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Cuentos de hadas de Jacob y Whilhelm Grimm (volumen II) (página 8)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

y una fuerte lluvia cayó desde el cielo y extinguió las llamas del fuego, y una luz brotó por encima de ella, y la Virgen María descendió con los dos hijos pequeños a su lado, y la hija recién nacida en sus brazos. Ella habló con benevolencia, y le dijo: 

-"El que se arrepiente de su pecado y lo reconoce, se le perdona."-

Entonces ella le dio los tres niños, desató su lengua, y le concedió la felicidad de toda su vida. 

Enseñanza:

Siempre debemos reconocer con humildad y honestidad nuestras equivocaciones.

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105-El viejo RinkRank   

Había una vez un Rey que tenía una hija, y él ordenó que una montaña de cristal fuera hecha, y dijo que quienquiera pudiera cruzar al otro lado de ella sin caerse  podría tener a su hija por esposa. Había entonces un joven quién amaba a la hija del Rey, y preguntó al Rey si podría intentar el tenerla por esposa. 

-"Sí', dijo el Rey; "si usted puede cruzar la montaña sin caer, usted la tendrá."-

 Y la princesa dijo que ella lo acompañaría, y lo sostendría si él estuviera a punto de caerse.

Entonces ellos fueron juntos a empezar la travesía, y cuando estaban a la mitad del camino, la princesa resbaló y cayó, y la montaña de cristal se abrió y la encerró en su interior inmediatamente, y su prometido no podía ver hacia donde ella había caído, pues la montaña se había cerrado muy rápidamente. Entonces él lloró y se lamentó mucho, y el Rey, quien también se sentía desconsolado, pensaba que bien podría abrir la montaña donde ella se había perdido, y así sería capaz de sacarla otra vez, pero ellos no pudieran encontrar el lugar donde ella se había caído.

Mientras tanto la hija del Rey había caído profundamente abajo en la tierra en una gran cueva. Un viejo con una barba gris muy larga vino para encontrarla, y le dijo que si ella fuera su criada e hiciera todo que él pedía, ella podría vivir, si no él la mataría. Entonces ella hizo todo que él pedía. Por las mañanas él sacaba una escalera que tenía oculta, y la colocaba contra la montaña y subía a la cumbre por medio de ella, y luego guardaba de nuevo la escalera. La princesa tuvo que cocinarle su comida, hacerle su cama, y hacerle todo su trabajo, y cuando él regresaba a casa otra vez, siempre traía un montón de oro y plata.

Cuando ella ya había vivido con él durante muchos días, y se había hecho más madura, él la llamó Madre Mansrot, y ella tuvo que llamarlo a él Viejo RinkRank. Entonces un día, cuando él había salido, y ella le había hecho su cama y había lavado sus platos, cerró las puertas y ventanas rápidamente, y había una muy pequeña ventana por la cual la luz entraba, la cual ella dejó abierta. Cuando Viejo RinkRank vino a casa, él llamó a la puerta, y gritó, 

-"Madre Mansrot, ábreme la puerta"-

-"No,"- dijo ella, -"Viejo RinkRank, no te abriré la puerta."-

Entonces él dijo,

-"Aquí estoy de pie, yo, pobre RinkRank,Con mis muchos largos años,Con mi cansado pie agotado,Lava mis platos, Madre Mansrot."-

-"He lavado ya tus platos."- dijo ella. 

Entonces otra vez él dijo,

-"Aquí estoy de pie, yo, pobre RinkRank,Con mis muchos largos años,Con mi cansado pie agotado,Alista mi cama, Madre Mansrot."-

-"He alistado tu cama ya."- dijo ella. 

Entonces otra vez él dijo,

-"Aquí estoy de pie, yo, pobre RinkRank,Con mis muchos largos años,Con mi cansado pie agotado,Abre la puerta, Madre Mansrot."-

-"No," dijo ella, "Viejo RinkRank, no te abriré la puerta."-

Entonces él corrió en todo alrededor de su casa, y vio que la pequeña ventana estaba abierta, y pensó, 

-"Miraré adentro y veré lo que ella está haciendo, y sabré por qué no me quiere abrir  la puerta."-

Él trató de mirar a hurtadillas, pero no podía pasar su cabeza debido a su barba larga. Entonces primero pasó su barba por la ventana abierta, pero tan pronto como la metió adentro, la Madre Mansrot se acercó y cerró la ventana con una cuerda que ella le había atado, y su barba quedó prensada rápidamente allí.

Entonces él comenzó a gritar muy lastimosamente, ya que esto le hizo mucho daño a él, y le suplicaba que lo soltara otra vez. Pero ella dijo que no, si antes no le daba la escalera con la que él subía la montaña.

Entonces, quisiera o no, él tuvo que decirle donde estaba la escalera. Y ella sujetó una cinta muy larga a la ventana, y luego colocó la escalera, y subió la montaña, y cuando ya estaba en lo alto le abrió la ventana.

Ella fue donde su padre, y le dijo todo lo que le había pasado. El Rey se alegró enormemente, y su  prometido estaba todavía allí. Luego fueron y cavaron en toda la montaña, y encontraron al Viejo RinkRank dentro de ella con todo su oro y plata.

Entonces el Rey mandó a juzgar al Viejo RinkRank, y le decomisó todo su oro y plata. La princesa se casó con su prometido, y vivió en adelante felizmente en gran magnificencia y alegría.

Enseñanza:

Con astucia y debida preparación, siempre se puede derrotar al mal. 

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106-El hada de las aguas 

Un pequeño hermano y su hermana jugaban una vez cerca de un pozo, y mientras jugaban, ambos cayeron al pozo. Una hada de las aguas vivía dentro del pozo, quién al verlos dijo, 

-"¡Ahora que les tengo, van a trabajar mucho para mí!"- y se los llevó. 

Ella dio a la muchacha lino enredado y sucio para hilar, y también tenía que traer el agua en un cubo que tenía un agujero, y el muchacho tenía que talar y derribar un árbol con un hacha sin filo, y ellos no conseguían nada para comer excepto bolas de masa hervida para servir con guiso y todo tan duro como piedras.

Entonces por fin los niños se pusieron tan impacientes, que esperaron hasta un domingo, cuando el hada salió de la casa, y se escaparon. Pero cuando ella regresaba, vio que las aves revoloteaban, y los seguían con gran ruido. Los niños la vieron desde lejos, y la muchacha lanzó un cepillo hacia atrás que formó una colina inmensa de cerdas, con miles y miles de picos, sobre los cuales se vio obligada el hada a trepar con gran dificultad; pero por fin, sin embargo, logró pasarlos.

Cuando los niños vieron eso, el muchacho lanzó detrás de él un peine que formó una gran colina de peines con mil veces mil dientes, pero el hada seguía en su empeño de perseguirlos, y por fin atravesó los dientes. Entonces la muchacha lanzó detrás de ella un espejo que formó una colina de espejos, y era tan deslizadizo que fue imposible para el hada cruzarla. Entonces el hada pensó, 

-"Me iré a casa rápidamente y traeré mi hacha, y cortaré la colina de cristal por  la mitad."-

Mucho antes de que ella volviera y hubiera partido la colina de  cristal, los niños ya se habían escapado a una gran distancia, y el hada se vio obligada a regresar de nuevo a su pozo sin ellos.

Enseñanza:

Cuando se es menor de edad, nunca se debe jugar cerca de estanques, ríos, piscinas o pozos, si no hay una persona adulta que los acompañe y cuide.

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107-Los Tres Pajaritos  

 

Hace aproximadamente mil o más años, existía una región en la que solamente había pequeños reinos, y uno de los reyes que vivieron en el lugar era muy aficionado a la caza. Una vez, cuando él montaba a caballo en los terrenos de su castillo con sus cazadores, tres muchachas cuidaban a sus vacas sobre la montaña, y cuando ellas vieron al Rey con todos sus seguidores, la muchacha mayor lo vio, y llamó a las otras dos muchachas, y dijo:

-"Si no consigo a aquel, no tendré ninguno."-

Entonces la segunda muchacha contestó del otro lado de la colina, y vio al que iba al lado derecho del Rey, y dijo,

-"¡Hilloa! ¡hilloa! Si no lo consigo, no tendré a nadie."-

Y la tercera viendo al que iba a la izquierda del Rey, también dijo,

-"¡Hilloa! ¡hilloa! Si no lo consigo, no tendré a nadie."-

Estos dos acompañantes eran los dos ministros. El Rey oyó todo eso, y cuando había vuelto de la caza, hizo que las tres muchachas le fueran traídas, y les preguntó lo que ellas habían dicho ayer en la montaña. Ellas no se lo dijeron, entonces el Rey preguntó a la mayor si ellas realmente los tomarían como sus maridos. A lo que ella respondió, 

-"Sí"-, 

y los dos ministros también se casaron con las dos hermanas, ya que ellas eran todas agraciadas y hermosas, sobre todo la que quedó de Reina, que tenía el pelo como el lino. Pero las dos hermanas menores no llegaban a tener niños, y una vez cuando el Rey fue obligado a salir de la casa, él las invitó a estar con la Reina a fin de ayudarla, ya que estaba a punto de traer un niño.

