En la obra filosófica martiana no existe una
axiología sistematizada. Más que
teorizar sobre los valores el
Apóstol se preocupa por encontrarlos y cultivarlos en la
conducta del
hombre, como
medio de ascensión humana.
Sin embargo, es posible revelar en su ideario humanista
un conjunto unitario de valores, coherentemente estructurado en
torno a la
persona
humana, su razón del ser y los modos de conducirla a su
humanidad creciente.
Los valores en Martí son modos esenciales del
devenir del hombre en su naturaleza
social, integrados en la cultura, a
manera de formas de existencia del ser humano y sus necesidades
materiales y
espirituales.
Así, los valores, en su fundamento sociocultural
y encarnados en la cultura tematizan el contenido esencial del
ideal martiano de racionalidad humana. Se trata de una
axiología de la acción que va a la raíz del
hombre porque sabe de su grandeza interior. De una eticidad
concreta que busca el hombre
futuro en el hombre actual con pasión y fe y con
sorprendente consagración heroica, animada por una
misión
redentora fundada en el pueblo y un oficio que identifica la
belleza con la humanidad del hombre y la bondad con la
dación desinteresada
El programa
humanista martiano, fundado en la axiología de la
acción, se concreta en un paradigma de
racionalidad humana, cualificado como autoconciencia de la
cultura. Tanto en la revelación del ser existencial de
nuestra América, como en su determinación
especial en las condiciones de su patria, José
Martí funda un paradigma de emancipación humana y
redención social, cuyo despliegue está mediado por
un sustrato socio -cultural humanista que imprime racionalidad y
verdad a su proyecto
político. Es que en el paradigma martiano, los valores
éticos y políticos se integran en un nivel tal de
concreción que prácticamente se identifican. Por
eso, más que encarnación individual, son conciencia de su
necesidad y eficacia. Esto
impregna optimismo, fuerza y
vitalidad a la empresa
emancipadora. Y Martí, ya en los albores de la contienda,
como expresión del pueblo lo siente, lo sabe.
"Jamás fue tanta nuestra virtud -escribe el Maestro- tan
compacta nuestra acción, tan cercano nuestro esfuerzo, tan
probable nuestro éxito.
Cuántos obstáculos hubiéramos podido
encontrar, hasta los osbtáculos insuperables que a la
mayor virtud pone siempre la ambición o vanidad de la
naturaleza humana, nada han podido, ni han aparecido siquiera,
ante esta alma de redención que hoy nos consume y nos
inspira. Somos un ejercito de luz, y nada
prevalecerá contra nosotros. Nos queda por hacer lo que
sabemos que queda por hacer.."
Existe ya un sistema de
valores, conformado en la cultura, hecho conciencia, como
valencia social, expresado en término ideopolítico,
que si bien no agota el paradigma emancipador -existen otros
componentes de la subjetividad humana- que matiza una idea,
configura un ideal que impulsa, orienta y regula el hacer
práctico -espiritual, que "con la mano en la conciencia-
en el bello decir de Martí -pone ya la idea a las puertas
de la realidad: . En tales condiciones "el espíritu ha
cundido y los cubanos tienen fe… Nadie se lo pide; les nace
así de corazón…
Clubes-nuevos y pueblos, tiene el partido".
Es indudable la importancia de un paradigma, en tanto
modelo que
oriente racionalmente el pensamiento y
acción del quehacer social, político y cultural en
su connotación más integradora posible. El
paradigma martiano, marcado por su visión del mundo y del
hombre, por la experiencia americana y sobre todo por su
sabiduría política, como grande
hombre fundador, traza caminos, crea confianza, cultiva
razón y sentimiento y prepara conciencia para realizar el
ideal de la nación.
En fin, funda una cultura con alma política y un carácter
nacional henchido de patriotismo y amor
desinteresado, capaz de estructurar un programa de
liberación nacional, sobre bases nuevas.
