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Cultura




Enviado por Carlos E. Véliz



Partes: 1, 2

     

    Indice
    1.
    Cultura

    2. Definición
    3. Cultura vs.
    Civilización

    4. Subcultura.

    5.
    Bibliografia

    1. Cultura

    Es propio de la persona humana,
    el no llegar a un nivel verdadero y plenamente humano si no es
    mediante la cultura, es
    decir, cultivando los bienes y
    los valores
    naturales. Siempre, pues, que se trata de la vida humana,
    naturaleza y
    cultura se
    hallan unidas estrechísimamente.
    Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo
    aquello con lo que el hombre
    afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y
    corporales procurando someter el mismo orbe terrestre con su
    conocimiento y
    trabajo hace más humana la vida social, tanto en la familia
    como en toda la sociedad civil,
    mediante el progreso de las costumbres e instituciones;
    finalmente, a través del tiempo expresa,
    comunica y conserva en sus obras, grandes experiencias
    espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos
    e, incluso, a todo el género
    humano.
    De aquí se sigue que la cultura humana presenta
    necesariamente un aspecto histórico y social y que la
    palabra cultura asume con frecuencia un sentido
    sociológico y etnológico. En este sentido se habla
    de la pluralidad de culturas. Estilos de vida común
    diversos y escala de
    valor
    diferentes, encuentran su origen en la distinta manera de
    servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de practicar
    la religión,
    de comportarse, de establecer leyes e instituciones
    jurídicas, de desarrollar las ciencias, las
    artes y de cultivar la belleza.
    Así, las costumbres recibidas forman el patrimonio
    propio de cada comunidad humana.
    Así también es como se constituye un medio
    histórico determinado, en el cual se inserta el hombre de cada
    nación
    o tiempo y del
    que recibe los valores para
    promover la civilización humana.

    2.
    Definición

    Según el Diccionario de
    la Lengua
    Española, define Cultura como:
    "Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de
    afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del
    hombre…"
    "…Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado
    de desarrollo
    artístico, científico, industrial, en una
    época o grupo
    social…"
    Según la Enciclopedia Hispánica, define Cultura
    como:
    "el resultado de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse
    por el ejercicio las facultades intelectuales del hombre".
    Según la Enciclopedia Encarta 2001:
    "Cultura, conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales,
    intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o
    grupo social
    en un periodo determinado. El término
    ‘cultura’ engloba además modos de vida,
    ceremonias, arte,
    invenciones, tecnología, sistemas de
    valores,
    derechos
    fundamentales del ser humano, tradiciones y creencias. A
    través de la cultura se expresa el hombre,
    toma conciencia de
    sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos
    significados y crea obras que le trascienden"
    Entendemos por "Cultura" no la mera erudición o información, como a veces se la concibe,
    sino el modo fundamental de relacionarse (pensar, vivenciar,
    actuar) con la realidad total, que tiene un determinado grupo de
    personas o una determinada época histórica. Es
    decir, la cultura abarca todo el conjunto de costumbres,
    creencias, formas de vida, música, etc., de un
    pueblo o comunidad.
    La comprensión de la cultura y sus valores permite un
    acercamiento y posibilita un diálogo
    basado en el respeto entre
    distintas sociedades.
    La cultura de un país o grupo se puede ver como un flujo
    continuo, con energías creativas de nuevos talentos
    contribuyendo al cambio. En un
    momento determinado, la cultura es una compleja amalgama de
    glorias pasadas y de tendencias de vanguardia.
    La cultura es, como todos lo sabemos, aquel núcleo en
    donde están comprendidos como válidos una serie de
    valores tanto éticos como estéticos, de un conjunto
    de seres humanos donde hay consenso en las creencias religiosas o
    metafísicas, en la forma de reproducir la vida material,
    en la concepción que se tiene de lo bello y de lo bueno.
    En general, la actitud que se
    tiene hacia la existencia y la realidad. Esa cosmovisión
    aceptada como cierta y que de ella se derivan valores para la
    vida es aquello que se convierte en una forma cultural.
    La variedad de expresiones culturales obedece a las distintas
    cosmovisiones que diferentes grupos humanos
    guardan, las diferencias existen tanto en el tiempo como en el
    espacio. A partir del Renacimiento y
    con él de la aparición de la Edad Moderna,
    se amplió y fue posible la apelación a la
    diferenciación que existe entre los seres humanos; esta
    tendencia, un poco ficticia en la realidad de la práctica
    concreta de la vida, ha logrado que en nuestra sociedad
    posmoderna surja un fenómeno de expresión antes
    desconocido por la sociedad humana: el fenómeno de la
    subcultura. Así encontramos de un lado a la "Cultura
    Oficial" y en contraparte a las diversas "Subculturas" dentro de
    un mismo tiempo y espacio.