Ella tuvo a un pequeño niño que trajo a sus padres una estrella brillante en el mundo con él. Entonces las dos hermanas, llenas de envidia, se dijeron una a la otra que lanzarían al hermoso niño en el río. En cuanto ellas lo lanzaron, una pequeña ave voló en el aire que cantó,-"Su propio castigo han apresurado,para cuando Dios así lo designe.En la flor de lirio blanca,el valiente muchacho, les dará su perdición."-

Cuando las dos oyeron aquello, se asustaron muchísimo y se fueron rápidamente. Al regresar el Rey a casa ellas le dijeron que la Reina había tenido un perro. Entonces el Rey, que en estos aspectos era un total ignorante, dijo, 

-"Lo que Dios hace, está bien hecho!"-

 Pero un pescador que vivía cerca del río alcanzó al pequeño niño mientras  estaba todavía vivo, y como él y su esposa no tenía ningún hijo, ellos lo criaron. Pasado un año, el Rey otra vez se marchó, y la Reina tuvo a otro pequeño niño, que las hermanas infames igualmente tomaron y lanzaron en el agua. Entonces voló la pequeña ave otra vez y cantó,

-"Su propio castigo han apresurado,para cuando Dios así lo designe.En la flor de lirio blanca,el valiente muchacho, les dará su perdición."-

Y cuando el Rey volvió de nuevo, ellas le dijeron que la Reina había dado a luz una vez más a un perro, y él otra vez dijo, 

-"Lo que Dios hace, está bien hecho."-

El pescador, sin embargo, salvó a éste también del agua, y lo crió.Entonces el Rey otra vez viajó, y la Reina tuvo a una niña, que también las hermanas envidiosas lanzaron en el agua. Y otra vez la pequeña ave voló hacia lo  alto y cantó,

-"Su propio castigo han apresurado,para cuando Dios así lo designe.En la flor de lirio blanca,la bella muchacha, les dará su perdición."-

Y cuando el Rey vino a casa ellas le dijeron que la Reina había tenido a un gato.

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 Entonces el Rey se puso muy enojado, y ordenó que su esposa fuera recluída en otra habitación, y así ella pasó durante varios años.

Mientras tanto los niños habían crecido. Entonces el mayor una vez salió con algunos otros muchachos para pescar, pero los otros muchachos no lo querían  con ellos, y le  dijeron, 

-"Toma tu camino, eres un abandonado."-

En ese momento él se fue muy preocupado, y preguntó al viejo pescador si era cierto que él era un abandonado.  El pescador le dijo que una vez cuando él pescaba, lo había sacado del agua estando recién nacido. Entonces el muchacho dijo que él iría a buscar a sus padres biológicos. El pescador, sin embargo, le suplicó para que se quedara, pero él no cedió en su propósito, y por fin el pescador consintió. Entonces el muchacho buscó su camino y anduvo durante muchos días, y por fin llegó a una gran laguna, en cuya orilla se hallaba una anciana pescando. 

-"Buen dia, madre"-, dijo el muchacho.

-"Muchas gracias"-, dijo ella.

Y el joven agregó,

-"Vas a estar pescando muchísimo tiempo antes de que logres coger algo."-

-" Y tú buscarás por muchísimo tiempo antes de que encuentres a tus padres. ¿Y cómo piensas atravezar la laguna?"-

-"No lo sé."-

Entonces la anciana lo tomó en su espalda y lo llevó al otro lado, y él buscó durante mucho tiempo, pero no podía encontrar sus padres.Pasado un tiempo, el segundo muchacho intentó buscar a su hermano. Él llegó a la laguna, y todo sucedió tal como lo fue con su hermano.

Y ahora en casa sólo quedaba la hija, y ella se afligió por sus hermanos tanto que por fin ella también pidió al pescador que la dejara partir, ya que deseaba ir en busca de sus hermanos. Entonces igualmente ella llegó a la gran laguna y dijo a la anciana, 

-"Buen día, madre."–"Muchas gracias,"- contestó la anciana.

-"Que Dios la ayude a tener muy buena pesca"- dijo la joven.Cuando la anciana oyó aquello, se hizo completamente amistosa, y la llevó al otro lado del lago, le dio una varita, y le dijo, 

-"Anda, mi hija, siempre adelante por este camino, y cuando llegues adonde está un gran perro negro, pásalo silenciosa y vigorosamente, sin risas y sin mirarlo. Entonces llegarás a un gran castillo alto, y en el umbral debes dejar guardada la  varita, y atravezar en línea recta el castillo, y salir al otro lado. Allí verás una vieja fuente junto a un árbol grande crecido, del cual cuelga una ave en una jaula que debes de bajar. Recoje y guarda igualmente una botella del agua de la fuente, y con estas dos cosas regresa por el mismo camino. Toma la varita otra vez del umbral y llévala contigo, y cuando otra vez pases por el perro, lo golpeas en la cara con ella, y asegúrate de que lo has golpeado bien, y luego solamente regresa acá, donde estaré yo."-

La doncella encontró todo exactamente como la anciana le había dicho, y en su camino de regreso encontró a sus dos hermanos que habían recorrido ambos más de la mitad el mundo. Todos fueron juntos al lugar donde el perro negro estaba en el camino; ella lo golpeó con certeza en la cara, y se convirtió en un hermoso príncipe que fue también con ellos a la laguna del río. Allí la anciana todavía estaba de pie. Ella se alegró mucho de verlos otra vez, y los llevó a todos a través del lago, y luego ella también se marchó, pues ya había quedado liberada del embrujo que la poseía. Los demás siguieron a la casa del viejo pescador, y se alegraron de que se hubieran encontrado todos juntos otra vez, y colgaron la jaula con el ave en la pared.

Pero el segundo hijo no podía quedarse tranquilo en casa, y tomó su ballesta y se fue a cazar. Cuando se sintió cansado tomó su flauta, y empezó a tocar. El Rey andaba de caza también, y oyendo la música fue a buscarla. Cuando encontró al joven dijo, 

-"Quién te ha dado el permiso para cazar aquí?"-

-"Ah, nadie."-

-"¿Y de quien eres hijo entonces?"-

-"Soy hijo del pescador."-

-"Pero sé que él no ha tenido niños."-

-"Si no lo cree, venga conmigo."-

Así lo hizo el Rey, e interrogó al pescador, que le dijo todo, y entonces la pequeña ave en la pared comenzó a cantar,

-"La Reina madre se siente solaAllá en la habitación pequeña,Oh Rey de sangre real,Éstos son hijos tuyos todos.Las hermanas te mintieron envidiosamente,Ellas quisieron el infortunio para los niños,Allí en las aguas profundasDonde los pescadores vienen y van."-

Entonces todos quedaron asombrados, y el Rey llevó al ave, al pescador y su esposa y a los tres jóvenes a su castillo, y ordenó que la Reina volviera a la habitación Real. Ella se había puesto, sin embargo, completamente enferma y débil por la tristeza. Entonces la hija le dio a beber un poco del agua que trajo de la fuente, y la Reina  inmediatamente se puso fuerte y sana. Pero las dos hermanas envidiosas fueron sacadas a habitaciones fuera de palacio sin títulos Reales, y la hija, ahora princesa, se casó con el príncipe que había estado en forma de perro debido a un embrujo. El pescador y su esposa, y los dos hermanos fueron invitados a vivir por siempre en el palacio.

Enseñanza:

Quien actúa movido por la envidia, siempre termina siendo muy infeliz.

 

108-Linda Katrinelje 

-"Buen día, Padre Hollenthe."- 

-"Muchas gracias, Pif-paf-simple."- 

-"¿Puede permitirme tener a su hija como novia?"- 

-"Ah, sí, si la Madre Malcho (ordeñadora), el Hermano Grande, la Hermana K' hortelana, y linda Katrinelje quieren, usted puede tenerla. 

-"¿Dónde está la Madre Malcho, entonces?"-

-"Ella está en el establo, ordeñando a la vaca."-

-"Buen día, Madre Malcho."-

-"Muchas gracias, Pif-paf-simple."-

-"¿Puede permitirme tener a su hija como novia?"- 

-"Ah, sí, si el Padre Hollenthe, el Hermano Grande, la Hermana K' hortelana, y linda Katrinelje quieren, usted puede tenerla."-

-"¿Dónde está el Hermano Grande, entonces?"-

-"Él está en el patio cortando un poco de madera."- 

-"Buen día, Hermano Grande."-

-"Muchas gracias, Pif-paf-simple."-

-"¿Puede permitirme tener a su hermana como novia?"- 

-"Ah, sí, si el Padre Hollenthe, la Madre Malcho, la Hermana K' hortelana, y linda Katrinelje quieren, usted puede tenerla."-

-"¿Dónde está la Hermana K', hortelana, entonces?"-

-"Ella está en el jardín cortando coles."-

-"Buen día, hermana K' hortelana."-

-"Muchas gracias, Pif-paf-simple."-

-"¿Puede permitirme tener a su hermana como novia?"-

-"Ah, sí, si el Padre Hollenthe, la Madre Malcho, el Hermano Grande, y linda Katrinelje quieren, usted puede tenerla."-

-"¿Dónde está la linda Katrinelje, entonces?"- 

-"Ella está en el cuarto contando sus centavos."-

-"Buen día, linda Katrinelje."-

-"Muchas gracias, Pif-paf-simple."-

-"¿Aceptarías ser mi novia?"-

-"Ah, sí, si Padre Hollenthe, la Madre Malcho, el Hermano Grande, y la Hermana K' hortelana lo aprueban, acepto."-

-"¿Linda Katrinelje, cuánto es lo que tienes?"- 

-"Catorce centavos en efectivo, tres gallinas propias, media libra de manzanas secas, un puñado de pan frito, y un puñado de especias. Y muchas otras cosas que también son mías. ¿No es todo eso magnífico y fino?"-

-"Pif-paf-simple, ¿cuál es tu oficio? ¿Eres un sastre?"- 

-"Algo mejor."-

-"¿Un zapatero?"-

-"Algo mejor."-

-"¿Un agricultor?"-

-"Algo mejor."-

-"¿Un carpintero?"-

-"Algo mejor."-

-"¿Un herrero?"-

-"Algo mejor."-

 -"¿Un molinero?"-

-"Algo mejor."-

-"¿Quizás un fabricante de escobas?"-

-"Sí, eso es lo que soy, ¿no es eso un magnífico y fino oficio?"-

Enseñanza:

Siempre es lo mejor que en todo convenio todos los involucrados estén de acuerdo.

