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Revelación martiana, trascendencia y actualidad




Enviado por rpupo



    (Tras las huellas del martiano
    mayor)

    Tema: Actualidad del pensamiento de
    Juan Marinello.

    1. Asunción creadora de
      la "selva" del Maestro
      .
    2. Cultura, política e
      identidad nacional.
    3. Razón utópica y
      realidad trascendente.

    Martí, escritor americano, la obra cumbre de
    Marinello, según José A. Portuondo, consagra a su
    autor como el martiano mayor. Al hombre de
    profundo pensamiento y sensibilidad, que con miraje de hondura y
    alto vuelo revelador, descubre en la "selva" del Maestro una
    trinchera de ideas para todos los tiempos. "Frente a las magnas
    tareas presentes cobra suprema actualidad aquella estampa en que
    Martí dibuja al escritor cabal que ha de nacerle a sus
    pueblos: "Así digno y libre, independiente y sabio,
    conocedor de los demás y de sí mismo, a la par
    instruido de inspirado, así ha de ser el que en nuestros
    días quiera robar una estrella más al cielo para
    dejarla en la tierra
    perpetuamente unida a su nombre". Admitamos la sentencia, de
    lindo romanticismo
    martiense, y fijemos los ojos en los fundamentos de su mandato.
    Sigámoslo en su advertencia dialéctica que ordenaba
    seguir los rumores del tiempo, superando
    los rumores vencidos".1

    I.
    Asunción creadora de la "selva" del
    Maestro
    .

    No resulta fácil asumir creadoramente a un
    creador de la estatura de José Martí. Marinello
    lo hizo sin proponérselo. Sencillamente siguió a
    Martí con devoción infinita y misión
    consagrada. Penetró tanto en él y conoció
    tan a fondo su método y
    su estilo que muchas autoridades martianas reconocen
    similitudes en ambos discursos.
    Ya en 1941, – escribe Cintio Vitier – en plena
    posesión de sus criterios y de su estilo, pudo
    ofrecernos el ensayo
    rector -se refiere a "Españolidad literaria de
    José Martí- de una nueva estimativa de
    Martí como escritor revolucionario. Aquellas
    páginas definen los rumbos que van a guiar la
    indagación martiana de Marinello hasta los
    últimos años de su vida".2

    Con inusitada fuerza
    conceptual e interpretativa, Juan Marinello indaga en las
    fuentes
    nutrientes martianas, consciente, además, que cuando las
    influencias son sentidas, dejan de serlas3, se
    integran al discurso
    creativo totalizador con tono propio y raíces
    firmes.

    Muchos estudiosos de la obra martiana consideran la
    producción intelectual de Juan Marinello
    en torno a
    José Martí como una excelente contribución
    fecundante, no sólo por la profundidad creadora con que
    desentraña las esencias del Maestro, sino además
    por la fuerza estilística perneada de agudeza, belleza y
    originalidad personal. Su
    discurso interpretativo martiano –todo "una voluntad de
    estilo" mediado por un ímpetu de alto vuelo
    sintetizador- capta de forma inusitada en cuerpo y alma el
    espíritu del Maestro.

    Hay en Marinello un modo peculiar de asumir a
    Martí, a partir de un método –aportado por
    la propia "selva martiana"-, cuyos resultados dan realidad a
    una visión inédita del Maestro como totalidad
    trascendente. Método que, en tanto expresión del
    todo en lo que tiene de esencial –el hombre,
    la subjetividad humana y su actividad objetivada en la cultura
    garantiza una interpretación unitaria del ser
    existencial martiano y su obra. Con ello, Marinello logra una
    exposición orgánica y coherente
    del pensamiento del Apóstol, así como determinar
    su axiología como totalidad de
    creación humana que hace del oficio y la misión
    del hombre un eterno ejercicio de acción humana,
    materializada en una obra revolucionaria y latinoamericanista
    que hurga en el ser de Nuestra América, en función
    de su identidad
    propia y su inserción en la modernidad
    con independencia auténtica y soberanía legitimadora.

    La asimilación profunda de la rica
    tradición del pensamiento humanista cubano,
    latinoamericano y universal, vinculada estrechamente con la
    dialéctica marxista y leninista que ha asumido
    creadoramente, le abre caminos insospechados a Juan Marinello
    en la búsqueda martiana. Su enfoque –síntesis
    concreta de la articulación dialéctica del
    marxismo con
    lo mejor y más avanzado de nuestra tradición- se
    traduce en un método que en pos de la totalidad, no
    pierde de vista las múltiples mediaciones en que deviene
    el objeto investigado.

    Un método que parte del hombre en sus
    circunstancias y contextos socioculturales e históricos
    para determinar cauces interpretativos reales sin a priorismos.
    Sencillamente, es el hombre (Martí) como sujeto que
    piensa, siente, actúa y se comunica con el entorno
    histórico-cultural en que se despliega su pensamiento y
    su praxis.

    Coincidiendo con el Maestro, Marinello se dirige al
    hombre, en tanto esencia cultural y espíritu del pueblo.
    "Pero, no queriendo Martí el oficio de escritor enfatiza
    Marinello – sino el de hombre, como dice alguna vez llega
    a ser el más rico, el más original, el más
    entero de los escritores hispánicos de América.
    Lección definitiva para los que todavía ponen en
    duda, que la grandeza del artista viene de sus íntimas
    potencias de hombre, y que estas tendrán tanta fuerza
    cuando se hayan asimilado la sed de un pueblo y el querer de
    una época4 ".

    Un sentido histórico – cultural, a manera
    de vía de acceso, nuclea el método de Marinello
    en la aprehensión de las esencias martianas. Devela sus
    grandes atributos como escritor, pero ínsitos, en las
    "íntimas potencias del hombre", como él
    solía llamar, siguiendo al Maestro. Por eso, "la vida
    fue para Martí corriente tumultuosa, rica y cambiante,
    contradicción y ascensión"5, en
    función de la percepción del hombre y del cumplimiento
    del deber.

    En Martí, Marinello, descubre todo un cosmos de
    humanidad y al mismo tiempo un modelo a
    seguir, en cuanto a valores se
    refiere. Martí cree en el hombre y cultiva humanidad. Su
    vida es en sí misma una obra cultural al servicio del
    porvenir, una "real utopía que en tanto tal, anticipa,
    modela y preludia una sociedad
    fundada en la moral".
    En Martí – escribe Marinello – el escritor
    es, como el héroe, un obrero del porvenir, un
    espíritu sediento de convivencia ennoblecedora. Su prosa
    y su verso son instrumentos políticos en el más
    estricto y ambicioso sentido. Su literatura,
    como su acción, son desvelo cubano y trabajo por un
    tiempo nuevo; por ello, para los cubanos su obra sobrepasa la
    vigilancia profesoral y la consideración placentera del
    hombre de sensibilidad"6

    Marinello penetra en el humanismo
    martiano y en el sistema
    axiológico que le sirve de sostén. Comprende que
    en el Maestro "(..) lo que comienza por anotación
    crítica termina siempre por entendimiento
    trascedente"7, que "un hombre de esta calidad (..) al
    mismo tiempo (..) abre las más duras preguntas
    filosóficas"8. Por eso, cuando miramos "el
    camino de su literatura que parecía alejamiento,
    desembocamos en el asombro de una vida sin semejanza. Y una
    vida de esta categoría es mucho más que una vida;
    es un hecho moral
    (…). De ahí – enfatiza Marinello –
    que leer un artículo o un poema de Martí, y a
    veces un solo verso y una sola línea, sea una responsabilidad de meditación en el
    hombre y en su mensaje"9.

