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La imperiosa necesidad de aprender a filosofar




Enviado por Luis Ángel Rios



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20

Monografía destacada

  1. Aclaraciones imprescindibles a manera de prólogo
  2. Introducción
  3. ¿Cuál es el valor de la filosofía y por qué debe estudiarse?
  4. ¿Cómo debe ser la actitud del estudiante ante la filosofía?
  5. ¿Cuál es el papel del maestro en su quehacer filosófico?
  6. ¿Cuál sería la metodología para "enseñar" al estudiante a filosofar?
  7. La filosofía en la definición de la identidad del estudiante
  8. El objetivo central del filosofar: aprender a pensar por sí mismo
  9. Filosofar como arte de vivir y como "medicina" para la mente
  10. Influencia de la filosofía y de los sistemas filosóficos
  11. Medios de información, consumismo y educación domesticadora
  12. Vigencia y alcance de paradigmas filosóficos y científicos
  13. Ni filosofía sin ciencia, ni ciencia sin filosofía
  14. La lectura, una herramienta esencial para filosofar

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Aunque sus resplandecientes luces intelectuales ya se apagaron, dedico este modesto texto a Pitágoras, Heráclito, Parménides, Demócrito, Sócrates, Platón, Aristóteles, Bacon, Descartes, Spinoza, Leibniz, Locke, Berkeley, Hume, Kant, Hegel, Marx, Comte, Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Husserl, Heidegger, Russel y Sartre, entre otros, cuyos geniales e inquietos espíritus aún viven entre nosotros.

Aclaraciones imprescindibles a manera de prólogo

Sin "dármelas" de filósofo (filósofo Sócrates, Heráclito, Parménides, Platón, Aristóteles, Descartes, Locke, Spinoza, Leibniz, Berkeley, Hume, Kant, Hegel, Marx, Comte, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Sartre, etc.), luego de haber obtenido mi licenciatura en filosofía y letras me dediqué, con ingente empeño, a consultar y estudiar textos y a dialogar con profesores de filosofía y otros intelectuales, con el ánimo de elaborar un documento en donde quedaran consignados algunos aspectos que considero de interés para rescatar el valor de la filosofía y su importancia en la formación de los estudiantes. Con el popular filósofo Fernando Savater, pienso que soy un "filósofo con minúscula"; es decir, que "soy un simple profesor de filosofía que trata de acercar inquietudes, ideas y conquistas de la tradición filosófica a la mayor cantidad de gente posible, porque creo que la filosofía es para las personas, que no es simplemente un juguete cuyo monopolio tengamos los profesores, los especialistas, sino que es un instrumento para ayudar a vivir a la gente o para suscitar inquietudes entre la gente"[1]. No soy "filósofo", por cuanto mi ser multidimensional e infinito en posibilidades no se puede reducir a mi quehacer laboral y profesional. Mi ser pluridimensional se compone de las dimensiones biológica, interpersonal, intrapersonal, emocional, social, natural, cultural, ontológica, intelectual, racional, simbólica, sígnica, lingüística, psicoafectiva, estética, ética, comunicativa, afectivasexual, física, metafísica, política, histórica, personal, lúdica, económica, ecológica, jurídica, laboral, onírica, fantástica, sensible y espiritual, entre otras como corporeidad, interioridad, afrontamiento, compromiso, libertad y trascendencia. Entre las múltiples expresiones de mi ser se encuentra la del quehacer filosófico, la de ser un "filosofo". Una parte de mi ser, y no la totalidad de éste, es la que se dedica a filosofar; soy "filósofo" solamente cuando estoy filosofando y desempeñándome laboral y profesionalmente como filósofo. La cultura de la funcionalidad no puede definir la identidad de las personas: filósofo, médico, psicólogo, arquitecto, etc. Si los absurdos convencionalismos disponen arbitrariamente que "hay que ser algo", entonces "yo soy un lector". Sí; ni filósofo, ni profesor, ni literato, ni investigador, sino "lector". Si tengo "que ser algo" (porque la dictadura de la "cultura de la funcionalidad" así lo impone), entonces "soy lector"; sólo eso, nada más. Si se quiere, se le puede agregar que "soy lector compulsivo, voraz, insaciable". La lectura es uno de mis estilos de vida, una de mis maneras de ser y de estar en el mundo; la lectura es una de mis pasiones, y lo que se hace apasionadamente, se ama apasionadamente… Citando a Nietzsche puedo decir que "sea lo que sea aquello que se encuentre en este escrito, su autor tiene algo serio y urgente que decir"[2]. Todo lector crítico someterá a la criba de la duda lo leído, y espero que así se proceda con este "libro". Bienvenidos todos los reparos críticos ("críticos", no criticones…).

