Indice
1.
Introducción
2. Miguel Cané
padre
3. Vida de Aniceto el
Gallo
4. Vida de Anastasio el
Pollo
5. Notas
En esta monografía
me ocupo de las tres biografías que
escribió Manuel Mujica Láinez, autor argentino que
recibió el Primer Premio Nacional de Literatura (1960/2) por su
novela
Bomarzo.
Manuel Mujica Láinez escribió Miguel Cané
padre, Vida de Aniceto el Gallo y Vida de Anastasio el Pollo,
tres biografías extraordinariamente amenas. Ha incluido en
estas páginas agudas observaciones de crítica
literaria y llegó, inclusive, a tomar partido por sus
biografiados cuando consideró injustas las acusaciones que
se les hacían.
El protagonista de cada una de estas obras, lejos de ser una
efigie estatuaria, es un hombre de
carne y hueso, con sus alegrías y sufrimientos. Mujica
Láinez se acerca a estos personajes y los analiza con una
óptica
familiar, cariñosa, plena de admiración. Esta
familiaridad, sin embargo, no lo hace caer en un exceso censurado
por Alfonso Reyes, quien sostiene que "a fuerza de ser
amenas, sencillas y cotidianas, como si fueran hechas por quien
hubiera tratado de cerca al personaje (algunas biografías)
lo exhiben con demasiada frecuencia en mangas de camisa,
‘en pantuflas’ " (1).
En cuanto a la documentación, Mujica Láinez cita
constantemente qué documentos
está manejando y quién los tiene en su poder en el
momento en que está redactando la obra. Merece destacarse
el interés
que el autor demuestra tanto por las pintura de sus
biografiados cuanto por sus fotografías; a lo largo de sus
libros hace
referencia a los retratos de los personajes, los incluye,
detallando cuidadosamente su procedencia, y los describe,
haciendo a partir de ellos, inferencias de tipo
psicológico.
Mujica Láinez sorprende gratamente con estas tres
obras; han pasado seis años ya de Glosas castellanas; el
autor ha perfeccionado su manejo de la lengua y ha
crecido en lecturas y experiencias. Abandonando por un tiempo la
temática europea, se dedica en 1942 a narrar la vida de
uno de sus antepasados, el padre del autor de Juvenilia.
En una conferencia sobre
Cané hijo, recuerda al primer Cané de la literatura
argentina: "Si
remontamos su estirpe, aprenderemos que detrás de su
padre, el romántico típico, el literato enamorado
de Byron y de Manzoni, loco por Italia, empinan
sus cabezas funcionarios rivadavianos y coloniales y estancieros
cuyos caserones del desierto se levantan con reciedumbre de
fortín para contener al indígena" (2).
El novelista describe a su biografiado, indaga, revela facetas
íntimas de su personalidad,
siempre con gran cariño y admiración. Dice de
él "Era un dilettante cuya conversación encerraba
siempre un dato ignorado, algo imprevisto, que descubría
perspectivas ante el interlocutor". Muestra al
protagonista formando parte de una generación: "Los
muchachos anhelosos que participan del movimiento
renovador y que, con una saña que es fruto de la urgencia
de destruir para construir, fustigan a la madre patria, no
olvidan ni un segundo los lazos candentes que los unen a la
España
joven". Junto a estos jóvenes pasa Migue Cané las
veladas en la casa de la calle Balcarce, sede de la
Asociación de Estudios Históricos y Sociales, que
fundara en 1832.
Para pintar una época crítica en la historia del país,
Mujica Láinez evoca momentos de la existencia de su
biografiado, realizando, por otra parte, breves reseñas de
sus trabajos. Hay dos artículos de Cané muy
importantes, en lo que concierne a reflejo de época:
"Buenos Aires y
sus alrededores" y el artículo sobre Agustina Rosas de
Mansilla. Mediante el recurso de insertar en el relato pasajes de
las obras de Cané, el autor logra una mayor verosimilitud
en la narración, ya que no es él quien opina, quien
juzga la tiranía de Rosas, sino un hombre inmerso en esa
aciaga realidad.
