Indice1.
Introduccion
2. Consecuencias de la
regionalización de las inversiones y del mercado laboral
sobre las lenguas y las habilidades
lingüísticas.
3. De la necesidad de adaptar la oferta
lingüística a las nuevas demandas.
4. Biblografia
Muchas veces se hace alusión a factores como la
calidad
intrínseca de las lenguas, la excelencia de las culturas,
la política y
la demografía (véase Louis–Jean
Calvet, Didier de Robillard, Jean Claude Corbeil, etc.) pero se
debe reconocer que la influencia económica como motor de la
difusión lingüística sigue siendo inexplorada.
Ahora bien, como lo destaca Louis Porcher en
« Politiques linguistiques : orientations »
(en Les cahiers de l’A.S.D.I.F.L.E., 1996, p. 12), entre
las cuatro fuerzas que las políticas
lingüísticas deben procurar hacer converger para ser
eficaces – los « cuatro jinetes »
– las empresas y el
mundo del comercio en
general constituyen un eje fundamental, aún más en
contextos como la Unión
europea y el Mercosur que
favorecen a la vez la circulación de los trabajadores en
mercados
laborales regionales, la circulación de los bienes y
servicios
mediante la desaparición de las fronteras y las
posibilidades de internacionalización de las inversiones.
2. Consecuencias de la
regionalización de las inversiones y
del mercado laboral sobre las
lenguas y las habilidades
lingüísticas.
Según el sociólogo Pierre Bourdieu, todo
lo que somos, lo que queremos, lo que creemos y lo que hacemos es
determinado por la estructura
social caracterizada por el principio de la distinción
« dominantes y dominados ». Bourdieu
también caracteriza el espacio social como un
« campo de fuerzas » o incluso un
« campo de lucha » (1994, p. 55) ya que
este espacio de poder se
distribuye de manera asimétrica. En este contexto, cada
uno posee un peso determinado que Bourdieu llama capital y lo
utiliza en el « juego » (o « campo del
poder » que es pues el lugar de la
fijación del valor y los
tipos de cambio de
todas las especies distintas de capitales presentes en el espacio
social) para mejorar su posición.
Los protagonistas que quieren sacar provecho de un campo y
perfilarse deben invertir su tiempo, sus
conocimientos, su trabajo o su dinero para
obtener un « capital », clave del poder dentro del
campo. Igual que en el sector de la economía donde la
posesión de un capital da el poder a sus portadores, el
capital de los otros campos generalmente otorga poder a los que
son sus posesores: cuanto más capital se tiene, más
se dispone de poder
Es por esta razón que, como lo destaca Albert Breton, a
nivel de competencias
iguales, algunas empresas arbitran
su elección en favor de los que tienen aptitudes para las
lenguas. Gilles Grenier y Conrad Sabourin incluso añaden
que las lenguas son factores que determinan posibilidades de
ganancias pecuniarias, teoría
apoyada por Ofelia García y Ricardo Otheguy quienes
sostienen que « la lengua es una
forma de capital que permite negociar bienes y
ventajas » (1994, p. 100) lo que ejerce influencia las
motivaciones de los estudiantes. Del mismo modo, como lo destaca
François Grin (1990, p. 160), si las competencias
lingüísticas de una persona pueden
tener incidencias sobre sus rentas, esto implica que las
diferencias salariales podrían explicarse por la discriminación ejercidas por los
empleadores con los empleados que utilizan una lengua
minoritaria.