Con el propósito de imprimirle relativa "autoridad" al texto, reiteradamente acudí a planteamientos de auténticos filósofos, profesores de filosofía, pedagogos y otros intelectuales, no por falta de criterio propio, sino porque el escrito requiere de sustento filosófico, epistemológico, metodológico, terminológico y pedagógico que poseen los autores consultados, y del cual carezco, con la debida profundidad, como profano de un saber tan amplio y complejo como lo es la filosofía y su didáctica. Yo no lo sé todo, no puedo saberlo todo y no tengo por qué saberlo todo. El filósofo Immanuel Kant a afirmó en su tiempo que la mente humana no era capaz de captar todo el conocimiento existente.

Es mi deber, como intelectual[3]imparcial e independiente, aclarar que la elección de los diversos autores que cito en el presente texto no obedece a criterios ideológicos ni a posiciones políticas, sino a su pensamiento crítico y a su condición de intelectuales iconoclastas, contenciosos, irreverentes, controversiales, contestatarios y libertarios. (Los amables lectores me pueden "acusar" de citar muchas fuentes o autores. Acepto el reproche. ¿Pero qué hago si en mi infatigable "profesión" de "lector" encuentro palabras, frases, oraciones, versos, párrafos o fragmentos, que, a mi juicio, me sirven para brindarle "algo de autoridad" al libro? Con cierto tono irónico y mordaz diserto y pregunto que si los autores que leo citan -con reiterada frecuencia- a otros autores, ¿por qué no podría hacerlo yo? Todos tenemos los mismos derechos. Si ellos, que son lectores y escritores "de verdad", lo hacen reiteradamente, ¿quién me puede decir que no los imite y emule? Si son "autoridades" respetadas no me pueden "dar mal ejemplo". Si es así, entonces que cunda en mí el "mal ejemplo"). No me declaro ni de derecha ni de izquierda, ni capitalista ni socialista, ni idealista ni materialista, ni racionalista ni empirista, ni ateo ni creyente, ni reaccionario ni adoctrinador, ni Mesías ni profeta… Tampoco un "mamerto", ni un "perfecto idiota latinoamericano". Me interesan sus posturas como problemas filosóficos, sin tomar partido por ninguna de ellas. Si bien es cierto que profeso una moderada simpatía por ciertos planteamientos filosóficos, también lo es que con ellos guardo la debida prudencia que me aconseja mi criticidad. Parodiando un aserto del filósofo José Félix de Restrepo, puedo decir que los intelectuales no tenemos por qué postrarnos de rodillas para usar como oráculos los caprichos de algún filósofo. "Referirse a un filósofo no es abrigarse detrás de una autoridad"[4]. Tal como dijera Francisco José de Caldas (el "sabio Caldas"), pero sin ser tan radical, "mis rodillas no se doblan delante de ningún filósofo". El buscador de la verdad no puede dejarse llevar por el sutil cabestro de un filósofo (con su método) hacia el establo de sus ideas, tal como nos advierte el brillante intelectual Estanislao Zuleta. Comparto el siguiente aserto de Fernando Savater: "Si para algo estoy hecho será para la expresión y para la reflexión, nunca para la genuflexión… ". Admiro profundamente (sin que tenga que pensar como ellos) a Heráclito, Parménides, Sócrates, Spinoza, Kant, Marx, Nietzsche, Freud y Sartre, intelectuales independientes, que, en su tiempo, cultura y contexto, no se sometieron al establecimiento político, religioso, social y económico y a los absurdos convencionalismos sociales, rebelándose, con su espíritu libertario, contestatario e iconoclasta, a través de sus planteamientos y revolucionarios sistemas filosóficos innovadores y originales. El ejemplo de Spinoza es admirable: cautelosamente disintió del sistema religioso judeocristiano que condicionaba férrea y dogmáticamente el quehacer político, económico y social de su tiempo. A pesar de su excomunión, de las persecuciones y otras maledicencias, se dedicó, renunciando al dinero y otros sucedáneos que les ofrecían los defensores del sistema imperante para que pensara como el rebaño, a forjar un sistema filosófico y científico que ejerció una enorme influencia en pensadores y científicos posteriores, entre los que podemos señalar a Marx, Schopenhauer, Nietzsche, Freud y Einstein, además de haber sentado las bases de la democracia liberal, la Ilustración, las libertades de conciencia y de pensamiento, la tolerancia, la inteligencia emocional y la neurociencia. "La filosofía de Spinoza plantea un proceso de liberación individual y colectivo que permite entender cómo pasar de la servidumbre a la libertad y de la impotencia al poder. La liberación individual, y por lo tanto ética, debe ser colectiva y política: "nada es más útil al hombre que el hombre mismo". No formula una ética del "deber ser" sino una ética materialista del "poder ser." Obrar éticamente consiste en desarrollar el poder del sujeto y no en seguir un deber dictado desde el exterior. El ser de Spinoza es poder y potencia, no deber"[5]. Sus planteamientos buscan ofrecer al hombre los instrumentos conceptuales para liberarse del dominio de las pasiones y alcanzar una alegría plena y duradera. ¡Cómo no profesar admiración por intelectuales tan brillantes, comprometidos y consecuentes como Spinoza!

