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Anatomía del Tiburón blanco (página 2)




Enviado por barbozaelizabeth



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En consecuencia, en el momento del ataque el
tiburón no ve a su víctima. De hecho, el impulso de
la aceleración final le lleva directo a ella y para las
maniobras finales se guía por las ampollas de Lorenzini,
que le informan de la situación de la presa en base a su
campo bioeléctrico. Cuando ésta es pequeña
la engulle sin más, pero recordemos que el tiburón
blanco también caza leones marinos e incluso enormes
elefantes marinos de una tonelada de peso y más. En este
caso, utiliza una estrategia que
consiste en realizar un fortísimo mordisco a la
víctima y rápidamente soltarla. El mordisco puede
ser incapacitante o directamente letal para la presa; en todo
caso, el escualo volverá a la carga, pero sin prisas, ya
que la presa –tocada y soltando un rastro de sangre
generalmente no puede escapar.

De hecho, los tiburones blancos se pueden alimentar con
cualquier animal con la condición de que su tamaño
sea apreciable y justifique el esfuerzo. Esta dieta incluye a
otros tiburones más pequeños y a crías de
ballenas

 COMPORTAMIENTO

 Asociación con otros
peces

Los tiburones en ocasiones no atacan a sus vecinos,
pudiendo permanecer junto a ellos por mucho tiempo. El mejor
ejemplo de esta buena convivencia lo tenemos en las
rémoras o peces ventosa. Su morfología
proporciona un indicio de la antigüedad de la
relación: la aleta dorsal anterior se ha transformado, a
lo largo de la evolución, en un disco adhesivo. La
adherencia que proporciona es tan potente que algunos pescadores
indígenas atan una cuerda a la cola de las rémoras
para capturar luego los peces (o incluso tortugas) que se
adhieren. Asegurada de esta forma, sigue al escualo en todos sus
desplazamientos y en cuanto tiene ocasión procede a
rastrear su cuerpo a la búsqueda de pequeños
organismos parásitos que se adhieren sobre todo en la
boca, las agallas y las aletas. Así pues, el
tiburón obtiene limpieza y desaparasitación,
mientras que la rémora obtiene transporte,
protección (nadie se acercará al escualo) y
posiblemente restos de comida del tiburón, además
del propio recurso que representan los
parásitos.

A veces interviene un tercer animal: el pez piloto,
llamado así porque antiguamente se pensaba que guiaba al
tiburón. Da esta sensación porque a menudo nada
delante de él, muy cerca de la cabeza; pero parece que lo
único que hace es aprovechar la onda de avance que produce
el hocico. Que no moleste a sus <<asociadas>>>
rémoras es comprensible, pero aún no se sabe por
qué el tiburón no se come al pez piloto.

Los tiburones durmientes

En principio, los tiburones deben nadar constantemente
para que la circulación del agua por sus branquias les
proporcione el oxígeno
necesario para respirar. Sin embargo, el tiburón nodriza
es una excepción, ya que suele descansar de día
cerca de la costa. Asimismo, también se han visto grupo de
tiburones tigre y tiburones de arrecife de puntas blancas
descansando entre las rocas sobre el
fondo marino. A veces una corriente marina facilita la respiración y en ocasiones se ha comprobado
que el agua
presenta una mayor concentración de oxígeno, lo
que, además de favorecer la respiración,
podría tener un efecto <<narcotizante>> del
agrado del escualo.

En estas condiciones el tiburón parece
<<entrar en trance>> y puede pasarse largo tiempo sin
comer aunque una presa se pasee por delante de su boca; de hecho,
apenas reacciona a los estímulos externos: ni ataca ni
huye. Algunas áreas en que se ha observado ese comportamiento
se caracterizan por mezclarse el agua del mar con agua dulce que
aflora filtrándose desde el fondo, lo cual puede hacer que
los parásitos se aferren con menor fuerza y
resulte más fácil extraerlos; de hecho, las
rémoras se muestran muy activas, limpiando meticulosamente
al escualo.

Los tiburones tienen muchas conductas peculiares, que
los biólogos todavía no han explicado: algunos
emigran a zonas muy alejadas sin conocerse el motivo, otros
desaparecen por completo en ciertas épocas, mientras que
otros, como el pez martillo, forman espectaculares bancos,
concentraciones que se supone están relacionadas con la
reproducción. En algunas poblaciones
estudiadas sólo se ven ejemplares de un sexo en un
grupo, y las hembras de algunas especies apenas se han visto
nunca. El cortejo y apareamiento se ha observado algunas veces.
Es un encuentro único, más bien violento: el macho
muerde una y otra vez en el costado de la hembra Esto ha
permitido explicar por qué la piel de las
hembras es el doble de gruesa que la del macho.

 El sabroso
gusto del metal

Cuando se desea contactar con tiburones para filmarlos o
estudiarlos, el método
más eficaz para atraerlos consiste en verter al mar
grandes cantidades de sangre para formar un rastro que puedan
seguir, al tiempo que se cuelga carne de caballo y atún
por la borda. Este sistema casi siempre funciona, pero se ha
observado que, después de dar buena cuenta de la carne
-pero mucho antes de estar saciados-, en ocasiones se dirigen a
la embarcación para morderla insistentemente, y lo mismo
ocurre con las jaulas protectoras. A veces incluso llegan a
soltar el cebo, perdiendo todo interés
por la carne que se les ofrece y acudiendo a morder la barca o la
caja. Por supuesto, esto se ha interpretado como otro signo de su
voracidad y su instinto de persecución del hombre,
mostrando al tiburón capaz de cualquier cosa con tal de
capturarnos incluso fuera del agua. Actualmente se sabe que este
comportamiento responde a la sensibilidad que posee por los
campos eléctricos y a su método de ataque:
después de detectar y seguir a las presas mediante el
olfato y el oído, y después por la vista, en dos
segundos previos al ataque el tiburón se queda
temporalmente ciego. En esos momentos sólo puede guiarse
por su «sentido eléctrico», muy útil en
la naturaleza
porque los seres vivos poseen un campo
eléctrico.

Sin embargo, la carnaza muerta no lo posee, mientras que
todos los objetos metálicos sí, y muy intenso. Y es
por esto que se desvía hacia los elementos
metálicos del barco y la jaula, y no porque pretenda, en
un ataque de feroz locura, capturar a las personas que hay
allí. Por supuesto, es lícito preguntarse por
qué hace algo que no le sirve de nada (nunca logra hundir
el barco ni traspasar los barrotes), incluso le resulta
contraproducente porque distrae su atención de la auténtica comida y
puede lastimarse la boca, esencial para su supervivencia. La
respuesta es que no tiene que esperarse una reacción
lógica
ante unos artefactos que nunca han estado
presentes a lo largo de los muchos millones de años de su
evolución, cuando se han conformado sus sentidos y su
comportamiento.

 

 

elizabeth barboza

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