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Los Hornos de Hitler




Enviado por cdarkk



    1. La llegada
    2. La Barraca
      26
    3. Las primeras
      impresiones
    4. La llamada a lista y las
      selecciones
    5. La
      Enfermería
    6. Un nuevo motivo para
      vivir
    7. El depósito de
      cadáveres
    8. El Ángel de la Muerte
      contra el Gran Seleccionador
    9. "Organización"
    10. Nacimientos
      malditos
    11. En el carro de la
      muerte
    12. La libertad
    13. Todavía tengo
      fe
    14. Conclusión

    Corría el año 1944, casi
    cinco después de que Hitler
    invadió Polonia. La gestapo lo gobernaba todo , y Alemania se
    estaba refocilando con el botín del continente, por que
    tercios de Europa
    había quedado bajo las garras del Tercer Reich.

    Nos contaban que los alemanes nunca usaban las palabras
    asesinato, o muerte por
    gas.
    Simplemente se concretaban a escribir a lado de los nombres de
    sus prisioneros las aparentemente inofensivas definiciones de
    "Tratamiento Especial, Liquidación , Recuperación,
    Experimentación , Solución Final ,
    etcétera." Cada una de estas definiciones significaba una
    muerte horrible.

    Una mañana fue un día fatal para la familia
    Lengyel, habían citado a una junta medica en la
    estación de policía al doctor Lengyel. El doctor
    pensó que podría ser una trampa y nunca
    volvería a volver jamás. El doctor se
    despidió de su familia y se
    dirigió a la puerta y salió.

    Después la doctora Lengyel recibió una
    noticia que su esposo sería deportado para Alemania
    inmediatamente. La doctora Lengyel fue a investigar, y le
    habían dicho que tal vez que como el doctor era un buen
    cirujano y en Alemania había escasees de médicos
    seguramente lo pondrían a trabajar en un hospital
    metropolitano. Después la doctora tomo la decisión
    de ir a buscar a su esposo. Cuando de pronto cayeron en la cuenta
    que la estación estaba rodeada por soldados , en las
    vías esperaba un tren. No estaba formado para pasajeros
    sino de vagones de ganado , atestados de candidatos de deportados
    , los soldados empezaron a acércaseles y a empujarlos se
    les condujo como ovejas a subir al tren vacío de ganado.
    Ya adentro del tren los vagones se empezaron a mover, noventa y
    seis personas habían sido embutidas en ese vagón en
    donde solo cabían ocho caballos, sin embargo no era
    aquello lo peor.

    Además a medida de que fue pasando la primera y
    la segunda hora iban cayendo en la cuenta que los detalles mas
    fundamentales de la existencia se estaban poniendo extremadamente
    complicada. Ni hablar de retretes o cosa parecida.
    Afortunadamente algunas personas habían llevado bacinicas
    para sus hijos y después podían basearla por la
    única y diminuta ventana que había, pero no
    disponían de agua con que
    limpiarlas. Un sol abrasador socarraba las paredes del
    vagón, hasta que el aire se hizo
    irrespirable. El interior estaba casi totalmente a oscuras, por
    que la luz del
    día que se filtraba por la ventanilla solo iluminaba aquel
    rincón. Al cabo de cierto tiempo decidieron
    que aquello era lo mejor. La escena se estaba poniendo cada vez
    mas repulsiva.

    Luego un guardia especial de la S.S. amenazando con su
    pistola que quería 30 relojes de pulsera inmediatamente si
    no los matarían, luego otro impuesto de los
    alemanes dijeron "vengan las joyas y les traeremos un caldero de
    agua fresca" Un caldero de agua para noventa y seis seres humanos
    , de los cuales treinta eran niños
    pequeños. Aquello equivalía a unas cuantas gotas
    para cada uno , pero iban a ser las primeras que probaran en
    veinticuatro horas. Ahora tenían mas enfermos en el
    vagón había 2 torturados por ulceras de estomago
    otros con escarlatina y podían contagiar a todos , la
    única manera de contraer esas enfermedades podría
    ser dando les las espalda a los enfermos y estar apartados de
    ellos.

    Después un señor murió y
    después y después el ten hizo su primera parada y
    entro un saldado y el hijo del que había muerto dijo
    "tenemos un cadáver entre nosotros se ha muerto mi
    padre.

    Pues quédense con su cadáver y pronto
    tendrán mas replico el soldado.

    Ya habían pasado siete días. Por fin , al
    terminar el séptimo día, el vagón de
    la muerte se
    detuvo. Habían llegado todos se preguntaban ¿Pero a
    donde? ¿Era aquello una ciudad? ¿Qué nos
    iría a pasar?

    La
    llegada

    Cuando llegaron ellos esperaban ser sacados del
    vagón sin mas demoras, pero tenían que pasar
    todavía la octava noche en el vagón . Por fin
    amaneció pálidamente el día y se oyó
    la orden seca y pretoria: ¡salgan!

