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La imperiosa necesidad de aprender a filosofar (página 8)




Enviado por Luis Ángel Rios



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Es demasiado importante para el estudiante de filosofía despertar y cultivar su pensamiento crítico, sentido crítico, su espíritu crítico, su criticidad. "El pensamiento crítico consiste en el uso de las actitudes racionales, ideas y valores para acercarnos a la verdad tanto como sea posible"[580]. José Paredes reflexiona sobre el espíritu crítico en los siguientes términos:

"Espíritu crítico significa realizar análisis,
emitir opiniones y establecer juicios sobre una determinada idea o concepto.
No debería ser utilizado en relación con el ataque, la reprobación
y el reproche, pero tampoco es conveniente utilizarlo como sinónimo de
aprobación en sentido adulatorio.
 

Espíritu crítico significa el arte de juzgar la verdad de las cosas y puede representar un conjunto de opiniones. Indica en general cualquier actitud en relación con la crítica. Es un método que permite descubrir y superar los errores, las insuficiencias y constituye una de las principales fuerzas del progreso.

El filósofo alemán, Immanuel Kant (1724-1804), clasificado
como el pensador más influyente de la era moderna, considera la realidad
desde un punto de vista crítico, significando que no es deseable o posible
conocer el mundo sin una previa crítica o un previo examen de los fundamentos
del conocimiento. Propone iluminar las raíces de la existencia humana
exigiendo el respeto que concede sólo la razón.
 

Espíritu crítico significa medida y moderación, representando el instrumento más útil para la defensa de las libertades civiles. Es por así decirlo, la necesidad de que se tenga conciencia del uso de la inteligencia y es por esto, que el espíritu crítico se expresa a través del diálogo y utiliza la razón para tratar de discernir acerca de los argumentos que favorecen o contradicen un determinado hecho, posición o juicio" [581]

Con gran fundamento se afirma que "la educación impartida por el sistema imperante se orienta hacia el mantenimiento de los esquemas tradicionales de la organización social, basados en la dominación y la dependencia, mediante el cultivo de actitudes de sumisión y repetición de lo mismo"[582]. Esta advertencia es la que debe motivarnos a interpretar, porque una educación crítica comienza por enseñar a interpretar. "El hombre de nuestro pueblo latinoamericano no está acostumbrado a interpretar. Una educación para el cambio debe fomentar la interpretación personal de la realidad en orden a la formación de una visión propia de la misma, sin condicionamientos ideológicos ni presiones por parte de los grupos de poder"[583]. Precisamente, "la filosofía constituye un discurso crítico, sistemático y prospectivo… sobre las prácticas del hombre frente a la realidad…"[584]; por eso "el filósofo está llamado a constituirse en la conciencia crítica de la sociedad"[585]. Es el custodio crítico de la razón y la libertad. Como lo planteó Husserl, el filósofo es "el funcionario de la humanidad".

El filósofo también es la conciencia moral de un país. El filósofo Enrique Neira señala que el filósofo tiene poder sobre los espíritus mediante la idea. El filósofo, como intelectual, tiene poder sobre los hombres, mediante las palabras y las ideas. "El intelectual se dirige a la opinión pública, con sus ideas, para despertarla, dirigirla, fustigarla, estimularla en un sentido u otro… El intelectual aspira influir sobre la sociedad y sobre su tiempo, mediante su voz (hablada o escrita) que alerta, que critica, en un oficio lo más independiente posible… El intelectual no es el sabio que vive en una torre de marfil o en su acantilado, desde donde ve pasar en la lejanía la nave de gobernantes, a veces locos, necios o incompetentes. El intelectual está atento a lo que lo rodea y se preocupa cuando las cosas van mal para el colectivo. El ejercicio intelectual es oficio independiente, pero útil a la comunidad. Busca ser práctico y eficaz para sus contemporáneos, asumiendo un compromiso consigo y con su entorno"[586]. El filósofo, movible como un reflector, debe derramar su luz sobre todos los problemas de la vida e iluminarlos con una penetración constante y profunda. La filosofía critica las formas culturales y sus tradiciones. "Por ende, no es sorprendente que los condicionamientos culturales puedan también afectar a la libertad de enseñanza y de investigación. Eso ocurre cuando se estima que los conceptos filosóficos, con su carga crítica, son un peligro para un conjunto de costumbres, de principios éticos o de saberes que se consideran valiosos para salvaguardar una identidad cultural determinada"[587].

El sentido crítico nos permite una percepción clara de la realidad, porque las apariencias nos alejan de las esencias. "El dogmatismo de nuestra percepción natural nos coloca el mundo, las cosas, como existiendo siempre, y esto es impedimento para la captación de las esencias que están más allá de los puros hechos; pero la reflexión filosófica debe abandonar tal actitud si quiere dar cuenta de su sentido profundo"[588]. Las apariencias son "camuflajes", y para José Ortega y Gasset el camuflaje es, por esencia, una realidad que no es la que parece, porque su aspecto oculta, en vez de declarar, su sustancia; razón por la que engaña a la mayor parte de las gentes. Es por eso que nos advierte que sólo se puede librar de la equivocación que el camuflaje produce quien sepa de antemano y en general que el camuflaje existe. Pascal dice que el hombre sólo es disfraz, mentira, hipocresía, tanto en sí mismo como para los otros, y que el hombre es vano, porque estima cosas que no son esenciales. "Sólo somos mentira, duplicidad, contrariedad, y nos escondemos de nosotros mismos y ante nosotros mismos nos disfrazamos"[589].

El sentido crítico tiene estrecha relación con la creatividad,
porque ésta es una cualidad resultante del espíritu crítico.
"El hombre capaz de juzgar con objetividad e independencia sobre el valor
y el sentido de los acontecimientos y de las cosas en general, tiene la disposición
requerida para buscar soluciones innovadoras, críticas. La comprensión
crítica del pasado permite interpretar sin compromisos el presente y
diseñar modelos y programas diferentes para un futuro nuevo. La criticidad
produce insatisfacción con lo ya experimentado que no conduce a la solución
de los problemas"[590]. El espíritu crítico
(reflexivo) o la conciencia crítica (reflexiva), según Paulo Freire,
es la profunda interpretación de la verdadera realidad, conociendo sus
causas más reales y su funcionamiento. Quien posee esta conciencia, posee
una capacidad de razonamiento y de diálogo fecundos, tratando siempre
de buscar la verdad para comprometerse en la construcción del hombre.
Por ello hay que buscar la verdad, sin mutilaciones, con todas sus fuerzas y
apertura de espíritu, porque "muchas verdades mutiladas no constituyen
una sola verdad medianamente aceptable, sino una gran impostura"[591].
Hegel apremiaba que existir en la verdad es un asunto de vida (o muerte), y
el camino para buscarla, además de epistemológico e histórico,
es filosófico. El espíritu crítico permite al estudiante
descifrar los lenguajes que se ocultan detrás de la realidad. "La
formación del juicio crítico se inicia en el momento en que el
individuo contrasta los elementos teóricos con su más inmediata
y emergente situación. Una conciencia crítica implica ser consciente
de lo que se aprende y la significación de lo aprendido. La crítica
es cambio, y si lo que elaboran los alumnos a nivel humanístico no transforma
su condición personal no es posible hablar que han adquirido conciencia
crítica… Tener conciencia crítica se traduce en la actitud que
describe Platón en la alegoría de la Caverna, cuando el hombre
que se libera y sale de las tinieblas y ve la luz del sol siente la imperante
necesidad de ir y comunicar a los otros que la realidad que ven es falsa y engañosa;
que las sombras mantienen al ser humano enajenado y no es posible estar viviendo
en un mundo de oscuridades e incertidumbres. Ojalá los alumnos al terminar
un curso de filosofía puedan identificar las sombras que la sociedad
les propone y sientan la necesidad de abandonar el mundo oscuro de la sensación,
el cual en el fondo se convierte en la negra noche donde resplandecen y ruedan
fuegos enceguecedores e inverosímiles"[592]. A pesar
de lejanos, los versos de Fray Luis de León aún resuenan: "¡Ay!
despertad, mortales; / mirad con atención en nuestro daño: / ¿Las
almas inmortales / hechas a bien tamaño / podrían vivir de sombra
y solo engaño?"[593].

El profesor Eudoro Rodríguez Albarracín nos dice que volver a vivir a través de la aventura del pensamiento crítico, es el comienzo de la actitud filosófica ante la realidad. "Volver a las preguntas originales del porqué, para qué y el qué de la realidad, es volver a reencontrarnos a través de la palabra evocadora, del lenguaje que todo lo abarca y lo sustenta"[594]. El mismo autor sostiene que "el distanciamiento crítico frente a lo cotidiano y frente a la inautenticidad del dejarse vivir sin asumir un comportamiento personal frente a la realidad, constituye el inicio de una dinámica que configura una actitud filosófica expresada a través de una postura crítica frente a lo existente", y agrega que "la criticidad no supone una negación total de lo existente, sino la captación de que ello es producto de un proceso y que, por tanto, la vida no se reduce a una simple adaptación frente a las circunstancias sino que, por el contrario, implica una superación constante (trascendencia), un rebasamiento en orden a la realización total de las posibilidades humanas"[595]. Desde su experiencia como intelectual, como filósofo y como educador, precisa que "la persona es al comienzo y durante mucho tiempo, mientras no adopte una posición crítica frente a la realidad, un producto de los condicionamientos sociales; su forma de interpretar la realidad está condicionada por el conjunto de ideas-valores predominantes en la sociedad, hasta el punto de que aun cuando en algunos momentos de su vida puede entrar en conflicto con ciertas normas, ideas o instituciones vigentes, nunca pensará su solución más allá de los mismos recursos que el sistema le brinda"[596].

