La delgada línea de una comunicación disfrazada en los intereses
del poder
está tan presente en la cotidianidad con un delicado
cuidado que logra mimetizarse y pasar desapercibida.,
Con la construcción casi formal del nombramiento
de lo físico y, más difícil aún, de
los sentimientos, el hombre
comenzó a pensar en lo provechoso del uso de la palabra
para sus intereses, para lograr objetivos que
sin necesidad de fuerza bruta
iba consiguiendo incluso con el beneplácito de sus
perjudicados.
Descubrió paralelamente que esto requería
más cuidado que asentar un palo en la cabeza de su vecino,
que tenía que ser más premeditado, más
analizado, en definitiva más pensado. Aunque ninguna de
estas palabras estuvieran en la estructuración mental de
ese hombre
antiguo.
Quizá comienza allí un discurso muy
rudimentario de la persuasión: Cazar de noche y no de
día, protegerse de la lluvia en una cueva y no debajo de
un árbol, o cualquier cantidad de actitudes y
actividades que componían la cotidianidad de esos remotos
tiempos.
En la búsqueda de esta supervivencia nace un
aspecto que aún hoy no se ha eliminado, la mascara. Y no
me refiero a la actualidad de esta como tal, sino el
espíritu de su creación. El interés de
mostrar lo que no se és para lograr los objetivos que
no se encontrarían con la normalidad del ser.
Las preguntas, por otro lado, están al orden del
día en el intento de descifrar cada cosa que se descubre
nueva.
Se enfrentan hacia el temor de la muerte al
ver que esos que duermen una noche nunca vuelven a levantarse,
que cuando son atacados por un fuerte animal dejan de moverse y
se quedan quietos para siempre.
Aparece una necesidad sin paralelo en la historia el hombre, la
seguridad hacia
la muerte, la
búsqueda de la eternidad. La religión. Un dios. Un
ser supremo.
Vendría después un nacimiento de
civilizaciones hacia los años 3.500 AC. , donde se
estructura
grupos
sociales más unidos y concretos dentro de
asentamientos. El poder de estos estaba en juego. La
capacidad de mandar sobre los otros, y el por que de la
escogencia de un sujeto y no otro se convierte en un elemento de
importancia en la vida de la pequeña villa.
Los pueblos crecían a su propio ritmo siglo tras
siglo y la condición de súbditos de lo supremo, en
busca de un lugar después de la muerte
continúa presente en la ideología de los pueblos. La escritura se
muestra como
el aspecto que permite la continuidad de las ideas y así
mismo, la conceptualización de estas se basan en lo que se
quiere saber y lo que no. La objetividad pierde la batalla antes
de empezarla y será sepultada para siempre en la carrera
de contar lo que se quiere y más importante aún, lo
beneficioso.
La mitología como enciclopedia de las
respuestas comunes de los pueblos de los distintos territorios,
da términos y argumentos convincentes al nacimiento y
objetivo de
cada cosa, y son hombres más cercanos al sentimiento del
poder los que construyen paso a paso el mito, los que
legitiman las primeras ideas.
Los escritos que luego serán recopilados en La
Biblia, hablarán de lo bueno y lo malo (Así como
hoy lo habla Bush). Lo que es bueno hacia los ojos de ese ser
supremo, esquivando muchos de los elementos que hacían
parte de la vida de la época y que van a dejar de existir
en el mismo momento que las olvidan, con intención o sin
ella, al escribirlas. Pero más importante aún
elementos que están en contraposición con lo que se
tiene que hablar para construir la idea, todo aquello que refuta
lo que es una verdad única y absoluta, en ese ya
legendario sentimiento de odio hacia las ideas
diferentes.
Los factores legitimadores resultan un regalo
caído del mismo cielo que van a ser devueltos a las
alturas en escrituras que los utilizan en el convencimiento de
las masas de lo que se puede hacer y lo que no. El factor
caótico como fundamento de la
comunicación, donde se necesita ordenar las sociedades, se
convierte en un colador de información en busca de la
aceptación del poder.
Historias que narran de la grandeza o la tiranía
de los pueblos vecinos no son más que estrategias en
búsqueda de la protección del territorio propio o
incluso de la expansión.
Esa necesidad de legitimar convierte a la comunicación en un servicio del
poder eternamente. La construcción de lo público por
intermedio de las altas esferas del poder esclavizan las
narraciones al nivel de la propaganda.