    Las mujeres fueron colocadas a un lado y los hombres al
    otro de 5 en fondo y al salir del vagón a los niños
    y a los ancianos se les mando a que se formaran a la izquierda. Y
    después la doctora se entero de que su madre estaban
    condenados a morir.

    La carretera estaba bien reparada. Era a principios de
    mayo y una brisa fresca nos traía un olor peculiar y
    dulzon, muy parecido a la carne que se quema aunque no lo
    identificábamos como tal. Aunque nos recibió a
    nuestra llegada.

    El campamento ocupaba un basto espacio de nueve
    kilómetros , estaba rodeado de postes de cemento, de
    una altura de tres a cuatro metros y de un espesor de cerca de
    cuarenta centímetros con una doble red de alambradas entre si.
    En cada poste había una lámpara eléctrica,
    un enorme ojo brillante enfocado sobre los presos y jamás
    apagado. Dentro del inmenso recinto había muchos
    campamentos cada uno de los cuales estaba designado por
    letra.

    De pronto apareció aquel rebaño humano una
    mujer corpulenta
    y bien vestida. Con una garrote macizó, soltaba golpes a
    diestra y siniestra sobre las que se interponían en su
    camino.

    No podíamos dar crédito
    a nuestros ojos. ¿Quiénes eran aquellas mujeres?
    ¿Qué crimen habían cometido?

    Después de esperar unas dos horas frente a un
    edificio de grandes proporciones aunque construido muy toscamente
    nos quedamos completamente heladas. Luego un pelotón de
    soldados nos metió a empujones. Nos encontramos en el
    interior de una especie de hangar de 8 a 10 metros de ancho por
    unos 30 de largo . A empellones los guardianes nos convirtieron
    en un grupo tan
    compacto que era verdaderamente doloroso tratar de moverse. Se
    cerraron las grandes puertas . Unos veinte soldados la
    mayoría parte de los cuales estaban borrachos se quedaron
    dentro. Nos miraron despectivamente e hicieron a gritos
    comentarios sarcásticos.

    Por fin, nos llevaron en formación a otra parte.
    Pasamos por delante de un bosque encantador en cuyo lindero se
    levantaba un edificio de rojos ladrillos . De la chimenea
    salían grandes llamaradas. Aquel olor extraño
    dulzon y mareante que nos recibiera a nuestra llegada se
    intensifico mas poderosamente . A lo largo de cerca de cien
    metros había leños apilados contra las paredes .
    Preguntamos a una de las guías prisionera veterana para
    que era aquel edificio.

    Es una panadería del campo _ contesto.

    Nos lo tragamos sin le menor sospecha. Si nos hubiese
    dicho la verdad lisa y llana no le habríamos
    creído. Aquella panadería de la que emanaba el
    olorcillo repugnante era el crematorio al cual iban a parar por
    igual los pequeños los viejos y los enfermos y al que
    todos estaban destinados.

    La Barraca
    26

    Llegamos frente al recinto al cual habíamos sido
    destinadas. Los resplandores reflectores instalados sobre la
    alabarda con púas que rodeaba el campo indicaba que los
    alambres estaban cargados de corriente de alta
    tensión.

    Nuestra vida pasada quedaba del otro lado de aquella
    portalada. En adelante ya no íbamos a ser mas esclavas,
    enteramente hambrientas y heladas a merced de los guardianes y
    sin menor destello de esperanza. Había lágrimas en
    todos los ojos cuando seguimos a nuestra guía hasta
    nuestro nuevo hogar la "Barraca 26"

    La ingrata tarea de tratar a los que pronto iban a ser
    cadáveres, y más tarde cenizas estaba confiada al
    grupo llamados "kommandos"

    La barraca 26 era un gran hangar de maderas toscas que
    habían sido unidas para formar un a especie de establo. En
    la puerta había una placa de metal que expresaba el numero
    caballos destinados a ocupar aquel portalón.

    En el interior estaba dividido en dos partes por una
    gran estufa de ladrillo. De mas de un metro de alto. A cada lado
    de la estufa había tres filas de camastros . Para hablar
    con exactitud, eran jaulas de madera que
    llamábamos "Koias"

    No todas la ocupantes podían dormir al mismo
    tiempo que la falta de espacio era extrema. Algunas tenían
    que pasarse la noche entera en cuclillas y en las posturas mas
    extrañas. Una vez dentro de la koia, era tremendamente
    complicado hacer cualquier movimiento por
    pequeño que fuese porque requería la
    participación , o por lo menos el acuerdo de cuantas
    dormían allí.

    La suciedad de la barraca excedía a la
    imaginación mas poderosa. Nuestra principal tarea
    consistía en conservarla limpia.

    Solo que no se nos permitía ir a los retretes dos
    veces al día. ¿Cómo íbamos a poder
    aguantar? Por apremiante que fuese nuestra necesidad, si
    salíamos por la noche corríamos el peligro de ser
    atrapadas por la S.S. quienes tenían órdenes de
    disparar primero y preguntar después.