Con mi modesto trabajo filosófico sólo pretendo modestamente ser un hombre universal y un humilde e inquieto buscador de lo que el consenso ha denominado como la "verdad". Aunque no sé qué es la verdad (ni creo que haya quién pueda saberlo) deseo que las mentes inquietas de los jóvenes se entreguen a la búsqueda de ésta, y si no encuentran "la verdad", al menos que conquisten "su verdad". El hecho de que no sepamos qué es la verdad, no implica que dejemos de buscarla. Quiero que se forjen pensadores independientes que sean capaces de pensar por sí mismos e investiguen el porqué de las cosas o del universo como totalidad. Los pensadores auténticos, es decir, aquellos que no sirven a intereses grupales o de partidos, dialogan constantemente con la llamada "realidad", se ajustan o disienten de ella, corrigen un pormenor y otro. Pero siempre serán espíritus inquietos que preguntan y se preguntan.

El sustantivo niño (aunque no es sinónimo de adolescente) lo utilizo (sólo para efectos didácticos) indistintamente para referirme a estudiante, alumno, discente, adolescente, joven o muchacho, sin desconocer la diferenciación biológica, fisiológica, psicológica, sociológica, ontológica, jurídica y gramatical entre el concepto de niño y adolescente, que es el sector de la comunidad académica al cual se enfoca básicamente este documento. Acudo al término de niño teniendo en cuenta que la Convención sobre los Derechos del Niño entiende por niño todo ser humano menor de 18 años de edad; así mismo, porque en algunos países la enseñanza de la filosofía comienza desde el inicio de la secundaria, donde el estudiante aún es niño menor de 12 años. Al fin y al cabo, la tradición ha utilizado equívocamente el concepto de pedagogía (que en su etimología se refiere a la educación del niño) para abarcar también la educación del adolescente (hebegogía) y la del adulto (andragogía). "El significado etimológico de pedagogía está relacionado con la ciencia o arte de enseñar… La palabra paida o paidos se refiere a chicos, ese es el motivo por el que algunos distinguen entre pedagogía (enseñar a los chicos) y andragogía (enseñar a los adultos)"[6]. Parafraseando al filósofo Michel Tozzi, diría que si se considera que el término "niño" es demasiado "sensible", suprimamos la palabra y reemplacémosla por un genérico: hombre, individuo, sujeto… Independiente de lo que signifiquen estos sustantivos, lo importante es que los seres humanos, que se interesen y entren en contacto con la filosofía, aprendan a pensar críticamente, pensar por sí mismos; es decir, aprendan a filosofar.

Utilizo con frecuencia algunos términos como "hombre", "joven", "alumnos", "estudiantes", etc., como conceptos universales, como conceptos genéricos, para referirme a la persona, tanto en su sexo femenino como masculino, sin ningún tipo de discriminación o preferencia por un ser de un determinado sexo. Así mismo, denomino "medios de información" a los mal llamados "medios de comunicación", ya que éstos, en esencia, no son medios de comunicación, no comunican, escasamente "informan"; comunicación es un intercambio biunívoco, bilateral, es decir, en doble sentido, entre dos o más interlocutores, de mensajes, ideas, opiniones, informaciones, etcétera. Tal como funcionan la mayoría de "medios de comunicación" (salvo pocas excepciones), condicionados por nuestro sistema de producción capitalista, sólo nos brindan "informaciones" (muchas veces sesgadas, parcializadas, manipuladas, tergiversadas y "maquilladas") unilaterales, en donde el oyente, lector o espectador solamente recibe "informaciones" en una sola dirección, sin la posibilidad de tener un contacto directo y activo con su "interlocutor"; no hay espacio para la retroalimentación: proceso de "ida" y de "venida". "Estamos obsesionados por los medios de comunicación que, ciertamente, son uno de los males de nuestro tiempo. Son un mal como en un tiempo eran las epidemias. La peste…"[7].

Los sustantivos "filósofo", "profesor", "docente", "maestro", "educador", "investigador", "sicólogo" o "sociólogo", entre otros, los empleo para referirme a un oficio, quehacer o actividad que desempeñan las personas citadas. Cuando expreso que el "filósofo Kant", para citar un solo ejemplo", me estoy refiriendo a su pensamiento filosófico, a su filosofar, a su oficio, a su quehacer o a su actividad, más no a su ser como totalidad, por cuanto el "título" de "filósofo", de "docente" o de "investigador" se refieren solamente a su hacer y no a su ser. Si analizamos con espíritu crítico, ninguna persona es su profesión, quehacer o su "título" universitario; las personas, primero que filósofos, sicólogos o profesores, somos seres humanos infinitos en posibilidades, en una constante búsqueda de la verdad y de la felicidad. Una persona no sólo se dedica a una actividad; su ser dinámico transcurre desde su nacimiento hasta su muerte, desempeñando diversas actividades que le confieren sentido a su vida. El título académico se adquiere en el transcurso de la existencia y no se nace con él. Toda persona durante su vida es, en su debido momento existencial, niño, joven y adulto, hermano o padre y desempeña un rol social; pero no es únicamente su título: filósofo, profesor, investigador… Al sujeto que sólo es reconocido desde su rol social, se le anulan otras dimensiones personales de su ser. Sin embargo, yo los cito con su "profesión" porque hay que darle "autoridad" al texto. Los cito, no sólo por su "autoridad", sino porque sus ideas, postulados, disputas, debates, argumentos y criticidad, en mi humilde opinión, pueden resultar de interés para el fortalecimiento de los temas que me propongo tratar en el texto. Los menciono con sus "rótulos" (filósofo, profesor, escritor, investigador, periodista, educador, sociólogo, psicólogo, etc.), porque dentro de la "cultura de la funcionalidad" (que se preocupa más por el hacer que por el ser) hay que tener un "rótulo" para sustentar la "autoridad" y ser "alguien importante". Ya lo decía José Asunción Silva -¡y con qué fundamento!- que para el público hay que ser algo. "El vulgo les pone nombres a las cosas para poderlas decir y pega etiquetas a los individuos para poderlos clasificar. Después el hombre cambia de alma pero le queda el rótulo"[8].

