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Cuentos de hadas de Jacob y Whilhelm Grimm (volumen II) (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

San Pedro, que guarda la puerta de cielo, pensó que el mundo inferior había estallado en rebelión y reunió a las tropas divinas, que deben hacer retroceder a Satanás cuando él y sus socios asaltan el domicilio del cielo. Como éstos no llegaron, subió a su caballo y saliendo por la puerta de cielo, descendió al mundo de abajo. Allí él redujo a los muertos al sometimiento, les pidió que se acostaran en sus tumbas otra vez, y se llevó la luna con él y la colgó en el cielo, donde quedó desde entonces.

Enseñanza:

 Cada cosa debe de usarse con el propósito para el cual fue creado.

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065-Ocio y Labor

Había una vez una joven doncella quien era muy linda, pero ociosa y negligente. Cuando ella tenía que hilar, se ponía de tan mal genio  que si topaba con un pequeño nudo en el lino, inmediatamente sacaba toda la carrucha y lo tiraba al suelo al lado de ella. Pero ella tenía a una criada que era muy laboriosa, y recogía las carruchas y los trozos de lino que eran tirados por la doncella, los limpiaba y los afinaba, y con ellos se había hecho un hermoso vestido para sí misma.

Había también un hombre joven que cortejaba a la muchacha perezosa, y la boda estaba a punto de efectuarse. En vísperas de la boda, la laboriosa criada bailaba alegremente con su vestido bonito, y la novia dijo,-

-"¡Hey, como brinca aquella muchacha, vestida con mis desperdicios.!"-

El novio oyó aquella expresión, y preguntó a la novia qué quiso ella decir con eso. Entonces le dijo que esa muchacha estaba usando un vestido hecho del lino que ella había tirado al suelo como sobras y desperdicios. Cuando el novio oyó eso, y vio lo ociosa que ella era, y cuan laboriosa era la muchacha pobre, él la dejó y fue donde la criada, a la que eligió como su esposa.

Enseñanza:

La laboriosidad es siempre mil veces más bella que la ociosidad.

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066-Los Tres Hermanos

Había una vez un hombre que tenía tres hijos, y nada más en el mundo excepto la casa en la cual él vivía. Ahora cada uno de los hijos deseaba tener la casa después de la muerte de su padre; pero el padre amaba a todos ellos por igual, y no sabía que hacer; él no deseaba vender la casa, porque había pertenecido a sus antepasados, más él podría haber dividido el dinero entre ellos. Por fin un plan entró en su cabeza, y dijo a sus hijos:

-"Recorran el mundo, e intenten cada uno de ustedes aprender un oficio, y, cuando todos ustedes vuelvan, él que haga la mejor obra maestra tendrá la casa."-

Los hijos estaban bien contentos por esto, y el mayor determinó ser un herrero, el segundo un barbero, y el tercero un maestro de cercados. Ellos fijaron una fecha en la cual deberían venir a casa todos otra vez, e inmediatamente cada uno se fue por su camino. Fue una gran suerte que todos ellos encontraron maestros hábiles que les enseñaron sus oficios muy bien. 

El herrero tenía que confeccionar las herraduras a los caballos del Rey, y pensó, -"la casa será mía, sin duda."-

 El barbero sólo afeitaba a gente importante, y también ya consideraba a la casa como de su propiedad

El maestro de cercado recibía muchos golpes, pero él sólo se mordía su labio, y no dejaba que nada lo fastidiara; -"porque"-, se decía sí mismo, -"si yo le tengo miedo a un golpe, nunca ganaré la casa."-

Cuando el tiempo designado había llegado, los tres hermanos regresaron a la casa de su padre; pero ellos no sabían cómo encontrar la mejor oportunidad de mostrar su habilidad, entonces se sentaron a consultar juntos. Estaban ellos sentados en eso, cuando de repente una liebre vino corriendo por el campo. 

-"¡Ah, ja, justo a tiempo!"- dijo el barbero. 

Entonces tomó su palangana y jabón, y alejándose hizo espuma, esperando hasta que la liebre subiera; y al llegar ella, la enjabonó y le afeitó las patillas a la liebre mientras corría a lo máximo de su velocidad, y no cortó su piel ni perjudicó un pelo en su cuerpo. 

-"¡Bien hecho!"-, dijo el anciano. -"sus hermanos tendrán que ejercerse maravillosamente, o la casa será suya."-

Poco después, venía un noble en su coche corriendo a muy alta velocidad.

-"Ahora usted verá lo que yo puedo hacer, padre"-, dijo el herrero.

Y se fue tras el coche y quitó las cuatro herraduras de las patas de uno de los caballos mientras galopaba, y le puso cuatro nuevas herraduras sin pararlo. 

-"Eres un excelente muchacho, y tan inteligente como tu hermano"-, dijo su padre; -"no sé a quien yo debería dar la casa."-

Entonces el tercer hijo dijo, 

-"Padre, permítame tener mi prueba, por favor;"-

 Y como comenzaba a llover, él sacó su espada, y la batió de acá para allá encima de su cabeza tan rápido que ni una gota cayó sobre él. Llovió todavía más fuerte y más fuerte, hasta llover en torrentes; pero él sólo abatía su espada más rápido y más rápido, y permaneció tan seco como si estuviera sentado bajo techo en una casa. Cuándo su padre vio todo aquello quedó asombrado, y dijo:

-"¡Esta es la obra maestra, la casa es tuya!"-

Sus hermanos estuvieron satisfechos por la decisión, tal como fue acordado de antemano; y, como ellos realmente se querían el uno al otro muchísimo, los tres se quedaron juntos en la casa y siguieron en sus oficios, y, como ellos los habían aprendido tan bien y eran tan inteligentes, ganaron mucho dinero. Así vivieron juntos felizmente hasta que envejecieron; y por fin, cuando uno de ellos cayó enfermo y murió, los otros dos se apenaron tan profundamente por ello que también cayeron enfermos, y pronto después murieron también. Y porque ellos habían sido tan inteligentes, y se habían amado el uno al otro tanto, fueron todos puestos en la misma tumba.

Enseñanza:

Reconocer y aceptar las mejores capacidades y virtudes ajenas es la mejor muestra de grandeza de espíritu.

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067-Pichoncito

Había una vez un cazador que entró en el bosque para cazar, y cuando él se internó  oyó un sonido de grito como si un pequeño niño estuviera allí. Él siguió el sonido, y por fin llegó a un gran árbol, y en lo alto de éste estaba un pequeño niño sentado, ya que la madre había fallecido bajo el árbol con el niño, y una ave de rapiña que lo había visto en sus brazos, había volado hacia abajo, y arrebatándolo, lo había puesto en su nido en lo alto del árbol.

El cazador subió al nido, y bajó al niño, y pensó para él:

-"Lo llevaré a casa conmigo, y lo criaré junto con mi Lina."-

 Él lo llevó a su casa, y por lo tanto, los dos niños crecieron juntos. Sin embargo, el que había sido encontrado en un árbol fue llamado Pichoncito, ya que inicialmente una ave se lo había llevado a su nido. Pichoncito y Lina se querían tanto el uno al otro que cuando uno de ellos no veía cerca a su compañero se ponía triste.

El cazador, sin embargo, tenía a una vieja cocinera, que sin él saberlo era una bruja, y ella una tarde tomó dos baldes y comenzó a traer agua, y no fue sólo una vez, sino muchas veces, a la fuente por el agua. Lina la vio y le dijo:

-"Escuche usted, vieja Sanna, ¿por qué trae tanta agua?"-

-"Si tú nunca se lo repites a otra persona, te diré por qué."-

Entonces Lina dijo:

-"Sí, nunca se lo repetiré a nadie"-

,Entonces la cocinera dijo:

-"Temprano mañana por la mañana, cuando el cazador salga a su labor, calentaré el agua, y cuando hierva en la caldera, lanzaré allí a Pichoncito, y lo herviré en ella."-

A la mañana siguiente el cazador despertó y salió a cazar, y cuando él ya se había ido los niños estaban todavía en la cama. Entonces Lina dijo a Pichoncito:

-"Si tú nunca me abandonas, yo nunca te abandonaré a ti."-

Pichoncito contestó:

-"Ni ahora ni nunca te dejaré."-

 Lina entonces dijo:

-"Entonces te contaré. Anoche, el viejo Sanna llevó tantos cubos de agua a la casa que le pregunté por qué hacía esto, y ella me dijo que si yo prometía no decírselo a nadie  ella me lo diría, y yo le dije que yo estaría segura de no decirlo a nadie, y entonces ella  me dijo que temprano mañana por la mañana mientras mi padre cazaba, ella pondría a hervir la caldera llena de agua, y te lanzaría en ella y te herviría a ti; pero nos levantaremos rápidamente, nos vestiremos, y nos marcharemos juntos."

