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Humanismo y valores en José Martí




Enviado por rpupo



    En la obra filosófica martiana no existe una
    axiología sistematizada. Más que
    teorizar sobre los valores el
    Apóstol se preocupa por encontrarlos y cultivarlos en la
    conducta del
    hombre, como
    medio de ascensión humana.

    Sin embargo, es posible revelar en su ideario humanista
    un conjunto unitario de valores, coherentemente estructurado en
    torno a la
    persona
    humana, su razón del ser y los modos de conducirla a su
    humanidad creciente.

    Los valores en Martí son modos esenciales del
    devenir del hombre en su naturaleza
    social, integrados en la cultura, a
    manera de formas de existencia del ser humano y sus necesidades
    materiales y
    espirituales.

    Así, los valores, en su fundamento sociocultural
    y encarnados en la cultura tematizan el contenido esencial del
    ideal martiano de racionalidad humana. Se trata de una
    axiología de la acción que va a la raíz del
    hombre porque sabe de su grandeza interior. De una eticidad
    concreta que busca el hombre
    futuro en el hombre actual con pasión y fe y con
    sorprendente consagración heroica, animada por una
    misión
    redentora fundada en el pueblo y un oficio que identifica la
    belleza con la humanidad del hombre y la bondad con la
    dación desinteresada

    El programa
    humanista martiano, fundado en la axiología de la
    acción, se concreta en un paradigma de
    racionalidad humana, cualificado como autoconciencia de la
    cultura. Tanto en la revelación del ser existencial de
    nuestra América, como en su determinación
    especial en las condiciones de su patria, José
    Martí funda un paradigma de emancipación humana y
    redención social, cuyo despliegue está mediado por
    un sustrato socio -cultural humanista que imprime racionalidad y
    verdad a su proyecto
    político. Es que en el paradigma martiano, los valores
    éticos y políticos se integran en un nivel tal de
    concreción que prácticamente se identifican. Por
    eso, más que encarnación individual, son conciencia de su
    necesidad y eficacia. Esto
    impregna optimismo, fuerza y
    vitalidad a la empresa
    emancipadora. Y Martí, ya en los albores de la contienda,
    como expresión del pueblo lo siente, lo sabe.
    "Jamás fue tanta nuestra virtud -escribe el Maestro- tan
    compacta nuestra acción, tan cercano nuestro esfuerzo, tan
    probable nuestro éxito.
    Cuántos obstáculos hubiéramos podido
    encontrar, hasta los osbtáculos insuperables que a la
    mayor virtud pone siempre la ambición o vanidad de la
    naturaleza humana, nada han podido, ni han aparecido siquiera,
    ante esta alma de redención que hoy nos consume y nos
    inspira. Somos un ejercito de luz, y nada
    prevalecerá contra nosotros. Nos queda por hacer lo que
    sabemos que queda por hacer.."

    Existe ya un sistema de
    valores, conformado en la cultura, hecho conciencia, como
    valencia social, expresado en término ideopolítico,
    que si bien no agota el paradigma emancipador -existen otros
    componentes de la subjetividad humana- que matiza una idea,
    configura un ideal que impulsa, orienta y regula el hacer
    práctico -espiritual, que "con la mano en la conciencia-
    en el bello decir de Martí -pone ya la idea a las puertas
    de la realidad: . En tales condiciones "el espíritu ha
    cundido y los cubanos tienen fe… Nadie se lo pide; les nace
    así de corazón
    Clubes-nuevos y pueblos, tiene el partido".

    Es indudable la importancia de un paradigma, en tanto
    modelo que
    oriente racionalmente el pensamiento y
    acción del quehacer social, político y cultural en
    su connotación más integradora posible. El
    paradigma martiano, marcado por su visión del mundo y del
    hombre, por la experiencia americana y sobre todo por su
    sabiduría política, como grande
    hombre fundador, traza caminos, crea confianza, cultiva
    razón y sentimiento y prepara conciencia para realizar el
    ideal de la nación.
    En fin, funda una cultura con alma política y un carácter
    nacional henchido de patriotismo y amor
    desinteresado, capaz de estructurar un programa de
    liberación nacional, sobre bases nuevas.

