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Venezuela




Enviado por japa



    Venezuela: granero del
    mundo

     

    1. Introduccion
    2. La Segunda
      Guerra Mundial
    3. Ultimas
      decadas
    4. Comercio
    5. Que se debe
      hacer

    Introduccion

    Venezuela ha estado siempre
    llamada a ser uno de los graneros del mundo.

    Esta aseveración no
    está dirigida sólo a afirmar el potencial
    agrícola del país. La afirmación tiene
    también otro valor muy
    diferente pero a la vez muy relacionado. Para entenderla es
    preciso preguntarnos que ha hecho Venezuela de
    sí para llamarse o considerarse libre, país
    soberano. ¿Acaso lo es sólo por la independencia
    lograda en el siglo XIX y las ratificaciones de soberanía sobre un territorio reconocido
    por la comunidad
    internacional a lo largo de los años? Esta realidad ha
    tenido vigencia durante ese contexto histórico, pero
    está cambiando y va indefectiblemente a
    cambiar.

    ‘Libre’ o
    ‘soberano’ ya no será la facultad de un
    país de ejercer la autoridad
    suprema e independiente sobre su territorio. Se deberá
    entender como ente que puede proporcionarse la cualidad que ahora
    no tiene. ¿Cuál es la ‘cualidad’ de un
    país que ahora no tiene? Habrá tantas respuestas
    como ciudadanos del país pero la historia tiene una sola: la
    cualidad está en la revisión y en la
    renovación, en la actualización. Las historia nos
    dice que es preciso adelantarse a los cambios para ser abanderado
    de los cambios. De lo contrario, los cambios se
    adelantarán y entonces habrá que seguir a los
    cambios. Venezuela haría bien en no desechar esta
    advertencia y aceptar a la historia como consejera y guía.
    Ella nos advierte que lo que es constante en el pasado es
    probable en el futuro, que quienes desatiendan o ignoran sus
    lecciones tienden a repetir sus errores, que menos malo es
    agitarse en la duda que descansar en el error.

    Venezuela debe reconocer que
    posee otras cualidades económicas a las que actualmente
    predica. Son las fortalezas para convertirse en marcador mundial
    en áreas muy específica, entre ellas, la producción agrícola. Venezuela puede
    proporcionarse la cualidad agrícola que ahora no tiene.
    Pero si consideramos a la Venezuela de nuestra época,
    incapaz de alimentarse a sí misma en las últimas
    décadas, se pensará que convertirse en ‘uno
    de los graneros del mundo’ es una

    afirmación carente de
    todo sentido, pero no es así. La indiscutible verdad, la
    verdad sin rodeos, es que Venezuela puede. Posee grandes
    extensiones de tierras aptas para el cultivo intensivo o
    extendido, suficientes o abundantes recursos
    hídricos, un clima estable y
    básicamente predecible, emisión y luminiscencia
    solar suficiente para muchos cultivos, vientos constantes y
    moderados, topografía benigna en muchas áreas
    cultivables que facilita la preparación de los suelos, el abono,
    la siembra, el riego, la recolección, el transporte y
    las comunicaciones, y el adecuado entorno
    biológico. Posee además, en conjunto, otras
    ventajas que la colocan por encima de países actualmente
    productores masivos de cultivos. Cuenta con fuentes casi
    ilimitadas de energía de diversos tipos y tiene una
    privilegiada situación geográfica, condiciones
    aún más determinantes para impulsar la comercialización de una macro-agricultura.

    Lo tiene todo para vencer
    dificultades y para convertirse en uno de los graneros del mundo,
    pero no lo es porque simplemente no supera obstáculos que
    ella misma se ha creado, entre ellos, la de creer que no es
    país agrícola, una mentira que la hemos convertido,
    por la repetición, en verdad tramposa. Por esa
    mentira,Venezuela no se proporciona en el campo agrícola
    la cualidad que ahora no tiene, la de granero del mundo. Sin
    embargo, la decisión de que lo sea o no, no le será
    opcional, ya no será una decisión de
    soberanía. La nueva realidad la obligará a ser lo
    que está llamada a ser, granero del mundo, lo quiera o no,
    por las buenas o por las malas.