Los dos niños por lo tanto se levantaron, se vistieron rápidamente, y se marcharon. Cuando el agua en la caldera ya hervía, la cocinera entró en el dormitorio para traer a Pichoncito y lanzarlo en la caldera. Pero cuando ella entró, y fue a las camas, ambos  niños ya no estaban. Entonces ella se alarmó terriblemente, y se dijo:

-"¿Qué diré ahora cuándo el cazador llegue a casa y vea que los niños se han ido? Debo ir tras ellos al instante para regresarlos de nuevo."-

Entonces la cocinera envió a tres criados tras ellos, que debían correr y alcanzar a los niños. Los niños, sin embargo, estaban sentados fuera del bosque, y cuando vieron desde lejos correr a los tres criados, Lina dijo a Pichoncito:

-"Nunca me abandones y nunca te dejaré."-

 Pichoncito dijo:

-"Ni ahora, ni nunca yo te dejaré."-

 Lina entonces dijo:

-"Conviértete en un rosal, y yo seré la rosa sobre ti."-

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 Cuando los tres criados llegaron, no había nada allí, excepto un rosal con una rosa, pero no vieron a los niños por ninguna parte. Entonces dijeron ellos:

-"No hay nada que hacer aquí."-

 Y regresaron a casa y le dijeron a la cocinera que ellos no habían visto nada en el bosque excepto un pequeño rosal con una rosa. Entonces la vieja cocinera los  reprendió diciéndoles:

 -"Ustedes, simplones, debieron haber cortado el rosal en dos y separado la rosa  y traerlo a casa con ustedes; ahora vayan ya y háganlo de una vez."-

 Por lo tanto ellos tuvieron que salir  y buscar por segunda vez. Los niños, sin embargo, los vieron venir a la distancia. Entonces Lina dijo:

-"Nunca me abandones y nunca te dejaré."-

 Pichoncito dijo:

-"Ni ahora, ni nunca te dejaré."-

 Lina entonces dijo:

-"Conviértete en una iglesia, y yo seré la araña de luces dentro de ella"-

Cuando los criados llegaron, no vieron nada más que una iglesia con su araña de luces. Y se dijeron entre sí:

-"Nada podemos hacer aquí, regresemos a casa"-

Cuando ellos llegaron a casa, la cocinera preguntó si no los habían encontrado; entonces ellos dijeron que no, que sólo habían encontrado una iglesia, y que había una araña de luces en ella.

Y la cocinera los reprendió y les dijo:

-"¡Ustedes tontos! ¿Por qué no tiraron la iglesia a pedazos, y trajeron la araña de luces a casa con ustedes?"-

 Y ahora la vieja cocinera, ella misma se puso a caminar, y fue con los tres criados en la búsqueda de los niños. Los niños, sin embargo, vieron desde lejos que los tres criados venían, y a la cocinera caminando atrás de ellos. 

Lina dijo:

-"Nunca me abandones y nunca te dejaré."-

 Pichoncito dijo:

-"Ni ahora, ni nunca te dejaré."-

 Lina entonces dijo:

-"Conviértete en un estanque, y yo seré el pato sobre ella"-

 Al llegar la cocinera, ésta vio el estanque y se agachó para beberlo, y estaba en eso cuando el pato nadó rápidamente, se subió sobre la cabeza de la vieja y le picoteó la cabeza con su pico y la vieja bruja resbaló, se golpeó y se ahogó en el estanque. Entonces los niños tomaron su forma normal y se fueron a casa juntos, y en adelante vivieron tranquilos por no tener ya en casa a la malvada vieja bruja. 

Enseñanza:

Una firme unión provee una inmensa fortaleza contra los enemigos.

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068-La Zorra y el Gato 

Sucedió que un gato encontró a una zorra en un bosque, y él pensó sobre ella:

-"Ella es inteligente y llena de experiencia, y muy estimada en el mundo"-

por lo que le habló de un modo amistoso:

-"Buen día, querida Sra. Zorra, ¿Cómo está usted? ¿Cómo está todo con usted? ¿Cómo está pasando usted esta linda temporada?"-

La zorra, llena de todas las clases de arrogancia, miró al gato de pies a cabeza, y durante mucho tiempo no sabía si darle alguna respuesta o no.

Por fin ella contestó:

-"Ah, tú, infeliz limpia barbas, tú, tonto ignorante, tú, cazador hambriento de ratones, ¿qué puedes tú pensar? ¿Te atreves a preguntarme cómo me está yendo? ¿Qué has  aprendido? ¿Cuántas artes tú conoces?"-

-"Sólo conozco una"-, contestó el gato, modestamente. 

-"¿Y cuál arte es esa?"-, preguntó la zorra. 

-"Cuando los sabuesos me siguen, yo puedo saltar a un árbol y salvarme."-

-"¿ Y eso es todo?"-,  dijo la zorra. -"Yo soy maestra de cien artes, y tengo además un saco lleno de astucias. ¡Qué lástima te tengo!, ven conmigo y te enseñaré como se escapa de los sabuesos"-.

En ese momento vino un cazador con cuatro perros. El gato reaccionó con agilidad subiéndose a un árbol, y se sentó en lo alto, donde las ramas y el follaje completamente lo ocultaron. 

-"Abra su saco Sra. zorra, abra su saco de astucias"-, le gritó el gato.

Pero los perros la habían agarrado ya y la sostenían y mordían fuertemente. 

-"Ah, Sra. zorra"-, gritó el gato. -¡"Le abandonaron sus cien artes en la escapada! Si usted hubiera sido capaz de subir como yo, no habría perdido su vida."-

Enseñanza:

Nunca hay que burlarse y menospreciar lo que parecieran ser insignificantes cualidades.

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069-La astuta hija del campesino 

Había una vez un campesino pobre que no tenía ninguna tierra, solamente una cabaña  y una hija.  Un día dijo la hija:

-"Deberíamos pedir a nuestro señor el Rey un poco de la tierra recién limpiada."-

Cuando el Rey oyó de su pobreza, él les ofreció unas tierras, que ella y su padre araron, y tuvieron la intención de sembrar con un poco de maíz y otros granos similares. Cuando ellos habían arado casi el todo el campo, encontraron en la tierra un mortero, pero sin su manubrio, hecho de oro puro. 

-"Escucha"-, dijo el padre a la muchacha, -"como nuestro señor el Rey ha sido tan cortés y nos ha dado el campo, deberíamos darle este mortero a cambio de ello."-

La hija, sin embargo, no estaba de acuerdo con ello, y le dijo:

-"Padre, si tenemos el mortero sin tener el manubrio también, tendremos que conseguir el manubrio, entonces no debería decir nada sobre eso."-

Sin embargo él no obedeció, tomó el mortero y se lo llevó al Rey, diciéndole que lo había encontrado en la tierra otorgada, y le preguntó si lo aceptaría como un presente. El Rey tomó el mortero, y preguntó si no había encontrado nada además de eso.

-"No"-, contestó el campesino. 

Entonces el Rey dijo que debe traerle ahora el manubrio. El campesino dijo que ellos no lo habían encontrado, pero eso fue como haberle hablado al viento y él fue puesto en prisión, y debía quedarse allí hasta que él produjera el manubrio. Los criados tuvieron que llevarle diariamente pan y agua, que es lo que le dan a la gente que entra en la prisión, y ellos oían como el hombre lanzaba un grito contínuamente:

-"¡Ay! ¡si yo sólo hubiera escuchado a mi hija!"-

-"¡Ay, ay, si tan sólo hubiera escuchado a mi hija!"-,  y ni comía ni bebía. 

Entonces él Rey mandó que los criados le trajeran al preso ante él, y preguntó al campesino por qué él siempre gritaba: 

-"¡Ay! ¡si yo sólo hubiera escuchado a mi hija!"-

y que era lo que su hija había dicho. 

-"Ella me dijo que yo no debería traerle el mortero, ya que debería traerle el manubrio también."-

-"Si usted tiene a una hija que es tan sabia, que me la traigan aquí."-

Ella fue por lo tanto obligada a aparecer ante el Rey, quien le preguntó que si ella realmente era tan sabia, él le pondría un acertijo, y si ella pudiera resolverlo, él se casaría con ella. Ella inmediatamente dijo que sí, que ella lo adivinaría. Entonces dijo el Rey:

-"Ven aquí sin vestido, pero no desnuda, no montada, no caminando, no por el camino, y no fuera del camino, y si puedes hacer eso me casaré contigo."

Entonces ella se marchó, aplazó toda otra actividad, y luego alquiló un asno, se desvistió, tomó una gran red de pesca, y se sentó en ella y se cubrió completamente una y otra vez alrededor de ella, de modo que no quedó desnuda ni vestida, y ató la red del pescador a la cola del asno de modo que fuera obligado a arrastrarla a lo largo, y así no iba montaba a caballo, ni andando. El asno también tuvo que arrastrarla por los espaldones del camino, de modo que ella sólo tocaba la tierra con su dedo gordo del pie, y así no  estaba ni en el camino, ni fuera del camino. Y cuando ella llegó de  aquella manera, el Rey dijo que había resuelto el acertijo y había realizado todas las condiciones. Entonces él ordenó que su padre fuera liberado de la prisión, la tomó como esposa, y dio a su cuidado todas las posesiones reales.

Ahora, después de que algunos años habían pasado, el Rey preparaba una vez sus tropas para un desfile, cuando sucedió que algunos campesinos que habían estado vendiendo madera pararon con sus carretas frente al palacio; y algunos de ellos tenían  bueyes atados a las carretas, y otros les ataban a las carretas caballos. Había un campesino que tenía tres caballos, uno de los cuales era un recién nacido potro joven, y éste se escapó y fue a posarse entre dos bueyes que estaban delante de la carreta. Cuando los campesinos se encontraron, comenzaron a disputar y golpearse el uno al otro y hacer una perturbación, y el campesino con los bueyes quiso quedarse con el potro diciendo que uno de los bueyes le había dado a luz, y el otro dijo que fue su yegua quien lo había tenido, y que por eso era de su propiedad.

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La pelea llegó ante el Rey, y él dio el veredicto de que el potro debería quedarse donde había sido encontrado, y así el campesino con los bueyes, a quien no le pertenecía, lo consiguió. Entonces el otro se fue lejos, y lloró y se lamentó de su potro. Ahora, él había oído que su señora la Reina era muy cortés, porque ella ella misma había salido de gente campesina pobre, así que él fue y le pidió que ella viera si podía ayudarle a recuperar a su potro otra vez. Dijo ella:

-"Sí, le diré que hacer, si me promete no decir que yo se lo dije. Temprano mañana por la mañana, cuando el Rey revise la guardia, párese allí en medio del camino por el cual él debe pasar, tome una gran red de pesca y finja ser un pescador; empiece a imitar que pesca, y vacíe la red como si la hubiera sacado llena"-.

