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Cuentos de hadas de Jacob y Whilhelm Grimm (volumen II) (página 7)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Entonces el hombre alto tomó la doncella en sus brazos, la regresó en un segundo, luego trajo a su compañero con la misma rapidez, y antes de que fueran las doce todos ellos se sentaron como se habían sentado antes, completamente alegres y felices. Cuándo dieron las doce, la bruja anciana vino mostrando una cara malévola, que parecía decir, 

-"Ahora ya él es mío!"- ya que ella creyó que su hija estaba en la roca a trescientas leguas lejos.

Pero cuándo ella la vio en los brazos del príncipe, se  alarmó, y dijo, 

-"Aquí hay uno que puede más que yo!"-

Ella no se atrevió a hacer cualquier oposición, y fue obligada a darle a su hija. Pero le susurró en su oído

-"Es una desgracia para ti tener que obedecer a gente común, y que no puedas  elegir a un marido a tu propio gusto."-

Con eso, el corazón orgulloso de la doncella se lleno de cólera, y meditó una  venganza. A la mañana siguiente ella hizo que trescientos grandes bultos de madera fueran reunidos juntos para una hoguera, y dijo al príncipe que aunque las tres tareas fueron realizadas, ella todavía no sería su esposa hasta que alguien estuviera listo a sentarse en medio de la madera encendida, y aguantar el fuego.

Ella pensó que ninguno de sus criados se dejaría ser quemado, sacrificándose  por él, y que por el amor por ella, él mismo se colocaría sobre el fuego, y así luego ella sería libre. Pero los criados dijeron, 

-"Cada uno de nosotros ha hecho algo excepto el hombre del frío-calor, ahora será su oportunidad."-

Y lo pusieron en medio del montón de madera, y prendieron el fuego. Entonces la madera comenzó a quemarse, y hubo fuego durante tres días hasta que toda la madera se consumió, y cuando las llamas se habían consumido, el hombre del frío-calor estaba ahí de pie entre las cenizas, temblando como una hoja de álamo temblón, y diciendo, 

-"Nunca sentí tal helada durante el curso entero de mi vida; ¡si esto hubiera durado mucho más, ya estaría entumecido!"- 

Como ya ningún otro pretexto podía ser encontrado, la hermosa doncella quedó ahora abligada a aceptar a aquel joven desconocido como su marido. Pero cuando iban para la ceremonia, la anciana se dijo, 

-"No puedo soportar esa desgracia,"-

y envió a sus guerreros tras ellos con órdenes de reducir a todo quién se les opusiera, y que le trajeran de regreso a su hija.

Pero el hombre oyente había afilado sus oídos, y había oído las órdenes de la anciana. 

-"¿Qué haremos?"- dijo el hombre grande. 

Pero ya él sabía que hacer, y escupió detrás del carro un par de veces un poco del agua de mar que había bebido, y un gran mar se levantó en el que los guerreros fueron atrapados y ahogados. Cuando la bruja vio lo sucedido, envió a sus caballeros armados; pero el hombre oyente oyó la agitación de las armaduras, y quitó la venda de un ojo del hombre de los ojos poderosos, quién miró un rato fijamente a las tropas del enemigo, y todas sus piezas saltaron en pedazos como el cristal.

Entonces el joven y la doncella continuaron su camino tranquilos, y cuando había terminado la ceremonia, los seis criados decidieron terminar sus servicios, y dijeron a su patrón, 

-"Sus deseos están satisfechos ahora, ya no nos necesita, seguiremos nuestro camino y buscaremos nuestras fortunas."-

El príncipe les pagó sus servicios y se fueron.

A media legua del palacio del padre del príncipe había un pueblo cerca del cual un porquero atendía su manada, y cuando llegaron allí el príncipe dijo a su esposa, 

-"¿Sabes quién soy realmente? No soy ningún príncipe, sino un pastor de cerdos, y el hombre que está allí con aquella manada, es mi padre. Nosotros dos tendremos que ponernos a trabajar también, y ayudarle."-

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Entonces él bajó con ella a la posada, y en secreto pidió a los posaderos llevarse la indumentaria real durante la noche. Así que cuándo ella despertó por la mañana, no tenía nada para ponerse, y la esposa del posadero le dio un viejo vestido y un par de medias de estambre, lo que le pareció considerarlo un gran presente, y dijo, 

-"¡Si no fuera por el bien de su marido yo no le hubiera dado nada en absoluto!"-

Entonces la princesa creyó que él realmente era un porquero, y atendió la manada con él, y pensó, 

-"He merecido esto por mi altivez y orgullo."-

Esto duró toda una semana, y no pudo soportarlo más, ya que tenía llagas en sus pies. Luego llegó un par de personas que preguntaron si ella sabía quién era su marido. 

-"Sí"-, contestó, -"él es un porquero, y acaba de salir con cuerdas para tratar de realizar un pequeño trato."-

Pero ellos dijeron, 

-"Sólo venga con nosotros, y la llevaremos donde él," y ellos la llevaron hasta el palacio, y cuando ella entró en el salón, allí estaba su marido con su vestido real.

Pero ella no lo reconoció hasta que él la tomó en sus brazos, la besara, y dijera, 

-"Sufrí mucho por ti, y ahora tú también, has tenido que sufrir por mí."-

Y luego otra boda oficial real fue celebrada, y quien les ha contado todo esto, desea que él, también, esté presente en la fiesta.

 Enseñanza:

Cuando se hace una labor o trabajo, siempre hay que buscar y usar la herramienta que sea más útil para cada caso.  

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100-Los Tres Holgazanes

Un cierto Rey tenía a tres hijos que eran todos igualmente queridos por él, y no sabía a cual de ellos designar como su sucesor después de su propia muerte. Cuando el tiempo vino en que él estaba a punto de morir,  los convocó a su lado de la cama y dijo, 

-"Queridos hijos, he estado pensando en algo que les  declararé; aquel de ustedes que imagine y me diga cómo ser el más perezoso tendrá el reino."-

El mayor dijo, 

-"Entonces, padre, el reino es mío, ya que soy tan ocioso que si me acuesto para descansar, y una gota cae en mi ojo, no lo abriré para poder dormir."-

El segundo dijo; 

"Padre, el reino me pertenece, ya que soy tan ocioso que cuando me siento al lado del fuego para calentarme, prefiero dejar que mi talón se queme a tener que mover mi pierna."-

El tercero dijo, 

-"Padre, el reino es el mío, ya que soy tan ocioso que si yo fuera a ser ahorcado, y tengo la cuerda ya alrededor de mi cuello, y alguien pusiera un cuchillo filoso en mi mano con el cual yo podría cortar la cuerda, prefiero dejarme ahorcar a levantar mi mano hacia la cuerda."-

Cuando el padre oyó aquello, dijo, 

-"Tú eres el que lo llevaste más lejos, y serás el Rey."

Enseñanza:

Recordemos que el ocio es la madre de todos los vicios. En este cuento los hijos solamente hacen una práctica intelectual sobre la ociosidad, pero realmente nunca la practicarían.  

101-Madre Nieve

Había una vez una viuda que tenía dos hijas – una de ellas era linda y laboriosa, mientras la otra era fea y ociosa. Pero la viuda era muy cariñosa con la fea y ociosa, porque era su propia hija; y la otra, quién era una hijastra, era  obligada a hacer todo el trabajo y ser la Cenicienta de la casa. Cada día la pobre muchacha tenía que sentarse en el camino junto a un pozo a hilar con el huso, y girar y girar hasta ver sus dedos sangrados.

Ahora resultó que un día el huso se manchó con su sangre, y entonces para limpiarlo lo introdujo en el pozo, pero resbaló de su mano y cayó al fondo del pozo. Ella comenzó a llorar, y corrió donde su madrastra y le contó la desgracia. Pero ella la reprendió bruscamente, y fue muy despiadada al decirle, 

-"Ya que usted ha dejado caer el huso, usted debe sacarlo de allí."-

Entonces la muchacha volvió al pozo, y no sabía que hacer; y con la pena en su corazón, brincó dentro del pozo para conseguir el huso. Ella perdió sus sentidos; y cuando despertó volviendo en sí, se vio en un prado encantador donde el sol brillaba y miles de flores crecían. Corrió a lo largo de esta pradera, y por fin llegó a un horno de panadería lleno de pan, y el pan gritaba, 

-"¡Hey, sáqueme! ¡sáqueme o me quemaré!; ¡he sido horneado mucho tiempo!"- 

Entonces se acercó, y sacó todos los panes uno tras otro con la pala del pan. Después de esto continuó hasta llegar a un árbol cubierto de manzanas, que la llamaron, 

-"¡Hey, sacúdame! ¡sacúdame! ¡estamos todas maduras!"-

Y sacudió el árbol hasta que las manzanas cayeron como la lluvia, y continúo sacudiendo para que todas vinieran abajo, y luego de amontonarlas, continuó su camino.

Por fin llegó a una pequeña casa, en la cual vio a una anciana; pero tenía tales dientes tan grandes que la muchacha se asustó, y estuvo a punto de salir corriendo.

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Pero la anciana la llamó, 

-"¿De qué tienes miedo, querida niña? Permanece  conmigo; si haces todo el trabajo en la casa correctamente, estarás mejor por eso. Sólo debes tener cuidado de hacer bien mi cama, y sacudirla a fondo hasta que las plumas vuelen; entonces habrá nieve en la tierra. Soy la Madre Nieve."-

Como la anciana le habló tan amablemente, la muchacha tomó valor y consintió en entrar en su servicio. Ella se ocupó de atender satisfactoriamente todo lo que le solicitaba su patrona, y siempre sacudía su cama tan enérgicamente que las plumas volaban parecidas a copos de nieve. Entonces ella tenía una vida agradable con ella; nunca una palabra enojada; y hervían o asaban carne cada día.