    Cuestionar la lesión a
    la soberanía en nuestros días ‘por las
    malas’ se toma de rompe como una desorbitada
    especulación. Se dirá que el país es libre y
    soberano y el desarrollo de
    su potencial agrícola lo aceptará como una
    cuestión enmarcada en esas prioridades, nunca por
    imposición de una presión
    del mundo ni mucho menos por la fuerza, por
    ‘las malas’. Además, se dirá que nadie
    como los venezolanos para conocer mejor a su país, para
    definir sus prioridades de desarrollo y crecimiento y, por eso,
    la presión o fuerza bruta externa, como respaldo a la
    tesis de
    ‘por las buenas o por las malas’, no pasa de ser
    alarmismo fuera de todo contexto.

    Sin embargo, la historia que
    hemos citado enseña hasta el cansancio que a medida que la
    población aumenta y no es capaz de
    abastecer con sus propios recursos sus crecientes necesidades,
    demanda la
    satisfacción de esas necesidades mediante el
    abastecimiento de recursos producidos en otros territorios. Es
    una presión inevitable. Treinta años atrás
    la pesca del
    atún aleta azul era una actividad costera y de
    orientación artesanal en Japón y
    en otros países. El agotamiento total de esas fuentes ha
    llevado la pesca a alta mar, a distancias enormes y con buques
    altamente capacitados. Se recurre a otras áreas, a otros
    territorios para obtener las fuentes de suministro. Mientras
    mayor es ese crecimiento poblacional y mientras más sean
    limitadas las posibilidades o áreas de producción
    para aliviar esa presión, esa población
    ampliará su radio de acción,
    inclusive el tecnológico con la ingeniería
    genética.

    La verdad económica
    actual de Venezuela y la evidente debilidad que se nota en los
    planes de desarrollo dan pie para afirmar que el país no
    agudiza su visión de futuro, que no está en alerta
    para anticiparse a los cambios para que los cambios la sigan y
    para no estar, consecuentemente en la situación contraria,
    para seguir a los cambios. Venezuela está en la peor de
    las situaciones, a la espera del ‘qué va a
    pasar’. Lo ha estado por décadas y se ha sorprendido
    y se sorprende con los cambios sobrevenidos. Si no despabila, si
    no despierta, continuará en lo mismo: seguirá a los
    cambios.

    II

    La
    Segunda
    Guerra
    Mundial
    y las Naciones Unidas
    modificaron momentáneamente el uso de la fuerza bruta para
    la obtención de recursos
    naturales en otros territorios. Inspirados en las horribles
    consecuencia de la guerra, se ha optado, para la obtención
    de nuevos recursos para satisfacer las necesidades de la
    creciente población mundial, por explorar zonas extremas,
    como es el mar abierto, tanto en la superficie como en sus
    profundidades, y los desiertos y los polos. Se recurre
    también a zonas que deberían haber permanecido para
    siempre vírgenes e incorruptas. La exploración
    petrolera en Alaska, en las tundras y las selvas tropicales es un
    claro ejemplo. Estas exploraciones no son libres de guerra, pero
    esa guerra es contra el medio
    ambiente. En el desarrollo de todo ese proceso nunca
    se ha descartado, como una presión permanente, la
    acción de siempre sobre las fuentes tradicionales
    sólo que ahora no se usa la fuerza bruta sino otro tipo de
    fuerza. Es el poder
    económico y financiero moderno, la influencia
    internacional, y la ciencia y
    la tecnología. Lo único inquebrantable
    es el cohecho de la
    sociedad
    cómplice que acepta las devastaciones de países que
    integran el llamado tercer mundo, los mayores productores de
    recursos naturales y que aún retienen las mayores
    reservas.