    En la aprehensión martiana de Marinello, en
    plena sintonía con el discurso del Maestro, el hombre
    ocupa un lugar central. Es que partir del hombre y su
    actividad, concretada en la cultura constituye en esencia el
    núcleo estructurador del método
    marinelliano.

    Esta estrategia
    metodológica no es casual. Sigue la lógica especial del objeto especial, pues
    "(…) desde su primer día vigente – se
    refiere a Martí – aquel en que se reveló a
    su conciencia
    el mundo empedernido y el mundo ansioso, hasta el día en
    que dejó la tierra por
    el camino que había elegido, fue su preocupación
    primera el hombre y su destino10". Pero el hombre
    concreto,
    real, hacedor de historia. El hombre que
    vincula indisolublemente el oficio y la misión
    comprometida con las grandes masas, con el pueblo. Por eso "hay
    que entenderlo como un conjunto de anticipaciones fecundas que
    marcan nuevas posibilidades de
    ascensión11".

    Anticipaciones fecundas, fundadas en un pensamiento
    donde los momentos ético, estético y
    político, se presuponen hasta integrarse en una
    totalidad unitaria, pues "las grandes páginas
    revolucionarias – y no hay mayor que José
    Martí en la escala cubana
    – han de estimarse en el conjunto eficaz, en la medida
    real de sus servicios,
    en el balance estricto de su rendimiento
    patriótico"12.

    Marinello, por las exigencias propias de su
    método, descubre a Martí como totalidad
    trascendente. Es difícil encontrar una arista del
    pensamiento martiano que no haya sido objeto del discernimiento
    de Marinello. El ideario integral martiano, su
    antiimperialismo, latinoamericanismo, anticlericalismo,
    antirracismo, en la intelección de Marinello, totalizan
    una vocación martiana, nacida de una cultura militante
    que afirma la identidad humana y cree en la utilidad de la
    virtud y el perfeccionamiento del hombre.

    Marinello descubre en Martí, al hombre de todos
    los tiempos, al guía espiritual que rechaza la guerra y la
    violencia y
    la promueve y proclama para el bien común. Al hombre que
    ha convertido la patria en agonía y deber, en pos de una
    república con todos y para el bien de todos, donde su
    ley primera sea
    el culto a la dignidad plena del hombre.

    Por eso, su revelación martiana le permite
    afirmar: "el impulso creador de Martí no se murió
    en él porque es una resonancia y una continuidad, porque
    puso su voz en la impaciencia noble de los hombres y,
    apasionadamente, en el destino de sus pueblos. Por largo tiempo
    todavía, mientras subsistan las realidades primordiales
    que contempló, su advertencia será oportuna y
    fecunda. Y después, cuando hayan sido cambiados por
    otros mejores, todavía tendrá vigencia su
    lección de preguntar al hombre americano – con
    virtud artística – cuál es su pesadumbre y hacia
    dónde apunta su esperanza"13.

    Pero la asimilación creadora de la "selva" del
    Maestro por Marinello, no se reduce a la comprensión y
    descubrimiento de un método que reproduce a Martí
    como totalidad trascedente. Además, son cauces
    hermenéuticos de implicación heurística
    que encuentran concreción en la exposición
    unitaria de la relación cultura – política e identidad
    nacional.

    II.
    Cultura, política e identidad
    nacional.

    Los años comprendidos en la década de
    los años 30 del siglo XX cubano están impregnados
    de nuevas calidades definidoras y modos existenciales de hacer
    cultura, arte,
    política, en función o no de la identidad
    nacional, su desarrollo y
    preservación. Son años complejos y
    difíciles, en los cuales los sectores intelectuales
    cubanos, conscientemente, tienen que tomar posiciones: o miran
    la realidad nacional de frente, con ojos militantes, o la
    evaden, para regodearse en su producción abstracta, lo
    que es más "cómodo", o, sencillamente glorifican
    el status quo existente, para alinearse así a la
    reacción en contra del ideal nacional y en defensa de
    intereses de clases muy definidos.

    Son años inciertos, ha fracasado la Revolución del Treinta, hay confusiones
    ideológicas, pero la herencia
    acumulada de la "década crítica" que le
    precedió, así como el despertar de la conciencia
    nacional, si bien inmerso todo en confusiones e indefiniciones,
    marcará su huella indeleble a la posteridad. "Sus
    gérmenes formadores –refiere Marinello a su
    llamada "década crítica" (1920-1930)- poseen
    raíces muy profundas, de las que suben las grandes
    floraciones que hemos contemplado después. No es casual
    que en estos diez años – ni antes ni
    después- hayan ocurrido hechos como estos: La Revista de
    Avance, Venezuela
    Libre, América Libre y la radicalización de
    Social. Añádase la aparición, en este
    lapso de tiempo, del primer Manifiesto Antiimperialista, Y, ya
    con significación excepcional –continúa
    Marinello- la fundación de la Confederación
    Nacional Obrera de Cuba y el
    Partido Comunista, primer partido leninista de nuestra
    historia."14

    La década de los años 30, como todo
    tiempo histórico, tiene sus premisas. Hay una cosecha,
    una memoria,
    avalada por acontecimientos trascendentales que ella sucede, e
    incluso toda una tradición anterior sintetizada en
    Martí que, aunque en parte desconocida o desvirtuada en
    la república neocolonial, existen. El antimperialismo de
    Mella y Martínez Villena ha trascendido e impulsado
    nuevas directrices socioculturales y políticas. La nueva conciencia nacional,
    protagonizada por la juventud,
    exige nuevos enfoques y discernimientos del pensamiento
    revolucionario del Apóstol y de la realidad
    nacional.

    En todo este proceso de
    lucha y búsqueda nacionales no está ausente la
    figura de Juan Marinello. Joven de fina inteligencia
    y dotes excepcionales, cuyas cualidades pone en función
    de la cultura nacional y la realización plena de la
    liberación de su patria. Como poeta, como escritor
    lírico, se inicia con originalidad creadora, con su
    estilo nuevo e innovador. "Liberación" (1927),
    según Regino Boti"… unce definitivamente a Cuba a
    la nueva poesía, (…) haciendo del canto
    algo cogitativo, trémulo, espacial, sujeto al suelo por
    invencibles atavismos, pero con las alas potentes ansiosas de
    vuelo y eternidad (…) Sólo el hombre que se
    siente muy firme sobre sus talones puede elevar su canto hasta
    las más puras
    abstracciones…"15

    Sin embargo, su excelsa sensibilidad humana, sus
    convicciones ideopolíticas, forjadas en el combate en
    que se dirimía el destino de la nación cubana, lo alejan de su
    poesía intimista y las abstracciones, sin que con ello
    renuncie a su vocación poética que
    impregnó toda su producción
    intelectual.