Sobre el último de los trabajos mencionados, escribe el
biógrafo: "Todo el artículo, que es un
técnico cuadro de costumbres, muestra, paso a paso,
cómo Don Juan Manuel no vacilaba en emplear y en
sacrificar a sus allegados más íntimos para obtener
el triunfo de tal o cual plan
político, y cómo Doña Agustina Rosas fue,
dentro de esa máquina silenciosa y potente, una de las
ruedas más eficaces, merced a su hermosura".
La labor literaria del biografiado también es objeto del
interés del académico. Al finalizar la recorrida a
través de una literatura para muchos desconocida, nos deja
esta reflexión: "antes del autor de Juvenilia, hemos
tenido en su padre un sabroso precursor de su ingenio feliz"
(3).
La crítica coincide en destacar el intenso y cuidadoso
trabajo de investigación efectuado por Mujica
Láinez; esta particularidad, tan elogiada por los
entendidos, halla su culminación en las dos
biografías posteriores. La lectura de
los cuadernos de apuntes manuscritos –que pueden
consultarse en el "Museo de Motivos Argentinos José
Hernández"- permite formarse una idea cabal de la
minuciosa labor realizada por el autor: hay en ellos cartas pidiendo
información a corresponsales de nuestro
país y del extranjero, en castellano y en
inglés,
retratos, en fin, todo el material que contribuye a que una obra
tenga un elevado nivel histórico. Mujica hace referencia a
esta intensa búsqueda, ya que define a Miguel Cané
padre como una biografía "formada en
gran parte sobre la base de documentos inéditos"
(4).
En 1943 aparece esta obra, la primera de las dos
biografías gauchescas. En un reportaje, el autor narra en
qué circunstancias surgió la idea de escribir esta
obra: "Es raro que yo haya escrito estas biografías, pero
son el resultado de la familia.
Hay una carta de Hilario
Ascasubi a uno de mis parientes, Rufino Varela… La carta, muy
nostálgica, estaba escrita en París y me
tentó a estudiar el personaje, del que no tenía la
menor idea" (5).
El autor, impactado por la
personalidad de Ascasubi, comienza la investigación:
"cuando fui al Museo Histórico –donde me
atendió Alejo González Garaño, que fue muy
amable conmigo- encontré un baúl lleno de cartas de
Ascasubi donadas por la familia y que
nadie había visto nunca. Yo las clasifiqué y
estudié. También recorrí los
periódicos de la época. Tenía la amistad de Elisa
Peña, que heredó de Enrique Peña la famosa
colección de periódicos que ella completó.
Yo iba a su casa a estudiar".
El Académico sostiene que la falta de datos sobre el
nacimiento del poeta otorga a la obra un carácter
que se adecua perfectamente al de Ascasubi: "El relato de la vida
de Hilario Ascasubi comienza con un sabor de antigua leyenda
criolla. Ni él mismo, con haber sido tan diablo para estas
cosas, pudo haber inventado nada mejor… Aquellos elementos que,
en la puerta de otra biografía seria, pudieran parecer
antojadizos, son, por el contrario, en las que abren las de la
vida de Ascasubi, los más adecuados", afirma (6).
Al finalizar el segundo capítulo, advierte al lector que
la narración cambiará de rumbo; ahora ya dispone de
material, de documentación en la que basarse. Al ser
distintas las fuentes,
distinta será también la pintura del personaje:
"Con este capítulo termina un período de la
existencia de Hilario Ascasubi, aquel que, por más alejado
de nosotros está también más cerca de la
fantasía. Dejaremos aquí a un legendario personaje,
desasido de la tierra,
confundido en el recuerdo con otros héroes que inventara
la imaginación popular. El que nos espera más
allá y con quien proseguiremos el camino hasta dar fin a
este volumen, es un
hombre de carne y hueso".
