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¿Se ha perdido la confianza en la economía de mercado en los países avanzados? Desigualdad y falta de oportunidades




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Monografía destacada

  1. Los europeos son ahora más críticos con la economía de mercado
  2. Una montaña de deuda mundial amenaza con derrumbarse sobre la economía
  3. El asalto a la ilusión: nunca antes tan pocos habían engañado a tantos durante tanto tiempo (una "libertad de mercado" que jamás existió)
  4. (Febrero 2015) El eclipse de la razón (?y la ignorancia obstinada es ideología)
  5. Cuentas y cuentos: no están todos los que son? pero sí, son todos los que están
  6. Vamos, total, al fin "nada" es cierto (aria di bravura)
  7. Anexos

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Los europeos son ahora más críticos con la economía de mercado

En 2007, antes de la crisis, la sociedad europea era una de las que más confiaba en la economía de mercado. Según un estudio de Pew Research Center realizado en el año 2014 el 45% de los ciudadanos rechaza este sistema, siendo España el país más crítico con el capitalismo, por encima de otros estados europeos también castigados, como Grecia o Italia.

"El divorcio entre las élites y la ciudadanía en el ámbito institucional se ha traducido también en una revolución en los hábitos de compra"…

"El consumidor se ha vuelto contestatario… Es más activo, más exigente con las marcas. Como, gracias a las redes sociales, tiene más información y conoce lo que hacen las compañías, se ha vuelto más vigilante"…

"La sociedad ha adquirido una mayor cultura de información sobre asuntos que antes le eran ajenos… El consumo se ha adaptado a la situación económica. Los compradores son más cautos, escépticos y críticos. Tratan de entender los fenómenos políticos y económicos que están ocurriendo a su alrededor para adecuar su situación económica y familiar a los mismos"…

Esta subversión comercial "sí está más presente entre quienes consideran que la crisis les ha empobrecido que entre los que dicen que su posición no ha variado"…

El ciudadano tampoco se ha vuelto más apático, sino que "está más activo que nunca. Se aleja de las grandes corporaciones, pero busca soluciones en forma de trueque o consumo colaborativo"…

Son las compañías que han "incurrido en malas prácticas empresariales", las que se constituyeron en la era analógica "y no han sabido adaptarse a las demandas de los consumidores", las más penalizadas y juzgadas. Se salvan las nacidas en la era digital porque "están más protegidas, tienen un discurso que llega mejor y se las juzga con otros estándares"… (Vozpópuli – 27/1/15) (elmundo.es – 15/2/15)

Esto ocurre, porque estos usuarios críticos con la economía de mercado han modificado también su escala de valores. Ya no aprecian a las empresas por lo que ofrecen sino también por el rol que desempeñan en la sociedad. Uno de cada cuatro encuestados cree que no es suficiente con hacer buenos productos, sino que hay que ir más allá. Hoy el consumidor exige a una marca que también tenga un comportamiento ético. Examina su papel en la sociedad, premia a las empresas que se comportan bien y penaliza a las que tienen prácticas negativas. Es algo que va más allá de la Responsabilidad Social Corporativa. El nivel de exigencia es mayor…

La crisis económica ha disparado la aversión de los españoles ante muchas grandes empresas y multinacionales. Un significativo porcentaje de los ciudadanos siente rechazo por las grandes corporaciones a raíz de la crisis económica, pero muy especialmente aquellos que se han empobrecido, o que consideran que han bajado en su clase social desde 2008.

El rechazo a las grandes empresas es incipiente porque es nuevo, pero nace como algo grande y detrás de él no hay cuatro radicales o antisistema. El "consumidor rebelde" no es necesariamente un radical. Su mayor incidencia se produce en el centro del espectro político. Puede ser rebelde por dos motivos: por necesidad, es aquel se rebela porque la crisis le ha puesto en una situación muy dura; y por ética, el que no se ha visto azotado por la crisis pero se solidariza con los ciudadanos o se rebela por la situación que vive su país. El consumidor rebelde es especialmente sensible ante las buenas o malas prácticas. No juzga tanto a las empresas por la calidad de sus productos y servicios sino por cómo se comportan en sociedad, el compromiso que mantienen con ella. Y amenazan con abandonar a las marcas legendarias que no sepan reaccionar a tiempo.

Aunque los hay más a la izquierda, el consumidor rebelde no es un fenómeno de radicales. Más bien al contrario, hay un porcentaje por encima de la media en el centro, entre los ciudadanos moderados. Es transversal en términos ideológicos. Lo realmente importante es su situación económica.

