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Cuentos de hadas de Jacob y Whilhelm Grimm (volumen II) (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

 Ellos estaban, en ese momento, sobre un puente, que cruzaba aguas profundas. Cuando la novia se levantó de su asiento y se inclinó para mirar, madre e hija la empujaron, haciéndola caer en medio del agua.

Al mismo momento en que la novia se hundía, un pato blanco como la nieve emergió de las brillantes aguas, y nadó río abajo. El hermano no había observado nada de aquello, y condujo el carro hasta llegar a la corte. Entonces él llevó a la doncella oscura al rey creyendo realmente que era su hermana,  porque sus ojos estaban  débiles, y lo deslumbraba el brillar del oro del traje. Cuando el rey vio la fealdad ilimitada de su supuesta novia, se enojó muchísimo, y ordenó que el cochero fuera lanzado en un hoyo que estaba rodeado de víboras y nidos de serpientes. 

La vieja bruja, sin embargo, sabía tan bien como adular al Rey y engañar a sus ojos con sus artes, que él las dejó quedarse, a ella y a su hija, hasta que ésta le pareciera completamente soportable, y él realmente se casó con ella.

Una tarde, cuando la novia oscura estaba sentada junto al rey, un pato blanco vino nadando por el canal hasta la cocina, y dijo al muchacho a cargo de la cocina, 

-"Joven, por favor enciende un fuego, para que pueda calentar mis plumas."-

El muchacho de la cocina lo hizo, y encendió un fuego en el hogar. Entonces vino el pato y se sentó allí cerca, se sacudió y alisó sus plumas finamente. Mientras el pato estaba sentado y disfrutando del momento, preguntó al muchacho, 

-"¿Qué hace mi hermano Reginer?"-

El muchacho de la cocina contestó, 

-"Él está encarcelado en un hoyo que está rodeado de víboras y  serpientes."-

Entonces ella preguntó, 

-"¿Qué hace la bruja oscura en la casa?"- 

El muchacho contestó, 

-"Ella es amada por el Rey y está feliz."

"¡Que Dios se apiade de él!"- dijo el pato, y salió nadando por el fregadero.

A la segunda y tercera noche vino de nuevo el pato e hizo las mismas preguntas. Entonces el muchacho de la cocina ya no pudo soportar más aquello y fue donde el rey a contarle lo sucedido. El Rey, sin embargo, quiso verlo por él mismo, y a la siguiente tarde fue a la cocina, y cuando el pato sacó su cabeza por el fregadero, él tomó su espada y le cortó su cuello, y de repente el pato se transformó en la doncella más hermosa nunca vista antes, exactamente como se veía en la pintura que su hermano había hecho de ella. El Rey se llenó  de alegría, y como estaba de pie completamente mojada, él hizo que le fuera traída indumentaria espléndida y que fuera vestida con ella.

Entonces la joven contó cómo había sido engañada con astucia y falsedad, y por fin lanzada abajo al agua al pasar por el puente.

Su primera petición al rey fue que deberían sacar a su hermano del  hoyo rodeado de serpientes, y cuando el rey hubo realizado esta petición, él entró en la cámara donde estaba la vieja bruja y le preguntó a la bruja, 

-"¿Qué se merece quién hace esto y aquello?"- relatando los hechos sucedidos. 

Ella tan ciega en su mente, y la crueldad tan enraizada en su corazón, que no era consciente de nada dijo, 

-"Esa persona merece ser desnudada completamente, y puesta en un barril con clavos, y que un caballo sea enjaezado al barril, y el caballo enviado a correr por todo el mundo."-

Ese castigo pudo haberles sido hecho a ella y a su hija oscura. Pero no teniendo el rey tanta crueldad, en su lugar le fue dada una bebida para que olvidara sus malas artes, y fue expulsada para siempre del reino y a tener que trabajar muy duramente para ganarse su vida en adelante.

El Rey se casó con la novia clara y hermosa, y recompensó a su hermano fiel, y lo hizo un hombre rico y distinguido.

Enseñanza:

La bondad y la caridad con el necesitado, son siempre agradables al Creador, y tarde o temprano rinden sus buenos frutos.

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057-El Pequeño Vaso de Nuestra Señora

 

Hubo una vez un vagón que tan cargado estaba de vino que se atoró en un hueco en el camino tan fuertemente, que por más esfuerzo que se hiciera, no podía ser puesto en movimiento.

Entonces sucedió que pasó por allí Nuestra Señora, y cuando vio al pobre carretero con su problema, le dijo:

-"Estoy cansada y con sed. Dame un vasito de vino y desatascaré tu carreta."-

-"Encantado,"- replicó el carretero, -"pero no tengo ningún vaso en el cual servirte el vino"-

Entonces Nuestra Señora cortó una pequeña flor blanca con rayas rojas, llamada originalmente enredadera del campo, que tiene una forma muy similar a un vaso y se la dio al hombre. Él la lleno con vino e inmediatamente el carruaje quedó totalmente libre, pudiendo entonces continuar su camino.

La pequeña flor es aún hoy llamada El pequeño vaso de Nuestra Señora.

Enseñanza:

Ayudar a quien tiene hambre o sed, siempre trae su bendición .

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058-El Hermano Lustig

Hubo una vez durante un largo tiempo una gran guerra, y cuando esta llegó a su final, muchos soldados fueron despedidos. Entonces el Hermano Lustig también recibió su salida, y además de eso, solamente un pequeño bollo de pan del diariamente asignado, más cuatro monedas en dinero, con lo cual él se marchó. Sin embargo, San Pedro se había puesto en su camino en forma de un pobre mendigo, y cuando el Hermano Lustig lo topó, el mendigo pidió una limosna.  El Hermano Lustig contestó, 

-"Querido mendigo, ¿qué puedo darle? He sido un soldado, y he recibido mi despido, y tengo solamente este pequeño bollo de pan del diariamente asignado, más cuatro monedas en dinero. Cuando esto se me acabe, tendré que pedir limosna como usted. Pero de  todos modos le daré algo."

Así que él dividió el pan en cuatro partes, y dio al apóstol una de ellas, y también una de las monedas. San Pedro le agradeció, y se fue adelante, y se presentó de nuevo ante el soldado también como un mendigo, pero bajo otra presentación, y cuando lo encontró le pidió de nuevo una limosna como lo hizo antes. El Hermano Lustig habló tal como lo había hecho antes, y otra vez le dio un cuarto del pan y otra de las monedas. San Pedro se lo agradeció, y se fue adelante, y por tercera vez se colocó como mendigo bajo otra apariencia y lo esperó, y le habló al Hermano Lustig . El Hermano Lustig le dio también el tercer cuarto del pan y la tercera moneda. San Pedro se lo agradeció, y el Hermano Lustig siguió adelante, quedándose solamente con un cuarto del pan, y una sola moneda.

Con esto él entró en una posada, comió su pan, y pidió una cerveza por el valor de su moneda. Una vez terminado, siguió adelante, y luego San Pedro, asumiendo el aspecto de otro soldado despedido, lo encontró y le habló así: 

-"Buenos días colega, ¿no podrías darme un pedazo de pan y una moneda para una bebida?"- 

 -"¿Y cómo podría conseguir todo eso?"- contestó el Hermano Lustig , -"He sido despedido y solamente me dieron un bollo de pan y cuatro monedas. Me encontré con tres mendigos en el camino y le di a cada uno un cuarto del pan y una moneda. Y el último cuarto del pan lo comí en la posada y con la última moneda pagué una cerveza."-

Ahora mis bolsillos están vacíos, y si tú tampoco tienes nada, podemos ir pidiendo limosna juntos."-

 -"No"-, contestó San Pedro, -"no tenemos que hacer eso en este momento. Sé un poco sobre medicina, y ganaré pronto tanto como requiero por ese medio."-

-"¡Que bueno!"-, dijo el Hermano Lustig , -"y puesto que yo no sé nada de eso, entonces iré a pedir limosna solo."- 

-"¡Oh no!, simplemente ven conmigo,"- dijo San Pedro, -"y si gano algo, compartiré contigo la mitad."-

-"Bien,"- dijo el Hermano Lustig , y se marcharon juntos.

Pronto llegaron a la casa de un campesino donde ellos oyeron gritos y lamentaciones fuertes adentro; entonces ellos entraron, y allí el marido yacía enfermo de muerte muy cerca de su final, y su esposa gritaba y lloraba en voz muy alta. 

-"Pare esos aullidos y llantos,"- dijo San Pedro, -"pondré a su marido bien otra vez,"-

 y tomó un bálsamo de su bolsillo, y curó al hombre enfermo en un momento, de modo que pudo levantarse y estar con salud perfecta. Con gran complacencia el hombre y su esposa dijeron, 

-"¿Cómo podemos recompensarle? ¿Qué le daremos?"- 

Pero San Pedro no tomaría nada, y entre más le ofrecían los campesinos, más se negaba. El Hermano Lustig , sin embargo, dio un codazo a San Pedro, y le dijo, "Toma algo; bastante seguro que lo necesitamos."

Con mucho cuidado la mujer trajo un cordero y le dijo a San Pedro que él realmente debería tomarlo, pero él insistió en que no. Entonces el Hermano Lustig  le empujó el costado, y le dijo, 

-"Tómelo ya, no sea tonto estúpido; ¡estamos en gran necesidad de el!"- 

Y San Pedro, cediendo, dijo por fin, 

-"Bien, tomaré el cordero, pero no lo cargaré. Si tú insistes en quererlo, deberás cargarlo."-

 -"No es nada,"- dijo el Hermano Lustig . -"Lo cargaré fácilmente,"- y lo tomó en su hombro. 

Entonces ellos se marcharon y llegaron a un bosque, pero el Hermano Lustig  había comenzado a sentir el cordero pesado, y tenía hambre, por lo que le dijo a San Pedro, 

-"Mira, este parece un buen lugar, aquí podríamos cocinar el cordero, y comerlo."