Ella se quedó algún tiempo con la Madre Nieve, pero al cabo de algún tiempo se sintió triste. Al principio no sabía lo que le sucedía, pero al fin reconoció  que era la nostalgia: aunque ella estuviera miles de veces mejor aquí que en casa, de todos modos ella tenía un deseo de volver allá. Por fin le dijo a la anciana, 

-"Tengo un gran deseo de ir a casa; y a pesar de estar muy bien aquí abajo, no puedo quedarme más tiempo; debo subir otra vez donde mi propia gente."-

La Madre Nieve dijo, 

-"Estoy contenta que quieras volver a tu casa otra vez, y como me has servido tan correctamente, yo misma te llevaré de regreso."-

Con eso ella la tomó de la mano, y la condujo a una puerta grande. La puerta se abrió, y como la doncella estaba de pie bajo la entrada, una gran lluvia de oro  cayó, y todo el oro se le adhería a ella, de modo que quedó completamente cubierta con él.

-"Tendrás esto porque has sido muy laboriosa"-, dijo la Madre Nieve, y al mismo tiempo le devolvió el huso que se le había caído en el pozo. 

Con eso la puerta se cerró, y la doncella se encontró encima sobre la tierra, no lejos de la casa de su madrastra.Y cuando entraba al predio, el gallo que estaba junto al pozo gritó: -"¡Quiquiriquí!"–"¡Su niña bonita está aquí!"-Entonces fue donde la madrastra, y cuando llegó así cubierta de oro, fue muy bien acogida, tanto por ella como por su hermana.

La muchacha contó todo que le había pasado; y tan pronto como la madre oyó como había adquirido tanta riqueza, quedó muy ansiosa por obtener la misma buena suerte para la hija fea y perezosa. Ella tenía que sentarse por el pozo e hilar; y con el fin de que su huso pudiera quedar manchado con sangre, pegó su mano en un arbusto de espinas y pinchó su dedo. Entonces lanzó el huso en el pozo, y luego brincó detrás de él.

Llegó, como la otra, al prado hermoso y anduvo a lo largo del mismo camino. Cuándo ella llegó al horno con el pan, éste estaba otra vez gritando, 

-"¡Hey, sáqueme! ¡sáqueme! o me quemaré!; ¡he sido horneado mucho tiempo!"-

Pero la perezosa contestó, 

-"¿Acaso tengo algún deseo de ensuciarme?"- y se fue. 

Pronto llegó al manzano, que gritó, 

-"¡Hey, sacúdame! ¡sacúdame! ¡las manzanas estamos todas maduras!"- 

Pero ella contestó, 

-"¡Las prefiero allí! una de ustedes podría caerse en mi cabeza."- y continuó su camino.

Cuando llegó a la casa de la Madre Nieve no tuvo miedo, ya que había oído de sus dientes grandes, y entonces se puso a su servicio inmediatamente. El primer día ella se dedicó a trabajar diligentemente, y obedeció a la Madre Nieve cuando ella le pedía hacer algo, ya que pensaba en todo el oro que le daría. Pero durante el segundo día comenzó a ser perezosa, y durante el tercer día todavía más, y luego no despertaría por la mañana en absoluto. Tampoco hizo la cama de la Madre Nieve como debería, y no la sacudió haciendo volar las plumas. La Madre Nieve se cansó de su proceder, y le dio su aviso para que se marchara. La muchacha perezosa estuvo deseosa de irse, y pensó que ahora vendría la lluvia de oro. La Madre Nieve la condujo también a la gran puerta; pero mientras estaba de pie bajo ella, en vez del oro, una gran olla de barro fue vaciada sobre ella. 

-"Esta es la recompensa por su servicio"-, dijo la Madre Nieve, y cerró la puerta.

Entonces la muchacha perezosa se fue a casa; pero iba completamente cubierta de barro, y el gallo que estaba por el pozo, tan pronto como la vio, gritó,-"¡Quiquiriquí!"–"¡Su muchacha sucia está aquí!"-Y el barro se pegó rápido a ella, y no le pudo ser quitado mientras vivió.

Enseñanza:

Imitar a quien ha tenido éxito, debe de hacerse con mucho cuidado y sin errores, pues de lo contrario la imitación puede convertirse en fracaso.

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102-El campesino en el cielo 

Una vez hace un tiempo, un campesino piadoso pobre murió, y llegó ante la puerta del cielo. Al mismo tiempo un señor muy rico y poderoso pero también piadoso, vino allí y  también pidió entrar en el cielo. 

Entonces San Pedro vino con la llave, y abrió la puerta, y dejó entrar al gran hombre, pero por lo visto no vio al campesino, y cerró la puerta otra vez. Y ahora el campesino estando afuera, oía como el gran hombre fue recibido en el cielo con toda clase de alegrías, y cómo le tocaban música, y le cantaban. 

Al cabo de un rato todos se tranquilizaron de nuevo, y San Pedro vino y abrió otra vez la puerta de cielo, y dejó entrar al campesino. El campesino, sin embargo, esperó que también le tocarían música y cantarían cuando él entrara, pero todos permanecieron completamente tranquilos; él fue recibido con gran afecto, es cierto, y los ángeles vinieron para encontrarlo, pero nadie cantó. Entonces el campesino preguntó a San Pedro cómo es que no hubo cantos para él y que sin embargo sí hubo cuando el hombre rico entró, y dijo que le parecía que allí en el cielo las cosas son hechas con tanta parcialidad como en la tierra. 

Entonces dijo San Pedro, 

-"De ningún modo mi querido hermano, tu eres tan querido por nosotros como todo piadoso, y vas a disfrutar de cada placer divino igual a como el hombre rico disfrutará, pero almas tan humildes y piadosas como tú, vienen por miles al cielo cada día, pero un hombre rico y a la vez piadoso como este no viene más que una vez en cien años."-

Enseñanza:

Los casos excepcionales son siempre motivo de gran atención.

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103-Los dos hermanos gemelos  

Había una vez dos hermanos, uno rico y otro pobre. El rico era un orfebre y de frío corazón. El pobre se mantenía haciendo escobas, y era bueno y honorable. El pobre tenía dos niños, que eran hermanos gemelos y  uno tan similar al otro, como dos gotas de agua. Los dos muchachos iban de acá para allá a la casa del rico, y a menudo conseguían algunas sobras para comer. Sucedió que una vez cuando el hombre pobre se internó en el bosque para traer broza, él vio a un ave que era completamente de oro y más hermosa que ninguna otra que él jamás había tenido oportunidad de encontrar.

Él recogió una pequeña piedra y se la lanzó, y fue bastante afortunado para lograr golpearla, pero solamente una pluma de oro cayó, y el ave se fue volando. El hombre tomó la pluma y se la llevó a su hermano, que la miró y dijo, 

-"¡Esto es oro puro!"- y le dio mucho dinero por él. 

Al día siguiente el hombre pobre subió a un árbol de abedul, y estaba a punto de cortar un par de ramas cuando la misma ave salió volando, y cuando el hombre buscó más detenidamente, encontró un nido con un huevo dentro de él, el cual era de oro.

Él llevó el huevo a su casa, y luego donde su hermano, que otra vez dijo, 

-"¡Esto es oro puro!"-, y le pagó lo que merecía. 

Por fin el orfebre se dijo, 

-"En efecto, me gustaría tener al ave para mí mismo."-

El hombre pobre entró en el bosque por tercera vez, y de nuevo vio al ave de oro sentada en el árbol, entonces él tomó una piedra y la derribó y la llevó a su hermano, que le dio un gran montón de oro por ella. 

-"Ahora ya puedo mejorar mi condición"-, pensó él, y se fue muy contento a su casa.

El orfebre era mañoso y astuto, y sabía muy bien cual tipo de ave era aquella. Llamó su esposa y le dijo, 

-"Ásame esta ave de oro, y ten cuidado que nada de ella se pierda. Tengo un gran antojo de comerla toda yo mismo."-

El ave, sin embargo, no era un ave común, sino de una clase tan maravillosa que  quienquiera que comiera su corazón y su hígado encontraría cada mañana un pedazo de oro bajo su almohada. La mujer alistó al ave, la puso sobre el asador, y la dejó asarse.

Pero resultó que cuando el ave estaba en el fuego, la mujer se vio obligada a salir de la cocina para hacer otro trabajo, y mientras tanto los dos niños del fabricante de escoba pobre llegaron, se colocaron junto al asador y le dieron  vuelta un par de veces. En ese momento dos pequeños trozos del ave cayeron en la lata de goteo y uno de los muchachos dijo, 

-"Comamos estos dos pequeños trozos; tengo tanta hambre, y nadie los echará de menos."-

Entonces los dos comieron los pedazos, pero en eso la mujer entró en la cocina y vio que ellos comían algo y preguntó,

-"¿Qué han estado comiendo ustedes?"-

-"Dos pequeños bocados que cayeron a la lata"- contestaron ellos. 

-"Deben haber sido el corazón y el hígado"-, dijo la mujer, completamente asustada.

Y a fin de que su marido no pudiera notar su ausencia y se enojara, rápidamente mató un joven pollo, sacó su corazón y su hígado, los asó y los puso dentro del ave de oro. Cuando todo estuvo listo, ella lo llevó al orfebre, que consumió todo él solo, y no dejó nada de aquello. A la mañana siguiente, sin embargo, cuando él buscó bajo su almohada, esperando tener el pedazo de oro, no encontró ningún  pedazo de oro que se suponía debía estar siempre allí.

