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INMIGRACION Y LITERATURA: VOLVER



    1. De regreso
    2. En busca de las
      raíces
    3. Notas

    En esta monografía
    me refiero, a partir de obras literarias y testimonios de diversa
    procedencia, a la posición que los inmigrantes que
    llegaron a la Argentina entre
    1880 y 1950 tomaron con respecto al regreso a sus países
    de origen. Me ocupo, asimismo, de los viajes
    realizados por sus descendientes, y de las vivencias al respecto
    que ellos relataron.

    Gran parte de los extranjeros que se establecieron en
    nuestro país, sólo pensó en hacerlo por un
    tiempo. Como
    relata Roberto Cossa en Gris de ausencia, la idea era más
    o menos ésta: "E el barco se movía e il mio hermano
    Anyelito mi dicheva: "A la Aryentina vamo a fare plata… mucha
    plata… E dopo volvemo a Italia" (1). Pero
    no siempre será fácil regresar.

    Algunos inmigrantes, que vivieron aquí durante
    décadas, no quieren volver a su tierra natal,
    ni siquiera por un tiempo –nos
    dijeron-, porque se sienten abandonados por ella, o porque creen
    que ya no encontrarán a nadie conocido allí. No
    quiso volver, entre otros, Francisco Coira, quien nació en
    España
    en 1906 y expresa: "Nunca me quise volver. No creo en la
    nostalgia…" (2).

    En La pradera de los asfódelos, dice una
    española que se opone a que su hijo emigre: "A América
    se marcha uno a morir y a olvidar. Primero se olvida a la novia,
    después a los hermanos, después a la madre. Nadie
    vuelve. Y si con la vejez alguien
    que hizo alguna fortuna regresa, es para mostrar sus canas y su
    cansancio. Se ha convertido en un extraño que
    envejeció lejos de su familia. Pregunta
    por sus amigos que ya no viven y mira su vieja casa en ruinas. Es
    como si volviera de una cárcel lejana donde pagó
    quién sabe qué delito"
    (3).

    Un gallego destacado, Arturo Cuadrado Moures, manifiesta
    que no desea regresar; tiene una misión que
    cumplir en su nueva tierra:
    "Volver a España,
    ya… ¿para qué? Aquí tengo forjado mi
    corazón
    entre amigos. Creo que la República Argentina, como
    el resto de América, está en un despertar,
    tenemos una obligación con la gente joven:
    ¡Cuidarlos! ¡Vigilarlos! ¡Atenderlos! Para
    ellos están estos corazones que llegaron del exilio
    español"
    (4).

    Muchos sí desean volver y lo logran. En julio de
    1959, en la Argentina, Rafael Alberti se ilusionó con el
    regreso a su tierra. Escribió en La arboleda perdida: "no
    sé, pero hay algo en mi país que ya tambalea, y
    entre nosotros, los desterrados españoles, circulan
    vientos que nos cantan la canción del retorno" (5).
    Dejó la Argentina pensando en su Cádiz amada, pero
    debió recalar mucho tiempo en Roma. Finalmente,
    regresó a su puerto de Santa María.

    Los Goris, inmigrantes gallegos, volvieron a radicarse a
    su tierra. "De chica –afirma la hija, Esther-,
    escuché tanto a mis padres añorar su tierra
    gallega, que, a fuerza de ser
    tan nombrada, Galicia se convirtió para mí en una
    región mítica". Ahora que sus padres regresaron,
    dice: "Sólo falta que vuelva yo, para estar los tres
    juntos, en ese suelo
    soñado" (6).

    Otros jamás podrán regresar, y
    morirán añorando el retorno. Volver fue una
    obsesión para la gallega de Canción perdida en
    Buenos Aires
    al oeste, novela de
    María Rosa Lojo. La mujer "estaba
    sola frente al espejo y suspiraba: ¿me reconocerán,
    seré todavía hermosa cuando vayamos a
    España?" (7). Nunca pudo volver.

    Graciela González, hija de un gallego emigrante,
    relata que en los años en que llegó a la Argentina
    su padre, "Los sueños eran pocos, pero duraban toda la
    vida: comprar una casita, educar a los hijos y, quién
    sabe, volver a la patria algún día. Papá
    nunca lo hizo". La entrevistada recuerda que en una valija, que
    las hijas pequeñas no podían abrir, el hombre
    guardaba "cartas, cuadros,
    que todos los emigrantes traían porque no sabían si
    podrían volver a ver a sus familiares. Había de
    todo. Era su historia" (8). La
    íntima historia que lo
    acompañaba en la tierra
    nueva.