    El ensayo,
    género literario en que encuentran cauces
    expresivos por excelencia, los fundadores de La Revista de
    Avance y otros destacados intelectuales, constituirá el
    arma de combate en el quehacer político-social,
    crítico-literario y, en fin, cultural-revolucionario de
    Juan Marinello. Su tesis, "que
    el ensayo pone y el tratado dispone", en un creador de su
    naturaleza,
    lo conduce a elegir el primero, como medio más propicio
    para el despliegue de sus energías e inquietudes
    político-sociales y culturales.16

    Como toda obra humana, creadora, la ensayística
    de Marinello, experimenta un proceso de evolución, en cuanto a
    profundización y enriquecimiento se refiere, en la
    medida en que profundiza en la realidad, amplía su
    horizonte cultural y acumula experiencia. La década de
    los años 20 fue su prueba de fuego, y emerge junto a
    Mella, Martínez Villena y otros destacados
    jóvenes revolucionarios, como figura de alto calibre
    político, revolucionario y hombre de la cultura, con
    pleno reconocimiento en su medio intelectual y en los predios
    de la crítica literaria más exigente. Sus dotes
    como escritor, la originalidad de estilo, su espíritu
    innovador, que en muchos casos llevan el signo martiano y unido
    a su vasta cultura, que no soslaya lo popular y el dominio
    profundo de la lengua, ya a
    partir de los años 30, hacen de "los ensayos de
    Marinello (…) apotegmas que la lógica de su
    entusiasmo enlaza alrededor de hombres e
    ideas."17

    En la ensayística marinelliana de la
    década de los años 30, ocupan su atención temas diversos en torno a la
    cultura, el arte y la política; sin embargo, su
    núcleo central gira en torno a la figura de José
    Martí – y coincidimos con los críticos y
    exégetas del intelectual cubano- que esta
    asunción al Maestro resultó determinante en su
    madurez como escritor y elemento catalizador en su
    creación fundadora como hombre de pensamiento y
    acción, que al igual que el Apóstol, hizo de su
    oficio y misión una unidad indisoluble. Misión y
    oficio, como dos momentos de un todo único
    –revelado y altamente valorado por Marinello en
    Martí- preside y pervade en toda su dimensión su
    ensayística. Pero la influencia martiana y
    también marxista no se reducen a esta
    determinación, sino que, tanto con ello, le aportan un
    método de aprehensión de la realidad, que en
    Martí supera y sintetiza la rica tradición del
    pensamiento cubano y lo más valioso del legado
    universal: el enfoque sociocultural-antropológico, que
    vincula sentimiento y razón como parámetros
    cualificadotes de humanidad, y hace del hombre y su devenir un
    proceso-resultado de la cultura, en tanto encarnación
    del ser esencial humano y medida de su desarrollo,
    ascensión y trascendencia.

    En esta dirección, y ya en un momento de su
    evolución intelectual que expresa los signos de madurez
    como escritor, y en posesión de un método que
    arranca del hombre en su realidad dramática y en sus
    múltiples mediaciones, los temas cultura,
    política e identidad nacional, traducen y trasuntan una
    obra creadora puesta al servicio de la transformación de
    la realidad nacional y en función del pueblo.

    En los ensayos publicados en la Revista de Avance
    emergen múltiples asuntos que compendian la unidad
    orgánica entre cultura y política, como
    expresión humana que debe realizar el bien del hombre.
    En "El poeta José Martí" (1929), escribe
    Marinello: "y para él –refiere a Martí- no
    tiene significado la vida que no se vierte en la de los
    demás y había dicho que" el deber de un hombre
    está allí donde es más útil, -el
    poeta queda forzado, fatalmente, a proyectar su obra en bien
    del mundo…"18

    En los marcos de la relación
    cultura-política e identidad nacional, vista como un
    todo, dimanante del hombre y transida de humanidad, discurre en
    otros problemas
    capitales como la relación e interconexión entre
    lo universal y lo singular propio, lo autóctono y lo
    foráneo, los elementos integradores de la identidad
    nacional, el lugar de la cultura afrocubana, el mestizaje, la
    relación entre el ser americano y el deber-ser, en nexo
    estrecho con las inquietudes cubana y americana, la conciencia
    de nuestro ser y los sentimientos en la proyección
    social, el lugar y papel del
    artista del hombre humanista que hace de la cultura, la
    política, el arte, etc., un programa
    fundador de lo nacional con vocación universal, un
    servicio al sumo bien del pueblo y la humanidad.

    El ensayo "Sobre la inquietud cubana" (1929) es una
    meditación americana en sí misma, con defensa de
    la identidad de nuestro ser existencial y una protesta a
    continuar siendo fieles copiadores de la cultura europea y
    presa fácil del imperialismo
    norteamericano. Sin embargo, la protesta no se queda en
    sí misma, lleva un mensaje, un llamado a la
    acción. "La inquietud de hoy es esencialmente
    –trágicamente- política en su sentido
    más amplio y lejano. La tragedia no sólo
    está en la inquietud, sino en los caminos para
    realizarla"19. Hay una toma de conciencia de los
    problemas reales que afectan a nuestro pueblo. "La pugna entre
    las viejas construcciones y el nuevo sentido", pues"…
    están divorciados de modo radical…la
    personalidad –dignidad nacional- con el bienestar de
    sus pobladores."20 Al mismo tiempo, hay "una
    realidad jurídica –la Enmienda Platt- y una
    realidad histórica –la absorción
    económica- constituyen al gobierno de
    Cuba en guardián de los intereses
    norteamericanos."21

    Al igual que en "Juventud y vejez"
    (1928), donde defiende la libertad, el
    derecho al futuro, ante la opresión que invade a la
    nación, aquí el optimismo revolucionario se
    impone, pues "no vemos, -enfatiza Marinello- sin embargo, esta
    tragedia americana como seguro
    naufragio de los valores
    espirituales"22. Ese optimismo real, de raíz
    nacional martiana se cimenta en su cosmovisión humanista
    que ubica al hombre como centro del acontecer sociocultural y
    político y cree en las virtualidades que potencian y
    sirven de sustrato a su humanidad. Se pone de manifiesto,
    además, cuando asume la personalidad
    del pensador marxista peruano. "En Mariátegui
    –señala Marinello en el ensayo "El amauta
    José Carlos Mariátegui", publicado con motivo de
    su deceso, junio de 1930- la obra intelectual no puede ser cosa
    inseparable de su presencia, porque él estaba en su obra
    y su presencia empieza ahora. Por venir de su aliento de hombre
    su palabra nació con piernas incansables. Como toda
    palabra transida de humanidad y codiciosa de porvenir
    será la suya viva y
    reciente…"23

    El hombre, concebido como presencia, proyecto y
    síntesis de la cultura que encuentra modos de
    realización en el arte, la política y en todo su
    quehacer social permea el método marinelliano. De
    aquí dimana su intelección de la cultura como ser
    esencial humano, enraizada en el pasado y siempre mirando al
    porvenir. Por eso, la política en su criterio resulta
    una determinación de la cultura, un todo, consustancial
    a una unidad superior, el hombre, como hacedor de historia,
    comprometido con la realidad y las exigencias de su
    época. Por eso jerarquiza en todo alto nivel la divisa
    esencial de Mariátegui: "No soy un espectador
    indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre
    con una filiación y una fe."24 Fe, que en la
    comprensión de Marinello significa"…ser parte
    encendida del drama del mundo…,25 ser hombre
    dramático en un coro de hombre trágicos, afirmar
    mientras todos dudaban"…"hundir las manos con dolor de
    creación en carne angustiosa."26 En
    sí, fe es hombre con ideales, cultura militante
    comprometida, política militante.