Los dos niños no sabían la gran fortuna que había llegado a sus dominios. A la mañana siguiente, cuándo ellos se levantaron, algo cayó traqueteando al suelo, y cuando lo recogieron vieron que eran ¡dos pedazos de oro! Entonces los llevaron a su padre, que se sorprendió y dijo,

-"¿Como puede haber pasado?"-

Cuando al día siguiente otra vez encontraron otros dos pedazos de oro, y así diariamente, él fue donde su hermano y le contó la extraña historia.

El orfebre inmediatamente supo como esto había venido a suceder, y que los niños habían comido el corazón y el hígado de la ave de oro, y a fin de vengarse, porque sintió envidia y dureza en su corazón, él dijo al padre, 

-"Tus niños están atrapados por el demonio, no tomes el oro, y no sufras por deshacerte de ellos para que no se queden más tiempo en tu casa, ya que él los tiene en su poder, y puede igualmente dañarte a ti."-

El padre le creyó y temió por el mal del demonio, y doloroso que fue para él, condujo a los gemelos adentro del  bosque, y con un corazón triste los abandonó allí.

Y ahora los dos niños corrieron en el bosque, y buscaron el camino a casa otra vez, pero no podían encontrarlo, y sólo se perdían cada vez más. Por fin se encontraron con un cazador, que les preguntó, 

-"¿De quien son ustedes?"-

-"Somos los hijos del pobre fabricante de escobas"-, respondieron ellos.

Y además le dijeron que su padre no los tendría más tiempo en la casa porque un pedazo de oro aparecía está cada mañana bajo sus almohadas.

-"Vengan", dijo el cazador, "eso no es tan malo, si al mismo tiempo ustedes se mantienen honestos y ocupados."-

Como al buen hombre le agradaron los niños, y no tenía ninguno propio, él los llevó a su casa y les dijo,

-"Yo seré su padre, y los mantendré hasta que sean grandes."-

Pasó el tiempo y ellos aprendieron sobre la cacería, y el pedazo de oro que cada uno de ellos encontraba cuando despertaban, fue guardado para ellos por el buen hombre por si ellos debieran necesitarlo en el futuro.

Cuando ellos ya estuvieron grandes, su padre adoptivo un día los llevó al  bosque con él, y dijo, 

-"Hoy van ustedes a hacerme su tiro de fin de enseñanza, de modo que yo pueda liberarles de su aprendizaje, y llamarles verdaderos cazadores."-

Ellos fueron con él para estar al acecho y se estuvieron así por mucho rato, pero ninguna presa apareció. El cazador, sin embargo, miró hacia arriba y vio un grupo de gansos salvajes que llegaban volando en la forma de un triángulo, y dijo a uno de los jóvenes, 

-"Bájame de un tiro por vez, uno de cada esquina."-

Él lo hizo exitosamente, y así llevó a cabo su tiro de fin de enseñanza. Poco después un nuevo grupo vino volando fomando la figura de un dos, y el cazador pidió al otro joven también bajar uno de cada esquina, y su tiro de fin de enseñanza fue igualmente acertado. 

-"Ahora", dijo el padre adoptivo, "les confirmo el fin de su aprendizaje; ustedes son ya cazadores expertos."-

Luego los dos hermanos siguieron adelante juntos en el bosque, y se consultaban el uno con el otro planeando algo. Y por la tarde cuando ellos se habían sentado a la cena, dijeron a su padre adoptivo, 

-"No tocaremos el alimento, ni siquiera tomaremos un bocado, hasta que usted nos haya concedido una petición."-

-"¿Y cual, es su petición?"- preguntó el padre.

Ellos contestaron, 

-"Hemos terminado ahora de aprender, y nosotros debemos ponernos a prueba  en el mundo. Permítanos que nosotros nos marchemos y viajemos."-

Entonces dijo el anciano con júbilo, 

-"'Ustedes hablan como cazadores valientes; que su deseo sea también mi deseo; vayan adelante, todo irá bien con ustedes."-

  

Con eso acordado, ellos comieron y bebieron alegremente juntos.

Cuando el día designado vino, su padre adoptivo dio a cada uno de ellos una buena arma y un perro, y dejó que cada uno de ellos llevara tantos pedazos de oro de los que tenían guardados como quisieran. Entonces él los acompañó una parte del camino, y al momento de despedirse, él les dio un cuchillo brillante, y dijo, 

-"Si alguna vez ustedes se separan, peguen este cuchillo en un árbol en el lugar donde se separan, y cuando uno de ustedes regrese allí, va a ser capaz de ver como a su hermano ausente le está yendo, de modo que cuando el lado del cuchillo es girado en la dirección por la cual él se fue, se oxidará si él ha muerto, pero permanecerá brillante si él está vivo."-

Los dos hermanos fueron todavía más lejos hacia adelante, y llegaron a un bosque que era tan grande que fue imposible para ellos salir de él en un día. Entonces pasaron la noche allí, y comieron lo que habían puesto en sus bolsas de caza. Anduvieron todo el segundo día igualmente, y todavía no salían. Cuando no tuvieron nada para comer, uno de ellos dijo, 

-"Debemos cazar algo para nosotros o sufriremos hambre,"- y cargó su arma, y miró alrededor él.

Y cuando una vieja liebre vino corriendo hacia ellos, él puso su arma en su hombro, pero la liebre gritaba,

-"Querido cazador, por favor déjeme vivir,y dos pequeñas liebres en mi lugar le daré"-

y saltó al instante en la espesura, y trajo dos jóvenes liebres. Pero las pequeñas criaturas jugaron tan alegremente, y eran tan bonitas, que los cazadores no podían encontrar modo en sus corazones para matarlas. Por lo tanto las llevaron con ellos, y las pequeñas liebres los seguían detrás. Poco después de esto, un zorro se presentó por delante; y ellos iban ya a pegarle un tiro, cuando  el zorro gritó,

-"Querido cazador, por favor déjeme vivir,y dos pequeños zorros en mi lugar le daré"-

Él también trajo dos pequeños zorros, y a los cazadores no les gustó matarlos tampoco, y los agregaron a las liebres para su compañía. Y todos ellos los siguieron detrás. 

No fue mucho después que un lobo saltó de la espesura y los cazadores se prepararon para pegarle un tiro, pero el lobo gritó,

-"Querido cazador, por favor déjeme vivir,y dos pequeños lobos en mi lugar le daré"-

Los cazadores ponen a los dos lobos al lado de los otros animales, y todos siguieron detrás de ellos. Entonces un oso vino, quién quiso mantener su caminata, y gritó:

-"Querido cazador, por favor déjeme vivir,y dos pequeños osos también en mi lugar le daré"-

Los dos osos jóvenes fueron añadidos a los demás, y había ya ocho de ellos. 

¿Y quien llegó al fin? Un león vino, y sacudió su melena. Pero los cazadores no se dejaron ser asustados y apuntaron a él igualmente, pero el león también dijo,

-"Querido cazador, por favor déjeme vivir,y dos pequeños leones también en mi lugar le daré"-

Y les trajo sus dos pequeños. Ahora los cazadores tenían a dos leones, dos osos, dos lobos, dos zorros, y dos liebres, quiénes los seguían y les servían.

Mientras tanto su hambre no fue apaciguada por todo ello, y ellos dijeron a los zorros,

-"Escuchen ustedes, compañeros astutos, provéanos de algo para comer. Ustedes son mañosos y sabios."-

Ellos contestaron, 

-"No lejos de aquí está un pueblo, del cual hemos traído ya muchas aves; le mostraremos el camino."-

Entonces ellos entraron al pueblo, y con el oro se compraron algo para comer, y le dieron alimento a sus animales, y luego siguieron adelante. Los zorros, sin embargo, sabían su camino muy bien sobre el distrito y donde estaban las granjas de aves y eran capaces de dirigir a los cazadores.

Ahora ellos siguieron caminando por un rato, pero no encontraron situaciones en las cuales ellos podrían permanecer juntos, entonces dijeron, 

-"No hay nada más que nos motive a seguir juntos, debemos ahora separarnos."-

Entonces dividieron a los animales, de modo que cada uno de ellos tuviera a un león, un oso, un lobo, un zorro, y una liebre, y se despidieron el uno del otro, prometiéndose quererse el uno al otro como hermanos hasta su muerte, y pegaron el cuchillo que su padre adoptivo les había dado, en un árbol, después de lo cual uno fue hacia el Este, y el otro fue hacia el Oeste.

Uno de ellos llegó con sus compañeros a una ciudad que estaba toda colgada con crespón negro. Él entró en una posada, y preguntó al posadero si él podría  acomodar a sus animales. El posadero le dio un establo, donde había un agujero en la pared, y la liebre salió sigilosamente y se consiguió una col, y el zorro se tomó una gallina, y cuando ya la había devorado tomó también al gallo, pero el lobo, el oso, y el león no podían salir porque eran demasiado grandes.

Entonces el posadero les dejó ir a un lugar donde una vaca yacía en ese momento en la hierba, de modo que ellos podrían comer hasta que estuvieran satisfechos. Y cuándo el cazador ya había atendido a sus animales, preguntó al posadero por qué la ciudad estaba así colgada con crespón negro. Dijo entonces el posadero,

-"Porque la única hija de nuestro Rey debe morir mañana."-

El cazador preguntó si ella estaba enferma de muerte.

-"¡No!", contestó el anfitrión, "¡ella está vigorosa y sana, sin embargo debe morir!"-

-"¿Cómo es eso?"- preguntó el cazador.

