Indice
1.
Realidad de las etnias que viven en chile
2.
Introducción.
3. Los Aymaras
4. Cultura
Atacameña.
5. La cultura Kolla.
6. Los Rapanui.
7. La cultura
mapuche.
8. Los
Kawéskar.
9. Los
yámana.
10. Analisis
Critico
11. Análisis de la ley
indígena 19.253
12.
Bibliografía
1. Realidad de las etnias
que viven en chile
En este trabajo se realiza un paneo general sobre la
situación en la cual se encuentran las distintas etnias
que aún están presentes en el territorio Chileno.
Además se realiza un esfuerzo por acercarnos a una idea
general de cuál es su cosmovisión para así
poder valorar
la riqueza con que estos pueblos construyeron su destino y la
barbarie que trató de arrasar con su legado.
No más que pueblos en cierne….
no más que pueblos en bulbo eran aquellos
en que con maña sutil de viejos vividores
se entró el conquistador valiente, y descargó su
poderosa herrajería,
lo cual fue una desdicha histórica
y un crimen natural.
El tallo esbelto debió dejarse erguido
para que pudiera verse
luego en toda su hermosura
la obra entera y florecida de la naturaleza.
¡robaron los conquistadores
una página al universo !
aquellos eran los pueblos
que llamaban a la vía láctea
el camino de las almas ;
para quienes el universo
estaba
lleno del grande espíritu,
en cuyo seno se encerraba toda la luz
del arcoiris coronado
como de un penacho,
rodeado como de colosales faisanes,
de los cometas orgullosos
que pasaban por entre el sol
dormido
y la montaña inmóvil el espíritu de las
estrellas :
los pueblos eran que no imaginaron
como los hebreos a la mujer
hecha de un hueso y al hombre hecho
de lodo,
¡sino a ambos nacidos a un tiempo
de la semilla de la palma !
José Martí
2. Introducción.
La realidad actual de las etnias indígenas
sobrevivientes de Chile, es por decirlo menos, dramática.
De las catorce o quince etnias que poblaban el territorio Chileno
a la llegada de los Europeos, sólo sobreviven siete, tres
de ellos en peligro de extinción (Kollas, Yámanas y
Kawéskar). El devenir de éstos pueblos está
marcado por una historia de
usurpación, abuso, discriminación y violencia.
Partiendo del desplazamiento desde sus tierras ancestrales, hasta
el asesinato propiamente tal (como fue el caso de los
aborígenes del extremo sur) esta dinámica repetida de norte a sur, primero
por los Europeos y luego por los gobiernos Chilenos, en una
política
que diezmó a algunos pueblos hasta hacerlos desaparecer no
quedando más que su recuerdo.
Al analizar la contingencia de los pueblos originarios del
territorio Chileno, no podemos descontextualizar ésta, ni
de su historia ni de su cosmovisión, ya que ello cruza
absolutamente toda la realidad de cada cultura, y por
supuesto, la determina, así como también se ve
influida por los sucesos externos que día a día van
invadiendo los pequeños mundos que habitan las culturas
indígenas, esto produce 2 fenómenos intensamente
relacionados: por un lado el proceso de
interrelación étnica (muy poco respetuosa) que
produce una alteración en la forma en que los
indígenas aprehenden el mundo, pues este se torna hostil,
con cánones desconocidos que le impone un orden distinto
(muchas veces nocivo) del que conocen y por lo mismo se da una
variación de la cosmovisión que integra elementos
de la cultura Chilena (occidental) para poder sobrevivir, por
ejemplo la integración religiosa.
Además, debido al franco hostigamiento del que los
indígenas son objeto sumado a la relación que la
sociedad
establece que no es de reconocimiento como un otro válido,
sino que intenta integrarlos para absorberlos, se produce un
proceso de aculturación en todos estos pueblos, proceso a
través del cual van perdiendo su cosmovisión, su
identidad
étnica, formas culturales del hacer, el vivir y el sentir,
etc. es cada vez más alarmante el observar este proceso y
como poco a poco se pierde irremediablemente la riqueza cultural
construida durante siglos.
De los pueblos vigentes hoy en día y a los que la ley
indígena reconoce como tales, estos son: Aymaras,
Atacameños, Kollas, Rapanui, Mapuches, Kawéskar y
Yámana, ninguno se ha eximido del proceso aculturativo, de
la discriminación y la usurpación.
Los Aymaras, habitantes del norte grande viven en este momento un
proceso de reetnificación, último grito desesperado
para mantener viva su cultura, ya envuelta en matices integrados
de elementos foráneos.
Los atacameños perdieron su lengua nativa,
siendo hoy en día muy difícil su
identificación como grupo
étnico.
Los Kollas viven en un numero no mayor al centenar de
personas.
Los Rapanui viven del turismo, explotando sus
ritos y tradiciones para sobrevivir.
Los Mapuches dan una última pele a para recuperar lo que
por derecho les pertenece.
Los Kawéskar y los Yámana están a punto de
desaparecer como etnias dada las condiciones de miseria en la que
viven su ínfima cantidad de integrantes.
Este es a grande rasgos la situación que viven los pueblos
indígenas, ciertamente diezmados, pero están
allí y requieren ser escuchados, no podemos dejar de
reconocernos en sus rostros, no podemos pensar que han muerto
pues, socavadamente aún aman a sus divinidades y practican
sus ritos, encontrando allí toda la verdad, coherencia y
cordura que nosotros les negamos, que negamos a nosotros mismos y
que queremos que ellos olviden.