El ideal de racionalidad martiana compendia en síntesis
conocimiento,
valor,
acción práctica y comunicación intersubjetiva, es decir, las
variadas formas en que el hombre asimila y reproduce
creadoramente la realidad material y espiritual; pero al mismo
tiempo, su
pensamiento y su obra en toda su integridad encarna un cuerpo
cultural de entraña política para realizar una
República próspera de naturaleza
ético-moral. Esto se
fundamenta en el hecho de que al Maestro le interesa sobre todo
la ascensión humana, el progreso socio -cultural del
hombre, como medio fundamental de realizar sus fines. No se trata
en modo alguno de una racionalidad instrumental de corte
pragmático y utilitarista, sino de racionalidad humana,
que sin menospreciar el
conocimiento, la ciencia, la
técnica, como medidas de desarrollo
cultural humano, sabe que a la raíz del hombre, ante todo
se llega revelando esas fibras, ocultas a veces, de su
subjetividad. Por eso hay que buscar y encontrar sin
vacilación el sentido humano, sobre todo, como vía
de acceso primario a la esencia social del hombre. Sin ello -y la
práctica corrobora la verdad del Maestro-, resulta
estéril, ineficaz e ilusorio todo proyecto. Es que la
ciencia, la
política, el derecho, el arte, etc. sin
motivaciones humanas, no realizan el ser esencial del hombre, no
se encarnan en el cuerpo de la cultura como medida de progreso y
desarrollo. Por eso Martí, no sólo hizo arte mayor,
sino política científica, de profunda hondura, de
alto vuelo social humano. En primer lugar, porque
comprendió el arte de dirigir, como un encargo social por
el bien de todos y no para acumular riquezas y obtener
privilegios, en segundo lugar, porque tomó partido por la
mayoría desheredada. Su gran obra política: la
creación del Partido Revolucionario Cubano, para hacer la
guerra
necesaria por la República, y todo su pensamiento
político en torno a Cuba y nuestra
América, fue eficaz y trascendió porque se
concibió y estructuró como empresa cultural
de las grandes masas. Y esto de por sí comporta un
concepto, una
idea en Martí: no existe política eficaz, al margen
de valores e ideales enraizados en la condición humana.
Con esto continúa la tradición del pensamiento
americano más genuino y revolucionario. Lo supera, en la
medida que echa suerte con los pobres y abre nuevas perspectivas
de enfoque y de discernimiento de la realidad política. Su
humanismo
revolucionario antiimperialista, expresión de un proceso de
continuidad y ruptura sintetiza y concreta su escala de
valores. Expresa el momento de máxima plenitud y madurez
de su pensamiento político revolucionario, en
correspondencia con los nuevos tiempos.
Sin embargo,su obra renovadora, revolucionaria, y
creadora no se reduce a la esfera de la relación
axiológica: ética –
política, en los marcos de su concepción
integradora de la cultura; pues si ciertamente Martí
produce un viraje revolucionario en los conceptos e ideas
políticas de su tiempo cubano y americano,
incluyendo la tabla de valores conque juzga y piensa la realidad,
también en la esfera de la estética, en relación estrecha con
la ética, muestra
originalidad y creación. Se trata no sólo de un
hombre de pensamiento y acción que conjuga en unidad
indisoluble misión y oficio, sino además de un
artista y de un creador. Esto naturalmente mitiza su
axiología con nuevos colores y
esencias, incluyendo su concepción de la subjetividad
humana y por su puesto la especificidad de la filosofía
que nuclea su cosmovisión. Política, ética y
estética y sus sistemas de
conocimiento y valor que les son consustanciales, tematizados en
Martí en una concepción integradora de la cultura,
dan expresión unitaria a su discurso y lo
dotan de modos apropiados y métodos
idóneos para aprehender el objeto en su dinámica y concreción.
Si ciertamente, la grandeza martiana como dirigente
revolucionario, deviene en gran medida del modo en que los
valores ético-morales permean y penetran lo
político, hasta concebirlo como empresa cultural humana de
las grandes masas lo ético y lo estético,
encarnando esta racionalidad conceptual propia del paradigma del
Maestro, imprimen una determinada especificidad a su
axiología. La vinculación estrecha de los valores
ético y estético en la axiología martiana,
en los marcos de una concepción unitaria de la cultura, en
tanto resultado de la actividad humana y medida del desarrollo
del hombre y la sociedad, abre
perspectivas nuevas para acceder a la realidad humana y conformar
un ideal de racionalidad, como proyecto emancipador que integra y
sustancia como sistema orgánico la verdad, el bien y la
belleza y junto con ello, el amor, la
libertad, la
justicia, el
honor, la felicidad, la virtud y la dignidad plena del hombre,
como valencias cualificadoras de la sociedad que preludia y se
esfuerza por realizar.
En el ideal de racionalidad martiano, los valores
ético y estético y político poseen un status
especial. Esto dimana, además de su misión y
oficio, de la singular concepción que posee de la cultura,
como resultado y despliegue de la actividad de las grandes masas.
Las determinaciones culturales -y los valores también lo
son -no constituyen un acto individual de aprehensión para
Martí, sino un proceso social que sin soslayar la
experiencia individual propia de cada sujeto, da primacía
al movimiento
social, en tanto realiza y legitima la acción de las
grandes masas. En esta dirección -en mi criterio- es posible
comprender la cosmovisión martiana de la subjetividad
humana, la axiología y la cultura
La inserción de los valores en la cultura – hecho
que en mi criterio ya casi nadie niega-y la concepción de
esta última como resultado social, del pueblo, funda en
Martí una idea nueva que determina una connotación
especial al elan humanista que le es intrínseco en su
pensamiento. Y esto se pone de manifiesto no sólo en la
relación ética -política, sino además
en la relación ética- estética y sus
mediaciones.