Ahora, si nos ubicamos del lado del capital
lingüístico de la empresa, nos
damos cuenta de que éste interviene en la producción pero sobre todo por las tareas
lingüísticas no rutinarias, que son probablemente
escasas. Es sobre todo como factor externo que se llega a
integrar la lengua a los esquemas
económicos.Para las empresas, las
incidencias del multilingüismo difieren según si uno
se ubica en un contexto regional o nacional. A nivel nacional,
el
conocimiento de una lengua común que responda a todas
las necesidades de comunicación de un sistema es un
elemento potente de integración
económica y social. Por lo tanto, una lengua
común tiene como efecto reducir los costos de la
producción y las operaciones en
una economía
y, por consiguiente, reducir los precios de
intercambio, lo que aumenta la competencia. Al
contrario, en el marco de la regionalización de la
producción y la liberalización del comercio, una
política
de pluralidad lingüística convierte a los
países que la establecen más acogedores para socios
comerciales potenciales. En este sentido, el multilingüismo
constituye un recurso. La pluralidad lingüística de
un país aumenta su potencial en cuanto a las exportaciones,
aumenta el valor de la
producción nacional y mejora la situación del
empleo.Es por esta razón
que, como lo afirma la Oficina
Internacional del Trabajo en la edición 1998–99 de
su informe sobre el
empleo en el
mundo, la formación, en particular
lingüística, constituye uno de los mejores activos para
hacer frente a los retos que les esperan. En la medida en que el
conocimiento
de otra lengua da prueba de aptitudes superiores y de mayor
adaptación del trabajador, toda política destinada
a promover el perfeccionamiento lingüístico
podría contribuir a aumentar la flexibilidad de una
población activa.
Estas observaciones son perfectamente aplicables al caso del
Mercosur. En
efecto, inspirándose en el modelo
europeo, los fundadores del Mercosur se fijaron como objetivo la
creación de un mercado
común. Yendo bien más allá del simple
objetivo de
liberalización del comercio de los otros bloques
regionales latinoamericanos el Mercosur es una integración centrada en la unión
aduanera. El proceso de
integración no sólo se
reflejó en los intercambios comerciales sino
también en las inversiones extranjeras hacia el Mercosur e
intra Mercosur (incluso con Chile y
Bolivia desde
su asociación con el Mercado común).
Según un estudio realizado por la Embajada de Argentina en
Brasil
(Argentina–Brasil
emprendimientos conjuntos,
1999, www.tba.com.br/embarg/frame2.html), la
influencia del Mercosur en las inversiones crece desde 1994. En
el 2000, las empresas brasileñas invirtieron alrededor de
830 millones de dólares en Argentina (petroquímica con Petrobras, alimentos y
bebidas con Arisco, Ceval Alimentos y
Brahma, industrias
textiles, plásticos
y químicos); las inversiones argentinas en Brasil siendo
de 1.190 millones de dólares (petroquímica, energía y
combustibles, infraestructuras y servicios).
Por sus implicaciones en el comercio y las inversiones, la
creación del Mercado común también tiene
muchas consecuencias en sus ciudadanos, en particular en cuanto
al sector del empleo. Recordemos además que el Tratado de
Asunción establece como uno de sus objetivos la
libre circulación de los factores de producción lo
que incluye naturalmente la mano de obra (Capítulo I,
artículo 1). Para reforzar esta decisión, las
autoridades migratorias de los cuatro países han
establecido por otra parte el Acuerdo de Recife (1993, aprobado
por decisión del Consejo del Mercado común:
MERCOSUR/C.M.C./DEC. Nº5/93) y su primer protocolo
adicional concerniente a la aplicación de controles
integrados de las fronteras entre Estados miembros del
Mercosur.
Más tarde, a causa de la firma del Acuerdo de
Complementaridad económica (A.C.E., 1996) entre Chile y el
Mercosur, la superficie de este espacio de trabajo se
amplió aún más. En efecto, el texto del
acuerdo prevé « establecer el marco
jurídico e institucional de cooperación e integración
económica y física que contribuya
a la creación de un espacio económico ampliado que
tienda a facilitar la libre circulación de bienes y
servicios y la plena utilización de los factores
productivos » (título 1, artículo
1).
Indiquemos finalmente que según las estadísticas de los Ministerios de Interior
de Argentina y Brasil, las migraciones más importantes se
hacen entre estos dos países: en los años ochenta,
la mayor parte de los inmigrantes venía de América
Latina y la mitad era paraguaya (35%) y uruguaya (15%). Con
el principio de libre circulación de los trabajadores
preconizado por el Mercosur, esta tendencia obviamente se
acentuó.
