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Plan individual de lectura (leer más para leer mejor) (página 6)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

"Vete bajo la ventana donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda para que subas arriba, y si el cordón no alcanzare mis trenzas añadiría".

La fina seda se rompe; la Muerte que allí venía:

"Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida".

( La serrana violadora, Juan Ruiz Pasando yo una mañana el puerto de Malangosto asaltóme una serrana tan pronto asomé mi rostro.

"Desgraciado, ¿dónde andas? ¿Qué buscas o qué demandas por aqueste puerto angosto?" Contesté yo a sus preguntas:

"Me voy para Sotos Albos".

Dijo: "¡El pecado barruntas con esos aires tan bravos! Por aquesta encrucijada que yo tengo bien guardada, no pasan los hombres salvos." Plantóseme en el sendero la sarnosa, ruin y fea, dijo: "¡Por mi fe, escudero!, aquí me quedaré yo queda; hasta que algo me prometas, por mucho que tú arremetas, no pasarás la vereda." Díjele: "¡Por Dios, vaquera, no me estorbes la jornada! Deja libre la carrera; para ti no traje nada." Me repuso: "Entonces torna, por Somosierra trastorna, que aquí no tendrás posada." Y la Chata endiablada, ¡que San Julián la confunda!, arrojóme la cayada y, volteando su honda, dijo afinando el pedrero:

"¡Por el padre verdadero, tú me pagas hoy la ronda!".

Nieve había, granizaba, hablóme la Chata luego y hablando me amenazaba:

"¡Paga o ya verás el juego!" Dije yo: "¡Por Dios, hermosa, deciros quiero una cosa, pero sea junto al fuego!" "Yo te llevaré a mi casa y te mostraré el camino, encenderé fuego el brasa y te daré pan y vino.

Pero ¡a fe!, promete algo y te tendré por hidalgo.

¡Buena mañana te vino!" Yo, con miedo y arrecido, le prometí una garnacha y ofrecí, pra el vestido, un prendedor y una plancha. Dijo: "Yo doy más, amigo, no tengas miedo a la escarcha!" Cogióme fuerte la mano y en su pescuezo la puso; como algún zurrón liviano llevóme la cuesta ayuso. "¡Desgraciado!, no te espantes, que bien te daré que yantes como es en la tierra uso." Me hizo entrar mucha aína en su venta, con enhoto; y me dio hoguera de encina, mucho conejo de Soto, buenas perdices asadas, hogazas mal amasadas y buena carne de choto. De vivo bueno un cuartero, manteca de vacas, mucha, mucho queso de ahumadero, leche, natas y un trucha; después me dijo: "Hadeduro!, comamos de este pan duro, luego haresmos una lucha." Cuando el tiempo fue pasando, fuime desentumeciendo; como me iba calentando así me iba sonriendo.

Observóme la pastora; dijo: "Compañero, ahora creo que voy entendiendo." La vaqueriza, traviesa, dijo: "Luchemos un rato, levántate ya, de priesa; quítate de encima el hato." Por la muñeca me priso, tuve que hacer cuanto quiso, ¡creo que me fue barato! (Coplas por la muerte de su padre, Jorge Manrique (1440-1479) Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se vine la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor.

Y pues vemos lo presente cómo en un punto s"es ido e acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo non venido por pasado.

No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros, medianos e más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos.

( Madrigal, Gutierre de Cetina (1520-1557) Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué, si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquel que os mira, no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos.

¡Ay tormentos rabiosos! Ojos claros, serenos, ya que miráis, miradme al menos.

( Rimas, Gustavo Adolfo Bécquer Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a tus cristales jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres esas… ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán.

Pero aquéllas cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día…

esas… ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar, tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido… desengáñate, así… ¡no te querrán! ( Canción del pirata, José de Espronceda Con diez cañones por banda viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín.

Bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín.

La luna en el mar riela en la lona gime el viento, y alza en blanco movimiento olas de plata y azul; y ve el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente, Estambul.

"Navega, velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor.

Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés, y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra ciegos reye por un palmo más de tierra; que yo tengo aquí por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa, sea cualquiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho y dé pecho a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.

A la voz de ¡"barco viene!" es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar.

Que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer.

En las presas yo divido lo cogido por igual.

Sólo quiero por riqueza la belleza sin rival.

Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.

( Coplas (y otros poemas), Manuel Machado (1874-1947) Si te quise, no lo sé; si me quisiste, tampoco…

Pues… borrón y cuenta nueva:

yo, con otra, y tú, con otro.

