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La tolerancia como presupuesto fundamental para la construcción de una cultura de la democracia en América Latina




Enviado por acevedolinaresa



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    Indice
    1.
    Introducción

    2. La Tolerancia
    3. El reconocimiento de la
    diferencia

    4.
    Conclusiones

    5.
    Bibliografía

    1.
    Introducción

    Un hombre que
    cultiva su jardín, como quería Voltaire.
    El que agradece que en la tierra haya
    música.
    El que descubre con placer una etimología.
    Dos empleados que en un café
    del sur juegan un silencioso ajedrez.
    El ceramista que premedita un color y una
    forma.
    El tipógrafo que compone bien esta página, que tal
    vez no le agrada.
    Una mujer y un
    hombre que
    leen los tercetos finales de cierto canto.
    El que acaricia a un animal dormido.
    El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
    El que agradece que en la tierra haya
    Stevenson.
    El que prefiere que los otros tengan razón.
    Esas personas, que se ignoran, están salvando el
    mundo.
    Jorge Luis
    Borges. Los Justos.
    Nota de aceptación
    ______________________________
    ______________________________
    ______________________________
    Presidente del Jurado
    ______________________________
    Jurado
    ______________________________
    Jurado

    Santa fe de Bogota 13 de diciembre de 2001
    En este trabajo se intenta fundamentar desde la perspectiva de
    una filosofía política, como
    objetivo
    general, la tolerancia como
    presupuesto
    fundamental para la construcción de una cultura de la
    democracia en
    el ámbito de la sociedad
    latinoamericana sobre la base de una fundamentación
    filosófica que reflexione en torno al
    reconocimiento del otro, el respeto por la
    diferencia, la pluralidad, el multiculturalismo y la ética,
    como elementos fundamentales de la tolerancia para fundar una
    sociedad
    madura, donde la democracia sea parte de la cultura, como quiera
    que son los principios
    esenciales de la sociedad contemporánea para la
    coexistencia pacífica. La importancia que tiene la
    formulación de este proyecto dentro
    de una óptica
    latinoamericana radica en la necesidad de construir una verdadera
    cultura de la democracia sustentada sobre la base de la
    tolerancia que los pueblos latinoamericanos deben tener para una
    mayor integración latinoamericana y
    construcción de una identidad en
    la diversidad de sus diferentes culturas en tanto que América
    Latina es un continente que ha carecido de auténticas
    democracias.
    La tolerancia no es posible hoy sin un reconocimiento y un
    respeto por el
    otro y en esa dirección se hace necesario construir una
    cultura de la tolerancia, como objetivo
    específico, y del reconocimiento en el ejercicio de la
    política,
    la religión o
    la sexualidad. La
    posibilidad de comprender a otros, implica mi autorreconocimiento
    aunque, comprender a otros no significa tener que estar de
    acuerdo con ellos..
    El hombre se
    distingue de lo vegetativo y lo animal por un ser un ente de
    razón, capaz de comprender a la naturaleza.
    El hombre es
    hombre precisamente por poseer, a diferencia de otros animales, la
    razón. La tolerancia tiene su origen en la razón,
    en el logos, como lo entendían los griegos, como
    razón y como palabra, esto es, como capacidad para
    comprender y para hacerse comprender. La razón o logos, en
    este doble sentido, como fuente de toda tolerancia y la
    tolerancia como única posibilidad de convivencia.. La
    tolerancia, es la sofrosine para los griegos, es decir,
    temperancia que significa templanza, moderación; y la
    intolerancia es la hibris que es intemperancia que significa
    inmoderado, falta de templanza. La intolerancia ha convertido a
    otros hombres, otros pueblos y otras culturas en seres
    inferiores, ha negado la posibilidad de pensar distinto, de tener
    otras opciones de vida, de fundar la vida a partir del respeto
    por la diferencia. La intolerancia llevada a los más
    lejanos rincones del universo.
    ¿Para qué? Sólo para tratar de demostrar lo
    de siempre, que unos hombres son más hombres que otros,
    que unos pueblos tienen más derecho que otros, que
    sólo existe una razón, una justicia, una
    libertad y un
    orden: la del más irracional, la del más injusto,
    intolerante y brutal.
    Los niveles sociales de la intolerancia son tan estrechos y
    cortos de dimensión humana que sólo se ven las
    cosas desde una sola perspectiva inmóvil, fija y
    obsesiva.
    La intolerancia es la neurosis de
    nuestro tiempo. El hombre
    se niega a reconocer al otro en su misma dimensión humana
    como un ser poseedor de razón. La intolerancia ha generado
    las más absurdas guerras,
    catástrofes y las más grandes atrocidades en nombre
    de la libertad y de
    la razón. Reconocernos en la diferencia y la pluralidad es
    reconocernos en la cultura, en una cultura de la tolerancia.
    Ahora bien, el reconocimiento de la diferencia, como objetivo
    específico, será analizado desde la perspectiva en
    la articulación entre Vattimo y Hegel entorno a
    la lucha por el reconocimiento de las minorías. Haciendo
    abstracción de la categoría o concepto
    hegeliano " lucha por el reconocimiento", se hace referencia al
    reconocimiento como base de la diferencia para legitimar la
    tolerancia. Las minorías étnicas, raciales,
    sexuales o culturales buscan su legitimación en la
    sociedad y en esta dirección se hace necesario la
    construcción de una ética de
    la diferencia en donde el reconocimiento de la diferencia
    esté fundado sobre el reconocimiento de la pluralidad.
    Ahora bien, la sociedad postmoderna es una sociedad de la
    diversidad o la pluralidad cultural en donde las minorías
    encuentran, dentro de la perspectiva de Vattimo, una "toma de la
    palabra", en una lucha por el reconocimiento como proyecto
    político por su realización humana. Los medios de
    comunicación juegan un papel
    determinante en la " liberación de las diferencias " que
    han generado en la sociedad postmoderna el surgimiento de
    múltiples subculturas como resultado de la
    proliferación de la
    comunicación. La perspectiva hegeliana, analizada por
    Fukuyama, fundamenta la historia sobre la base de la
    lucha por el reconocimiento o thymos en tanto que el hombre
    quiere que se le reconozca como ser humano en razón de que
    es un individuo que tiene " valor " y "
    dignidad ", que hace que los hombres arriesguen su vida en una
    lucha por alcanzar el prestigio. El hombre no sólo desea
    que se le reconozca como hombre, sino que además sea
    reconocido por otros hombres, porque el hombre posee una facultad
    que le es inherente a su condición humana como es su
    capacidad de arriesgar su propia vida.