Y luego ella le dijo también lo que él debería decir si fuera interrogado por el Rey.

Al día siguiente, por lo tanto, el campesino estuvo de pie allí, y simuló pescar en la tierra seca. Cuándo el Rey pasó, y lo vio, envió a su mensajero para preguntar sobre qué estaba haciendo ese hombre estúpido.  Él contestó:

-"Soy pescador"-.

El mensajero le preguntó cómo él podría pescar cuando no había ninguna agua allí.

 El campesino dijo:

-"Es tan fácil para mí pescar en la tierra firme como es para un buey dar a luz a un potro"-.

El mensajero volvió y le dio la respuesta al Rey, que ordenó que el campesino le fuera traído y le dijo que esa no era su propia idea, y que quería saber de quien era.

El campesino debe confesarlo inmediatamente. El campesino, sin embargo, no lo hizo, y dijo siempre:

-"Dios prohíbe hacerlo, la idea es mía"-.

Entonces lo pusieron, en un montón de paja, y lo golpearon y lo atormentaron por tanto rato que por fin él confesó que la idea fue de la Reina.

Cuándo el Rey llegó a casa otra vez, dijo a su esposa:

-"¿Por qué te has comportado tan falsamente conmigo? No te tendré más tiempo por  esposa; el tiempo tuyo terminó, vuelve al lugar de donde viniste, a tu choza campesina"-.

 Un favor, sin embargo, él le concedió: que podría tomar con ella una cosa que fuera  la más querida y la mejor a sus ojos; y así fue ella despedida. Ella dijo:

-"Sí, mi querido marido, si usted manda esto, así lo haré"-,  y ella lo abrazó y lo besó, y dijo que ella se despediría de él. 

Entonces ella ordenó que le fuera traída una poderosa pócima adormecedora, he hizo una bebida para decirle adiós a él y que la bebiera; el Rey tomó una buena cantidad, pero ella tomó sólo un poco. Él pronto cayó en un sueño profundo, y cuando ella percibió eso, llamó a un criado y tomó una tela de lino blanca justa y abrigó al Rey en ella, y el criado fue obligado a llevarlo en un carro que estaba listo al frente de la puerta, y entonces lo condujo con él a su propia pequeña casa campesina.

Ella lo puso en su pequeña cama, y él durmió un día y una noche sin despertar, y cuándo él despertó, miró alrededor y dijo:

-"Dios bueno! ¿dónde estoy?"-

Él llamó sus asistentes, pero ninguno de ellos estaba allí. Con mucho cariño su esposa vino al lado de la cama y dijo:

-"Mi querido señor y Rey, usted me dijo que yo podría traer conmigo del palacio lo que fuera más querido y lo más precioso a mis ojos. No tengo nada más precioso y querido que usted, entonces por eso le he traído conmigo"-. 

Las lágrimas brotaron a los ojos del Rey y él dijo:

-"Querida esposa, tu serás para mí y yo seré para tí"-.

Y él la regresó consigo al palacio real, siempre como su esposa. Y en este momento ellos todavía viven muy felizmente.

Enseñanza:

La sabiduría bien aplicada es fuente de inmensos beneficios.

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070-Compartiendo dicha y tristeza

Había una vez un sastre, que era un compañero peleón, y su esposa, que era buena, laboriosa, y piadosa, nunca podía complacerlo. Independientemente de lo que ella hiciera, él nunca estaba satisfecho, y se quejaba y la reprendía, y le pegaba y la golpeaba. Era un violentador doméstico. Cuando las autoridades por fin oyeron de ello, lo llamaron a cuentas, y lo pusieron en la prisión a fin de hacerlo mejor. Él fue guardado por un tiempo a solo pan y agua, y luego fue puesto en libertad otra vez. Él fue obligado, sin embargo, a prometer no golpear más a su esposa, y a vivir con ella en paz, y a compartir con ella dichas y tristezas, como la gente casada debe de hacer.

Todo continuó bien durante un tiempo, pero llegó un momento en que él cayó en sus viejos caminos, y de nuevo se puso hosco y peleón. Y como él no se atrevía a golpearla, intentó agarrarla por el pelo y arrancárselo. La mujer se escapó de él, y saltó al jardín, pero él corrió tras ella llevando su regla de medidas y tijeras, y la persiguió lanzando la regla de medidas y las tijeras hacia ella y lo que hubiera interpuesto en el trayecto. Cuando él la golpeaba él se reía, y cuando no lo lograba, se enfurecía y blasfemaba.  Esto continuó por un buen rato hasta que los vecinos vinieron en ayuda de la esposa. El sastre fue otra vez convocado antes de los magistrados, y recordado de su promesa. 

-"Queridos señores"-, dijo él, -"he guardado mi palabra, no la he golpeado, pero he compartido la dicha y la tristeza con ella."-

-"¿Cómo puede ser"-, dijo el juez, -"cuando ella continuamente trae tales quejas pesadas contra usted?"-

-"No la he golpeado, sino que ella me pareció tan extraña que quise peinar su pelo con  mis manos; pero ella, sin embargo, se escapó de mí, y me abandonó completamente y rencorosamente. Entonces corrí tras ella a fin de devolverla a su deber, y lo que le lanzé a ella fue sólo una advertencia hecha con buena intención con lo primero que encontré a mano. He compartido la alegría y la pena con ella también, ya que siempre que yo la alcanzaba, yo me llenaba de dicha y ella de tristeza, y si yo no la alcanzaba, entonces ella se sentía dichosa y yo triste."- dijo burlonamente.

 Los jueces no estuvieron satisfechos por esta respuesta, pero le dieron la recompensa que él mereció, y de nuevo fue a dar a la celda por muchísimo largo tiempo a pan y agua y trabajos forzados.

Enseñanza:

Siempre debe haber absoluto respeto y cariño entre los esposos. Cualquier divergencia debe conversarse amablemente y llegar a acuerdos llenos de amor y paz. La violencia doméstica es un gran crimen y debe ser castigado con firmeza.

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071-Nieve Blanca y Rosa Roja    

Había una vez una viuda pobre que vivía en una casita de campo sola. Delante de la casita de campo tenía un jardín en donde había dos rosales, uno de los cuales daba rosas blancas y el otro rosas rojas. Ella tenía dos hijas jóvenes que se parecían a los dos rosales, y a una la llamó Nieve Blanca, y a la otra Rosa Roja. Ellas estaban tan bien y eran tan felices, tan ocupadas y alegres como alguna vez dos muchachas en el mundo lo fueran. Nieve Blanca era más tranquila y gentil que Rosa Roja. Rosa Roja gustaba más correr en los prados y campos buscando flores y cogiendo mariposas;  Blanca Nieve se sentaba en casa con su madre, y le ayudaba a ella con su trabajo de la casa, o le leía cuando no había otra cosa para hacer.

Las dos jóvenes eran tan aferradas cada una a la otra, que ellas siempre iban de la mano cuando salían juntas, y cuando Nieve Blanca decía, 

-"No nos abandonaremos la una a la otra,"-

Rosa Roja contestaba,

-"Nunca mientras vivamos,"-

y su madre añadía, 

-"Lo que una tiene lo comparte siempre con la otra."-

Ellas a menudo corrían por el bosque solas y juntaban bayas rojas, y ninguna bestia les hacía daño, y éstas se acercaban a ellas confiadamente. La pequeña liebre comía hojas de col de sus manos, el corzo pastada a su lado, el venado saltaba alegremente cerca de ellas, y las aves se quedaban quietas sobre las ramas cantando sus trinos. Ninguna desgracia las alcanzó; si ellas se quedaban demasiado tarde en el bosque, y la noche llegaba, ellas se recostaban cerca una de la otra sobre el musgo, y dormían  hasta que la mañana viniera, y su madre sabía esto y no tenía ninguna angustia al respecto.

Una vez cuando ellas habían pasado la noche en la foresta y el alba las había despertado, vieron a un niño hermoso con un vestido blanco brillante sentado cerca de sus lechos. Él se levantó y miró amablemente hacia ellas, pero no dijo nada y se marchó en el bosque. Cuando ellas miraron alrededor, encontraron que habían estado durmiendo cerca de un precipicio, y habrían caído seguramente en él en la oscuridad si hubieran avanzado sólo unos pasos más adelante. Y su madre les dijo que debe haber sido el ángel que protege a las muchachas buenas.

Nieve Blanca y Rosa Roja mantenían la pequeña casita de campo de su madre tan ordenada que era un gran placer mirar dentro de ella. En el verano Rosa Roja estaba al cuidado de la casa, y cada mañana ponía una corona de flores por la cama de su madre antes de que ella despertara, en la que había flores de ambos rosales. En el invierno Nieve Blanca encendía el fuego y colgaba la caldera sobre el fogón. La caldera era de cobre y brillaba como el oro, de lo tan finamente que la pulían. Por la tarde, cuando los copos de nieve caían, la madre decía, 

-"Ve, Nieve Blanca, y échale el cerrojo a la puerta,"-

 y luego ellas se sentaban alrededor del hogar, y la madre tomaba sus gafas y leía en voz alta de un libro grande, y las dos muchachas escuchaban atentas tranquilamente sentadas. Y cerca de ellas había un cordero sobre el suelo, y detrás de ellas, sobre una percha, estaba una paloma con su cabeza escondida bajo sus alas.