Hay diversas maneras de concebir el pensamiento crítico. Sin embargo, esta categoría filosófica se refiere a la capacidad que tienen quienes han entrenado su pensamiento filosófico para reflexionar sobre toda la información o conocimiento que se nos presenta a los sentidos y al entendimiento; no aceptando nada como válido hasta tanto no haya sido cuestionado o refutado. Para algunos es una manera de tratar la información, es poseer ciertas habilidades intelectuales, es un desafío a lo establecido… "El pensamiento crítico es el proceso de examinar, analizar, cuestionar y desafiar situaciones, asuntos e información de cualquier tipo… Es el proceso de cuestionar, examinar y analizar situaciones, temas, problemas, gente e información de todo tipo (resultados de encuestas, teorías, comentarios personales, prensa, historia, investigación científica, afirmaciones políticas, etc.) desde todos los ángulos posibles. Esto nos dará la visión más objetiva posible, haciendo más probable que seamos capaces de interpretar la información adecuadamente y resolver los problemas y temas de forma efectiva"[597]. Permite separar lo verdadero de lo que es falso, de lo incompleto, de lo sesgado, de lo basado en premisas falsas, del creído verdadero porque "todo el mundo lo dice". "El pensamiento crítico es definido como el tipo de pensamiento que se caracteriza por manejar y dominar las ideas a partir de su revisión y evaluación, para repensar lo que se entiende, se procesa y se comunica. Es un intento activo y sistemático de comprender y evaluarlas ideas y argumentos de los otros y los propios"[598]. Este tipo de pensamiento también se puede concebir como una "actitud intelectual que se propone analizar o evaluar la estructura y consistencia de los razonamientos, en particular las opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana suelen aceptarse como verdaderas. También se define, desde un punto de vista práctico, como un proceso mediante el cual se usa el conocimiento y la inteligencia, para llegar, de forma efectiva, a la posición más razonable y justificada sobre un tema, y en la cual se procura identificar y superar las numerosas barreras u obstáculos que introducen los prejuicios o sesgos"[599]. Según una reciente encuesta efectuada por la UNESCO en diversos países, la mayoría está de acuerdo en el reconocimiento de la filosofía como formadora de la mente o la conciencia crítica, del pensamiento crítico. "Se evocan al respecto la tolerancia intercultural (Alemania), la capacidad de abrir el pensamiento tanto en cuanto a sus límites como a sus posibilidades (Argentina), de desarrollar la mente crítica (Bélgica), deformar el espíritu crítico al respeto y la tolerancia, de educar a la paz y a los valores democráticos (Burkina Faso), de desarrollar las capacidades del pensamiento para que éste sea crítico y creativo, de argumentar racionalmente, de identificar y dar criterios (España). Se evocan también el fortalecimiento del saber y de la formación al juicio (Guatemala), la enseñanza del pensamiento creativo y crítico (Islandia), la promoción de la mente crítica y la reflexión sobre las cuestiones fundamentales (Líbano). La filosofía serviría para aprender a reflexionar y tomar decisiones responsables (Madagascar), para desarrollar capacidades argumentativas y reflexivas (México), así como el gusto y respeto por la pluralidad del pensamiento, para contribuir al proceso de formación intelectual y moral (Venezuela)"[600].

La Declaración de Arequipa, emitida en el 2004 (que a pesar de que se realizó en Perú, su espíritu aplica para nuestro país), exalta la importancia de la filosofía y declara que:

1º Que, la filosofía constituye una parte consustancial del patrimonio fundamental de la razón humana, que es capaz de reivindicar y dignificar a la persona humana y promoverla a regiones sublimes del espíritu y del conocimiento;

2º Que, nuestra vocación filosófica es una vocación por el hombre, su historia y sus problemas;

3º Que, frente a la expansión y consolidación del consumismo globalizado en la escena contemporánea, estimamos urgente y necesario estimular entre nuestra juventud el cultivo de un espíritu filosófico que, más allá de los estrechos marcos de la especialización exclusiva y excluyente, permita que los futuros ciudadanos estructuren una concepción general sobre el mundo y el hombre, que permita una visión integral y no sesgada de la realidad;

4º Que, la filosofía, cuando es enseñada con vocación y sentido del compromiso con el joven y su mundo, permite la formación de su sentido crítico y la autonomía de su pensamiento, y promueve, asimismo, una reflexión sobre el hombre y su destino, en especial del peruano, de modo tal que aliente la definición de nuestra identidad histórico-social y el establecimiento de compromisos específicos…;

5º Que, por tanto, es imprescindible se repotencie y revalore la enseñanza de la filosofía en el Perú, redefiniéndose sus objetivos básicos así como señalándose, asimismo, pautas de diversificación curricular adecuadas a la realidad de cada región.

6º Que, es necesario institucionalizar los fundamentos de una tradición acerca de la enseñanza-aprendizaje de la filosofía…, para lo cual es preciso que las universidades e instituciones educativas organicen eventos académicos de discusión e intercambio al respecto"[601].

Para pensar críticamente hay que tener mentalidad abierta, dudar racionalmente, tener habilidades intelectuales y ser un librepensador; así mismo, poseer humildad intelectual: ser capaz de dar una oportunidad a las opiniones y nuevas evidencias o argumentos, reconociendo el error si uno está equivocado. "El pensador crítico debe poder ser independiente y ser un libre pensador. Es decir, no depender o tener miedo a indagar sobre algo que pueda perjudicarlo en demasía. Las presiones sociales a la estandarización y al conformismo pueden llegar a hacer caer en la comodidad o en el propio deseo de creer o pertenencia al grupo. Esto puede ser muy difícil o casi imposible para algunos. Es necesario preguntarse si el miedo a represalias o simplemente al qué dirán motiva las propias opiniones o creencias y, si es así, tener la fuerza para al menos temporalmente acallarlas hasta que se tenga la libertad de realizar una objetiva y detallada evaluación de la misma"[602]. Una persona adiestrada en la criticidad debe adoptar una actitud de pensador crítico, detectar y evitar los obstáculos de este tipo de pensamiento, identificar y caracterizar argumentos, evaluar las fuentes de donde proceden las informaciones o los conocimientos, y examinar los argumentos de los demás y de nosotros mismos. "La palabra "crítico" aquí significa encararlo todo como si fuéramos críticos: preguntando, analizando, poniendo en contexto, buscando orígenes. La meta es entenderlo al nivel más profundo. "Todo" nos incluye a nosotros mismos: incluye identificar, admitir y examinar nuestras propias suposiciones y prejuicios, y entender cómo cambian nuestras reacciones e interpretaciones de la información. También significa querer cambiar nuestras ideas y conclusiones (y acciones) si un punto de vista objetivo muestra que son erróneas o inefectivas"[603]. Cuando se carece de espíritu crítico nos quedamos en la superficie o en la apariencia de las cosas. "Lo que es importante sobre el pensamiento crítico es que nos ayuda a separar lo que es verdadero de lo que no, y a darnos una base sólida y fáctica para resolver problemas o afrontar situaciones… El pensamiento crítico requiere la capacidad de pensar de forma abstracta. Ésta es la habilidad de pensar sobre lo que no está ahí (prever futuras consecuencias y posibilidades, pensar en nuestras propias ideas, imaginar situaciones que aún no han existido)"[604].

Stephen Brookfiel, en su libro El desarrollo de pensadores críticos: desafiando a los adultos a explorar formas alternativas de pensar y actuar, nos ofrece diez aspectos para ser un facilitador del pensamiento crítico, válidas para el binomio docente-discente:

"1. Declarar el valor del alumno. El pensamiento crítico es un ejercicio intelectual, pero es también una cuestión de seguridad y valor. Los estudiantes necesitan tener la suficiente autoestima para creer que figuras autoritarias o creencias establecidas pueden no tener razón, y para desafiarlas. Los facilitadores tienen que alentar esa autoestima confirmando que las opiniones de los estudiantes importan y merecen respeto, que ellos tienen y merecen voz.

2. Escuchar atentamente a los estudiantes. El facilitador debe repetir las palabras e ideas de los alumnos, de forma que sepan que han sido escuchados. Lo que dicen puede revelar conflictos ocultos y suposiciones que pueden de este modo ser cuestionadas.

3. Mostrar apoyo a los esfuerzos por pensar críticamente. Se debe premiar a los estudiantes por desafiar suposiciones, incluso cuando son las del facilitador.

4. Reflejar las ideas y acciones de los estudiantes. Esto les ayudará a identificar suposiciones y prejuicios de los que pueden no estar conscientes.

5. Motivar a la gente a pensar críticamente, pero ayudarles a entender cuándo es apropiado exteriorizar ideas críticas y cuándo no… Es importante que ésta entienda las posibles consecuencias de hablar sobre sus conclusiones antes de hacerlo…

6. Evaluar regularmente el progreso con los estudiantes. El pensamiento crítico implica reflexión tanto como acción, y parte de esta reflexión debería estar en el proceso mismo.