Como lo acabamos de constatar, la regionalización de las
inversiones, conjuntamente con el principio de libre
circulación, aumentó la expatriación de los
trabajadores ya justificada por tasas de desempleo
extremadamente elevadas y salarios
demasiado bajos. En efecto, el Mercosur conoce una tasa de
desempleo
regional más elevada que otras partes del mundo y el
aumento generalizado de las tasas nacionales hizo pasar,
según las últimas encuestas, la
del Mercado común de un 8,8% en 1996 a un 12% en 2001
(cifras de la Secretaría administrativa del Mercosur,
www.mercosur.org.uy).
3. De la necesidad de adaptar la oferta
lingüística a las nuevas demandas.
En la continuidad de la teoría
del « capital
humano » que va de un tipo ideal de homo
œconomicus racional que maximiza su utilidad en este
contexto, se postula que un aumento del nivel de
calificación via la formación implica un aumento de
la productividad
que también se traduce por un salario
más elevado. Este objetivo no puede alcanzarse si las
formaciones profesionales siguen siendo inadecuadas. Un enfoque
más abierto y más flexible es necesario: un enfoque
que fomente la formación permanente y la
adquisición continua de competencias. Ahora bien el
inglés
todavía goza de un lugar privilegiado que no se puede
cambiar por falta de profesores formados en otras lenguas
extranjeras.
En lo que se refiere a las formaciones iniciales proporcionadas
en su mayoría por los sistemas
educativos formales, se nota que a pesar de la creación
del Mercosur, los principios de
reciprocidad lingüística estan aún lejos de
ser establecidos en el conjunto de los países (Samantha
Chareille, mai 2001). Bajo la influencia de las últimas
estrategias
geopolíticas latinoamericanas que siempre han presentado
la frontera como una pared de sostenimiento, las instituciones
educativas y el diálogo
académico siguen favoreciendo las relaciones
Norte–Sur (enseñanza del inglés
y otras lenguas europeas), dejando de lado las relaciones
horizontales Sur–Sur.
Así, el Tratado de Asunción (1991) sólo
menciona de manera muy general los aspectos sociales del
Mercosur. En su preámbulo, esta dimensión se
encuentra reducida a un objetivo único
« acelerar sus procesos de
desarrollo
económico con justicia
social […] a fin de mejorar las condiciones de vida de sus
habitantes ». El Programa de
Acción del Mercosur hasta el año 2000 (puntos
2.3.2. y 2.3.9), reconoce por su parte que « la
profundización del proceso de
integración requiere una participación creciente
del conjunto de la sociedad » (punto 1.3.2.) y le asigna
la Comisión parlamentaria conjunta y el Foro consultivo económico
social con el fin de garantizar « la adecuada
participación de los sectores involucrados »
(punto 1.3.2.).
Desde el punto de vista orgánico, se han creado en 1994,
mediante el Protocolo de Ouro
Preto, dos órganos relacionados con el tema del trabajo:
la Comisión parlamentaria conjunta y el Foro consultivo económico
social. A partir de 1995, se pudo añadir a estas dos
entidades a una comisión relacionada con la libre
circulación de los trabajadores asalariados, la libertad del
establecimiento económico y, hasta cierto punto, la
liberalización de las prestaciones
de servicios. En paralelo, bajo la influencia de las
administraciones del trabajo de los sectores sindicales de los
cuatro países miembros del Mercosur, se constituyó
el subgrupo de trabajo n°11, tripartito (Gobiernos, empresas
y trabajadores), dedicado al trabajo, al empleo y a la seguridad
social y compuesto por ocho comisiones temáticas.
Citemos también la Reunión de los Ministros de
Trabajo y la de los Ministros de Educación
(véase Protocolo de integración educativa y
reválida de diplomas, certificados, títulos y
reconocimientos de estudios de nivel medio técnico (1995)
y Protocolo de integración educativa sobre reconocimiento
de títulos universitarios para la prosecución de
estudios de post–grado en las universidades del Mercosur
(1995)).
