A los obispos, sacerdotes, familias
religiosas y fieles de la iglesia
catolica sobre el sentido cristiano del sufrimiento
humano
- El mundo del sufrimiento
humano - A la búsqueda de una
respuesta a la pregunta sobre el sentido
del sufrimiento - Jesucristo: el sufrimiento
vencido por el amor - Partícipes en los
sufrimientos de Cristo - El Evangelio del
sufrimiento - El buen
Samaritano - Análisis de la lectura
de Salvifici Doloris
En la lectura de
esta Carta fue muy
productiva para conocer más sobre la Iglesia
Católica, en donde el tema de sufrimiento es un tema que
maneja muy contundente en esta carta Karol Wojtyla, que de tal
manera nos ilustra con sus grandes ideas sobre la importancia del
sufrimiento como <<esencial a la naturaleza del
hombre>>, en donde es muy importante tomar
en cuenta que en el Año de la Redención se ha
realizado ante todo por la redención que ha realizado
mediante la cruz de Cristo, o sea mediante su
sufrimiento…
EL MUNDO DEL
SUFRIMIENTO HUMANO
En el plano del sufrimiento humano es mucho más
vasto, mucho más variado, en donde como <<sustancia
individual de naturaleza Racional>> nosotros sufrimos de
modos diversos, no siempre considerados por la ciencia o
diversas disciplinas y aplicaciones en nuestra vida, ni siquiera
en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es
algo todavía más amplio que la enfermedad,
más complejo y a la vez aún más
profundamente enraizado en la humanidad misma.
El sufrimiento físico y sufrimiento moral para
entender el mundo de hoy, Se debe hacer una distinción del
Sufrimiento Cristiano, pues bien esta distinción toma como
fundamento la doble dimensión del ser humano, e indica el
elemento corporal y espiritual como el inmediato o directo sujeto
del sufrimiento.
Ahora bien al hablar de entender el mundo de hoy nos
topamos con la realidad de un mundo complejo pero la realidad del
sufrimiento pone una pregunta sobre la esencia del mal, En donde
sufrimos a causa del mal, que es una cierta falta,
limitación o distorsión del bien. Se podría
decir que el hombre
sufre a causa de un bien del que él no participa, del cual
es en cierto modo excluido o del que él mismo se ha
privado. Sufre en particular cuando «debería»
tener parte -en circunstancias normales- en este bien y no lo
tiene.
Como lo indica la Carta "El
sufrimiento humano constituye en sí mismo casi un
específico «mundo» que existe junto con el
hombre, que aparece en él y pasa, o a veces no pasa, pero
se consolida y se profundiza en él."
Como ha de ser costumbre el mundo del sufrimiento,
dividido en muchos y muy numerosos sujetos, existe casi en la
dispersión, posee como una cierta compactibilidad propia,
aunque este exista en la dispersión, al mismo tiempo contiene
en sí un singular desafío a la comunidad y la
solidaridad.
A LA BUSQUEDA DE UNA
RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL
SUFRIMIENTO
Esta busqueda nos ha de llevar como bien dicho, a
cuestionarnos y buscar respuestas a nuestras dudas, en donde por
medio de nuestros sentidos podemos ver que hay preguntas
difíciles y mas cuando el hombre las hace a Dios. El
sufrimiento se abate siempre sobre el hombre como pena por el
reato; es mandado por Dios que es absolutamente justo y encuentra
la propia motivación
en la justicia. Se
diría que los viejos amigos de Job quieren no sólo
convencerlo de la justificación moral del mal, sino que,
en cierto sentido, tratan de defender el sentido moral del
sufrimiento ante sí mismos. El sufrimiento, para ellos,
puede tener sentido exclusivamente como pena por el pecado y, por
tanto, sólo en el campo de la justicia de Dios, que paga
bien con bien y mal con mal.