Una tarde, cuando ellas se sentaban así cómodamente juntas, alguien llamó a la puerta como si deseara ser dejado entrar. La madre dijo, 

-"Rápido, Rosa Roja, abre la puerta, debe ser un viajero que busca refugio."-

Rosa Roja se levantó, fue y empujó atrás el cerrojo, pensando que era un hombre pobre, pero no, era un oso que estiró su amplia cabeza negra dentro de la puerta.Rosa Roja gritó y saltó hacia atrás, el cordero baló, la paloma revoloteó, y Nieve Blanca se escondió detrás de la cama de su madre. Pero el oso comenzó a hablar y dijo, 

-"¡No tengan miedo, no les haré daño! Tengo mucho frío, y sólo quiero calentarme un poco al lado de ustedes."

-"Pobre oso,"- dijo la madre, -"acércate al lado del fuego, sólo ten cuidado de no quemar tu piel."-

Entonces ella dijo en voz alta, 

-"Nieve Blanca, Rosa Roja, salgan, el oso no les hará daño, él es bueno."-

Ambas salieron, y con el tiempo el cordero y la paloma también se acercaron y no tuvieron miedo de él. El oso dijo, 

-"Aquí, muchachas, por favor sacúdanme la nieve que tengo sobre mi piel;"-

Ellas trajeron la escoba y barrieron la nieve, dejando al oso limpio; y él se estiró al lado del fuego y gruñó contentamente y cómodamente. 

Y ellas pasaron tranquilamente en su casa, y gastaban bromas y jugaban con su invitado especial. Ellas tiraban de su pelo con sus manos, ponían sus pies sobre su espalda y lo hacían rodar, o tomaban una suave rama de avellana y lo golpeaban cariñosamente, y cuando él gruñía ellas se reían.

Pero el oso tomó todo esto de buen modo, y sólo cuando ellas eran demasiado ásperas él les decía, 

-"Por favor, déjenme vivir, muchachas. Nevita Blanca, Rosita Roja:¿Golpearían ustedes a quien las ama muerto?"-

Cuando ya era la hora de acostarse, y las jóvenes se habían ido a dormir, la madre dijo al oso, 

-"Usted puede dormir allí por el hogar, y así estará protegido del frío y del mal tiempo."-

Tan pronto como el día llegó, las dos jóvenes le abrieron la puerta, y él se internó a través de la nieve en el bosque.

De aquí en adelante el oso vino cada tarde a la misma hora, se posaba por el hogar, y dejaba a las jóvenes divertirse con él tanto como quisieran; y ellas se hicieron tan allegadas a él que las puertas nunca fueron sujetadas hasta tanto su amigo negro no  hubiera llegado.Cuando la primavera llegó y todo el exterior era verde, el oso dijo una mañana a Nieve Blanca, 

-"Ahora debo marcharme, y no puedo volver por todo el verano."-

-"¿ Y adónde irá usted, entonces, querido oso?"- preguntó Nieve Blanca. 

-"Debo entrar en el bosque y proteger mis tesoros de los duendes malos. En el invierno, cuando la tierra está congelada con fuerza, ellos están obligados a quedarse en sus cuevas y no pueden trabajar a su manera; pero ahora, cuando el sol ha descongelado y calentado la tierra, ellos salen para curiosear y robar; y lo que una vez entra en sus manos y en sus cuevas, no vuelve a ver la luz del día otra vez fácilmente."-

Nieve Blanca se entristeció mucho de que su amigo se marchara, y cuando ella desatrancó la puerta para él, y el oso, al ir apresurado, se prensó contra el cerrojo  y un pedazo de su piel peluda se le arrancó, y a Nieve Blanca le pareció como si hubiera visto brillar oro por ello, pero ella no estaba del todo segura. El oso se corrió rápidamente, y pronto estuvo fuera de la vista detrás de los árboles.

Poco tiempo después la madre envió a sus hijas al bosque para conseguir leña. Allí ellas encontraron un árbol grande talado en la tierra, y cerca del tronco algo brincaba de acá para allá en la hierba, pero no podían distinguir qué era. Cuando miraron más de cerca vieron a un duende con una vieja cara malhumorada y una barba como de un metro de largo, y blanca también como la nieve. El final de la barba estaba prensado en una grieta del árbol, y el pequeño compañero brincaba de acá para allá como un perro atado a una cuerda, y no sabía que hacer.

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Él fulminó con la mirada a las muchachas con sus ojos rojos encendidos y gritó, 

-"¿Qué hacen ustedes allí de pie?, ¿No pueden venir a ayudarme?"-

-"¿Y que hace usted allí, pequeño hombre?"-, preguntó Rosa Roja.

-"¡Ah, ustedes gansas estúpidas, entrometidas!"-, contestó el duende; -"Yo iba a talar el árbol para conseguir un poco de madera para cocinar. El poco alimento que uno de nosotros necesita es quemado directamente con troncos gruesos; no tragamos tanto como ustedes, torpes, avaras. Yo acababa de poner la cuña sin peligro, y todo iba como deseé; pero la desgraciada madera era demasiado lisa y de repente saltó el trozo, y el árbol cayó tan rápidamente que yo no pude sacar mi hermosa barba blanca; ¡ahora está tan prensada que no puedo escaparme, y ustedes cara de leche, sudorosas, riéndose! ¡Puf! ¡qué detestables son!"-

Las muchachas intentaron con fuerza, pero no pudieron sacar la barba, que estaba sujeta muy fuertemente. 

-"Iré a buscar a alguien más,"- dijo Rosa Roja. 

-"¡Usted gansa insensata!"- gruñó el duende; -"¿por qué debería traer a alguien más?.

Ustedes dos ya son demasiado para mí; ¿no puede pensar en algo mejor?"-

-"No sea impaciente,"- dijo Nieve Blanca, -"le ayudaré,"- y sacó sus tijeras de su bolsillo, y cortó el final de la barba. 

Tan pronto como el enano se sintió libre, se acercó a un bolso que estaba entre las raíces del árbol, y que estaba lleno de oro, y levantándolo se quejaba diciéndose a sí  mismo:

-"¡Gente grosera, cortar un pedazo de mi fina barba! ¡Que tengan mala suerte!" y luego balanceó el bolso sobre su espalda, y se marchó sin volver a mirar para atrás.

Algún tiempo después Nieve Blanca y Rosa Roja fueron a pescar. Cuando llegaron  cerca del arroyo vieron algo como un saltamontes grande que brincaba en dirección al agua y retornaba. Ellas corrieron y encontraron que era el mismo enano. 

-"¿Hacia dónde va usted?"- preguntó Rosa Roja; -"¿Seguramente que no quiere entrar en el agua?"-

-"¡No soy tan tonto!"- gritó el enano; -"¿No ve usted que el maldito pescado quiere llevarme?"- 

El pequeño hombre había estado sentando allí tratando de pescar, y desgraciadamente el viento había enroscado su barba con el sedal; en ese momento un pez grande mordió el anzuelo, pero la débil criatura no tenía la fuerza para sacar al pez; el pescado llevaba la ventaja y tiraba al enano hacia él. Él se agarró a todas las cañas y juncos, pero no le ayudaban y fue obligado a seguir los movimientos del pez, y estaba en peligro inminente de ser arrastrado al torrente.

Las muchachas vinieron justo a tiempo; ellas lo sostuvieron rápido y trataron de liberar su barba de la cuerda, pero todo era en vano, barba y cuerda fueron enredadas rápidamente. Nada quedaba por hacer sino sacar las tijeras y cortar la barba, por lo cual un pedazo de ella se perdió. Cuándo el enano vio aquello gritó, 

-"¿Es eso civilizado?, usted hongo venenoso, desfigurar la cara de alguien ¿No era bastante para anteriormente cortar el final de mi barba? Ahora usted ha cortado la mejor parte de ella. No puedo dejarme ser visto por mi gente. ¡Desearía que usted  hubiera sido hecha sólo para gastar las suelas de sus zapatos!"-

 Entonces él agarró un saco de perlas que estaba entre los juncos, y sin decir una palabra más lo alzó y desapareció detrás de una piedra.

Resulta que otro día la madre las envió a la ciudad para comprar agujas e hilo, y cordones y cintas. El camino las condujo a través de un brezal sobre el cual había  pedazos enormes de roca esparcidos por aquí y allá. En eso ellas notaron a una ave grande que se cernía en el aire, volando despacio una y otra vez alrededor de donde estaban ellas; y el ave volaba más abajo y más abajo, y por fin se posó cerca de una roca no muy lejos. Inmediatamente ellas oyeron un grito fuerte, lastimoso. Corrieron y vieron con horror que el águila había agarrado a su viejo conocido, el duende, e iba a llevárselo. Las muchachas, todas piadosas, inmediatamente agarraron al pequeño hombre, y tiraron contra el águila tanto rato, que por fin ella abandonó a su presa. Tan pronto como el enano se había repuesto del impacto, gritó con su voz chillona, 

-"¡Debieron haberlo hecho con más cuidado! ¡Ustedes arrastraron mi abrigo marrón de modo que quedó todo rasgado y lleno de agujeros, ustedes criaturas torpes,  insensatas!"-

 Entonces él tomó un saco lleno de gemas, y se escabulló otra vez bajo la roca en su agujero. Las muchachas, que para estas fechas ya se habían acostumbrado a aquel  ingrato enano, continuaron su camino e hicieron su mandado en la ciudad.

Cuando ellas cruzaban el brezal otra vez de regreso en su camino a casa,  sorprendieron al duende, que había vaciado su bolso de gemas en un punto limpio, y no había pensado que alguien pasaría por allí tan tarde. El sol de la tarde resplandecía  sobre las piedras brillantes; y brillaban y centelleaban con colores tan maravillosos que ellas se quedaron quietas mirándolas. 

-"¿Por qué están ahora de pie quietas allí?"-, gritó el duende, y su cara pálida gris se puso toda roja con la rabia. 