    Las primeras
    impresiones

    Hasta dos días después de quedar
    instaladas en las Koias recibimos nuestra primera comida
    matutina… que sólo era una taza de cierto liquido
    insípido y negruzco, al que pomposamente llamaban
    "café".
    A veces nos daban té. A decir verdad , paneas se
    advertía diferencia entre las dos bebidas. No estaban
    azucaradas, aunque en eso consistía toda nuestra comida
    sin una miga de pan , mucho menos en un miserable
    mendrugo.

    Al mediodía timábamos sopa. Era
    difícil averiguar cuales eran los ingredientes que
    integraban aquélla pócima. En circunstancias
    normales hubiese sido absolutamente imposible tragársela.
    Su olor resultaba repugnante. A veces no teníamos mas
    remedio que taparnos las narices para poder consumir nuestras
    raciones. Pero había que comer y teníamos que
    dominar nuestro asco. Cada mujer se tragaba el contenido de la
    vasija que le tocaba de un golpe… porque, dicho sea no
    teníamos cuchara… como niños que pasaban una
    medicina
    amarga.

    Además de la ración diaria de pan
    recibíamos por la noche un poquitin de compota de
    remolacha o una cucharada de margarina.

    Apareció corriendo una mujer con uniforme de la
    S.S. Empuñaba una fusta con correas de cuero a alambres de
    hierro..
    Reconocí a Hasse, una de las comandantes mas temidas del
    campo. Un criminal alemán extendió una mano para
    protegerme ¡No le pegué!– . Es una recién
    llegada . Esta buscando a su hijo. Se lo llevaron ayer del otro
    lado de las vías. El criminal se le hizo una seña y
    la comandante pareció calmarse. Todo lo que tenia ella de
    gorda y fea, lo tenia el otro de atractivo físicamente. Se
    olvido de mi y miro con interés al
    criminal. A su mirada asomó una expresión de
    voracidad y deseo. Aquellas cosas se comprendían
    perfectamente en el campo . El penado llevaba un traje de preso
    relativamente limpio y cosa rara no tenia afeitada la cabeza.
    Pero claro no era prisionero político sino un criminal
    homicida.

    La mujer se echo a reír y se acerco mas a el. Yo
    corrí pero de momento me había ahorrado un vapuleo.
    Mi hermosos protector masculino había conseguido gracia
    para mi una mujer de la S.S. El mundo creado por los alemanes no
    tenia pies ni cabeza.

    La llamada a lista
    y las selecciones

    Ya sabía que había en el campo de
    concentración "selecciones periódicas" para mandar
    a nuevas victimas a los crematorios. Sin embargo, ignoraba
    todavía que la llamada a lista se utilizaba también
    para diezmar a los prisioneros.

    A primeras horas de la madrugada, tirábamos de
    frío especialmente cuando llovía, cosa que
    ocurría con frecuencia. Durante el invierno, se citaba a
    lista siempre bajo a las mismas condiciones, independientes de si
    nevaba o helaba. Procurábamos frotarnos unas con otras
    como ovejas de un rebaño pero nuestros guardianes, bien
    abrigados por cierto, estaban alerta. Teníamos que
    mantenernos en posición de firmes y observar las debidas
    distancias.

    Los mismos centinelas se equivocaba. Nos contaban y
    recontaban una y otra vez. Otros iban y venían a toda
    prisa en sus bicicletas entre la oficina del
    comandante y las barracas. Algunos registraban las Koias. A todo
    el campo de concentraciones pasaba la señal de
    alarma.

    En nuestro campo de concentración había
    unas cuantas internadas muy jóvenes y muchachas
    prácticamente niñas. Se les obligaba a presentarse
    a las formaciones. Los alemanes les permitían vivir un
    poco y aquellas chiquillas de trece o catorce años
    compartían todas las penalidades de la vida del campo.
    Pero sin embargo podían considerarse como privilegiadas en
    comparación con las niñas judías de la misma
    edad que eran inmediatamente mandadas a las cámaras de
    gas.

    Las selecciones se hacían generalmente en
    aquellas paradas. Asistían a ellas las mujeres de las S.S.
    Hasse e Irma Grise o el doctor Mengerle el doctor Klein y otros
    jefes nazis . Cada vez escogían cierto número de
    internadas indudablemente con el fin de un posible
    traslado.

    Antes de conocerlos ya había oído yo
    hablar a las internadas mas antiguas de aquel doctor Mengerle e
    Irma Grise eran los amos del campo que ambos eran bien
    apreciados. Pero a pesar de todos me quede verdaderamente
    sorprendida al ver lo bellos y atractivos que eran.

    Todas las veces resultaba este espectáculo tan
    trágico como humillante. Consistía una
    humillación no solo parea las pobres sacrificadas si no
    para toda la humanidad. Porque aquellos seres desgraciados que
    eran conducidos al matadero seguían siendo personas
    humanas… como usted y como yo.