7. Ayudar a los estudiantes a crear redes de soporte. Éstas pueden incluir tanto a otros estudiantes como a otros en la comunidad que estén aprendiendo a usar o que ya usen y apoyen el pensamiento crítico.

8. Ser un profesor crítico. El profesor debe modelar el proceso del pensamiento crítico en todo lo que haga (especialmente, en la forma en que imparte clases), animar a los estudiantes a desafiar las suposiciones e ideas de él y desafiarlas él mismo.

9. Hacer que la gente sea consciente de cómo se aprende a pensar críticamente. El facilitador habla del aprendizaje y de las diferentes formas de pensar, las motivaciones intrínsecas y extrínsecas, los métodos de aprendizaje, el papel de las experiencias previas, etc. Cuanto más consciente se pueda hacer a la gente de sus formas de aprendizaje preferidas, más fácil será para ellos entender cómo están planteándose ideas y situaciones, y ajustarse si es necesario.

10. Modelar el pensamiento crítico. El facilitador debe plantear ideas y situaciones críticamente y, en la medida de lo posible, explicar sus ideas de forma que los estudiantes puedan ver el proceso que se ha usado para llegar a esas conclusiones"[605].

Para fomentar nuestro pensamiento crítico o postura crítica, Phil Rabinowitz plantea los siguientes lineamientos:

"1. Reconocer suposiciones. Cada uno de nosotros tiene una serie de suposiciones (ideas o actitudes o "hechos" que damos por sentados) que subyacen en nuestro pensamiento. Sólo cuando queremos ver estas suposiciones y darnos cuenta de cómo cambian las conclusiones podemos examinar situaciones, problemas o asuntos de forma objetiva…

2. Examinar la información en busca de exactitud, suposiciones, prejuicios o intereses específicos. Ayudar a los estudiantes a discutir y llegar por ellos mismos al tipo de preguntas a las que tienen que someter la información es probablemente la mejor forma de facilitar aquí. Usar ejemplos actuales (comparando las historias de varios periódicos y telediarios, por ejemplo, para ver qué diferentes aspectos son enfatizados, o ver cómo todos ignoran las mismas cuestiones) también puede ser una forma poderosa de mostrar las preguntas que deben hacerse…

3. Considerar el contexto de la información, problema o asunto. Examinar el contexto, en la mayoría de los casos, es más fácil de hacer que los otros elementos de la visión crítica. Implica información más concreta y "objetiva" y, por lo menos en el caso de asuntos comunitarias, es a menudo información que los estudiantes ya saben…"[606].

Es muy importante despertar el pensamiento crítico, el sentido crítico, el espíritu crítico, la mentalidad crítica, la capacidad crítica, la dimensión crítica, la criticidad, porque "el alumno crítico será luego una persona libre, capaz de desenmascarar las ideologías y de hacer frente a las estructuras y los mecanismos sociales de opresión"[607]. La criticidad debe desinstalar la cotidianidad. La autenticidad permite el desarrollo del sentido crítico. "La virtud central y permanente de toda auténtica educación en cualquier sistema es la formación de la criticidad de una imagen total del hombre que impida su cosificación y manipulación"[608]. (Es importante aclarar que, según Walter Riso, una virtud -el justo medio aristotélico- es una fuerza o una disposición que nos permite desarrollar lo que somos de la mejor manera). La criticidad, que rompe el marco de lo cotidiano, es la dimensión constituida de la persona que está abierta siempre a la crítica, al cuestionamiento, a la duda. "La criticidad como algo inherente a la autenticidad humana es el paso necesario, la actitud primera para el filosofar, que comienza con una crítica a la experiencia diaria, de los perfiles concretos, de la cotidianidad tal como está materializada por la sociedad vigente"[609]. El auténtico filosofar rompe con lo cotidiano. "Una auténtica actitud filosófica sólo puede originarse desde un distanciamiento metódico de lo dado, de lo cotidiano"[610]. Si se rompe el marco rutinario de lo cotidiano, la vida se vuelve problemática y revela sus propias dimensiones; así "es posible cuestionar y asumir en forma crítica nuestra vida diaria"[611]. La filosofía es una orientación del pensamiento enfocada a la agudización de la capacidad crítica y "al robustecimiento de la capacidad de entenderse en el mundo, de aclararse sus propios condicionamientos, su hacer y los objetivos que dan sentido a su conducta y, consiguientemente, a sus conocimientos positivos, científicos, artísticos o técnicos"[612]. Entre más críticos, más libres seremos. Cuanto mayor sea muestra capacidad de crítica o lucidez de juicio, mayor y más eficaz será nuestra libertad. Harold Soberanis nos invita a asumir nuestra existencia con total lucidez. Y esto, a su juicio, sólo es posible desde la filosofía. "Solo en la medida en que ejercitemos una reflexión sincera y profunda, nos daremos cuenta de la necesidad de asumir una existencia comprometida"[613].

Es el sentido crítico el que nos permite ver más allá de lo aparente. La filosofía se caracteriza porque favorece en la persona el nacimiento y fortalecimiento de una actitud crítica, capaz de ponerlo todo en duda. "La filosofía empieza por desconfiar de lo obvio y por precisar opiniones o conceptos aceptados, hasta llegar a cuestionar la forma como se producen… incluso la forma como se hace este cuestionamiento y su porqué"[614]. El sentido crítico nos aleja de la mentalidad credulona, porque "credulidad significa candidez, ingenuidad, confianza, inexperiencia e incluso bobería. Si no se tiene un punto de referencia conceptual sólido o un criterio filosófico previo, todo es posible en la dimensión desconocida. Un solo acierto puede más que mil errores"[615]. El estudiante de filosofía necesita del sentido crítico, debido a que si no asume una actitud crítica, entrará al mundo de la confusión, donde cualquier cosa puede ser cualquier cosa, incluso él mismo. "Refleja, asimismo, la función protectora de la racionalidad que muchos investigadores le asignan a la filosofía. Se trata de un aspecto importante, en la medida en que el hecho de recurrir a la racionalidad provoca a menudo un reflejo de defensa en las identidades culturales, ya que se teme que estén amenazadas por una racionalidad que conlleva solo valores o estructuras epistémicas occidentales"[616].

Si el estudiante aprende a reflexionar críticamente estará en condición de convertirse en un verdadero agente de transformación. "La única herencia auténtica y valiosa de toda la filosofía es el modelo del pensamiento libre y crítico, así como la fe en que, mediante dicho pensamiento, podemos hacer del mundo un lugar mejor"[617]. Transformar la realidad y hacer un mundo mejor "significa que hay que modificar la realidad, cambiar la vida de tal forma que ya no haya que soñar… Transformar el mundo no significa hacer cualquier cosa"[618]. El filósofo Fabio Morandín Ahuerma conceptúa que "son las ideas las únicas capaces de transformar al mundo, y es la filosofía la disciplina por excelencia generadora de pensamiento que, enfocado a problemas concretos, puede y debe (axiológicamente) hacer propuestas en aquello que atañe al modo en que los seres humanos interpretan e interactúan en el mundo"[619]. Pero hay que tener presente que "una acción transformadora consiste en destruir o contribuir a destruir lo que hace posible la falsa conciencia…"[620]. Los jóvenes de hoy no quieren "más información sobre lo que pasa sino saber qué significa la información que tenemos, cómo debemos interpretarla y relacionarla con otras informaciones anteriores o simultáneas"[621]. El filosofar, además de permitir que el alumno adquiera un sentido crítico, contribuye eficazmente y con argumentos a la "asunción de responsabilidades, la solución de los conflictos y problemas y habilidades para la comunicación, la negociación y la participación"[622].

El estudiante debe aprender a estar alerta para evitar la masificación y la domesticación, porque en nuestro contexto, por diversos intereses (oscuros), la educación, supuestamente democrática, no cumple el ideal de socialización, sino con los de masificación y domesticación. Según el profesor Jesús Jaramillo Posada, "las instituciones escolares están entregando a la sociedad es una masa amorfa de imbéciles despersonalizados, que se dejan llevar de la ternilla…"[623]. Así, los estudiantes terminan el proceso académico alienados, cosificados, allanados en su dignidad humana, en su autenticidad, en su espontaneidad y en su individualidad. Esa masa indefinida de estólidos es incapaz de oponer resistencia crítica a las circunstancias que dificultan un buen proyecto de vida. Personas incapaces de buscar la verdad, la cual sólo se puede conocer -según Hegel- si se arremete contra su mundo cosificado, alienado o reificado[624]"La nuestra es una educación demagógica más bien que democrática. El estudiante que no ha aprendido a pensar críticamente, que no ha llegado a respetar a la razón como el único árbitro de la verdad en las generalizaciones humanas, que no se ha visto elevado por encima de las tenebrosas callejuelas de las jeringonzas y santos y señas locales, no podrá ser salvado por el orador de las aulas, y luego sucumbirá ante el orador de barricada y ante la prensa"[625]. Este "orador", algunas veces es el gobernante de turno, tendrá su lema maquiavélico: "Hoy en día, utilizar la prensa, utilizarla en todas sus formas, es ley para cualquier poder que pretenda subsistir"[626]. Los docentes tienen el compromiso de educar a los jóvenes para que sean personas responsables, "cuyos actos, evitando los extremos, se enfoquen siempre al bien connatural, y les capaciten para ser conductores potenciales cuya conciencia se afinque profundamente en el respeto por la paz, la democracia y el amor a la humanidad"[627].

