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El doble como recurso literario en "El rincón feliz" (página 2)




Enviado por jorgemarin1



Partes: 1, 2

En literatura, el análisis del doble ocupa un lugar
destacado de la crítica. La lista de obras que se
podrían citar sería casi indefinida, pero el relato
que más estudios se han realizado es El Extraño
Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert L. Stevenson (1985).
Escrita en 1886, es considerada como una obra maestra. En su
época fue leída como un cuento policial; hoy tiene
otra revelación que va más allá de lo
literario. Puede interpretarse desde la conducta
esquizofrénica del personaje, así como
también desde la eterna parábola: lucha entre el
bien y el mal. Es un paradigma en su género, porque
está representado por un arquetipo universal, en el cual
la "sombra" marca un
límite bien definido. Un error en los experimentos del
Dr. Jekyll hizo que resurgiera otro ser: una extraña
presencia, en el momento de beber una sustancia. Se
producía un cambio repentino, como si se hinchara. Luego
"la cara se oscurecía. Parecía que las facciones se
disolvían, que se alteraban…" Era Mr. Hyde, cuyos rasgos
no eran nada agradables a la vista: "Pálido y de cara
chata, daba la impresión de deformidad, sin poder precisar
ninguna deformación. Sonreía desagradablemente y su
conducta, era una mezcla homicida de cobardía y de audacia
y hablaba con una voz ronca, baja y rota" (Stevenson,
1985:35).

Al principio el Dr. Jekyll había conseguido
satisfacciones por su nuevo disfraz: Mr. Hyde. Pero, muy pronto,
se convirtió en algo monstruoso. Con frecuencia se
sentía invadido por su sustituto. Su vacilación era
justificada: Acusaba en él ambas personalidades. El Dr.
Jekyll debía modificar su destino, o bien, aceptarlo.
Estaba en sus manos el poder hacerlo, pero se enredó en
una telaraña de inseguridades, y consiguió caer en
su propia trampa. Él había conseguido traspasar los
límites
que le fijaba la ciencia y
su propia naturaleza.
Despertó en él la maldad y su error fue no poder
dominarla, y aunque se negara, siguió siendo alguien quien
no quería ser. En este estado de
locura, se suicida.

EL RINCÓN
FELIZ

Si se compara el relato de El extraño caso del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde con El Rincón Feliz se encuentran una
serie de diferencias. Stevenson recurre a una explicación
racional, incluso científica: plantea los límites
de los experimentos utilizados, mediante una sutil crítica
a la sociedad de su
época; mientras que a Henry James le interesa destacar una
faceta psicológica de cambios sustanciales en la persona
de Spencer Brydon. Su técnica consiste en una
elaboración minuciosa, precisa del relato, sin que se
manifiesten otros factores extrínsecos en cuanto a la
presencia del fenómeno extraño. Es decir, la no
recurrencia de explicaciones extrapoladas centrándose en
la idea de que en el texto mismo se
puede encontrar la clave del misterio.

Henry James plantea dos aspectos interesantes:

  1. Se centra en una especificación de datos que van
    construyendo la trama, cuya estructura consigue un amplio
    enlace de significados.
  2. Cada interpretación permite un acceso a la descripción psicológica del
    personaje, intensificada en acciones,
    marcado, en parte, por una ambigüedad interpretada desde
    la vacilación del personaje, que se va delineando una
    anticipación del final, en una elaboración
    sistemática de conceptos.

Desde las primeras páginas, el lector se sumerge en una
atmósfera
descriptiva de objetos, cuya representación
mimética estará condensada en dos instancias
precisas: La mirada requiere de la presencia de un narrador
omnisciente y también lleva implícito un punto de
vista (restricción de campo), que, combinados, instalan un
clima de misterio y horror.

La historia
contiene una anécdota simplificada. Spencer Brydon vuelve
a los Estados Unidos
después de una permanencia prolongada en Europa, y regresa
a la casa de su infancia. Es
una persona adinerada y representa a un empresario que
no escatima esfuerzos para realizar negocios
rentables, y piensa que, después de la muerte de
los familiares más próximos, su antigua casa
paterna, recibida como herencia, la
demolería y construiría un imponente edificio, tal
cual se perfila en la sociedad moderna.