Los Aymaras constituyen un pueblo andino milenario, que
antiguamente ocupaban diversos sectores desde las orillas del
lago Titicaca, pasando por el altiplano Boliviano, noroeste de
Argentina, y en
Chile ocupando principalmente la zona comprendida entre la
primera región de Tarapacá y la segunda
región de Antofagasta. Desde hace unos 130 años la
población andina ha emigrado hacia las
grandes concentraciones urbanas ubicadas tanto en los puertos
como en los centros mineros, donde muchos de ellos han sido
absorbidos en actividades laborales correspondientes a estas
determinadas urbes (minería y
pesca).
Las actividades básicas de los que permanecieron en sus
pueblos de origen son la agricultura y
el pastoreo de camélidos principalmente. Son éstos
indígenas los que permanecen menos transculturalizados,
siendo los indígenas que se dedican al pastoreo quienes
presentan un mayor conocimiento
de sus tradiciones y lengua (Aymara), en comparación con
los agricultores quienes presentan un menor grado de
bilingüilidad. Esta situación no es fortuita, dado
que son los agricultores quienes ocupan las zonas más
bajas y que por lo tanto tienen un mayor contacto con las
concentraciones urbanas no Aymaras.
El pueblo Aymara estaba constituido por varias etnias, que
ocupaban territorios distintos alcanzando una gran área de
distribución. Cada una de estas etnias
presentaba variantes lingüísticas, y entre ellas se
generaba un gran flujo de intercambios de diferente
índole. Esta distribución se ceñía a
un determinado orden geo-espacial configurado al interior de
sistema
étnico en su totalidad, por lo que existía una
jerarquía espiritual adscrita a los distintos lugares, y
por ende a los diferentes pueblos (Aymaras) que ocupaban esos
lugares. Esta jerarquía no hacía más que
reafirmar la estructura
cultural sustentada en una cosmovisión determinada.
Durante el periodo de la conquista (s xvi-xvii), el pueblo Aymara
se vio enfrentado a un golpe desastroso que pudo traer graves
consecuencias para la subsistencia de su cultura. En esta
época cobran auge las campañas de
erradicación de idolatrías que amenazan con
destruir todo un sistema religioso que se erige hasta hoy como
soporte estructural y existencial de la cultura Aymara.
Luego, deviene un periodo de aislamiento relativo (s xviii-sxix),
en el cual se reestructura la cosmovisión Aymara
recuperando su equilibrio
espiritual, aún cuando asume una característica de sincretismo en el culto.
Elementos extranjeros son incorporados en la cosmovisión
de manera integrada, conformándose una forma emergente de
concebir el mundo. Es necesario decir en este momento que los
Aymaras poseen la capacidad de dar significaciones positivas a
los eventos que
afectan su cultura, sin importar en demasía el grado
irruptivo que estos puedan presentar. Por lo que podemos decir
que el sincretismo o asimilación en el culto responde o es
producto de
una singular forma cultural de entender las cosas.
En 1879, después de la guerra del
Pacífico y la consecuente anexión de
Tarapacá, por parte de Chile, se desarrolla un proceso de
incorporación sistemática en la sociedad Chilena en
diferentes planos (económico, social, político,
etc.). este proceso pasa a constituir la eventual negación
de los pueblos indígenas como pueblos diferenciados. Nunca
antes, ni siquiera en el periodo de dominación Incaica
(quienes respetaron identidad histórica y cultural), se
vio tan amenazada la cosmovisión, y por ende la existencia
efectiva del pueblo Aymara, como en el periodo de
Chilenización. Fue solo su distribución espacial en
diferentes "pisos ecológicos" y el intercambio que entre
ellos se produce, lo único que permitió y que
aún permite que la cultura Aymara sobreviva.
Lo anterior confirma el hecho de que el logro fundamental de el
pueblo Aymara fue la
organización de su territorio espacial que
correspondía a una particular visión
ecológica. Esta organización les permitió
desarrollar su economía y alcanzar
un fortalecido sistema cultural que solo se vio vulnerado llegado
el periodo de la conquista, y siendo a su vez esta misma
organización la que le permitió llegar hasta
nuestros días.
No es posible comprender el sentido de ésta
organización espacio-geográfica sin antes revisar
la cosmovisión que está de base para todo el
sistema cultural.
La cosmovisión ofrece al Aymara un modelo
explicativo de su mundo y que a su vez le otorga un sentido a su
existencia. Tiene que ver con formas de estructurar lo real para
poder operar en el mundo de una manera particular, adecuada a un
sistema integrado de creencias que diferencia a la cultura, por
lo cual, a su vez, constituiría un soporte de identidad
étnica.