En primer lugar existe en Martí una
concepción de los valores, penetrada de un sentido de lo
real e histórico como proceso que evita que los piense y
aborde como arquetipos o a priori, sino como hacer humano. Por
eso el bien no es tal, porque es algo presupuesto como
verdadero, sino porque es bueno en la praxis social. La belleza
no es tal en tanto establecida extermamente, sino en tanto
acción bella dimanante del comportamiento
humano. Al igual que la verdad no es tal, como esencia
válida en sí misma, sino como expresión de
la realidad para el hombre. Esto no es practicismo, ni
negación de lo universalmente dado, sino sentido
práctico- valorativo, que busca, encuentra y proyecta los
valores en el hombre, haciendo historia, en su
acción y en la cultura, en que toma cuerpo
.Este concepto, de buscar los valores en la realidad, y
en su despliegue, como devenir cultural en y por el hombre, como
sujeto social, explica el sustrato ético- moral de la
estética y política martianas. En esto se basa su
tesis o
enjuiciamiento de Espronceda, que en el decir de Martí
pudo ser mártir, y no devino siquiera hombre.
Subrayo hombre, para destacar cómo en la axiología
del Maestro, la eticidad concreta, en las acciones del
hombre, constituye su medida, es decir, un parámetro
cualificador que define su status en tanto tal, y esto por
supuesto penetra toda su dimensión cultural-humana,
incluyendo expresiones concretas y valores. Y esta idea
está tan arraigada en él, que fluye también
en su labor magisterial, como maestro y educador. Tanto en su
correspondencia pública, como de naturaleza intima
Martí enseña, y los motivos de carácter
artístico siempre aparecen vinculados a la conducta
cívica del hombre. Como su motivo central es el hombre, en
toda su integridad, al abordar la esencia y las formas de
creación humana con arreglo a las leyes de la
belleza, en su discurso subyace también un mensaje de
carácter moral. El sabe que la belleza en sí,
aislada del verdadero ser existencial del hombre,resulta
superflua, estéril. En Martí la "belleza" externa,
desvinculada de una cultura de los sentimientos fundada en el
amor y la bondad,no constituye un valor definidor de la
naturaleza humana. Una personalidad,aunque "bella externamente" si no es
portadora de sentimientos nobles,de solidaridad
humana, desinterés, justicia, dignidad personal, no se
realiza como hombre y su conducta resulta rechazada por la propia
sociedad en que vive.
En la Edad de Oro, obra martiana dedicada a formar
hombres creadores, con ciencia y con conciencia, la
intención del Maestro se hace patente. "El
niño escribe Martí -ha de trabajar, de
andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño
puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno,
inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un
niño más bello que cuando trae en sus manecillas de
hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a
su hermana para que nadie se la ofenda…
En el lenguaje,
simple, sencillo, para niño, el mensaje ético –
humanista no falta,¿Cómo formar al hombre como
sujeto, con ciencia, creatividad y
con conciencia, si no se cultiva lo esencialmente humano: el
sentido del deber, la bondad, el amor al trabajo, en fin la
sensibilidad humana,capaz de transformar lo feo en bello?
Más que un simple mensaje es una clave cultural
paradigmática, que con visión preclara y de
meridiana lucidez, deviene obra fundadora. "Las cosas buenas –
dice Martí a los niños
en el último número de la Edad de Oro – se deben
hacer sin llamar al universo para que
lo vea a uno pasar. Se es bueno porque sí; y porque
allá adentro se siente como un gusto – continúa
Martí, identificando lo moral con lo estético-
cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los
demás. Eso es mejor que ser príncipe; ser
últil. Los niños debían echarse a llorar,
cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo, sin
que sirvan de algo"
Con esto, Martí no sólo evoca y predica la
necesidad de sembrar y cultivar humanidad en el hombre para que
nazca, eche raíces y se multiplique, sino además
funda una cultura de los valores, imprescindible para la
conviviencia social y para el propio despliegue de las
energías creadoras que el hombre lleva en sí y
desarrolla en función de
la sociedad. Así, refíriendo a Buda, enseña
a los niños, que no "se ha de reposar hasta que el alma
sea como una luz de aurora, que llene de claridad y hermosura al
mundo, y llore y padezca por todo lo triste que hay en él,
y se vea como médico y padre de todos los que tienen
razón de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba,
con un gusto tan puro que debe ser lo que se llama gloria y con
los brazos siempre abiertos"
Es que en Martí se capta el bien y la esfera
humana en general como medio y fin que supone e impulsa la
voluntad, y toda la subjetividad humana en el devenir social. Los
valores
morales devienen motivos catalizadores de creación,
originalidad y proyección. Es como si los valores
éticos y también estéticos se fundieran en
un todo único, interconexionado, al igual que los
restantes valores como componentes de la cultura.