    La
    Enfermería

    En la barraca No. 15, probablemente que estaba en peores
    condiciones de todo el campo, iba a instalarse el nuevo servicio. La
    lluvia se colaba entre los resquicios al techo, y en las paredes
    se veían enormes boquetes y aberturas. A la derecha a la
    izquierda de la entrada había dos pequeñas
    hitaciones. A una se la llamaba "enfermería", y a la otra
    "farmacia".

    El mobiliario de nuestra enfermería se
    componía de un gabinete de farmacia sin anaqueles una mal
    parada mesa de reconocimiento que teníamos que nivelar con
    ladrillos y otra mesa grande que cubrimos con una sabana para
    colocar en ella los instrumentos. Poco mas era lo que
    teníamos y todo en lamentable estado.

    Nos levantábamos a las cuatro de la madrugada.
    Las consultas empezaban a las cinco. Las enfermas , que a veces
    llegaban mil quinientas al día , tenían que esperar
    a que les tacase su turno en filas de cinco. Se le abría a
    uno las carnes al ver aquellas columnas de mujeres dolientes bajo
    la lluvia , la nieve o el rocío. Muchas veces
    ocurría que se les agotaban las ultimas energías
    desplomaban a tierra sin
    sentido como un témpano mas.

    Cierto día fui testigo en aquel hospital de una
    escena particularmente patética. Una joven y bella
    muchacha judía de Hungría , llamada Eva Weiss, que
    era una de las enfermeras contrajo la escarlatina atendiendo a
    sus pacientes. El día que se entero de que estaba
    contagiada los alemanes acababan de abolir las medidas de
    tolerancia.
    Como el diagnostico fue hecho por un medico alemán, la
    pobre muchacha sabía que era inevitable su traslado a la
    cara de gas. Pronto llegaría una falsa ambulancia de la
    cruz roja a recogerla, lo mismo que a las demás enfermas
    seleccionadas.

    Un nuevo motivo para
    vivir

    A veces, venían también hombres a nuestra
    enfermería. Generalmente eran internados que trabajaban en
    los campos de mujeres. Cuando regresaban a sus barracas por la
    noche, encontraban su enfermería cerrada. No
    podíamos negarnos a atenderlos, aunque estaba
    estrictamente por los alemanes. Pero sus lesiones
    precedían de accidentes de
    trabajo.

    Entre ellos llego un día un francés ya
    entrado en años, a quien designare como la inicial "L". La
    herida que tenía en un pie lo convirtió en un
    visitante asiduo de la enfermería.

    L. era una persona
    encantadora, y lo recibíamos con verdadera alegría.
    Todos los días nos traía noticias alentadoras de la
    situación militar y política de Europa.
    Mientras le curábamos sus lesiones, el calmaba nuestro
    espíritu atribulado.

    Al principio, los condenados a muerte de Birkenau eran
    fusilados en el bosque de Braezinsky o ejecutados por gas en la
    infame casa blanca del campo de concentración. Los
    cadáveres eran incinerados en una fosa. Después de
    1941, se pusieron en servicio cuatro crematorios , con lo que
    aumento considerablemente el "rendimiento" de esta inmensa planta
    exterminadora. En los primeros tiempos. Judíos y no
    judíos eran enviados por igual al crematorio sin
    favoritismo ninguno. A partir de junio de 1943, la cámara
    de gas y los crematorios estaban reservados exclusivamente a los
    judíos y gitanos. Como no fuese por error o por
    algún castigo especial los arios no eran mandados
    allá. Pero generalmente , estos eran ejecutados por
    fusilamiento. Horca o inyecciones de veneno.

    En el momento en que llegábamos a la
    estación entraba en vías un transporte.
    Los vagones de ganado estaban siendo vaciados de los seres
    humanos golpeados y enclenques que habían hecho el viaje
    juntos. A base de ciento por cada vagón. De aquella espesa
    y desgraciada turba, surgía gritos desgraciados en todos
    los idiomas de Europa, en el francés, rumano, polaco,
    checo. Holandés, griego, español,
    italiano etc

    Los alemanes dejaban con vida cada vez a unos cuantos
    miliares de deportados, pero únicamente con el objeto de
    facilitar el exterminio de millones de otros. A estas
    víctimas las obligaban a desempeñar a los "trabajos
    sucios". Eran parte del "sonerkommando". De tres a cuatrocientos
    atendían cada crematorio de la cámara de gas y,
    después de efectuado el asesinato en masa, debían
    abrir las puertas y sacar los cadáveres. Eran preferidos
    los médicos y dentistas para ciertas operaciones, los
    últimos, por ejemplo, para rescatar las dentaduras
    postizas de los cadáveres y aprovechar los metales preciosos
    de que estaban hechas. Además los miembros de
    sonderkommando tenían que cortar el pelo a la s victimas,
    lo cual suponía otra ganancia para la economía nacional
    socialista.