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No sorprende saber que el sector financiero (banca y seguros, con mayor importancia de la primera) es el más rechazado por los ciudadanos encuestados. Un alto porcentaje lo ve con malos ojos, consecuencia implacable de años de rescates financieros, de sueldos astronómicos, de indemnizaciones autoimpuestas y de muchas tropelías más cometidos por los bancos. En términos generales, hay una división entre las empresas analógicas que están mal vistas y las de la sociedad digital, porque se adaptan mejor en términos de comunicación a las exigencias de esta sociedad, que son muy elevadas. Las empresas nuevas (el estudio no nos señala quienes son aunque lo podemos intuir: Google, Facebook, Amazon…) se mueven mejor y se protegen mejor.

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Luego, en el Anexo I, se reproducen partes del Informe: Emerging and developing economies much more optimistic than rich countries about the future (Global views on opportunity and inequality) – Pew Research Center – October 2014.

Una montaña de deuda mundial amenaza con derrumbarse sobre la economía

"El monto total de deuda en el mundo ha alcanzado niveles históricos. Y es que hasta países que en las últimas décadas habían destacado por su bajo nivel de endeudamiento, como es el caso de China, ahora presentan endeudamientos similares al de EEUU (una de las economías más endeudadas). Los elevados niveles de deuda convierten a los agentes económicos (familias, empresas y gobiernos) en dependientes de los mercados financieros, por lo que una "chispa" podría prender una nueva crisis, según publica el Instituto McKinsey"… (El Economista – 5/2/15)

"Siete años después de que estallara la burbuja crediticia en algunos de los países más ricos del planeta, desatando con ello la peor crisis desde la Gran Depresión de los años 30, el nivel de endeudamiento, lejos de reducirse, ha seguido aumentando debido, sobre todo, al brutal incremento de la deuda pública. Y ello, gracias, en gran medida, a los inéditos estímulos monetarios y a la política de bajos tipos de interés que han impuesto los grandes bancos centrales"… (Libertad Digital – 10/2/15)

El mundo está más endeudado que en 2007. La deuda total sube 57 billones de dólares, hasta alcanzar el 286% del PIB.

La deuda total que acumulan las principales economías del mundo no ha dejado de crecer desde que comenzó la crisis financiera internacional, a mediados de 2007. El mundo está más endeudado que en 2007. La deuda total sube 57 billones de dólares, hasta alcanzar el 286% del PIB.

Siete años después de que estallara la burbuja crediticia en algunos de los países más ricos del planeta, desatando con ello la peor crisis desde la Gran Depresión de los años 30, el nivel de endeudamiento, lejos de reducirse, ha seguido aumentando debido, sobre todo, al brutal incremento de la deuda pública. Y ello, gracias, en gran medida, a los inéditos estímulos monetarios y a la política de bajos tipos de interés que han impuesto los grandes bancos centrales.

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Evolución de la deuda global

Tal y como desvela el reciente informe elaborado por McKinsey Global Institute, en el que se analiza un total de 47 países, la deuda global se situaba en 142 billones de dólares a finales de 2007, equivalente al 269% del PIB, pero a mediados de 2014 esta cifra ascendía ya a 199 billones (a precios constantes de 2013), el 286% del PIB.

Así pues, el endeudamiento mundial ha crecido en 57 billones de dólares durante la crisis, un 40% más respecto a 2007 y 17 puntos extra sobre el PIB. "Esto plantea nuevos riesgos para la estabilidad financiera y puede socavar el crecimiento económico global", advierte el informe.

La inmensa mayoría de países analizados se han apalancado aún más, siendo Irlanda, Singapur, Grecia, Portugal, China y España los países que más han aumentado su deuda total.

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Apalancamiento y desapalancamiento desde 2007

Dicho incremento se concentra, sobre todo, en deuda pública (25 billones adicionales), tras subir a un ritmo del 9,3% anual, y en empresas no financieras (18 billones extra), creciendo al 5,9% desde 2007. En este sentido, la firma alerta de que la deuda pública es "insosteniblemente alta en algunos países".

Por un lado, el aumento del gasto público, a través de los distintos planes de "estímulo" fiscal aprobados durante los primeros compases de la crisis, junto a los graves efectos de la recesión, han disparado el endeudamiento de los estados, especialmente en las economías más avanzadas (19 billones extra).

Como consecuencia, la deuda pública en los países ricos ha pasado del 69% del PIB (tomando como base el año 2000) al 104% durante la crisis, 35 puntos extra, mientras que la deuda privada de familias y empresas apenas ha bajado desde el 158% al 156% del PIB.

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Deuda pública y privada en países ricos

El problema, además, es que esta ratio seguirá creciendo hasta 2019, según las proyecciones que recoge el estudio. En España, por ejemplo, subirá del 132% actual hasta el 162% del PIB en el próximo lustro.

El desafío para estos países será cómo reducir estos elevados niveles de deuda estatal. De hecho, para los seis países con mayor endeudamiento público -entre los que se encuentra España-, completar ese necesario proceso de desapalancamiento requerirá "inverosímiles aumentos en el crecimiento del PIB o extremadamente profundos ajustes fiscales", advierte la entidad.

