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Vivir mejor con menos (página 3)




Enviado por Bruno Nizzoli



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Otra de las graves consecuencias del cambio climático es la extinción de numerosas especies animales y vegetales. Entre un 20% y un 30% de las especies vegetales y animales podrían verse en peligro de extinción si la temperatura global de la Tierra supera los 1,5-2,5 ºC. Los diferentes ecosistemas podrían verse gravemente afectados en su estructura y funcionamiento por las consecuencias del cambio climático, teniendo que adaptarse a condiciones más difíciles, lo que llevará necesariamente a un cambio de composición probablemente con menos diversidad biológica.

A su vez, el cambio climático trae aparejado un aumento de las enfermedades en todo el mundo. Las temperaturas más cálidas, inundaciones y sequías, se combinan y crean las condiciones adecuadas para que roedores, mosquitos, así como otras plagas que son portadoras de enfermedades prosperen. Enfermedades como el cólera, virus del Nilo Occidental, la enfermedad de Lyme, la fiebre del dengue, etc. son cada vez más frecuentes y ya no se limitan a los climas tropicales, sino que avanzan sobre zonas subtropicales que estaban inmunes a dichas enfermedades.

Quizá el mayor testimonio de que estamos sufriendo un cambio climático sea la cantidad de refugiados ambientales que se cuentan en millones de personas, desplazados forzosamente de sus hogares por falta de agua o por exceso de ésta; imposibilitados de cultivar o de criar ganado, o víctimas de tempestades, huracanes o ciclones que han devastado sus casas. Sin poder producir su alimento y castigados por las inclemencias del tiempo, muchas personas que no se cuentan entre estos refugiados viajan a las ciudades para hallar trabajo. En el mundo hay más de 22 millones de refugiados climáticos y 30 millones de desplazados internos dentro de las fronteras de sus países, como víctimas de los efectos causados por el cambio climático. El Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos (IDMC) llevó la cuenta hasta 144 millones para referirse a la cantidad de gente desplazada entre 2008 y 2012 en 125 países tras desastres naturales. En los últimos años, los desastres medioambientales, han producido más refugiados que las guerras y los conflictos armados. En las últimas semanas de Julio 2015, en un solo evento de ciclón en India tuvieron que ser evacuadas cerca de 5 millones de personas. Estimaciones del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, indican que la cifra de personas desplazadas podría alcanzar 150 millones en el año 2050, lo que desbordaría toda capacidad de contención a las víctimas.

Aunque a la emisión de gases de efecto invernadero contribuyen todos los países, los máximos responsables del cambio climático se encuentran en los países ricos, ya sea en industrias de países industrializados como EE.UU. y China, o petroleros como Arabia Saudita. Las actividades en estos países soberanos afectarán de forma dramática a otros países, y es aquí donde debe primar un sentido de justicia que sancione económicamente a los países que no se comprometan a reducir sus emisiones. En ese sentido, la Corte Internacional de Justicia ha reconocido la importancia que tiene la protección del medio ambiente para el hombre. La protección otorgada por la Corte a esta premisa, acarrea un principio de responsabilidad internacional. Este principio supone que los Estados que no consigan llevar a cabo una acción efectiva para reducir su contribución a la amenaza del cambio climático, puedan ser considerados responsables de una violación de los derechos humanos. Por lo tanto, se podría decir que, de confirmarse las previsiones actuales sobre el impacto del cambio climático en las poblaciones, existiría una clara amenaza de incumplimiento de los derechos humanos si no se modificase el marco jurídico actual. El cambio climático, compromete seriamente la capacidad de respuesta de los Estados, las regiones y las instituciones locales en todo el mundo.

La herencia de la agricultura intensiva

Las consecuencias de la agricultura intensiva están dentro de, pero al mismo tiempo exceden, los dos grandes crímenes ambientales que hemos analizado de la degradación y sobreexplotación de los recursos naturales. Podría ser vista como un componente más de la degradación ambiental en tanto utiliza un sin número de agentes químicos tóxicos para los seres humanos, y es responsable de la desaparición de numerosas especies de aves, anfibios e insectos. En tanto que también podría ser incluida dentro de la sobreexplotación de recursos que necesita como ser el agua de regadíos y la tierra fértil. Pero además se la puede relacionar con la erosión y el desmonte de extensas áreas de vegetación virgen; de propagar enfermedades, y aún el riesgo de la contaminación genética. La agricultura intensiva tiene directa relación además con aspectos del orden social como el exponencial incremento de la población y su desplazamiento hacia áreas urbanas, contribuyendo a la sobrepoblación de las ciudades. Por estos tantos y otros motivos que a continuación paso a relatar, la agricultura intensiva amerita un apartado especial como uno de los grandes problemas que enfrenta la humanidad.

Entre los problemas más graves causados por la agricultura intensiva se encuentra la desertificación de la tierra, uno de los fenómenos que hace que se pierdan enormes extensiones de tierra fértil. El fenómeno de la desertificación o aridización se refiere al proceso por el cual un territorio que no posee las condiciones climáticas de los desiertos, principalmente una zona árida, semiárida o subhúmeda seca, termina adquiriendo las características de éstos.

La desertificación es un proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción. Esto sucede como resultado de la destrucción de su cubierta vegetal, de la erosión eólica e hídrica del suelo, la salinización o sodificación de los suelos y de la falta de agua. Con frecuencia, el ser humano favorece e incrementa este proceso como consecuencia de actividades como el cultivo y el pastoreo excesivos o la deforestación.

La vegetación y especialmente los árboles juegan un importante papel en la economía del agua. Sus raíces y la estructura de macroporos del suelo, que permite un alto contenido de materia orgánica y una abundante vida, favorecen la infiltración del agua en el suelo, aumentando su reserva, evitando que corra por la superficie y que se produzca erosión a su paso. Esta escorrentía de agua puede crear inundaciones en las partes bajas por las grandes avenidas de agua que se producen en las zonas muy deforestadas. La propiedad de infiltración junto a la capacidad de crear condiciones para que se produzcan las lluvias, favorece la regulación climática y evita los procesos de desertización.

"Al cortarse los árboles, el suelo queda sin protección y se va erosionando. Una parte se pierde, el agua de lluvia la arrastra. Otra parte se compacta y se impermeabiliza. En los dos casos, el resultado es el mismo: el agua de lluvia ya no infiltra en el terreno y se escurre en superficie. En vez de llegar lentamente al río proveyéndole de agua después de pasadas las lluvias, llega como un torrente en cada lluvia, pero después que deja de llover, ya no queda agua para alimentar el río." (Brailovsky, 2009)

Las tres principales causas humanas de la desertificación, explicitadas en el texto de la Convención (CCD/ PNUMA, 1995), son el sobrepastoreo, la deforestación y las prácticas de una agricultura no sustentable. El sobrepastoreo y la deforestación destruyen el estrato de vegetación protectora que cubre las regiones áridas y semiáridas, haciendo posible que la erosión hídrica y eólica decapiten los fértiles estratos superiores del suelo. Las prácticas agrícolas no sustentables eliminan los nutrientes del suelo, salinizándolo, desecándolo, compactándolo o sellando su superficie y provocando la acumulación de sustancias tóxicas.

La erosión del suelo es un problema medioambiental que afecta a muchas regiones a nivel mundial. Así, por ejemplo, entre los años (1955-1995), una tercera parte de las tierras agrícolas del mundo han dejado de ser aptas para usos agrícolas. Este fenómeno afecta actualmente alrededor de 3000 a 3500 millones de hectáreas, aproximadamente el 25% de las tierras cultivadas del planeta. Cada año, se pierden alrededor de 26.000 millones de toneladas métricas de suelo fértil debido a la erosión, la cual se produce por diferentes causas: Industrialización, sobreexplotación, uso agrícola, uso ganadero, deforestación, urbanización. Se calcula que unas 100 millones de hectáreas de tierra de regadíos se han perdido debido a la salinización y otras 100 experimentan pérdidas de productividad.

El ritmo de pérdida del humus se acelera, creando mayor erosión y contribuyendo a la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera. En 1994 se publicó la primera evaluación mundial de la pérdida de suelo basada en estudios comparativos a cargo de varios cientos de expertos regionales. Su conclusión es que el 38% (562 millones de hectáreas) de la tierra agrícola explotada actualmente se ha degradado. Los fertilizantes químicos enmascaran los signos de abuso del suelo, pero no por tiempo indefinido. Debido a que se retrasan las medidas de recuperación del suelo con el agregado de fertilizantes, cuando la tierra se agota se torna irrecuperable.

La Patagonia Argentina, región sur de su vasto territorio, se halla muy afectada por este fenómeno en su parte central y en menor medida en su parte costera, debido al sobrepastoreo ovino, la mala agricultura, mala utilización de recursos hídricos y la explotación petrolera sin ningún control estatal. En Argentina, en los últimos 75 años ha disminuido el 80 % de la superficie forestal natural por la sobreexplotación para la producción de madera, leña o carbón, el sobrepastoreo y la expansión de la frontera agrícola. Se calcula una tasa de deforestación del bosque nativo de alrededor de 850.000 ha/año. De continuar a este ritmo, perderemos este valioso recurso en el año 2036.

