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ROMANTICISMO: En busca del cuento perdido



    En busca del cuento
    perdido

    1. El gallego, "lengua
      callada"
    2. Los hermanos
      Grimm
    3. Emulos
      irlandeses
    4. Notas

    En esta monografía
    me refiero al aspecto del Romanticismo
    relacionado con la recuperación de las lenguas olvidadas
    (en España) y
    con la compilación del patrimonio
    cuentístico popular (en Alemania e
    Irlanda).

    Introducción

    "El término ‘romántico’ se
    empleó por primera vez en el Reino Unido hacia 1750 para
    designar, despectivamente, la temática de las antiguas
    novelas
    pastoriles y de caballerías, pero pronto perdió la
    connotación peyorativa, y ya Rousseau lo
    utilizó como sinónimo de pintoresco y para expresar
    la emoción indefinida suscitada por un paisaje. Al mismo
    tiempo, se
    imponía en la cultura
    europea una corriente de gusto y de pensamiento
    que, privilegiando las emociones y, en
    general, el ámbito de la subjetividad, rechazaba la
    armonía del ‘buen gusto’ codificado por el
    racionalismo y
    el academicismo" (1).

    En su obra Cumbres del idioma, Rodolfo M. Ragucci afirma
    que dicho movimiento "se
    caracteriza por la independencia
    estética o abandono al estro personal; por la
    mayor intensidad del subjetivismo o lirismo, o viva
    expresión del alma propia, y por la preferencia de temas
    históricos de carácter
    cristiano-medieval" (2).

    Aunque admite efectos perniciosos en esta corriente
    –el abuso de libertad, el
    desequilibrio, la exageración de imaginación,
    sentimientos y formas-, admite que tuvo muchos resultados
    ventajosos: "Entre sus resultados benéficos se cuentan:
    una mayor libertad estética, elevación de
    inspiración, reivindicación del genuino arte nacional,
    fomento de la investigación histórica, ensayo de
    nuevas formas poéticas, incorporación del habla
    popular".

    Por supuesto, esta definición puede ser ampliada
    y tendrá diferentes características según la literatura del país
    al que se haga referencia, pues –como sostienen René
    Wellek y Austin Warren- "Los principales períodos de la
    historia
    literaria moderna han sido objeto de interminables
    polémicas. Los términos ‘Renacimiento’, ‘Clasicismo’,
    ‘Romanticismo’, ‘Simbolismo’ y
    recientemente ‘Barroco
    han sido definidos, vueltos a definir, discutidos,
    controvertidos. Es improbable que se llegue a un acuerdo en tanto
    siga reinando confusión acerca de las cuestiones
    teóricas que hemos tratado de esclarecer; en tanto los
    empeñados en la discusión insistan en definiciones
    lógicas; en tanto confundan términos de
    ‘período’ con términos de
    ‘tipo’; en tanto confundan la historia
    semántica de los términos con los cambios de estilo
    propiamente dichos" (3).

    A pesar de los desacuerdos que enfrentan a los
    estudiosos, parece existir un punto en el que todos coinciden: el
    interés
    de los románticos por rescatar del olvido las lenguas y
    las tradiciones de sus respectivas naciones. "el romanticismo
    creó una nueva concepción de la historia, que
    significó loa introducción de nuevos métodos en
    diversas disciplinas, como el comparativismo en
    lingüística y literatura, recuperando para la
    investigación áreas totalmente inexploradas (por
    ej., la Edad Media).
    Es también característica de este período la
    concepción de una ‘ideología nacional’, paralela a la
    afirmación individualista y al desarrollo de
    los primeros estudios folklóricos y
    lingüísticos (J. y W. Grimm), que resultó en
    el redescubrimiento de antiguas literaturas (la catalana y la
    provenzal, por ej.), y en la participación activa de
    poetas e intelectuales en las luchas de liberación
    nacional (Italia, Grecia, el
    continente americano)" (4).

    "El retorno a las tradiciones nacionales, populares y
    campesinas, anunciado en el programa de las
    Lyrical Ballads (1798) de William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge
    (los denominados poetas lacustres, a causa de la región de
    los lagos de Cumberland donde vivían), es un
    fenómeno que está emparentado con esa
    renovación de las bases éticas de la sociedad que se
    produjo con la Revolución
    Francesa y bajo cuya influencia estuvieron, por un momento,
    los poetas ingleses" (5).

