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El funcionamiento cerebral




Enviado por philpaninvcer



    1. Resumen
    2. Origen de las actividades
      genéticas.
    3. Origen de los
      comportamientos genéticos de los animales
      multicelulares elementales.
    4. Consecuencias del desarrollo
      de las capacidades neuronales.
    5. Recepción de
      datos.
    6. Algunas hipótesis
      sobre el asentamiento de la memoria adquirida en el
      encéfalo.
    7. Teoría de los
      enlaces.
    8. Recuerdos y selección
      de datos.
    9. Memorias de largo
      plazo.
    10. Memorias
      conceptuales.
    11. Dominancia y principales
      consecuencias de la existencia de los
      conceptos.
    12. Constitución de los
      comportamientos.
    13. Reemplazo de
      comportamientos genéticos por comportamientos de orden
      mixto.
    14. Los datos
      instintivos.

    Resumen:

    En esta obra el autor expone teorías
    que le permiten explicar en su totalidad el funcionamiento del
    cerebro humano.
    Para lograrlo profundizó sus estudios de neurología
    merced a exhaustivas investigaciones
    en microbiología, o biología molecular.
    Así esclareció como se almacenan las informaciones
    recibidas en el encéfalo. A partir de eso
    estableció las bases de la psicología y
    etología moderna; demostrando como se efectúan
    sistemáticamente todos los procesos
    cerebrales, desde la manera de recordarse un dato, la forma de
    resolver cualquier problema, el origen de los trastornos
    psicológicos hasta las diferentes fases del
    sueño.

    Prólogo.

    Las características del intelecto humano son
    perfectamente naturales y entendibles para el análisis racional, como lo vamos a
    descubrir más adelante. Resultan ser el fruto de la
    evolución de las distintas especies
    animales que
    constituyeron los eslabones de la cadena evolutiva que engendro
    la aparición de su especie, empezando con los primeros
    protozoos. Por ende el autor no utilizará ningún
    argumento de orden mágico o místico para demostrar
    sus teorías, por no considerarlo necesario.

    Las teorías que se exponen a continuación
    corresponden entonces totalmente y sistemáticamente a la
    realidad de los hechos comprobables, relacionados o derivados de
    la actividad celular animal y en particular de la
    humana.

    El autor tiene fe en que algunos experimentos
    probatorios, y quizás a veces rectificatorios, que no pudo
    efectuar por falta de los medios
    materiales
    necesarios, se realizaran en el porvenir, pues no duda en creer
    que una de las mayores cualidades del pensamiento
    humano es la búsqueda del conocimiento.

    1. Origen de las
    actividades genéticas.

    El autor considera esencial para el entendimiento del
    funcionamiento del cerebro humano, como lo acaba de exponer en el
    prólogo, profundizar los conocimientos actuales relativos
    al funcionamiento de las células
    animales. Hecho por el cual dedicara este primer capitulo al
    estudio del origen de los movimientos de las células
    animales más elementales, y probablemente las más
    primitivas, como lo son los protozoos.

    En primer lugar, podemos observar que parte de los
    protozoos desarrollan diversos movimientos que son, en general,
    relacionados con su supervivencia. Dichos movimientos no son
    todos enteramente librados al azar, se puede comprobar que
    algunos responden a verdaderos patrones de conducta. En
    efecto, cuando una ameba repta sobre una superficie sólida
    gracias a la actividad de seudópodos o absorbe una presa
    merced a la deformación de su superficie corporal, resulta
    evidente que dichos movimientos no son librados al azar sino que
    son coordinados secuenciados, organizados y ejecutados hacia un
    fin particular.

    Dichos movimientos son generados, en función de
    la existencia de microtubulos, por filamentos de actina y de
    miosina, que integran estas células, que se pueden
    contraer y alargar bajo el efecto de impulsos energéticos
    o su ausencia.

    De aquí en adelante, el autor llamara "actividad"
    un movimiento, y
    uno sólo, generado por medio de los filamentos, cuando
    ésta será organizada y coordinada con un fin
    particular, es decir no librada al azar.

    Resulta evidente que para que las diferentes actividades
    sean efectivas los impulsos energéticos que las causan
    tienen que obedecer a patrones de secuencias perfectamente
    ordenados y sincronizados, de una potencia y
    duración adecuadas. En otras palabras, los filamentos
    deben recibir un flujo de energía discontinuo, en forma de
    pulsos de intensidad variable, de una manera no solo coordinada
    pero también secuenciada.

    Dichos impulsos provienen necesariamente de algunas de
    las fuentes de
    energía de las células animales, entre las cuales
    se encuentran las mitocondrias. Además las actividades
    deben ser reguladas en forma absolutamente rigurosa, pues no se
    efectúan de una manera aleatoria. Por ende necesitan de un
    mecanismo regulatorio. No tenemos que olvidarnos que los
    mecanismos productores de energía lo hacen en
    función de la absorción de los elementos nutritivos
    que les llegan, lo que sí ocurre de una manera aleatoria.
    Estos elementos son procesados para ser transformados en fuentes
    de energía, como lo es en particular la adenosina
    trifosfato (ATP) en el caso de las mitocondrias.

    Este mecanismo, regulador de la serie de impulsos
    energéticos de los animales unicelulares generados en base
    a las fuentes de energía propias a cada célula
    como lo acabamos de ver, no puede depender de algún
    elemento u orgánulo del citoplasma porque, además
    de evolucionar constantemente, cada uno es, muchas veces,
    idéntico de una especie a otra. En consecuencia, por
    generar los diferentes movimientos de un animal dado, tiene que
    ser totalmente igual de un animal a otro de la misma especie pero
    distinto de una especie a otra, además de no depender de
    factores irregulares como la absorción de elementos
    nutritivos. Se puede comprobar que todas las amebas reaccionan de
    la misma forma ante los mismos acontecimientos, pero a menudo una
    ameba actúa en forma distinta a un didinium.

    Igualmente, un protozoo debe tener necesariamente un
    elemento irregular en su composición y de una especie a
    otra, pero idéntico entre todos los individuos de una
    misma especie y no depender de las particularidades propias a
    cada animal. En efecto, dicho mecanismo no puede tener una
    estructura
    totalmente uniforme, pues por engendrar movimientos diversos
    tiene absolutamente que tener por lo menos un elemento
    constitutivo irregular en su composición. Por ejemplo, la
    doble membrana que envuelve un protozoo, aunque sea deformable en
    su aspecto, representa una gran uniformidad en sus elementos
    constitutivos e idéntica composición a la de
    algunos otros de otras especies. Además, depende del
    tamaño de cada animal, el cual puede ser distinto en
    alguna especie de un individuo a otro de la misma especie.
    Asimismo, los orgánulos pueden variar en tamaño y
    productividad
    de un protozoo a otro de la misma especie a lo largo del tiempo, aunque su
    composición quede uniforme. También el elemento
    generador de estos impulsos tiene que ser totalmente
    idéntico entre cada animal de una misma especie, pues
    efectivamente se observa que las actividades de cualquier
    individuo de una misma especie son idénticas, bajo las
    mismas circunstancias, a las de otro, independientemente de
    algunas características particulares a cada uno, como
    tamaño, cantidad de elementos nutritivos procesados en su
    interior, etc.

    Como base de este mecanismo regulador, el autor no toma
    tampoco en cuenta el ADN de las
    mitocondrias por dos razones principales: la primera es que
    existen especies de protozoos que poseen cantidades variables de
    ellas de un individuo a otro y la segunda es que la complejidad
    de movimientos de algunos protozoos en relación a la de
    otros de especies distintas, implicaría una complejidad y
    una extensión del ADN de sus mitocondrias superiores en
    comparación a las de estas otras distintas especies; que
    no se verifica en la realidad. Debemos destacar que para que una
    teoría
    sea valida tiene que adecuarse totalmente a la realidad de los
    hechos. En este caso si se afirma que el origen de los
    movimientos genéticos de los animales se encuentra en un
    orgánulo particular tiene que ser también lo mismo
    para todas las especies, incluidos para los animales superiores.
    Pues, a pesar de que estos últimos son seres
    multicelulares, la generación de estos movimientos se
    produce a menudo en base a una única célula, el
    zigoto, en el cual necesariamente se debe encontrar el origen de
    dichos movimientos. En particular, se pueden citar los insectos,
    los reptiles o los mamíferos, los cuales efectúan
    movimientos genéticos tan complejos a menudo que no se
    podrían explicar sólo en base al ADN de las
    mitocondrias.

    El único elemento perenne de cualquier protozoo
    que pueda servir de elemento regulador de sus actividades es su
    doble cadena de ADN que constituye el genoma integrante de su
    núcleo, que el autor llamara simplemente genoma para
    simplificar el texto.
    Contrariamente al resto de los componentes de la célula,
    éste permanece inmutable en tamaño, forma, constitución y ordenamiento molecular, a lo
    largo de su existencia y entre todos los miembros de una misma
    especie, aunque distinto entre cada especie. Ya está
    científicamente comprobado que sus secuencias de
    nucleótidos son totalmente carentes de uniformidad de una
    especie animal a otra, pero idénticas entre todos los
    miembros de una misma especie.

    Si analizamos los cuatros diferentes tipos de
    nucleótidos que integran el genoma de todas les especies
    animales, nos daremos cuenta que el fosfato y el azúcar
    que los componen permanecen inmutables, cualquiera sea el tipo de
    nucleótido. Aunque al fosfato se le puede asociar,
    ocasionalmente, otro fosfato o algún tipo de
    proteína, como la coenzima A, en las cadenas de ADN se
    presenta mayormente bajo la forma de monofosfato. Por ende, en
    los nucleótidos las bases representan los únicos
    elementos variables. Esta particularidad les permite realizar
    distintas cantidades de enlaces. En efecto, las adeninas y las
    timinas poseen la capacidad de formar un doble enlace de
    hidrógeno. Mientras que las guaninas y las citosinas
    forman un triple enlace de hidrógeno. Además,
    sabemos que la energía necesaria a la ruptura de los
    enlaces es distinta en función de la naturaleza misma
    de cada uno, pues pueden ser entre un átomo de
    hidrogeno y
    uno de nitrógeno o de oxigeno, como
    los que unen los nucleótidos.

    Es sabido que existen enzimas capaces
    de "leer" el ordenamiento de los nucleótidos durante la
    mitosis; por
    ejemplo para verificar su exactitud. El autor llama "leer" el
    genoma, por parte de una enzima, o lectura
    enzimática, el hecho de que esta clase de enzima se
    desliza a lo largo de la doble cadena de ADN, efectuando su
    actividad merced a un proceso
    físico-químico complejo, que implica un aporte y,
    o, una liberación de energía, particular a cada
    una. Esta lectura puede ser bastante rápida, pues en un
    protozoo la enzima ADNhelicasa, que actúa directamente
    sobre los enlaces de hidrógeno, es capaz de separar las
    dos cadenas del genoma a una velocidad de
    aproximadamente quinientos nucleótidos por
    segundo.

    Por otra parte, sabemos que en los genes del ADN
    están codificadas todas las características
    físicas de las células.

    En consecuencia a estos hechos podemos deducir que el
    elemento regulador de algunos movimientos que caracterizan las
    acciones de
    estos animales, son generados por enzimas que van "leyendo" el
    alineamiento de los enlaces de los nucleótidos, en los
    genes específicos, traduciéndolos en impulsos
    energéticos motores. El autor
    habla de "algunos movimientos" y no de todos pues está
    comprobado que hay movimientos que se producen estrictamente en
    base a elementos constitutivos de las células, como los
    cilios, que se efectúan en forma absolutamente
    automática e independiente cada uno con respecto a los
    demás. El autor llamara estos últimos; movimientos
    mecánicos; para diferenciarlos de las actividades
    genéticas.

    Asimismo, como lo vimos anteriormente, sólo una
    porción del genoma está consagrado a la
    codificación de la estructura de la célula y la
    producción de las proteínas
    que necesita. Por eso también, podemos deducir que por lo
    menos en una porción de la parte restante, están
    codificados, a través del ordenamiento de los
    nucleótidos, los impulsos que generan las diversas
    secuencias de actividades genéticas.

    Entonces, al recorrer el tramo correspondiente a su
    función en la doble cadena de ADN, la enzima especializada
    va emitiendo impulsos energéticos en función de
    la lectura de
    los distintos enlaces de hidrógeno. La importancia de
    dicha enzima se puede probar por ejemplo merced al uso de la
    microinyección, ya clásica en la detección,
    bloqueo o marcación de los elementos intracelulares. Su
    actividad puede ser también probada merced al uso de los
    microelectrodos, que pueden permitir la detección de las
    variaciones de los impulsos energéticos que se producen al
    interior de la célula. Dichos impulsos pueden ser medidos
    por medio del empleo de
    aparatos de medición de campos magnéticos.
    Además, sus secuencias pueden ser comparadas con las
    secuencias en las cuales se encuentran alineados los enlaces de
    los nucleótidos.

    La irregularidad de los agrupamientos de
    nucleótidos, o mejor dicho de sus distintas clases de
    enlaces de hidrógeno, origina, muy probablemente, las
    variaciones de los impulsos energéticos emitidos. Estos,
    al presentar una gran heterogeneidad, poseen entonces una
    diversidad de frecuencias que genera la variedad de los
    movimientos efectuados por los diferentes paquetes de filamentos,
    al estilo frecuencias de resonancia. En otras palabras, a cada
    paquete corresponde una frecuencia dada. Así, se originan
    las diferentes actividades del animal.

    Por supuesto, para el protozoo, los estímulos
    exteriores o su ausencia, o los generados por una
    situación interna particular, que llamaremos
    estímulos iniciadores, son los que provocan, interrumpen o
    modifican el cumplimiento de la función de esta clase de
    enzima.

    Resulta importante notar que las actividades
    genéticas y los movimientos mecánicos, de los
    protozoos son inmutables por estar almacenadas en su genoma o en
    sus componentes. Invariables en su composición entre los
    miembros de una misma especie, representan el fruto de millones
    de años de evolución. Por ende, la
    codificación de las actividades genéticas y de los
    movimientos mecánicos de un animal no puede ser cambiada,
    suprimida o aumentada sin provocar una verdadera mutación
    de éste.

    Si uno observa atentamente el total de las distintas
    actitudes de
    un protozoo, notará que corresponden a un patrón
    bien definido. En efecto, participan cada una de un conjunto
    perfectamente determinado y secuenciado de conductas diversas,
    que son para un didinium por ejemplo: nadar, lanzar dardos,
    envolver la presa, digerirla y reproducirse.

    El autor llamará, de aquí en adelante, a
    cada una de estas secuencias, que corresponden cada una a un
    conjunto de actividades genéticas coordinadas entre
    sí que permiten el desarrollo de
    una sola conducta, un comportamiento, llamando también actitud el
    desarrollo observable de los comportamientos. Igualmente,
    nombrará al conjunto de todos éstos últimos
    inscritos en un mismo genoma un esquema de comportamientos.
    También, llamará la ausencia de comportamiento,
    aunque se puedan producir movimientos mecánicos a lo largo
    de su duración, estado de
    reposo.

    No sólo un estímulo iniciador puede
    activar algún comportamiento pero también la
    ausencia de estímulo puede ser causante de la
    activación de uno también. Pues, se puede observar
    que cada clase de actividad genética o
    de movimiento mecánico se produce sistemáticamente
    en función de la aparición o de la falta de un
    acontecimiento bien delimitado y predeterminado. Que puede ser la
    toma, la pérdida o la ausencia, de contacto con una presa,
    percibido por medio de sensores de
    diferentas clases. Dichos sensores son los que generan las
    distintas clases de estímulos, como se ha verificado ya
    científicamente. Este comportamiento se manifiesta a
    través de una actitud determinada que puede ser activa o
    pasiva. Como actitud pasiva se puede considerar, por ejemplo, la
    que corresponde a un movimiento repetitivo o de alguna otra
    conducta que, aunque exija de impulsos energéticos para
    poder
    realizarse, puede no ser reflejada por un movimiento notable a
    primera vista, el cual puede corresponder a una actitud de espera
    por ejemplo. La que no hay que confundir con los movimientos
    mecánicos, como ocurre en el estado de
    reposo. Entre éstos últimos, se encuentra el hecho
    de que en la ausencia de presa, el didinium sigue nadando. El
    hecho de que los cilios del animal se muevan de por sí, en
    forma mecánica, como se comprobó luego de
    la ablación de aquellos, prueba que para moverse no
    necesitan de un impulso especial proveniente de la actividad de
    enzimas lectoras. De aquí podemos afirmar que la totalidad
    de los comportamientos de los protozoos está regida por
    actividades genéticas o mecánicas.

    El desarrollo de una parte del esquema de
    comportamientos puede ser inhibido; es decir que, tal como se
    puede comprobar, para el didinium, si la presa escapa antes de
    ser envuelta en el citoplasma, no se empieza el proceso de
    digestión sino que se reinicia un nuevo ciclo de
    comportamientos.

    Podemos notar también que el esquema es, y debe
    ser, invariable en su ordenamiento. En efecto, no se puede
    cambiar el orden de los comportamientos sin condenar al protozoo
    a sufrir graves trastornos. Por ejemplo, si no absorbe su presa
    después de inmovilizarla, no podrá alimentarse, lo
    que podría tener consecuencias fatales para
    él.