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109-La LLave de Oro

En tiempo de invierno, cuando la nieve es profunda sobre la tierra, un muchacho pobre fue obligado a salir en un trineo para traer madera. Cuando él había juntado la madera, y la había embalado, él deseó, pues se sentía tan congelado con el frío, en no irse a casa inmediatamente, sino encender un fuego y calentarse él mismo un poco. Entonces raspó y puso lejos la nieve, y cuando  limpiaba así la tierra, encontró una llave diminuta, de oro.

En ese momento él pensó que allí donde estaba la llave, lo que ella protegía debería estar también, y excavando en la tierra encontró un pequeño cofre de hierro

-"¡Si la llave encajara!", pensó él; "sin duda habrá cosas preciosas en esta pequeña caja."-

Él giró el cofrecito y buscó en todas las orillas de la caja, pero ningún ojo de cerradura encontró. Siguió buscando y buscando con mucha esperanza y constancia,  y por fin descubrió uno, que estaba tan bien disimulado que era apenas visible. Él metió la llave, y ella encajó exactamente. Y la giró una vez y …, y ahora debemos esperar hasta que lo haya abierto completamente, y haya subido la tapa, y será entonces cuando sabremos que maravillosas cosas estaban en aquella caja.

Enseñanza:

La esperanza y la constancia llevan a buen destino.

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110-El Campesino Hildebrand  

Había una vez un campesino llamado Hildebrand y su esposa, quienes tenían una yegua muy hermosa que era muy apreciada por Hildebrand, pero no por su esposa pues a menudo intentaba darle de coces cuando ella se le acercaba. Sin embargo el médico del pueblo soñaba con llegar a tener dicha yegua. Un día de tantos en que se encontraron en la calle, dijo el médico a la esposa del campesino,

-"Mire mi querida vecina, he pensado en un modo por el cual usted puede deshacerse de la yegua que tanto le molesta y yo de llevármela. De paso haremos una celebración por tan especial evento. Le diré cómo hacer. El próximo miércoles usted guarde cama y le dice a su marido que se siente muy enferma, y se queja, y actúa correctamente como una enferma, y continúa así un par de días. Entonces le dice a su marido que necesita que la vea el médico. El me llamará, y cuando yo llegue les diré que para su cura él necesitará ir a la Colina de Ckerli en Italia, y traer unas hojas de laurel especiales para el mal de Kreuzer, y luego con ellas haremos el medicamento que la curará."-

-"Así lo haré."- dijo la mujer puntualmente.

Entonces al llegar el miércoles, la esposa del campesino guardó cama y se lamentaba según lo convenido, y su marido hizo todo lo que él sabía para poder aliviarla, pero nada servía. Al pasar dos días así, dijo la mujer,

-"Me siento tan mal como que voy a morir pronto. Quizás el médico pueda ayudarme."-

Entonces el campesino corrió a llamar al médico, quien después de algunas preguntas dijo al esposo,

-"Esto que ella tiene es el mal de Kreuzer, que para curarlo se necesitan unas hojas de laurel que solamente se consiguen en la Colina de Ckerli en Italia. Debe de ir allá a traerlas y con ellas haré el medicamento necesario."-

Y el médico le dió un saquito para que allí trajera dichas hojas.

Nadie estaba más feliz que el campesino Hildebrand, quien inmediatamente alistó sus cosas para el viaje al día siguiente.

Y al otro día, apenas salió Hildebrand, llegó el médico.

Mientras tanto veamos que sucedía con el campesino, que caminaba lo más rápido posible para llegar a su destino. Él, en el camino se encontró con un comerciante muy versado en asuntos de negocios, quien venía con su carreta y un gran canasto del mercado donde había vendido todos sus huevos.

-"¡Bendito seas!, ¿por qué llevas tanto apuro en tu caminar?"- le dijo al campesino.

-"¡Bendiciones para tí también, mi amigo!"-, contestó el campesino, -"mi esposa está enferma y el médico me recomendó que fuera a la Colina de Ckerli en Italia a traer unas hojas de laurel que son especiales para el mal de Kreuzer, y me dio un bolso para cargarlas y regresar con ellas. Por eso es mi apuro en llegar allá."-

-"Pero escúchame hombre, eres bastante ingenuo para creer tal cosa. ¿No te das cuenta de lo que eso significa? El médico quiere aprovecharse de tu ausencia para obtener algo de tu propiedad, y se ha puesto de acuerdo con tu esposa para lograrlo."-

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-"¡Oh Dios!", dijo el campesino, "¿Y cómo sabré si eso es cierto?"-

-"Ven"-, dijo el comerciante, -"te diré que haremos. Métete dentro de la canasta vacía de los huevos y te llevaré a tu casa, y ahí lo verás por ti mismo."-

Una vez acordado aquello, el comerciante metió al campesino en la canasta y se dirigieron a la casa. Al anochecer, cuando llegaron a la casa, todo era fiesta allí. La mujer había cocinado carnes, había hecho tortitas y tenía bandejas de frutas frescas. El médico había traído su violín para amenizar. El comerciante tocó a la puerta y la mujer preguntó quien era.

-"Soy un comerciante, y no he podido vender mis huevos en el mercado y quiero saber si me pueden dar posada por esta noche, ya que tengo que llevarlos a casa de nuevo y son tan pesados que no podría hacerlo pues ya oscureció."-

-"Seguro mi amigo", dijo la mujer, "has llegado en un momento muy inoportuno para mí, pero ya que no puedes regresar, entra y toma asiento en el banco que está por la estufa."-

Entonces ella llevó al comerciante con la cesta que acarreaba junto a la estufa. Y la mujer y el médico estaban tan alegres como nunca. Entonces el médico dijo,

-"Oye amiga, tú que cantas maravillosamente, canta algo."-

-"Ah,"- dijo la mujer, -"ya ahora no canto bien. En mis días jóvenes en efecto que lo hacía muy bien, pero esos tiempos ya pasaron."-

-"No importa, ven, canta alguna pequeña canción."-

Entonces la mujer empezó a improvisar,

-"Ahora he enviado a mi marido,a la Colina de Ckerli en Italia."-

 A lo que el médico replicó,

-"Y espero que tarde más de un año,y no le pediría el saquito de laurely no volverá a ver a su yegüita."-

Entonces el comerciante que estaba al fondo comenzó a cantar, (pero antes les recordaré que el campesino se llamaba Hildebrand),

-"¿Qué estás haciendo, mi querido Hildebrand,allí en el  banco tan cerca de la estufa?"-

Y el campesino cantó dentro de la canasta,

-"De ahora en adelante odiaré toda canción,y en este cesto no me quedaré más."-

Y salió de la canasta, y con una golpiza sacó al médico de la casa.

¿Y que pasó después? Que algún vecino te lo cuente.

Enseñanza:

En toda asociación o amistad, nunca debe de usarse la traición.

1-Los Tres Lenguajes 

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Había una vez un anciano que vivía en cierto país, quién tenía a un único hijo, pero el cual era distraído, y parecía que no podría aprender nada. Entonces dijo el padre, 

-"Escúchame hijo, no puedo conseguir que algo entre en tu cabeza, así que intentaré otra cosa. Debes salir de aquí, te pondré al cuidado de un maestro famoso, que verá lo que él puede hacer por ti."- 

El joven fue enviado a una ciudad extraña, y permaneció un año entero con el maestro. Al final de este tiempo, él vino a su casa otra vez, y su padre preguntó,

-"Ahora, mi hijo, ¿qué has aprendido?"-

-"Padre, he aprendido lo que los perros dicen cuando ellos ladran y a hablar con ellos."-

-"¡El señor tenga misericordia de nosotros!", gritó el padre; "¿es eso todo lo que has aprendido? Te enviaré a otra ciudad, a otro maestro."-

El joven fue enviado allá, e igualmente se quedó un año con este maestro. Cuando él volvió a casa, el padre otra vez preguntó, 

-"Mi hijo, ¿qué es lo que has aprendido?"- 

Él contestó, 

-"Padre, he aprendido lo que las aves dicen y a hablar con ellas."- 

Entonces el padre se puso furioso y dijo, 

-"Ah, tú, hombre perdido, gastaste el tiempo precioso y no aprendiste nada; ¿No te da vergüenza presentarte ante mis ojos? Te enviaré a un tercer maestro, pero si tú no aprendes nada esta vez también, ya  no seré más tu padre."-

El joven permaneció un año entero con el tercer maestro también, y cuándo él vino a casa otra vez, y su padre preguntó, 

-"Mi hijo, ¿qué has aprendido ahora?"-, él contestó, 

-"Querido padre, he aprendido este año lo que las ranas graznan y a hablar con ellas."-

Entonces el padre cayó en una cólera más furiosa, y olvidando toda moral y buenos sentimientos se levantó, llamó a sus servidores, y dijo, 

-"Este joven ya no es mi hijo, lo saco ahora mismo de aquí, y les ordeno que lo lleven al  bosque, y lo dejen allí, donde no pueda volver ."-

Ellos lo llevaron al bosque, lo dejaron allí, y regresaron rápidamente para que no pudiera ver el camino de regreso. El joven caminó sin rumbo, y después de algún tiempo llegó a una fortaleza donde él pidió alojamiento por una noche. 