La filosofía es necesaria para todos, porque el hombre siempre ha necesitado filosofar. "El niño cuando inquiere saber sobre el mundo y sus causas, sobre el porqué de las cosas, está filosofando. Y aún quienes nieguen la necesidad de esta ciencia para reemplazarla por la angustia u otro sentimentalismo, usan de ella para sus argumentaciones y exposiciones"[628]. Según Oreste Saint-Drome, la filosofía posee la capacidad de reducir el sufrimiento. "El filósofo amigo de la sabiduría, casi siempre recomienda contener, dominar, razonar, superar, moralizar, trascender, ordenar, apagar o sublimar las pasiones, porque la vida es un pozo sin fondo de angustias causadas por las pasiones"[629]. Y René Descartes nos advirtió que todas las "vivencias de la psicología que llamamos sentimientos, pasiones, emociones, toda la vida sentimental", son pensamientos embrollados, confusos, oscuros. "En su teoría de las pasiones propone Descartes simplemente al hombre que estudie eso que llamamos pasiones, eso que llamamos emociones, y verá que se reducen a ideas confusas y oscuras; y una vez que haya visto que se reducen a ideas confusas y oscuras, desaparecerá la pasión, y podrá el hombre vivir sin pasiones que estorban y molestan en la vida"[630]. "Amigo mío, el hombre es el hombre y la inteligencia que puede llegar a tener no vale mucho cuando golpean las pasiones y lo llevan hasta los límites de lo humano…"[631]. Pero no se trata de vivir sin emociones, sino de dominar las emociones y controlar las que nos "estorban y molestan en la vida" como la ira, el odio, el resentimiento, la animadversión, la envidia, etc. Dominar nuestras pasiones, nuestras emociones, es vivir racionalmente, es decir, de acuerdo con las directrices de la razón; o sea lo que en psicología se conoce como "inteligencia emocional": equilibrio o armonía entre las emociones y la razón.

En esta sociedad capitalista, alienada y neurotizada, el estudiante adolescente -en proceso de búsqueda de identidad-, necesita aprender a filosofar con el propósito de que aprenda a vivir su realidad de manera auténtica a través de una comprensión objetiva de ésta, pues las estrechas miradas que tiene un joven que no ha entrado en contacto con el vasto y apasionante universo de la filosofía le impiden explorarla en su totalidad mediante otras cosmovisiones diferentes a la religiosa, que es la lente tradicional por la que la mayoría de los individuos la percibe, la interpreta y la sistematiza. "La palabra crítica, de etimología latina, a su vez tomada del griego, proviene de "criticus" como facultar de elegir o discernir. Es por lo tanto, la crítica, un análisis racional de algún asunto sujeto o cosa, para evaluar sus aspectos positivos o negativos extrayendo una conclusión personal valorativa. En educación trata de despertarse en los alumnos el espíritu crítico, que significa interiorizarse de los contenidos de enseñanza, para analizarlos, cuestionarlos, someterlos a discusión  y replanteo, y no aceptarlos pasivamente. El objetivo es que las nuevas generaciones no acepten sin más lo que se les dice, sino solo lo que consideran válido, ante los innumerables mensajes que les llegan desde su entorno, muchas veces contradictorios, sobre todo desde la política o desde los medios masivos de comunicación"[632].

1.3.4 Las cosmovisiones, diversas maneras de ver el mundo.

Sumergido en el amplio y esclarecedor mundo del filosofar, el estudiante sabrá que existen cosmovisiones distintas a la religiosa como la científica, la estética y la filosófica, las cuales le ensancharán su horizonte de comprensión de los fenómenos que conforman el complejo universo de los seres, las cosas o la realidad. Por tanto explorará en ellas, distanciándose críticamente de los limitados, dogmáticos, deterministas, fantásticos, irracionales y míticos caminos por donde la tradición y la cultura, profundamente alienada por el acervo acrítico de creencias, lo han conducido, privándolo de otras maneras de ver el mundo.

Si bien es cierto, como más adelante se verá, que no puede apartar de su forma de ver el mundo la cosmovisión religiosa, también es cierto que debe acudir a su influyente lente para complementar su mirada global del universo, pero con un esclarecedor espíritu crítico; de lo contrario podría terminar sin comprender el confuso lenguaje religioso (en apariencia sencillo), profundamente cargado de parábolas, simbolismos, paradojas, alegorías y metáforas. Es tan compleja la manera como están escritos los textos religiosos que la hermenéutica (el arte de la interpretación) surgió como una necesidad de interpretarlos. Si capta la realidad y pretende explicitarla y entenderla meramente a través de la cosmovisión religiosa, el joven corre el riesgo de adquirir el sesgado hábito mental de buscar respuestas a sus preguntas más acuciantes y a su problemática inherente a su ser y al ser del hombre y de las cosas en la magia, en la hechicería, en el tarot, en el horóscopo, en la astrología, en las supersticiones, en las pitonisas…, con el concomitante distanciamiento de la realidad y, principalmente, de su realidad.

Herederos de la tradición medieval, profundamente monacal, la gran mayoría sólo ve la realidad a través de la cosmovisión religiosa, con algunas consecuencias para la construcción de un proyecto de vida bueno, debido a que la religión contiene ciertos elementos alienadores y masificadores. Sólo quien ha estudiado la religión con hondo sentido crítico, podrá sacar provecho de ésta para su espiritualidad, sin que se convierta en un hombre del "rebaño".

La tradición medieval española impuso unilateralmente en Latinoamérica la cosmovisión religiosa, y a través de ésta "inocularla" en las jóvenes mentes mediante el quehacer educativo. Al llegar conservadores al poder en Colombia proscribían de las aulas la formación laica para entronizar las enseñanzas católicas. "El Concordato que firmó el gobierno colombiano en 1887, al conceder a la Iglesia Católica el control del contenido de la enseñanza, desterró de los planes de estudio cualquier pensamiento que se considerara adverso a la doctrina cristiana, entre ellos el positivismo, que coincidía con el materialismo ateo, según la opinión de Marco Fidel Suárez (expresidente de Colombia)"[633]. La encíclica Aeterni Patris del papa León XIII pedía restaurar la filosofía de Santo Tomás, la que tendría la misión de defender religiosamente las verdades reveladas por Dios. "Por eso no es extraño que las instituciones escolares de nuestro país asuman hoy características de abadías, donde el docente como condición real ontológica se ha trastocado en pastores y las clases son verdaderos púlpitos donde se sustenta una pedagogía de la intimidación divina. La tierra es una sierva dominada y el cielo es el gran imperio"[634]. Esa imposición doctrinaria y dogmática impedía la secularización del pensamiento y, por ende, de la manera de pensar más allá de la "sabiduría divina". Hasta de las universidades se proscribió el pensamiento divergente del sistema imperante. "Con el propósito de sujetarla a la política oficial que buscaba reorientar la acción del Estado en asuntos de educación y cultura, en 1951 esta institución de enseñanza superior fue drástica y abusivamente intervenida por el Gobierno nacional, creando dentro de ella un clima poco propicio a la investigación y al pensamiento: se excluyeron de sus programas la enseñanza de la filosofía moderna y todo pensamiento que no se ajustara a los modelos de cristianismo e hispanidad que había adoptado el Gobierno central"[635].

De acuerdo con algunos de mis profesores de filosofía, entre ellos Eudoro Rodríguez Albarracín, Hernando Barragán Linares y Luis José González Álvarez, y de sus textos académicos, una cosmovisión es la idea global que el hombre se forma del mundo en que vive, la cual le permite dar razón de sí mismo y de cada uno de los seres que integran su mundo. Una cosmovisión, igualmente, se define como aquella forma estructurada de conocer y comprender la realidad total en que predomina una determinada actividad psíquica y una especial actividad vital. Una cosmovisión es una concepción del cosmos que, en un sistema coherente de puntos de vista sobre el mundo (naturaleza, sociedad y pensamiento), influye de manera fundamental en la actividad del hombre. Se puede definir también como el conjunto de conocimientos que vamos adquiriendo durante nuestra vida, que configuran en cada uno de nosotros la imagen general o universal de la realidad; una especie de idea o visión global del mundo, en la cual cada una de las ideas particulares de las cosas, como si fuera una pieza de un gran rompecabezas, se integra con las demás formando un conjunto armonioso. Es ella la que nos permite encontrarle sentido a la fría y muda objetividad de los seres humanos; por ella las cosas se convierten en posibilidades, cobran sentido e interés para nosotros.

Todas las personas tienen una concepción del mundo, sólo que en unas se forma de manera espontánea y en otras se va formando conscientemente, tratando de comprender la vida de la sociedad y la propia, su actitud ante el mundo mediante el estudio de las ciencias concretas y la filosofía. El carácter de la concepción del mundo es determinado en última instancia por el nivel de desarrollo social, por el estado de la ciencia y de la instrucción. La concepción del mundo de un hombre de la época antigua o feudal se diferencia fundamentalmente de la de un miembro de la sociedad capitalista[636]y más aun de la socialista.[637] Pero al mismo tiempo la concepción del mundo de personas que viven en la misma sociedad es muy distinta. Las ideologías, la religión, la ciencia y las doctrinas políticas también influyen en la concepción del mundo.