    Sumándose a esta invariabilidad el hecho de que
    la principal característica de los protozoos es que luego
    de ser activados, sus esquemas de comportamientos se realicen en
    forma continuos ininterrumpidamente, cuando no son detenidos por
    un estímulo particular, se puede deducir que pertenecen a
    un tramo del genoma, constituido por una sucesión de pares
    de nucleótidos, que no ofrece ningún tipo de
    interrupción. Lo que implica obligatoriamente que
    pertenezca a un tramo continuo del genoma.

    Resulta factible que el genoma posea en su estructura
    una proteína que identifique el principio y el fin del
    tramo implicado, para que la enzima idónea pueda
    así proceder a la lectura del esquema de comportamientos.
    Como es evidente que los nucleosomas no interrumpen el pasaje de
    las enzimas separadoras o de las correctoras, no tienen tampoco
    que parar las enzimas lectoras.

    Finalmente se puede afirmar que a lo largo de su
    existencia, la actividad de un protozoo está siempre
    gobernada por su esquema de comportamientos, aunque adopte una
    actitud pasiva. Eso significa que, cualquiera sea la
    situación en la cual se encuentre, siempre "sabrá",
    aunque sea de una manera totalmente inconsciente, lo que tiene
    que hacer.

    Integrando este esquema, cada comportamiento, o grupo de
    actividades que determinan una sola conducta, es perfectamente
    delimitado y orquestado. Si no lo fueren, los movimientos
    resultarían desordenados. No tendrían entonces la
    eficacia
    necesaria para la realización de sus acciones vitales. Por
    ejemplo, si el didinium no produjera suficientes dardos, o si no
    envolviera adecuadamente sus presas, éstas podrían
    tener la oportunidad de recuperarse, es decir de producir las
    antitoxinas que les permitirían gozar de algunas
    posibilidades de escape.

    En fin de cuenta, si observamos detenidamente la
    constitución de las diferentes especies de animales
    unicelulares, podremos constatar y comprobar que cada uno de sus
    componentes es parecido en su composición al que cumple
    las mismas funciones en
    cualquier animal de cualquier otra especie, en particular todos
    los genomas están formados por cadenas de los mismos
    cuatro tipos de nucleótidos, al igual que los mecanismos
    generadores de sus diversas actividades y movimientos, lo que
    permite deducir que responden igualmente a esquemas de
    comportamientos. Aunque difieran considerablemente en sus
    alcances y pautas de una especie a otra, permiten a los protozoos
    sobrevivir y multiplicarse, si las condiciones externas les son
    favorables. Por supuesto, el hecho no tiene nada de
    extraño; pues, descienden, probablemente, de un ancestro
    común. Resulta evidente que las características de
    éste que favorecieron su supervivencia, se hayan
    conservados, por seguir siéndoles benéficas, entre
    todos sus descendientes.

    Resumiendo las principales cualidades de los animales
    unicelulares, que permiten la expresión de sus actitudes
    podemos afirmar que éstas responden a las pautas
    siguientes:

    – Cada grupo de actividades genéticas que
    conforma una, y una sola, actitud determinada corresponde a un
    comportamiento genético.

    – Cada ausencia de comportamiento corresponde al estado
    de reposo, aunque mientras siga vigente se produzcan movimientos
    mecánicos.

    – El total de sus conductas perfectamente sincronizadas
    y ordenadas entre sí obedece a un esquema de
    comportamientos.

    – Un ciclo de éstos empieza por medio de un
    estímulo iniciador o por la ausencia de alguno. Puede ser
    inhibido por otro, aunque el esquema sigue siempre
    vigente.

    – Dicho esquema gobierna el accionar de un protozoo a lo
    largo de su existencia sin interrupciones.

    – Todas las actividades genéticas que integran
    los comportamientos y esquemas de comportamientos dependen de
    datos
    inscriptos en los genes de estos animales.

    – Finalmente, los impulsos energéticos
    generadores de actividades se originan en la "lectura", merced a
    enzimas específicas, de los enlaces de hidrógenos
    entre los nucleótidos que integran las dos cadenas que
    conforman el genoma de las células eucariotas,
    uniéndolas.

    2. Origen de los comportamientos genéticos
    de

    los animales multicelulares
    elementales.

    En este capitulo, el autor va a ir profundizando
    sucesivamente los conocimientos de las células animales, y
    en particular de las neuronas de los animales multicelulares,
    estudiando sus características en base a la observación de las de los animales
    multicelulares invertebrados. Éstos se pueden calificar de
    elementales, por su relativa simplicidad estructural y su
    número restringido de clases distintas de células
    que los componen. Se consagrara sobre todo a estudiar las Hidras
    de agua
    dulce.

    Éstas últimas son seres rudimentarios que
    se parecen a las anémonas de mar, pero de tamaño
    reducido. Su parte inferior adhiere a una superficie de apoyo a
    la manera de una ventosa. El tronco, llamado celenterón,
    se asemeja a una suerte de bolsa donde se procesan y asimilan los
    nutrientes. En la parte superior se encuentra el orificio que
    sirve a la vez de entrada de los alimentos y de
    salida de los desechos. Está coronado de
    tentáculos, que producen también dardos venenosos,
    al igual que algunas especies de protozoos como los didinium. La
    Hidra puede nadar y sobre todo reptar, ayudándose con sus
    tentáculos y su parte inferior. Estos movimientos de
    traslación son mucho más sofisticados que los de
    los protozoos, pues exigen una verdadera coordinación de las actividades de
    numerosas células por parte del animal. Éste
    envenena las presas que entran en contacto con sus
    tentáculos, las inmoviliza y luego las introduce en el
    celenterón por medio de estas últimas. Se reproduce
    con esporas, formando retoños o por
    división.

    Examinando la raíz de todos estos
    comportamientos, se puede profundizar los conocimientos sobre el
    origen del accionar genético animal, que empezamos a
    obtener con el estudio de las reacciones de los protozoos.
    Básicamente, porque estos invertebrados poseen una
    estructura interna mucho más compleja que la de los
    animales unicelulares.

    En primer lugar, debemos tener en cuenta que varias
    especies de animales multicelulares elementales, como la Hidra,
    poseen células nerviosas, o neuronas, repartidas en todos
    sus cuerpos. Además, la experimentación demuestra
    que los impulsos energéticos provenientes de estas
    neuronas controlan el accionar del resto de las demás
    células. Se puede afirmar, entonces, que estas neuronas
    están especializadas para hacer llevar a cabo los
    comportamientos, particulares a la especie, por el conjunto del
    cuerpo.

    Luego, debemos tener en cuenta que muchos animales
    invertebrados son capaces de emitir esporas; células
    independientes que al multiplicarse acaban por transformarse en
    un animal completo; eso implica que todas las distintas
    células del cuerpo del ser, digamos adulto, se pueden
    originar en una sola célula indiferenciada. En
    ésta, entonces, se encuentran almacenados, en sus genes,
    todas las diversas capacidades que particularizarán luego
    las distintas células del cuerpo del animal
    maduro.

    No resulta difícil deducir, y comprobar, que
    cuando ocurre el proceso de diversificación celular en
    función del papel que cada
    célula cumplirá luego, en los animales
    multicelulares que gozan de una verdadera diferenciación
    celular, se activarán los genes adecuados a su futuro
    desempeño y se desactivarán los que
    no corresponden a éste. La activación de los genes
    especializados, provoca la producción de enzimas
    particulares que modifican la estructura de la célula, en
    vista de facilitar sus actividades. Por ejemplo, en las
    células musculares se acrecienta la masa filamentosa y los
    microtúbulos. Este proceso no modifica la
    composición general de las células, que siguen
    conservando los mismos elementos constitutivos que las
    demás.

    Se tiene que destacar que la especialización de
    las células diversifica y amplía el espectro de
    acción del conjunto. El hecho de que un pez
    carnívoro tenga aletas natatorias le otorga mucha mayor
    velocidad de desplazamiento que la de una ameba, es decir una
    más grande área de caza que le ofrece mayores
    posibilidades de encontrar alimento. La capacidad de
    absorción de alimento de un animal multicelular que posee
    un estómago, le procura una mayor amplitud de productos
    necesarios a sus existencias y reproducción, que la de un
    unicelular.

    Si bien cada célula especializada resigna su
    autonomía y campo particular de acción, en
    compensación acrecienta algunas de sus capacidades en el
    ámbito celular. Sobre todo mejora sus posibilidades de
    supervivencia, al aumentar el área de actividades del
    conjunto de células al cual pertenece. Por ejemplo, la
    capacidad de movimientos independientes de una neurona es muy
    reducida, pero su capacidad de uso de su memoria
    genética, de emisión de energía y de
    respuesta a estímulos, se ve potencializada. El
    acrecentamiento de la producción de impulsos
    energéticos le permite ser capaz de generar tal potencial
    de éstos que llega a provocar la actividad filamentosa de
    todo un grupo de células musculares.

    En fin de cuenta, la especialización celular,
    incrementa las capacidades del ser de recibir una mayor variedad
    de estímulos iniciadores, merced al incremento y a veces
    la diversificación de sus células sensitivas. Al
    aumentar la capacidad de producción de energía
    hacia un campo de acción más especializado por
    parte de las neuronas, eso les permite también engendrar
    respuestas mucho más elaboradas que las de un simple
    protozoo. La simple reacción de huida provocada por un
    ascenso peligroso de la temperatura
    ambiental, captado por sus sensores, de parte de algunos
    protozoos, se transformó en el desarrollo de los centros
    de detección de las radiaciones infrarrojas de ciertas
    especies de serpientes como la cobra. Evidentemente, la
    diferenciación, y por ende la existencia de órganos
    especializados, implica a nivel del ADN un mayor potencial de
    productividad y pluralidad de proteínas y
    enzimas.

    El aumento de la complejidad del ser, es decir de la
    cantidad de órganos distintos, de las capacidades y de la
    complejidad de las actividades de origen genético de cada
    uno, es probablemente resultado del alargamiento de dichas
    cadenas. El cual, como lo comprueban las teorías modernas
    relativas a la evolución de las especies, ocurre en forma
    aleatoria y produce las mutaciones de las especies
    animales.

    Se puede afirmar que cuanto más complejas se
    vuelven las capacidades de un ser viviente, más
    evolucionado resulta ser. En la cadena evolutiva de los animales,
    se puede considerar al ser humano como uno de los más
    evolucionados, por tener la capacidad de realizar actividades
    extremadamente complejas. En realidad, las más complejas
    de las que efectúa el resto del reino animal
    terrestre.

    El aumento de la complejidad de las actividades de un
    ser implica entonces, como lo comprueba la realidad de los
    hechos, una mayor sofisticación a nivel celular. En
    particular lo demuestra el hecho que las neuronas son
    células que reciben los impulsos iniciadores, los procesan
    y transmiten las respuestas generadas a las demás
    células. Merced a esta capacidad de comunicarse entre
    sí por medio de sus axones y dendritas, forman una especie
    de red que controla
    y dirige las actividades del conjunto de las células del
    animal. En consecuencia, aunque un estímulo provenga de un
    solo punto del animal, su cuerpo entero reacciona de una manera
    perfectamente sincronizada.

    Por supuesto, aunque sean mucho más complejos,
    resulta evidente que los movimientos que participan de los
    comportamientos de la Hidra, y de cualquier otro animal
    multicelular elemental, son de origen meramente genético.
    En efecto, se puede comprobar que por ser innatas, todas sus
    actividades o ausencia de éstas son perfectamente
    delimitadas e invariables a lo largo de su existencia en
    función de estímulos, o por falta de algunos, los
    cuales son igualmente perfectamente definidos e invariables.
    También, son idénticas para todos los miembros de
    una misma especie de invertebrados. El hecho de que resultan de
    las actividades sincronizadas de varias o de la totalidad de las
    células que componen estos animales implica, como ya fue
    científicamente demostrado, que dicha
    sincronización proviene de la actividad de las neuronas.
    Lo que significa a su vez que dicha actividad se genera en base a
    una memoria de índole genética.

    Se llamara también estado de reposo la ausencia
    de activación de los comportamientos que rigen la
    actividad de un animal multicelular. Aunque éste pueda
    realizarse movimientos mecánicos a lo largo de su
    duración, pues estos últimos no dependen de dicha
    activación. Hay que tener en cuenta que el hecho de que su
    cuerpo esté en reposo, implica un verdadero paro de las
    actividades motoras generadoras de una conducta del conjunto de
    sus células. No obstante, no implica la falta de actividad
    intracelular, sino únicamente que sus células
    especializadas en producir actitudes a nivel corporal, no lo
    hacen, aunque por ejemplo cada una pueda estar efectuando un
    proceso interior de absorción de alimentos.

    Por implicar una verdadera sincronización en la
    realización las actividades corporales se llamara de
    aquí en adelante comportamiento genético, cada
    actitud innata de un animal multicelular, es decir que se
    encuentra inscrita en su genoma bajo la forma de un alineamiento
    específico de los pares de nucleótidos que
    conforman un tramo dado de la doble cadena de ADN que conforma el
    genoma.

    Al tener una mayor variedad de comportamientos
    genéticos que los protozoos por un lado y por la vigencia
    y organización de éstos por otro, se
    puede deducir que existe un esquema de comportamientos
    genéticos y que éste es mucho más complejo
    que él de aquellas. La recepción de una cantidad
    superior de estímulos iniciadores diversos, además
    del número y de la capacidad evidente de
    diferenciación y adecuación de los comportamientos
    genéticos que le sirven de respuesta, implica un
    considerable acrecentamiento de dicho esquema con respecto al de
    los animales unicelulares.

    Se puede comprobar por medio de la
    experimentación que las neuronas son las verdaderas
    fuentes de los comportamientos genéticos, y del esquema
    correspondiente, de los animales multicelulares elementales.
    Además, se puede verificar que cuando se produce la
    ablación de parte del cuerpo de uno de estos animales,
    éste reorganiza su morfología, aunque su tamaño se
    reduce. Lo notable es que sigue teniendo el mismo esquema de
    comportamientos genéticos sin que éste y sus
    componentes hayan sufrido ninguna clase de alteración.
    Llegamos así a la conclusión de que los esquemas y
    los comportamientos genéticos no dependen de la cantidad
    de neuronas del ser, y por ende de sus sinapsis, sino de las
    informaciones contenidas en cada neurona, las cuales tienen que
    ser idénticas para todas las neuronas de un mismo animal
    por actuar todas en forma sincronizada.

    Es sabido también que los animales multicelulares
    resultan ser frutos de una evolución que se inició
    a partir de los seres unicelulares, y que empiezan sus
    existencias en base, a menudo, en una única célula,
    el zigoto. Podemos suponer, entonces, que las
    características y capacidades de sus neuronas se
    originaron en las particularidades de estos mismísimos
    protozoos.

    También, el parecido entre la composición
    y la estructura de las neuronas de los animales multicelulares
    elementales y la composición y estructura de los animales
    unicelulares permite suponer que su funcionamiento, aunque
    especializado, se apoya sobre las mismas bases y
    características.

    Por todos estos hechos, podemos deducir que los
    comportamientos genéticos de dichos animales
    multicelulares se encuentran grabados, en su conjunto, en el
    genoma de cada una de sus células y en particular de sus
    neuronas.

    Además, es necesario tomar en cuenta que la
    modificación del genoma de un animal modifica entonces
    automática y sistemáticamente sus comportamientos
    genéticos, aunque pueda conservar su misma
    morfología básica. Por ejemplo, sabemos que la
    modificación del gen que determina el color de los ojos
    de una mosca de la fruta, o drosófila melanogaster, que
    son naturalmente verdes, en blanco provoca la aparición de
    un comportamiento procesionario en dicho animal. Es decir que
    además de modificar su color de ojos, aunque su cuerpo
    siga teniendo exactamente la misma morfología que la del
    animal de ojos verdes, se modifica sus actividades
    genéticas, haciendo que esta mosca de ojos blancos tenga
    tendencia en caminar en fila india. Lo que
    no ocurre en la mosca de la fruta de ojos verdes. Esta
    modificación de comportamiento ligada a la
    modificación del genoma comprueba, de una manera
    irrefutable, la teoría del autor con respecto al
    asentamiento de la memoria
    genética en el genoma de las células de los
    animales. Por eso es, también, que dos perros pueden ser
    prácticamente idénticos en apariencia y tener
    comportamientos genéticos diferentes entre sí. Como
    actitudes distintas se puede considerar que uno puede tener un
    carácter agresivo y el otro no, uno puede
    ser un buen cazador y el otro un buen guardián,
    etc.

    Gracias al estudio de los protozoos, supimos que la
    memoria de tipo genética, se encuentra grabada en los
    alineamientos de nucleótidos que forman la doble cadena de
    ADN, o genoma, que integra el núcleo de estos animales y
    que la recepción de estímulos iniciadores
    específicos provoca la emisión de impulsos
    energéticos, merced a la actividad de las enzimas que
    "leen" dicho genoma, que les sirven de respuestas.

    La diversidad de estímulos iniciadores, a los que
    responden los animales multicelulares como la Hidra, significa
    que éstos poseen una diversidad equivalente de receptores
    de ellos, que permiten además diferenciarlos.