Cuando me miras, me matas…

y si no me miras, más:

son puñales que me clavas y los vuelves a sacar.

Por querer a una mujer, un hombre perdió la vida, y aquella mujer perdió…

la diversión que tenía.

De querer a no querer hay un camino muy largo, y todo el mundo lo anda sin saber cómo ni cuando.

Quita una pena otra pena, un dolor otro dolor, un clavo saca otro clavo y un amor quita otro amor.

Cuando me pongo a cantar, me salen, en vez de coplas, las lágrimas de los ojos, los suspiros de la boca.

( El viaje definitivo, Juan R. Jiménez (1881-1958) Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron; y el pueblo se hará nuevo cada año; y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado, mi espíritu errará, nostáljico.

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido…

Y se quedarán los pájaros cantando.

( Lo fatal, Rubén Darío (1867-1916) Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, y más la piedra dura, porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido, y un futuro terror…

Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida, y por la sombra, y por lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber adónde vamos ni de dónde venimos!…

( La casada infiel, Federico García Lorca Y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago y casi por compromiso.

Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua me sonaba en el oído, como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido, y un horizonte de perros ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras, los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quité la corbata.

Ella se quitó el vestido.

yo el cinturón con revólver.

Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas ni sin estribos.

No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena, yo me la llevé al río.

Con el aire se batían las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.

Como un gitano legítimo.

La regalé un costurero grande de raso pajizo, y no quise enamorarme porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río.

( Romance del Duero, Gerardo Diego Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte baja; nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde, la ciudad vuelve la espalda.

No quiere ver en tu espejo su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes entre tus barbas de plata, moliendo con tus romances las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra y los álamos de magia pasas llevando en tus ondas palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú, a la vez quieto y en marcha, cantar siempre el mismo verso pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero, nadie a estar contigo baja, ya nadie quiere atender tu eterna estrofa olvidada, sino los enamorados que preguntan por su almas y siembran en tus espumas palabras de amor, palabras.

( Nanas de la cebolla, Miguel Hernández La cebolla es escarcha cerrada y pobre. Escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla, hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar cebolla y hambre. Una mujer morena resuelta en lunas se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete niño que te traigo la luna cuando es preciso. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa, vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor. Desperté de ser niño: nunca despiertes. Triste llevo la boca: ríete siempre. Siempre en la cuna defendiendo la risa pluma por pluma. Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. Vuela niño en la doble luna del pecho: él, triste de cebolla, tú satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre. ( Educar, Gabriel Celaya Educar es lo mismo que poner un motor a una barca…

hay que medir, pesar, equilibrar…

…y poner todo en marcha.

Pero para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino…

un poco de pirata…

un poco de poeta…

y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar mientras uno trabaja, que ese barco, ese niño irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.

( Vida, José Hierro Después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo.

Después de nada, o después de todo supe que todo no era más que nada.

Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada! Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo! Ahora sé que la nada lo era todo, y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.

(Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva, era la nada.) Qué más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada.

( Sé tú mi límite, José A. Valente Tu cuerpo puede llenar mi vida, como puede tu risa volar el muro opaco de la tristeza.

Una sola palabra tuya quiebra la ciega soledad en mil pedazos.

Si tú acercas tu boca inagotable hasta la mía, bebo sin cesar la raíz de mi propia existencia.

Pero tú ignoras cuánto la cercanía de tu cuerpo me hace vivir o cuánto su distancia me aleja de mí mismo me reduce a la sombra.

Tú estás, ligera y encendida, como una antorcha ardiente en la mitad del mundo.

No te alejes jamás:

los hondos movimientos de tu naturaleza son mi sola ley.

Retenme.

Sé tú mi límite.

Y yo la imagen de mí feliz, que tú me has dado.

( Palabras para Julia, J. A. Goytisolo Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante un mundo ciego.

Te sentirás acorralada, te sentirás perdida o sola, tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto, que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.

Un hombre solo, una mujer…

así tomados de uno son como polvo, no son nada.

Pero cuando te hablo a ti, cuando te escribo estas palabras, pienso también en otros hombres.

Tu destino está en los demás, tu futuro es tu propia vida, tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría tu canción entre las canciones.

Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás como a pesar de los pesares tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección y este mundo tal como es será todo tu patrimonio.

Perdóname, no sé decirte nada más, pero tú comprende que yo aún estoy en el camino.

Y siempre, siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.

( El baúl de Lisboa, Alejandro Duque Amusco Volvía del trabajo a media tarde.