    La Cultura Es Un Concepto
    Aunque se habla de cultura como algo "auténtico", algo que
    existe "en la realidad", se trata , de hecho, de una construcción intelectual utilizada para
    describir (y explicar) un complejo conglomerado de
    comportamientos, ideas, emociones y obras
    humanas. Durante decenios, los estudiosos han defendido esta
    concepción. Por ejemplo, el antropólogo Lowie
    afirmó en 1937 que "invariablemente, la cultura es una
    unidad artificial segregada por razones de conveniencia" (1937,
    p. 235). Kroeber realizó una aseveración similar en
    1945 (Kroeber, 1945, p. 90). Más recientemente, un
    antropólogo tan reconocido como Geertz
    señaló: "Describir una cultura (…) no consiste en
    clasificar un tipo de objeto peculiar (…). Es intentar lograr
    que alguien, en alguna parte, vea las cosas del mismo modo que
    tú has llegado a verlas por la influencia de viajes,
    libros,
    testimonios y conversaciones" (1995, pp 61-62).La
    consideración de la cultura como concepto, y no
    como realidad, puede ilustrarse asimismo observando las enormes
    variaciones existentes en la utilización del
    término. Según Goodenough, "el término
    cultura se caracteriza por su diferente significado para diversas
    personas a lo largo de la historia" (1989, p 93). Como
    señala el sociólogo Parsons: "En la teoría
    antropológica no existe lo que podría denominarse
    un acuerdo generalizado respecto a la definición de
    cultura" (1951, p 15). Williams comenta que:
    "cultura es una de las dos o tres palabras más complejas
    del diccionario.
    Esta dificultad se debe, en parte, a su intrincado desarrollo
    histórico en diversos idiomas, pero sobre todo, a su
    utilización actual para referirse a conceptos importantes
    en varias disciplinas intelectuales y en distintos sistemas de
    pensamiento
    específicos e incompatibles " (1976, pp.76-77).
    La lectura de
    la obra Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions,
    de Kroeber y Kluckhohn (1952), que contiene más de 150
    definiciones de cultura, puede facilitar la comprensión de
    este punto de vista.Quizás, en lugar de sumergirnos en
    argumentaciones sobre lo que es y lo que no es la cultura y
    buscar un significado o significados esenciales del concepto,
    valdría más adoptar una perspectiva
    pragmática y preguntarse a qué problemas
    concretos solemos referirnos al aludir a la cultura. Tomando como
    base el informe sobre
    cultura y desarrollo Nuestra Diversidad Creativa, publicado por
    la UNESCO en 1995, podrían destacarse tres de estos
    problemas.
    En primer lugar, es habitual la preocupación por la
    pérdida de identidad y de
    valores culturales. Desde el Primer Mundo al Tercero (así
    como al Cuarto), la queja suele ser la misma: la vida moderna
    tiende a perturbar los fundamentos tradicionales de los
    significados y de la identidad. Por
    ejemplo, el economista keniano Mwale aboga por una
    descolonización de la mente africana y por una identidad
    cultural independiente de Occidente (Useem, 1997, p
    A48).Curiosamente, aunque en cada caso se haga referencia a una
    situación cultural específica, la
    reivindicación es entendida en todo el mundo. Una queja en
    este sentido formulada en Tailandia será comprendida por
    los visitantes japoneses e indonesios, y otra análoga
    hecha en Guatemala
    será compartida por los brasileños y los
    canadienses.
    En segundo lugar, la cultura aparece también en los
    debates sobre desarrollo
    económico. Se alude a ella para hacer hincapié
    en un conjunto de prioridades ajenas al mercado: en
    concreto, para
    subrayar el humanismo y la
    preocupación por lo demás. No es la primera vez que
    las economías de mercado han
    reconfigurado radicalmente la vida social. Ya ocurrió en
    Inglaterra y
    Estados Unidos
    en el siglo XIX. Polyani (1944) denominó a este
    fenómeno "la Gran Transformación". Esta
    aritmética de mercado ha reaparecido en la actualidad,
    convenientemente revisada, en relación con el desarrollo
    económico y las reformas "neoliberales". Una y otra
    vez se plantean cuestiones acerca de los valores
    culturales perdidos en el camino hacia la plena
    consolidación de las economías de mercado y
    la
    globalización.
    En tercer lugar, la cultura se tiene en cuenta asimismo en los
    debates sobre los conflictos
    étnicos. Por ejemplo, los planteados entre hutus y tutsis
    (en Ruanda), entre bosnios y serbios (en los Balcanes), entre
    tamiles y cingaleses (en Sri Lanka) se describen en todos los
    caos como conflictos
    enraizados en diferencias culturales seculares. La cultura se
    convierte en un modo de explicar (casi de justificar) la violencia
    étnica y los conflictos actuales.

    Inmersos En Una Contradicción
    Es importante comprender que el concepto de cultura se
    desarrolló en un contexto histórico
    específico (nacionalismo),
    en el cual se catalogó como una fuerza
    homogeneizadora y unificadora que, en última instancia,
    servía de apoyo al Estado. Tal y
    como se formuló en Alemania en el
    siglo XIX, dicho concepto implicaba la búsqueda de una
    identidad unificadora de la clase media, privada de derechos y fragmentada
    políticamente. En opinión de Elias (1994, p
    25):
    "Con la lenta ascensión de la burguesía alemana
    desde su condición de clase de segunda fila hasta la de
    depositaria de la conciencia
    nacional (..) una clase obligada a percibirse y legitimarse
    primero por comparación con la clase superior
    aristocrática y después por definición
    frente a las naciones competidoras",

