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El aporte de Humberto Maturana al entendimiento y la práctica de la educación (página 2)




Enviado por vmsur



Partes: 1, 2

La comunidad, con sus canchas, plazoletas, iglesias y
consultorios, la
televisión, la radio,
configuran en su conjunto una red de conversaciones que
define cotidianamente lo deseable y lo indeseable, lo hermoso y
lo feo, lo aceptable y lo inaceptable, en el convivir de la
comunidad a la que los niños pertenecen. De manera que los
niños aprenden la trama emocional que se vive en la
comunidad humana que les toca vivir simplemente al vivirla,
cualquiera que ésta sea.

En nuestros contextos de trabajo observamos que muchas
veces las propias familias no se sienten formando parte
plenamente de una comunidad y tienen juicios de valor
negativos respecto a ella, debido a los quiebres sociales que
viven, como las drogas,
delincuencia,
riñas y violencia,
etc.

En nuestro caso por ejemplo, las familias poblaron el
barrio como parte de erradicaciones ocurridas en estos
últimos años. Separados de sus familias de origen y
de las redes de apoyo
a ellas asociadas. Por lo tanto, son asentamientos humanos
formados por grupos de
diversas procedencias, con débiles lazos de
cooperación y reciprocidad entre ellos, y por lo tanto,
son escasas las experiencias organizativas y asociativas para
enfrentar problemas
comunes.

La convivencia a que damos origen niños, padres y
educadores en el espacio educacional de nuestra cultura y
comunidad, depende del punto de vista que tengamos de lo que es o
debiera ser la educación. Pero construimos nuestros puntos
de vista influidos a su vez por la perspectiva que nuestra
cultura tiene acerca del conocimiento,
la vida, la existencia,…

Decimos que la educación tiene que ver con el
alma, la mente, el espíritu, es decir, con el espacio
relacional o psíquico que vivimos y que deseamos que vivan
nuestros niños. Las cosas particulares que nuestros
niños puedan hacer en la vía de su
realización es asunto de conocimiento, aprendizaje y
enseñanza. La educación tiene que
ver con llegar a ser seres humanos.

Es tarea nuestra hacer uso de la enseñanza como
un medio para educar al niño en la creación de los
espacios de vida que lo llevarán a ser un ser humano
responsable, socialmente consciente, que se respeta a sí
mismo y a los demás.

LENGUAJE Y EMOCIONES:
CONVERSACIONES

El lenguaje es un
modo de vivir juntos en el flujo de las coordinaciones
recurrentes de nuestras acciones.

Es nuestra vida en el lenguaje lo
que nos hace humanos. Dado el tipo particular de primates
bípedos que somos, el lenguaje nos hace
humanos.

Hacemos cosas con nuestros cuerpos (incluyendo el
sistema
nervioso), y fluimos en el lenguaje en nuestras interacciones
diarias. La estructura de
nuestros cuerpos cambian según nuestro modo de fluir en el
lenguaje (basta mirar la ampliación en el tamaño
del cerebro que
significó el uso del lenguaje en nuestros primeros
antepasados). Nada de lo que hacemos en el lenguaje es
irrelevante, porque nos transformamos en nuestros cuerpos
según lo que hacemos en el lenguaje, y hacemos en nuestro
lenguaje según lo que se transforma en nuestros
cuerpos.

A medida que el niño aprende a usar el lenguaje,
crea con otros diferentes modos de vida, dado los diferentes
hechos en los que participa; y llega a ser en su cuerpo
según el uso del lenguaje en el cual crece. Como
resultado, cuando adulto, crea el mundo que vive como una
expansión del mundo que creó cuando
niño.

Los seres humanos existimos también en el flujo
de nuestras emociones. Cuando distinguimos emociones en la vida
diaria, distinguimos diferentes tipos de conductas relacionales,
y al fluir de una emoción a otra, cambiamos de ciertas
conductas a otras.

Cuando se distingue una emoción en un
niño, vemos en ella una dinámica corporal (sistema
nervioso incluido) que especifica lo que el niño puede o
no puede hacer en cualquier momento.

Por ejemplo:

Amor: El amor es la
emoción a través de la cual el otro aparece como un
otro legítimo en coexistencia con uno.

Agresión: La agresión es la
emoción a través de la cual el otro es negado
directa o indirectamente como un legítimo otro en
coexistencia con uno.

Indiferencia: La indiferencia es la
emoción a través de la cual el otro no es visto
como otro. En la indiferencia, el otro no tiene presencia, y lo
que le sucede a él o ella está fuera del dominio de
nuestras preocupaciones.