Desgraciadamente, como lo destaca Oscar Ermida Uriarte,
especialista en normas
internacionales y relaciones
laborales en la O.I.T. de Santiago de Chile en Instituciones
y relaciones
laborales del Mercosur (1999), hasta ahora, las acciones
puestas en marcha por el Mercosur tuvieron poco impacto –
sobre todo por lo que se refiere al polo lingüístico
de las formaciones profesionales – salvo la
aprobación de un proyecto de
acuerdo multilateral de Seguridad Social
del Mercosur (Recomendación n°3/95). Esta
situación se explica por el hecho de que el Mercosur
sólo posee competencias limitadas en cuanto a la
formación profesional a las cuales hace referencia la
Declaración socioprofesional del Mercosur firmada el 10 de
diciembre de 1998 en Brasilia. Así pues, si existe una
voluntad real de fomentar la formación profesional en el
marco de la regionalización del mercado laboral, esta
competencia
corresponde a los Estados cuya legislación nacional
prevalece (artículos 2, 4, 7 y 14).
Desde el punto de vista nacional, señalemos que durante
los últimos años, los sistemas de
formación profesional de los países del Mercosur
comenzaron un largo proceso de reforma asegurando el derecho de
los asalariados a la formación profesional.
Por ejemplo, en Argentina, la Ley de Empleo
dice que la formación profesional forma parte integral de
la política del empleo bajo la responsabilidad del Ministerio del Trabajo que se
encarga de establecer programas del
tipo « Proyecto
Joven », « Programa de apoyo
a la reconversión productiva »,
« Proyecto Imagen », etc. realizados por organizaciones
inscritas en el Registro de
Capacitación (REGI.CAP.). El Ministerio
creó también el Fondo nacional de Empleo (cuyos
fondos permiten la reconversión y la formación de
los trabajadores) y los Consejos de Formación profesional
(entidades multisectoriales compuestas por representantes de
empresas y empleados, financiadas y asistidas por el Ministerio
del Trabajo y destinadas a mejorar la calidad y los
costos de las
formaciones profesionales). Existen también acciones que
emanan del sector privado (asociaciones de sindicatos, de
empresas, sociales, etc).
Sin embargo, a pesar de los objetivos
planteados por los órganos del Mercosur, la
armonización del sistema de
formación profesional está, actualmente, lejos de
ser una realidad. Por supuesto encontramos una base común
entre los modelos
existentes, aunque hay diferencias importantes en materias, por
ejemplo, de gestión
administrativa (centralizada – descentralizada), mecanismos
de suministro de fondos, intervención o
participación de los agentes sociales, etc. Durante los
últimos años, el desarrollo de
políticas activas ante la falta de empleo
hizo de la formación profesional un aspecto esencial de la
política mercosuriana pero, el desarrollo de
la armonización legislativa y el establecimiento de una
serie de grandes principios
relativos al modelo
mercosuriano sobre este tema sigue siendo simples declaraciones
de intenciones. Como lo indica Oscar Ermida Uriarte de la O.I.T.
Chile, si se nota una ligera mejora, ésta se produce
esencialmente por arriba, es decir, al nivel de los profesionales
universitarios.
In situ, se distribuyen desigualmente los esfuerzos y las
disparidades siguen siendo fuertes entre las grandes empresas
(que dedican presupuestos a
veces importantes a la formación) y las
pequeñas.
Indiquemos por otra parte, como lo hace el Ambito Financiero de
Buenos Aires
en « Capacitación en idiomas: sinónimo de
éxito
empresario » (01.06.1999, p. 21), que a pesar de
las nuevas posibilidades de circulación de los
trabajadores generadas por la regionalización de los
mercados laborales y de las inversiones; la mayor parte de las
formaciones lingüísticas para profesionales sigue
teniendo por objetivo la adquisición del inglés,
fenómeno mantenido a la vez por el discurso de
los institutos de formaciones, de las agencias de
colocación, etc. y por la falta de profesores formados en
el campo de la
enseñanza del portugués y el
español
lenguas extranjeras.