    Al cabo de tres o cuatro meses en aquel infierno, los
    trabajadores del sonderkommando veían llegar su turno. Los
    alemanes los tenían previsto así. Perecían
    en la cámara de gas y luego eran quemados por los que
    habían venido a ocupar sus puestos . La planta
    exterminadora no podía dejar de producir, aunque cambiase
    el personal.

    Entonces tuve ya dos motivos para seguir viviendo uno
    era trabajar por el movimiento de resistencia y
    ayudar cuanto tiempo pudiese mantenerme sobre mis pies; el
    segundo era soñar y rezar porque llegase el día en
    que fuese libre y pudiese decir al mundo entero: "¡Esto es
    lo que vi con mis propios ojos! ¡No podemos consentir que
    vuelva a repetirse!"

    "Canadá"

    Teníamos en Aushwitz-Birkenau un edificio que no
    se por qué se llamaba "Canadá" . Dentro de sus
    muros se almacenaban las ropas y demás pertenecías
    quitadas a los deportados cuando llagaban a la estación, o
    cuando se iban a duchar, o en el vestíbulo del
    crematorio.

    El "Canadá" contenía una riqueza
    considerable, por que los alemanes habían animado a los
    deportados a que se llevasen sus objetos de valor.
    ¿No habían anunciado acaso en muchas ciudades
    ocupadas que no era "contra las ordenanzas" llevarse los efectos
    personales consigo? Esta invitación indirecta resulto
    mucho mas eficaz que si hubiesen indicado directamente las
    victimas que se llevase sus joyas. En realidad muchos deportados
    se llevaban a cambio de sus
    objetos de valor.

    En los equipajes se encontraban un poco de todo:
    tabaco,
    chamarras de piel ,
    jamón ahumado y hasta maquinas de coser.

    El mercado negro me
    lleva de la mano a tratar del "Campo Checo", el cual fue, durante
    muchos meses , una fuente abundante de ropa.

    Los primeros rayos del sol revelaron, esparcidos por el
    suelo del
    campo checo, unos cuantos objetos abandonados: un rebojo de pan,
    una muñeca de trapo que quedo de la aldea checa de ocho
    mil almas, que tan corta vida había tenido.

    El depósito de
    cadáveres

    Aunque mi trabajo estaba en la enfermería,
    durante algún tiempo tuve que trasladar también los
    cadáveres del hospital. Pos si esto fuera poco,
    habíamos de limpiar los cuerpos, tarea horrible, porque se
    trataba de nuestras antiguas pacientes; y además. Porque
    se trataba de nuestras antiguas pacientes; y además,
    nuestro suministro de agua para lavar a los vivos era muy
    limitado, cuanto más para limpiar a los muertos. Cuando
    terminábamos el trabajo,
    teníamos que arrojar los muertos a un montón de
    cadáveres putrefactos. Y luego no contábamos con
    nada con que desinfectarnos, o lavarnos siquiera las
    manos.

    En muchos casos, las cautivas daban muestras de
    trastornos mentales. Perdían la memoria y
    la capacidad de concentrarse . Se pasaban largas horas mirando al
    vacío, sin dar la menor señal de vida. Finalmente ,
    terminaban llevar a la cámara de gas en un estado de
    indiferencia casi absoluta. Este embotamiento facilitaba, claro
    esta, las cosas a los alemanes.

    Metíamos la basura en grandes
    bolsas. Eran periódicos de todos los países, latas
    vacías de sardinas, botellas rotas, juguetes, cucharas. A
    veces teníamos que cargar las piezas de equipaje de la
    estación hasta el Canadá, donde se apilaban en
    verdaderas montañas, Mi obligación era llevar las
    bolsas a las presas en cargadas de aquella misión,
    quienes las iban clasificando: tiraban las camisas al
    montón de camisas, los juegues en otro montón, y
    los desperdicios con la basura.

    Seguía todavía observando los transportes
    cuando vi, con gran asombro, que salían cuatro de las
    filas , vestidos con trajes deportivos. Eran rubios y esbeltos,
    aunque su apostura había quedado un poco abatida a causa
    del largo viaje. Los guardianes trataron de empujarlos hacia
    atrás, pero ellos insistieron en que querían hablar
    con el "comandante"

    Los norteamericanos—me explico — no son mas que
    combustible para los crematorios. A los ojos de los alemanes no
    son sino enemigos, los mismos que nosotros. Es de matar nunca fue
    un problema para los alemanes. Se los llevan al bosque y los
    ejecutan. Ese es el campo americano.

    El Ángel de la
    Muerte contra el Gran Seleccionador

    Si Irma Grise hubiese sido menos curiosa yo había
    perecido. Pero , por lo visto , estaba demasiado interesada en
    averiguar por el doctor Fritz Klein, medico de la S.S. encargado
    del campo de mujeres de Auschwitz y después de
    Bergen-Belsen, había creado un puesto expresamente para
    mí, aunque estaba convertida en una piltrafa humana ,
    rapada la cabeza, sucia, harapienta, y con dos zapatos de
    hombre, que no
    pertenecían al mismo par, en los pies. Gracias a que
    quería enterarse, me salve de morir.