-"Sí"-, dijo el señor del castillo, -"si aceptas pasar la noche allí abajo, en la vieja torre, ve allá; pero te advierto, estaría en peligro tu vida, ya que está lleno de perros salvajes, que ladran y aúllan sin parar, y a ciertas horas tienen que darles un hombre, que ellos inmediatamente devoran."-

El pueblo entero estaba en pena y consternación debido a eso, y aún nadie había podido hacer nada para parar este mal. El joven, sin embargo, no tuvo miedo, y dijo,

 

-"Sólo déjeme bajar a donde están los perros que ladran, y denme algo que pueda lanzarles; ellos no harán nada para dañarme."-

Cuando ya le dieron algún alimento para echar a los animales salvajes, lo condujeron abajo a la torre. Una vez adentro, los perros no le ladraron, y más bien  menearon sus colas completamente cordiales alrededor de él, y comieron lo que él les puso ante ellos, y no le hicieron daño ni a un pelo de su cabeza. A la mañana siguiente, ante el asombro de todos, él salió seguro e ileso, y dijo al señor del castillo, 

-"Los perros me han revelado, en su propia lengua, por qué es que ellos moran allí y traen el mal a esta tierra. Ellos están encantados, y están obligados a vigilar un gran tesoro que está abajo en la torre, y no pueden tener ningún descanso hasta que el tesoro sea sacado de allí, y he aprendido igualmente, de su información, como debe de ser sacado."-

Entonces todos quienes oyeron esto se alegraron, y el señor del castillo dijo que él lo adoptaría como un hijo si lo llevara a cabo con éxito. Él bajó otra vez, y como él sabía lo que tenía que hacer, lo hizo a cabalidad, y trajo un baúl lleno de oro con él. El aullido de los perros salvajes ya no fue oído más de aquí en adelante; los perros  habían esaparecido, y el pueblo fue liberado del problema.

Después de algún tiempo se le metió en su cabeza que deseaba viajar a Roma. En el camino pasó por un pantano, en el cual varias ranas sentadas graznaban. Él las escuchó, y cuando se dio cuenta de lo que ellas decían, se puso muy pensativo y preocupado. Por fin llegó a Roma, donde el Papa acababa de morir, y había gran dificultad en cuanto a quien deberían designar como su sucesor. Los cardenales, con mucho detalle estuvieron de acuerdo en que la persona que debería ser elegida como Papa, debería ser distinguido por alguna señal divina y milagrosa. Y cuando esto era decidido así, en ese momento el joven entraba a la iglesia, y de repente dos palomas blancas como la nieve volaron a sus hombros y permanecieron sentadas allí.

Los eclesiásticos reconocieron allí la señal esperada, y le preguntaron de inmediato si aceptaría ser el Papa. Él estaba indeciso, y no sabía si fuera digno de dicho cargo, pero las palomas le aconsejaron hacerlo, y por fin él dijo que sí. Entonces fue ungido y bendecido, y así fue realizado lo que había oído de las ranas en su camino, que lo había afectado tanto, y es que él debería ser su Santidad el Papa. Entonces él tuvo que cantar una misa, y no sabía una palabra acerca de eso, pero las dos palomas permanecían sentadas continuamente en sus hombros, y le decían al oído todo lo que necesitaba hacer.

Enseñanza:

Muchas veces lo que pareciera que no es útil, puede llegar a ser algo grandioso.

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112-La Doncella de Brakel  

Una muchacha de Brakel fue una vez a la capilla de la santa de su devoción en el pie del Hinnenberg, y como ella quería tener un marido, y creyendo que no había nadie más en la capilla, cantó,

-"Oh Santa de mi devociónAyúdame pronto a encontrar un hombre.Asegúrate que sea bueno,Que siempre haga todo bien,Que sea bien parecido,Asegúrate que sea bueno."-

Sin embargo, el asistente de la capilla estaba de pie detrás del altar y la oyó. Entonces él gritó con una voz muy brusca, 

-"¡No lo vas a tener, no lo tendrás!"-

La doncella pensó que el niño que la imagen de su santa sostenía en sus brazos era quien le gritaba, muy enojada gritó ella,

-"¡No te metas niño engreído! ¡Mejor cállate la boca y deja que sea tu madre la que hable!"-

 Enseñanza:

A veces, cuando creemos que estamos solos, podría no ser así en realidad. Siempre debemos ser cautelosos.

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113-La Muchacha de los Gansos 

Había una vez una anciana muy viejita, que vivía con su multitud de gansos en un lugar retirado entre las montañas, y allí tenía una pequeña casa. El sitio estaba rodeado por un gran bosque y largas praderas, y cada mañana la anciana tomaba su muleta y salía cojeando con ella. Allí, sin embargo, la dama era completamente activa, más que lo que cualquiera se pudiera imaginar considerando su edad, y recogía la hierba para sus gansos, tomaba toda la fruta silvestre que ella podía alcanzar, y llevaba todo eso a casa en su espalda. Cualquiera podría pensar que la pesada carga la habría tirado a tierra, pero ella siempre la traía bien a casa. Si alguien la encontrara, ella saludaba cortesmente,

-" Buen día, querido campesino, hoy es un día muy agradable. ¡Ah! usted se debe de preguntar sobre cómo puedo yo llevar toda esta hierba, pero es que cada cual debe tomar su carga en su propia espalda."-

Sin embargo, a la gente no le gustaba encontrarla si ellos pudieran ayudarla, y a causa de eso preferían tomar un camino diferente y más largo. Un día cuando un padre con sus muchachos pasaban junto a ella, él les susurró, 

-"Cuídense de la anciana. Ella tiene garras bajo sus guantes; es una bruja."-

Una mañana, un hermoso hombre joven pasaba por el bosque.

El sol brillaba, las aves cantaban, una brisa fresca se arrastraba por las hojas, y él se sentía lleno de gozo y alegría. Él no había encontrado aún a nadie, cuando  de repente percibió a la anciana que se arrodillaba en la tierra cortando la hierba con una hoz. Ella había llenado ya una carga entera en su saco, y cerca de ahí estaban dos cestas, que estaban llenas de manzanas silvestres y peras.

-"Pero, madrecita buena," dijo él, "¿cómo puede usted llevarse todo esto?"-

-"Debo llevarlo, estimado señor," contestó ella, "los niños de la gente rica no tienen ninguna necesidad de hacer tales cosas, pero con la gente pobre el refrán dice, no mire hacia atrás pues usted sólo verá cuan torcida está su espalda. ¿Me ayudaría usted?"- le preguntó, mientras él permanecía a su lado. -"Usted tiene todavía una buena espalda y unas piernas fuertes, esto sería como un juego para usted. Además, mi casa no está tan lejos de aquí, está allí en el brezal detrás de la colina. Pronto llegaría allá."-

El hombre joven tuvo compasión de la anciana. 

-"Mi padre no es en verdad ningún pobre", contestó él, "sino alguien rico, sin embargo, verá usted que no solamente los pobres pueden acarrear cosas, yo  tomaré su bulto."-

-"Si usted lo intentara,"- dijo ella, -"estaré muy contenta. Ciertamente que tendrá que andar aproximadamente durante una hora, pero ¿qué será eso para usted?; también deberá llevar las manzanas y las peras."-

Ahora le pareció al hombre joven todo aquello un poco serio cuando oyó del recorrido de una hora, pero la anciana no lo dejaría ir, y embaló el bulto de zacate en su espalda, y le colgó las dos cestas en sus brazos. 

-"Ve, es completamente liviano,"- dijo ella. 

-"No, no es liviano,"- contestó el joven, y puso una cara pesarosa. -"En verdad que el bulto pesa como si estuviera lleno de piedras de adoquín, y las manzanas y las peras son tan pesadas como el plomo. Apenas puedo respirar."-

Él quizo dejar todo en el suelo otra vez, pero la anciana no lo permitiría. 

-"Mira que cosa,"- dijo ella en tono burlón, -"el joven señor no puede llevar lo que yo, una anciana, tan a menudo llevo. Usted usa palabras finas, pero cuando el asunto va en serio, ya quiere quitarse. ¿Por qué se queda ahí parado?"- siguió ella. -"Camine. Nadie le quitará el bulto."- 

Mientras él anduvo por camino a nivel, era todavía soportable, pero cuando llegaron a la colina y tuvieron que subir, las piedras del camino golpeaban bajo sus pies como si estuvieran vivas, y todo eso superaba a sus fuerzas. Las gotas de sudor salían de su frente, y corrían también, caliente y frías, hacia abajo por su espalda.

-"Señora"-, dijo él, -"no puedo ir más lejos. Quiero descansar un poco."-

-"No aquí,"- contestó la anciana, -"cuando hayamos llegado a nuestro destino, usted podrá descansar; pero ahora debe seguir adelante. No sabe usted cuánto  bien todo esto puede hacerle"-

-"Anciana, ¡es usted una desvergonzada!"- dijo el muchacho, 

y trató de tirar el bulto, pero fue en vano; estaba tan pegado a su espalda como si hubiera crecido allí. Él se movía y giraba, pero no podía deshacerse de él. La anciana se reía de aquello, y saltaba completamente feliz con su muleta. 

-"No se enfade, estimado señor,"- dijo ella, -"¡usted pone su cara tan roja como la cresta de un gallo o pavo! Lleve su bulto con paciencia. Le daré un buen presente cuando lleguemos a casa."-

Nada podía hacer él. Fue obligado a rendirse a su destino, y seguir pacientemente detrás de la anciana. Ella parecía ponerse cada vez más lista, y la carga de él todavía más pesada. De repente ella dio un salto y brincó sobre el  bulto y se asentó en la cumbre; y sin embargo por delgadita que ella podía ser,  era más pesada aún que la chica más joven de la región. Las rodillas del joven  temblaban, y cuando él no continúaba, la anciana lo golpeaba sobre las piernas con una varilla con ortigas.