'Hay una colina alta en las afueras de la ciudad, en la cual mora un dragón al que cada año debe serle llevada una joven doncella, o él dejará al país entero hecho una basura. Pero ahora ya todas las doncellas le han sido dadas, y no hay ninguna otra excepto la hija del Rey, y no tiene ninguna piedad para ella; debe ser entregada a él, y eso debe ser hecho mañana."-

Preguntó el cazador,

-"¿Por qué no han matado el dragón?"-

-"'Ah," contestó el posadero, "'tantos caballeros lo han intentado, pero eso les ha costado a todos ellos sus vidas. El Rey ha prometido que él que derrote al dragón tendrá a su hija por esposa, y gobernará igualmente el reino después de su propia muerte."-

El cazador no habló nada más sobre ello, pero a la mañana siguiente tomó a sus animales, y con ellos subió la colina del dragón. Una pequeña iglesia estaba de pie en lo alto de ella, y en el altar había tres tazas llenas, con la inscripción, "Quienquiera logre beber y vaciar las tazas se hará el hombre más fuerte en la tierra, y será capaz de manejar la espada que está sepultada antes del umbral de la puerta."

El cazador no bebió, y salió en busca de la espada en la tierra, pero fue incapaz de moverla de su lugar. Entonces entró, bebió y vació las tazas, y ahora él era bastante fuerte para tomar la espada, y su mano podía manejarla fácilmente. Cuando llegó la hora en que la doncella debía ser entregada al dragón, el Rey, el mariscal, y los cortesanos la acompañaron. Desde lejos ella vio al cazador en la colina del dragón, y pensó que era el dragón que estaba allí esperándola, y no quiso acercarse a él, pero por fin, pensando en que por otra parte la ciudad entera podría ser destruida,  fue obligada a hacer el miserable viaje. El Rey y los cortesanos volvieron a casa llenos de pena; el mariscal del Rey, sin embargo, debía quedarse en el sitio, y ver todo lo sucedido a una distancia prudente.

Cuando la hija del Rey llegó a la cumbre de la colina, vio que no era el dragón quien  estaba de pie allí, sino el cazador joven, que la consoló, y dijo que él la salvaría.

La condujo dentro de la iglesia, y la cerró con llave. No pasó mucho rato antes de que el dragón de siete cabezas llegara allí con un rugido fuerte. Cuándo él percibió la presencia del cazador, quedó sorprendido y dijo,

-"¿Que estás haciendo tú aquí en la colina?"-

El cazador contestó, 

-"Quiero luchar contigo."-

Y replicó el dragón,

-"Muchos caballeros han dejado sus vidas aquí, habré hecho pronto un final de ti también,"-  y él expulsó fuego por sus siete mandíbulas.

El fuego debía haber encendido la hierba seca, y el cazador debía haber sido asfixiado con el calor y el humo, pero los animales vinieron corriendo y pisotearon el fuego. Entonces el dragón se precipitó sobre el cazador, pero él agitó su espada hasta que silbara por el aire, y cortó tres de sus cabezas al dragón. Entonces el dragón se puso furioso, y se elevó en el aire, y escupió llamas de fuego sobre el cazador, y estuvo a punto de caer sobre él, pero el cazador una vez más sacó su espada, y otra vez cortó otras tres de sus cabezas.

El monstruo se puso débil y se derrumbó, sin embargo aún era capaz de  precipitarse sobre el cazador, pero él, con su última fuerza le cortó su cola, y cuando el dragón ya no podía luchar más, llamó a sus animales para que lo rasgaran en pedazos. Cuando la lucha terminó, el cazador abrió la iglesia, y encontró la hija del Rey yaciendo en el suelo, pues ella había perdido sus sentidos con angustia y terror durante la lucha. Él la sacó, y cuando volvió a su consciencia, y abrió sus ojos, él le mostró al dragón todo cortado en pedazos, y le dijo que ella sería entregada a salvo. Ella se alegró mucho y dijo, 

-"Ahora pronto serás mi marido más querido, como mi padre lo ha prometido a quien matara al dragón."-

Ahí mismo ella se quitó su collar de coral, y lo dividió entre los animales a fin de recompensarlos, y el león recibió el broche de oro. Su pañuelo, sin embargo, en que estaba su nombre, se lo dio al cazador, que fue y cortó las lenguas de las siete cabezas del dragón, las envolvió en el pañuelo, y las conservó con cuidado.

Hecho eso, como él estaba tan débil y cansado por el fuego y la batalla, dijo a la doncella, 

-"Estamos tanto débiles como cansados, mejor dormiremos un rato."-

Entonces ella dijo, 

-"Sí, es justo"-, 

y ellos posaron en la tierra, y el cazador dijo al león, 

-"Tu harás guardia, para que nadie nos sorprenda en nuestro sueño,"- y ambos se durmieron. 

El león posó al lado de ellos para vigilar, pero también estaba tan cansado con la lucha, que llamó al oso y le dijo, 

-"Quédate cerca de mí, debo dormir un poco; si algo viene, me despiertas."-

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Entonces el oso se acomodó al lado de el león, pero él también estaba cansado, y llamó al lobo y le dijo, 

-"Ponte cerca de mí, debo dormir un poco, pero si algo viene, despiértame"-

Entonces el lobo se posó cerca del oso, pero él estaba cansado igualmente, y llamó el zorro y le dijo, 

-"Quédate cerca de mí, debo dormir un poco; si algo viene, despiértame"-

Entonces el zorro quedó al lado de él, pero él también estaba cansado, y llamó a la liebre y le dijo, 

-"Ponte cerca de mí, debo dormir un poco, y si algo se ve venir, despiértame"-

Entonces la liebre se sentó cerca de él, pero la pobre liebre estaba cansada también, y no tenía a nadie más a quien pedir para que vigilara, y se durmió.

Y ahora la hija del Rey, el cazador, el león, el oso, el lobo, el zorro, y la liebre, dormían todos un sueño reparador. El mariscal, sin embargo, quién debía mirar a una distancia, tomó coraje cuando él no vio al dragón irse volando con la doncella, y viendo que toda la colina estaba tranquila, la subió. Allí estaba el  dragón cortado y tallado en pedazos sobre la tierra, y no lejos de él estaban la hija del Rey y un cazador con sus animales, y todos ellos hundidos en un sueño profundo.

Pero como el mariscal era malo y sin moral, sacó de su bolso un polvo mágico que había obtenido de un brujo, y colocando un poco en la nariz del cazador, lo puso en estado de coma, o sea un sueño profundo del cual no había modo de que despertara, y agarró a la doncella en sus brazos, y la llevó abajo de la colina. Entonces ella despertó y quedó aterrorizada, pero el mariscal dijo,

-"Estás en mis manos, tienes que decir que fui yo quien mató al dragón."-

-"No puedo hacer eso," contestó ella, "fueron un cazador con sus animales quienes lo hicieron."- 

Entonces él sacó su espada, y amenazó con matarla si ella no le obedecía, y entonces la obligó a que lo prometiera. Y así él la llevó donde el Rey, que no sabía contenerse de la alegría cuando  una vez más miró a su querida hija con vida, y que él creía que había  sido despedazada por el monstruo. El mariscal le dijo, 

-"He matado al dragón, y regresado a la doncella y salvado al reino entero también, por lo tanto la exijo como mi esposa, como fue prometido. El Rey dijo a la doncella, 

-"¿Eso qué él dice es verdadero?"-

-"Ah, sí,"- contestó ella, -"en efecto debe ser verdadero, pero no consentiré para celebrar la boda sino hasta el final de un año y un día,"- ya que ella pensó que durante aquel tiempo ella debería oír algo de su querido cazador.

Los animales, sin embargo, todavía yacían durmiendo al lado de su amo, quien estaba en coma, en la colina del dragón, y allí llegó un gran abejorro y se posó en la nariz de la liebre, pero la liebre lo quitó con su pata, y continuó durmiendo. El abejorro vino un segunda vez, pero la liebre otra vez lo quitó frotando su nariz y volvió a dormir. Entonces vino por tercera vez, y picó su nariz de modo que él despertara. Tan pronto como la liebre estaba despierta, despertó al zorro, y el zorro al lobo, y el lobo al oso, y el oso al león.

Y cuándo el león despertó y vio que la doncella no estaba, y su amo tan dormido que no despertaba, comenzó a rugir terriblemente y gritaba, 

-"¿Quién ha hecho esto? Oso, ¿Por qué no me despertaste?"-

El oso preguntó al lobo, 

-"¿Por qué no me despertaste?"-

Y el lobo al zorro, 

¿Por qué no me despertaste?"-

Y el zorro a la liebre,

¿Por qué no me despertaste?"-

La pobre liebre sola no sabía que respuesta hacer, y la culpa recayó sobre ella.

Entonces ya iban ellos a caer sobre ella, pero les suplicó diciendo,

-"No me maten, despertaré a nuestro amo a la vida otra vez. Sé de una montaña en la cual una raíz crece que, cuando colocada en la boca de alguien, lo cura de toda enfermedad y de toda herida. Pero la montaña está a  doscientas horas de aquí"-

El león entonces dijo, 

-"En cuatro-y-veinte horas debes haber corrido hasta allá y regresado, y haber  traído la raíz contigo."-

Obedeciendo, la liebre saltó, y en cuatro-y-veinte horas estuvo de vuelta, y trajo la raíz con ella. El león puso la cabeza del cazador en la mejor posición, y la liebre colocó la raíz en su boca, e inmediatamente empezó a moverse lentamente, y sus ojos se abrieron, y la vida, completamente despierto, volvió a él. Entonces el cazador se alarmó cuando  no vio a la doncella, y pensó, 

-"Ella debe haberse marchado mientras yo dormía, a fin de deshacerme de mí."-

Al mediodía, cuando él iba a comer algo, preguntó a los animales lo que le había pasado en su sueño. Entonces el león le dijo que ellos, también, se habían dormido todos del cansancio, y al despertar, lo habían encontrado sumido en coma, o sueño profundo, y que la liebre había traído la raíz curadora.

