Monografias.com > Filosofía
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El ensayo como búsqueda y creación




Enviado por rpupo



Partes: 1, 2

    1. El ensayo como búsqueda y
      creación
    2. Presentación del
      autor
    3. El ensayo y su elan
      filosófico-cultural
    4. Imagen,
      metáfora,verdad
    5. Verdad,
      conocimiento, valores, praxis, comunicación:
      saber.
    6. Filosofía
      y literatura en jose lezama lima
    7. Humanismo y
      valores en Jose Marti
    8. Martí,
      periodista
    9. La
      relación ética – política en el
      pensamiento de José Martí
    10. El sentido de
      identidad en la obra de A. Carpentier.
    11. Filosofía
      e identidad en el pensamiento de Medardo
      Vitier
    12. Gramsci y la
      filosofia
    13. Platón y
      su visión del filosofar
    14. Síntesis
      curricular

    Estamos en presencia de un ensayo de
    ensayos. El
    autor revela las especificidades del género
    ensayístico y consecuente con ello, expone varios ensayos
    en temas diversos de carácter
    filosófico cultural, con acento humanista.

    La diversidad de temas tratados no resta
    valor a la
    compilación, ni conspira contra la coherencia lógica
    y la unidad que siempre exigimos a un libro. Un
    propósito esencial sirve de mediación central a la
    totalidad del trabajo: hacer teoría
    e historia del
    ensayo y mostrar las particularidades que lo caracterizan y
    definen como género especial, diferente al
    artículo, al estudio crítico, al tratado
    didáctico, etc., por supuesto, sin perder de vista que los
    límites
    entre los géneros literarios son flexibles y
    relativos.

    El autor, asumiendo creadoramente la tesis
    lezamiana que las influencias dejan de serlo, cuando son
    sentidas, incorpora a su discurso
    revelador a grandes ensayistas de nuestro continente y del mundo.
    Aprovecha con originalidad y estilo personal, los
    resultados teóricos relacionados con el ensayo del
    filósofo y pedagogo cubano Medardo Vitier, pionero en
    trabajos de esa naturaleza,
    así como otros fundadores y maestros del género. En
    el trabajo
    brilla por su presencia el rico discurso de José
    Martí como figura de las letras que hizo del ensayo un
    medio idóneo para develar la espiritualidad del hombre en su
    perenne posibilidad de excelencia y creación. Un discurso
    que como bien destaca el Dr. Pupo, "ve con las palabras y habla
    con los colores" y no
    separa el oficio de la misión
    para encarnar un corpus crítico de acción
    comunicativa para la formación humana.

    El profesor Pupo, sin pretender hacer derroche de
    erudición – no es su estilo – nos presenta un
    profundo y sugestivo análisis crítico del ensayo y sus
    implicaciones teóricas, metodológicas y
    prácticas. Con sólidos argumentos y la fuerza
    persuasiva que caracterizan al que vierte todo su espíritu
    a nobles propósitos, el autor logra penetrar con audacia y
    éxitos en la naturaleza interna del ensayo como
    género que propicia con creces la búsqueda y la
    creación comunicativas. Revela con pleno oficio sus rasgos
    más característicos, es decir, el acento o
    sello propio del escritor, tematizado en su subjetividad
    expresiva y su correspondiente modo subjetivo en el tratamiento
    de los temas, ya sea propiamente literario, académico,
    etc. Hace énfasis en el elan filosófico-cultural
    del discurso ensayístico, a partir de la perenne
    vocación de búsqueda, su sentido utópico y
    su mirada ecuménica. Un discurso que no dispone por la
    fuerza o impone a ultranza, sino que propone, agrega y
    añade, porque suscita nuevas aprehensiones. Sencillamente,
    tal y como lo demuestra el maestro Pupo, el verdadero ensayo abre
    innumerables cauces al pensamiento
    creador y a los sentimientos. Por ello es un medio insustituible
    en la construcción de la verdad y la
    revelación de los valores
    humanos.

    Es que el ensayo, si bien no es un tratamiento
    sistemático o despliegue lógico de un asunto, lleva
    dentro la lógica natural que fluye de la subjetividad
    humana. Esto determina su creciente autenticidad, sin necesidad
    de recurrir a las "puras objetividades", limpias de las vetas
    personales.