    En la ensayística de Marinello la cultura, en
    tanto producción humana, es tal, en la medida que
    "traduzca adecuadamente la inquietud política concibe a
    esta siguiendo al Amauta como "la trama misma de la historia" y
    "el anhelo social"27 que es en primera instancia el
    afianzamiento de la identidad nacional, con vocación de
    universalidad.

    La política como "trama misma de la historia",
    en Marinello implica, más que todo, vía de
    acción social y humana y, por tanto,
    determinación y núcleo de la cultura. En esta
    lógica conceptual, y consecuente con su
    concepción de lo político, como "forzoso servicio
    en las banderas del hombre"28,se pregunta: "cuando
    lo político es la corriente vital, ¿puede algo
    quedar a sus márgenes?"29 Problema este
    extraordinariamente controvertido y polémico, pero en el
    discurso de Marinello y el método con que piensa la
    realidad humana, aporta múltiples claves interpretativas
    que dan fe y cuenta de su razón, o al menos de los
    fundamentos lógicos que avalan su criterio.

    En primer lugar, no se puede olvidar su
    concepción de lo político, como hecho cultural,
    como fenómeno humano, inmanente e inserto en la cultura,
    como una de sus determinaciones esenciales.

    En segundo lugar, no es posible soslayar el sentido
    auroreal, preludiante, proyectual que impregna la
    ensayística de Marinello. Ese constante transcurrir
    –aprehendido de Martí- del ser al deber-ser que
    penetra la obra de Marinello constituye un impulso, para el
    cual "la afirmación cumplida es menos fértil que
    la leal sugerencia.30" Perder de vista esto, es
    condenarse a no entender el estilo ni el mensaje de la
    ensayística marinelliana; es cerrar las vías de
    acceso a su "propia selva", no seguir su ritmo y quedar fuera
    de su sintonía.

    La asunción de los temas cultura,
    política e identidad nacional no se reduce solo a los
    trabajos publicados en la Revista de Avance; todo lo contrario.
    Si ciertamente son recurrentes y a veces reiterativos en los
    ensayos de los años 30 y de las décadas
    sucesivas, también es indudable que alcanzan un nivel
    superior de profundización.

    El ensayista descubre nuevos vínculos y
    condicionamientos en correspondencia con nuevos tiempos
    históricos, experiencias acumuladas y una
    profundización mayor en el pensamiento martiano y el
    marxismo creador.

    La obra ensayística de Marinello en la
    década de los años 30 es vasta, profusa y muy
    rica en cuanto a temática de crítica literaria se
    refiere31. Escrita en condiciones difíciles
    ante el acoso policíaco, la persecución, la
    cárcel y el destierro, varios ensayos fueron escritos en
    la cárcel o en la clandestinidad. Sin embargo, "el
    pensamiento se desarrolla en libre y prolongada espiral
    alrededor de una idea matriz, y va
    amplificándose y transformándose con prodigalidad
    asombrosa32."

    En el contenido de los ensayos de este período,
    reflejando la realidad de la época, está presente
    la angustia cubana y americana –ciertamente, como
    señala Angel Augier- pero siempre abriendo brechas de
    discernimiento y planteando propuestas para superar el
    callejón sin salida que otros vaticinaban y consideraban
    cerrado, y sin alguna vía de acceso.

    A los problemas de la cultura contemporánea,
    incluidas por supuesto la de Nuestra América y la
    cubana, dedica atención especial en su
    ensayística. La relación entre lo universal y lo
    particular es un tema recurrente, así como el imperativo
    de afianzar, preservar y desarrollar lo propio, para encontrar
    nuestro ser esencial e insertarnos en la cultura universal con
    derecho soberano y ser contemporáneo, en tanto hombre
    emancipado, libre, virtuoso y digno que sabe labrar el futuro
    como sujeto, asido a la tradición, con memoria
    histórica y personalidad colectiva.

    En los marcos de esta búsqueda constante del
    ser esencial que sirve de sustrato a la cubanidad, los temas
    cultura, política e identidad nacional y sus
    interconexiones y mediaciones continúan
    desarrollándose. De una forma u otra y con expresiones
    disímiles, como su método se funda en el hombre y
    su despliegue procesal en la cultura, por exigencia
    lógica, su discurso transita tales determinaciones. Se
    trata, además, de un ensayista de vasta cultura, fina
    sensibilidad y comprometido con la realidad nacional. Por eso
    en él, "una simple alusión –señala
    Angel Augier- marca una vasta
    extensión cultural, y el concepto de
    cultura, en él, no excluye jamás la veta
    inagotable de lo popular33".

    "Negrismo y mulatismo" desarrolla un trabajo profundo
    relacionado con el componente negro en la cultura cubana,
    así como la identidad mestiza que caracteriza a nuestra
    nación. En la poesía de Guillén descubre
    "la cultura de raíz", y con ello, "un hecho americano
    del más amplio significado", porque ella –la
    poesía- es parte de nuestra carne porque
    encontramos… nuestro ayer, nuestro presente y nuestro
    mañana34.

    En dirección al tema martiano
    –predominante en la ensayística de esta etapa, y
    en las subsiguientes también- los temas objeto de
    análisis adquieren un relieve
    inusitado, y no es casual, pues en Martí encuentra lo
    que busca en toda su integridad. Martí piensa la
    realidad a partir del hombre y su actividad que se encarna en
    la cultura. "Por eso –enfatiza Marinello- el artista no
    es en él hombre distinto del político, del
    meditador, del Apóstol. El arte no puede ser para
    Martí sino ejercicio de humanidad. Su prosa y su verso
    son los cauces de una energía bienhechora. Su
    pensamiento es siempre un intento de exaltar lo mejor del
    hombre.35"

    Ejercicio de humanidad que en la obra martiana deviene
    pivote central en la revelación del ser existencial de
    nuestra América, de su identidad en tanto tal,
    así como la revelación de la esencia rapaz del
    coloso del Norte en acechanza perenne y en relación de
    antítesis con los propósitos genuinos de nuestros
    pueblos. En esta obra fundadora de Martí, donde cultura,
    política e identidad constituyen un todo único
    indisoluble, la ensayística marinelliana penetra, y
    extrae sus fundamentos orientadores, tanto en la
    concepción del problema como en la aprehensión
    del método capaz, de pensar el objeto y reproducirlo
    creadoramente en su totalidad trascedente.

    En esta dirección de reflexión y
    discernimiento del problema, el ensayo "Americanismo y
    cubanismo literarios" resulta conclusivo. Ante la pregunta:
    ¿Muestra lo
    político el quilate irreductible de un grupo humano
    o sólo una esquina ocasional del criterio colectivo?,
    Marinello responde, apoyándose en la historia: "Los
    mejores observadores del 19 atisbaron el alma criolla de la
    conmoción que produjo el ansia de independencia
    política. La revolución contra España
    fue, innegablemente, oportunidad de sublimación de muy
    significantes aristas espirituales del
    criollo36

    En la ensayística marinelliana de la
    década de los años 30, además de dar
    respuesta a una etapa convulsa de nuestra historia, pone de
    manifiesto el talento excepcional del autor, así como la
    originalidad creadora y la belleza expresiva que caracterizan
    todo un método todo un estilo para revelar en su esencia
    la unidad, cultura, política e identidad nacional en su
    síntesis. Además, ínsitamente, la
    ensayística del creador y político cubano
    está mediada por una idea central que imprime
    sustancialidad y coherencia al discurso: que no hay identidad
    nacional auténtica, más que enraizada en la
    cultura del pasado, en los combates del presente y en la tarea
    común de los que construyen el porvenir. Se trata,
    más que todo, de un programa cultural, diseminado en su
    rica y variada ensayística, cuyo ideal de racionalidad,
    fundado en el hombre, sus necesidades, intereses, fines y
    medios,
    hurga en la modernidad de Cuba y Nuestra América para
    hacer de la cultura y la política la autoconciencia
    auténtica de la liberación, y de la praxis, su
    instrumento de realización efectiva.