En el siguiente mapa las zonas en negro son las desertificadas. Este proceso se va intensificando por la concentración de la producción agrícola, poniendo en riesgo grandes zonas productoras de alimento y eliminando las poblaciones rurales que se ven obligadas a emigrar a las ciudades aumentando sus bolsones de pobreza.

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Hasta hace unas cuatro décadas, los rendimientos de los cultivos en los sistemas agrícolas dependían de los recursos internos, del reciclado de la materia orgánica, de los mecanismos de control biológico y del régimen de lluvias. Los rendimientos agrícolas eran modestos pero estables. La producción se aseguraba sembrando más de un cultivo o variedad, en el espacio y en el tiempo, como un seguro contra las explosiones de plagas o la severidad del clima. Los aportes de nitrógeno se lograban rotando los principales cultivos con leguminosas u otras cubiertas verdes.

Al mismo tiempo, las rotaciones suprimían a los insectos, plagas y enfermedades al quebrar efectivamente el ciclo de vida de éstas. Un agricultor típico del cinturón de maíz de Estados Unidos, rotaba el maíz con muchos cultivos incluyendo la soya, y la producción de granos era necesaria para el mantenimiento del ganado, componente clave de los sistemas integrados. La mayor parte del trabajo era realizado por la familia con el empleo ocasional de trabajadores y la utilización de equipos sencillos. En este tipo de sistema agrícola la relación entre la agricultura y la ecología era bastante fuerte y los signos de degradación ambiental eran raramente evidentes.

Aún en el mundo en desarrollo, unos 2.000 millones de agricultores con pocos recursos no utilizan tecnologías agrícolas modernas. La mayoría de estas personas son pequeños productores que utilizan complejos y diversos métodos tradicionales para cultivar en ambientes heterogéneos, principalmente de subsistencia. Sin embargo, una gran porción de la producción de alimento, y sobre todo de granos, se realiza con métodos modernos basados en insumos producidos por la industria y maquinaria agrícola. La producción mundial de alimentos, concretamente de soja, maíz y trigo, aumentó sustancialmente desde el inicio de la revolución verde, en 1965. El crecimiento en la producción se extendió a través del uso de semillas híbridas, irrigación intensiva, una alta utilización de fertilizantes y pesticidas químicos y nueva maquinaria. En tanto que en numerosas regiones, la aplicación de las tecnologías de la revolución verde y la agricultura industrial ha desembocado en una serie de impactos medioambientales negativos.

El actual modelo agroindustrial en países como EE.UU, Brasil y Argentina consiste en la producción intensiva de carne en granjas reducidas y fabricas donde se aglomeran miles de animales que viven y crecen de forma antinatural, y en la agricultura mecanizada que produce granos, en territorios cada vez más extensos que han quedado librados del pastoreo, con semillas transgénicas y el uso de agroquímicos. Este modelo no solo llama la atención por la semejanza con el modelo fabril de eficiencia y producción planificada, sino por el control que permite de parte de pocos actores en el mercado. Las semillas pasan a ser controladas por unas pocas compañías, que son a la vez las que se reservan el monopolio de la producción de herbicidas y plaguicidas. Así mismo, unas pocas compañías son las encargadas de procesar los alimentos y de comercializarlos en grandes cadenas de supermercados. Pero alguien dirá: ¿qué hay de malo en ello? Se trata de un negocio tan formidable que no repara en las siguientes consecuencias sociales y ambientales:

  • A este modelo le debemos la extensión de la frontera agrícola sobre zonas con abundante vegetación autóctona, montes y selvas. La deforestación genera pérdida de biodiversidad, degradación de la tierra e inundaciones repentinas, las que ocurrirán de forma cada vez más intensa y frecuente debido al cambio climático. El monte que fue eliminado en zonas semiáridas no se vuelve a recuperar, y en pocos años la tierra se torna estéril sin capacidad de producir prácticamente nada. Las empresas explotan la tierra hasta que ya no les resulta redituable y pasan a desmontar otro lugar dejando un desierto donde antes había un ecosistema saludable.

  • A este modelo de producción intensiva y malas prácticas agrícolas le debemos que nuestros alimentos, el aire y el agua estén contaminados con cientos de productos tóxicos usados para combatir plagas y malas hierbas, pero que además está comprobado que su exposición crónica y combinada en humanos produce varias patologías graves, entre ellas cáncer, desajustes hormonales, diabetes, enfermedades neurodegenerativas, malformaciones y problemas reproductivos. Recientemente la Organización Mundial de la salud ha clasificado al glifosato utilizado como herbicida en la producción de soja, maíz, citrus, frutales, entre muchos otros, como agente potencialmente cancerígeno, colocándolo en la segunda mayor categoría de peligrosidad de las cinco que clasifica el organismo, solo detrás del asbesto y la radiación ionizante, utilizada en los rayos X y la generación de energía nuclear. En 2014, según datos de la misma industria, en el territorio argentino se utilizaron alrededor de 200 millones de litros de glifosato. El agroquímico se detecta en el aire durante la pulverización, así como en el agua y los alimentos que consumimos, y que raramente pasan por un control sanitario.

  • A este modelo debemos la extralimitación en el uso de recursos no renovables como el agua utilizada en los regadíos. La tierra se está degradando con mayor velocidad por la sobreexplotación, el monocultivo, la mecanización y el uso extendido de fertilizantes químicos. El cultivo intensivo elimina la capa vegetal del suelo, permitiendo que aumente la erosión por el viento y la lluvia. En todo el mundo, el 24% de las tierras irrigadas ha desarrollado problemas de salinidad. Todos los años, se pierden 25.000 millones de toneladas de capa superficial de suelo debido al cultivo intensivo, y entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierra agrícola se vuelven improductivas debido a la degradación del suelo. Las tierras fuertemente irrigadas desarrollan a menudo salinidad en zonas semiáridas o áridas, así como encharcamientos en zonas húmedas.

  • A este modelo le debemos la pérdida de diversidad genética y soberanía alimentaria. La sustitución de un vasto número de cultivos tradicionales por un número limitado de variedades mejoradas conllevó una reducción a gran escala, y en muchas ocasiones a la pérdida, de una importante diversidad genética de los cultivos en los sistemas agrícolas. Los monocultivos de una sola variedad a menudo son más susceptibles de sufrir plagas o enfermedades, ya que su uniformidad genética permite una rápida expansión de pestes y patógenos. Muchos de los productos que se podrían producir en la región se han dejado de cultivar y ahora se importan de otros países aumentando innecesariamente la dependencia de combustibles fósiles para su transporte.

  • A su vez, la ausencia de rotaciones y diversificación elimina los mecanismos fundamentales de autorregulación, transformando a los monocultivos en agroecosistemas ecológicamente vulnerables a plagas y hierbas resistentes y dependientes de altos niveles de insumos químicos. Bajo condiciones de manejo intensivo, el tratamiento de tales amenazas requiere un incremento de los costos externos hasta tal punto que, en la mayoría de los sistemas agrícolas modernos, la cantidad de energía invertida para producir un rendimiento deseado sobrepasa la energía cosechada, y los márgenes de ganancia se hacen cada vez más estrechos entre los productores.

  • A este modelo le debemos también la pérdida de trabajo y el estilo de vida de varios pequeños productores que son desplazados por la mecanización y la imposibilidad de competir con las compañías productoras. La agricultura familiar, que es la que tradicionalmente ha hecho un manejo agrícola sustentable sobre cultivos diversos de frutas y hortalizas, está siendo desplazada por la agricultura intensiva de los pules de siembra o de compañías que buscan minimizar los costos de producción haciendo aplicaciones masivas de agroquímicos sobre monocultivos de granos.

El modelo de producción intensiva nunca alcanzará a generar la gran cantidad de alimento que necesita la cantidad de población que ella misma acrecienta a un altísimo coste medioambiental. Con las tierras que continúan su proceso de degradación, las plagas y hierbas resistentes a los agrotóxicos, y el creciente rechazo al glifosato y los alimentos transgénicos por parte de la población, este modelo no tiene garantizada su permanencia. Por fortuna, a contramano de este modelo, existe otro que adopta algunas prácticas de la agricultura familiar tradicional y le agrega conocimiento más actual en policultivos, fertilización natural y control biológico de plagas, y que además hace un uso eficiente de la energía cumpliendo con la finalidad de proveernos de alimentos sanos y nutritivos, sin generar un impacto nocivo en el ecosistema.

La agricultura orgánica no es sólo la que no aplica agrotóxicos, sino también la que produce un suelo rico en nutrientes agregando abono orgánico, seleccionando la variedad de semillas mejor adaptadas y más productivas, y la que aplica una serie de técnicas ecológicas para el control de plagas y enfermedades. Se sabe que esta agricultura requiere mayor mano de obra, pero en muchos casos no es menos productiva que aquella que utiliza pesticidas y semillas transgénicas. Además, los costos extras estarían bien compensados con el cuidado de la tierra y la salud de aquellos que trabajan y consumen estos productos orgánicos.