-"Como quieras,"- contestó San Pedro, -"pero no sé nada de cocina; si quieres lo cocinas tú, ahí hay una caldera para ti, y yo  mientras tanto me pasearé un poco hasta que todo esté listo. Sin embargo, no debes comenzar a comer hasta que yo haya vuelto, yo vendré en el tiempo correcto."-

-"Bien, ve, entonces,"- dijo el Hermano Lustig, -"entiendo de  cocina y lo manejaré." 

Entonces San Pedro se marchó, y el Hermano Lustig mató al cordero, encendió un fuego, lanzó la carne en la caldera, y la hirvió. El cordero estaba ya completamente listo y el apóstol Pedro no había vuelto, entonces el Hermano Lustig lo sacó de la caldera, lo cortó, y le buscó el corazón.

-"Se dice que esta es la mejor parte,"- dijo él, y la probó, pero por fin él se comió todo aquello por completo. 

Segundos después San Pedro volvió y dijo, 

-"Puedes comerte todo el cordero tú solo, yo solamente tendré el corazón, pásamelo por favor."-

Entonces el Hermano Lustig tomó un cuchillo y el tenedor, y fingió  mirar ansiosamente entre la carne del cordero, pero sin ser capaz de encontrar el corazón, hasta que por fin dijo repentinamente, 

-"¡No hay ninguno aquí!"-

-"¿Pero cómo puede ser?"- dijo el apóstol.

-"¡No lo sé!,"- contestó el Hermano Lustig, -"¡pero mira!, ¡que tontos que somos, buscándole el corazón al cordero, y ninguno de nosotros recordaba que un cordero no tiene ningún corazón! 

-"¡Ah!"-, dijo San Pedro, -"¡eso es algo completamente nuevo! Si  cada animal tiene un corazón, ¿por qué un cordero va a estar sin él?"-

-"No, no. Ten por seguro, mi hermano,"- dijo el Hermano Lustig, -"que un cordero no tiene ningún corazón; sólo considéralo seriamente, y luego verás que realmente no tiene ninguno."-

-"Bien, está correcto,"- dijo San Pedro, -"si no hay ningún corazón, entonces no quiero ninguna parte del cordero; y puedes comértelo todo tú solo."-

-"Lo que no pueda comer ahora, lo llevaré en mi mochila,"- dijo el Hermano Lustig, y se comió la mitad del cordero, y puso el resto en su mochila. 

Siguieron adelante, y luego San Pedro hizo que una gran corriente de agua viniera directamente a atravesárseles en su camino, quedando  obligados a pasar por en medio de ella. San Pedro dijo, 

-"Pasa tu primero."-

-"No,"- contestó el Hermano Lustig , -"tu debes ir primero," y él pensó, -"si el agua es demasiado profunda me quedaré aquí."

 Y así San Pedro se internó a caminar entre las aguas, las cuales  sólo le llegaron a su rodilla. El Hermano Lustig comenzó a pasar también, pero las aguas se hicieron más profundas y rápidamente le llegaron hasta su garganta. Entonces él gritó,

-"¡Hermano, ayúdame!"-

San Pedro dijo, 

-"¿Entonces confesarás que tú te comiste el corazón del cordero?"-

-"No,"- dijo él, -"no lo he comido."- 

Entonces la corriente de agua se puso más profunda y se elevó hasta su boca. 

-"¡Ayúdame hermano!,"- gritaba el soldado. 

San Pedro dijo, 

-"¿Entonces admites que te has comido el corazón del cordero?"-

-"No"-, contestó él, -"no lo he comido."- 

San Pedro, sin embargo, no lo dejaría ahogarse, bajó las aguas y le ayudó con eso.

Y siguieron adelante, hasta llegar a un reino donde oyeron que la hija del rey estaba enferma de muerte. 

-"¡Mira, hermano!"- dijo el soldado a San Pedro, -"esta es una oportunidad para nosotros; ¡si podemos curarla tendremos provisiones para toda la vida!"-

 Pero San Pedro no caminaba ni a la mitad de la velocidad que lo hacía el Hermano Lustig.

-"Vamos, mueva sus piernas, mi querido hermano,"- dijo él, -"que podemos ponernos allí a tiempo."- 

Y San Pedro mas bien andaba más despacio y más despacio, aunque el Hermano Lustig hiciera todo que podía para apurarlo. Por fin ellos oyeron que la princesa había muerto. 

-"¡Ahora sí que la hicimos bien!"- dijo el Hermano Lustig ; -"¡esto resulta del modo tan lento de tu andar!"-

– "Mantente tranquilo,"- contestó San Pedro, -"puedo hacer más que curar a la gente enferma; puedo traer muertos a la vida otra vez."- 

-"Bien. Si tu puedes hacer eso,"- dijo el Hermano Lustig, -"está  muy bien, pero tu deberías ganar al menos la mitad del reino para nosotros por ello."

Entonces fueron al palacio real, donde todos estaban en gran pena, y San Pedro le dijo al Rey que él restauraría a su hija a la vida. Él fue llevado donde ella yacía, y dijo, 

-"Tráigame una caldera y un poco de agua," y cuando esto fue hecho, él pidió a todos salir, y no permitió a nadie más permanecer con él, excepto al Hermano Lustig . Entonces él cortó en piezas el cuerpo de la  muchacha muerta, las puso en el agua, encendió un fuego bajo la caldera, y las hirvió. Y cuando la carne había desaparecido de los huesos, él sacó los hermosos huesos blancos, y los puso en una mesa, y los juntó en su orden natural. Cuando hubo hecho esto, dio un paso adelante y dijo tres veces, 

-"En nombre de la Trinidad Santa, mujer muerta, levántate."-

Y a la tercera vez, la princesa se levantó, viva, sana y hermosa. Entonces el rey no cabía de la alegría, y dijo a San Pedro, 

-"Pide la recompensa que quieras; aun si fuera la mitad mi reino, yo te lo daría."-

Pero San Pedro dijo, 

-"No quiero nada por ello."- 

-"¡Ah, tontito!"- pensó el Hermano Lustig, y dio un codazo en el costado a su camarada, y le dijo, 

-"¡No seas tan estúpido! Si tú no tienes ninguna necesidad de algo, yo si la tengo."-

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San Pedro, en realidad, no tendría necesidad de nada, pero cuando el rey vio que al otro le gustaría tener algo, ordenó a su tesorero que llenara la mochila del Hermano Lustig con oro. Entonces ellos continuaron su camino, y cuando llegaron a un bosque, San Pedro dijo al Hermano Lustig, 

-"Ahora, dividiremos el oro."-

-"Sí", claro".- contestó él.

Así que San Pedro dividió el oro, y lo repartió en tres montones. El Hermano Lustig pensó, 

-"¿Qué locura le ha entrado a él en su cabeza ahora? ¡Hace tres partes, y sólo hay dos de nosotros!"-

 Pero San Pedro dijo, 

-"Lo he dividido correctamente; hay una parte para mí, una para ti, y una para el que comió el corazón del cordero."-

-"¡Ah, yo lo comí!"- contestó el Hermano Lustig , y de prisa recogió  el oro. -"Usted puede confiar en lo que digo."-

-"¿Pero cómo puede ser eso posible,"- dijo San Pedro, -"cuando un cordero no tiene ningún corazón?"-

-"¿Eh, qué, hermano, en qué estás pensando? Los corderos tienen corazones como los otros animales, ¿por qué deberían sólo ellos no tener ninguno?"-

-"Bien, así sea,"- dijo San Pedro, -"guárdate el oro, pero ya no seguiré contigo; iré por mi camino solo."-

-"Como quieras, querido hermano,"- contestó el Hermano Lustig. -"Adiós."-

San Pedro tomó un camino diferente, y el Hermano Lustig pensó, 

-"Es una cosa buena que él se haya retirado por su propia voluntad.  Es realmente un santo extraño, después de todo."-

El tuvo bastante dinero, pero no sabía manejarlo, lo malgastó, lo regaló, y pasado algún tiempo ya no tenía nada. Y andando llegó a  un cierto país donde él oyó de nuevo que la hija de un rey había recién muerto. 

-"¡Ah, já!"- pensó él, -"eso puede ser muy bueno para mí; le traeré a la vida otra vez, y veré que me sean bien pagados mis servicios."- 

Entonces fue a la corte donde el rey, y ofreció levantar de nuevo a la vida a la  muchacha muerta. 

Ya el rey había oído que un soldado desempleado viajaba por el mundo y traía a personas muertas a la vida otra vez, y pensó que el Hermano Lustig era ese hombre; pero como no tenía mucha  confianza en él, consultó a sus concejales primero, quienes dijeron que debería de darle una oportunidad, ya que su hija estaba muerta, y la situación no empeoraría por ello. Entonces el Hermano Lustig pidió que le fuera traída una caldera y agua, y solicitó a todos salir de la habitación. Ya solo, cortó en piezas el cuerpo de la  muchacha muerta, las puso en el agua, encendió un fuego bajo la caldera, y las hirvió, como él había visto a San Pedro hacerlo. Y cuando la carne había desaparecido de los huesos, él sacó los hermosos huesos blancos, y los puso en una mesa, pero  como no sabía el orden en que había que ponerlos, colocó a todos ellos en posiciones incorrectas, en una total confusión.

Entonces poniéndose de pie frente a ellos dijo, 

-"En nombre de la Trinidad más santa, doncella muerta, te pido que te levantes,"- y él dijo eso tres veces, pero los huesos no se movieron. 