Él seguía con sus malas palabras e insultos, cuando de pronto se oyeron unos gruñidos fuertes, y un oso negro vino trotando hacia ellos desde el bosque. El enano se asustó terriblemente, y no podía ponerse a salvo en su cueva, ya que el oso le había bloqueado la entrada. Entonces apoderado por el terror, gritó, 

-"Querido Sr. Oso, sálveme, le daré todos mis tesoros; ¡mira las hermosas joyas que están allí! Concédame la vida; ¿qué disfrutaría usted con un pequeño compañero tan delgado como yo? al morderme usted no me sentiría entre sus dientes. Venga, tome a estas dos feas muchachas, ellas son bocados muy gratos para usted, tienen grasa como codornices jóvenes; ¡por piedad, cómelas a ellas!"-

El oso no puso atención a sus palabras, y golpeando a la mala criatura con su pata, el duende fue a golpearse su cabeza contra una roca y no se movió nunca más.Las muchachas habían corrido asustadas, pero el oso las llamó: 

-"Nieve Blanca, Rosa Roja, no tengan miedo; esperen, iré con ustedes."-

Entonces ellas reconocieron su voz y lo esperaron, y cuando él las alcanzó, de repente su piel cayó, y apareció de pie allí, un hermoso joven, vestido con trajes de oro. 

-"Soy el hijo de un Rey,"- dijo él, -"y fui encantado por aquel malo duende que había robado mis tesoros; he tenido que correr todo el bosque como un oso salvaje hasta que fui liberado por su muerte. Ahora él recibió su propio castigo bien merecido."-

Nieve Blanca se casó con el príncipe, y Rosa Roja con el hermano de él, y entre ellos dividieron el gran tesoro que el duende había recogido en su cueva. La señora madre vivió pacífica y felizmente con sus hijas durante muchos años más. Ella cuidó los dos rosales con mucho cariño y los mantuvo al frente de su ventana, y continuamente le brindaban las rosas más hermosas, blancas y rojas.

 Enseñanza:

El buen trato siempre da buenos frutos.

 

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072-El par de pilluelos

Dijo una vez un gallo a una gallina, 

-"Esta es la época en que nuestras nueces están maduras, vamos a la colina juntos y nos hartamos antes de que la ardilla se las lleve todas."-

-"Sí,"- contestó la gallina, -"vamos y tendremos un poco de placer juntos."-

Entonces se marcharon a la colina, y fue un día tan brillante que ellos se quedaron hasta la tarde. Ahora no sé si era que ellos habían comido tanto que se engordaron, o si por causa de las nueces se habían hecho orgullosos, pero el caso es que no querían irse a casa a pie, y el gallo tuvo que construir un pequeño carro de cáscaras de nuez. Cuando estuvo listo, la pequeña gallina se sentó en él y le dijo al gallo, 

-"Ahora sólo ponte las amarras"-

-"¡Me gusta como estoy ahora!"- dijo el gallo, "prefiero irme a casa a pie a dejarme  ser enjaezado; no, así no es nuestro trato. No me opongo a ser el cochero y sentarme en la caja de mando, pero arrastrarlo yo mismo, eso no."

Mientras discutían así, una pata llegó a ellos diciendo, 

-"Ustedes ladrones, ¿quién les dijo que vinieran a mi colina de nueces? ¡Pues van a sufrir por ello!"-, y con el pico abierto corrió hacia el gallo.

Pero el gallo no estaba descuidado, y como buen luchador cayó vigorosamente sobre la pata, y golpeándola con sus espuelas hizo que tuviera que pedirle piedad y que aceptara con mucho gusto dejarse ser enjaezada al carro como reprimenda. El gallo entonces se sentó en la caja de mando y fue el cochero, y así se marcharon al  galope, diciéndole a la pata:

-"¡Corre tan rápido como puedas!"- 

Cuando habían conducido una parte del camino, encontraron a dos pasajeros de un solo pie: un alfiler y una aguja. Ellos gritaron, 

-"¡Paren, por favor! ¡paren!"-

y les dijeron que pronto estaría tan oscuro que no podrían dar un paso adelante, y que el camino estaba muy polvoriento, y preguntaron si no podrían viajar en el carro por un rato.

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Ellos habían estado en la puerta del taller del sastre, y se habían quedado demasiado  tiempo junto a la cerveza. Como ellos eran gente delgada, que no necesitaban mucho espacio, el gallo los dejó entrar, pero tuvieron que prometerle a él y a la gallina que no se posaran en sus pies. Ya al atardecer llegaron a una posada, y como no les gustaba seguir adelante de noche, y además que la pata tenía ya cansados sus pies, se bajaron del carro y entraron. El anfitrión al principio hizo muchas objeciones, su casa ya estaba llena, además él pensó que podrían no ser muy distinguidas personas; pero por fin, como ellos se presentaron en forma muy agradable, y le dijeron que él podría  dejarse el huevo que la gallina había puesto por el camino, y que también podría quedarse igualmente con la pata, que pone un huevo cada día, él por fin dijo que podrían permanecer durante la noche.

Y ahora ellos se sentían muy bien, y se habían banqueteado y alegrado. De madrugada, cuando el día rompía, y todos dormían, el gallo despertó a la gallina, trajo el huevo, lo picoteó y lo abrió, y lo comieron juntos, y ellos lanzaron la cáscara en el hogar. Entonces fueron donde la aguja que estaba todavía dormida, la tomaron por la cabeza y la pegaron en el cojín de la silla del propietario, y pusieron al alfiler en su toalla, y por  último, sin más preámbulos, se fueron volando sobre el brezal. La pata, que gustaba  dormir al aire libre y se había quedado en el jardín, los oyó marcharse, se puso contenta y caminando encontró un arroyo, en el que nadó, ya que era un modo mucho más rápido de viajar que ser enjaezada a un carro.

El anfitrión no salió de la cama sino hasta dos horas después de todo aquello; él se lavó y quiso secarse, entonces el alfiler rasgó su cara e hizo una raya roja a lo largo de un oído al otro. Luego él entró en la cocina y quiso encender un leño, pero cuando llegó al hogar la cáscara de huevo saltó como una flecha hacia sus ojos. 

-"Esta mañana todo ataca a mi cabeza,"- dijo él, 

y furiosamente se sentó en la silla de su abuelo, pero rápidamente brincó otra vez y gritó, 

-"El Infortunio soy yo,"- pues la aguja lo había pinchado todavía peor que el alfiler, y no en la cabeza. 

Ahora él estaba totalmente enojado, y sospechó de los invitados que habían llegado  tarde la noche anterior, pero cuando fue a buscarlos, ya no estaban. Entonces él hizo un voto de no aceptar a más pilluelos en su casa, ya que ellos consumen mucho, no pagan, y gastan bromas pesadas como su forma de agradecer.

Enseñanza:

A la hora de hacer un negocio, es mejor garantizarse la paga antes de realizarlo.

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073-Los tres aprendices

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Había una vez tres aprendices, que habían consentido en mantenerse siempre juntos viajando, y trabajar siempre en la misma ciudad. Llegó un tiempo, sin embargo, en que sus maestros no tenían más trabajo para darles, de modo que al fin se vieron en dificultades económicas, y no tenían casi nada con que vivir. Entonces uno de ellos dijo, 

-"¿Qué haremos? No podemos quedarnos aquí más tiempo, viajemos una vez más, y si no encontramos ningún trabajo en la ciudad, vamos a arreglarnos con el posadero allí, y acordaremos con él que nosotros vamos a escribirle y decirle donde nos encontramos cada uno, de modo que siempre podamos tener noticias el uno del otro, y luego nos separaremos."- 

Y les pareció muy bien a los otros también.

Entonces se pusieron a andar, y en el camino se toparon con un hombre lujosamente vestido que les preguntó quiénes eran ellos. 

-"Somos aprendices que buscamos trabajo; hasta este tiempo nos hemos mantenido  juntos, pero si no podemos encontrar nada que hacer, vamos a separarnos."-

-"No hay ninguna necesidad de eso,"- dijo el hombre, -"si ustedes hacen lo que les diré, no tendrán que buscar oro o trabajo; ¡no!, ustedes serán grandes señores, y conducirán sus propios carros!"-

 Uno de ellos dijo, 

-"Si nuestras almas y salvación no son puestas en peligro, lo haremos seguramente."

 -"No estarán en peligro,"- contestó el hombre, -"no tengo ninguna reclamación al respecto."-

 Uno de ellos le había mirado, sin embargo, a sus pies, y cuando vio que tenía un pie de caballo y un pie de hombre, no quiso que tuvieran algo que ver con él, adivinando la presencia del Diablo.

El Diablo, sin embargo, dijo, 

"Tranquilos, no ando en busca de ustedes, sino en la de otra alma, cuya mitad ya es mía, y cuya totalidad va a llegar a serlo pronto."-

 Y ahora que se sentían seguros, consintieron, y el Diablo les dijo qué era lo que quería: Cada vez que les preguntaran algo, a cada pregunta el primero debía contestar, 

-"Los tres,"- 

y el segundo debía decir, 

-"Por dinero,"-

 y el tercero reafirmar, 

-"Es correcto"-

 Ellos siempre debían decir exactamente todo eso, uno tras otro, pero no debían decir una sola palabra más, y si ellos desobedecían esa orden, todo su dinero desaparecería inmediatamente, pero mientras que si la observaban, sus bolsillos siempre estarían llenos. Como un adelanto, el Diablo inmediatamente les dio tanto como ellos podrían llevar, y les dijo ir a tal y cual posada cuando ya estuvieran en la ciudad.

Ellos fueron a la dirección indicada, y el posadero vino a encontrarlos, y les preguntó si  alguno deseaba algo para comer. El primero contestó, 

– "Los tres,"- 

 

-"Sí,"- dijo el anfitrión, "eso es lo que pensé."-

El segundo dijo, 

-"Por dinero."-

-"Por supuesto,"- dijo el anfitrión. 