La característica principal de la cosmovisión
Aymara la constituye su "visión mitologizada de su
geografía,
historia y universo espiritual". El Aymara encuentra en la tierra y
sus elementos el fundamento mismo de su existencia, y por medio
de su cosmovisión sacraliza su entorno
convirtiéndolo en un verdadero mapa sagrado. Esto se
encuentra tanto en la configuración espacial de sus
ciudades como en la significación total del entorno. Todos
los accidentes
físicos(geográficos) naturales constituyen lugares
fuertes que tienen un carácter
individual. Así el mundo cobra vida y es en sí lo
que ellos denominan "Pachamama" o madre tierra,
símbolo de la fertilidad de la naturaleza y de todos sus
componentes, el agua es su
sangre, los
ríos son sus venas, las rocas son sus
huesos, o sea
la naturaleza constituye un espacio orgánico en el que
todo elemento vive. La tierra y sus accidentes están
poblados de espíritus buenos y malos, que exigen ser
respetados. Estos lugares pasan a constituir "lugares fuertes" o
de alta significación para toda la dimensión humana
(social, económica, cultos, agricultura, ganadería,
etc.).
Los Aymaras presentan una triada autóctona de
veneración, que constituye el complejo de culto más
antiguo en sus costumbres, esas fuerzas superiores eran los
mallcu que constituían espíritus que cuidan y
dispensan las reservas de aguas de las montañas (agua: elemento
fundamental); la pachamama arquetipo de la naturaleza
fértil y amaru que es el principio de la
distribución económica del agua de riego. Se debe
hacer notar que estas fuerzas de adoración son
correspondidas con determinadas zonas espacio-geográficas
con respecto a la dinámica de la apreciada agua (elemento
escaso y vital). Estas zonas serían:
- las altas cumbres
- cordillera en niveles de pastoreo y
agricultura - valles y quebradas de la
precordillera
Estas disposiciones espaciales ligadas al sistema de
economía de aguas cobran una jerarquía que orienta
la constitución de sus formas
socio-económicas, en palabras más concretas las
etnias Aymaras encuentran su centro social político y
religioso en las zonas altas de pastoreo (altas cumbres), donde
no por coincidencia hoy en día se mantienen con más
fuerza las
antiguas tradiciones. Las fuerzas mencionadas más arriba
son para el Aymara fuerzas que participan en forma directa e
inmediata dentro del mundo y que mantienen el orden
cósmico establecido. De lo anterior se desprende, que la
cosmovisión del Aymara se concentra en el mundo que le es
cercano, familiar, un mundo que lleva las fuerzas misteriosas en
sí mismo. Esta concepción del mundo con divinidades
inmanentes, que son parte del mundo se contrapone a una religión
Católica/protestante en el cual Dios es algo que
trasciende a la tierra, y a la humanidad, algo que está
más allá, en la lejanía.
Los Aymaras poseen una visión tripartita del
mundo, aunque sería más adecuado hablar de una
triada, porque para el Aymara existe sólo una realidad que
es siempre y en todo concreta y velada a la vez. Esto significa
que cualquier escisión es antojadiza y no una
disociación en el plano simbólico. Como
decíamos, los Aymara tienen una visión
"triádica" del mundo (que es unitario); ellos distinguen
el mundo de arriba (arajpacha o tierra de los astros), el mundo
de abajo (manqhapacha o tierra de los minerales) y
éste mundo o mundo de nosotros (acapacha o tierra de los
hombres).
Estas constituyen zonas mitológicas que poseen sus propias
divinidades que regulan la vida de los hombres, las fronteras
entre los pachas es infranqueable, sin embargo, sus límites
son barreras que unen y que separan, el orden se mantiene por la
no transgresión entre los pachas.
Esta triada zonal, se constituyó en el territorio
simbólico más vulnerable a la ideologización
extranjera.
Antiguamente ésta distribución zonal se
correspondía con la estructuración funcional
geográfica con la que el Aymara ordenaba su entorno
natural y sus ciudades (markas), sin embargo con mucha fuerza ha
irrumpido la influencia (imposición de principios
organizativos) por parte de la
administración eclesiástica.
Los Aymaras hacen la distinción entre costumbres (plano
religioso-espiritual autóctono), y religión (
elementos rituales traídos de occidente). En este sentido,
el Aymara tiene una conciencia de su
sustrato autóctono y de uno posterior que les fue impuesto, y que
sin embargo, hoy forman su "cosmovisión" de manera
integrada. Hoy ambas corrientes simbólicas forman un
entretejido de elementos imposibles de separar, porque hacerlo
significaría no considerar el significado actual del
fenómeno religioso vivo.
Decíamos que parte de la cosmovisión Aymara fue o
trato de ser vulnerada por elementos ideológicos
foráneos, que si bien no tuvieron graves consecuencias, si
puso en peligro la estructura total que condensa la cultura
Aymara.
En un principio las iglesias instauradas institucionalmente en
Chile, buscaron interpretar elementos de la cosmovisión
indígena, para una mejor asimilación de los
preceptos eclesiásticos. Así el acapacha era
asimilado al terreno donde habitaba el diablo junto al
maqhapacha, así trataba de imponerse la visión de
un mundo pasajero e imperfecto, que era el dominio de las
tinieblas. Con esto se dañaba lo esencial de las formas
culturales Aymaras, dado que su cosmovisión se centraba en
el mundo que les era cercano, en el cual se reunía un
universo completo y acabado donde sus divinidades participaban en
forma inmediata, este universo era el acapacha el cual
contenía la unión de los otros mundos, y que para
el Aymara significaba una zona de valores
existenciales y está cargado de sentido y significado
positivo, en tanto espacio de su identidad.
Durante la época del gobierno militar,
la cosmovisión Aymara fue irrumpida por un ardid
ideologizante que trata de manipular los elementos de la
cosmovisión en pos de sus intereses políticos.