El rutinario oficio daba paso a otro universo libre y poderoso.

El rito comenzaba.

Encendía despacio un cigarrillo en el húmedo cuarto de alquiler, y ante unas cuartillas, en la desoladora mesa del comedor, sentábase a entretener el tiempo.

Allí escribía sin detenerse a penas a pensar en la verdad de aquellos rápidos renglones.

Lo que más le importaba era huir, y aquel singular modo era el suyo.

Quizá nada añadía amenidad al curso de su vida.

Ni los paseos por los bulevares y las lentas callejas, ni la charla ligera en las terrazas de los cafés podían aliviarle de ese peso agotador: el tedio.

El balcón a la calle.

¿Curiosidad? Ninguna. Los mismos tejados, repetidos, con sus gatos enfermos, las mismas aves del cercano puerto, las barcazas y grúas, el mismo laberinto de comercios y gentes bajo la llama oscura de la tarde.

Tarde espaciosa, hueca, igual a tantas otras…

Él no mira. Escribe. El tedio crece.

Es la perfecta trampa de la que nadie sale (no valen contra ella estratagemas).

Él escribe. Escribir es su único consuelo, ágil la mano, el corazón ardiente, los ojos llenos del mayor olvido, esperando de la palabra lo que no da la vida.

( El desayuno, Luis Alberto de Cuenca Me gustas cuando dices tonterías, cuando metes la pata, cuando mientes, cuando te vas de compras con tu madre y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños y me cubres de besos y de tartas, o cuando eres feliz y se te nota, o cuando eres genial con una frase que lo resume todo, o cuando ríes (tu risa es una ducha en el infierno), o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más, tanto que casi no puedo resistir lo que me gustas, cuando, llena de vida, te despiertas y lo primero que haces es decirme:

"Tengo un hambre feroz esta mañana.

Voy a empezar contigo el desayuno".

( Anuncio por palabras, Pedro Casariego Necesito chica que sepa planchar mis labios con los suyos y tende r su ropa eternamente junto a la mía y quitar las manchas de mi c orazón con su mirada yo pondré la mesa y la caricia en su mano de lunas y trataré de andar muy despacio cuando ella no tenga prisa.

(Octubre, 1983) ( Epitafio, Eloy Sánchez Rosillo Detened, caminantes, vuestros pasos.

Sabed que aquí reposa alguien que amara mucho la hermosura del mundo: los árboles, los libros, la música, el verano, las muchachas.

No preguntéis quién fue, ni desde cuándo es ya silencio, olvido de las cosas.

En la tierra que cubre sus despojos plácidamente descansad un rato.

y proseguid después vuestros camino bajo el propicio sol que en su noche os desea.

( Elegía y postal, Ángeles Mora No es fácil cambiar de casa, de costumbres, de amigos, de lunes, de balcón.

Pequeños ritos que nos fueron haciendo como somos, nuestra vieja taberna, cerveza para dos.

Hay cosas que no arrastra el equipaje:

el cielo que levanta una persiana, el olor a tabaco de un deseo, los caminos trillados de nuestro corazón.

No es fácil deshacer las maletas un día en otra lluvia, cambiar sin más de luna, de niebla, de periódico, de voces, de ascensor.

Y salir a una calle que nunca has presentido, con otros gorriones que ya no te preguntan, otros gatos que no saben tu nombre, otros besos que no te ven venir.

No, no es fácil cambiar ahora de llaves.

Y mucho menos fácil, ya sabes, cambiar de amor.

( Breve carta a mis hijos, Enrique Gracia Trinidad Luchad por lo imposible.

lo que es fácil, será y no se merece más que un pequeño esfuerzo.

Vosotros pelead por el milagro, devorad con los ojos el lejano horizonte y que otros miren la quietud que pisan.

Ahorrad las fuerzas mientras todos griten, no forméis parte del tumulto, callad, pensad, soñad; y cuando cese el griterío que se oiga vuestra voz si es necesaria.

( Noche de verano, Juan R. Barat Una vez, siendo niño, le pregunté a mi padre adónde van los hombres cuando mueren.

Era una hermosa noche de verano.

Estábamos sentados a la puerta de la casa en dos sillas de anea y contemplábamos el cielo.

El aire nos traía dulcemente el olor del jazmín.

Mi padre me miró con ojos bondadosos y tras breve silencio me explicó que la muerte no existe y que los hombres acaban transformándose en estrellas que brillan en el cielo.