    En el buen ensayo se vierte la subjetividad toda, sin
    resultar un puro discurso subjetivista, al margen de la realidad
    objetiva y los condicionamientos reales y necesarios. Simplemente
    se aborda la realidad en relación con el hombre y en
    función
    de él. Pero un hombre concebido culturalmente, que piensa,
    siente, actúa y se comunica.

    Su estilo, tal y como subraya el autor, se
    diferencía cualitativamente del tratado y de la monografía. El ensayista, más que
    transmitir un cuerpo de nociones aceptadas, enseña, abre
    cauces interpretativos nuevos y sugerentes. Renuncia a la
    misión didáctica, a las convenciones puras.
    Propone y agrega por su riqueza sugestiva. Es tolerante,
    está abierto al reconocimiento del otro porque brinda
    opciones y espacios a la elección y no cree que su verdad
    es la verdad.

    El lenguaje
    empleado es múltiple, variado y diverso no reduce la
    dimensión lingüística del hombre en la
    aprehensión de la verdad y la revelación de
    los valores al
    simplemente llamado lenguaje científico y a los conceptos
    y categorías lógicas con que piensa el objeto.
    Emplea todas las formas aprehensivas lingüísticas y
    las anima con la fuerza de la subjetividad. Imprime color, movimiento y
    gracia estética a las ideas. Fertiliza el discurso
    con las imágenes
    que unifican y las metáforas que buscan la unidad en la
    diversidad y dirigen el pensamiento a la cultura con
    sentido humano. Por eso el maestro Medardo Vitier –autor
    trabajador profundamente por el Dr. Pupo-, en su Ensayo
    Americano, señala: "El ensayo abre cauces dóciles a
    la subjetividad y a las ideas, sin mengua de sus perfiles, viven
    envueltos en el aura personal, comunicativa, que nos torna
    propenso a la conversión". En fin, tanto en el
    análisis crítico del ensayo como en los propios
    ensayos que expone el autor, se descubre con sólidos
    fundamentos la esencia del ensayo como género literario de
    la
    personalidad, de la subjetividad creadora que acentúa
    y revela, porque promueve, remueve y aviva con sentido de atisbo
    y gérmenes, capaz de impulsar la inquietud humana, sin
    perder de vista la dignidad de las ideas y el encanto de la
    comunicación.

    Varios ensayos se integran al libro. Todos poseen
    riqueza conceptual, axiológica y comunicativa. En todos
    encontramos vocación cultural humana y vuelo de altura.
    Los problemas
    humanos orientan el discurso hacia la unidad de lo diverso y
    hacia lo grande y absoluto.

    En imagen,
    metáfora y verdad, después de interesantes
    análisis sobre el tema y sus mediaciones, el autor
    demuestra la necesidad de concebir el saber como
    aprehensión integradora incluyente, pues no es posible
    acercarnos a la verdad con reduccionismos gnoseologistas que
    excluyen otras formas humanas, incluyendo el lenguaje
    figurado o tropológico. Este ensayo resulta novedoso y
    sobre todas las cosas, sugerente, por el cauce sociocultural
    antropológico en que se funda.

    Literatura y filosofía en Lezama Lima, constituye
    un certero acercamiento a la poética del intelectual
    cubano, a partir de la unidad en que se concreta lo literario y
    lo filosófico en su cosmología. El Dr, Pupo revela
    con hondura los fundamentos en que se sustenta la rica
    cosmovisión del autor de Paradiso y sus determinaciones
    concretas en la teoría de la imagen y la
    metáfora.

    Los tres ensayos referidos a José Martí,
    dan cuenta de la profesionalidad del autor y del conocimiento
    profundo que posee del pensamiento y la obra del intelectual
    cubano. Con un estilo muy personal el maestro Pupo descubre la
    cosmovisión mortiana y sus concreciones en la axiología de la acción. Tanto en
    humanismo y
    valores en
    José Martí, como en Martí, periodista, se
    pone de relieve,
    cómo la filosofía de José Martí,
    deviene programa
    pedagógico de formación humana, a través de
    la axiología de la acción.