Así los militares decían que el manqhapacha era el
territorio de la oposición, del bárbaro enemigo
político, de la mentira y el comunismo. El
gobierno, aquel entonces, sin escrúpulo alguno
realizó una manipulación ideológica de los
elementos de la cosmovisión Aymara como una forma de
control, referida
a las ansias de dominación de los pueblos, como la
preservación de intereses
político-económicos.
En la actualidad la organización geo-espacial
correspondiente a su visión ecológica, se nos
devela en la existencia o vigencia de sus markas (ciudades), las
diferencias lingüísticas que aún se asocian a
determinadas zonas, y sus variadas transacciones
económicas distantes.
A un nivel simbólico aún subsiste la
bipartición primaria de la comunidad en
arajsaya y manqhasaya, pero aún con más fuerza
continúa la bipartición entre sectores pastoriles y
agrícolas, aún cuando se han, en alguna medida
yuxtapuestos.
La irrupción por parte de las políticas
Chilenas de demarcación territorial, significó la
ruptura de relaciones ancestrales entre
los Aymaras que viven en Chile y los que viven en Bolivia. Estas
relaciones no significaban solamente una pérdida
económica, sino principalmente una interrupción en
el influjo cultural que podían brindar zonas culturalmente
jerárquicas. Los cambios económicos son mitigados
por medio del contrabando. Además en este sentido
(económico) el Aymara deben trabajar temporalmente en las
minas y obras de vialidad, para poder acceder a los
artículos de consumo
urbano.
En cuanto a la utilización de tecnologías, los
Aymaras aún mantienen aspectos de origen andinos que les
son más funcionales que la tecnología moderna.
La tecnología Aymara es más que un conjunto de
conocimientos, constituye un sistema diferenciado, con una
visión propia del mundo natural y sus recursos. Hoy,
aún cuando ha sido fuertemente reprimida sigue presente en
su dimensión simbólica representado por rituales de
producción necesarios para la segura
efectividad del quehacer tecnológico. Aún subsiste
como característica Aymara antigua, la utilización
respetuosa y colectiva de los recursos
naturales.
Los ritos de producción garantizan el carácter
comunitario de la tecnología y la economía en
general, subordinando los valores
económicos-materiales al
sistema de valores culturales.
Estos cambios económicos radicales a los que se ven
enfrentados los Aymaras, son determinantes con respecto a la
artesanía, vivienda, vestimenta, ritos, ceremonias, etc. y
en la medida en que son incorporados a la cultura Aymara toman un
carácter nuevo, el cual se actualiza en rituales que
reflejan y refuerzan toda la estructura social de la
comunidad.
La concepción participativa de hombre y mundo, hace que
consideren la enfermedad como una desarmonía o
desequilibrio moral o ritual
que ha sido perturbado con la pachamama. Quien cura los males es
un yatiri (médico-brujo) y su medicina es
simbólica. Hoy el yatiri es capaz de descubrir cuando una
enfermedad responde a un desequilibrio espiritual y cuando solo
requiere atención hospitalaria.
En cuanto a sus ceremonias, hoy en día los Aymaras
celebran cultos sincréticos, donde relacionan los santos
patronos católicos con elementos rituales Aymaras.
Distinguen su carácter autóctono e incorporado,
pero lo integran en una sola cosmovisión.
Se estima que la población Aymara que vive en Chile
serían 48.000 personas, desde un criterio basado en la
conciencia de pertenencia étnico, dado que basados en
criterio parcelado, por ejemplo el idiomático
disminuiría tal cantidad a 8.500 individuos. De la
cantidad inicialmente señalada, sólo 1/3 permanece
en las zonas rurales, y la mitad de éste tercio
habitaría las zonas altiplánicas.
A partir del régimen militar se intensifican los programas de
Chilenización, llevado a cabo por medio del
establecimiento de escuelas y de instituciones
de servicio
militar. El fin explícito de estas instauraciones lo
constituiría la asimilación u absorción del
pueblo Aymara.
En el plano de la legislación, este pueblo se ha visto muy
desfavorecido, dado que no se les ha otorgado títulos de
propiedad de
su territorio, lo cual puede traer graves consecuencias. Siendo
el problema principal, hoy en día, la privatización y pérdida
de sus aguas ancestrales en virtud del código
de aguas (DFL Nº 1.222) dictado por el régimen
militar en 1981. Esto desencadena la pérdida de elemento
vital de este pueblo, con el cual realizaban sus riegos, y la
consecuente migración
o éxodo de indígenas y su consiguiente proceso de
transculturación y aculturación.
Cabe preguntarse si sobrevivirá este pueblo a las
presiones externas de modernización, que constituyen un
cambio
exógeno a gran velocidad de
las pautas culturales Aymaras.
A modo de conclusión, fue gracias a la capacidad de
andinizar los elementos culturales extranjeros amenazantes por
parte del pueblo Aymara que ha podido sobrevivir hasta hoy. Y
aún pese a la masiva migración de Aymaras a la
ciudad y su integración a esta, hoy se observa un proceso
de reetnificación, se percibe una conciencia renovada
acerca de la identidad Aymara
Tanto organizaciones
extranjeras como asociaciones de Aymaras, han logrado poner
frenos a los programas gubernamentales militares definiendo una
nueva situación en la cual la identidad Aymara no se
menosprecia.