Cuando me hice mayor y consulté los libros descubrí con sorpresa que la luz de los astros no es eterna, que también su existencia se consume con el paso del tiempo.

Ya hace muchos años que mi padre murió.

Hoy quisiera tenerlo junto a mí, igual que aquella noche, y poder formularle la pregunta obsesiva que me hago al mirar hacia el cielo en mi silla de anea solitaria:

¿adónde van los astros cuando mueren? ( El día de los dones, Pascual García Tenemos el pan y el sueño, la vida está aquí con nosotros, en el mar y en la ventisca de nieve, y en la rosa.

Este es el día de los dones. Gracias por todo. Alguien lo ha dado y es nuestro ahora, refugiados en la casa, a salvo del frío y de las bestias.

Tenemos la vida y estamos juntos y el cielo claro baja hasta nosotros con su ofrenda. Es primavera o invierno, pero está todo aquí, en estas pupilas que verán morir las rosas, y el tiempo las llenará de sombra irremediable como un verdugo, y serán noche, espina y podredumbre, aunque hoy tenemos todo.

Tenemos luz para comer pan, y estamos juntos y damos las gracias.

( Las cosas, Gloria Fuertes La cosas, nuestras cosas, les gusta que las quieran; a mi mesa le gusta que yo apoye los codos, a la silla le gusta que me siente en la silla, a la puerta le gusta que la abra y la cierre como al vino le gusta que lo compre y lo beba, mi lápiz se deshace si lo cojo y escribo, mi armario se estremece si lo abro y me asomo, las sábanas son sábanas cuando me echo sobre ellas y la cama se queja cuando yo me levanto.

¿Qué será de las cosas cuando el hombre se acabe? Como perros las cosas no existen si su amo.

( El amigo verdadero, Manuel del Palacio El amigo verdadero debe ser como la sangre, que acude siempre a la herida sin esperar que la llamen.

Toda la vida corriendo tras de la felicidad.

¡Y a fuerza de correr tanto nos la dejamos atrás! Corazón, no te humille el verme herido.

Es más noble ser carne que ser cuchillo.

( ¡Qué bello es vivir!, Ramón Bascuñana ¡Qué bello es vivir! Madrugar y cortarte la cara al afeitarte.

Desayunar deprisa y corriendo antes de coger el coche y pillar un atasco lo menos de hora y pico.

Y llegar al trabajo –uno de esos trabajos de ocho a tres–, hecho un manojo de nervios o, tanto da, con los nervios a flor de piel, aunque no es primavera.

Regresar al calor del hogar, que para eso pagamos central, a media tarde sin ganas de comer.

Abrir el correo atrasado: facturas, propaganda y… más facturas.

Ojear en el periódico la programación de la noche. A las nueve y media echan ¡Qué bello es vivir! Y pensar que la vida merece la pena.

¡Qué bello es vivir! Madrugar a la fuerza y no cortarte la cara al afeitarte porque no tienes con qué afeitarte.

Salir a la calle, si es que no vives ya en la puta calle y sentarte en un banco o a la puerta de un banco a contemplar cómo se va la vida, cómo se viene la muerte tan callando.

Consultar en un periódico atrasado la sección de ofertas de empleo; o te falta experiencia o te sobran años.

Pedir unas monedas. Comer y cenar a la misma hora. Lo justo para que no se diga que vives del aire o que eres un muerto de hambre.

Acostarte en el portal de cada noche envuelto entre las hojas de un diario que anuncia que a las nueve y media de ayer estaba programada ¡Qué bello es vivir! Y pensar que mañana será otro día.

¡Qué bello es vivir! En el telediario de las nueve en punto, después después de treinta años de servicios prestados y trescientas palizas, un marido asesina a su esposa, paciente y resignada.

¡Qué bello es vivir! En el telediario de las nueve en punto no sé cuántos muertos en no sé qué guerra. Mas qué importa si a la hora prevista y programada proyectan ¡Qué bello es vivir! Y todos tan contentos.

( Que sólo tengo dieciocho años, Carmen Jodrá Que sólo tengo dieciocho años, que me duermo abrazada a un gigantesco Monstruo de las Galletas de peluche y que no quiero sexo ni problemas, sólo estudiar sin demasiado agobio y sacar siempre nueve veinticinco.

Que no quiero saber nada del mundo, ni del amor y mucho menos de ese rollo repollo de las relaciones humanas, sobrehumanas, infrahumanas.

Que lo quiero es quedarme tranquila, dormir mis nueve horas cada noche y que nadie repare en mi existencia.