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Proyección de deuda pública entre 2014 y 2019

La siguiente tabla refleja la clasificación de países según su nivel de deuda total, incluyendo la evolución (aumento o descenso) que ha registrado en endeudamiento de estados, familias y empresas (financieras y no financieras) a lo largo de la crisis. Japón encabeza la lista, con una deuda del 400% del PIB, seguido de Irlanda, Singapur, Portugal, Bélgica, Holanda, Grecia, España, Dinamarca y Grecia.

En el caso concreto de España, la deuda total asciende al 313% del PIB, 72 puntos más que en 2007. Y la razón de dicho incremento estriba, exclusivamente, en la subida de la deuda pública (+92 puntos), anulando con ello el esfuerzo que han realizado familias (-6 puntos) y empresas (-14 puntos del PIB) para desapalancarse durante los últimos siete años.

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Para concluir, el estudio vuelve a destacar los peligros de padecer un endeudamiento elevado: "Las economías avanzadas poseen un nivel de endeudamiento demasiado elevado, que podría afectar al crecimiento futuro y ser la "chispa" que prenda nuevas crisis financieras y vulnerabilidades".

Además, los elevados niveles de deuda complica más la labor de los bancos centrales. Cuanto estas instituciones monetarias intenten normalizar sus políticas será muy complicado no trastornar y distorsionar la economía real. Un buen ejemplo se podrá observar cuando la Reserva Federal decida elevar los tipos de interés se podría ver como "los altos niveles de endeudamiento son un signo de los problemas estructurales".

Luego, en el Anexo II, se reproducen partes del Informe: Debt and (not much) deleveraging – MacKinsey Global Institute – February 2015.

El asalto a la ilusión: nunca antes tan pocos habían engañado a tantos durante tanto tiempo (una "libertad de mercado" que jamás existió)

¿Por qué los ciudadanos de los países avanzados, que se las prometían tan felices, hasta que estalló la crisis de las hipotecas sub-prime, ya no creen en la economía de mercado?

Se le exigió al mundo entero que cambiara su modo de vida en base a la fantástica invención de un grupo de políticos con ansias de "salvar" a la humanidad de una imaginaria catástrofe económica. Decían tener la Verdad en sus manos (en general, aconsejo a mis amigos que confíen siempre en quienes están buscando la verdad, pero desconfíen siempre de aquellos que dicen haberla encontrado).

Aseguraban que la desregulación, la privatización y el libre movimiento de capitales, servicios y mercancías (el de personas, nunca llegó, ni se lo espera) harían entrar a la humanidad en una era de progreso exponencial y continuado, como nunca se había vivido. Y además, desaparecerían los ciclos económicos (¿verdad, grandes bonetes del FMI?). Algunos profetas, hasta llegaron a proclamar el "fin de la Historia" (¿verdad, Profesor Fukuyama?).

"La globalización igualará el terreno de juego… la Tierra es plana… los Gobiernos y sus normas para el mundo laboral han perdido importancia… en marcha hacia una nueva civilización… contratamos a nuestra gente por ordenador, trabajan en el ordenador y son despedidas también por el ordenador"… Para los creadores de estas "genialidades" (dogmas, mantras), la visión de un ejército de parados, inimaginable hasta entonces, era una obviedad.

Ninguno de los altamente remunerados creadores de estos paradigmas (de los sectores de futuro y países de futuro) creía en la existencia de suficientes puestos de trabajo, decentemente pagados, en los tecnológicamente costosos mercados en crecimiento de los que hasta entonces fueron países del bienestar… no importa en qué sector.

"Los pragmáticos del "turbo capitalismo" reducen el futuro a un par de números y un concepto: "20 a 80" y tittytainment"…, decían Hans-Peter Martin y Harald Schumann, en su libro La trampa de la globalización – Taurus 1998), y además, reseñaban:

(Las escenas que siguen corresponden a una reunión mantenida por 500 políticos de primera línea, líderes económicos y científicos de los cinco continentes, efectuada en el año 1995 en el Hotel Fairmont de San Francisco, EEUU)

"En el próximo siglo (XXI), el 20% de la población activa bastará para mantener en marcha la economía mundial. No se necesitará más fuerza de trabajo…

Una quinta parte de todos los que buscan trabajo bastará para producir todas las mercancías y aportar las valiosas prestaciones de servicios que la sociedad mundial pueda permitirse. Ese 20% participará, por tanto, activamente en la vida, el beneficio y el consumo, no importa en qué país. Se puede añadir a ellos un 1 o un 2%, admiten los participantes en el debate, por ejemplo contando con los herederos acomodados.