En esta carta hace mucha referencia al libro de Job
no desvirtúa las bases del orden moral trascendente,
fundado en la justicia, como las propone toda la
Revelación en la Antigua y en la Nueva Alianza. Pero, a la
vez, el libro demuestra con toda claridad que los principios de
este orden no se pueden aplicar de manera exclusiva y
superficial. Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido
como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad,
por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la
culpa y tenga carácter
de castigo. La pregunta sobre el sentido del sufrimiento no
esté unida sin reservas al orden moral, basado sólo
en la justicia. El libro de Job pone de modo perspicaz el
«por qué» del sufrimiento; muestra
también que éste alcanza al inocente, pero no da
todavía la solución al problema.
Así se afirma la dimensión personal de la
pena. Según esta dimensión, la pena tiene sentido
no sólo porque sirve para pagar el mismo mal objetivo de la
transgresión con otro mal, sino ante todo porque crea la
posibilidad de reconstruir el bien en el mismo sujeto que
sufre.
Pues bien para terminar podemos citar el párrafo
de esta carta que dice: "Para hallar el sentido profundo del
sufrimiento, siguiendo la Palabra revelada de Dios, hay que
abrirse ampliamente al sujeto humano en sus múltiples
potencialidades, sobre todo, hay que acoger la luz de la
Revelación, no sólo en cuanto expresa el orden
trascendente de la justicia, sino en cuanto ilumina este orden
con el Amor como
fuente definitiva de todo lo que existe. El Amor es
también la fuente más plena de la respuesta a la
pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido
dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo."
JESUCRISTO: EL
SUFRIMIENTO VENCIDO POR EL AMOR
En esta carta me recuerda cuando Jesús fue
llevado al Gólgota y crucificado, que era la pena romana
para los criminales y los delincuentes políticos. Dos
ladrones fueron también crucificados con él, uno a
cada lado. En la cruz, sobre la cabeza de Jesús
escribieron su acusación: "este es Jesús, el rey de
los judíos'" (Mt. 27,37). Al caer el día, su cuerpo
fue descendido, y como estaba cerca el sabbath (sábado,
día festivo de los judíos), tiempo durante el cual
no estaba permitido el enterramiento, fue rápidamente
depositado en una tumba cercana por José de Arimatea (Jn.
19,39-42 relata que Nicodemo ayudó a José). Pues
bien Cristo se acercó incesantemente al mundo del
sufrimiento humano. Pues Era sensible a todo sufrimiento humano,
tanto al del cuerpo como al del alma. De todos modos Cristo se
acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el
hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo.
Durante su actividad pública probó no sólo
la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión incluso
por parte de los más cercanos; pero sobre todo fue rodeado
cada vez más herméticamente por un círculo
de hostilidad y se hicieron cada vez más palpables los
preparativos para quitarlo de entre los vivos. Dentro de las
Escrituras tenían que cumplirse.
Más aún que esta descripción de la pasión nos
impresiona en las palabras del profeta la profundidad del
sacrificio de Cristo. Encontramos aquí la dualidad de
naturaleza de un único sujeto personal del sufrimiento
redentor. Aquél que con su pasión y muerte en la
cruz realiza la Redención, es el Hijo unigénito que
Dios «dio». Y al mismo tiempo este Hijo de la misma
naturaleza que el Padre, sufre como hombre. Cristo sufre
voluntariamente y sufre inocentemente. Acoge con su sufrimiento
aquel interrogante que, puesto muchas veces por los hombres, ha
sido expresado, en un cierto sentido, de manera radical en el
Libro de Job. El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la
pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una
dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido
unida al amor, a aquel amor que crea el bien, sacándolo
incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento,
así como el bien supremo de la redención del mundo
ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma
constantemente su arranque.