Para Mujica Láinez, el verdadero protagonista es el que
está sustentado en testimonios; ése es –a su
criterio- el auténtico Ascasubi, que nada tiene que ver
con el niño nacido bajo una carreta en Fraile Muerto, en
circunstancias aún desconocidas.
José González Carbalho destaca el sentimiento del
autor hacia su biografiado; hay –según el
crítico- una evidente simpatía y una constante
intención de resaltar las virtudes y justificar los
defectos: La simpatía que el autor del libro
experimenta por su héroe es transportada a cada una de las
palabras, con matices de piedad y ternura, de comprensión
de las virtudes y los errores, de lirismo nacido de episodios
memorables –el del sauce de la tumba de Musset, por
ejemplo-, de delicada ironía ante el hoy incomprensible
romanticismo
de ciertos sucesos" (7).
El contexto histórico se vuelve poco menos que
protagonista en momentos como los de la inminente caída de
Rosas; el fervor patriótico inflama el espíritu del
hombre que contribuyó con su pluma, su dinero y su
valentía, al engrandecimiento de la patria.
Escribe el biógrafo: Puso su pluma al servicio de la
causa generosa que entonces simbolizaba el señor de San
José y a pesar de que el carácter violento y
zumbón del general le hizo sufrir no pocos disgustos y
humillaciones, galopó a su vera en los cruciales momentos
que provocarían el derrumbe de Rosas".
Esta biografía y la que le siguió son el resultado
del encuentro del autor de Glosas castellanas con lo
autóctono; la poesía
gauchesca aparece valorizada y, a través de estas obras,
cobra una nueva significación dentro de nuestro patrimonio
cultural. Así lo comenta Alberto Franco: "Mujica
Láinez, que siente y conoce la realidad argentina, ha dado
en esta obra (como en otra anterior: la biografía de
Miguel Cané padre) un retazo vivo de la historia de un
siglo que, a pesar de sus errores y sus increíbles
ingenuidades, ha permitido que enraizaran en él los
principios de
la nacionalidad. Mérito es éste que debe ser
destacado, en tiempos en que gana el éxito
la prosa foránea y la literatura sensacionalista, que
están pidiendo, hace tiempo, un sosegate" (8).
Como consecuencia de su labor de investigación, Manuel
Mujica Láinez se halla capacitado para dilucidar
cuestiones de tipo histórico o literario; tal es lo que
sucede con el famoso "Canto al triunfo de Ayacucho". El
biógrafo sostiene que este poema no ha sido encontrado por
ninguno de los autores que lo citan: Ricardo Rojas, Miguel
Solá, Atilio Cornejo, Julio César Luzzatto y otros
importantes investigadores. Esto lo lleva a afirmar que "dado el
tono de toda la producción literaria conocida de Ascasubi
–invariablemente fiel a la manera gauchesca- el misterioso
canto se nos presentaría como un ensayo
juvenil, como un ingenuo sacrificio en el altar de la moda estética entonces imperante y que
regía con autoridad de
pontífice don Juan Cruz Varela, flanqueado por engoladas
musas de perfil seudoclásico y de clámide
ítalo-francesa. Ello, en el supuesto caso de que el tal
himno haya existido alguna vez, cosa que no creemos".
Como vemos, nuestro autor, entonces, reúne en sí al
escritor y al estudioso, al poeta y al investigador. Realiza,
también, crítica literaria. A propósito de
"El Truquiflor", poema incluido en el cuarto número de "El
gaucho en campaña", señala: "En el último se
incluyó ‘El Truquiflor’, romance que, como
solía hacerlo con sus versos, el poeta atribuyó a
un personaje inexistente, en esta ocasión a un soldado
oriental del ejército de Rivera. Plantea ahí,
jocosamente, la situación del momento, como si fuera una
partida de truco".
Después de Caseros, Ascasubi combate a Urquiza por medio
del periódico
Aniceto el gallo. Mujica Láinez ve en este personaje
algunos rasgos autobiográficos: bajo el atuendo campesino
de Aniceto, Ascasubi nos deja entrever atisbos de su pasada
existencia".