    Después con lentitud calculada Irma Grise , saco
    un revolver de su mesa y avanzo hacia mi. Formábamos un
    rudo contraste: yo, con la cabeza rapada, andrajosa, sucia,
    empapada de lluvia , y ella con el pelo magníficamente
    peinado y cuidado, con su vestido hecho a la medida realzaba su
    figura.

    -¡Puerca! –silbo entre dientes.

    Me aparte , encogida , del cañón
    frió de su revolver cuando me lo pasó por la sien
    izquierda. Sentí su cálido aliento.

    -Con que tienes miedo ¿no?

    De pronto , descargo la culata de su arma sobre mi
    cabeza, una y otra vez.

    Probé el sabor de mi sangré. Me
    tropecé y fui a caer sobre la piel de lobo.

    Cuando abrí los ojos , estaba tirada en el barro,
    bajo la lluvia, que seguía cayendo. La campana del
    campamento tañía, llamando a otra "selección". Herida, cubierta de sangre, me
    levante y corrí hacia mi barraca para no faltara la
    formación. Al volverme, vi a Irma Grise que tenía
    del Fuhrerstube, látigo en mano , para designar el
    nuevo grupo que iría a cebar la cámara de gas. Por
    que no me "selecciono", o me pegó un tiro, o me
    mató de alguna otra perversa, manera, es algo que no
    sabré nunca.

    "Organización"

    Durante los largos días que siguieron , me
    pregunte muchas veces que significaba la palabra de
    "organización" . ¿Qué había que
    organizar? Me llevo bastante tiempo todavía componer el
    verdadero sentido de "organización" . Fui atacando cabos
    sueltos. El consejo del viejo picapedrero, mas las
    recomendaciones de otras internadas , me dieron la respuesta. "Si
    no quieres morir de habré, no tenia mas que un remedio:
    robar".

    De pronto lo entendí "Organizar" significaba
    robare.

    Lo que sucedió después vino a confirmar mi
    interpretación. Sin embargo, el vocablo "organizar"
    contenía una matiz que no cale durante algún
    tiempo. Quería decir robar, pero robara expensas de los
    alemanes . De aquella manera , el robo se convertía en una
    acción noble.

    Así ocurría. Parapetadas tras esas palabra
    , algunas prisioneras hurtaban a sus vecinas sus miserables
    raciones, acuciadas por el hambre. Muchas que andaban mal
    vestidas, se robaban los míseros harapos de otras en los
    lavabos.

    Este incidente me alarmo por el provenir de estas
    internadas si algún día salían vivas de los
    campos de concentración. Sin embargo, de momento,
    teníamos que hacer lo que pudiésemos para vivir
    cada día.

    Tuve la debilidad de acceder. Sin embargo, en nuestro
    corazón
    sabíamos que no había derecho para aquello. Por que
    las medicinas estaban tan escasas en la enfermería que
    teníamos que reservar la aspirina para casos mas graves
    que un simple dolor de oídos. Aun guardando la cola , era
    dudoso que la Califactoka recibiese una tableta. Pero eso
    no hacía al caso: la habíamos abusado en beneficio
    propio del puesto que ocupábamos en el campo. En
    circunstancias normales , dudo que tanto mi amiga como yo
    hubiésemos caído tan bajo. Pero estábamos en
    Birkenau-Aushwitz, y nos moríamos de hambre.

    Con sumo cuidado , mi amiga deslizo las dos tabletas de
    aspirinas para que las cogiese la Califactorka. Ella a su
    vez, partió un plazki en dos con sus sucias manos y
    nos lo paso furtivamente.

    Nacimientos
    malditos

    El problema mas angustioso que teníamos al
    atender a nuestras compañeras era el que nos planteaban
    los alumbramientos. En cuanto nos llevan a la enfermería a
    un recién nacido, tanto la madre como la criatura eran
    mandados a la cámara de gas. Así lo habían
    dispuesto nuestros amos. Solo cuando el bebe no tenía
    probabilidades de seguir viviendo o cuando nacía muerto ,
    se perdonaba la vida de la madre como la criatura eran mandadas a
    la cámara de gas.

    Luego las enfermeras para ayudar a las madres y a sus
    hijos a que no los mandaran a la cámara de gas,
    decían que los niños estaban muertos y las madres
    cubrían al bebe con sabanas o cobijas y lo llevaban a su
    barraca y lo escondían.

    Nuestros amos no esperaban a que los nacimientos se
    impusieran en Auschwitz. De cuando en cuando –porque todas
    las medias que se adoptaban eran intermitentes sin
    excepción y estaban sujetas a cambios caprichosos-
    mandaban a todas las mujeres en estado a la cámara de
    gas.