    Si bien en la producción de Marinello el
    problema cultura, política e identidad nacional,
    inmanente a su concepción del hombre, ya se integra como
    cuerpo teórico coherente de su discurso en la
    década de los años 30, cuya expresión la
    integran los ensayos recogidos en su libro
    Literatura Hispanoamericana, Hombres, Meditaciones, en toda la
    obra posterior continúa su desarrollo y
    sistematización.

    Sin embargo, en Martí, escritor americano
    –su obra capital-,
    Meditación americana, "Sobre el Modernismo,
    Polémica y definición", "Conversación con
    nuestros pintores abstractos", "Lenin y la creación
    artística", "Literatura y Revolución", y "El
    escritor Aníbal Ponce", entre otros, la
    intelección dialéctica en torno a la
    relación cultura-política-identidad nacional, en
    tanto totalidad orgánica que dimana de una teoría y un método en su plena
    madurez, resulta más reveladora y profunda. Se
    desentraña y amplía nuevas aristas del problema,
    se devela otros nexos esenciales, determinaciones y
    condicionamientos que dan cuenta de los nuevos avances de la
    teoría y el método que alumbra su discurso. La
    profundización en el pensamiento y la obra de
    Martí, sustanciada además por su
    penetración marxista y en la cultura americana y
    universal, imprimen nuevos horizontes al camino
    recorrido.

    En Martí, escritor americano
    –Martí y el Modernismo- en la medida que se ve
    impelido de establecer relaciones entre el Modernismo y
    Martí, el intelectual cubano desarrolla conceptos e
    ideas capitales en torno a la dialéctica, cultura,
    política e identidad nacional, en tanto exige al creador
    lealtad americana y compromiso con su tiempo.

    Lealtad y compromiso social que en la
    cosmovisión marinelliana implica no convertir el arte,
    la literatura y la cultura en general en una empresa
    política, codificada en un discurso
    propagandístico unidimensional y pobre en contenido. El
    concepto es otro y más profundo porque es consecuente
    con la búsqueda del hombre en sus humanas, cuya obra
    debe fundarse, como en Martí, en el mejoramiento del
    hombre, como "….traducción eficaz del clamor
    colectivo37 en el camino americano… en la
    búsqueda… de lo propio y el ansia de información reciente y
    universal."38

    Hay mediaciones esenciales que Marinello revela, para
    conceptuar y concebir la política como
    determinación cultural, al servicio de la identidad
    nacional o regional. Mediaciones que encuentra o deduce de su
    propia concepción, de la "…total
    identificación entre el escritor y el
    hombre"39 que, como en Martí "… lo
    romántico se enriquece, se supera… por el choque
    con la realidad"40. Es en el obrar humano, su
    actividad, que imbuido por motivos nobles despierta
    sensibilidad y con ello comportamientos políticos. "Lo
    sorprendente, lo impar de su caso –por supuesto, se
    refiere a Martí- está en que la queja del
    artista, sensible de la piel a la
    entraña, y el entusiasmo del líder, erguido hasta el fanatismo, se
    marinan y asocian a lo largo de toda su existencia; a veces en
    el mismo cuerpo de un escrito."41

    De esta concepción marinelliana, de identificar
    al creador con el hombre –entiéndase bien el
    concepto hombre y sus connotaciones, que asimila de
    Martí- es fácil comprender las transiciones
    dialécticas que median la relación
    cultura-política. Es que la cultura, en tanto tal,
    sintetiza, compendia e integra en sí la condición
    humana, dirigida a la realidad social en su naturaleza
    contradictoria, lo que de por sí, deviene
    política, al saberse y sentirse el hombre al mismo
    tiempo sujeto, agente activo del movimiento
    social. Es como si cultura y política, en la dinamicidad
    del proceso social tomaran cuerpo en el hombre, sensible a los
    latidos de la realidad. De ahí que la política
    verdaderamente humana no resulte un aditamento más del
    devenir humano, sino un modo en que la propia cultura humana se
    expresa en términos de acción real en bien del
    progreso del propio hombre y la sociedad. Sobre esta base
    encuentra Marinello las claves explicatorias del
    desinterés que anima a los grandes hombres, el
    fundamento de los ideales que la cultura humanista sedimenta,
    la satisfacción plena e incondicional en la que el
    hombre es capaz de asumir el deber patrio hasta inmolarse por
    una causa política que considera fuente nutricia de
    ascensión humana. Su faro y guía es Martí,
    como hombre, que puede ser extensible a la más simple
    cultura, pero con calidad de hombre.42 "Nuestro
    héroe ha evocado largamente la guerra y la muerte.
    Quiere servir a la guerra con sus máximas calidades; por
    ello sube a lo más su asistencia práctica,
    política, instrumental; por ello produce una literatura
    en que la utilidad engendra la belleza…Goza de una dicha
    no pensada porque la suma de quebrantos y tormentos ha
    confluido en la gozosa ocasión de ofrendarlo todo. Si
    para él el deber se identifica con el sacrificio, ahora
    el mayor deber ha de confundirse con el sacrificio pleno, el de
    la propia vida.

    Esto explica y brinda fundamentos sólidos, en
    los marcos de la dilaléctica, cultura, política,
    identidad nacional, a la misión martiana de concebir la
    patria como agonía y deber, y la de todo hombre
    comprometido –sin condición alguna- con los
    problemas cruciales que palpitan en la realidad social de su
    tiempo, en pos del futuro.

    En el devenir cultura, política, identidad
    nacional, Marinello descubre todo un universo de
    vínculos necesarios para comprender el proceso mismo de
    dicha unidad. En primer lugar –lo reiteramos- la
    identidad que establece entre el creador y el hombre; en
    segundo lugar, el vínculo que revela entre el hombre y
    la cultura, donde esta última define el ser humano en su
    esencialidad; determinación que en sí misma la
    cualifica –a la altura- como modo de proyección
    del hombre en su actividad transformadora y en el cambio de
    las circunstancias sociales para realizar sus fines. Esto
    significa, al mismo tiempo, la mediación de motivos de
    naturaleza ético-moral, implícitos en la
    relación cultura-política, que impulsan a la
    primera (cultura) a concretarse en posiciones, normas y
    acciones
    sociales (política) en correspondencia con su
    concepción del mundo, las necesidades sociales y el
    ideal que dirige su actuación en la sociedad. Por eso
    "Martí encuentra en la manigua no la
    justificación de su concepto vital."43
    Concepto vital, que en la intelección marinelliana
    expresa la hombría misma, encarnada en una cultura de
    raigambre transformador, impulsada por la conciencia de deber
    patrio, por la responsabilidad personal y por lo que ha hecho
    razón de su existencia: la emancipación de su
    pueblo oprimido. De ahí que su "asistencia
    práctica, política, instrumental" en el
    Apóstol la sienta como "llegada a su naturaleza plena",
    y "la utilidad engendre belleza".