Aunque la
educación y las formaciones no pueden solucionar solas
la cuestión del empleo y, más generalmente, la de
la competitividad
de las industrias y
servicios, sí pueden contribuir a poner de manifiesto que
el futuro del Mercosur y su lugar en el mundo dependen de la
capacidad para satisfacer el personal y los
ciudadanos que lo componen. Así, el Mercosur
demostrará que no es una simple zona de libre comercio
mas un conjunto político organizado. Las formaciones
lingüísticas pueden transmitir los puntos de
referencia necesarios para la afirmación de toda identidad
individual y colectiva al mismo tiempo que
permiten nuevas proyecciones científicas y
tecnológicas. El aprendizaje de
las dos lenguas del Mercosur se convirtió en una
condición indispensable para permitir a los ciudadanos del
Mercado común beneficiarse de las posibilidades
profesionales y personales que les abre la realización del
gran mercado interior sin fronteras.
De hecho, ya no es posible reservar el dominio de las
lenguas extranjeras a una élite o a los que lo adquieren
gracias a su movilidad geográfica. En la
prolongación del Programa de acción Mercosur 2000,
es necesario permitir a cada uno, cualquiera que sea la
trayectoria de formación y educación que
está adelantando, adquirir y mantener la capacidad para
comunicarse en las dos lenguas oficiales del Mercosur. Para ello,
se trata de establecer las formaciones adaptadas a la nueva
demanda pero
también de eliminar las divisiones entre los sistemas de
educación y formación y las empresas
Conviene por supuesto vincular este fenómeno de
inadaptación de las formaciones en lenguas extranjeras al
hecho de que la mayoría de los individuos afectados por el
tema se niega a considerar las lenguas y las formaciones como
mercados y a vincular el cultural con el económico:
« El mercado se percibe como una fuerza
expansionista que, penetrando todos los ámbitos de la
vida: personal, social
y cultural, conduce a su degradación o a su
disolución […] las exigencias de la creación
y la expresión culturales son incompatibles con las
dificultades de la producción industrial »
(Eric Delamotte en Les cahiers de l’A.S.D.I.F.L.E., 1996,
p. 44). Así, lo que está en juego a nivel
central es precisamente ir hacia una mayor flexibilidad de
la
educación y la formación, permitiendo tener en
cuenta la diversidad de los públicos y demandas. En
efecto, la enseñanza de las lenguas extranjeras en
empresa se
inscribe en una perspectiva metodológica
específica:v Por una parte, una demanda para
una enseñanza que debe ser utilizable concretamente. Debe
dar prioridad en primer lugar a la comprensión oral luego
a la escrita y sólo a continuación a la
producción a causa de la omnipresencia de los intercambios
sin distinción de ámbitos.v Por otra parte, una demanda
para una enseñanza en nuevas lenguas mientras que las
formaciones profesionales en lenguas extranjeras tradicionalmente
se dedican a la adquisición del inglés
Para las formaciones profesionales destinadas al aprendizaje de
las lenguas, adaptarse a las demandas y necesidades de los
estudiantes implica adaptarse a las nuevas condiciones
regionales. Deben difundir las variedades y culturas locales con
las cuales los estudiantes tendrán que discutir con
prioridad. Así pues, en el caso del Mercosur, el
observador menos informado nota que el portugués y el
español
tal como se practican en los distintos países hablantes de
estas lenguas no corresponden a las variedades utilizadas por los
Españoles y los Portugueses. La diversidad no se traduce
en una coexistencia igualitaria de las distintas
prácticas. Las diferentes variedades son objeto de una
jerarquización, implícita o explícita, que
tiene consecuencias, entre otros aspectos, en la forma en que se
enseñan las lenguas: conformidad de los manuales a la
norma central, profesores fustigando la utilización del
empleo de particularismos porque « eso no se dice en
España/en Portugal », predominio
de la pronunciación peninsular en perfecta armonía
con los discursos de
los institutos normativos (Samantha Chareille, mayo de 2001 y
mayo–junio 2002).