La plasmación de la axiología como
coducta, inserta en la cultura en todos sus componentes
estructurales (valores) y sus expresiones jerárquicas, no
es una tarea fácil. Martí está consciente de
ello, y por eso da razones de la necesidad de que los valores
morales se conciban como medios, y fin
intrínsecos al devenir humano, como móviles de
perfección del hombre. Con esto, el bien, el deber, no
aparecen sólo como mandatos de la razón, como a
priori, sino que su realización y proyección deben
asumirse con satisfacción, con gusto, deseo,
pasión, amor y con espíritu de consagración.
Por eso no puede ser un fin ni un medio extrínsecos a la
naturaleza humana. Deben mover y despertar sensibilidad, que es
al mismo tiempo encontrar belleza, placer por la acción o
el deber cumplido. De lo contrario no devienen cultura diaria, ni
norma de actuación, ni se encarnan en convicción.
No se integran a la cultural.
He ahí la necesidad de comprender el por
qué Martí dimensiona el devenir humano como hecho
cultural, como empresa eminentemente moral, porque incluso, las
expresiones políticas, jurídicas, etc. si se fundan
en la cultura y son expresión auténtica del pueblo,
resultan bellas, despiertan sensibilidad y gusto estético.
Realmente, ante las alternativas; debo hacer esto, o me gusta
hacer esto, ¿cual de ella se asume?.Martí trata de
develar en la realidad, sobre toda las cosas, humanidad, que es
al mismo tiempo encontrar bondad y belleza en los actos humanos.
Es asumir lo bueno, lo justo, lo heroico, etc. como
manifestaciones bellas a plenitud, en tanto realizan la
naturaleza social humana.
En este sentido, la acción esencialmente humana
es heurísticas y adquiere una dimensión
estética, porque "sólo lo que del alma brota en
guerra, en elocuencia, en poesía
llega al alma" "(…) Nobles,- refiere a J. J. Palma -son pues,
sus musas; patria, verdad, amores…En un jardín, tus
versos serían violetas. En un bosque, madreselvas. No son
renglones que se suceden; son ondas de flores".
Ondas de flores que nacen de su amor patriótico, como
destellos que penetran la razón y los sentimientos y
"hacen caminos al andar". Crean, fundan, porque nacen del hombre
y su entorno social y porque son apropiación humana.
Convidan, se asumen, encuntran recepción porque despiertan
sentimientos, conceptos e ideas humanas. Con ello se convierten
en resortes para la acción y nuevos modos creadores y
originales de aprehensión.
Esta concepción martiana, al integrar los valores
en la cultura, como producción del hombre, en función de
la sociedad, sienta premisas teórico-metodológicas
para establecer jerarquías y niveles en cuanto a
determinaciones del quehacer humano se refiere. La unidad
indisoluble entre lo ético y lo estético y el lugar
que ocupa en los marcos de su axiología, responde en gran
medida al hecho de que Martí es un hombre de pensamiento y
acción, que une en su diario hacer misión y
oficio. Esto determina en él un concepto. "La
vida – escribe Martí a Joaquín Macal – debe ser
diaria, movible, útil; y el primer deber de un hombre de
estos días, es ser un hombre de su tiempo. No aplicar
teorías
ajenas, sino descubrir las propias. No estorbar a un país
con abstracciones, sino inquirir la manera de hacer
prácticas las útiles. Si de algo serví antes
de ahora, – enfatiza el Maestro- ya no me acuerdo: lo que yo
quiero es servir más. Mi oficio… es contar todo lo
bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y
hacer todo lo grande.. Vengo a ahogar mi dolor por estar luchando
en los campos de mi patria, en los consuelos de un trabajo
honrado, y en la preparaciones para un combate vigoroso"
.
En este sentido, la belleza con que Martí capta
la realidad y la obra humana, no dimana sólo de la prosa y
el verso de un artista, de un poeta, ni del magno discurso de un
escritor de talento mayor, ni del hombre hecho estilo, que tanto
exalta Unamuno, Sarmiento y Dario. Además de su oficio
-que ya es mucho para consagrarlo- existe una
misión redentora, un compromiso con la realidad de
su tiempo, con su bella isla y la América nuestra.
Sólo un oficio, por muy grande y trascendente que
sea, no es capaz de irradiar luz, "encender el entusiasmo por
todo lo noble" y revelar la grandeza humana en toda su magnitud.