    Sin embargo, estas alternativas
    ‘no-bélicas’ están en desgaste y
    entrarán en una fase de agotamiento en la misma medida que
    se agoten las disponibilidades, las facilidades y el acceso a las
    fuentes tradicionales y aumente la población.
    Rebrotará entonces el planteamiento del viejo concepto de la
    colonización y la fuerza. En lo que se refiere a la
    energía y la alimentación,
    Venezuela, como reserva mundial, no escapará a esa
    renovada presión. En ese momento los venezolanos
    entenderán que Venezuela nunca fue una última
    frontera ni el
    maltratado y menospreciado subproducto de la abundancia petrolera
    y de la terquedad de los venezolanos de no querer entender y
    aplicar a tiempo la
    siembra el
    petróleo, lo que tanto enseñó
    Úslar Pietri.

    Se reconocerá que Venezuela
    es lo que es, un territorio óptimo, prime, una
    reserva exquisita y, además, dormida. Será llamada
    a cumplir su responsabilidad, a ‘darse la cualidad que
    ahora no tiene’, la cualidad de uno de los graneros del
    mundo, y no lo será porque el gobierno o el
    pueblo de Venezuela lo decrete o lo quiera sino porque se lo
    reclamará su propia alimentación y su obligada e
    inevitable cuota de participación en el alivio de
    necesidades de otras partes del mundo. En ese momento, le guste o
    no a los venezolanos, se convertirá en blanco directo y
    abierto de los objetivos
    extranjeros, aunque sea por la fuerza, por absurdo que ahora
    suene.

    Venezuela está a tiempo de
    tomar sus acciones, de
    destronar al balancín que se yergue frente al edificio de
    la estatal petrolera en Los Chaguaramos, en la capital
    venezolana, como el símbolo de su poder y que se ha
    convertido en deidad del dolce far niente venezolano.
    Está tiempo de comenzar a desplazar todo lo que en las
    últimas décadas ha adormitado el espíritu
    venezolano, en otra época heroico y emprendedor. Esa
    diosa, representada con la forma del mecedor mecánico, ha
    aletargado en el pueblo venezolano sus ideales y su manera de
    pensar, pero la esencia de su espíritu real permanece.
    Está a tiempo de despertar para hacer lo que tiene que
    hacer, pero no le queda mucho tiempo.

    Ese espíritu, tan detenido
    como la dirigencia política y
    económica, está obligado a reconocer que dejamos de
    estar en aquel mundo donde se creía que todo lo que
    subía tenía que bajar. Ese pequeño planeta
    llamado Tierra hizo en
    la segunda parte del siglo XX una minúscula pero efectiva
    grieta en el infinito con la exploración espacial.
    La Tierra, de
    repente y aún con esa

    pequeña grieta, se hizo
    inconmensurablemente inmensa. Pero, a la vez,
    paradójicamente, se ha convertido en un mundo chico. Esa
    misma tecnología la hizo mínima. La Tierra es
    ahora, para repetir la consabida metáfora, una aldea.
    África o Asia no
    están a una distancia de meses, semanas o días. Es
    cuestión de horas y, si de comunicaciones se trata, de
    nanosegundos. Esa miniaturización la hizo cada vez
    más interrelacionada, más interdependiente. Las
    dificultades de África, de Asia, de América, sur, centro o norte, se dejan
    sentir aprisa en cualquier otro lugar porque están
    demasiado cerca. Las guerras, las
    guerrillas, el hambre, la sequía, las inundaciones, las
    epidemias, los estragos naturales y los infortunios de otros
    países u otros continentes no es cosa de otro, ya no son
    ajenos a otros países o a otros continentes.