Los niños crecen como seres humanos entrelazando
lenguaje y emociones en su vida cotidiana. Entendemos por
conversaciones al entrelazamiento continuo entre emociones
(dominios relacionales) y lenguaje (coordinaciones de conducta). Todo
lo que los seres humanos hacemos como tales, lo hacemos en
conversaciones.

En la conversación con el niño, el
niño se revela en todas sus dimensiones, transparenta su
mundo de intereses, sentimientos, necesidades, gustos,
experiencias, y es a partir de estas conversaciones desde donde
empezamos a construir un espacio de aprendizaje mutuo.

La emoción cambia el lenguaje, pero a medida que
fluye el lenguaje, el lenguaje también puede cambiar la
emoción.

Cómo vivimos o qué modo de vida
realizamos, depende de nuestra emocionalidad, no de nuestra
razón. La educación, en la medida que tiene que ver
con la configuración del modo de vida del niño que
crece, es una tarea que tiene que ver con el espacio
psíquico emocional que el niño aprende a vivir en
la casa, en el jardín infantil y en la escuela.

El modo de vivir que ahora vivimos está
determinado por la emocionalidad, por el espacio psíquico
emocional que aprendimos a vivir desde niños, no por
el
conocimiento, o los tipos de argumentos racionales que
podamos haber acumulado a lo largo de nuestra vida. Ver esto es
crucial, lo central de la educación es la dinámica
de llegar a ser humano, como personas responsables, socialmente
conscientes y que se respetan a sí mismas.

Los niños llegan a ser según sean las
conversaciones en las cuales participan. En el fluir de sus vidas
no hay conversaciones triviales. En la medida en que los adultos
entendamos esto podremos dar paso a interacciones basadas en el
respeto y la
colaboración. Cualquier niño que se sienta
escuchado se dispone a la creatividad,
aprende a escuchar, vive su seguridad
consciente de sus límites y
fortalezas.

Decimos que las culturas son redes de conversaciones,
con esto queremos decir, redes de coordinaciones de haceres y
emociones. Es la emocionalidad que se realiza en la red la que
configura su carácter,
no las conductas particulares realizadas por sus
miembros.

Siempre vivimos en una cultura, somos miembros
partícipes de una cultura. Conservamos nuestra cultura al
hacer lo que hacemos a través de nuestra
participación en la red de conversaciones que la
constituye.

BIOLOGÍA DEL
AMOR

En la interpretación de Maturana, los seres
humanos somos seres biológicamente amorosos como un rasgo
de nuestra historia evolutiva. El amor ha sido la emoción
central conservada en la historia evolutiva que nos dio origen
desde hace unos cinco a seis millones de años
atrás.

Los niños –también los adultos- se
enferman cuando se les priva del amor como la emoción
fundamental en la cual transcurre su existencia relacional con
otros y con ellos mismos. La carencia afectiva produce
niños con trastornos conductuales (ansiedad, agresividad,
falta de interés,
desmotivación, inseguridad,
tristeza, etc.).

El lenguaje, como rasgo cultural, junto con la
amorosidad, como rasgo biológico, constituyen el
núcleo del modo de vida conservado generación tras
generación, que nos definió como seres humanos en
nuestra historia evolutiva hace tres o más millones de
años.

La biología del amor es
la dinámica relacional que origina la calidad de lo
humano en la historia de nuestro linaje.

Cuando hablamos implicamos, evocamos o connotamos la
biología del amor.

El amor es una emoción, es un modo de vivir
juntos, un tipo de conductas relacionales en los sistemas humanos.
El amor se produce cuando en nuestra vida e interacción
con otros, el otro, no importa quién o qué sea,
surge como otro legítimo en coexistencia con nosotros. El
amor (el amar) es la emoción que constituye y conserva la
vida social.

El amor es el fundamento que torna posible lo que
deseamos hacer.

INTELIGENCIA

Mientras mayor sea la plasticidad estructural de un
organismo, mayor es su capacidad de conducta inteligente en la
interacción con otros, generando nuevos ámbitos de
acción o expandiendo aquellos que ya existen.

La plasticidad estructural requerida para vivir en el
lenguaje es tan enorme que todos los niños, todos los
seres humanos, somos igualmente inteligentes o capaces de
conducta inteligente. Es la enseñanza la que debe
sintonizarse a las distintas maneras en que los niños
viven su plasticidad estructural para aprender, conocer,
expresar, convivir, etc. Esto significa respetar los ritmos y
dinámicas en los que sucede el aprender en los
niños, escuchando sus fortalezas, limitantes y
potencialidades en cada caso.