¿Y los demás? ¿El 80% de los dispuestos a trabajar que no tengan trabajo? "Sin duda", dice el escritor norteamericano Jeremy Rifkin, autor del libro "El fin del trabajo", "el 80% tendrá grandes problemas"…

El esbozo de un nuevo orden social: países ricos sin una clase media digna de mención… En el futuro, la cuestión será "to have lunch or be lunch" (comer o ser comido)…

La expresión "tittytainment" (que ha hecho famosa Zbigniew Brzezinski, consejero de seguridad Nacional del presidente norteamericano Jimmy Carter y que desde entonces se dedica a cuestiones de geoestrategia), es una combinación de "entertainment" y "titis" (entretenimiento aturdidor y alimentación suficiente).

En marcha hacia una nueva civilización. El modelo del mundo del futuro sigue la fórmula 20 a 80. Se perfila una sociedad de una quinta parte, en la que los excluidos tendrán que ser calmados con "tittytainment". ¿Es esto una exageración desmedida?"…

Esa es la sociedad que hoy se está construyendo por encargo. Se les proporciona Ritalin, se les da una X-box con juegos de violencia e insinuaciones sexuales, mientras Facebook, You Tube, Twitter y los "sms" hacen el resto (a veces con la "inapreciable" colaboración del alcohol y las drogas). Zombis felices… Todos en la "nube"…

¿Por qué quiere alguien deliberadamente una sociedad idiotizada? Por una parte es mucho más fácil de controlar a alguien que no tiene conciencia de lo que sucede a su alrededor. Se ofrece fútbol (u otros deportes) cinco noches a la semana para mantener a todos ocupados mientras que el saqueo de su riqueza continúa convenciéndoles que hacer hamburguesas en McDonald"s cobrando el salario mínimo es "empleo".

Hay quien busca explicaciones más rocambolescas que aseguran que un movimiento sin precedentes como éste en tiempos sin precedentes como éstos puede llevar a una conclusión sin precedentes.

La Gran Recesión aceleró una tendencia que comenzó hacía tres décadas: deslocalización al extranjero, automatización del trabajo, conversión de empleos a jornada completa en temporales y contratas, debilitamiento de los sindicatos y obtención de reducciones de salarios y prestaciones de los trabajadores actuales. Internet y la informática lo han hecho más fácil.

La economía de EEUU es el doble de lo que era en 1980 mientras que el salario medio real apenas se ha movido. La mayor parte de los beneficios del crecimiento ha ido a parar a los niveles altos. A finales de los 70, el 1 por ciento de los estadounidenses más ricos cobraba el 9 por ciento de los ingresos totales. A principios de la Gran Recesión, esa cifra sobrepasaba el 23 por ciento. La riqueza está más concentrada.

Ése es el meollo del problema. La mayoría de estadounidenses ya no tiene el poder de compra suficiente como para que la economía vuelva a andar. Cuando estalló la burbuja de la deuda, se quedaron encallados.

Los beneficios empresariales están en alza, pero los empleos y salarios siguen estancados.

Las personas con activos financieros o cuyo talento es tenido en cuenta por las grandes corporaciones están disfrutando de una fuerte recuperación. Mientras tanto, la mayoría de los estadounidenses se esfuerza por ir tirando.

Las empresas no tienen la culpa, pues su objetivo es obtener beneficios. Ni tampoco es culpa de los ricos, que sólo han jugado según las reglas. El problema es que hay que cambiarlas.

Un futuro sin trabajo o con contratos basura para la mayoría de los estadounidenses es insostenible, también para las propias empresas del país, cuya rentabilidad a largo plazo depende del resurgimiento de la demanda nacional.

La solución es ofrecer al americano medio un trato económico mejor. Por lo tanto, deberíamos aceptar que los países puedan propugnar reglas nacionales -políticas fiscales, regulaciones financieras, normas laborales o leyes de salud y seguridad de los consumidores- y que puedan hacerlo levantando barreras en la frontera si fuera necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las prácticas domésticas que cuentan con un amplio respaldo popular. Si los impulsores de la globalización tienen razón, el clamor por protección no cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están equivocados, habrá una válvula de seguridad destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de economías abiertas frente a los réditos derivados de implementar regulaciones domésticas- sean escuchados de manera apropiada en los debates públicos.

(Si el lector desea cambiar el término EEUU por el de Unión Europea, todo parecido con la realidad no será mera coincidencia)

En el Paper: El día que Smith "lloró" (Economía de intoxicación), publicado en mayo de 2004, decía:-5-20046-5-2004

Al cielo del establishment no vamos todos. Aunque el ilusionario liberal sostenga que la globalización económica uniforma, los resultados alcanzados demuestran que sólo unifica.

Al margen de la globalización están el ser humano, el medio ambiente, la democracia, la cultura, la verdad.

Una economía entrenada para matar, actúa como si fuéramos los últimos.

El mito global sólo nos empuja a la era de la melancolía.

El modelo de la codicia se balancea entre la ira y la avaricia, mientras la aldea global es sólo una esperanza ingenua.