    El hombre arriesga su vida porque quiere ser reconocido
    por los otros hombres, generando así un violento combate a
    muerte por
    alcanzar el prestigio. Al arriesgar su vida el hombre se prueba a
    sí mismo que es capaz de vencer su instinto más
    humano y natural como es el de conservar la vida. La lucha por el
    reconocimiento lleva al hombre a entablar un combate por el
    prestigio y ser reconocido como un ser auténticamente
    humano con capacidad de arriesgar su propia vida y definirse como
    un hombre humanamente con dignidad. El hombre busca su
    reconocimiento sobre la base del respeto porque se sabe poseedor
    de valor y tiene
    una dignidad en la que descansa su condición humana. La
    lucha por el reconocimiento es entonces, el primer acto humano
    que el hombre realiza por la búsqueda de libertad y
    realización humana, transcendiendo su estado animal
    en tanto humano para recobrase a sí mismo en su propia
    condición de hombre. El hombre convertido como un ser
    "para sí" que se ha apropiado de sí mismo para
    realizar su condición humana con dignidad y respeto sobre
    la base del reconocimiento que como instinto natural determina su
    accionar humano. Fukuyama teoriza con Hegel que la
    voluntad del hombre que tiene para arriesgar su vida por el
    sólo prestigio es lo que hace al hombre más hombre
    y más humano sobre la que descansa la esencia de la
    libertad humana. En Hegel, el primer hombre desea ser reconocido
    por el otro en su condición humana de libertad y respeto.
    En Locke, el primer hombre acepta la sociedad civil
    con el propósito de proteger sus bienes y
    propiedades que detentan su estado de
    naturaleza con
    el objeto de acrecentar sin restricciones otros bienes y
    propiedades. En Hobbes , el
    primer hombre en estado de naturaleza lucha por el reconocimiento
    pero su deseo de reconocimiento es subordinado por la educación al deseo
    de conservar la vida y al deseo de disponer de una vida plena de
    comodidades.
    El deseo de reconocimiento, piensa Fukuyama, es fundamentalmente
    "la parte de la
    personalidad humana más específicamente
    política" en la medida que impulsa al hombre a afirmarse a
    sí mismo en la " isothymia ", que es el deseo de ser
    reconocido como igual a los demás.
    Los hombres necesitan ser reconocidos y valorados en su dignidad
    porque es un deseo humano innato que está en
    relación con la valoración que el hombre tiene de
    sí mismo y de la valoración que los demás
    tienen sobre él. Ello contribuye a la afirmación de
    su propio valor como ser humano, como persona , como
    ser moral y como
    ser libre. El hombre adquiere capacidad de valorarse a sí
    mismo y capacidad para valorar a los demás. Fukuyama va
    hasta el fondo de la psicología humana
    descubriendo que el thymos o deseo de reconocimiento es un deseo
    humano (natural) que subyace en la naturaleza humana que hace
    mover la historia .
    La fuente originaria del thymos la encuentra en Platón :
    el "thymos" se refiere a "espiritualidad" que significa
    "ánimo" o "coraje". El hombre tiene necesidad de darle
    valor a las cosas, a sí mismo, y a los demás
    hombres, de darle valor a las acciones
    humanas y a todas las cosas a su alrededor. El " thymos " es la "
    parte del alma que da valor a los objetos " y el " deseo de
    reconocimiento " es una " actividad del thymos que exige que otra
    conciencia
    comparta la misma valoración". El thymos hace que la
    esclavitud o
    la humillación de un hombre en cualquier parte, cause ira
    o indignación porque no se reconoce al individuo como ser
    humano.
    Ahora bien, la intolerancia, afirma
    Leopoldo Zea, parte de la supuesta superioridad de una raza, una
    sociedad o una cultura. Enfrenta a los hombres sobre los cuales
    se pretendía imponer la propia raza, sociedad o cultura y,
    en esa dirección se hace una exploración
    analítica, como objetivo específico, sobre
    cómo históricamente los pensadores y los filósofos de la filosofía
    política han abordado este concepto de
    tolerancia, desde el politeísmo de la Antigüedad, el
    periodo de la Reforma, la era de la
    Ilustración , la Enciclopedia y el Liberalismo ,
    hasta la fundamentación teórica de los pensadores y
    filósofos contemporáneos que
    también en América
    Latina han pensado este concepto.
    De otra parte, es necesario precisar que los pueblos antiguos y
    las sociedades
    modernas han sufrido las reacciones de la intolerancia y desde
    entonces, los hombres han luchado para que la tolerancia se
    convierta en el ethos de la cultura, de la cultura
    latinoamericana que queremos construir. Una cultura de la
    democracia debe tener una fundamentación ética en
    el respeto por sus diferencias y de allí la importancia de
    abordar este aspecto, como objetivo específico de este
    trabajo. El concepto de ética proviene del griego ethos
    que significa "modo de vivir", "costumbre" y en el contexto
    histórico griego la ética significa una
    concepción total del individuo y la sociedad en la virtud
    y la verdad. La ética era para los griegos un principio
    fundamental que determinaba la conducta social e
    individual y la existencia. La existencia en la antigua Grecia
    está articulada desde la ética para dar cuenta de
    sí mismo, renunciar a todo dogmatismo, autoridad o
    tradición, mito o
    religión
    en la búsqueda de la verdad apoyados en la lógica
    y en la crítica y donde no hay una división entre
    el pensar y el actuar y donde se dan todas las condiciones para
    el ejercicio de la razón. En la sociedad
    contemporánea se educa para la obediencia, para el
    conocimiento y reconocimiento de la autoridad en
    el orden del pensamiento ,
    de la interacción social y en la política como un
    ejercicio legitimador del poder y del
    saber que instaura la sumisión y el reconocimiento de la
    jerarquía entre los hombres como algo "natural". Esta
    ética se funda sobre relaciones de poder que
    limita la libertad de pensamiento .
    Se requiere de una ética que se funde en la
    construcción de sí mismo, de reconocimiento del
    otro y de respeto a la diferencia y de reconocimiento a las
    culturas regionales, la práctica de una cultura que
    permita vivir en el riesgo , en la
    dificultad, en la búsqueda, en la pregunta, en tanto
    así damos sentido a la existencia .
    Este trabajo se desarrolla apoyado en el marco de una síntesis
    histórica que explica cómo este concepto de
    tolerancia ha sido pensado por los filósofos de la
    filosofía política en diferentes contextos y
    épocas, desde los griegos hasta nuestro ámbito
    latinoamericano y, en esa dirección se formula los
    presupuestos
    teóricos que la tolerancia política debe tener para
    la construcción de una cultura de la democracia sobre la
    base de la tolerancia y el reconocimiento de la diferencia que en
    la sociedad latinoamericana está por construirse como
    proyecto político y ético, articulado a la
    visión que el pluralismo, el multiculturalismo y la
    ética le dan como soporte filosófico a este
    concepto de tolerancia.
    La pregunta fundamental de la que se parte, desde la
    filosofía política, para la formulación de
    este proyecto ( y que con la
    necesidad de la formulación del proyecto se responde a
    ella) es de si existe una auténtica cultura de la
    democracia en
    América
    Latina sobre el fundamento político de la tolerancia, el
    reconocimiento de la diferencia y el respeto por el otro,
    teniendo como referente el contexto de la realidad social
    latinoamericana y, en esa dirección se formula un proyecto
    político y ético a construir.

    2. La
    Tolerancia

    Marco Historico
    La defensa de la tolerancia surgió históricamente
    entre el conflicto de
    una iglesia
    mayoritaria y sus disidentes. En el Siglo XVI se habló por
    primera vez de tolerar a los equivocados en cuestiones de fe.
    El principio de tolerancia fue establecido en gran medida por el
    grupo italiano
    de reformistas dirigidos por Fausto Sozzini que en 1574
    rechazaron la doctrina de la Trinidad y fueron los fundadores de
    la corriente reformista llamada unitarismo.
    Combatir. Esto significa que bajo la idea de guerra y la
    idea de esfuerzo subyace la noción de tolerancia. (Claude
    Sahel. La Tolerancia: Por un humanismo
    herético. Ed. Cátedra. Madrid, 1993,
    Pág.16).
    Los vencedores de la guerra
    religiosa crearon un principio ético que concedía
    indultos a los " herejes " e " impuros " otorgando el "
    perdón " y la " indulgencia ", formulada por este precepto
    de tolerancia y en este contexto su significado histórico
    radica en la ruptura del mundo religioso cristiano y la conciencia de las
    múltiples creencias y doctrinas teológicas. Moro,
    Erasmo, Montaigne esbozaron los primeros argumentos, pero nunca
    llegaron a plantear la existencia de un derecho inherente de todo
    hombre a la libertad de conciencia y religión. La
    tolerancia era apenas un recurso de los príncipes para
    restaurar la convivencia pública, rota por el conflicto
    entre los ortodoxos y heterodoxos. La autoridad civil
    debía tolerar al disidente por las mismas razones que
    toleraba a las prostitutas; para evitar males mayores.