Con todo, la conducta inteligente del niño puede
tornarse restringida o expandida según el flujo emocional
que emerge en su convivencia con sus educadores y sus padres.
Así, el temor, la envidia, la rivalidad, restringen su
conducta inteligente, porque estrechan el espacio de relaciones
en el que el niño se mueve. Sólo el amor expande la
inteligencia,
al ensanchar el espacio de relaciones en el cual opera el
niño, ampliando su ámbito de lo posible.

Los niños son seres que aprenden. Son seres que
aprenden tanto en los dominios emocional como racional. Sin
embargo, aprenden y aprenderán a vivir cualquier tipo de
vida que les toque vivir. La emocionalidad que los niños
viven en su niñez es conservada por ellos como fundamento
del espacio psíquico que generarán como adultos. Su
niñez es tanto su tesoro como su azote.

No estamos genéticamente predeterminados para ser
un tipo u otro de ser humano. Nosotros, los seres humanos, somos
seres que aprenden. El tipo de ser humano que llega a ser el
niño al crecer, surge como una identidad
conservada en los ámbitos humanos en los que vive y
convive, sea esto en la casa, el jardín infantil, la
escuela, la iglesia, la
calle o el gran hogar del mundo en general.

LA TAREA DE
EDUCAR

Heredamos de nuestra formación académica
teorías
de la cognición que asocian el conocimiento con la
transmisión de información y que ven la tarea de la
educación como un mero almacenamiento de
conocimientos. Esto es así por la sobrevaloración
que lo racional ha tenido en la configuración de lo humano
en nuestra cultura, que determina que la educación sea
vista como una cuestión centrada en la adquisición
de conocimientos.

El factor más importante en la educación
somos los educadores y los sostenes y colaboradores principales
son nuestros niños. Para que educadores y niños
colaboremos entre sí, los educadores tenemos que operar en
relación con nuestros niños con autorrespeto y
autoamor. No se puede dar de lo que no se tiene. El niño
aprende más de lo que vive que de lo que se le
dice.

El propósito de la educación es guiar a
nuestros niños en el camino de llegar a ser seres humanos
que se respetan a sí mismos y a otros mediante la
generación continua de espacios de convivencia que
originen colaboración, alegría y libertad
responsable.

Si nuestro modo actual de vida nos preocupa porque lo
encontramos insatisfactorio, la educación está en
crisis porque
refleja ese modo de vida.

Si el modo de vida que ahora vivimos ha brotado de
nuestro actual modo de sentir, desear, actuar y argumentar,
¿queremos ese futuro al cual nos lleva esa manera de
sentir, desear y razonar?

La educación, entendida como el proceso de llegar
a ser un tipo particular de ser humano, tiene que ver con el
crecimiento del niño como una persona capaz de
ser un co-creador junto a otros de un espacio social deseable de
convivencia humana.

Desde esta mirada, la tarea de la educación
consiste en la creación, con los niños, de los
espacios relacionales:

a) Que les guíen y presten apoyo en su
crecimiento como seres capaces de vivir respetándose a
sí mismos y a los otros.

b) Que les guíen en su crecimiento como seres
humanos que pueden decir ‘sí’ y
‘no’ basándose en la autonomía e
integridad de su respeto por sí mismos.

c) Que les guíen en su crecimiento como seres
humanos cuya individualidad se fundamenta en su respeto y
aceptación de sí, y no en su oposición
respecto a otros y que, por lo tanto, pueden cooperar porque no
temen desaparecer en su relación con otros.

El aspecto de la educación que se refiere al
aprendizaje de las habilidades operacionales propias del momento
histórico en que viven los niños tiene que ver con
la adquisición de estas habilidades operacionales como una
serie de recursos o
instrumentos que los niños tendrán a su
disposición para llevar a cabo lo que requieran en el
transcurso de su vivir.

Desde esta mirada la enseñanza consiste
en:

a) Construir un espacio relacional en el cual las
habilidades y capacidades que se desea que los niños
aprendan, puedan ser realizadas como un espacio de convivencia
con sus educadores.

b) Construir tal espacio permitiendo la apertura a la
expansión de sus capacidades para actuar y la reflexionar
sobre lo que se hace, desde la vida que los niños viven y
desean vivir en ese momento.

La tarea central de la educación es la
creación del espacio relacional en el que los niños
pasan a ser seres humanos responsables, socialmente conscientes,
que se respetan a sí mismos.