    En Portugal, en 1825, "el ideal romántico estaba
    conscientemente formado, y sus caracteres, buscando más en
    el análisis de las obras que en los programas de sus
    autores, era los siguientes: 1° Para un romántico era
    bello todo lo que exaltase la imaginación y el
    sentimiento, los cuales se situaban preferentemente en los
    tiempos medievales. 2° La forma patética predominaba
    sobre el fondo. 3° Reacción de las intuiciones del
    sentimiento contra el racionalismo del siglo XVIII. 4°
    Predilección por los temas tradicionales y nacionales.
    5° Transformación de los estilos en un tradicionalismo
    individualista. 6° Abolición de las reglas del
    teatro. 7°
    Adopción
    de modelos
    nuevos, Shakespeare y el
    falso Ossian entre ellos. 8° Ampliación del cuadro de
    los motivos literarios. 9° Confusión de la
    clasificación clásica de los géneros y de
    las formas, olvido de algunos, como la epopeya, la tragedia y el
    soneto; nacimiento de otros, como el drama burgués, y
    transformación de otros todavía, como la poesía
    lírica, la novela y la
    historia. 10° Renovación de la crítica en un
    sentido arbitrariamente impresionista unas veces y social otras.
    11° Pobreza de
    observación psicológica. 12°
    Aparición y gran estinmación pública de
    nuevas direcciones de la expresión literaria, que hacen
    brotar géneros y subgéneros: la elocuencia
    parlamentaria, la elocuencia académica y el periodismo,
    con todo su contenido (artículos de fondo,
    polémicas, ‘sueltos’, ecos o tópicos y
    el folletín de glorioso destino. En cuianto a la política, eran
    igualmente románticas la actitud de
    apología del pasado remoto y la actitud de
    aspiración a un futuro reformador, aunque ese pasado y ese
    futuro fuesen poéticamente desfigurados por la
    conformidad" (6).

    El gallego,
    "lengua
    callada"

    Ragucci considera que el romanticismo fue "una escuela literaria
    que reaccionó contra las restricciones del seudoclasicismo
    francés y trató de retornar al espíritu de
    la literatura clásica española".

    Emilio González López, por su parte, se
    refiere además al aspecto idiomático: "El gran
    florecimiento de la lírica moderna producido por el
    Romanticismo se dejó sentir con gran fuerza en las
    tierras de Galicia, que, gracias a este despertar de las viejas
    literaturas europeas dormidas desde el Renacimiento,
    volvió a recobrar la auténtica voz de su
    inspiración. El romanticismo con su carácter
    nacional, su interés por lo histórico medieval, su
    costumbrismo local, despertó de su letargo a las viejas
    lenguas europeas, entre ellas, la gallega, que habían
    estado
    calladas por siglos".

    Esta lengua románica es "hablada en Galicia y
    algunas zonas de Asturias, León y Zamora. Se divide en dos
    familias dialectales. A la primera pertenecen los dialectos
    noroccidental y suroccidental, estando la otra formada por el
    central y oriental. El gallego nació a partir del lenguaje
    vulgar hablado por los hispanorromanos y los germanos, durante la
    época visigoda. Pronto adquirió la categoría
    de lengua culta y sirvió de vehículo a una
    literatura lírica de considerable valor"
    (7).

    "Galicia dejó oír primero su
    melancólico acento a través de la lengua castellana
    en las poesías
    románticas de Nicomedes Pastor Díaz y de la
    poesía y la prosa de Gil Carrasco –continúa
    González López. Pero el renacimiento lírico
    de Galicia se produce en lengua gallega en la segunda mitad del
    siglo XIX y tiene a Rosalía de Castro como la figura
    magistral que alumbra desde las tinieblas de su dolor el alma
    lírica de su pueblo, para guiarlo por los caminos de la
    verdad artística de Galicia".

    Escribe sobre esta poeta y sobre otra figura destacada
    de la lírica española: "Rosalía Castro y
    Bécquer, su alma hermana, suelen ser considerados por la
    crítica literaria como dos poetas post-románticos.
    Quizá lo sean y quizá sean esto y algo más
    (…) son románticos por sus ideas de la vida y de la
    existencia, y sobre todo por sus sentimientos. Su poesía
    se nutre de la eterna fuente del dolor humano; pero en la manera
    de expresarla, en sus imágenes,
    en sus impresiones de color y de
    luz,
    está presente un realismo un
    tanto parnasiano".

    A su criterio, "El romanticismo, como período,
    puede darse por terminado hacia la mitad del siglo XIX, y la
    publicación de El señor de Bembibre, de Gil
    Carrasco, en 1844, viene a cerrar este brillante momento de las
    letras españolas" (8).