    La cultura de transformó en una seña de
    identidad de la unidad política alemana.
    Podemos observar este proceso
    también en los estados modernos. Muchos de los
    estados-nación
    del Tercer Mundo están formados por grupos dispares.
    La reivindicación de una unidad cultural subyacente para
    la nación ayuda a legitimar y consolidar el Estado.
    Apoyando ideales y visiones de la vida compartidos por toda la
    nación, las divisiones internas se atenúan. En este
    sentido, la cultura actúa como "lazo de unión" de
    las personas dentro de una unidad política.
    Con todo, esta consideración del concepto de cultura se
    enfrenta a dos problemas fundamentes o, para ser más
    exactos, a dos realidades. En primer lugar, ninguna cultura
    está aislada. Como se afirma en Nuestra Diversidad
    Creativa, "ninguna cultura es una entidad sellada
    herméticamente". "Toda cultura influye y recibe
    influencias de las demás" (Comisión Mundial de
    Cultura y Desarrollo, 1995, p 54). El concepto de cultura siempre
    incluye un sentido de relación: no se trata simplemente de
    "X", sino de "X" en relación con "Y": los franceses
    respecto a los británicos, éstos respecto a los
    alemanes, los tailandeses frente a los birmanos, o los
    vietnamitas frente a los chinos.
    Para Barth, "hablar de etnicidad en relación con un grupo
    y su cultura equivale a intentar aplaudir con una sola mano. La
    diferencia entre "nosotros" y "los demás" está
    enraizada en la
    organización de la etnicidad: se trata de la propia
    alteridad de los otros" (1995, p.13).
    Aunque la retórica contemporánea pueda hacer pensar
    que cada cultura es una entidad original, hay abundantes datos que
    demuestran que consiste en una mezcla sutil de influencias
    autóctonas y ajenas. En opinión de Kroeber ( 1948,
    p. 257), "puede afirmarse que la cantidad de materiales
    culturales (…) de origen externo que se acumula gradualmente en
    una cultura suele exceder a los originados dentro de
    ésta".
    Un examen pormenorizado indica la presencia en todas las culturas
    de un conjunto de "elementos importados" externos, aunque (y esto
    es importante) pueden acabar siendo percibidos como parte de la
    cultura propia. Sólo un estudio histórico detenido
    permite descubrir su origen. La gama de ejemplos abunda en
    sorpresas: el ukelele hawaiano es portugués, el vidrio de las
    ventanas occidentales fue inventado por los egipcios, la
    porcelana procede de China y
    nuestros modernos cuartos de baño provienen de los
    romanos. Es evidente que lo indígena y lo extranjero se
    entrelazan repetidamente en el seno de un grupo cultural.
    Las personas perciben el mundo de diversas formas. Se basan en
    los recursos
    culturales de su comunidad respectiva. Además, aprovechan
    otros recursos
    disponibles, combinando factores derivados de distintas
    experiencias hasta conformar estructuras de
    significado coherentes, lo que convierte a estos factores en
    elementos verdaderamente "indígenas" ( parte de la cultura
    de un grupo) no es su carácter
    originalmente propio o ajeno, sino la manera en que se combinan.
    "Nos dieron una lengua",
    afirma un personaje de la novela de
    Kureishi The Black Album, refiriéndose a la
    ocupación británica de la India, "pero
    sólo nosotros sabemos cómo utilizarla" (en Iyer,
    1997, p. 27). Según Iyer, el inglés
    de la India no es
    sólo una "lengua materna adoptiva" enormemente rica para
    centenares de millones de indios, ni sólo un recuerdo
    inestimable de siglos de amalgama cultural, sino "un producto
    fundamental y específico" de la cultura india (ibid.).
    Una segunda "realidad" de la cultura es su naturaleza
    fluida. En Nuestra Diversidad Creativa se afirma que "la cultura
    de un país no es estática
    ni invariable (…) Se encuentra en un constante estado de
    flujo" (Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, 1995, p
    24). Se hace referencia a la cultura como tradición
    secular, transmitida de manera inalterada de generación en
    generación. Sin embargo, las culturas necesitan cambiar
    constantemente para seguir teniendo sentido para los vivos.
    Tomemos como ejemplo el caso de Pukapuka, un pequeño
    atolón polinesio de las islas Cook. Entre los polinesios y
    los antropólogos, la isla tiene reputación de
    tradicional, esto es, de conservar sus tradiciones mejor que la
    mayoría de las comunidades del Pacífico. No
    obstante, un estudio pormenorizado pone de manifiesto que esas
    tradiciones cambian y se actualizan constantemente (Borofsky,
    1987). El proceso suele
    ser muy sutil. La gente se esfuerza en comprender algunas
    tradiciones y encontrarles sentido.
    Las que parecen equívocas son "desmenuzadas",
    interpretadas (y reinterpretadas) para facilitar su
    comprensión. Sólo puede apreciarse con claridad que
    estas reinterpretaciones constituyen "cambios" cuando se comparan
    las tradiciones de ayer con las de hoy. En lugar de plantearnos
    por qué cambian las tradiciones, podríamos dar la
    vuelta a la cuestión y preguntarnos: ¿y por
    qué no han de cambiar? Los tiempos cambian y con ellos la
    mentalidad de las personas. Si se quieren preservar las
    tradiciones culturales para hacerlas vivir en el presente, hay
    que cambiarlas. Esta afirmación resulta irónica;
    para conservar las tradiciones, los vivos suelen transformarlas,
    pero al alterarlas para que cobren pleno sentido en el presente
    adquieren la capacidad de transmitirlas a otros y preservarlas
    para la posteridad.
    Hobsbawm y Ranger (1983) hablan a este respecto de
    "invención de la tradición". El cambio o, para
    ser más precisos, la reacción ante el cambio, forma
    parte de la condición humana, razón por la cual
    quizás tratamos de fundamentar el presente en el pasado
    con nuestro discurso. De
    este modo se añade continuidad a algo que, de hecho,
    sólo es continuo en parte.
    Es posible mostrarse de acuerdo con la misión de
    los estados-nación (superar las diversidades locales y
    ofrecer una identidad
    nacional), pero, por su propia concepción, esa unidad
    (percibida como un todo homogéneo, inalterable y
    delimitado) plantea contradicciones imposibles de superar. Las
    ideas, tradiciones y productos
    humanos son, con frecuencia, combinaciones de elementos internos
    y externos. A pesar de las afirmaciones en sentido contrario,
    estos elementos suelen ser variables,
    porque el pasado, para que conserve su significado, debe tener
    sentido en un presente en constante cambio.