Y el tercero dijo, 

-"Es correcto"-

-"Seguro que es correcto,"- dijo el anfitrión. 

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Buena carne y bebida les fueron traídas ahora, y fueron muy bien atendidos. Después de la comida vino el cobro, y el posadero dio la cuenta a uno de ellos quien dijo, 

– "Los tres,"- 

 

el segundo dijo, 

-"Por dinero,"- y el tercero, 

-"Es correcto"-

-"En efecto es correcto,"- dijo el anfitrión, -"todos los tres pagan, y sin dinero no puedo darles nada."-

 Ellos, sin embargo, pagaron todavía más de lo que él les había cobrado.  Los otros huéspedes, que miraban atentos, dijeron, 

-"Esta gente debe estar loca."-

-"Sí, en efecto, así parece,"- dijo el anfitrión, -"se ve que no son muy preparados."

Desde entonces ellos se quedaron algún tiempo en la posada, y no decían nada más que,

– "Los tres,"- 

-"Por dinero,"- y

-"Es correcto"-

 Pero ellos observaban y captaban cuidadosamente todo lo que iba sucediendo en la posada. 

Sucedió que un día llegó un gran comerciante con una suma grande de dinero, y dijo, 

-"Señor, guárdeme mi dinero bien, pues esos tres aprendices locos podrían robármelo."-

 El anfitrión hizo lo que le pidió. Cuando él anfitrión le llevaba la maleta a su cuarto,  sintió que estaba bien pesada con el oro. Entonces él le dio a los tres aprendices un alojamiento abajo, pero al comerciante lo puso arriba en un apartamento separado. Cuando fue la medianoche, y el anfitrión pensó que ya todos estaban dormidos, vino con su esposa, y entre los dos golpearon y mataron al mercante rico; y luego se acostaron otra vez.

Cuando amaneció había un gran bullicio; el comerciante estaba muerto en su cama. Todos los huéspedes corrieron inmediatamente pero el anfitrión dijo, 

-"Los tres aprendices locos han hecho esto;"-

y los inquilinos lo aprobaron diciendo, 

-"No puede haber sido nadie más."-

 El posadero, llamando a los aprendices les preguntó,

-"¿Han matado ustedes al comerciante?"-

– "Los tres,"- dijo el primero, 

-"Por dinero,"- dijo el segundo; y el tercer añadió, 

-"Es correcto"-

 -"Oigan ustedes,"- dijo el anfitrión a los huépedes, -"ellos mismos lo admiten." 

Fueron entonces llevados a la prisión, y por lo tanto, debían ser juzgados. Cuando ellos vieron que las cosas iban tan serias, después de todo tuvieron miedo, pero por la noche el Diablo vino y les dijo, 

-"Aguanten solamente un día más, y no teman por su suerte, que ni siquiera un pelo de su cabeza será maltratado."

A la mañana siguiente ellos fueron conducidos a la sala de juicios, y el juez preguntó, 

-"¿Son ustedes son los asesinos?"- 

– "Los tres,"- 

-"¿Por qué mataron al comerciante?"-

-"Por dinero."-

-"Ustedes, malos desgraciados, ¿no se horrorizan de sus pecados?"-

-"Es correcto"- termino diciendo el tercero.

 -"Ellos lo han admitido, y son todavía tan obstinados,"- dijo el juez, -"¡condúzcanlos a la muerte al instante!"-

 Entonces ellos fueron sacados, y el anfitrión tuvo que ir acompañándolos. Cuando  fueron cogidos por los ayudantes del verdugo, e iban a ser conducidos hasta el andamio donde el verdugo estaba de pie con la espada desnuda, un coche tirado por cuatro caballos castaños de raza, subió de repente, y corría tan rápido que destellaba  fuego entre las piedras, y alguien hizo señales desde la ventana con un pañuelo blanco.

Entonces dijo el verdugo, 

-"Eso parece ser un aviso de perdón,"- y en efecto

 -"¡Perdón! ¡Perdón!"- se oyó decir desde el carro. 

Entonces el Diablo salió como un señor muy noble, maravillosamente vestido, y dijo, 

-"Ustedes tres son inocentes; pueden contar ahora y hacer público lo que han visto y han oído."-

Entonces dijo el mayor, 

-"No matamos al comerciante, el asesino está de pie junto a nosotros," y señaló al posadero. 

-"Como prueba de ello, vayan a su sótano, donde todavía cuelgan muchos otros a quienes él ha matado."-

 Entonces el juez envió a los hombres del verdugo allá, y encontraron que era cierto lo que los aprendices dijeron, y cuando informaron al juez de eso, él hizo que el posadero fuera condenado. Entonces dijo el Diablo a los tres, 

-"Ahora ya tengo el alma malvada que buscaba completar, y ustedes, por tener buenas almas, son libres, y pueden dejarse el dinero para el resto de sus vidas."-

 Enseñanza:

Cumplir correctamente con los acuerdos hechos, resulta en la obtención de sus beneficios.

  

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074-Lobos y Cabras, Dios y el Diablo

El Señor Dios había creado a muchos animales, y había elegido al lobo para ser su acompañante, pero no había aún terminado de crear a las cabras y las tenía en su proceso. Entonces el Diablo se preparó y comenzó a interferir también, y le puso a las cabras colas largas finas. Así, cuando ellas iban al pasto, generalmente se enredaban y permanecían agarradas en los setos por sus colas, y tuvo el Diablo que ir donde ellas y desenredarlas con mucho trabajo. Esto lo enfureció tanto, que fue y trozó la cola de cada una de las cabras, como puede ser visto hasta este día por el tocón. Entonces las dejó ir solas al pasto, pero sucedió que un día el Señor Dios percibió cómo en poco tiempo, en un sitio de su preferencia, ellas royeron un árbol fructuoso, y dañaron vides nobles, y destruían otras plantas sensibles en su búsqueda de alimento.

Esto lo apenó mucho, de modo que en su bondad y piedad él convocó a sus lobos  para que ahuyentaran a las cabras que llegaran por allí. Cuando el diablo observó eso,  fue donde el Señor y le dijo, 

-"Tus criaturas han molestado a las mías".-

El Señor contestó, 

-"¿Por qué no les enseñas a no hacer daño?"-

El Diablo dijo, 

-"No estoy obligado para hacerlo: en vista de que mis pensamientos siempre van dirigidos hacia el mal, no pienso en que puedan actuar de otra manera, y Tú debes pagarme por las molestias que me has causado ahuyentándolas."-

-"Te pagaré tan pronto como todos los robles hayan botado todas sus hojas; ven  entonces y tu paga estará entonces lista."- le dijo el Señor Dios.

Cuando las hojas de los robles de la región habían caído, el Diablo vino y exigió lo que decía que le debían. Pero el Señor dijo, 

-"Aún en la iglesia de Constantinopla hay un alto roble que todavía tiene todas sus hojas."-

Con furia y diciendo maldiciones, el Diablo se marchó, y fue a buscar el roble. Vagó en el páramo durante seis meses antes de encontrarlo, y cuando él regresó al sitio de partida, todos los robles mientras tanto se habían cubierto otra vez con hojas verdes. Entonces él tuvo que resignarse a perder su indemnización, y en su rabia él transformó  los ojos de todas las cabras, e hizo que se vieran desde entonces bien misteriosos.

Por eso es que las cabras tienen esos ojos tan particulares y sus colas son pequeñas, y también por eso es que los pintores se divierten pintando al Diablo con cara parecida a una cabra pero poniéndole una cola larga con una flecha en su punta.

Enseñanza:

Ningún beneficio otorga el interferir en los trabajos de otros sin haber sido llamado.  

Comentario:

En realidad las cabras son bellas creaturas amadas de Dios, todas dulces, pacíficas y llenas de bondad y amistad con los seres humanos y nos proveen con lácteos totalmente saludables. Amémoslas y tratémoslas con cariño.

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075-El Hada del estanque del molino

Érase una vez un molinero que vivía con su esposa muy felizmente. Ellos tenían su dinero y su tierra, y su prosperidad aumentaba año a año cada vez más. Pero la mala suerte viene como un ladrón por la noche, y así como su riqueza había aumentado antes, de pronto empezó a disminuir año a año, y por fin al molinero le costó llamar al molino en el cual vivía, "mi molino". Él se sentía muy angustiado, y cuando  descansaba después del trabajo de todo el día, no encontraba ningún consuelo, y se movía continuamente en su cama, con mucha inquietud. Una mañana él se levantó antes del amanecer y salió al aire libre, pensando que quizás allí su corazón podría sentirse más sereno. Cuando pasaba por las orillas del estanque del molino y el primer rayo de sol rompía al frente, oyó un sonido como de olas en el estanque.

Él dio vuelta y percibió a una mujer hermosa, elevándose despacio del agua. Su pelo largo, que ella apartaba de sus hombros con sus manos suaves, le caía a ambos lados, y le cubría todo su blanco cuerpo. 

Pronto comprendió que ella era el Hada del estanque del molino, y en su miedo no sabía si debería escaparse o permanecer donde estaba. Pero el hada hizo que su dulce voz fuera oída, y llamándolo por su nombre le preguntó por qué estaba tan triste. Al principio, todo sorprendido se quedó mudo, pero al oírla hablar tan amablemente, él tomó el fuerzas, y le dijo cómo antes él había vivido en la riqueza y felicidad, pero que ahora era tan pobre que ya no sabía que hacer. 

-"Estese tranquilo,"-  contestó el hada, -"le haré más rico y más feliz de lo que jamás  alguna vez había sido antes, sólo debe prometerme darme lo que recién ha nacido en su casa."

-"¿Y que podría ser?,"- pensó el molinero, -"¿quizás un cachorrito o un gatito?"- y le prometió lo que ella le pidió. 

