En busca del cuento
perdido
En esta monografía
me refiero al aspecto del Romanticismo
relacionado con la recuperación de las lenguas olvidadas
(en España) y
con la compilación del patrimonio
cuentístico popular (en Alemania e
Irlanda).
"El término ‘romántico’ se
empleó por primera vez en el Reino Unido hacia 1750 para
designar, despectivamente, la temática de las antiguas
novelas
pastoriles y de caballerías, pero pronto perdió la
connotación peyorativa, y ya Rousseau lo
utilizó como sinónimo de pintoresco y para expresar
la emoción indefinida suscitada por un paisaje. Al mismo
tiempo, se
imponía en la cultura
europea una corriente de gusto y de pensamiento
que, privilegiando las emociones y, en
general, el ámbito de la subjetividad, rechazaba la
armonía del ‘buen gusto’ codificado por el
racionalismo y
el academicismo" (1).
En su obra Cumbres del idioma, Rodolfo M. Ragucci afirma
que dicho movimiento "se
caracteriza por la independencia
estética o abandono al estro personal; por la
mayor intensidad del subjetivismo o lirismo, o viva
expresión del alma propia, y por la preferencia de temas
históricos de carácter
cristiano-medieval" (2).
Aunque admite efectos perniciosos en esta corriente
–el abuso de libertad, el
desequilibrio, la exageración de imaginación,
sentimientos y formas-, admite que tuvo muchos resultados
ventajosos: "Entre sus resultados benéficos se cuentan:
una mayor libertad estética, elevación de
inspiración, reivindicación del genuino arte nacional,
fomento de la investigación histórica, ensayo de
nuevas formas poéticas, incorporación del habla
popular".
Por supuesto, esta definición puede ser ampliada
y tendrá diferentes características según la literatura del país
al que se haga referencia, pues –como sostienen René
Wellek y Austin Warren- "Los principales períodos de la
historia
literaria moderna han sido objeto de interminables
polémicas. Los términos ‘Renacimiento’, ‘Clasicismo’,
‘Romanticismo’, ‘Simbolismo’ y
recientemente ‘Barroco’
han sido definidos, vueltos a definir, discutidos,
controvertidos. Es improbable que se llegue a un acuerdo en tanto
siga reinando confusión acerca de las cuestiones
teóricas que hemos tratado de esclarecer; en tanto los
empeñados en la discusión insistan en definiciones
lógicas; en tanto confundan términos de
‘período’ con términos de
‘tipo’; en tanto confundan la historia
semántica de los términos con los cambios de estilo
propiamente dichos" (3).
A pesar de los desacuerdos que enfrentan a los
estudiosos, parece existir un punto en el que todos coinciden: el
interés
de los románticos por rescatar del olvido las lenguas y
las tradiciones de sus respectivas naciones. "el romanticismo
creó una nueva concepción de la historia, que
significó loa introducción de nuevos métodos en
diversas disciplinas, como el comparativismo en
lingüística y literatura, recuperando para la
investigación áreas totalmente inexploradas (por
ej., la Edad Media).
Es también característica de este período la
concepción de una ‘ideología nacional’, paralela a la
afirmación individualista y al desarrollo de
los primeros estudios folklóricos y
lingüísticos (J. y W. Grimm), que resultó en
el redescubrimiento de antiguas literaturas (la catalana y la
provenzal, por ej.), y en la participación activa de
poetas e intelectuales en las luchas de liberación
nacional (Italia, Grecia, el
continente americano)" (4).
"El retorno a las tradiciones nacionales, populares y
campesinas, anunciado en el programa de las
Lyrical Ballads (1798) de William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge
(los denominados poetas lacustres, a causa de la región de
los lagos de Cumberland donde vivían), es un
fenómeno que está emparentado con esa
renovación de las bases éticas de la sociedad que se
produjo con la Revolución
Francesa y bajo cuya influencia estuvieron, por un momento,
los poetas ingleses" (5).
En Portugal, en 1825, "el ideal romántico estaba
conscientemente formado, y sus caracteres, buscando más en
el análisis de las obras que en los programas de sus
autores, era los siguientes: 1° Para un romántico era
bello todo lo que exaltase la imaginación y el
sentimiento, los cuales se situaban preferentemente en los
tiempos medievales. 2° La forma patética predominaba
sobre el fondo. 3° Reacción de las intuiciones del
sentimiento contra el racionalismo del siglo XVIII. 4°
Predilección por los temas tradicionales y nacionales.