La agricultura ecológica presenta como uno de sus desafíos principales producir disminuyendo todo lo posible el uso de insumos y fuentes de energía externos, creando un agroecosistema autosustentable, apoyándose en la biodiversidad, respetando los ciclos de regeneración, el uso más eficiente de la energía, el reciclado, uso de recursos locales, etc. En resumidas cuentas, se trata de no pedir más de lo que la tierra nos puede dar, podemos intervenir en el proceso pero sin agredir o perjudicar los valiosos recursos que están en juego. En el modelo intensivo la obtención del producto comercial importa más que la preservación de las fuentes que le dan origen, lo que evidentemente es una insensatez.

Una de las grandes diferencias entre la agricultura ecológica y la convencional es la manera de tratar el suelo. Para la agricultura ecológica, el suelo es un sistema biológicamente activo y su elemento más importante. Para la agricultura convencional el suelo es un mero soporte mecánico de la planta. Los agricultores ecológicos no sólo pretenden perturbar el suelo lo menos posible, sino también alimentarlo correctamente. Esto lo logran a través del uso de diferentes fuentes de materia orgánica (compost, abonos verdes, etc.) y otras técnicas como pueden ser el uso de fertilizantes y enmiendas no solubles, la corrección con microelementos, la inoculación con microorganismo, el uso de preparados biodinámicos, los cuales son introducidos en el suelo conjuntamente con los abonos orgánicos en forma de compost, entre las prácticas principales.

Los agricultores orgánicos saben que un suelo biológicamente equilibrado produce plantas saludables, productivas y la producción de alimentos es de mayor valor biológico. Alguno de sus principios básicos son los siguientes:

  • Uso de insumos naturales: Reducir el uso de insumos externos nocivos para el medio ambiente, manufacturados, costosos o escasos, y aumentar el uso de insumos naturales y locales no contaminantes. Por ejemplo, haciendo un control biológico de plagas, o usando cubierta verde para la fijación de nitrógeno.

  • Cuidar la tierra: Manejar de manera más eficaz los nutrientes reciclando la biomasa y añadiendo regularmente restos vegetales, estiércol animal y fertilizantes orgánicos para reforzar la acumulación de materia orgánica en el suelo, equilibrar y optimizar el ciclo de nutrientes.

  • Promover la diversidad: Mantener un alto número de especies y la diversidad genética, en el tiempo y el espacio, y una estructura compleja del ecosistema agrícola, con el fin de facilitar un amplio número de servicios ecológicos, a través, por ejemplo, de la rotación de cultivos, el cultivo de relevo, el cultivo intercalado y los policultivos; o incorporando árboles multifuncionales, agroforestería y combinaciones de cultivos y ganado. La diversificación vegetal es clave para el control biológico eficiente.

Los alimentos orgánicos no sólo son más saludables porque carecen de residuos tóxicos, sino que son de mejor calidad y sabor que los convencionales producidos de manera intensiva. Los riesgos que entrañan estos sistemas convencionales se traducen en la contaminación con productos químicos que se utilizan en los procesos de producción, como son los pesticidas, herbicidas, hormonas, etc.; las cantidades de aditivos que contienen la mayoría de los alimentos conservados o los propios procesos de fabricación; la pérdida de calidad nutricional de los alimentos producidos a base de fertilizantes químicos y otras sustancias químicas de síntesis; la acumulación de ciertas sustancias muy tóxicas como los nitritos (principalmente en vegetales); el empleo de sustancias nutritivas de baja calidad y con efectos deletéreos para la salud, como pueden ser las grasas hidrogenadas que se emplean en la fabricación de bollerías; muchos sistemas de producción animal, donde éstos permanecen en sistemas confinados impropios, que reducen su bienestar y, por tanto, la calidad de los alimentos que producen.

La calidad nutricional de los productos ecológicos es superior al de los convencionales. Ya desde mediados de los años 70 los trabajos de Schuphan (1975), resultado de 12 años de investigación, mostraban que los productos ecológicos superaban a los convencionales en el contenido de proteínas (18%), vitaminas (28%), azucares totales (19%) y minerales como el hierro (17%), potasio (18 %), calcio (10%) y fósforo (13%) mientras los componentes indeseables como los nitratos eran muy inferiores (-93%).

Un estudio realizado por Rutgers University (Heaton, 2002) en Reino Unido, comprueba la superioridad de las verduras ecológicas en el contenido de minerales, el cual superó entre 10 y 50 veces el contenido de los convencionales. Estos estudios mostraban que, cuando se consumían las verduras cultivadas de forma convencional, se obtenía solamente el 13 % de los minerales que cuando eran cultivadas de forma ecológica.

Las personas también muestran cada vez una mayor preferencia hacia los alimentos ecológicos, principalmente debido a su mejor sabor, lo cual se ha relacionado con un mayor contenido de azúcares, mayor consistencia al contener menos agua y quizás otras características como el mayor contenido de vitamina C. Esto lo demuestran estudios como el de Domínguez, Raigón y Soler (2003), en el que se destaca la mayor proporción de contenido en vitamina C, pulpa y aceites esenciales, haciéndolos de mayor interés tanto para su consumo en fresco como para la industria de transformación.

Los gobiernos y las agencias de desarrollo deberían poner en marcha políticas que fomenten y apoyen la aplicación de la agroecología, o la conversión hacia la misma. Hay que empoderar a los campesinos a través de conocimiento e información adecuada sobre los principios de la agroecología, de manera que sean capaces de adaptar y aplicar estos principios a sus condiciones locales. La conversión a un sistema de agroecología plenamente operativo necesita años, por lo que es importante facilitar el apoyo técnico y económico a largo plazo a los productores.

Los gobiernos deberían apoyar a los pequeños productores, fomentar la agricultura ecológica, los mercados de productores, las cooperativas y el uso de semillas locales. En lugar de eso, se alienta a las grandes compañías que desembarquen en la región y se asiste a los pequeños productores desplazados con planes de vivienda y otras formas de asistencialismo que los condena a un estado de dependencia e inutilidad forzada. Es evidente que los gobiernos recaudan más dinero de este modelo insustentable de producción, que alentando a la agricultura familiar. Los beneficios económicos de este modelo se pueden resumir en la captación de divisas externas por la venta de granos, ganancias que además de engrosar los bolsillos de unos cuantos empresarios va a parar a la recaudación del Estado que financiará los subsidios, planes sociales y de vivienda a la cada vez mayor cantidad de desplazados del sistema.

Lo que debemos observar es que, aunque la recaudación se usara para generar beneficios sociales reales siendo un aporte en la salud, la educación, la integración y contribuyendo a la sensación de bienestar general, no se trata más que de una opción, de un modelo, ¿no habrá otros modelos que sin generar tantos beneficios quizá no tenga los perjuicios de éste? Claro que lo hay, existen cientos de ejemplos de países en todo el mundo cuyo modelo agrícola es diferente y que obtienen mayores rentas de otro tipo de industrias. Pero en países como Argentina y Brasil la oportunidad de negocios que necesita el mercado es éste. Una vez más, es el sistema que se autopreserva generando beneficios para unos pocos y perjuicios para muchos. Otro ejemplo de cómo la regulación del mercado favorece al modelo intensivo, depredador y contaminante, en lugar del menos competitivo modelo agroecológico.

En EE.UU. se subsidia la producción de maíz y soja transgénica para sobreproducir. Muchos de los alimentos procesados se hacen a base de maíz y soja, o sea que si estos insumos están contaminados con agrotóxicos o son perjudiciales por tratarse de material genéticamente modificado, todos esos productos procesados están también haciendo daño al consumidor (desde mermeladas, margarina, galletitas, aderezos, jugo, carne, etc.). En EE.UU. unas pocas grandes compañías son las que controlan la producción de alimento, de ahí su capacidad de promover ésta y no otro tipo de agricultura.

Durante la mayor parte del siglo 20 Argentina produjo alimentos diversificados a partir de pequeños productores, pero eso cambio en los años 90. El interés de las corporaciones, la ausencia del Estado y la ambición de los productores echaron por tierra una producción equilibrada y al servicio del hombre. Hoy, a pesar de su vasto territorio, Argentina no puede alimentar a su población porque se transformó en un enclave de productos de exportación que afecta su soberanía alimentaria. La soja representa el 50% de lo que se cultiva en el país. Esa soja va a parar a los criaderos del mundo como alimento de vacas, cerdos, gallinas, etc., y además para la producción de biocombustible. Argentina vende el grano en bruto o poco procesado como aceite. Todos los actores más poderosos del mercado se benefician del monocultivo, es ganancia para los productores a los que se les ha facilitado la tarea, para la agroindustria que vende las maquinarias que reemplazan a la fuerza de trabajo humana, para la industria alimenticia que cuenta con un insumo básico que transforma en varios otros productos, para los productores de carne a quienes permite intensificar su producción en menor espacio y tiempo, para el Estado que recauda en divisas extranjeras y para la especulación financiera que lucra con una mayor porción del negocio de cereales. Pero estas facilidades económicas tienen como contracara una mayor dependencia y debilidad con respecto a los acontecimientos externos. ¿Cuál sería el impacto de una contracción de los precios o la demanda del cereal en el mundo? Esto ya comienza a vislumbrarse: el crecimiento de China se ha desacelerado, y Europa ha entrado en una recesión prolongada. Así, la diversificación y la soberanía alimentaria tuvo que ceder su lugar al monocultivo que nos hace económica y socialmente vulnerables.