El hada se sumergió en el agua otra vez, y él se apresuró a regresar a su molino, consolado y con muy buen ánimo. No había alcanzado su casa todavía, cuando la criada salió a su encuentro, gritándole que se alegrara, ya que su esposa había dado a luz a un pequeño varón. El molinero frenó de golpe como si lo hubiera tocado un rayo;  vio muy bien que la astuta hada sabía de lo acontecido y lo había engañado. Cabizbajo, él se acercó al lado de la cama de su esposa y cuándo ella dijo, 

-"¿Por qué no te alegras de ver al pequeñito?"-

 él le dijo lo que había sucedido, y qué tipo de promesa le había hecho al hada. 

-"¿De que me servirían la riqueza y la prosperidad,"- añadió, -"si debo perder a mi niño?; ¿Pero qué puedo hacer?"-

Incluso los familiares, quiénes habían venido allí para desearles felicidades, no sabían que decir. Mientras tanto la prosperidad regresó de nuevo a la casa del molinero. Todo lo que él emprendía tenía éxito, era como si las cajas y los cofres se llenaran al unísono, y como si el dinero se multiplicara cada noche en los armarios. En muy poco tiempo su riqueza llegó a ser  mayor que lo que había sido alguna vez antes. Pero él no podía alegrarse por ello despreocupadamente, ya que el trato que había hecho con el hada le atormentaba su alma. Siempre que pasaba por la represa del molino, él temía que ella pudiera subir y recordarle su deuda. Él nunca dejó al muchacho ir cerca del estanque. 

-"Ten mucho cuidado,"- le decía, -"si por alguna razón pasaras por ahí, no toques el agua, pues una mano emergerá, te agarrará y te sumergirá dentro de las aguas."-

Pero como los años iban pasando y el hada no aparecía, él se fue sintiendo más a gusto.

El muchacho creció y llegó a su juventud y fue puesto como aprendiz de un cazador. Cuando ya había aprendido todo, y se había hecho un cazador excelente, el señor del pueblo lo tomó en su servicio. En el pueblo vivía una doncella hermosa y sincera, quién complació al cazador, y cuando su maestro percibió aquello, él le dio una pequeña casa, y los dos estuvieron casados, vivieron pacíficamente y felizmente, y se amaron el uno al otro con todos sus corazones.Un día el cazador perseguía un ciervo; y cuando el animal salió del bosque al campo  abierto, lo persiguió y lo alcanzó. Él no notó que estaba ahora en la vecindad peligrosa de la represa del molino, y fue, después de que él había preparado el venado, al agua, a fin de lavar sus manos.

Sin embargo apenas había tocado el agua con sus dedos, cuando el hada ascendió, y sonriente posó sus húmedos brazos alrededor de él y lo sumergió rápidamente dentro del estanque, y las aguas se cerraron de nuevo. Cuando se hizo tarde, y el cazador no volvía a casa, su esposa se alarmó. Ella salió a buscarlo, y como a menudo él le decía que tenía que estar en guardia contra las trampas del hada, y no acercarse a la represa en la vecindad del molino, sospechó lo que podría haber pasado. Ella se apresuró al estanque, y cuando encontró su bolsa de caza en la orilla, ya no podría tener ninguna  duda de la desgracia. Lamentando su pena, y torciendo sus manos, ella llamaba a su amado esposo por su nombre, pero todo fue en vano.

Ella corrió al otro lado del estanque, y lo llamó de nuevo; ella injurió al hada con palabras ásperas, pero ninguna respuesta llegaba. La superficie del agua permaneció tranquila, sólo la media luna estaba fija constantemente atrás. La pobre mujer no dejó el estanque. Con pasos precipitados, ella recorrió una y otra vez todo su alrededor, sin descansar un momento, a veces en silencio, a veces pronunciando un grito fuerte, a veces suavemente sollozando. Por fin sus fuerzas se agotaron y cayó a tierra profundamente dormida. Entonces un sueño tomó posesión de ella: soñaba que subía ansiosamente hacia arriba entre grandes masas de roca; espinas y brezos agarraban sus pies, gotas de lluvia golpeaban en su cara, y el viento sacudía su pelo largo sobre ella.

Cuando ya había alcanzado la cumbre, una vista completamente diferente se le presentó: el cielo era azul, el aire suave, la tierra se inclinaba suavemente hacia abajo, y en un prado verde y alegre, con flores de todos colores, se encontraba una bonita casita de campo. Ella se acercó y abrió la puerta; allí sentada estaba una anciana con el pelo blanco, que la llamó amablemente. En aquel mismo instante, la pobre mujer despertó, el día había alboreado ya, e inmediatamente se resolvió a actuar de acuerdo con su sueño. Laboriosamente subió la montaña; todo era exactamente como lo había visto en su sueño. La anciana la recibió amablemente, y l e indicó una silla en la cual ella podría sentarse. 

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-"Tú debes de haber tenido una desgracia,"- dijo ella, -"puesto que has buscado mi solitaria casita de campo."-

Con grandes lágrimas, la mujer relató lo que le había ocurrido. 

-"Confórtate,"- dijo la anciana, -"Yo te ayudaré. Aquí tienes este peine de oro. Quédate hasta que la luna llena haya salido, luego ve a la represa del molino, siéntate  en la orilla, y peina tu largo pelo negro con este peine. Cuando ya lo hayas hecho, ponlo en el suelo, y observa lo que pasará."-

La mujer volvió a casa, pero el tiempo antes de que la luna llena viniera, pasaba despacio. Por fin el disco brillante apareció en el cielo, entonces salió hacia la represa de molino, se sentó y peinó su largo pelo negro con el peine de oro, y cuando hubo  terminado, lo posó en el borde del agua. No pasó mucho rato cuando hubo un movimiento en las profundidades, una ola se elevó  y rodó hasta la orilla, y arrastró el peine hacia las aguas. En no más tiempo que el necesario para el peine hundirse en el  fondo, la superficie del agua se abrió en dos, y la cabeza del cazador emergió. Él no habló, pero miró a su esposa con miradas muy tristes.

De seguido, una segunda ola vino precipitadamente, y cubrió la cabeza del hombre. Todo desapareció y la represa del molino quedó tan pacífica como antes, y solamente la cara de la luna llena brillaba alrededor. Llena de pena, la mujer volvió a su casa, pero otra vez el sueño le mostró la casita de campo de la anciana. A la mañana siguiente ella salió otra vez y se quejó de sus infortunios a la sabia mujer. La anciana le dio una flauta de oro, y le dijo, 

-"Quédate antes de que la luna llena salga otra vez, luego toma esta flauta; toca un aire hermoso con ella, y cuando hayas terminado, ponla en la arena; entonces observa lo que pasará."-

La esposa hizo cuanto la anciana le dijo. Apenas quedó la flauta en la arena se oyó un conmovedor ruido en las profundidades, y una ola se precipitó y arrebató la flauta con ella.

Inmediatamente después el agua se separó, y no sólo la cabeza del hombre, sino la mitad de su cuerpo también se levantó sobre el agua. Él estiró sus brazos ansiosamente hacia ella, pero una segunda ola subió, lo cubrió, y lo arrastró hacia abajo otra vez. 

-"¡Ay! ¿en qué me ayuda esto a mí?"- dijo la infeliz mujer, -"¡que sólo puedo ver a mi amado para perderlo otra vez!"-

  La desesperación llenó su corazón de nuevo, pero el sueño la condujo una tercera vez a la casa de la anciana. Fue allá, y la mujer sabia le dio una rueca de oro, la consoló y le dijo, 

– "Todo no está listo aún, quédate hasta el tiempo de la luna llena, luego toma la rueca, siéntate en la orilla, y haz girar el carrete hasta llenarlo, y cuando lo hayas hecho, coloca la rueca cerca del agua, y observa lo que pasará."-

La mujer obedeció todo que ella dijo exactamente; y tan pronto como la luna llena se mostró, llevó la rueca de oro a la orilla, y trabajó laboriosamente hasta que el lino se consumió totalmente, y el carrete estuvo completamente lleno de hilos. Apenas estuvo la rueca puesta en la orilla, habo un movimiento más violento que antes en las profundidades del estanque, y una fuerte ola se precipitó, llevándose la rueca consigo. Inmediatamente la cabeza y el cuerpo entero del hombre se elevaron en el aire, sobre  un chorro de agua. Él rápidamente saltó a la orilla, agarró a su esposa de la mano y huyó. Pero apenas habían recorrido una distancia muy pequeña, cuando el estanque entero se agitó con un rugido espantoso, y se derramó inundando todo el campo alrededor.

Los fugitivos creyeron ya ver la muerte ante sus ojos, cuando la mujer en su terror imploró la ayuda de la anciana, y en un instante ellos fueron transformados: él en un sapo, ella en una rana. La inundación que los había alcanzado no podía destruirlos, pero esto los separó y los llevó lejos una del otro.

Cuando el agua se había dispersado y ambos tocaron tierra firme otra vez, recobraron su forma humana, pero ninguno sabía donde estaba el otro; ellos se encontraron entre gente extraña, que no sabían de su tierra natal. Altas montañas y  valles profundos se interponían entre ellos. A fin de mantenerse vivos, ambos se sintieron obligados a trabajar cuidando ovejas.

Durante mucho tiempo ellos condujeron sus rebaños por campos y bosques y se sentían llenos de pena y soledad. Cuando la primavera había empezado una vez más en la tierra, ambos salieron un día con sus rebaños, y cuando la casualidad lo permitió, ellos se acercaron el uno al otro. Ellos se encontraron en un valle, pero no se reconocieron entre sí; sin embargo se alegraron de que ya no estaban solos. De aquí en adelante cada uno de ellos condujo sus rebaños al mismo lugar; y aunque no hablaban  mucho, se sentían consolados. Una noche, cuando la luna llena brillaba en el cielo, y las ovejas estaban ya en reposo, el pastor sacó la flauta de su bolsillo, y tocó con ella una melodía hermosa pero triste.