El biógrafo convertido en crítico literario se
ocupa de la obra maestra de Hilario Ascasubi: "El coronel
Ascasubi reconstruye con la pluma febril el paisaje de sus
años idos, de sus correrías en los
ejércitos, de sus payadas en los montes frondosos. Se nos
dirá que Santos Vega adolece de muchos defectos… pero es
un poema que, si no estuviera compuesto ya, habría que
componerlo, y en esa misma forma, improvisando, azuzando los
versos como si fueran una tropilla huraña, porque es un
poema imprescindible en la evolución de nuestra literatura".
Hay en la obra referencias a dos poetas gauchescos: el maestro y
el discípulo. De Bartolomé Hidalgo dice Mujica: "si
bien es cierto que don Hilario algo le debe a don
Bartolomé, es cierto también que presto
sobrepasó al modelo y que
la importancia de su obra le coloca en otro plano". A poco tiempo
de morir su hija, Ascasubi descubre a Estanislao del Campo: "Por
ese entonces estrechó una amistad nueva que debió
consolarle en parte, pues le mostraba que el árbol por
él plantado daba frutos de lozanía en la obra de
otro poeta… La nueva generación reconocía
así al maestro por boca del poeta que, nueve años
después, con su Fausto, agregaría un título
auténtico a nuestro patrimonio literario".
El lenguaje
con que está escrita la biografía es muy cuidado,
sin artificios, pero tampoco vulgar. El poeta se entromete en la
labor del biógrafo, confiriéndole a la obra una
belleza que la aleja de la clásica frialdad del género.
Manuel Gálvez advirtió la perfección de la
prosa de Mujica Láinez, a quien califica como "escrito de
la nueva generación, dotado de talento y dueño de
una prosa admirable" (9).
Es necesario destacar que el biógrafo hace gala de una
encomiable discreción al tratar temas delicados. La obra
recoge, es cierto, datos de la más diversa índole,
pero todo ellos son seleccionados por el biógrafo, que no
vacila en silenciar hechos demasiado íntimos.
La evocación de Estanislao del Campo fue escrita
a instancias de Alvaro Melián Lafinur, quien
improvisó esta décima en la cena en que festejaban
el galardón otorgado a Vida de Aniceto el Gallo: "Su libro
en que con primor/ habla de Aniceto el Gallo/ merece, amigazo, el
fallo/ que le ha dao tan justo honor./ Yo deseo con ardor/ que
siga largando el rollo/ y se acuerde de este criollo,/ para
pintar su figura/ con la misma galanura./ Soy de usté,
Anastasio el Pollo" (10).
Mujica no desoyó el pedido y el fruto es la
biografía a la que nos referimos. En una entrevista,
habló de las fuentes de la obra:
"Con Del Campo no tenía nada especial, salvo una carta
larga que le escribió Juan Cruz Varela (hijo) analizando
su obra con mucha inteligencia"
(11).
Al igual que en las dos obras anteriores, el marco
histórico tiene fundamental importancia. Dada la
cercanía de las fechas, los tres relatos se desarrollan en
parte bajo la tiranía de Rosas. En Vida de Anastasio el
Pollo es Estanislao, niño, quien sufre por la
persecución política de su padre:
El odio a Rosas templaba el corazón
del niño. El había tenido que acurrucarse junto a
su madre, mientras el coronel se batía. Conocía
mejor que ningún otro la angustia dramática de una
familia unitaria, aislada en la ciudad del Restaurador: el
pregón insultante de los serenos; el galope de la Mazorca;
los degüellos cuyos detalles se susurraban".
En el año 1856 aparece la novela Camila
o la virtud triunfante, firmada con las iniciales E. Del C. El
biógrafo estudió concienzudamente la obra, y
encontró una serie de elementos que podrían indicar
a Del Campo como el autor, pero, por considerar insuficientes
esos datos, deja pendiente la cuestión.
