruir el pensamiento dogmático, opuesto a los principios fundamentales del marxismo-leninismo y perjudicial para nuestra causa revolucionaria, y los camaradas que tienen experiencia estarán en condiciones de sistematizarla y elevarla a la categoría de principios y evitar la repetición de los errores de empirismo. Tal es, en pocas palabras, la conclusión a que nos conduce el estudio de la ley de la contradicción.

Texto 14: ¿PODEMOS CONOCER EL UNIVERSO? REFLEXIONES SOBRE UN GRANO DE SAL[130]

Carl Sagan

Nada tan rico como el inagotable caudal de la Naturaleza. Tan sólo nos muestra superficies, pero su profundidad es de un millón de brazas.

RALPH WALDO EMERSON

La ciencia es mucho más una determinada manera de pensar que un cuerpo de conocimientos. Su objetivo es descubrir cómo funciona el mundo, detectar las regularidades que puedan existir, captar las vinculaciones que se dan entre las cosas desde las partículas elementales, que pueden ser los constituyentes últimos de toda materia, para organismos vivos, la comunidad social de los seres humanos y, cómo no, el cosmos contemplado en su globalidad. Nuestra intuición no es ni por asomo una pauta infalible. Nuestras percepciones pueden verse falseadas por la educación previa y los prejuicios, o simplemente a causa de las limitaciones de nuestros órganos sensoriales que, por descontado, sólo pueden percibir directamente una pequeña fracción de los fenómenos que se producen en el mundo. Incluso una cuestión tan directa como la de si, en ausencia de fricción, cae más rápidamente una libra de plomo que un gramo de lana, fue resuelta incorrectamente por casi todo el mundo hasta llegar a Galileo, y entre los equivocados se hallaba, cómo no, el propio Aristóteles. La ciencia se fundamenta en la experimentación, en un ansia permanente de someter a prueba los viejos dogmas, en una apertura de espíritu que nos permita contemplar el universo tal como realmente es. No puede negarse que en ciertas ocasiones la ciencia exige coraje; como mínimo el imprescindible para poner en entredicho la sabiduría convencional.

El principal rasgo definitorio de la ciencia es pensar de verdad toda cosa: el tamaño de las nubes y las formas que adoptan, incluso en su estructura más profunda, en cualquier parte del cielo para una altitud dada; la formación de una gota de rocío sobre una hoja; el origen de un nombre o una palabra; la razón de una determinada costumbre social humana, como por ejemplo el tabú del incesto; por qué una lente sobre la que incida la luz solar puede quemar un papel; qué razón nos hace ver un bastón de paseo como una pequeña ramita; por qué parece seguimos la Luna cuando paseamos; qué nos impide perforar la Tierra con un agujero que llegue hasta el centro del planeta; qué sentido tiene el término «abajo» en una Tierra esférica; de qué modo el cuerpo puede convertir la comida de ayer en el músculo y el nervio de hoy; dónde están los límites del universo, ¿puede éste expandirse indefinidamente, o no?; ¿tiene algún significado la pregunta de qué hay más allá? Algunos de estos interrogantes son singularmente fáciles de responder. Otros, especialmente el último, son misterios de los que no conocemos la solución incluso en nuestros días. Son interrogantes naturales a resolver. Toda cultura se ha planteado, de una ti otra forma, tales cuestiones. Las respuestas propuestas casi siempre han sido de categoría «narrativa» o «fabulada», con explicaciones divorciadas de toda tarea experimental, e incluso de toda observación comparativa cuidadosa.

Pero la mentalidad científica examina el mundo críticamente, como si pudieran existir otros muchos mundos alternativos, como si aquí pudiesen existir cosas que ahora no encontramos. Y en consecuencia, nos vemos obligados a responder por qué cuanto vemos es así y no de otra forma. ¿Por qué son esféricos el Sol y la Luna? ¿Por qué no piramidales, cúbicos o dodecaédricos? ¿ Por qué tal simetría en el mundo? ¿ Por qué, incluso, no tiene formas irregularmente caprichosas? Si alguien gasta parte de su tiempo proponiendo hipótesis, comprobando si tienen sentido y si concuerdan con cuanto ya conocemos, pensando en pruebas experimentales que den validez o se la nieguen a nuestras hipótesis, este alguien está haciendo ciencia. y a medida que van tomando más y más fuerza estos hábitos de pensamiento, más a gusto se halla el individuo con ellos. Penetrar en el corazón de las cosas —incluso en el de las más pequeñas, en el de una brizna de hierba, como dijera Walt Whitman— produce un tipo de excitación y alegría que parece muy posible que, de todos los seres que pueblan este planeta, sólo puedan experimentarla los seres humanos. Somos una especie inteligente, y un uso adecuado de nuestra inteligencia nos produce placer. En este aspecto, el cerebro es como un músculo. Cuando pensamos bien, nos sentimos bien. Comprender es un cierto tipo de éxtasis.