( El día de tu santo, Jairo Aníbal Niño El día de tu santo te hicieron regalos muy valiosos:

un perfume extranjero, una sortija, un lapicero de oro, unos patines, unos tenis Nike y una bicicleta.

Yo sólo te pude traer, en una caja antigua de color rapé, un montón de semillas de naranjo, de pino, de cedro, de araucaria, de bellísima, de caobo y de amarillo.

Estas semillas son pacientes y esperan su lugar y su tiempo.

Yo no tenía dinero para comprar algo lujoso.

Yo simplemente quise regalarte un bosque.

12. Textos y Notas ( "… ¡Maldición, estamos rodeados! Así es imposible leer, hay que saber demasiadas cosas, hay que amueblar la mente de bidets teóricos, hay que ser experto en demasiadas chorradas –le digo a la desilusionada estudiante de graves rodillas y afanoso bolígrafo. Se han empeñado ellos, los malditos tambores de las cátedras y de los institutos, los avinagrados columnistas de diarios de provincias, los rastreadores de estilos y figuras de la alfombra, los rebuznos de la crítica trascendente y los cuarenta años de incultura franquista, en convertir la lectura de un libro en cualquier cosa menos en un placer, un acto libre y espontáneo, una aventura personal con la imaginación. ¿Quieres un consejo? Tira por la borda ese cuaderno y ese bolígrafo y ponte a leer sobre esas rodillas sojuzgadas de estudiante aplicada, y con ojos infantiles a ser posible, renovada la capacidad de asombro, el sentido de la vida y la imaginación penetrante, otra vez, "La isla del tesoro". Callarán los bobos tambores eruditos y recobrarás el tesoro de leer".

Juan Marsé, La isla del libro y el día del tesoro, "El Periódico", 22-04-79.

( "La lectura es una ventana y también un espejo".

Antonio Muñoz Molina.

( "No, no es por el éxito por lo que hay que leer. Es para vivir más. (…) De todas maneras, no se dejen amedrentar por los que dicen que hay que leer sólo libros importantes. Tengo recuerdos intensos y muy hermosos de libros quizá insulsos, pero que alimentaron largas tardes de excitación".

Umberto Eco. ( "El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir". D. Pennac. ( "Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué. Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa… o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay.

La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros". Michael Ende, La historia interminable.

( "Leer es añadir un cuarto a la casa de la vida".

Bioy Casares. ( "Porque de eso se trata: lo primero que hace la literatura es dilatar nuestra retina, ampliar nuestra capacidad de visión, mostrarnos múltiples maneras nuevas de contemplar las cosas, sacarnos de nuestras casillas y acercarnos a otras formas de vida posibles, a otros modos de amar, de vivir, de sentir. Gracias a la literatura, nuestro mundo mental se ensancha prodigiosamente. Los libros nos permiten emigrar a otros lugares y a otros tiempos, conocer las experiencias, los estados de ánimo, los sueños, las venturas y desventuras en que se forjaron miles de seres humanos –reales o de ficción—de otros ámbitos y tal vez de épocas remotas a los que, salvando las barreras del tiempo y del espacio, podemos acercarnos como a viejos amigos y maestros del vivir. No existe instrumento de comunicación ni vínculo de solidaridad más formidable".

Ricardo Senabre, La lectura necesaria.

( "La literatura es esencialmente soledad. Se escribe en soledad, se lee en soledad y, pese a todo, el acto de la lectura permite una comunicación profunda entre los seres humanos".

Paul Auster.

( "Todo esto viene a significar que la lectura deberá estar en los currículos, con la valoración que merece y necesita, y, por tanto, con su auténtico peso horario.

La mayor parte de las actividades relacionadas con la lectura habrán de hacerse durante la lectura y después de ella. La animación, por lo general, se entiende como previa la lectura.

Y para ello debemos comenzar por plantearnos muy seriamente la devaluación didáctica que supone el hecho de que la lectura sea una actividad para los momentos de ocio (recreos, cuando llueve, alternativa a la clase de religión…) y para los tiempos muertos (cuando se acaba un trabajo se lee), porque entonces el mensaje está claro: la lectura es una cosa de importancia menor, lo verdaderamente importante es lo otro".

Xabier P. Docampo, 2002.

( Piensa y reflexiona _________________________________________________________________________________________ PLAN INDIVIDUAL DE LECTURA (PIL) LEER MÁS PARA LEER MEJOR

Enviado por: Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®

www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias

Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®

 

 

 

Autor:

Julián Montesinos Ruiz.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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