    Se puede observar que las neuronas de los animales
    multicelulares poseen algunos apéndices cuyas
    terminaciones se ubican en los distintos órganos de estos
    animales. Por medio de la experimentación, se ha
    comprobado que sirven de receptores de los estímulos
    iniciadores. Estos apéndices al poseer una gama importante
    de receptores son entonces los que captan dichos
    estímulos. También está comprobado que las
    dendritas y los axones intercomunican las neuronas entre
    sí. Lo que, al unirlas, permite al conjunto así
    formado unificar las respuestas a los estímulos
    iniciadores. De esta manera, y merced al hecho de que algunos de
    sus apéndices neuronales transmiten impulsos
    energéticos a las otras diversas células del
    cuerpo, el conjunto de las neuronas rige el total de las
    actividades corporales de estos animales, como ya fue verificado
    científicamente.

    Cuando el agua, donde
    se encuentra este animal, llega a tener una temperatura excesiva
    para su supervivencia, la Hidra se despega de su superficie de
    apoyo y emprende su retirada. Esto significa que delante de un
    estímulo particular, recibido por los apéndices
    sensitivos, se activan las enzimas especializadas que leen la
    zona determinada del genoma donde se encuentra inscripta la
    respuesta idónea.

    Como sabemos que un solo estímulo, recibido en un
    solo punto del cuerpo del animal, puede provocar una respuesta de
    parte del cuerpo entero, el cual está dirigido por el
    conjunto de su red neuronal, podemos entonces concluir que el
    impulso recibido es transmitido a las demás neuronas que
    generan cada una su propia respuesta. Dicha respuesta es a su vez
    transmitida a las células que son relacionadas con dichas
    neuronas, por el intermedio de los apéndices neuronales
    especializados. Como cada una rige una zona corporal particular,
    podemos deducir que el estímulo recibido es interpretado,
    según el lugar y la función que tiene que realizar.
    Por ende, se puede deducir que cada neurona al recibir un impulso
    activador, transmite su propia respuesta en función del
    lugar y la función que ocupa en el cuerpo del animal, a
    las células que rige, además de transmitir el
    impulso activador a las otras neuronas. Todas estas distintas
    respuestas por parte del cuerpo, pueden ser originadas por un
    único impulso puntual inicial, como lo acabamos de ver.
    Entonces podemos aceptar que cada respuesta de cada neurona se
    genera, en forma coordinada, en función de una
    inhibición o de una activación de los genes
    implicados o de parte de éstos, en función del
    lugar y la función que ocupa la neurona en el cuerpo del
    animal. La observación y experimentación han
    permitidas constatar que estas particularidades resultan ser
    idénticas en todas las especies animales
    elementales.

    Como podemos constatar que los comportamientos de los
    animales multicelulares simples no se efectúan
    obligatoriamente en una secuencia rigurosa, aunque sí
    pueden implicar una respuesta que necesite de la actividad de
    parte o del conjunto de las células corporales, sino en
    función de los estímulos activadores. La unicidad
    de la inscripción de dicho esquema no es entonces un
    factor determinante. También por el hecho de saber que
    cada neurona reacciona en función de la activación
    de sus genes, podemos deducir que la realización de cada
    comportamiento es independiente de la de los otros aunque puedan
    ser conjuntas o consecutivos. De aquí se deduce que los
    distintos comportamientos pueden estar inscriptos en distintos
    genes. Las diversas ubicaciones en genes diferentes, y el hecho
    de que el cuerpo del animal pueda reaccionar en su totalidad
    delante de un único factor estimulador, indica que la
    lectura de uno sirve de estímulo iniciador a la lectura de
    otros tramos situados en genes distintos de otras neuronas, lo
    que implica que existe un verdadero intercambio de informaciones
    que permite transmitir un estímulo de una neurona a otra,
    independientemente de cuales son los genes activados.

    Como lo comprueba la experiencia, los animales
    multicelulares simples reaccionan sistemáticamente de la
    misma forma ante el mismo estímulo iniciador en cualquier
    momento de sus existencias. Aunque los momentos de reposos
    correspondan a la total ausencia de estímulos, el animal
    está siempre en condición de generar la respuesta
    adecuada delante de la aparición de uno de ellos.
    También en función de la ausencia de alguna clase
    de estímulo necesario se puede interrumpir un
    comportamiento en curso, como la huida de una presa puede
    interrumpir un proceso de digestión por falta del
    estímulo correspondiente a su captura o retención.
    Lo que implica que su esquema de comportamientos es siempre
    vigente a lo largo de su existencia.

    Considerando las diversas actitudes y actividades de
    dichos animales multicelulares elementales tales como la Hidra de
    agua dulce, podemos sacar conclusiones muy interesantes con
    respecto al funcionamiento de las neuronas de estos seres, al
    igual que hemos sacados conclusiones de las diversas
    particularidades de los comportamientos de los animales
    multicelulares.

    – En primer lugar hemos advertido que todas las
    actividades de estos animales, y en particular de las derivadas de los
    estímulos iniciadores, están regidas por sus
    neuronas.

    – En segundo lugar, que la intercomunicación
    entre las neuronas organiza sus diversas actividades y, sobre
    todo, una respuesta coordinada de parte o del conjunto del ser, a
    cualquier estímulo idóneo.

    – En tercer lugar, que delante de un mismo
    estímulo, las neuronas responde, en forma adecuada, en
    función de la activación o inhibición de los
    genes, o parte de éstos, según su ubicación
    y su papel en el cuerpo del animal.

    – En cuarto lugar, que para cada clase de
    estímulo captado existe en respuesta un comportamiento,
    bien definido e inmutable.

    – En quinto lugar, que todos sus comportamientos
    están inscriptos en el genoma de cada neurona de estos
    animales. Que éstos son hechos efectivos por la lectura,
    por parte de una enzima especializada, de los enlaces de
    hidrógeno entre cada par de nucleótidos. Lo que
    puede ser corroborado por medio de microinyecciones de
    anticuerpos que bloqueen la acción de dichas enzimas. Las
    cuales a su vez pueden ser identificadas sobre la base del mismo
    procedimiento.
    La actividad energética interneuronal puede también
    ser analizada por medio de los aparatos electrónicos
    modernos adecuados, tipo medidor de diferencial de potencial
    eléctrico o electromagnético.

    • Finalmente, en sexto lugar, que el conjunto de sus
      comportamientos, que llamamos esquema de comportamientos, nunca
      para de regentear sus actividades por ser vigente a lo largo de
      la existencia del animal. Aunque éste adopte una actitud
      pasiva, o que se interrumpa un ciclo de comportamientos merced
      a la recepción de algún estímulo
      iniciador, o de la ausencia de uno.

    3.
    Consecuencias del desarrollo de

    las capacidades
    neuronales.

    Ya sabemos que la diversificación de las
    células del cuerpo de un animal multicelular le ofrece al
    conjunto del ser un mayor campo de acción, y sobre todo
    mayores posibilidades de tener comportamientos más
    variados, que en el caso de un animal unicelular. De hecho, a
    través de la existencia de las neuronas se unifican las
    respuestas a los estímulos iniciadores de parte o de la
    totalidad de las células del organismo.

    La evolución de las especies animales, sobre la
    base de mutaciones y procesos de selección
    natural, no sólo ocasionó una diferenciación
    celular cada vez más pronunciada y sofisticada, pero
    además provocó una verdadera especialización
    entre células de una misma clase.

    En la Hidra, una misma neurona recibe los
    estímulos iniciadores, los transmite a las demás,
    los procesa y transmite su respuesta a los otros órganos.
    En un mamífero, como se ha podido comprobar, cada uno de
    estos actos es cumplido por neuronas especializadas.

    En el hombre,
    como ya se ha podido comprobar científicamente, existen
    tres clases de neuronas: las sensitivas, las interneuronas y las
    neuronas motoras. Estas clases se dividen, a su vez, en subclases
    más especializadas. Entre ellas podemos citar las
    sensitivas donde se encuentran neuronas con terminaciones
    ciliadas, que sirven para detectar las vibraciones del aire u olores, o
    las que están asociadas con células sensitivas
    especializadas como las fotoreceptoras.

    Se puede definir el grado de evolución de una
    especie animal en función de dos factores principales que
    son: el grado de diversificación y de desarrollo de las
    capacidades del conjunto de sus órganos y el grado de
    desarrollo y amplitud de sus esquemas de
    comportamientos.

    Con respecto al primero de estos dos factores, podemos
    observar que existe una relación directa entre la
    complejidad del sistema nervioso
    y la del resto de los órganos. A mayor desarrollo de las
    capacidades de los órganos, y sobre todo de las que
    permiten el cumplimiento de actividades diversas, más
    sofisticado resulta ser el sistema nervioso
    que los controla y dirige. Se puede considerar como evidente que
    el grado de sofisticación de un instrumento exige e
    implica, para un uso adecuado u óptimo, de un grado
    equivalente de sofisticación del factor que lo
    rige.

    Los órganos de la visión, para muchas
    especies animales, se limitan a la captación de la
    diferencia entre claro y oscuro, y para el ser humano le permiten
    distinguir entre miles de tonos de colores
    distintos.

    Aunque existen animales dotados de uno o dos sentidos
    particularmente desarrollados y quizás de órganos
    con funciones variadas, tal es el caso de la trompa del elefante.
    El grado de evolución y especialización de un solo
    o de unos pocos órganos, no resulta en sí demasiado
    significativo, lo importante es considerar el conjunto de las
    capacidades orgánicas. También, la hiper
    especialización resulta ser, en algunos casos, más
    perniciosa que positiva; cuando cambian las condiciones
    ambientales, los animales hiper especializados encuentran a
    menudo mucho más dificultades para adaptarse a las nuevas
    condiciones que los otros. Por eso desaparecieron por ejemplo el
    Mamut y muchas otras especies.

    En todo caso, lo más determinante parece ser,
    según lo comprueba la experiencia, la amplitud de las
    capacidades, y no tanto la especialización en sí.
    La hipersensibilidad a la intensidad de la luz no resulta
    ser tan beneficiosa, como en el caso del búho que
    encuentra su campo de acción prácticamente limitado
    a una actividad esencialmente nocturna. En comparación a
    la amplitud de captación de una mayor gama de tonos de
    colores distintos, el cual da al hombre la
    posibilidad de ser activo tanto de día como de noche.
    Hasta la primera puede llegar a ser muy contra producente, como
    en el caso de muchas especies de murciélago que son
    obligados a dormir en cuevas, las cuales no pululan en general,
    mientras que la segunda, al contrario permite la
    adaptación a una mayor cantidad de ámbitos, como en
    el caso de las ratas.

    Con respecto al segundo factor, es decir al grado de
    desarrollo y amplitud de los esquemas de comportamientos, es
    interesante destacar que dicho esquema tiene que estar
    perfectamente adaptado al medio
    ambiente. En caso contrario, se perturbarían las
    posibilidades de supervivencias del ser. Por ejemplo si un animal
    se dedica a comer una sola clase de alimento, como el Panda
    gigante, al desaparecer su fuente de alimento, éste
    está entonces destinado a desaparecer también. Por
    eso se puede considerar que aunque la amplitud de las capacidades
    orgánicas representa ser un factor importante, con
    respecto al ámbito de evolución de un animal, el
    factor realmente primordial resulta ser el segundo. En efecto,
    una mayor amplitud del esquema de comportamientos implica
    automáticamente como lo hemos visto anteriormente una
    mayor amplitud de gama de actitudes vitales, lo que implica a su
    vez una más grande amplitud de reacciones posibles delante
    de los acontecimientos exteriores. Es decir, finalmente, que un
    animal se puede comportar de una manera más variada en un
    ámbito dado o en diversos ámbitos que otro que
    tenga un esquema más reducido de comportamientos, de
    aquí una mayor posibilidad de adaptabilidad del primero a
    situaciones distintas. Merced a este factor, el número de
    jirafas existentes en la actualidad es muy inferior al de los
    perros, sin contar que las posibilidades de supervivencia como
    especie de éstas son mucho más limitadas que las de
    estos últimos. Para el autor, la amplitud del esquema de
    comportamientos representa ser uno de los principales
    índices de desarrollo de un animal. Además, ya
    sabemos que existe una relación directa entre la
    complejidad del genoma y la cantidad de comportamientos
    genéticos posibles que pueda tener un animal.

    En todo caso, se puede afirmar que más amplios
    son los esquemas de comportamientos genéticos, más
    extenso es el genoma. Como lo hemos visto anteriormente, la
    cantidad de neuronas no está directamente relacionada con
    la cantidad de comportamientos genéticos distintos para un
    solo animal, sino la extensión de su genoma. Se entiende
    entonces que un animal de gran tamaño pueda vivir con un
    cerebro de tamaño muy reducido en comparación a su
    volumen
    corporal. De aquí proviene el hecho de que un rinoceronte
    de varias toneladas de peso tenga un cerebro de un volumen
    parecido al de un ser humano, o que un avestruz de cerca de
    doscientos kilos tenga un cerebro del tamaño de una
    nuez.

    Por otro lado es conocido que los seres vivientes que
    poseen los genomas más extensos, como algunas especies de
    ranas o de tritones, no son los más evolucionados. Se
    puede entonces deducir que si bien la complejidad y la
    extensión del genoma es el factor más decisivo con
    respecto en la cantidad total de posibilidad de realizar
    comportamientos genéticos diferentes entre sí, por
    parte de un animal, no representa el factor más importante
    con respecto a su capacidad de realizar la mayor cantidad posible
    de comportamientos. Al saber que además de los
    comportamientos genéticos algunos animales, sobre todo los
    que pertenecen a los eslabones superiores de las cadenas
    evolutivos, poseen la capacidad de formar nuevos comportamientos
    en función de un aprendizaje
    adecuado, podemos afirmar que son los que tienen una mayor
    posibilidad de crear nuevos comportamientos los que son los
    más evolucionados. En efecto, el hecho de saber que una
    mayor posibilidad de elaboración de éstos implica
    una mayor amplitud de posibilidades de supervivencia como lo
    acabamos de ver, evidencia que esta mayor posibilidad siempre se
    acompaña de una mayor creación. La simple
    constatación de que el ser humano es el animal con la
    mayor capacidad de creación de nuevos comportamientos, no
    indica claramente que es el más evolucionado en la
    escala
    evolutiva general.

    El cerebro humano se puede considerar como uno de los
    más sofisticados, lo que le permite tener una de las gamas
    más extensas de comportamientos diferentes entre sí
    del reino animal. Aunque no sea proporcionalmente el de mayor
    tamaño; pues lo superan los cerebros de varias otras
    especies animales, como los de algunas especies de delfines o de
    roedores. Pero sí es el que posee el más alto
    índice de encefalización del reino animal, pues
    alcanza el grado siete mientras que algunos cetáceos el
    número cuatro y el chimpancé el uno coma dos. Se
    recuerda al lector que dicho índice es determinado por la
    alometría es decir la ley de
    disarmonía que relaciona las dimensiones del cuerpo con el
    tamaño del cerebro en forma inversamente
    proporcional.

    En vista de que el autor, para poder explicar el
    funcionamiento cerebral, se ve obligado en redefinir el rol de
    algunas de las distintas áreas encefálicas, hace
    recordar a sus lectores que el cerebro humano se divide en cinco
    partes bien definidas: el bulbo raquídeo, el cerebelo, los
    dos hemisferios y el cuerpo calloso que los une. A su vez estas
    partes se subdividen en zonas que cumplen, cada una, roles
    particulares.

    A medida que se sube en la escala evolutiva, los
    esquemas de comportamientos se van sofisticando. El mejor ejemplo
    lo da la experiencia de la reproducción sexuada, que
    implica la aparición de comportamientos específicos
    cada vez más complejos. Por ejemplo, si bien el
    comportamiento de cortejo puede durar segundos para los insectos,
    horas para algunos mamíferos, resulta notable que puede
    durar meses y años para algunos seres humanos. Aunque el
    autor no estima esta clase de evolución como una victoria
    de su especie sobre las demás, sino más bien como
    una complicación a menudo innecesaria de su existencia,
    reconoce, a su pesar, su realidad.

    No tenemos que olvidarnos que todas las capacidades
    animales y en particular la existencia de los esquemas de
    comportamientos, se originaron en los primeros seres vivientes y
    luego se transmitieron, cuando los beneficiaban, a sus
    descendientes. Por eso es, que todas las especies animales que
    pueblan nuestro planeta tienen exactamente los mismos cuatro
    tipos de nucleótidos, aunque sus genomas tengan distintas
    extensiones. Sus particularidades resultaron ser fruto de una
    larga evolución. En consecuencia, se puede afirmar que,
    las características neuronales de los seres vivos
    más evolucionados se enraízan en las capacidades de
    los más primitivos. Por eso resulta evidente que las
    razones que encontramos para entender que el asentamiento de la
    memoria genética, se encuentra en los enlaces de
    hidrógeno que unen las dos cadenas del genoma de las
    animales multicelulares elementales, sirven también para
    definir su misma ubicación en las neuronas de los
    mamíferos más evolucionados como los seres humanos.
    El autor insiste en este tema porque lo considera fundamental
    para el entendimiento del origen del pensamiento
    humano.