Pero, ¿hasta qué punto podemos conocer en realidad el universo que nos rodea? A veces esta pregunta la plantean individuos que esperan obtener una respuesta de tonos negativos, que sienten temor ante la idea de un universo del que algún día se llegue a conocer todo. A veces encontramos científicos que confidencialmente expresan su creencia de que todo cuanto es digno de ser conocido pronto lo será —o que incluso ya lo es—, y que nos pintan el cuadro de una edad dionisíaca o polinésica en la que se habrá marchitado el entusiasmo por la adquisición de nuevos descubrimientos intelectuales; lo habremos reemplazado por cierta languidez sumisa, nos alimentaremos de lotos y beberemos leche de coco fermentada o algún otro suave alucinógeno. Además de calumniar a los polinesios, que fueron intrépidos exploradores (y cuyo breve descanso en el paraíso está lastimosamente llegando hoya su fin), y a los estímulos para el descubrimiento intelectual que proporcionan ciertos alucinógenos, este punto de vista se nos muestra como obviamente erróneo.

Planteemos de momento una pregunta mucho más modesta. No nos preguntemos si podemos conocer la naturaleza del universo, la Vía Láctea, una estrella o un mundo, sino si nos es dado conocer, en última instancia y de forma pormenorizada, la naturaleza de un grano de sal. Consideremos un microgramo de sal de mesa, una partícula apenas lo suficientemente grande como para que alguien con una vista muy aguda pueda detectarlo sin la ayuda de un microscopio. En este grano de sal hay alrededor de 1016 millones de átomos de cloro y sodio, es decir, 10.000 billones de átomos. Si deseamos conocer la estructura de este grano de sal, necesitamos determinar como mínimo las coordenadas tridimensionales de cada uno de sus átomos. (De hecho precisamos conocer muchas más cosas, como por ejemplo la naturaleza de las fuerzas con que se interaccionan los átomos, pero para el caso nos contentaremos con cálculos de gran modestia). Pues bien, ¿la cifra indicada es mayor o menor que el número de cosas que puede llegar a conocer el cerebro humano?

¿ Cuál es el límite de informaciones que puede albergar el cerebro? En nuestro cerebro quizá haya un total de 1011 neuronas, los circuitos elementales y conexiones responsables de las actividades química y eléctrica que hacen funcionar nuestras mentes. Una neurona típica tiene como mucho un millar de pequeñas terminaciones, las dentritas, que establecen su conexión con las contiguas. Si, como parece ser, a cada una de tales conexiones le corresponde el almacenamiento de un bit de información, el número total de cosas cognoscibles por el cerebro humano no excede de 1014 es decir, la cifra de los 100 billones. En otros términos, algo así como el 1 % del número de átomos que contiene una pequeña partícula de sal.

Desde tal punto de vista el universo se nos convierte en inabordable, asombrosamente inmune a todo intento humano de alcanzar su completo conocimiento. Si a este nivel no nos es dado comprender la exacta naturaleza de un grano de sal, mucho menos lo será detern1inar la del universo.

Pero observemos con mayor atención nuestro microgramo de sal. La sal es un cristal que, a excepción de eventuales defectos que puedan presentarse en su estructura reticular, mantiene posiciones bien predeterminadas para cada uno de los átomos de sodio y de cloro que lo integran. Si pudiésemos contraernos hasta posibilitar nuestra incursión en tal mundo cristalino, podríamos ver, fila tras fila, una ordenada formación de átomos, una estructura regularmente alternante de átomos de sodio y cloro, con lo que tendríamos especificada por completo la capa de átomos sobre la que estuviésemos colocados y todas las demás situadas por encima y por debajo de ella. Un cristal de sal absolutamente puro tendría completamente especificada la posición de cada uno de sus átomos con unos 10 bits de información.[131] Evidentemente, tal estado de cosas no abrumaría en lo más mínimo la capacidad de almacenar información propia del cerebro humano.

Si el universo tiene un comportamiento regulado por leyes naturales con un orden de regularidad similar al que determina la estructura de un cristal de sal común, es obvia nuestra capacidad para abordar su conocimiento. Incluso en el supuesto de que existan muchas de tales leyes, de considerable complejidad cada una de ellas, los seres humanos gozan de la necesaria capacidad para comprenderlas todas. Y en el supuesto de que los conocimientos precisos sobrepasaran la capacidad de almacenamiento de información de nuestros cerebros, quedaría la posibilidad de almacenar información adicional fuera de nuestros propios cuerpos —por ejemplo, en libros o en memorias magnéticas de computadora—, de modo que, en cierto sentido, seguiría siendo posible el conocimiento del universo.

Los seres humanos se hallan enormemente motivados para emprender la búsqueda de regularidades, de leyes naturales, cosa por lo demás perfectamente comprensible. La búsqueda de leyes, el único camino posible para llegar a comprender un universo tan vasto y complejo, recibe el nombre de ciencia.