    No puede regresar Fermín Alvarez, mozo de la
    confitería La Ideal. "Su rancia estirpe gallega se ablanda
    un poco cuando confiesa que le gustaría volver a
    España, después de tantos años sin pisar
    la tierra que
    lo vio nacer. ‘Pero no hay plata: acá se gana muy
    poquito, apenas las propinas. Y la jubilación, para
    qué hablar’, cuenta. Su hija le está
    gestionando una jubilación en España para que su
    vida sea menos empinada" (9).

    En su Cataluña quiere morir Remey Nuez Fontanals,
    emigrada en 1947. Ella cuenta: "yo siempre le digo a mi marido, a
    Bellido, que no quiero morir fuera de casa, y para mí mi
    casa es España. Siempre que hablamos con él le digo
    que no quiero morir fuera de casa, aunque siempre he estado fuera
    de casa… pero bueno, no quiero morirme acá, pero me
    parece que va a ser muy difícil". Distinto pensaba su
    madre: "Mamá en cambio
    murió acá, contenta. Decía que amaba este
    país porque aquí nunca había podido tener
    una deuda. En España le debía a cada santo una
    vela, y acá a nadie, a ninguno…" (10).

    Por motivos políticos, un inmigrante deja su
    tierra y no puede volver a ella. Cuando le es dado regresar, ya
    no lo hace. Cuenta la escritora italiana Laura Pariani "Mi
    abuelo, un anárquico antifascista, había partido en
    1926 por motivos políticos. Estaba convencido de que el
    fascismo
    caería de un momento a otro y de que su estadía en
    la Argentina, fruto de la necesidad, habría de durar poco.
    Mi madre tenía menos de un año cuando él
    partió. La idea de mi abuelo era regresar, pero el
    fascismo no
    cayó. Fue así como, postergando cada año el
    regreso, mi abuelo construyó su nueva vida en la
    Argentina, donde vivió sus últimos cuarenta
    años" (11).

    Tampoco pudo regresar una familia polaca:
    "Desalentados por tantos infortunios, algunos años
    después de haberse radicado en Misiones, la familia
    Szychowski analiza la posibilidad de regresar a Polonia o de
    trasladarse a Canadá", pero "el estallido de la primera guerra
    mundial los hace desistir de sus planes" (12).

    Hay quienes, como la calabresa Adelina C. Cela, abrigan
    durante todas sus vidas el deseo de regresar al país de
    origen, aunque más no sea, en el más allá.
    En el poema "Madre Patria", expresa la italiana: "Por eso quiero
    pedirte/ que mis cenizas, un día/ descansen en tus
    raíces/ ¡las que me dieron la vida!"
    (13).

    De
    regreso

    Para los inmigrantes que regresan temporariamente a sus
    países de origen, el viaje tiene distintos significados,
    vinculados con su pasado. "Yo tenía quince años
    cuando empezó la Segunda Guerra
    Mundial, y fui encerrado en el gueto de Lodz, con mi familia
    y miles de judíos más –dice el polaco Jack
    Fuchs. Allí estuve hasta que el gueto fue liquidado y nos
    deportaron a Auschwitz". Para este hombre, que
    tanto ha sufrido, el viaje tiene una connotación muy
    especial: "Hoy sé que volver a Lodz es como una
    peregrinación" (14), afirma, convencido de que debe viajar
    a su tierra también con su hija.

    Es asimismo el recuerdo de la guerra el que
    motivó a viajar a un italiano, deseoso de recorrer los
    lugares en los que había luchado. En El laúd y la
    guerra, se
    narra el viaje de Luigi Gusberti, quien vuelve a Italia a los
    ochenta y ocho años, acompañado por su hija y su
    yerno. Escribe Martina Gusberti: "Después de varios
    viajes a su
    itálico terruño, cuando todos creíamos que
    había sentado cabeza, manifestó su deseo de
    reincidir. Era éste el proyecto
    más acariciado por mi padre, quizás el
    último y el de más difícil solución,
    por su avanzada edad". A pesar de la negativa familiar, el
    anciano insistía: ""¡Qué bello volver a
    Italia, visitar los lugares donde luché en la primera
    guerra
    mundial, recorrerlos paso a paso, ver cómo
    estarán hoy…!" (15).