    La mediación ético-moral en la
    transición cultura-política –que tanto
    reitera y valora Marinello, en su exégesis martiana o de
    otra personalidad- tiene una importancia capital. Abre
    vías de acceso a la comprensión de la literatura,
    el arte, etc., y todo el quehacer humano creador, no encerrado
    en sí mismo, en su expresión elitista y
    esotérica, como arte por el arte, como cultura por la
    cultura, en tanto tales, sino en su utilidad social, al
    servicio del desarrollo de lo propio y de la defensa y
    preservación de la identidad nacional. En tercer lugar,
    en el movimiento dialéctico cultura, política,
    identidad nacional, el intelectual cubano, a la medición ética,
    en calidad de sustrato subyacente, vincula además el
    momento estético, en unidad indisoluble, como elemento
    que estimula la actividad humana, no sólo por el deber y
    los imperativos de naturaleza moral sino que, conjuntamente con
    ello, implica ejercicio de acción colectiva social, de
    compromiso político, en fin, de imbricación
    orgánica de misión y oficio, como hecho
    cotidiano, fundado en una cultura de la razón y los
    sentimientos. En cuarto lugar, en la articulación
    cultura, política, identidad nacional, si bien se
    asienta en el
    conocimiento del hombre, Marinello jerarquiza la
    mediación axiológica en alto grado, consciente
    que los valores
    humanos, en múltiples formas de expresarse, son
    momentos catalizadores de creación humana y generadores
    de medios necesarios para convertir en praxis las posibilidades
    de excelencia y creación que se llevan dentro del
    hombre, cuando los desvelos sociales –ideales
    políticos en primera instancia- se convierten en
    convicciones.44

    La unidad cultura, identidad nacional en Marinello
    –en general siempre tomando a Martí como modelo de
    hombre- significa la cultura como servicio al pueblo,
    sustentada en un espíritu animador de igualdad
    social, virtud y dignidad nacional. Es, al mismo tiempo,
    cultivar lo endógeno con miraje universal de futuro
    Consciente, además, de la tesis martiana de que "nada es
    el hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su
    pueblo", Marinello, exige a la cultura, al escritor oír
    la voz del pueblo, unirse estrechamente a la realidad y ser
    consecuente con la necesidad histórica, pues "nunca la
    realidad ofreció al artista –y esto resulta muy
    actual-(…) tan clara ocasión de
    grandeza"45 como la de ser hijo de su pueblo y de su
    tiempo. "Todo estará en que nuestro escritor –que
    en Marinello y Martí es ante todo el hombre- conjugue un
    difícil equilibrio
    de espontaneidad e intención, de ímpetu y
    conciencia. Sin acudir al razonamiento adoctrinador (…)
    por vías de la legitimidad, (…) no explicando
    sino evidenciando (…) debe ofrecernos toda la vida por
    las veredas más específicas y
    sensibles."46 . Decir y hacer que como en
    "Martí se mueve dentro de un entendimiento profundamente
    humano… que traspasa lo puramente literario y
    sólo puede lograrlo una transformación social que
    sitúe a los hombres en una verdadera y radical
    igualdad."47

    En "Sobre el Modernismo. Polémica y
    definición", el discernimiento de la relación
    cultura, política e identidad nacional, en tanto
    sistema, no hace más que profundizar las tesis
    anteriores en cuanto a la "capital razón de ser hombre
    de entraña política, lo que determina,
    interpretar el hecho cultural… con hondo sentido
    histórico"48, al igual que en
    "Conversación con nuestros pintores abstractos", donde
    con calidad del oficio, prueba con solidez argumental y
    coherencia lógica" que…cuando se sustrae al
    hombre de la tarea que los hechos configuran su presente y su
    futuro dejan de contar."49

    No se trata de una intención destructiva o una
    aversión a la pintura
    abstracta, en defensa de la figurativa, sino de un llamado al
    clamor del pueblo, ávido de riqueza espiritual
    ennoblecedora que encauce su camino liberador.50
    Ante este mandato del hombre, del pueblo –fuente nutricia
    de todo creador- no hay tarea más importante que dar
    respuestas a la necesidad nacional, que es hacer de la cultura
    un baluarte político de la nación. Son
    alternativas ante las cuales se define más que la
    expresión cultural, en tanto tal, la humanidad del
    hombre y su destino y razón de ser, en su toma de
    partido por el bien común. Por supuesto, Marinello
    está consciente como marxista de que "el caso nacional,
    entendido como un proceso en marcha, adquiere sentido,
    sustancia, realidad, en virtud de la lucha que lo anima, y las
    clases que impulsan esa lucha tiñen todo el proceso con
    su acción y presencia."51La conciencia obrera
    rectorando el proceso más humano del hombre, porque
    sintetiza el interés
    nacional, exige de la cultura determinaciones políticas
    que dan acceso a la empresa
    portadora del progreso, no definiciones políticas en
    términos doctrinarios, sino captar creadoramente las
    señales de la realidad nacional, y con ello contribuir
    al programa de educación popular, que en fin de cuentas
    conduce a una toma de conciencia en las masas.

    Establecer al mismo tiempo una comunicación entre la obra del creador y
    el pueblo, que se derivan de ella. Esto, sencillamente, en la
    concepción de Marinello es poner la cultura al servicio
    de la nación, de sus intereses cardinales, en manos del
    sujeto que protagoniza su bregar hacia el progreso y la
    verdadera ruta humana.52

    En la obra marinelliana –antropocéntrica,
    humanista en esencia- la relación cultura,
    política, identidad nacional (o regional
    latinoamericana) está presente de formas
    disímiles. Es cierto que no es la intención
    central del ensayista entrar en disquisiciones teóricas
    en torno a definiciones y estructuras.
    Más le preocupa –y esto es muy importante- su
    relación y condicionamiento en la praxis misma. No se
    trata de carencia de carga teórica en el discurso, ni
    presencia empirista en el método sino de un
    estilo,53 donde la imagen y el
    concepto actúan en acción recíproca,
    sustentada en el aliento de un artista de la palabra y
    militante de la historia y la cultura y la política con
    raíces propias y sentido universal.

    Con criterios científicos –asumimos su
    propio decir- sobre el desarrollo de las fuerzas sociales,
    Marinello, sin detenerse mucho de modo especial en las
    determinaciones conceptuales, logra síntesis
    insuperables en torno al objeto que investigamos. En "Lenin y
    la creación artística" hay ideas,
    síntesis, conceptos íntegros e imágenes
    reveladoras. "La observancia del dictamen
    leninista,54 vía hacia el futuro, está
    afirmada, enriquecida, -escribe Marinello- en nuestro caso por
    la presencia cálida y cercana de Martí. Si el
    mandato de Lenin es el deber en marcha, el ejemplo de
    Martí es el impulso histórico que llena de
    sustancia y sentido la tarea
    ínminente."55

    No le es difícil a Marinello establecer
    coincidencia entre Lenin y Martí, respecto a la cultura
    y sus determinaciones, a pesar de sus circunstancias y tiempos
    históricos específicos, pues el deber en marcha,
    la tarea presente, en el caso cubano, está sustanciado
    por el impulso histórico martiano. Ambos se complementan
    y en síntesis superior expresan la cultura en su
    dimensión humana, donde el sujeto "…entienden su
    misión como encargo de un gran pueblo en un gran momento
    de la historia humana."56