Uso con frecuencia e indistintamente el sustantivo "realidad", y dada la honda problemática léxica, semántica, científica, filosófica y metafísica que suscita este concepto tan complejo, más adelante planteo la pregunta de qué es la realidad, y trato de hacer un poco de claridad, que, a la postre, nos puede dejar muy inquietos… El sustantivo realidad, para efectos de este trabajo, significa lo que ocurre en el diario transcurrir, tanto en la dinámica natural como en la dinámica social, dentro del contexto amplio del término entendido como el universo, el hombre y la cultura. Realidad vendría a ser como la totalidad de lo existente. Provisionalmente, "realidad" será, en este texto, el ser pleno, el conjunto total de los seres o todo aquello que nos circunda: cosas, objetos, entes, seres, valores, vida, tiempo, espacio… (En un trabajo aparte investigo sobre el concepto de realidad).

Con el propósito de no "profanar" el horizonte epistemológico que debe animar este tipo de trabajos, es pertinente aclarar que este documento no pretende ser la "verdad absoluta", ni siquiera contiene la "verdad", porque ¿qué es la verdad?, ¿dónde está la verdad?, ¿quién tiene la verdad?, ¿cuál verdad?, ¿qué verdad? Simplemente contiene algunas "verdades" y "mi verdad", susceptibles de cuestionamiento, de refutación, de disenso, de crítica, de debate, de controversia… "Cada quien tiene una parte de verdad y entre todos esos átomos de acierto es factible una verdad… Empresas más inasibles se han manejado y alcanzado"[9]. En estos quijotescos empeños el escritor Juan Lozano y Lozano nos dice que es obra de los poetas pelear sin lanzas, navegar sin remos y amar sin esperanza… La verdad, ¡he ahí uno de los más profundos problemas filosóficos! "¡Oh confusión! ¡Oh caos! / ¡Quién pudiera del sol de la verdad / su lumbre austera y pura / en este limbo oscuro hacer brillar! / De lo cierto y de lo incierto, / ¡quién un día, y del bien y del mal, / conseguiría los límites fijar!"[10].

En aras de la tolerancia, es mi deber moral aclarar que los disensos y cuestionamientos a las personas que no disfrutan del inefable deleite del filosofar, o de las que no tienen dentro de sus preocupaciones cotidianas el filosofar, o de quienes denostan mordaz e irónicamente de la filosofía y de los filósofos, o de aquellos que descartan como opción de vida la reflexión filosófica, o de los detractores de la filosofía que se oponen a su enseñanza, o de los "hombres prácticos" que son detractores de la filosofía y del filosofar, o de los ciudadanos que son intolerantes con la filosofía, los acepto de manera respetuosa, admitiendo que todos ellos, al igual que yo, tienen derecho a expresar su ser de manera diferente y a disfrutar de su manera particular de ser y de estar en el mundo. En nuestro contexto debe existir espacio para todos con su ser, único e irrepetible, y su quehacer que más les apetezca.

No obstante que el amparo constitucional me permite pensar, opinar, disentir y expresarme libremente, sin desconocer la tolerancia, el derecho a la diferencia y el respeto por la dignidad humana (fundamento de la persona, de la Declaración de los Derechos del Hombre, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de nuestro Estado[11]democrático y pluralista) y teniendo en cuenta "la abigarrada variedad del mundo humano y de su vida anímica"[12], ofrezco mis respetuosas excusas a los lectores si cualquier palabra, expresión, idea, opinión y posturas (contestatarias, irreverentes, irónicas, mordaces, controversiales y críticas) expuestas en el presente documento pudieren molestarlos.

