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De la supuesta filosofía postmoderna (página 2)




Enviado por juroko1969



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Para quien tiene un mínimo de análisis filosófico podrá descubrir cuáles son los principales interrogantes filosóficos de las diferentes situaciones postmodernas y, de pronto, descubrirá que la postmodernidad no es una mera situación y condición. No es de negarse, sin embargo, la validez, en ciertos aspectos, de la consideración de que esta misma postmodernidad está erigida contra todos aquellos discursos y prácticas de una modernidad incapaz de realizar sus proyectos mínimos, ya casi muy extraña a los más profundos cambios de mentalidades de los hombres que siquiera se sentían miembros de la época en que vivían y, empero, se rebelaron filosóficamente contra, aunque muy dependientes de algunas concepciones modernas, han querido ultrapasar las filosofías modernas porque entraron en su estado de agotamiento o porque eran espacios de opresión, exclusión que de respeto a la diversidad, estaba demás propensa a salvaguardar una identidad sin mirar la absoluta diferencia como espacio de liberación y exhalación de la misma filosofía. De las diferentes reacciones, sin embargo, a la cultura moderna y de otras épocas, empero, tenemos otros modos de pensar a las diferentes filosofías actuales denominadas, por vía de reducción, "filosofía postmoderna".

Y habrá que ver que la filosofía no es algo occidental ni oriental, sino que siempre está en relación a la racionalidad humana, es decir, la filosofía no tiene su origen en Occidente ni en Oriente sino en una racionalidad filosófica, humana, y, como hay diferentes racionalidades filosóficas, por ejemplo éstas: racionalidad fragmentada y la racionalidad desfragmentada, racionalidad de la certeza y racionalidad de la incertidumbre, la racionalidad dogmática y la racionalidad flexible o anti dogmática, la racionalidad eclcética y la racionalidad creadora, la racionalidad holistica y la racionalidad compleja, la racionalidad religiosa y la racionalidad atea, la racionalidad espiritual (del espíritu) y la racionalidad de espíritu materialistico, la racionalidad lógica y la racionalidad irracional, la racionalidad cronológica y la racionalidad kairológica (cristiana), la racionalidad emocional y la racionalidad intelectual, racionalidad corporal y racionalidad espiritual, la racionalidad erótica y la racionalidad pornográfica, la racionalidad individual y la racionalidad social, la racionalidad económica y la racionalidad política, la racionalidad idealista y la racionalidad realista, la racionalidad racionalista y la racionalidad empirista, la racionalidad abusiva y la racionalidad de la gratuidad, la racionalidad personalista y la racionalidad cosifista, la racionalidad hermenéutica y la racionalidad fenomenológica, la racionalidad metafísica y la racionalidad anti-metafísica, racionalidad abusiva y racionalidad de la gratuidad, racionalidad solidaria y racionalidad antisolidaria, racionalidad personalista y racionalidad cosifista, racionalidad pro-vida y racionalidad abortista, racionalidad ecológica y racionalidad devastadora, racionalidad dialógica y racionalidad polemizadora, etc., Considerando a estas aquellas y otras racionalidades no mencionadas, habrá que ver que la comprensión de qué es filosofía se sobreentiende en y dentro del proceso de una determinada racionalidad filosófica y no hay que confundirla con todas o de manera universal.

Y por el hecho de haber considerado muchos problemas humanos como consecuencia de los conflictos ideológicos, ahora habrá que verse que, ahondando un poco más allá de ello, los problemas tienen mucho a ver con conflictos filosóficos, pues los mismos conflictos ideológicos, si bien percibidos y entendidos, cargan en sí conflictos y soluciones filosóficos.

El desinterés acerca de la problemática filosófica no es postmoderno, sino filosófico y existió desde la antigüedad, es decir, no se trata de retrotrayarse a unas décadas atrás, en el tiempo, para reconocer, en diferentes sectores de la sociedad, el escepticismo y la indiferencia para con la filosofía y su des-sistematización, pues lo característico de la actitud anti-filosófica no corresponde a una uniformidad puramente cultural y epocal y, en realidad, lo que tenemos hoy no es una mera indiferencia, sino el término de una filosofía capaz de unificar las visiones, aunque la tentativa de la racionalidad holistica hoy es muy presente y actuante, pues tenemos la irrupción, como ya vimos, de una serie de filosofías y no es el desplazamiento de la filosofía propiamente dicha hacia su propia aniquilación o debilitamiento, eso creemos.

Pero habrá que decir que dentro de cada racionalidad existen diferentes racionalidades y no una sola. En la racionalidad emocional, por ejemplo, encontramos la racionalidad esquizofrénica, psicópata, por ejemplo, y en su manifestación y concepción puramente psicológica no queda reducida, o una racionalidad emocional al estilo "bla-bla-bla", de lo que ahora se siente porque se viven experiencias derivadas del juego de algún medio de comunicación o por causa de las mismas exigencias de alguna ideología en concurrencia, que no lleva decir a la gente sino aquello que ella tiene determinado.