    Venezuela es y será parte
    de ese mundo chico. La depauperación que mata de hambre a
    miles de seres, especialmente a niños,
    en Asia, África y en nuestra propia América, no es
    sólo un problema para los países que auxilian y las
    instituciones
    internacionales que acuden a ayudar. Lo es y lo será para
    todos. Los países que creen que es ‘cosa de
    otro’ y, en especial, para los países que son en
    real o potencialmente productores de recursos, tendrán que
    prepararse para la rectificación de su gravísimo
    error. Lo deberán incluir en su agenda de
    corrección al igual que la cuestión ambiental. Los
    extensos daños ecológicos que se causen en
    apartadas o cercanas fronteras deben ser tomados tan en cuenta
    como si fueran propios porque, de hecho, lo son. Quizás
    muchas deforestaciones y devastaciones en la amazonía
    brasileña se hubiesen evitado si Venezuela hubiese
    entendido que es un daño
    propio. Si sola o en combinación con Brasil y/o
    Colombia hubiese
    explotado racionalmente sus extensos llanos para la agricultura,
    posiblemente muchas de las devastaciones se hubiesen evitado. Si
    esta reflexión es válida, Venezuela es en buena
    parte tan responsable por esos desastres como lo es Brasil. Sin
    embargo, ella todavía no siente la presión
    ecológica en toda su magnitud porque los efectos no han
    tocado visiblemente a los incrédulos o indiferentes, pero
    cuando ello suceda, se le reclamará su pasividad y no se
    podrá excusar diciendo que fue ‘cosa de
    otro’.

    Y el reclamo vendrá de
    afuera porque, ya lo dijimos, Venezuela es un territorio
    prime, exquisito, y la alimentación mundial
    es un fardo que tendrá que ser compartida procurando a la
    vez el equilibrio
    ecológico. Esa creciente población mundial
    demandará a Venezuela, y a territorios como el venezolano,
    su cuota de participación en ambas responsabilidades. Ya
    no se

    mirará con benevolencia y
    sonrisas que cada nuevo presidente venezolano sea un niño
    pobre que encuentra un juguete caro y que al final de jugar, se
    convierte en un niño rico que deja a un juguete pobre y
    exasperadamente endeudado. El mundo mismo se sorprenderá
    de su grave error de cohecho. Ya no darán risas las
    payadas de los presidentes folclóricos y sus
    compañeros de juegos con sus
    abultadas cuentas bancarias
    en los bancos de los
    cómplices banqueros internacionales guardianes hasta
    la muerte del
    secreto bancario. Ese mundo hambriento y ecológicamente
    destrozado se dirá a sí mismo y le dirá a
    Venezuela y a los países como Venezuela: ¡YA
    BASTA¡ y entonces reclamará resultados y no
    excusas.

    Si Venezuela hace caso omiso a
    este reclamo porque no despierta, o nada hace porque prefiere
    adorar al balancín, su diosa, o porque no sabe o porque
    sencillamente no lo entiende, otros no harán por ella lo
    que tiene que hacer sino que harán que lo entienda y que
    lo haga, por las buenas o por las malas. De hecho, ya tiene esa
    presión. Es el fuerte apremio alimentario interno, propio,
    pero lo alivia porque tiene petróleo que le generan las divisas duras
    para comprar alimentos en el
    mercado mundial y
    que le impiden recibir una clara señal. Este aviso siempre
    le ha dicho que lo verdaderamente duro, como divisa, no es el
    dólar sino su potencial agrícola. Los granos, la
    moneda de las monedas, son los que se tienen que utilizar para
    pagar con trueque o divisas obtenidas por las ventas de sus
    excedentes sus otras importaciones
    alimentarias que por limitaciones físicas o naturales no
    son aconsejables económicamente de producir, o son
    deficitarias.