Años después aparecerá, entre las variadas
influencias de Del Campo, la poesía de un hombre con quien
tendría una relación muy estrecha, "Había,
entre todos, un poeta popular que prefería. Pero no era un
gaucho, aunque los comprendía como nadie. Era un coronel
payador que se llamaba don Hilario Ascasubi y que tenía
una historia curiosa, casi una leyenda".
Poco falta ya para el Fausto. El 11 de agosto canta en el
Teatro
Colón la soprano Emmy La Grúa; el día 14,
Los Debates incluye un poema que anuncia la obra maestra de
Estanislao Del Campo. De él dice el biógrafo: "La
misma fluidez, la misma destreza, caracterizan al poema del
catorce de agosto, que marca una fecha
significativa en la cronología de Del Campo. Angel J.
Battistessa, descubridor del mismo, lo denomina con acierto
‘prefiguración de Fausto’. Efectivamente, esa
extensa composición –son veintitrés estrofas-
contiene el primer atisbo de la idea que desarrolló con
maestría nueve años más tarde, en 1866, en
su relato inmortal. Se titula "Carta de Anastacio (sic) el Pollo
sobre el beneficio de la Sra. La Grúa".
Sobre el Fausto, escribe Mujica Láinez: "fue una
meraviglia, una pequeña maravilla que sigue
entusiasmándonos y sorprendiéndonos por su lozano
verdor entre la farragosa producción literaria de su
época, como si en medio de un ramo de flores artificiales
erizadas de alambres duros, de aquellas que tanto gustaban,
descubriéramos, escondida, una flor de ceibo con los
pétalos mojados de rocío".
…..
Estas biografías –en especial las dos
últimas- han significado un hito en la evolución
literaria del Académico. "De la prolija revisión de
documentos y periódicos del pasado, para escribir las
vidas de Miguel Cané (padre), de Hilario Ascasubi y
Estanislao del Campo, de la preparación de sus
vocabularios gauchescos y de los modos argentinos, proviene
–afirma María Ema Carsuzán- ese instrumento
lingüístico propio que le hará juzgarse maduro
para emprender la obra de imaginación" (12).
Hemos querido dar a conocer una faceta diferente del autor de
Bomarzo. La obra de ficción de Mujica Láinez ha
eclipsado, con su gran belleza, estos trabajos tempranos que, sin
embargo, permiten adivinar en ellos al talentoso autor de obras
incomparables.
- Reyes, Alfonso: La experiencia literaria. Buenos
Aires, 1969. - Mujica Láinez, Manuel: "Miguel Cané".
Dirección General de Cultura,
Ministerio de Educación y Justicia,
1957, pág. 18. - Mujica Láinez, Manuel: Miguel Cané
padre. - Sáenz Quesada, María: "Inventé
mitos
porteños", en Clarín, Buenos Aires, 10 de enero
de 1980. - Mujica Láinez, Manuel: Vida de Aniceto el
Gallo. Buenos Aires, 1943, pág. 7. - González Carbalho, José: "Libros y
autores. Vida de Aniceto el Gallo", en Crítica, Buenos
Aires, 12 de marzo de 1944. - Franco, Alberto (segpun M. M. L.: "Libros" en Lyra,
Buenos Aires, Abril de 1944. - Gálvez, Manuel: "El género literario de
la Biografía, en la Literatura", en La Nueva Provincia,
Bahía Blanca, 9 de junio de 1946. - Mujica Láinez, Manuel: Vida de Anastasio el
Pollo. Buenos Aires, 1948, pág. 7. - Sáenz Quesada, María: op.
cit - Mujica Láinez, Manuel: .
- Carsuzán, María Emma: Manuel Mujica
Láinez. Ediciones Culturales Argentinas, Biblioteca
del Sesquicentenario, Serie "Argentinos en las Letras",
Ministerio de Cultura y Educación, Buenos Aires,
1962.
Autor:
Lic. María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional
Matriculada