    El concepto de tolerancia en los griegos
    Voltaire
    señalaba que los griegos y los antiguos pueblos
    civilizados ninguno ponía trabas a la libertad de pensar y
    que a los griegos por muy religiosos que fuesen les
    parecía bien que los epicúreos negasen la
    Providencia y la existencia del alma. Que todos los antiguos
    pueblos civilizados tenían una religión pero que la
    usaban con los hombres del mismo modo que con sus dioses, todos
    reconocían un dios supremo pero le asociaban una cantidad
    prodigiosa de divinidades inferiores; sólo tenían
    un culto, pero permitían una multitud de sistemas
    particulares.
    Los romanos, continua Voltaire, no profesaban todos los cultos,
    no daban a todos sanción pública pero los
    permitieron todos. Los romanos se caracterizaban por su
    tolerancia. El Senado y el pueblo tenían un principio que
    los guiaba y era: "sólo a los dioses les corresponde
    entender de las ofensas ingeridas a los dioses".
    Los romanos tenían un consentimiento hacía todos
    los dioses y sólo eran objetos de culto los Césares
    deificados. Cicerón llegó a dudar acerca de todo.
    Lucrecio lo negó todo y no se le hizo ningún
    reproche, dice Voltaire que la tolerancia llegó tan lejos
    que Plinio el naturalista empieza su libro negando
    la existencia de Dios diciendo que hay uno, que es el sol.
    Cicerón llegó a negar la existencia del infierno,
    igual que Juvenal y Séneca decía que no hay nada
    después de la muerte y
    ante todas estas afirmaciones nunca hubo la menor protesta.
    Jesucristo, escribió Voltaire en su Tratado sobre la
    Tolerancia, nunca tuvo ningún acto de intolerancia; sus
    actos predicaban la dulzura, la paciencia y la indulgencia:
    allí están el Samaritano caritativo, el
    perdón a la pecadora, los invitados de Caná, la no
    – indignación contra Judas, etc. Y su muerte
    humanamente, dice Voltaire, tiene mucha relación con
    la muerte de
    Sócrates
    que muere a causa del odio de los sofistas, los sacerdotes y los
    principales del pueblo. Sócrates
    pudo evitar su muerte y no quiso, Jesucristo se ofreció de
    manera voluntaria. Ambos aceptan estoicamente el sacrificio.
    Sócrates llegó a perdonar a sus acusadores y jueces
    y Jesucristo pidió a su Padre que perdonara a sus
    enemigos. Sin embargo, haya que señalar que los griegos
    consideraban a los extranjeros como "bárbaros" y en ese
    sentido Aristóteles decía que los
    bárbaros eran "esclavos naturales". El proceso contra
    Sócrates por haber introducido nuevos dioses en lugar de
    los dioses oficiales de la polis son elementos que señalan
    que en el politeísmo de la antigüedad hubo crisis. La
    sociedad ateniense se reivindica después de la muerte de
    Sócrates al condenar a muerte a su principal acusador,
    Melito, y los demás jueces y acusadores fueron condenados
    al destierro. A Sócrates se le erige un templo.
    En el juicio se le acusa de introducir en la ciudad nuevos
    dáimones y él hace el esfuerzo por probar su
    existencia. El juicio contra Sócrates fue como un
    verdadero palo de ciego que el pueblo de Atenas descargó
    en un momento de atroz nerviosismo. El era el representante de
    las viejas generaciones educado en una época en que la
    democracia no se había generado, ni la nueva cultura
    había llegado a Atenas y, la vida del pueblo no se
    había modernizado aún. El pueblo ateniense se
    había endurecido y carecía de la reflexibilidad que
    hubiera tenido en una época más creadora y, a
    ciegas dirigió la protesta contra Sócrates; la
    protesta se levantaba contra las ideas, a las que se le echaba,
    en los malos tiempos, la culpa de todo. El pueblo ateniense
    había pasado una época de revoluciones sangrientas,
    cambios constitucionales y las nuevas ideas se habían
    convertido en instrumento de rapiña y sangre y se
    practicaba la soberanía del más fuerte.
    La acusación de corrupción
    de la juventud no
    consistía en Sócrates en hacerlos viciosos sino en
    elevarlos a extrañas perfecciones en el cultivo de la
    inteligencia,
    en la supresión de la espontaneidad, en entregarse a la
    razón. La acusación lo presentaba como contradictor
    y antagonista. En el juicio contra Sócrates se pone en
    evidencia el carácter
    de intolerancia del pueblo ateniense, quizás como
    consecuencia de lo arriba señalado.
    Protágoras sufrirá también la intolerancia
    de la sociedad que le toca vivir. Sus libros fueron
    condenados a la hoguera en el Ágora. A Anaxágoras
    lo expulsaron por haber afirmado que el sol no era
    más que una piedra ardiente.
    El concepto de tolerancia en el período de la Reforma, la
    era de Ilustración, la Enciclopedia y el Liberalismo.
    La Reforma fue un movimiento
    promovido por Martín Lutero y J. Calvino principalmente, a
    favor de la renovación de la iglesia que
    desembocó en la libertad religiosa al crearse nuevas
    iglesias independientes del papado. La critica histórica
    contra la iglesia se había iniciado durante el renacimiento
    que abogaban por una divulgación de la Biblia y de los
    escritos de los padres de la iglesia, gracias a la
    invención de la imprenta. Este movimiento fue
    apoyado por los círculos de la nobleza, de la
    burguesía, por los humanistas y el clero secular y
    monástico.
    El movimiento se enfrenta a grandes dificultades, como los
    levantamientos de los campesinos y los anabaptistas y un sector
    de los humanistas. Se concedió la libertad religiosa a los
    protestantes para conservar la paz religiosa de Nurember(1532).
    Hacia 1561 la mayor parte de Alemania era
    protestante. La iglesia católica reconquista, sin embargo,
    algunos territorios, que es el periodo que se conoce como la
    Contrarreforma..
    Ahora bien, Voltaire afirma lo absurdo de ser intolerante en
    tanto que los jesuitas debieron ser tolerados bajo la
    condición de renunciar a sus métodos de
    propaganda,
    proscritos en Francia en
    1762. y en el año 313 el emperador Constantino
    concedió la tolerancia oficial al cristianismo y
    su religión fue declarada como la religión oficial
    del Estado, excluyendo a las demás religiones, se constituyeron
    así en dos poderes, uno material y otro espiritual que
    fueron el poder el Estado y el
    poder de la Iglesia, originándose de esta manera la
    consolidación del poder de la Iglesia y gestándose
    formas de intolerancia. Una vez que estaban en el poder se
    transformarían en perseguidores de los "herejes" como los
    arrianos y los donatistas.
    La doctrina dogmática de la religión cristiana
    traería como consecuencia una lucha encarnizada por
    defender "la pureza de la doctrina" y mantener la estructura
    jerárquica, legitimando su dominio de la
    sociedad medieval. San
    Agustín condenó a los herejes y creyó
    legítimo emplear medidas de fuerza contra
    ellos porque consideraba la herejía como un alejamiento
    del dogma y un desorden del alma que podría llevar al
    hombre a la condenación eterna.
    Tomás de Aquino compara la autoridad del Papa y la
    autoridad real con el dominio del alma
    sobre el cuerpo. La meta suprema y
    el sentido de la vida del hombre es su salvación y para
    ello están la Iglesia y su pastor supremo. Consideraba que
    el persistir
    en su propia opinión sin aceptar razones contra ella,
    sólo expresa dureza y rigidez.
    La tolerancia en los siglos XVI y XVII adquiere un sentido
    más amplio en el orden teológico, en el orden
    político y en el orden social. La inquisición hizo
    de la hoguera el fuego que purificaba a los herejes. El
    fundamento teórico de esta intolerancia religiosa fue la
    de determinar que una institución y sus funcionarios y
    sacerdotes señalarían para el hombre cuál
    era la meta suprema
    de la existencia y señalaba el camino que
    conduciría a esa meta para la salvación del alma.
    La cacería de "brujas" y las Cruzadas se llevaría a
    cabo desde finales del siglo XI hasta finales del siglo XII. En
    la Alta Edad Media del
    periodo 1430 y 1540 adquirirían un carácter
    sistemático los procesos y
    persecuciones y entre 1590 y 1630 después de la Reforma,
    alcanzaría su máximo nivel. Al quemar el cuerpo de
    un hereje se podía salvar su alma inmortal.
    Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue un precursor de la modernidad y del
    principio de la tolerancia. En su Elogio de la locura (1511) hace
    una dura crítica contra la decadencia de las costumbres de
    su época, la superstición y la iglesia.
    Crítica los abusos de la iglesia oficial, la intolerancia
    y las persecuciones. Su Elogio de la locura es un texto
    precursor de un moralismo laico en tanto se anticipa a la Reforma
    y proyecta elementos de la primera etapa de la conciencia
    burguesa en los tiempos modernos. Con H. Kamen, afirma Jaramillo
    Vélez, que la sustitución del dogma por el
    moralismo fue lo que preparó el camino de la
    tolerancia.
    Ahora bien, Pierre Bayle (1647 – 1706) será el primer
    pensador de la edad moderna
    que adelantándose a su época promulgará la
    tolerancia religiosa del Estado, la libertad de conciencia y la
    tolerancia también a los ateos entre las personas que
    debían ser respetadas por las autoridades. Consideraba
    este pensador que la intervención de las autoridades en
    las contiendas religiosas no tenían legitimidad y que la
    blasfemia no podía ser delito y que la
    fe religiosa no puede soportar la coacción en tanto que no
    existe un criterio objetivo para examinar las convicciones
    subjetivas sobre la evidencia que es una cualidad relativa.
    Sólo la conciencia individual puede ser instancia para
    determinar si un convencimiento es o no verdadero. La conciencia
    individual es la única instancia normativa legítima
    y allí radica un principio de tolerancia. Bayle como J.
    Locke no aplica la tolerancia a favor de los católicos que
    no toleran otras creencias. Según su tesis, el
    intolerante no puede esperar tolerancia de los demás.
    En John Locke
    (1632 – 1704) la tolerancia es uno de los deberes del Estado. En
    su Carta sobre la
    Tolerancia (1689) argumenta la tolerancia estatal en materia
    religiosa.
    El estado,
    afirma Locke, debe ser tolerante con las convicciones religiosas
    de sus ciudadanos "porque a él no le corresponde la cura
    de las almas y ni las torturas o confiscaciones puede contribuir
    a que el hombre cambie en su interior". Una cura caritativa que
    consiste en llamar a la razón no puede ser negada a nadie.
    Nadie puede ser molestado por ser o no cristiano. Locke se
    refiere a la cura autoritaria que consiste en emitir leyes y en
    hacerlas cumplir. La tolerancia obliga a que ninguna iglesia
    está obligada a mantener en su seno a una persona que viola
    leyes de su
    sociedad, a que ningún hombre puede atentar o disminuir
    los derechos civiles
    de otro por el hecho de que este se declare ajeno a la
    religión y rito de aquel, y nadie puede ser obligado
    contra su voluntad a ser sano y rico. Locke no otorga al Estado
    ningún derecho sobre la propiedad del
    individuo justificada por el derecho
    natural, originándose allí los principios del
    individualismo pero otorga la propiedad
    sobre la fe religiosa.
    En Locke el concepto de tolerancia se amplía la esfera de
    lo político y lo individual. La concepción de
    tolerancia formulada por Locke contribuye a la evolución constitucional de Inglaterra y
    sólo hasta 1771 se admite a los disidentes para cursar sus
    estudios en Oxford y Cambribge y en 1827 acceden a los cargos en
    la
    administración estatal.
    Locke señala en su Carta sobre la
    Tolerancia que la tolerancia es el rasgo más característico de la verdadera Iglesia y
    que el objetivo de la verdadera religión no ha existido
    para el lujo, el señorío de los prelados o la
    fuerza
    compulsiva, sino para asentar una vida guiada por la rectitud y
    la caridad.
    Cree necesario separar la Iglesia y el Estado por cuanto se debe
    establecer la diferencia que existe entre los asuntos civiles y
    religiosos. En Locke prima la vocación y la voluntad
    moral porque
    afirmaba que quien careciera de caridad, humildad y buena
    voluntad estaría muy lejos de ser un cristiano
    auténtico. En su pensamiento converge la piedad
    evangélica y el racionalismo.
    Señalaba que tolerar a aquellos que difieren de los
    demás en asuntos de religión es asunto que
    concuerda con el Evangelio y con la razón y extraña
    que ciertos hombres cieguen ante esta luz.
    Los asuntos del gobierno civil y
    de la religión deberían limitarse uno de otro.
    Locke consideraba al Estado como una sociedad de hombres
    constituida para preservar sus propios intereses de orden civil:
    la vida, la libertad, la salud, el descanso del
    cuerpo y la posesión de las cosas como dinero,
    tierra, casas,
    etc. Señala su convicción de respeto por las
    creencias y decisiones del individuo, siempre y cuando no