    III
    Ultimas decadas

    Venezuela en las últimas
    décadas ha mantenido una fuerte agricultura de puertos,
    los barcos cargados de granos importados en los puertos
    venezolanos. Habrán más o menos barcos dependiendo
    de la producción interna venezolana. Pero en la
    práctica, no es realmente la producción nacional ni
    los precios
    internacionales ni las divisas disponibles provenientes del
    petróleo
    la que determina los cargamentos en los barcos en la agricultura
    de puertos. La agricultura de puertos la define el Ejecutivo
    Nacional con sus licencias de importación u otros requisitos previos a la
    importación. De esta manera, el estímulo a la
    producción agrícola es,

    directamente y en mayor o menor
    medida, atribuible a esa política de Estado que a su vez,
    depende de la producción nacional. Esa es lo que muchos
    gobiernos han entendido como una política de
    producción coherente, estable y permanente de granos. No
    la perciben como una política de perdigonadas, de muchos
    blancos pero con escasos aciertos. En ese círculo de
    producción y juego
    proteccionista, muy poco intervienen los precios internos que,
    además, han estado o pueden estar regulados o subsidiados.
    El libre juego del mercado, para la importación o la
    exportación, no es el factor determinante.
    La libre comercialización es apenas irrelevante. La
    determinación ha sido la intervención estatal. Es
    así como Venezuela ha entendido la comercialización
    de sus productos
    agrícolas de producción extensiva.

    En el mundo moderno, lo que se
    da por llamar commodities, los productos de consumo masivo
    no terminados, como lo es el petróleo (tiene que ser
    refinado para su consumo final) o los granos (tienen que ser
    cocidos o preparados para su consumo final), que se embarcan a
    granel y generalmente se negocian en lonjas especializadas,
    compiten entre ellos, segundo a segundo, según el lugar y
    el momento. En la jerarquía de elementos de
    satisfacción a las necesidades humanas, uno será
    más importante que el otro dependiendo de la coyuntura. En
    un momento es la alimentación, en otro la energía,
    quizás ambos a la vez, pero la situación
    podría cambiar en fracciones de segundos. Depende en
    qué medida satisfacen necesidades y en qué momentos
    son esenciales para la vida, la salud y en muchos casos,
    para la estabilidad de los gobiernos.

    Venezuela, tradicionalmente, no
    reconoce o admite esta realidad. Es más, desea continuar
    centralizando su interés en
    una sola jerarquía, la del petróleo y es por su eso
    un país esencialmente monoproductor, tanto que su
    producción es capaz de afectar al mercado mundial de
    crudos porque tiene el poder de variar en más o en menos
    centavos de dólar los precios internacionales. Esa es la
    única influencia que tiene Venezuela en el mundo. No tiene
    ninguna otra, y mucho menos en el campo científico,
    cultural, económico o deportivo, y no le importa.
    Internamente, esos centavos de dólar le confiere a los
    políticos y los planificadores el margen populista de
    votos que identifica lo que hoy en día se llama democracia, la
    doctrina política favorable a la intervención del
    pueblo en el gobierno.

    Pero, como dijimos, el mundo
    moderno es esa aldea que cada vez se hace más chica. Es en
    la ‘aldea global’ donde estará el contexto
    democrático. El gobierno de la mayoría de la
    población de un territorio llamado Estado soberano se
    convertirá en el gobierno de quienes entiendan las
    necesidades globales, que a su vez, serán las propias. La
    aldea global definirá el concepto de democracia. El
    concepto actual de democracia y soberanía no será
    lo que quiera la mayoría de un país sino lo que
    quiera el mantenimiento
    y la propagación de la esencia de la vida en la aldea
    global. Es así como se tendrá que entender la
    globalización. Quién lo ignore sufrirá
    el enfrentamiento y ya sabemos que la vida será siempre la
    triunfadora. Por eso Venezuela tendrá que acceder, le
    guste o no. Si está preparada como granero del mundo
    vencerá, de lo contrario será vencida. Ese nuevo
    concepto no le permitirá a Venezuela, o a países
    como Venezuela, su folclore político. El concepto de
    tradiciones, creencias y costumbres políticas
    propios cambiará y será sustituido por lo que
    determinen las necesidades globales de vida. Deidades con pie de
    barro, como el balancín en Los Chaguaramos, y los
    mesías políticos que surgen cada cierto tiempo como
    producto del
    folclore político, irremediablemente caerán y con
    ellos todo el daño que le han causado al espíritu
    creador y combativo del venezolano.