    También se trabajan momentos de la obra de Alejo
    Carpenter y Medardo Vitier, en correspondencia con el
    espíritu del libro.

    Los restantes ensayos sobre Gramsci y la
    filosofía y Platón y
    su visión del filosofar, resultan interesantes trabajos
    que dicen y proponen mucho.

    Con relación al autor, debo decir, que se trata
    de un ensayista con éxito.
    Posee una extensa obra en este género y ha obtenido
    numerosos premios de carácter nacional e internacional,
    incluyendo entre otros, el Premio Nacional Cubano de la
    Crítica 1990, con el ensayo: La actividad como
    categoría filosófica, así como cuatro
    premios nacionales de Ensayo Juan Marinello. Fue jurado del
    Premio Internacional de Ensayo Ricardo Miró 2000, de
    Panamá.

    Estamos seguros que este
    libro encontrará recepción en nuestro medio. Su
    contenido y la forma en que se expone resulta interesante para
    profesores, investigadores, estudiantes y público en
    general.

    Lic. Zoila Hernández
    Blanco

    Directora de la Escuela de
    Ciencias de la
    Comunicación

    Universidad Autónoma de
    Coahuila

    EL
    ENSAYO COMO BÚSQUEDA Y CREACIÓN

    Esta edición ha sido bajo el patrocinio de la
    Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad
    Autónoma de Coahuila.

    El texto
    publicado es de la responsabilidad y de la propiedad de
    su autor.

    Para mayores informes
    acudir a:

    Escuela de Ciencias de la Comunicación

    Universidad Autónoma de Coahuila

    Carretera a Zacatecas, km. 2

    Saltillo, Coah.

    Tel/fax (84) 4
    17-00-62 Tel: (84) 4 17-97-17

    PRESENTACIÓN DEL AUTOR

    Rigoberto Pupo Pupo (1946) Es Licenciado en Historia de
    la Universidad de la Habana (1970). Profesor titular en Historia de la
    Filosofía, investigador titular, Doctor en Ciencias
    Filosóficas (Academia de ciencias de la Antigua URSS,
    Moscú, 1984). Especialista en el tema del hombre, la
    actividad humana y la cultura y en Pensamiento Latinoamericano.
    Posee una extensa obra en su especialidad, incluyendo libros,
    artículos y ensayos. Es un destacado ensayista, recibiendo
    varios premios nacionales e internacionales en dicho
    género. Actualmente trabaja en la obra europea "La verdad
    tropológica, junto a relevantes figuras de las letras,
    como Umberto Eco. Es Vicedecano de Investigaciones,
    postgrado y Relaciones
    internacionales de la Facultad de Filosofía, Historia
    y Sociología de la Universidad de la Habana.
    Presidente del tribunal que otorga los doctorados en
    Filosofía y Vicepresidente Primero de la Sociedad Cubana
    de Filosofía.

    EL ENSAYO
    Y SU ELAN FILOSÓFICO-CULTURAL

    La concepción del ensayo, como el ensayo mismo,
    tiene su historia. Como género literario no siempre su
    definición conceptual ha coincidido con su contenido real.
    Ha primado con frecuencia la superficialidad definitoria y
    acomodaticia de encuadrar un concepto, con
    independencia
    de su correlato con la realidad y el espíritu animador del
    sujeto que piensa, siente y actúa. Sencillamente, por
    tradición lógica hay que definir, aunque se
    empobrezca lo definido. ¿Actitud
    nihilista ante las definiciones lógicas? Por supuesto que
    no, siempre y cuando se conciban en su relatividad aproximativa,
    como acercamiento al objeto y a sus diversas mediaciones que lo
    hacen complejo. Es necesario tener en cuenta la especificidad del
    objeto y el sujeto que lo aprehende, es decir, en resumen, seguir
    la lógica especial del objeto especial y su
    inserción histórico-cultural.

    Por eso, los grandes espíritus ensayistas y
    nuestro continente es pródigo en ello- no rehúyen
    las definiciones como punto de partida del discurso
    analítico y sintetizador, pero las completan con las
    caracterizaciones, la imaginación creadora y otras formas
    aprehensivas, incluidas la hermenéutica, la semiótica y el psicoanálisis en la configuración
    del discurso.