El universo obliga a quienes lo pueblan a entenderlo. Aquellos seres que se topan en su experiencia cotidiana con un confuso revoltillo de eventos imprevisibles y carentes de regularidad se encuentran en grave peligro. El universo pertenece a quienes, al menos en cierta medida, lo han descifrado.

Es un hecho realmente asombroso que existan leyes de la naturaleza, reglas que sinteticen de forma adecuada —no sólo cualitativa, sino también cuantitativamente— el funcionamiento del mundo. Podemos imaginar un universo sin tales leyes, un universo en el que los 1030 partículas elementales que lo integran se comportaran con absoluto e intransigente abandono. Para comprender tal tipo de universo necesitaríamos un cerebro con una masa casi tan grande como la suya. Parece bastante inverosímil suponer que en dicho universo pudiese existir vida e inteligencia, pues los seres dotados de cerebro requieren cierto grado de estabilidad y orden internos. Pero incluso si en un universo mucho más aleatorio que el nuestro existieran seres con inteligencia muy superior a la nuestra, es indudable que no podrían alcanzar demasiado conocimiento ni experimentar excesiva pasión o alegría.

Para nuestra fortuna, vivimos en un universo en el que son susceptibles de conocimiento, al menos, algunos de sus más importantes aspectos. La experiencia acumulada por nuestro sentido común y la historia evolutiva de la humanidad nos han preparado para comprender algo del mecanismo cotidiano que mueve el mundo. Sin embargo, cuando nos introducimos en otros ámbitos, el sentido común y la intuición ordinaria pueden llegar a convertirse en muy malos consejeros. Es pasmoso el hecho de que al aproximamos mucho a la velocidad de la luz nuestra masa crece indefinidamente, nuestro espesor llega a ser prácticamente nulo en la dirección del movimiento y el tiempo parece detenerse para nosotros. Mucha es la gente que cree que esto es una necedad, y no pasa semana sin que reciba una carta de alguien que se lamente de la situación. Pero no hay vuelta de hoja. Son consecuencias virtualmente ciertas, no sólo por la experimentación, sino también debido al brillantísimo análisis de Albert Einstein sobre la naturaleza del espacio y el tiempo conocido como teoría especial de la relatividad. No viene al caso que tales efectos puedan parecemos escasamente razonables, pues no tenemos el menor hábito de viajar a velocidades próximas a la de la luz. En el terreno de las altas velocidades, el testimonio de nuestro sentido común resulta irrelevante.

Imaginemos ahora una molécula aislada compuesta por dos átomos cuya estructura pueda recordarnos por su forma a la de unas pesas de halterofilia. Por ejemplo, puede muy bien ser una molécula de sal común. Dicha molécula gira alrededor de un eje en dirección idéntica a la línea que une ambos átomos. Pues bien, en el mundo de la mecánica cuántica, en el reino de lo extraordinariamente pequeño, nuestro juego de pesas no puede tomar cualquier orientación. Es perfectamente posible, para fijar un supuesto, que esté orientado horizontal o verticalmente, pero no será posible que lo esté en muchas de las inclinaciones angulares intermedias..En otras palabras, le están prohibidas ciertas inclinaciones rotacionales. ¿Prohibidas por quién? Pues por las leyes de la Naturaleza. El universo está construido de tal forma que limita, o cuantifica, las posibilidades de rotación. No tenemos existencia experimental de este hecho en nuestra vida cotidiana. Podemos encontrarlo tan sorprendente como si al efectuar ejercicios de gimnasia sueca fuéramos tan torpes como para poder colocamos brazos en cruz o extendidos hacia el cielo pero nos fuera imposible adoptar un buen número de posturas intermedias. Pero téngase en cuenta que nuestra vida no se desarrolla en el ámbito de lo minúsculo, dentro de una escala del orden de 10-13 centímetros, en un mundo donde hay doce ceros entre la coma que separa las unidades y la primera cifra significativa. Las intuiciones de nuestro sentido común no cuentan para nada. Lo que vale es el experimento; en el caso que nos ocupa, la observación de las frecuencias de infrarrojos en los espectros moleculares, y éstos nos muestran que la rotación molecular debe ser cuantificada.

La idea de que el mundo plantea restricciones a las posibilidades de acción humanas es frustradora. ¿Por qué no podemos tener ciertas posiciones rotacionales intermedias? ¿Por qué no podemos viajar más deprisa que la luz? Sin embargo, todo cuanto podemos decir hasta el presente es que el universo está construido precisamente así. Tales limitaciones no sólo nos obligan a ser más humildes, sino que convierten el mundo en algo más comprensible. Cada constricción corresponde a una ley natural, a una regularidad en el universo. Cuanto más grande sea el número de constricciones acerca de las posibilidades reales de la materia y la energía, mayor conocimiento del universo podremos alcanzar los hombres. En cualquier caso, la cognoscibilidad del universo no sólo depende de cuántas sean las leyes naturales que nos permiten enmarcar para su análisis una amplia serie de fenómenos divergentes en apariencia, sino también de la apertura mental y capacidad intelectual que mostremos respecto a la comprensión de tales leyes. Seguramente nuestras formulaciones de las regularidades de la Naturaleza dependen del modo en que está construido nuestro cerebro, pero también, y en buena medida, de aquél en que lo está e! Universo.