    La idea de que los países
    son libres y soberanos, y que el desarrollo de su potencial lo
    aceptará como una cuestión enmarcada en sus
    prioridades, dejará de ser. Eso de que nadie como sus
    nacionales para conocer mejor a su país y para definir sus
    prioridades de desarrollo y crecimiento, pasará a ser la
    auténtica ficción, y la Unión
    Europea es un ejemplo vivo. La producción
    agrícola de cada uno de sus países miembros esta
    esencialmente determinada por los dictados de la conveniencia del
    conjunto, de la Unión o, mejor, de la vida de y en la
    Unión. La cesión de soberanía es una
    realidad palpable, no teórica. Es un reflejo de lo que es
    el mundo que se proporciona la cualidad que antes no
    tenía, que se adelante a los cambios, que da paso a la
    vida. ‘Por las buenas o por las malas’ no es
    alarmismo fuera de todo contexto. Es real.

    IV
    Comercio

    Para Venezuela convertirse en
    un granero del mundo no significa que se producirá
    gratuita y graciosamente para el mundo. La retribución
    económica es esencial porque es el sustento de la
    producción. Pero una cosa es producir, ser ‘granero
    del mundo’ y otra es vender o, mejor, saber vender los
    excedentes. Para vender bien, el país y los privados
    tienen que conocer las reglas y prácticas de la
    comercialización de los commodities. Los términos y
    las costumbres

    de negociaciones internacionales
    son complejos, al igual que el idioma, las cláusulas y los
    signos
    crípticos contractuales relativos a embarque,
    términos y condiciones bancarias y financieras,
    penalidades, calidad del
    producto y tiempo de entrega. La dilatada experiencia comercial
    de casas comercializadoras extranjeras data de muchas decenas de
    años, en ciertos casos, de cientos de años, como la
    de algunas casas japonesas. Esa experiencia la llevan como
    valioso activo en sus negociaciones con vendedores o compradores,
    expertos o inexpertos, pero mientras mayor es la inexperiencia de
    la contraparte, mayor es el aprovechamiento y las ventajas que
    toma el comercializador internacional experto.

    La comercialización no es,
    por supuesto, un tema nuevo para Venezuela. A partir de la
    nacionalización petrolera, los venezolanos comenzaron a
    tomar figuración en ese proceso dentro de la industria
    petrolera. En otras áreas, la más notoria de
    relativa reciente aparición —y
    desaparición— fue la Corporación de Mercadeo
    Agrícola. También figuraron la CVG Internacional y
    los Fondos para el Desarrollo del Café y
    del Cacao. Fueron sin embargo, experiencias que llenan de
    desánimo, o de luto. Son instituciones que han muerto o,
    hasta donde se tiene conocimiento,
    cadáveres insepultos

    Fueron proyectos serios
    de comercialización estable, inspirado en la planificación para la prevención,
    pero, en buena medida, se convirtieron en medios
    políticos para superar emergencias. A la
    Corporación de Mercadeo Agrícola se la llamó
    para resolver, mediante la importación, constantes
    apremios de desabastecimiento alimentarios del país
    mientras que era, al mismo tiempo, el administrador de
    primera línea de las divisas preferenciales que se
    otorgaban para la importación de esas deficiencias. Con
    pleno conocimiento de las exigencias del cargo, con muy contadas
    excepciones los nombramientos para dirigir ese ensayo no
    recayeron en técnicos sino en políticos o en
    técnicos convertidos en políticos, o amigos de los
    políticos. Muchos de ellos, poco o nada conocían a
    fondo lo que pasaba, o respondían a ‘ordenes
    superiores’ que desviaban los objetivos previamente
    trazados. Los resultados de esas fugaces aparición en el
    firmamento comercial venezolano de serios ensayos de
    comercialización niegan todo nuevo intento por el estado
    venezolano y mucho menos reconocer la importancia de algo
    así como una doctrina de comercialización porque la
    desconoce o le tienen recelo y miedo.