    El ideal de racionalidad martiana compendia en síntesis
    conocimiento,
    valor,
    acción práctica y comunicación intersubjetiva, es decir, las
    variadas formas en que el hombre asimila y reproduce
    creadoramente la realidad material y espiritual; pero al mismo
    tiempo, su
    pensamiento y su obra en toda su integridad encarna un cuerpo
    cultural de entraña política para realizar una
    República próspera de naturaleza
    ético-moral. Esto se
    fundamenta en el hecho de que al Maestro le interesa sobre todo
    la ascensión humana, el progreso socio -cultural del
    hombre, como medio fundamental de realizar sus fines. No se trata
    en modo alguno de una racionalidad instrumental de corte
    pragmático y utilitarista, sino de racionalidad humana,
    que sin menospreciar el
    conocimiento, la ciencia, la
    técnica, como medidas de desarrollo
    cultural humano, sabe que a la raíz del hombre, ante todo
    se llega revelando esas fibras, ocultas a veces, de su
    subjetividad. Por eso hay que buscar y encontrar sin
    vacilación el sentido humano, sobre todo, como vía
    de acceso primario a la esencia social del hombre. Sin ello -y la
    práctica corrobora la verdad del Maestro-, resulta
    estéril, ineficaz e ilusorio todo proyecto. Es que la
    ciencia, la
    política, el derecho, el arte, etc. sin
    motivaciones humanas, no realizan el ser esencial del hombre, no
    se encarnan en el cuerpo de la cultura como medida de progreso y
    desarrollo. Por eso Martí, no sólo hizo arte mayor,
    sino política científica, de profunda hondura, de
    alto vuelo social humano. En primer lugar, porque
    comprendió el arte de dirigir, como un encargo social por
    el bien de todos y no para acumular riquezas y obtener
    privilegios, en segundo lugar, porque tomó partido por la
    mayoría desheredada. Su gran obra política: la
    creación del Partido Revolucionario Cubano, para hacer la
    guerra
    necesaria por la República, y todo su pensamiento
    político en torno a Cuba y nuestra
    América, fue eficaz y trascendió porque se
    concibió y estructuró como empresa cultural
    de las grandes masas. Y esto de por sí comporta un
    concepto, una
    idea en Martí: no existe política eficaz, al margen
    de valores e ideales enraizados en la condición humana.
    Con esto continúa la tradición del pensamiento
    americano más genuino y revolucionario. Lo supera, en la
    medida que echa suerte con los pobres y abre nuevas perspectivas
    de enfoque y de discernimiento de la realidad política. Su
    humanismo
    revolucionario antiimperialista, expresión de un proceso de
    continuidad y ruptura sintetiza y concreta su escala de
    valores. Expresa el momento de máxima plenitud y madurez
    de su pensamiento político revolucionario, en
    correspondencia con los nuevos tiempos.

    Sin embargo,su obra renovadora, revolucionaria, y
    creadora no se reduce a la esfera de la relación
    axiológica: ética
    política, en los marcos de su concepción
    integradora de la cultura; pues si ciertamente Martí
    produce un viraje revolucionario en los conceptos e ideas
    políticas de su tiempo cubano y americano,
    incluyendo la tabla de valores conque juzga y piensa la realidad,
    también en la esfera de la estética, en relación estrecha con
    la ética, muestra
    originalidad y creación. Se trata no sólo de un
    hombre de pensamiento y acción que conjuga en unidad
    indisoluble misión y oficio, sino además de un
    artista y de un creador. Esto naturalmente mitiza su
    axiología con nuevos colores y
    esencias, incluyendo su concepción de la subjetividad
    humana y por su puesto la especificidad de la filosofía
    que nuclea su cosmovisión. Política, ética y
    estética y sus sistemas de
    conocimiento y valor que les son consustanciales, tematizados en
    Martí en una concepción integradora de la cultura,
    dan expresión unitaria a su discurso y lo
    dotan de modos apropiados y métodos
    idóneos para aprehender el objeto en su dinámica y concreción.

    Si ciertamente, la grandeza martiana como dirigente
    revolucionario, deviene en gran medida del modo en que los
    valores ético-morales permean y penetran lo
    político, hasta concebirlo como empresa cultural humana de
    las grandes masas lo ético y lo estético,
    encarnando esta racionalidad conceptual propia del paradigma del
    Maestro, imprimen una determinada especificidad a su
    axiología. La vinculación estrecha de los valores
    ético y estético en la axiología martiana,
    en los marcos de una concepción unitaria de la cultura, en
    tanto resultado de la actividad humana y medida del desarrollo
    del hombre y la sociedad, abre
    perspectivas nuevas para acceder a la realidad humana y conformar
    un ideal de racionalidad, como proyecto emancipador que integra y
    sustancia como sistema orgánico la verdad, el bien y la
    belleza y junto con ello, el amor, la
    libertad, la
    justicia, el
    honor, la felicidad, la virtud y la dignidad plena del hombre,
    como valencias cualificadoras de la sociedad que preludia y se
    esfuerza por realizar.

    En el ideal de racionalidad martiano, los valores
    ético y estético y político poseen un status
    especial. Esto dimana, además de su misión y
    oficio, de la singular concepción que posee de la cultura,
    como resultado y despliegue de la actividad de las grandes masas.
    Las determinaciones culturales -y los valores también lo
    son -no constituyen un acto individual de aprehensión para
    Martí, sino un proceso social que sin soslayar la
    experiencia individual propia de cada sujeto, da primacía
    al movimiento
    social, en tanto realiza y legitima la acción de las
    grandes masas. En esta dirección -en mi criterio- es posible
    comprender la cosmovisión martiana de la subjetividad
    humana, la axiología y la cultura

    La inserción de los valores en la cultura – hecho
    que en mi criterio ya casi nadie niega-y la concepción de
    esta última como resultado social, del pueblo, funda en
    Martí una idea nueva que determina una connotación
    especial al elan humanista que le es intrínseco en su
    pensamiento. Y esto se pone de manifiesto no sólo en la
    relación ética -política, sino además
    en la relación ética- estética y sus
    mediaciones.