    Milena Gastaldo Brac, sicóloga social, explica el
    efecto que el viaje tuvo en su espíritu: "ese barco que
    una vez me trajo de Italia estaba siempre ahí y
    aparecía ante cualquier anécdota como si fuera un
    hueco sin tapar. Tenía una enorme sensación de
    orfandad, de carencia". Hasta que viajó y "el milagro
    sucedió en la iglesia, con
    la nieve cayendo sobre el pueblo: ya no sentí más
    el vacío en el pecho, ni la necesidad de Italia; la
    había aprehendido. La pude juntar, tomar y
    metérmela en el alma, en el gran cofre de los dulces
    recuerdos junto a los villancicos navideños. En ese mismo
    momento sólo ansié volver a Buenos Aires, al
    calor de mi
    país nuevo y de mi familia nueva, de hijos y nietos
    argentinos" (16).

    La nostalgia impulsa a un gallego que llegó de
    niño. Francisco Gil nació en Vilar, Pontevedra, en
    1915 y llegó a la Argentina a los cinco años. Su
    amigo Antonio Pérez-Prado lo definió como un
    "galaico-porteño" (17). Fue "un gallego que se
    sintió argentino y organizó durante décadas
    encuentros entre autores y lectores, que son el antecedente
    más cercano a la Feria del Libro". La
    falta de medios no fue
    un obstáculo para que el emigrante viajara: "En 1960, Don
    Francisco sintió nostalgias de su tierra natal y quiso
    visitarla. Sus amigos se ocuparon de cumplir su deseo.
    Agustín Pérez Pardella, escritor y capitán
    de navío, lo llevó en su barco hasta Pontevedra.
    El dinero para
    la estada provino de una rifa de una obra que donó Berni"
    (18).

    Otros emigrantes regresan a su tierra nimbados del
    prestigio que les da su destacada trayectoria cultural, donde
    muestran el fruto de su talento. En 2000, Bernaldo Souto,
    traductor del Martín Fierro, regresó de Galicia,
    donde "brindó una serie de conferencias y presentó
    tres libros de
    poesías
    bajo el título ‘Luz y
    sombras’. Pero su mayor satisfacción fue enterarse
    que en fecha próxima, su traducción gallega del
    Martín Fierro será publicada por la Xunta de
    Galicia, en una edición bilingüe de lujo"
    (19).

    Con su hijo famoso viaja la madre de Jorge Luz. El actor
    recuerda así ese momento: "Mamá se vino de Asturias
    cuando tenía doce años. Cuando ella tenía
    cincuenta y pico la llevé a Asturias a ver a su
    mamá. Mi abuela. Ella tenía una cocina muy grande y
    nos quedábamos a la noche, en plena montaña, con la
    cocina encendida. Estaba todo el campo verde, lleno de almendras,
    nueces, guindas. La despedida fue fea. Cuando íbamos
    camino al aeropuerto, de vuelta a Buenos Aires, mamá
    venía llorando, y le dije: ‘Mamá, la viste,
    no le pidas más a la vida’. A los cinco meses de
    llegar acá, murió mi abuela" (20).

    En
    busca de las raíces

    A veces, son los descendientes los que regresan, en
    busca del paisaje añorado por sus mayores. Acerca de esta
    clase de travesía, dice Juan Bedoian: "Quizás ese
    viaje es como mirarse al espejo por primera vez, recuperar una
    parte nuestra que nunca puede desaparecer: las semillas de lo
    previo. Y es también el viaje más importante que
    uno puede hacer porque es un viaje que nos nombra, un viaje que
    no cesa en el tiempo ya que siempre estuvo en nuestros
    sueños y quedará allí para siempre, sin
    adioses, intocado como el relato de un viejo que cuenta
    cómo era su casa en su aldea de Italia, qué
    hacía en el campo, cuándo y con quién
    llegó a la Argentina" (21).