Recordemos que Jesucristo, Según Juan (18,13-24),
primero le condujeron ante Anás, suegro del máximo
sacerdote Caifás, para un interrogatorio preliminar. Los
sinópticos no mencionan este incidente, sólo
relatan que Jesús fue conducido al consejo supremo de los
judíos, el Sanedrín, donde Caifás
pidió a Jesús que declarase si era "el
Mesías, el hijo de Dios" (Mt. 26,63). Por esta
afirmación (Mc. 14,62), el consejo le condenó a
muerte por blasfemia, pero como sólo el procurador romano
tenía poder para
imponer la pena capital, el
viernes por la mañana condujeron a Jesús ante
Poncio Pilato para sentenciarle. Antes del juicio, Pilato le
preguntó si era el rey de los judíos, Jesús
contestó, "Tú lo has dicho" (Mc. 15,2). Pilato
intentó varios recursos para
salvarle antes de dejar la decisión final en manos de la
muchedumbre. Cuando el populacho insistió en su muerte,
Pilato (Mt. 27,24) ordenó su ejecución. El papel real de
Pilato ha sido muy debatido por los historiadores. La Iglesia
antigua tendió a culpabilizar más a los
judíos y a juzgar con menos severidad al gobernador romano
y esto nos lleva al otra parte de esta Carta.
PARTICIPES EN LOS
SUFRIMIENTOS DE CRISTO
San Pablo habla de diversos sufrimientos y en particular
de los que se hacían partícipes los primeros
cristianos «a causa de Jesús». Tales
sufrimientos permiten a los destinatarios de la Carta participar
en la obra de la redención, llevada a cabo mediante los
sufrimientos y la muerte del
Redentor.
El sufrimiento redentor se ha hecho en cierto sentido
partícipe de todos los sufrimientos humanos. En la cruz de
Cristo arroja de modo muy penetrante luz salvífica sobre
la vida del hombre y, concretamente, sobre su sufrimiento, porque
mediante la fe lo alcanza junto con la resurrección: el
misterio de la pasión está incluido en el misterio
pascual. Los testigos de la pasión de Cristo son a la vez
testigos de su resurrección. Los sufrimientos de Cristo
es, al mismo tiempo, sufrimiento por el reino de Dios. A los ojos
del Dios justo, ante su juicio, cuantos participan en los
sufrimientos de Cristo se hacen dignos de este reino. Mediante
sus sufrimientos, éstos devuelven en un cierto sentido el
infinito precio de la
pasión y de la muerte de Cristo, que fue el precio de
nuestra redención: con este precio el reino de Dios ha
sido nuevamente consolidado en la historia del hombre,
llegando a ser la perspectiva definitiva de su existencia
terrena. Cristo nos ha introducido en este reino mediante su
sufrimiento. Y también mediante el sufrimiento maduran
para el mismo reino los hombres, envueltos en el misterio de la
redención de Cristo.