    Los médicos de barraca, quienes tenían la
    obligación de dar cuenta de las embarazadas, recibieron
    ordenes rigurosas. Sin embargo, mas de una vez vi yo a los
    médicos desafiar todos los peligros y certificar que una
    determinada mujer no estaba en estado, cuando sabían
    positivamente que era falso. El doctor G. Asistía al
    infame doctor Mengerle, director medico del campo, y negó
    todos los casos de embarazo que
    podían ser discutidos.

    El doctor Mnegerle no perdió una sola
    ocasión de hacer a las mujeres preguntas indiscretas e
    indebidas. No ocultaba la diversión que le producía
    enterarse de que alguna de las embarazadas no había visto
    a su marido soldado durante muchos meses.

    En el carro de la
    muerte

    Durante meses y mas meses, estuve haciendo lo posible
    por dar con algún rastro de mi marido. Cada vez que
    cruzaba por nuestro campo un transporte de hombres, me
    precipitaban a las alambradas con el corazón palpitante y
    pasaba revista con
    los ojos a todos los prisioneros que llevaban uniforme listado.
    ¿No estaría entre ellos? En mis sueños lo
    veía muchas veces trabajando en las minas, con los pies
    hundidos en el agua hasta
    las rodillas o desmenuzando piedra en la cantera. Yo creo que no
    fueron menos de cien veces que trate de mandarle algunas palabras
    hablándole de mi. Pero nunca supe si mis mensajes le
    llegarían. El caso es que jamás tuve
    respuesta.

    Era evidente que en mi plan había
    numerosos riesgos. En
    primer lugar, yo no tenía que ver con la barraca de los
    locos. Para ellos había enfermeras especiales a la mayor
    parte de las cuales conocían los guardianes de la S.S. Me
    arriesgaba indudablemente a ser sorprendida si me metía en
    lugar de alguna de ellas.

    Mientras se realizaban estos experimentos y
    los guardianes la la S.S. comían y bebían en la
    oficina del director medico alemán, logre reunirme otra
    vez con mi marido.

    Más tarde me entere de lo que había
    sucedido. Un prisionero francés liberado me
    escribió para decirme que el campo de Buna había
    sido evacuado y que se habían llevado a los internados
    para una larga jornada de mi camino. A pesar de la orden
    explicita de los alemanes, mi marido se inclino para ayudar a un
    internado francés que se había desmayado. Trato de
    dar al pobre hombre una inyección de alguna sustancia
    estimulante para que pudiese continuar andando. Pero un
    guardián de las S.S. disparo contra los dos
    matándolos.

    La
    libertad

    Los guardianes de la S.S. que nos rodeaban iban
    conduciéndonos como a un rebaño por la carretera de
    Auschwitz. Hacia un frió intenso, y el aire se nos clavaba
    como un cuchillo a través de nuestros andrajos. Sonaba
    tiros a lo lejos. El estruendo de poderosas armas de fuego
    fue haciéndose cada vez mayor. Las denotaciones
    parecían irse aproximado y se multiplicaban con rapidez.
    Surcaban el cielo de cuando en cuando las estelas encendidas de
    los cohetes. Los rusos estaban indudablemente desencadenando un
    asalto a fondo.

    Los guardianes de la S.S. estaban armados de
    ametralladoras y granadas de mando. Tenían ordenes de
    liquidar a las seis mil presas, en el caso de ser sorprendidos
    por un avance ruso, para que los rusos no pudiesen liberar a
    ninguna.

    El destino debía haber dispuesto que yo, quien
    había sobrevivido a los horrores de un campo de
    concentración y de su evacuación presenciase la
    retirada de la Wehrmacht en derrota. Jamás olvidare
    aquella noche en que llegaron a la casita polaca los
    últimos zapadores , extenuados y cubiertos con sus blancos
    capotes de capucha.

    Pasamos la tercera noche de nuevo en un establo. Los
    alemanes se tiraron sobre la tierra.
    Estaban bebiendo en su mayoría. Mi captor se
    conseguí unas cuantas botellas y empezó
    también a empinar el codo.

    A altas horas de aquella noche , mis tres días de
    roer constantemente las cuerdas fueron coronados por el éxito,
    porque, por fin, se me cayeron de las muñeca. Pero
    tenía las encías doloridas y sangrantes, y me
    rompí algunos dientes.

    Todo estaba en el mas profundo y cansado silencio y sus
    ronquidos se imponían a cualquier otro ruido. Intente
    escabullirme entre en grupo de los que dormían, pero el
    que guiaba el carro al cual había estado amarrada se
    incorporo sobre el codo. Estaba borracho, aunque todavía
    conservaba la lucidez suficiente para disparar si creía
    que estaba tratando de fugarme. Tenía que escoger entre su
    vida y la mía. Agarre una de las botellas que había
    por ahí y se la descargue con toda mi fuerza sobre
    la cabeza.