    En primer lugar existe en Martí una
    concepción de los valores, penetrada de un sentido de lo
    real e histórico como proceso que evita que los piense y
    aborde como arquetipos o a priori, sino como hacer humano. Por
    eso el bien no es tal, porque es algo presupuesto como
    verdadero, sino porque es bueno en la praxis social. La belleza
    no es tal en tanto establecida extermamente, sino en tanto
    acción bella dimanante del comportamiento
    humano. Al igual que la verdad no es tal, como esencia
    válida en sí misma, sino como expresión de
    la realidad para el hombre. Esto no es practicismo, ni
    negación de lo universalmente dado, sino sentido
    práctico- valorativo, que busca, encuentra y proyecta los
    valores en el hombre, haciendo historia, en su
    acción y en la cultura, en que toma cuerpo

    .Este concepto, de buscar los valores en la realidad, y
    en su despliegue, como devenir cultural en y por el hombre, como
    sujeto social, explica el sustrato ético- moral de la
    estética y política martianas. En esto se basa su
    tesis o
    enjuiciamiento de Espronceda, que en el decir de Martí
    pudo ser mártir, y no devino siquiera hombre.
    Subrayo hombre, para destacar cómo en la axiología
    del Maestro, la eticidad concreta, en las acciones del
    hombre, constituye su medida, es decir, un parámetro
    cualificador que define su status en tanto tal, y esto por
    supuesto penetra toda su dimensión cultural-humana,
    incluyendo expresiones concretas y valores. Y esta idea
    está tan arraigada en él, que fluye también
    en su labor magisterial, como maestro y educador. Tanto en su
    correspondencia pública, como de naturaleza intima
    Martí enseña, y los motivos de carácter
    artístico siempre aparecen vinculados a la conducta
    cívica del hombre. Como su motivo central es el hombre, en
    toda su integridad, al abordar la esencia y las formas de
    creación humana con arreglo a las leyes de la
    belleza, en su discurso subyace también un mensaje de
    carácter moral. El sabe que la belleza en sí,
    aislada del verdadero ser existencial del hombre,resulta
    superflua, estéril. En Martí la "belleza" externa,
    desvinculada de una cultura de los sentimientos fundada en el
    amor y la bondad,no constituye un valor definidor de la
    naturaleza humana. Una personalidad,aunque "bella externamente" si no es
    portadora de sentimientos nobles,de solidaridad
    humana, desinterés, justicia, dignidad personal, no se
    realiza como hombre y su conducta resulta rechazada por la propia
    sociedad en que vive.

    En la Edad de Oro, obra martiana dedicada a formar
    hombres creadores, con ciencia y con conciencia, la
    intención del Maestro se hace patente. "El
    niño escribe Martí -ha de trabajar, de
    andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño
    puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno,
    inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un
    niño más bello que cuando trae en sus manecillas de
    hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a
    su hermana para que nadie se la ofenda…

    En el lenguaje,
    simple, sencillo, para niño, el mensaje ético –
    humanista no falta,¿Cómo formar al hombre como
    sujeto, con ciencia, creatividad y
    con conciencia, si no se cultiva lo esencialmente humano: el
    sentido del deber, la bondad, el amor al trabajo, en fin la
    sensibilidad humana,capaz de transformar lo feo en bello?
    Más que un simple mensaje es una clave cultural
    paradigmática, que con visión preclara y de
    meridiana lucidez, deviene obra fundadora. "Las cosas buenas –
    dice Martí a los niños
    en el último número de la Edad de Oro – se deben
    hacer sin llamar al universo para que
    lo vea a uno pasar. Se es bueno porque sí; y porque
    allá adentro se siente como un gusto – continúa
    Martí, identificando lo moral con lo estético-
    cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los
    demás. Eso es mejor que ser príncipe; ser
    últil. Los niños debían echarse a llorar,
    cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo, sin
    que sirvan de algo"

    Con esto, Martí no sólo evoca y predica la
    necesidad de sembrar y cultivar humanidad en el hombre para que
    nazca, eche raíces y se multiplique, sino además
    funda una cultura de los valores, imprescindible para la
    conviviencia social y para el propio despliegue de las
    energías creadoras que el hombre lleva en sí y
    desarrolla en función de
    la sociedad. Así, refíriendo a Buda, enseña
    a los niños, que no "se ha de reposar hasta que el alma
    sea como una luz de aurora, que llene de claridad y hermosura al
    mundo, y llore y padezca por todo lo triste que hay en él,
    y se vea como médico y padre de todos los que tienen
    razón de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba,
    con un gusto tan puro que debe ser lo que se llama gloria y con
    los brazos siempre abiertos"

    Es que en Martí se capta el bien y la esfera
    humana en general como medio y fin que supone e impulsa la
    voluntad, y toda la subjetividad humana en el devenir social. Los
    valores
    morales devienen motivos catalizadores de creación,
    originalidad y proyección. Es como si los valores
    éticos y también estéticos se fundieran en
    un todo único, interconexionado, al igual que los
    restantes valores como componentes de la cultura.