Así, pese a que toda la cosmovisión como la
comunidad misma está en crisis, se
presencia una sensación reetnificante que promete el
resurgimiento.
Los atacameños, también llamados Likan
Antai, habitan aldeas ubicadas en los oasis, valles y quebradas
de la provincia del Loa en la III Región. Su
hábitat desértico se divide en dos sectores: La
hoya del Salar de Atacama y la cuenca del río Loa. Desde
el periodo prehispánico hasta el presente, han
desarrollado una extraordinaria adaptación a su medio ambiente
desértico de altura, caracterizado por su extrema aridez.
En dicha área ocupada por el hombre
desde hace 10.000 años antes el presente, prevalecen
grandes extensiones estériles con pocos lugares donde
aflora el agua subterránea, con escasísimos
ríos cerca de los cuales se han ubicado las aldeas.
Podemos afirmar que, para el indígena, aún en los
ambientes geográficos más hostiles, es la
naturaleza toda la que habla, y que los antiguos habitantes del
continente, nuestros antepasados, fueron capaces de escuchar su
voz, plasmando en obras concretas lo que los ciclos naturales
señalaban, para capturar al tiempo y
asociarlo al espacio y al hombre; al hombre con ese espacio y en
ese espacio, lo que quizá constituya el fundamento por el
cual cada etnia se considera a sí misma como la humanidad
por excelencia, la que habita en el centro de la plataforma
terrena y en el punto de cruce de los ejes cósmicos. Esto
afirmado por las estructuras de
sus altas construcciones, en las cuales existen, según
estudios antropológicos, diagramaciones tales que calculan
con exactitud el recorrido del sol, para recibirlo dentro de su
fortificación en fechas especiales del año, para
energizarse, rendir culto, etc.
En la cultura Atacameña prehispánica, se destacaron
las fortificaciones construidas para defenderse de los ataques de
incas,
diaguitas y españoles; los canales e regadío que
hicieron posible el auge de su agricultura de oasis; la
ganadería de camélidos, cuya lana se utilizó
en la elaboración de refinados textiles; la excelencia de
su arte y
artesanía; el auge del comercio, para
lo cual se utilizaron con frecuencia extensas rutas destinadas a
las caravanas que cruzaban el desierto y cuyo principal centro
gravitó en San Pedro de Atacama . Todo ello fue posible
debido a los diversos niveles culturales alcanzados como
también a la organización social atacameña,
basada en patrilinajes residentes en pequeñas aldeas
autónomas y aisladas protegidas por muros
defensivos.
Han existido vínculos estrechos entre los pueblos
atacameños del Salar y las culturas locales de las
provincias argentinas adyacentes de Salta y Jujuy (aquí
cabe destacar una muy probable relación e influencia con
la cultura tiwanaku), advirtiéndose también las
influencias Aymaras en los pueblos atacameños de la cuenca
del río Loa, próximos a Bolivia. Dichos
vínculos se centran tanto en la base cultural
común, identidad étnica y sistema de creencias como
también en la organización social, parentezco,
reciprocidades e intercambios económicos.
A pesar del proceso de aculturación en marcha al interior
de la cultura atacameña actual, subsisten núcleos
básicos que denotan la continuidad de sus patrones
tradicionales enmarcados en su propio sistema de creencias,
cognición y simbolismos. Ello se reconoce principalmente
en el contexto de la vida ritual desarrollada en el curso de su
ciclo agropastoril anual, manifestada en sus cultivos en
terrazas, eras o chacras y en el uso de sus antiquísimos
canales de regadío prehispánicos. En dichos
contextos, sobresalen los ritos tradicionales atacameños (
no exentos de expresiones sincréticas andino-cristianas)
tales como el carnaval, la limpia de canales, el enfloramiento
del ganado y el culto as los tata-abuelos (o antepasados
prehispánicos ). En ellos se reactualizan los convidos al
espíritu de la tierra (pachamama), de los cerros (
tata-cerros) , del agua (tata-putarajni) y de los antepasados
(tata-abuelos). En todos ellos se expresa una relación
profundae integración intensa centrada en concepciones
mitológicas tradicionales y reactualizadas mediante la
experiencia ritual. El sincretismo andino-critiano está
presente en diversas expresiones religiosas locales, con especial
referencia a las fiestas patronales.
En la actualidad, sobresalen en toda el área
atacameña los efectos de un prolongado proceso de
hispanización iniciado por lo colonizadores a partir del S
XVII. Dicho proceso se intensificó a partir del SXIX,
cuando los atacameños, que utizaban paralelamente 4
lenguas (kunza, quechua, aymara y español),
perdieron definitivamente su kunza originario y demás
lenguas indígenas manteniendo sólo el
español. Este proceso aculturativo fue paralelo al
incremento de los niveles de escolaridad, la participación
activa en los cultos religiosos cristianos, la mayor frecuencia
de la migración rural-urbana y la participación
creciente en actividades laborales de empresas mineras
u otras.
El origen de los Kollas se remonta a la etapa final del
imperio Tiwanaku de Bolivia, una gran civilización andina
preincaica. Luego del colapso de esta alta cultura aparecen,
entre 1.000 y 1.100 D.C. en el mismo territorio colindante con el
lago Titicaca, aproximadamente 12 señoríos
independientes aymarahablantes en pugna. Entre ellos sobresale el
señorío kolla ubicado en un extenso territorio
compuesto de dos grandes sectores: urkosuyo y omasuyo, ubicados
respectivamente en las riveras nor-oriente y sur-poniente del
lago Titicaca.