Dejamos de producir alimentos sanos y ricos, para producir el forraje que otros países necesitan para alimentar sus rebaños; de tener la capacidad de ser autosuficientes, nos transformamos en un eslabón de la cadena en la producción global de alimentos que controlan las grandes corporaciones como Monsanto. Además de exportar el insumo básico a otros países, también exportamos los nutrientes de nuestra tierra (fósforo, nitrógeno, potasio, etc.) que estas plantas extraen de los suelos sin reposición. Dejamos que indirectamente otros países exploten este recurso no renovable de forma insostenible a cambio del lucro que nos genera en el corto plazo, dejándonos una tierra degradada e incapaz de producir para los años venideros. El suelo argentino está entregando al negocio de la soja transgénica un subsidio de 20% en forma de nutrientes extraídos del suelo. Sin embargo, la frontera del monocultivo se sigue extendiendo incluso en lugares no aptos para la producción de granos.

La abundancia actual de alimento y combustible barato es lo que ha dado forma a nuestro modo de vida consumista, permitiendo por un lado el asombroso crecimiento poblacional e impulsando nuestra demanda a otros artículos que se han vuelto de necesidad básica como la TV paga o el celular. ¿Qué pasará cuando estos recursos que damos por sentado y que sostienen hoy el mercado ya no se encuentren tan disponibles como en la actualidad? ¿Qué va a satisfacer la demanda que ha sido creada para complacer la avaricia de unos pocos cuando los recursos ya no alcancen ni siquiera en los países con grandes riquezas naturales que han permitido ser saqueados durante décadas?

Nuestro modelo de producción intensiva ha utilizado mal y pronto los insumos provistos por la naturaleza, para beneficio de las corporaciones que los suplantan con agroquímicos, pero el deterioro avanza junto a una creciente demanda, y de seguir con este modelo ya no contaremos con servicios esenciales e irremplazables como los que ofrecen la biodiversidad y los bosques. Por este camino contaminamos el aire, el agua y el alimento que llega a nuestra mesa; nos volvemos económicamente dependientes y perdemos nuestra soberanía sobre los alimentos y los recursos que nos permitirían ser autosuficientes. Pero existe un sistema que hay que seguir alimentando a expensas de todo el resto, y mientras siga existiendo sólo nos queda esperar que la crisis dé lugar a una salida esperanzadora, que consiste básicamente en que muchos vuelvan a trabajar el campo.

Adelantándonos a un panorama de escasez de recursos y cambio climático, los gobiernos deberían apoyar a los pequeños productores, fomentar la agricultura familiar y ecológica, los mercados de productores, las cooperativas y el uso de semillas locales. En lugar de eso, se alienta a las grandes compañías que desembarquen en la región y desplacen a los pequeños productores que terminan engrosando los bolsones de pobreza urbana, se permite una aplicación descontrolada de agroquímicos y avanzar sobre el monte virgen para extender las áreas de monocultivo. Este modelo, que en países como Argentina se autoproclama como nacional y popular, privilegia las ganancias privadas de los grandes capitales extranjeros y la recaudación de los gobiernos para abonar su política de asistencialismo e inutilidad forzada. Además de la injusticia social y el crimen ecológico, se está condenando al país a la dependencia económica con relación a esos países que compran la producción agrícola pero se llevan gratuitamente los nutrientes de la tierra y el agua necesarios para producirla, al tiempo que se pierde la soberanía alimentaria y la diversidad de productos agrícolas a favor de unos pocos granos monopolizados por corporaciones foráneas como Monsanto y Syngente. Las ventajas a corto plazo que pueda reportar este modelo, devendrán en serias dificultades económicas, escasez y mayor contaminación en el mediano y largo plazo, sin pensar en lo que nos aguarda como sociedad atomizada y dependiente cuando la crisis climática se agrave.

Conclusión

Estos son sólo algunos de los problemas medioambientales que está generando nuestro sistema económico, el hombre no está siendo capaz de lograr establecer un vínculo estable con el entorno, su capacidad creativa y productiva es eclipsada por su aun mayor poder de destructividad y depredación. La ambición desmedida de unas pocas generaciones en los países industrializados acabará socavando las posibilidades de bienestar de todas las generaciones futuras.

El principal factor que desencadena los problemas ambientales analizados es sin duda la alta productividad de los países desarrollados como EE.UU. o en vías de desarrollo como Brasil, cuyo daño es intensificado por la necesidad de crecimiento económico perpetuo del que depende un sistema, que para empeorar las cosas es compartido por casi todos los países del mundo. El crecimiento es un componente fundamental de la lógica del libre mercado, pues se asienta en la base de que la inversión capitalista se realiza no sin la expectativa de obtener una ganancia, lo que supone que el negocio se expanda. Pues bien, hablar de decrecimiento, moderación del consumo o crecimiento cero, es imposible sin prever la disolución del propio sistema.

La competitividad a que expone el sistema suma a la depredación de los recursos y su contaminación. Hoy, el territorio que, en un proceso temporal, es capaz de consumir más suelo, agua, materiales y energía, cobra ventaja y se posiciona mejor que otros. Los países que no sigan esta estrategia o pierdan en esta carrera corta de expandir más sus mercados se transforman, en el mejor de los casos, en fuente de recursos para los países triunfadores, que no dudarán en explotarlos por una ínfima parte de su valor real.

En su afán de lucro las corporaciones han saqueado por siglos los recursos y contaminado el medioambiente, solo que ahora cuentan con una tecnología más poderosa para estos propósitos. Los paladines del libre mercado han dejado nuestra supervivencia, y la de los ecosistemas, en las manos invisibles del mercado. Mientras que los gobiernos han consentido y apoyado esta depredación a gran escala por las conveniencias económicas y políticas que suscitan en el corto plazo. Ninguna de esas instancias ha estado a la altura de poder dirigir responsablemente la economía en el marco de este enorme desarrollo tecnológico, y las consecuencias de su alta capacidad de creación y destrucción.

¿Y qué decir de la sociedad civil? Hoy la gente se haya organizada más que nada en corporaciones que funcionan en vistas de maximizar las ganancias de sus accionistas, mientras que otro tipo de organizaciones sociales, amén del Estado, tienen un ínfimo poder de influencia y son insolventes financieramente para imponerse a las primeras. Por lo tanto, estamos expuestos a la infame realidad de que las corporaciones son las organizaciones de mayor poder en la sociedad, y a su vez, la mayor amenaza contra la vida en el planeta.

Muchos de los países que presumen de haber acabado con las dictaduras, la esclavitud y otras grandes injusticias, están ejerciendo hoy lo que se podría llamar un despotismo genocida intergeneracional, y contra las demás especies. El planeta nos ofrece tal abundancia que podría sostener la vida de todas las especies, incluido el hombre, por miles e incluso millones de años más. Pero el hombre está acelerando en cientos de veces el ritmo en que las especies se extinguen, agota en término de unas pocas generaciones los recursos no renovables que han tardado millones de años en generarse, y está provocando desastres naturales que en pocos años pueden hacer del planeta una tierra inhóspita. Mientras tantos, aquí estamos, disfrutando de un confort material que nos ha empobrecido como personas, y ni siquiera acertamos en reconocer que todo este bienestar se acabará y reducirá las posibilidades de alcanzar una vida cuanto menos digna para nuestros hijos y su descendencia.

Tenemos, o quizá tuvimos ya, todo a nuestro favor, un mundo rico en recursos, clima favorable, leyes naturales constantes que son la base de toda nuestra ciencia y tecnología, hemos sido capaces de superar los desafíos de la supervivencia creando nuestro propio alimento, refugio, herramientas, etc. Hemos sido lo bastante sociables para apoyarnos unos a otros y arribar a objetivos comunes, superándonos constantemente y modelando un habitad a nuestro gusto y necesidades. Pero ahora, a todo lo que hemos creado los humanos se suma inadvertidamente el rastro de la destrucción de buena parte de lo que la naturaleza ha concebido, y que hemos interpretado siempre como limitaciones a superar en lugar de esa gran riqueza de la que siempre dependimos y formamos parte.

Nos hemos acostumbrado a pensar que todo es posible, nunca nos topamos con límites infranqueables, y ahora estamos demorando más de la cuenta para reeducarnos en esta otra realidad. En doscientos años de progreso sostenido de la producción el sistema se ha vuelto muy eficiente en sí mismo, en su lógica de crecimiento insostenible ha permitido extender el grado de subsistencia y bienestar material a muchas más personas de lo que el planeta puede soportar. Nosotros estamos viviendo en la época de mayor disponibilidad de recursos, y al mismo tiempo, a las vísperas de una gran reducción de los mismos, donde habrá millones de desplazados climáticos, guerras por el agua y el petróleo, desempleo masivo y recesión a escala nunca antes vista.

El anuncio de la catástrofe se puede ver en la actualidad como la elevación de los costes de extracción y producción de bienes. El agotamiento de los recursos no renovables en muchos países, la contaminación y la saturación de los sumideros se combinan lenta e inexorablemente para incrementar la cantidad de energía y capital que se precisan para extraer y sostener los flujos de materiales que requiere la economía. Estos costos llegarán a ser tan altos que una cantidad creciente de la población no podrá acceder a bienes y servicios esenciales produciendo una espiral descendente hacia una depresión económica global que sumirá a muchos países en la bancarrota. Recientemente el Banco Mundial ha hecho pública su previsión de bajo a nulo crecimiento de las economías del mundo, que aún no se recuperan de la crisis financiera acaecida en el 2008.