    El viaje se relaciona a veces con la creación
    literaria, a la que precede o de la cual es consecuencia. En un
    reportaje, afirma Roberto Raschella, autor de Si
    hubiéramos vivido aquí: "Viajé a Italia, el
    pueblo de mis antepasados, y al volver empecé a escribir
    la que fue mi segunda novela. La
    época anterior y posterior al viaje va a ser la base de mi
    tercera novela" (22).

    En la tierra incomparable, Dal Masetto narra la visita
    de una italiana a su pueblo, cuarenta años después.
    En una entrevista,
    aclara quién viajó: "En realidad, fui yo el que
    regresó. Allí se dio algo interesante desde el
    punto de vista del oficio: me propuse contarlo desde la
    visión de Agata y mi esfuerzo fue tratar de ver todo con
    los ojos de ella. Ese cambio de
    personalidad
    me obligaba a cierto tipo de asombro. Mi mamá -por
    ejemplo- nunca subió a un avión" (23).

    Griselda Gambaro también escribió
    remitiéndose a sus vivencias. Para El mar que nos trajo,
    "En lo que respecta a Italia, acudí a mis propios
    recuerdos de los lugares que se mencionan: (…) Recordaba
    particularmente la isla de Elba, donde sucede el relato cuando se
    traslada a Italia. La había visitado hacía muchos
    años, conocido a los descendientes de Agostino, quienes me
    acompañaron al pueblo bajo cercano a la playa y al alto,
    sobre la cumbre de una colina, a ‘la playa de arena y
    piedras romas’" (24).

    A Italia viaja Atilio Betti en 1967. También lo
    hace el protagonista de La noche lombarda, su novela, premiado
    por el Gobierno de la
    península. El personaje vive su premio como una revancha:
    "Mi padre me había negado la educación. Me
    había condenado, por no querer trabajar bajo su mando, en
    su fabrica, a una juventud de
    lucha. A defenderme a puñetazos por las calles y las
    oficinas, con tal de salir con la mía. Y ahora me hallaba
    allí, en viaje hacia Italia, en calidad de
    invitado y futuro huésped de su patria. Libre y solo.
    Solo, sí, pero libre y triunfante" (25).

    Estar en la tierra de los mayores es, asimismo, un
    aliciente para la labor intelectual. En una conferencia
    dictada en 1994, afirma Aurora Alonso de Rocha que un recuerdo de
    1978 le da "a la tarea de investigar, una cuota mayor de
    entusiasmo". Se refiere a su viaje a Galicia: "de pronto,
    estuvimos en la mítica tierra. A terra, la de los cuentos mil
    veces recreados. (…) ¿Cómo pudieron irse?
    –preguntó mi hija de quince años.
    ¿Cómo, de un lugar mágico? Era el lugar del
    encantamiento, recibido en los relatos y los silencios dolidos,
    el lugar donde el mar era la mar y había puertos de
    tierra" (26).

    Volver puede ser el tema de un texto
    premiado. Sobre su viaje a Prepezzano, "un pueblito de la
    provincia de Salerno que no figura en ningún mapa",
    escribe Mónica López Ocón su "Interior
    italiano", uno de los textos ganadores del certamen "El mito del
    viaje", organizado por la Asociación Premio Grinzane
    Cavour y los diarios Clarín y La Repubblica:
    En esas páginas expresa: "Mi viaje era en realidad un
    regreso. El pueblo que me mostraron era una réplica del
    que yo llevaba dentro. Paradójicamente, era el pueblo el
    que me habitaba desde mucho antes de que pudiera habitarlo yo.
    Por eso, reconocí de inmediato el olor, el sabor y la
    textura de las uvas negras que Alfredo cortó del huerto.
    Bajo su piel enlutada
    guardaban un sol escandaloso. Parecían arrancadas de la
    sombra por el luminoso pincel de Caravaggio y tenían el
    sabor indescriptible que sólo pueden tener las uvas que se
    añoran" (27).

    En el pueblo de un antepasado, se encuentran latentes
    las raíces. A Ottobiano, "un pueblito de Lombardía
    que ni siquiera puede dar pruebas de su
    existencia: no hay trenes que pasen por ahí y fue olvidado
    hasta por los cartógrafos",
    viajó Miguel Frías. De allí partió su
    abuelo en 1913, a los doce años. El nieto se aproxima al
    pueblo: ""Verlo acercarse por fin en una mañana de bruma,
    entre árboles
    sin hojas y campos labrados por fantasmas, no lo hace más
    real: la cúpula de la iglesia
    está a salvo de la niebla, pero el resto tiene el contorno
    de un sueño. Acabamos de recorrer el breve paraíso
    de mis cuentos
    infantiles" (28).