La misión lo completa, lo dirige a la realidad concreta,
busca cauce de realización. Enseña que al deber
-ser no se accede a través del discurso, encerrado en
sí mismo, sino se requiere de la acción
práctica transformadora, capaz de subvertir la realidad
presente y proyectar y realizar lo que falta y exigen la
necesidad y los intereses de los hombres en el movimiento social.
Si se desconoce esto -en mi criterio- resulta imposible
comprender la obra martiana, incluyendo su filosofía y su
axiología. El paradigma martiano y el ideal de
racionalidad en que despliega, está mediado por
convicciones ideopolíticas revoluinarias tan profundas que
no le permiten soslayar las situaciones dramáticas en que
se consume y dirime el hombre y la sociedad, para dedicarse al
puro oficio de crear. Es que precisamente su magna obra creadora
"que pertenece a los "alumbrados", en el decir de Gabriela
Mistral; es un resultado de haber conjugado en inseparable
unidad, misión y oficio" (..) Martí,criatura
literaria completa, – enfatizó Gabriela Mistral – amaba
sus clásicos y amaba la poesía del pueblo, porque
el humanismo no lo disgustó de lo popular, ni lo elemental
lo invalidó para lo clásico… Pero el trance del
momento era duro, y Martí nos entregaba su poesía
verbal cortada aquí y allá del sollozo
patriótico o del puñetazo de fuego al
tirano"
Martí desintrancendentaliza, hace concretos los
valores en el instante mismo en que los trae al quehacer humano
-social, y le trasmite sentido práctico, razon,
inspiración y sensibidad" (…) y puso poesía
castellana- refiere a Antonio Sellén- cuanto hay de
enérgico y hermoso en los poetas nuevos. Ennobleció
el destierro con un trabajo constante, templado por un
carácter que no empañó nunca la malicia, y
embellecía la pasión por la hermosura ideal, que lo
tuvo siempre en un estado de
íntimo deleite; más grato que los goces volubles
del mundo. Era hombre de notable cultura y de juicio sagaz; pero
el corazón se le inflamaba, aún en los
últimos años, cuando veía volar un
pájaro libre sobre su cabeza, o deshacerse una nube por el
cielo azul…Fue tierno y sentido, y notable por la pureza de sus
deseos, el fervor de su caridad, humana, y sus simpatías
con todo lo ingenuo y poético del mundo"
Los valores que enseña, cultiva y transmite
Martí, tanto en su verso como en en su prosa, no son entes
abstractos, sino consustancial al despliegue humano, en fin,
integrados a una cultura de la razón y de los
sentimientos. Por eso en su discurso no sólo invoca y
busca valores
humanos, sino que los descubre. Pero en un "encontrar", que
es más que todo un ininterrumpido tránsito del ser
al deber -ser, como proyección humana, como
remisión a la imaginación y a la creatividad
cultural del hombre.
En esta dirección., a Martí no le interesa
tanto qué es el hombre y cuáles son los valores,
sino más que todo cómo deviene el hombre y su
naturaleza humana constituida en un sistema de valores
dinámicos, fluidos, en tanto expresión social.
Sólo a partir de esta concepción de los valores
adquieren trascendencia y vigencia. Trascienden porque son
valencias sociales y formas aprehensivas de conductas sociales
hechas cultura.
Esto no significa la existencia en Martí de una
actitud
nihilista hacia los valores universales, ni una concepción
practicista, pragmático -utilitarista de los mismos. Todo
lo contrario.
En su obra constantemente aparece la referencia a los
valores universales, a sus conceptos e ideas. Significa
simplemente que su concepción de los valores -por razones
ya explicadas y reiteradas- se funda en una intelección
propia, que se integra a la cultura del pueblo.
La inserción martiana de los valores como
atributos cualificadores de la subjetividad humana, integrada a
la cultura y como creatividad cultural social del hombre no
sólo explica los fundamentos de su trascendencia en la
axiología del Maestro. Da cuenta además de la
especificidad propia del filosofar martiano en término de
discurso vital, enérgico, siempre en función del
hombre y la sociedad. Explica también su genio visionario
para discernir la realidad presente y proyectar lo por venir.
Pone de manifiesto, su gran poder
revelador de esencia para ver más lejos y dimensionar
realidades que ante sus contemporáneos pasan inadvertidas.