El cazador, sin embargo, estaba triste en su corazón, y viajó por el mundo, e hizo su baile de animales ante la gente. Y sucedió que exactamente al final de un año él volvió a la misma ciudad donde él había librado a la hija del Rey del dragón, y esta vez la ciudad estaba alegremente decorada con tela roja. Entonces él preguntó al posadero, 

-"¿Qué significa todo eso?", "el año pasado la ciudad estaba toda colgada con  crespón negro, ¿qué significa la tela roja hoy?"-

El posadero contestó, 

-"El año pasado la hija de nuestro Rey debía haber sido entregada al dragón, pero el mariscal luchó contra él y lo mató, y entonces mañana su boda debe ser solemnizada, y por eso la ciudad había sido decorada entonces con crespón negro por el luto, y es cubierta hoy de la tela roja por la alegría."-

Al día siguiente, cuándo la boda debía ocurrir, el cazador dijo al mediodía al posadero, 

-"¿Cree usted, señor posadero, que mientras esté aquí hoy con usted, hoy comeré pan del que hay en la propia mesa del Rey?"-

-"No,"- dijo el anfitrión, -"yo apostaría cien pedazos de oro que eso no se realizará."-

El cazador aceptó la apuesta, y puso para ello un monedero con exactamente igual número de pedazos de oro. Entonces él llamó a la liebre y dijo, 

-"Vaya, mi querido corredor, y tráigame un poco del pan que el Rey está comiendo."-

Ahora, como la pequeña liebre era la más baja de los animales, no podía transferir esta orden a ninguno de los demás, y tuvo que usar sus propias  piernas ella misma. 

-"¡Ay!" pensó, "si yo pasara por las calles así sola, los perros de los carniceros vendrán todos detrás de mí."-

Y sucedió tal como lo supuso, y los perros vinieron detrás de ella y quisieron hacer agujeros en su piel. Pero ella saltó y corrió lejos, como nunca se había visto correr a liebre alguna y se refugió en una caja de centinela sin que el soldado se diera cuenta de ello. Entonces los perros vinieron y quisieron sacarla, pero el soldado no entendió de qué se trataba, y los golpeó con la culata de su arma, y se fueron gritando y aullando. Tan pronto como la liebre vio que el camino estaba claro, entró corriendo en el palacio y fue directamente a la hija del Rey, se sentó bajo su silla, y rasguñó en su pie. Entonces ella dijo, 

-"Vete, vete."- pensando que era su perro.

La liebre rasguñó su pie por segunda vez, y ella otra vez dijo, 

-"Vete, vete."- pensando que era su perro.

Pero la liebre no se dejó ser eliminada de su objetivo, y la rasguñó por tercera vez. Entonces ella miró a hurtadillas hacia abajo, y reconoció a la liebre por su collar. 

Ella la tomó en su regazo, la llevó en su cámara, y dijo, 

-"Querida Liebre, ¿qué quieres?"-

Ella contestó, 

-"Mi amo, que mató al dragón, está aquí, y me ha enviado para pedir un pedazo de pan del pan que el Rey come."-

Entonces ella se llenó de alegría y llamó al panadero, y ordenó que le trajera un pan como el que es comido por el Rey. La pequeña liebre dijo, 

-"Pero el panadero debe llevarlo igualmente que a mí, para que los perros de los carniceros no puedan hacerme daño."-

El panadero los llevó a la puerta de la posada, y luego la liebre se paró en sus piernas traseras, tomó el pan en sus patas delanteras, y lo llevó a su amo. Entonces dijo el cazador, 

-"Mire señor posadero, los cien de pedazos de oro son míos."-

El posadero quedó sorprendido, pero el cazador continuó diciendo,

-"Sí, señor posadero, tengo el pan, pero ahora tendré igualmente un poco de la carne asada del Rey."-

El posadero dijo, 

-"En efecto me gustaría ver eso, pero no haré más apuestas."-

El cazador llamó al zorro y dijo, 

-"Mi pequeño zorro, vaya y tráigame un poco de carne asada, de la misma que  el Rey come."-

El zorro rojo conocía los atajos muy bien, y fue por agujeros y esquinas sin que cualquier perro lo viera, se sentó bajo la silla de la hija del Rey, y rasguñó su pie. Entonces ella miró abajo y reconoció al zorro por su collar, lo llevó a su cámara con ella y dijo, 

-"Querido zorro, ¿qué deseas?"-

Él contestó, 

-"Mi amo, que mató al dragón, está aquí, y me ha enviado. Debo pedir un poco de carne asada de la que el Rey come."-

Entonces ella llamó al cocinero, quién fue obligado a preparar una carne asada, igual a como es comida por el Rey, y llevársela al zorro hasta la puerta. Entonces el zorro tomó el plato, agitando con su cola las moscas que se habían acercado por la carne, y luego lo llevó a su amo.

-"Mire señor posadero," dijo el cazador, "el pan y la carne están aquí, pero ahora también tendré verduras apropiadas para esto, como son comidas por el Rey."-

Y llamó al lobo, y le dijo, 

-"Querido Lobo, vaya allí y tráigame las verduras como las que el Rey come."-

Entonces el lobo fue directamente al palacio, ya que él no temía a nadie, y cuando llegó a la cámara de la hija del Rey, él se movió agitadamente detrás de su vestido, de modo que ella fuera obligada a mirar alrededor. Ella lo reconoció por su collar, y lo dejó en su cámara con ella, y dijo, 

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-"Querido Lobo, ¿qué es lo que deseas?"-

Él contestó, 

-"Mi amo, que mató al dragón, está aquí, debo pedir a algunas verduras, como las que el Rey come."

Entonces ella hizo venir al cocinero, y le ordenó preparar un plato de verduras, como las que el Rey come, y tuvo que llevarlas al lobo hasta la puerta, y luego el lobo tomó el plato, y lo llevó a su amo. 

-"Mire señor posadero,"' dijo el cazador, "ahora tengo el pan y carne y verduras, pero también tendré algún postre para comer igual a como lo que el Rey come."-

Él llamó al oso, y le dijo, 

-"Querido Oso, tú que sabes reconocer todo lo dulce; ve y tráeme alguna confitería, como la que el Rey come."-

Entonces el oso trotó al palacio, y todos se apartaban de su camino, pero cuando él llegó a la guardia, ellos presentaron sus mosquetes, y no le dejaban  entrar en el palacio real. Pero él se paró en sus piernas traseras, y les dio unos golpes en los cachetes, derecho e izquierdo, con sus patas delanteras, de modo que la guardia entera se quitó, y  fue directamente a la hija del Rey, y se colocó detrás de ella, y gruñó un poco. Entonces ella miró hacia atrás, reconoció al oso por su collar, y le ofreció entrar en su cuarto con ella, y dijo, 

-"Querido Oso, ¿qué deseas?"-

Él contestó,

-"Mi amo, que mató al dragón, está aquí, y debo pedir alguna confitería, como la que el Rey come."-

Entonces ella convocó a su confitero, y tuvo que hornear la confitería como la que el Rey come, y llevarla a la puerta para el oso; entonces el oso primero lamió un confite que había rodado abajo, y luego se paró de pie, derecho, tomó el plato, y lo llevó a su amo. 

-"Contemple, señor posadero," dijo el cazador, "ahora tengo el pan, carne, verduras y confitería, pero beberé el vino también, como el que el Rey bebe."-

Él llamó a su león y dijo, 

-"Querido León, tú que gustas de beber hasta quedar intoxicado, ve y me traes  un poco de vino, como el que es bebido por el Rey."-

Entonces el león anduvo a zancadas por las calles, y la gente huía de él, y cuando llegó a la guardia, ellos quisieron cerrar el camino contra él, pero sólo  rugió una vez, y todos huyeron. Entonces el león fue al apartamento real, y llamó a la puerta con su cola. 

La hija del Rey abrió, y tuvo casi miedo del león, pero ella lo reconoció por el broche de oro de su collar, y le ofreció entrar con ella a su cámara, y dijo, 

-"Querido León, ¿qué te trae por aquí?'

Él contestó, 

-"Mi amo, que mató al dragón, está aquí, y debo pedir un poco de vino como el que es bebido por el Rey."-

Entonces ella llamó al tendero, quién debía dar al león un poco de vino del que es bebido por el Rey. El león dijo, 

-"Iré con él, y veré que me dé el vino correcto."- 

Entonces él bajó con el tendero, y cuando ellos estuvieron abajo, el tendero  quiso traerle un poco del vino común que era bebido por los criados del Rey, pero el león dijo, 

-"Alto ahí, probaré el vino primero,"- y él tomó media medida, y lo tragó de una sola vez.

-"No,"' dijo él, "este no es el correcto."-

El tendero lo miró con recelo, pero continuó, y estuvo a punto de darle de otro barril que era para el mariscal del Rey. El león dijo, 

-"Alto, déjeme probar el vino primero,"-

y se sirvió media medida y lo bebió. 

-"Está mejor, pero todavía no es el correcto,"- dijo él. 