Existen diversas cosmovisiones del universo, del mundo o de la realidad (estética, científica, filosófica y religiosa), y aunque cada una de ellas es suficientemente diferente a las demás, ninguna puede aislarse. Los planteamientos sobre el hombre y el universo resultan diferentes desde cada una de ellas. Cada una posee su propia forma de responder a los grandes interrogantes que preocupan al hombre. A veces los planteamientos de estos modelos cosmovisivos están de acuerdo o se complementan. Pero muchas veces se oponen, sin que resulte posible poner de acuerdo a los defensores de una o de otra. Frente a todas estas cosmovisiones, el ideal no consiste en elegir la que nos parezca más provechosa y desechar las demás, sino integrar lo más valioso de todas; única forma de superar las limitaciones de cada una. Quien no logre integrarlas y mirar el universo a través de cada una de ellas, se complicará la existencia y será incapaz de relativizar la verdad.

La cosmovisión artística o estética se caracteriza por abrirse sin barreras al orden sentimental de los valores de la vida y a la observación y comprensión del universo a través de la belleza o de las formas armónicas y agradables a los sentidos. Todo lo que nos rodea genera en nosotros una relación estética.

La cosmovisión científica hace hincapié en el logro de objetividad y universalidad para el conjunto de sus conocimientos obtenidos por cuantificación y verificación. Pretende explicar el mundo partiendo de las experiencias científicas. La ciencia se centra en la experimentación, busca la objetividad. Carecen de interés para ésta las explicaciones que no puedan ser comprobadas con todo el rigor de sus propios métodos.

La cosmovisión filosófica, que es la más amplia de las cosmovisiones, pretende conocer la razón y las relaciones profundas y permanentes de cada ser y de la totalidad de los seres. La filosofía pretende encontrar el sentido que tienen los seres para el hombre, apoyándose en la razón. "La filosofía se presenta, en este caso, como una forma fundamental de la historia de la cultura, la manera en la que la humanidad, para responder a las cuestiones que le plantea su condición, pasó del mythos (el mito que intenta explicar en forma narrativa y metafórica) al logos (el discurso racional, que la filosofía comparte con la ciencia). Por lo tanto, la filosofía ha elaborado, a lo largo de la historia, distintas visiones del mundo, especies de sistemas explicativos de la relación del hombre con el cosmos, con los demás y consigo mismo. De este modo, la filosofía es la historia misma de estos intentos de comprender y actuar sabiamente. La filosofía se encarna en autores, en los grandes nombres de la filosofía que, al elaborar doctrinas filosóficas, dejaron su huella en la historia del pensamiento, dando paso a rupturas y a nuevas formas de percepción"[638].

La cosmovisión religiosa estructura la captación de la realidad haciéndola pasar a través del prisma de relaciones volitivas (que se relacionan con la voluntad) con seres sobrenaturales. La religión pretende explicar el mundo mediante fuerzas sobrenaturales. La religión es el conjunto de creencias míticas o reveladas que se aceptan como la explicación verdadera de la realidad, por pura fe, sin necesidad de verificación o comprobación alguna. Es una orientación del hombre hacia lo sagrado. El mito y la revelación le confieren su fundamento. El mito es una afirmación o narración fantástica de algún acontecimiento trascendente en el que intervienen fuerzas sobrenaturales. Es la forma de expresarse que tiene la vivencia religiosa. El mito es una "historia sagrada" elaborada por el hombre primitivo para explicar su realidad, el origen del mundo, animales, plantas y el hombre, transmitidas de generación en generación, en donde los protagonistas son seres divinos. Se caracteriza porque trata de explicar la realidad; es un relato fantástico; surge de la invención y la imaginación del hombre primitivo; es tradicionalista (se transmite de generación en generación); por lo general narra el origen del hombre, del universo y otros interrogantes; puede tener tres bases: hecho real, histórico y filosófico; tiene un sentido simbólico; nace con el advenimiento de un pueblo para explicar su origen; relata siempre hechos muy antiguos desde los inicios de la vida de un pueblo; los protagonistas de un mito son seres sagrados o dioses; narra siempre hechos relacionados con la divinidad; y trata de los secretos divinos o del poder de los dioses. Para la religión existe un hecho básico: el hombre mantiene una relación de dependencia con seres sobrenaturales, que configuran el ámbito de la divinidad. En el mundo de lo divino, al cual sólo tenemos acceso por la fe, según la cosmovisión religiosa, encuentran su respuesta los interrogantes fundamentales del hombre. "El mito como la manía es divina donación, locura, entusiasmo, el elemento músico de la verdad, lo que los dioses nos susurran al oído como un don gratuito… En el mito todo se hace uno: método y contenido, amor y filosofía"[639]. En opinión de Albert Camus, "los mitos están hechos para que la imaginación los anime"[640].

1.4 ¿Se puede enseñar filosofía?

En el vasto panorama del discurrir educativo surge la pregunta de si la filosofía es enseñable. Que sea enseñable la filosofía, es uno de los muchos debates no concluidos en la educación. Las posiciones respecto a la filosofía van desde el extremo de quienes la consideran lo más importante hasta quienes piensan que filosofar es un esfuerzo inútil. Jorge Deháquiz aclara que desde el campo educativo las objeciones más importantes se refieren a la conveniencia, la utilidad y la "enseñabilidad" de la filosofía. Consideran algunos el filosofar como una tarea vana. Es cierto que para quienes han reducido la vida personal o social a los márgenes de sobrevivencia de la sociedad opulenta[641]es inútil ponerse a filosofar. Sólo quienes creen que la vida humana va más allá de sus dimensiones materiales e inmediatas, la filosofía recobra sentido. En efecto, ella nos enseña a plantearnos correctamente los verdaderos problemas, a distinguirlos de los falsos, a clarificar nuestros pensamientos, a expresar en forma clara y auténtica aquello que pensamos y a defender nuestras posiciones con sólidos argumentos.

Sobre la "enseñabilidad" de la filosofía hay quienes afirman que se trata de cuestiones demasiado difíciles que deben dejarse para mentes privilegiadas. No hay tal. El profesor Félix María Moriyón[642]considera improductiva la distinción entre enseñar filosofía y enseñar a filosofar, porque ambas van profundamente unidas y son inseparables. Según éste, sólo se aprende a filosofar trabajando sobre cuestiones filosóficas; sólo se aprenden cuestiones filosóficas cuando se hace filosofía sobre ellas. El filósofo Henry David Thoreau[643]dice que hoy en día tenemos profesores de filosofía, pero no filósofos. Sin embargo, enseñarla es admirable porque en un tiempo también lo fue vivirla. Ser un filósofo no consiste en tener pensamientos sutiles meramente, ni en fundar una escuela, sino en amar la sabiduría tanto como para vivirla de acuerdo con sus dictados, para llevar una vida de simplicidad, independencia, magnanimidad y confianza. Francisco Márquez Osuna señala que "los conceptos filosóficos son vacíos si no se viven"[644].

Al plantearse el interrogante de si se puede enseñar filosofía, surgen algunas objeciones como las que detecta y analiza el filósofo peruano Augusto Salazar Bondy[645]psicológica, de especialización y pragmática. La objeción psicológica sostiene que el joven estudiante, debido a que se encuentra en una etapa de equilibrio anímico inestable, puede verse afectado psicológicamente por la conciencia crítica y la problemática que cultiva la filosofía. La objeción de especialización plantea que la filosofía, por ser un tipo de conocimiento especial, requiere de espíritus capacitados para una dedicación plena para adquirirlo. La objeción pragmática afirma que lo importante de la educación es la capacitación técnica y práctica del estudiante antes que un saber especulativo de orientación antipráctico, abstracto y no inmediatista. "La mentalidad pragmática del avance capitalista liga ahora la plenitud humana al triunfo y la eficiencia, imponiendo como supremo valor la acumulación de conocimientos técnicos y la destreza en el manejo de instrumentos, señalando como aceptable sólo aquel objeto que puede ser contado, medido y verificado"[646]. Estas razones son las que, en diversas épocas y circunstancias, han puesto en duda la inclusión de la filosofía en los programas académicos o se le haya dado poca importancia a su "enseñanza".

Ante estas objeciones, el filósofo Simón Mario Gómez[647]plantea sus razones y sus fundamentos para defender y justificar la inclusión de la filosofía en la escolaridad media o secundaria, ya que la esencia de la filosofía consiste en el constante planteo de problemas con su correspondiente intento de solucionarlos. Ante la objeción psicológica, opina que el estudio de la filosofía no es perjudicial para el estudiante adolescente, porque cuando el joven atraviesa por ese momento crítico de su vida en que su crisis mental es más aguda, la iniciación sistemática al desarrollo reflexivo y crítico del pensamiento es benéfico para él porque contribuye a la maduración de sus facultades mentales y al desenvolvimiento dinámico y armónico de su personalidad. Respecto a la objeción de especialización, aclara que la educación secundaria nunca pretende la formación de especialistas, de filósofos. La misión del auténtico educador se orienta a la modelación de hombres y no la configuración de especialistas. En cuanto a la objeción pragmática, argumenta que la filosofía, en la enseñanza media, no es pura y simple especulación inútil. Lo antipráctico sería el no dirigir las operaciones mentales conscientes: reflexión y juicio, pues se correría el riesgo de convertir al estudiante en un aprendiz de autómata, con una mentalidad y un espíritu proclives al utilitarismo y al exclusivo interés práctico, lucrativo, rentable.