Gimiendo continuamente, subió la montaña, hasta que al fin llegó a la casa de la anciana, cuando ya estaba a punto de desfallecer. En cuanto los gansos percibieron a la anciana, agitaron sus alas, estiraron sus cuellos, y corrieron para encontrarla, graznando todo el rato. Detrás de los gansos, con palo en la mano, venía una fea mujer, fuerte y grande, pero horrible como una noche de tormenta. 

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-"Hola buena madre", dijo ella a la anciana, "¿le ha pasado algo?, ya que se ha atrasado tanto."-

-"De ningún modo, mi querida hija,"- contestó ella, -"no me he encontrado con nada malo, al contrario, solamente con este señor amable, que me ha traído mi carga; y mira además, que hasta me cargó en su espalda cuando estuve cansada. El camino, también, no nos ha parecido largo; hemos sido alegres, y hemos estado gastando bromas el uno con el otro todo el tiempo."-

Por fin la anciana se deslizó hacia abajo, quitó el bulto de la espalda del hombre, y las cestas de su brazo, lo miró completamente amable, y dijo,

-"Ahora siéntese en el banco que está junto a la puerta, y descanse. Usted se ha ganado justamente su recompensa, y ella no debe de ser negada."-

Entonces ella dijo a la horrible muchacha de los gansos, 

-"Entre a la casa, mi querida hija, no es conveniente para ti estar a solas con un señor joven; no hay que verter petróleo en el fuego, él podría enamorarse de ti."-

El joven no sabía si reir o llorar.

-"Tal bombón, como que,"- pensaba él, -"no podría tocar mi corazón, aun si ella fuera treinta años más joven."-

Mientras tanto la anciana acarició y acarició a sus gansos como si ellos fueran niños, y luego entraron en la casa con su hija. El joven se sentó en el banco, bajo un manzano silvestre. El aire era agradable y suave; y todos los lados se veían rodeados por un prado verde, con abundantes prímulas, tomillo salvaje, y otras mil flores; por el medio de la pradera corría un arroyo claro en el cual el sol centelleaba, y los gansos blancos caminaban hacia allá o hacia acá, o flotaban nadando en el agua. 

-"Es completamente encantador aquí"-, dijo él, -"pero estoy tan cansado que no puedo mantener mis ojos abiertos; dormiré un poco. Siempre que una ráfaga de viento no venga y haga volar las piernas de mi cuerpo, ya que ellas están tan putrefactas como la yesca."-

Cuando él ya había dormido un poco, la anciana vino y lo sacudió hasta despertarlo.

-"Siéntese"-, dijo ella, -"usted no puede quedarse aquí; le he tratado ciertamente muy duro, de todos modos eso no le ha costado la vida. De dinero y de tierra sé que no tiene ninguna necesidad, aquí tengo algo más para usted."-

Con eso ella puso un pequeño joyero en su mano, que fue confeccionado de una sola esmeralda. 

-"Cuídelo mucho", dijo ella, "le traerá una gran fortuna."- 

El joven se levantó, y como sintió que estaba completamente fresco, y que había recuperado su vigor, agradeció a la anciana por su presente, y salió sin volver a ver hacia atrás a la misteriosa hija. Cuando ya había recorrido bastante el camino, todavía oía en la distancia el grito ruidoso de los gansos.

Durante tres días el muchacho tuvo que vagar en el páramo antes de que  pudiera encontrar su salida. Entonces por fin llegó a una ciudad grande, y como nadie lo conocía, fue conducido al palacio real, donde el Rey y la Reina se sentaban en su trono. El joven se arrodilló, sacó el joyero de esmeralda de su bolsillo, y lo puso a los pies de la Reina. Ella le pidió levantarse y le diera el pequeño joyero en sus manos. Apenas en cuanto ella lo abrió, y miró allí, cayó desmayada a tierra. El joven fue agarrado por los criados del Rey, y estaba siendo conducido a prisión, cuando la Reina abrió sus ojos, y ordenó que lo liberaran, y que todos debían salir, pues deseaba hablar con él en privado.

Cuando la Reina quedó sola con él, comenzó a llorar amargamente, y dijo, 

-"De que valen para mí todos los esplendores y honores de los cuales estoy  rodeada si cada mañana despierto en dolor y pena. Yo tenía tres hijas, la más joven de ellas era tan hermosa que el mundo entero la consideró como una maravilla. Ella era tierna como la primavera, tan atractiva como la flor de manzana, y su pelo tan radiante como diamantes al sol. Cuando ella lloraba, no eran lágrimas lo que caía de sus ojos, sino sólo perlas y joyas. Cuando ella cumplió quince años, el Rey convocó a las tres hermanas para venir ante su trono. ¡Usted debería haber visto cómo toda la gente miraba fijamente cuando la más joven entró, era justo como si el sol se elevara!"-

Entonces el Rey habló, 

-"Mis hijas, como no sé cuando mi día final pueda llegar; decidiré hoy lo que cada una recibirá en mi muerte. Sé que todas ustedes me aman, pero la de ustedes que  me indique mejor cómo me ama, tendrá lo mejor."-

Cada una de ellas dijo que era ella quien lo amaba mejor. 

-"¿Podrían expresarlo?", dijo el Rey, "¿Cómo, en qué forma me aman realmente?, y así veré lo que quieren decir."-

 La mayor habló,

-"Amo a mi padre tanto como el azúcar más dulce."-

 La segunda dijo,

-"Amo a mi padre tanto como mi vestido más bonito."-

Pero la más joven permanecía en silencio.

Entonces el padre dijo, 

-"Y tú, mi niña más querida, ¿cómo me amas?"-

-"No sé, y no puedo comparar mi amor con nada."- contestó. 

Pero su padre insistió que ella comparara con algo. Entonces dijo por fin, 

-"El mejor alimento no me complace sin la sal, por lo tanto amo a mi padre como la sal."-

Como el Rey no esperaba una respuesta como esa, cuando el Rey la oyó, se enojó mucho, y dijo, 

-"Si me amas como a la sal, tu amor también te será reembolsado con la sal."-

Entonces él dividió el reino entre las dos mayores, e  hizo que un saco de sal fuera pegado al dorso de la más joven, y ordenó que ella fuera enviada a otra ciudad del otro lado del bosque a ganarse la vida vendiendo sal. Mas cuando iban de camino en medio del bosque, la hija se escapó de los que la acompañaban y se internó en lo profundo del bosque. 

-"Cuando supimos lo sucedido, pedimos y rezamos por ella"-, dijo la Reina, -"pero la cólera del Rey no podía ser apaciguada. ¡Cómo lloraba ella cuando tuvo que abandonarnos! El camino entero quedó esparcido por las perlas que fluyeron de sus ojos. El Rey pronto después se arrepintió de su gran severidad, y hacía recorrer el bosque entero en busca de la pobre niña, pero nadie podría encontrarla. Cuando pienso que quizás las bestias salvajes la han devorado, no sé como contenerme de la pena; a menudo me consuelo con la esperanza que ella está todavía viva, y puede haberse escondido en una cueva, o ha encontrado refugio con gente compasiva.

Pero véalo usted mismo, cuando abrí su pequeño joyero de esmeralda, una perla estaba allí, de exactamente la misma clase que aquellas que solían caer de los ojos de mi hija; y luego también puede imaginarse cómo la vista de aquello conmovió mi corazón. Por favor, usted debe decirme como adquirió aquella perla."-

El joven le dijo que él lo había recibido de una anciana en el bosque, que le había parecido muy extraña, y que quizás podría ser una bruja, pero él no había visto ni oído nada acerca de la hija de la Reina. El Rey y la Reina resolvieron buscar a la anciana. Ellos pensaron que allí donde la perla había sido dada, obtendrían noticias de su hija.

La anciana estaba sentada en aquel lugar solitario con su rueca, hilando. Ya anochecía, y un tronco que se quemaba en el hogar daba una luz escasa. De repente hubo un ruido afuera, los gansos regresaban a casa del pasto, y pronunciaban sus roncos gritos. Detrás de ellos la hija también entró. Pero la anciana apenas le agradeció, y sólo sacudió su cabeza un poco. La hija se sentó al lado de ella, tomó su rueca, y enroscó los hilos con tal agilidad como una muchacha joven. Así ambas se sentaron durante dos horas, y no intercambiaron ni  una palabra. Por fin algo crujió en la ventana, y dos ojos encendidos miraron detenidamente hacia adentro. ¡Era un viejo búho, que gritaba, -"Úho"- tres veces! La anciana alzó la vista sólo un poco, y entonces dijo, 

-"Ahora, mi pequeña hija, es tu momento para para salir y hacer tu trabajo."-

La hija se levantó y salió, y ¿hacia adónde fue? A los prados en algún lugar del valle. Por fin llegó a un pozo, con tres viejos robles de pie al lado del pozo; mientras tanto la luna se había elevado grande por sobre la montaña, y todo estaba tan iluminado que uno podría haber encontrado una aguja sin dificultad.

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Ella se quitó una fea máscara que cubría su cara, luego se inclinó al pozo, y comenzó a lavarse. Cuando había terminado, limpió también la máscara en el agua, y luego la puso en el prado, de modo que debiera blanquearse y secarse en la luz de la luna. ¡Pero cómo la doncella estaba ahora cambiada! ¡Tal cambio nunca había sido visto antes! Cuando se quitó la máscara gris, su pelo radiante se soltó, y a la luz de la luna brillaba como rayos de sol, y se extendió cubriendo su cuerpo. Sus ojos brillaron tan alegremente como las estrellas en el cielo, y sus mejillas se tornaron a un rojo suave como la flor de la manzana.