5° Transformación de los estilos en un tradicionalismo
individualista. 6° Abolición de las reglas del
teatro. 7°
Adopción
de modelos
nuevos, Shakespeare y el
falso Ossian entre ellos. 8° Ampliación del cuadro de
los motivos literarios. 9° Confusión de la
clasificación clásica de los géneros y de
las formas, olvido de algunos, como la epopeya, la tragedia y el
soneto; nacimiento de otros, como el drama burgués, y
transformación de otros todavía, como la poesía
lírica, la novela y la
historia. 10° Renovación de la crítica en un
sentido arbitrariamente impresionista unas veces y social otras.
11° Pobreza de
observación psicológica. 12°
Aparición y gran estinmación pública de
nuevas direcciones de la expresión literaria, que hacen
brotar géneros y subgéneros: la elocuencia
parlamentaria, la elocuencia académica y el periodismo,
con todo su contenido (artículos de fondo,
polémicas, ‘sueltos’, ecos o tópicos y
el folletín de glorioso destino. En cuianto a la política, eran
igualmente románticas la actitud de
apología del pasado remoto y la actitud de
aspiración a un futuro reformador, aunque ese pasado y ese
futuro fuesen poéticamente desfigurados por la
conformidad" (6).
El gallego,
"lengua
callada"
Ragucci considera que el romanticismo fue "una escuela literaria
que reaccionó contra las restricciones del seudoclasicismo
francés y trató de retornar al espíritu de
la literatura clásica española".
Emilio González López, por su parte, se
refiere además al aspecto idiomático: "El gran
florecimiento de la lírica moderna producido por el
Romanticismo se dejó sentir con gran fuerza en las
tierras de Galicia, que, gracias a este despertar de las viejas
literaturas europeas dormidas desde el Renacimiento,
volvió a recobrar la auténtica voz de su
inspiración. El romanticismo con su carácter
nacional, su interés por lo histórico medieval, su
costumbrismo local, despertó de su letargo a las viejas
lenguas europeas, entre ellas, la gallega, que habían
estado
calladas por siglos".
Esta lengua románica es "hablada en Galicia y
algunas zonas de Asturias, León y Zamora. Se divide en dos
familias dialectales. A la primera pertenecen los dialectos
noroccidental y suroccidental, estando la otra formada por el
central y oriental. El gallego nació a partir del lenguaje
vulgar hablado por los hispanorromanos y los germanos, durante la
época visigoda. Pronto adquirió la categoría
de lengua culta y sirvió de vehículo a una
literatura lírica de considerable valor"
(7).
"Galicia dejó oír primero su
melancólico acento a través de la lengua castellana
en las poesías
románticas de Nicomedes Pastor Díaz y de la
poesía y la prosa de Gil Carrasco –continúa
González López. Pero el renacimiento lírico
de Galicia se produce en lengua gallega en la segunda mitad del
siglo XIX y tiene a Rosalía de Castro como la figura
magistral que alumbra desde las tinieblas de su dolor el alma
lírica de su pueblo, para guiarlo por los caminos de la
verdad artística de Galicia".
Escribe sobre esta poeta y sobre otra figura destacada
de la lírica española: "Rosalía Castro y
Bécquer, su alma hermana, suelen ser considerados por la
crítica literaria como dos poetas post-románticos.
Quizá lo sean y quizá sean esto y algo más
(…) son románticos por sus ideas de la vida y de la
existencia, y sobre todo por sus sentimientos. Su poesía
se nutre de la eterna fuente del dolor humano; pero en la manera
de expresarla, en sus imágenes,
en sus impresiones de color y de
luz,
está presente un realismo un
tanto parnasiano".
A su criterio, "El romanticismo, como período,
puede darse por terminado hacia la mitad del siglo XIX, y la
publicación de El señor de Bembibre, de Gil
Carrasco, en 1844, viene a cerrar este brillante momento de las
letras españolas" (8).