    El desarrollo del sistema nervioso y del esquema de
    comportamientos animales, al basarse en las
    características de sus antecesores más primitivos
    implica, que aunque pueden haber desaparecido algunas de sus
    particularidades o haber disminuido en importancia, las
    facultades restantes, a veces muy sofisticadas, resultan ser nada
    más que una hiper especialización de las
    características que le dieron nacimiento tanto a nivel
    celular como a nivel corporal. El sentido del territorio propio
    de los prosimios se traduce por el nacionalismo
    humano.

    A menudo, este desarrollo implicó una mayor
    sofisticación. La simple memoria genética de los
    animales multicelulares se acrecentó y progresó, en
    los animales más evolucionados, hasta dar lugar a la
    aparición de la memoria de lo aprendido, como lo vamos a
    verificar más adelante. Ésta a su vez se
    dividió, como se pudo comprobar científicamente, en
    memorias de
    corto y largo plazo.

    El autor insiste sobre el hecho de que nunca nos tenemos
    que olvidar que los seres humanos son frutos de una larga
    evolución y que todas sus capacidades cerebrales son
    perfectamente naturales y provienen de la evolución de las
    capacidades primordiales de las células primitivas de las
    cuales descienden. De allí que tenemos que buscar entender
    el funcionamiento del sistema nervioso humano, no sólo
    basándonos en sus componentes, pero también en el
    estudio de las capacidades del conjunto de los seres vivientes
    que integran la cadena evolutiva que le dio
    nacimiento.

    En este capítulo se analizo el hecho de que la
    facultad de poder realizar comportamientos distintos constituye
    el factor más significativo para la supervivencia de una
    especie animal, se la considera también como un indicio
    primordial del grado de evolución del ser. Con respecto a
    la cantidad de comportamientos genéticos que pueda
    realizar un animal la pauta más esencial resulta ser la
    extensión del genoma y no el tamaño del cerebro.
    Aunque el factor más decisivo con respecto supervivencia
    de un animal no es la cantidad de comportamientos
    genéticos que pueda realizar, sino la cantidad total de
    conductas que pueda efectuar, lo cual depende, entonces de su
    capacidad de crear nuevos comportamientos. El ser humano siendo
    el ser que crea y realiza la más amplia gama de
    éstos, es en consecuencia uno de los seres más
    adaptables y evolucionados existentes actualmente sobre el
    planeta.

    4.
    Recepción de datos.

    Previo al análisis del funcionamiento del cerebro
    humano, es importante considerar que éste se apoya sobre
    todo en la recepción y el procesamiento de los datos que
    le mandan las neuronas sensitivas, situadas en las diversas
    partes del cuerpo de cada ser. Dichas neuronas se ubican en todo
    el cuerpo del individuo. Pero, las que mayor importancia tienen
    para establecer el contacto con el medio ambiente son
    las que están situadas en los órganos que
    constituyen los distintos sentidos.

    Los estímulos, de origen externo o interno a la
    persona, son
    captados por medio de varias clases de receptores que pueden ser
    de tipo químico-receptor, foto-receptor, termo-receptor o
    mecánico-receptor. Pueden ser encapsulados como los
    receptores pilosos, o no serlo como las terminaciones de Ruffini
    o de Markel. Existen también los corpúsculos de
    Meissner y los de PACINE, los de los husos musculares, los
    receptores tendinosos de los órganos de Golgi, los
    bastoncillos y conitos retinianos, etc.

    Como ya se comprobó, científicamente, los
    receptores transforman los estímulos recibidos en
    señales energéticas. Cuando éstos no
    integran una neurona sensitiva, en algunos casos, las transmiten
    a células sensitivas especializadas que las amplifican y
    las transmiten a su vez a las neuronas sensitivas con las cuales
    están directamente conectadas, lo que implica que el
    cerebro humano nunca recibe directamente los estímulos
    captados por los receptores sino únicamente los productos
    de sus efectos sobre las neuronas sensitivas. Éstos son
    mandadas al encéfalo por medio del axón de las
    neuronas sensitivas, o a otras neuronas que los transmiten a
    dicho encéfalo por medio de su propio axón. En cada
    una de estas etapas son amplificadas, como lo demuestran los
    distintos estudios realizados sobre este tema.

    Cada variedad de receptores capta una clase particular
    de estímulos. Cualquiera sea la forma bajo la cual se
    manifiestan, sea calorífica, mecánica, luminosa,
    etc., éstos son transformados por los receptores en
    señales energéticas de tipo electro-químico,
    como lo comprueban las experiencias realizadas sobre este hecho.
    Por supuesto, estas señales, productos de los efectos
    generados por los estímulos sobre los receptores pueden
    ser extremadamente variables en diferencia de potencial,
    intensidad y frecuencia, por tener orígenes muy diversos,
    según la clase de receptores que los han
    captados.

    A pesar de que el nivel de energía, que las
    células sensitivas transmiten a las neuronas sensitivas a
    las cuales están asociadas, es muy variable, la
    energía traspasada al cerebro depende también de
    las capacidades de dichas neuronas. En efecto, aunque ésta
    pueda ser muy débil, su percepción
    a nivel consciente prueba que es amplificada por medio de
    distintos mecanismos. Está comprobado que el ojo humano es
    capaz de percibir hasta un único fotón, el
    cuál al ser amplificado puede ser notado por la conciencia. Al
    contrario, si su intensidad sobrepasa las capacidades de las
    células o de las neuronas sensitivas, sin dañarlas,
    éstas la transmiten al cerebro con el nivel máximo
    que pueden captar y transmitir. Resulta interesante notar que el
    sonido es
    captado por el aparato auditivo en forma exponencial. Si su
    intensidad excede estas capacidades se torna peligrosa porque
    puede lastimar o destruir los receptores, limitando u
    obstaculizando la recepción y transmisión de las
    señales por parte de las neuronas sensitivas. En
    consecuencia a las limitaciones de dichas neuronas, la intensidad
    recibida no pasa nunca los limites aceptables de las neuronas
    cerebrales.

    El autor define el término "dato" como el
    resultante del conjunto de las señales energéticas
    transmitidas por los axones de todas las neuronas sensitivas, que
    integran un mismo órgano cumpliendo un papel similar, y
    emitidas en un solo instante. Cada instante siendo el lapso
    correspondiente a la transmisión de una sola señal
    energética por medio de un axon. Lo cual significa que un
    solo dato puede ser transmitido por medio de muchas neuronas a la
    vez, tal es el caso de una imagen
    visual.

    Con respecto a las neuronas sensitivas, sabemos que una
    sola puede recibir las señales energéticas de
    varias células receptoras a la vez hasta pasar el
    centenar. Por ejemplo, aunque el ojo humano posee alrededor de
    ciento cuarenta millones de bastoncillos y de cinco millones de
    conitos, lo que implica una cantidad igual de células
    receptoras, la cantidad de neuronas sensitivas asociadas a las
    células ganglionares, con las cuales las células
    receptoras son conectadas, es muy inferior a estas cifras. En
    efecto, se ha calculado que se acercan al millón por cada
    ojo para el ser humano.

    Como cada neurona sensitiva transmite estas
    señales por medio de su único axón al
    encéfalo, se puede afirmar que éstas son recibidas
    por las neuronas receptoras cerebrales bajo la forma de una
    única señal. Por esta razón, se puede
    afirmar que cada neurona sensitiva del sistema óptico
    manda al encéfalo el equivalente de un solo punto luminoso
    a la vez. Su intensidad, su frecuencia y su diferencia de
    potencial pueden variar enormemente de una neurona a otra en un
    mismo instante, evidentemente en los límites de
    intensidad aceptables por parte de ésta, dado la
    multiplicidad de sus fuentes.

    La cantidad de células receptoras asociadas a una
    neurona sensitiva, por un simple efecto de suma de variabilidades
    de las señales captadas, multiplica entonces la
    variabilidad de la señal correspondiente transmitida por
    el axón.

    Es interesante observar que las neuronas sensitivas no
    transmiten realmente todos los fenómenos que ocurren en el
    medio ambiente del individuo. Es de destacar que a pesar de que
    el ojo humano recibe ondas luminosas
    cuyas frecuencias son iguales o inferiores a la del infrarrojo o
    iguales o superior a la del ultravioleta, las neuronas sensitivas
    del sistema óptico transmiten al cerebro nada más
    que un espectro que va del rojo al violeta, aunque con una gama
    extendida de tonos diferentes.

    Este fenómeno sobresaliente proviene del hecho
    que las neuronas sensitivas de los órganos de la
    visión ocular no reciben cada una una imagen
    correspondiente a la visión completa del panorama por
    parte de los ojos, sino impulsos energéticos que
    corresponden a la recepción de los impulsos luminosos en
    las células fotosensibles que le son asociadas. Las cuales
    transforman la energía de los fotones captados, es decir
    de orden lumínica, en energía de orden
    electro-química
    como ya fue científicamente comprobado. Por ende, las
    neuronas sensitivas no transmiten las frecuencias de las bandas
    luminosas, sino los impulsos provenientes del efecto que provocan
    en las diversas células fotosensibles, las cuales poseen
    cada una la capacidad de reaccionar a frecuencias particulares
    según sean bastoncillos o conitos. Es decir que el cerebro
    no recibe impulsos de frecuencias iguales a la longitud de una
    onda de luz, sino impulsos energéticos provenientes de la
    transformación del tipo de energía que se produce
    en las distintas células fotosensibles en función
    de la recepción de esta misma onda de luz. El
    desplazamiento de la mirada implica variaciones de la tonalidad e
    intensidad de la energía luminosa recibida por cada una de
    estas células.

    El autor insiste en hacer notar que las neuronas
    sensitivas relacionadas con la visión ocular envían
    al cerebro únicamente impulsos energéticos bajo la
    forma de una corriente de energía de tipo
    electro-químico que recorre los axones de éstas. Lo
    que significa que el encéfalo no recibe, ni almacena,
    imágenes luminosas, sino pura y
    exclusivamente impulsos energéticos de orden
    electro-química.

    En el caso de los órganos auditivos, los sonidos
    son transmitidos por intermedio del oído
    externo a la parte interna donde estimulan las células
    ciliadas, u órgano de Corti, situadas en la cóclea.
    Dicha cóclea tiene la forma de un cono enrollado sobre
    sí mismo, de la misma manera que el caparazón de un
    caracol. La posición de estas células ciliadas en
    la cóclea resulta fundamental, pues cada una recibe una
    gama particular de frecuencias. Es decir que al igual que las
    neuronas sensitivas de la visión, las neuronas sensitivas
    de la audición no transmiten las frecuencias reales de los
    sonidos, sino los impulsos correspondientes a la
    estimulación de las diversas células
    sensitivas.

    El mismo fenómeno se produce con respecto a los
    otros distintos sentidos y órganos humanos. Lo
    único que llega al encéfalo son impulsos
    energéticos de tipo electro-químico, cualesquiera
    sean la naturaleza y el origen de los estímulos
    captados.

    Siendo la transmisión de energía continua
    y automática, a lo largo del estado de vigilia, pues la
    vigencia misma de dicho estado implica el contacto permanente con
    el medio ambiente y la percepción de sí mismo, se
    debe admitir que les amplificaciones y transmisiones de datos al
    cerebro tienen que ser también continuas y
    automáticas. Lo que se verifica sin mayor problema pues
    durante este estado uno no para de tener conciencia del entorno y
    de sí mismo, lo que sería imposible en el caso
    contrario. También eso implica que dicha conciencia es
    generada por el funcionamiento continuo de las neuronas
    sensitivas que integran la totalidad del cuerpo humano
    que transmiten, sin interrupciones algunas, las señales
    que engendran, o reciben de las células sensitivas que les
    son asociadas, las cuales son enviadas sin cesar al
    encéfalo.

    Ya ha sido descubierto que la transmisión de
    energía al interior de los axones se produce por
    intermedio de iones positivos de sodio, potasio y calcio. Cada
    axón transmite una energía con una diferencia de
    potencial, o DDP, que ronda los -70 hasta los +50 milivoltios.
    Debemos saber que la energía transmitida por un conductor
    es proporcional a su DDP, su intensidad y su frecuencia; la cual,
    en el caso de las neuronas, está sometida a la amplitud de
    los estímulos captados por los receptores. Se tiene que
    destacar que, como nos lo enseñan las leyes de la
    física, la
    existencia misma de un flujo de energía en un medio
    conductor implica su automática transmisión en la
    totalidad de la extensión de este medio. Lo que significa
    que la transmisión de señales energéticas
    entre las neuronas sensitivas y las neuronas cerebrales con las
    cuales están relacionadas por medio de sus axones es
    automática y constante en el estado de vigilia.

    Debemos recordarnos que las neuronas sensitivas no
    pueden transmitir al encéfalo una energía que
    sobrepasa sus capacidades. Como todas las neuronas de un mismo
    animal son engendradas a partir de un mismo zigoto, poseen todas
    idénticas capacidades. Por esta razón las neuronas
    cerebrales no pueden ser dañadas por las señales
    provenientes de las neuronas sensitivas que integran el resto del
    cuerpo, por estar adecuadas a las capacidades de estas neuronas
    sensitivas que son las mismas que las neuronas
    cerebrales.

    Es importante notar que la energía recibida por
    las neuronas receptoras cerebrales puede ser extremadamente
    variable entre cada instante y cada una con respecto a las otras.
    Ésta depende de la variación de los
    estímulos recibidos captados por cada receptor. Dependen
    en general de las condiciones externas al individuo, que a su vez
    pueden responder a factores aleatorios.

    En resumen, se puede afirmar que el encéfalo
    humano recibe una sola y única clase de señales
    energéticas con características propias de
    variaciones de frecuencias y de intensidades, por supuesto
    independientemente del tipo de neuronas sensitivas que las
    emiten, pero adecuadas a las posibilidades receptoras de las
    neuronas cerebrales. Por ende, la recepción de dichas
    señales nunca puede dañar el cerebro.

    5.
    Algunas hipótesis sobre el asentamiento
    de

    la memoria adquirida en el
    encéfalo.

    El problema más importante que se plantea con
    respecto al lugar y a la forma en la cual se acumulan los datos
    aprendidos en el cerebro, reside en saber dónde y
    cómo se almacenan y cuando provienen de un aprendizaje,
    por parte de los seres humanos. El autor llamará al
    almacenamiento de
    estos datos "la memoria adquirida", para distinguirla de la
    memoria genética.

    No ignoramos que las neuronas sensitivas se encuentran
    en las distintas partes del cuerpo de un animal multicelular y
    sobre todo, en los órganos que sirven de asiento a los
    diferentes sentidos. Todas ellas captan diversas clases de
    señales y las transforman en impulsos energéticos
    de tipo electro-químico que transmiten al encéfalo,
    como lo acabamos de ver en el capítulo anterior.
    Ahí son procesados y la reacción general, o
    respuesta, es a su vez transmitida a los distintos órganos
    involucrados por medio de las neuronas motores.

    El cerebro humano se compone más o menos de unos
    cien mil millones de neuronas. Descartándose el hecho de
    que se podría almacenar la memoria adquirida en
    algún orgánulo u otro elemento celular conocido
    situado en el citoplasma de las neuronas, por las mismas razones
    que descartamos que allí se podría almacenar la
    memoria genética como lo vimos en los capítulos
    anteriores, existen actualmente varias hipótesis que
    tratan de explicar el fenómeno de la memoria adquirida. La
    primera se basa en la existencia de las sinapsis, la segunda en
    la supuesta creación de unas proteínas de
    almacenamiento y la tercera en el alargamiento o
    modificación de las dobles cadenas de ADN.

    Con respecto a la primera, se supone que las sinapsis,
    que son las conexiones entre las dendritas de una neurona y la
    membrana exterior que recubre la otra, jugarían el papel
    de las micro ferritas de las antiguas computadoras.
    En otro término, que serían la base de alguna clase
    de polarización electro-magnética generada por la
    recepción de datos siendo así el asentamiento de la
    memoria adquirida.

    Los conocimientos actuales de la física nos
    enseñan que cuando un conductor se divide en varias
    partes, cada una de éstas transmite la energía
    recibida por parte de éste con la misma DDP y la misma
    frecuencia, aunque con una intensidad tal que la suma de las
    intensidades transmitidas por cada una iguala la intensidad que
    recorre el conductor original. Es decir que si un axón o
    una dendrita se dividen en varios filamentos, éstos
    transmitirán exactamente la misma señal aunque con
    una energía reducida con respecto al axón o a la
    dendrita original. Por eso es que aunque las sinapsis generadas
    por las dendritas de una misma neurona pueden acercarse a las
    cien mil, la cantidad real de señales distintas que
    podrían almacenarse de esta forma depende
    únicamente de la cantidad de dendritas originales que
    salen de la neurona, la cual se sitúa entre algunas
    decenas y el millar. Lo que daría una posibilidad
    máxima de acumulación de señales distintas,
    para el conjunto de las neuronas cerebrales, de unos cien
    millones de millones de éstas.