Los recuerdos que la casa le prodiga están cubiertos de
un halo nostalgioso. Recorre sus enormes galerías,
innumerables puertas que conducen a otras habitaciones,
escaleras, a pesar de que en la casa se instala un eco que se
amplía y resuena a cada paso debido a la falta de muebles.
"Había venido (expresándolo de un modo ampuloso) a
ver lo que le pertenecía, de lo cual se había
mantenido a una distancia de cuatro mil millas durante un tercio
de siglo; o (expresándolo con menos sordidez) había
cedido al deseo de volver a ver la casa que tenía en el
rincón feliz (como solía llamarlo
cariñosamente) donde viera la luz por primera vez, donde
varios miembros de su familia vivieron
y murieron, donde había pasado las vacaciones de su
infancia (el curso escolar siempre duraba demasiado) y recogido
las pocas flores sociales de su adolescencia
sin calor; ahora,
merced a los fallecimientos sucesivos de dos hermanos suyos y a
la cancelación de antiguos acuerdos, aquel lugar al que
había sido ajeno durante tanto tiempo pasaba
enteramente a sus manos" (James, 1949:51).

ANÁLISIS
DE LOS CAPÍTULOS

Seguidamente se expondrá someramente el análisis
de los capítulos para recrear la atmósfera del
cuento en una serie de detalles, tal cual se perfila en la
técnica abordada por Henry James, para comprender que
manera organiza un bosquejo teórico para remarcar la
presencia de la sombra.

CAPÍTULO I

Aparecen situaciones que delinean un clima de misterio,
describiendo conductas de su lado sombrío.

"Las proposiciones y los valores
estaban trastocados; las cosas feas que se esperaba, las cosas
feas de su lejana juventud
(Spencer Brydon fue sensible a lo feo desde una edad muy
temprana), (…) ejercían encanto sobre él"
(James, 1949:50).

Otra descripción precisa se determina en
aquellas potencialidades que resultaban ser de su agrado. Esta
presencia de la sombra, lo hará ver como un hombre
preocupado por rescatar lo positivo.

"Había vivido dándole la espalda a
preocupaciones (comunes, rutinarias), con la cara vuelta hacia
inquietudes de un orden tan diferente que apenas sabía
cómo tomarse la bulliciosa aparición de su
capacidad para los negocios y su sentido de la construcción, ocultos en una zona de su
cerebro hasta
momentos jamás explorada" (James, 1949:52).

Su personalidad se ve reflejada en una serie de actos ocultos
que subyacen en el inconsciente y que son manifestaciones del
complejo yoico "(…) de presencias de la era anterior,
presencias que, en el caso de él, se hallaban ocultas bajo
una serie de capas: Su experiencia de hombre, su libertad de
viajero, el placer, la infidelidad…" (James, 1949:53).

El lado oscuro comenzaba a manifestarse. En el siguiente
pasaje se resume un reencuentro futuro con su doble: "(…)
hacía aparición de un modo brusco y
extrañísimo: le salía al paso y esta
imagen era la
que tenía en cuenta para juzgar el asunto o al menos la
que le hacía estremecerse y sonrojarse no poco como
hubiera podido salirle al paso, al doblar un oscuro recodo en una
casa vacía, una silueta extraña, un ocupante
inesperado. Esta extraña analogía le
perseguía obsesivamente, cuando no la perfeccionaba
él mismo, dándole una forma aún más
intensa: se imaginaba que abría una puerta tras la cual
tenía la seguridad de que
no había nada, una puerta que daba a una habitación
vacía, con los postigos echados; topábase, sin
embargo, dominando un gran sobresalto, con una presencia
totalmente rígida, algo que se hallaba inmóvil en
medio del lugar, haciéndole frente a través de la
oscuridad" (James, 1949:54/55).