    En Lenin, Marinello encuentra con espíritu
    martiano,57 nuevas determinaciones en la
    relación cultura, política, identidad nacional.
    Las relaciones clasistas, ínsitas en la cultura misma,
    como expresión de su devenir en la política
    –mediación que Martí en su madurez ya
    empezó a avizorar- con Lenin encuentran su
    expresión sistemática y su desarrollo en los
    marcos de su teoría del hombre y la sociedad, con "una
    nueva dimensión dialéctica de la cultura".
    Concepción que, sin negar los valores universales de la
    cultura, muestra su carácter
    heterogéneo de acuerdo con intereses de clases, lo que
    posibilita comprender en las nuevas realidades" en qué
    medida trabaja una expresión de cultura por mantener las
    viejas estructuras opresoras, en qué grado actúa
    para derribarlas, dando paso a una convivencia en que la tarea
    intelectual se produzca sin trabas ni contradicciones,
    cumpliendo sus objetivos
    inseparables y legítimos."58

    Marinello valora en alto grado la existencia de una
    teoría de la cultura y una política cultural
    leninista, cuyo espíritu fundante, por su resonancia
    humana, encarna el ser del pueblo y con ello, un programa,
    "…por la que la igualdad perseguida será el
    basamento de apropiación humana59 y
    posibilidades reales de acceso a la cultura, por una
    política inteligente afincada en lo propio, pero con
    vocación de universalidad y trascendencia e identidad
    propias.

    En su intelección "sólo con esta
    conciencia unificadora entre libertad y cultura –libertad
    para la cultura, cultura para la libertad-, puede emprenderse
    una ruta ascendente, sin contradicciones ni
    retrocesos".60 Sin contradicciones, no en el sentido
    metafísico, sino a partir de crear las condiciones
    necesarias por medio de la subversión de la realidad y
    su transformación para que el hombre se realice como tal
    y florezcan sus potencialidades creadoras en toda
    amplitud.

    Un entendimiento dialéctico profundo en torno a
    la cultura, la política y la identidad nacional revela
    el intelectual cubano. Es significativo el lugar que asigna a
    los cambios sociales, que si en sí mismos son
    expresión de una cultura revolucionaria, acontecimientos
    suyos, también la moldean a los tiempos y espacios
    históricos. Los cambios sociales –hechos
    históricos culturales en esencia- manifiestan el propio
    devenir de la cultura en sus determinaciones, incluyendo la
    política y sus cauces de dirección humana cuando
    captan las necesidades y los intereses del pueblo.

    Cuando la cultura refleja en su síntesis el ser
    nacional –según Marinello- coincide con el
    progreso y sirve de fuente inagotable de enriquecimiento de la
    identidad nacional. De lo contrario, se repliega en los
    intereses de los sujetos que representan el poder
    dominante, en detrimento del verdadero propósito del
    pueblo y de su creación libre, pues"…mientras
    subsiste la enajenación del trabajo humano (…)
    carece la cultura de la radical libertad en que toma cuerpo su
    mejor magnitud." "El renaciente –escribe Marinello,
    refiriéndose al libro Humanismo burgués y
    humanismo proletario, de Aníbal Ponce- sueña con
    el hombre en plenitud, y el intelectual del XIX con la
    élite de espíritus liberados y abstractos; pero
    los dos acuden en definitiva –hijos de su clase– a
    proclamar "la supremacía del hombre que piensa sobre el
    hombre que vive", con lo que, al obedecer a quienes los
    sustentan, restan fecundidad a sus
    creaciones."61

    Realización humana, realización social y
    nacional en la comprensión de la cultura y la
    política de Juan Marinello se determinan,
    autocondicionan y presuponen recíprocamente. Hay una
    idea matriz que atraviesa su discurso, la idea del cambio de
    las circunstancias, como prerrequisito dinamizador de la
    historia y la cultura y como premisa misma del desarrollo del
    hombre y la sociedad, dimanante del hecho de la imposibilidad
    –en una sociedad dividida en clases- del abordaje de la
    dinámica cultural, soslayando las
    contradicciones que le son inherentes y a partir de presupuestos
    metodológicos homogeneizantes.

    Hay que establecer diferencias específicas,
    porque la sociedad fundada en las contradicciones de clases
    imprime su sello distintivo a la cultura. Evadir este problema
    es simplemente actuar con entidades abstractas, cuyos
    resultados a lo más que llegan es a postular una
    antropología, conciliadora de polos
    antitéticos. La asimilación creadora del
    marxismo-leninismo le aporta a Marinello los medios
    teórico-metodológicos para la comprensión
    científica del movimiento social, incluyendo la cultura
    y su determinación política en relación
    con el destino de la nación.

    El espíritu martiano que anima toda su obra,
    que "(…) enseñó para siempre que la
    singularidad, la originalidad sorprendente de la obra viene de
    la lealtad a las grandes causas contemporáneas y de
    traducir en cada instante la voluntad libertadora de los
    pueblos"62 se completa con un método que
    exige discernir especificidades concretas en las estructuras
    sociales de la nación. Comprender que se requiere de
    definiciones revolucionarias para revelar en los marcos de la
    cultura nacional lo progresivo y lo regresivo y lo que
    verdaderamente se encarna como hecho cultural en la
    línea del desarrollo de la nación cubana, pues
    "…a las viejas servidumbres y a las injusticias
    mantenidas –prejuicio social, supeditación de
    la mujer,
    educación insuficiente y deformadora, monocultivo,
    miseria campesina y desempleo
    creciente-, ha venido a sumarse, como una gran fuerza
    unificadora de lo regresivo, el dominio
    imperialista,"63

    En tales circunstancias, defender la cultura nacional
    es alinearse a la clase que lleva en sí "la voluntad
    emancipadora, la misión creadora y fidelidad a su claro
    humanismo", es decir, la clase proletaria como portadora del
    progreso. Con esto, Marinello demuestra a los creadores
    cuál es la entraña de la encrucijada y los medios
    para salir de ella. Salvar su misión creadora es hacer
    de su creación y su obra un ejercicio revelador
    constante de la realidad nacional y, con ello, un quehacer
    comprometido con los que sufren la opresión y al mismo
    tiempo preludian el porvenir de la nación y su
    identidad.

    El reconocimiento de la heterogeneidad social, emanado
    de las diferencias clasistas, aporta al discurso de Marinello
    nuevos fundamentos en el entendimiento de la relación
    cultura, política e identidad nacional. Lo provee de
    medios necesarios para develar la compleja trama social en que
    se desenvuelve la sociedad cubana prerrevolucionaria,
    así como encaminar con sentido político la
    actividad y obra creadoras de la intelectualidad cubana.
    Posteriormente al triunfo de la revolución, en un nuevo
    momento del devenir cubano, cuando el ideario martiano-marxista
    empieza a encarnarse en la cultura con nuevos mirajes y a
    partir de otras premisas, con el pueblo como sujeto, la obra de
    Marinello, continuó su línea ascendente en la
    revelación del problema.

    Nuevamente, en su discurso, los temas, cultura,
    política e identidad nacional, además de ser
    ideas centrales de su obra, aparecen como núcleos
    conceptuales, en su interconexión recíproca y en
    constante espíritu superador perneado de urgencia y
    vuelo teórico-práctico por su resonancia capital
    y significación, en un pueblo que encuentra, al fin, el
    rumbo humano de realización social y las vías
    sociales de objetivación humana, pues "honremos a
    nuestro héroe elocuente haciendo a todos los hombres
    dueños de sus destinos, sin privilegios y humillaciones,
    y construimos el mundo que él no pudo, en que la equidad
    visible de la naturaleza es un espejo de la existencia
    humana."64

    Marinello, más que todo, exige al artista, al
    creador, en fin, al hombre labrar el presente y hacer el
    futuro, imbricado con la realidad nacional. Exige a la cultura
    –para que adquiera su status real- hacerse militante,
    captar la situación nacional con pupila política.
    Con ello, se integra al ser nacional, y defiende la identidad
    cubana.