    perjudiquen a los demás y señala que en
    ningún lugar del Nuevo Testamento dice que la Iglesia debe
    obligar por "la fuerza, a hierro y
    fuego".
    En su Ensayo sobre
    la Tolerancia, Locke analiza las acciones y las
    opiniones de los individuos y propugna por una tolerancia
    ilimitada, limitada y por excluir toda clase de tolerancia. Los
    papistas deberían quedar excluidos del beneficio de la
    tolerancia por cuanto se consideran obligados a negar la
    tolerancia de los demás y defienden una tolerancia
    limitada por la exigencia de no debilitar el Estado ni causar
    daños a la comunidad. En su
    "Carta sobre la Tolerancia" afirma que los que niegan a Dios no
    pueden ser tolerados de ningún modo. Locke escribió
    dos textos sobre la tolerancia: Carta sobre la Tolerancia y
    Ensayo sobre
    la Tolerancia (1667); que aunque publicados anónimamente
    el primero e inédito el segundo son documentos
    importantes a favor de la libertad de conciencia.
    Con Baruch de Spinoza y su obra Tratado
    Teológico-político (1670) la tolerancia religiosa
    avanza en Europa. Spinoza
    fundamenta en su obra el derecho de las autoridades en asuntos
    religiosos y de la necesidad de la tolerancia, y plantea que la
    finalidad del Estado es de hecho, la libertad. Esa libertad era
    necesaria en Spinoza porque ella era indispensable para el
    progreso de la ciencia y
    el arte. En su
    defensa de la libertad de
    expresión Spinoza argumentará que " cada cual
    tiene la libertad de pensar lo que quiera y de decir lo que
    piense ".
    En su obra Espíritu de las Leyes (1748) Montesquieu
    también se ocupa de la tolerancia religiosa. Allí
    expresa el carácter político de la tolerancia.
    Afirma que cuando las leyes de un país consideran
    necesario tolerar varias religiones, deben
    también obligar a éstas a una recíproca
    tolerancia, porque la religión oprimida cuando sale de
    esta situación se confiere en opresora como una
    tiranía.
    Voltaire (1694 – 1778) escribe con ocasión de la
    muerte de Jean Calas (1762) su Tratado sobre la Tolerancia
    (1763). Jean Calas era un hombre de 78 años de edad que
    ejercía la profesión de comerciante en Tolosa desde
    hacia más de cuarenta años y era considerado un
    buen padre. Era protestante. Voltaire en su Tratado sobre la
    Tolerancia nos cuenta el suplicio de la vida de Jean Calas donde
    señala que todas las cofradías merecen respeto.
    Escribe Voltaire que los japoneses ( siglo XI) eran los
    más tolerantes de todos los hombres: doce religiones
    pacíficas estaban establecidas en su imperio pero al
    llegar los jesuitas se desató una guerra civil porque no
    querían tolerar a ninguna otra. Esto da pie a Voltaire
    para señalar que no se debe predicar ni ejercer la
    intolerancia. La intolerancia ha cubierto la tierra de
    matanzas y son la vergüenza de los pueblos que no conocen la
    tolerancia. Los abusos de la intolerancia son descritos por
    Voltaire en su Tratado, la crueldad, la injusticia, etc. Afirma
    además, que para que un gobierno no tenga
    derecho a castigar los errores de los hombres, es necesario que
    esos errores no sean crímenes, y sólo son
    crímenes cuando perturban la sociedad y perturban la
    sociedad si inspiran fanatismo. Los hombres deben empezar por no
    ser fanáticos para merecer la tolerancia.
    Voltaire aboga por una tolerancia universal en donde los
    cristianos deben tolerarse unos a otros, y en la
    ilustración y en el saber ve la cura para la estupidez
    humana.
    En 1675 se publica la Enciclopedia donde se compendia todos los
    conocimientos de la época del periodo de la Ilustración consagrando un capítulo
    a la tolerancia. La intolerancia, se afirma en la Enciclopedia,
    conduce a una "guerra de opinión" y en ese sentido la
    tolerancia es un simple dictado de la prudencia porque con la
    prohibición y la duda sistemática los errores se
    eternizan y se evita el progreso de los conocimientos.
    Allí se concluye que el fanatismo es el origen de la
    intolerancia y su consecuencia, porque las fuentes del
    fanatismo son los dogmas irracionales, la moral
    cruel, el uso de los castigos difamatorios y la
    persecución. Allí también se consigna sobre
    el "fanatismo patriótico" en cuanto que sus contenidos son
    demagógicos. Los enciclopedistas llamaron a la
    intolerancia, esa vesánica perturbación del
    ánimo, "pasión feroz" (Córdoba
    Triviño, 1995). En los siglos XVII y XIX y XX las
    Constituciones aseguran institucionalmente la tolerancia. El
    Estado Social de Derecho reacciona contra las formas represivas y
    amplia el espacio para la tolerancia. Se declaran nuevos derechos sin discriminación de raza, origen,
    nacionalidad, idioma, sexo,
    orientación sexual, minusvalía, posición
    social, edad, convicciones religiosas, ideológicas o
    políticas. En 1789 se establecen la
    declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en
    la que se declara la igualdad y la
    libertad de los hombres en sus derechos. La Revolución
    Francesa genera profundos cambios políticos y
    culturales que hace que la tolerancia se transforme de precepto
    moral a norma jurídica con el reconocimiento de los
    derechos inalienables de los individuos. De las controversias de
    índole religiosa se traslada a las controversias de
    índole político. El concepto de tolerancia se
    amplía del ámbito teológico al ámbito
    civil. El estado liberal se fundamentó en este principio
    para sentar las bases jurídicas, políticas
    y económicas de sus estructuras
    promoviendo el estado de derecho
    fundado en el respeto y la garantía jurídica de los
    derechos de libertad. La tolerancia resultó ser una
    expresión ética del derecho que transformó
    el antiguo esquema de principio y valores en
    otro esquema normativo que garantiza constitucionalmente el valor
    de la opinión de los individuos. En la Ilustración,
    el concepto de tolerancia basado en una ciudadanía
    universal no tuvo mayor auge ante el nacionalismo y
    el chauvinismo del siglo XIX. La falta de una identidad
    nacional llevó al menosprecio de las demás
    naciones extranjeras como el antisemitismo. Los judíos
    eran la minoría que pertenecía a la religión
    cristiana. Alrededor de esta minoría se crearon muchos
    mitos que
    contribuyeron a generar odios contra ella y la tradición
    cristiana contribuyó a incrementar los prejuicios en su
    contra.
    En su obra Acerca de la Libertad (1858) J.S. Mill, representante
    del pensamiento clásico liberal y social inglés,
    avizoraba el peligro de un poder gubernamental represivo y la
    amenaza de una "tiranía de la mayoría" como la
    "opinión
    pública ". Había que defender a la sociedad
    contra la inclinación a imponer sus propias ideas y
    costumbres a los indóciles. Mill está a favor de
    una tolerante reserva de la opinión
    pública frente a las diferentes opiniones conceptos y
    convicciones de los individuos y los grupos. La
    sociedad sólo puede intervenir en la esfera de lo
    individual si su fin es "evitar daños a terceros ". Aboga
    por el derecho a seguir las propias inclinaciones siempre y
    cuando no perjudique a los otros y por el derecho de
    reunión. La tesis de Mill
    es que la opinión pública tiende a ser a veces muy
    intolerante sobre todo cuando no se informa y educa. La
    tolerancia en Mill es la libertad del individuo frente a las
    coacciones, el hombre debe poder moverse libremente con libertad
    y sin interferencias por parte de la sociedad.
    Mill J:S. escribe su ensayo sobre la libertad dónde su
    objeto no es el libre albedrío sino la libertad social o
    civil, la naturaleza y limites del poder que puede ser ejercido
    legítimamente por la sociedad sobre el individuo.
    Señala Mill que es necesario limitar el poder del gobierno
    sobre los individuos, incluso cuándo los gobernantes son
    responsables ante la comunidad. Se
    requiere de una protección contra la tiranía de las
    opiniones y pasiones dominantes, contra la tendencia de la
    sociedad a imponer como reglas de conducta sus
    ideas y costumbres a los que difieren de ellas, contra su
    tendencia a obstruir el desarrollo e
    impedir la formación de individualidades diferentes..
    Afirma que la intolerancia es tan natural en la especie humana,
    en todo aquello que le afecta en verdad, que la libertad
    religiosa
    no se ha realizado en ninguna parte, excepto allí
    dónde existe la indiferencia religiosa. La esfera propia
    de la libertad humana
    comprende el dominio interno de la conciencia, la libertad de
    pensar y sentir, la libertad absoluta de opiniones y de
    sentimientos, sobre cualquier asunto practico, especulativo,
    científico, moral, o teológico.
    El principio de la libertad humana requiere la libertad de gustos
    y de inclinaciones, la libertad de organizar nuestra propia vida
    siguiendo nuestro modo de ser. No se puede llamar libre a una
    sociedad, cualquiera sea la forma de gobierno, si estas
    libertades no son respetadas. El reconocimiento de éstas
    libertades en J.S. Mill es el reconocimiento del valor de la
    tolerancia y el respeto por el otro, que al reconocer su valor
    debe existir completa libertad de procesar y discutir, como
    materia de
    convicción ética.
    En su Teoría
    de la Justicia
    (1971) John Rawls plantea su formulación teórica
    sobre la tolerancia. Se pregunta ¿Una secta intolerante
    tiene derecho a quejarse cuando no se la tolera? Su respuesta es
    que la secta intolerante no tiene derecho a quejarse cuando no se
    la tolera. Si una persona se queja porque violan sus derechos
    esto se limita a la "violación de principios que ella
    misma reconoce". Rawls reconoce la legitimidad de la defensa de
    esta intolerancia. Una secta intolerante no puede quejarse si no
    se le tolera, pero ello no legitima que los tolerantes agrupados
    en sectas o iglesias tengan derecho a oprimir a los
    intolerantes.
    Una tolerancia hacia los intolerantes fomenta entre los
    ciudadanos intolerantes, al vivir entre actos y actitudes de
    tolerancia, principios de reconocimiento de la libertad de
    conciencia, argumenta Rawls, aunque esto tiene sus riesgos porque
    puede ocurrir lo contrario y estos grupos no pueden
    convertirse a la libertad y sólo en casos extremos hay que
    limitar la libertad de los intolerantes.
    El tema de la tolerancia religiosa, escribe Rorty , es recurrente
    en los escritos de Rawls y cuándo da ejemplos del tipo
    de
    opiniones que una teoría
    de la justicia debe tomar en cuenta y sistematizar, cita con
    convicción de que la intolerancia es injusta.
    Rorty señala que el argumento de Rawls contra el fanatismo
    no consiste en suponer que éste pone en peligro la verdad
    sobre las características de un orden
    metafísico y moral antecedente al amenazar a la libre
    discusión, sino simplemente que es una amenaza contra la
    libertad y con ello, pone en peligro a la justicia.
    Señala Rorty que Rawls quiere las teorías
    acerca de la naturaleza humana y sus fines se separen de la
    política, quiere que su concepción de la justicia
    "evite supuestos acerca de la esencia e identidad de
    las personas". Rawls quiere relegar las preguntas sobre el fin de
    la existencia humana o el sentido de la vida, a la vida
    privada.
    En una democracia liberal no solamente las opiniones acerca de
    esas cuestiones estarían libre de cohersión legal,
    sino que se tendería a separar las discusiones acerca de
    dichos temas de las discusiones sobre políticas sociales.
    Se emplearía la fuerza contra la conciencia individual en
    la medida en que la conciencia llevara a los individuos a actuar
    en forma que amenazara a las instituciones
    democráticas.
    Rorty señala que la tolerancia no tiene que ir tan lejos
    que nos veamos obligados a aceptar el vocabulario que nuestro
    interlocutor desea usar y tomar en serio cualquier tópico
    que éste quiera someter a discusión. Esto va de la
    mano con el rechazar la idea de que existe un vocabulario moral
    único y un conjunto de creencias morales apropiados para
    cualquier ser humano, en cualquier comunidad o lugar .
    El rehusar discutir acerca de lo que los seres humanos
    deberían ser parece indicar desprecio por el
    espíritu de tolerancia que
    es esencial en la democracia. Pero no resulta claro como el
    sostener que los seres humanos deberían ser liberales en
    vez de
    fanáticos no nos conduce de nuevo a una teoría
    filosófica de la naturaleza humana. En su Teoría de
    la Justicia, Rawls considera que entre las libertades
    básicas está la libertad política, el
    derecho de expresión y reunión, la libertad de
    pensamiento y de conciencia. La formulación de estos
    principios señala que cada persona ha de tener un derecho
    igual al esquema más extenso de libertades básicas
    iguales que sea compatible con un esquema semejante de libertades
    para los demás.