    La plasmación de la axiología como
    coducta, inserta en la cultura en todos sus componentes
    estructurales (valores) y sus expresiones jerárquicas, no
    es una tarea fácil. Martí está consciente de
    ello, y por eso da razones de la necesidad de que los valores
    morales se conciban como medios, y fin
    intrínsecos al devenir humano, como móviles de
    perfección del hombre. Con esto, el bien, el deber, no
    aparecen sólo como mandatos de la razón, como a
    priori, sino que su realización y proyección deben
    asumirse con satisfacción, con gusto, deseo,
    pasión, amor y con espíritu de consagración.
    Por eso no puede ser un fin ni un medio extrínsecos a la
    naturaleza humana. Deben mover y despertar sensibilidad, que es
    al mismo tiempo encontrar belleza, placer por la acción o
    el deber cumplido. De lo contrario no devienen cultura diaria, ni
    norma de actuación, ni se encarnan en convicción.
    No se integran a la cultural.

    He ahí la necesidad de comprender el por
    qué Martí dimensiona el devenir humano como hecho
    cultural, como empresa eminentemente moral, porque incluso, las
    expresiones políticas, jurídicas, etc. si se fundan
    en la cultura y son expresión auténtica del pueblo,
    resultan bellas, despiertan sensibilidad y gusto estético.
    Realmente, ante las alternativas; debo hacer esto, o me gusta
    hacer esto, ¿cual de ella se asume?.Martí trata de
    develar en la realidad, sobre toda las cosas, humanidad, que es
    al mismo tiempo encontrar bondad y belleza en los actos humanos.
    Es asumir lo bueno, lo justo, lo heroico, etc. como
    manifestaciones bellas a plenitud, en tanto realizan la
    naturaleza social humana.

    En este sentido, la acción esencialmente humana
    es heurísticas y adquiere una dimensión
    estética, porque "sólo lo que del alma brota en
    guerra, en elocuencia, en poesía
    llega al alma" "(…) Nobles,- refiere a J. J. Palma -son pues,
    sus musas; patria, verdad, amores…En un jardín, tus
    versos serían violetas. En un bosque, madreselvas. No son
    renglones que se suceden; son ondas de flores".
    Ondas de flores que nacen de su amor patriótico, como
    destellos que penetran la razón y los sentimientos y
    "hacen caminos al andar". Crean, fundan, porque nacen del hombre
    y su entorno social y porque son apropiación humana.
    Convidan, se asumen, encuntran recepción porque despiertan
    sentimientos, conceptos e ideas humanas. Con ello se convierten
    en resortes para la acción y nuevos modos creadores y
    originales de aprehensión.

    Esta concepción martiana, al integrar los valores
    en la cultura, como producción del hombre, en función de
    la sociedad, sienta premisas teórico-metodológicas
    para establecer jerarquías y niveles en cuanto a
    determinaciones del quehacer humano se refiere. La unidad
    indisoluble entre lo ético y lo estético y el lugar
    que ocupa en los marcos de su axiología, responde en gran
    medida al hecho de que Martí es un hombre de pensamiento y
    acción, que une en su diario hacer misión y
    oficio. Esto determina en él un concepto. "La
    vida – escribe Martí a Joaquín Macal – debe ser
    diaria, movible, útil; y el primer deber de un hombre de
    estos días, es ser un hombre de su tiempo. No aplicar
    teorías
    ajenas, sino descubrir las propias. No estorbar a un país
    con abstracciones, sino inquirir la manera de hacer
    prácticas las útiles. Si de algo serví antes
    de ahora, – enfatiza el Maestro- ya no me acuerdo: lo que yo
    quiero es servir más. Mi oficio… es contar todo lo
    bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y
    hacer todo lo grande.. Vengo a ahogar mi dolor por estar luchando
    en los campos de mi patria, en los consuelos de un trabajo
    honrado, y en la preparaciones para un combate vigoroso"
    .