No veo de parte de los Estados y, menos aún, de parte de las corporaciones, la voluntad de cambiar el rumbo de colisión. Hasta ahora no entramos en pánico quizá porque el hombre tiene una gran capacidad de negación, y me temo que no se harán los cambios necesarios mientras podamos mantener este nivel de vida y derroche como hasta ahora. Los gobiernos deberían ser juzgados de acuerdo a la sostenibilidad de sus logros y del modelo productivo, pero siguen exhibiendo con grandilocuencia cifras de crecimiento del PBI, aumento de la inversión o del consumo interno. Examinando todo lo anterior llegamos a la fatal conclusión de que esta gran degradación medioambiental y depredación de recursos se realiza sólo para el sostenimiento de un sistema agonizante, y ni siquiera en favor del bienestar general.

Siendo que los problemas ecológicos demandan no sólo atención, sino además, una inversión importante de parte del Estado y de la industria, los problemas económicos que se suscitan por otros motivos en la actualidad serán un obstáculo más para encontrar soluciones efectivas, lo que a la larga hará que los problemas económicos se agraven todavía más a causa de la crisis medioambiental y la escasez de recursos. Aún con el mayor optimismo sería difícil responder afirmativamente a estas preguntas: ¿Estaremos a tiempo de reaccionar para prevenir el desastre? ¿Pueden ser suficientes las medidas que se tomen sin alterar las bases de este sistema depredador? Lo cierto es que hay cosas que podríamos hacer aún sin garantías de solución.

Es tiempo de que rechacemos la cultura consumista y el afán de lucro como disposiciones que nos perjudican a todos y especialmente a las nuevas generaciones que padecerán las consecuencias más graves. Es tiempo de reivindicar los aspectos reales del bienestar que no pueden excluir la relación armónica del hombre con la naturaleza, la libertad en su amplio sentido, y las relaciones de afecto y cooperación entre nosotros. Si sobrevivimos a la escasez de recursos, los disturbios sociales, los desastres climáticos, y los otros eventos por venir, es posible que una sociedad más consciente de los límites emerja. Esta nueva sociedad será más austera y más respetuosa de la naturaleza, exigirá a los gobiernos y el mercado una mayor dosis de previsión que se reflejará seguramente en políticas de más amplio alcance. De todas maneras, lo que hagamos siempre dependerá de cómo se comporte el planeta en el futuro próximo, ahora, y más que nunca, estamos en sus manos.

Capítulo 2:

La apuesta del desarrollo sustentable

El desarrollo sustentable intenta asegurar la posibilidad de seguir generando bienestar material dentro de una economía de libremercado y capitalista, previendo las consecuencias del modo de producción y consumo sobre el medioambiente y los recursos naturales. Básicamente su esperanza se apoya sobre la ejecución de iniciativas y regulaciones que favorecen el cuidado del medioambiente por parte de organismos de Estado, la mayor responsabilidad y compromiso por parte de las empresas y de la población, y el desarrollo de nuevas tecnologías más limpias, eficientes y que supongan, en el mejor de los casos, una sustitución del uso de recursos no renovables o amenazados por la sobreexplotación. El objetivo último del desarrollo sustentable, en definitiva, es seguir aspirando a desarrollarnos económicamente a largo plazo, teniendo el cuidado de no comprometer el medio ambiente y los recursos naturales, y de este modo, garantizar la calidad de vida de los seres humanos de las siguientes generaciones. En opinión de los defensores de esta propuesta, pensar en términos de sustentabilidad es necesario si lo que se pretende es seguir creciendo materialmente como necesita la economía, de lo contrario, la naturaleza impondría límites infranqueables al desarrollo.

El desarrollo sustentable es la idea que rige en las propuestas de solución que presentan los gobiernos y las Naciones Unidas para enfrentar la grave amenaza del cambio climático y la escasez de recursos planetarios. Las corporaciones más responsables adoptan las normativas fijadas para hacer un uso sustentable de los recursos, reciclar e incorporar tecnologías verdes, sin por ello dejar de aspirar a obtener ganancias, que es desde ya su principal misión. Los gobiernos y muchas ONGs ambientalistas intentan disuadir a las empresas y a los individuos de tener conductas responsables y de cuidado del medioambiente, al mismo tiempo que depositan buena parte de sus esperanzas en que nuevas tecnologías, más amigables con el entorno, puedan revertir la situación de escasez y contaminación, y de esta manera seguir apostando al desarrollo de las economías sin que los daños causados a la naturaleza se conviertan en un impedimento.

Evidentemente, desde el desarrollo sustentable no se identifica al desarrollo en sí como el causante de los problemas, sino más bien a la falta de previsión en el modo de producción y consumo de bienes. ¿Será que los partidarios de esta idea están actuando responsablemente al no poner en cuestionamiento el sistema en sí, y por lo tanto seguir aplazando los tiempos, que no tenemos, para encontrar una solución radical y definitiva? Seguidamente veremos parte de los hechos que alimentan esta fe en el desarrollo sustentable, y sacaremos nuestras conclusiones.

Tecnologías verdes

Son tecnologías que intentan suplir algunas deficiencias de otras tecnologías utilizadas en lo relacionado al uso eficiente de la energía, reciclado, emisión de contaminante, etc. y que por lo tanto se consideran que son más amigables con el medioambiente. Generalmente estas tecnologías requieren una inversión inicial importante para su implementación, pero se reconoce que a largo plazo su uso generalizado puede suponer un menor impacto ambiental y por consiguiente mejores resultados económicos y sociales. Dentro de este apartado consideraré también algunas disciplinas y técnicas que forman parte de la apuesta científico tecnológica para dar solución a los problemas medioambientales.

Energías alternativas para contrarrestar el agotamiento de hidrocarburos y la contaminación derivada de su uso:

Biocombustibles:

Se utilizan extractos vegetales, como el aceite de la soja, maíz, girasol, o el azúcar de la caña, para producir energía. La producción de biocombustibles demanda mucha energía y la utilización de otros recursos comprometidos como el agua y la tierra. Para producir los vegetales con suficiente rendimiento se necesitan además fertilizantes y pesticidas que son elaborados a base de petróleo; la mecanización para el laboreo de la tierra, el transporte y el procesamiento en sí, todas esas instancias demandan energías que suele provenir de fuentes no renovables. Además, para que sea una verdadera alternativa como reemplazo del petróleo, el cultivo de granos para biocombustibles debería ocupar enormes extensiones de tierra que hoy se precisan para producir alimento. La cantidad de maíz necesaria para llenar de biodiesel el tanque de una camioneta alcanza para alimentar a una persona durante un año entero. De lo cual, se trata de una alternativa poco eficiente y que trae otros problemas asociados.

Energía hidroeléctrica:

Las centrales hidroeléctricas ya están funcionando en muchas regiones del planeta. En Europa se encuentran represadas casi todas las vías fluviales posibles. Brasil tiene innumerables represas que proveen el 70% de la electricidad del país. Uno de los inconvenientes es que esta tecnología depende de otro gran recurso en peligro, varias represas brasileras tuvieron que dejar de funcionar este mismo año (2015) debido a que los reservatorios de agua han disminuido significativamente su caudal por falta de lluvias, a pesar de que es cada vez mayor la demanda de energía en los hogares y las industrias. Así mismo, los lugares que se encuentran disponibles para implementar represas tienen hoy día gran resistencia por parte de la población que cuenta los antecedentes de los daños sociales y medioambientales ocasionados por las represas que están en funcionamiento actualmente. Se han construido embalses gigantescos, de cientos de metros de altura, y que crean enormes lagos artificiales de muchos kilómetros cuadrados. Frecuentemente, estos lagos sumergen ciudades y poblados, como así también, miles de hectáreas de bosques nativos destruyendo grandes ecosistemas. Por ejemplo, para la construcción de las Tres gargantas en China debieron trasladarse 2 millones de personas y se inundaron 19 ciudades. Además, el impacto ambiental de las represas es importante por los problemas derivados de las inundaciones y el estancamiento del agua, lo que genera mortandad de peces, contaminación y proliferación de insectos transmisores de enfermedades, entre otras muchas calamidades. Obviando esto, sin embargo, la energía que hoy generamos con las represas nos demuestra que, a pesar de ser utilizada en buena parte de su potencial, no es una solución a nuestra dependencia del petróleo.