    Uno de los mayores inconvenientes que presenta esta
    hipótesis reside en la capacidad de almacenamiento del
    cerebro humano que supondría generar dicho
    fenómeno. En efecto, cada uno de nuestros ojos posee la
    facultad de transmitir al cerebro, por medio de los axones de las
    neuronas sensitivas, el equivalente de un millón de puntos
    luminosos, es decir de señales distintas, en una sola
    visión. Además, se ha comprobado que nuestros ojos
    son capaces de registrar cerca de veinticuatro imágenes
    por segundo, hecho que fue comprobado numerosas veces, sobre todo
    gracias al cinema y a la
    televisión, y en particular al efecto ya probado de
    las imágenes subliminales que puede generarse merced a
    estos medios de
    comunicación. En función de esto, un simple
    cálculo
    nos indica que nuestros ojos pueden mandar un poco más de
    cien millones de millones de señales al cerebro en treinta
    y siete días, lo que colmaría la capacidad cerebral
    de almacenamiento de datos que supondría esta
    hipótesis.

    Sin contar que no sólo el cerebro registra
    imágenes visuales, sino también sonidos,
    pensamientos, etc. En realidad ya está comprobado que el
    cerebro no consagra ni el diez por ciento de su capacidad
    memorial en almacenar los datos que provienen directamente de los
    órganos visuales.

    La indiscutible evidencia de que el cerebro humano tiene
    una capacidad de acumulación de señales muy
    superior a la cantidad de dendritas provenientes directamente de
    las neuronas encefálicas nos obliga a buscar dicha
    capacidad en otro lado.

    En la segunda hipótesis se conjetura que se
    generarían en las neuronas unas proteínas o
    conjuntos de
    nucleótidos que permitirían, por ejemplo usando
    algún sistema de creación de cadenas o
    aglomeraciones de estos elementos, acumular datos, de la misma
    forma que las cadenas de ADN acumulan los comportamientos
    genéticos.

    En este caso, uno de los mayores inconvenientes
    provendría de la presencia misma de estas proteínas
    o de estos conjuntos. En efecto, siguiendo con nuestro ejemplo de
    las imágenes visuales, y suponiendo que a cada
    señal corresponde un único nucleótido, y que
    una sola neurona recibe una sola señal a la vez, en un
    poco menos de doce años a razón de dieciséis
    horas de vigilia diaria se generaría una cantidad de pares
    de nucleótidos superior a los que conforman el genoma
    humano. Sin hablar de que las proteínas están
    siempre constituidas por moléculas generalmente superiores
    en tamaño a la que conforma un nucleótido. No
    obstante, durante las múltiples investigaciones que se han
    efectuadas, hasta el día de la redacción de esta obra nunca se ha
    detectado semejante acumulación de nucleótidos o
    proteínas. Además, la acumulación de estos
    componentes biológicos podría generar algún
    virus o
    provocar una mutación que podría ser letal a la
    neurona, hasta por el ser humano.

    La tercera hipótesis supondría un
    alargamiento o una modificación de las cadenas de ADN de
    las neuronas, lo que implicaría una verdadera
    mutación por parte de estas últimas. Por supuesto,
    a pesar de los múltiples estudios ya realizados, nunca se
    ha comprobado tal hecho, que también podría tener
    consecuencias catastróficas para los
    individuos.

    Ninguna de estas teorías explica clara e
    irrefutablemente los mecanismos de procesamiento de los datos
    adquiridos. Tampoco la imposibilidad de reproducción por
    parte de la mayoría de las neuronas cerebrales de los
    seres humanos.

    En efecto, luego del proceso de diferenciación,
    sabemos que todas las células del feto, las neuronas
    cerebrales incluidas, siguen multiplicándose. Pero, poco
    después del nacimiento del bebé, excepto algunas
    neuronas cerebrales situadas en zonas muy particulares que no
    pierden sus facultades de multiplicarse, la mayoría de las
    neuronas encefálicas dejan de reproducirse, y perduran
    así hasta el fallecimiento del individuo, salvo algunas
    que mueren en el transcurso de su existencia. Está
    comprobado que, luego del nacimiento del bebé, gran parte
    del aumento de tamaño de su encéfalo se produce
    merced al crecimiento de las prolongaciones neuronales y el
    aumento de las capas de mielina que rodean los apéndices
    neuronales, por efecto del desarrollo de las células
    gliales que no participan directamente, como ya fue comprobado,
    de los diversos procesos intelectuales.

    Al igual que el resto de las células humanas, las
    neuronas nacieron a partir de una única célula, el
    zigoto, como ya sabemos. Por eso, y por el hecho de que su
    estructura y sus principales componentes sean parecidos al de las
    otras células, todas tendrían que gozar del mismo
    potencial reproductor.

    De allí, podemos deducir que durante la
    niñez del ser humano ocurre un fenómeno que inhibe
    la facultad reproductora de la mayoría de las neuronas
    cerebrales. Mientras que el conjunto de las otras células
    continúa en gran parte teniéndola, sea directamente
    como en el caso de las células musculares sea a
    través de células madres como en el caso de las
    hematies.

    La razón de la pérdida de dicha capacidad,
    por parte de la mayoría de éstas, tiene entonces
    una única explicación: sus funciones particulares
    le impide hacerlo.

    Podemos entonces afirmar que ninguna de estas tres
    hipótesis es válida, pues ninguna cumple, aunque
    sea en forma mínima, con los requisitos necesarios que se
    precisan para que ellas se adecuen a la realidad de los hechos
    comprobables.

    6.
    Teoría de los enlaces.

    Se puede afirmar, en función de los conocimientos
    de la biología moderna, que la memoria adquirida se
    acumula en el cerebro. Además, como lo acabamos de ver en
    el capítulo anterior, no puede encontrarse en otra parte
    que en el núcleo de las neuronas. Como no tenemos ya
    ninguna duda sobre el hecho de que la memoria genética se
    encuentra inscripta en el genoma y que sabemos que las
    capacidades de las neuronas se originaron en las capacidades de
    las células primitivas, podemos entonces suponer que la
    aparición de la memoria adquirida se posibilitó en
    función de la evolución de las capacidades de las
    células que fueron sus antecesoras. Es decir que el
    asentamiento de la memoria adquirida se debe encontrar
    también a nivel del genoma. Por ende, debe depender del
    alineamiento de los nucleótidos y sobre todo de los
    enlaces de hidrógeno que unen las dos cadenas que lo
    conforman.

    Por otra parte, está probado que sólo el
    uno por ciento del genoma humano es necesario y participa, en la
    formación de las proteínas esenciales a la
    supervivencia y desarrollo del conjunto del ser. Dicho genoma se
    compone de unos tres mil millones de pares de nucleótidos.
    Lo que significa que alrededor de dos mil novecientos setenta
    millones de pares de nucleótidos se encuentran capaces de
    cumplir algún otro tipo de función.

    Teniendo en cuenta que la memoria adquirida se acumule
    en el ámbito de los enlaces entre los pares de
    nucleótidos, la capacidad potencial de almacenamiento de
    señales sería directamente relacionada con su
    cantidad y la de las neuronas cerebrales. Lo que al multiplicarse
    estas dos cantidades daría una cifra superior a los dos
    coma noventa y siete millones de millones de millones de
    señales distintas entre sí. Teniendo sólo en
    cuenta la cantidad de pares de nucleótidos, pues la
    cantidad real de enlaces es algo superior al doble de esta cifra.
    En otras palabras, cerca de doscientos veintisiete seguido por
    dieciséis ceros como cantidad total de señales.
    Evidentemente ningún ser humano podría utilizar el
    total de esta gigantesca capacidad de almacenamiento de datos.
    Para dar una idea muy aproximativa de lo que representa esta
    capacidad basta saber que teniendo en cuenta que si se asimila
    cada enlace a una letra del alfabeto, un único cerebro
    humano superaría en capacidad la suma de las letras de
    todos los libros ya
    impresos del mundo actual. Pero, por sus características,
    la variabilidad de la energía que se puede almacenar en un
    electrón es muchísimo más grande que la suma
    de letras distintas de todos los alfabetos existentes.

    Resulta evidente que no se puede alterar continuamente
    el orden de los nucleótidos de las dobles cadenas de ADN,
    sobre todo porque un hipotético reordenamiento
    provocaría un verdadero caos genético, que
    podría ser fatal a la célula, como lo vimos en el
    capítulo anterior. En consecuencia, al no poder cambiarse
    dicho orden, la acumulación de datos se tiene que hacer
    sólo en función de los mismos enlaces de
    hidrógeno, sin alterar su organización.

    También sabemos que los datos provenientes de las
    neuronas sensitivas llegan a las neuronas receptoras cerebrales
    únicamente bajo la forma de impulsos energéticos,
    que son esencialmente variables en DDP, intensidad y frecuencia,
    con amplitudes que no pueden superar las capacidades de estas
    neuronas.

    El proceso de almacenamiento de datos a corto plazo en
    las neuronas cerebrales se puede deducir sabiendo que cuando un
    átomo de hidrógeno recibe determinada cantidad de
    energía, su electrón la va almacenando, alterando a
    veces su situación con respecto al núcleo,
    emitiendo radiaciones electro-magnéticas, y que en las
    condiciones adecuadas puede liberar dicha cantidad de
    energía, es decir que puede volver a su posición
    anterior con respecto al núcleo. Lo que significa que un
    átomo puede cumplir un papel parecido al de una
    batería. En función de lo que aprendimos en los
    capítulos anteriores existe entonces una sola y
    única forma posible de acumulación de los datos
    adquiridos que permita luego su activación: en el
    ámbito de los enlaces de hidrógenos que unen las
    dos cadenas de ADN que conforman el genoma y más
    precisamente gracias al almacenamiento de la energía
    recibida, en los electrones de estos hidrógenos, merced a
    la acción de enzimas especializadas. Además como
    sabemos que esta energía recibida no puede sobrepasar el
    nivel máximo de energía que puede recorrer una
    neurona sin dañarla, es decir sin afectar gravemente a sus
    componentes, entonces se vuelve obvio que no puede alcanzar el
    nivel de energía que provocaría la
    ionización de los hidrógenos de enlaces y
    cortaría dichos enlaces separando así la doble
    cadena que conforma el genoma.

    Esta forma de almacenamiento de los datos aprendidos,
    para que puedan luego ser leídos, supone que simplemente
    se acrecentaron las capacidades de las primitivas enzimas
    lectoras, confirmando así la teoría de que las
    capacidades de los animales más evolucionados provienen
    del desarrollo y de una verdadera ampliación de las
    capacidades de los animales que los precedieron en la cadena
    evolutiva, merced a pequeñas mutaciones que se fueron
    acumulando a través del tiempo, y no de una
    aparición brusca y espontánea de nuevas
    facultades.

    El proceso resulta entonces fácil de entender y,
    aunque necesite probablemente un cierto tiempo de investigación en laboratorios, podrá
    ser probado experimentalmente.

    En efecto, cuando una neurona sensitiva capta una
    señal, la envía bajo la forma de impulsos
    energéticos hacia las neuronas receptoras del
    encéfalo situadas, según los experimentos
    efectuados hasta la fecha de redacción de esta obra, en el
    tálamo. Ahí, luego de atravesar las sinapsis,
    dichos impulsos penetran al interior de la neurona. Merced a la
    porosidad de la membrana que recubre el núcleo,
    éstos penetran a dentro de éste. Al igual que las
    enzimas lectoras recorren el genoma de los protozoos, una enzima
    recorre el genoma de la neurona pero en lugar de efectuar una
    lectura va almacenando los impulsos energéticos en los
    átomos de los hidrógenos de enlace. Los hace saltar
    a veces de una orbita a otra, lo que es fácil de comprobar
    con un aparato de medición de los campos
    magnéticos. Estas enzimas se desplazan, en tiempo de
    vigilia, en forma regular e ininterrumpida en un mismo cromosoma.
    Pues, sino perturbaría aleatoriamente las frecuencias de
    las señales, comprometiendo así gravemente una
    posterior lectura de estos mismos datos. También dicha
    regularidad permite recordarse los acontecimientos
    situándolos en el tiempo de una forma cronológica,
    dando así nacimiento a la noción de reloj
    biológico. Además cualquier interrupción o
    cambio en el
    recorrido de las enzimas grabadoras provocaría
    inevitablemente una perturbación en la recepción y
    grabación de los datos que trastornaría
    ineluctablemente la percepción del avance del tiempo por
    parte del individuo concernido.

    En consecuencia a las variaciones de intensidad, de DDP
    y de frecuencia de los impulsos, algunos electrones reciben y
    conservan más energía que otros o, a veces, no
    reciben nada. Dichas enzimas van grabando todas las
    señales recibidas prácticamente de la misma forma
    que se graba una cinta magnética en un grabador. El hecho
    de que un ser humano pueda recordar los momentos en los cuales
    ocurre cada repetición de un mismo acontecimiento a lo
    largo de un mismo estado de vigilia evidencia que los sucesos se
    graban en forma cronológica, independientemente de sus
    esencias y repeticiones.

    Estas enzimas, al igual que todas las que están
    relacionadas con el almacenamiento y la posterior
    activación de lo que constituye las diferentes memorias de
    lo adquirido, pueden ser de un solo tipo con distintas
    proteínas y enzimas de apoyo. Se pueden identificar, entre
    otras posibilidades, por medio del proceso de
    microinyección y sus actividades merced, por ejemplo, al
    uso de microelectrodos conectados a aparatos de medición
    adecuados o merced a aparatos de medición de campos
    electromagnéticos.

    Podemos suponer que la velocidad, de lo que llamaremos
    la "grabación" de los datos recibidos por las neuronas
    receptoras en los hidrógenos de los enlaces, ronda
    probablemente las cincuenta pares de nucleótidos por
    segundo. En efecto, en el caso que dicha velocidad sea
    ampliamente superior, la capacidad de almacenamiento de datos se
    vería notablemente reducida. Por otro lado, esta velocidad
    corresponde a la de las enzimas ya conocidas, como las
    separadoras o las correctoras que participan de la mitosis. No
    puede ser tampoco inferior, pues sabemos que la persistencia
    retiniana se acerca a las veinticuatro imágenes por
    segundo, lo que supone una velocidad de grabación por lo
    menos igual o sino superiora a esta cifra.

    En consecuencia a esta velocidad de grabación,
    como la cantidad mínima de enlaces de hidrógeno es
    de dos y su máximo de tres por nucleótidos, y que
    además la cantidad de células fotosensibles
    asociadas a cada neurona sensitiva es superior al centenar, lo
    que supone una amplitud equivalente de variaciones de intensidad
    de las señales luminosas mandada a través del
    axón de las neuronas sensitivas de los órganos de
    visión, eso implica una capacidad de distinción de
    más de quince mil tonos diferentes.

    Dicha velocidad implica y confirma que la
    grabación de los datos no puede efectuarse en el genoma de
    las mitocondrias pues, para el ser humano, éstas poseen
    sólo unas dieciséis mil quinientos sesenta y nueve
    pares de nucleótidos cada una, lo que sería
    claramente insuficiente. En efecto, la cantidad de pares de
    nucleótidos necesaria a la grabación continua de
    las señales recibidas, para una velocidad de cincuenta
    pares por segundo, a lo largo de dieciséis horas de
    vigilia es de dos coma ochenta y ocho millones de pares. Hay que
    tener en cuenta además que las señales que componen
    los datos no se pueden acumular en más de un genoma en una
    misma neurona porque su grabación se situaría
    entonces en forma aleatoria, lo que por ende volvería su
    ubicación, en el momento de su evocación
    también aleatoria. En vista que los recuerdos a corto
    plazo, se producen, cuando se manifiestan, con una velocidad
    parecida entre sí y regular según los individuos,
    se tiene entonces que descartar lo aleatorio con respecto a su
    grabación y siguiente evocación.

    Aunque la grabación de los datos se
    efectúe fundamentalmente por medio de una clase particular
    de enzima, como lo acabamos de ver, al igual que para el proceso
    de la mitosis, ésta debe exigir el apoyo de otras clases
    de enzima y de proteínas para poder concretarse. En el
    proceso de la mitosis las enzimas separadoras necesitan de las
    ADNhelicasas, de las ADNprimasas, etc., así que de las
    proteínas iniciadoras, de unión, etc. Por supuesto
    este proceso tiene muchos puntos en común con el de la
    grabación, pues necesitan los dos de procesos de tipo
    electro-químico para poder realizarse. Ésta
    comprobado ya científicamente que la mitosis necesita de
    un desplazamiento de energía en el ámbito de los
    electrones de los hidrógenos de enlaces para poder
    concretarse. Se puede además suponer, basándose en
    las capacidades ya conocidas de varias de ellas, que algunas
    otras enzimas y proteínas de apoyo participan de estos dos
    tipos de procesos Y que, muy probablemente por sus
    particularidades, las enzimas grabadoras sean de tipo
    ADNhelicasas. Para agilizar la lectura de esta obra, el autor
    seguirá hablando únicamente de la enzima
    fundamental necesaria al proceso de grabación.

    Evidentemente, como todos los procesos vitales,
    éste es sujeto a pérdidas y distorsiones. Aunque
    éstas sean mínimas y se hagan notar sobre todo al
    envejecimiento de las células, igualmente, y como se puede
    constatar, tienen un efecto innegable sobre las capacidades
    intelectuales humanas. Por supuesto dependen de las
    particularidades propias a cada individuo. Algunas personas
    poseen una mejor memoria, es decir capacidad de
    recordación que otras, como lo demuestra la evidencia de
    los hechos.