    En este sentido, la belleza con que Martí capta
    la realidad y la obra humana, no dimana sólo de la prosa y
    el verso de un artista, de un poeta, ni del magno discurso de un
    escritor de talento mayor, ni del hombre hecho estilo, que tanto
    exalta Unamuno, Sarmiento y Dario. Además de su oficio
    -que ya es mucho para consagrarlo- existe una
    misión redentora, un compromiso con la realidad de
    su tiempo, con su bella isla y la América nuestra.
    Sólo un oficio, por muy grande y trascendente que
    sea, no es capaz de irradiar luz, "encender el entusiasmo por
    todo lo noble" y revelar la grandeza humana en toda su magnitud.
    La misión lo completa, lo dirige a la realidad concreta,
    busca cauce de realización. Enseña que al deber
    -ser no se accede a través del discurso, encerrado en
    sí mismo, sino se requiere de la acción
    práctica transformadora, capaz de subvertir la realidad
    presente y proyectar y realizar lo que falta y exigen la
    necesidad y los intereses de los hombres en el movimiento social.
    Si se desconoce esto -en mi criterio- resulta imposible
    comprender la obra martiana, incluyendo su filosofía y su
    axiología. El paradigma martiano y el ideal de
    racionalidad en que despliega, está mediado por
    convicciones ideopolíticas revoluinarias tan profundas que
    no le permiten soslayar las situaciones dramáticas en que
    se consume y dirime el hombre y la sociedad, para dedicarse al
    puro oficio de crear. Es que precisamente su magna obra creadora
    "que pertenece a los "alumbrados", en el decir de Gabriela
    Mistral; es un resultado de haber conjugado en inseparable
    unidad, misión y oficio" (..) Martí,criatura
    literaria completa, – enfatizó Gabriela Mistral – amaba
    sus clásicos y amaba la poesía del pueblo, porque
    el humanismo no lo disgustó de lo popular, ni lo elemental
    lo invalidó para lo clásico… Pero el trance del
    momento era duro, y Martí nos entregaba su poesía
    verbal cortada aquí y allá del sollozo
    patriótico o del puñetazo de fuego al
    tirano"

    Martí desintrancendentaliza, hace concretos los
    valores en el instante mismo en que los trae al quehacer humano
    -social, y le trasmite sentido práctico, razon,
    inspiración y sensibidad" (…) y puso poesía
    castellana- refiere a Antonio Sellén- cuanto hay de
    enérgico y hermoso en los poetas nuevos. Ennobleció
    el destierro con un trabajo constante, templado por un
    carácter que no empañó nunca la malicia, y
    embellecía la pasión por la hermosura ideal, que lo
    tuvo siempre en un estado de
    íntimo deleite; más grato que los goces volubles
    del mundo. Era hombre de notable cultura y de juicio sagaz; pero
    el corazón se le inflamaba, aún en los
    últimos años, cuando veía volar un
    pájaro libre sobre su cabeza, o deshacerse una nube por el
    cielo azul…Fue tierno y sentido, y notable por la pureza de sus
    deseos, el fervor de su caridad, humana, y sus simpatías
    con todo lo ingenuo y poético del mundo"

    Los valores que enseña, cultiva y transmite
    Martí, tanto en su verso como en en su prosa, no son entes
    abstractos, sino consustancial al despliegue humano, en fin,
    integrados a una cultura de la razón y de los
    sentimientos. Por eso en su discurso no sólo invoca y
    busca valores
    humanos, sino que los descubre. Pero en un "encontrar", que
    es más que todo un ininterrumpido tránsito del ser
    al deber -ser, como proyección humana, como
    remisión a la imaginación y a la creatividad
    cultural del hombre.

    En esta dirección., a Martí no le interesa
    tanto qué es el hombre y cuáles son los valores,
    sino más que todo cómo deviene el hombre y su
    naturaleza humana constituida en un sistema de valores
    dinámicos, fluidos, en tanto expresión social.
    Sólo a partir de esta concepción de los valores
    adquieren trascendencia y vigencia. Trascienden porque son
    valencias sociales y formas aprehensivas de conductas sociales
    hechas cultura.

    Esto no significa la existencia en Martí de una
    actitud
    nihilista hacia los valores universales, ni una concepción
    practicista, pragmático -utilitarista de los mismos. Todo
    lo contrario.

    En su obra constantemente aparece la referencia a los
    valores universales, a sus conceptos e ideas. Significa
    simplemente que su concepción de los valores -por razones
    ya explicadas y reiteradas- se funda en una intelección
    propia, que se integra a la cultura del pueblo.

    La inserción martiana de los valores como
    atributos cualificadores de la subjetividad humana, integrada a
    la cultura y como creatividad cultural social del hombre no
    sólo explica los fundamentos de su trascendencia en la
    axiología del Maestro. Da cuenta además de la
    especificidad propia del filosofar martiano en término de
    discurso vital, enérgico, siempre en función del
    hombre y la sociedad. Explica también su genio visionario
    para discernir la realidad presente y proyectar lo por venir.
    Pone de manifiesto, su gran poder
    revelador de esencia para ver más lejos y dimensionar
    realidades que ante sus contemporáneos pasan inadvertidas.
    Esto, por supuesto no tiene lugar sólo en su ideario
    político -que ya de por sí le consagró y
    devino jefe máximo e la guerra del 95 – sino en
    múltiples aristas del quehacer humano. Su capacidad de
    discernimiento humano para penetrar en determinadas
    personalidades históricas y descubrir obras
    paradigmáticas y fundadoras, también imprime
    vigencia y trascendencia a los valores, y junto con ello
    actualiza la memoria
    histórica que es forjar y vitalizar la identidad
    nacional y humana. El análisis de Luz y Caballero no es el
    único caso, pero es demostrativo. Con una frase
    lacónica, pero llena de sentimiento y razón lo
    define: "sembró hombres"(…) demandó con la
    fruición del sacrificio todo amor a sí y a las
    pompas vanas de la vida, nada quiso ser para serlo todo, pues fue
    Maestro y convirtió en una sola generación un
    pueblo educado para la esclavitud en un
    pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres… Supo
    cuanto se sabía en su época; pero no para
    enseñar que lo sabía, sino para transmitirlo".Y de
    Mendive, con sólo una oración interrogativa da
    vigencia y trascendencia a una tríada de valores que
    Martí expone en un todo único revelador del bien,
    la belleza y la verdad: "¿ Y cómo quiere que en
    algunas líneas diga todo lo bueno y nuevo -interroga
    Martí- que pudiera yo decir de aquél enamorado de
    la belleza que la quería en las letras, como en las cosas
    de la vida, y no escribó jamás sino sobre verdades
    de su corazón y sobre penas de la patria?".