    En 1991, Gabriel Corrado viajó a Italia para
    grabar en Roma y Sicilia.
    Años más tarde, expresa lo que sintió cuando
    una pareja lo reconoció en la Vía Condotti: "Se me
    vino encima el abuelo, que había hecho el camino inverso,
    los doce mil kilómetros, Zamudio 4230…" (29). Por una
    circunstancia fortuita, se reencontró con su
    antepasado.

    El viaje permite, en algunas oportunidades, vivir de
    cerca la dura vida que se llevaba antes de emigrar. En un
    reportaje, afirma Guillermo Saccomanno, autor de El buen dolor:
    "Yo recuerdo cuando fui a España por primera vez, en el
    setenta y pico. En la casa de los parientes, en Santiago de
    Compostela, un familiar me mostraba emocionado el baño:
    había llegado a tener sanitarios y después de
    trabajar en el campo, podía pegarse una ducha. Si esto era
    así en los años setenta, pensá lo que
    sería en 1910, 1920" (30).

    Sirve para comprender más a quienes emigraron.
    Esther Goris conoció Pontevedra a los veinte años.
    En diciembre de 1999, cuando evoca ese viaje, escribe:
    "Recién al disfrutar de cerca de esa belleza incomparable
    entendí por qué a mi padre lo ponía triste
    la inmensa llanura de la Argentina" (31). Otro tanto sucede a
    Beatriz Pérez Leiro, marplatense que en 1999 viajó
    a España. Ella dijo: "Desde pequeña escuchaba a mi
    madre hablar de un extraño camino, que siempre se
    llamó ‘francés’, senda única y
    concreta hacia un sepulcro milagroso. Su voz se apagó y
    puse su sueño en mi mente y en mi corazón"
    (32).

    Y, finalmente, arroja luz sobre la propia existencia, a
    la que completa y da sentido. "Yo viajé a España
    –cuenta Pepe Fernández Balado- porque sentía
    que tenía que recuperar algo que se me escapaba, que se me
    había escapado en la infancia.
    (…) yo nací en el ’46 y en el ’50 y tantos,
    había un horario en el que la radio no se
    podía tocar: la hora de la audición
    española… y yo reconozco todas las canciones de esa
    época, como si fuera un español
    más. Es más, cuando viví en España,
    con un español, hacíamos competencias,
    él empezaba un pasodoble, yo lo seguía y
    así… y él no podía creer que yo me hubiera
    criado en Argentina…" (33). Algo así sentía la
    protagonista de mi cuento "Volver
    a Galicia", basado en una anécdota familiar. Acerca de
    esta mujer, digo:
    "Hasta que no lograra pisar esa tierra, nada tendría
    valor para
    ella, porque le faltaba su punto de partida, el origen que la
    había llevado a ser quien era" (34).

    Para Vicente Muleiro, viajar al pueblo de su abuela fue
    muy importante: ""Lo que se veían eran unas chozas de
    piedra, una isla del pasado enclavada en la Galicia europeizada.
    Sin embargo, ese pueblo tosco por donde trajinaron los pastores
    que me anteceden significaba mucho para mí" (35). Leonor
    Manso destaca la importancia de viajar a Segovia, tierra de su
    padre, "que se había ido de allí a los once
    años y sólo había vuelto de visita a fines
    de los 60". En Carbonero El Mayor, a unos cien kilómetros
    de Madrid, encuentra a sus tíos y recorre todo el pueblo
    "lleno de Mansos". Sobre esta experiencia afirma en 2000: "Me fui
    viendo y reconociendo en cada uno de ellos. También
    empecé a sentir cada vez más fiebre: era un golpe
    fuerte verme puesta frente a mis orígenes de una manera
    brutal" (36).

    Sea cual fuere la
    motivación y los posteriores efectos en el
    espíritu del que lo realiza, los testimonios acerca de la
    vuelta a la tierra de origen o a la de los mayores se suman
    día a día, hablándonos de una nostalgia y de
    una inquietud que pervive en el tiempo.