En el señorio kolla coexistieron dos grandes unidades
étnicas :
v Los Kollas, que tenían acceso al poder y al control
político.
v Los puquina, que correspondían a la población
nativa antigua del área, invadida y derrotada
probablemente en el siglo XII D.C. por los conquistadores kollas
de ancestro aymara .
Durante el S. XV este señorío fue invadido por el
inca Pachacuti y su ejercito, quienes anexaron sus territorios al
respectivo imperio del Tahuantinsuyo. Los conquistadores incas
introdujeron al interior del territorio Kolla diversos grupos
heterogéneos de mitimaes que procedían de diversas
culturas regionales e incluían minorías d habla
quechua. Por esta razón , durante los siglos XIV y XV el
territorio Kolla ofrecía una imagen
heterogénea de un señorío de varias
naciones, en la que se hablaban tres lenguas: aymara, puquina y
quechua.
Luego de la invasión inca se produce una rebelión
kolla, la cual fue aplastada por el inca Tupac Yupanqui hacia
1470. este inca procedió a trasladar a todos los kollas
que quedaban como capaces de portar armas, o de
servir como cargadores, llevándolos a la conquista del sur
de Bolivia, el noreste de Argentina y al centro de Chile. Una vez
conquistada una región, se arreaba a todos los hombres
útiles armas y se los llevaba a conquistar otra
región distante, poniéndolos al frente de sus
propias tropas. Estas eran tropas que antecedían y
protegían a las tropas regulares incaicas. El pago que
recibían lo guerreros kollas era principalmente el derecho
a saqueo. No obstante, los guerreros kolla rebeldes o debilitados
y otros guerreros vencidos eran llevados como mitimaes a otros
territorios del imperio incaicos distantes de su
señorío original, en los cuales debieron permanecer
indefinidamente. Este parece ser el caso de los kollas del
noreste de Argentina.
Durante el siglo XVI, los conquistadores españoles
reorganizaron la terratenencia en encomiendas, manteniendo en
ellas numerosos mitimaes kollas. Además, segmentos
importantes de la población kolla fueron trasladados a
diversos territorios distantes o próximos en su calidad de
indígenas encomendados. Entre ellos se cuentan aquellos
grupos enviados a diversos territorios del noreste argentino,
muchos de los cuales fueron destinados a trabajos mineros.
Según relatos orales recientes de miembros destacados de
las comunidades kollas que residen en actualmente en quebradas y
valles cordilleranos de Salta y Jujuy, ellos reconocen descender
de estos antiguos grupos.
La emigración de un segmento de kollas del noreste
argentino hacia el norte Chileno, coincide con el periodo de
conflictos
bélicos entre Chile, Bolivia y Argentina, durante los
años 1870 y 1890. Llegaron en su mayoría desde
Tinagosta y Fiambala, durante el siglo XIX. Eran generalmente
pastores de llamas, ovejas y cabras, los cuales se instalaron en
algunas quebradas cordilleranas de la III región.
Algunos de ellos se instalaron en la quebrada Paipote
próxima a Copiapó. Pero posteriormente , cuando sus
hijos debieron ingresar a la escuela en
Copiapó, las madres bajaron de la precordillera para
residir junto a sus hijos. Este hecho marcó la fase
inicial de la migración rural-urbana de un grupo de
familias kollas a la ciudad de Copiapó, fijando
mayoritariamente su residencia en la población de Paipote.
Actualmente estos pobladores integran una comunidad que cuenta
con un parvulario kolla.
En el presente el territorio ocupado por las comunidades kolla
comprende la precordillera y cordillera de los Andes y parte del
altiplano de las provincias de Chañaral y Copiapó
en la III región de Atacama. La población se
distribuye en tres comunidades, una rural-urbana, y dos rurales,
ellas son:
1. Comunidad Quebrada Paipote, con 92 habitantes rurales
y urbanos, con directiva propia.
2. Comunidad Potrerillos, ubicada en la comuna de Diego
de Almagro, esta comunidad se distingue por poseer una mayor
identidad étnica y continuidad cultural, cuenta con
directiva propia.
3. Comunidad Río Jorquera, ubicada en sectores
precordilleranos de los ríos Jorquera y Pulido al sur
oriente de Copiapó.
En la actualidad , en estas comunidades se desarrolla un
proceso organizativo y de reetnificación incipiente.
Desde su ingreso a Chile los kollas han realizado labores de
pastoreo, caza y recolección, arriería,
pirquinería y abastecimiento de leña en centros
mineros, pueblos y ciudades, posteriormente articularon la
economía criandera con la actividad minera,
produciéndose una diversificación del ganado y una
ampliación de las zonas de pastoeo y transhumancia.
Los kollas han sido un pueblo capaz de habitar desolados
territorios a partir del uso de sus escasos recursos naturales
disponibles, cuestión que sólo es posible gracias a
la alta adaptabilidad al medio ambiente,
desarrollado a lo largo de su historia.
A pesar de la aculturación sufrida debido a la
acción colonizadora, aún practican algunos de sus
rituales y mantienen otras formas culturales como la minga,
antigua forma de cooperación; el serviñakuy o
prueba de pareja y rituales vinculados al culto de la tierra: la
Pachamama, señalada o marcación de animales,
apachetas o descanso de viajeros, entierro y desentierro de
pucllay o kacharpaya (carnaval), chaya y chayar (beber) y
corpachada (dar de comer a la tierra); Tinkunakuy, topamientos o
encuentros de compadrados, musiqueros, parcialidades o
comunidades.