Pero la bella doncella estaba triste. Ella se sentó y lloró amargamente. Una lágrima tras otra salía de sus ojos en forma de perlas, y rodaban a lo largo de su  pelo hacia la tierra. Allí sentada hubiera permanecido por mucho tiempo, si no hubiera sido por un crujido y agrietamiento en las ramas del árbol vecino. Ella saltó como una cierva que ha estado siendo perseguida por un cazador. En ese momento la luna fue oscurecida por una nube, y en un instante la doncella ya se había puesto la vieja máscara y había desaparecido, como una luz apagada por el viento.

Ella regresó a casa, temblando como hojas de álamo. La anciana estaba de pie en el umbral, y la muchacha estuvo a punto de relatar lo que le había acontecido, pero la anciana se rió amablemente, y dijo, 

-"Ya lo sé todo."-

Ella la condujo dentro del cuarto y encendió un nuevo tronco. La anciana no se sentó a su hilado otra vez, sino que trajo una escoba y comenzó a barrer y fregar, 

-"Todo debe estar limpio y agradable"-, dijo a la muchacha. 

-"¿Pero, madre", dijo la doncella, "por qué comienza usted el trabajo a una hora tan tardía?"-

-"¿Qué esperas? ¿Sabes que hora es?"- preguntó la anciana. 

-"Todavía no es la medianoche," contestó la doncella, "pero ya son pasadas las once."-

-"¿Ya no recuerdas, que fue hoy hace tres años que llegaste aquí? El tiempo ha terminado y ya no podemos seguir juntas."-

La muchacha se aterrorizó y dijo, 

-"¡Ay! ¿querida madre, me echará usted lejos de aquí? ¿A dónde iré? No tengo amigos, y ninguna casa a la cual pueda ir. Yo siempre hice cuánto usted me pidió, y usted siempre estuvo satisfecha de mí; por favor no me despida."-

La anciana no le diría a la doncella lo que estaba por llegar. 

-"Mi permanencia aquí está terminada"-, le dijo ella, -"pero cuando me marche, la casa y el salón deben estar limpios: por lo tanto no me dificultes mi trabajo. No te preocupes por ti, tendrás un techo y refugio, y las recompensas que te daré  también te satisfarán."-

-"Pero dígame que es lo que está a punto de pasar"-, la doncella siguió suplicando. 

-"Te digo de nuevo que no me dificultes mi trabajo. No digas una palabra más, ve a tu cámara, quítate la máscara de tu cara, y ponte el vestido de seda que tenías cuando llegaste a mí, y luego espera en la cámara hasta que yo te llame."-

Pero debo volver a contar una vez más sobre el Rey y la Reina, que habían  viajado con el joven a fin de buscar a la anciana en el páramo. El joven se  había extraviado lejos de ellos en el bosque la noche anterior, y tuvo que seguir solo. Al día siguiente le pareció que él estaba en la pista correcta. Y siguió  adelante, hasta que la oscuridad llego de nuevo, y entonces subió a un árbol, teniendo la intención de pasar la noche allí, ya que él temió que pudiera perder su camino. Cuando la luna iluminó el terreno circundante, él percibió una figura que bajaba la montaña. Ella no tenía ningún palo en su mano, sin embargo él podría ver que era la muchacha de los gansos, que él había visto antes en la casa de la anciana.

-"¡Ajá"-, gritó él, -"allí viene ella, y si una vez me capturó una de las brujas, la otra no se me escapará!"- 

Pero que sorprendido quedó, cuando ella fue al pozo, se quitó la máscara y se lavó, cuando su pelo reluciente cayó todo sobre ella, y ella era la más hermosa que alguna vez él hubiera visto en el mundo entero. Él apenas se atrevió a respirar, pero estiró su cabeza tanto como pudo por entre las hojas, y la contempló. Él se inclinó demasiado lejos, o independientemente de la causa que pudiera haber sido, la rama de repente se rajó, y en ese mismo momento la doncella se puso la máscara, saltó lejos como una cierva, y cuando la luna quedó de repente cubierta, ella desapareció de sus ojos.

Y apenas había ella desaparecido, el joven bajó del árbol, y se apresuró a ir detrás de ella con pasos ágiles. No había recorrido mucho trecho, cuando vio en la penumbra dos figuras que venían sobre el prado. Eran el Rey y la Reina, que habían percibido en la distancia la luz que brillaba en la pequeña casa de la anciana, y hacia allá iban. El joven les contó las maravillosas cosas que él había visto en el pozo, y ellos no dudaron que esa era su hija perdida. Todos siguieron adelante llenos de la alegría, y pronto llegaron a la pequeña casa. Los gansos se sentaban en todas partes alrededor, y habían empujado sus cabezas bajo sus alas y dormían, y ninguno se movía.

El Rey y la Reina miraron por la ventana, y la anciana estaba sentada allí, hilando silenciosamente, moviendo suavemente su cabeza y nunca mirando alrededor. El cuarto estaba absolutamente limpio, como si pequeños seres de niebla, que no llevan ningún polvo en sus pies, vivieran allí. A su hija, sin embargo, no la vieron. Ellos miraron serenamente todo esto durante mucho tiempo, pero por fin tomaron valor, y llamaron suavemente a la ventana. La anciana parecía haber estado esperándolos; ella se levantó, y llamó completamente amable, 

-"Entren, sé quienes son."-

Cuando ellos habían entrado en el cuarto, la anciana dijo al Rey, 

-"Usted podría haberse ahorrado este largo viaje, si hace tres años no hubiera ahuyentado injustamente a su hija, que está tan bien y adorable. Ningún daño le ha ocurrido; durante estos tres años ella ha tenido que atender los gansos; con ellos ella no ha aprendido ningún mal, y ha conservado su pureza del corazón. Usted, sin embargo, ha sido suficientemente castigado por la miseria moral en la cual ha tenido que vivir."-

Entonces ella fue a la cámara de la muchacha y llamó, 

-"Sal, mi pequeña hija."-

Con eso la puerta se abrió, y la princesa salió en sus ropas de seda, con su pelo reluciente y sus ojos brillantes, y era como si un ángel del cielo hubiera entrado.

Ella se acercó a su padre y madre, se abrazó a sus cuellos y los besó; no había nada que hacer, todos ellos lloraron de la alegría. El joven estuvo de pie cerca de ellos, y cuando ella lo percibió, se ruborizó muchísimo, y ni ella misma sabía por qué. El Rey dijo, 

-"Mi querida hija, he regalado mi reino, ¿qué podré darte?"-

-"Ella no necesita nada,"- dijo la anciana.

"Le doy las lágrimas que ella ha llorado y que he guardado; son perlas preciosas, más finas que aquellos que son encontradas en el mar, y valen más que su reino entero, y le doy mi pequeña casa como pago por sus servicios."-

Cuando la anciana terminó de hablar, desapareció de la vista. Las paredes traquetearon un poco, y cuando todos miraron alrededor, la pequeña casa se había cambiado en un palacio espléndido, una mesa real había sido extendida, y los criados corrían aquí y allí. La historia va todavía adelante, pero mi abuela, que me la relató, había perdido en parte su memoria, y había olvidado el resto. Siempre creeré que la princesa hermosa se casó con el joven, y que ellos permanecieron juntos en el palacio, y vivieron allí en toda felicidad mientras que Dios les dio vida.

Si los gansos blancos como la nieve, que eran guardados cerca de la pequeña choza, eran en verdad doncellas jóvenes abandonadas, a quien la anciana había tomado en su protección, y si ellas ahora recibieron su forma humana otra vez, y se quedaron como criadas de la Reina joven, no lo sé exactamente, pero lo sospecho. De algo sí estoy bien seguro, que la anciana no era ninguna bruja, como la gente pensaba, sino una mujer sabia y bondadosa, que quiso siempre hacer el bien. Muy probablemente era ella la que, en el nacimiento de la princesa, le dio el regalo de las perlas llorosas en vez de lágrimas. Esto no pasa hoy día, o si no cualquiera se haría pronto rico.

Enseñanza:

Nunca se deben tomar decisiones importantes cuando se está enojado, pues siempre traen malas consecuencias.

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114-Los Mensajeros de la Muerte  

En la antigüedad un gigante viajaba una vez por un amplio camino, cuando de repente un hombre desconocido apareció ante él, y dijo, 

-"¡Alto, ni un paso más lejos!"-

-"¿Qué?"-, gritó el gigante, -"¿una criatura que puedo aplastar entre mis dedos, quiere bloquear mi camino? ¿Quién eres tú para hablar tan vigorosamente?"-

-"Soy la Muerte,"- contestó el otro. -"Nadie se resiste a mí, y tú también debes obedecer mis órdenes."-

Pero el gigante se negó, y comenzó a luchar con la Muerte. Fue una batalla larga, violenta, y por fin el gigante consiguió la ventaja, y abatió a la Muerte con su puño, de modo que ella cayó sobre una piedra.

El gigante siguió su camino, y la Muerte quedó allí vencida, y tan débil que no podía moverse otra vez.

-"¿Qué pasará ahora,"- se dijo, -"si me quedo aquí yaciendo en el camino? Nadie morirá en el mundo, y se llenará tanto de gente que no tendrán espacio para estar de pie al lado uno del otro."-

Mientras tanto un hombre joven llegó por el camino, quién era fuerte y sano, cantando una canción, y echando un vistazo alrededor a cada lado. Cuando él vio a aquel medio desmayado, fue compasivamente y lo levantó, le dio una bebida fortificante de su cantimplora, y esperó a que se recuperara. 

-"¿Sabes quien soy?"-, dijo el caído, mientras se incorporaba, -"¿y sabes quien es al que has ayudado a ponerse sobre sus pies de nuevo?"-

-"No, no lo sé"- contestó el joven.