Entonces tendero se puso enojado y dijo, 

-"¿Cómo puede un animal estúpido como usted entender de vinos?"-

Pero el león le dio un golpe detrás de los oídos, que lo hicieron caerse, de ningún modo suavemente, y cuando se levantó de nuevo, condujo al león completamente silencioso a un pequeño sótano aparte, donde el vino del Rey está, del que nadie más alguna vez bebió. El león primero trajo media medida y probó el vino, y luego dijo, 

-"Parece ser la clase correcta"-, y pidió al tendero llenar seis botellas del vino.

Y ahora ellos fueron arriba otra vez, pero cuando el león salió del sótano al aire libre, se tambaleó aquí y allí, pues estaba realmente bebido, y el tendero fue obligado a llevar el vino a la puerta para él, y luego el león tomó el mango de la cesta en su boca, y la llevó a su amo.

El cazador dijo, 

-"Mire señor posadero, aquí tengo yo el pan, la carne, las verduras, la confitería y el vino como el Rey tiene, y ahora cenaré con mis animales"-' y él se sentó y comió y bebió, y dio a la liebre, al zorro, al lobo, al oso, y al león también para comer y beber, y estaban alegres, ya que él vio que la hija del Rey todavía lo amaba.

Y cuando él ya habían terminado su comida, él dijo, 

-"Señor posadero, ahora que ya he comido y bebido como el Rey come y bebe, ahora iré a la corte del Rey y me casaré con la hija del Rey."-

Dijo el posadero,

-"'¿Cómo puede ser, cuando ella ya tiene a un marido prometido, y cuando la boda debe ser solemnizada hoy?"-

Entonces el cazador trajo adelante el pañuelo que la hija del Rey le había dado en la colina del dragón, y en el que fueron guardadas las siete lenguas del monstruo, y dijo, 

-"Lo que que sostengo en mis manos me ayudará a hacerlo."-

Entonces el posadero miró el pañuelo, y dijo, 

-"Independientemente de lo que creo, no creo eso, y yo apuesto mi casa y mi terreno en ello."-

 El cazador, sin embargo, tomó un bolso con mil pedazos de oro, lo puso sobre la mesa, y dijo, 

-"Aquí está mi parte"-

Ahora el Rey dijo a su hija, en la mesa real, 

-"¿Qué es lo que todos esos animales salvajes quieren, que han estado viniendo a ti, y entrando y saliendo de mi palacio?"-

Ella contestó, 

-"Yo no puedo decirle, pero envíe a traer y tener al amo de estos animales aquí, y eso estará bien hecho."-

El Rey envió a un criado a la posada, e invitó al forastero, y el criado llegó tal como el cazador había dicho en su apuesta con el posadero. Entonces dijo el cazador, 

-"Mire señor posadero, ahora el Rey envía a su criado y me invita, pero no voy de esta manera."-

Y él dijo al criado, 

-"Solicito que el Señor Rey me envíe ropa real, y un carro con seis caballos, y criados para asistirme."-

 

Cuándo el Rey oyó la respuesta, dijo a su hija, 

-"¿Qué debo hacer?"-

Ella dijo, 

-"Haga lo que él solicita, y lo habrá hecho bien."-

Entonces el Rey envió la indumentaria real, un carro con seis caballos, y criados para esperar por él. Cuando el cazador los vio venir, dijo, 

-"Mire señor posadero, ahora soy llevado como lo solicité."- 

Y él se puso las ropas reales, tomó el pañuelo con las lenguas del dragón con él, y se fue donde el Rey. Cuándo el Rey lo vio venir, dijo a su hija,

-"¿Como lo recibiré?"-

Ella contestó, 

-"Vaya para encontrarlo y saludarlo y usted hará bien."-

Entonces el Rey fue para encontrarlo y lo condujo adentro, y sus animales lo seguían. El Rey le dio un asiento cerca de él y de su hija, y el mariscal, como  novio, sentado al otro lado, pero ya no conocía al cazador. Y ahora, en este mismo momento, las siete cabezas del dragón fueron hechas entrar como un espectáculo, y el Rey dijo,

-"Las siete cabezas fueron cortadas del dragón por el mariscal, por lo que hoy le doy a mi hija por esposa."-

El cazador se levantó, abrió las siete bocas, y dijo, 

-"¿Dónde están las siete lenguas del dragón?"-

Entonces ahora el mariscal se aterrorizó, y se puso pálido y no sabía que respuesta debería dar, y con mucho detalle en su angustia dijo, 

-"Los dragones no tienen ninguna lengua."-

El cazador dijo, 

-"Los mentirosos no deberían tener ninguna, pero las lenguas del dragón son las señales del vencedor."-

Y él desplegó el pañuelo, y allí estaban siete lenguas en su interior. Y él puso cada lengua en la boca a la cual cada una perteneció, y calzaron exactamente. Entonces él tomó el pañuelo en el cual el nombre de la princesa estaba  bordado, y lo mostró a la doncella, y le preguntó a quien ella se lo había dado, y ella contestó, 

-"A quien mató al dragón."-

Y luego él llamó a sus animales, y tomó el cuello de cada uno de ellos y el broche de oro del león, y les mostró a la doncella y preguntó a quien ellos pertenecieron.

Ella contestó, 

-"El collar y el broche de oro eran los míos, pero los dividí entre los animales que ayudaron a triunfar sobre el dragón."-

Entonces dijo el cazador, 

-"Cuando yo, cansado con la lucha, descansaba y dormía, el mariscal vino y con un polvo mágico me puso en coma. Entonces él se llevó a la hija del Rey, y se presentó diciendo que era él quien había matado al dragón, pero que él mintió y lo demuestro con las lenguas, el pañuelo, el collar y el broche."-

Y luego estuvo relatando como sus animales lo habían curado por medio de una maravillosa raíz, y como él había viajado con ellos durante un año, y había venido al fin otra vez allí y se había enterado de la traición del mariscal por la historia del posadero. 

Entonces el Rey preguntó a su hija, 

-"¿Es verdad que este hombre mató al dragón?"-

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Y ella contestó, 

-"Sí, es verdad. Ahora puedo yo revelar la maldad hecha por el mariscal, ya que esto ha salido a luz sin mi declaración, pues él me obligó a prometer mantener mi silencio.

Por esta razón, fue que puse la condición de que el matrimonio no debería ser solemnizado durante un año y un día."-

Entonces el Rey llamó a doce concejales quiénes debían pronunciar el juicio en contra del mariscal, y ellos lo condenaron a trabajos forzados por el resto de su vida. El mariscal fue por lo tanto llevado a ejecutar su sentencia en las canteras del reino, y el Rey dio su hija al cazador, y lo llamó su virrey sobre el reino entero.

La boda fue celebrada con gran alegría, y el Rey joven hizo que su padre y su padre adoptivo fueran traídos, y los cargó con tesoros. Tampoco él olvidó al posadero, lo llamó y le dijo, 

-"Mire señor posadero, me he casado con la hija del Rey, y su casa y terreno son míos."-

El anfitrión dijo, 

-"Sí, según la justicia es así."-

Pero el Rey joven dijo, 

-"Pero más bien será hecho según la piedad."-

Y le dijo que se quedara con su casa y su terreno, y  además le dio los mil pedazos de oro también.

Y ahora el Rey joven y la Reina eran realmente felices, y vivieron felizmente  juntos. Él a menudo salía a cazar porque esto era un placer para él, y los animales fieles lo siguieron acompañando. En la vecindad, sin embargo, había un bosque del cual se relataba que estaba encantado, y que quienquiera que entrara, no saldría fácilmente otra vez. El Rey joven, sin embargo, tenía un gran deseo de cazar en él, y no dejaba al viejo Rey tener ninguna paz hasta que él le  permitiera ir allá. Y así fue. Entonces él montó a caballo adelante con un gran contingente, y cuando llegó al bosque, vio a un ciervo blanco como la nieve y dijo a su gente, 

-"Esperen aquí hasta que yo vuelva, quiero perseguir a aquella criatura hermosa."-

Y él entró con su caballo en el bosque, seguido sólo de sus animales. Los asistentes se pararon y esperaron hasta la tarde, pero él no volvió, entonces ellos regresaron a casa, y dijeron a la Reina joven que el Rey joven había seguido a un ciervo blanco en el bosque encantado, y no había vuelto otra vez. Entonces ella quedó muy preocupada por él.

Él, sin embargo, todavía seguía montando a caballo sin cesar detrás del animal salvaje hermoso, y nunca había sido capaz de alcanzarlo; cuando él pensó que  estaba bastante cerca para apuntar, al instante vio que estaba lejos en la distancia, y pronto desapareció totalmente. Y ahora percibió que él había penetrado profundamente en el bosque, e hizo soplar su cuerno pero no recibió ninguna respuesta, ya que sus asistentes no podían oírlo.

Y cuando la noche, también, se caía, él vio que no podría llegar a casa ese día, entonces desmontó de su caballo, encendió un fuego cerca de un árbol, y resolvió a pasar la noche allí. Mientras él se sentaba al lado del fuego, y sus animales también se acostaban a su lado, le pareció que oyó una voz humana. Miró alrededor, pero no podía percibir nada. Poco después, otra vez oyó un gemido como si viniera desde encima, y alzó la vista, y vio a una anciana sentada en el árbol, quién lloraba incesantemente diciendo, 

-"¡Ay, ay, ay, qué fría que estoy!"-

Y el le dijo,

-"Baja, y caliéntate si estás fría."-

Pero ella dijo, 

-"'No, tus animales me morderán."-

Él contestó, '

-"Ellos no te harán daño, abuelita, baja sin temor."-

Ella, sin embargo, era una bruja, y dijo, 

-"Lanzaré abajo una varita del árbol, y si los golpeas en la espalda con ello, ellos no me harán daño."-

Entonces ella le lanzó una pequeña varita, y él los golpeó con ella, y al instante ellos se quedaron inmóviles y fueron convertidos en piedra. Y cuando la bruja estaba segura de los animales, saltó abajo y lo tocó también a él con una varita, y lo convirtió en piedra. Con eso ella se rió, y arrastró a él y a los animales a una bóveda, donde muchas piedras más ya estaban.