Sus instrumentos
musicales tradicionales como quena, anata, siku, erke y
erkencho, que han ingresado a la música popular o
folklórica de nuestro país. .Lamentablemente muchos
de sus rituales se han desvirtuado para satisfacer curiosidades
turísticas.
Rapanui es el nombre con el que los "pascuences"
denominan su lengua, su tierra y a ellos mismos. Esto nos plantea
de inmediato el modo de relación que ellos establecen con
la tierra. Donde el hombre y la tierra constituyen una sola
unidad.
Las características físicas de su entorno han
moldeado su historia cultural y continúan siendo una
marca de
referencia para sus habitantes.
Rapanui está situada en el vértice sur este del
triángulo Polinésico a 27º 09´ de
latitud sur y a 109º 27´de longitud oeste,
aproximadamente a 3800 km de las costas de Chile, constituyendo
uno de los lugares habitados más pobres, ralos y aislados,
con una gran presencia volcánica, una variada calidad de
suelos y un
clima
subtropical.
Es sorprendente descubrir el cómo fue posible que a partir
de éste ecosistema
pobre y aislado hayan podido forjar amplios proyectos de
comunidad.
A la llegada de los primeros Europeos (1722- 1862) la isla
Rapanui se convirtió en un lugar de abastecimiento para
los barcos, por vía de los intercambios de especias y
bienes.
Las relaciones que se establecieron entre Rapanui y extranjeros
fueron amistosas, incluyéndose a la mujer Rapanui
como bien de intercambio, lo cual dio paso al mito del
libertinaje de las mujeres Rapanui que se entregaban por un
regalo, mito que se conserva hasta el día de hoy. Es
posible que esto haya contribuido a establecer un modo de
dominación genómica, aunque esto es poco probable,
dado que no existía una insinuación de conquista de
manera sistemática.
A partir del s XIX comienzan a aparecer conflictos entre Rapanuis
y Europeos, sin embargo, no hay presencia de una cantidad
considerable de muertes, por lo que daba la impresión de
tratarse de casos puntuales. No obstante, estas rencillas fueron
motivo suficiente para que los Europeos en venganza realizaran
acciones
delictuales.
Estos largos años de comercio entre Rapanui y Europeos
sirvieron de marco histórico para la posterior
ocupación de la isla, o sea, que para la
instalación Europea en la isla ya existiese una
convivencia histórica entre ambas culturas.
En 1826 se realizaría la última expedición
amistosa a la isla. Luego todos los años de comercio,
amistad y
confianza cambiarían de tinte de manera irrevocable.
En 1862-1863 entra en acción la piratería Peruana, con el comercio de los
polinésicos como mano de obra. Este comercio fue
sangriento y provocó muchas heridas en la conciencia del
pueblo Rapanui, heridas que en cierta medida hasta hoy no han
logrado cicatrizar, lo cual se refleja por la por la
aversión actual del isleño hacia el Peruano.
Una vez ocurrido tan nefasto desastre en 1862, los Rapanui
descubrieron su vulnerabilidad ante las intenciones de fuerzas
extranjeras, por lo cual debieron cambiar sus tácticas de
adaptación.
El periodo de 1864-1871 es conocido como el periodo de misioneros
y colonos. Diferentes personajes llegaron a la isla con el lema
de la evangelización. Esta evangelización,
primordialmente Católica tuvo gran éxito,
siendo los Rapanui fieles a ella hasta el día de hoy.
Muchas de las misiones evangelizadoras quisieron arrasar con los
vestigios culturales paganos, lo cual desembocó en el
éxodo masivo de isleños a trabajar a otros lugares
con los extranjeros.
Ante los sucesos anteriores (piratería peruana y misiones
evangelizadoras rígidas) el pueblo Rapanui sólo
pudo observar como su gente desaparecía, poniéndose
en peligro la existencia de una cultura ancestral y cargada de
matices.Entre 1862 – 1868, tan solo 6 años la
población Rapanui disminuyó en un 50% si no
más. O sea de los 6000 habitantes que se estiman a la
llegada de los españoles, solo quedaban 3000.
Un elemento fundamental para su supervivencia era que los Rapanui
tenían la capacidad de discernir los elementos cruciales
de la conducta de los
extranjeros, y usarlos para su propio provecho.
Característica que pudo haber obtenido en el largo periodo
de intercambio con los navíos extranjeros y seguramente,
sin el cual la disminución de aborígenes hubiese
sido mucho más violenta y de mayor proporción.
Esta característica del Rapanui es algo que está
presente hasta el día de hoy y constituye un mecanismo
cultural adaptativo. Así, los isleños acrecentaban
sus opciones aparentando una actitud
agradecida con la utilización de simbolismos nacionales de
los extranjeros.
Este elemento es importante a considerar, dado que nos permite
abstraer, a pesar de todas las señales que nos hablan de
un cierto tipo de aculturación Rapanui, la existencia de
un mecanismo que consiste en una fachada externa, diplomacia
aprendida y muy bien adaptada a su provecho.