    No siempre el rigorismo lógico y los prejuicios
    formales que le son inherentes ha reinado absolutamente con sus
    secuelas autoritaristas. Sin embargo el género
    ensayístico ha sufrido sus nefastas consecuencias. Se ha
    considerado ejercicio intelectual de menor grado. Medardo Vitier,
    mente de alta estirpe de Cuba y
    América, lo ilustra con fuerza convincente:
    "(…) Kelly, el hispanista inglés,
    que tanto predicamento alcanza a virtud de su Historia, ni
    siquiera usa la palabra ensayo en las líneas que escribe
    sobre D. Miguel de Unamuno. Es cierto que fija la importancia de
    la figura, pues dice: "Es un talento múltiple: erudito,
    crítico, poeta (…) pero no apunta la función del
    ensayista ni se detiene a ese respecto en otros coetáneos
    de Unamuno que con sus ensayos dan fisonomía a las letras
    españolas (…) Estudia los escritores románticos
    (…) mas de aquella concepción del mundo que
    comunicó tono inconfundible a la época literaria,
    no hay noticia (…) El ensayo es en ellos se refiere
    también a Ortega y Gasset- y lo ha sido para la
    sensibilidad española en estos decenios de la centuria,
    cosa orgánica, sustantiva, porque ha examinado, del
    novecientos acá, los motivos y valores del alma
    nacional."

    Esta tendencia, por suerte, no se impuso. La
    concepción de que las fronteras entre los géneros
    literarios más que absolutas, son movedizas,
    inestables y relativas, convirtióse en convicción y
    la tesis del grande ensayista martiano, Juan Marinello, de que el
    tratado impone y el ensayo pone, abre cauces de sorprendente
    valía. Y es que el ensayo -sin menospreciar los otros
    géneros literarios que cumplen sus respectivas funciones en la
    literatura-,
    posee particularidades propias que enriquecen, avivan y vitalizan
    el pensamiento creador y la ascensión humana. Su miraje
    sociocultural antropológico permeado de espiritualidad
    escrutadora, convierte en indisoluble haz la filosofía, la
    literatura, el arte, la
    sociología y todas las ciencias del hombre para
    desplegarse con fuerza hacia la naturaleza del cosmos humano en
    relación con su universo cultural
    y social.

    El elan filosófico cultural que resume y nuclea
    al ensayo, en su esencialidad, posibilita que el discurso que lo
    encauza vincule en estrecha unidad las ciencias del hombre. Evita
    por su propia naturaleza, la especialización discursiva,
    que aunque en los tratados didácticos intente agotar los
    problemas en sistemas
    coherentes, enseña, pero no cultiva. Y la enseñanza es parte de la cultura, pero no
    la cultura misma, que implica por sobre todas las cosas
    sensibilidad humana, razón utópica y conciencia
    crítica. Triada imprescindible para la formación
    humana. ¿Aversión a los tratados? Indudablemente
    que no, pues organizan la mente, informan, sistematizan los
    conocimientos y valores heredados. Pero para la flexibilidad
    dialéctica, la cultura del ser existencial humano y la
    búsqueda creadora, el discurso ensayístico es
    insustituible. Se trata de una necesidad de humano
    propósito, presente en todas las latitudes de la
    civilización humana.

    En Europa, la
    tradición ensayística por exigencia cultural, a
    partir de Montaigne encuentra desarrollo y
    concreción. Grandes mentes excepcionales de las letras y
    la filosofía, sin proponérselo, recurren al ensayo
    para expresar su ser esencial y el devenir de sus circunstancias
    temporales, intereses y fines humanos.