Por mi parte, me gusta vivir en un universo que encierra aún mucho de desconocido y que, al mismo tiempo, es susceptible de llegar a ser interpretado. Un universo del que lo conociéramos todo sería estático y deprimente, tan aburrido como el cielo que nos prometen ciertos teólogos pobres de espíritu.

Un universo que se nos muestra incognoscible no es el lugar ciertamente adecuado para un ser que piensa. El universo ideal para nosotros es algo bastante más similar al sitio en que vivimos. Y me atrevo a conjeturar que no es simple coincidencia.

Texto 15: EL VIENTO LEVANTA POLVO[132]

Carl Sagan

…el viento levanta polvo porque intenta soplar, llevándose nuestras huellas.

Ejemplos de folclore bosquimano, W. H. l. BLEEK Y L. C. LLOYD,recopiladores, L. C. LLOYD, editor (1911)

…cada vez que un salvaje rastrea la caza emplea una minuciosidad de observación y una precisión de razonamiento inductivo y deductivo que, aplicado a otros asuntos, le darían una reputación de hombre de ciencia… el trabajo intelectual de un «buen cazador o guerrero» supera de manera considerable el de un inglés ordinario.

THOMAS H. HUXLEY,

Collected Essays, vol. 11, Darwiniana: Essays (Londres, Macmillan, 1907), pp. 175-176 [de «Mr. Oarwin's Critics» (1871)]

¿Por qué tanta gente encuentra que la ciencia es difícil de aprender y difícil de enseñar? He intentado sugerir algunas razones: su precisión, sus aspectos antiintuitivos y perturbadores, la perspectiva de mal uso, su independencia de la autoridad, y así sucesivamente. Pero ¿hay algo más en el fondo? Alan Cromer es un profesor de física de la Universidad del Nordeste de Boston que se sorprendió al encontrar tantos estudiantes incapaces de entender los conceptos más elementales en su clase de física. En Sentido poco común: la naturaleza herética de la ciencia (1993), Cromer propone que la ciencia es difícil porque es nueva. Nosotros, una especie que tiene unos cientos de miles de años de antigüedad, descubrimos el método científico hace sólo unos siglos, dice. Como la escritura, que tiene sólo unos milenios de antigüedad, todavía no le hemos cogido el truco… o al menos no sin un estudio muy serio y atento.

Cromer sugiere que, de no haber sido por una improbable concatenación de acontecimientos históricos, nunca habríamos inventado la ciencia:

Esta hostilidad hacia la ciencia, a la vista de sus triunfos y beneficios obvios, es… prueba de que es algo que se encuentra fuera del desarrollo humano normal, quizá un accidente.

La civilización china inventó los tipos móviles, la pólvora, el cohete, la brújula magnética, el sismógrafo y las observaciones sistemáticas de los cielos. Los matemáticos hindúes inventaron el cero, la clave de la aritmética posicional y por tanto de la ciencia cuantitativa. La civilización azteca desarrolló un calendario mucho mejor que el de la civilización europea que lña invadió y destruyó; pudieron predecir mejor, y durante períodos más largos, dónde estarían los planetas. Pero ninguna de estas civilizaciones, afirma Cromer, había desarrollado el método escéptico, inquisitivo y experimental de la ciencia. Todo eso vino de la antigua Grecia:

El desarrollo del pensamiento objetivo por parte de los griegos parece haber requerido una serie de factores culturales específicos. Primero estaba la asamblea, donde los hombres aprendieron por primera vez a convencerse unos a otros mediante un debate racional. En segundo lugar había una economía marítima que impedía el aislamiento y el provincianismo. En tercer lugar estaba la existencia de un extenso mundo de habla griega por el cual podían vagar viajeros y académicos. En cuarto lugar, la existencia de una clase comercial independiente que podía contratar a sus propios maestros. En quinto lugar, la Ilíada y la Odisea, obras maestras de la literatura que son en sí mismas el epítome del pensamiento racional liberal. En sexto lugar, una religión literaria no dominada por los curas. y en séptimo lugar, la persistencia de esos factores durante mil años.

Que todos esos factores se unieran en una gran civilización es bastante fortuito; no ocurrió dos veces.