En Alemania, "los románticos perseguían lo
infinito por amor a su
múltiple inconcreción, a su irreal carencia de
límites. (…) combatieron con vehemencia
la
ilustración burguesa, queriendo dar suelta a las
caóticas e irrealistas fuerzas creadoras del hombre. (…)
El sentimiento infinito fue el órgano de percepción
universal para los románticos. El romanticismo
abrazó y confundió todos los terrenos: la
literatura y el arte figurativo, la Historia y las ciencias de la
Naturaleza,
Sociología y Psicología,
Filosofía y Medicina,
Política y Religión. La vida que
el clásico se esforzaba por dotar de estructura
firme fue de nuevo arrojada a la individual e infinitamente
fluida movilidad. Con unilateral agudeza, Goethe decía que
lo clásico es lo sano, y lo romántico, lo enfermo.
Pero aquella inclinación al caos que según Novalis
había de traslucirse en toda literatura, significaba
también un pujante enriquecimiento de los recursos
creadores, cosa que no escapó al anciano Goethe. Los
románticos descubrieron las fuerzas de la inconsciencia y
la subconsciencia: el sueño, el presentimiento, la
nostalgia, lo mágico y fantasmal, el magnetismo del
alma y el enigma de los mitos.
Prestaron oído a las
voces de la Naturaleza, crearon con sus visiones una renovada
comprensión de la vida histórica y, siguiendo a su
gran predecesor, Herder, penetraron en la individualidad creadora
de los pueblos".
Es conocida la importancia que en el terreno de la
cuentística popular tuvieron los hermanos Jakob y Wilhelm
Grimm, quienes, además de iniciar "la
lingüística y la filología alemanas en sentido
moderno", se abocaron al estudio científico de las
leyendas
populares. En su Historia de la literatura alemana, afirma Fritz
Martini: "El romanticismo les proporcionó la
simpatía, la profundidad y la amplitud en la
aprehensión de los fenómenos; y su riguroso
espíritu científico les permitió dominar y
explotar una copiosísima masa de material. Les dio
también el valor moral que
demostraron en 1837, al protestar contra la infracción
constitucional por parte del rey de Hannover, lo que les
valió el ser expulsados de sus cátedras en Gotinga"
.
En el prólogo de su colección de cuentos
populares, publicada entre 1812 y 1814 bajo el título de
Kinder und Hausmärchen, realizaron la valoración de
los textos reunidos con tanto esfuerzo. Allí dicen que "En
el interior de estas obras se encuentra la misma pureza por la
que los niños
nos parecen tan encantadores y felices; tienen, por así
decirlo, los mismos ojos blanco azulados, y que no pueden ya
crecer más, mientras que los restantes miembros son
todavía tiernos, débiles e incapaces para la labor
de la tierra. La
mayoría de las situaciones son tan sencillas, que
probablemente casi todas se dieron en la vida; pero, como todo lo
verdadero, son siempre nuevas y conmovedoras".
Aunque muchas de las narraciones que recopilaron
provinieran de tradiciones extranjeras, ellos –sostiene
Martini- "recogieron de boca del pueblo y redactaron en el
sencillo y cordial estilo de sus narraciones una serie de cuentos
fantásticos populares, que convirtieron en materia
intrínsecamente alemana".
Cuando sus contemporáneos les reprocharon la
crueldad que se advertía en muchos de los relatos
recogido, ellos defendieron estos textos, señalando: "No
sabemos de ningún libro sano y
fuerte que haya servido para la formación del pueblo
–empezando por la Biblia-, donde no aparezcan tales
reservas en mayor o menor grado. Pero el buen uso no ve nada malo
en ello, sino, por el contrario –como dice un bello
refrán-, un testimonio de nuestro corazón.
Los niños saben leer sin miedo en los astros, mientras
otros injurian a los ángeles partiendo de las creencias
populares" (9).
José Manuel de Prada, a cargo de la
edición de Cuentos populares irlandeses (10), asevera en
la introducción a este libro que "En Irlanda, y de hecho
en todas las Islas Británicas, la recolección de
cuentos populares se inicia con Thomas Crofton Crocker
(1798-1854), un funcionario de la Marina que en 1825
publicó un librito titulado Fairy Legends and Traditions
of the South of Ireland".