Los "cínicos" modelos económicos nos establecen en una confortable irrealidad. En esas "fábulas" económicas nos dicen que dejando "obrar" al mercado se aplican más efectivamente los recursos, se incrementan los beneficios, y se distribuyen mejor las riquezas. Un mercado sin ley, abandonado a su capricho especulativo y superior a toda normativa nacional o internacional.

Nada se dice de la generación de inestabilidad, de las crisis internacionales y de las desigualdades crecientes. Nada se dice sobre la distancia creciente entre espacio económico y control político.

Los "puristas" del librecambio nos aplastan con el "rodillo" económico y nos imponen un "darwinismo" económico cainita y fatal.

La liberalización, la financierización, la desregulación y la privatización castigan a la sociedad, avasallan la dignidad humana, amenazan el hábitat, debilitan progresivamente la autoridad gubernamental, y provocan el crepúsculo de la piedad.

Esta economía de casino, este dinero que se ha vuelto loco, en el que la gran mayoría somos jugadores involuntarios incluyen en su "modelo" más volatilidad, más incertidumbre, y más inquietud.

El mercado no puede calibrar el futuro porque es corto de vista por naturaleza. No sólo en razón de que su mirada se extiende hacia horizontes necesariamente cortos, sino porque carece de aptitudes y de la lógica para incorporar problemas distintos a los de su propia naturaleza y para moderar sus excesos.

Los países occidentales mantienen Estados poderosos con un alto nivel de intervencionismo. Casi cualquier componente dinámico de sus economías, incluida la (ex) famosa Nueva Economía, viene del sector estatal (Internet…MIT…Pentágono…). Mire donde se mire hay un enorme sector estatal que obliga al público a asumir los riesgos y a pagar el costo y que, si funciona, se lo entrega al poder privado. Esa es la razón fundamental para entender porque el Primer y el Tercer mundo se han distanciado tanto.

¿Puede la competencia gobernar el planeta? ¿Es la competencia el mejor instrumento para enfrentarse a escala mundial a los cada vez más grandes problemas ambientales, demográficos, económicos y sociales?

En nombre de la flexibilización y la competitividad se somete al hombre al drama individual de la pérdida de trabajo, de la precariedad, de la baja de salarios y al drama cotidiano de la pérdida del estado del bienestar.

La globalización aumenta el temor a un posible conflicto mundial entre el decreciente número de los "poseedores", "los ricos", o "los dominadores", y la creciente masa de "los desposeídos", "los miserables" y "los marginados".

Resulta chocante la divergencia entre el fuerte proceso de globalización económica en el plano de las finanzas y la empresa, y el carácter explosivo de la mayoría de los problemas sociales, económicos, medioambientales, y políticos, que conocen los países y regiones del mundo.

¿Qué tan lejos puede llegar la desigualdad antes que el sistema se derrumbe?

El presente trabajo intenta (veremos si lo logra) someter ciertos principios económicos a la prueba de la realidad. Discutir a quienes, en nombre del pragmatismo, defienden la incoherencia, las contradicciones y, en general, la ausencia de un sistema de valores.

El pragmatismo no es la negación del pensamiento o la ética. No se trata de "matar los principios", tal vez -en todo caso- hacer del pragmatismo una "teoría de la verdad". Un método para identificar la veracidad de cada principio: analizar -antes que su bondad en abstracto- los efectos que produce en la práctica.

Comenzamos citando algunos párrafos significativos del libro "Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones", publicado por Adam Smith en 1776:

– Durante un período de progreso -o sea mientras la sociedad avanza hacia ulteriores incrementos de riqueza- más bien que en el otro en que la sociedad alcanzó el máximo de las asequibles, es cuando la situación del obrero pobre -es decir, de la gran masa de la población- se revela como más feliz y confortable. Por el contrario la situación de ese obrero es dura en el estado estacionario y miserable en el decadente. El progresivo es, en realidad, un estado feliz y lisonjero para todas las clases de la sociedad: el estacionario, triste y el decadente melancólico.

– Los principales inconvenientes de la sociedad económica en que vivimos son su incapacidad para procurar la ocupación plena y su arbitraria y desigual distribución de riqueza y de ingresos.

– El empleo más conveniente para cualquier capital de una nación es aquel que mantiene dentro del país a que pertenece mayor cantidad de trabajo productivo, y que más aumenta el producto de la tierra y del trabajo del país.

El hombre ha de vivir de su trabajo y los salarios han de ser, por lo menos, lo suficientemente elevados para mantenerlo… (a él y a su familia)… La demanda de quienes viven de su salario no se puede aumentar sino en proporción al incremento de los capitales que se destinan al pago de dichas remuneraciones. En consecuencia, la demanda de mano de obra asalariada aumenta necesariamente con el incremento del ingreso y del capital de las naciones y no puede aumentar sino en ese caso.

– Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables.

– Los pobres para conseguir el alimento, se afanan por satisfacer esos caprichos de los ricos, y en el afán de garantizarles tales satisfacciones, rivalizan en la baratura y perfección de su labor.