    En España, la
    historia del ensayo, como expresión también de la
    subjetividad humana, en perenne búsqueda de la creciente
    espiritualidad y los problemas del hombre, en relación con
    la sociedad, encuentra grandes cultivadoresDurante el siglo XIX
    el ensayo continúa cultivándose con vigor y se
    consolida en su forma actual con la Generación del
    98. Larra publicó numerosos artículos en
    periódicos y revistas de la época, posteriormente
    recopilados en Colección de artículos
    dramáticos, literarios, políticos y de
    costumbres
    (1835-1837, 5 volúmenes) y Angel Gavinet
    (Idearium español) es el antecedente más
    inmediato de la Generación del 98. Le siguen Unamuno
    (En torno al
    casticismo; La vida es sueño
    ) y Azorín (Los
    pueblos; Castilla
    ). La erudición queda representada en
    la obra de Menéndez Pidal, autor de reconocido prestigio
    en Europa. Los principales exponentes de la corriente
    ensayística anterior a la guerra son
    Ortega y Gasset (España invertebrada; La rebelión
    de las masas), Eugenio d'Ors (Glosario) y
    Gregorio Marañón (Enrique IV de Castilla; Don
    Juan). (Ibídem) que hicieron época e influyeron con
    fuerza en nuestra América.

    En América
    Latina, el ensayo deviene urgencia histórico-cultural.
    Su propia conformación histórica y su ímpetu
    de resistencia a no
    ser eco y sombra de culturas exógenas determinan una
    posición crítica ante su realidad y la
    alienación que la acompaña. Emancipación
    humano-cultural, política y social
    impulsan una específica actitud. Los hombres de letras y
    su producción espiritual se convierten en
    autoconciencia de las ansias de identidad, con
    vocación de raíz americana y espíritu
    ecuménico. A todo esto se une una cualidad inmanente al
    hombre latinoamericano, al "hombre natural", en el decir de
    José Martí: su rica espiritualidad y creciente
    humanidad emprendedora que lo llevan a ser imaginativo,
    soñador, utópico y a veces permeado de ingenuidad.
    Una cultura, fundada en una naturaleza diversa, cósmica,
    pero única en sus propósitos. Un ser
    pletórico de ilusiones que no tiene que esforzarse para
    revelar realismo
    mágico y lo real maravilloso porque está presente
    en sus propias circunstancias. Esto y mucho más cualifican
    la existencia de toda una pléyade de ensayistas
    latinoamericanos, capaces de "ver con las palabras y hablar con
    los colores" y expresar un discurso propio con imágenes y
    conceptos de alto valor cogitativo y numen cosmovisivo. En fin,
    tematizan su mensaje, uniendo filosofía y literatura como
    totalidad orgánica y con cauces culturales de riqueza
    inusitada. Porque, según expresa Martí en su
    magistral ensayo Nuestra América: "La poesía
    se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso
    el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada
    de idea." Cargada de idea por la vitalidad que le imprime el alma
    filosófico-cultural que lleva dentro el
    discurso.

    La tesis reveladora de Juan Marinello de que el tratado
    dispone y el ensayo pone cualifica con creces la naturaleza
    expresiva y la inagotable riqueza subjetiva de éste. Dos
    rasgos esenciales dan sui-géneris particularidad al
    ensayo: el sello personal del escritor y el despliegue no
    sistemático del tema. Ambos imprimen sentido
    filosófico-cultural al discurso: por la cósmica
    aprehensión del asunto y por la sensibilidad de
    expresión con que se asume. Oigamos a modo ilustrativo el
    verbo de Martí en su grande estilo ensayístico:
    "Él traía su religión -se refiere
    al magno predicador Henry Ward Beecher- oreada por la vida.
    Él venía del Oeste domador, que abate la selva, el
    búfalo y el indio. La nostalgia misma de su iglesia pobre
    le inspiró una elocuencia sincera y amable. Hacía
    tiempo que no
    se oían en los púlpitos acentos humanos. Le
    decían payaso, profanador, hereje. Él hacía
    reir; él se dejaba aplaudir, ¡culpable pastor que se
    atrevía a arrancar aplausos! Él no tomaba
    jamás su texto del Viejo Testamento, henchido de iras,
    sino que predicaba sobre el amor de Dios y
    la dignidad del hombre, con abundancia de símiles de la
    naturaleza. En lógica, cojeaba. Su latín era un
    entuerto. Su sintaxis toda talones. Por los dogmas pasaba como
    escaldado. ¡Pero en aquella iglesia cantaban las aves, como en
    la primavera; los ojos solían llorar sin dolor y los
    hombres experimentaban emociones
    viriles!"