    Obra fundadora y cultural en todo su sentido y
    definición, también revela en Heredia, un modelo en
    cuanto a definción valorativa se refiere. Un alma, una
    virtud, devenida cultura de cubanía descubre en el cantor
    del Niágara.¿" Cómo no habían de amar
    las mujeres -pregunta Martí -con ternura a aquel que era
    cuanto el alma superior de la mujer
    aprisiona y seduce: delicado, intrépido, caballeroso,
    vehemente, fiel, y por todo eso, más que por la
    belleza, bello" Para quien no conozca la esencia del
    humanismo martiano, la interrogante carcterizadora de Heredia
    pasa inadevertida, no revela su espíritu creador ni la
    dimensión cultural en que se sustenta también su
    concepción de los valores morales, incluyendo el sentido
    estético que la anima. La determinación moral no
    deviene cauce prefiguranete rígido, al igual que su
    connotación estética. Se advierte cómo
    calidades morales, en síntesis, devinen expresiones
    estéticas -define lo bello como compendio de rasgos
    humanos, como delicado, intrépido, caballeroso, etc.- y
    aunque paradójico, de la belleza, no deduce lo bello, sino
    de cualidades ético – morales. Es que Martí -y esto
    define en gran medida su discurso- piensa la realidad a partir
    del hombre, la actividad humana y su determinación en la
    cultura. Por eso no tiene que esforzarse para encontrar lo bello,
    en la realidad; lo aprehende revela y fluye porque es al mismo
    tiempo descubrir humanidad, contenido, sentido y potencialidades
    humanas de realización. En ello existencia y conciencia
    integran un proceso del devenir humano en la aprehensión
    práctico -espiritual de la realidad.

    Martí revela belleza en la realidad que asume
    porque es sensible y posee humanidad, porque devela esencias,
    interioridades del hombre y la sociedad trasuntadas en la
    cultura. En este concepto resulta posible comprender por
    qué se preocupa tanto por exaltar y dar vigencia a los
    valores humanos encarnados en obras y hombres
    paradigmáticos, así como el sentido de sus tesis de
    que honrar honra: la cultura como condición de la
    libertad; la pasión y la ternura como premisas de todo
    proyecto humano y social, la virtud, el decoro y la dignidad,
    como esencia consustancial al hombre.

    En Heredia ve al "genio de noble República, a
    quien sólo se le veía lo de rey cuando lo agotaba
    la indignación o fulminaba el anatema contra los serviles
    del mundo y los de su patria" Dando vigencia social y
    trascedencia al modelo de valores que sintetiza Heredia,
    define"… dos clases de hombre: los que andan de pie cara al
    cielo, pidiendo que el consuelo de la modestia descienda sobre
    los que viven sacándose la carne, por un pan más o
    pan menos, a dentelladas, y levantándose por ir de sortija
    de brillante, sobre la sepultura de su honra: y otra clase de
    hombre, que van de hinojos, besando a los grandes de la tierra el
    manto"

    En la axiología martiana hay optimismo como todo
    humanista que confia en el hombre y en sus posibilidades de
    perfeccionamiento y creación; pero no un optimismo
    exacerbado que soslaya los atributos negativos de las acciones y
    conductas humanas .Estos atributos son asumidos de modo
    crítico y estigmatizados al mismo tiempo como no
    inherentes a lo verdaderamente humano y como males que no se
    integran a la cultura. Sin embargo, como maestro al fin, y hombre
    fundador, no sólo critica el mal, sino además y
    sobre todo proclama el bien y lo cultiva para que prevalezca. El
    sabe que"… odian los hombres y ven como a enemigo al que con su
    virtud le echa involuntariamente en rostro que carecen de ella…
    Y es necesario e incuestinable para Martí actuar con
    respeto y
    humanidad para no herir sensibilidades. Cuando se le ofende al
    hombre su decoro y dignidad que es al mismo tiempo befar su
    integridad humana, más que cultivar en él el
    bien, lo bello, lo verdadero; valores permanentes en la
    humanidad del hombre, se mata su naturaleza humana y las
    "semillas dormidas" que siempre esperan terreno propicio para
    germinar. Se trata entonces -según el espíritu y el
    mensaje que anima la axiología martiana- de obrar con
    humanidad para que crezca y se imponga sobre la maldad, el
    egoísmo y todo lo que de animalidad-concebida por
    Martí como no permanente, sino transitorio – pueda
    anidarse en el hombre. Esta concepción axiológica
    está enraizada en el hombre y en la confianza de la
    "grandeza de sus entrañas, pero ello evoluciona, como
    parte esencial del todo, en correspodencia con la evolución de la totalidad de su
    pensamiento. Si ciertamente son los valores el núcleo
    central que lo anima durante toda su vida, en la etapa de madurez
    teórica e ideológica, aparecen nuevas mediaciones y
    matices que la hacen más concreta. Es fácil
    encontrar en Martí, en cualquiera de sus etapas evolutivas
    de desarrollo, la búsqueda de la ley del progreso
    del hombre, sobre la base de las fuerzas que lleva en sí y
    que sólo precisa revelarlas y cultivarlas. En esta
    concepción, la impronta del naturalismo romántico
    está presente con sus especificades, incluyendo su
    concepción unitaria del ser y los valores del hombre; sin
    embargo, el hombre para el Maestro, es lógica
    y providencia de la humanidad, es decir, es sujeto. Con esto
    establece a límites,
    que rebasan los marcos de las influencias y transita y accede
    nuevos niveles de la realidad, o sea, al naturalismo – sin
    desecharlo- se impone el papel de la
    subjetividad, de la actividad humana, en fin, de la
    axiología de la acción.

    Por otra parte, junto a la radicalización de su
    pensamiento político – si bien el núcelo central de
    su axiología, permanece – los valores y las valoraciones
    adquieren más concreción en cuanto al alcance y
    proyecciones sociales se refiere. Así, en Patria 8 de
    diciembre de l894, refiriendo al pintor cubano Juaquin Tejada
    después de señalar la dicha de ser de nuestra
    patria; señala: "el mundo es patético, y el artista
    mejor no es quien lo cuelga y racama, de modo que solo se le vea
    el raso y el oro, y pinta amable el pecado oneroso, y mueve a fe
    inmoral en el lujo y la desdicha, sino quien usa el don de
    componer, con la palabra, o los colores de modo que se vea la
    pena del mundo, y quede el hombre movido a su remedio. Mientras
    halla un antro, no hay derecho al sol".

    Estas ideas recuerdan su critica al "realismo"
    positivista en el arte, de su etapa de México o
    del Liceo de Guanabacoa, pero ahora con mayor alcance social, lo
    cual se pone de manifiesto en la propia valoración que
    hace del artista cubano. "Amese -escribe Martí- puesto que
    ama al hombre, al artista nuevo de Cuba, al que padece
    de la pena humana, y no tiene pinceles para los vanos y
    culpables de la tierra, sino
    para los adoloridos y creadores".

    Hay un reclamo de amor hacia el pintor cubano por
    Martí, no sólo porque ama al hombre y padece de la
    pena humana- que para algunos pudiera parecer abstracto – sino
    porque no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra,
    sino para los adoloridos y creadores.

    Continúa Martí buscando la ley del
    progreso humano y sus valores pero apareceen nuevas vías
    de acceso de penetración en la esencia del problema. Hay
    una toma de partido por un sector de hombre que considera sujeto
    verdadero de realización humana: los adoloridos y
    creadores, los desdichados y los mansos, en fin, los humildes,
    las grandes masas del pueblo, y con ellas echa suerte.

    Ya no se trata como en Luz -lo que no resta valor al
    Maestro de todas las ciencias-,
    preparar la juventud de la
    clase de los hacendados para ganar la libertad", pues la guerra
    del 68 ha transformado el estado de
    cosas y engendrado nuevos sujetos. El problema es otro y
    Martí tiene conciencia de ello. El pueblo, las grandes
    masas han devenido sujeto portadores del ideal emancipador y a
    dicho sujeto se dirige el discurso del Maestro.

    Su labor conciliadora de fuerza, en pos de la unidad en
    torno al Partido Revolucionario Cubano, y su República
    proyectada "con todos y para el bien de todos", encarna el ideal
    de las grandes masas. Su proclama: "Somos los pinos nuevos",
    expresa ese nuevo concepto del sujeto de la revolución.

    Esta concepción, resultado de un proceso
    histórico, con todas sus mediaciones, determinantes y
    condicionamientos, influye en la orientación y alcance
    social de la axiología martiana. Es un elemento esencial,
    sobre el cual se funda la inserción de los valores en la
    cultura, entendida ésta como producción social y
    medida del desarrollo. Esto naturalmente encuentra
    expresión real en la concepción de la
    revolución y absoluta confianza en sus portadores". "La
    revolución en Cuba- escribe Martí- no es una
    tiranía; es el alma de la Isla. No es una
    conpiración: es el consentmiento táctico y
    unánime de lo más viril y puro del país: el
    actual movimiento revolucionario no tiene su fuego en el trato
    secreto con éste o aquel núcleo de revolucionarios
    conocidos, sino en la confianza que ha logrado inspirar a la gran
    masa, a la masa de rifle y corazón, en la espera sorda y
    crecimiento de lo bueno y bravo de Cuba… En el ánimo de
    la Isla se ha trabajado, no en el compromiso de esta o aquella
    cabeza conocida… El espíritu del país es nuestro
    cómplice…

    La concepción martiana de la revolución y
    su proyección programática emana de un nuevo ideal
    de racionalidad que deviene autoconciencia cultural de nuevos
    sujetos. Por eso más que un acontecimiento polítido
    puro, es una empresa
    cultural, donde lo político, lo ético y lo
    estético se interpenetran e implican
    recíprocamente.

    Al mismo tiempo, su axiología se inserta a una
    concepción cultural concreta. Fija una obra humana en
    tiempo y espacio y afincada en un proyecto emancipador de
    naturaleza nueva y legítmos propósitos: "(…)crear
    un pueblo nuevo, sobre la ruina moral de la colonia, con las
    virtudes desenvueltas en el esfuerzo continuo por echarla
    abajo"

    Pero no se queda aquí, fija posiciones y emite
    juicios valorativos, que dan cuenta de un sesgo diferenciador y
    específico. "Los cobardes -escribe Martí- temen
    hacer justicias y a decir la verdad de los pobres. De las
    entrañas, conmovidos aún de tanta grandeza ha de
    brotar, para esperanza de Cuba, la verdad de los pobres.! Tu
    pueblo, Oh patria, no necesita más que amor!- y la guerra,
    lo que tu pueblo le ha dado."

    "La verdad de los pobres, para esperanza de Cuba",
    deviene en Martí contenido práctico y sentido de su
    proyecto político- cultural de inagotable valor
    heurístico. No se trata de una frase más. Expresa
    un concepto, que asume un sujeto y lo define como fuerza
    propulsora de creación y revolución, de cuyo
    desenvolvimiento y despliegue depende el destino de Cuba. Esta
    idea no es sólo una expresión política,
    encierra un contenido cultural de largo alcance y hondura
    teórica. Por eso abre nuevos cauces de realización
    al ideal preludiado, y nuevas mediaciones a su pensamiento
    axiológico. Un pensamiento que arrancando de la naturaleza
    social del hombre, y la cultura, funda su ideal de racionalidad
    humana. Y esta idea referente a la esencia social de la cultura y
    del hombre, más que premisa es núcleo
    interpretativo para comprender en su justa razón el
    discurso de Martí y su tematización esencial en la
    axiología. El Martí axiólogo por antonomasia
    no surge por generación espontánea. Su discurso que
    integra en unidad inseperable misión y oficio, asume como
    problema central la ley del progreso humano, la ascensión
    del hombre, su trascendencia y encuentra en los valores
    vías de acceso y cauces culturales de revelación y
    cultivos humanos.

    Tanto su oficio como artista, creador, Maestro; como su
    misión encarnados en un ideal de redención humana,
    determinan en gran medida el fundamento axiológico de su
    pensamiento.

    A Martí – y su obra lo atestigua- ningún
    valor humano le resultó extraño. En su
    axiología, están presentes valores de
    carácter científicos, filosóficos
    jurídicos, políticos, económicos,
    religiosos, lógicos éticos, estético, etc.
    así como su permanente propósito de darle vigencia
    social y trascendencia.

    Es indudable que estamos en presencia de un humanismo
    auténtico, que parte de las raíces -la
    revelación del ser de nuestra América- y da cuenta
    de ellas con ímpetu ecuménico. De un humanismo
    fundador trascendente, cuya racionalidad humana -sin perder de
    vista las múltiples aristas de la espiritualidad del
    hombre -encuentra en los valores y la cultura sus cauces supremos
    de realización, en términos de una axiología
    de la acción, cimentada en una ética concreta del
    devenir humano.

    En los momentos actuales, cuando el escepticismo
    histórico cunde y pulula en la arena internacional, cuando
    no faltan los intentos de negar la historia, los valores, la
    cultura, la tradición, la memoria
    histórica, la razón, los proyectos de
    emancipación social y el progreso, la racionalidad se
    impone como necesidad de preservar no sólo la identidad
    nacional, sino también la identidad humana. En tales
    condiciones, el programa pedagógico martiano y el ideal de
    reacionalidad que le es consustancial, adquieren más que
    nunca contemporaneidad y vigencia social.

    Su pensamiento – una eterna poesía de amor, de
    lucha, de dación humana y consagración social-
    continuará alumbrando el camino del hombre. Su desbordante
    espiritualidad seguirá siendo fuente nutrícia de
    aprehensiones y sueños, "!Con luz de
    estrellas!"

     

     

     

    Rigoberto Pupo

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