    Los hermanos
    Grimm

    En Alemania, "los románticos perseguían lo
    infinito por amor a su
    múltiple inconcreción, a su irreal carencia de
    límites. (…) combatieron con vehemencia
    la
    ilustración burguesa, queriendo dar suelta a las
    caóticas e irrealistas fuerzas creadoras del hombre. (…)
    El sentimiento infinito fue el órgano de percepción
    universal para los románticos. El romanticismo
    abrazó y confundió todos los terrenos: la
    literatura y el arte figurativo, la Historia y las ciencias de la
    Naturaleza,
    Sociología y Psicología,
    Filosofía y Medicina,
    Política y Religión. La vida que
    el clásico se esforzaba por dotar de estructura
    firme fue de nuevo arrojada a la individual e infinitamente
    fluida movilidad. Con unilateral agudeza, Goethe decía que
    lo clásico es lo sano, y lo romántico, lo enfermo.
    Pero aquella inclinación al caos que según Novalis
    había de traslucirse en toda literatura, significaba
    también un pujante enriquecimiento de los recursos
    creadores, cosa que no escapó al anciano Goethe. Los
    románticos descubrieron las fuerzas de la inconsciencia y
    la subconsciencia: el sueño, el presentimiento, la
    nostalgia, lo mágico y fantasmal, el magnetismo del
    alma y el enigma de los mitos.
    Prestaron oído a las
    voces de la Naturaleza, crearon con sus visiones una renovada
    comprensión de la vida histórica y, siguiendo a su
    gran predecesor, Herder, penetraron en la individualidad creadora
    de los pueblos".

    Es conocida la importancia que en el terreno de la
    cuentística popular tuvieron los hermanos Jakob y Wilhelm
    Grimm, quienes, además de iniciar "la
    lingüística y la filología alemanas en sentido
    moderno", se abocaron al estudio científico de las
    leyendas
    populares. En su Historia de la literatura alemana, afirma Fritz
    Martini: "El romanticismo les proporcionó la
    simpatía, la profundidad y la amplitud en la
    aprehensión de los fenómenos; y su riguroso
    espíritu científico les permitió dominar y
    explotar una copiosísima masa de material. Les dio
    también el valor moral que
    demostraron en 1837, al protestar contra la infracción
    constitucional por parte del rey de Hannover, lo que les
    valió el ser expulsados de sus cátedras en Gotinga"
    .

    En el prólogo de su colección de cuentos
    populares, publicada entre 1812 y 1814 bajo el título de
    Kinder und Hausmärchen, realizaron la valoración de
    los textos reunidos con tanto esfuerzo. Allí dicen que "En
    el interior de estas obras se encuentra la misma pureza por la
    que los niños
    nos parecen tan encantadores y felices; tienen, por así
    decirlo, los mismos ojos blanco azulados, y que no pueden ya
    crecer más, mientras que los restantes miembros son
    todavía tiernos, débiles e incapaces para la labor
    de la tierra. La
    mayoría de las situaciones son tan sencillas, que
    probablemente casi todas se dieron en la vida; pero, como todo lo
    verdadero, son siempre nuevas y conmovedoras".

    Aunque muchas de las narraciones que recopilaron
    provinieran de tradiciones extranjeras, ellos –sostiene
    Martini- "recogieron de boca del pueblo y redactaron en el
    sencillo y cordial estilo de sus narraciones una serie de cuentos
    fantásticos populares, que convirtieron en materia
    intrínsecamente alemana".

    Cuando sus contemporáneos les reprocharon la
    crueldad que se advertía en muchos de los relatos
    recogido, ellos defendieron estos textos, señalando: "No
    sabemos de ningún libro sano y
    fuerte que haya servido para la formación del pueblo
    –empezando por la Biblia-, donde no aparezcan tales
    reservas en mayor o menor grado. Pero el buen uso no ve nada malo
    en ello, sino, por el contrario –como dice un bello
    refrán-, un testimonio de nuestro corazón.
    Los niños saben leer sin miedo en los astros, mientras
    otros injurian a los ángeles partiendo de las creencias
    populares" (9).

    Emulos
    irlandeses

    José Manuel de Prada, a cargo de la
    edición de Cuentos populares irlandeses (10), asevera en
    la introducción a este libro que "En Irlanda, y de hecho
    en todas las Islas Británicas, la recolección de
    cuentos populares se inicia con Thomas Crofton Crocker
    (1798-1854), un funcionario de la Marina que en 1825
    publicó un librito titulado Fairy Legends and Traditions
    of the South of Ireland".