Me siento solidario con parte de estas tesis. Los antiguos jonios fueron los primeros, según nuestro conocimiento, que arguyeron sistemáticamente que las leyes y fuerzas de la naturaleza, no lo! dioses, son responsables del orden e incluso de la existencia de mundo. Sus puntos de vista, como los resumió Lucrecio, eran: «La naturaleza libre y desprovista de sus altivos señores se ve como actriz espontánea de todas las cosas sin intervención de los dioses» Sin embargo, excepto en la primera semana de los cursos de introducción a la filosofía, los nombres e ideas de los primeros jonios no se mencionan casi nunca en nuestra sociedad. Los que rechazan a los dioses tienden a ser olvidados. No deseamos conservar el re cuerdo de escépticos como ellos, menos aún sus ideas. Puede se que hayan aparecido héroes que intentasen explicar el mundo el términos de materia y energía muchas veces y en muchas cultura5 sólo para ser ignorados por curas y filósofos encargados de la sabiduría convencional… igual que el enfoque jónico se perdió casi completamente después de la época de Platón y Aristóteles. Con muchas culturas y experimentos de este tipo, puede ser que la ideas sólo echen raíces en raras ocasiones

Las plantas y los animales se empezaron a domesticar y la civilización empezó hace sólo diez mil o doce mil años. El experimento jónico tiene dos mil quinientos años de antigüedad. Fue casi totalmente suprimido. Podemos ver avances hacia la ciencia en la antigua China, India, y cualquier parte, aunque fueran vacilantes, incompletos Y dieran poco fruto. Pero supongamos que los jónicos no hubieran existido nunca y que la ciencia y las matemáticas griegas no hubieran florecido nunca. ¿Sería posible que en la historia de la especie humana no hubiera emergido la ciencia? O, en la madeja de las muchas culturas y alternativas históricas, ¿no es probable que antes o después entrara en juego la combinación correcta de factores en algún otro sitio… en las islas de Indonesia, por ejemplo, o en el Caribe, en los aledaños de una civilización mesoamericana no afectada por los conquistadores, o en las colonias escandinavas a orillas del mar Negro?

Creo que el impedimento para el pensamiento científico no es la dificultad del tema. Las hazañas intelectuales complejas han sido fundamento incluso de culturas oprimidas. Los chamanes, magos y teólogos dominan con gran habilidad sus artes complejas y arcanas. No, el impedimento es político y jerárquico. En las culturas que carecen de desafíos poco familiares, externos o internos, donde no se necesita un cambio fundamental, no hace falta alentar las nuevas ideas. Ciertamente, se puede declarar que las herejías son peligrosas; se puede hacer rígido el pensamiento y aplicarse sanciones contra ideas no permisibles… todo sin causar grandes daños. Pero, en circunstancias medioambientales biológicas o políticas variadas y cambiantes, el simple hecho de copiar las formas antiguas ya no funciona. En este caso, los que, en lugar de seguir ciegamente la tradición o intentar introducir sus preferencias en el universo físico o social, están abiertos a 10 que enseña el universo, son merecedores de premio. Cada sociedad debe decidir dónde se encuentra el límite seguro en la línea que separa apertura y rigidez.

Los matemáticos griegos dieron un brillante paso adelante. Por otro lado, la ciencia griega —con sus primeros pasos rudimentarios y a menudo no contrastados por el experimento— estaba llena de errores. A pesar del hecho que no podemos ver en la oscuridad total, creían que la visión depende de una especie de radar que emana del ojo, rebota en 10 que vemos y vuelve alojo. (No obstante, hicieron progresos sustanciales en óptica.) A pesar del obvio parecido de los niños a sus madres, creían que la herencia sólo provenía del semen Y que la mujer era un mero receptáculo pasivo. Creían que el movimiento horizontal de una roca lanzada la hace subir más, de modo que tarda más en llegar al suelo que una piedra soltada desde la misma altura en el mismo momento. Enamorados de la geometría simple, creían que el círculo era «perfecto»; a pesar del «Hombre de la Luna» y las manchas del sol (visibles ocasionalmente para el ojo en la puesta de sol), sostenían que los cielos también eran «perfectos»; por tanto, las órbitas planetarias tenían que ser circulares.

Liberarse de la superstición no es suficiente para el crecimiento de la ciencia. También debe aparecer la idea de interrogar a la naturaleza, de hacer experimentos. Hubo algunos ejemplos brillantes: las mediciones de Eratóstenes del diámetro de la Tierra, por ejemplo, o el experimento de la clepsidra de Empédocles, demostrando la naturaleza material del aire. Pero en una sociedad donde el trabajo manual se ve rebajado y se cree sólo apto para esclavos como en el mundo clásico grecorromano, el método experimental no prospera. La ciencia nos exige estar libres tanto de la superstición como de la injusticia flagrante. A menudo, las mismas autoridades eclesiásticas y seculares imponen la superstición y la injusticia trabajando conjuntamente. No es sorprendente que las revoluciones políticas, el escepticismo sobre la religión y el ascenso de la ciencia puedan ir unidos. La liberación de la superstición es una condición necesaria pero no suficiente para la ciencia.