Esto, por supuesto no tiene lugar sólo en su ideario
político -que ya de por sí le consagró y
devino jefe máximo e la guerra del 95 – sino en
múltiples aristas del quehacer humano. Su capacidad de
discernimiento humano para penetrar en determinadas
personalidades históricas y descubrir obras
paradigmáticas y fundadoras, también imprime
vigencia y trascendencia a los valores, y junto con ello
actualiza la memoria
histórica que es forjar y vitalizar la identidad
nacional y humana. El análisis de Luz y Caballero no es el
único caso, pero es demostrativo. Con una frase
lacónica, pero llena de sentimiento y razón lo
define: "sembró hombres"(…) demandó con la
fruición del sacrificio todo amor a sí y a las
pompas vanas de la vida, nada quiso ser para serlo todo, pues fue
Maestro y convirtió en una sola generación un
pueblo educado para la esclavitud en un
pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres… Supo
cuanto se sabía en su época; pero no para
enseñar que lo sabía, sino para transmitirlo".Y de
Mendive, con sólo una oración interrogativa da
vigencia y trascendencia a una tríada de valores que
Martí expone en un todo único revelador del bien,
la belleza y la verdad: "¿ Y cómo quiere que en
algunas líneas diga todo lo bueno y nuevo -interroga
Martí- que pudiera yo decir de aquél enamorado de
la belleza que la quería en las letras, como en las cosas
de la vida, y no escribó jamás sino sobre verdades
de su corazón y sobre penas de la patria?".
Obra fundadora y cultural en todo su sentido y
definición, también revela en Heredia, un modelo en
cuanto a definción valorativa se refiere. Un alma, una
virtud, devenida cultura de cubanía descubre en el cantor
del Niágara.¿" Cómo no habían de amar
las mujeres -pregunta Martí -con ternura a aquel que era
cuanto el alma superior de la mujer
aprisiona y seduce: delicado, intrépido, caballeroso,
vehemente, fiel, y por todo eso, más que por la
belleza, bello" Para quien no conozca la esencia del
humanismo martiano, la interrogante carcterizadora de Heredia
pasa inadevertida, no revela su espíritu creador ni la
dimensión cultural en que se sustenta también su
concepción de los valores morales, incluyendo el sentido
estético que la anima. La determinación moral no
deviene cauce prefiguranete rígido, al igual que su
connotación estética. Se advierte cómo
calidades morales, en síntesis, devinen expresiones
estéticas -define lo bello como compendio de rasgos
humanos, como delicado, intrépido, caballeroso, etc.- y
aunque paradójico, de la belleza, no deduce lo bello, sino
de cualidades ético – morales. Es que Martí -y esto
define en gran medida su discurso- piensa la realidad a partir
del hombre, la actividad humana y su determinación en la
cultura. Por eso no tiene que esforzarse para encontrar lo bello,
en la realidad; lo aprehende revela y fluye porque es al mismo
tiempo descubrir humanidad, contenido, sentido y potencialidades
humanas de realización. En ello existencia y conciencia
integran un proceso del devenir humano en la aprehensión
práctico -espiritual de la realidad.
Martí revela belleza en la realidad que asume
porque es sensible y posee humanidad, porque devela esencias,
interioridades del hombre y la sociedad trasuntadas en la
cultura. En este concepto resulta posible comprender por
qué se preocupa tanto por exaltar y dar vigencia a los
valores humanos encarnados en obras y hombres
paradigmáticos, así como el sentido de sus tesis de
que honrar honra: la cultura como condición de la
libertad; la pasión y la ternura como premisas de todo
proyecto humano y social, la virtud, el decoro y la dignidad,
como esencia consustancial al hombre.
En Heredia ve al "genio de noble República, a
quien sólo se le veía lo de rey cuando lo agotaba
la indignación o fulminaba el anatema contra los serviles
del mundo y los de su patria" Dando vigencia social y
trascedencia al modelo de valores que sintetiza Heredia,
define"… dos clases de hombre: los que andan de pie cara al
cielo, pidiendo que el consuelo de la modestia descienda sobre
los que viven sacándose la carne, por un pan más o
pan menos, a dentelladas, y levantándose por ir de sortija
de brillante, sobre la sepultura de su honra: y otra clase de
hombre, que van de hinojos, besando a los grandes de la tierra el
manto"
En la axiología martiana hay optimismo como todo
humanista que confia en el hombre y en sus posibilidades de
perfeccionamiento y creación; pero no un optimismo
exacerbado que soslaya los atributos negativos de las acciones y
conductas humanas .Estos atributos son asumidos de modo
crítico y estigmatizados al mismo tiempo como no
inherentes a lo verdaderamente humano y como males que no se
integran a la cultura. Sin embargo, como maestro al fin, y hombre