Un extraño eco lo acompañaba en su risa,
"aquella misma resonancia humana, consciente (no había muy
bien cómo definirlo), que tenían los sonidos cuando
estaba allí a solas, un eco que regresaba no sabía
sí a su imaginación o a su oído"
(James, 1949:57).

Estos sucesos no parecían extraños, sino que
podrían tener una explicación lógica
para Spencer Brydon, como si en la casa rondaran espectros y
asustaran a los visitantes. La casa, poblada de recuerdos, donde
sus familiares habían pasado toda su vida, significaba
"que las paredes estaban llenas de vida, y aquello no era posible
borrarlo" (James, 1949:60).

Su pensamiento se
hallaba enteramente absorto por un puro y vano egoísmo, un
aspecto narcisista de su persona, una "obsesión morbosa"
que lo obligaba a entregarse "con todas sus fuerzas a aquella
especulación absurda (lo cual, sin duda alguna, era
además una prueba de que tenía el hábito de
pensar mucho en sí mismo)…" (James, 1949:61). En
otro pasaje, Alice marca la misma situación: "(…) a
usted no le importa más que usted mismo" (James,
1949:64).

El tema del narcisismo no es ajeno al motivo del doble. Otto
Rank considera que "esta observación surge, no sólo de las
tradiciones mitológicas (…), de creación por
autorreflejo, sino, ante todo, por los tratamientos literarios
que hacen que el tema de Narciso aparezca en primer plano
(…), ya sea de modo directo o en deformación
patológica" (Rank, 1979:114). "Unido a esta actitud
narcisista está su imponente egoísmo, su
incapacidad para el amor y su
vida sexual anormal" (Rank, 1979:115). Esto revela una constante
preocupación por su figura, por recuperar aquel estado
anterior que se ve sometido a un cuestionamiento
psicológico perturbador.

Al referirse a su lado represivo, oculto, Spencer Brydon
declara: "Se me ocurre pensar que entonces yo tenía oculto
muy dentro de mí un extraño alter ego, del mismo
modo que se contiene en el tenso y diminuto capullo una flor en
todo su esplendor, y que cuando decidí por qué
derrotero habría de marchar mi vida, lo que hice fue
transferir mi otra personalidad a un clima en el que se
agostó para siempre" (James, 1949:62).

De esta manera, surge un estado alterado de su conducta que se
manifiesta como una aproximación al inconsciente,
aclarando que "él no es yo. Él es totalmente
distinto, es otra persona" (James, 1949: 63), y reconoce que en
su perturbación la identidad
elegida procede de un discernimiento racional.

Alice Staverton, por su parte, le confiesa a Spencer Brydon
que ha conocido a la presencia de ese "yo" funesto, temible, como
una amenaza monstruosa, y que lo ha visto en sueños "dos
veces seguidas", "exactamente igual" (James, 1949: 64), a lo que
Brydon reacciona, preguntándole: ¿Cómo es
ese condenado? (James, 1949:65). Alice sólo refiere:
"¡En alguna ocasión se lo diré!" (James,
1949:65).

De este modo, la sombra se proyecta como una presencia
monstruosa que tiene poderes para intervenir en el sueño
de Alice y esto permite suponer que ese "ser" existe y que las
sospechas de Brydon se van haciendo realidad.

CAPÍTULO II

Spencer Brydon se encuentra solo en aquella casa, consigo
mismo, pero una "obsesión le poseía" (James,
1949:65). Recorre las innumerables puertas, a oscuras, tomando
precauciones para no ser visto. En este itinerario real, se
prepara para cruzar al otro mundo. "Mentalmente, se proyectaba a
sí mismo (…), penetrando en la otra vida, la que le
aguardaba, la verdadera (…)" (James, 1949:67).

Un eco resuena en las profundidades de la casa, recreando su
otra existencia en "aquel otro mundo de naturaleza misteriosa; y
aquel rumor indescriptiblemente tenue que del borde
surgía, eran los suspiros, los lamentos patéticos
–apenas audibles para su oído
atentísimo– de lo que pudo haber sido y a lo que
él había renunciado" (James, 1949:67).