    La tolerancia política como presupuesto para la
    democracia.
    En la relación entre tolerancia política y sociedad
    hay algunos tópicos a explorar. En una democracia
    pluralista una sociedad no puede coexistir sin una tolerancia
    entre los partidos dominantes y las minorías. Trutz
    Rendtorff define la tolerancia política como la
    expresión de responsabilidad en lo referente a la
    autonomía del ciudadano con respecto a la mayoría y
    las minorías en una democracia. Para Rendtorff la
    tolerancia es un criterio ético que determina la capacidad
    de tradición política de la sociedad. En una
    sociedad donde no se practique la tolerancia política las
    minorías de verán obligadas a pasar a la
    clandestinidad política, pero igualmente las
    minorías deben respetar las decisiones de la
    mayoría en tanto se mantengan dentro de la legitimidad
    constitucional. La tolerancia es la facultad de comprender
    mediada por el respeto por el otro y reconocimiento de las
    minorías, ese es el presupuesto fundamental que legitima
    la democracia.
    En la teoría crítica contemporánea, Herbert
    Marcuse señalaba que la tolerancia sólo
    servía para mantener el status quo de la desigualdad pero
    reconocía con todo la tolerancia democrática como
    más humana que la tolerancia institucionalizada. Marcuse
    hace una crítica de la "tolerancia pura", esto es, una
    tolerancia en abstracto que se convierte en instrumento de
    esclavitud
    cuando se da en una sociedad represiva.
    Universalizar la tolerancia implica la libertad de pensar y sin
    estas condiciones, en una democracia, traería como
    consecuencia la opresión y la tiranía. Marcuse
    elaboró la noción de "tolerancia represiva" que
    significa que en la sociedad capitalista industrial se manifiesta
    idealmente el concepto de tolerancia pero en lugar de servir para
    la liberación de un grupo de
    individuos explotados sirve para adormecer los impulsos de
    liberación.
    La tolerancia tiene la función de
    reprimir estos impulsos y en ese sentido es represiva. Sigmund Freud
    reconoce en la intolerancia a la "expresión de un
    narcisismo que aspira a autoafirmarse" y a una imagen de la
    agresividad instintiva del hombre. La psicosis que
    Freud
    señala de estas manifestaciones de intolerancia son el
    resultado de la neurosis de la
    sociedad moderna y su cura estará en una educación a
    través del psicoanálisis para acceder a la tolerancia.
    Freud
    señala como las grandes religiones monoteístas
    trajeron como consecuencia el reforzamiento de la intolerancia.
    La creencia de un dios único trajo la intolerancia que
    había sido ajena en la Antigüedad, afirma Freud. en
    tanto que no se permitían otros dioses ni ritos que no
    fueran los del dios único.
    Gadamer en su Elogio de la Teoría (1993) ha escrito que la
    tolerancia es la más infrecuente de todas las virtudes y
    ve en ella no un signo de debilidad sino de fortaleza y significa
    el reconocimiento de iguales derechos del que piensa distinto. La
    condición de la tolerancia religiosa es que permanezca
    inalterado el orden de dominio y la cristiandad de la
    sociedad.
    El filósofo español
    Fernando Savater es su obra Política para Amador( 1992)
    afirma que vivir en una democracia quiere decir convivir con
    costumbres y comportamientos que uno desaprueba. Desde la esfera
    cultural y social, la unanimidad, la limpieza étnica, el
    horror al mestizaje y al contagio de modos y modas, etc. son
    formas de barbarie estéril. En una democracia se dan
    numerosas realidades plurales y hay contenidos unos principios
    irrevocables: el respeto a las minorías, a la
    autonomía personal, a la
    dignidad y a la existencia individual y sobre esa unidad
    básica de las leyes se configura la pluralidad de las
    formas de vida. Lo que debe ser respetado son las personas (y sus
    derechos civiles) no sus opiniones o su fe pero esto no justifica
    que quienes se sientan "heridos" en sus convicciones crean por
    ello tener derecho a herir de verdad en la carne a sus
    críticos. Es necesario aceptar la democracia como el marco
    en que han de encuadrase las creencias y las formas de
    vida.