Cuando él había terminado de tocar, vio que la pastora lloraba amargamente. 

-"¿Por qué estás llorando?"- le preguntó. 

-"Ay,"- contestó ella, – "así brillaba la luna llena cuando toqué esa melodía en la flauta por última vez, y la cabeza de mi amado esposo se elevó sobre las aguas del estanque."-

Él la miró, y pareció como si un velo se cayera de sus ojos, y reconoció entonces a su querida esposa, y cuando ella lo miró, y la luna brilló en su cara ella lo reconoció  también. Ellos se abrazaron y besaron el uno al otro, y no hubo necesidad de preguntar si en adelante fueron muy felices.

Enseñanza:

Si se va a hacer un trato, hay que ver muy claramente todas las condiciones antes de comprometerse, no vaya a ser que aceptemos algo que no nos conviene.

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076-La mazorca del maíz

Hace mucho tiempo, cuando Dios todavía andaba revisando la tierra, la fecundidad del suelo era mucho mayor de lo que es ahora; entonces las mazorcas de maíz no llevaban  cincuenta o sesenta, sino cuatrocientos o quinientos granos. Y las mazorcas salían desde bien abajo del tallo hasta cubrir toda su altura, y según la longitud del tallo así era la longitud de la mazorca. Los hombres, sin embargo están hechos de tal manera, que cuando se sienten demasiado bien ya no valoran las bendiciones que vienen de Dios, y se ponen indiferentes y descuidados. 

Un día una mujer pasaba por un maizal cuando su pequeño niño, que corría al lado de ella, cayó en un charco, y ensució su vestido. Entonces la madre cogió un puñado de hermosas mazorcas de maíz, y limpió el vestido con ellas.

Cuando el Señor, que en ese momento andaba por ahí, vio aquello, se enojó, y dijo,

– "De aquí en adelante ya los tallos de maíz no darán más mazorcas; los hombres ya no son dignos de regalos divinos."-

Las personas presentes que oyeron esto, se aterrorizaron, y cayeron de rodillas y le rogaron que por favor todavía dejara algo en los tallos, aun si la gente tuviera poco mérito para ello, y por las aves inocentes que de otra forma tendrían que pasar hambre. El Señor, que previó su sufrimiento, tubo compasión de ellos, y concedió la petición. Entonces las mazorcas fueron dejadas tal cómo se ve que crecen ahora.

Enseñanza:

Siempre debemos apreciar y cuidar con amor las cosas buenas que tenemos.

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077-El espíritu en la botella 

Había una vez un pobre leñador que trabajaba duro a partir de la primera hora de la  mañana hasta la última hora de la tarde. Cuando por fin él había ahorrado un poco de dinero, dijo a su muchacho, 

-"Eres mi único hijo, gastaré el dinero que he ganado con el sudor de mi frente en tu educación;  y si aprendes un poco de comercio honesto podrás apoyarme en mi vejez, cuando mis miembros se hayan puesto tiesos y me sienta obligado a quedarme en casa."-

 Entonces el muchacho fue a una Escuela Secundaria y aprendió diligentemente de modo que sus maestros lo elogiaran, y permaneció allí mucho tiempo. Cuando ya había hecho dos cursos, pero no era todavía perfecto en todo, el pequeño ahorro  que el padre había ganado se había gastado, y el muchacho tuvo que regresar a casa.

-"Ah,"- dijo el padre, dolorosamente, -"no puedo darte más, y en estos tiempos difíciles no puedo ganar más que lo necesario para nuestro pan diario."-

-"Querido padre,"- contestó el hijo, -"no se preocupe por ello, si esto es la voluntad de Dios, todo estará a mi favor y yo me acostumbraré pronto a esta situación."-

Cuando el padre quiso ir al bosque para ayudarse a ganar dinero amontonando, apilando y cortando madera, el hijo dijo, 

-"Iré con usted y le ayudaré."-

-"No, mi hijo,"- dijo el padre, -"eso es difícil para ti ya que no estás acostumbrado al trabajo áspero, y te sería muy duro aguantarlo; además tengo sólo una hacha y ningún dinero con el cual comprar otra."-

-"Sólo ve donde el vecino,"- contestó el hijo, -"le pides prestada su hacha hasta que yo haya ganado una para mí."-

El padre entonces tomó prestada el hacha del vecino, y a la siguiente mañana, al amanecer, ambos salieron juntos hacia el bosque. El hijo ayudó a su padre y estuvo completamente alegre y enérgico en su trabajo. Pero al llegar el medio día, el padre dijo, 

-"Descansemos, y tengamos nuestra comida, y luego trabajaremos de nuevo otra vez."-

El hijo tomó su pan en sus manos, y dijo, 

-"Sólo descanse usted, padre, yo no estoy cansado; andaré de arriba abajo un poco en el bosque, y buscaré nidos de aves. 

-"Ah, ¿bromeas acaso?,"- dijo el padre, -"¿para qué vas a querer andar buscando aves por allí? Después te vas a sentir cansado, y ya no serás capaz de levantar tu brazo; quédate aquí, y siéntese a mi lado."-

El hijo, sin embargo, entró al bosque, comió su pan, y caminando muy contento miró detenidamente entre las ramas verdes para ver si podría descubrir nidos de aves en diversas partes. Así que fue de arriba abajo esperando encontrar algún nido de ave, hasta que por fin llegó a un gran roble de apariencia peligrosa, que ciertamente tenía ya muchos cientos de años, y que cinco hombres no podrían haber talado.

Él se estuvo quieto y lo miró, y pensó, 

-"Muchas aves deben haber construido su nido aquí."-

De repente le pareció oír una voz. Él escuchó con atención y se dio cuenta que alguien gritaba con una voz muy sofocada, 

-"¡Déjenme salir, déjenme salir!"-

Él miró alrededor, pero no podía descubrir nada; sin embargo, se imaginó que la voz salía de la tierra. Entonces gritó, –

-"¿Dónde estás?"-

 La voz contestó, 

-"Estoy aquí abajo entre las raíces del roble. ¡Déjenme salir, déjenme salir!"-

El joven comenzó a soltar la tierra bajo el árbol, y a buscar entre las raíces, hasta que por fin encontró una botella de cristal en un pequeño hueco. La levantó y la sostuvo contra la luz, y vio a una criatura formada como una rana, que saltaba de arriba abajo dentro de ella. 

-"¡Déjenme salir, déjenme salir!"- gritaba de nuevo, y el joven, sin pensar en ningún mal, quitó el corcho de la botella.

Inmediatamente un espíritu salió de ella, y comenzó a crecer, y creció tan rápido que en muy pocos momentos estuvo de pie ante el joven un terrible compañero tan grande como la mitad del árbol junto al cual él se encontraba. 

-"¿Sabes tú,"- gritó con una voz horrible, -"qué es lo que recibirás por haberme soltado?"-

-"No,"- contestó el muchacho sin temores, -"¿cómo debería yo saber eso?"-

-"Entonces yo te lo diré,"- gritó el espíritu; "debo estrangularte por ello."-

-"Debiste haberme dicho eso antes,"- dijo el muchacho, -"ya que entonces debería haberte dejado encerrado, pero mi cabeza estará firme para todo lo que piensas hacer; y hay que consultar a más personas sobre esto."-

-"¡Más personas aquí, más personas allá!"- dijo el espíritu.

-"Tendrás el merecido que has ganado. Piensas que fui encerrado allí como un favor. No, esto era un castigo para mí. Soy el fuerte Mercurio. Quienquiera que me liberara,  deberé estrangularlo."-

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-"Suave,"- contestó el joven, -"no tan rápido. Debo saber primero que tú realmente cabías en aquella pequeña botella, y que por lo tanto eres el espíritu que dices ser. Si, en efecto, puedes ahí entrar otra vez, te creeré y luego podrás hace conmigo lo que dispongas."-

El espíritu dijo arrogantemente, 

-"Eso es una hazaña muy insignificante,"- 

y empezó a encogerse, y se hizo tan pequeño y delgado como había sido al principio, de modo que se arrastró por la misma apertura, y directamente por el cuello de la botella ingresó en ella otra vez. Apenas estuvo adentro, el joven empujó el corcho que  había retirado de la botella, y la lanzó entre las raíces del roble en su antiguo lugar, y así el espíritu fue engañado y apresado.

Y ahora el hijo estaba a punto de volver con su padre, cuando el espíritu gritó muy lastimosamente, 

-"¡Ay, déjame salir! ¡Ay, déjame salir!"-

-"¡No!,"- contestó el joven, -"¡no una segunda vez! Quien ha tratado una vez de tomar mi vida no será puesto en libertad por mí, ahora que lo he agarrado otra vez."-

-"Si decides ponerme en libertad,"- dijo el espíritu, -"te daré tanto que tendrás  abundancia todos los días de tu vida."-

-"No,"- contestó el muchacho, -"me engañarás como hiciste la primera vez."-

-"Estás desperdiciando la buena suerte que te puedo dar,"- dijo el espíritu; -"no te haré daño, más bien te recompensaré lujosamente."-

El muchacho pensó, 

-"Me arriesgaré, quizás él guardará su palabra, y de todos modos no podrá obtener lo  mejor de mí."-

Entonces quitó el corcho, y el espíritu se elevó de la botella como lo había hecho antes, se estiró y se hizo tan grande como un gigante. 

-"Ahora te daré la recompensa,"- dijo él, 

y dio al joven un pequeño bolso como un yeso, y dijo, 

-"Si frotas un lado de él sobre una herida, ella sanará, y si frotas el otro lado sobre acero o hierro, se transformará plata."-

-"Voy a probarlo," dijo el joven, 

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