    Esta obra tuvo una excelente acogida y en 1826
    apareció traducida al alemán por los hermanos
    Grimm, "cuya famosa colección de cuentos populares
    alemanes había estimulado a una legión de
    continuadores en toda Europa,
    incluyendo a Crocker".

    Este libro de Crocker adolecía de un defecto, que
    para Prada es comprensible: "Como es de esperar en una obra
    pionera –anota-, los textos recogidos en las Fairy Legends,
    a pesar de proceder de fuentes
    orales, no reflejan sino pálidamente la tradición
    popular de los campesinos irlandeses, pues el autor, para
    complacer los gustos de su público, alteró como
    mejor le convino el contenido y forma de los relatos".

    A Crocker le siguieron Samuel Lover (Legends and Stories
    of Ireland), William Carleton (Traits and Stories of the Irish
    Peasantry) y Patrick Kennedy (Legendary Fictions of the Irish
    Celts). Este último es el más destacado –a
    criterio de Prada-, ya que "Con relación a sus
    predecesores, este libro tiene la ventaja de representar de un
    modo más fiel lo que la literatura oral irlandesa puede
    ofrecer. Así, no incluye sólo relatos sobre las
    hadas, sino también cuentos maravillosos, leyendas de
    santos y narraciones del ciclo feniano".

    Es recién con Lady Jane Francesca Wilde
    (1826-1896), con quien "la publicación de cuentos
    irlandeses comienza a salir del terreno de lo trivial y
    anecdótico para introducirse en un ámbito
    más trascendente". En su obra se advierten dos novedades
    importantes: "la calidad literaria
    de los textos y el hecho de que la autora –quien, no en
    vano, en su juventud
    había militado en el movimiento de la Joven Irlanda-
    vinculara folklore con
    nacionalismo".

    El interés por los cuentos tradicionales surge
    también en la tierra a la
    que muchos emigran. En Estados Unidos,
    Jeremiah Curtin, hijo de irlandeses, conversaba con emigrantes
    recién venidos; estas conversaciones, y la lectura del
    material publicado, lo llevaron a viajar a Irlanda para recopilar
    más narraciones.

    En la obra de Douglas Hyde, "buena literatura,
    nacionalismo y rigor científico confluyen, mientras que en
    The Celtic Twilight, Yeats "ofrece su propia visión de la
    tradición irlandesa y de lo que para él
    representaba". Yeats acompañó en su relevamiento a
    Lady Gregory, quien a estas expediciones "aportaba su hondo
    conocimiento
    de la lengua irlandesa y un rigor metodológico que nada
    tiene que envidiar al de Hyde". Estamos en las primeras
    décadas del siglo XX y, como vemos, la influencia del
    Romanticismo no ha decaido.

    Hace muchos años, los hermanos Grimm dieron
    "forma y vida al cuento de tradición popular". Se los
    recuerda por ese aporte, que despertó muchas inquietudes
    en otros países y permitió que ricas tradiciones no
    cayeran en el olvido. En el Romanticismo, la narrativa oral
    popular se destacó como un tesoro que se debe conocer y
    proteger.

    Así lo sintieron los Grimm hace doscientos
    años, y así lo sienten hoy quienes recorren los
    caminos recopilando relatos. Ellos son –a no dudarlo- los
    herederos de estos admirables filólogos.

    Notas

    S/F: "Romanticismo", en Enciclopedia Clarín.
    Buenos Aires,
    VISOR, 1999.

    Ragucci, Rodolfo M.: Cumbres del idioma. Buenos Aires,
    Don Bosco, 1964.

    Wellek, René y Warren, Austin: Teoría
    Literaria. Madrid, Gredos, 1974.

    S/F: "Romanticismo", en Enciclopedia Clarín.
    Buenos Aires, VISOR, 1999.

    Praz, Mario: La literatura inglesa. Buenos Aires,
    Losada, 1976.

    Figueiredo, Fidelino de: Historia literaria de Portugal.
    Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949.

    S/F: "Romanticismo", en Enciclopedia Clarín.
    Buenos Aires, VISOR, 1999.

    González López, Emilio: Galicia, su alma y
    su cultura. Buenos Aires, Ediciones Galicia, 1978.

    Martini, Fritz: Historia de la literatura alemana.
    Barcelona, Editorial Labor, 1964.

    Prada, José Manuel de: Cuentos populares
    irlandeses. Madrid, Siruela

     

     

    Trabajo enviado por

    María González Rouco

    Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional
    Matriculada

     

     

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