    Pluralidad, multiculturalismo y ética
    La construcción social de una cultura de la democracia en
    donde impere la tolerancia tiene que estar articulado a un
    proyecto social donde se expresen los pluralismos y
    multiculturalismos que existen en la sociedad y, en la
    reformulación de una ética que no sea la de la
    dominación, el consumismo, la competencia y la
    acumulación.
    El fortalecimiento de una cultura de la democracia se sustenta
    sobre la base de respeto por la diversidad cultural que tiene la
    sociedad en sus múltiples grupos
    sociales o movimientos.
    La cultura occidental es dogmática, beligerante y trata a
    las demás como enemigas, no tolera la diferencia. Su
    egocentrismo no le permite reconocer otras culturas. La paz
    requiere una crítica de nuestra propia cultura y el
    enriquecimiento intercultural. Para que la paz sea posible se
    requiere no sólo el desarme militar sino, sobre todo, el
    desarme cultural, esto es, el aceptar al otro sin discriminación sin prejuicios y sin
    inhibiciones.
    El pluralismo cultural como alternativa para la
    construcción de una cultura de la democracia requiere
    desarmarnos frente al otro. No verlo como enemigo, como amenaza,
    ni siquiera como objeto de observación o conocimiento,
    sino como otra fuente para la comprensión de la realidad.
    Se requiere de instaurar el diálogo
    para resolver las diferencias con los demás. El diálogo
    supone estar en un mismo nivel de igualdad. No
    se puede dialogar entre un superior y un inferior: entre quien
    posee la verdad y quien está sumido en el error. El
    diálogo es imposible si no se dan las condiciones de
    igualdad entre quienes dialogan.
    La identidad cultural latinoamericana se basa en la trietnicidad
    y, por lo tanto, en la multisubculturalidad y, un encuentro para
    el
    conocimiento, la admiración sólo es posible
    mediante el diálogo. Allí una ética de la
    diferencia, esto es, el saber que somos distintos culturalmente,
    no tiene por qué impedir ser parte de una sociedad. La
    ética dominante tiene una identificación con la
    ética religiosa, lo que condujo a la inexistencia de una
    ética civil y social. Una ética civil se
    abriría hacia el ámbito de lo social dónde
    las prácticas sociales, en todos los ordenes,
    tendrían una visión de tolerancia y respeto por el
    otro.
    El respeto y el reconocimiento de la diversidad cultural y
    política, es un proyecto político a construir
    dentro del proyecto social de fomentar una cultura de la
    democracia sobre la base de la tolerancia como ejercicio de la
    libertad.
    Las culturas tienen una dignidad y un valor que tienen que ser
    conservados y respetados. En la sociedad cada grupo social o
    cultura tiene su propia concepción de cómo concebir
    su existencia con sus rituales y de concebir el mundo con sus
    mitologías.
    En la era de la
    globalización las minorías culturales
    están siendo agredidas y muchas están en proceso de
    extinción. La identidad cultural latinoamericana hay que
    valorarla en su diversidad, en su pluralidad y en su
    multiculturalismo; es a nivel axiológico donde se juega la
    identidad cultural de los pueblos. Es necesario defender un
    multiculturalismo abierto y dialogante. Cada cultura tiene
    derecho a expresar sus propios valores "ante"
    los demás, nunca "contra" los demás. Leopoldo Zea
    ha señalado que la intolerancia tiene su origen en la idea
    que sobre sí mismos se han formado individuos y pueblos,
    pretendiendo hacer su propia y concreta peculiaridad, de su
    propia y concreta humanidad, lo humano por excelencia y, a partir
    de esa pretensión los hombres y pueblos se niegan a
    reconocer otras expresiones culturales que no sean propias, a
    rechazar toda expresión de la cultura que no sea copia de
    la propia. El reconocimiento de la cultura propia comienza por el
    reconocimiento de la cultura ajena sin desprecio por lo propio.La
    multiculturalidad hace referencia a las múltiples
    identidades existentes en América Latina. Las identidades
    culturales de los pueblos y naciones latinoamericanas expresan
    diversidades étnicas, religiosas, políticas y
    sociales en un proceso de hibridación,
    transculturización y mestizaje, que se debaten en
    identidades tradicionales, modernas y postmodernas.
    La cultura en la era de la globalización se encuentra en proceso de
    convertirse en una cultura planetaria que hace que surjan los
    nacionalismos étnicos y políticos con la necesidad
    cultural y política de expresar su existencia y afirmarse
    en sus raíces, crear un sentido de pertenencia con su
    propia cultura pero al mismo tiempo compartir
    otras culturas en sus valores y estilos.La construcción de
    una cultura de la democracia debe posibilitar la
    profundización de una sociedad plural y tolerante donde
    las identidades se construyen con la existencia social de la
    diferencia, la alteridad y la pluralidad cultural. El
    multiculturalismo consiste en el reconocimiento de las
    diferencias entre las culturas sobre la base del diálogo,
    el respeto y la tolerancia. En la diversidad está nuestra
    riqueza cultural y nuestra identidad.Una cultura de la tolerancia
    debe fundarse en el reconocimiento del otro y en la medida que
    haya un reconocimiento del otro hay una sensibilización
    para el diálogo y la resolución de los conflictos.La
    heterogeneidad cultural en América Latina está
    configurada por la diversidad de identidad con sus
    lógicas, mentalidades, e imaginarios colectivos propios.
    La identidad cultural latinoamericana se configura en el
    reconocimiento de sus pluralismos y multiculturalismos. Nuestra
    identidad cultural latinoamericana es un entrecruzamiento de
    culturas tanto locales como foráneas, esto es, se ha
    configurado con los procesos de
    globalización que recorren el mundo.La
    construcción de una ética de la diferencia
    fortalecerá la de una cultura de la democracia, sobre la
    base de la tolerancia como presupuesto fundamental para la
    construcción de una sociedad más
    democrática.
    El filósofo Daniel Herrera señala que el proyecto
    de construcción de una sociedad democrática tiene
    que fundamentarse en la cultura, que mientras ésta sea
    sólo dada en la esfera de lo público o de lo
    organizativo, pero no toque la cotidianidad, concretamente
    la familia, la
    escuela y
    el trabajo se
    tendrá una que otra práctica formalmente
    democrática, mas no la representación
    simbólica que le da sentido a la misma. La democracia
    interesa, sobre todo como forma de vida y en esa perspectiva solo
    puede valer como proyecto ético. Se hace necesario la
    construcción de un ethos cultural democrático y
    ello es responsabilidad de la sociedad civil.
    Lo esencial para la construcción de una cultura
    democrática no es solo la libertad de cada cuál y
    la igualdad de todos ante la ley, si no la
    fraternidad: el convencimiento moral de que debemos ser
    solidarios y respetuosos con los demás. Más
    allá de la representación política, de las
    reglas que permiten la coexistencia dialéctica entre
    gobierno y oposición, del marco constitucional y
    jurídico en que mora una ciudadanía hay un universo de
    actitudes,
    creencias, tolerancias y concepciones, es decir, todo un universo
    cultural. Esto constituye también la democracia. Permea
    tanto la cosa publica como la privada. Es el universo de la
    ciudadanía, de sus convicciones y responsabilidades, de su
    civismo y su fraternidad. Sin el no hay democracia.
    Por cultura de la democracia debe entenderse un modo de ser de la
    sociedad (ethos) en donde en la vida cotidiana, social e
    institucional, se dan prácticas culturalmente
    democráticas, esto es, que la participación en las
    decisiones de la orientación política y
    económica de la sociedad, sean decisiones conjuntas con
    los pueblos y sus culturas, que el reconocimiento y respeto por
    el otro y el reconocimiento de la diferencia, sea parte de una
    cultura de la democracia como un modo de ser de la sociedad que
    se respeta a sí misma cuando respeta a los demás.La
    democracia no es solamente un orden político
    representativo, enmarcado en un conjunto de leyes que garantizan
    la libertad y los derechos de los ciudadanos. Es también,
    y no en menor medida, una cultura, una conciencia participativa
    de que la cosa pública es de todos, de que todos somos
    responsables de lo que sucede y también de la calidad de
    vida en común.