Y lo volvió a decir tres veces más, pero también fue en vano: 

-"¡Muchacha confundida, levántate!"- gritó él, "¡Levántate, o será peor para ti!"-

No más había dicho eso, cuando San Pedro de repente apareció con su anterior forma, como un soldado desempleado; entró por la ventana y dijo,

-"Hombre sin Dios, ¿qué estás haciendo? ¿Cómo puede la doncella muerta levantarse, cuando has esparcido sus huesos en tal confusión?"- 

-"Querido hermano, he hecho todo a lo mejor de mi capacidad,"- contestó él.

-"¡Por esta vez, te ayudaré a salir de la dificultad, pero una cosa te  digo, y esto es que si alguna vez vuelves a intentar lo mismo, será  peor para ti, y además no vas ahora a pedir ni a aceptar nada del rey por lo hecho!"-

Dicho eso, San Pedro puso los huesos en su orden correcto, y dijo a la doncella tres veces, 

-"En Nombre de la Trinidad más santa, doncella muerta, levántate,"- y la hija del rey se levantó, sana y hermosa como había sido.

Entonces San Pedro se marchó otra vez por la ventana, y el Hermano Lustig se alegró de que todo finalizó tan bien, pero estaba muy fastidiado de pensar que después de todo él no debía tomar nada por ello.

-"Solamente me gustaría saber,"- pensó él, -"que es lo que tiene en su cabeza este compañero, que lo que me da con una mano, me lo quita con la otra. ¡Eso no tiene ningún sentido en absoluto!"-

 Entonces el Rey ofreció al Hermano Lustig darle lo que deseara obtener, pero él no se atrevió a pedir nada; sin embargo, por indirectas y astucias, él encontró la forma de hacer que el Rey ordenara que su mochila quedara llena de oro, y así con ella se marchó. Cuando él salió, San Pedro estaba en la puerta, y le dijo,

-"Mira que clase de hombre eres; ¿no te prohibí tomar recompensa, y sin embargo sales con la mochila llena de oro?"

"¿Cómo puedo impedir eso,"- contestó el Hermano Lustig , -"si la gente me lo pone allí?"-

-"Bien, te diré que si de nuevo tratas de regresar un difunto a la vida, vas a sufrir por eso."-

-"Hey, hermano, no tengas ningún temor, ahora tengo dinero, ¿por qué debería yo preocuparme con estar limpiando huesos?"-

 -"¡Tengamos fe,"- dijo San Pedro, -"de que el oro durará mucho tiempo! A fin de que después de esto ya nunca pongas los pies en caminos prohibidos, le otorgaré a tu mochila esta propiedad, a saber, que cualquier cosa que desees que ingrese en ella, allí estará. Adiós, ya nunca más me verás."-

 -"Hasta la vista", dijo el Hermano Lustig, y pensó para sí mismo, 

-"Estoy muy contento de que te alejes, compañero extraño; y por cierto no te seguiré"-

 Pero sobre el poder mágico que le había sido otorgado a su mochila,  no pensó más.

El Hermano Lustig viajó con su dinero, y despilfarró y malgastó lo que tenía como lo había hecho antes. Cuando por fin no le quedaban más que cuatro monedas, pasó por una posada y pensó,

-"El dinero tendrá que irse,"- y pidió el valor de tres monedas en vino y el valor de una moneda en pan. 

Cuando estaba sentado con lo pedido, un olor a ganso asado hizo  camino a su nariz. El Hermano Lustig miró a su alrededor a  hurtadillas, y vio que el anfitrión tenía dos gansos listos en el horno. Inmediatamente él recordó que su camarada había dicho que cualquier cosa que él deseara tener en su mochila debería llegar  allí, y se dijo, 

-"¡Ah, já! Debo intentar eso con los gansos."-

Entonces él salió, y cuando estaba fuera de la puerta, dijo, 

-"Deseo aquellos dos gansos asados del horno en mi mochila,"-

 y no más terminando de decirlo, lo desabrochó y miró hacia adentro, y encontró que ya estaban ahí. 

-"¡Ah, funcionó",- dijo, -"ahora soy un hombre realizado!"- y se marchó a un prado y sacó la carne asada. 

Cuando estaba en medio de su comida, dos jornaleros llegaron y miraron con ojos hambrientos al segundo ganso, que aún no había sido tocado. El Hermano Lustig pensó, 

-"Uno es bastante para mí,"- y llamó a los dos hombres y les dijo, 

-"Tomen el ganso, y cómanlo a mi salud."-

 Ellos se lo agradecieron, y se fueron con el ganso a la posada, ordenaron media botella de vino y un pan, sacaron al ganso que les habían regalado, y comenzaron a comer. La anfitriona los vio y dijo a su marido, 

-"Aquellos dos comen a un ganso; sólo asómate y ve si no es uno de los nuestros del horno."-

 El propietario corrió al horno y comprobó que estaba vacío.

-"¡Qué!"-  gritó él, -"¡ustedes par de ladrones!, ¿quieren comer  ganso tan barato como esto? ¡Paguen por él  en este momento; o los lavaré bien con savia de avellana verde!"-

Ellos contestaron, 

-"No somos ningunos ladrones, un soldado desempleado nos dio el ganso, allí afuera en el prado."- 

-"¡No taparán mis ojos con polvo de esa manera!, el soldado estuvo aquí,  pero salió por la puerta, como un cliente honesto. Cuidé de él yo mismo; ¡ustedes lo robaron y deberán pagarlo!" Pero como ellos no podían pagar, tomó un palo, y a golpes los echó de la casa.

El Hermano Lustig siguió su camino y llegó a un lugar donde había un castillo magnífico, y no lejos de él una posada desgraciada. Él fue a la posada y pidió el alojamiento por una noche, pero el propietario se lo negó diciendo, 

-"No hay más cuartos aquí, la casa está llena de invitados nobles."-

-"Me sorprende tanto que ellos vengan aquí en vez de ir a aquel espléndido castillo", dijo el Hermano Lustig . 

-"Ah, en efecto,"- contestó el anfitrión, -"pero no es nada bonito dormir allí una noche; nadie que lo haya intentado hasta ahora, ha salido de allí vivo."-

-"Bien, si otros lo han intentado,"- dijo el Hermano Lustig, -"lo intentaré  yo también."

-"Mejor olvídelo,"- dijo el anfitrión, -"eso le costará su cuello."-

-"Eso no me matará inmediatamente,"- dijo el Hermano Lustig , -"sólo deme la llave, y algún alimento bueno y vino." 

Entonces el anfitrión le dio la llave, alimento y vino, y con todo eso en mano, el Hermano Lustig entró en el castillo, disfrutó de su cena, y al final, cuando tuvo sueño, se acostó en la tierra, pues no había ninguna cama. Pronto se durmió, pero avanzada la noche fue molestado por un gran ruido, y cuando despertó, vio a nueve horribles diablos en el cuarto, quienes formando un círculo,  bailaban alrededor de él. El Hermano Lustig dijo, 

-"Bien, bailen lo que gusten, pero ninguno de ustedes deberá venir demasiado cerca de mí."-

 Pero los diablos lo acorralaban continuamente más cerca, y casi le daban en su cara con sus horribles pies.

-"¡Ya paren, fantasmas de los diablos!"- dijo él, pero ellos se comportaron todavía peor. 

Entonces el Hermano Lustig se puso enojado, y gritó, 

-"¡Ya verán, pronto los haré calmarse!"-

 y cogió la pata de una silla y golpeó en medio de ellos. Pero nueve diablos contra un soldado era todavía demasiado, y cuando él golpeaba a aquellos que tenía delante de él, los demás lo agarraban por atrás por el pelo, y lo rasgaban despiadadamente. 

-"¡Equipo de los diablos,"- gritó él, -"se están sobrepasando, pero esperen!"-. 

-"¡A mi mochila, todos los nueve de ustedes!"-

 En un instante todos cayeron adentro, y abrochó la mochila y la lanzó en una esquina. Enseguida todo quedó de repente tranquilo, y el  Hermano Lustig se arrecostó otra vez, y quedó dormido hasta la llegada del nuevo día.

Entonces llegaron el posadero y el noble a quien pertenecía el castillo, a ver como le había ido; pero cuándo percibieron que él estaba alegre y muy bien, se sorprendieron, y preguntaron, 

-"¿No le han hecho daño los espíritus, entonces?"- 

-"La razón por la que no me dañaron,"- contestó el Hermano Lustig , -"es porque tengo a todos los nueve en mi mochila. Ya usted puede habitar una vez más en su castillo completamente tranquilo, ninguno de ellos lo frecuentará nunca más.-

El noble se lo agradeció, le hizo ricos regalos, y le pidió que  permaneciera en su servicio, y él lo aseguraría mientras viviera.

 -"No, gracias,"-  contestó el Hermano Lustig , -"estoy acostumbrado a deambular, viajaré más lejos."-

Entonces se marchó, y llegó a una herrería, puso la mochila que contenía a los nueve diablos en el yunque, y pidió al herrero y a sus aprendices golpearla. Y ellos la golpearon con sus grandes martillos con toda su fuerza, y los diablos pronunciaban aullidos que eran completamente lastimosos. Cuando él abrió la mochila después de la golpiza, ocho de ellos estaban muertos, pero uno que se había guardado dentro de un pliegue de la mochila, estaba todavía vivo, y escapándose volvió otra vez al infierno. Así el Hermano Lustig viajó mucho tiempo por todo el mundo, y aquellos que lo conocieron  pueden contar muchas historias sobre él, pero pasados los años, por fin envejeció, y pensando en su final fue donde un ermitaño que era conocido ser un hombre piadoso, y le dijo, 

-"Estoy cansado de deambular, y quiero ahora comportarme de tal manera que pueda entrar al reino del Cielo."-

 El ermitaño le aconsejó, 

-"Hay dos caminos, uno es amplio y agradable, y conduce al infierno, el otro es estrecho y áspero, y conduce al cielo."-

-"Yo sería un tonto,"- pensó el Hermano Lustig , "si tomara el camino estrecho y áspero."-

Y dispuso tomar el camino amplio y agradable, y al fin vino a dar a una gran puerta negra, que era la puerta del infierno. El Hermano Lustig llamó, y el portero se asomó para ver quién estaba allí. Pero cuando él vio al Hermano Lustig , se aterrorizó, ya que ese portero era el mismo noveno diablo que había sido encerrado en la mochila, y que se había escapado de ella con solamente un ojo morado. Entonces este portero empujó el cerrojo otra vez tan rápidamente como pudo, corrió donde el teniente superior, y le dijo, 

-"Está ahí afuera el mismo tipo de la mochila, que quiere entrar, pero si usted valora nuestras vidas y nuestra tranquilidad no permita que entre, o él deseará tener a todo el infierno dentro de su mochila."- -"Él me tuvo una vez dentro de ella y me dio un martilleo espantoso."-

Entonces le dijeron al Hermano Lustig que debía marcharse a otra parte, ya que no debería entrar allí. 