Al mismo tiempo, es innegable que algunas figuras centrales de la transición de la superstición medieval a la ciencia moderna estaban profundamente influenciadas por la idea de un Dios Supremo que creó el universo y estableció no sólo los mandamientos que deben respetar los humanos sino leyes que la propia naturaleza debe acatar. El astrónomo alemán del siglo XVII Johannes Kepler, sin el que la física newtoniana nunca habría llegado a existir, describió su búsqueda científica como un deseo de conocer la mente de Dios. En nuestra época, científicos importantes, incluyendo a Albert Einstein y Stephen Hawking, han descrito su búsqueda en términos casi idénticos. El filósofo Alfred North Whitehead y el historiador de la tecnología china Joseph Needham también han sugerido que 10 que faltaba en el desarrollo de la ciencia en las culturas no occidentales era el monoteísmo.

Y, sin embargo, creo que hay fuertes pruebas que contradicen toda esta tesis y nos llaman a través de los milenios… .!

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El pequeño grupo de cazadores sigue el rastro de huellas de cascos y otras pistas. Se detienen un momento junto a un bosque de árboles. En cuclillas, examinan la prueba más atentamente. El rastro que venían siguiendo se ve cruzado por otro. Rápidamente deciden qué animales son los responsables, cuántos son, qué edad y sexo tienen, si hay alguno herido, con qué rapidez viajan, cuánto tiempo hace que pasaron, si los siguen otros cazadores, si el grupo puede alcanzar a los animales y, si es así; cuánto tardarán. Tomada la decisión, dan un golpecito con las manos en el rastro que seguirán, hacen un ligero sonido entre los dientes como silbando y se van rápidamente. A pesar de sus arcos y flechas envenenadas, siguen en su forma de carrera al estilo de una maratón durante horas. Casi siempre han leído el mensaje en la tierra correctamente. Las bestias salvajes, elands u okapis están donde creían, en la cantidad y condiciones estimadas. La caza tiene éxito. Vuelven con la carne al campamento temporal. Todo el mundo lo festeja.

Esta viñeta de caza más o menos típica es del pueblo !Kung San del desierto del Kalahari, en las repúblicas de Botswana y Namibia, que ahora, trágicamente, están al borde de la extinción. Pero, durante décadas, ellos y su modo de vida fueron estudiados por los antropólogos. Los !Kung San pueden ser un ejemplo típico del modo de existencia de cazadores-recolectores en el que los humanos hemos pasado la mayor parte de nuestro tiempo… hasta hace diez mil años, cuando fueron domesticados plantas y animales y la condición humana empezó a cambiar, quizá para siempre. Era tal su pericia como rastreadores que el ejército del apartheid de Sudáfrica los contrató para perseguir presas humanas en las guerras contra los «Estados de la línea de frente». Este encuentro con los militares blancos sudafricanos aceleró de varias maneras diferentes la destrucción del modo de vida de los !Kung San… que, en todo caso, se había ido deteriorando poco a poco a lo largo de los siglos a cada contacto con la civilización europea.

¿Cómo lo hacían? ¿Cómo podían deducir tanto con una sola mirada? Decir que eran buenos observadores no explica nada. ¿Qué hacían realmente?

Según el antropólogo Richard Lee, analizaban la forma de las depresiones. Las huellas de un animal que se mueve de prisa muestran una simetría más alargada. Un animal ligeramente cojo protege la pata afligida, le pone menos peso y deja una huella más suave. Un animal más pesado deja un hueco más ancho y profundo. Las funciones de correlación están en la cabeza de los cazadores.

En el curso del día, las huellas se erosionan un poco. Los muros de la depresión tienden a derrumbarse. La arena levantada por el viento se acumula en el suelo del hueco. Quizá caigan dentro trozos de hojas, ramitas o hierba. Cuanto más espera uno, mayor es la erosión.

Este método es esencialmente idéntico al que usan los astrónomos astrofísicos para analizar los cráteres dejados por el impacto de planetoides: siendo igual todo lo demás, cuanto más superficial es el cráter, más antiguo es. Los cráteres con muros derrumbados, con ratios profundidad/diámetro modestos, con partículas finas acumuladas en su interior tienden a ser más antiguos… porque han de llevar el tiempo suficiente para que entren en acción los procesos erosivos.

Las fuentes de degradación pueden cambiar de mundo a mundo, o de desierto a desierto, o de época a época. Pero si uno sabe cuáles son, puede determinar muchas cosas observando lo definido o erosionado que se encuentra el cráter. Si en las huellas de cascos se superpone el rastro de insectos u otros animales, también eso indica que no es reciente. El contenido de humedad de la subsuperficie del suelo y el ritmo al que se seca después de haber quedado expuesta por un casco determinan el derrumbamiento de los muros del cráter. Todos esos asuntos son estudiados con atención por los !Kung.