Las filosofías actuales no necesitan de ninguna valorización extra-filosófica para ser filosofía y, por tanto, la religión, la cultura, los adelantos tecno-científicos, económicos, etc. no privatizan el interior de ella ni la deja circunscrita a los muros filosóficos porque no está restringida al ámbito interior y afectivo, sino que tiene diferentes influjos sociales, culturales, personales, etc. que tal vez se perdieron los debidos entendimientos. No es que la filosofía haya perdido su relevancia cultural y social, sino que no más está monopolizada por profesionales e instituciones filosóficas. La filosofía, sin embargo, existe como marginación filosófica cuando es monopolizada por una corriente o un filósofo.

La historia de la filosofía está llena de tensos encuentros y desencuentros de las racionalidades porque en su pluralidad, de la filosofía, existen algunos rasgos comunes, afirmaciones, incluso contradictorias, tendencias que configuran y reconfiguran lo que es más característico o menos, y no son pocos los que han atendido a un reclamo de comprensión pero con un modo artificioso de generalización de la racionalidad filosófica a un solo modo de expresividad de lo racional, supuestamente, desconociendo las pluralidades racionales y a su vez filosóficas.

Asistimos a un predominio de una racionalidad sobre otra, tal vez, por ejemplo de la tecno-científica sobre la racionalidad simbólica y moral y, empero, esta misma racionalidad se convierte en racionalidad funcional porque mide las realidades desde el punto de vista de lo pragmático y de lo que es utilitario, y no puede ver la realidad, empero, allende a lo que se puede medir o de la cantidad, de la cuantificación o del número, de la pesificación o del peso, pero el ejercicio de la racionalidad evaluadora, que intenta abrirse a la profundidad de las realidades para reconocer las riquezas inagotables, pone en entredicho a la racionalidad funcional. La racionalidad funcional, con todos sus logros, ha reprimido con variaciones y matizaciones, por causa de sus ejercicios deformados y desunidos de otras racionalidades, una auténtica manifestación de la profundidad de la realidad hasta perderse cualquier dimensión simbólica de ella porque su expresión ha quedado en la superficie y, sin embargo, la racionalidad moral la ha acusado de no haber sabido hacer bien las cosas que proyectó y acabó de realizar, pues dejó al ser humano más vacío que antes, sin encontrar una experiencia interior donde sea capaz de marcharse por otros caminos de la rutina y funcionalidad arrojada por la razón que le transformó a sí mismo en un ser mensurable por lo que produce, un ser entre otros, sin rostro y anónimo al lado de otros, un número valorizado por su productividad y utilitariedad. De una racionalidad funcional se transformó en una racionalidad abusiva y una racionalidad cosifista. Aquella misma racionalidad funcional, ahora manifestada por otros ámbitos de racionalidades, no tardó en afirmar que todo lo que está fuera de la explicación científica es supersticioso y primitivo desconociendo con ello la racionalidad de sus propias respuestas que no alcanzan aquellos ámbitos de otras racionalidades no científicas. Con la pretensión de ser el último grito y paradigma de ciencia, la racionalidad científica ha quedado prisionera de su percepción y respuesta acerca de las realidades desconociendo otra comprensión racional no científica de la realidad y, de este modo, se torna en supersticiosa y más primitiva que su supuesta comprensión y acusación a otros campos de conocimientos como "no racionales".

Existe hoy una otra una racionalidad filosófica, que no debe reducirse a un grupo y sector, que suele propagar un repliegue del ser humano en su interior, por medio de diferentes meditaciones y métodos, y así lograr la potencialización, la ampliación y elevación de la conciencia humana, por medio de la propia existencia, hasta anclarse en la trascendencia, formar parte del todo del Uno, y esta filosofía quiere promover el desarrollo de la conciencia humana a tal punto de llevar a todo ser humano a formar parte de la unidad fundamental con el todo, es decir, consigo mismo, con el cosmos y con los demás. Esta es, sin embargo, una manifestación de la racionalidad holistica que tiende unificar las realidades, hacer sentir una armonía interna y externa con toda la naturaleza pues se tiene como presupuesto filosófico que todas las cosas están vinculadas con el todo y, esta visión bastante mística, ecléctica, que también aparece en la "Nueva Era", si tal fusión de filosofía y elementos psicológicos, religiosos y místicos, para muchos, con una racionalidad religiosa dogmatizada y casi universalizada, se cree incapaz de resistir a las críticas y sensibilidades reconocidas como "auténticamente religiosas" y, por tanto, se decreta como una secta desconociendo la presencia de una racionalidad con identidad propia que deberíamos llamar de "racionalidad holista" donde el físico, muy poco de filósofo, Frijof Capra aparece como uno de sus fieles representantes o inclusive considerado, indebidamente, como el fundador de dicha racionalidad, pues, para dar un ejemplo, no más, ya en la antigüedad el filósofo Marco Aurelio hacía referencia acerca de que a todas las realidades habrá que verlas desde sus inter-ligaciones, relación de todo con todo. Y esto no es un invento mío o una mera interpretación, sino que es parte de la posición filosófica del mismo. Fue este filósofo, según mis lecturas, el fundador de la racionalidad holística y no alguien de la modernidad o postmodernidad. El problema, tal vez, consiste en no haberlo escuchado y estudiado debidamente, en filosofía, principalmente, pues el olvido de la historia también se hace patente en varios estudios realizados por los que suponen traer a colación lo suyo mientras que ya fue de otros en otros tiempos.

La racionalidad corporal, por otra parte, está muy presente en la postmodernidad, es decir, no hay filosofía sin el cuerpo humano, y es una condición de posibilidad de las filosofías que conocemos, (no hay razón humana sin cuerpo humano) pero la fascinación por el cuerpo no es justo entenderla como una mero culto al cuerpo y como una nueva forma de adoración como suelen entender algunas racionalidades religiosas actuales, ni tampoco es una simple obsesión por estar en forma, como que teniendo un cuerpo más perfecto se es más o menos, sino que las diversas exaltaciones del cuerpo, allende a los reduccionismos que se llegan por cultivarlo de este modo y no de otro, es modelado por la racionalidad corporal que sabe de las razones corporales, persigue un telos o fin, no apenas como una búsqueda del placer hedonista, sino que es el encuentro de las razones corporales, sin malicias ni culpas porque no se está todavía en el ámbito de los valores morales donde hay posibilidad de reconocer la conjunción de juicios de bien y de mal, sino que la misma manifestación del espíritu humano no sería posible sin el cuerpo y este mismo espíritu se manifiesta en y por el cuerpo, es decir, las huellas espirituales de un ser humano se revelan corporalmente. La racionalidad también es corporal, corpórea.

Existen, por ejemplo, racionalidades lógicas y no la mera racionalidad lógica. En una cierta lógica suelen presentar diferentes raciocinios o inferencias como si fueran desarrollos universales del conocimiento humano a través de medios puramente lógicos, a partir de elementos conocidos y admitidos a los cuales denominan antecedentes o premisas y, por tanto, todos los raciocinios se apoyan en algunos principios fundamentales que, al principio, pueden aparecer evidentes, pero para una mente más desarrollada son y serán siempre cuestionados como realidades no lógicas ni siquiera válidos universalmente para el conocimiento humano o también como la presencia y manifestación de otras lógicas hasta entonces desconsideradas como tales.

Uno de esos principios, de apariencia universalmente válida, es el denominado "principio de no contradicción". En aquella lógica, especialmente, por causa de una interpretación parmenidea, es decir, del filósofo Parménides, que nació en el siglo V antes de Cristo, hay una ley universal, aunque con principios metafísicos, que se transformó en el punto de partida de todo aquello que es verdadero o falso, lo que es error y lo que es verdad como distintos y tal posición viene de su famosa tesis de que "el ser es y el no ser no es", es decir, el ser no es el no ser, y dicha proposición y realidad metafísica se transformó en una realidad lógica conocida con el nombre de "el principio de la no contradicción", o sea, es imposible negar y afirmar simultáneamente un mismo predicado para un mismo sujeto y, sin embargo, esto es lógicamente verdadero aunque realmente no necesariamente. Nos bastaría pensar que existen realidades que son esto y aquello otro, al menos potencialmente son aquello y eso otro que todavía no son. El no ser, empero, no es sinónimo de error y de negación, sino de la posibilidad de ser algo del mismo ser y, por tanto, es falso distinguirlo lógicamente como verdadero o falso ya que no contiene en sí el universo de aquella imposibilidad de ser o no ser, pero con esto no estamos negando la cuestión misma de que negar y afirmar simultáneamente un mismo predicado para un mismo sujeto porque, en realidad, no meramente lógica, es evidente si este objeto es azul es azul y no no-azul a su vez aunque puede ser azul y de otros colores a su vez. La connotación del principio de no contradicción debe reconocerse en su ámbito de afirmación y no en el ámbito de su inter-relación con su contrariedad, no como negación, sino como afirmación de la presencia de otra cosa en esta cosa misma sin dejar de ser otra, es decir, de ser esto y no ser aquello otro, de ser aquello otro y no esto aunque esto y aquello otro puede ser este mismo ser y, por tanto, el no ser es una potencia en el mismo ser, el no ser es posibilidad de un mismo sujeto.

Otro principio es el denominado "tercero excluido" que versa así: "toda cosa es o no es". Ese principio no es de la lógica en general, sino de una lógica propiamente dicha que se denomina "binaria", ya clásica que fija una imposibilidad de cualquier juicio tener valor de verdad que el falso y el verdadero, pero la lógica conocida bajo la designación de "lógicas plurivalentes" aceptan más de dos valores de verdad y, inclusive, las lógicas denominadas probabilísticas aceptan una infinitud de verdades, pero no estaríamos procediendo acertadamente con traer una solución a este problema citando el principio de la no contradicción como condición y respuesta a tal problema como, de cierto modo, lo hizo Aristóteles.

El principio de identidad, por ejemplo, por tercero, que afirma que "aquello que es, es; lo que no es, no es", o conocido como A=A, parece no decir nada más que lo que ya está contenido en el sujeto, es decir, hablar de "aquello" significa que es porque caso contrario no diríamos aquello y el "es", al menos lingüísticamente, no es necesario, pues es apenas una constatación y repetición de lo primero, es decir, de aquello, pues, aquello y es son lo mismo aunque tengan connotaciones lingüísticas y filosóficas muy diferentes y, sin embargo, este principio, el de la identidad, intenta rechazar cualquier otro principio o raciocinio, por ejemplo cuando se piensa que la realidad fluye, porque se dice que nada permanece idéntico a sí mismo y, por tanto, cualquier raciocinio, si tal concepción es verdadera, sería apenas una mera ficción así como el filósofo Heraclito había preestablecido y, sin embargo, decir que "aquello que es, es", no es un mero juego de palabras ni un formalismo porque si una realidad es fundamentalmente simple este principio parece no tener alguna objeción, y, sin embargo, tratándose de otra realidad que es formalmente múltipla, tal principio, empero, debe ser revisto desde sus propias estructuras del raciocinio que lo ha creado y comprendido.

Aunque nuestro momento actual dista mucho de los caminos filosóficos transitados por nuestros antecesores, que no son marginados, hay apariciones de filosofías que se colocan en la misma altura que las demás, que son presentes o del pasado, parecen que tienen la misma fuerza efectiva de comprender y transformar la realidad y, por tanto, no se trata de una vuelta a la filosofía, sino que ella forma parte constitutiva de la conciencia de unos hombres llamados filósofos de todos los tiempos aunque los intentos de explicación sobre su naturaleza y utilidad varían de uno para el otro.

Se ha acusado a nuestra época, la postmoderna, de que, en relación la filosofía, "existe un gran número de indiferentes" y esta conclusión decían obtener por medio de una comparación con otras épocas y, sin embargo, hay que ver las posibles y principales diferencias de las actitudes filosóficas postmodernas para no quedarse prisionero de un juicio tan apresurado y reduccionista como ese porque ninguna encuesta, en el campo filosófico, que pudiera traer buenos resultados de demostración de la indiferencia, entre una comparación y otra de los datos obtenidos, ahí no se encuentra necesariamente las causas del aparente indiferentismo porque, en realidad, tenemos un presente filosófico que ha cambiado profundamente y no hay indicadores que pudieran traer a colación todos los comportamientos de los seres humanos, principalmente filosóficos o del modo que se vive la filosofía hoy, ya que los mismos comportamientos y conductas humanas suelen estar enraizadas en una filosofía, sea de modo personal como vivencial y, por tanto, las encuestas no demuestran el uso de la filosofía aunque pueden ofrecer algunos resquicios de algunos modos de pensar hoy que pueden hacer pensar la vivencia cambiante de la comprensión y del quehacer filosófico de la postmodernidad y, sin embargo, este mismo quehacer no es unívoco.

 2.- En nuestro tiempo

En nuestro tiempo y época, considerada como postmoderna, aunque un filósofo se centre en el contexto de las diferentes filosofías existentes y las racionalidades que generaron algunas filosofías, le es excesivo e imposible comprender toda la gama de problemas, cuestiones y respuestas dada la complejidad de la misma filosofía y las capacidades de cualquier análisis y comprensión y, por tanto, el filósofo deberá contentarse apenas con apuntar algunos tópicos, una tendencias y líneas principales que él cree y le parecen ser de nuestro tiempo postmoderno y, sin embargo, a un observador fenomenológico, un poco atento a lo que ocurre con el fenómeno filosófico, tal vez obtenga diferentes generalidades de visiones dado que no es un simple observador sino descubridor y tal vez crítico evaluador de que, mismo el escepticismo presente y la negación de la misma filosofía por parte de diferentes filósofos y el descrédito, desde los márgenes de los que apresuradamente han pronosticado el fin de la filosofía, hoy se descubre la realidad de su presencia en diferentes ámbitos y, empero, no es que estaríamos hoy delante de una mera revitalización de la filosofía, sino que su presencia abarca diversos ámbitos sociales, políticos, económicos, religiosos y no sería muy sensato hablar, por ejemplo, de una vuelta de la filosofía después del nihilismo anti-filosófico. La filosofía postmoderna, por lo general, parece que no más aparece dentro de los parámetros de la filosofía según un programa y tampoco es institucional unida a una corriente determinada. Ella es, antes de todo, hoy, filosofía sin institucionalización ni corriente aunque la representan y colocan dentro de un panorama de conceptos institucionales con calificativos de tendencias y corrientes.

La misma filosofía, empero, considerando lo ya dicho, de cierto modo, no es la misma que la que existió en la modernidad y cada década, minuto a minuto, se restaura aunque jamás alguien sabrá todas las causas sobre lo qué realmente está sucediendo dentro del panorama filosófico aunque existan pretensiones y estudios que estructuran sus líneas de fuerzas, de conquistas y algunas derrotas. Y no es de menos que un filósofo postmoderno no niegue la caracterización filosófica de la época postmoderna, pero cuáles son los dinamismos que impulsan el continuo cambio y movimiento de la filosofía parece escaparse de cualquier tentativa en dibujar y traer a colación un cierto mapa donde podríamos indicar las tendencias que ella actualmente posee, pero esto todavía no significa que el filósofo no puede dar cuenta de algunas características del estado actual de la filosofía porque, de hecho, el mismo dinamismo ayuda a hacer una cierta idea del conjunto y obtener algún pronóstico sobre el panorama aunque la configuración de nuestro tiempo filosófico queda reducido por el momento histórico de nuestra misma comprensión e interpretación de las tendencias que llamaríamos de actuales. Es difícil, sino imposible, estructurar un mapa filosófico de nuestra época y de la filosofía y encontrar algunas características significaría, para el bien o no, reducir nuestro momento filosófico a nuestras comprensiones filosóficas.

Las filosofías, desde la antigüedad, presentaron algunos síntomas de des-sistematización y inflexibilidad doctrinal tal vez, dependiendo las situaciones y circunstancias de la época, estaban unidas a una institucionalización y desinstitucionalización de la sociedad, es decir, la paradoja dogmática e integrista se difunde, no como algo ecléctico, sino como signo de la cultura y sociedades filosóficas en una única o varias sociedades abiertas y cerradas, y esta parece ser una tendencia constante en las filosofías existentes hasta entonces con sus desafíos para la sensibilidad de otra época emergente y otra decadente. Y si se quisiera propiciar un diálogo con los diversos caminos filosóficos de la actualidad, no basta aprender y proponer una difusión de la ya comprendida situación y sensibilidad, pero una cosa puede ser planteada en cualquier época por una filosofía: ¿qué significan las "demás", otras tendencias filosóficas ante mi filosofía, nuestra filosofía? Pero aquí no se tratará meramente de reconocer las percepciones, interrogaciones y respuestas de "otras filosofías" en relación a "ésta" u otra filosofía, sino también en reconocer el juego de los propios problemas, percepciones, sensibilidades, interrogantes y proposiciones filosóficas que permiten, de cierto modo, ingresar en los cuestionamientos de otras filosofías que no son las propagadas por "nosotros". Se trata, en definitiva, no de un simple diálogo con las filosofías actuales, sino de una auscultación allende lo juegos de lo que es propio y ajeno.

3.-Pluralidades y racionalidades filosóficas.

Nos hallamos delante y entre pluralidades filosóficas porque la efervescencia de las racionalidades experimentan diferentes mundos en múltiplas direcciones racionales, es decir, la pluralidad se convierte en pluralidades a causa de las distintas formas racionales de hacer "usos" de la razón, y no de un único y exclusivo modo, como algunos pretendían que así era su labor, es decir, de la razón. Y hoy vivimos de esta revitalización filosófica porque la ciencia filosófica camina entre caminos diferentes, convergentes y "oposicionales", y dentro de esta ciencia hay fenómenos que cambian y no pertenecen apenas a una época nueva o tardía, sino una mismo período histórico puede ser subdividido en períodos, como tiempos del tiempo, demarcados por coherencias e ilogicidades, entre sus sentidos y significados mutables, que se desarrollan diferentemente, pero dentro de esta misma filosofía, otra filosofía, una corriente y un filósofo. Un período antecede y sucede a otro aunque cada período sea sucedido y antecedido por sus crisis internas y externas, es decir, diversos momentos en que las posiciones establecidas mediante una organización quedan comprometidas hasta el punto tal que parece imposible armonizarlas, las argumentaciones, teorías y respuestas, porque de lo ordenado que era, al menos en el principio, ahora se expanden introduciendo principios del desorden en relación al orden de "verdades ya presupuestas" o tenidas como incuestionables. El período actual de una filosofía, empero, escapa de una caracterización porque en sus periodizaciones las crisis fraccionan considerablemente el orden y la organización de las mismas características. Entre el período y la crisis de una filosofía, empero, puede entenderse, aunque no medirse, la amplitud o extensión de los momentos de las incoherencias y de las ilogicidades inherentes, así también sus distintas racionalidades.

Por la presencia de la crisis y del período cualquier filosofía se muestra, en sus características cambiantes, directa o indirectamente, como algo nuevo y las mismas denominaciones, auto comprensiones continuamente están exigiendo nuevas remodelaciones, definiciones porque la crisis persiste dentro de un período en relación a otro con sus propias características, es decir, el período de una filosofía es sus períodos diferentes que constituyen el cambio de factores argumentativos y el mismo soporte es reforzado.

Pero como no hay un instrumento para medir el período de una filosofía, a no ser su posibilidad en el tiempo que son diferentes según los cambios contradictorios y hegemónicos, y porque el proceso de la filosofía es de crisis permanente, la filosofía es una crisis sucesiva de las manifestaciones particulares de las distintas racionalidades que crean, a su vez, nuevos estados de crisis, es decir, la solución a un problema filosófico no es apenas histórico ni estructural, como muchos hasta entonces sostienen, sino que participa de su propia naturaleza y de sus características, a partir de las racionalidades por las cuales se sustentan, jamás caracterizadas totalmente bajo la forma de períodos, propios de la temporalización. Producir una historia de la filosofía, empero, es imposible por una regulación histórica de períodos porque esto implicaría haber conducido a la misma filosofía dentro de procesos homogéneos y legitimados por una comprensión de interpretaciones fraccionarias, regidas por las mismas interpretaciones que poseemos acerca del tiempo. Hacer una historia de la filosofía es un territorio siempre precario aunque sus resultados hayan obtenido grandes logros.

El período histórico de una filosofía, determinada en su forma histórica, sea en época, por ejemplo, es crítico porque la necesidad de entender a la filosofía dentro de una determinada historia, como periodización del tiempo, es una necesidad obsesiva de temporalización y centralización, corresponde a una "normalización" inflexible de lo que, en realidad, es flexible por naturaleza: la filosofía como tal. Y si la situación normal de toda filosofía es de crisis, propios de su desarrollo y naturaleza, los equilibrios periodizados en un único período son una última tentativa de comprender lo que no se quiere reconocer como ignorancia. Pero como que la misma historia de la filosofía, al modo occidental, que justifica el proceso, ha ayudado a considerarla como un camino histórico único, al camino occidental de hacer filosofía, todavía no es posible alejar la ideología de considerar una única crisis como imposibilidad de abrir caminos nuevos a un mismo período transformándolo en diversos períodos en un mismo período.

Una vez constatado las pluralidades filosóficas, no es de sospechar que algunos, dentro de sus espacios geográficos de sus razones de filosofar, se encuentren pendientes a interrogarse hacia dónde se orienta su modo de filosofar en medio o por fuera de la pluralidad filosófica y, porque los caminos de respuestas son varios, ellos deberán rever si sus racionalidades cultivadas se dirigen hacia una nueva reforma de la filosofía propiamente dicha, es decir, como ciencia universal o quedan circunscriptas, con el pasar de los tiempos, a hacer parte del campo ideológico de la humanidad.

Las configuraciones actuales del filosofar determinan la comprensión del concepto de filosofía sin por ello negar el dinamismo de tomar conciencia de lo que está sucediendo en los campos filosófico porque, en fin, seguir o ser partidario de una corriente filosófica también puede significar no haber comprendido siquiera el proceso y el horizonte del filosofar humano desde las racionalidades y pluralidades filosóficas.

La filosofía es una ciencia en marcha y, por tanto, ya no hay crédito alguno, filosófico y lógico, a cualquier racionalidad que monopoliza el camino de la misma filosofía, pero como que son muchos los que se consideran filósofos, bien posicionados en sus racionalidades, parece que todavía hoy no han comprendido la marcha filosófica y se quedaron en una fila y se suman al número de indiferentes para el pensar filosófico en peregrinación, desde diferentes racionalidades, si no es por falta de integridad o por otra razón pasan de una racionalidad a otra sin siquiera darse cuenta de tal hecho, de que están continuamente embarcados en el movimiento del filosofar por causa de los usos diferentes de la inteligencia y, por tanto, cultivan racionalidades diferentes suponiendo que están en el único horizonte de comprensión filosófica como que haciendo parte de ésta y no otra corriente, de ésta y no otra posición racional. Por una debilidad de razón son incapaces de descubrir lo que puede ser confluente, interligado, entre las distintas racionalidades filosóficas, propias del uso de la razón humana en su desarrollo constante.

La racionalidades tienen que ser activadas e integradas, de forma positiva y creativa, no según los caprichos de una doctrina filosófica "oficial" y "global", y tampoco como una seguridad delante de las nuevas sensibilidades filosóficas, pero el hecho de reconocer la diversidad racional no significa que ha de adaptarse un eclecticismo laxo ni un tradicionalismo que siquiera hace frente a los minúsculos fragmentos de sentido que la profundidad de cada realidad pudiera reconocerse.

En la práctica de la multiforme actitud filosófica se podrá evitar la caída en la moda filosófica de una filosofía de la actualidad y, por tanto, lo mejor que un filósofo ha de hacer, entre otras cosas, es entrar en diálogo y confrontación crítica con la configuración de las racionalidades filosóficas sin seguir la corriente y un impulso de un supuesto universalismo desrespetando las nuevas racionalidades. Esta acción puede, sin embargo, ser planificada como también es una exigencia intrínseca a las circunstancias de la razón y sus modos de aprehensión de la realidad, es decir, es un proyecto que no termina una vez que se detectan los sentidos y significados de lo que sugiere o podría sugerir la captación racional acerca del tiempo en que se vive y la razón pudiera situarse.

Y porque las perspectivas filosóficas, por otra parte, no son una mezcla de insatisfacciones y satisfacciones, habrá que indagar sobre la sensación de cada plasmación de la aprehensión do lo fundamental en cada proceder racional y así superar la fatiga de una razón incapaz de proseguir la marcha una vez logrado sus propios objetivos. No se trata, empero, de una mera reconstrucción de la filosofía ni de una confrontación, sino un desafío allende los fundamentalismos y tradicionalismos filosóficos porque las racionalidades reclaman una reflexión de la misma filosofía hasta hoy propagada pero bajo las formas de pluralidades filosóficas.

El desarrollo de esas racionalidades filosóficas, y otras, que más arriba mencionábamos, sugieren perspectivas nuevas que, en principio, no están en el objetivo de la filosofía entenderlas todas sino despertadas por el pluralismo filosófico de sensibilidades de las racionalidades en sus diferencias y afinidades. No es posible hacer filosofía, por tanto, sino en referencia a la situación plural de la razón y la necesidad de confrontación de la misma razón en su pluralidad de manifestación hace posible a la filosofía con nuevos rasgos y no apenas una nueva configuración.

La aparición y apreciación correcta de las racionalidades es una interpelación para la misma comprensión de lo que es la filosofía y rechazarlas sería como negar la misma filosofía que deja a descubierto su debilidad y fuerza entre su peculiaridad plural de la inteligencia humana, pero no es cuestión de pensar que la filosofía consigue sus objetivos por haber cultivado ésta u otra racionalidad filosófica, que bien pueden contrastarse críticamente y por interpretaciones diferentes, sino que su realidad es multi-facética y nuestro tiempo, aquí y ahora, es un continuo trabajo de obtención de nuevos caminos y conocimientos filosóficos allende las posibilidades de un modo único de racionalidad filosófica.

Las filosofías, que tradicionalmente buscaron entablar un diálogo entre sí, pero comprendiendo la realidad de diferentes modos, en cada una de ellas, hoy existen muchos filósofos que pretenden, y la mayoría de la gente común, reducir a todas las filosofías a senderos muy semejantes hacia la comprensión del ser humano y de la realidad, es decir, no se trata de un relativismo sino de compartir una experiencia común y plural del filosofar donde las mismas concepciones, las argumentaciones y teorías filosóficas obtienen un carácter funcional para llegar hacia el mismo centro. No se trata más, empero, de una filosofía de la diferencia, sino de la convergencia sin eclecticismo y relativización, y con ello se pretende superar cualquier tentativa de separación de las filosofías porque las respuestas y teorizaciones son una acercamiento de la comprensión y conocimiento de las realidades que son objeto de diversos cuestionamientos, según la racionalidad filosófica en actuación. Lo que muchos suponen ser relativismos filosóficos, en realidad deben considerarse como filosofías relacionales, es decir, que toda filosofía es relacional y está relacionada a uno o más sujetos que la hacen posible.

Existe una flexibilidad dogmática y anti-dogmática de interpretar el acervo doctrinal de las filosofías y es posible, por medio de tal proceder, juzgar de una manera fragmentada y des-fragmentada, pero la presentación de una doctrina, bajo la coherencia, puede direccionar a la obtención de diferentes dudas, no saber qué pensar sobre ello, no posicionarse o no dar credibilidad, en absoluto, y, por tanto, una gran mayoría puede considerar que la otra filosofía, de otros, no es verdadera pero otros, sin embargo, denotan que entre las filosofías existen verdades fundamentales que deben ser respetadas y divulgadas y este hecho, según los interpretadores y sus filosofías que propagan, se podrá considerar como una abertura, como también la adhesión al subjetivismo y al relativismo. No es cuestión, empero, de reconocer el edificio de las posiciones filosóficas como que se resquebrajan mutuamente o que el edificio da las doctrinas filosóficas entraron en una ruptura tal que ya hay pocas posibilidades de entender lo que sucede porque no se trata de afirmar y negar una filosofía según los gustos y necesidades, como que se tratara apenas de algo preferencial. Pero no falta quien interpreta a la filosofía actual, y esto de modo reduccionista, como un individualismo que cada vez más se aleja de la tradición filosófica y de las autoridades, sino que la misma acreditación individual es un derecho y obligación delante de la instancia institucional de aquella filosofía que ha dejado en la indiferencia e inflexibilidad a tantas personas que innumerables veces las consideran como filósofas y este título es, sin embargo, una añadidura desde que no sean capaces de manifestar las formas de hacer filosofía allende a algún reencantamiento por un cuerpo de doctrinas expuesto durante un período de tiempo histórico.