-"Soy la Muerte,"- dijo él. -"No discrimino a nadie, y no puedo hacer ninguna excepción contigo, pero para que veas que te estoy agradecido, te prometo que no vendré por ti de improviso, sino que te enviaré a mis mensajeros antes de que yo venga y te lleve."-

-"Bien"-, dijo el joven, -"es una gran ventaja saber cuando vendrás, y por lo menos estaré seguro de ti por mucho tiempo."-

Entonces él continuó su camino, y se mantuvo alegre, y se divirtió con excesos, y vivió sin preocupaciones. Pero la juventud y la salud no duraron mucho tiempo, pronto vineron enfermedades y penas, que lo atormentaban durante el día, y le robaban el descanso de la noche.

-"No, no voy a morir"-, se dijo él, -"porque la Muerte enviará a sus mensajeros antes de eso, pero deseo realmente que estos días desgraciados de enfermedad terminen ya."-

Tan pronto como él se sintió bien otra vez, comenzó una vez más a vivir con derroches y desarreglos. Entonces un día alguien le dio un toque en el hombro. Él miró alrededor, y la Muerte estaba de pie detrás de él, y le dijo, 

-"Sígueme, la hora de tu salida de este mundo ha llegado."-

-"¿Qué?"-, contestó al hombre, -"¿Vas a quebrantar tu palabra? ¿No me prometiste que me envíarías mensajeros antes de que vinieras por mí? ¡No he visto ninguno!"-

-"¡Silencio!" contestó la Muerte.

"¿No te he enviado a un mensajero uno después del otro? ¿No vino la fiebre y te golpeó, te abatió y te echó abajo? ¿No vino el mareo a aturdir tu cabeza? ¿No te ha calado la gota en todos tus miembros? ¿No te zumbaron los oídos? ¿No mordió el dolor de muelas tus mejillas? ¿No se te opacaban los ojos? ¿Y además de todo, cuando mi hermano el Sueño venía, no te acordabas de mí? ¿Y en las noches de dolor, no yacías como si estuvieras muerto?"-

El hombre no podría dar ninguna respuesta; entonces cedió a su destino, y se marchó junto con la Muerte.

Enseñanza:

 Los mensajes de la vida hay que saber interpretarlos adecuadamente y no despreciar su información.

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115-El Piojo y la Pulga 

Un piojo y una pulga convivían juntos en una casa y elaboraban la sopa en una cáscara de huevo. Sucedió un día que el pequeño piojo se cayó adentro de la sopa y se quemó. Entonces la pulguita comenzó a llorar en voz alta. 

La puertecita del cuarto preguntó a la pulguita,

-"Pulguita, ¿por qué estás llorando?"-

-"Porque el piojito se ha quemado y yo lo siento y lo lloro."-

Entonces la puertecita comenzó a crujir. Y una escobita que estaba en la esquina dijo, 

-"¿Por qué estás crujiendo, puertecita?"- 

-"Cómo no voy a tener razón para crujir, si el piojito que vivía con la pulguita se ha quemado, y la pulguita lo siente y lo llora."-

Y la escobita comenzó a barrer frenéticamente. Entonces un carrito que pasaba por ahí preguntó, 

-"¿Por qué estás barriendo tanto, escobita?"-

-"¿Acaso no tengo razón para barrer así? El piojito que vivía con la pulguita se ha quemado, y la pulguita lo siente y lo llora, y la puertecita cruje y cruje."-

Entonces el carrito dijo, 

-"Pues yo correré"-, y comenzó a correr como loco. 

Y un fogoncito con carbones por donde él pasó preguntó,

-"Carrito, ¿por qué estás corriendo tanto?"-

-"¿Es que no tengo razón para correr? El piojito que vivía con la pulguita se ha quemado, la pulguita lo siente y lo llora, la puertecita cruje, la escobita barre y barre."-

El fogoncito con carbones dijo, 

-"Entonces yo arderé furiosamente"-, y comenzó a quemarse en grandes llamas.

Un arbolito estaba de pie cerca del fogoncito con carbones y dijo, 

-"Fogoncito con carbones, ¿por qué te estás quemando así?"-

-"¿Es que no tendré razón para quemarme? El piojito que vivía con la pulguita se ha quemado, la pulguita lo siente y lo llora, la puertecita cruje, la escobita barre, el carrito corre y corre."-

El arbolito dijo, 

-"Entonces me sacudiré"-, y comenzó a sacudirse de modo que todas sus hojas caían; 

Una muchachita que subía con su cántaro para llevar agua vio aquello, y dijo, 

-"Arbolito, ¿por qué te estás sacudiendo?"-

 -"Tengo razón para sacudirme: El piojito que vivía con la pulguita se ha quemado, la pulguita lo siente y lo llora, la puertecita cruje, la escobita barre, el carrito corre, el fogoncito con carbones se quema."-

Por todo esto la muchacha dijo, 

-"Pues yo romperé mi cántaro para llevar agua,"- y ella rompió su pequeño cántaro para llevar agua. 

Entonces dijo la fuentecita de la cual tomaba el agua,

-"Muchachita, por qué estás rompiendo el cántaro que usas para llevar mi agua?"-

-"Es que tengo una gran razón para romper mi cántaro para llevar tu agua:  El piojito que vivía con la pulguita se ha quemado, la pulguita lo siente y lo llora, la puertecita cruje, la escobita barre, el carrito corre, el fogoncito con carbones se quema, el arbolito se sacude."-

-"¡Ah, ah!"-, dijo la fuentecita, -"entonces comenzaré a fluir y fluir"-, y comenzó a fluir violentamente. 

Y con tanta agua todo quedó inundado y ahogado, la muchachita, el arbolito, el fogoncito con carbones, el carrito, la escobita, la puertecita, la pulguita y el piojito, todos juntos. 

Enseñanza:

Cuando tenemos que pasar por un triste acontecimiento, debemos ser fuertes y tener mucha serenidad para no convertirlo en una peor y también irreparable tragedia.

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116-El ingenuo Hans

La madre de Hans le preguntó

-"¿Adónde vas, Hans?"-

Hans contestó, 

-"Donde Grethel."-

-"Te comportas bien Hans".-

-"Sí, me comportaré bien. Hasta la vista, madre."-

-"Hasta la vista, Hans."-

Hans llegó donde Grethel, 

-"Buenos días, Grethel."-

-"Buenos días Hans, ¿que de bueno me traes?"-

-"No traigo nada, ¿que me quieres dar?"-

Grethel le da a Hans una aguja. Hans dice, 

-"Hasta la vista, Grethel."-

-"Hasta la vista, Hans."-

Hans toma la aguja y la pega en un carro de heno, y lleva el carro a casa. 

-"Buenas noches, madre."-

-"Buenas noches, Hans. ¿Dónde estuviste?"-

-"Con Grethel."-

-"¿Y que le llevaste?"-

-"No le llevé nada, pero sí me dio algo"-

-"¿Y que te dio Grethel?"-

-"Me dio una aguja."-

-"¿Y dónde tienes la aguja?"-

-"Pegada en el carro de heno."-

-"No está correcto Hans. Debiste haber pegado la aguja en tu manga"-

-"Está bien, lo haré mejor próxima vez."-

Al día siguiente:

La madre de Hans preguntó, 

-"¿Adónde vas, Hans?"-

Hans contestó, 

-"Donde Grethel."-

-"Te comportas bien Hans".-

-"Sí, me comportaré bien. Hasta la vista, madre."-

-"Hasta la vista, Hans."-

Hans llegó donde Grethel, 

-"Buenos días, Grethel."-

-"Buenos días Hans, ¿que de bueno me traes?"-

-"No traigo nada, ¿que me quieres dar?"-

Grethel le da a Hans un cuchillo. Hans dice, 

-"Hasta la vista, Grethel."-

-"Hasta la vista, Hans."-

Hans toma el cuchillo y lo pega en su manga y regresa a casa.

-"Buenas noches, madre."- 

-"Buenas noches, Hans. ¿Dónde estuviste hoy?"-

-"Con Grethel."-

-"¿Qué le llevaste?"-

-"No le llevé nada, pero ella me dio algo"-

-"¿Qué te dio Grethel?"-' 

-"Me dio un cuchillo."-

-"¿Dónde está el cuchillo, Hans?"- 

-"Pegado en mi manga."- 

-'Eso no es correcto Hans, debiste poner el cuchillo en tu bolso"- 

-"Bien, lo haré mejor la próxima vez."-

Al siguiente día:

-"¿Adónde vas, Hans?"- 

-"Donde Grethel, madre."-

-"Te comportas bien, Hans."- 

-"Oh sí, me comportaré bien. Adiós, madre."-' 

-"Adiós, Hans.-"

Hans llega donde Grethel. 

-"Buenos días Grethel."-

 -Buenos días Hans. ¿Qué cosa buena me traes?' 

-"No traigo nada, si quieres me das algo a mí."- 

Grethel da a Hans una cabra joven.

 -"Adiós, Grethel."-

-"Adiós, Hans."-

 Hans toma la cabra, le ata sus piernas, y la pone en su bolso. Cuando llega a casa la pobre está casi asfixiada."-

-"Buenas noches, madre."- 

-"Buenas noches, Hans. ¿Dónde has estado?"-

-"Con Grethel."-

-"¿Qué le diste?"-' 

-"No le dí nada, pero ella me dio algo."-

-"¿Qué te dio Grethel?"-

-"Ella me dio una cabra."-

-"¿Y dónde está la cabra, Hans?"-

 -"La he puesto en mi bolso."- 

-"Mal hecho Hans, debiste haberle puesto una soga en el cuello"-

-"Está bien, lo haré mejor la próxima vez."-

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A la siguiente vez:

-"¿Adónde vas, Hans?"- 

-"Donde Grethel, madre."-

-"Te comportas bien, Hans."- 

-"Oh sí, me comportaré bien. Adiós, madre."-' 

-"Adiós, Hans.-"

Hans llega donde Grethel. 