    A los dos rasgos señalados -cualidades esenciales
    del ensayo- se derivan otros, que no por secundarios, restan
    valor al género. Todo lo contrario: emanan de ellos para
    completarlos: la imaginación, predominio de los
    sentimientos, las imágenes, las emociones. El discurso se
    resiste a cerrar, es sugestivo, suscitador y con ello, pleno de
    aperturas y aprehensiones. El estilo es dúctil, sugerente
    y tolerante. Hay espacio para la relatividad, si bien tiende a lo
    grande, a lo absoluto por su concentración, fuerza
    espiritual y subjetiva. No rehúye a la objetividad, a la
    responsabilidad, al deber, pero lo hace por cauces culturales con
    alto vuelo cogitativo. Se detiene también en los detalles,
    por ser cosas humanas, pero los inserta a la corriente que
    despierta semillas dormidas. Cultiva humanidad y axiología
    de la acción con nobles propósitos. Hay pedagogía en el discurso, pero
    teñida de numen filosófico-cultural. Por eso no es
    normativo, sino comunicativo. Parte del yo personal, pero como se
    dirige a la persona humana y
    a sus motivos capitales, respeta al otro. Fluye con desenfreno el
    mundo interior del escritor, con sentencias, frases
    aforísticas, ideas grandes por sus posibles varias
    recepciones e interpretaciones, metáforas, dichos
    populares, etc. pero no siempre con fines egocentristas, sino
    para comunicar con amenidad, encontrar consenso y lograr
    empatía. Medardo Vitier, en su estudio sobre el ensayo,
    refiere a la vida de D. Quijote y Sancho, de Unamuno, y descubre
    nuestro asunto con excelsa maestría: "Tiene (…)
    innegable objetividad en cuanto nos va presentando el contenido
    del Quijote. Pero no es esa objetividad pura, limpia de vetas
    personales que hallaríamos en una historia literaria donde
    el autor dedicase uno o más capítulos a la
    interpretación del famoso libro. Porque Unamuno se vierte
    todo él, con su irremediable desasosiego espiritual en
    esas páginas. Ese estilo suyo, que no busca tersura, pero
    que consigue inusitada fuerza, dibuja una angustia racial y a la
    vez de humana universalidad que él sazona con su propia
    psiquis atribulada. Su libro estudia, sí, el Quijote, y
    nos guía a verlo en lo profundo, pero las mejores esencias
    de este trabajo son de aportación personal. No es cosa de
    erudición sino de sugestión. Ni es la prosa
    didáctica que un plan frío
    ordena en yuxtaposiciones lógicas, mesuradas, sino el
    fluir creciente de un lamento que se enciende en profecía
    o se quiebra en
    lágrima viril. El vasco "fino y fuerte", aclimatado en
    Castilla es allí la voz viviente de la España
    grande. Nos da en ese libro un ensayo, no un tratado, no un
    estudio de riguroso método
    filológico."

    Por supuesto, aquí nos detenemos en el ensayo
    literario-filosófico, bueno, con vuelo de altura. Hay
    ensayo y ensayo. Pero imbuido en el espíritu de este
    género, nos dirigimos a lo grande, a lo más
    perfecto, a los que han ganado status paradigmático por su
    excelencia espiritual y su trascendencia. No es posible pensar el
    ensayo en nuestro idioma sin recordar a Unamuno, Ortega y Gasset,
    José Martí, José Vasconcelos, Alfonso Reyes,
    José Enrique Rodó, Pedro Henríquez
    Ureña, Juan Marinello, Medardo y Cintio Vitier, entre
    tantos que lo han cultivado en España y en nuestra
    América, con devoción, talento y oficio.