    Notas

    (1) Cossa, Roberto: Gris de ausencia. Citado en
    "Bajaron de los barcos", Colegio Schönthal. www.monografias.com

    (2) Benítez, Rubén: La pradera de los
    asfódelos. Bahía Blanca, Siringa, 1988.

    (3) Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
    empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del
    Plata, 26 de noviembre de 2000.

    (4) S/F: "Esa magnífica legión de viejos",
    en Revista Mayores, Buenos Aires, Año II, N°
    11, 1994.

    (5) Alberti, Rafael: La arboleda perdida. Barcelona,
    Bruguera, 1984.

    (6) Goris, Esther: "Galicia, tierra añorada", en
    Clarín, Buenos Aires, 5 de diciembre de
    1999.

    (7) Lojo, María Rosa: Canción perdida en
    Buenos Aires al oeste. Buenos Aires, Torres Agüero,
    1987.

    (8) Savoia, Claudio: "El equipaje de los
    sueños", en Clarín, Buenos Aires, 14 de
    enero de 2000.

    (9) Ceratto, Virginia: op. cit.

    (10) Commisso, Sandra: "Un marinero que eligió
    ser mozo y quedarse en tierra", en Clarín, 16 de
    julio de 1998.

    (11) Patat, Alejandro: "El país de los
    sueños perdidos", en La Nación, 28 de
    abril de 2002.

    (12) Folleto del Establecimiento La Cachuera,
    Apóstoles, Misiones.

    (13) Cela, Adelina C.: "Madre Patria", en La
    Capital
    , Mar del Plata, 5 de septiembre de 1999.

    (14) Pogoriles, Eduardo: "Volver a las raíces",
    en Clarín, 13 de agosto de 2001.

    (15) Gusberti, Martina: El laúd y la guerra.
    Buenos Aires, Vinciguerra, 1996.

    (16) Moreno, Liliana: "El regreso a la tierra de uno",
    en Clarín, 17 de octubre de 1999.

    (17) Pérez-Prado, Antonio: "Recuerdos de la
    América pródiga", en Clarín, Buenos
    Aires, 19 de noviembre de 2000.

    (18) Marabotto, Eva: "La esquina del librero, barro y
    pampa", en Clarín, 5 de noviembre de
    2000.

    (19) Turcatti, Esteban: "El gaucho que
    conquistó el mundo", en La Capital de Mar del
    Plata, 5 de noviembre de 2000.

    (20) Guerriero, Leila: en La Nación
    Revista

    (21) Bedoian, Juan: "El viaje sentimental", en
    Clarín, 17 de octubre de 1999.

    (22) Ingberg, Pablo: "El amor a los
    vencidos", en La Nación, Buenos Aires, 14 de
    febrero de 1999.

    (23) Roca, Agustina: "Historia de vida", en La
    Nación
    , Buenos Aires, 12 de julio de 1978.

    (24) Gambaro, Griselda: "Crónica de una familia",
    en Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de
    2001.

    (25) Betti, Atilio: La noche lombarda. Buenos Aires,
    Plus Ultra, 1974.

    (26) Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
    Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
    1994.

    (27) López Ocón, Mónica: "Interior
    italiano", en Clarín, 8 de diciembre de
    2001.

    (28) Frías, Miguel: "Noticias del mundo", en
    Clarín, 3 de septiembre de 2000.

    (29) Baduel, Graciela: "Por la vuelta", en
    Clarín, 24 de octubre de 2000.

    (30) Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
    tomado por la memoria",
    en La Nación, Buenos Aires, 15 de agosto de
    1999.

    (31) Goris, Esther: op.cit.

    (32) S/F: "Gozo y sacrificio en el camino de
    Santiago", en La Capital, Mar del Plata, 30 de julio de
    2000.

    (33) Ceratto, Laura: op. cit.

    (34) González Rouco, María: "Volver a
    Galicia", en El Tiempo, Azul, 27 de diciembre de
    1998.

    (35) Muleiro, Vicente: "El Mirador", en
    Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre de
    1998.

    (36) Ini, Luis: "Mi mejor cumpleaños", en La
    Nación
    , 16 de abril de 2000.

     

     

     

    Trabajo enviado por

    Lic. María González
    Rouco

    Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional
    Matriculada

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