– Los intereses de quienes trafican en ciertos ramos del comercio o de las manufacturas, en algunos respectos, no sólo son diferentes, sino por completo opuestos al bien público.

– Todo para mí y nada para los demás: tal parece haber sido, en todas las edades, la máxima vil del poderoso.

– La subsistencia del trabajador, o el precio real del trabajo, cambia mucho según las diversas circunstancias: es más abundante en la sociedad progresiva que en otra estacionaria, y en ésta que en un pueblo decadente.

– Los beneficios elevados tienden a aumentar mucho más el precio de la obra que los salarios altos. En el aumento del precio de las mercancías el alza de los salarios opera del mismo modo que el interés simple en el acumulado de las deudas, mientras la elevación del beneficio actúa como el interés simple.

– Parece, pues, que la proporción entre capital y renta es la que regula en todas partes la relación que existe entre ociosidad e industria. Donde predomina el capital, prevalece la actividad económica; donde prevalece la renta, predomina la ociosidad. Los capitales aumentan con la sobriedad y la parsimonia, y disminuyen con la prodigalidad y la disipación.

– Cuando el hombre goza seguro los frutos de su trabajo, se esfuerza naturalmente en mejorar su condición y adquirir, no sólo lo necesario, sino las comodidades y refinamientos de la vida.

– Los comerciantes ingleses se quejan frecuentemente del alto precio de los salarios del trabajo en su país, suponiendo que ese elevado precio es la causa de que no puedan venderse sus manufacturas tan baratas como las venden otras naciones en países extranjeros; pero guardan silencio acerca de los elevados beneficios que arrojan sus capitales. Se quejan de las extraordinarias ganancias ajenas, pero rodean de silencio las propias. En muchos casos los elevados beneficios del capital británico pueden contribuir tanto a encarecer el precio de las mercancías, como el precio exorbitante de los salarios y aún mucho más.

– La recompensa liberal del trabajo, al facilitar a los trabajadores una mejor manera de atender a sus hijos, subdividiendo a la crianza, de un mayor número, de ellos, tiende de una manera natural a extender y ampliar aquellos límites… (se refiere a la riqueza de un país).

– El monopolio hace que sean menos abundantes de lo que serían, de no existir, todas las fuentes originarias de renta: los salarios del trabajo, la renta de la tierra y los beneficios del capital. Al fomentar el interés de cierta clase de personas, perjudica los intereses de todos los demás habitantes del país y de todos los ciudadanos de otras naciones.

– En los diferentes empleos de capital la tasa ordinaria del beneficio varía según la certeza o la incertidumbre de la ganancia… Rara vez se acumulan grandes fortunas, ni aún en las ciudades populosas en un determinado ramo de la industria conocido y admirado de una manera regular, como no sea a fuerza de una larga y laboriosa vida de frugalidad y de atención. A veces se hacen fortunas rápidas en estos lugares en lo que se llama negocios de especulación. Mas el comerciante de esta condición no ejerce una actividad determinada, regular y estable. Si el patrono es recatado y sobrio, los operarios que emplea, naturalmente lo serán también; pero si el dueño es gastador y pródigo, el criado, que norma su conducta por el modelo del amo, no podrá menos que seguir el ejemplo de él.

– Fundar un gran imperio con el único fin de crear un pueblo inmenso de clientes parece, a primera vista, un ideal sólo adecuado a una nación de tenderos.

– Nunca resultaría la atención del gobierno tan innecesaria como cuando se empeñase en velar sobre el aumento y la disminución de la cantidad de moneda del país.

– En definitiva, no se desea el dinero por el dinero mismo, sino por lo que con él se puede comprar.

– El capital que se emplea en el comercio interior de cualquier país dará regularmente más estímulo y sustento al trabajo productivo de la nación, aumentando también el valor del producto anual de la nación, mucho más que otro igual empleado en el comercio extranjero con artículos para el consumo doméstico, y el capital empleado en este último traerá ambos respectos más ventajas que otro de igual cuantía empleado en el comercio de tránsito.

– El beneficio principal del comercio exterior no radica en la importación de oro y plata, sino en la traslación del producto excedente para el cual no existe demanda, trayendo en cambio hasta el propio país artículos para los cuales esa demanda existe.

– Cuando un país extranjero nos puede ofrecer una mercancía en condiciones más baratas que nosotros podemos hacerla, será mejor comprarla que producirla, dando por ella parte del producto de nuestra propia actividad económica, y dejando a esta emplearse en aquellos ramos en que saque ventaja al extranjero… Pero hay dos casos principales en los cuales puede ser ventajoso, por regla general, establecer algún gravamen sobre los géneros extranjeros para fomentar la industria de un país. El primero, cuando cierto ramo de la industria es necesario para la defensa del territorio. El segundo se presenta cuando en el interior del reino existe algún impuesto sobre los productos indígenas (manufactura doméstica).