Apoyándome y parodiando la tesis del intelectual colombiano Luis Antonio Restrepo[13]puedo sugerir que mi trabajo no está dirigido a los que creen que ya saben, sino a los que están en continuo proceso de estudio. La Imperiosa Necesidad de Aprender a Filosofar es en sí misma una búsqueda y por eso una invitación a la búsqueda. Filosofar es buscar, preguntar y preguntarse. El término "imperiosa" es un concepto polisémico. Como parte del título de mi obra concibo y vivencio lo imperioso o "imperiosa" en su acepción como "lo muy necesario y urgente". Es necesario y urgente aprender a filosofar para aprender a pensar por uno mismo, por sí mismo, por nosotros mismos. Se podría afirmar (sin ser tan categórico) que es un "imperativo categórico"[14] (a la manera kantiana, pero no solamente circunscrito al ámbito moral) aprender a filosofar. Es muy necesario y urgente no extraviarnos en la complejidad y en las imposturas del enmarañado mundo en que vivimos, es muy necesario y urgente aprender a filosofar. De ahí La Imperiosa Necesidad de Aprender a Filosofar.

Queda, pues, a consideración de los amables lectores para que lo cuestionen, controviertan, refuten, disientan, actualicen o modifiquen, y, posiblemente, complementen sus saberes sobre tan grandioso tema. Así como muchos de los autores y profesores consultados aceptan que no tienen la última palabra al respecto, soy consciente que mi escrito será apenas un breve esbozo del gran caudal de conocimientos que debemos adquirir si en realidad queremos desempeñar con responsabilidad e idoneidad la tarea como "profesores" de filosofía.

Introducción

"Querer saber, querer pensar: eso equivale a querer estar verdaderamente vivo".

Fernando Savater.

Como persona inquieta por el saber filosófico y consciente de su valiosa importancia para la construcción de una vida filosófica, he realizado una amena y apasionante labor "investigativa" en este vasto campo. Durante la investigación, que se ha extendido por más de 15 años, he leído libros, tratados, artículos, ensayos, revistas, periódicos, blogs y consultado en otras fuentes filosóficas, históricas y literarias; he observado vídeos relacionados con filosofía; he asistido a conferencias, seminarios, disertaciones y debates filosóficos; he dialogado y discutido con filósofos y docentes de filosofía; he preguntado y me he preguntado en mi universo interior y en el universo exterior; he cuestionado y me he cuestionado sobre el quehacer cultural; he examinado críticamente el mundo natural, cultural y social, y he reflexionado sobre la filosofía y el filosofar. Aunque mi experiencia como docente de literatura y filosofía no es tan vasta (por cuánto disiento profundamente del modelo educativo de mi país -como lo expondré más adelante-, impuesto para satisfacer diversos y oscuros intereses pragmáticos y utilitaristas del sistema sociopolítico y socioeconómico imperante), he estudiado y profundizado sobre la sicología de los adolescentes, dialogado e interactuado culturalmente con éstos, que son el centro de la enseñanza de la filosofía y del aprendizaje del filosofar. Fue así como surgió la idea de escribir un texto en donde me propongo, sin mayores pretensiones, resaltar su importancia en la educación y acercarme un poco al fascinante y complejo mundo del filosofar y exponer las razones argumentadas por las cuales es necesario que los jóvenes estudiantes aprendan el apasionante y difícil arte de filosofar. El texto, aunque ecléctico, es multi e interdisciplinario, por cuanto interactúa dialécticamente con algunas ciencias y artes afines al quehacer filosófico, teniendo en cuenta que la filosofía es la madre de todas las ciencias, las raíces y el tronco del frondoso, fructífero e inhiesto árbol de la ciencia. Las matemáticas (aritmética y geometría), por ejemplo (ciencia abstracta y racional), tienen profunda relación con la filosofía, y eso lo sabemos desde Pitágoras, siguiendo con Platón, Descartes, Spinoza, Leibniz y Kant, entre otros. Galileo (que percibe una estructura matemática como orden de la realidad) fue enfático al afirmar que el libro del universo está escrito en lenguaje matemático. "La filosofía está escrita en ese libro enorme que tenemos continuamente abierto delante de nuestros ojos (hablo del universo), pero que no puede entenderse si no aprendemos primero a comprender la lengua y a conocer los caracteres con que se ha escrito. Está escrito en lengua matemática, y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas sin los cuales es humanamente imposible entender una palabra; sin ellos se deambula en vano por un laberinto oscuro"[15].

Mi paciente labor me llevó a estudiar, leer, pensar y razonar filosóficamente. Esa tarea permitió que entrara en contacto con profesores y libros de filosofía, quienes me hicieron valiosos aportes para emprender la quijotesca aventura de escribir un texto (que en ningún momento pretende "dárselas" de original, por cuanto, al igual que Neruda, no creo en la originalidad, que "es un fetiche más, creado en nuestra época de vertiginoso derrumbe"[16], y de acuerdo con Umberto Eco "los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado"[17]) para tratar de entusiasmar a las personas por el estudio de la filosofía, especialmente a los jóvenes.

Esta especie de "diálogo" con los filósofos y una profunda reflexión sobre el vasto horizonte de la filosofía me permitieron solazarme en la grata experiencia del saber y del quehacer filosófico. Fueron grandiosos los aportes de los libros consultados; algunas frases, párrafos e ideas las tomé de manera textual y de otras me "apropié". Muchos aspectos de interés los complementé con mis reflexiones y otros los confronté con mis inquietudes filosóficas y con las de otros autores. Todo ello buscando el dinamismo del texto para que el amable lector pueda encontrar orientaciones para adentrarse en el asombroso mundo de la filosofía.