    3. Cultura vs.
    Civilización

    Ha habido una tendencia (aunque no constante y
    universal) a oponer el término «Cultura»
    (subjetual) al término «Civilización»,
    reservando aquél para referirse a la cultura subjetiva (o
    bien objetiva particular) y éste para la cultura objetiva,
    siempre que, a su vez, esta cultura objetiva lleve asociada, de
    algún modo (principalmente a través de la
    consideración de la confluencia de varias culturas), la
    nota de universalidad (asociación que, en los siglos XVIII
    y XIX, se establecía por la mediación de la
    «Idea de Progreso»). Así Guizot (siguiendo a
    Mirabeau y Turgot) en su Historia de la
    Civilización Europea, Emilio Castelar (La
    Civilización en los Cinco Primeros Siglos del Cristianismo)
    o Lévi-Provençal (La Civilización
    Árabe en España).
    Un alemán hubiera sustituido en los títulos el
    término civilización por el término
    cultura.
    En un sentido más restringido, las civilizaciones (de lat.
    civitas) son las culturas en su estado más desarrollado;
    para los antropólogos clásicos, inmersos en la
    ideología «Progresista» las
    civilizaciones constituían el término más
    alto del desarrollo de las culturas primitivas (salvajes o
    bárbaras) y, por ello, en tanto se pensaban como
    confluyentes en una cultura única planetaria, al menos
    potencial o virtual, podían caracterizarse por la nota de
    la universalidad. Considerando la oposición
    cultura/civilización como oposición dada en el
    plano objetivo,
    cabría advertir una tendencia a considerar al
    término «Cultura» como designando a un
    concepto distributivo, a una «clase» cuyos elementos
    fueran las esferas culturales, cada una de ellas dotada de
    «hechos diferenciales» precisos (así Herder o
    Spengler), sin perjuicio de su equiparación en valor, por
    parte del relativismo cultural «todas las culturas son
    iguales».
    La «Civilización», en cambio, llevaría
    asociada desde el principio (Turgot, Mirabeau, por ejemplo) la
    tendencia a la unicidad y a la universalidad, en tanto se
    considera (a la civilización) como fase final (o
    equifinal) y madura de las diversas culturas, algo así
    como el «punto y final» en el que todas las culturas
    en desarrollo terminarían por confluir (sólo desde
    esta perspectiva alcanza sentido la expresión, tantas
    veces utilizada: «hombre adulto y civilizado»)
    Ahora bien, que la idea de «civilización» (que
    sería una idea eminentemente histórica) tienda a
    ser utilizada con intención unitaria y universal, incluso
    como un programa de
    acción («conseguir llevar a todos los pueblos
    atrasados hacia la civilización») no significa que,
    de hecho, la unicidad de la civilización esté
    asegurada, ni menos aún su valor (históricamente,
    la civilización es el campo en donde se incuban
    propiamente las guerras
    mundiales: las dos últimas guerras
    mundiales son guerras características de la civilización
    industrial). A la idea de civilización, en su sentido
    unitario y universal, le ocurre algo similar a lo que le
    ocurrió a la idea de Dios de las religiones terciarias: que,
    sin perjuicio de sus pretensiones de unicidad y de universalidad,
    de hecho se presentó unas veces bajo la vocación de
    Yahvé, otras veces bajo la vocación de Dios y otras
    veces bajo la vocación de Alá.

    La Influencia De La Cultura En La Conducta Del
    Comprador
    El estudio de la cultura es el estudio de todos los aspectos de
    una sociedad: su lenguaje,
    conocimientos, leyes,
    costumbres, etc. que otorgan a esa sociedad un carácter
    distintivo y su personalidad.
    En el contexto del comportamiento
    del consumido, se define a la cultura, como la suma de creencias,
    valores y costumbres adquiridos y transmitidos de
    generación en generación, que sirven para regular
    el comportamiento
    de una determinada sociedad.
    El impacto de su cultura en la sociedad es tan natural y tan
    enraizado que su influencia en el comportamiento es notable. La
    cultura ofrece orden, dirección y guía a los miembros de
    una sociedad en todas las fases de su resolución de
    problemas humanos. La cultura es dinámica y gradual, y continuamente se
    transforma para adecuarse a las necesidades de la sociedad.
    La cultura se aprende como parte de la experiencia social. Desde
    niño se adquiere en el entorno una series de creencias,
    valores y costumbres que contribuyen a su cultura. Ellos se
    adquieren a través del aprendizaje
    formal, informal y técnico. La publicidad mejora
    el aprendizaje
    formal mediante el refuerzo de modelos
    deseables de comportamiento o de expectativas y mejora el aprendizaje
    informal proveyendo modelos de
    comportamiento. Debido a que la mente humana tiene la capacidad
    de absorber y procesar la
    comunicación simbólica, la comercialización puede promover
    exitosamente productos
    tangibles e intangibles y conceptos de productos a través
    de medios
    masivos.
    Los elementos de la cultura se transmiten por tres
    instituciones:

    Una cuarta institución juega un rol mayor en la
    transmisión de la cultura, son los medios de
    comunicación, tanto a través de los contenidos
    editoriales como de la publicidad.
    Algunas manifestaciones de la cultura

    • Carácter nacional
    • Subculturas
    • Lenguaje no verbal: posturas, gestos, preferencia
      alimentarias.
    • Importancia de los símbolos, tabúes,
      prohibiciones, actitudes
      rituales (ritos de transición: la graduación, el
      matrimonio,
      la jubilación y la
      muerte)

    Este significado cultural se extrae del mismo mundo de
    la cultura y se transfiere a un bien de consumo a
    través de la publicidad y del sistema de modas.
    Luego se transfiere a esos bienes a la
    conducta del
    consumidor
    mediante ciertos rituales de consumo.
    Factores sociales en el comportamiento del consumidor

    • Grupo primario: es aquel en el que las relaciones
      personales son cara a cara con cierta frecuencia y a un nivel
      íntimo y afectivo. En estos grupos se desarrollan
      normas y roles.
      La familia,
      los grupos de un trabajo, los amigos, son ejemplos de tales
      grupos. El grupo primario ejerce un control
      informal sobre sus miembros, un control no
      institucionalizado pero no por ello menos eficaz.
    • Grupo secundario: aquí se incluyen todos
      aquellos grupos que no son primarios, tales como las
      agrupaciones políticas, las asociaciones de ayuda,
      comisiones vecinales, etc.