-"Si ellos no me quieren tener aquí,"- pensó él, -"veré si puedo encontrar un lugar para mí en el Cielo, ya que debo quedar en algún sitio."-

 El Hermano Lustig dio media vuelta y avanzó hasta llegar a la puerta de Cielo, donde él llamó. San Pedro estaba allí como un estricto portero. El Hermano Lustig lo reconoció inmediatamente, y pensó, 

-"Aquí encuentro un viejo amigo, esto estará mejor."-

Pero San Pedro dijo, 

-"Realmente creo que quieres entrar al Cielo."-

-"Déjame entrar, hermano, pues debo estar en algún sitio. Si en el Infierno me hubieran aceptado, no hubiera venido acá."-

-"No,"- dijo San Pedro -"no debes entrar"-

-"Entonces, si no puedo entrar, toma la mochila, ya que no tendré en adelante nada tuyo."-

-"Dámela entonces."- dijo San Pedro.

Y el Hermano Lustig le dio la mochila a través de las barras del portón, y San Pedro la colocó al lado de su asiento. Inmediatamente el Hermano Lustig  dijo,

-"Deseo que yo esté dentro de la mochila."-

Y en un instante quedó dentro de ella y dentro del Cielo, y a San Pedro no le quedó más remedio que dejarlo permanecer allí.

Enseñanza:

Hay muchas personas, que siendo sencillas y sin tener mucho conocimiento, son a la vez bondadosas y perspicaces, y gracias a su astucia innata, se ganan su vida sin maltratar a nadie y son apreciados por quienes llegan a conocerles.

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059-Los Seis Cisnes

Hace mucho tiempo, un rey cazaba en un gran bosque, y persiguió a una bestia salvaje con tanta impaciencia que ninguno de sus asistentes podía seguirlo. Cuando la tarde finalizaba, él se paró y miró alrededor, y se dio cuenta de que había perdido su camino. Buscó una salida, pero no podía encontrar ninguna. Entonces se topó con una mujer anciana con una cabeza que se movía  permanentemente, la que vino hacia él, pero no sabía que era una bruja.

-"Buena mujer,"- le dijo él, -"¿podría usted mostrarme el camino por el bosque?" 

-"Ah, sí, señor rey,"- contestó ella, -"seguramente que puedo, pero con una condición, y si usted no la cumple, usted nunca saldrá del bosque, y morirá de hambre dentro de él."

-"¿Qué tipo de condición es esa?"- preguntó el rey.

-"Tengo a una hija,"- dijo la anciana, -"quien es tan hermosa como nada en el mundo, y bien merece ser su consorte, y si usted la hace  su reina, le mostraré la salida del bosque."-

En la angustia de su corazón el rey consintió, y la anciana lo condujo a su pequeña choza, donde su hija se sentaba al lado del fuego. Ella recibió al rey como si ella hubiera estado esperándolo, y él vio que ella era muy hermosa, pero de todos modos ella no fue de su complacencia, y él no podía mirarla sin sentir un horror secreto. Después de que él había montado a la doncella en su caballo, la anciana le mostró el camino, y el rey alcanzó su palacio real otra vez, donde la boda fue celebrada.

El rey era viudo, había estado casado ya una vez, y tenía con su primera esposa, siete hijos, seis muchachos y una muchacha, que él amaba más que cualquier cosa en el mundo. Cuando él ahora temió que la nueva madrastra no pudiera tratarlos bien, y hasta hacerles algún daño, los llevó a un castillo solitario que estaba asentado  en medio de un bosque. Estaba tan oculto, y el camino era tan difícil de encontrar que él él mismo no lo habría encontrado, si una mujer sabia no le hubiera dado un ovillo de hilo con maravillosas propiedades. Cuando lo lanzaba hacia abajo delante de él, el ovillo se desenrollaba y le mostraba el camino.

El rey, sin embargo, se alejaba con tanta frecuencia a ver a sus queridos hijos que la reina observó su ausencia. Ella era curiosa y quiso saber que era lo que él hacía cuando andaba completamente solo en el bosque. Ella les ofreció mucho dinero a sus criados, y ellos, faltando a su fidelidad al rey, le dijeron el secreto, y le comentaron además igualmente sobre el ovillo que podía indicar el camino. Y ahora no descansó hasta que averiguó donde el rey guardaba el ovillo de hilo. Luego hizo pequeñas camisas de seda blanca, y como ella había aprendido el arte de brujería de su madre, cosió un encanto dentro de ellas. Y un día, cuando el Rey había salido de caza en su caballo, ella tomó las pequeñas camisas y entró en el bosque, y el ovillo le mostró el camino.

Los jóvenes, que vieron a la distancia que alguien se acercaba, pensaron que su querido padre venía, y llenos de alegría, corrieron  para encontrarlo. Entonces ella lanzó las pequeñas camisas sobre cada uno de ellos, y apenas las camisas tocaron sus cuerpos, fueron convertidos en cisnes, y se fueron volando sobre el bosque. La reina se fue a casa completamente satisfecha, y pensó que ella se había librado de sus hijastros, pero la muchacha no había salido corriendo con sus hermanos, y la reina no sabía nada sobre ella. Al día siguiente el rey fue a visitar a sus hijos, pero él no encontró a nadie, excepto a la joven.

"¿Dónde están tus hermanos?",- preguntó el rey 

"¡Ay, querido padre,"- contestó ella, -"ellos se han marchado y me han dejado sola!"

Y ella le dijo que había visto desde su pequeña ventana como sus hermanos se habían ido volando sobre el bosque en forma de cisnes, y le mostró las plumas que ellos habían dejado caer en el patio, y que ella había recogido. El rey se afligió, y no se imaginó que la reina había hecho toda esta maldad, y cuando él temió que la muchacha también fuera robada y alejada de él, quiso llevársela consigo. Pero ella tuvo miedo de su madrastra, y suplicó al rey que la dejara permanecer solamente esta noche más en el castillo forestal.

La pobre muchacha pensó, 

-"Ya no puedo quedarme aquí. Iré y buscaré a mis hermanos."-

Y cuando llegó la noche, salió y fue directamente hacia el bosque. Ella anduvo la noche entera, y el día siguiente también sin parar, hasta que ya no pudo ir más lejos por el cansancio.

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Entonces vio una choza en el bosque, y entrando en ella  encontró un cuarto con seis pequeñas camas, pero ella no se aventuró a meterse en una de ellas, sino que se arrastró debajo de  una, y se acostó en la dura tierra, teniendo la intención de pasar la noche allí. Justo antes de la puesta del sol, ella oyó un crujido, y vio seis cisnes que venían llegando volando hacia la choza.

Ellos se posaron en la tierra y se soplaron el uno al otro, y se quitaron todas las plumas y las pieles de su forma de cisne como quien se quita una camisa. Entonces la joven los miró y reconoció a todos sus hermanos, se alegró y se arrastró hacia adelante desde debajo de la cama hacia donde estaban ellos. Los hermanos no estuvieron menos encantados de ver a su hermana, pero su alegría sería de corta duración. 

-"Aquí no puedes permanecer,"- le dijeron ellos. -"Este es un refugio de ladrones, si ellos vienen y te encuentran, te matarán. 

-"¿Pero no pueden ustedes protegerme?"- preguntó la hermana.

-"No,"- contestaron, -"sólo durante un cuarto de hora cada tarde podemos dejar a un lado las pieles de cisne y tener durante ese tiempo nuestra forma humana; después de eso, somos una vez más convertidos en cisnes."-

La hermana lloró y dijo, 

-"¿Y no podrían ser puestos en libertad?"-

-"¡Ay, no,"- contestaron ellos, -"las condiciones son demasiado difíciles! Durante seis años tú no debes ni hablar ni reír, y durante ese tiempo debes coser seis pequeñas camisas de paja del bosque  para nosotros. Y si una simple palabra sale de tus labios, todo el trabajo se habrá perdido."-

 Y cuando los hermanos habían dicho esto, el cuarto de hora terminó, y ellos volaron por la ventana otra vez como cisnes. La doncella, sin embargo, firmemente resolvió salvar a sus hermanos, aun si esto le costara su vida. Ella dejó la choza, entró en el medio del bosque, se acomodó en un árbol, y allí pasó la noche.

A la mañana siguiente ella salió y juntó paja del bosque y comenzó a coser. Ella no podía hablarle a nadie, y no tenía ninguna inclinación de reírse; se sentó y miró solamente a su trabajo. Cuando ya había pasado mucho tiempo allí, acertó a pasar el rey de ese territorio que andaba de caza en el bosque, y sus cazadores vinieron al árbol en el cual se encontraba la doncella. Ellos la llamaron y dijeron, 

-"¿Quién eres tú?"- Pero ella no dio ninguna respuesta. 