– Un comercio que se fuerza con primas y monopolios puede ser, y es por lo común, perjudicial para el país que lo establece.

– Ningún país se ha arruinado por una balanza mercantil desfavorable y los que negocian en su comercio con la mayor libertad han sido los que más se han enriquecido con el comercio exterior. La prosperidad y la decadencia dependen de la balanza o equilibrio entre producción y consumo, que es muy diferente de la balanza mercantil, y puede estar constantemente a favor de una nación aunque su balanza comercial sea desfavorable.

– Si una manufactura se considera necesaria para la defensa de la sociedad, no es arbitrio prudente dejar que dependa de los extranjeros, y si no pudiera sostenerse de otro modo como empresa del país, no sería contrario a la razón el establecimiento de un gravamen sobre todas las demás manufacturas, para sostenerla.

– La riqueza de una nación vecina, aunque suele ser peligrosa en la guerra y en la política, es ciertamente ventajosa para el comercio. Si todas las naciones siguiesen el sistema liberal de una libre importación y exportación, los distintos estados en que está dividido un gran continente se asemejarían a las diversas provincias de un imperio.

– Una libertad ilimitada en materia de exportación de granos puede ser muy peligroso, pero nunca lo es tanto en los grandes estados como en los pequeños, porque siendo en los primeros mucho mayores las cosechas, raras veces el abasto puede verse afectado de una manera apreciable por algunas cantidades de grano que puedan ser exportadas.

– Los tratados de comercio son ventajosos para la nación favorecida, pero desventajosos para el país que favorece.

– Perjudicar los intereses de cierta clase particular de ciudadanos con el sólo objeto de fomentar los de otra, es una norma contraria a la justicia y a la equidad, que todo gobierno debe tener en cuenta.

– El consumo es la finalidad exclusiva de la producción, y únicamente se deberá fomentar el interés de los productores cuando ello coadyuve a promover el del consumidor.

– No es difícil averiguar quiénes han sido los inventores de todo el sistema mercantil. No fueron los consumidores, cuyos intereses se olvidaron por completo, sino los productores, cuyos intereses se favorecieron con tanta diligencia. Y entre estos, nuestros comerciantes y manufactureros han sido los principales artífices de ese invento.

– La elevación del cambio extranjero produce los mismos efectos que el establecimiento de un impuesto y, al elevar el precio de los géneros extranjeros, disminuye su consumo.

– Un cambio favorable con un país particular, no prueba la existencia de una balanza favorable con dicho país.

– El alza en la denominación de la moneda ha sido un expediente muy frecuente y común para disfrazar la bancarrota del estado con el nombre de un pretendido pago.

– La bancarrota es siempre el resultado final de una gran acumulación de deudas. La elevación de la moneda ha sido el método usual para disfrazar la bancarrota, aunque tal expediente tiene consecuencias peores que en la bancarrota abierta.

– El interés del comerciante consiste siempre en ampliar el mercado y restringir la competencia. Toda proposición de una ley nueva o de un reglamento de comercio, que proceda de esta clase de personas, deberá analizarse siempre con la mayor desconfianza y nunca deberá adoptarse como no sea después de un largo y minucioso examen, llevado a cabo con la atención más escrupulosa a la par de desconfiada.

– La economía política, considerada como uno de los ramos de la ciencia del legislador o del estadista, se propone dos objetivos distintos: el primero, suministrar al pueblo un abundante ingreso o subsistencia, o, hablando con más propiedad, habilitar a sus individuos y ponerlos en condiciones de lograr por sí mismos las cosas; el segundo proveer al estado o república de rentas suficientes para los servicios públicos. Procura realizar pues ambos fines, o sea enriquecer al soberano y al pueblo.

– El gobernante que intentase dirigir a los particulares respecto de la forma de emplear sus respectivos capitales, tomaría a su cargo una empresa imposible, y se arrogaría una autoridad que no puede confiarse ni a una persona, ni a un senado o consejo, y nunca sería más peligroso ese empeño que en manos de una persona lo suficientemente presuntuosa e insensata como para considerarse capaz de realizar tal cometido.

– El gobierno civil, en cuanto instituido para asegurar la propiedad, se estableció para defender al rico del pobre, o a quienes tienen alguna propiedad contra los que no tienen ninguna.

– Cuando el poder judicial y el ejecutivo se mantienen unidos, es casi imposible que la justicia no se sacrifique con frecuencia a eso que vulgarmente se llamó política. Las personas encargadas de los grandes intereses del estado, aun cuando no estén corrompidas, imaginan, a veces que es necesario sacrificar los derechos de los particulares a aquellos otros de que se acaba de hacer mención.

– Nunca se hallan mejor administrados los servicios públicos que cuando la recompensa sigue al desempeño efectivo y se halla ajustada a la diligencia empleada en el cumplimiento.