Energía eólica:

Los generadores eólicos tienen grandes hélices que son movidas por el viento y transforman esa energía mecánica en electricidad. Debido a que utilizan una fuente abundante y renovable, y a su mínimo impacto ambiental, son una interesante alternativa a ser aplicada en muchos lugares del mundo aún, como la Patagonia Argentina, en serranías y zonas costeras que están siendo desaprovechadas. A pesar de ser una fuente limpia de energía que utiliza un recurso noble y renovable como el viento su aprovechamiento es muy limitado para suplir la gran demanda de energía que supone, aunque más no sea, la demanda de electricidad en las grandes ciudades, ni que hablar del transporte. En los países que más se aprovecha, Dinamarca, España y Portugal, la energía eólica hace una contribución total del orden del 15 al 20% para abastecer de electricidad las ciudades y la industria. En el mundo se calcula que hay unos doscientos gigavatios de potencia eólica instalados (equivalente a 20 centrales hidroeléctricas medianas). Su implementación es costosa y su rendimiento variable, no obstante, puede ser parte de una alternativa eficaz en combinación con otras tecnologías que también utilicen una fuente renovable de energía, como lo es el sol.

Energía Solar:

Se utiliza la energía de los rayos solares (fotones) que llegan a la tierra, para producir calor y electricidad. Los paneles fotovoltaicos y colectores solares se encuentran bien difundidos en la actualidad, aunque todavía estamos muy lejos de utilizar todo su potencial. La tecnología más reciente de captación solar utiliza espejos y platos parabólicos para concentrar el poder del sol optimizando así la absorción de energía. Los paneles solares, no obstante, son costosos y poco eficientes. El sol provee una energía constante e inagotable que debemos saber aprovechar mejor, es realmente una alternativa viable en combinación con otras. La energía solar se puede aprovechar in situ sin necesidad de tendido de cables desde lugares lejanos, pero a su vez trae aparejada la necesidad de utilizar baterías elaboradas a partir de metales como el Litio o el Cadmio, los que además de ser posibles fuentes de contaminación, son recursos no renovables extraídos de la tierra.

Energía geotérmica:

Es la energía que se genera del aprovechamiento del calor interno de la tierra. El vapor generado al utilizar esta fuente de calor permite mover a presión una turbina, la que por inducción nos dará la electricidad que precisamos. Actualmente, el progreso en los métodos de perforación y bombeo permiten explotar la energía geotérmica en numerosos lugares del mundo. Se trata de una alternativa potencialmente muy interesante dado que el calor de la tierra se regenera continuamente y el proceso de generación puede ser limpio o poco contaminante. Actualmente hay usinas de este tipo en Islandia, Indonesia, Filipinas, EE.UU., Méjico, Nueva Zelandia, Kenia, entre otros, y se prevé que se sigan invirtiendo grandes sumas de dinero para el aprovechamiento de esta energía renovable. Las dificultades más grandes para un desarrollo sostenido de energía geotérmica se encuentran en los elevados costos de la exploración y lo alejado de las zonas pobladas de las principales áreas de interés geotérmico.

Energía mareomotriz:

La energía mareomotriz es la que se obtiene aprovechando las mareas: mediante su empalme a un alternador se puede utilizar el sistema para la generación de electricidad, transformando así la energía mareomotriz en energía eléctrica, una forma energética más segura y aprovechable. Es un tipo de energía renovable, en tanto que la fuente de energía primaria no se agota por su explotación, y es limpia ya que en la transformación energética no se producen subproductos contaminantes gaseosos, líquidos o sólidos. Sin embargo, la relación entre la cantidad de energía que se puede obtener con los medios actuales y el coste económico y ambiental de instalar los dispositivos para su proceso han impedido un aprovechamiento mayor de este tipo de energía.

A pesar de que existen todas estas otras fuentes de energía alternativa, la energía de origen fósil sigue siendo claramente hegemónica y parece que lo continuará siendo por los próximos 25 años. Las reservas de los yacimientos de hidrocarburos no convencionales podrían suplir por el momento el agotamiento de las reservas convencionales a un costo más elevado tanto en lo que respecta al agua y la energía utilizada en la extracción, y en cuanto al costo ambiental, ya que no sólo se seguirán emitiendo los gases contaminantes de su combustión, sino que la propia extracción contamina el agua de ríos y acuíferos con las sustancias tóxicas que se utilizan con el agua a presión para romper las rocas que contienen el petróleo. En varios lugares del mundo se dejaron de operar pozos de este tipo porque esta técnica de extracción llamada Fracking generaba además pequeños movimientos telúricos.

Las energías alternativas y las tecnologías que saben hacer uso de ellas existen desde hace bastante tiempo. Por ejemplo, los vehículos eléctricos con un rendimiento aceptable existen hace más de 20 años, y también se sabe que el automóvil movido a combustibles fósil es la forma de transporte más contaminante y menos eficiente. Pero el poder de la industria y los intereses creados se imponen a cualquier razón de sustentabilidad ecologista, y hace que aún el Estado impulse la venta record de autos cada año. En Argentina se podría aprovechar la energía eólica en la costa de la Patagonia y la energía geotérmica en Neuquén, pero en lugar de eso se proyectan hacer nuevas represas, y se celebra el descubrimiento de yacimientos de hidrocarburos no convencionales cuya explotación se deja en manos de empresas foráneas con antecedentes de contaminación. El transporte de mercaderías e insumos en Argentina y en Brasil se realiza mayoritariamente en camiones, a pesar de que existen vías férreas y fluviales cuyo uso podría representar un ahorro energético importante, además de mucha menor polución.

En otros lugares del mundo se están tomando más en serio las energías alternativas y existen ciudades, por ejemplo, en Alemania, que se autoabastecen energéticamente con paneles solares y generadores eólicos. Pero estos cambios no son impulsados por el mercado, las corporaciones o el Estado, sino por ONGs, ambientalistas y otros dentro de una sociedad más consciente de los problemas que enfrentamos y que tenderán a agravarse. Es evidente que dentro de un sistema donde impera la ley del mercado y la razón económica no se valorará la eficiencia en el uso energético ni se impulsará la generación de energías alternativas si ello corre a contramano de las ganancias y la preservación de fuentes de trabajo innecesario.

Además de la aplicación de estas tecnologías alternativas de generación, son necesarias tecnologías de uso más eficientes, así como una utilización más racional que equivaldría a dejar de hacer en lo posible aquello que demande mucha energía y que no es necesario, lo cual, por supuesto, va en contra de la lógica del mercado. En un país rico se gastan ingentes cantidades de recursos en mantener satisfecho a un grupo minoritario de personas en detrimento de todas las demás. Es absurdo plantear la moderación del consumo, al tiempo que el mercado necesita expandirse generando mayor consumo y derroche de bienes innecesarios. La desigualdad dentro y fuera de las fronteras genera la cuestión de a quienes cabe con mayor justicia aplicar el racionamiento en tiempos de escasez, mientras tanto, seguimos gastando los recursos que no tenemos en cosas que no necesitamos. A la par de impulsar el uso de energías alternativas, deberíamos estudiar las formas de racionalizar al máximo su utilización, puesto que cualquiera sea la tecnología a utilizar es costosa, y su implementación también supone la utilización de nuevos recursos y la interferencia con el medioambiente. Un uso racional de la energía debería contemplar usarla en lo que sea estrictamente necesario, lo cual contrasta con la ímpetu expansionista del mercado.

Alternativas para contrarrestar el agotamiento del agua dulce:

Según estudios realizados por las Naciones Unidas la escasez de agua dulce afectará a billones de personas a mediados de este siglo. El hombre comenzó a explotar de manera irresponsable los acuíferos y ahora se están agotando en varias partes del mundo, sobre todo aquellos de difícil o lenta reposición. El calentamiento global también está haciendo que se pierdan las reservas de agua dulce contenida en hielos de alta montaña y los glaciares. Muchos arroyos y ríos están contaminados con sustancias muy tóxicas como plomo y arsénico, que hacen muy peligroso su consumo por parte de la población. A su vez, el crecimiento trae aparejado un uso cada vez mayor de agua en la producción de alimentos e insumos, para producir un jean son necesarios 11 mil litros de agua, y para un kilo de carne de vaca son necesarios 15 mil litros. Evidentemente, el crecimiento de la población y de la industria es contrario a la conservación de este recurso de vital importancia.

En Brasil, el crecimiento industrial y la demanda de una población también creciente, combinado con periodos de seca y la deforestación a los márgenes de ríos y arroyos están forzando el racionamiento de agua y electricidad en la gran San Pablo. En la ciudad de Barcelona la escasez de agua dulce obligó a implementar costosas plantas de desalinización. El agua desalinizada constituye alrededor del 25% del agua dulce de Israel y el 40% del agua potable que llega a los hogares israelíes. El agua subterránea en varias regiones de África y medio oriente se está agotando obligando a emigrar a poblaciones enteras, 500 millones de personas en China viven en zonas donde hay estrés hídrico. La escasez de agua es un problema actual y tenderá a agravarse como consecuencia de la mayor demanda para abastecer la producción de bienes y alimentos, y las necesidades domésticas de una población creciente. En combinación con el cambio de los regímenes de lluvias y la contaminación con metales y otras sustancias tóxicas que se vierten en los arroyos y ríos, el panorama no es nada alentador.

En el caso del agua es evidente que la única solución razonable es el racionamiento o disminución del consumo, reciclar y reutilizar el agua, utilizar métodos más eficientes como el riego por goteo, y el aprovechamiento del agua de lluvia para usos domésticos. Sin embargo, algunos gobiernos intentan paliar la situación de estrés hídrico con otros procedimientos y tecnologías para evitar, o para retrasar, todo lo posible el racionamiento y el estancamiento de la industria. La solución que han encontrado es la desalinización del agua procedente del mar.