Gran porcentaje de la comunicación escrita y oral
es absorbida por los que rigen los destinos del pueblo. El
teatro al
servicio de
las narraciones de las grandes batallas y los grandes logros
explica claramente mi argumento, donde el pueblo es reunido en
busca de la consagración de los últimos
acontecimientos positivos o en la justificación y
absolución de las perdidas militares por el horror del
contrario y sus armas.
Aristóteles afirmaba que existían tres
formas de vida: La del placer o de hombres mundanos, la de la
política o
de hombres virtuosos y por último la de la
filosofía o de pocos hombres pero los más
inteligentes.
La política,
definición a raíz de su libro "La
política", se constituyo en el buen sentido de la
definición en la búsqueda del bienestar de un
pueblo, y lejos de ignorar la importancia de lo comunicativo
adoptó a la retórica para sus intereses.
Construyó y afianzó la ideología a través del discurso de lo
bueno y malo de las medidas a tomar en búsqueda de un
vivir mejor.
Aquí cabe aclarar un punto en la
construcción de las ideas que intento plantear. La
comunicación se convierte en el medio de la
política y de los mandos del poder. Es decir se convierte
en el vehículo de las elites para la promulgación y
aceptación de las ideas. Sin embargo la composición
del mismo matrimonio no es
el que constituye su maldad, es la maldad misma de las elites la
que dejan a su hija, la comunicación, en el papel de lo
perverso sin ninguna justificación.
Ya definíamos el termino de la política
dentro de los beneficios del pueblo. Dentro de la naturaleza de lo
que es justo sea por naturaleza o por
ley, sin
embargo la política y las leyes se ven
degradadas al beneficio de unos pocos y esto se calca en lo que
se comunica.
En estos argumentos es clave anotar entonces las
normas de
comunicación que hablan de la credibilidad del mensaje
tanto este sea emitido por un ente confiable, el contrato de
legitimidad del que tanto hacen gala los medios hoy, o
lo que económicamente podría llamarse el good
will.
El problema renace en la línea delgada de la que
hablaba en un principio que hace que el poder entre en esos
emisores sigilosa pero contundentemente convirtiendo lo
público en su servicio.
San Pablo en sus repetidas epístolas, siglos
después de lo que Aristóteles habló, hace gala de la
comunicación como herramienta para la continuación
de los ideales cristianos. Su interés de
perdurabilidad para los conocimientos de la religión convierten a
estas cartas en densos
manuales de la
palabra como elemento de poder y argumentación de los
actos que se han cometido y que se van a cometer.
Las cartas dirigidas
a distintos pueblos o personajes formulan casi éticamente
el comportamiento
de los seres que están regidos bajo el mandato de Dios. Es
el poder legislado en el compañerismo y la
cercanía, fundamentos que son fundamentales en la
construcción de una buena intención
propagandística de cualquier corte, desde político
a comercial, hoy en día.
Citando de nuevo Aristóteles, el filósofo afirmaba
que la justicia se
hacia necesaria en la ausencia de la amistad, lo que
convierte al vínculo entre humanos en la mejor característica para que una norma sea
aceptada. El poder entre cercanos es más aceptado que el
mandatario que se aleja cada vez más entre los altos
escalafones de la pirámide jerárquica.
Con la llegada de Europa a América
la dependencia de la economía en la
búsqueda de las tierras obliga la continua información de los acontecimientos en las
nuevas tierras por parte de los descubridores a sus
reyes.
Esa relación entre los visitantes al nuevo mundo
y los personajes que como prestamistas esperaban que su inversión se viera correspondida con
algunos buenos objetos para ellos, convierten la
comunicación de la época en cartas de
narración detalladas de cuanto objeto diera muestras de
novedad y de interés para sus receptores.
Estas cartas denominadas Crónicas de
Indias, son una muestra de la
búsqueda del favor más allá de la
supervivencia. Muestra quizá al punto de la codicia el
interés de ser recompensados por hazañas que nunca
se llevaron a cabo. Una gramática adornada en los adjetivos que
convertían en mágico algo que poco a poco para
ellos se convertía en un infierno.
América daba paso de lo maravilloso a lo macabro
según la necesidad de cada narrador. Si su interés
era ser consagrado como un increíble hombre capaz
de enfrentar a los animales y
sujetos más feroces nunca antes vistos, estas selvas se
transformaban en un escenario dantesco. Si por el contrario su
recompensa derivaba de lo que fuera capaz de revelar como nuevo y
único, las cascadas se abrían transparentes para
ser el mismo paraíso que describió Colón,
aunque en ese caso se debía más a alucinaciones de
moribundo.