    Ese entorno de desconocimiento e
    improvisión fue el tipo de ambiente
    más acechado por el experto negociador internacional
    independiente o representante de las tradicionales
    casas

    comercializadoras internacionales
    y, buscado o no, surge el caldo de cultivo para la corrupción. En la CMA, el sonado caso de la
    importación del maíz
    surafricano y la compra del buque Sierra Nevada fue el que
    más acaparó resonancia. Otros también
    concentraron abultados centimetraje en los diarios de la capital
    y desangramiento para el Fisco Nacional. Ante la imposibilidad de
    saber controlar el absceso en que se había convertido, y
    luego la incontenible purulencia de la corrupción, se optó de un plumazo de
    dar corte a ese importantísimo ensayo de
    comercialización. Sus oficinas principales ubicados en el
    sector Boleita de Caracas dieron paso a la Dirección de Inteligencia
    Militar. Muy poco se conoce acerca del destino de sus archivos.
    Aparentemente no hubo interés real en preservarlos
    adecuadamente ni retener las lecciones de las experiencias buenas
    y malas.

    Quizás se puede decir lo
    mismo del transporte y los fletes marítimos, un
    eslabón fundamental en la comercialización. Con
    todos los factores comercializadores ideales a su favor, la
    Venezolana de Navegación (CAVN) fracasó. Esta
    empresa
    estatal, con más de 70 años de existencia,
    quedó para ser una depositaria de vicios y malas
    prácticas y por eso quebró a pesar de las
    millonarias cargas de commodities secos que se negociaban
    para o a través del Estado venezolano. Esas cargas fueron
    transportadas en su inmensa mayoría en buques de bandera
    extranjera. La intervención de la CAVN en esas cargas se
    limitaba a ser un intermediario para la obtención de la
    dispensa, el waiver, de la bandera extranjera, algo que,
    por lo demás no era, estrictamente hablando, un requisito
    de ley. Sin embargo,
    aún con esa intermediación que le significó
    extraordinarios ingresos no fue
    capaz de generar una flota ni una experiencia para las cargas a
    granel digna de la bandera nacional. La única experiencia
    que generó fue la de intermediación de fletes que
    incremento los costos, por la
    que muchas veces se le acusó, y no sin razón, como
    una simple cobradora de peaje, que tuvo la particularidad de
    tener inmensos ingresos y no pagar impuestos.

    La industria petrolera, la que
    sí tiene experiencia en comercialización, no
    está exenta de culpas. Con su cerrada visión de
    país, es igualmente culpable, pero culpable por
    omisión. Para la industria petrolera, el país es
    otro. No existe más allá de sus propias fronteras,
    es decir, sus oficinas. Sus experiencias y conocimientos en el
    campo de la comercialización son celosamente guardados
    para otros entes del Estado. Las petroleras pudieron ser, y
    pueden ser, un invalorable

    auxilio a los intentos de
    comercialización del Estado y de los privados.
    Actuaría como lo hacen los expertos negociadores
    internacionales. Ellos no sólo llevan a la mesa de
    negociación la pericia y conocimiento sino
    que están apoyados por toda una batería de reserva.
    Muchas de esas comercializadores suelen tener representantes u
    oficinas propias en los países huéspedes a cargo
    muchas veces de ciudadanos del país que pertenecen a una
    clase que
    juega muy bien a la influencia política y
    económica. Existe otro tipo de ayuda menos participativa
    pero, que en su momento, pueden llegar a ser igualmente
    útiles, como son las cámaras y asociaciones de
    comercio en
    los países huéspedes y las embajadas que si bien su
    fin primordial es promover la amistad y el
    intercambio comercial y cultural entre anfitrión y
    huésped, y lo cumplen, también son en ocasiones
    vehículos dirigidos a atender más a los intereses
    extranjeros y a la inteligencia comercial. La experiencia de la
    industria petrolera en la comercialización es muy
    útil y debe servir de apoyo a todos los intentos de
    comercialización que realice el país.