    En estos grupos el individuo no se interesa por los
    demás en cuanto a las personas sino como funcionarios que
    desempeñan un rol. Al contrario de los grupos primarios,
    el control que se aplica es formal es decir hay reglamentaciones
    que establecen normas y
    sanciones.

    • Grupos De Referencia: Es El Grupo Al Cual Uno Quiere
      Pertenecer, Puede Definirse Como un grupo de personas que
      influyen en las actividades, valores, conductas y pueden
      influir en la compra de un producto y/o
      en la elección de la marca.

    El profesional de marketing debe
    identificar un líder
    de opinión dentro del grupo de referencia para vender un
    producto o marca. Se
    pueden clasificar en grupos aspiracionales positivos y
    aspiracionales negativos (grupos disociadores).
    Los grupos de referencia más utilizados en el marketing son:
    las personalidades, los expertos y el "hombre común". Las
    celebridades se utilizan para dar testimonio o apoyos o como
    voceros de la empresa. Los
    expertos pueden serlo realmente o ser actores desempeñando
    tal papel. El
    enfoque del hombre corriente se diseña para mostrar que
    individuos como el posible cliente
    están satisfechos con el producto publicitado.
    Las apelaciones a grupos de referencia son estrategias
    promocionales efectivas porque sirven para incrementar la
    recordación del producto y para reducir el riesgo percibido
    entre los clientes
    potenciales.

    Aspectos De La Cultura
    La cultura se entiende en su sentido amplio, como modo de vida y
    forma de convivencia. Abarca los valores que comparte la población, la tolerancia frente
    a los demás (entre razas y sexos), las orientaciones y
    preferencias sociales, etc. Por supuesto, la cultura se puede
    considerar también en sentido más estricto, como
    expresión artística, literaria, etc.
    El etnocentrismo occidental ha servido, a menudo, como base
    implícita para la reflexión sobre el desarrollo. El
    paradigma que
    asimila desarrollo a modernización, y modernización
    a occidentalización, ha sido, durante mucho tiempo, el
    modelo
    dominante, lo que no excluye que se reconozcan otros modelos
    posibles de desarrollo.
    Una de las muchas paradojas asociadas al proceso de
    internacionalización y globalización es la importancia creciente
    que se concede en la actualidad a las particularidades locales.
    Diríamos que lo mundial estimula a lo local. O, dicho
    más exactamente, la
    globalización favorece las interpenetraciones
    culturales que conducen a permutaciones múltiples y al
    florecimiento de nuevas culturas "locales". El pluralismo
    cultural impregna cada vez más a las sociedades, y
    la identificación étnica viene a ser una respuesta
    normal y saludable frente a las presiones de la globalización. En este sentido, la
    impresión de una uniformidad mundial creciente puede ser
    engañosa, porque las poblaciones se sirven de la cultura
    para autodefinirse y movilizarse.
    ¿Será posible, pues, que la globalización
    marcara el comienzo de una búsqueda de modelos de
    desarrollo basados en las diferencias locales? Decimos "locales"
    y no "nacionales" ya que, como la casi totalidad de las
    sociedades son multiculturales, sería erróneo
    confundir identidad cultural con identidad
    nacional. La libertad
    cultural, nos permite ser libres para satisfacer una de nuestras
    necesidades más fundamentales, el derecho a definir
    cuáles son justamente esas necesidades". Pero una cosa es
    definir nuestras necesidades fundamentales, y otra encontrar los
    medios para
    satisfacerlas, mediante políticas
    económicas y sociales. Podríamos imaginar
    fácilmente una situación en la cual el conjunto de
    necesidades fundamentales se definiría de modos muy
    diferentes de una cultura a otra, pero donde el modelo, es
    decir, las políticas que permitirían satisfacer
    esas necesidades, sería sensiblemente el mismo.
    Podemos resumir nuestra argumentación como
    sigue:

    • La cultura occidental siempre ha dominado la teoría y la práctica, en lo que
      concierne al desarrollo;
    • Esta influencia tiende a acentuarse en los
      últimos veinte años, por efecto de los mercados
      mundiales, especialmente los financieros;
    • sin embargo, existen otros modelos de desarrollo, que
      se apoyan en contextos culturales, institucionales e
      históricos diferentes;
    • a pesar de las apariencias, estas variantes se van a
      multiplicar probablemente en la era de la globalización,
      que, paradójicamente, podría ser sinónimo
      de diversidad, más que de uniformidad.