    La causa principal de la pérdida de
    energía que afecta el transcurso de las señales
    recibidas y transmitidas por las neuronas, es la resistencia que
    presentan los apéndices neuronales y sobre todo las
    sinapsis al pasaje del flujo de fotones. Sin contar que los
    mecanismos de grabación y de lectura son sujetos a
    pérdidas de este tipo, aunque sea por causa de los mismos
    procesos electro-químicos inherentes al funcionamiento de
    las enzimas. Es notable observar que dichos procesos generan
    calor lo que es un indicio indiscutible de gasto de
    energía. Entre los distintos orígenes de las
    distorsiones que afectan las señales energéticas
    están las que son generadas por las limitaciones mismas de
    las células y neuronas sensitivas, además de las de
    las neuronas cerebrales. También una de las fuentes de las
    distorsiones que pueden afectar las señales reside en los
    campos magnéticos creados por los desplazamientos de
    energía. Pues, cada conductor recorrido por un flujo de
    energía de tipo electromagnético produce un campo
    de esta naturaleza. Cuando otro conductor, también
    recorrido por la misma clase de flujo, se encuentra a una
    distancia suficiente, recibe una cantidad de energía, de
    orden magnética, proporcional a su intensidad e
    inversamente proporcional a la distancia que los separa. Como lo
    hemos visto ya, las neuronas y sus apéndices pueden
    recibir y transmitir energía, emitiendo así un
    campo
    magnético, lo que distorsiona las señales que
    recorren las otras neuronas y sus apéndices. En
    consecuencia al muy bajo nivel de intensidad de estas
    energías, los campos creados son muy débiles y no
    perturban mayormente el funcionamiento cerebral, como lo
    demuestra la realidad del hecho. La efectividad de los aparatos
    modernos prueba que estos campos existen realmente.

    Luego, en un momento determinado, en general para los
    seres humanos durante el estado de sueño, otras enzimas
    van desgrabando y emitiendo estos mismos impulsos que son luego
    grabados, con el mismo proceso, en las neuronas que conforman las
    memorias de largo plazo. Estudiaremos estos fenómenos en
    los próximos capítulos.

    Por supuesto el proceso de grabación es
    acompañado por otros diversos procesos. En efecto, al
    mismo tiempo que reciben impulsos energéticos por parte de
    las neuronas sensitivas, las receptoras no sólo las
    almacenan en sus genes en forma momentánea, pero
    además les van transmitiendo a las interneuronas con las
    cuales están directamente conectadas que a su vez las
    mandan a las diferentes otras zonas cerebrales por el intermedio
    de sus diversos apéndices, como lo comprueban los aparatos
    de medición de campos electromagnéticos. Esta
    división de la energía recibida al interior de las
    neuronas receptoras, independientemente de ser una consecuencia
    normal de las leyes de la física, se enraíza en el
    hecho de que el citosol contiene mayormente una gran cantidad de
    iones positivos de sodio y potasio libres. Eso lo vuelve entonces
    conductor de por sí mismo e impide todo tipo de discriminación en el recorrido de la
    energía circulante en su interior. En efecto ya sabemos,
    merced a la vigencia de las leyes de la física, que en un
    medio conductor la transmisión de un flujo de
    energía es automática en la totalidad de la
    extensión de dicho medio. Dicha división es
    también necesaria por la sencilla razón que el
    almacenamiento de los datos no puede implicar toda la
    energía recibida; pues sino éstos no podrían
    ser tratados luego
    por el resto del encéfalo. Además está
    comprobado que ahí las señales recibidas son
    amplificadas gracias sobre todo a la acción de las
    mitocondrias. Por eso es que se puede considerar que no
    sólo las neuronas receptoras sino todas las neuronas en
    general constituyen verdaderos generadores de
    energía.

    La energía circulante de las señales en
    las neuronas es sujeta a varios factores. Lo que impide
    mayormente su dispersión es que al contrario del citosol,
    las membranas son, por ser constituidas sobre la base de lípidos,
    altamente aislantes. Dejan pasar impulsos energéticos
    sólo cuando sus poros permiten el intercambio de iones con
    respecto al exterior del volumen englobado y, en el caso de la
    membrana que recubre enteramente la neurona, a través de
    los receptores sinápticos. Como los apéndices
    neuronales prolongan naturalmente el protoplasma, ellos reciben
    automáticamente una parte de la energía circulante,
    y por ende la transmiten a las otras neuronas con las cuales
    están conectadas.

    La memoria humana no se encuentra ubicada en una
    única zona del cerebro sino que es dividida y repartida en
    diversas zonas cerebrales, como ya fue comprobado
    científicamente. Para cada uno de los sentidos y
    otros órganos humanos, existe una zona cerebral receptora
    correspondiente. Ésta recibe y almacena los impulsos
    mandados desde estos órganos. Al igual que las otras
    células, la ubicación y función de las
    neuronas que la integran resultan fundamentales. También
    en cada genoma existe para cada órgano un gen o varios que
    le corresponden. Éste o éstos están entonces
    activados en función de sus actividades mientras que los
    demás se encuentran desactivados.

    Se supone, de una manera altamente probable, que en el
    ser humano el uso de los tramos útiles de las cadenas de
    ADN identificados con una función dada, poseen una cierta
    plasticidad en su empleo. Es decir que según la usanza
    pueden cubrir una porción más o menos larga de
    estas cadenas. De ahí que sin cambiar en nada el genoma,
    es muy probable que la utilización de los tramos dedicados
    a un órgano particular pueda extenderse en perjuicio de
    los tramos inactivos y de esta manera ampliar las capacidades
    cerebrales rectoras de dicho órgano. Igualmente las zonas
    cerebrales activas se deben extender al detrimento de las zonas
    inactivas. Por esta razón, la carencia de uno o varios
    sentidos, en un individuo, implica el acrecimiento y la
    exacerbación de sus restantes facultades, sin que se
    produzca algunos cambios notables en los órganos
    sensitivos implicados, por supuesto.

    El proceso de grabación y lectura continuas de
    los enlaces de hidrógeno de los nucleótidos impide
    la reproducción de las neuronas involucradas, por ver sus
    hidrógenos de enlace permanentemente sometidos a cambios
    energéticos y sobre todo por ser recorridos por enzimas,
    que sin lugar a dudas perturban y obstaculizan la posibilidad de
    acción de las enzimas separadoras que inician los procesos
    de reproducción celular o mitosis.

    Finalmente, en resumen a lo que se ha analizado en este
    capítulo, se tiene que destacar que la teoría que
    el autor ha llamado de enlaces implica que todos los elementos
    que constituyen la memoria de lo aprendido por un ser humano se
    almacenan en los electrones de los hidrógenos de los
    enlaces que unen las dos cadenas de ADN que conforman el genoma
    contenido en el núcleo de sus neuronas cerebrales. Y eso,
    bajo una única forma de señales energéticas,
    independientemente de su procedencia.

    En el próximo capítulo el autor
    expondrá el proceso de lectura de las memorias de corto
    plazo es decir de la recordación.

    7. Recuerdos y
    selección de datos.

    Resulta evidente que la mayor parte de los distintos
    procesos mentales se sustentan sobre la posibilidad por parte del
    encéfalo de evocar o recurrir a datos anteriormente
    aprendidos. Este fenómeno, que el autor llama
    recordación, está por supuesto ligado tanto a las
    diferentes memorias de corto plazo como a las de largo plazo. En
    efecto una persona se puede recordar tanto de lo recientemente
    aprendido como de lo aprendido hace varios días, hasta a
    veces años.

    Merced a los estudios realizados, y en particular a los
    efectuados sobre la base del uso de los aparatos de mediciones
    actuales, sabemos que se producen intercambios de señales
    entre las distintas zonas cerebrales. Éstos se producen en
    función de la actividad electromagnética engendrada
    por el fenómeno. Lo que implica que cuando una neurona
    receptora recibe impulsos provenientes de una neurona sensitiva,
    los amplifica y transmite inmediatamente por medio de sus
    apéndices, a las interneuronas con las cuales está
    conectada. A su vez, éstas los amplifican, como ya
    sabemos, y los transmiten a las otras neuronas con las cuales
    están conectadas. De allí surge el hecho de que un
    único dato recibido por una sola zona de neuronas
    receptoras, puede provocar la estimulación casi inmediata
    de varias otras zonas cerebrales a la vez. Ahí, como lo
    vamos a estudiar, es "comparado" con los datos que contienen
    dichas otras zonas. En el caso que los datos correspondientes a
    los impulsos recibidos ya estén registrados con
    anterioridad, o no, pueden provocar una reacción adecuada
    a su naturaleza.

    Este fenómeno de comparación, o
    recordación, en función de lo que vimos en los
    capítulos anteriores, puede efectuarse únicamente
    de tres maneras:

    – La primera podría ser por medio de la
    estimulación de una enzima lectora que recorriera los
    genes implicados por el origen y naturaleza del dato y, al llegar
    al sitio donde se encontrarían las señales que
    componen el mismo, merced a una anterior grabación, las
    reconocería activándolas de alguna
    forma.

    Las posibilidades de existencia de un mecanismo
    generador de esta clase de reconocimiento presentan tantas
    dificultades que no puede ser de ninguna manera tomada en cuenta.
    La más evidente reside en el hecho de cómo
    podría hacer una enzima para encontrar una señal
    particular entre miles. Luego, sabiendo que las cadenas de ADN
    poseen unos tres mil millones de pares de nucleótidos y
    que la velocidad máxima de lectura de éstas, por
    parte de una enzima especializada, en el caso de los protozoos,
    ronda los quinientos pares por segundos, leyendo nada más
    que la mitad del genoma, tardaría unos tres millones de
    segundos, es decir más de un mes. Es notorio que esta
    hipótesis no es válida. Para el ser humano la
    evocación de un recuerdo puede ser extremadamente
    rápida; a veces sólo toma unas fracciones de
    segundos en hacerse consciente. Entonces, se tiene que descartar
    irremediablemente esta primera opción.

    – La segunda podría efectuarse por intermedio de
    varias enzimas. Si así fuera, el problema que se
    presentaría es que, para que dichas enzimas puedan
    recorrer el conjunto del genoma en menos de un segundo a una
    velocidad de quinientos pares de nucleótidos por segundo
    su número debería superar los seis millones. Esto
    significaría un proceso masivo de producción de
    ellas, que sería fácilmente detectado y que,
    también, provocaría un desgaste de energía y
    de proteínas extremadamente importante, agotando
    rápidamente los recursos de las
    neuronas. Además, este número multiplicaría
    la cantidad de posibles errores a un nivel prácticamente
    insoportable. La rapidez y la eficacia, fáciles de
    comprobar, de transmisión y lectura de los datos
    contenidos en las distintas memorias implica un proceso de
    recordación mucho más seguro y que
    provoque menos desgaste en lo energético y lo
    proteínico. Debemos, pues descartar esta segunda
    posibilidad por su total ineficacia material de
    realización.

    – Finalmente, como sabemos que los impulsos
    energéticos recorren los axones y dendritas a una
    velocidad de aproximadamente unos cien metros por segundos,
    podemos deducir, por la rapidez con la cual se puede efectuar,
    que la estimulación de un dato en las diferentes memorias
    está relacionada con esta forma de transmisión de
    datos. Resulta entonces innegable que la serie de impulsos, que
    componen un dato, recorre el genoma de las neuronas implicadas, y
    en particular los genes activados, en forma de una corriente de
    energía que estimula las partes donde ya están
    inscriptos con anterioridad. Dicha estimulación se
    manifiesta con este nuevo aporte de energía a la parte
    involucrada. Este proceso se podría comparar con la
    búsqueda y reconocimiento de una línea
    telefónica, en el interior de una central
    telefónica automática, por medio de un
    número. Como los impulsos recibidos varían entre
    sí en intensidad y amplitud, cada uno funciona como el
    estimulador de un relais. Un mismo dato se activa
    únicamente a la recepción de los impulsos que le
    corresponden en forma precisa en el genoma de la neurona. Esta
    activación se produce con la recepción de la serie
    de fotones que constituyen cada señal en sí en los
    átomos de hidrógeno de enlace, lo que, como ya
    sabemos, es acompañado inmediatamente por una
    emisión de radiaciones electro-magnética. Dicha
    señal es casi inmediatamente detectada por una enzima
    lectora, merced al campo electromagnético generado durante
    dicha activación. Ésta entonces la lee de la misma
    forma que lo hacen las enzimas lectoras en los protozoos y
    transmite lo leído a las otras zonas cerebrales,
    produciéndose así el fenómeno del
    recuerdo.

    De las tres posibilidades de realización del
    fenómeno de la recordación, la única que no
    presenta inconvenientes materialmente insuperables es esta
    última. Además, por su perfecta adecuación a
    la realidad de los hechos comprobables, como su rapidez y su
    precisión, se la debe entonces admitir como la exposición
    real del fenómeno. Se entiende como precisión el
    hecho de que cuando es recordado, el dato se adecua a lo
    anteriormente aprendido. En los siguientes capítulos,
    donde estudiaremos los alcances de esta teoría y sobre
    todo sus consecuencias, podremos verificar de una manera
    irrefutable la exactitud de ésta.

    Este mecanismo de recordación permite entender,
    también, el origen de una particularidad muy interesante y
    notable del encéfalo, que es la de la selectividad. En
    efecto, cuando uno mira un paisaje o escucha una cacofonía
    de ruidos diversos, enseguida distingue el detalle visual o el
    sonido particular que ya conoce, aunque no lo esté
    buscando a veces. Este hecho resulta fácil de comprender.
    Cuando los impulsos visuales, o de otros sentidos, llegan al
    encéfalo, éstos son inmediatamente transmitidos a
    las distintas memorias relacionadas con los datos recibidos. Un
    dato de origen auditivo es transmitido a las memorias de corto y
    largo plazo, relacionadas con todo aquello que afecta al sentido
    de la audición. Los que no fueron registrados
    anteriormente no activan ninguna porción del genoma, y la
    corriente de energía involucrada es simplemente absorbida
    por los procesos biológicos naturales; favoreciendo
    procesos de sintetización de proteínas, por
    ejemplo. En el caso que ya esté registrado, es
    instantáneamente activado, llevándose así a
    cabo el proceso de recordación del dato y generando, a
    veces, lo que se llama un reconocimiento
    espontáneo.

    Igualmente, cuando uno quiere ubicar un dato particular
    en el medio de otros de misma índole, aunque
    intrascendentes, el hecho de tenerlo en la conciencia implica que
    éste se ha grabado en las memorias que corresponden a
    dicha conciencia. Cuando esta persona entra en contacto, a
    través de algún sentido u órgano, con el
    conjunto de datos entre los cuales lo puede encontrar, al ser
    percibido, este último es inmediatamente reconocido merced
    a este proceso de selectividad que acabamos de ver, pues ya se
    encontraba en las memorias de la zona del consciente. Más
    adelante el autor estudiara más detenidamente esta zona
    cerebral muy particular.

    Para dar un ejemplo concreto del
    fenómeno, se puede tomar el caso de alguien que busca un
    objeto en un paisaje. El hecho de haber grabado previamente,
    sobre la base de la recordación del mismo a partir de las
    memorias de largo plazo relacionadas con lo visual, la imagen
    mental de lo buscado en las memorias de la zona del consciente,
    provoca al mirar dicho paisaje la estimulación casi
    instantánea del tramo de la memoria contenida en las
    neuronas intermedias de la zona de del consciente donde se acaba
    de grabar y del de las memorias de largo plazo de orden visual
    donde es identificado, estando ahí a veces asociado con
    otros tipos de datos,
    como lo vamos a ver más adelante. Ahí, es entonces
    reconocido, y por ende ubicado.

    En resumen, el fenómeno de recordación se
    produce merced a la lectura por parte de una enzima particular de
    las señales energéticas anteriormente inscriptas en
    el genoma durante el aprendizaje.
    Dicha lectura ocurre gracias al hecho de que las señales
    grabadas correspondientes a las entrantes son activadas merced a
    un aporte selectivo de energía, permitiendo así su
    ubicación por la enzima lectora que empieza inmediatamente
    su lectura, la cual genera la emisión de energía
    correspondiente en función de sus propias capacidades.
    Gracias a las particularidades de este proceso se produce el
    fenómeno de la identificación de un elemento entre
    diversos otros.

    8. Memorias de
    largo plazo.

    Ante todo, es necesario acordarse que la existencia de
    la dicotomía entre la memoria de corto plazo y la de largo
    plazo ya fue probada científicamente, aún en el
    caso de las abejas.

    Al percatarse que muchas especies animales, entre los
    cuales se encuentran los seres humanos, no sólo poseen una
    memoria de corto plazo de lo aprendido sino también una de
    largo plazo, una de las primeras preguntas que se pueden plantear
    es saber donde se encuentra asentada esta última en el
    encéfalo. En efecto, a menudo se necesita determinar la
    ubicación de lo buscado para profundizar un conocimiento
    sobre él. Además, saber que algo existe es
    importante, pero poder ubicarlo ofrece siempre una mayor seguridad cuanto
    a la certeza de su existencia.

    Para ubicar el asentamiento de las memorias de largo
    plazo es necesario tener en cuenta varios factores relacionados
    con su funcionamiento y sus propias
    características.