Es importante destacar la influencia de Manuel García Morente, Fernando Savater, Alfonso López Quintás, Augusto Ramírez, José Pablo Feinmann, Darío Sztajnszrajber, Ismael Carvallo Robledo, Ricardo Peter, Danilo Cruz Vélez, Simón Mario Gómez, Roberto José Salazar Ramos, Hernando Barragán Linares, Eudoro Rodríguez Albarracín, Juan José Adrados, Germán Marquínez Argote, Luís José González Álvarez, Fernando Estrada Gallego, Manuel Hernán Rivera Navarro, Fredy Salazar Paniagua, Miguel Ángel Gómez Mendoza, Olga Lucía Celis Salazar, Blanca Inés Prada Márquez, Reinaldo Suárez Díaz, Rafael Méndez Bernal y Diana Uribe Forero, brillantes filósofos; y agradecer a mis maestros de filosofía de la Universidad Santo Tomás, por su valioso aporte personal y de sus textos. Asimismo, expreso mi más sincero reconocimiento al profesor Jorge A. Deháquiz M., ya que el contenido de su libro "¿Enseñar filosofía o aprender a filosofar?"[18] y sus enseñanzas en la universidad orientaron parte de mi labor y me "adueñé" de algunas de sus ideas, planteamientos y hasta de ciertos párrafos.

Es muy posible que los amables lectores, ya posean espíritu crítico y hermenéutico o no, encuentren algunas contradicciones en el presente texto. Por tratarse de un texto, con cierto matiz ecléctico, es probable que abunde en contradicciones. Pero ¿acaso la filosofía está exenta de contradicciones? Una de las características del pensamiento filosófico es eso: ¡contradicciones! Éstas son necesarias porque sirven para enriquecer el debate de las ideas. "No es buena señal, decía Aristóteles, el que todos estén de acuerdo. Es mejor no estar de acuerdo, enfadarse un poco y no darle mucha importancia, porque si uno tiene suficiente amor a la verdad quiere entender lo que el otro dice y viceversa", aclara el filósofo Leonardo Polo. Si el pensamiento es dialéctico, entonces en él están ínsitas las contradicciones. Las contradicciones, en opinión de Thomas Mann, pueden converger. "Únicamente los mediocres y las medidas medio llenas no pueden armonizarse… El hombre es el dueño de las contradicciones, éstas existen gracias a él y, por consiguiente, es más noble que ellas"[19]. La vida misma es dialéctica, y como tal lleva ínsitas las contradicciones. "La palabra contradicción evoca el concepto de vida como proceso dialéctico que persigue el desarrollo"[20]. La contradicción es el motor de la historia. Contradicción implica movimiento. De acuerdo con Hegel, la realidad, al ser contradictoria, se la debe captar desde la razón de modo dialéctico, captando las contradicciones. "Las contradicciones universales que, según Hegel, animan la filosofía, existen concretamente en los antagonismos… La dialéctica es un proceso en un mundo donde el modo de existencia del hombre y de las cosas está hecho de relaciones contradictorias, de manera tal que cualquier contenido particular sólo logra revelarse pasando por su opuesto… El mundo del hombre se desarrolla en una serie de integraciones de opuestos"[21]. ¿No es acaso nuestra sociedad un sistema de antagonismos irreconciliables? El filósofo como ser dialéctico se nutre de las contradicciones, privilegiando este concepto e instituyéndolo como principio fundamental de la existencia de todas las cosas. "Porque habla, el hombre es un doblez, un plegamiento, una eterna contra-dicción"[22]. El ser humano es un pozo de contradicciones. El hombre, como realidad concreta e inacabada, debe hacerse y realizarse en medio de múltiples contradicciones de su propia vivencia. Pascal pensaba que el hombre es el mismo todas las cosas, y por ello es una contradicción en sí. El genial escritor José Saramago nos dice que "sabríamos mucho más de las complejidades de la vida si nos aplicásemos a estudiar con ahínco sus contradicciones en vez de perder tanto tiempo con las identidades y las coherencias, que ésas tienen la obligación de explicarse por sí mismas"[23]. Para éste, el alma humana es un pozo infestado de contradicciones. Con su estilo agudo, ágil, penetrante y crítico precisa Nietzsche que puede ser riqueza de alma si un filósofo calla; puede ser amor si se contradice a sí mismo. Ya lo decía el filósofo Karl Marx: el obrero no afirma, sino que contradice su esencia. La sociedad, según el pensador Pierre-Joseph Proudhon, es un sistema de contradicciones. Hasta la misma economía es contradictoria. ¿Acaso este pensador no afirmó que ésta es contradictoria e irracional en su estructura? El sicoanalista Erich Fromm precisa que la esencia del hombre es una contradicción que tiene sus raíces en las condiciones mismas de la existencia humana. En el hombre "aparecen contradicciones nuevas que le obligan a continuar la tarea de encontrar soluciones nuevas"[24]. Concluye Fromm que si la esencia del hombre es la contradicción, ésta exige la búsqueda de soluciones nuevas que, a su vez, crean contradicciones nuevas. El escritor Gabriel García Márquez dice que quien no se contradice es un dogmático y todo dogmático es un reaccionario. ¡Qué paradójico! Somos tan paradójicos, que buscamos la verdad, sabiendo que no existe la verdad… Paradójicamente, las dos actitudes claves para el filosofar son la ingenuidad y la rigurosidad o el rigor; conceptos totalmente contradictorios. "La ingenuidad es algo así como la puerilidad, como la inocencia; y, por otra parte, el rigor es una virtud que solamente los hombres ya avezados en el trabajo intelectual, en la meditación reflexiva, pueden desenvolver"[25]. Contradictoriamente, estas dos virtudes opuestas (ingenuidad y rigurosidad) son, según el filósofo Manuel García Morente, las herramientas intelectivas o mentales para la reflexión filosófica. Es tal la contradicción en nuestro mundo que, de acuerdo con el economista Santiago Montenegro, en el mundo en el que vivimos existen muchas verdades y valores, "algunos de ellos contradictorios entre sí"[26]. La existencia misma se manifiesta en aspectos contradictorios. "El espíritu humano, sin embargo, cuántas veces será necesario decirlo, es el lugar predilecto de las contradicciones, además ni se ha observado últimamente que ellas prosperen o simplemente tengan condiciones de existencia viable fuera de él…"[27]. Solicito excusas por mis contradicciones y mis equivocaciones. Sin que suene pedante repito con el filósofo Martín Heidegger que "quien piensa a lo grande tiene que equivocarse a lo grande". Comparto el aserto de Antonio García Fuentes: "El intelectual no está de acuerdo ni consigo mismo y su castigo es precisamente ese: el estar discutiendo consigo mismo desde que algo en su yo interior… predisposición que es innata a su ser"[28]. Además, la actitud crítica en filosofía implica, entre otros ejercicios intelectuales, detectar las contradicciones en que incurren los filósofos. El filósofo Darío Sztajnszrajber expresa que la filosofía siempre llega a paradojas… En fin, se encontrarán contradicciones porque el pensamiento, por su misma naturaleza, es dialéctico, y en la dialéctica se alberga la contradicción… En todo caso, yo soy el único responsable de mis contradicciones.