Si tenemos en cuenta el enfoque de Piaget, la etapa de las operaciones formales -que corresponde a la adolescencia– sería la época apta para que el estudiante se inicie en el apasionante universo del filosofar, porque en ese período empieza a desarrollarse el pensamiento abstracto y la capacidad de formular conceptos. "Los conceptos son ideas que usamos al pensar. Nos permiten agrupar cosas de nuestras experiencias en diferentes categorías, clasificaciones o divisiones. Son la base de las etiquetas que le asignamos a las cosas en nuestra mente. Representan nuestro mapa mental del mundo que nos indica cómo operan las cosas y qué podemos esperar de ellas. Por medio de nuestros conceptos definimos situaciones, eventos, relaciones y objetos de nuestra experiencia. Los asuntos de mucha importancia dependen de cómo conceptualizamos las cosas"[648]. Precisamente, la filosofía se mueve en los terrenos de la abstracción y los conceptos, además de las ideas, que son su eje fundamental. La concepción piagetana plantea que los adolescentes pueden pensar en términos abstractos (manipularnos y entenderlos) y probar sus ideas íntimamente recurriendo a la lógica. Los adolescentes, gracias a su capacidad de abstracción, están en condiciones de formular reglas generales sobre el mundo y luego probarlas con base en los hechos; es decir, pueden afrontar ideas de manera sistemática y científica. En esa etapa el joven es capaz de reflexionar sobre las diversas opciones, de razonar en términos hipotéticos y entender las analogías, axiomas, aforismos, paradojas, escolios, demostraciones, principios, corolarios, proposiciones, metáforas y alegorías, algunos de los campos en los que se desarrolla el filosofar. Como comienza a ser introspectivo, piensa que los sentimientos son singulares por su contenido e intensidad. Al abrirse a los demás y formar relaciones más maduras, empieza a juzgarse en términos más realistas. "La etapa psicológica por la que atraviesa el alumno de bachillerato es un proceso natural de maduración de la persona humana que se suele señalar como fuente de obstáculos para la correcta asimilación de ideas, normas y valores nuevos. No obstante, también es muy cierto que la adolescencia predispone a determinado tipo de conciencia que, cuando es correctamente cultivada, produce muy positivos frutos teóricos"[649].

En este período, en el que maduran sus procesos cognitivos o de pensamiento, cuyas estructuras básicas son las imágenes y los conceptos -escenario propicio para el filosofar-, se presenta como el momento en que puede ejercitar sus capacidades cognoscitivas como la inteligencia, el entendimiento, el razonamiento, la creatividad, la intuición y la solución de problemas, que son las herramientas básicas para el ejercicio del filosofar. El filósofo y pedagogo, Eduard Spranger "nos trasmite una imagen espiritualizada del adolescente, transida de "vivencias metafísicas", como búsqueda indefinida de lo absoluto, a través de intentos ingenuos, pero que denotan una aspiración profunda que se vuelca en ensayos literarios con frecuencia… Este afán de trasmitir al papel las experiencias inefables como un modo de aprender a ver claro dentro de sí es una motivación constante para muchos adolescentes"[650].

Es procedente aclarar que las imágenes, los conceptos, la inteligencia, el razonamiento, la creatividad y la intuición son categorías mentales que nos permiten pensar las cosas, generalizar, diferenciar o razonar en forma abstracta, además de permitirnos plantear y resolver problemas. Las imágenes -que son más concretas que las palabras- son los recuerdos mentales de una experiencia sensorial o abstracta. "Toda imagen presenta una peculiar tensión y riqueza de sentido; posee un carácter ambiguo, bifronte, simbólico. Simbólico quiere decir remitente. La imagen nos remite a zonas íntimas de los seres expresivos porque éstas se revelan y vibran en ella. En los autorretratos de Rembrandt vibra todo el drama de su vida, saturada de colorido y desbordante de vida interior. Son por ello imágenes, no meras figuras. La figura es la parte sensible de la imagen vista de modo estático, sin la vibración que le comunica la revelación en ella de una realidad que posee intimidad… Por ser un lugar de expresión, la imagen es elocuente, constituye una forma de lenguaje humano. Y, como todo lenguaje verdadero, no comunica sólo algo ya existente; da cuerpo expresivo a los ámbitos de vida y realidad que se van instaurando a lo largo del tiempo… Por su misma riqueza, cada imagen pide al contemplador que se tome tiempo, que serene el ritmo del mirar, para que pueda entreverar su ámbito de vida con el de las realidades que confluyen en ella, en la imagen. Ese encuentro enriquece sobremanera al contemplador y a la imagen… El cultivo masivo de la imagen no indica siempre un ascenso al plano de la creatividad y plenitud personal, de modo semejante a como el fomento del arte y el deporte no garantizan una buena formación, y el hecho de vivir en un régimen democrático no implica el logro automático de libertad interior. La imagen tiene dos vertientes. Si sólo atendemos a la vertiente sensible, caemos en el vértigo de la curiosidad sensorial. Si nos adentramos en la vertiente metasensible, nos entreveramos con una realidad capaz de encuentro, nos orientamos por la vía plenificante del éxtasis"[651]. La creatividad es la capacidad consciente de generar ideas u objetos originales que incluyen ideas filosóficas hasta obras artísticas. La inteligencia es una combinación práctica de solución de problemas, capacidad verbal y competencia social. Según Piaget, la inteligencia práctica es uno de los datos fundamentales sobre los que descansa la educación activa. La intuición es el acto mediante el cual captamos la realidad ideal de algo, o el tránsito o paso de una idea a otra. A través de ella penetramos en la esencia misma de las cosas, en la esencia misma de la verdad. La intuición es uno de los principales instrumentos del filosofar.

El adolescente, debido a que vive en un mundo de expectativas, "sueña despierto", vive en su universo de fantasías, como una manera aparente de evadir lo real, lo útil, lo práctico. La fantasía es importante para el desarrollo del horizonte pluridimensional del adolescente. Los sicólogos Lois Leiderman y Joel Robert Davitz, destacan la actitud de ensoñación y fantasía de los adolescentes, aclarando que no constituye una "pérdida de tiempo" como lo creen los adultos. "En esos ensueños el joven tal vez prueba distintas metas en el proceso de descubrir la dirección que quiere seguir en su vida adulta. En la fantasía "vive" diversas posibilidades, imaginando lo que sería su vida si optara por esta línea de trabajo o por aquella. Asalta muchas veces a los padres el temor de que ese soñar despiertos de los hijos les reduzca la motivación para realizarse en el mundo de la realidad; pero nosotros hemos encontrado que entre los adolescentes la fantasía más bien opera en el sentido opuesto: el soñar despiertos puede aumentar en lugar de disminuir la motivación para la realización"[652].

El adolescente, por encontrarse frente a un horizonte amplio, abierto e infinito, es una persona ávida del filosofar, por cuanto esta actividad del espíritu le permite encontrarle sentido a su existencia, que en esa edad está expuesta a diversas opciones que le brinda el entorno, las cuales, no necesariamente son las más indicadas para su proyecto de vida buena, ya que entre éstas se encuentran las que lo despersonalizan: drogadicción, alcoholismo, delincuencia, vagancia… "Los adolescentes pueden también verse abocados a tomar decisiones que les afecten para el resto de su vida. ¿Dejar el colegio o seguir en él? ¿Estudiar esto o aquello? ¿Actuar según nuestro propio criterio o contar con la opinión de mucha gente? ¿Empezar a fumar o desecharlo? En cierta medida, este laberinto de alternativas y elecciones es beneficioso, pero puede ser muy problemático, no por causa de su número, sino porque aún seguimos considerando que tales decisiones, una vez tomadas, son irrevocables. Los adolescentes, enfrentados a la necesidad de elegir, pueden decir que "necesitan tiempo para encontrarse a sí mismos", cuando lo que no quieren en realidad es asumir una decisión irrevocable a una edad tan temprana o, de hecho, a ninguna edad. Muchos de los problemas de identidad de los que se quejan los jóvenes son producto de una sociedad que les obliga a aceptar un papel y a interpretarlo durante el resto de sus vidas"[653]. Vale la pena reflexionar sobre la inquietud que nos presenta Eduardo Caballero Calderón: "Millares de jóvenes, por no estar predispuestos intelectualmente para nada determinado tienen disponibilidad para todo. Pueden ser lo que la sociedad o el Estado les sugiera: burócratas, militares, maestros, técnicos, artesanos u obreros. Componen una mayoría que obedece a una voluntad minoritaria, lo cual no los mortifica ni les duele, pues jamás han tenido ni tendrán un pensamiento personal"[654]. El estudiante, con espíritu juvenil, rebozante de alegría (el ambiente de la acción) y optimismo (la palanca omnipotente), gracias al filosofar, abona el terreno fértil donde germinarán nobles y elevados ideales para la lucha y la acción. El joven alumno, tesoro y fuerza, con su entusiasmo y esperanza, como sus altas y fecundas virtudes, debe modelar a su espíritu juvenil con el filosofar como una herramienta para conquistar el dominio del futuro, del porvenir.

La objeción mayor respecto a la enseñanza de la filosofía radica en que pueda enseñarse a pensar. La experiencia y la realidad muestran que lo más importante para la vida de los seres humanos no es enseñable: amar, vivir, decidir, convivir, etc. Le corresponde a cada uno aprenderlo.