Los ecos "se resistían a aparecer, se asistían
de manera insuperable, pero no se podía decir que tuvieran
un carácter siniestro; al menos no lo
tenían tal y como él intuía aquellas
posibilidades intangibles, cuando aún no había
adoptado la Forma que él deseaba fervientemente que
adoptaran, la Forma bajo la que en algún momento se
veía claramente a sí mismo, caminando de puntillas,
las puntas de unos zapatos de etiqueta que iban de
habitación en habitación, y de piso en piso"
(James, 1949:67/8).

Spencer Brydon parecía padecer de una completa locura,
pero se veía sometido a una tensión, al igual que
en una cacería para asechar a su presa. Este esfuerzo le
exigía paciencia y "al mismo tiempo tanto nervio como lo
exigía ir en pos de una criatura más sutil pero, si
se la acorralaba, acaso más peligrosa que ninguna bestia
salvaje" (James, 1949:68).

Este mecanismo de la persecución de la presa "muestra el
desenlace de la locura" que casi por lo general coincide con el
suicidio. Pero
en este pasaje, el protagonista es una víctima de su
doble. Esto podría vincularse con la paranoia. Sigmud
Freud ha estudiado con profusión el tema al establecer
como "base 'una fijación en el narcisismo' a la cual
corresponde la megalomanía típica, la
sobrestimación sexual de uno mismo" (Rank, 1979:119). Este
motivo reflejado en las representaciones literarias "confirman no
sólo el concepto de Freud sobre la disposición
narcisista de la paranoia, sino que además, en una
intuición que, muy pocas veces lograda por los mentalmente
enfermos, reducen el principal perseguidor al propio yo, a la
persona que antes se amó más que a ninguna, y
entonces dirigen su defensa contra ella" (Rank, 1979:119).

Otra facultad experimentaba: "Dejaba su pobre luz en el
suelo y,
avanzando sin ella, pasaba a otras habitaciones y (…) era
capaz de ver a su alrededor y de proyectar a tal fin una claridad
relativa. Aquella facultad que había adquirido le
hacía sentirse como si fuera un gato sigiloso y
monstruoso. Se preguntaba si en aquellos momentos sus ojos
despedirían una potente luminosidad amarilla y qué
supondría para el pobre alter ego al que acosaba
enfrentarse con alguien así" (James, 1949:69/70).

En este tramo de la pesquisa, tenía la clara
sensación de que lo seguían; "no había duda
de que alguien iba tras él, a una distancia cuidadosamente
medida y con el fin expreso de quebrantar la confianza, la
arrogancia de su convicción, conforme a la cual su
único papel era el de perseguidor" (James, 1949:71).

Sentía escalofríos, un súbito desaliento
que presagiaban "un acontecimiento sumamente extraño, que
le hacía sentir un júbilo extraordinario y casi
despertaba en él un orgullo sin límites, un
acontecimiento que tal vez se produjera al cabo de unos
instantes: la duplicación de su conciencia"
(James, 1949:72).

La persecución paranoica de la presa se encuentra en
una íntima relación con el doble, que se identifica
a menudo con el hermano. Esto conlleva un concepto fijado desde
la antigüedad con la leyenda de Narciso, una
duplicación de la conciencia a quien se le parece en todo
sentido y que se luche contra esa imagen arrolladora; "el doble
es el rival de su prototipo en todas y cada una de las
cosas…" (Rank, 1979:119)

En este desafío, la presa asechaba; Spencer Brydon
sentía deseos de saber quién era, a su vez estaba
seguro que
"había estado persiguiendo era a su otro yo, esta entidad
inefable demostraba no ser en última instancia indigna de
él. Se resolvía (…) en pleno acoso, haciendo
bueno el proverbio de que la paciencia tiene un límite; y
en aquel instante Brydon probablemente saboreó la
sensación más compleja que había conocido
jamás dentro de los límites de la cordura" (James,
1949:72/3).