El texto consta de doce apartados, todos estrechamente vinculados y articulados entre sí, debido a que algunos temas, tratados de manera amplia en cada apartado, se retoman, así sea de forma "pasajera", en los diferentes "capítulos". El en primero, donde se pregunta por el valor de la filosofía y se argumenta por qué debe estudiarse, se exponen y revisan ciertas objeciones en contra de la filosofía e "intento" defenderla; muestro las razones por las que es conveniente aprender a filosofar, debatiendo si es posible enseñar a filosofar y especificando los sectores de la realidad propicios para el grato y productivo ejercicio del filosofar.

En el segundo trato de sensibilizar al estudiante sobre los beneficios que le ofrece la filosofía y el filosofar, incitándole a que asuma una actitud seria y comprometida ante el quehacer propio de esta actividad. Aprender a filosofar le permitirá plantearse preguntas y buscar respuestas que lo inquietan e inquietan a quienes vivimos en su entono y en su mundo. El sentido del filosofar lo llevará a entender su realidad y la de su contexto, suscitándole inquietudes que lo motivarán a aprender a pensar como una manera de superar su pequeño universo cotidiano, en donde no se asume una actitud crítica para cuestionar y replantear lo establecido y lo inauténtico.

Si aprender a pensar, a filosofar, es una tarea difícil, ¿cómo será la tarea de enseñar a pensar, a filosofar? Igualmente difícil; es posible que un poco más compleja. El tercer apartado o "capítulo" de este trabajo es un llamado al compromiso que tiene el docente de filosofía en su quehacer académico para que se convierta en artífice y facilitador del proceso didáctico y pedagógico en el que el estudiante pueda aprender primero a amar la filosofía, y de esta manera, profundamente motivado, aprenda a filosofar.

Con el aporte del profesor de filosofía Jorge Deháquiz y de otros pedagogos expertos en didáctica de la filosofía, expongo de manera breve y sin mayor profundización, en el tercer apartado, la metodología que, a juicio de ellos, de mi experiencia y reflexiones, constituyen una propuesta eficaz para enseñar al estudiante a filosofar.

De la reflexión sobre la problemática de la búsqueda de identidad de los adolescentes, es decir, de los estudiantes a quienes se les enseña a filosofar, se encarga el quinto capítulo de este documento. En él se explica qué es la búsqueda de identidad y cómo alcanzarla, y se diserta sobre el complejo universo adolescente y se esbozan pautas y criterios para que el docente de filosofía, con su sagacidad y experiencia, contribuya de una manera apropiada al logro de esa tarea existencial del joven a través del filosofar.