El motivo del sufrimiento y de la gloria tiene una
característica estrictamente
evangélica, que se aclara mediante la referencia a la cruz
y a la resurrección. La resurrección es ante todo
la manifestación de la gloria, que corresponde a la
elevación de Cristo por medio de la cruz. En efecto, si la
cruz ha sido a los ojos de los hombres la expoliación de
Cristo, al mismo tiempo ésta ha sido a los ojos de Dios su
elevación. En la cruz Cristo ha alcanzado y realizado con
toda plenitud su misión:
cumpliendo la voluntad del Padre, se realizó a la vez a
sí mismo. El sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba
-a veces una prueba bastante dura-, a la que es sometida la
humanidad. Desde las páginas de las cartas de San
Pablo nos habla con frecuencia aquella paradoja evangélica
de la debilidad y de la fuerza,
experimentada de manera particular por el Apóstol mismo y
que, junto con él, prueban todos aquellos que participan
en los sufrimientos de Cristo. Quienes participan en los
sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual
de la cruz y de la resurrección, en la que Cristo
desciende, en una primera fase, hasta el extremo de la debilidad
y de la impotencia humana; en efecto, El muere clavado en la
cruz. El sufrimiento de Cristo ha creado el bien de la
redención del mundo. Este bien es en sí mismo
inagotable e infinito. Ningún hombre puede añadirle
nada. Pero, a la vez, en el misterio de la Iglesia como cuerpo
suyo, Cristo en cierto sentido ha abierto el propio sufrimiento
redentor a todo sufrimiento del hombre. En cuanto el hombre se
convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo -en
cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo de la historia-,
en tanto a su manera completa aquel sufrimiento, mediante el cual
Cristo ha obrado la redención del mundo. De este modo, con
tal apertura a cada sufrimiento humano, Cristo ha obrado con su
sufrimiento la redención del mundo. Al mismo tiempo, esta
redención, aunque realizada plenamente con el sufrimiento
de Cristo, vive y se desarrolla a su manera en la historia del
hombre. El sufrimiento parece participar en cierto modo de las
características de esta naturaleza. Por eso, tiene
igualmente un valor especial
ante la Iglesia. Es un bien ante el cual la Iglesia se inclina
con veneración, con toda la profundidad de su fe en la
redención. Se inclina, juntamente con toda la profundidad
de aquella fe, con la que abraza en sí misma el inefable
misterio del Cuerpo de Cristo.
Los testigos de la cruz y de la resurrección de
Cristo han transmitido a la Iglesia y a la humanidad un
específico Evangelio del sufrimiento. Más
aún, después de los acontecimientos de la vida
oculta y pública de su Hijo, indudablemente compartidos
por Ella con aguda sensibilidad, fue en el Calvario donde el
sufrimiento de María Santísima, junto al de
Jesús, alcanzó un vértice ya
difícilmente imaginable en su profundidad desde el punto
de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente
fecundo para los fines de la salvación universal. Su
subida al Calvario, su «estar» a los pies de la cruz
junto con el discípulo amado, fueron una
participación del todo especial en la muerte redentora del
Hijo, como por otra parte las palabras que pudo escuchar de sus
labios, fueron como una entrega solemne de este típico
Evangelio que hay que anunciar a toda la comunidad de los
creyentes. El Evangelio del sufrimiento significa no sólo
la presencia del sufrimiento en el Evangelio, como uno de los
temas de la Buena Nueva, sino además la revelación
de la fuerza salvadora y del significado salvífico del
sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y
luego en la misión y en la vocación de la
Iglesia.
El Evangelio del sufrimiento habla ante todo, en
diversos puntos, del sufrimiento «por Cristo»,
«a causa de Cristo», y esto lo hace con las palabras
mismas de Cristo, o bien con las palabras de sus
Apóstoles. El Maestro no esconde a sus discípulos y
seguidores la perspectiva de tal sufrimiento; al contrario lo
revela con toda franqueza, indicando contemporáneamente
las fuerzas sobrenaturales que les acompañarán en
medio de las persecuciones y tribulaciones «por su
nombre». EN el Evangelio del sufrimiento, que habla de las
persecuciones, o sea de las tribulaciones por causa de Cristo,
contiene en sí una llamada especial al valor y a la
fortaleza, sostenida por la elocuencia de la
resurrección.