    Japón ha ocupado siempre una posición
    original, en lo que respecta a la globalización, a los
    modelos de desarrollo y a la cultura. Esquemáticamente, se
    puede resumir como sigue: la globalización no implica que
    acabe por imponerse en todo el mundo un modelo universal o un
    conjunto uniforme de reglas, en conformidad con la ortodoxia
    económica y financiera actualmente en vigor (la cual, a
    partir, de Estados Unidos y
    Europa, se ha
    extendido a América
    Latina, Europa oriental y
    una parte de África). El mundo no está llamado a
    convertirse en homogéneo, ni en el plano económico
    ni en el plano cultural. Para los japoneses, la
    identificación con los valores culturales locales va en
    paralelo con la globalización.
    Según la ortodoxia actual, el modelo universal
    sería, en el plano político, la democracia
    parlamentaria pluralista y, en el plano económico, la
    economía
    de mercado neoclásica. La mayoría de los
    economistas ortodoxos tienden a aplicar este modelo de forma
    unívoca a todos los países, sin tener en cuenta su
    contexto histórico, institucional y cultural. No obstante,
    siempre han habido escépticos que reconocen la pluralidad
    de los sistemas económicos, de las instituciones y de las
    culturas, y subrayan su interdependencia. Para éstos, la
    uniformidad no es el concepto clave, sino más bien la
    diversidad y la interacción. A este respecto, Japón y
    otros países de Asia oriental
    presentan la particularidad de que han sido capaces de
    modernizarse e industrializarse, conservando sus tradiciones y su
    cultura.
    Muchos economistas sostienen que la liberalización se debe
    poner en práctica en todas partes, de forma
    simultánea e intensiva y tan rápidamente como sea
    posible. Ello equivale a sobreentender que las instituciones
    angloamericanas y el medio social añejo a ellas
    están ya implantados o pueden implantarse muy
    rápidamente por medio de reformadores ilustrados y con la
    ayuda de asesores y organismos internacionales.
    El haber despreciado las especificidades culturales y las
    evoluciones históricas necesarias ha conducido, a menudo,
    a la confusión y al derrumbamiento del orden existente,
    más que a la reforma. Otra solución
    consistiría en proceder a una liberalización
    estratégica manteniendo un control en otros, al menos al
    principio.
    ¿Cómo es posible desarrollar políticas
    macroeconómicas adecuadas si faltan las infraestructuras
    necesarias, especialmente un sistema bancario
    central y un conjunto estructurado de empresas,
    eficazmente dirigidas? Imponer un modelo uniforme a culturas y
    países diferentes supone un riesgo para el
    porvenir económico de esos países y para el de todo
    el planeta. Nos encontramos actualmente en una encrucijada y
    debemos adoptar una estrategia plural
    y optar por la diversidad y no por la uniformidad.
    Creemos que cada región debería crear su propio
    modelo de capitalismo y
    de democracia. Y
    así tendría que hacerlo, de todos modos, si
    admitimos la idea general de que el porvenir está
    condicionado, en gran medida, por el pasado. No vivimos en un
    universo
    intemporal y ahistórico. El mundo tiene mucho que ganar
    con una diversidad sistemática, más que
    exponiéndolo a la confusión, e incluso al desastre,
    que podría derivarse de la aplicación forzosa de un
    modelo universal. La uniformidad, en último
    término, es una fuente de empobrecimiento.
    Sin embargo, hay que guardarse de caer, a la inversa, en una
    forma extrema de relativismo cultural. El relativismo a ultranza
    puede degenerar fácilmente en un nihilismo estéril
    o en una anarquía peligrosa. Lo importante es abarcar la
    globalidad del sistema con sus diversos elementos, es decir, la
    globalización junto a las particularidades locales.
    Deberíamos aspirar, en el futuro, a un sistema mundial
    interconectado que una todas las regiones y todos los
    países del mundo respetando la diversidad de sus culturas
    y la especificidad de sus sistemas socio-económicos. Esto
    no significa, necesariamente, que debamos seguir modelos
    radicalmente diferentes; lo importante es no imponer el modelo
    uniforme que se está exigiendo actualmente a los
    países en vías de desarrollo y a los países
    en transición.
    Lo menos que puede decirse es que, visto el peso de la historia,
    los sistemas adoptados por África o América
    Latina presentarán, sin duda, diferencias importantes
    respecto al modelo angloamericano, al igual que las experiencias
    francesa, italiana y española difieren del modelo
    alemán. Un número cada vez mayor de países
    en desarrollo acepta la idea de que las sociedades difieren en
    sus procesos de
    desarrollo, de que cada uno posee sus propias estructuras
    políticas y sociales y sus propios valores culturales, que
    el papel del
    Estado y el contenido de las políticas nacionales
    varía según las necesidades y las exigencias de las
    estructuras políticas y sociales de cada sociedad y de sus
    valores culturales y que, por consiguiente, lo que conviene a uno
    puede no convenir a otro.
    La necesidad de adoptar un enfoque diferenciado está
    siendo reconocida hace tiempo, como lo atestigua el éxito
    de la experiencia de desarrollo de Asia Oriental (a
    pesar de las tormentas financieras de 1997). Además, es
    inquietante comprobar que, en muchos países que han
    aplicado las reglas de la ortodoxia dominante en los
    últimos quince o veinte años, se están
    ahondando las diferencias en las rentas y, a veces, se agrava
    la pobreza y
    aumenta el desempleo. Es
    cierto que fenómenos similares se observan en
    países que han rechazado la ortodoxia, pero que han
    participado en el proceso de globalización, como el caso
    de China.
    Así, aunque las relaciones de causalidad no estén
    claras, la asociación entre globalización y
    ortodoxia económica, de una parte, y acentuación de
    los problemas de desigualdad y pobreza, de otra,
    es causa de grave preocupación.
    Si una de las prioridades consiste en "reinsertar en la sociedad
    a los millones de desheredados que se encuentran marginados y
    hacer de la política cultural, asimismo marginada, una de
    las principales directrices de los gobiernos" (según La
    culture au coeur, Consejo de Europa,
    Estrasburgo,1996,pág.9), combinar ambos objetivos,
    adaptando los modelos de desarrollo según las necesidades,
    las instituciones, la historia y la cultura de las distintas
    sociedades, será una necesidad absoluta.
    El margen de maniobra es estrecho, pero no tanto como puede
    parecer a primera vista. Abarca las instituciones, los
    hábitos de consumo, la propiedad de
    la tierra, el
    acceso a los mercados, los
    sistemas de distribución, la democracia
    económica, etc. La internacionalización y la
    globalización crecientes serán fuente de
    diversidad, al menos tanto como de uniformidad.