    El concepto de tolerancia en América Latina
    En América Latina hay un pensador de la filosofía
    latinoamericana, Leopoldo Zea, que piensa en torno a la
    tolerancia. La tolerancia como capacidad de acoger la presencia y
    la cultura del otro sin indiferencia. Afirma Zea que la
    intolerancia parece propia del hombre, del género
    desde que el hombre tiene conciencia de la historia, y
    señala como la intolerancia originó en nuestra
    época dos monstruosas guerras: la
    guerra de 1914 a 1918 y la guerra de 1939 a 1945, que parecen ser
    como el
    preludio de una guerra que pretende ser universal, planetaria: la
    guerra de las galaxias.
    Denuncia Zea que en nombre de la tolerancia se hacen patentes
    mayores muestras de intolerancia que ahora amenazan a
    nuestro tiempo con la paradójica intolerancia de la
    tolerancia. En nombre de la democracia y la justicia social se
    han levantado
    en nuestros días nuevos centros de poder y de dominio
    totalitarios que pretenden decidir sobre la democracia adecuada
    para los pueblos y, señala Zea cómo Estados Unidos se
    erige en guardián, en policía del orden
    supuestamente propio de la libertad y de la democracia,
    decidiendo sobre la voluntad de los pueblos respecto del gobierno
    que considera el más conveniente. Estados Unidos
    como líder
    del llamado mundo libre, trata de imponer su propio concepto de
    democracia, el orden propio que considera más conveniente
    a otros pueblos y para ello hace uso de la violencia, de
    la mayor intolerancia; desata guerras totales como en Vietnam,
    desestabiliza gobiernos legítimamente elegidos como en
    Chile,
    sostiene gobiernos militares, aplasta pueblos pequeños
    como Granada, Afganistán etc.
    En nombre de la posible tolerancia, continua Zea, se anula el
    diálogo y las amenazas toman su lugar. La intolerancia se
    presenta armada, policiaca, decidiendo sobre lo tolerable y lo
    intolerable. En el uso que los hombres hacen de la razón
    encuentra rasgos de intolerancia. La intolerancia del que sabe
    usar bien la razón contra el que no sabe usarla. Afirma
    que todos los hombres son iguales por ser distintos, esto es, por
    ser concretos, pero no tan distintos que dejen de ser hombres. No
    tan distintos que puedan ser más o menos hombres sino
    simplemente hombres. A partir de este reconocimiento se
    podrá aceptar al otro y su cultura sin sentir menosprecio
    de lo propio, la posibilidad de una relación horizontal de
    solidaridad y no
    una relación vertical de dependencia. Una relación
    de hombres iguales que se reconocen entre sí por su
    concreción sin discriminaciones.
    En el contexto nacional un representante del humanismo liberal
    se destaca como un pensador que defiende la libertad y la
    tolerancia. Considera que la tolerancia debe ir a la par con la
    libertad. En su obra Idola Fori (Los ídolos del foro, 1910) Carlos Arturo Torres
    (1867-1911) hace una crítica contra los dogmatismos o "
    Idolos de la plaza "; una crítica al fanatismo y a las
    supersticiones que habitan en los ciudadanos de la
    república, y una defensa de la tolerancia frente a la
    reacción en la esfera de la política, la
    religión y la filosofía. Carlos Arturo Torres
    plantea la necesidad de organizar la democracia por la libertad,
    la tolerancia y la conciliación, por la justicia y el
    derecho que son los pilares fundamentales sobre los que se
    sostiene la civilización contemporánea. A su
    teoría crítica la denominada "literatura de ideas" con la
    que hace una crítica al régimen. Su estrategia
    consistía en buscar el "valor ideológico" de los
    problemas
    sociales y en juzgar la literatura por las ideas que
    expresan antes que por su valor estético. Su obra estuvo
    al servicio de
    las ideas y, en ese sentido puede considerarse como un anticipo
    de una "historia de las ideas". Su Discurso de
    Recepción en la Academia (1910) es un ejemplo de ello.
    El fanatismo lo detecta en la religión como en el
    ateísmo, en la superstición de la fe como en la
    superstición de la ciencia en la
    idolatría de la tradición como en la
    idolatría de la ciencia, en
    la intransigencia de lo nuevo como en la intransigencia de lo
    antiguo, en el despotismo ideológico como en el despotismo
    racionalista y en la incomprensión conservadora como en la
    incomprensión liberal. Rechaza el carácter servil
    del pensamiento y las artes que se reducen a la imitación
    y en la originalidad de la filosofía, la literatura y el
    arte convoca a
    un intento por pensar sin imitaciones o coloniajes.
    El periodismo
    sirve a Carlos Arturo Torres de trinchera para luchar por la
    libertad, la paz y la tolerancia en aras de consolidar la
    democracia que lo convierte en un escritor y pensador con un
    marcado compromiso social y político ajeno a todo
    dogmatismo, pues como afirma Rubén Sierra Mejía,
    partía del principio de que no hay verdades a priori y que
    toda idea es corregible por más que se hubiese aproximado
    a la perfección y a que temporalmente se presente con un
    alto grado de irrefutabilidad.
    Las críticas a las supersticiones están dirigidas
    contra el pensamiento gregario que impera en las masas
    obstaculizando el desarrollo de
    la democracia. Los ídolos impiden la realización de
    un estado de tolerancia y en consecuencia, es necesario su
    destrucción para llegar al imperio de la razón
    donde el hombre ya libre de fanatismo decida sobre el progreso
    social de las naciones. Su postura política de tolerancia
    y escéptico intelectual produce una obra que abarca entre
    una reflexión del arte, la historia y la realidad cultural
    y política de fin de siglo.
    Estanislao Zuleta (1935 – 1990) señalaba que Kant tenía
    en muy baja estima el concepto de tolerancia. A Kant el concepto
    de tolerancia le parecía, afirma Zuleta, un concepto
    demasiado pretencioso porque parece sugerir que la verdad la
    tiene alguien que está en el poder, por ejemplo, y
    simplemente tolera que otros piensen de manera diferente como si
    no tuviera que aprender de ellos, ni de la discusión con
    ellos. Este concepto implicaba para Kant como decir "yo sé
    que tengo la razón, pero tolero las opiniones de cualquier
    otro",no era para Kant un concepto adecuado para hablar de
    democracia porque la democracia consiste en sentir alegría
    por las diferencias entre nosotros y tener la certeza que nos va
    a llevar a un conflicto y no nos va a conducir a
    unanimidad alguna.
    Para Estanislao Zuleta la democracia es respeto y respetar al
    otro significa discutir con su punto de vista, con la premisa
    implícita de que puede tener la razón, de que
    ninguna mirada ve la totalidad del inmenso paisaje humano, de que
    ningún proyecto es suficiente vasto para reunir y
    satisfacer la variedad inabarcable de aspiraciones y necesidades.
    Respeto significa tomar en serio el pensamiento del otro:
    discutirlo, debatir con él sin agredirlo, sin violentarlo,
    sin ofenderlo, sin intimidarlo.
    Pero defender el pensamiento propio y no hacer este
    pequeño pacto de respeto de nuestras diferencias, sin
    discutir nada porque creemos que esto no es respeto, es contrario
    al verdadero respeto, que nos exige nuestro punto de vista, sea
    equivocado total o parcialmente. En esta dirección debemos
    entender el concepto de respeto por la diferencia porque implica
    tolerancia y pluralidad, porque como finalmente afirma Zuleta, el
    respeto implica tomar en serio el pensamiento del otro, hasta el
    punto de debatirlo, tratando de saber que grado de verdad tiene,
    debatir no sólo desacreditando su punto de vista, al
    aprovechar los errores que cometa o los malos ejemplos que
    dé, para ganar la discusión no con ese estilo
    parlamentario, sino debatiendo efectivamente. Eso es respeto.
    La filosofía de los derechos humanos
    es respeto por el otro, por su vida y por su dignidad. El derecho
    fundamental es el derecho a diferir, a ser diferente. Cuando uno
    no tiene más que el derecho a ser igual, todavía
    eso no es un derecho. Es necesario además de derecho,
    afirma Zuleta, que exista la posibilidad. Es preciso observar que
    respeto no significa indiferencia, implica el debate y la
    confrontación. El respeto no es un sentimiento negativo
    sino positivo porque obliga a diferir, a rectificar, a
    profundizar el punto de vista, porque impide tomar la
    unilateralidad como un absoluto. En Estanislao Zuleta hay un
    reconocimiento de la pluralidad en tanto que admitir la
    pluralidad de pensamientos, opiniones, convicciones y visiones
    del mundo enriquece el espíritu humano y la sociedad.
    Afirma que la visión del mundo que se tiene no es segura
    porque su confrontación con otras puede hacerla cambiar y
    la verdad es la que surge del debate, del
    conflicto. En la concepción de pluralidad ve un mayor
    alcance para el desarrollo del pensamiento y señala que
    debatir el pensamiento del otro con respeto es ya una vieja idea
    enunciada por Platón en
    la Carta
    Séptima a los amigos de Dión de Siracusa en donde
    afirma que en un debate seriamente llevado no hay perdedores:
    quien pierde gana, sostenía un error y salió de
    él: quien gana no pierde nada: sostenía su
    teoría que resultó corroborada. Allí se da
    una disputa muy distinta a las guerras, en la que el que pierde
    nunca gana. La estrategia que
    hace posible ponerse en el lugar del otro es el
    diálogo.
    Afirma Zuleta que en el diálogo tenemos que identificarnos
    de algún modo con él para saber cómo podemos
    hablarle y qué impresión le va a dar lo que le
    vamos a decir. Una enseñanza en la que se sienta el
    enriquecimiento y la espontaneidad es importante para el
    desarrollo del nivel educativo en tanto se reconoce el valor del
    reconocimiento y el respeto por el otro.
    La racionalidad en la educación implica
    que los discursos no
    sean dogmáticos y para que no sean dogmáticos es
    necesario la
    demostración, porque la demostración es una gran
    enseñanza, en tanto concluye Zuleta, es una
    lección práctica que trata a los hombres como
    iguales.
    En América Latina no son muchos los pensadores y
    filósofos que han abordado este concepto de tolerancia y
    no porque no sea un concepto que se pueda abordar desde la
    filosofía política sino porque su horizonte
    teórico tiene otras líneas de investigación. En Enrique Dussel hay una
    formulación de una ética para la liberación
    latinoamericana aunque hay un acercamiento acerca de "oír
    la voz del otro", que sólo es posible suprimiendo el
    capitalismo en
    América Latina.En Francisco Miró Quezada hay una
    preocupación por el proyecto y despertar latinoamericano
    del filosofar. En Augusto Salazar Bondy hay una
    preocupación por el sentido y problema del pensamiento
    filosófico latinoamericano, etc., etc.
    Articular el concepto de tolerancia a la luz de un
    período determinado en la historia de las ideas en
    América Latina, rebasa la dimensión de este trabajo
    en tanto que se carece de una producción intelectual en esa línea
    de investigación y de una existencia
    bibliográfica pertinente, no obstante, creemos que los
    pensadores y filósofos latinoamericanos que se han
    explorado aquí en torno a este tema, son representativos
    por la dimensión intelectual con la que asumieron la
    formulación de este problema desde una filosofía
    política latinoamericana.
    Francisco Romero señalaba el carácter de
    proyección social que debía tener una historia de
    las ideas en América Latina y Germán
    Marquínez Argote afirma que la historia de las ideas
    estudia no sólo las estrictamente filosóficas sino
    las que tienen relación con toda clase de acontecimientos
    políticos, sociales o económicos; como las
    aptitudes y comportamientos colectivos, creemos por lo tanto que
    la necesidad de construcción de una cultura de la
    democracia tiene la proyección social en la misma
    línea del problema de la identidad del hombre
    latinoamericano y de la necesidad de una filosofía propia
    y de liberación en América Latina, en la
    dirección de una perspectiva filosófico –
    social como lo ha señalado Arturo Andrés Roig en su
    obra Teoría y crítica del pensamiento
    latinoamericano.