La enseñanza de habilidades operacionales es un
instrumento para llevar a cabo la tarea central de la
educación: guiar a los niños en su crecimiento como
seres humanos.

Para que los niños sean adecuadamente acogidos y
guiados es fundamental que los educadores recuperemos nuestra
dignidad, recuperando el respeto por nosotros mismos y por
nuestra profesión. Amarnos a sí mismos como seres
autónomos y responsables a través de entender mejor
nuestra condición humana.
Al cambiar los educadores su relación consigo mismos,
cambia su relación con los niños y sus colegas, y
los niños pasan a ser los mejores colaboradores en la
tarea educativa.

Insistimos, los niños se transforman en la
convivencia según el convivir que ellos viven con nosotros
los adultos.

Los niños aprenden el vivir que conviven con su
maestro, aprenden el pensar, el reaccionar, el mirar, que viven
con él.

Los niños aprenden el espacio psíquico de
sus educadores. Los temas y contenidos son sólo modos
particulares de vivir en esa convivencia. Instrumentos a
través de los cuales el niño se va a transformar en
adulto socialmente integrado, con confianza en sí mismo,
con capacidad de colaborar y con capacidad de aprender cualquier
cosa, sin perder su conciencia
ética.

CONCLUSIONES

¿Por qué lo más importante es la
educación?

Educar es especificar el tipo de seres humanos que los
niños llegarán a ser.

El jardín infantil, junto a la escuela, la
familia, la
iglesia y el barrio, son verdaderos ‘cultivos’ de
seres humanos. No nacemos humanos, nos hacemos humanos en la
interacción con otros seres humanos. La educación
es una transformación en la convivencia, en la que uno no
aprende una temática sino que aprende un vivir y un
convivir. Aprende una forma de ser humano. Se es humano, no desde
la genética
sino desde la convivencia.

La educación tiene que ver con la
formación de niños co-constructores de una
convivencia basada en la colaboración y el respeto mutuo,
participando de proyectos comunes
que tienen que ver con el bienestar de la comunidad a la cual
pertenecen.

Se puede crecer de una manera o de otra según el
espacio de convivencia en que se viva. Esto es visible en la
tremenda diversidad de formas humanas que se pueden
adoptar.

Por esto la educación es el aspecto más
fundamental de la convivencia humana
.

De cómo convivan los niños
dependerá la clase de adulto que llegarán a
ser.

Los niños no son el futuro. Los adultos somos el
futuro de nuestros niños. El futuro está en el
presente.

Lo medular en la preparación del niño
pequeño es el desarrollo de
la aceptación de sí mismo, que es el mejor
predictor del buen vivir y del buen convivir de los seres
humanos. Sólo desde el estar centrado en la
aceptación de sí mismo es posible lograr la
autonomía y la capacidad de innovar que los nuevos tiempos
requieren.

La autonomía no implica la negación del
otro. En la convivencia no se es independiente, se es
autónomo. En el respeto por sí mismo puedes opinar
y discrepar, sin que la discrepancia sea una ofensa, sino
más bien una oportunidad reflexiva.

Algunas preguntas para futuras
conversaciones:

¿Somos los propios educadoras el principal
obstáculo al mejoramiento de la
educación?

¿Tenemos disposición a re-capacitarnos, a
re-formarnos, desaprender y aprender a aprender?

¿Qué habilidades requerimos los educadores
para hacernos cargo de los desafíos que la mirada de
Humberto Maturana nos muestra?

REFERENCIAL
BIBLIOGRÁFICO

MATURANA, Humberto (1990). Emociones y lenguaje en
educación y

política. Santiago: Colección
HACHETTE/COMUNICACIÓN
CED.

MATURANA, Humberto y Sima

Nisis (1995). Formación humana y capacitación.

Santiago: DOLMEN.

MATURANA, Humberto (1997). La objetividad; un
argumento para

obligar. Santiago: DOLMEN.

___________ (1999). Transformación en la
Convivencia.

Santiago: DOLMEN.

MATURANA, Humberto y

Carlos Vignolo (2001). "Conversando sobre
educación". Santiago:

Universidad de Chile,
Facultad de Ciencias
Físicas y Matemáticas, Departamento de Ingeniería Industrial, Documento de
Trabajo Curso IN 632.

 

 

 

María Gabriela Estrada
Díaz

Educadora de Párvulos

Directora Jardín Infantil Michaihue

Fundación Integra VIII Región del
Bío Bío

Carlos Zapata Sepúlveda

Antropólogo

Partes: 1, 2
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