Esta obra tuvo una excelente acogida y en 1826
apareció traducida al alemán por los hermanos
Grimm, "cuya famosa colección de cuentos populares
alemanes había estimulado a una legión de
continuadores en toda Europa,
incluyendo a Crocker".
Este libro de Crocker adolecía de un defecto, que
para Prada es comprensible: "Como es de esperar en una obra
pionera –anota-, los textos recogidos en las Fairy Legends,
a pesar de proceder de fuentes
orales, no reflejan sino pálidamente la tradición
popular de los campesinos irlandeses, pues el autor, para
complacer los gustos de su público, alteró como
mejor le convino el contenido y forma de los relatos".
A Crocker le siguieron Samuel Lover (Legends and Stories
of Ireland), William Carleton (Traits and Stories of the Irish
Peasantry) y Patrick Kennedy (Legendary Fictions of the Irish
Celts). Este último es el más destacado –a
criterio de Prada-, ya que "Con relación a sus
predecesores, este libro tiene la ventaja de representar de un
modo más fiel lo que la literatura oral irlandesa puede
ofrecer. Así, no incluye sólo relatos sobre las
hadas, sino también cuentos maravillosos, leyendas de
santos y narraciones del ciclo feniano".
Es recién con Lady Jane Francesca Wilde
(1826-1896), con quien "la publicación de cuentos
irlandeses comienza a salir del terreno de lo trivial y
anecdótico para introducirse en un ámbito
más trascendente". En su obra se advierten dos novedades
importantes: "la calidad literaria
de los textos y el hecho de que la autora –quien, no en
vano, en su juventud
había militado en el movimiento de la Joven Irlanda-
vinculara folklore con
nacionalismo".
El interés por los cuentos tradicionales surge
también en la tierra a la
que muchos emigran. En Estados Unidos,
Jeremiah Curtin, hijo de irlandeses, conversaba con emigrantes
recién venidos; estas conversaciones, y la lectura del
material publicado, lo llevaron a viajar a Irlanda para recopilar
más narraciones.
En la obra de Douglas Hyde, "buena literatura,
nacionalismo y rigor científico confluyen, mientras que en
The Celtic Twilight, Yeats "ofrece su propia visión de la
tradición irlandesa y de lo que para él
representaba". Yeats acompañó en su relevamiento a
Lady Gregory, quien a estas expediciones "aportaba su hondo
conocimiento
de la lengua irlandesa y un rigor metodológico que nada
tiene que envidiar al de Hyde". Estamos en las primeras
décadas del siglo XX y, como vemos, la influencia del
Romanticismo no ha decaido.
Hace muchos años, los hermanos Grimm dieron
"forma y vida al cuento de tradición popular". Se los
recuerda por ese aporte, que despertó muchas inquietudes
en otros países y permitió que ricas tradiciones no
cayeran en el olvido. En el Romanticismo, la narrativa oral
popular se destacó como un tesoro que se debe conocer y
proteger.
Así lo sintieron los Grimm hace doscientos
años, y así lo sienten hoy quienes recorren los
caminos recopilando relatos. Ellos son –a no dudarlo- los
herederos de estos admirables filólogos.
S/F: "Romanticismo", en Enciclopedia Clarín.
Buenos Aires,
VISOR, 1999.
Ragucci, Rodolfo M.: Cumbres del idioma. Buenos Aires,
Don Bosco, 1964.
Wellek, René y Warren, Austin: Teoría
Literaria. Madrid, Gredos, 1974.
S/F: "Romanticismo", en Enciclopedia Clarín.
Buenos Aires, VISOR, 1999.
Praz, Mario: La literatura inglesa. Buenos Aires,
Losada, 1976.
Figueiredo, Fidelino de: Historia literaria de Portugal.
Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949.
S/F: "Romanticismo", en Enciclopedia Clarín.
Buenos Aires, VISOR, 1999.
González López, Emilio: Galicia, su alma y
su cultura. Buenos Aires, Ediciones Galicia, 1978.
Martini, Fritz: Historia de la literatura alemana.
Barcelona, Editorial Labor, 1964.
Prada, José Manuel de: Cuentos populares
irlandeses. Madrid, Siruela
Trabajo enviado por
María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional
Matriculada