Esta madurez interior y grandeza espiritual en el
sufrimiento, ciertamente son fruto de una particular
conversión y cooperación con la gracia del Redentor
crucificado. El mismo es quien actúa en medio de los
sufrimientos humanos por medio de su Espíritu de Verdad,
por medio del Espíritu Consolador. El es quien transforma,
en cierto sentido, la esencia misma de la vida espiritual,
indicando al hombre que sufre un lugar cercano a sí. El es
-como Maestro y Guía interior- quien enseña al
hermano y a la hermana que sufren este intercambio admirable,
colocado en lo profundo del misterio de la redención. El
sufrimiento es, en sí mismo, probar el mal. Pero Cristo ha
hecho de él la más sólida base del bien
definitivo, o sea del bien de la salvación eterna. Cristo
con su sufrimiento en la cruz ha tocado las raíces mismas
del mal: las del pecado y las de la muerte. Ha vencido al
artífice del mal, que es Satanás, y su
rebelión permanente contra el Creador. Ante el hermano o
la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los
horizontes del Reino de Dios, de un mundo convertido al Creador,
de un mundo liberado del pecado, que se está edificando
sobre el poder salvífico del amor. Y, de una forma lenta
pero eficaz, Cristo introduce en este mundo, en este Reino del
Padre al hombre que sufre, en cierto modo a través de lo
íntimo de su sufrimiento. En efecto, el sufrimiento no
puede ser transformado y cambiado con una gracia exterior, sino
interior. Cristo, mediante su propio sufrimiento
salvífico, se encuentra muy dentro de todo sufrimiento
humano, y puede actuar desde el interior del mismo con el poder
de su Espíritu de Verdad, de su Espíritu
Consolador. Cristo no responde directamente ni en abstracto a
esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. El hombre
percibe su respuesta salvífica a medida que él
mismo se convierte en partícipe de los sufrimientos de
Cristo.
Pues bien esta es una parábola, la
parábola del buen Samaritano pertenece al Evangelio del
sufrimiento. Indica, en efecto, cuál debe ser la
relación de cada uno de nosotros con el prójimo que
sufre. Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento
ajeno, el hombre que «se conmueve» ante la desgracia
del prójimo. Sin embargo, el buen Samaritano de la
parábola de Cristo no se queda en la mera conmoción
y compasión. Estas se convierten para él en
estímulo a la acción que tiende a ayudar al hombre
herido. Estas se extienden a todos los que ejercen de manera
desinteresada el propio servicio al
prójimo que sufre, empeñándose
voluntariamente en la ayuda «como buenos
samaritanos», y destinando a esta causa todo el tiempo y
las fuerzas que tienen a su disposición fuera del trabajo
profesional. La actividad voluntaria «de buen
samaritano» se realiza a través de instituciones
adecuadas o también por medio de organizaciones
creadas para esta finalidad. Actuar de esta manera tiene una gran
importancia, especialmente si se trata de asumir tareas
más amplias, que exigen la cooperación y el uso de
medios
técnicos. No es menos preciosa también la actividad
individual, la parábola entrará, finalmente, por su
contenido esencial, en aquellas desconcertantes palabras sobre el
juicio final Estas palabras sobre el amor, sobre los actos de
amor relacionados con el sufrimiento humano, nos permiten una vez
más descubrir, en la raíz de todos los sufrimientos
humanos, el mismo sufrimiento redentor de Cristo. Cristo dice:
«A mí me lo hicisteis».
ANALISIS DE LA LECTURA DE
SALVIFICI DOLORIS
Pues bien, este es una agradable lectura en donde se
pueden tomar cosas muy positivas y como Gerard van den Aardweg
decia un Camino para el cambio, en
donde podemos encontrarnos con la palabra Sufrimiento, se
puede decir que es sinónimo a dolor, el sufrimiento es mas
bien la reacción al dolor y por lo tanto es un un factor
muy importante en la espiritualidad cristiana. El sufrimiento es
consecuencia de la entrada del pecado original en el mundo. El
propósito es expiar el mal, unirnos al sacrificio de
Jesucristo como expresión de amor y confianza en el y
ofrecer a Dios un sacrificio de alabanza, en donde debemos
reconocer que hay un sentido del sufrimiento, verdaderamente
sobrenatural y a la vez humano, pero recordemos que el hambre, la
sed, la enfermedad y toda injuria corporal, son el dolor. El
temor, la frustración, la desesperanza y toda injuria
mental, son sufrimiento. El dolor físico
retrocederá en la medida en que avancen la sociedad y la
ciencia. El
sufrimiento mental retrocederá en la medida en que avance
la fe en la vida, esto es: en la medida en que la vida cobre un
sentido. Sin olvidar que el sufrimiento unido a los padecimientos
de Cristo tiene un gran valor: nos asemeja a El, que libremente
abrazó la cruz por amor. Pues bien los Misterios de la
Pasión, es una gran representación
dramática sobre el sufrimiento, la muerte y la
resurrección de Jesucristo. Durante en estos grande
tiempos y grandes cambios culturales en el Siglo XXI,
están vigentes las representaciones simbólicas de
la Pasión durante la conmemoración de la Semana
Santa. Una de las más importantes es la Pasión de
Ixtapalapa, la cual ocurrió en Semana Santa, en el
Distrito Federal.