-"Baja y ven con nosotros,"- dijeron ellos. -"no te haremos daño."-

Pero sólo sacudió su cabeza. Cuando ellos la presionaron con más preguntas, les lanzó su collar de oro, y pensó que así los contentaría.

Ellos, sin embargo, no cesaron, y luego ella les lanzó su faja, y como esto tampoco no era ningún objetivo, siguió con sus ligas, y poco a poco todo lo que ella tenía, hasta quedar únicamente con su vestido. Los cazadores, no se dejaron ser desmotivados por eso, y subieron el árbol y trajeron a la doncella abajo y la condujeron ante el rey. El rey preguntó, 

-"¿Quién eres tú? ¿Qué estás haciendo subida en el árbol?"-

 Pero ella no contestó. Él hizo la pregunta en cada lengua que él sabía, pero ella permaneció tan muda como un pescado.

Como era tan hermosa, el corazón del rey fue tocado, y un gran amor nació por ella. Él puso su capa sobre ella, la montó en su caballo, y la llevó a su castillo. Entonces él hizo que fuera vestida en ricas ropas, y brilló en su belleza como la luz del día, pero ninguna palabra podría ser sacada de ella. Él la colocó a su lado en la mesa, y su porte modesto y su cortesía lo complacieron tanto que él dijo, -"Es con ella con quien deseo casarme, y no con ninguna otra mujer en el mundo."-

Y después de algunos días él la tomó en matrimonio.

Este rey, tenía a una malvada madrastra que estuvo descontenta con el  matrimonio y habló mal de la joven reina. 

-"¿Quién sabe,"- dijo ella, -"de dónde viene esa criatura que no puede hablar? ¡Ella no es digna de un rey!"- 

Después de que había pasado un año, cuando la reina trajo a su primer niño al mundo, la anciana madrastra del rey, mientras la joven dormía, tomó al niño, y le untó su boca con sangre. Entonces ella fue al rey y acusó a la Reina de ser una caníbal. El rey no lo creería, y no permitiría que fuera maltratada.

La reina, continuamente seguía con la costura de las camisas, y no se preocupaba por nada más. La siguiente vez, cuando ella trajo al mundo otro niño hermoso, la vieja madrastra del rey usó la misma artimaña, pero el rey no dio crédito a sus palabras. Él dijo, 

-"Mi esposa es demasiado piadosa y buena para hacer algo de esa  clase;  y si ella no fuera muda, podría defenderse, y su inocencia saldría a luz."-

Pero cuando la anciana hizo lo mismo con el tercer niño, y acusó a la reina, quien no pronunció una palabra en su propia defensa, el rey no pudo hacer más que la entregasen a la justicia, y ella fue condenada a sufrir la muerte en la hoguera.

Cuando llegó el día de ser ejecutada la sentencia, era el mismo día en que se cumplían los seis años durante los cuales ella no debía hablar o reír, y así ella había logrado librar a sus queridos hermanos del poder del encanto. Las seis camisas estaban listas, sólo la manga izquierda del sexto faltaba. Cuando ella era conducida al poste de la hoguera, puso las camisas en su brazo, y cuando estaba de pie en lo alto y el fuego ya iba a ser encendido, ella miró a su alrededor y vio a los seis cisnes volando por el aire hacia ella. Entonces supo  que su liberación estaba cerca, y su corazón saltó con alegría.

Los cisnes volaron hacia ella y se colocaron abajo, de modo que ella pudiera lanzar las camisas sobre ellos, y cuando fueron tocados por las camisas, las pieles de cisne cayeron, y sus hermanos quedaron de pie en su propia forma corporal frente a ella, y eran vigorosos y hermosos. El más joven sólo careció de su brazo izquierdo, y tenía en su lugar el ala de un cisne en su hombro. Ellos se abrazaron y besaron el uno al otro, y la reina fue donde el rey, quien estaba  enormemente emocionado, y comenzando a hablar ella le  dijo, 

-"Mi muy amado esposo, ahora ya puedo decirte y declarar a ti que soy inocente, y falsamente acusada."-

Y ella le contó de la artimaña de la anciana quien se había llevado a sus tres niños y los había escondido. Entonces para gran alegría del rey los trajeron allí, y como castigo, la mala madrastra pasó a ser juzgada y condenada según las leyes del reino.

Y el rey y la reina con sus seis hermanos y sus hijos, vivieron muchos años en felicidad y paz.

Enseñanza:

La firme decisión de realizar una tarea, y la perseverancia para llevarla a cabo a pesar de las adversidades, conducen al éxito.

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060-El Ratón y el Gato Asociados 

Cierto gato conoció una vez a un ratón, y le habló tanto sobre el gran amor y amistad que él le sentía, que por fin el ratón aceptó que podrían vivir y manejar la casa juntos.

-"Pero debemos hacer una provisión para el invierno, o si no  sufriremos hambre,"- dijo el gato, -"y tú, ratoncito, no debes arriesgarte en todo lado, pues puedes ser agarrado por una trampa algún día"-

El buen consejo fue aceptado, y compraron una vasija de grasa, pero no sabían donde ponerla.

Al fin, después de mucha consideración, el gato dijo, 

-"No sé de ningún otro lugar donde sería mejor almacenado que en la iglesia, ya que nadie se atrevería a llevarse nada de allí. Lo pondremos bajo el altar, y no lo tocaremos hasta que realmente lo necesitemos."-

Así la vasija fue colocada en lugar seguro. Pero no pasó mucho tiempo para que el gato sintiera gran ansiedad por la grasa,  y dijo al ratón, 

-"Quiero decirte algo, ratoncito; mi primo ha traído un pequeño hijo al mundo, y me ha pedido ser su padrino; él es blanco con puntos marrones, y debo sostenerlo sobre la fuente en el bautizo. Permíteme salir hoy, y tu te encargas del cuido de la casa".-

-"Sí, sí,"- contestó el ratón -"por supuesto, ve, y si consigues algo bueno, piensa en mí, me gustaría una gota de vino bautismal rojo y dulce."-

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Todo lo que dijo el gato, sin embargo, era falso. No había tal primo, y no había tal bautizo. Salió el gato de la casa hacia la iglesia, tomo la vasija de grasa y comenzó a lamerla y lamió la cumbre de la grasa. Y luego se dio un paseo por las azoteas de la ciudad, visitó amistades, tomó un rato de sol, y lamió sus labios siempre pensando en la vasija de grasa y regresó a casa antes del final de la tarde.

-"¡Oh, ya regresaste!"- dijo el ratón -"sin duda tuviste un día alegre."-

-"Todo salió muy bien."- contestó el gato.

-"¿Y que nombre le pusieron?"-

-"Rica Cumbre."- dijo el gato tranquilamente.

-"¿Rica Cumbre?"- gritó el ratón -"es un nombre muy raro y poco común, ¿es eso habitual en tu familia?

-"¿Y que significa eso?"- dijo el gato -"no es peor que Roba Migas, como llaman a tus ahijados."-

A los pocos días el gato fue atacado por el antojo otra vez. Y le dijo al ratón, 

-"Podrías hacerme un favor, y una vez más hacerte cargo de manejar tú solo la casa durante un día. Me piden otra vez ser el padrino, y, como el bebé tiene un aro blanco por su cuello, no puedo negarme."-

El buen ratón consintió, pero el gato se arrastró detrás de las paredes de la ciudad hasta llegar a la iglesia, y devoró la mitad de la vasija de grasa. 

-"Nada es nunca tan bueno como lo que uno guarda para uno,"-  dijo, y estuvo completamente satisfecho por el trabajo de ese día.

Cuándo llegó a casa el ratón preguntó, 

-"¿Y con qué nombre lo bautizaron?" 

-"Por La Mitad,"- contestó el gato. 

-"¡Por La Mitad! ¿Qué estás diciendo? ¡Nunca oí ese nombre en mi vida, apostaré algo a que no existe en el calendario!"-

Unos días después el gato tuvo de nuevo el antojo, y dijo:

-"Todo lo bueno viene de tres en tres. Me piden de nuevo ser padrino. El recién nacido es completamente negro, sólo tiene blancas las blancas, pero con esa excepción, no tiene ni un solo pelo blanco en su cuerpo entero; esto sólo pasa una vez cada pocos años, ¿me dejarás ir, verdad? 

-"¡Rica Cumbre,! ¡Por La Mitad!"- contestó el ratón, -"ellos son raros nombres, y me ponen muy pensativo."-

-"Tú te sientas en casa,"- dijo el gato, -"en tu abrigo de piel oscuro gris y larga cola, y estás lleno de fantasías, eso es porque no sales  en el día."-

Durante la ausencia del gato el ratón limpió la casa, y puso todo en orden, pero el gato avaro en cambio, vació completamente la vasija  de grasa. 

-"Cuando todo está comido por completo uno tiene un poco de paz,"- se dijo, y bien lleno y gordito no volvió a casa hasta la noche.

Al llegar, el ratón inmediatamente preguntó que nombre había sido dado al tercer bebé. 

-"De seguro no te complacerá más que los demás," dijo el gato -"Lo llamaron Todo Comido."-

-"¡Todo Comido!,"- gritó el ratón, -"¡es el nombre más sospechoso de todos! Nunca lo he visto en ningún libro. Todo Comido; ¿qué puede eso significar?"- y el gato sacudió su cabeza, se lamió, y se fue a dormir sin decir más palabras.

A partir de ese día nadie invitó al gato a ser padrino, pero cuando llegó el invierno y ya no se encontraba qué comer afuera, el ratón pensó en la provisión, y dijo, 

-"Ven gato, vamos a nuestra vasija de grasa que tenemos almacenada para nosotros, la disfrutaremos."- 

-"Sí, claro"- contestó el gato, -"vas a disfrutar tanto como cuando pegas esa lengua fina tuya por la ventana."