El proceso de desalinización extrae la sal y minerales del agua de mar convirtiéndola en agua potable. Este proceso puede ser desarrollado a través de varios métodos, los más comunes son: ósmosis inversa, logra la separación del agua y la sal a través de la presión sobre el líquido; desalinización térmica que logra dicha separación a través de la evaporación y posterior condensación de la sustancia; una forma moderna de hacerlo es aprovechando el calor interno de la tierra en usinas geotermales.

El problema de estas soluciones es su alto costo, debido a que se necesitan otras energías para calentar el agua, o para ejercer presión sobre el líquido. Sin embargo, existe la solución menos costosa de mejorar la eficiencia del uso, evitar derrochar y captar el agua de la fuente evitando su contaminación. Sería recomendable el almacenamiento de agua de lluvia en cisternas o piletones para ser empleada en el hogar y la industria. De esta manera, el requerimiento de agua potable disminuiría considerablemente y ésta sería sólo empleada para actividades en las que es realmente imprescindible. A su vez, es posible, como se hace en algunas ciudades, reutilizar el agua de uso doméstico con mínimo tratamiento para el riego y tareas de limpieza.

En cualquier caso, se hace evidente que además de las tecnologías de desalinización u otras, es necesario moderar el consumo y utilizar métodos de reciclado permanentes. Las formas de captación y utilización de la actualidad son ineficientes. La escasez del agua es un limitante serio para el crecimiento de la industria, la producción de alimentos, la extendida urbanización y concentración poblacional en las ciudades. No hay una tecnología aún que permita seguir explotando este recurso indiscriminadamente como hasta ahora, lo que hace necesario moderar su consumo.

Uso de alternativas para contrarrestar el agotamiento de la tierra fértil:

Las tierras erosionadas que han perdido su vegetación nativa por desmonte o incendios, y las enormes áreas desertificadas por el mal manejo agrícola o que han sido ocupadas por asentamientos humanos, son prácticamente irrecuperables. El manto de tierra fértil ha tardado miles de años en generarse y en algunos casos se ha perdido casi por completo. En las partes elevadas y a los márgenes de los ríos la deforestación ha hecho que la erosión hídrica tenga un efecto más devastador.

La salinización de los suelos producidos por los excesos de agua superficial o ascenso de las napas freáticas son procesos que están en continuo aumento, sólo en Argentina afecta a 13 millones de hectáreas. Otros países muy afectados por el mismo fenómeno son Rusia y Australia. Uno de los aspectos característicos de las superficies con esta problemática es la compactación, lo que dificulta el crecimiento y desarrollo de muchas especies vegetales. Para revertir el destino de estos suelos se aconseja el uso eficiente del agua, manejo de pasturas tolerantes, rotación de cultivos, entre otros. De esta manera, es posible transformar una gran proporción de esas superficies en tierras productivas y sustentables. A menos que se haga un uso racional de la tierra, esa cifra podría ir en aumento.

En tanto que con el avance de la desertificación todo lo que se puede hacer es preservar lo que queda aún bajo un régimen de explotación sustentable, o, en el mejor de los casos, volver a darle vida a aquellos suelos que aun sean recuperables. Para la producción de alimentos, las buenas prácticas agrícolas que utilizan la siembra directa, la rotación de cultivos y el uso de cobertura verde, permiten prolongar la vida útil de las tierras explotadas. Pero también se están utilizando fertilizantes químicos nitrogenados para compensar la pérdida de nutrientes, los que son responsables de la contaminación del agua superficial y subterránea en muchas regiones, además de ser responsables junto con los agrotóxicos de la impermeabilización de la tierra. Dentro de las zonas desertificadas se está probando con algún éxito el cultivo de variedades de granos modificados genéticamente, lo que brinda una alternativa de explotación en esas zonas.

Existen otras técnicas como la hidroponía y la agricultura orgánica que son sustentables, es decir, que prologarían la vida útil de la tierra indefinidamente. En el primer caso por no precisar de tierra ya que los nutrientes son provistos por el agua que hace las veces de sustrato. En el segundo, porque se mejora la tierra agregando micronutrientes de manera natural y favoreciendo la aparición de microorganismos benéficos. En tierras de todo tipo se obtienen altos rendimientos de forma sostenible sin el empleo a gran escala de fertilizantes ni pesticidas químicos. Los agricultores ecológicos utilizan semillas de alto rendimiento y sofisticados métodos ecológicos de abono y control de plagas. Sus rendimientos suelen ser equivalentes a los de sus vecinos que utilizan productos químicos producidos por multinacionales. Si se dedicara una fracción de la investigación en torno a los insumos químicos y la modificación genética, a los métodos de cultivo biológico, la agricultura ecológica sería aún más productiva. Lo que ocurre no es sino un ejemplo más de cómo el mercado y las corporaciones conspiran para generar una dependencia innecesaria de insumos industriales a costa de deteriorar el medio ambiente.

Explotados de modo no sostenible, los recursos renovables se pueden transformar en no renovables. Los recursos hídricos se contaminan y extraen a un ritmo mayor que su reposición natural, los campos se agotan y son mantenidos en producción empleando cada vez más agroquímicos o aumentando la zona de agricultura marginal mediante desmontes que afectan la diversidad biológica y degradan tierras no aptas para el cultivo intensivo.

La promesa de regenerar, mediante tecnologías modernas, el agua, la tierra, los bosques y la biodiversidad, así como tantos otros recursos en peligro, es algo que roza el absurdo, y aunque le asignáramos cierta probabilidad de concreción el riesgo asumido por retrasar la aplicación de otras soluciones sería enorme, por lo que la única opción realista es limitar el nivel de extracción y contaminación asumiendo los costos económicos y sociales de ello, que aun siendo grandes, no serían ni de cerca comparables a la crisis de recursos y medioambiental que afrontaríamos, con alta probabilidad, de seguir por este camino de productividad, consumo y despilfarro ilimitado e innecesarios.

Biotecnología verde

Los cambios introducidos en el genoma de una especie pueden aportar diversas ventajas desde el punto de vista de la producción o del consumo. Las ventajas en el cultivo de granos, por ejemplo, son mayor rendimiento por hectárea; mayor resistencia a condiciones adversas, como sequías, enfermedades, plagas, etc. Es posible generar una variedad de maíz, trigo o soja que sea inmune al ataque de plagas, virus, hongos, etc. Con la ingeniería genética es posible aun producir bacterias que actúen con mayor efectividad en la asimilación del nitrógeno atmosférico y hacer que sea innecesaria la utilización de abonos químicos, ahorrando tanto sus costos económicos como medioambientales. Mientras que las ventajas para el consumo pueden ser mejores propiedades nutritivas o medicinales; mejor sabor, aspecto y aroma; cosa que por ahora no pasa de ser una de tantas promesas incumplidas.

Las aplicaciones farmacéuticas son otro gran punto de interés. La biotecnología permite desarrollar plantas transgénicas que producen sustancias de interés farmacológico, como anticuerpos, ciertas proteínas y hormonas, como la hormona del crecimiento. Estas plantas son capaces de producir antibióticos, toxinas y otras sustancias que atacan a los microorganismos. Con ello es posible crear fármacos a base de sustancias naturales dentro del laboratorio.

En tanto que la manipulación genética de los animales puede perseguir los objetivos de aumentar el rendimiento del ganado, la producción láctea, mejorar su adaptabilidad a climas diversos, etc. Las principales aplicaciones en animales se han realizado en peces, debido a que la fecundación es externa, lo cual permite la introducción del gen en el cigoto antes de que se unan el núcleo del espermatozoide y el del óvulo. Se han producido carpas transgénicas que crecen mucho más rápido, debido a la incorporación del gen de la hormona del crecimiento de la trucha, y salmones transgénicos que resisten mejor las bajas temperaturas, entro otros. Sin embargo, todavía su aplicación para la mejora de especies es preliminar, enfocándose al estudio desde un punto de vista puramente científico.

También se pueden hallar ventajas en la fabricación de materiales, como la producción de plásticos biodegradables. Tienen un gran potencial para resolver problemas de contaminación y ayudar a limpiar el aire o potabilizar el agua. Sin embargo, hoy por hoy, no ofrece solución a casi ninguno de los grandes problemas ecológicos y medioambientales que estamos enfrentando. La biotecnología también aporta sus riesgos, no se sabe a ciencia cierta qué perjuicio puede traer la introducción de organismos modificados genéticamente, como por ejemplo la introducción de ciertas bacterias, dentro de un ecosistema estable. Ya se han comprobado casos de contaminación genética en cultivos. El caso más conocido es el del maíz Starlink que contaminó, con una proteína sospechosa de ser alergogénica, la cadena alimentaria humana (productos Kraft en los EUA), se retiraron del mercado más de 300 productos, y la contaminación genética por el maíz Starlink apareció por todas partes, contaminando maíces de variedades alejadas. Tampoco es posible saber si esta tecnología no será utilizada para crear armas biológicas, ni si su aplicación pueda generar perjuicios a largo plazo como el desarrollo de nuevas enfermedades, u alteraciones indeseables en el ecosistema o dentro de los organismos vivos.