fundador, no sólo critica el mal, sino además y
sobre todo proclama el bien y lo cultiva para que prevalezca. El
sabe que"… odian los hombres y ven como a enemigo al que con su
virtud le echa involuntariamente en rostro que carecen de ella…
Y es necesario e incuestinable para Martí actuar con
respeto y
humanidad para no herir sensibilidades. Cuando se le ofende al
hombre su decoro y dignidad que es al mismo tiempo befar su
integridad humana, más que cultivar en él el
bien, lo bello, lo verdadero; valores permanentes en la
humanidad del hombre, se mata su naturaleza humana y las
"semillas dormidas" que siempre esperan terreno propicio para
germinar. Se trata entonces -según el espíritu y el
mensaje que anima la axiología martiana- de obrar con
humanidad para que crezca y se imponga sobre la maldad, el
egoísmo y todo lo que de animalidad-concebida por
Martí como no permanente, sino transitorio – pueda
anidarse en el hombre. Esta concepción axiológica
está enraizada en el hombre y en la confianza de la
"grandeza de sus entrañas, pero ello evoluciona, como
parte esencial del todo, en correspodencia con la evolución de la totalidad de su
pensamiento. Si ciertamente son los valores el núcleo
central que lo anima durante toda su vida, en la etapa de madurez
teórica e ideológica, aparecen nuevas mediaciones y
matices que la hacen más concreta. Es fácil
encontrar en Martí, en cualquiera de sus etapas evolutivas
de desarrollo, la búsqueda de la ley del progreso
del hombre, sobre la base de las fuerzas que lleva en sí y
que sólo precisa revelarlas y cultivarlas. En esta
concepción, la impronta del naturalismo romántico
está presente con sus especificades, incluyendo su
concepción unitaria del ser y los valores del hombre; sin
embargo, el hombre para el Maestro, es lógica
y providencia de la humanidad, es decir, es sujeto. Con esto
establece a límites,
que rebasan los marcos de las influencias y transita y accede
nuevos niveles de la realidad, o sea, al naturalismo – sin
desecharlo- se impone el papel de la
subjetividad, de la actividad humana, en fin, de la
axiología de la acción.
Por otra parte, junto a la radicalización de su
pensamiento político – si bien el núcelo central de
su axiología, permanece – los valores y las valoraciones
adquieren más concreción en cuanto al alcance y
proyecciones sociales se refiere. Así, en Patria 8 de
diciembre de l894, refiriendo al pintor cubano Juaquin Tejada
después de señalar la dicha de ser de nuestra
patria; señala: "el mundo es patético, y el artista
mejor no es quien lo cuelga y racama, de modo que solo se le vea
el raso y el oro, y pinta amable el pecado oneroso, y mueve a fe
inmoral en el lujo y la desdicha, sino quien usa el don de
componer, con la palabra, o los colores de modo que se vea la
pena del mundo, y quede el hombre movido a su remedio. Mientras
halla un antro, no hay derecho al sol".
Estas ideas recuerdan su critica al "realismo"
positivista en el arte, de su etapa de México o
del Liceo de Guanabacoa, pero ahora con mayor alcance social, lo
cual se pone de manifiesto en la propia valoración que
hace del artista cubano. "Amese -escribe Martí- puesto que
ama al hombre, al artista nuevo de Cuba, al que padece
de la pena humana, y no tiene pinceles para los vanos y
culpables de la tierra, sino
para los adoloridos y creadores".
Hay un reclamo de amor hacia el pintor cubano por
Martí, no sólo porque ama al hombre y padece de la
pena humana- que para algunos pudiera parecer abstracto – sino
porque no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra,
sino para los adoloridos y creadores.
Continúa Martí buscando la ley del
progreso humano y sus valores pero apareceen nuevas vías
de acceso de penetración en la esencia del problema. Hay
una toma de partido por un sector de hombre que considera sujeto
verdadero de realización humana: los adoloridos y
creadores, los desdichados y los mansos, en fin, los humildes,
las grandes masas del pueblo, y con ellas echa suerte.
Ya no se trata como en Luz -lo que no resta valor al
Maestro de todas las ciencias-,
preparar la juventud de la
clase de los hacendados para ganar la libertad", pues la guerra
del 68 ha transformado el estado de
cosas y engendrado nuevos sujetos. El problema es otro y
Martí tiene conciencia de ello. El pueblo, las grandes
masas han devenido sujeto portadores del ideal emancipador y a
dicho sujeto se dirige el discurso del Maestro.
Su labor conciliadora de fuerza, en pos de la unidad en
torno al Partido Revolucionario Cubano, y su República
proyectada "con todos y para el bien de todos", encarna el ideal
de las grandes masas. Su proclama: "Somos los pinos nuevos",
expresa ese nuevo concepto del sujeto de la revolución.