Y salieron hacia la iglesia, pero cuando llegaron, la vasija de grasa  estaba todavía en su lugar, pero estaba vacío. 

-"¡Ay!"- dijo el ratón, -"ahora veo lo que ha pasado, ahora esto sale a luz! ¡Verdaderamente eres un mal amigo! Has devorado todo  cada vez que venías de padrino. Primero Rica Cumbre, luego Por La Mitad, y por último…"-

-"Ya, ¡cállate la boca!,"- gritó el gato -"una palabra más y te comeré también."-

-"..Todo Comido"- terminó de salir de los labios del pobre ratón.

Y no más terminaron de escucharse aquellas palabras, cuando el gato saltó sobre él, lo agarró y se lo tragó.

Desdichadamente, así son atrapados los inocentes.

Enseñanza:

Nunca hay que asociarse con quien acostumbra ser nuestro gratuito enemigo.

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061-Las Tres Hojas de la Serpiente 

Había una vez un hombre pobre, que ya no podía apoyar más a su único hijo. Entonces dijo el hijo, 

-"Querido padre, las cosas van tan mal con nuestra economía, que soy una carga para usted. Yo prefiero marcharme y ver como puedo ganarme mi pan."-

Entonces el padre le dio su bendición, y con gran pena se despidió de él. En este tiempo el rey del país estaba en guerra, y el joven tomó el servicio con el rey, por lo que se inscribió para luchar.

Y cuándo se presentaron frente al enemigo, hubo una gran batalla, y mucho peligro, y llovió tanto fuego que sus compañeros caían por todos  lados, y cuando el líder también fue matado, aquellos que quedaban estuvieron a punto de darse a la fuga, pero el joven se puso adelante, les habló vigorosamente, y gritó, 

-"¡No dejaremos a nuestra patria ser arruinada!"-

Entonces los demás lo siguieron, y él siguió adelante y al fin triunfó frente al enemigo. Cuando el rey oyó que a él sólo le debía la victoria, el  rey lo levantó sobre todos los demás, le dio grandes tesoros, y lo hizo el primero en el reino.

El Rey tenía a una hija que era muy hermosa, pero también era muy extraña. Ella había hecho un voto de no tomar a nadie como su señor y marido si no prometía dejarse ser sepultado vivo con ella si ella muriera primero. 

-"¿Si él me amara con todo su corazón,"- dijo ella, -"de qué le servirá la vida a él después?"- 

Por su parte ella haría lo mismo, si él muriera primero, bajaría a la tumba con él. Este juramento extraño había espantado hasta este tiempo a todo pretendiente, pero el joven se encantó tanto con su belleza que no le importaba ninguna otra cosa, y la pidió a su padre como esposa. 

-"¿Pero ya sabes bien que es lo que debes prometer?"- preguntó el rey. 

-"Debo ser sepultado con ella,"- contestó él, -"si la sobrevivo, pero mi amor es tan grande que no me importa el riesgo."

 Entonces el rey consintió, y la boda fue solemnizada con gran esplendor.

Ellos vivieron un tiempo muy felices y contentos el uno con el otro, pero luego aconteció que la joven reina fue atacada por una enfermedad severa, y ningún médico pudo salvarla. Y cuando ella yacía allí muerta, el rey joven recordó lo que él había prometido, y  se horrorizó al pensar en la obligación de acostarse vivo en la tumba, pero no cabía ninguna fuga. El rey padre había colocado a centinelas en todas las puertas, y no era posible evitar su destino. Cuando vino el día en que el cadáver debía ser sepultado, él fue bajado a la bóveda real con ella, y luego la puerta fue cerrada y echado el cerrojo.

Cerca del ataúd estaba una mesa en la cual había cuatro velas, cuatro bollos de pan, y cuatro botellas de vino, y cuando esta provisión llegara a su final, él tendría que morir de hambre. Y él se sentó allí lleno de dolor y de pena, comió cada día sólo un trocito del pan, bebió sólo un traguito de vino, y vio la muerte diariamente acercándose cada vez más cerca. Mientras él estaba así miró fijamente una esquina, y vio que por un hueco venía saliendo una serpiente con intenciones de acercarse al cadáver. Y cuando él pensó que venía  para morderla, él sacó su espada y dijo, 

-"¡Mientras yo viva, no la tocarás!"- y cortó a  la serpiente en tres pedazos.

Al poco rato, una segunda serpiente se arrastró por el agujero, y cuando vio a la otra serpiente muerta y cortada en pedazos, se  devolvió, pero pronto regresó con tres hojas verdes en su boca. Entonces ella tomó los tres pedazos de la serpiente muerta, los puso juntos, justo donde deberían ir, y colocó una de las hojas en cada herida. Inmediatamente las partes cortadas se juntaron, la serpiente se movió, volvió a la vida otra vez, y ambas apresuradamente se alejaron juntas. Las hojas fueron dejadas en la tierra, y un deseo entró en la mente del infeliz hombre que había estado mirando todo esto: saber si el poder maravilloso de las hojas que habían traído a la serpiente a la vida otra vez, no podrían servir igualmente a un ser humano.

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Entonces él recogió las hojas y puso a una de ellas en la boca de su esposa muerta, y los otros dos en sus ojos. Y apenas había él hecho eso, cuando la sangre se movió en sus venas, se elevó a su cara pálida, y se llenó de color otra vez. Entonces ella recuperó el aliento, abrió sus ojos, y dijo, 

-"Oh, Dios, ¿dónde estoy yo?"

-"Estás conmigo, querida esposa,"- contestó él, y le dijo como había pasado todo, y como él la había devuelto otra vez a la vida. Entonces él le dio un poco de su vino y del pan, y cuando ella había recobrado su fuerza, él la levantó y fueron a la puerta y llamaron, y llamaron en voz tan alta que los centinelas los oyeron, y se lo dijeron al rey. El rey bajó y abrió la puerta, y allí los encontró tanto fuertes como bien en todo, y se alegró con ellos que ahora toda la pena había terminado. El rey joven tomó las tres hojas de serpiente con él, se las dio a un criado fiel y le dijo, 

-"Guárdalas para mí con cuidado, y llévalas constantemente contigo; ¡quién sabe de que problema ellas podrían sacarnos aún!"-

Sin embargo, un cambio había tenido lugar en su esposa. Después de haber sido restablecida a la vida, parecía que todo su amor por su esposo había desaparecido de su corazón. Tiempo más tarde, una vez que el joven quiso hacer un viaje por mar para visitar a sus padres, después de abordar la nave, ella fue indiferente al gran amor y fidelidad que él le había mostrado a ella, y que fueron los motivos para rescatarla de la muerte, contrayendo una malévola inclinación hacia el capitán del navío. Y una vez, cuando el rey joven estaba dormido, ella llamó al capitán y ella agarró al joven por la cabeza, y el capitán lo tomó por los pies, y lo lanzaron hacia abajo al mar.

Cuando el vergonzoso hecho fue ejecutado, ella dijo, 

-"Ahora déjanos volver a casa, y diremos que él murió durante el viaje. Te alabaré y elogiaré tanto ante mi padre que él te casará conmigo, y te hará el heredero de su corona."-

Pero el criado fiel que, sin que lo notaran, había visto todo lo que ellos hicieron, desató un pequeño bote del barco, entró en él, y salió en el bote en busca de su patrón, y dejó a los traidores continuar su camino. Él alcanzó y sacó el cadáver, y por la ayuda de las tres hojas de la serpiente, las cuales él llevó siempre consigo, las que puso en los ojos y boca del joven, devolviendo  afortunadamente al joven rey a la vida.

Ambos remaron con toda su fuerza de día de y noche, y su pequeño bote navegó tan rápidamente que ellos llegaron donde el viejo rey antes de que los demás lo hicieran. Él se sorprendió  cuando los vio venir solos, y preguntó qué les había pasado. Cuando él supo de la maldad de su hija dijo, 

-"No puedo creer que ella se haya comportado tan malvadamente, pero la verdad saldrá a luz muy pronto,"- y pidió a ambos entrar en una cámara secreta para mantenerse debidamente escondidos de toda persona.

Poco después el gran barco llegó, y la mujer descarriada apareció ante su padre fingiendo un semblante preocupado. Él preguntó,

-"¿Por qué regresas sola? ¿Dónde está tu marido?" 

-"Ay, querido padre,"- contestó ella, -"vengo a casa otra vez con una gran pena; durante el viaje, mi marido enfermó de repente y murió, y si el buen capitán no me hubiera dado su ayuda, todo  habría ido el mal conmigo. Él estuvo presente en su muerte, y lo  puede atestiguar a todos ustedes."-

El rey entonces dijo, 

-"Traeré a los muertos a la vida otra vez,"- y abrió la cámara, y pidió a  los dos salir.

Cuando la mujer vio a su marido, quedó atónita, y cayó en sus rodillas y pidió piedad. El rey dijo, 

-"No habrá ninguna piedad. Él estaba dispuesto a morir contigo y te restauró a la vida otra vez, pero tú lo asesinaste mientras dormía, y deben recibir la recompensa que eso genera."-

Entonces ella fue colocada junto con su cómplice en un bote y enviados al mar, de donde nunca más se volvió a saber de ellos.

Enseñanza:

La respuesta a una gran fidelidad, debe ser siempre otra gran fidelidad recíproca, nunca la traición.

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62-La Boda de Hans

Había una vez un joven campesino llamado a Hans, cuyo tío quiso encontrarle una esposa rica. Él por lo tanto sentó a Hans detrás de la estufa, la que estaba muy caliente. Entonces le trajo un vaso de leche y mucho pan blanco, le dio una brillante recién acuñada moneda en su mano, y le dijo, 

-"Hans, sostén esa moneda fuertemente, desmiga el pan blanco en la leche, y permanece  donde estás, y no te muevas de este sitio antes de que yo vuelva."-

– "Sí,"- dijo Hans, -"haré todo eso"-

 Entonces el tío se puso un viejo pantalón remendado con parches, fue a donde  la hija de un campesino rico en el pueblo vecino, y le dijo, 

-"¿No se casaría usted con mi sobrino Hans?, usted conseguiría a un hombre honesto y sensible que le satisfaría."