Como, sin embargo, el Rey joven no volvió en absoluto, la angustia de la Reina y su tristeza iban en constante aumento. Y sucedió que en este mismo tiempo el otro hermano que había tomado rumbo al Este cuando ellos se separaron, entró en el reino. Él había buscado un sitio de interés, y no había encontrado ninguno, y había viajado entonces de aquí para allá, y había enseñado a sus animales bailar.  Entonces entró en su mente que solamente iría a mirar al cuchillo que ellos habían pegado al tronco de un árbol en su despedida, y así sabría que era de su hermano.

Cuando él llegó allí, el lado de su hermano del cuchillo tenía la mitad oxidada, y la mitad brillante. Entonces él se alarmó y pensó, 

-"Una gran desgracia debe haber acontecido a mi hermano, pero quizás todavía puedo salvarlo, pues la mitad del cuchillo es todavía brillante."-

Él y sus animales viajaron hacia el Oeste, y cuándo él entró en la puerta de la ciudad, la guardia vino para encontrarlo creyendo que era el joven Rey, y preguntó si debía anunciarlo a su consorte la Reina joven, quien tenía un par de días de estar en la mayor pena sobre su alejamiento, y tenía  miedo de que él hubiera sido matado en el bosque encantado.

Los centinelas, en efecto, no dudaron de que él era el Rey joven mismo, ya que se parecía tanto a él, y tenía a los animales salvajes que corrían detrás de él. Entonces él comprendió que hablaban de su hermano, y pensó, 

-"Será mejor si me hago pasar por él, y luego puedo rescatarlo más fácilmente."-

Entonces él permitió que fuera escoltado al castillo por la guardia, y fue recibido con la mayor alegría. La Reina joven en efecto pensó que él era su marido, y le preguntó por qué él se había alejado por tanto tiempo.

Él contestó, 

-"Me había perdido en un bosque, y no podía encontrar mi salida otra vez más  pronto."-

Por la noche él fue llevado a la cama real, pero puso una espada de doble filo entre él y la Reina joven; ella no sabía lo que esto podría significar, pero no se  aventuró a preguntar. Él permaneció en el palacio un par de días, y mientras tanto investigó todo cuanto estuviera relacionado con el bosque encantado, y por fin él dijo, 

-"Debo cazar allí una vez más."-

El Rey y la Reina joven quisieron persuadirlo a no hacerlo, pero él se mantuvo en su posición, y fue con un contingente más grande.

Cuando él llegó al bosque, sucedió como con su hermano; él vio a un ciervo blanco y dijo a su gente, 

-"Permanezcan aquí, y esperen hasta que yo vuelva, quiero perseguir a la bestia salvaje encantadora."-

Y luego él montó a caballo en el bosque y sus animales lo siguieron. Pero él no podía alcanzar al ciervo, y se hizo tan profundo en el bosque que él fue obligado a pasar la noche allí. 

Y cuándo había encendido un fuego, él oyó a alguien llorando encima de él,

-"¡Ay, ay, ay, qué fría que estoy!"-

Entonces él alzó la vista, y la bruja mismísima estaba sentada en el árbol. Y el le dijo,

-"Baja, y caliéntate si estás fría."-

 Ella contestó, 

-"No, tus animales me morderán."-

Pero él dijo, 

-"Ellos no te harán daño."-

Entonces ella gritó, 

-"Lanzaré abajo una varita, y si tú los tocas con ella, ellos no me harán daño."-

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Cuando el cazador oyó eso, no tuvo ninguna confianza en la anciana, y dijo, 

-"No tocaré a mis animales. Baja, o te traeré."-

Entonces ella gritó, 

-"¿Qué es lo que quieres? No me tocarás."-

Pero él contestó,

-"Si no bajas te pegaré un tiro."-

Pero dijo ella,

-"¡Dispara, no temo a tus balas!"-

Entonces él apuntó, y disparó hacia a ella, pero la bruja era a prueba contra todas las balas de plomo, y se rió, y gritó,

-"No podrás golpearme."-

El cazador que sí sabía que hacer, rasgó tres botones de plata de su abrigo, y cargó su arma con ellos, ya que contra ellos sus artes de bruja eran inútiles, y cuando él disparó hacia ella, cayó inmediatamente con un grito. Entonces él puso su pie en ella y dijo,

-"Vieja bruja, si no me dices en verdad dónde está mi hermano, te agarraré con mis ambas manos y te lanzaré en el fuego."-

Ella estaba con un gran miedo, pidió  piedad y dijo,

-"Él y sus animales yacen en una bóveda, girando una piedra."-

Entonces él la obligó para ir allí con él, la amenazó, y dijo, 

-"¡Vieja gata de mar, ahora debes hacer con mi hermano y todos los seres humanos y animales que están aquí, regresarlos a la vida otra vez, o entrarás en el fuego!"-

Ella tomó una varita y tocó las piedras, y luego su hermano con sus animales cobraron vida otra vez, y todos los otros, comerciantes, artesanos, y pastores, se levantaron, le agradecieron por su liberación, y fueron a sus casas. Pero cuando los hermanos gemelos se vieron el uno al otro otra vez, ellos se besaron afectivamente el uno al otro y se alegraron en sus corazones. Entonces  agarraron a la bruja, la tocaron con su vara haciéndola piedra y la colocaron en la bóveda y la cerraron, y cuando ella fue hecha piedra, el bosque perdió su encantamiento, y quedó con bella luz y clara, y el palacio del Rey podría ser visto a aproximadamente la distancia de un paseo de unas tres horas.

Con eso los dos hermanos se fueron a casa juntos, y por el camino se contaron  el uno al otro sus historias. Y cuando el más joven dijo que él era el regente del país entero por voluntad del Rey, el otro comentó, 

-"Quiero aclararte muy bien y con toda sinceridad, que cuando vine a la ciudad, fui tomado por ti, y todos los honores reales me fueron dados; la Reina joven me consideró como su marido, y tuve que comer a su lado, y dormir en tu cama."-

Cuando el otro oyó aquello, se puso tan celoso y enojado que lo ofendió muy groseramente. Pero cuando él lo vio entristecerse terriblemente, y vio fluir sus lágrimas, se arrepintió enormemente: 

-"¡Mi hermano me salvó!,"' gritó él, "'¡y lo he ofendido cruelmente por ello!,"-

Y él lo lamentó en voz alta. Y ambos se amargaron con mucho dolor. Entonces su liebre vino y ofreció ir y traer un poco de la raíz de vida, que todo lo cura, y saltó rápido y la trajo mientras aún había tiempo, y dio a ambos hermanos una porción, y rápidamente olvidaron el incidente, y no hablaron más del mismo asunto.

Después de todo esto ellos siguieron adelante, y el más joven dijo, 

-"Tú te pareces a mí, tienes vestido real como yo y tus animales te siguen como los míos a mí; entraremos por puertas opuestas, y llegaremos al mismo tiempo por ambos lados a la presencia del Rey anciano."-

Entonces se separaron, y al mismo tiempo llegron los vigilantes de una puerta y de la otra, y anunciaron que el Rey joven y los animales habían vuelto de la persecución.

El Rey dijo, 

-" Eso no es posible, las dos puertas están a dos kilómetros aparte."-

Mientras tanto, sin embargo, los dos hermanos entraron en el patio del palacio por lados opuestos, y ambos subieron al salón. Entonces el Rey dijo a la hija,

-"Dime cuál es tu marido. Cada uno de ellos se ve exactamente igual al otro, no puedo saberlo."-

Al principio ella estaba con gran angustia, y no podía decirlo; pero por fin ella recordó el collar que ella había dado a los animales, y ella los buscó y también encontró su pequeño broche de oro en el león, y entonces gritó con placer, 

-"Él que es el amo de este león es mi marido verdadero".-

Entonces el Rey joven se rió y dijo, 

-"Sí, eso es lo correcto."-

y ellos se sentaron juntos a la mesa, y comieron y bebieron, y todos estuvieron  alegres. Por la noche cuándo el Rey joven se acostó, su esposa dijo, 

-"¿Por qué estas noches pasadas siempre ponías una espada de doble filo en nuestra cama? Pensé que tenías un deseo de matarme."-

Entonces él sonrió y comprendió cuan  honesto su hermano había sido, pero al fin le dijo:

-"Es que aún estaba preocupado por lo del bosque encantado y ansiaba volver allá."-

Enseñanza:

La verdadera y mútua lealtad es un tesoro que no lo dañan los hechos ocurridos.