Esta concepción, resultado de un proceso
histórico, con todas sus mediaciones, determinantes y
condicionamientos, influye en la orientación y alcance
social de la axiología martiana. Es un elemento esencial,
sobre el cual se funda la inserción de los valores en la
cultura, entendida ésta como producción social y
medida del desarrollo. Esto naturalmente encuentra
expresión real en la concepción de la
revolución y absoluta confianza en sus portadores". "La
revolución en Cuba- escribe Martí- no es una
tiranía; es el alma de la Isla. No es una
conpiración: es el consentmiento táctico y
unánime de lo más viril y puro del país: el
actual movimiento revolucionario no tiene su fuego en el trato
secreto con éste o aquel núcleo de revolucionarios
conocidos, sino en la confianza que ha logrado inspirar a la gran
masa, a la masa de rifle y corazón, en la espera sorda y
crecimiento de lo bueno y bravo de Cuba… En el ánimo de
la Isla se ha trabajado, no en el compromiso de esta o aquella
cabeza conocida… El espíritu del país es nuestro
cómplice…
La concepción martiana de la revolución y
su proyección programática emana de un nuevo ideal
de racionalidad que deviene autoconciencia cultural de nuevos
sujetos. Por eso más que un acontecimiento polítido
puro, es una empresa
cultural, donde lo político, lo ético y lo
estético se interpenetran e implican
recíprocamente.
Al mismo tiempo, su axiología se inserta a una
concepción cultural concreta. Fija una obra humana en
tiempo y espacio y afincada en un proyecto emancipador de
naturaleza nueva y legítmos propósitos: "(…)crear
un pueblo nuevo, sobre la ruina moral de la colonia, con las
virtudes desenvueltas en el esfuerzo continuo por echarla
abajo"
Pero no se queda aquí, fija posiciones y emite
juicios valorativos, que dan cuenta de un sesgo diferenciador y
específico. "Los cobardes -escribe Martí- temen
hacer justicias y a decir la verdad de los pobres. De las
entrañas, conmovidos aún de tanta grandeza ha de
brotar, para esperanza de Cuba, la verdad de los pobres.! Tu
pueblo, Oh patria, no necesita más que amor!- y la guerra,
lo que tu pueblo le ha dado."
"La verdad de los pobres, para esperanza de Cuba",
deviene en Martí contenido práctico y sentido de su
proyecto político- cultural de inagotable valor
heurístico. No se trata de una frase más. Expresa
un concepto, que asume un sujeto y lo define como fuerza
propulsora de creación y revolución, de cuyo
desenvolvimiento y despliegue depende el destino de Cuba. Esta
idea no es sólo una expresión política,
encierra un contenido cultural de largo alcance y hondura
teórica. Por eso abre nuevos cauces de realización
al ideal preludiado, y nuevas mediaciones a su pensamiento
axiológico. Un pensamiento que arrancando de la naturaleza
social del hombre, y la cultura, funda su ideal de racionalidad
humana. Y esta idea referente a la esencia social de la cultura y
del hombre, más que premisa es núcleo
interpretativo para comprender en su justa razón el
discurso de Martí y su tematización esencial en la
axiología. El Martí axiólogo por antonomasia
no surge por generación espontánea. Su discurso que
integra en unidad inseperable misión y oficio, asume como
problema central la ley del progreso humano, la ascensión
del hombre, su trascendencia y encuentra en los valores
vías de acceso y cauces culturales de revelación y
cultivos humanos.
Tanto su oficio como artista, creador, Maestro; como su
misión encarnados en un ideal de redención humana,
determinan en gran medida el fundamento axiológico de su
pensamiento.
A Martí – y su obra lo atestigua- ningún
valor humano le resultó extraño. En su
axiología, están presentes valores de
carácter científicos, filosóficos
jurídicos, políticos, económicos,
religiosos, lógicos éticos, estético, etc.
así como su permanente propósito de darle vigencia
social y trascendencia.
Es indudable que estamos en presencia de un humanismo
auténtico, que parte de las raíces -la
revelación del ser de nuestra América- y da cuenta
de ellas con ímpetu ecuménico. De un humanismo
fundador trascendente, cuya racionalidad humana -sin perder de
vista las múltiples aristas de la espiritualidad del
hombre -encuentra en los valores y la cultura sus cauces supremos
de realización, en términos de una axiología
de la acción, cimentada en una ética concreta del
devenir humano.
En los momentos actuales, cuando el escepticismo
histórico cunde y pulula en la arena internacional, cuando
no faltan los intentos de negar la historia, los valores, la
cultura, la tradición, la memoria
histórica, la razón, los proyectos de
emancipación social y el progreso, la racionalidad se
impone como necesidad de preservar no sólo la identidad
nacional, sino también la identidad humana. En tales
condiciones, el programa pedagógico martiano y el ideal de
reacionalidad que le es consustancial, adquieren más que
nunca contemporaneidad y vigencia social.
Su pensamiento – una eterna poesía de amor, de
lucha, de dación humana y consagración social-
continuará alumbrando el camino del hombre. Su desbordante
espiritualidad seguirá siendo fuente nutrícia de
aprehensiones y sueños, "!Con luz de
estrellas!"
Rigoberto Pupo