El padre codicioso preguntó, 

-"¿Cómo está el en cuanto a sus medios? ¿Tiene pan para compartir?"-

-"Querido amigo,"- contestó el tío, -"mi sobrino joven tiene un asiento cómodo, un trozo agradable de dinero en la mano, y mucho pan para compartir, además él tiene completamente tantos parches  como tengo yo," (y al hablar, daba palmadas a los parches en su pantalón, pero en aquellos caseríos, las parcelas de tierra eran también llamados "parches".) "Si usted sacara el rato para ir a casa conmigo, usted verá inmediatamente que todo es como le he dicho."-

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Entonces el avaro padre no quiso perder esta buena oportunidad, y dijo, 

-"Si así es el caso, no tengo nada más que hablar para contradecir el matrimonio."-

Así la boda fue celebrada durante el día designado, y cuando la joven esposa salió al aire libre para ver la propiedad del novio, Hans se quitó su abrigo de domingo y se puso su vestido de trabajo  remendado con parches y dijo, 

-"Se me podría estropear mi abrigo bueno."-

Entonces ellos salieron juntos y dondequiera que una división  viniera a la vista, o los campos y los prados se vieran separados el uno del otro, Hans señalaba con su dedo y luego daba palmadas a un parche grande o a uno pequeño que hubiera en su remiendo en su vestido de trabajo, y decía, 

"Este parche es mío, y ese otro también, mi muy querida esposa, sólo míralo,"- suponiendo así que su esposa no debería contemplar la amplia tierra, sino su ropa, la que sí era realmente de su propiedad.

———-

Y tú lector, me preguntas: 

-"¿De veras estuviste en la boda?", 

-"Sí, por supuesto que estuve, y con traje completo. Mi sombrero era de nieve (por decir blanco), pero vino el sol y lo derritió. Mi abrigo era de telas de araña (por decir de finos hilos), pero tuve que pasar entre unas espinas y me lo rasgaron. Mi zapatos eran de cristal (por decir muy brillantes), y cuando tropecé con una piedra, hicieron "clic" y se quebraron en dos."-  

 Enseñanza:

Nunca debe de hablarse con doble significado o doble sentido en las frases y palabras. Es mejor dejar siempre bien claro lo que se dice, sin tratar de engañar a nadie.

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063-Hans con Suerte

Hans había servido a su patrón durante siete años, entonces fue donde él y le dijo, 

-"Patrón, he decidido terminar mis trabajos acá; ahora yo quiero tener la dicha de ir a casa a mi madre; por favor deme mi  parte correspondiente."-

El patrón contestó, 

-"Usted me ha servido fielmente y con honestidad; cuando el servicio es así, igual debe ser la recompensa."- Y le dio a Hans una pieza de oro tan grande como su cabeza.

Hans sacó su pañuelo de su bolsillo, envolvió la pieza, la puso sobre su hombro, y salió por el camino hacia su casa.

Mientras iba de camino, siempre poniendo un pie antes del otro, vio a un jinete trotar rápida y alegremente en un caballo. 

-"¡Ah!"- dijo Hans en voz alta, -"¡Qué cosa más fina es montar a caballo! Allí uno se sienta en una silla; no tropieza con  piedras, protege sus zapatos, y uno avanza, sin preocuparse de cómo lo hace."-

El jinete, que lo había oído, se paró y lo llamó, 

-"¡Hey! ¿Hans, por qué va usted a pie, entonces?"-

-"Debo hacerlo,"- contestó él, -"ya que tengo que llevar esta pieza  a casa; que en verdad es una pieza de oro, pero no puedo sostener mi cabeza derecha por causa de ella, y eso hace daño a mi hombro."-

-"Le diré que haremos,"- dijo el jinete, -"intercambiemos:  yo le daré mi caballo, y usted me da su pieza."

-"Con toda mi dicha,"- dijo Hans, -"pero permítame decirle que  usted tendrá que avanzar lentamente con esa carga."-

El jinete se bajó, tomó el oro, y ayudó a Hans a subir; entonces le dio la brida firmemente en sus manos y le dijo, 

-"Si usted quiere ir en con paso realmente bueno, usted debe hacer chut chut con su lengua y gritar: "¡Arre! ¡Arre!"

Hans estuvo felizmente encantado cuando se sentó sobre el caballo y anduvo a caballo lejos, orgullosa y libremente. Al ratito él pensó que debería ir más rápido, y comenzó a hacer chut chut con su lengua y a gritar: "¡Arre! ¡Arre!"  El caballo se puso en un agudo trote, y antes de que Hans supiera donde se encontraba, fue lanzado abajo, cayendo en una zanja de desagüe que separaba al campo del camino. El caballo se habría marchado lejos también si no hubiera sido parado por un campesino, que venía por camino  conduciendo a una vaca delante de él.

Hans acomodó su cuerpo y se levantó en sus piernas otra vez, pero sintiéndose fastidiado, le dijo al campesino, 

"Qué mal chasco, esta equitación, sobre todo cuando uno se adhiere a  una yegua como ésta, que da una patada y lo bota a uno, de modo que cualquiera podría romperse el cuello así de fácil. Nunca voy a yo montarla otra vez. Ahora bien, me gusta su vaca, porque uno puede andar silenciosamente detrás de ella, y tener, además, algo de leche, mantequilla y queso cada día sin falta. Lo que daría yo para tener a semejante vaca."-

-"Bien,"- dijo el campesino, -"si eso le daría tanto placer, no me opongo a cambiar la vaca por el caballo."-

Con gran placer, Hans estuvo de acuerdo, el campesino brincó sobre el caballo, y galopando se alejó rápidamente.

Hans condujo a su vaca silenciosamente delante de él, y meditó su trato afortunado. 

-"Si sólo tengo un bocado de pan, – lo cual difícilmente me fallaría – puedo comer mantequilla y queso tan a menudo como me gusta; y si tengo sed, puedo ordeñar a mi vaca y beber la leche. ¿Corazón bueno, qué más puedo querer?"-

Al llegar a una posada él hizo una parada, y en su gran alegría  comió por completo lo que traía con él – su almuerzo y cena – y cuanto cosa encontró que tenía, y con sus últimas monedas adquirió media jarra de cerveza. Entonces él condujo a su vaca por delante a lo largo del camino al pueblo de su madre.

Cuando el mediodía estaba en su máximo punto y el calor era más opresivo, Hans se encontró sobre un páramo que tomaría  aproximadamente una hora para cruzarlo. Él lo sintió muy caliente y su lengua se resecaba con la sed. 

-"Puedo encontrar una cura para esto,"- pensó Hans; "ordeñaré a la vaca ahora y me refrescaré con la leche."-

 Él la ató a un árbol seco, y como no tenía ningún balde, puso su gorra de cuero debajo; pero por más que lo intentó, ni una gota de leche salió. Y como él se puso a trabajar de un modo torpe, la bestia se impacientó y por fin le dio tal golpe en su cabeza con su pie trasero, que él cayó en la tierra, y durante mucho rato no pudo pensar donde era que estaba.

Por fortuna en ese momento venía un carnicero por el camino con una carretilla, en la cual traía atado a un cerdo joven. 

-"¿Qué está pasando aquí?"- gritó él, y ayudó al bueno de Hans. 

Hans le dijo lo que había pasado. El carnicero le dio su matraz y le dijo, 

-"Tome de la bebida y refrésquese. La vaca no dará seguramente ninguna leche, es una vieja bestia; en el mejor de los casos es sólo adecuada para el arado, o para el carnicero."-

"-¿Bien, pues"- dijo Hans, mientras se acariciaba su pelo en su cabeza, -"quién lo habría pensado? Ciertamente es una cosa fina cuando uno puede matar a una bestia así en casa; ¡qué carne obtiene uno! Pero no se me antoja mucho la carne de vaca, no es bastante jugosa para mí. Un cerdo joven como ese es lo que me  gustaría tener, sabe completamente diferente; ¡y luego hay salchichas!"-

-"Oye Hans," dijo el carnicero, -"por el aprecio que le tengo, aceptaré el cambio, y le dejaré tener al cerdo por la vaca."-

-"¡Que el cielo le reembolse su bondad!"- dijo Hans cuando le dejaba a la vaca, mientras el cerdo era desatado de la carretilla, y la cuerda por la cual estaba atado, fue puesta en su mano.

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Hans continuó su camino, y pensaba como todo iba saliendo como él deseaba; cómo cada vez que se encontraba realmente con algo  inconveniente, era inmediatamente puesto a derecho. En ese momento se encontró con un joven que llevaba un ganso blanco fino bajo su brazo. Ellos se dijeron buenos días el uno al otro, y Hans comenzó a contar de su buena suerte, y como él siempre hacía tales buenos tratos. El muchacho le dijo que él llevaba al ganso a un banquete de bautizo. 

-"Sólo levántelo,"- añadió él, y lo sostuvo por las alas; -"vea como pesa, pues ha sido engordado durante las ocho semanas pasadas. Quienquiera que pruebe un poco de él cuando esté asado, tendrá que limpiar la grasa de ambos lados de su boca."-

-"Sí,"- dijo Hans, cuando él sintió su pesó en una mano, -"es un peso muy bueno, pero mi cerdo no es nada malo."-

Mientras tanto el joven miró con recelo de un lado al otro, y sacudió su cabeza. 