    Estos grandes ensayistas, a veces sin abandonar otros
    tipos de prosa, como el tratado (texto didáctico, manual, etc.), la
    monografía, la crítica, el discurso, el
    artículo, etc. han convertido el ensayo, más que en
    un género literario, en una misión de creciente
    humanidad y eticidad concreta. Sus propensiones fundadoras les
    han permitido develar en el ensayo infinitos menesteres
    espirituales para sembrar al mismo tiempo ciencia y
    conciencia, razón y sentimiento, tan necesarios en la
    formación del hombre creador. "Bueno es dirigir, pero no
    es bueno -enfatiza Martí- que llegue el dirigir a ahogar
    (…) Garantizar la libertad
    humana -dejar a los espíritus su frescura genuina, no
    desfigurar con el resultado de ajenos prejuicios las naturalezas
    (puras y vírgenes)- ponerlos en aptitud de tomar por
    sí lo útil, sin ofuscarlas, ni impelerlas por una
    vía marcada, he ahí el único modo de poblar
    la tierra de una
    generación vigorosa y creadora que le falta. Las
    redenciones han venido siendo formales; es necesario que sean
    esenciales. La libertad política no estará
    asegurada mientras no se asegure la libertad espiritual. Urge
    libertar a los hombres de la tiranía, de la
    convención, que tuerce sus sentimientos, precipita sus
    sentidos y sobrecarga su inteligencia
    con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Este es uno
    de esos problemas misteriosos que ha de resolver la ciencia
    humana (…)"

    Esto explica por sí solo, el por qué el
    ensayismo ha formado parte consustancial de los grandes
    humanistas, preocupados por el drama del hombre y por revelar
    todo lo que contribuya a la ascensión humana. Explica,
    además, por qué se relievan y se incrementan con
    más fuerza en los momentos de crisis
    existenciales, en las etapas de cambios y períodos
    transicionales que más afectan al hombre, los valores y la
    cultura.

    Es en sí mismo, el ensayo, una escritura
    crítica de reflexión y búsqueda en torno a
    problemas sensibles del hombre o relacionados con él. Un
    discurso, a veces con ribete agónico, en función de
    las disyuntivas que presenta la realidad humana y su
    discernimiento para elegir lo que humanamente se considera
    más racional por parte del escritor. Por eso en su
    interior hay una intencionalidad expresa que signa la
    lógica del problema, pero ajeno a fórmulas o
    esquemas preconcebidos. Hay recursos
    técnicos -propios de cada escritor- pero coloreados por su
    subjetividad indagadora y su capacidad personal.

    El ensayo, si es consecuente con su misión, no
    puede operar con rigidez discursiva. Ante la revisión de
    valores los esquemas sólo funcionan para crear esquemas y
    resultan ineficaces y poco atrayentes. La osadía, la
    exposición al riesgo y la
    valentía son atributos cualificadores del buen ensayista.
    Como también lo son la gracia, el tono y el relieve de las
    ideas. "Fue Ariel -refiere M. Vitier al excelente ensayo de
    Rodó- un arrullo por la forma y una señal (…)
    Observo en Ariel dos caracteres, que en los casos más
    logrados, el ensayo concilia: la dignidad de las ideas y el
    encanto de su comunicación. Flota en sus períodos
    también ese polvo inasible del misterio humano (…)
    Insisto en ese don de encanto intelectual que es atributo de los
    mejores ensayos. Dígase gracia estética si se
    quiere."

    Gracia estética que, sin proponérselo el
    escritor, subyuga al lector, por la elocuencia, el tono, el
    color, el calor y el
    relieve y vitalidad de las idas. Unido a la coherencia del
    discurso, la armonía, la sinceridad y nobleza expresivas.
    El ensayo Cecilio Acosta, de Martí, subyuga, paraliza, nos
    hace cómplice y concentra la atención: "Ya está hueca, y sin
    lumbre, aquella cabeza altiva, que fue cuna de tanta idea
    grandiosa; y mudos aquellos labios que hablaron lengua tan
    varonil y tan gallarda; y yerta, junto a la pared del
    ataúd, aquella mano que fue siempre sostén de pluma
    honrada, sierva de amor y al mal, rebelde. Ha muerto un justo:
    Cecilio Acosta ha muerto. Llorarlo fuera poco. Estudiar sus
    virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las
    grandes naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer
    hombres; se le dará gozo con serlo. ¡Qué
    desconsuelo ver morir, en lo más recio de la faena, a tan
    grande trabajador!