El Concilio Vaticano II la Iglesia ha animado a los
católicos a trabajar con miembros de otras confesiones
para alcanzar fines comunes y para reunir las diferentes Iglesias
cristianas. Aunque la Iglesia católica nunca se ha
adherido al Concilio Mundial de Iglesias, mantiene contactos con
esta institución. En reconocimiento a los valores
espirituales de otras religiones, las misiones
católicas posteriores al Concilio han pasado del
proselitismo disciplinario y excluyente a la práctica de
un diálogo
más respetuoso con esos valores.
El misterio de la redención del mundo
está arraigado en el sufrimiento de modo maravilloso,
Redención (del latín redimere,
rescatar), La Redención se realiza a través
de Jesucristo, quien por eso recibe el título de redentor.
En la teología se ha insistido, quizás demasiado,
en los aspectos jurídicos de la materia,
entendiendo el acto redentor de Jesucristo como el pago de un
rescate destinado a satisfacer a Dios. La correcta
interpretación debe ser mucho más dinámica. En el prefacio pascual la Iglesia
católica apostólica romana afirma que Cristo "con
su muerte destruyó nuestra muerte y con su
resurrección nos dio nueva vida".
Debemos recordar que En la resurrección,
El domingo siguiente, al amanecer, "María Magdalena, y
María la madre de Santiago" (Mac. 16,1) fueron al sepulcro
para ungir el cuerpo de Jesús antes de enterrarlo, y lo
encontraron vacío. En Mt. 28,2 se recoge que
después de un terremoto apareció un ángel y
apartó la piedra de la entrada. En el interior de la
tumba, "un joven" (Mc. 16,5) vestido de blanco les anunció
que Jesús había resucitado (esta noticia es
anunciada por el ángel en Mateo 28,5-6 y por dos hombres
"con vestiduras deslumbrantes" en Lucas 24,4. Según Juan
21:11-18, María Magdalena vio dos ángeles y
después a Cristo resucitado). Más tarde, el mismo
día (según Lucas, Juan y Marcos) Jesús se
apareció a las mujeres y a otros discípulos en
varios lugares en Jerusalén y sus proximidades. La
mayoría de los discípulos no dudaron en que
habían visto y escuchado de nuevo al maestro que
conocían y habían seguido durante el tiempo de su
predicación en Galilea y Judea. Pero hubo
discípulos que dudaron en un primer momento (Mt. 28,17),
como Tomás, que no presenció las primeras
apariciones (Jn. 20,24-29). Según recoge el Nuevo
Testamento, la resurrección de Jesús se
convirtió en una de las doctrinas esenciales de la
cristiandad, pues al resucitar de la muerte dio esperanzas a la
humanidad de una vida después de la muerte en el reino de
los cielos. Pues bien la redención supone por ello recrear
en el ser humano todo el dinamismo que Dios ha querido establecer
para que los individuos colaboren de una forma activa en el
plan de
salvación. Ahora bien esta es una lectura complementaria
para todos los fieles de la Iglesia Católica, y recordar
que el sentido del sufrimiento es algo que todos los
Católicos debemos tomar reflexión.
Autor:
Iván Escalona M.