    Por una cultura de la tolerancia
    La sociedad contemporánea debe estar fundada sobre una
    cultura de la tolerancia, el pluralismo ideológico y el
    respeto por la diferencia, la facultad de pensar distinto de los
    demás sin tener que asesinar al otro para imponer una
    idea, una causa o una razón. Una cultura de la tolerancia
    nos permitirá pensar una sociedad abierta,
    democrática, pluralista y participativa que realice los
    sueños y la imaginación de los hombres con todas
    sus potencialidades y audacias desde las diferentes perspectivas
    de pensar la sociedad, la realidad, el mundo y la vida. Desde las
    diferentes perspectivas de pensar la vida se hace más
    humana y sensible fundar una sociedad basada en la defensa de los
    derechos
    humanos como un proyecto político que permita
    consolidar en la sociedad la vida como el estado más
    natural y necesario para fundar la posibilidad de una
    utopía en la sociedad, construida desde un pluralismo
    político – ideológico para el consenso como un
    "nuevo discurso
    filosófico de la modernidad", en
    una acción orientada al entendimiento para la
    creación de espacios de consenso y participación.
    Un diálogo para la tolerancia implica fundar una sociedad
    con capacidad de lenguaje y
    diálogo para que armonice en el mundo. La relación
    de los individuos en la sociedad tiene que darse sobre la base de
    que el mundo no se divide en blanco y negro, la vida tiene muchos
    matices y perspectivas sobre lo mismo y en donde quiera que cada
    individuo se sitúe, siempre es posible pensar dentro de
    una "racionalidad comunicativa" acaso no mediada por una
    "acción estratégica" para la búsqueda de un
    acuerdo con un mínimo de entendimiento para que la
    interacción de la sociedad y los individuos tenga
    sentido.
    La dictadura del
    pensamiento lleva a pensar la realidad y la sociedad desde una
    sola perspectiva que fomenta formas autoritarias y unilaterales
    que recortan los procesos de desarrollo y limitan la posibilidad
    de explorar otras formas para la convivencia y la creación
    de nuevos modelos para
    la economía y
    la política, creando la sociedad radical donde el
    ejercicio del poder está fundado sobre la perspectiva del
    partido o el primer ministro.
    En Habermas, cultura es el acervo de saber del que los agentes,
    al extenderse en la acción comunicativa sobre algo en el
    mundo, se proveen de interpretaciones susceptibles de consenso y
    la sociedad, como componente del mundo de la vida, a los
    órdenes legítimos de donde los agentes al entablar
    relaciones
    interpersonales extraen una solidaridad
    apoyada en pertenencia a grupos. Una cultura de la tolerancia en
    la sociedad garantiza el no – surgimiento de la violencia de
    la intolerancia conformada por el sicariato y los escuadrones de
    la muerte, que niegan la posibilidad de pensar la vida y la
    realidad desde otras perspectivas que no sean las de la defensa
    de los valores
    tradicionales del establecimiento que son tenidos como valores
    sacrosantos y perpetuos para la existencia de su denominado
    "mundo libre". Ahora bien, una cultura de la tolerancia
    tendría sus propios límites en
    el marco de la existencia de la sociedad que desarrolla esta
    cultura de lo humano, porque en el ámbito de lo
    político o en lo económico pueden surgir formas
    autoritarias que no aseguran el ejercicio de la tolerancia. Las
    dictaduras políticas y económicas generan
    intolerancia hacia otras formas más humanas de orientar la
    sociedad. Si la humanidad hubiese sido tolerante con la
    maquinaria de muerte y terror que fue el Nacional – Socialismo, el
    mundo se hubiese convertido en un campo de concentración y
    una "raza" que se postulaba como "superior" hubiese generado los
    más atroces experimentos de
    laboratorio
    para su creación y la socialización dentro del nuevo orden del
    poder, como efectivamente se intentó realizar.
    La legitimación de una cultura de la tolerancia tiene que
    pasar por ese entendimiento y diálogo de los individuos
    que conforman la sociedad en tanto el consenso garantice su
    ejercicio y la internalización en el corazón de
    la sociedad. Una sociedad sensibilizada en la cultura de la
    tolerancia hará que los individuos se sitúen en la
    perspectiva del otro, en la cosmovisión del "mundo de la
    vida" al que pertenece la cultura y la sociedad, en una nueva
    racionalidad que no vea el mundo en una sola dirección, en
    tanto que mi perspectiva, situada en la perspectiva del otro y a
    su vez la perspectiva del otro situada dentro de mi perspectiva,
    enriquecerá nuevas perspectivas del mundo y los individuos
    serán más consecuentes, porque racionalmente
    habrán desarrollado la facultad de pensar por cuenta
    propia, situarse en la perspectiva del otro enriquece su propia
    perspectiva en los términos de los principios de una
    racionalidad kantiana. La diferencia es el respeto por el otro,
    por su perspectiva, saber que podemos pensar la realidad y la
    sociedad desde perspectivas opuestas sin que por ello genere un
    conflicto por la diferencia de nuestras perspectivas. El respeto
    por la diferencia nos sitúa en el más alto grado de
    desarrollo de la cultura de una sociedad y nos proporcional el
    conocimiento,
    la sensibilidad y la madurez intelectual necesaria para alcanzar
    una mayoría de edad en el ámbito político y
    filosófico en la concepción de la vida.
    La descentralización de las perspectivas de
    los individuos acerca de la manera de pensar la sociedad
    permitirá ir en la búsqueda de la verdad como la
    única posibilidad real de construir la sociedad donde la
    cultura de la tolerancia, el pluralismo ideológico y el
    respeto por la diferencia sean los aspectos naturales y
    esenciales de la existencia de una sociedad humana y solidaria.
    Un individuo capaz de lenguaje y
    acción comunicativa, estructura una
    personalidad
    que garantiza situarlo en condiciones de participación en
    procesos de entendimiento, para configurar una cultura de la
    tolerancia con un individuo de conciencia crítica que
    afirma su propia identidad en un proceso de interacción
    con los demás individuos y con la sociedad, generando la
    "reproducción cultural" que asegura una
    continuidad del ejercicio del saber y la tolerancia en la vida
    cotidiana, creando una "integración social" que consolida la
    legitimidad e identidad de los diferentes grupos
    sociales que interactúan en la sociedad como un
    proceso de "socialización" de los individuos que
    aseguran a otras generaciones la capacidad de una acción
    comunicativa. La sociedad contemporánea tiene que educar
    al hombre desde su primer estadio de desarrollo para asumir la
    razón de la tolerancia y el respeto por las diferentes
    perspectivas que circulan en el mundo de la cultura, sobre el
    ordenamiento económico y político de una sociedad,
    sobre las múltiples concepciones del mundo y la vida,
    sobre la manera de asumir el deseo, la muerte o el amor. La
    utopía de una sociedad de entendimiento sólo es
    posible mediante la cultura. Ella será el cimiento sobre
    la que se construirá la tolerancia y el pluralismo con el
    respeto que las perspectivas ajenas nos merecen como una manera
    de que nos respeten nuestras propias perspectivas.
    Si pisoteamos las perspectivas del otro, no tenemos derecho a
    exigir que se nos respete la nuestra, este principio
    básico debe guiar los presupuestos
    sobre los que se asuma la tolerancia. Si nuestra perspectiva es
    falsa debemos tener el suficiente coraje intelectual para
    abandonar y decantarla en la perspectiva del otro y en el mundo
    de la cultura. El conflicto que podría generar la
    confrontación de las perspectivas sólo puede ser
    atenuado también mediante la cultura. La cultura es el
    hombre, su manera de pensar no autoritaria sin agredir la
    perspectiva ganada por el otro, es esa realización y
    reconocimiento en el otro en tanto que el otro se realiza y se
    reconoce en mí. La cultura es el espacio mental y
    físico que permite el encuentro de las diferentes maneras
    de concebir la vida; es esa facultad de acercarnos
    lúcidamente a las múltiples concepciones de
    conocimiento y pensamiento humano que hace afirmar al hombre su
    propia identidad y afirmarse en la memoria de
    los hombres porque el hombre es el único animal que sabe
    que se va a morir y por ello se inventa la cultura como una
    manera de aprender a morir. Cultura es todo lo que nos acerca
    socialmente a la posibilidad de un encuentro para la tolerancia,
    el pluralismo y la libertad. Es todo lo aprendido socialmente y
    compartido por todos los hombres de la sociedad. El individuo
    recibe una cultura como parte de una herencia social y
    a su vez puede introducir cambios que luego forman parte de la
    herencia de
    las siguientes generaciones. La tolerancia tiene que ser
    aprendida socialmente y compartida por el conjunto de la sociedad
    como un principio fundamental de la cultura. Una inmersión
    de la conciencia de los individuos en el mundo de la cultura
    anulará toda forma de dogmatismo que es falsa
    conciencia.
    Educar para la tolerancia es educar para la libertad. Educar para
    la libertad es educar para el pluralismo. Una educación para la
    tolerancia es una educación para la cultura. En los
    espacios construidos por la libertad es posible la cultura como
    realización humana y emancipación individual y
    social. La cultura es la salida del hombre de su estado de
    barbarie. El ejercicio de la tolerancia permite reconocer al otro
    como un igual haciendo posible el entendimiento racional con el
    otro. Este reconocimiento de la alteridad a su vez permite ir en
    la búsqueda de la verdad, saber que no esta la verdad en
    el ámbito de mi perspectiva sino también en la
    perspectiva del otro y en ese sentido es posible un
    diálogo sobre la sociedad que vivimos y queremos
    construir. Reconocerse en los otros es salir de mí para
    afirmarme en tanto que los otros me dan plena existencia. La
    subjetividad u objetividad en las interpretaciones del mundo
    tiene que reconocerse en la cultura desde donde emerge las
    diferentes perspectivas que hace la diferencia. La pluralidad
    ideológica permitirá hacer una lectura del
    mundo desde diversas perspectivas que enriquecerá el
    espectro del conocimiento y el pensamiento humano y
    asegurará la libertad social para poner en tela de juicio
    las concepciones teóricas que no posibilitan el desarrollo
    del mismo conocimiento y el de la sociedad que se fundamente en
    una participación democrática, libre y
    autónoma.
    La utopía de una sociedad tolerante tiene que resolverse
    en la distribución equitativa de sus bienes
    materiales y
    espirituales, porque mientras persista la desigualdad y la
    contradicción de la producción social y la apropiación
    privada, el conflicto que genera el no – acceso a la cultura y al
    disfrute de los bienes que produce la sociedad, se
    mantendrá socialmente y nunca será posible una
    "acción comunicativa" sobre la base del entendimiento o el
    consenso. Una solución política al conflicto tiene
    que fundarse sobre los presupuestos de una "ética
    argumentativa" donde las opciones políticas fuera del
    marco de la legalidad constitucional serán reconocidas
    como fuerzas políticas que también hacen parte del
    escenario del ejercicio de la política,
    entendiéndola como la facultad de pensar las soluciones
    económicas, sociales y culturales para la
    consolidación de la sociedad.
    Negar el reconocimiento político al movimiento insurgente,
    por ejemplo, como fuerza política alternativa que
    también quiere acceder al poder y hacer parte de la
    sociedad como partido, es negar la posibilidad de la existencia
    del pluralismo como fuente de reflexión y
    participación, a las diversas opciones políticas a
    las que puede aspirar un país, una sociedad.
    El exterminio de fuerzas políticas alternativas por parte
    de oscuras y reconocidas fuerzas paramilitares es el más
    vivo ejemplo de intolerancia política que persiste sobre
    la sociedad. Del odio por opciones políticas diferentes,
    por la defensa de privilegios y dogmatismos, se ha pasado al odio
    por la alegría y la ternura que movimientos sociales
    asumen cuando asumen la defensa por la vida. Una cultura por la
    defensa de la vida son los valores
    humanos universales que ya no tendrá retroceso en la
    sociedad porque se habrá ganado una lucha contra la muerte
    que quieren imponer los que no se pueden imaginar la vida y el
    mundo de otra manera.

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