    Sus manos, hechas a manejar los tiempos, eran capaces de
    crearlos. Para él el Universo fue
    casa; su Patria, aposento; la Historia, madre; y los hombres,
    hermanos; y sus dolores, cosas de familia que le
    piden llanto. El lo dio a mares (…) Cuando tenía que
    dar, lo daba todo; y cuando nada ya tenía, daba amor y
    libros (…) Él, que pensaba como profeta, amaba como
    mujer."

    Estamos en presencia -por supuesto, ante un ensayo
    literario-, pero la belleza ensayística expresiva no
    está reñida con el tema de objeto discursivo. La
    sensibilidad del escritor, su creciente humanidad y el devenir en
    sus cauces culturales, imprime razón estética. La
    coherencia armónica y su consecuente gusto estético
    como están inserto a una cultura de la razón y de
    sentimiento, despierta esa bondad, verdad y belleza que el hombre
    lleva dentro, que sólo espera por cauces humanos para
    revelarse. ¿Quién puede negar la bondad, la verdad
    y la belleza de un ensayo científico, cuando un escritor
    con profesionalidad y oficio es capaz de insertar el discurso a
    la cultura, pues la cultura, más que acumulación de
    conocimiento, es sensibilidad humana para captar lo
    pequeño, lo grande y lo absoluto con sentido
    histórico, acorde con el presente y lo por venir, sin
    olvidar la buena tradición del pasado que sirve de
    raíz.

    Por eso, en mi criterio, el elan
    filosófico-cultural es inherente al buen ensayo.
    Todavía más: es su mediación central. Porque
    lo dota de sentido cosmovisivo al hacer centro suyo la
    subjetividad en sus varios atributos cualificadores:
    conocimiento, valor, praxis y comunicación y al mismo
    tiempo porque los concibe insertos en la cultura. Los valores
    humanos, que tanto privilegia el ensayo, sólo funcionan
    cuando se culturalizan, cuando son alumbrados y guiados por una
    cultura de la sensibilidad y la razón.

    En fin, el elan filosófico-cultural, inmanente al
    buen ensayo, implica conciencia crítica, razón
    utópica realista y cultura de la sensibilidad.

    En los tiempos actuales, cuando la
    globalización se esfuerza por la homogeneidad
    cultural, en detrimento de nuestras culturas nacionales que
    sirven de pivotes de reafirmación identitaria, el buen
    ensayo tiene mucho que decir y hacer. ¿Oposición a
    la globalización? Por supuesto que no. Es un
    fenómeno objetivo,
    engendrado por la historia y la cultura. Pero no se puede olvidar
    la divisa principal de la herencia
    ensayística fundadora de nuestra América: la
    necesidad de partir de las raíces con vocación
    ecuménica.

    El ensayismo latinoamericano, rico por su
    espiritualidad, no puede hacer coro con el presentismo, la idea
    del fin de la historia, el nihilismo cultural y la
    negación de los principios
    humanistas que propagan algunas corrientes postmodernistas. No se
    puede perder el sentido de identidad que une nuestros
    propósitos verdaderamente humanos ni subvertir la cultura
    del ser por la cultura del tener, fuente del desarraigo, la
    crisis de valores y los vacíos existenciales.

    Ante el pesimismo y el escepticismo que tanto impera ya
    en los albores del siglo XXI nuestro ensayismo no puede olvidar
    que vivir es creer. Hay que asirse al valor de las ideas, pues
    como enseña el Apóstol de nuestra América:
    "no hay proa que taje una nube de ideas. Una idea
    enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la
    bandera mística del juicio final, a un escuadrón de
    acorazados (…) Trincheras de ideas valen más que
    trincheras de piedras".

    En resumen, no permitamos que muera la utopía,
    porque es matar la esperanza. Los síntomas visibles de la
    crisis de la civilización no pueden aplastar los
    sueños que encarnan y dan vitalidad a nuestra
    espiritualidad. Hagamos que siga primando el ensayismo optimista
    y no el pesimista que también existe. La salvación
    de la humanidad y el progreso social que también hoy se
    pone en duda, debe encontrar su baluarte inexpugnable en la
    cultura. La cultura, como expresión del ser esencial
    humano y medida de su ascensión, continuará
    alumbrando las sendas del porvenir.

    Partes: 1, 2

    Página siguiente 

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter