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INMIGRACION YLITERATURA: RELIGION



    1. Devoción
      católica
    2. Festividades
      católicas
    3. Funerales
      católicos
    4. Festividades
      judías
    5. Funerales
      judíos
    6. Notas

    En esta monografía
    me refiero a dos de las religiones que trajeron de
    sus países de origen los inmigrantes que llegaron a la
    Argentina entre
    1850 y 1950, y a la devoción que transmitieron a sus
    descendientes.

    La religión fue muy
    importante para los inmigrantes. Constituía una fuente de
    fortaleza frente a la adversidad, al tiempo que
    significaba un vínculo con sus tierras de
    origen.

    En la Colonia San José, donde arribó en
    1857, el valesano Juan Bautista Blatter escribe que "para la
    Santa Religión nada había en común el primer
    año más que el deseo de tener un sacerdote. Al
    presente tenemos la dicha de tener uno quien nos hace todos los
    domingos hermosos sermones; la misa se dice hacia las diez y
    media a fin de que toda la gente de los alrededores puedan llegar
    a tiempo" (1).

    Los volguenses celebran con una misa la llegada a la
    nueva tierra. "Era
    el año 1878, en una calurosa tarde del 18 de febrero,
    cuando ancló en el puerto de Buenos Aires el
    trasatlántico ‘Hohenstab’, transportando a su
    bordo a las diecinueve familias alemanas, que llegaban
    después de una larga y penosa travesía, desde las
    lejanas tierras del Volga. (…) Se los alojó en el Hotel
    de Inmigrantes y allí, en la Santa Misa con que celebraron
    la llegada al País de la Esperanza, comieron el Pan de la
    Vida en la Santa Eucaristía y probaron el blanco pan de
    trigo argentino" (2).

    El sentimiento religioso estaba presente en la casa del
    gallego Onega. Para que su hija enferma aceptara comer, él
    recurría a lo que su imaginación le sugería,
    incluido el ángel de la guarda: "Después de haberme
    ofrecido el néctar, la leche y la
    miel, mi padre me alzaba y tomaba la posta en la
    continuación del rito nutricio; con él las acciones eran
    lentas y alentadoras, él no estaba agotado de cocinas y de
    chicos, venía de estar horas con hombres resolviendo
    problemas de
    hombres y con su hija menor le cundía la paciencia, que
    con el correr de las horas a mi madre se le había ido al
    diablo. Inflexible era sin embargo en darme de comer una
    cucharadita de sopa por los abuelos de España,
    otra por los abuelos de Melincué, otra por los
    huérfanos de la Guerra Civil,
    otra por el ángel de la guarda dulce
    compañía y por todos los personajes queridos y
    sagrados que se le ocurrían" (3).

    El padre de María Rosa Lojo, en cambio, le dio
    este consejo: "Veo a mi abuela materna pasar una a una las
    cuentas del
    rosario, mientras augura la condenación eterna de
    papá, ese ateo que osa desafiar la Voluntad Divina, sin
    cuya anuencia no se movería ni la hoja de un árbol.
    El ateo pierde una batalla cuando mamá logra enviarme al
    Sagrado Corazón
    (el Sacre Coeur de Magdalena Barat, las monjas con las que ella
    había estudiado). Sin embargo, no se desalienta. Unos
    días antes del ingreso escolar, me llama secretamente:
    ‘Tu madre y tu abuela se han empeñado en que vayas a
    ese colegio. Pero tú no seas tonta hija mía. No
    creas en lo que te dicen las monjas’ " (4).

    Una inmigrante gallega sufre una desgracia relacionada
    con la religión. Cuenta Guillermo Saccomanno: "A mi abuela
    le gustaba mucho escuchar y contar historias, y me hablaba de una
    parienta de ella, que entonces vivía enfrente de mi casa.
    En su aldea en España, esa mujer
    había tenido un hijo con el cura, y el chico se le
    había ahorcado a los treinta y tres años. Cuando yo
    tenía siete u ocho años, a la tardecita me cruzaba
    a la casa de esta otra gallega, que me contaba la historia de San Jorge y el
    dragón mientras me daba pan mojado en vino con azúcar"
    (5).

    En una novela de Gabriel
    Báñez, el catolicismo es una fuerza activa
    que intenta paliar las necesidades de los inmigrantes, aunque el
    sacerdote se excede en sus atribuciones: "Hacía poco
    más de quince años que el padre Bernardo Benzano
    estaba al frente de la parroquia Nuestra Señora de la
    Merced, pero desde los últimos cuatro sus tareas se
    habían multiplicado por la enorme cantidad de inmigrantes
    que llegaban a las costas. Procuraba chapas, documentación y hasta changas y empleos
    golondrinas a los recién llegados. (…) no sólo
    daba una mano a los más necesitados, sino que por su
    cuenta y obra cedía tierras fiscales y fundaba barrios y
    asentamientos que los funcionarios de la comuna calificaban de
    ilegales. A las villas las bautizaba con nombres de santos y ante
    cualquier amenaza argüía que la fe no podía
    ser expulsada" (6).

    Un sacerdote ayudó a los Ranni a salir de
    Trieste. Cuenta Rodolfo: "viví muchos años con el
    recuerdo del rincón donde había dejado mis
    juguetes, cuando nos escapamos. Fue una fuga como en el cine: mi
    hermano y yo escondidos en el altillo de la casa de mi padrino,
    que era el cura del pueblo; mi mamá, en un carro tirado
    por caballos de un padrino de mi papá. Y como estaba por
    dar a luz a mi hermano,
    en la frontera inglesa la dejaron pasar…" (7).

    Y un obispo facilita la salida de Hungría del
    judío Lajos Fehér. El emigrante "consiguió
    un pasaporte falso a nombre de Alejandro Gross con una expresa
    mención del obispo de la zona que la religión
    profesada por el portador era la católica" (8).

    Vinculado a la religión recuerda Máximo
    Yagupsky, judío de Entre Ríos, a su abuelo: "Muchos
    aldeanos plantaban junto a sus casas parrales o higueras. Y
    cierta vez, siendo yo muy niño aún, pregunté
    a mi abuelo por qué había plantado una higuera y
    por qué en el huerto de los Kaplan había una parra.
    Mi abuelo se sonrió y acariciándome, me dijo:
    ‘Cuando seas grande y estudies la Biblia, lo
    comprenderás. En el Libro de
    Reyes, está dicho que durante el reinado del más
    sabio de los hombres, el rey Salomón, los judíos
    gozaban de paz y seguridad y cada
    cual se solazaba a la sombra de una higuera o de su
    viña’. No lo entendí cabalmente. Mi abuelo
    era parco en el hablar. Pero más luego, toda vez que
    pasaba junto a la chacra del rabí don Israel
    Halperín, lo encontraba sentado al pie de su higuera,
    envuelto en su taled, el manto ritual, estudiando Talmud o
    leyendo los Salmos. Comprendí que don Israel gozaba en la
    campiña entrerriana del solaz esperado en Sion"
    (9).

    Otro abuelo, el de la cantante Julia Zenko, cantaba en
    los templos judíos (10).

    Devoción católica

    En una de las plazoletas del Hotel de Inmigrantes, se
    honra a la Virgen de Medugorje, traida de Bosnia
    Herzegovina.

    Santa Francisca Javier Cabrini es venerada por quienes
    dejaron su tierra. La religiosa "recorrió Europa y las tres
    Américas, fundando colegios, orfanatos, hospitales,
    asistiendo a los presos, mineros, y en particular a los
    inmigrantes más indigentes, por eso el Papa Pío XII
    la proclama ‘Patrona de los Emigrantes’ el 8 de
    septiembre de 1950" (11).

    De la Virgen de Covadonga se despide un emigrante. El
    asturiano Modesto Montoto escribe en su diario, el viernes 14 de
    octubre de 1927: "a las cinco zarpó el ‘Alfonso
    XIII’. A causa de la lluvia y niebla consiguiente no me fue
    posible admirar nuestras costas. Con el corazón lanzo un
    adiós a los míos, a la Santina de Covadonga y a
    Asturias" (12).Otro asturiano, que siente la misma
    devoción, hizo pintar en uno de sus restaurantes un mural
    en el que aparece un barco con el nombre de la Virgen de su
    tierra (13). Una hija de asturianos nacida en la Argentina es
    "devota salesiana de María Auxiliadora" (14).

    Mi abuelo paterno, de Lugo, y el materno, de La
    Coruña, festejaban con el mayor lujo posible sus
    onomásticos, a los que consideraban más importantes
    que sus cumpleaños. El primero ponía tablas sobre
    caballetes e invitaba a comer puchero a todos sus inquilinos y a
    los vecinos. El segundo festejaba en familia; en esa
    fecha nunca podían faltar las castañas.

    En mayo de 2000, la colectividad italiana de Mar del
    Plata honró las reliquias de San Antonio de Padua Los
    sicilianos marplatenses son devotos de María
    Santísima della Scala, cuya imagen hicieron
    entronizar en 2001 en esa ciudad. Mi familia materna veneraba a
    San Alfonso, en Lombardía; esa devoción
    llegó a América.

    Festividades católicas

    La Navidad es una
    ocasión muy especial, que se recuerda, por lo general,
    vinculada a la infancia de
    quienes debieron dejar su país.

    En El angel del capitán, de Chuny Anzorreguy, el
    croata Miro Kovacic expresa: "Recuerdo también las
    Navidades. Blancas, desde ya, con frío y nieve. Pero con
    una luna grande brillando en el cielo obscuro. Nosotros, los
    hijos, ayudábamos a preparar el árbol, que por una
    tradición y como garantía de felices futuras
    Navidades, debía tener una punta que tocara el techo de la
    casa. Esa era condición sine qua non. Debajo de él
    se ubicaban prolijamente los regalos" (15).

    Ennio Carota recuerda la Navidad en Italia, en
    relación con la figura protectora de la nona: "Sólo
    esas abuelas de ayer daban a las fiestas un toque tan especial.
    Un mes antes ya estaba haciendo sus galletitas y yo, junto a
    ella, pelando uvas para il vino cotto, un típico dulce de
    su Apulia natal. Eramos pobres, pero había alegría,
    había amor y todo
    ello nos hacía olvidar la pobreza"
    (16).

    Canela evoca esa festividad en el mismo país,
    durante la guerra: "Nací en 1942, fui la última de
    once hermanos y mis recuerdos son de finales de la Segunda Guerra
    Mundial. Hacía muchísimo frío y al
    regreso de la Misa de Gallo había un tentempié
    –algo de nueces, almendras-, porque lo importante llegaba
    en el mediodía del 25, alrededor de la mesa familiar.
    (…) Mi madre amasaba fideos y los servía en caldo bien
    colado" (17).

    Agata, la inmigrante creada por Dal Masetto, describe
    sus sentimientos en esos días: "La llegada de la Navidad
    me colmaba de un manso entusiasmo. La sentía acercarse en
    el correr de los días y era como si estuviese a punto de
    acceder a un descubrimiento. Pensándolo bien, jamás
    ocurría nada nuevo, pero el acontecimiento tal vez
    estuviese justamente en esa expectativa, en la posibilidad no
    concretada de un cambio casi milagroso, en esa fiebre que me
    ponía en el corazón y en las venas una impaciencia
    feliz. Así había sido siempre. La noche anterior a
    Navidad solía haber gran movimiento en
    la casa: se preparaba el almuerzo del día siguiente. Carlo
    y yo disfrutábamos de aquel clima febril,
    ayudábamos en lo que podíamos y antes de acostarnos
    colocábamos un plato vacío en la ventana. Por la
    mañana encontrábamos un turrón, dos o tres
    naranjas, algunas mandarinas, castañas, maníes (en
    una oportunidad en mi plato hubo también un par de
    zuecos). Juguetes, jamás. Pero incluso con tan poco nos
    sentíamos contentos y festejábamos como si nos
    hubiésemos topado con un tesoro. El resto de la jornada se
    deslizaba en aquel clima apacible y era como si se hubiese
    establecido una tregua en las inquietudes o en las confusiones
    del resto del año" (18).

    La Navidad en la nueva tierra es evocada por los
    inmigrantes, a veces comparada con la de sus países de
    origen. La italiana María Cuda escribe: "Desde que vivo en
    la Argentina, mi Navidad es distinta, porque a pesar de ser gran
    parte de la población de Capital y Gran
    Buenos Aires de origen europeo, mantiene sus costumbres en forma
    muy variada. Tal vez por eso y más allá del
    respeto a los
    preceptos religiosos que la gente continúa observando, me
    resulta contradictorio encontrar el clásico pavo, las
    frutas secas y el pan dulce, en un clima netamente veraniego.
    Encuentro la justificación en la nostalgia, la
    tradición y el amor que el
    inmigrante siente por su tierra lejana, pero tan cercana
    aquí en el corazón. Por eso, las Fiestas mantienen,
    también en este país, el espíritu de unidad
    familiar y son motivo de intercambio de presentes. Algunas
    expresiones cambian y, en vez de ser la ‘Befana’ y
    medias, son los zapatos, el pasto, el agua para
    los camellos de los tres Reyes Magos. Finalizando, diría
    que el espíritu común es el deseo de buenos
    augurios y el sentimiento compartido de la creencia en Dios,
    Nuestro Señor" (19).

    En Frontera sur, la Navidad de los gallegos es descripta
    así: "Nadie hacía caso al belén armado en la
    primera sala, junto al zaguán, con un gordo Jesús
    tallado que dejaba pequeñas a todas las demás
    figuras, y cuya tosquedad ratificaba el carácter
    laico de la celebración de aquel día"
    (20).

    En La pradera de los asfódelos, Rubén
    Benítez evoca una Navidad de las de antes: "En Navidad la
    gente parecía distinta. No como ahora. Todos estaban
    alegres, salían a la calle y saludaban contentos.
    Había que pararse en todas las puertas. Hasta los turcos
    que vivían en la esquina festejaban la Navidad. Don
    José, el que hizo el aparador, abría una sidra…
    ‘No es como la de Asturias, pero tampoco está
    mal’ decía siempre después de probarla" (21)
    Una escena semejante narra Miriam Becker, quien recuerda
    cómo sus padres, judíos rumanos, agasajaban a sus
    vecinos de otras nacionalidades y creencias (22).

    Entre los alemanes del Volga, "en la Nochebuena,
    además del Pesebre y el Niño Dios, cobraba
    importancia el Pelznikell, notable personaje malévolo con
    el que se asustaba a los más pequeños, pero que
    terminaba repartiéndoles dulces y regalos"
    (23).

    El padre Benzano "detestaba a Papá Noel, le
    parecía un gordo infame, tan infame como los anuncios de
    la revista El
    Hogar cuando lo mostraba de compras
    navideñas en Gath y Chaves o en la capitalina Avenida
    Alvear. Decía que era un cerdo explotador de renos, un
    obeso y presuntuoso oligarca, muy distinto de los desvencijados
    Reyes Magos que sí podían, con camellos y todo,
    pasar por el ojo de una aguja" (24).

    Gladys Onega recuerda el Día de Reyes de su
    infancia: "Todo estaba preparado para el goce y todo el dolor nos
    esperaba. En los zapatos encontrábamos treinta, cuarenta y
    hasta cincuenta pesos. Eran cantidades que no hubiéramos
    soñado tener en aquella patria pastoril. Pero nos esperaba
    algo peor: tampoco podíamos gastarlas, correr a comprar la
    bicicleta ni la Marilú. Ese mismo día mi padre
    depositaba el dinero en
    la libreta de ahorros que había abierto para cada uno de
    nosotros en su propia caja fuerte y no lo volvíamos a ver
    jamás" (25).

    Máximo Yagupsky se refiere al Día de Reyes
    en su familia: "mi padre me llevaba personalmente a una
    juguetería para que no me faltase un regalo, pero
    marcándome, al mismo tiempo, que no había misterio
    en el hecho de que los juguetes aparecieron por la mañana
    en los zapatos, porque los judíos no creíamos en
    eso" (26).

    El 17 de marzo, los irlandeses festejan el día de
    San Patricio. El 25 de julio es el día de Santiago
    Apóstol, el santo de los gallegos. El 13 de octubre se
    realiza la Procesión náutica de los molfettenses en
    La Boca, en honor a la Virgen de los Mártires, y el 10 de
    diciembre, la comunidad
    italiana se congrega en una procesión por las calles de
    Floresta en honor a San Sebastián. En esa oportunidad, la
    orquesta ambulante La Píccola Italia ejecuta piezas frente
    a las casas de los paisanos.

    Relacionadas con el catolicismo, encontramos las
    festividades celtas, que también llegaron a la nueva
    tierra.

    El Samain "es uno de los cuatro festivales celtas
    importantes. Marca el final
    del año celta. Sabemos de su importancia tanto en la Galia
    como en las Islas Británicas por su aparición en el
    antiguo calendario Coligny. No sabemos a ciencia cierta
    a quién estaba dedicado, pero seguro que Samain
    era el festival de los muertos" (27).

    La fiesta de Halloween,
    "que parece un carnaval norteamericano es nada menos que una
    importante celebración celta. El calendario ritual
    irlandés comienza con el gran festival de SAMAIN, que se
    celebra el 1° de noviembre. Era una fiesta en la que se
    realizaban ofrendas a los
    antepasados para compartir la buena suerte. Hoy los irlandeses en
    esta fecha hacen una gran limpieza de sus casas, y dejan alimentos para
    sus antepasados la Víspera de Todos los Santos. Por otra
    parte, cada 31 de octubre, último día del
    año según el calendario celta, bajan a la tierra los
    espíritus de las frutas, los vegetales y los muertos para
    perseguir y atormentar a los humanos. El término HALLOWEEN
    surge de la corrupción
    de la frase "All Hallows Eve" que significa Víspera de
    Todos los Santos" (28).

    San Patricio es la "fiesta de todos los celtas". "El 17
    de marzo, como todos los años, los irlandeses festejan su
    santo patrono. Pero desde hace tres años se unen a esta
    celebración, celtas de varias nacionalidades. Sólo
    bastó dar una recorrida por todos los pubs que se
    aglutinan, curiosamente, cerca de Retiro –y de la Torre de
    los Ingleses- para encontrarse con parejas formadas por
    individuos de diferentes comunidades celtas y una sola idea:
    beberse toda la cerveza Guiness y
    todo el whisky irlandés que hallaron durmiendo desde hace
    justo un año" (29).

    Y Santiago Apóstol, la de todos los gallegos
    celtas: "Este mes –dice el editorial de julio de 1996-
    Viajero Celta hace un alto en el camino. El descanso de este
    peregrino lo hace en Galicia. Porque julio es el mes del
    Apóstol de España y duerme su sueño eterno
    en Santiago de Compostela. Desde estas páginas rendimos
    nuestro homenaje a todos los gallegos celtas" (30).

    Funerales católicos

    En su novela En la sangre, Eugenio
    Cambaceres describe con desprecio el funeral del tachero
    italiano. Dice que los amigos del finado "habiéndose
    pasado la voz para el velatorio, poco a poco fueron llegando de a
    uno, de a dos, en completos de paño negro, con sombreros
    de panza de burro y botas negras recién lustradas". El
    comportamiento
    de los paisanos, afligidos, le merece un comentario despiadado:
    "Zurdamente caminaban, iban y se acomodaban en fila a lo largo de
    la pared, en derredor del catafalco elevado en la trastienda. Uno
    que otro, cabizbajo, en puntas de pie, aproximábase al
    muerto y durante un breve instante lo contemplaba. Algunos daban
    contra el umbral al entrar, levantaban la pierna y volvían
    la cara" (31).

    María Teresa Andruetto evoca un funeral de la
    colectividad piamontesa en Córdoba: "Alguien nos
    alzó/ hacia el tufo de la muerta/ (se llamaba Elizabeta),/
    para que viéramos" (32).

    Tardío es el funeral de una japonesa. Oshiro
    Tana, personaje de Báñez, "se hizo célebre
    en una tarde cuando la policía descubrió que
    convivía con el cadáver de su legítima
    esposa desde hacía por lo menos dos años. Era tanto
    el amor del japonés por su mujer que a la hora de su
    muerte la
    vació, la limpió con acaroína y formol y la
    rellenó con estopa para conservarla a su lado. El bonsai
    conyugal pareció funcionar mejor que el matrimonio mismo,
    pues durante esos dos años Oshiro Tana no sólo
    continuó compartiendo el progreso de las flores junto a su
    esposa sino que además empezó a prepararle sus
    platos favoritos y a festejarle los aniversarios. El día
    en que lo descubrieron ella estaba tomando el café
    con leche en la cama, y parecía tan verídica y
    lozana en su desayuno que apenas si sospecharon cuando vieron que
    no mojaba la medialuna. Lo que más le impresionó al
    padre Bernardo fue la dulzura tranquila de la mujer; tanto,
    que no supo si rezarle un responso o concederle la
    extremaunción" (33).

    En "Buenos Aires 1910 – Memoria del
    Porvenir", vimos una foto de un funeral que nos llamó la
    atención. En medio de una familia, sentado
    en una silla está ¡el muerto!. Parece que se sacaban
    así la foto para mandarla a la tierra natal, para que
    vieran que efectivamente el fallecido ya no pertenecía al
    mundo de los vivos (34).

    Festividades judías

    María Arcuschín evoca el Pésaj de
    su infancia entrerriana: "Para dicha festividad, nuestracasa se
    pintaba íntegramente y se cambiaba la vajilla. Todo
    tenía que ser renovado. Simbólicamente puro. Al
    despertarnos por la mañana, y ver todo distinto, nos daba
    la sensación de vivir en una casa nueva. Por la noche
    empezaba la festividad. Nuestros padres regresaban de la
    sinagoga, vestidos con sus mejores ropas (…) La mesa estaba
    puesta con sus mejores galas, iluminada por dos candelabros
    ubicados en el centro.. Un botellón de grueso cristal
    dejaba ver el vino que papá había preparado meses
    antes, haciendo fermentar la uva cultivada en el huerto casero.
    Esta era depositada en damajuanas colocadas en la galería,
    y así con el calor del sol
    fermentaban y se convertían en zumo exquisito. Mamá
    llenaba las copitas destinadas a cada uno de nosotros y para los
    invitados que rodeaban nuestra mesa, sobrinos cuyos padres
    habían muerto. Compartían nuestra cena y
    disfrutaban el significado de los festejos. A la cabecera, en
    medio de las copas de papá y mamá, se destacaba muy
    especialmente una copita de plata, cuya trayectoria fue muy
    larga. Viajó desde Ucrania traída celosamente y
    guardada en una caja, como una preciosa carga destinada a
    continuar la tradición" (35).

    Máximo Yagupsky evoca –en diálogo
    con Mario Diament- festividades judías: "recuerdo la cena
    de Pesaj en mi casa con la presencia de don David Garovetzky.
    (…) Estábamos pues celebrando la Pascua, y don David
    propuso un aditamento al himno Daieinu, que se canta en esa
    celebración. Daieinu es el estribillo con el que se cierra
    cadenciosamente cada uno de los versos que mencionan los
    portentos que Dios ha hecho a favor de Israel. Don David,
    levantando la voz y girando su rostro de derecha a izquierda,
    dijo: ‘Habría que agregar otro verso en el que
    dijéramos: ‘Si el Señor, a más de
    habernos dado la libertad de
    Egipto, la
    Santa Ley, el
    día sábado, etcétera, no nos hubiera hecho
    venir a esta tierra ubérrima, ¿nos habría,
    acaso, dejado satisfechos?’. Y la concurrencia meneó
    la cabeza y respondió daieinu, daieinu".

    El judío evoca asimismo el Iom Kippur, asociado a
    un acontecimiento desgraciado: "Recuerdo cuando en el pueblo de
    Domínguez, en la noche de Iom Kippur, la más
    sagrada para el judaísmo, unos vándalos antisemitas
    penetraron en la sinagoga a altas horas y profanaron los rollos
    de la Torá, los hombres realmente cultos e ilustrados de
    la catolicidad de la provincia se hermanaron con nosotros en la
    indignación".

    Recuerda que en una oportunidad, un criollo hizo una
    bendición en hebreo: "don Manuel del Pozo, que era el
    criollo que estaba con su rancho junto a nuestra casa,
    venía todos los viernes a escuchar kiddush. Y cuando
    cierta vez mi padre se había ausentado a Paraguay, llamado
    por menesteres religiosos, vinieron don Manuel y su esposa,
    doña Polonia. Yo le dije: ‘Don Manuel, esta noche no
    hay kiddush porque papá no está’. Me
    replicó: Cómo no hay kiddush? Déme una
    copa’. Le servimos una copa y se hizo toda la
    bendición consagratoria del sábado en hebreo, de
    memoria. Y cuando se retiró dijo todavía ‘gut
    shabes’ " (36).

    Luis León escribe sobre Rosh Hashaná, el
    año nuevo hebreo, el cual "no obstante el desfasaje del
    primer día con el del calendario gregoriano, es para toda
    la gente un momento de esperanza y alegría, donde se
    concentran expectativas y se busca celebrar con el resto de
    la familia"
    (37).

    Nissin Mayo recuerda las vísperas de Roshana en
    su casa paterna: "Hacíamos selijot en casa, a la
    madrugada, cansados y con sueño, para exaltar a Dios y
    solicitarle perdón (selijot) por los pecados cometidos en
    el año que terminaba. Nos reuníamos mis padres
    (Marcos y Cadén) y nuestros hermanos, tíos, primos
    y amigos (los valientes de la madrugada). En los cantos que
    entonábamos se destacaban algunas voces sonoras y
    afinadas. Llegaba luego el ansiado desayuno con boios, borrecas,
    roscas y otras exquisiteces preparadas por mamá, que
    había aprendido el delicioso arte culinario
    sefaradí con su madre en Urlá, su pueblo natal de
    pescadores, en Turquía a orillas del mar Egeo, pegado a
    Esmirna. Después del selijot, ya estábamos
    espiritualmente preparados para recibir el nuevo año.
    Entonces nos deseábamos todos: una añada nueva que
    tengamos, con salud, alegría,
    hechos buenos, escritos en libros de
    vida………Amén" (38).

    El sábado es festejado por un personaje de Ana
    María Shua: "El tío Sansón llegaba jadeando,
    los sábados a la tarde, agotado a causa de los esfuerzos
    que debía hacer para no trabajar. Caminar, primero,
    cuadras y cuadras, para festejar el sábado en casa de su
    hermana porque viajar está prohibido. Golpear
    después con el mango del paraguas en la puerta de hierro hasta
    que alguien de la casa, desde el primer piso, lo escuchara,
    porque tocar el timbre está prohibido" (39).

    Juan Jorge Nudel relata que una familia de judíos
    argentinos observaba tres festividades: "Los Goldman eran una
    familia judía creyente si bien no practicante, que se
    reunían todos en las fiestas tradicionales que a estas
    alturas sólo consistían en tres: Pascua
    judía (una noche), Año nuevo judío y el
    día del Perdón" (40).

    Funerales judíos

    El funeral judío es evocado por Horacio
    Vázquez-Rial. El viudo, gallego, "maravillado al ver que
    el cuerpo de Raquel, que él recordaría siempre en
    otra forma, era entregado a la tierra sin caja, juzgó que
    su retorno a lo elemental sería rápido y perfecto.
    Allí, en el cementerio, oyó a un anciano
    judío decir una frase que le acompañaría en
    lo que le quedase de vida; ‘Que el espíritu que el
    Señor le concedió regrese junto a él’
    ".

    En esa misma novela se afirma que los judíos
    tratantes de blancas no podían ser enterrados junto a sus
    hermanos de fe. La comunidad judía creó una
    organización para protegerse de la Zwi
    Migdal, que atraía la censura de la sociedad hacia
    quienes profesaban esa religión, aunque la mayoría
    fueran inocentes. Cuenta un tratante arrepentido: "Los
    judíos siempre se preocuparon mucho por la moral. Y
    por las apariencias. Había un comité de
    protección de las mujeres y los niños
    judíos. Hablaron con el rabino. (…) Y el rabino nos
    prohibió entrar al templo. Y después
    prohibió que nos enterraran como Dios manda"
    (41).

    María Inés Krimer es la autora de La hija
    de Singer, obra en la que -escribe Damián Tabarovsky-
    "cuenta una historia sencilla pero potente: la muerte del
    padre y el duelo de treinta días que según la
    tradición judía deben transcurrir hasta la
    despedida" (42). En "Villa Crespo de mi infancia", José
    Mantel recuerda un midrash, "encuentro para homenajear a un
    difunto" que se organiza al cumplirse un aniversario de la muerte
    de un judío. En esa oportunidad "el ‘arrecibido que
    le sea’ era la infaltable frase para que le llegasen al
    difunto las oraciones, al terminar. Y ‘cafés
    alegres’, el deseo de despedida" (43).

    …..

    En la alegría, en la tristeza, siempre
    está presente la religión ancestral, la misma que
    enlaza el pasado con el presente, y se proyecta hacia el
    futuro.

    NOTAS

    1. Vernaz, Celia E.: La Colonia San José. Santa
      Fe, Colmegna, 1991.
    2. Chiérico, Edgardo Ariel: "Colonia San Miguel,
      un nuevo museo", en La Capital, Mar del Plata, 9 de
      abril de 2000.
    3. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una
      historia de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires, Grijalbo
      Mondadori, 1999.
    4. Lojo, María Rosa: "Mínima
      autobiografía de una ‘exiliada hija’ ", en
      Sitio al margen. Buenos Aires, noviembre de
      2002.
    5. Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
      tomado por la memoria",
      en La Nación, Buenos Aires, 15 de agosto de
      1999.
    6. Báñez, Gabriel: Vírgen. Buenos
      Aires, Sudamericana, 1998.
    7. Gaffoglio, Loreley: "El teatro me
      contuvo", en La Nación, Buenos Aires, 20 de
      diciembre de 1998.
    8. Weisz, José Martín: …mientras los
      violines tocaban csárdás. Un viaje a
      Hungría. Buenos Aires, MILA, 2002.
    9. Diament, Mario: Conversaciones con un judío.
      Buenos Aires, Fraterna, 1986.
    10. Kiron: "El canto es magia", en La Nación Revista, Buenos Aires, 27 de
      octubre de 2002.
    11. Folleto entregado en 2002 en el Hotel de
      Inmigrantes.
    12. Méndez Muslera, Luciano: "Asturias en la
      emigración", en www.telepolis.com.
    13. Mural pintado por Carlos Salatino y Beatriz Sevilla,
      en Belgrano, en 2001.
    14. Fernández Díaz, Jorge: Mamá.
      Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
    15. Anzorreguy, Chuny: El angel del capitán.
      Biografía del capitán croata Miro
      Kovacic. Buenos Aires, Corregidor, 1996.
    16. Becker, Miriam: "Casera e italiana", en La
      Nación
      , Buenos Aires, 23 de diciembre de
      2001.
    17. Becker, Miriam: op. cit.
    18. Dal Masetto, Antonio: Oscuramente fuerte es la vida.
      Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
    19. Cuda, María: "En Argentina", en DANTE
      Noticias
      , N° 68/ Octubre-Noviembre 1998.
    20. Vázquez-Rial, Horacio: Frontera sur.
      Barcelona, Ediciones B, 1998.
    21. Benítez, Rubén: La pradera de los
      asfódelos. Bahía Blanca, Siringa,
      1988.
    22. Becker, Miriam: "La última idische mame", en
      La Nación, Buenos Aires, 23 de marzo de
      1997.
    23. Weyne, Olga: El último puerto. Del Rhin al
      Volga y del Volga al Plata. Buenos Aires, Editorial Tesis,
      1986.
    24. Báñez, Gabriel: op. cit.
    25. Onega, Gladys: op. cit.
    26. Diament, Mario: oo. cit.
    27. S/F: "Samain", en Viajero Celta. Año I,
      N° 12. Buenos Aires, Noviembre de 1996.
    28. S/F: "Erin’s cakes", en Viajero Celta.
      Año I, N° 12. Buenos Aires, Noviembre de
      1996.
    29. S/F: "San Patricio Fiesta de todos los celtas", en
      Viajero Celta. Año III, N° 26. Buenos Aires,
      Marzo de 1998.
    30. S/F: "Editorial", en Viajero Celta. Año
      I, N° 9. Buenos Aires, julio de 1996.
    31. Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos Aires, Plus
      Ultra, 1968.
    32. Andruetto, María Teresa: .Kodak.
      Córdoba, Ediciones Argos, 2001
    33. Báñez, Gabriel: op. cit..
    34. "Buenos Aires 1910, Memoria del Porvenir", en
      Shopping Abasto, 1999.
    35. Arcuschín, María: De Ucrania a
      Basavilbaso. Buenos Aires, Marymar, 1986.
    36. Diament, Mario: op. cit
    37. León, Luis: "El año nuevo", en
      SEFARaires, N° 9. 2003.
    38. Mayo, Nissin: "Vísperas de Roshana en mi casa
      paterna", en SEFARaires, N° 5, 2002.
    39. Shua, Ana María: El libro de los recuerdos.
      Buenos Aires, Sudamericana, 1992.
    40. Nudel, Juan Jorge: Pensión "La Rosales".
      Buenos Aires, MILA, 2002.
    41. Vázquez-Rial, Horacio: op. cit.
    42. Tabarovsky, Damián: "La hija de Singer, por
      María Inés Krimer", en Clarín,
      Buenos Aires, 29 de junio de 2002.
    43. Mantel, José: "Villa Crespo de mi infancia",
      en SEFARaires, N° 3, julio de 2002.

     

     

    Trabajo enviado por

    Lic. María González
    Rouco

    Licenciada en Letras UNBA, Periodista
    Profesional

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