Esa conexión de la mentira para agradar hace un
efecto hacia la inversa del pueblo hacia el poder. Un argumento
contrario, fundamentado en los mismos pilares, a lo que
habíamos venido hablando a través de todo este
escrito. Aquí la punta de la sociedad no era
la que quería agradar a sus súbditos, si estos
últimos escampados en la gran ventaja de que los reyes no
se tomaban la molestia de comprobar sus escritos, metían
cuanto embuste le cabía a la realidad. No todo era embuste
hay que decir.
Pero a la inversa el objetivo era
el mismo, ahora el poder lo heredaban ellos, y la palabra apoyada
en esa legitimidad que le brindaron los ricos de las capitales
del viejo continente gratuitamente con el hecho de navegar a lo
nuevo o a la muerte, se
extendió ofreciendo todas sus ventajas. La palabra
está con los que tienen el poder, o mejor aún los
que tienen el poder necesitan de ella para mantener sus
ventajas.
Un par de siglos después, luego de la
caída de las monarquías y cuando estos
vínculos pueblo-gobernante estaban cada vez más
lejos de la unión, la participación e igualdad que
se promulga en el siglo XVIII, cuando se tumba por ineptos a la
casa de los Borbones en Francia, el
ejercicio del poder se convierte en algo más cuidadoso y
mucho más criticado que la independiente figura antigua
del bufón sincero, único capaz de decir
errores.
La democratización entra demoliendo la simpleza
de los argumentos del poder que deriva de Dios. Aquí los
beneficios que un jefe de estado debe
dar a un pueblo que lo eligió son más certeros y
visibles que la simple construcción deslumbrante de
iglesias o castillos, tienen que generar más ganancias que
los triunfos de batallas en territorios desconocidos. Aquí
la agilidad del mandatario se tiene que traducir en más
capacidad adquisitiva, en mayor seguridad que las
desastrosas noches medievales de atracos y violadores, en resumen
en mayor calidad de
vida.
La capacidad de la elección popular de un jefe de
la sociedad, la
generación del ciudadano en los términos actuales,
la vigilancia de las actitudes del
gobernante etc… voltean la tabla interpretadora del poder y de
arrastre se lleva la comunicación.
El detalle y los argumentos necesitan unas bases mucho
más sólidas que la cercanía y la amistad de la
anteriormente hablaba. El pueblo se ha dado cuenta que el poder
nace desde el seno de la sociedad, no en el cielo; que la
igualdad
propicia que el que manda es uno más dentro del grupo, pero
con funciones mucho
más trascendentales que cualquier otro, el progreso de ese
grupo. Una
cabeza que es minuciosamente analizada en su función
donde a cualquier error está tambalea.
A pesar de todo esto, el peso que resiste la
información es mucho más que la era
democrática, y por mucho que se pueda leer entre
líneas los intereses saben como jugar al mejor
postor.
La propaganda que
en un momento utilizó San Pablo, ahora afrontaba los
tiempos del escrutinio, de la lupa; pero busco más
calificativos y salió airosa.
Ya no existían las razones de Dios (en este mundo
occidental), ni la orden imposible de refutar de un rey, pero
aparecieron nuevos olimpos y nacieron nuevos argumentos tan
intangibles como los anteriores pero igual de eficaces, uno de
ellos el nacionalismo.
A finales del siglo XVIII principios del
siglo XIX, la guerra por los
derechos
marítimos entre Estados Unidos y
Gran Bretaña, expresa un nuevo peso que el fuerte bolso de
la comunicación puede cargar. En búsqueda de la
incorporación de más civiles en los
enfrentamientos, la propaganda norteamericana y la empresa
estatal buscan un argumento valido que convenza a los soldados en
potencia.
Nació entonces el Tio Sam (Derivado de las siglas U.S.A.
Uncle SAm), un viejo con barba blanca que decididamente anunciaba
I WANT YOU! (te necesito) en un cartel que le llegaba a las
masas, una vez más esta comunicación cumplió
su función.