    En este sentido, no hay posición cultural,
    política o estética, etc, -en fin cultura nacional-
    sin raíces y propósitos. Es decir, no hay
    identidad nacional, al margen de una cultura humana,
    comprometida con el contexto social en que transcurre el
    destino del hombre, del pueblo.

    Al mismo tiempo, cuando la identidad nacional se
    enraiza en el pueblo, como conciencia histórica y
    personalidad colectiva, se convierte en fuerza vital,
    razón suficiente y sensibilidad cotidiana que incentiva
    y moviliza con sus valores la creación individual y
    social de las grandes masas, "que al integrar lo nacional como
    voluntad, dinamismo y cambio (…) ostentan la marca de su
    ímpetu y la señal de su triunfo".65
    Triunfo que en sí mismo es rescate, reafirmación
    de lo propio y expresión cualitativa de la identidad
    nacional en desarrollo y progreso.

    III.
    Razón utópica y realidad
    trascendente.

    Tanto su oficio -gran escritor ensayista- como su
    misión humanista y patriótica determinan en
    Marinello un discurso y una praxis, perneados de razón
    utópica. Una gran utopía cuando se engendran
    sobre la base de necesidades e intereses auténticos es
    capaz de trascender la realidad y realizar el ser esencial del
    hombre y de los pueblos66

    El numen utópico es inmanente al pensamiento de
    los hombres que se consagran al deber67. Marinello
    lo aprehendió de Martí y fue consecuente con
    él hasta sus últimos días.

    En Marinello, razón utópica y realidad
    trascendente compendian una unidad orgánica mediada por
    la praxis creadora. El hombre como sujeto histórico
    –cultural, proyecta lo por venir con arreglo a sus
    necesidades e intereses. Por eso exigen mirar el presente con
    ojos humanos y comunicarse con el pasado "con sed de futuro",
    para realizar la obra humana con "raíces y
    propósitos".

    Valora con entusiasmo las grandes ideas e ideales que
    encauzan las cultura, ya sea de índole literaria,
    artística, ética o política. En
    Mariátegui encuentra al hombre artista y político
    soñador que hurga en la realidad para transformala.
    Sobre él dirá: " La luz vertical
    aparecida en el pecho del hombre dramático taladra
    gozosamente su representación trascendente de las cosas.
    Todo late en ella hacia un fin propio. En el hombre
    –humanidad no puede existir la tragedia. Esta nace del
    choque entre el anhelar y la fatalidad negadora del deseo. En
    la fe enérgica no tiene parte la posibilidad
    negativa"68

    Destaca Marinello, la razón proyectual del
    hombre en la lucha por lograr lo que quiere. Ideales que hechos
    conciencia y traducidos en fe, poseen una fuerza indetenible.
    "Tener una fe es ser parte encendida del drama del mundo.
    Salvarse o perderse en el mundo. Cuando la fe se ausenta la
    comedia llega (…)" 69

    La tesis marinelliana de concebir al hombre como
    posibilidad infinita de excelencia y creación, siguiendo
    a Martí, en sí misma lleva el sello de la
    razón utópica que orienta su discurso. Un
    discurso de alto vuelo cogitativo y belleza estilística
    que no evade el drama humano. Todo lo contrario, es
    consustancial a él; se afirma y actúa en pos del
    cambio de las circunstancia por la ascensión del
    hombre.

    Su programa de resistencia y
    de lucha sin soslayar lo inmediato se orienta a la mediatez,
    como profundo veedor que mira hacia el futuro. No se para la
    teoría de la práctica. Sabe que la teoría
    alumbra caminos y la praxis cambia, corrige y comprueba. Por
    eso el sedimento utópico de su pensar impulsa los vuelos
    de alturas sin perderse en el horizonte. La praxis misma
    comporta terrenalidad del pensamiento y adecuación a
    fines, Se trata de una filosofía de la praxis o de la
    subjetividad en constante diálogo con la realidad para aprehenderla
    humanamente en bien de la sociedad.

    Marinello fue un gran soñador. ¿Pero
    quién que es, no sueña?. El intelectual
    orgánico soñó mucho, dio riendas sueltas a
    su imaginación creadora y vio realizado lo que muchos
    consideraban quimeras de la razón. Fue como
    Martí, como Mariátegui, y como Marx y Lenin un
    hombre de alma política, un hombre "de filiación
    y fe" , inconcebible sin la potencia
    utópica que se esfuerza por transitar del ser al deber
    – ser. Por eso, ante la pregunta : ¿El momento de
    mayor emoción política?, Marinello responde sin
    vacilación: bueno, me parece, creo que no hay duda, que
    el momento de mayor emoción, dentro de mi vida
    política –que ha sido en gran parte toda mi vida-
    fue, sin duda, el instante en que Fidel proclama socialista a
    nuestra Revolución.

    Muy explicable –continúa Marinello,
    respondiendo a Báez-porque, en verdad, esa
    declaración supone la realización del objetivo al
    que ha dado uno todo su esfuerzo. Es cierto, no se puede negar
    que es así. Es el momento de mayor emoción porque
    hemos estado toda
    la vida soñando y creyendo que no era tan cercana esa
    solución por la que se trabajaba.

    Cuando se declara socialista nuestra
    Revolución, fue, como tú recuerdas, en los
    días de Playa Girón. Es una cosa muy grande para
    uno, es la realización de un objetivo perseguido durante
    toda una vida"70

    Con sencillez expresiva, el grande utopista realista,
    confiesa de modo diáfano la realización de su
    gran utopía. Su utopía ha devenido realidad
    trascendente y fuente de nuevas utopías para la
    resistencia y la lucha, para continuar la obra y enriquecerla
    con nuevas experiencias y nuevas aprehensiones generadas en la
    praxis creadora de una revolución que proriza por sobre
    todas las cosas la cultura del ser, pues "jamás el
    recuerdo de Martí –enfatiza Marinello, apuntando a
    la obra de la revolución ha iluminado una perspectiva
    tan unida a sus sueños magnos. Bajo su bandera inmortal
    marcha su pueblo hacia la creación de una convivencia
    justa, feliz y creadora en que van a cuajar los sacrificios y
    los heroísmos de una decisión revolucionaria que
    sobrepasa el siglo"71

    En la revolución triunfante, vio Marinello la
    realización práctica de la utopía martiana
    y marxista que creadoramente asumió. En ella vio
    "(…) la construcción de un mundo que dará
    al hombre medidas insospechadas de su poder"72
    .

    En los momentos actuales: tiempos de batallas de
    ideas, Marinello continúa construyendo utopías
    realistas en su pueblo, sobre la base de prácticas
    creadoras que no separan el oficio de la misión,
    la ciencia
    de la conciencia y la razón de los
    sentimientos.

    El revelador martiano hizo mucho, sigue haciendo, y
    aún tiene mucho que hacer. Su obra y pensamiento
    continúan trascendiendo.

     

     

    Rigoberto Pupo

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