– Obras públicas e instituciones públicas que facilitan el comercio de la sociedad –carreteras, puentes, puertos, etc.-, no es necesario que se costeen con cargo a las rentas de la nación, sino atendido mediante impuestos de tránsito y otros gravámenes particulares. Su costo, grandeza y magnificencia han de guardar proporción con lo que el comercio esté en condiciones de pagar; por lo tanto, deberían construirse con arreglo a las necesidades.

La educación de las clases bajas requiere acaso más atención del estado que la de las personas de jerarquía y fortuna, cuyos padres pueden atender a sus intereses y dedican sus vidas a diversas ocupaciones, principalmente intelectuales, a diferencia de lo que ocurre con los hijos de los pobres.

– Un pueblo instruido será siempre más ordenado y decente que uno ignorante y estúpido.

– No existen caracteres más incompatibles que el del Soberano y el del comerciante. La naturaleza inestable y perecedera del capital y del crédito hace que sea un medio poco seguro para cimentar sobre el los principales ingresos de aquella renta segura, permanente y estable sobre la cual descansa la dignidad y permanencia del gobierno.

– Hemos de tener siempre presente que los impuestos deben recaer sobre los artículos de lujo, y no sobre los gastos necesarios de las capas inferiores del pueblo.

– El comercio y la manufactura sólo pueden florecer en un estado en que exista cierto grado de confianza en la justicia del gobierno.

– No existe ni ha existido país alguno de consideración en el mundo que pueda o haya podido subsistir sin haberse empleado en una u otra clase de manufactura.

– En el sistema de leyes que se ha establecido para la administración de nuestras colonias de América y de las Indias Occidentales, el interés del consumidor nacional se ha sacrificado al del productor… Se ha creado un gran imperio con el exclusivo objeto de hacer surgir una nación de clientes, que tienen la obligación de adquirir en las tiendas de nuestros diversos productores todas las mercancías que estos les pueden proporcionar.

– Cuando se establecen derechos de importación para estimular las actividades económicas del país, debe preverse por cuanto tiempo y hasta qué grado se otorgará tal protección y de qué modo deberá ser reestablecida la libertad de importación, una vez logrados los objetivos de su restricción. Pero una vez impuesto un arancel, se plantea un caso discutible cuando ciertas manufacturas particulares han tomado tal incremento (como consecuencia de las prohibiciones y derechos establecidos) que el número de obreros ocupados en esas fábricas asciende a una cifra importante. La razón exige que entonces la libertad de comercio sea gradualmente restablecida, pero con mucha reserva y circunspección. Si se suprimieran de golpe impuestos y prohibiciones, podría ocurrir que invadiesen el mercado tal cantidad de géneros extranjeros de aquella especie, más baratos que los nacionales, que muchos miles de gentes se vieran privadas de sus ganancias y de su modo de subsistir.

– Conviene meditar hasta qué punto habrá de continuar importándose libremente un género extranjero cuando algunas de las naciones extranjeras restringen con derechos elevados la entrada de muchas de nuestras manufacturas. En este caso, un ánimo vindicativo recomienda naturalmente que se establezcan medidas de retorsión, y se impongan iguales derechos y prohibiciones sobre la importación de algunas o todas sus mercancías…

Grupos económicos muy reducidos (¿menos de 500 familias en el mundo?, ¿menos de 500 empresas en el mundo?) tienen el mayor poder jamás alcanzado. Y no asumen ningún tipo de responsabilidad económica, social y ecológica, que vaya más allá de la optimización de sus propios intereses.

Dice Paul Krugman (De vuelta a la economía de la Gran Depresión – 1999): "Por primera vez desde 1917, vivimos en un mundo en que los derechos de propiedad y los mercados libres se ven como principios fundamentales, no como expedientes mezquinos, donde los aspectos desagradables del sistema de mercado, la desigualdad, el desempleo, la injusticia, se aceptan como parte de la vida. Como en la era victoriana el capitalismo está seguro, no sólo debido a sus éxitos que han sido muy reales, sino porque nadie tiene una alternativa verosímil"…

La otra cara de la moneda son las enormes masas de población -incluso en los llamados "países ricos"- alienadas, desasistidas, desesperanzadas, desidealizadas, despolitizadas, sumergidas (o en vías de serlo), analfabetizadas, ilotizadas, para llegar en las naciones pobres del mundo al hambre, la miseria, las plagas, éxodos y luchas tribales.

Se ha roto la esperanza de progreso económico. El proceso de globalización, competitividad y rentabilidad -especulativa- de corto plazo ha quebrado la secuencia lógica de la evolución capitalista. Hoy crecen los beneficios empresariales pero no se transfieren a los trabajadores. Las mejoras de productividad han concluido en menores remuneraciones y empleo, aunque en mayores dividendos y honorarios de directores.

El dinero se mueve, pero sólo para producir más dinero y no bienes.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

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