Tal vez, lo que pasa, es que, hoy por hoy, tenemos otras formas de filosofar, menos estructurados, pero más flexibles y fluibles en comparación a años anteriores y, sin embargo, esto no es exclusivo de nuestra época. Tenemos un conflicto filosófico donde cada filosofía se ve dentro de una pérdida del monopolio de la verdad y de la comprensión de la realidad y las cuestiones filosóficas no son exclusivas de las cuestiones de una cierta filosofía que creían tener a su favor las verdaderas respuestas a los cuestionamientos filosóficos. La filosofía es, en sus afirmaciones, flexible porque no tiene región, es decir, está desregionalizada y siquiera sabe hoy de modo absoluto dónde está porque su estar es en un no sabemos dónde, pero este modo de proceder no se debe atribuir exclusivamente al período postmoderno.

Delante de la pérdida del monopolio de la verdad por una filosofía, que hoy no más está exclusivamente dentro de un sistema y corriente filosófica, algunos han perdido el control doctrinal y la flexibilización de respuestas, que libremente son manipuladas e reinterpretadas, configuradas de acuerdo con la fluidificación de la razón, no significa que tal realidad es igual a eclectismo y al individualismo como los auto defensores y reaccionarios entendieron esta situación, sino que la misma reacción es una confirmación comprensible de que ciertas interpretaciones doctrinales no más se refuerzan por salvaguardar una coherencia y control doctrinal pues el pluralismo no es obstáculo alguno para la determinación de las doctrinas consolidadas. Ahora, entre una vinculación y otra de diferentes visiones, existe la desprivatización de la filosofía, la desvinculación con doctrinas filosófica conservadas y conservadoras de una supuesta verdad que solamente una filosofía pretendía tener sensibilidad, claridad y seguridad de posesión.

No es una mera cuestión de encontrarse delante de una "nueva" situación filosófica, de nuevos subjetivismos y relativismos, sino un complejo problema de des-homogenización filosófica, una des-fragmentación del fragmento filosófico considerado hasta entonces como totalidad filosófica, es decir, ser pro, contra o anti es la reacción al movimiento plural de la acción filosófica propiamente dicha, es decir, no existe apenas un sistema pluralista de filosofía, sino filosofías pluralistas que no se encajan en lo que hasta entonces se consideraba sistema y corriente, y, en algunos casos, lo que ella misma fue o se decía que era. Se vive de interpretaciones no tradicionales de la filosofía en busca, no muy "esencialistas" ni "fundamentalistas", que buscan o defienden un fundamento o ninguno, y tal proceder sería falso entenderlo apenas como un desajuste, una falla y un exceso filosófico o una reducción, sino que es la configuración, cargada de re-configuraciones, de las racionalidades filosóficas actuantes, en un mismo tiempo y período no meramente re-configurable en el mero tiempo cronológico, como no pocos vienen haciendo y considerando.

BIBLIOGRAFÍA

Las bibliografías que presentamos son apenas para mejor comprender nuestra posición y distancia personal de comprensión, no única, sino posible, de algunos rasgos filosóficos acerca de lo que puede ser objeto de lectura, sobre las filosofías post-modernas sin reducir a la filosofía actual a una simple "filosofía post-moderna" y, por tanto, en este aspecto hay una distancia hermenéutica, con respecto a varios filósofos considerados, por sí mismos, como post-modernos. No se trató revisar otras posiciones, porque esta no era nuestra primera intención, así también en determinar en lo qué podemos concordar y cuáles son las discordancias, sino que presentamos esta bibliografía apenas, para los posibles lectores, no se queden encerrados en nuestras racionalidades, pero tampoco ellas han de ser parámetros de comprensión de lo que dijimos y dejamos por decir porque aquéllas (racionalidades) también pueden tornarse, tomados los recaudos necesarios en "prisión perpetua" para quien por medio de ellas se ponga a leer exclusivamente algunos problemas filosóficos, culturales, políticos de todos los tiempos o de nuestra época.

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Autor:

Julio Román Koropeski

Partes: 1, 2
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