    Cultura Popular
    Muchas investigaciones
    ilustran las formas culturalmente diversas y creativas en las que
    la gente interacciona con su entorno. En muchas zonas rurales y
    urbanas, la forma de vida e incluso la vida misma de la gente es
    directamente dependiente de los recursos y servicios
    medioambientales disponibles. Muchas de las preocupaciones y
    representaciones medioambientales locales son de tipo
    técnico: tratan de la manipulación del entorno para
    facilitar o mejorar la forma de vida local. Sin embargo, como
    muestran los trabajos sobre etnoecología, los conceptos
    técnicos no son meramente utilitarios, sino que
    están inmersos en conjuntos
    más amplios de ideas y creencias: forma de pensar sobre el
    mundo y de comprenderlo. Los procesos y
    fenómenos medioambientales tiene una existencia material
    propia, pero los significados que la gente les atribuye se
    construyen siempre sobre una base social y cultural.
    Cuando, por ejemplo, un agricultor africano describe y trabaja la
    tierra y la
    vegetación que son básicos para el mantenimiento
    de su forma de vida, utiliza conceptos culturales.
    Términos de afinidad como "compañerismo" o
    "hermandad" se pueden utilizar para describir situaciones en las
    que conviven determinados tipos de árboles, cultivos o malas hierbas; del
    mismo modo, otros términos como "luchar" o "matar" se
    pueden utilizar para describir la eliminación competitiva,
    ya se trate de barbechos o de cultivos. La fertilidad del
    suelo se puede
    describir en términos de caliente o frío,
    húmedo o seco, duro o blando, atributos que los
    agricultores utilizan para equilibrar sus cualidades. Estos
    vocabularios encuentran resonancias y adquieren significado en
    marcos de referencia más amplios en los que la gente
    entiende su mundo, y el lugar que ocupa en él, y que
    pueden incluir fenómenos –como la camaradería
    y las relaciones sociales- que la ciencia
    occidental nunca trataría como fenómenos
    medioambientales.
    Por ejemplo, los agricultores de lengua kuranko del África
    occidental utilizan el término tombondu para referirse al
    suelo cuando
    ha adquirido una consistencia blanda, "oleosa", y una madurez
    suficiente a través de un cultivo intensivo y prolongado.
    Literalmente este término significa "asentamiento
    abandonado", y hace referencia metafórica al modo en que
    los poblados y caseríos antiguos adquieren estas características a través de la
    habitación, el cultivo y la acumulación de
    deshechos. Los conceptos de "oleoso" y "maduro" también se
    aplican a las muchachas que han completado sus ritos de
    iniciación , que las confirman como mujeres
    fértiles; dentro de este amplio marco de referencia, los
    suelos
    tombondu son "iniciados" a través del laboreo hasta
    alcanzar un estado productivo.
    Debido a la fuerte influencia cultural, las expresiones locales
    utilizadas para clasificar y explicar los fenómenos
    ecológicos son a menudo difíciles de traducir al
    idioma de la ciencia
    occidental. Por ejemplo, los científicos han supuesto
    frecuentemente que los agricultores no toman medidas contra las
    plagas de los cultivos porque, al observar los especímenes
    afectados, bien no son capaces de distinguir los ejemplares
    enfermos, o de considerar el estado de
    los cultivos como una enfermedad -presumiblemente porque son
    incapaces de ver el vector de la enfermedad-. Sin embargo, los
    agricultores pueden tener otros marcos de referencia para
    comprender e influir sobre el estado de salud de sus cultivos. Por
    ejemplo, los granjeros de la región de Bwisha en Kivu, en
    el antiguo Zaire, consideran que la humedad, el rocío y la
    lluvia tienen cualidades putrescentes y nocivas, y tratan de
    evitarlos, considerándolos condiciones en las que se
    desarrollan las plagas, cambiando la época de siembra,
    desherbaje, selección
    de variedades, etc. Resulta comprensible que, dentro de este
    marco de referencia, se refieran a los fungicidas como "medicinas
    contra la lluvia".
    En muchos entornos culturales, los conceptos utilizados para
    describir los procesos ecológicos también lo son
    para describir aspectos de la salud y de la fertilidad
    humanas. Así, donde la ciencia
    occidental suele dibujar de forma convencional la frontera entre
    el cuerpo y el campo, las creencias locales pueden trazar lazos
    causales a través de esta frontera. Por ejemplo, diversos
    pueblos del África occidental creen que si una mujer entra en un
    río o estanque durante el período de
    menstruación o en los primeros meses del embarazo,
    tanto la pesca como su
    propia fertilidad quedarán arruinadas. Del mismo modo, la
    fortuna de un cazador puede ser alterada por la actividad sexual
    de su mujer: si
    ésta comete adulterio mientras él está
    cazando, el cazador de los bosques de Sierra Leona dirá
    que "la espesura se ha cerrado" y no logrará cazar
    nada.
    Estos ejemplos dan una idea de cómo, dentro de ciertos
    conceptos culturales tradicionales, el comportamiento y las
    relaciones entre las personas pueden tener consecuencias directas
    sobre el medio ambiente
    natural y viceversa. En este sentido, una red de procesos
    conceptualmente relacionados y de relaciones causales, atraviesa
    la división entre "naturaleza" y "sociedad" o "cultura",
    que tan importante es para el pensamiento
    europeo. No es sorprendente que la reivindicación de la
    autoridad
    sobre estos procesos ecológicos-sociales relacionados
    resulte crucial en la dinámica de las políticas locales.
    El poder de los
    líderes de cultos territoriales en África central y
    meridional, a principios de
    siglo, se basaba en gran manera en su pretendida capacidad para
    solucionar los problemas medioambientales así como los
    relacionados con la fertilidad humana. Las relaciones de poder en las
    sociedades de iniciación de hombres y mujeres en la costa