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104-La Niña de Nuestra Dama

Con grandes dificultades, en un gran bosque vivía un leñador con su esposa, quienes tenían una sola hija, una niña de tres años de edad. Eran tan pobres, sin embargo, que ya no tenían pan para cada día, y no sabía cómo conseguir la comida para ella. Una mañana, el leñador salió triste a su trabajo en el bosque, y mientras estaba cortando madera, de repente se puso delante de él una mujer alta y hermosa, con una corona de brillantes estrellas sobre su cabeza, que le dijo: 

-"Yo soy la Virgen María, madre del niño Jesús. Tú eres pobre y necesitado, tráeme a tu hija, la llevaré conmigo y seré su madre, y cuidaré de ella."-

El leñador obedeció, trajo a su hija, y se la dio a la Virgen María, quien la llevó al cielo con ella. Allí, a la niña le iba bien, comía tortas de azúcar, y bebía leche dulce, y sus vestidos eran de oro, y los angelitos jugaban con ella. Y cuando ella tuvo catorce años de edad, la Virgen María la llamó un día y le dijo:

-"Hija mía, estoy a punto de hacer un largo viaje, toma bajo tu cuidado las llaves de las trece puertas del cielo. Doce de ellas las puedes abrir y disfrutar la gloria que está dentro de ellas, pero la décimotercera, a la que pertenece esta pequeña llave, se te ha prohibido. Ten cuidado con su apertura, o llevarás la miseria a ti misma."-

La niña se comprometió a ser obediente, y cuando la Virgen María se había ido, empezó a examinar las viviendas del reino de los cielos. Cada día abrió uno de ellos, hasta que ya había hecho la ronda de las doce. En cada una de ellas se sentaba uno de los apóstoles en medio de una gran luz, y se regocijó en toda la magnificencia y esplendor, y los angelitos que siempre la acompañaban se regocijaban con ella.Entonces solo quedó la puerta prohibida, y ella sintió un gran deseo de saber lo que podría estar oculto detrás de ella, y dijo a los ángeles: 

-"Yo no la abriré mucho, y no voy a entrar en su interior, pero la voy a abrir un poquito para que sólo podemos ver un poco a través de la apertura."-

-"¡Oh no!"- dijeron los angelitos.-"Eso sería un pecado. La Virgen María lo ha prohibido y eso fácilmente podría causar tu infelicidad."-

Entonces ella se quedó en silencio, pero el deseo en su corazón no estaba calmado, y la mordía y la atormentaba, y no la dejaba tener descanso. Y una vez que todos los ángeles se fueron, pensó:

-"Ahora estoy completamente sola, y podría espiar algo.  Si lo hago, nadie lo sabrá nunca."- 

Ella buscó la llave, y cuando la tuvo en la mano, la puso en la cerradura, y la giró. Entonces la puerta se abrió, y vio allí a la Trinidad sentada en el fuego y en el esplendor. Se quedó allí un rato, y miró a todo con asombro, luego tocó la luz un poco con el dedo y el dedo se volvió de oro. Inmediatamente un gran temor cayó sobre ella. Cerró la puerta con violencia, y corrió. Su terror no desaparecía, no sabia lo que hacía, su corazón latía constantemente y su dedo continuaba dorado, y no se aclaraba, aunque lo lavaba y lo frotaba con rigor . 

No pasó mucho tiempo antes de que la Virgen María regresara de su viaje.

Y llamó a la chica ante ella, pidiéndole las llaves del cielo de nuevo. Cuando la doncella le dio el llavero, la Virgen la miró a los ojos y le dijo: 

-"¿No has abierto la décimotercera puerta también?"-

- "No," respondió ella. 

Luego puso su mano en el corazón de la niña, y sintió cómo latía y latía, y vio muy bien que había desobedecido a su orden y que había abierto la puerta. Luego dijo una vez más,

-"¿Estás segura de que no lo has hecho?"-

-"Sí"-, dijo la niña por segunda vez."-

Luego notó el dedo que se había convertido en oro al tocar el fuego del cielo, y vio también que la niña había pecado, y preguntó por tercera vez:

-"¿No lo has hecho?"-

-"No señora"- dijo la niña por tercera vez.

Luego dijo la Virgen María:

-"Tú no me has obedecido, y además que has mentido, tú ya no eres digna de estar en el cielo."-

Entonces la niña cayó en un profundo sueño, y cuando despertó, estaba abajo en la tierra, en medio de un lugar solitario. Quería gritar, pero no pudo producir sonido alguno.

Se levantó y quiso huir, pero para donde quiera que ella se moviera, se encontraba continuamente de nuevo rodeada por setos de espinas a los que no podía atravezar. En aquella soledad, en la que fue encarcelada, se encontraba un viejo árbol hueco, y este tendría que ser su morada.

Allí se deslizaba al llegar la noche, y allí dormía. Allí también encontraba refugio de la tormenta y de la lluvia, pero era una vida miserable, y la hizo llorar amargamente cuando recordó lo feliz que había estado en el cielo, y cómo los ángeles habían jugado con ella.

Raíces y frutos silvestres eran su único alimento, y por estas buscaba lo más lejos que podía ir. En el otoño recogió las nueces y las hojas caídas, y las llevó al agujero. Las nueces eran su alimento en invierno, y cuando la nieve y el hielo llegaban, ella se deslizaba entre las hojas como un pobre animalito para no congelarse. En poco tiempo su ropa estaba casi desgarrada toda, y poco a poco se le desprendían pedacitos. Tan pronto, sin embargo, como el sol brillaba caliente otra vez, salió y se sentó delante del árbol, y su larga cabellera la cubría por todas partes como un manto. Así, ella se sentó año tras año, y sintió el dolor y la miseria del mundo. 

Un día, cuando los árboles estaban una vez más vestidos de verde fresco, el rey de aquel país se encontraba cazando en el bosque, y siguió a un corzo, que había huido a la espesura que cerró esa parte del bosque, y se bajó de su caballo, derribó arbustos, y se hizo camino con su espada.

Cuando por fin se abrió paso, vio a una doncella maravillosamente hermosa bajo el árbol, y ella se sentó y se cubrió completamente con sus cabellos de oro hasta sus pies. Él se detuvo y la miró lleno de sorpresa, y luego le habló y le dijo: 

-"¿Quién eres tú? ¿Por qué estás sentada aquí en esta soledad?"-

Pero ella no dio ninguna respuesta, porque no podía abrir la boca. El Rey continuó,

-"¿Quieres venir conmigo a mi castillo?"-

Entonces ella se limitó a asentir con la cabeza un poco. El Rey la tomó en sus brazos, la llevó a su caballo y regresó a casa con ella, y cuando llegó al castillo real la llevó a ser vestida con ropa hermosa, y le dio de todas las cosas en abundancia. A pesar de que no podía hablar, estaba todavía tan hermosa y encantadora que empezó a amarla con todo su corazón, y no pasó mucho tiempo antes de que él se casara con ella.

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Después de que había pasado un año , la Reina trajo un hijo al mundo. Entonces la Virgen María se le apareció en la noche, cuando yacía en su cama, sola, y le dijo: 

-"Si quieres decir la verdad y confesar que abriste la puerta prohibida, abriré tu boca, y te daremos de nuevo tu voz, pero si tú perseveras en tu pecado, y lo sigues negando con obstinación, me llevaré a tu hijo recién nacido conmigo."-

Entonces a la reina se le permitió responder, pero ella seguía siendo negativa y dijo:

-"No, no he abierto la puerta prohibida"-

y entonces la Virgen María llevó al niño recién nacido en sus brazos y desapareció con él. 

A la mañana siguiente, como el niño no se encontraba, se murmuraba en el pueblo que la Reina era una devoradora de hombres, y había matado a su propio hijo. Ella escuchó todo esto y no podía decir nada en contra, pero el rey no lo creería, porque la amaba tanto. 

Cuando había pasado otro año, la Reina de nuevo dio a luz otro hijo, y en la noche la Virgen María, vino otra vez donde ella y le dijo:

-"Si quieres confesar que tú abriste la puerta prohibida, te daré tu hijo de regreso, y desataré tu lengua; pero si continúas en el pecado y sigues negándolo, me llevaré conmigo a este nuevo niño también."-

-"No, no he abierto la puerta prohibida"-, y la Virgen se llevó al niño en sus brazos al cielo.

A la mañana siguiente, cuando se notó que el niño también había desaparecido, la gente declaró en voz muy alta que la Reina lo había devorado, y los consejeros del rey exigieron  que debía ser llevada ante la justicia. El rey, sin embargo, la amaba tanto que no lo creía, y ordenó a los consejeros, bajo pena de muerte no decir nada más al respecto. 

Al año siguiente, la Reina dio a luz a una hija pequeña y hermosa, y por tercera vez la Virgen María se le apareció en la noche y le dijo:

-"Sigueme"-

Ella tomó a la reina de la mano y la llevó al cielo, y le mostró a sus dos hijos mayores, quienes le sonreían, y estaban jugando con la bola del mundo. Cuando la Reina se regocijó al verlos, la Virgen María dijo: 

-"¿Y no se ha ablandado aún tu corazón? Si quieres confesar que abriste la puerta prohibida, te devolveré a tus dos hijos pequeños."-

Pero por tercera vez la Reina respondió:

-"No, no he abierto la puerta prohibida."-

A continuación, la Virgen la dejó hundirse en la tierra una vez más, y se llevó a su nueva hija también. 

A la mañana siguiente, cuando la pérdida fue reportada en el país, todo el pueblo gritò en voz alta:

-"La Reina es una devoradora de hombres. Ella debe ser juzgada."- 

y el Rey ya no era capaz de contener a sus consejeros.

Acto seguido se llevó a cabo un juicio, y como ella no podía responder y defenderse a sí misma, fue condenada a ser quemada viva.  Amontonaron la leña, y cuando estaba atada a la estaca, y el fuego comenzó a arder alrededor de ella, el duro hielo del orgullo se derritió, y su corazón fue conmovido por el arrepentimiento y pensó:

-"Si yo pudiera confesar antes de mi muerte que sí abrí la puerta."-

Entonces su voz volvió a ella, y gritó en voz alta: 

-"¡Sí, María, yo lo hice!"-, 

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