    Era febrero. El río arrastraba grandes
    témpanos de hielo. Además ya empezaba a alborear.
    Pronto sería demasiado peligrosos, porque me verían
    nadando. Pensé en Aushwitz. Allí siempre
    había estado dispuesta a aventurarme a cualquier cosa. Por
    fin, fui bajando hacia la orilla. Si había sobrevivido a
    las cámaras de gas, bien podría sobrevivir al
    río.

    Según fui descendiendo, la buena campesina se
    santigui y se cubrió los ojos con las manos. Completamente
    vestida y tal como estaba, me tire a las aguas heladas del
    río.

    Cuando llegue a la otra margen, ya había casi
    amanecido. Todavía no estaba liberada la aldea , pero los
    alemanes la abandonaban, y aquella casa tan brillantemente
    iluminada estaba vacía. Más tarde me entere que sus
    habitantes se habían escondido en cuevas, porque su
    pueblo, situado en medio de un bosque, era el centro de un fuerte
    ataque y tanto los alemanes como los rusos estaban
    cañoneándolo. Siguió una batalla terrible y
    encontrada, pero no llegó a su punto álgido sino al
    caer la noche. Los rusos tiraron sus "velas de Stalin", y por un
    momento, el lugar quedo bañado de luz.

    El amo de la casa, quien me había visto
    acercarme, fue a recogerme. Estaba seguro de que
    había muerto en el bombardeo. Cuando los campesinos
    empezaron a emerger de sus cuevas con las mejillas rojas y los
    ojos insomnes, creyeron al verme que tenía pacto con el
    diablo y miraron a otro lado. Yo no intente explicarles lo que
    significaba para mi haber sido testigo de una victoria sobre os
    alemanes.

    Todavía tengo
    fe

    Inmediatamente cambio el aspecto de la aldehuela. No
    hacía mucho que habíamos visto a la Wehrmatcht y a
    las unida desde la S.S. dando por todas partes órdenes en
    alemán. Ahora escuchábamos un idioma nuevo, un
    idioma extraño para nosotros, y estábamos delante
    de gente a quien jamás había visto…¡Pero
    nos habían obsequiado con el mejor regalo que la vida
    puede dar…la libertad!

    El 31 de diciembre de 1944 , el Alto Mando de las S.S.
    pidió al campo de Birkenau que le mándese un
    informe general
    sobre los niños internados. A pesar de las selecciones
    originales, quedaron todavía muchos de estos
    pequeños que habían sido separados de sus familias.
    Los alemanes resolvieron que tenían que desaparecer… y
    que había que hacerlo rápido y a bajo costo.

    Pero los alemanes siempre tenían recurso para
    todo. Recibimos la orden de "bañar a los niños. En
    Birkenau no se discutían las ordenes. Había que
    cumplirlas, por repugnantes e innobles que fuesen.

    De repente, volvió a nevar. Los niños se
    tambaleaban en su marcha hacia la muerte, con sus harapos
    cubiertos de blancos copos. Guardaban silencio bajo los
    latigazos, un silencio tan profundo como el de los
    pequeños duendes de la nieve. Y seguía adelante,
    titiritando, incapaces ya de llorar, resignados, exhaustos,
    aterrados.

    Unos minutos más tarde, sin jabón ni
    toallas, teníamos que "bañar a los niños en
    agua helada. No podíamos secarlos. Les pusimos otra vez
    sus andrajos sobre sus cuerpos chorreantes y los mandamos en
    columnas, como siempre…parque esperasen. Tal fue la manera que
    los ingeniosos alemanes discurrieron para "resolver" el problema
    de los niños.

    Después se les ordeno regresar. Cuando regresaron
    se ordeno que tirasen sus cuerpos de los niños muertos a
    la basura.

    En Birkenau, como en la sociedad alabada
    y enaltecida por los filósofos nazis, prevalecía la
    teoría
    de que "el poder crea el derecho"

    Cada campo, cada barraca , cada koia era una
    pequeña jungla separada de las demás, pero todas
    ellas estaban sometidas a los patrones y la ley de la selva
    virgen, de devorarse los hombres a otros. Para llegar a la cima
    de la pirámide en cada una de aquellas selvas
    vírgenes, había que convertirse en una criatura a
    imagen y
    semejanza de los nazis, carente de todo tipo de
    escrúpulos, pero sobre todo de sentimientos de amistad solidaridad y
    humanidad.

    -FIN-

    Conclusión

    Es un relato de una sobreviviente de los campos de
    concentración de Aushwitz y de Birkenau Dantesca
    visión de cinco chimeneas arrojando el humo la carne
    quemada de centenares de miles de seres humanos.

    Y todas las terribles cosas por las que tuvieron que
    pasar los internados en el campo de concentración como la
    cámara de gas, los crematorios, los grandes castigos, los
    duros trabajos y difíciles tareas.

    Pero después llegan los rusos y liberan a los
    sobrevivientes de los campos de concentración y por fin se
    liberan de todo lo malo que habían vivido durante mucho
    tiempo.

     

      

     

    Cdarkk

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