Estamos lejos aún de que esta tecnología nos dé garantías para apostar por un desarrollo sustentable mientras se siga contaminando y depredando con la idea de que podremos corregir los daños causados en un futuro cercano. Los perjuicios de la extracción y producción modernas son actuales, y muchos de ellos son prácticamente irreversibles. Las futuras generaciones dependerán de la tecnología para hacer producir lo que hasta hoy se hacía de un modo natural o simple, estamos reemplazando nuestro ecosistema por un tecnosistema donde todas las variables naturales son manipuladas al antojo de los poderosos, que serán tan poderosos que podrán regir sobre la vida del planeta seleccionando las especies que vivan de acuerdo al único criterio de maximización de ganancias.

El desarrollismo nos va despojando de nuestro vínculo con lo natural, a la artificialidad de la vida en las ciudades se agrega la destrucción de los ecosistemas naturales, y ahora la manipulación genética que intenta infundir de racionalidad e intencionalidad humana los procesos de génesis y desarrollo de la vida animal y vegetal. La excusa está a la mano, en una estrategia impecable los beneficios de la destrucción serán sumados a los beneficios de brindar solución e imperar sobre el nuevo régimen de necesidad que será creado. Pero quizá esta vez, la falta de prudencia que caracteriza a este poder haga que el riesgo no previsto se cumpla y todos, incluido ellos, suframos las consecuencias de pasar por alto los procesos y ritmos propios de la naturaleza.

Nanotecnología verde

La nanotecnología permite la manipulación de la materia a escala nanométrica, es decir, en el orden de la millonésima parte de un milímetro. A esa escala se pueden alterar muchas de las propiedades físicas y químicas de los elementos y así producir materiales que imiten las características de ciertas materias primas costosas de extraer o procesar. La nanotecnología ofrece la posibilidad de utilizar mucha menos cantidad de insumos naturales para producir determinados productos, y se cree que por este camino sería posible sustituir algún commodity ya sobreutilizado por otro nuevo producido sintéticamente.

También, por supuesto, es posible crear con esta tecnología nuevos materiales que cumplan funciones específicas de manera más efectiva o menos costosa que los existentes. En ese sentido se están desarrollando nanopartículas para ayudar a descontaminar el agua y el aire de sustancias no biodegradables. Un equipo de científicos de la Universidad australiana de Adelaida ha logrado desarrollar un nuevo material con nanotecnología para reducir la contaminación que generan las centrales eléctricas alimentadas por combustibles fósiles. Este nuevo material sirve para separar el dióxido de carbono (CO2) del nitrógeno, otro de los componentes que se liberan en las centrales eléctricas cuando queman el carbón. Esto facilita en gran medida la absorción del CO2, evitando su liberación en la atmósfera.

Esta tecnología puede promover el acceso a otros bienes que cumplan funciones ecológicas, por ejemplo, están en desarrollo proyectos para usar la nanotecnología en las celdas fotovoltaicas reduciendo los materiales necesarios para su construcción y abaratando considerablemente los costos para hacerlas mas accesibles al público en general. Es posible prever que la nanotecnología produzca una revolución productiva como lo fue en su tiempo el uso del petróleo para fabricar de manera sencilla y barata bienes de consumo, pero además, sin procesos contaminantes y con características que sean amigables en términos ecológicos.

Si bien se habla de múltiples beneficios, los riesgos pueden ser varios también, más aun cuando se carece de regulación a escala mundial y los intereses de trasnacionales dirigen el rumbo de esta tecnología en alimentos, cosméticos y medicamentos, entre otros productos. En los últimos años se iniciaron investigaciones que pretenden analizar qué sucede cuando las nanopartículas penetran en el organismo o en el medio ambiente. Todas ellas sostienen que hay riesgos implicados, lo que hace que sean necesarias nuevas investigaciones.

Estas son algunas de las tecnologías que siembran esperanzas en todos los que vemos un serio riesgo en seguir extrayendo y contaminando como lo venimos haciendo. Nuestras industrias extractivas y petróleo dependientes tienen que hacer frente a los límites de los recursos y a los perjuicios medioambientales ocasionados alterando su modo de producción. Sin duda, necesitamos nuevas tecnologías y fuentes de energía alternativas, pero esta no es la única forma de enfrentar los problemas medioambientales que venimos padeciendo, la nanotecnología es aún incipiente y por el momento necesitaremos explotar los recursos de modo sustentable, es decir, utilizando fuentes renovables y permitiendo que se regeneren de modo natural. Por ende, la solución gravita sobre una mayor moderación del consumo y la elección de materiales más amigables con el entorno. Sea cual sea el estadio de evolución de estas tecnologías siempre dependeremos de la provisión de la naturaleza, la que estará por detrás y por delante de cualquier artificialidad creada por el hombre.

Acciones gubernamentales

El desarrollo sostenible considera necesario que los gobiernos tomen medidas regulatorias para preservar los ecosistemas y recursos de los perjuicios causados por el accionar humano, encontrando como ideal un equilibrio entre el uso y reposición natural de los recursos, y la contaminación y depuración natural de los procesos productivos, llevando la productividad a los límites de la sostenibilidad en el tiempo. Con esta intención varios gobiernos han dispuesto leyes, celebrado acuerdos y creado organismos de Estado (ministerios, secretarias, etc.) que se ocupan de promover el bienestar de los ecosistemas, la protección ambiental y la preservación de los recursos naturales. Algunos ejemplos de ello son los planes de conservación y uso sostenible de la biodiversidad (áreas protegidas, reservas de animales, etc.), planes de reforestación para la protección de cuencas hidrográficas, programas de descontaminación del agua o el aire, la producción más limpia a través de impuestos a la emisión de carbono, tratamiento de efluentes y residuos urbanos, promoción del uso de tecnologías verdes, restricciones al uso de productos tóxicos, etc. A continuación comentaré el alcance de algunas de ellas.

Áreas preservadas:

Las áreas naturales protegidas se ven como el medio a través del cual se puede conservar la biodiversidad in-situ. En las dos últimas décadas la mayoría de los países de América Latina han ampliado la extensión de las áreas protegidas, tanto de carácter público como privado. Se han creado parques protegidos y reservas naturales en muchos países con tierras libres de explotación donde el recurso más valioso es la biodiversidad, la naturaleza y los ecosistemas autóctonos. Costa Rica, por ejemplo, decidió disolver su ejército y destinar parte de ese presupuesto al cuidado y desarrollo de los ecosistemas.

En Argentina, en 1934, se dictó la ley 12.103, que estableció la creación de varios parques nacionales y dictó las normas para el cuidado y la protección de los mismos. Hoy rige la ley 22.351, que entre otras disposiciones establece:

  • Que el parque nacional es una región colocada bajo dominio público cuyos límites no podrán ser alterados, ni enajenada parte alguna de su superficie, excepto por autorización emanada del poder ejecutivo.

  • Que el parque nacional se crea para la propagación, conservación y protección de la fauna, flora y los objetivos de valor estético, geológicos, paleontológicos, prehistóricos, históricos o de cualquier otra naturaleza, para beneficio y provecho del pueblo.

  • Que se prohíbe cazar, matar o capturar la fauna, o destruir o coleccionar la flora, excepto en los casos en que ello se haga con la dirección o por orden de las autoridades que rigen en el Parque Nacional.

La administración de parques nacionales y turismo tiene a cargo la custodia de esos bienes, que actualmente abarcan alrededor del 1% de la extensión territorial. El más importante de los parques nacionales de Argentina es el parque Nahuel Huapi, con una superficie de 7850 Km² en la zona andina de las provincias de Neuquén y Río Negro, donde se preserva la belleza de sus lagos, montañas nevadas, glaciares y densos bosques de Nothofagus y Cipreses. Otro importante parque nacional es el Iguazú, de 550 km² ubicado al norte de Misiones y que abarca una de las 7 maravillas naturales del mundo, las increíbles cataratas, dentro de un entorno selvático con densa vegetación subtropical. En tanto que el parque nacional Los glaciales ocupa la porción sudoeste de la provincia de Santa Cruz con una superficie de 6.000 km², fue creado para preservar la región de los grandes glaciares.

Algunos parques, por su tamaño, aislamiento o nivel de degradación, no están pudiendo preservar su biodiversidad en la medida que se esperaba. La fragmentación de estas áreas preservadas no permite el normal tránsito de fauna entre distintos ecosistemas, lo que es un inconveniente sobre todo para animales grandes acostumbrados a recorrer grandes distancias. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la mata atlántica de Brasil, de la cual se conserva sólo el 12% de su extensión original, debido en parte a su aislamiento ocurre un fenómeno llamado defaunación, es decir, se ha observado una pérdida importante de la fauna que vivía en ese ecosistema antes de su fragmentación.

Las áreas preservadas en el mundo ocupan una ínfima superficie si la comparamos a las extensas zonas pobladas y utilizadas para la agricultura. Aunque no permita proteger de la acción humana a muchos animales y plantas autóctonas, es sin embargo una reserva de vida para muchas especies que de no contar con estos espacios acabarían por extinguirse en un grado mayor. También existen en ejecución planes de reforestación de vegetación nativa, especialmente de árboles, que ayudan a preservar el agua y la tierra en lugares próximos a lagos y ríos.

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