El temor aumentaba, al igual que su impaciencia, era preciso
actuar. Calculó con una asombrosa exactitud los pasos y
las acciones. También dedujo que la soledad de la casa era
completa. Mientras se movilizaba en su interior, alguien
más estaba con él. Tardó en decidirse,
volvió sobre sus pasos, hizo un rodeo largo, se
preocupó por el policía de la cuadra, la hora, la
vela; hacía lo imposible para postergar su cacería.
Entre un ir y venir constante, su miedo se acentuaba, pero la
lógica de sus movimientos lo obligaba a predecir
cuáles eran ejecutados mecánicamente y cuán
seguro se sentía con la realización de sus actos.
Había cerrado una de las puertas que ahora encontraba
abierta y escaleras arriba hallaría la respuesta: La
presencia de su doble.

Era un ser "rígido, consciente, espectral y sin embargo
humano, ante Spencer Brydon, había un hombre de su misma
sustancia y estatura, aguardándole para medir su capacidad
de terror. No podía ser otra su intención, o eso
creyó Brydon hasta que, avanzando, se dio cuenta de que lo
que le impedía distinguir su rostro era que se hallaba
oculto tras unas manos levantadas. Lejos de hallar ante sí
un rostro desnudo y desafiante, se encontraba una faz parapetaba
tras un gesto oscuramente implorante. Así fue como Brydon
percibió lo que tenía ante sí; ahora todos
los detalles se destacaban nítidamente en medio de una
mayor claridad (…) Antes de que nuestro amigo se diera
cuenta, la presencia retrocedía presa de un horror
inmenso: Brydon comprendió de repente que tal era el
sentido del gesto inescrutable de su adversario. Al menos tal era
el significado que le surgiría la presencia que él
contemplaba, boquiabierto; pues Spencer Brydon no podía
menos de quedarse atónito al ver que su otro yo se
apoderaba también de la angustia; quedarse boquiabierto
ante la evidencia de que, ahora que él, Brydon,
había llegado allí, a un paso de la vida
triunfante, a la que pronto accedería, de la que enseguida
disfrutaría, ahora su otro yo no era capaz de hacerle
frente a su triunfo" (James, 1949:84/5).

Pero ese rostro era "…desconocido, inconcebible,
espantoso, desconectado de toda posibilidad …" (James,
1949:86), y ante el miedo y el terror que impartía esa
extraña figura, se desmayó.

Henry James muestra con detalles
al sujeto el cual persigue a Spencer Brydon que se va perfilando
un claro sentido de conciencia por la proyección de su
doble, una realidad incuestionable que supera todo asombro. Este
encuentro prefigura una traslación física de esa
proyección, y su desmayo puede simbolizar el acto de
nutrición,
es decir "comer la sombra, devorarla" para absorber sus
negatividades.

CAPÍTULO III

En este capítulo se halla la resolución del
conflicto. La
figura de Spencer Brydon "daba totalmente la impresión de
que se había caído, pero lo asombroso era que no
tenía ningún corte ni magulladura; tan sólo
parecía hallarse sumido en un profundo estupor. No
obstante, en medio de aquel proceso que le
permitía ver las cosas cada vez con mayor claridad, lo que
comprendió con más nitidez en aquellos instantes
fue que Alice Staverton, durante un momento inenarrablemente
largo, no había tenido ninguna duda de que él
estaba muerto" (James, 1949:88).

Luego reacciona y en un clima de calma, Spencer Brydon recobra
la cordura. Le cuenta a Alice la verdad; ella le revela que
había visto a ese ser y era real; cree en sus
palabras.

Brydon Spencer es otro ser: "… ahora me he encontrado a
mí mismo … gracias a ti, mi vida. Pero esa
alimaña de rostro horrible, esa bestia es un ser
extraño y oscuro. No tiene nada que ver conmigo, ni
siquiera con lo que yo hubiera podido ser" (James, 1949:91).