    La primera particularidad que caracteriza la memoria de
    largo plazo es que luego de tomar contacto con un dato, uno se
    puede acordar si lo conocía previamente o no y luego, y
    sólo luego, lo puede procesar intelectualmente. Lo que
    prueba irrefutablemente que la memoria de largo plazo se
    encuentra situada entre las neuronas receptoras y las otras
    neuronas de las demás zonas cerebrales. Uno debe tener en
    cuenta que esta particularidad es absolutamente esencial para
    determinar la ubicación de la memoria de largo plazo. En
    realidad, las otras pruebas
    constituyen nada más que confirmaciones de este
    hecho.

    Otro de los sucesos que prueban esta afirmación
    es el hecho de que cualquiera sea la lesión cerebral no
    mortal padecida por un individuo, si la zona encefálica
    que corresponde a la recepción de los datos provenientes
    de algún órgano no fue directamente afectada, este
    individuo continua recordando lo que aprendió en otros
    períodos de vigilia. Igualmente, puede seguir memorizando
    lo nuevamente aprendido. Mientras que si fue dañada, se
    pierde dicha capacidad de acordarse a largo plazo de lo aprendido
    y de seguir aprendiendo, con respecto a este órgano.
    También, es interesante notar que en este caso no se
    pierden las memorias de corto y largo plazo de las otras clases
    de memorias que no fueron afectadas por el daño recibido.
    Lo que comprueba además, fehacientemente, que existen
    varias zonas de memorias de corto y largo plazo.

    Se debe siempre tener en cuenta, que dada la gran
    rapidez de comparación de datos, es seguro que las
    neuronas intermedias, por el simple hecho de estar directamente
    conectadas con las neuronas receptoras, constituyen las memorias
    de largo plazo. En efecto, aún teniendo en cuenta el hecho
    de que la velocidad de transmisión sea grande y las
    distancias cortas, es evidente que más reducidas sean
    estas últimas más rápida será la
    transmisión de los datos, y menor la pérdida o
    distorsión de las señales. Aunque este hecho de por
    sí sólo no constituye una prueba, sí
    representa un indicio innegable de la verosimilitud de la
    teoría.

    Por estas razones, el autor deduce que las neuronas
    intermedias, conectadas con las neuronas receptoras, que
    constituyen de por sí las memorias de corto plazo, forman
    el asentamiento de las memorias de largo plazo.

    Para entender verdaderamente las peculiaridades del
    funcionamiento de dichas memorias de largo plazo debemos en
    primer lugar conocer algunas particularidades de las neuronas
    intermedias.

    Para eso tenemos que tener en cuenta que cada neurona
    intermedia de las zonas receptoras recibe las señales
    desde varios apéndices de la misma neurona receptora a la
    cual está conectada, como lo verifican los estudios
    realizados hasta el momento. Eso compensa el bajo nivel de
    intensidad de la energía transmitida a través de
    uno solo de éstos. Las investigaciones han comprobado,
    también, que una neurona intermedia recibe no sólo
    la energía que proviene directamente de una neurona
    receptora pero, además, de otras neuronas intermedias que
    se encuentran conectadas con esta misma neurona receptora. Dado
    que las distancias en juego son
    relativamente cortas y merced a la gran rapidez de
    transmisión de las señales, las energías
    transmitidas se suman sin inconvenientes, como lo prueba la
    experiencia.

    Puede ocurrir que una neurona intermedia, conectada a
    una neurona receptora, reciba también energía de
    otra receptora, por medio de algún apéndice que
    provenga directa o indirectamente de esta última. En este
    caso, se produce una distorsión de la señal que
    proviene de la primera. Para un individuo en plena
    posesión de las capacidades inherentes a la especie,
    ésta nunca llega a ser importante justamente por la muy
    baja energía que reciba a través de cada sinapsis.
    Por recibir energía a través de una o algunas
    sinapsis de dendritas de neuronas receptoras diferentes en medio
    de centenares o de miles de otras la distorsión resultante
    no influye notablemente sobre el total de la energía
    recibida por parte de la neurona receptora que constituye su
    principal fuente de energía. La experiencia confirma la
    veracidad del hecho, de lo contrario la percepción de los
    datos se vería profundamente perturbada. Es fácil
    imaginarse que si las neuronas receptoras de una misma zona
    cerebral estuvieran en estrecho contacto, las señales
    particulares de cada una se sumarían y perderían
    así su identidad; lo
    que obstaculizaría toda posibilidad de
    diferenciación de cada una en por parte de los seres
    humanos. Por ejemplo, si las neuronas receptoras que corresponden
    a la visión ocular estuvieran interconectadas, los
    detalles de las imágenes captadas desaparecerían y
    no se percibirían más que una sola tonalidad.
    Contradiciendo, totalmente, de este modo la realidad de los
    hechos.

    Una neurona intermedia posee numerosas conexiones. Lo
    cual implica que recibe una cantidad mayor de energía que
    en el caso que poseería muy pocas, pues ya sabemos que la
    cantidad de energía que puede transmitirle una dendrita es
    limitada, pues una sola neurona transmite las señales
    energéticas, a través de un gran número de
    estos apéndices. Lo que a su vez implica que las
    grabaciones y lecturas se tienen que efectuar con un potencial
    energético adecuado, para tener una eficacia máxima
    o suficiente.

    El autor seguirá llamando zonas receptoras las
    zonas cerebrales donde se reciben directamente las señales
    provenientes de las neuronas sensitivas, aunque en estas mismas
    zonas se encuentren, además de las neuronas receptoras
    propiamente dicho, las neuronas intermedias que sirven de
    asentamientos a las memorias de largo plazo, llamando a las
    primeras neuronas receptoras de las zonas receptoras y a las
    segundas neuronas intermedias de las zonas receptoras.

    Debemos destacar que el fenómeno de la
    recordación, en el ámbito de las memorias de largo
    plazo, se produce tal como lo hemos estudiado en el
    capítulo anterior.

    Resulta muy importante saber que al igual que en las
    neuronas receptoras, donde se encuentran almacenadas las memorias
    de corto plazo, en las neuronas intermedias la energía
    entrante se reparte entre el protoplasma donde se amplifica, los
    apéndices y el núcleo, pues las leyes de la
    física y las capacidades inherentes a las neuronas en
    sí se verifican irrefutablemente en todas las neuronas
    cualesquiera sean sus funciones. En el genoma de las neuronas
    intermedias, que integra el núcleo, en el caso que ya se
    encuentre inscripto la señal correspondiente a dicha
    energía, las nuevas señales se le agregan
    automáticamente. Lo cual significa un crecimiento de la
    energía que compone la señal precedentemente
    inscripta. En efecto, más se aprende o recuerda un dato en
    un mismo estado de vigilia, más fácilmente
    será evocado luego. La emisión del campo
    electromagnético provoca automáticamente la
    activación de la enzima lectora, tal cual lo hemos visto
    anteriormente. Mientras el proceso de lectura de las
    señales precedentemente inscriptas transcurre, a medida
    que la enzima va recorriendo el tramo que las contiene,
    ésta va emitiendo los impulsos energéticos
    correspondientes. Esta energía emitida proviene con toda
    seguridad de los procesos físico-químicos que se
    producen en la neurona misma. Y no de las señales
    inscriptas, sino el fenómeno podría borrar lo
    anteriormente inscripto, o disminuir su nivel de energía
    de una manera tal que podría volverla ilegible más
    adelante, lo que contradice la realidad de los hechos. Pues, como
    lo acabamos de ver más se percibe algo, es decir
    más se aprende un dato, más fácilmente se lo
    podrá evocar luego. Como la producción de
    energía depende de las particularidades propias de las
    neuronas y su relación con las características y
    posibilidades de cada individuo, con toda seguridad ésto
    constituye la razón principal del hecho que se encuentran
    personas que gozan de una "mejor memoria" que otros.

    Este hecho es posible de verificar, dado que el recuerdo
    de largo plazo, cuando éste logra ser evocado, posee
    siempre un nivel mínimo de intensidad que no corresponde a
    veces realmente a la intensidad o a la lejanía en el
    tiempo del aprendizaje. Lo que comprueba indiscutiblemente que la
    intensidad de la evocación de un recuerdo no es totalmente
    supeditada a la intensidad o a la lejanía del aprendizaje,
    sino parcialmente. Depende sobre todo de la capacidad de las
    neuronas de producir la energía suficiente para volverlo
    en el ámbito consciente, durante la lectura del dato
    aprendido. En efecto, y la realidad de los hechos lo comprueba,
    la dificultad de recordación no corresponde directamente a
    la claridad de la recordación en sí. La
    energía producida por la lectura se agrega
    automáticamente a la que recorre la neurona y participa
    entonces de la que es emitida a través de sus
    apéndices.

    De aquí en adelante cada vez que el autor
    citará la ocurrencia de que una información penetre en el "ámbito
    consciente" designará el hecho de que esta
    información penetre en la zona del consciente con una
    energía suficiente para notarse o destacarse en dicho
    ámbito, el cual es generado en base a la existencia misma
    de dicha zona. Esta zona del consciente siendo una zona cerebral
    constituida por neuronas que sirven de base a la
    percepción de sí mismo, del contexto y del accionar
    de los seres humanos.

    Cuando la señal inscripta es leída en su
    totalidad, es evidente que el proceso de lectura se interrumpe,
    pues la enzima correspondiente cesa de ser activada por la
    existencia de radiaciones electromagnéticas.

    Una de las pruebas que confirman este proceso es el
    fenómeno de la ilusión. Cuando un dato recibido se
    corresponde notablemente con un dato precedentemente inscripto,
    pero sin ser verdaderamente equivalente, aún así
    puede ser activado. Causando, en el ámbito consciente, una
    verdadera distorsión de la percepción de la
    realidad. Por esta razón una persona puede a veces creer
    ver u oír algo cuando en verdad vio u oyó otra
    cosa.

    Puede ocurrir que un hecho haya sido inscripto con un
    muy bajo nivel de energía, o con un nivel de
    distorsión muy elevado. O, que un dato entrante sea
    excesivamente deformado por encontrarse en un contexto o una
    circunstancia que lo perturba, con respecto al ya inscripto. En
    estos casos, la lectura puede no ocurrir; se produce la "falta de
    memoria". Sino, al suceder una lectura equivocada ocurre el
    fenómeno de la ilusión. Una lectura errada o
    fallida puede sobrevenir también porque el dato
    anteriormente inscripto puede haber perdido gran parte de su
    energía primitiva, debido a los movimientos de
    energía que se producen naturalmente y constantemente en
    el interior del núcleo. Dichos movimientos, con el
    transcurso del tiempo, terminan por trabar la lectura de los
    datos ya inscriptos. En parte por eso se producen las
    pérdidas de memoria al envejecer el sujeto.

    Este mismo fenómeno nos permite además
    destacar el hecho de que los datos recibidos por las neuronas
    intermedias, conectadas directamente con las neuronas receptoras,
    no deben ser directamente transmitidos por las primeras a la zona
    del consciente. Tienen seguramente que pasar por otras zonas
    donde están procesados. Lo comprueba el hecho de que
    existen cegueras y sorderas "sicológicas". También
    este mismo fenómeno comprueba la existencia de una zona
    cerebral particular, delimitada, correspondiente al consciente,
    en la cual penetran los datos luego de su procesamiento por parte
    de otras zonas cerebrales. El autor insiste, por considerarlo
    como fundamental para la comprensión del funcionamiento
    del cerebro humano, en hacer notar en el ámbito conciente
    de un acontecimiento implica automáticamente su
    reconocimiento, cuando fue anteriormente memorizado, lo que le
    permite afirmar que no hay conexiones directas entre las neuronas
    receptoras y la zona del consciente sino que todos los datos que
    penetran en las neuronas receptoras deben pasar obligatoriamente
    por las neuronas intermedias para ser mandadas luego a las otras
    zonas cerebrales, donde están procesados para finalmente
    llegar a la zona del consciente. Lo que significa que dicha zona
    nunca recibe directamente los datos provenientes de las neuronas
    situadas en las zonas receptoras y por ende de las neuronas
    sensitivas.

    Evidentemente, la lectura en las neuronas intermedias,
    que corresponde al fenómeno del recuerdo, se tiene que
    efectuar a la misma velocidad que la de la grabación en
    las neuronas receptoras. De lo contrario se produciría una
    verdadera distorsión de los datos, del mismo modo que si
    se escucha un disco que gira a una velocidad diferente a la
    normal el sonido emitido no corresponde al que tendría que
    oírse. La velocidad de lectura obedece a las mismas
    condiciones de espacio en el genoma y de precisión de
    transmisión que las de la grabación. Cuando se
    habla de precisión de grabación eso significa que,
    más pares de nucleótidos están involucrados
    en la grabación de un dato, más preciso resulta
    ser. Evidentemente, a mayor cantidad de datos para definir un
    hecho, mejor definición se obtiene; al igual que una
    película fotográfica en la cual la precisión
    de la imagen obtenida depende de la cantidad de puntos que la
    integran y forman, a más puntos más
    precisión. Si la señal energética
    correspondiente a un punto luminoso en lugar de estar grabada y
    leída a una velocidad de cincuenta pares de
    nucleótidos por segundo lo sería a la velocidad de
    quinientos pares por segundos, la gama de tonos percibida fuese
    diez veces más elevada.

    Cuando se analizan los fenómenos de lectura y
    grabación, la primera pregunta que puede venir a la mente
    del analista es si se pueden realizar conjuntamente en una misma
    neurona. La respuesta evidente es que no, pues la lectura implica
    una emisión de energía desde el núcleo,
    mientras que la grabación, una absorción. La
    simultaneidad de los dos fenómenos implicaría un
    efecto de retroalimentación que pondría la
    neurona concernida fuera de función. Al igual que en la
    mitosis estos dos procesos se excluyen mutuamente. Como somos
    capaces de recordar lo recién aprendido, en el mismo
    período de vigilia, uno podría creer que el
    aprendizaje y la recordación se efectúan
    simultáneamente. Pero, debemos darnos cuenta de que aunque
    el intervalo entre el aprendizaje y el recuerdo sea corto,
    existe. Es lógico advertir que no se puede acordar de algo
    en su totalidad cuando no se lo ha aprendido enteramente
    todavía, se puede recordar sólo la parte aprendida
    hasta entonces. Luego, es necesario querer hacerlo, es decir
    empezar el proceso de recordación a corto plazo en la zona
    del consciente.

    Existen dos razones fundamentales que nos permiten creer
    que durante el estado de vigilia no puede producirse la lectura
    de un dato en las neuronas receptoras de datos, aunque su
    grabación no sea simultánea.

    La primera tiene que ver con el hecho de que los
    primeros síntomas del envejecimiento son, a menudo, la
    dificultad de acordarse de lo aprendido en el mismo estado de
    vigilia. En el caso que pudiera ocurrir una lectura en estas
    neuronas receptoras, el recuerdo sería rápido y
    eficaz, pues aunque tendría que recorrer varias zonas
    cerebrales, no necesitaría de un proceso particular como
    lo vamos a ver más adelante, como ocurre en realidad en la
    zona del consciente. También, su evocación
    tendría la misma intensidad que la del aprendizaje en
    sí mismo.

    La segunda se basa en el hecho que aunque es posible
    acordarse de algo que ocurrió en el mismo estado de
    vigilia, mientras tanto, no se para por eso de memorizar lo que
    acontece. Lo que sería imposible en el caso que una
    lectura reemplace el proceso de grabación. Pues, al no
    poderse producir los fenómenos de lectura y
    grabación en forma simultánea en una misma neurona
    la lectura remplazaría entonces la grabación en las
    neuronas receptoras y, mientras tanto se efectúe este
    proceso, no se registrarían los datos provenientes de las
    neuronas sensitivas, lo que impediría absolutamente su
    posterior recordación.

    La sola y simple razón que nos permite entender
    que es posible acordarse de algo ocurrido durante el mismo estado
    de vigilia, es que además de ser grabados en las neuronas
    receptoras lo es también en la zona del consciente, que
    posee las capacidades requeridas por el proceso.

    Uno de los problemas
    más interesante de analizar con respecto a los
    fenómenos relacionados con la transmisión de datos
    entre neuronas que sean receptoras o intermedias de cualquier
    zona cerebral, es saber si dichos datos, o una fracción de
    ellos, pueden cambiar, o no, de recorrido o realizar varios
    recorridos distintos que pueden ser diferentes cada vez en
    función de sus contenidos en los caminos neuronales que
    tendrían que transitar, en forma digamos mecánica,
    es decir en base a una modificación de los contactos entre
    las neuronas implicadas en estos tránsitos.

    El autor parte del principio que todas las neuronas
    cerebrales situadas en una misma zona, cumpliendo las mismas
    funciones, poseen exactamente las mismas características,
    y en particular los mismos genes activados y
    desactivados.