A las anteriores y a otras objeciones, a lo largo de este texto se ha tratado de formular los respectivos argumentos para refutarlas, defender y resaltar su importancia en la educación secundaria. Es por eso que a la pregunta que nos ocupa se responde que, además de poderse enseñar a filosofar, se puede enseñar filosofía. "En términos generales, filosofar es un ejercicio de la razón que se apoya sobre el lenguaje natural, para formular las preguntas que le generan problemas al hombre y a cualquier hombre, y, avanzar para intentar resolverlas"[655]. El aludido Gómez Mendoza invita a la escuela a iniciar al estudiante en la filosofía, mediante la reflexión filosófica, es decir, poniéndolo a filosofar. "Lo verdaderamente importante es que nosotros no olvidemos esta sublime actividad y empecemos a orientarnos sabiamente a través de la reflexión filosófica. La misma existencia humana se nos presenta a menudo como un inmenso laberinto cósmico. Laberinto del que es necesario salir de una forma inteligente. Puede que los grandes muros de este laberinto cósmico estén impidiendo percibir una realidad estética y existencialmente mejor que lo que nuestra frágil percepción domesticada por el tedio de la cotidianidad pragmática nos hace ver. Ante estos huidizos horizontes la reflexión filosófica se nos puede presentar como orientadora de vida"[656]. La profesora María Graciela Olaya de Cerón propone que la iniciación debe ser más práctica (activa) que teórica, ejercitando su pensamiento, su reflexión y su juicio, las facultades superiores de una persona. El filosofar le permite encontrar sentido a lo que es, a lo que hace y a lo que posee, o sea al sentido de su vida. El profesor Mario Gómez precisa que no se trata de que el alumno adquiera perfecto dominio de todos y cada uno de los problemas de la filosofía, sino de buscar que, tomando como puntos de partida hechos muy concretos que constituyan para el estudiante verdaderas vivencias, procure profundizar en ellos valiéndose de los grandes temas de la filosofía que pueden contribuir a cumplir los objetivos del curso. "Hay un amplio consenso entre los filósofos en lo que tiene que ver con las finalidades de su enseñanza: hacer emerger la humanidad en el hombre, acceder a la universalidad de la razón, formar el juicio del ciudadano, desarrollar el espíritu crítico, etc."[657].

1.5 ¿Desde dónde filosofar?

Como pueblos en vías de desarrollo, se debe filosofar desde y en perspectiva latinoamericana, teniendo en cuenta que "el filosofar latinoamericano debe definirse como apertura: apertura a la tradición y apertura a la realidad enmarcada por el contexto histórico-cultural a partir del cual se filosofa"[658]. En este sentido, el profesor Hernando Barragán Linares[659]señala que los latinoamericanos estamos construyendo un pensamiento propio, descubriéndonos a nosotros mismos en nuestra personalidad y capacidad a través de la reflexión seria y comprometida de los hechos con su realidad. Buscar la esencia de lo latinoamericano, sus valores, su historia, sus instituciones y su terruño como elementos que han moldeado su espíritu, es hoy un quehacer, un compromiso que no tolera postergaciones de ninguna índole. Estamos frente a circunstancias especiales que nos exigen un examen detenido de nuestro pasado histórico para poder detectar las raíces de un pensar auténticamente latinoamericano.

"Es necesario mirarnos en el espejo para tomar conciencia de que tenemos que hacer filosofía desde nuestra realidad y desde nuestros problemas, y pensando en un futuro común. Ya no basta con estudiar otras filosofías de otras culturas que estudian otros problemas. La "descolonización de nuestra conciencia" es un paso necesario para crear, para proponer, para humanizar.

A través de una crítica sistemática del modelo de desarrollo capitalista podemos encontrar las alternativas para construir nuevos caminos y reconstruir la identidad propia, para dejar de ser instrumentos y pasar a ser un sujeto con conciencia propia de lo que se quiere ser. La educación filosófica al igual que la educación en otros campos del saber no puede seguir siendo inauténtica, es decir, no puede seguir siendo imitación, copia y reproductora de un orden establecido que excluye y mantiene en el atraso.

El esfuerzo tiene que estar encaminado a crear un pensamiento propio, constructivo, liberador de toda forma de dominación. Una filosofía crítica pero que fomente a su vez las sensibilidades para hacernos responsables por el otro, por el que sufre, por todo ser viviente que se encuentre en riesgo, una filosofía del cuidado. La filosofía práctica tiene que proponer, crear, despertar, entusiasmar, tiene que proponerse recobrar la confianza del tejido social. Una filosofía práctica que se plantee problematizar los más diversos desafíos de nuestra realidad, sean estos locales o en relación al sistema mundo"[660].

El filosofar latinoamericano no puede ser sólo juego de conceptos divorciados de nuestra realidad ni repetición de discursos o planteamientos europeos o norteamericanos, así estén de moda. El pensador Leopoldo Zea[661]aclara que no se trata de que no debemos estudiar lo que en otras latitudes se piensa y de que no podamos hacer uso o instrumentalizar en beneficio propio ciertas categorías independientemente de su origen europeo norteamericano. Pero nuestro discurso debe tener acento propio; debe ser distinto, como la realidad de la cual es reflejo y comentario. "La filosofía, especialmente la hispanoamericana, y por supuesto la colombiana, debe regresar a su esencia, a su mismidad, como se ha dicho anteriormente, para lograr encaminarse por el sendero que ha de seguir, como ente intrínseco del hombre, con sus conflictos, problemas y crisis. La filosofía hace parte de nuestro diario vivir, no podemos separarla de nuestro ser, porque ello es imposible; sería como dejar de respirar, abstenerse del aire, pues es ella la que nos oxigena y nos indica cómo superar los conflictos del hombre y su mundo"[662]. En conclusión, Zea señala que el filosofar en este sentido no puede ser mero juego de conceptos desconectados de la realidad que nos toca vivir y mera discusión de discursos foráneos; tiene que ser un quehacer al servicio de la liberación del pueblo latinoamericano.

El mismo Zea[663]respecto a la auténtica filosofía, sin que sea copia del pensamiento de Europa, piensa que se puede filosofar auténticamente desde Latinoamérica, sin desconocer la importancia de la filosofía occidental, pero ésta no será la que dé las respuestas a la problemática nuestra. Ya nos decía Frank Fannon[664]que la humanidad esperaba de nosotros alguna otra cosa que una imitación, algo que sería una caricatura obscena. José Pablo Feinmann[665]plantea que la filosofía europea no les ofrece a los países de la periferia soluciones para su situación concreta. Si las categorías europeas no sirven para interpretar la realidad latinoamericana tampoco sirven para transformarla. "Para nosotros, en efecto, la descolonización de la periferia y la irrupción histórica de los países nuevos implican un suceso inaugural que requiere una conceptualización nueva, que irá, justamente, surgiendo a través de su mismo desarrollo"[666]. Y es aquí donde observamos lo que Hegel denominó como la astucia de la razón, que pone a las pasiones a trabajar para sí, mientras que aquello que desenvuelve su existencia a través de dichas impulsiones tiene que pagar los daños y sufrir las pérdidas. "El hombre nunca cosecha los frutos de su labor; éstos siempre recaen sobre las generaciones futuras. No obstante, sus pasiones e intereses no sucumben; ellos son los objetivos que lo mantienen trabajando al servicio de un poder y un interés superiores"[667].

En concepto de Feinmann, será en la propia filosofía occidental que los latinoamericanos encontremos los instrumentos para captar y aceptar la original de las expresiones de su propio filosofar o razonar… "Se puede filosofar, hacer ciencia, desde una determinada circunstancia que no tiene, ni puede ser la misma de la filosofía europea y occidental… Europa ofrece así el nuevo arsenal de interpretación filosófica, pero no ya la verdad por excelencia que ha de ser buscada y alcanzada por los propios latinoamericanos. Ayuda a plantear y resolver los problemas del hombre de esta América, pero no le da ya la solución misma de esos problemas. Es el hombre, este hombre concreto de Latinoamérica, el que ha de encontrar y dar las respuestas apropiadas… Se parte del propio pasado filosófico, pero también del conocimiento del pasado filosófico europeo, para hacer del mismo instrumento de la propia y original interpretación de una filosofía al servicio de la realidad e historia latinoamericana… Se trata así de una filosofía originaria de Latinoamérica, nacida de su propia problemática; filosofía que no tiene por qué ser mejor o peor que cualquier filosofía. Tampoco se trata de una filosofía opuesta al filosofar europeo-occidental, sino tan sólo de un filosofar distinto, porque distinto es el campo de su preocupación… Filosofar distinto, pero no extraño al filosofar considerado como universal… Un filosofar consciente de esta situación es, por ello, un filosofar del hombre y para el hombre y por ende filosofar, universal. Porque es el hombre, sujeto y objeto, de todo filosofar en que otorga la universalidad"[668].

El pensar latinoamericano, desde la filosofía de la liberación, debe tomar en serio los condicionamientos y la crítica de éstos. "Una filosofía que tome en serio los condicionamientos epistemológicos del pensar mismo, los condicionamientos políticos de un pensar latinoamericano desde la opresión y la dependencia no puede ser sino una filosofía de la liberación… El pensar filosófico que no tome debida cuenta crítica de sus condicionamientos y que no se juegue históricamente en el esclarecimiento y la liberación del pueblo latinoamericano es ahora, pero lo será mucho más en el futuro, un pensar decadente, superfluo, ideológico, encubridor, innecesario"[669].