Las manadas que van al galope detestan el sol caliente. Los animales utilizarán todas las sombras que puedan encontrar. Alterarán el curso para aprovecharse unos momentos de la sombra de un bosque de árboles. Pero el lugar de la sombra depende del momento del día, porque el sol se mueve a través del cielo. Por la mañana, cuando el sol sale por el este, las sombras se proyectan al oeste de los árboles. Luego, por la tarde, cuando el sol se pone por el oeste, las sombrasse proyectan al este. A partir de las curvas de las pistas es posible decir cuánto rato hace que pasaron los animales. Este cálculo será diferente en las distintas estaciones del año. Así pues, los cazadores deben tener en la mente una especie de calendario astronómico que prediga el aparente movimiento solar.

Para mí, todas esas habilidades formidables de forense para rastrear pistas son ciencia en acción.

Los cazadores-recolectores no sólo son expertos en los rastros de otros animales; también conocen muy bien los humanos.

Todo miembro de la banda es reconocible por sus huellas; les son tan familiares como sus caras. Laurens Van der Post lo relata:

…a muchas millas de casa y separados de los demás, Nxou y yo, siguiendo el rastro de un gamo herido, encontramos de pronto otra serie de huellas y rastros que se unían a la nuestra. Nxou dio un gruñido de profunda satisfacción y dijo que eran las huellas de Bauxhau, dejadas pocos minutos antes. Declaró que Bauxhau corría de prisa y que no tardaríamos en verle a él y al animal. Al llegar a lo alto de la duna que teníamos delante, allí estaba Bauxhau, ya dispuesto a despellejar al animal.

O Richard Lee, también entre los !Kung San, relata que, después de examinar brevemente unas huellas, un cazador comentó: «Oh, fíjate, Tunu está aquí con su cuñado. Pero ¿dónde está su hijo?»

¿Es esto ciencia realmente? ¿El rastreador de pistas se ha pasado horas en cuclillas en el curso de su preparación, siguiendo la lenta degradación de la huella de un eland? Cuando el antropólogo formula esta pregunta, la respuesta que recibe es que los cazadores siempre han usado estos métodos. Observaron a sus padres y a otros expertos cazadores durante su aprendizaje. Aprendieron por imitación. Los principios generales fueron transmitidos de generación en generación. Cada generación va poniendo al día las variaciones locales —velocidad del viento, humedad del suelo— según las necesidades, por estaciones o día a día.

Pero los científicos modernos hacen exactamente lo mismo. Cada vez que intentamos juzgar la edad de un cráter en la Luna, Mercurio o Tritón por su grado de erosión, no realizamos el cálculo a partir de la nada. Desempolvamos un informe científico determinado y leemos los números ensayados y ciertos que se han establecido quizá una generación antes. Los físicos no derivan las ecuaciones de Maxwell o la mecánica cuántica a partir de la nada. Intentan entender los principios y las matemáticas, observan su utilidad, comprenden cómo sigue la naturaleza estas normas y se toman estas ciencias a pecho y las hacen propias.

Sin embargo, alguien tuvo que fijar todos esos protocolos para seguir rastros por primera vez, quizá algún genio del paleolítico, o más probablemente una sucesión de genios en épocas y lugares muy separados. No hay indicación en los protocolos rastreadores de los !Kung de métodos mágicos: examinar las estrellas la noche antes, o las entrañas de un animal, o tirar dados, o interpretar sueños, o conjurar demonios, o cualquier otra de las miles de afirmaciones espurias de conocimiento que los humanos han acariciado intermitentemente. Aquí hay una cuestión específica bien definida: ¿qué camino toma la presa y cuáles son sus características? Se necesita una respuesta precisa que la magia y la adivinación simplemente no proporcionan… o al menos no con la regularidad suficiente para evitar el hambre. En cambio, los cazadores-recolectores —que no son muy supersticiosos en su vida cotidiana, excepto cuando bailan en trance alrededor del fuego y bajo la influencia de suaves euforizantes— son prácticos, laboriosos, motivados, sociables y a menudo muy alegres. Aplican habilidades espigadas de antiguos éxitos y fracasos.

Es casi seguro que el pensamiento científico ha existido desde el principio. Se puede ver incluso en los chimpancés, cuando patrullan las fronteras de su territorio o cuando preparan una caña para meterla en el montón de termitas y extraer así una fuente modesta pero muy necesaria de proteínas. El desarrollo de habilidades para seguir pistas ofrece una ventaja selectiva evolutiva poderosa. Los grupos que no son capaces de adquirirlas consiguen menos proteínas y dejan menos descendencia. Los que tienen una inclinación científica, los que son capaces de observar con paciencia, los que tienen predisposición para descubrirlo consiguen más comida, especialmente más proteínas, y viven en hábitats más variados; ellos y sus líneas hereditarias prosperan. Lo mismo es cierto, por ejemplo, de las habilidades de navegación de los polinesios. Una habilidad científica ofrece recompensas tangibles.