En 1888 comienza la era Chilena, dado que después de sus
conquistas en la guerra del pacífico, decidió
anexar a sus
dominios la colonia Rapanui, que hasta ese momento había
estado bajo la
protección del gobierno Francés. Este ardid estuvo
a cargo del capitán Policarpo Toro Hurtado.
En un comienzo del periodo Chileno se inicia el establecimiento
de colonos en la isla lo cual no tuvo mucho éxito.
Durante este periodo se generan 2 fuerzas contrapuestas: por una
parte el incremento de la población y la necesidad de
abastecer a la isla desde Chile, y por otra, la pérdida
gradual de autodeterminación de los isleños sobre
sus propias vidas, que se deriva de la absoluta administración chilena y la pérdida
de representatividad isleña.
El proceso de Chilenización para los Rapanui se
vivió y se vive hoy en día, como la pérdida
del control del destino, consecuencia directa de la
pérdida del control de su tierra. La tierra
constituía el je central de su forma de ser cultural, y su
cosmovisión regulaba sus modos de organización, que
a su vez regulaba la relación con la tierra, con la
historia y con los demás Rapanuis.
Los Rapanui le daban diversas utilidades a la piedra, y tambien
por medio de éstas homenajeaban a los familiares de los
muertos. Un Moai era la representación de un antepasado
difunto, los Rapanui pretendían glorificar con los Moais a
los descendientes de los ancestros, por lo que se deduce que no
adoraban la muerte.
Cada moai constituía un registro del
pasado, una actualización permanente de un complejo
valórico ancestral que vigilaba desde el abismo del
tiempo.
Este arte creativo, sufre un vuelco dramático cuando se
produce un empobrecimiento del medio y cambios climáticos
fuertes. La glaciación trae consigo la falta de alimento,
el demonio del hambre acecha la isla, surgen guerreros destinados
a luchar por la vida de los suyos y la suya propia, la
demolición de los testimonios megalíticos
permanentes se constituye en el triunfo de una tribu sobre otra.
La vulneración del pasado de una tribu era su nihilismo,
su muerte
simbólica.
Las malas condiciones medioambientales que pudieran aparecer en
algún momento, obliga a los Rapanui a sus actos de
destrucción para devolver el equilibrio entre su tierra y
los hombres, amenazada por la sobrepoblación.
En los relatos orales aún hay presencia de esta
destructividad y la poca cantidad de habitantes a la llegada de
los primeros Europeos, habla sobre esta violencia, en un periodo
no tan lejano, entre los distintos clanes, un sistema en aparente
decadencia, el demonio de una isla solitaria y empobrecida que
nos hace pensar en las diferentes formas de las que se hace la
vida para continuar, para mantenerse.
La historia de los Rapanui nace con el héroe cultural hotu
matu´a quien descubre la isla de la que surgirán los
Rapanui. Los hijos de hotu matu´a crearán el primer
orden social en Rapanui. Pero luego la historia se quiebra, y en
1862 se producen los tiempos desastrosos, los hijos de
ésta época crearan las líneas de
descendencia posteriores y fundarán el segundo orden
social de Rapanui que es el actual.
La matriz de
identidad cultural pende sobre éstas figuras
históricas y generan sentimientos de identidad con una
fuerte ligazón territorial.
Pese a que desde 1888 la isla de Pascua es parte de la soberanía Chilena, durante los años
(1895 a 1933) estuvo administrada por la "compañía
explotadora de isla de Pascua" que era controlada por
extranjeros. El modo de administración (hacienda)
relegó a los Rapanui a una ínfima parte de sus
tierras (Hanga Roa) siendo sometidos a un régimen
semiesclavista.
En 1933 Chile se hace dueño de las isla y su
administración, y sólo en 1966 el pueblo Rapanui
adquiere derechos
ciudadanos.
A partir de 1973 las autoridades de la isla son designadas por
el estado
Chileno negando cualquier representación Pascuence, o sea,
la pertenencia de su territorio está condicionada a la
adopción
del sistema de vida Chileno en particular y extranjero en
general.
Todas estas imposiciones socio-políticas se manifiestan en
un aparente proceso de aculturación (decimos aparente por
lo que mencionamos más arriba acerca del mecanismo
adaptativo cultural de la fachada).
Hoy en día en las mentes de los isleños es
prioritario el mundo moderno, desconociendo el pasado de esos
enormes megalitos que aparecen como fantasmas de otras
épocas.
El turismo es el área económica de mayor
importancia para los Rapanui, la agricultura no es significativa.
Como dijimos la actividad administrativa aún
continúa en manos de los chilenos, lo que deriva en un
sentimiento de invasión y acorralamiento, como conscientes
de su condición de grupo minoritario (el chileno es
denominado "mauko" que significa maleza, o sea que está
ocupando un lugar que no le corresponde y que impide el
crecimiento de la hierva buena).
La iglesia
católica fue una de las influencias externas más
tempranas y aún continúa desarrollando un rol
importante en la vida cotidiana.
La relación que hoy guarda el Rapanui con su tierra no
está basado en una posesión, sino más bien
en una disposición, una utilización temporal,
siendo la tierra no un bien estático y permanente, sino
una mercancía.
En la medida en que el Rapanui mantenga el control de su tierra,
continuarán controlando su destino, he ahí el
fundamento de la revitalización del consejo de ancianos
que se erige en la defensa contra los atropellos que afectan a su
pueblo.
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