Con gran fundamento nos dice la Universidad Santo Tomás que los programas de filosofía deben apuntar hacia la articulación e integración del discurso filosófico universal con las experiencias concretas y situadas de una filosofía y pedagogía inculturadas en Colombia y América Latina, con el propósito de profundizar en su significado y finalidades.

A pesar de que Jorge Restrepo Trujillo sostiene que no es posible hablar de filosofía colombiana o iberoamericana, ese filosofar debe enfocarse en la problemática del hombre latinoamericano, específicamente del colombiano, "no sólo como filosofar del y para el hombre latinoamericano y colombiano, sino también, y por ello, como filosofar del hombre y para el hombre. Filosofar concebido como discurso de lo universal pero a partir de nuestras experiencias y situaciones concretas"[670]. Así afirme Restrepo Trujillo que la filosofía es universal, reconoce que por ese mismo motivo le corresponde a cada persona o pueblo incorporarse al crecimiento de lo que adecuadamente es la universalidad de la conciencia. Además de aceptar que esto es posible y obligatorio, constituye una orientación para Colombia y otras sociedades, necesitadas urgentemente de criterios para manejarse por sí mismas.

En Latinoamérica nos preguntamos ¿qué pasa con la enseñanza de la filosofía en la educación media? En ésta "existe la tendencia a considerar como eje transversal de todos los planes de estudio la formación en valores, en actitudes éticas y en procesos de pensamiento, reflexión y crítica"[671]. Por eso se cuestiona si la filosofía se está diluyendo en el conjunto de las asignaturas. En consecuencia, "debe convertirse en eje transversal… que permita integrarlo a todos los aspectos de la vida escolar"[672]. Precisamente en uno de los "manuales" de filosofía de una institución educativa no formal[673]encontramos que "la enseñanza de la filosofía en educación media busca que el joven adquiera unas herramientas conceptuales, metodológicas y teóricas que le permitan a la vez formarse como individuo autónomo, crítico y responsable frente a su contexto, y frente a la realidad general". ¡Qué ideal tan sublime! ¿Será que en la práctica ese "ideal" se cumple?

En el contexto latinoamericano debemos contar con un joven formado filosóficamente para que pueda convivir armónicamente, respetando y tolerando a los demás; con una mentalidad abierta a otros universos, a otras realidades. "Estamos en mora de poner en práctica una nueva cultura de la cooperación internacional multilateral, basada sobre la tolerancia, el respeto por el otro, por su mundo y por la forma de captarlo y de relacionarse con él"[674].

A pesar de que el debate sobre la existencia o no de una filosofía latinoamericana continúa vigente, la verdad es que nuestro continente y específicamente Colombia tiene una realidad propia, concreta, particular, con sus propios problemas. Pero como la filosofía, según Hegel, es hija de su tiempo y de su cultura, debe pensar y repensar los problemas nuestros para que sea una filosofía auténtica, raizalmente situada. Precisamente, por ser raizal la filosofía está lejos del universalismo unívoco, propio de las ciencias, y presenta cierta analogía con otros productos de la cultura: música o literatura, universales a fuerza de ser raizales, tal como lo plantea el profesor Simón Mario Gómez. "Ya que la filosofía es una crítica de los saberes -o, según ciertas corrientes de la filosofía contemporánea, una teoría general de las formas culturales- su impacto sobre las tradiciones culturales es importante… Toda filosofía está impregnada de los valores de la cultura en la cual emerge y se desarrolla… La educación filosófica es siempre una crítica de las culturas. Cuando se pone al servicio de la libertad, no se propone reemplazar unos contenidos éticos, culturales o políticos por otros, sino que ofrece una crítica focalizada y radical de todo corpus cerrado de creencias, de preceptos o de dogmas. Cuando una enseñanza filosófica se reduce a un adoctrinamiento ético, traiciona entonces su función liberadora… Por ello, la enseñanza de la filosofía sigue siendo el campo decisivo de una batalla entre saber formal, con la moralidad libre y abierta que lo acompaña, y saber dogmático, acompañado por un moralismo autoritario. Como lo han señalado varios investigadores, la formación en la filosofía no puede tener otro objetivo que el de una «emancipación que libere al estudiante del saber ilusorio» y una crítica de ese mismo saber"[675].

Si la reflexión filosófica está animada por el horizonte de comprensión, la situación y la experiencia, se debe enseñar a los jóvenes a filosofar en perspectiva latinoamericana, debido a que nuestro horizonte de comprensión y de visión, nuestra situación y nuestra experiencia individual, social e histórica obedecen a una dinámica que genera problemas propios, producto de la realidad y del contexto peculiar de nuestro continente. En consecuencia, la filosofía latinoamericana será aquella que se hace desde nuestra circunstancia peculiar latinoamericana, tal como la concibe Gómez, quien aconseja que para nuestro horizonte, nuestra situación y nuestra experiencia de subdesarrollo, de opresión y de dependencia, el filosofar en perspectiva latinoamericana será aquella que asuma el proceso de cambio y de liberación, de acuerdo a la propia especificidad de la filosofía.

Así mismo, como esas "guías" de "enseñanza" tampoco hacen alusión a pensadores colombianos ni latinoamericanos, surge la necesidad de que el discente, instigado y motivado por el profesor de filosofía, indague por los pensadores "nuestros", los cuales tienen una mirada muy particular de la problemática colombiana y latinoamericana, tomando posiciones, ya sea de acercamiento o de distanciamiento con el pensamiento europeo. Así, de esta manera, podrá "refrescar" la problemática filosófica desde otras cosmovisiones y nuevos fundamentos epistemológicos, sociológicos, ontológicos y antropológicos, toda vez que algunos de los pensadores tradicionales (los que están en todos los manuales de filosofía) son los "ideólogos" de los sistemas sociopolíticos que imperan e imponen sus soterradas formas de dominación.

El estudiante, en aras de fortalecer su espíritu crítico, necesita indagar más allá de lo dado, de lo establecido, y sumergirse en el pensamiento de filósofos "nuevos", contemporáneos, aquellos que la inveterada tradición "pedagógica" ignora o les reserva sólo unos pocos renglones para reseñar su pensamiento en los textos o manuales de filosofía. En estos filósofos también encontrará planteamientos para controvertir, debatir, analizar, refutar, confutar, reflexionar, desmitificar, desinterpretar, reinterpretar, cuestionar, plantear, replantear, disentir; es decir, para aprender a filosofar.

El Ministerio de Educación de Colombia, refiriéndose a la didáctica del filósofo Domingo Araya, señala la necesidad de "una filosofía situada en el contexto de la posmodernidad, sin dogmatismo, abierta y flexible ante los cambios de la ciencia y el arte, la religión y las tradiciones culturales, atenta a la libertad de pensamiento y a la búsqueda y construcción de verdades, que estimule en los estudiantes la capacidad de análisis racional y ponderado, la creatividad y la participación, la discusión y la resolución de conflictos, en un clima de tolerancia y respeto hacia las ideas divergentes"[676]; y, citando al autor agrega que "educar filosóficamente a los jóvenes acarreará beneficios muy grandes, especialmente en aquellas sociedades donde el monólogo ha sustituido al diálogo, donde la exclusión del otro y de lo otro impiden su integración o donde la ausencia de pensamiento crítico hace caer a los individuos anestesiados en la banalidad y en el vacío"[677].

El docente, consciente de que los manuales para la "enseñanza de la filosofía", en su mayoría, no contienen reseñas sobre muchos pensadores del siglo XX, tiene que instar al estudiante para que investigue sobre esos filósofos "desconocidos" para los que diseñan esos textos. Es procedente que indaguen sobre los planteamientos de filósofos como Teodoro Adorno, Max Horkheimer, Karl Popper, Jurgen Habermas, Walter Benjamín, Isaiah Berlin, Ernest Bloch, Maurice Blondel, Rudolf Carnap, Emil Ciorán, Hans Gadamer, José Gaos, Antonio Gramsci, Hanna Ardendt, Simone de Beauvoir, Emmanuel Levinas, Ernst Mach, Karl Otto Apel, Gianni Vattimo, Jacques Derrida, John Rawls, Jean-Fracois Lyotard, Norberto Bobbio, Maurice Blanchot, Toni Negri y muchos otros más, los que, sin dejar de lado las especulaciones ontológicas y metafísicas, propias de sus antecesores (especialmente los pensadores griegos y medievales), centran su quehacer filosófico en la investigación y reflexión de la problemática actual, que va desde la reflexión, análisis y crítica de la razón instrumental, de la política, de la guerra, de los totalitarismos, del capitalismo, del poder, de los medios de información, de la comunicación, de la existencia, del hombre concreto, de la ética, de la ciencia, del arte, del análisis del lenguaje, de los reparos a la cultura occidental y de los cuestionamientos al sistema imperante, entre otros temas de palpitante actualidad, que le sirven al alumno para entender, interpretar y replantear el mundo en que vive. El pensamiento de esto pensadores, poco abundante en abstracciones, podría ser extrapolado a nuestra condición de latinoamericanos que requiere una filosofía para pensar nosotros mismos y repensar la filosofía europea y noreteamericana, de la mano con pensadores de Latinoamérica.

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