Años más tarde, exactamente en 1919, un
joven austriaco de 20 años llamado Adolf Hitler es
nombrado jefe de propaganda de lo que después sería
denominado el partido nacionalsocialista o partido NAZI. Y
descubre los alcances de la comunicación como medios de
masa. Y así como con su película "Nacimiento de una
Nación"
de D.W.Griffith, se dio cuenta de los alcances del cine por esa
misma época, Hitler
convirtió los medios de
comunicación en uno más de sus aliados,
más valioso sin duda alguna que Italia o Japón.
Luego ese joven que fue denominado tantas veces
inútil e inepto, llega al poder con un contundente apoyo
parlamentario y conociendo los logros de esa misma propaganda que
el manejó, comienza una de las épocas más
desastrosas en la historia de la humanidad
apoyado siempre en la masificación de ideas absurdas
adornadas en los sentimientos de grandeza de un pueblo apabullado
por el tratado de Versalles y trasmitidas con una eficacia sin
igual, en panfletos, en afiches, en transmisiones y sin lugar a
dudas en discursos, con
movimientos de manos y puñetazos una y otra vez afirmo al
punto del convencimiento cuan grande era el pueblo alemán
y su gente, así él no fuera uno de
ellos.
Nombraría luego a Joseph Paul Goebbels en la
tarea del propagandista encargado de popularizar las ideas de su
régimen de mil años y demostraría una
vez más y sin dejar campo a la especulación que la
comunicación esta y estará por siempre al servicio
del poder sin importar los cambios que este sufra.
En el lado contrario Churchill adoptaría a la BBC
como la cadena de radio aliada y a
partir de allí todas las mañanas preguntaba a sus
ciudadanos: "¿Qué esta haciendo usted para ganar la
guerra?.
Con esto como soporte se cierra el circulo al destacar
la afirmación que no permitirá que la objetividad
sea una característica del poder mientras este
último se conciba como se hace hoy en
día.
El poder tiene los medios a su disposición y
partir de ellos estructura sus
intereses y más importante aún su legitimidad.
Más allá de los logros o los fracasos del poder,
desde el que se dicta en el estado al
poder del grupo más pequeño en una comunidad
alejada, la elite conoce la historia y se fundamenta en los
logros infinitos de la propaganda para adoptarla como su hija
predilecta.
Cuando los grupos
económicos que poseen los canales de transmisión
noticiosa y que se benefician en un interminable reciclaje de las
actitudes del gobierno ven la
posibilidad de utilizar su maquinaria en los beneficios propios
crean ese matrimonio tan
indisoluble como diabólico, que solo se rompe con una
reestructuración social e intelectual tan utópica
que solo produce risa.
Ahora el turno es para el que ostenta el poder en
nuestro convulsionado mundo geopolítico. Para la "América" del delfín Bush que ha
hecho la tarea al pie de la letra y entrego su primer informe con la
búsqueda del mal que ya no era el comunismo, ahora
es el oriente en sus términos, es cualquiera con barba y
piel morena o
por lo menos así lo entendieron los receptores de sus
mensajes que empezaron a destruir mezquitas y a insultar a
cualquier turbante.
Tiene en bandeja la maquinaria propagandística
más grande y con más público de toda la
historia de la humanidad, tiene el inglés,
la
televisión y el cine y en la
punta del árbol a la Internet.
Desde allí estructura todo lo que se hace o no se
debe hacer, si! así como San Pablo! así como
Moisés! Y convierte a sus ciudadanos como lo afirma
Antonio Caballero en el público más desinformado de
todo el globo, del que Bush también hace parte.
El problema está entonces en los intereses del
poder, no en la información misma. En lo que piensen hacer
las elites que en su espíritu no son malas pero que no se
han ganado un puesto en el pabellón de odio
gratuitamente.
La comunicación compone un entramado de actitudes
y beneficios, de acciones en
busca de reciprocidad, así como en las Crónicas de
Indias, una comunicación tan enfermiza como un virus pero que
tiene un hueco como cualquiera de ellos.
Esa misma información que no esta en el juego de
intereses y es independiente, que cumple las labores vitales de
comunicación de todos los hombres.
Recuerdo entonces el tarot. Las cartas que lograron
comunicar sin que se perdiera la cabeza por la información
a transmitir en la edad media.
Como se contaba sin utilizar los medios oficiales (el lenguaje se
sale por los poros).
Las posibilidades de confrontar la realidad y la
argumentación del poder, de esa manera tan independiente
casi underground, son las armas que pueden
repeler la mala propaganda, o el mal interés de la
elite.
Por:
David Ernesto Santos Gómez