    No se pueden dejar negociaciones
    sobre la comercialización de commodities en manos de
    funcionarios improvisados o peregrinos desconocedores de la
    materia, de
    sus prácticas, entre ellas, el lenguaje.
    No se pueden tampoco desviar los objetivos y los organismos entre
    sí deben prestarse muy estrecha colaboración,
    compartiendo sus recíprocas experiencias. Son condiciones
    básicas que deben ser tenidas muy en cuenta por
    países productores en sus negociaciones internacionales.
    Los desaguisados señalados reflejan razones por las cuales
    los países productores de materias primas pagan y siguen
    pagando caro su inexperiencia en la comercialización y por
    eso no se proporcionan la cualidad que ahora no tienen, esto es,
    los de marcadores mundiales en áreas específicas.
    Si Venezuela repite sus nefastas experiencias, nunca será
    por las buenas, un granero del mundo.

    V
    –Que se debe hacer

    ¿Qué se debe
    hacer Venezuela para convertirse en ese granero del
    mundo?

    Parte de la respuesta ya han
    sido dadas, en opinión del autor. Por lo pronto, puede
    empezar por reconocer que debe aceptar que no es un país
    industrializado y que no lo será en un futuro inmediato.
    Esa cualidad de país industrializado que ahora no tiene,
    tampoco la tendrá en ese futuro próximo. A la
    industria que existe no se le niega su importancia, y se la
    debe

    estimular, pero no es lo
    trascendental en estos momentos. Lo importante esreconocer, con
    una convicción profunda, que es un país de grandes
    fortalezas económicas y un excelente productor de materias
    primas (petróleo, mineral de hierro,
    aluminio,
    bauxita, granos, aceites comestibles vegetales), y de ciertos
    derivados. El grueso de su economía se basa en
    esas producciones, y continuará apoyándose en
    ellas. Es también un importante importador de materias
    primas (trigo, harinas proteicas para la alimentación de
    animales,
    aceites crudos vegetales, granos, químicos etc.), de
    productos industriales semi-elaborados y de tecnología.
    Ese reconocimiento le permitirá comenzar a enfocar e
    impulsar sus doctrinas de desarrollo conforme a esa realidad para
    así hacer frente a los cambios globales. También la
    prepararán para la conversión a un país de
    un auténtico nivel industrial.

    Los reconocimientos mencionados
    no deberán responder a simples decretos o planes
    genéricos de desarrollo sino a doctrinas, a
    filosofías, unidas a otras filosofías y planes
    concretos paralelos, como la es la austeridad, el ahorro, y la
    recuperación, la libre comercialización, la
    preparación del elemento humano y su mística, y
    hasta prepararse para cambios radicales, entre ellos, de
    conceptos de uso común, respetando siempre el libre juego
    de la producción y comercialización de commodities
    por todos los sectores. No es un proceso fácil que se
    resuelve con plumazos, carpetazos, buenas intenciones o simples
    cambios de ministros o presidentes. Tampoco es un proceso
    rápido ni milagroso. Una porción de tierra que no
    sea apta para la producción agrícola no lo
    será porque lo determine un decreto. El proceso en su
    conjunto es complejo y algunas partes puede llevar años,
    pero hay que empezar. El recorrido de mil kilómetros se
    empieza con un primer paso.

    Respuestas más
    específicas a la pregunta son extensas y seguirán
    en la segunda parte de este trabajo.

     

     

     

     

    Jorge Antonio Partidas
    Alzuru

     

     Datos
    biográficos y otras informaciones del autor en:

    artistasvenezolanos.com
    (sección literatura)

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