-"Mire Ud.,"- dijo con mucho detalle, -"puede que no todo esté bien con su cerdo. En el pueblo por el cual pasé, el Alcalde mismo acababa de tener un robo en su pocilga. Temo, temo que usted llegue a ser sospechoso del acto allí. Ellos han enviado a algunas personas y sería un mal negocio si ellos lo agarraran con el cerdo; por lo menos, usted sería encerrado en el agujero oscuro."-

El bueno de Hans se aterrorizó. ¡"Oh, Dios!", dijo, -"ayúdeme Ud. a arreglar todo esto; usted que sabe más sobre este lugar que yo, tome a mi cerdo y déjeme su ganso."-

-"Arriesgaré algo en este asunto,"- contestó el muchacho, -"pero no seré la causa de que a Ud. lo metan en el problema."-

 Entonces él tomó la cuerda del cerdo en su mano, y corrió con el cerdo rápidamente a lo largo del camino.

El buen Hans, ya despreocupado, siguió adelante con el ganso bajo su brazo. –

"Cuando lo medito correctamente,"- se dijo él mismo, -"me ha ido muy bien con este cambio; primero habrá buena carne asada, luego  la cantidad de grasa que goteará de ella, y que me dará para mi pan durante un cuarto de año, y finalmente las plumas blancas hermosas; que servirán para llenar mi almohada, y por ello en efecto iré a dormir plácidamente. ¡Qué alegre se pondrá mi madre!"-

Cuando Hans pasaba por el último pueblo, allí estaba un afilador de tijeras con su carretilla; y mientras éste hacía girar a su rueda de afilar, cantaba:-"Afilo tijeras y rápido afilo con mi piedra,Mi abrigo se levanta con el viento de atrás."

Hans se estuvo quieto y lo miró; y cuando por fin le habló le dijo, 

-"Todo se ve muy bien con usted, al estar tan alegre con su trabajo."-

-"Sí,"- contestó el afilador de tijeras, -"el comercio es una fuente de oro. Un verdadero afilador es un hombre que en cuanto pone su mano en el bolsillo encuentra allí el oro. ¿Pero dónde compró usted a ese ganso tan fino?"

-"Yo no lo compré, lo cambié por mi cerdo."-

-"Y el cerdo?"-

-"Lo conseguí por una vaca."-

-"¿Y la vaca?"-

-"La obtuve en lugar de un caballo."-

-"¿Y el caballo?"-

-"Por él di una piedra de oro del tamaño de mi cabeza."-

-"¿Y el oro?"-

-"Bueno, esa fue mi remuneración por siete años de trabajo."-

-"Usted ha sabido cuidar de sus transacciones cada vez,"- dijo el afilador. -"Si usted sólo pudiera avanzar a fin de oír el tintineo de dinero en su bolsillo cada vez que usted se levante, habrá hecho una  fortuna."

-"¿Y cómo podría llegar a eso?"- dijo Hans. 

-"Usted tiene que ser un afilador, como lo soy yo;"- contestó el afilador -" y no es necesario nada más que una piedra de afilar, el resto llega solo. Yo tengo una aquí; cierto que está un poco gastada, pero no tendría que darme dinero por ella, no más que su ganso; ¿lo haría usted?"

-"¿Cómo puede dudarlo?"- contestó Hans. -"Seré el tipo más afortunado en la tierra si tengo el dinero cada vez que yo ponga mi mano en el bolsillo, ¿qué necesidad hay de que yo me preocupe por más tiempo?"- y él le dio el ganso y recibió la piedra a cambio. 

-"Ahora"-, dijo el afilador, mientras tomaba una piedra pesada ordinaria que estba en el suelo cerca de él, -"aquí tiene otra piedra fuerte, de gran oportunidad para usted, con la que podrá afilar  muy  bien con ella, y hasta enderezar clavos doblados. Llévesela y guárdela con cuidado."-

Hans cargó con las piedras, y siguió con su corazón contento y sus ojos brillaban con alegría. 

-"Debo haber nacido con un gran amuleto,"- se decía a sí mismo; -"todo lo que quiero me pasa justo como si yo fuera un niño consentido."-

Mientras tanto, como él había estado caminando desde el amanecer, comenzó a sentirse cansado. El hambre también lo atormentó, ya que en su alegría cuando hizo el trato por el cual él consiguió a la vaca, se había comido por completo toda la reserva  del alimento que llevaba. Por último, ya sólo podía seguir con gran dificultad, y se sentía obligado a pararse cada minuto; además, las piedras lo sobrecargaban terriblemente. Entonces solamente podía  pensar que agradable sería si él no tuviera que llevarlas en ese momento.

Ya muy cansado, él se arrastró como un caracol a un pozo de agua en un terreno, y allí él pensó que descansaría y se refrescaría con el agua fresca, pero a fin de que él no pudiera perjudicar a las piedras al sentarse, las puso con cuidado a su lado en el borde del pozo.  Entonces él se sentó, y cuando debía inclinarse para beber, tubo un resbalón, golpeándose contra las piedras, y haciendo que ambas  cayeran en el fondo del pozo. Cuando Hans vio con sus propios ojos que se iban al fondo, brincó de alegría, y luego se arrodilló, y con lágrimas en sus ojos agradeció a Dios por haberle dado este favor también, y haberlo puesto en tan buen camino, y no tuvo  necesidad de reprocharse a sí mismo por nada de lo ocurrido, ya que aquellas piedras pesadas habían sido las únicas cosas que lo preocuparon.

-"¡No hay ningún hombre bajo el sol tan afortunado como yo!"-  grito con fuerza. 

Con un corazón alivianado y libre de toda carga, ahora él pudo correr felizmente hasta estar en casa con su madre.

Enseñanza:

1- Cuando de transacciones se trata, primero debe de estarse informado de los valores relativos de las cosas, de lo contrario, se llegará a pérdidas irreparables.

2- La ingenuidad e inocencia, por lo general son fuente de felicidad de quien las posee.

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064-La Luna

Hace mucho tiempo, había una tierra donde las noches eran siempre oscuras, y la extensión del cielo sobre ella era como una tela negra, allí la luna nunca salió, y ninguna estrella brillaba en la oscuridad. En la creación del mundo, la luz por la noche no fue tomada en cuenta. 

Tres jóvenes compañeros salieron una vez de este país en una expedición de aventura, y llegaron a otro reino, donde a la tarde,  cuando el sol había desaparecido detrás de las montañas, un globo iluminado se veía colocado en un roble, el cual emitía una luz suave, lejana y amplia.

Por medio de este globo, todo podría ser muy bien visto y reconocido, aunque su luz no fuera tan brillante como la del sol. Los viajeros pararon y preguntaron a un campesino que conducía por delante su carro, que tipo de luz era esa. 

-"Es la luna,"- contestó él; -"nuestro alcalde la compró con tres monedas de oro, y la sujetó al roble. Él tiene que verterle aceite diariamente, y mantenerla limpia, de modo que siempre pueda brillar claramente. Él recibe de nosotros una moneda por semana por hacerlo."-

Cuando el campesino se había ido, uno de ellos dijo, 

-"Nosotros podríamos hacer muy buen uso de esta lámpara. Tenemos un roble en casa, que es tan grande como este, y podríamos colgarla en él. ¡Qué placer sería no sentir por la noche la total oscuridad!"-

 -"Te diré lo que haremos,"- dijo el segundo; -"traeremos un carro y caballos y nos llevaremos la luna. La gente de aquí puede comprarse otra."-

– "Yo soy un buen trepador,"- dijo el tercero, -"la bajaré."-

El cuarto trajo un carro y caballos, y el tercero subió al árbol, hizo  un agujero en la luna, pasó una cuerda por ella, y la bajó.

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Cuando el globo brillante estuvo en el carro, la cubrieron con una tela, de modo que nadie pudiera observar el robo. Ellos regresaron sin peligro a su propio país, y la colocaron en un roble alto. Viejos y jóvenes se alegraron cuando la nueva lámpara emitió  su ligero brillo sobre todo el territorio, y dormitorios y salones se llenaron de su brillo. Los enanos salieron de sus cuevas en las rocas, y los diminutos duendes con sus pequeños abrigos rojos bailaban en rondas en los prados.

Los cuatro tuvieron cuidado de que la luna fuera proveída de aceite, y la limpiaban adecuadamente, y recibían su moneda semanal. Pero ellos se hicieron ancianos, y cuando uno de ellos se puso enfermo, y vio que estaba a punto de morir, designó que un cuarto de la luna, como parte su propiedad, debiera ser puesto en la tumba con él. Cuando él murió, el alcalde subió al árbol, y le cortó un cuarto con la cizalla para setos, y este fue colocado en su ataúd.

 La luz de la luna disminuyó, pero todavía era visible. Cuando el segundo murió, el segundo cuarto fue sepultado con él, y la luz disminuyó más. Se puso más débil todavía después de la muerte del tercero, quién igualmente se llevó su parte de ella con él; y cuando el cuarto llegó a su tumba, el viejo estado de oscuridad se reanudó, y siempre que la gente salía por la noche sin sus linternas, se  golpeaban sus cabezas unos con otros.

Sin embargo, como los pedazos de la luna se habían unido juntos otra vez en el mundo inferior, donde la oscuridad siempre prevalecía, vino a hacer que los muertos se agitaran y despertaran  de su sueño. Y se sorprendieron cuando se sintieron capaces de ver otra vez. La luz de la luna era completamente suficiente para ellos, ya que sus ojos se habían hecho tan débiles que no podrían haber aguantado la brillantez del sol. Ellos se levantaron y se pusieron contentos, y regresaron a sus antiguos modos de vivir. Algunos iban a los juegos y a bailar, otros se fueron a los comercios, donde  pidieron vino, se emborracharon, se pelearon, y por fin tomaron porras y se apalearon unos a otros. El ruido se hizo mayor y mayor, hasta que por fin llegó al cielo.

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