A pesar de que Alice diera a entender que aceptara a ese ser
monstruoso, confiesa: "Y él no es … no,
¡él no es tú!" (James, 1949:93)

De este modo se cumplen todas las expectativas del lector y el
conflicto se resuelve de una manera positiva, es decir su actitud
de reconocer a su otro yo ha sido beneficio, Spencer Brydon es
una nueva persona.

Marie Louise Von Franz analiza estos aspectos y establece que
todo "proceso de individuación", cada persona al reconocer
sus debilidades y al enfrentar el desafío de "sacar a la
luz" su lado negativo, experimenta un cambio favorable, cuya
nueva identidad se manifiesta de una manera consciente.

CASI UNA
CONCLUSIÓN

Vistas en conjunto las etapas del acto de la sombra, podemos
extraer como conclusión que Henry James lo muestra a
Spencer Brydon como un ser enigmático, calculador,
neurótico, que se siente atraído por una
perturbación que va delineando un clima de misterio, y a
la vez, ese misterio se resuelve sin dejar la duda en el lector o
la ambigüedad del conflicto en un final abierto.

En este caso, Henry James, como intelectual, una vez
más ha formulado una crítica desde el
psicoanálisis, aplicando sus principios
rectores en la invención de una historia ficcional. Su
punto de vista no difiere de las teorías
psicoanalíticas y esto se ha podido comprobar a lo largo
de este escrito, encontrando un adecuado mecanismo interpretativo
del tema, seguido en las peripecias del relato.

Tal como se presenta El rincón feliz, difiere de las
fórmulas narrativas tradicionales, para encuadrarse en una
nueva línea, en el que no se pueden trasladar modelos
esquemáticos, enunciando en un nuevo orden, un
tópico narrativo singular, perteneciente a las propuestas
de los autores contemporáneos del Siglo XX. En esencia,
este es el rasgo que lo vincula como uno de los escritores
preocupados por la técnica.

BIBLIOGRAFÍA

  • Bly Robert, El libro de la
    sombra. El encuentro y la reconciliación con los
    aspectos negados de nosotros mismos, Buenos Aires,
    Planeta, 1993.
  • Cooper J. C., Cuentos de
    hadas. Alegorías de los Mundos Internos, Málaga,
    Sirio, 1986.
  • Freud Sigmud, La interpretación de los
    sueños, Barcelona, Planeta/Agostini, 1991.
  • James Henry, "El Rincón Feliz", en La lección
    del Maestro, Buenos Aires, Emecé, 1949.
  • Jung Carl. G, El hombre y sus símbolos, Barcelona, Caralt, 1976.
  • Rank Otto, El Doble, Buenos Aires, Orión, 1976.
  • Rest Jaime, "Henry James y sus ideas sobre la novela" en
    Mundos de la imaginación, México, Monte Avila, 1978.
  • Stevenson Robert L., El Extraño Caso del Dr. Jekyll
    y Mr. Hyde, Madrid,
    Sarpe, 1985.

 

 

 

 

JORGE MARÍN

Periodista y escritor. Cursó estudios terciarios
obteniendo los títulos de: de Perito superior en periodismo, en
EDAYCI (Estudio de Asesoramiento y Capacitación Integral), Buenos Aires y el
de Técnico superior en periodismo, en el Instituto
Superior en Ciencias de la
Comunicación Social, Bahía Blanca.
Cursa la carrera de licenciatura y profesorado de letras en la
Universidad
Nacional del Sur de Bahía Blanca. Dicta cursos en el
Instituto José Bernardo de Bahía Blanca, en el
área Taller literario y Comunicación oral y escrita. Fue director
del Centro Ecológico Naturista "Por Una Vida Mejor",
así como también de las publicaciones:
Ecológicamente Hablando, Despertar Ecológico y
TURIBAR. Es autor de los siguientes ensayos:
Periodismo y literatura, enfoque sistémico en la
novelística de Gabriel García Márquez; Villa
Mitre, la Reina de las Villas; El mito de la
Ecología,
y de la obra de ficción Los cuentos de Germán.

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