La otra actividad principal para acumular alimento de las sociedades preagrarias es la recolección de vegetales. Para hacerlo se deben conocer las propiedades de muchas plantas y tener la capacidad de distinguirlas. Los botánicos y antropólogos han encontrado repetidamente que los cazadores-recolectores de todo el mundo han reconocido distintas especies de plantas con la precisión de los taxónomos occidentales. Han trazado un mapa mental de su territorio con la precisión de los cartógrafos. También aquí, todo eso es una condición para sobrevivir.

Así, la afirmación de que, igual que los niños no están preparados para ciertos conceptos de matemáticas o lógica, los pueblos «primitivos» no son capaces intelectualmente de entender la ciencia y la teenología es una tontería. Este vestigio de colonialismo y racismo queda desmentido por las actividades cotidianas de un pueblo que vive sin residencia fija y casi sin posesiones, los pocos cazadores recolectores que quedan. los custodios de nuestro pasado profundo.

De los criterios de Cromer para el «pensamiento objetivo» podemos encontrar ciertamente en los pueblos de cazadores-recolectores un debate vigoroso y sustancial, democracia de participación directa, viajes de largo recorrido, ausencia de sacerdotes y la persistencia de estos factores no durante mil años sino durante trescientos mil o más. Según sus criterios, los cazadores-recolectores deberían tener ciencia. Yo creo que la tienen. O la tenían.

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Lo que Jonia y la antigua Grecia proporcionaron no son tanto inventos, tecnología o ingeniería sino la idea de la interrogación sistemática, la idea de que las leyes de la naturaleza, y no unos dioses caprichosos, gobiernan el mundo. El agua, el aire, la tierra y el fuego tuvieron todos su turno como «explicaciones» candidatas de la naturaleza y origen del mundo. Cada una de estas explicaciones —identificada con un filósofo presocrático diferente— tenía grandes defectos en sus detalles. Pero el modo de explicación, una alternativa a la intervención divina, era productivo y nuevo. Del mismo modo, en la historia de la antigua Grecia podemos ver casi todos los hechos significativos dirigidos por los dioses en Hornero, sólo unos cuantos en Herodoto y esencialmente ninguno en Tucídides. En unos cientos de años, la historia pasó de ser dirigida por los dioses a serlo por humanos.

Algo parecido a las leyes de la naturaleza fue vislumbrado en una ocasión en una sociedad politeísta determinada en la que algunos eruditos acariciaban la idea de una especie de ateísmo. Esta aproximación de los presocráticos, que empezó hacia el siglo IV a. J.C., fue apagada por Platón, Aristóteles y posteriormente los teólogos cristianos. Si el hilo de la causalidad histórica hubiera sido diferente —si las brillantes conjeturas de los atomistas sobre la naturaleza de la materia, la pluralidad de los mundos, la vastedad del espacio y el tiempo hubieran sido aceptadas y profundizadas, si se hubiera enseñado y emulado la tecnología innovadora de Arquímedes, si se hubiera propagado ampliamente la idea de las leyes invariables de la naturaleza que los humanos deben buscar y entender—, me pregunto en qué tipo de mundo viviríamos ahora.

No creo que la ciencia sea difícil de enseñar porque los humanos no estén preparados para ella, o porque sólo surgió por chiripa, o porque, en general, no tenemos poder mental para intentar resolverla. En cambio, el enorme celo por la ciencia que veo en los estudiantes de primeros cursos y la lección de los cazadores-recolectores que quedan hablan con elocuencia: tenemos una inclinación profunda por la ciencia, en todos los tiempos, lugares y culturas. Ha sido el medio de nuestra supervivencia. Es nuestro derecho de nacimiento. Cuando, por indiferencia, falta de atención, incompetencia o temor al escepticismo, alejamos a los niños de la ciencia, les estamos privando de un derecho, los despojamos de las herramientas necesarias para manejar su futuro.

Texto 16: MATERIA O ESPÍRITU, UNA CUESTIÓN[133]

Marcela V. V.

¿Cuál es la diferencia entre espíritu y materia? ¿Cómo se relacionan ambos? ¿Existe realmente la materia o es sólo una manifestación del espíritu?

A preguntas tan directas como éstas no es tan fácil responder de buenas a primeras, y mucho menos sin tener una cierta idea de la importancia que ha tenido su planteamiento en la historia del pensamiento del hombre y los muchísimos y muy variados desarrollos que se han dado de ellas.

Preguntarse a cerca de la existencia de la materia y de su relación con el espíritu, ha sido un punto de partida para muchos filósofos tanto actuales como antiguos, y ha dado pie al desarrollo de posiciones tan diversas como contradictorias.

Así que, a la hora de preguntarse por cuestiones como éstas, es lógico y muy útil no empezar a desarrollar desde cero, como si no hubieran existido antes de nosotros, cientos de años de historia y pensamiento que nos pueden mostrar alternativas que, quizá, nosotros solos no pudiésemos imaginar.

Hay que empezar por el principio, teniendo en cuenta que la separación materia-espíritu no siempre fue tan clara como nos lo puede parecer.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16
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