-"Buenos días Grethel."-

 -Buenos días Hans. ¿Qué cosa buena me traes?' 

-"No traigo nada, si quieres me das algo a mí."- 

Grethel entrega a Hans un pedazo de tocino. 

 -"Hasta luego, Grethel."-

-"Hasta luego, Hans."-

Hans toma el tocino, lo ata a una cuerda, y lo arrastra detrás de él. Los perros vienen atrás y devoran el tocino. Cuando él llega a casa, tiene la cuerda en su mano, pero ya no hay nada en su otro extremo. 

-"Buenas noches, madre."-

-"Buenas noches, Hans. ¿Dónde estuviste?"-

-"Con Grethel."-

-"¿Y que le llevaste?"-

-"No le llevé nada, pero sí me dio algo"-

-"¿Y que te dio Grethel?"-

-"Me dio un poco de tocino."-

-"¿Dónde está el tocino, Hans?"- 

-"Lo até a una cuerda, lo traía a casa, pero los perros lo tomaron."- 

-"No fue correcto, Hans, debiste haberlo traído sobre tu cabeza."- 

-"No importa, lo haré mejor la próxima vez."-

Otro día: 

-" ¿Adónde vas, Hans?"- 

-"Donde Grethel, madre."-

-"Te comportas bien, Hans."- 

-"Oh sí, me comportaré bien. Adiós, madre."-' 

-"Adiós, Hans.-"

Hans llega donde Grethel. 

-"Buenos días Grethel."-

 -"Buenos días Hans. ¿Qué cosa buena me traes?"-

-"No traigo nada, si quieres darme algo a mí."- 

Grethel le da a Hans un ternero. 

-"Hasta la vista, Grethel."- 

-"Hasta la vista, Hans."-

Hans toma al ternero, lo pone sobre su cabeza, y el ternero le da una patada en su cara.

-"Buenas noches, madre."-

-"Buenas noches, Hans."-

-"¿Dónde has estado?"-

-"Con Grethel."-

-"¿Qué cosa le diste?"-

-"No le di nada, pero ella me dio algo."-

-"¿Qué te dio Grethel?"- 

-"Un ternero."-

-"¿Dónde está el ternero, Hans?"-

-"Lo puse en mi cabeza y él me dio una patada en mi cara."-

-"No fue correcto Hans, tenías que haberlo conducido amarrado, y llevarlo al establo."-

 -"Bueno, lo haré mejor la próxima vez."-

La siguiente vez:

-" ¿Adónde vas, Hans?"- 

-"Donde Grethel, madre."-

-"Te comportas bien, Hans."- 

-"Oh sí, me comportaré bien. Adiós, madre."-' 

-"Adiós, Hans.-"

Hans llega donde Grethel. 

-"Buenos días Grethel."-

 -Buenos días Hans. ¿Qué cosa buena me traes?' 

-"No traigo nada, si quieres me das algo a mí."- 

 Grethel dijo a Hans, "Iré contigo."

Hans toma a Grethel, la ata a una cuerda, la conduce al establo y la amarra rápido. Entonces Hans va donde su madre. 

-"Buenas noches, madre."-

-"Buenas noches, Hans."-

-"¿Dónde has estado?"-

-"Con Grethel."-

-"¿Qué cosa le diste?"-

-"No le di nada, pero ella vino conmigo."-

-"¿Y dónde dejaste a Grethel?"-

-"'La traje atada a una cuerda, la amarré en el establo, y llevé un poco de hierba para ella."-

-"Eso no estuvo bien Hans, debiste haberla tratado dulcemente."-

-"Está bien, lo corregiré"-

Entonces Hans entró a la casa, tomó la jarra de miel que estaba en la alacena, regresó al establo y lanzó toda la miel en la cara de Grethel. Entonces Grethel se enfadó, se soltó de la soga y se escapó.

Pero el cariño de Grethel por Hans fue más fuerte y tiempo después Grethel se hizo novia de Hans.

Enseñanza:

Las actuaciones que son buenas bajo determinadas circunstancias, no significa que también sean buenas bajo otras diferentes circunstancias. Cada caso debe ser valorado individualmente.

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17-El Joven que no sabía asustarse 

Un padre tenía dos hijos, el mayor de los cuales era inteligente y sensible, y podía hacerlo todo, pero el joven era estúpido y no podía aprender ni entender nada, y cuando la gente lo veía, decían,

-"¡Hay cierta persona que dará a su padre algunos problemas!"-

Cuando algo se tenía que hacer, siempre era el mayor quien se veía obligado a hacerlo, pero si su padre le mandaba a buscar cualquier cosa cuando ya era tarde, o en la noche, y el camino conducía a través de la iglesia, o cualquier otro lugar de meditación, él contestaba:

-"Oh, no, padre, yo no voy allí, eso me hace estremecer, me asusta, me da miedo!"- porque realmente sentía miedo.

O cuando en grupo se contaban historias junto al fuego en la noche que hacían poner la carne de gallina, los oyentes a veces decían:

-"¡Oh, eso nos asusta!"-

El hijo joven se sentaba en una esquina y escuchaba con el resto del grupo, y no podía imaginarse lo que aquello podría significar. 

-"Siempre dicen ¡que eso me hace estremecer, me asusta! Pero a mi no me hace estremecer, no sé que significa 'me asusta' "-, pensó. -"Eso de asustarse también debe ser un arte del que no entiendo nada."-

Ahora bien, sucedió que su padre le dijo un día:

-"Óyeme tú, compañero en la esquina, tú que estás creciendo alto y fuerte, debes aprender algo con lo que puedas ganarte tu vida. Mira que tu hermano funciona, pero tú ni siquiera te ganas tu comida."- 

-"Bueno, padre,"- contestó él, -"estoy dispuesto a aprender algo. De hecho, si se pudiera, me gustaría saber lo que es asustarse porque aún no entiendo lo que es eso."- 

El hermano mayor sonrió al escuchar aquello, y pensó para sí: 

-"¡Dios mío, qué tonto que es mi hermano! Nunca será bueno para cualquier cosa mientras él viva. El que quiere ser una hoz que se encurve primero."-

El padre suspiró y le contestó:

-"Pronto tú aprenderás lo que es asustarse, pero no podrás ganar tu pan con eso."-

Poco después el sacristán fue a la casa de visita, y el padre le explicó su problema, y le dijo que su hijo menor estaba tan atrasado en todos los aspectos que no sabía nada y no aprendía nada. 

-"Sólo piensa"-, dijo, -"cuando le pregunté cómo iba a ganarse el pan, dijo que en realidad él quería aprender a asustarse."-

-"Si eso es todo"-, respondió el sacristán."-podrá aprenderlo conmigo. Mándamelo, y pronto lo afinaré."-

El padre estaba contento de hacerlo, pues pensó: 

-"Va a entrenar al chico un poco."-

El sacristán por lo tanto, lo llevó a su casa, y tenía que tocar la campana. Después de un día o dos, el sacristán lo despertó a media noche, y le mandó levantarse y subir a la torre de la iglesia y tocar la campana. 

-"Pronto aprenderás lo que es asustarse"-, pensó.

Y en secreto se fue antes que él, y cuando el muchacho estaba en la parte superior de la torre y se dio vuelta, y estaba a punto de apoderarse de la cuerda de la campana, vio a un figura blanca de pie en las escaleras frente al agujero de resonancia. 

-"¿Quién está allí?" -gritó. Pero la figura no respondió, ni se movió. 

-"Dame una respuesta"-, exclamó el joven, -"o te sacaré, pues no tienes nada que hacer aquí en la noche."-

El sacristán, sin embargo, permaneció inmóvil de modo que el joven pudiera pensar que era un fantasma. El chico gritó por segunda vez, 

-"¿Qué quieres aquí? Habla, si tú eres un hombre de bien, o te voy a tirar por las escaleras"-

El sacristán pensó: 

-"Él no puede pretender ser tan malo como sus palabras,"- y no pronunció ningún sonido y se quedó como si estuviera hecho de piedra. 

Entonces el joven le llamó por tercera vez, y como también fue en vano, corrió contra él y empujó al fantasma por las escaleras, por lo que cayó diez gradas y quedó tendido en un rincón. Entonces tocó la campana, regresó a la  casa, y sin decir una palabra fue a la cama y se durmió. La esposa del sacristán había esperado mucho tiempo por su marido, pero él no regresaba. Por fin, se inquietó y despertó al chico, y le preguntó: 

-"¿No sabes dónde está mi esposo? Subió a la torre antes de que tú lo hicieras."- 

-"No, yo no lo sé"-, respondió el muchacho, -"pero alguien estaba de pie por el agujero de resonancia al otro lado de la escalera, y como él no me daba una respuesta, ni se iba, lo empujé , y lo lanzé escaleras abajo, sólo tiene que ir allí y verás si era él. Lamentaría si lo fuera."-

La mujer salió corriendo y encontró a su marido, que yacía gimiendo en la esquina, y a quien se le había roto una pierna.

Ella lo llevó hacia abajo, y luego, con fuertes gritos se apresuró a increpar al padre del joven. 

-"¡Su hijo"-, exclamó, -"ha sido la causa de una gran desgracia! Ha tirado a mi marido por las escaleras y le hizo romper su pierna. Llévate al bueno-para-nada de nuestra casa."-

El padre se asustó y corrió hasta allí y regañó al joven. 

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