Como la finalidad suprema del filosofar es aprender a pensar por sí mismos y por generar y fortalecer una conciencia o un espíritu crítico con el ánimo de ser personas libres, autónomas y hábiles en la toma de nuestras decisiones, el apartado sexto lo dedico a la disertación argumentada de la necesidad de desarrollar y desplegar estas facultades tan útiles para la construcción de un proyecto de vida personalizado, en donde no seamos víctimas de la alienación, la instrumentalización y la domesticación, factores con los que nuestra sociedad manipuladora, utilitarista y consumista pretende despersonalizarnos. Filosofar es "la actitud crítica, cuestionadora de lo establecido, de lo que se da por sentado, el asombro frente al mundo, la inquietud"[29].

El filosofar como arte de vivir y como medicina de la mente es el tema de la séptima "estación" del recorrido de este libro. En esta sección trato de mostrar de manera sencilla y breve cómo la filosofía (o el filosofar) nos puede servir, además de enseñarnos a "pensar por sí mismos", para intentar cincelar el difícil y complejo arte de vivir, y para acudir en su auxilio en procura de solucionar algunos problemas psicológicos y "enfermedades mentales" a través de la "asesoría filosófica".

En el capítulo octavo esbozo de manera sucinta el proceso histórico de las ideas y corrientes filosóficas y su influencia en nuestra cotidianidad, ya que la filosofía occidental ha sido la que ha plasmado nuestra civilización, y en ello se aprecia la influencia de pensadores como Platón y Aristóteles, quienes, a pesar de algunos desaciertos, establecieron las bases o cimientos de la cultura en que vivimos; sus ideas, de una u otra manera, direccionan nuestra manera de ser y de entender y vivenciar la realidad que nos circunda y condiciona.

Una reflexión crítica y contestataria sobre el poder alienador de los medios de información, la voracidad del consumismo y la educación domesticadora, que forma personas del rebaño y no seres pensantes, encuentra su espacio en el capítulo nueve.

Reflexiono sobre paradigmas filosóficos y científicos, en el capítulo diez, señalando su evolución, desarrollo y agotamiento de sus fundamentos conceptuales, metodológicos y epistemológicos.

En el capítulo once se hace énfasis en que no puede existir "divorcio" entre filosofía y ciencia, por cuanto estos dos saberes fundamentales se complementan de manera sinérgica, sin que ninguno de los dos se descarte en la búsqueda de respuestas para el conocimiento profundo, práctico y teórico, de la naturaleza y del ser humano.

El tema de la lectura filosófica y de ficción ocupa el capítulo doce, y en él se reflexiona sobre la necesidad de leer críticamente para aprender a pensar críticamente. Se hace énfasis en la importancia de leer todo tipo de textos, ya sean digitales o impresos, como una manera de recrearnos, obtener conocimientos y aprender a filosofar, ya que algunos escritos contienen elementos filosóficos que es necesario desentrañar mediante un proceso interpretativo y comprensivo.

Los temas tratados no siguen un hilo lineal de argumentación rígida, por cuanto traté de ser lo más ecléctico posible; el texto presenta digresiones y no está exento de contradicciones, tanto en mis análisis y razonamientos como en los de los autores consultados y citados, quienes complementan, refuerzan o sustentan mis ideas y planteamientos. El lector tiene la tarea de hilvanar temas e ideas, detectar contradicciones y, desde luego, hacer sus aportes personales, ya sea contextualizando, criticando, refutando, asintiendo o disintiendo, con el ánimo de recrear el libro y apropiarse de su contenido. Algunos temas se desarrollan secuencialmente o están diseminados a lo largo del escrito; muchos de ellos los amplío en trabajos aparte, los cuales he venido publicando en mi blog y en monograias.com.

Acudiendo a las palabras del pensador cubano Augusto Ramírez, concluyo afirmando que lo que es indispensable para asimilar el contenido de este libro, es la disposición a correr el riesgo de pensar. Es el convencimiento de que solamente pensando el mundo con nuestra cabeza tendremos la oportunidad de mantenerla sobre los hombros[30]

¿Cuál es el valor de la filosofía y por qué debe estudiarse?

¿Qué puede pues guiar a un hombre? Una única cosa, la filosofía.

Marco Aurelio.

Antes de entrar a determinar cuál es su valor y por qué debe estudiarse, es procedente presentar algunas de las múltiples objeciones en contra de su "enseñanza" y del quehacer filosófico en general, porque son muchos sus detractores, debido a que la consideran como una especulación inútil, "sin oficio ni beneficio". Luego de conocerlas, procederé, con la ayuda de intelectuales, textos, reflexiones, vivencias, docentes de filosofía y defensores de ésta, a demostrar por qué es importante la filosofía y por qué es necesario aprender a filosofar. Comencemos, pues, con las objeciones, las cuales merecen ser revisadas con conciencia crítica, porque algunas podrían tener relativo fundamento.

1.1 Objeciones en contra de la filosofía y reflexiones sobre estas.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20

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