Del mismo modo, a nivel cultural, la enseñanza de las
lenguas se opera siempre en un contexto de contactos entre varias
culturas. Como lo destaca Denis Lehmann (1993) estas diferencias
implican « perturbaciones en los contactos y en
la
comunicación profesional entre nativos de distintas
sociedades ». Prueba de ello es que
algunas empresas hasta contratan asesores del tipo de Going
Global con el fin de dar a sus expatriados cursos de
« transculturalidad » (Todd Benson, 2000,
p. 7).
La tentación más extendida en educación es
ofrecer al principio la perspectiva más amplia y la
más internacional según el principio que el
más grande contiene el más pequeño. Pero los
elementos que definen el primero están generalmente lejos
de los que definen el segundo. Por lo tanto, nos parece
indispensable tener en cuenta la diversidad de las situaciones
lingüísticas en el mundo (p.e., la
hispanofonía en su conjunto), no de manera
anecdótica como es aún el caso en la mayoría
de los manuales, pero
como componente esencial de una competencia cultural que implica
una pluralidad de situaciones de discurso.
En conclusión, podemos decir que las reagrupaciones
regionales son el teatro de
profundos cambios económicos, políticos, culturales
y sociales. Esta marcha hacia una nueva fase más radical
de regionalización e integración política
avanza en paralelo a una reafirmación cada vez más
fuerte de los intereses locales. Las tensiones creadas por estas
tendencias contradictorias en el ámbito de las
políticas lingüísticas plantean algunos
problemas
espinosos por lo que se refiere a las lenguas que se deben
enseñar y a la manera como se debe hacer. Estos elementos
– competitividad
económica, reinserción social, orden social,
ciudadanía, etc. – se han convirtido en los
objetivos esenciales alrededor de los cuales la política
lingüística debe construirse, aplicarse y evaluarse.
Las políticas lingüísticas requeridas para
optimizar el objetivo de la competitividad económica
pueden, sin embargo, a veces estar en conflicto
más o menos directo con el tipo de política
necesario para optimizar el objetivo de la inserción
social o los derechos
lingüísticos del hombre.
Además, obstáculos al cambio pueden
resultar de la percepción
que el público tiene de algunas lenguas, algunas creencias
y algunos prejuicios sobre la « utilidad » éstas, su status como
depositarios de la cultura, el
nivel de dificultad que supone el aprendizaje de
cada una ellas. El énfasis sobre las capacidades de
acción, que incluyen la facultad de cooperar, trabajar y
de vivir con otros, de solucionar los conflictos y
de intervenir en el debate
público, no puede generar efectos sino en sociedades
multilingües y multiculturales, tanto a nivel nacional como
a nivel regional, si los individuos tienen competencias
multilingües y pluriculturales.
A.S.D.I.F.L.E., janvier 1996, Les Politiques
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www.mercosur.org.uy : Site du Secrétariat du Mercosur
à Montevideo.
Resumen:
Muchas veces se hace alusión a factores como la calidad
intrínseca de las lenguas, la excelencia de las culturas,
la política y la demografía (véase Louis–Jean
Calvet, Didier de Robillard, Jean Claude Corbeil, etc.) pero se
debe reconocer que la influencia económica como motor de la
difusión lingüística sigue siendo inexplorada.
Ahora bien, como lo destaca Louis Porcher en
« Politiques linguistiques : orientations »
(en Les cahiers de l’A.S.D.I.F.L.E., 1996, p. 12), entre
las cuatro fuerzas que las políticas
lingüísticas deben procurar hacer converger para ser
eficaces – los « cuatro jinetes »
– las empresas y el mundo del comercio en general
constituyen un eje fundamental, aún más en
contextos como la Unión
europea y el Mercosur que favorecen a la vez la
circulación de los trabajadores en mercados laborales
regionales, la circulación de los bienes y servicios
mediante la desaparición de las fronteras y las
posibilidades de internacionalización de las
inversiones.
Trabajo enviado por
Samantha Chareille.
Doctora en Didactología de las lenguas y de las
culturas.
Université Paris III–la Sorbonne Nouvelle.
Ecole normale supérieure de Lettres et Sciences humaines
de Lyon.