    norte de Guinea se basan tanto en supuestos conocimientos
    específicos de cada sexo, como en
    un presunto poder sobre los respectivos dominios
    ecológicos.
    El
    conocimiento, las ideas y las creencias relacionados con los
    problemas de tipo ecológico no son estáticos, ni
    tampoco compartidos necesariamente por todos los miembros de una
    sociedad. El
    conocimiento puede desarrollarse a través de una
    interacción creativa entre la teoría y la
    práctica, y a través de las relaciones con procesos
    ecológicos que son dinámicos en sí mismos. Y
    también puede desarrollarse a través de procesos
    locales de debate entre
    gentes cuyas opiniones reflejan sus respectivas posiciones en el
    marco político y social. En la zona de transición
    bosque-sabana de Guinea, África occidental, los ancianos
    de las familias de terratenientes tienden a asociar la existencia
    de grandes árboles
    en los alrededores de los poblados con la fundación de los
    mismos por sus antepasados, reflejando así un dominio sobre el
    que poseen una autoridad
    relativa. Sin embargo, las mujeres jóvenes prefieren
    explicarlos como resultado del crecimiento desmedido de las
    estacas que forman las vallas de los jardines de sus cocinas, lo
    que refleja su relativa falta de poder en asuntos familiares, y
    sus preocupaciones cotidianas con respecto a la
    jardinería.
    En un sentido, por lo tanto, ciertos conocimientos
    medioambientales específicos pueden estar asociados a una
    "cultura" en particular: con una determinada sociedad o con una
    tradición regional más amplia, que abarque
    variaciones locales sutiles sobre temas comunes. Pero es
    igualmente importante reconocer diferentes perspectivas
    culturales en un área local determinada. Éstas
    pueden estar asociadas con la diferenciación social local:
    por sexo, edad,
    casta, posición, situación socio-económica u
    ocupación, por ejemplo, y pueden ser objeto de un debate local.
    La noción de perspectiva cultural también permite
    reconocer las asociaciones, coaliciones y alianzas que se
    producen entre culturas localizadas, en un mundo cada vez
    más globalizado en el que la idea de "fronteras
    culturales" resulta cada vez más problemática.
    Estas alianzas pueden estar basadas en aspectos de la experiencia
    común: por ejemplo, las personas dedicadas a la tala de
    árboles con fines comerciales, procedentes de entornos
    urbanos y rurales del sureste de Asia o de Latinoamérica pueden compartir un concepto
    similar de los bosques como fuente de maderas valiosas.
    También pueden establecerse alianzas en torno a
    fenómenos medioambientales considerados como
    símbolos políticos compartidos; así los
    habitantes de los bosques de Penan en Malasia se unen con los
    grupos activistas medioambientales del norte en la defensa de las
    plantas
    medicinales, utilizadas como símbolo en las
    campañas para la preservación de las selvas
    tropicales. Dado que se forman a partir de relaciones de poder
    muy particulares, y a su vez las apoyan, estas perspectivas
    culturales se pueden considerar como "discursos"
    sobre el medio ambiente; este
    argumento quedará más claro más adelante, en
    este mismo capítulo, cuando la
    discusión se centre en las relaciones entre el conocimiento
    medioambiental y la práctica.
    Gran parte de la atención internacional se ha concentrado en
    la diversidad cultural en materia de
    conocimientos ecológicos. En ocasiones se ha argumentado
    que las sociedades no industrializadas poseen una
    "sabiduría ecológica primitiva" que podría
    ofrecer indicaciones válidas para futuras formas de vida
    sostenibles; o que el conocimiento detallado que los
    indígenas poseen de la tierra, las
    plantas y los
    animales
    constituye un recurso vital en la lucha mundial para desarrollar
    sistemas de
    producción de alimentos
    sostenibles, conservar la biodiversidad,
    etc. Alternativamente, el conocimiento cultural específico
    se considera importante para refinar o adaptar las
    tecnologías generales a las necesidades locales. Estos
    argumentos refuerzan la necesidad de crear redes y centros
    internacionales para registrar y preservar el saber
    autóctono.
    Sin embargo, estos esfuerzos presentan con frecuencia dicho
    conocimiento como algo estático y "tradicional", asociado
    a culturas determinadas, ignorando la diversidad y el dinamismo
    intra y transculturales que hemos discutido anteriormente. Del
    mismo modo adoptan frecuentemente una perspectiva evaluadora: el
    conocimiento cultural específico de una cultura se valora
    en la medida en que es reconocible por la ciencia
    occidental, o en tanto se considere útil para los planes
    de acción u objetivos
    definidos a nivel mundial en campañas proyectadas desde el
    exterior. En último término, los conocimientos
    locales se pueden reciclar en términos científicos,
    o como parte de visiones románticas de una
    "sabiduría sagrada", de tal modo que resultan
    irreconocibles para quienes los crearon, suprimiendo así
    la creatividad
    local. Si queremos tomar en serio la diversidad cultural,
    será preciso adoptar un enfoque mucho más
    comparativo.

    Transnacionalismo. La dimension cultural
    La transnacionalización de la cultura se refiere al
    desarrollo de procesos socioculturales que atraviesan las
    fronteras nacionales y que están relacionados con los
    sistemas culturales que se desenvuelven en dos o más
    naciones. Se comprende, entonces, que si bien los procesos de
    transnacionalismo incorporan un universo
    más amplio que el de los movimientos de población a diferentes países, es
    claro que los fenómenos de migración
    constituyen un escenario privilegiado para el estudio de este
    fenómeno. Es por ello, que al hablar de transnacionalismo
    daremos especial énfasis a los procesos de migración
    hacia otros países con cultura diferente.

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