    Se podría creer que podrían existir
    alternativas de recorridos a partir de una neurona y que
    ésta podría mandar las señales recibidas en
    forma selectiva hacia una sola o varias de las neuronas con las
    cuales está en contacto en forma separada de otras con las
    cuales está también en contacto, en función
    de sus contenidos. En otras palabras que se podría
    bloquear o diversificar en forma circunstancial o permanente la
    transmisión de datos en algunas de sus sinapsis o en
    algunas de sus dendritas y en otras no. Sin embargo este hecho
    resulta ser imposible; en primer lugar eso supondría un
    conocimiento previo de los datos que recibe lo que es absurdo,
    pues la transmisión de los datos se efectúa a
    medida que son recibidos por las neuronas. En segundo lugar por
    la simple razón, como lo vimos anteriormente, que las
    señales recibidas recorren el conjunto de la neurona,
    núcleo, axón y dendritas incluidas, lo que le
    impide formalmente mandar una señal, o parte de una, a una
    neurona y a otra no, estando en contacto con las dos. Se
    podría suponer también, que algunas de las neuronas
    relacionadas con otra neurona u otras tienen una parte de su
    genoma activada y que otras de las neuronas relacionadas con la
    misma primera neurona tienen otra parte de su genoma activada, o
    que simplemente algunas realicen procesamientos distintos de los
    mismos datos recibidos que los de las demás que
    están en contacto con la misma neurona emisora, lo que
    implicaría entonces una diferenciación de
    algún tipo entre ellas. Eso también resulta ser
    imposible pues supondría una diferenciación a nivel
    neuronal entre neuronas de una misma zona e igual función
    que ya sabemos imposible. Además eso tendría un
    carácter aleatorio y limitado a la cantidad de dendritas,
    que contradice la eficacia del fenómeno de
    transmisión de datos entre las distintas zonas cerebrales
    como ya ha sido comprobado científicamente.

    Por eso es que se puede afirmar que las señales
    transmitidas simultáneamente por todos los
    apéndices de una misma neurona son todas exactamente
    iguales. En otras palabras, que una neurona manda las
    señales recibidas a través de todos sus
    apéndices y siempre a las mismas neuronas con las cuales
    está en contacto, salvo por supuesto que se produzca
    algún tipo de lesión o perturbación de
    origen exterior al encéfalo.

    Para confirmar esta imposibilidad de cambio de rumbo de
    las señales en función de su contenido, merced a
    alguna modificación de los contactos entre las neuronas,
    es importante saber que aunque pueda activar o desactivar sus
    sinapsis gracias a la producción de neurotransmisores lo
    puede hacer únicamente en forma simultánea y
    general es decir todas a la vez. Pues dicha producción se
    efectúa al nivel neuronal y no al nivel de una dendrita o
    varias en particular. Independientemente de saber como lo
    acabamos de ver que una neurona no puede cortar sus contactos con
    una, varias o todas las neuronas con las cuales está en
    contacto, en función del contenido de un dato, porque eso
    supondría un preconocimiento del contenido del dato, lo
    que es absurdo, tampoco puede destruir sus propios
    apéndices o parte de éstos sin destruirse
    completamente pues este proceso necesita de la producción
    de enzimas que recorren automáticamente el citosol en su
    conjunto lo que hace que en consecuencia la destrucción es
    total como se ha podido ya constatar científicamente.
    Tampoco podrían restablecerse los contactos destruidos o
    establecerse nuevos en forma rápida. El crecimiento de las
    dendritas y axones requiere necesariamente de un tiempo muy
    superior a la fracción de segunda que transcurre realmente
    en un procesamiento de
    datos en el ámbito cerebral. En efecto, se tiene que
    saber que merced a su cono de crecimiento un apéndice
    neuronal crece a una velocidad cercana al milímetro por
    día, es decir que necesita cerca de seis minutos y
    cincuenta segundos para recorrer un micrómetro, o
    micrón, distancia inferior a la que separa a menudo dos
    neuronas entre sí.

    El posible cambio de recorrido en función del
    contenido, de un dato se realiza en las zonas mismas de los
    comportamientos en función de éstos mismos y no en
    forma mecánica, como lo veremos más adelante.
    Además, como puede existir una gran cantidad de posibles
    actitudes alternativas ante una situación dada, es
    evidente que la elección de una de éstas no se
    efectúa en el ámbito de las conexiones
    interneuronales cuya cantidad es siempre finita, sino en el
    ámbito mismo de los comportamientos que pueden siempre
    modificarse en función de un aprendizaje.

    De lo estudiado en este capítulo se destaca que
    las memorias de largo plazo se encuentran ubicadas en las
    neuronas intermedias que ligan las neuronas receptoras en la zona
    en la cual se encuentran con las neuronas receptoras de las otras
    zonas con las cuales están en contacto.

    En el siguiente capítulo vamos a analizar como se
    forman los conceptos que permiten relacionar las cosas entre
    sí.

    9. Memorias
    conceptuales.

    Después de alrededor de un año de vida, un
    bebé empieza a balbucear unas palabras, asociando sonidos
    con hechos, objetos o abstracciones. Es decir, comienza a formar
    y memorizar conceptos.

    De aquí en adelante, el autor llamará
    concepto la
    relación y asociación entre dos o varios datos,
    provenientes de zonas receptoras de diversa índole. Por
    ejemplo, una palabra puede ser considerada como una
    representación conceptual, es decir que la serie de
    conceptos que la componen, es constituida por la serie de datos
    de orden auditivo procedente de la zona receptora auditiva, que
    constituye su representación auditiva, se asocia con otra
    serie de datos proveniente de otra zona sensorial que sea visual
    o táctil, gustativa u olfativa, o correspondiente a
    algún órgano muscular u otro que forman a su vez
    otro tipo de representación.

    Vamos a analizar, en este capítulo, el proceso de
    formación de conceptos, en el encéfalo humano, al
    igual que algunas de sus consecuencias más directas sobre
    el desarrollo del pensamiento.

    Cuando un ser humano entra en contacto por primera vez,
    a través de dos o varias clases de sus distintas neuronas
    sensitivas con algo, empieza inmediatamente a formar conceptos
    sobre él. Por lo tanto, se puede deducir que en el cerebro
    humano se pone en funcionamiento un mecanismo de tipo
    asociativo.

    Por supuesto, para un ciego, los conceptos se forman
    entre sus diferentes memorias excepto las visuales. Para
    simplificar el texto, el autor se limitará al estudio de
    los fenómenos mentales pertinentes a aquellos seres
    humanos que se encuentran en plena posesión de todas las
    capacidades inherentes a la especie. El autor no desmerece ni
    discrimina, por supuesto, a los que carecen del uso de algunos de
    los órganos naturales al género,
    sencillamente no quiere ser fastidioso repitiendo los mismos
    hechos con matices distintos.

    A modo de reseña, es importante destacar que la
    carencia de empleo de algún órgano, aunque puede
    provocar la inhabilitación de las zonas cerebrales
    correspondientes a dicho órgano, no altera el resto del
    funcionamiento del encéfalo, ni tampoco al conjunto de su
    organización en sí. Es conocido y comprobado que
    cuando un individuo pierde momentáneamente el uso de
    algún órgano, el reinicio de su empleo puede
    exigirle algún tiempo de adaptación pero siempre
    puede retornar a un funcionamiento normal y adecuado, si el
    órgano en sí y la zona cerebral correspondiente
    pudieron recuperar su anterior funcionalidad. Lo que comprueba
    que, en primer lugar, la pérdida momentánea del uso
    de un órgano sin que el encéfalo esté
    afectado, no altera en sí el funcionamiento de este
    último.

    Ya hemos visto que al recibir las señales
    energéticas provenientes de las diversas clases de
    neuronas sensitivas, las neuronas receptoras que les son
    asociadas las graban en forma cortoplacista, en sus propios genes
    correspondientes a la clase de señales captadas.
    Además, las transmiten inmediatamente, a medida que ocurre
    su llegada, a las otras zonas cerebrales con las cuales
    están relacionadas; pues ya sabemos que los procesos de
    grabación y de transmisión se efectúan
    simultáneamente. En particular, las transfieren a zonas
    situadas en el neo cortex, cuyas funciones ya fueron reconocidas
    y son habitualmente llamadas zonas de asociaciones. Por su parte,
    el autor llamará dichas áreas, las zonas
    conceptuales. Ya hemos visto también que las zonas
    conceptuales no son directamente relacionadas con las neuronas
    receptoras de las zonas receptoras sino con las neuronas
    intermedias relacionadas con estas neuronas receptoras que a su
    vez están relacionadas con las neuronas sensitivas. Lo
    comprueba el hecho de que cuando se toma contacto con un dato,
    anteriormente memorizado en asociación a su significado,
    es decir unido a otros conocimientos, primero se lo reconoce y
    luego se lo asocia con los datos que lo definen.

    Merced, al hecho de que todos los impulsos captados por
    los receptores, que estén vinculados con células
    sensitivas para luego ser transmitidos a las neuronas sensitivas
    o directamente con estas últimas, llegan al cerebro
    presentándose de la misma forma, es decir, bajo el aspecto
    de señales energéticas de tipo
    electro-químico, tal como lo vimos en los capítulos
    anteriores. Por ende se pueden entonces asociar las
    señales de diversas procedencias que constituyen las
    diversas representaciones sensoriales de un mismo acontecimiento
    por ser de igual naturaleza.

    Dicha asociación podría producirse
    solamente de tres formas distintas. En primer lugar podría
    fundarse en la sincronización de grabación de datos
    provenientes de distintas zonas receptoras en dos o varios
    grupos de
    neuronas. En segundo lugar podría basarse en la
    grabación coincidente de datos de diversa índole en
    una misma neurona pero en genes distintos. Finalmente
    podría establecerse en función de la
    grabación conjunta, superpuesta y sincronizada en un mismo
    tramo del genoma de una misma neurona, de las distintas clases de
    señales, provenientes de las neuronas intermedias
    asociadas con las neuronas receptoras situadas en las diversas
    zonas receptoras, sumándose entre sí de esta
    forma.

    En la primera de estas tres hipótesis, respecto a
    una sincronización de grabación de datos de
    distintos orígenes en varios grupos de neuronas
    pertenecientes a memorias distintas, este sincronismo no
    ofrecería ningún misterio o imposibilidades de
    realización. Al contrario, se podría decir que
    resultaría ser absolutamente normal para los seres
    humanos, pues los acontecimientos de sus existencias son captados
    en forma simultánea por todos sus diversos órganos.
    Sin embargo, esta forma de relacionarse entre sí datos de
    diferentes procedencias implicaría, en el momento de la
    evocación de una de estas distintas representaciones
    mentales de un mismo acontecimiento, la lectura simultánea
    de los datos correspondientes en las otras memorias. Aunque
    podría imaginarse que las enzimas lectoras podrían
    tener una especie de código
    de reconocimiento, o alguna otra forma de comunicación que provocaría una
    simultaneidad de lectura, existiría necesariamente un
    desfase entre las lecturas de las diferentes memorias, ocasionado
    luego de la evocación de uno de ellos por la necesaria
    búsqueda de los otros datos correspondientes.
    También, el hecho de que un dato esté grabado en un
    grupo de neuronas, implica una cierta cantidad de señales
    energéticas con características particulares, pero
    el dato correspondiente en otro grupo de neuronas, tendría
    obligatoriamente una evidente diversidad de contenido. En efecto,
    los datos de diferentes orígenes sensoriales por estar
    formados por señales de frecuencias, amplitudes e
    intensidades específicas distintas una de las otras
    presentarían un problema muy complejo de ubicación
    y delimitación de cada uno. Sin contar las varias
    posibilidades de errores de distinta índole provocadas por
    la múltiples operaciones que
    implicaría el proceso.

    En la segunda hipótesis, se infiere que los datos
    de diversas procedencias se grabarían en forma
    simultánea en las mismas neuronas pero en genes distintos,
    en función de sus diversas representaciones de tipo
    sensorial. Los problemas de comunicación entre las
    diferentes enzimas lectoras y su necesaria sincronización
    de lectura en estos diferentes genes serían los mismos que
    en la hipótesis precedente, con respecto a la lectura de
    varias zonas del genoma de neuronas distintas. En efecto,
    sería igualmente necesario ubicar los datos
    correspondientes y existiría también un problema de
    diversificación de señales muy complejo de
    resolver; sin considerar tampoco las múltiples fuentes de
    errores posibles que estos procesos podrían generar. La
    posibilidad, casi perfecta a menudo, de formar e invocar
    conceptos por parte de los seres humanos, implica un sistema de
    grabación, de estimulación y de lectura
    simultánea de los mismos que deja muy poco margen de error
    posible.

    La material imposibilidad de realización de las
    dos primeras hipótesis implica obligatoriamente la validez
    de la tercera. Ésta alega que la grabación de las
    señales provenientes de los distintos órganos se
    produce en forma simultánea y superpuesta en los mismos
    genes activados destinados a este propósito de cada misma
    neurona de una misma zona.

    Entre los varios hechos que permiten sostener y
    comprobar esta última hipótesis, se encuentra uno
    que tiene una particular preponderancia. En efecto la absoluta
    sincronización de lectura que genera la coincidencia de
    grabación en un mismo tramo del genoma de una misma
    neurona explica la inmediata y rigurosa evocación de datos
    de diferentes orígenes sensoriales relacionados con un
    mismo acontecimiento por parte de un ser humano adulto dotado de
    las características propias de su especie. En efecto
    cuando una persona escucha decir una palabra cuyo significado ya
    conoce, al escucharla de nuevo relaciona inmediatamente dicha
    palabra con dicho significado.

    El proceso de formación de conceptos en las zonas
    idóneas cerebrales se efectúa entonces en
    función de diversas pautas. En primera instancia, las
    zonas receptoras conceptuales, correspondientes a las distintas
    clases de percepción, reciben al mismo instante los datos
    provenientes de las neuronas intermedias relacionadas con las
    neuronas receptoras de dos o más zonas receptoras. Dichos
    datos, por una razón obvia de coincidencia de ocurrencia,
    están relacionados entre sí por describir una misma
    vivencia del sujeto. Ahí, en segunda instancia, se graban
    en forma superpuesta sin que desaparezcan sus propias
    características por sus grandes diferencias de
    peculiaridades. Este modo de grabación se parece a la de
    una orquesta en un disco. En una primera etapa, se graban los
    diversos instrumentos separadamente en distintas cintas, luego se
    las junta grabándolas en una sola. Como cada instrumento
    produce sonidos con una gama de amplitudes y frecuencias
    distintas, se superponen sin perder su singularidad. De
    allí, que se puede reconocer el sonido de cada
    instrumento, al escuchar la cinta final, en este caso en
    función de la capacidad de selectividad humana.

    No cabe duda, y la experiencia lo demuestra, que en el
    encéfalo, todos los procesos de memorización de las
    distintas clases de conceptos resulten idénticos entre
    sí. Como las señales provenientes de las neuronas
    sensitivas son sistemáticamente de orden
    electro-químico, aunque puedan tener frecuencias y
    amplitudes distintas entre sí, no pierden su propia
    identidad a pesar de que se superpongan.

    También los hechos demuestran que en el caso de
    la captación de un dato de orden fónico y
    simultáneamente de otro de tipo visual se forman conceptos
    audio-visuales pues, escuchándose el sonido original se
    evocará inmediatamente su representación visual, o
    sino al ver el objeto a la cual correspondió en el momento
    de su grabación se rememorará inmediatamente la
    representación fónica que lo
    acompañaba.

    Igualmente, podemos afirmar, con un gran margen de
    certeza, que los datos provenientes de cada órgano, que no
    participa directamente del sistema neurovegetativo, se encuentran
    archivado, con distintos predominios en por lo menos una zona
    conceptual cerebral. En efecto durante los estados de vigilia
    cualquier actitud requiere de la coordinación de la
    actividad de dos o varios órganos tal como hemos definido
    anteriormente el término y lo comprueba la realidad de los
    hechos. El autor insiste en hacer notar, por su extrema
    importancia para el entendimiento del funcionamiento del cerebro,
    que en las zonas conceptuales, se reciben datos provenientes de
    cualquier órgano, que no participa directamente del
    sistema neurovegetativo, asociándolos con datos
    provenientes de otros órganos y eso de tal manera que para
    cualquier órgano corporal existe por lo menos una zona
    conceptual que lo reciba. De aquí que pueden coordinarse
    la actividad conjunta de varios órganos, como lo demuestra
    la realidad de los hechos. Lo evidencia el hecho que la actividad
    muscular consciente, requiere sistemáticamente del trabajo
    de dos o varios grupos de músculos a la vez pues cada
    músculo necesita de otro u otros para poder efectuar sus
    funciones, el o los cuales pueden ser antagónicos o
    complementarios.

    Existe un curioso y muy raro trastorno mental llamado
    sinestesia que se manifiesta por la aparente confusión de
    las percepciones sensoriales. En efecto los seres humanos que lo
    padecen al escuchar sonidos perciben colores o inversamente.
    Pueden también relacionarse otros tipos de sensaciones que
    los visuales y auditivos. En realidad, para el autor, no es que
    sufren de una confusión de los sentidos sino que se
    exterioriza en ellos en el ámbito consciente los conceptos
    que unifican los sonidos con las imágenes visuales en
    forma primaria. Es decir que no escuchan colores o ven sonidos
    sino que se forman en sus mentes conceptos que asocian los
    colores y los tonos musicales primarios y luego dichos conceptos
    logran llegar a su ámbito conciente merced a la
    evocación de uno de sus componentes. En verdad dicha
    asociación no tiene nada fuera de lo común en
    sí, sino que lo sorprendente es que se manifiesta en base
    a la unión de colores y tonos básicos, seguramente
    debido a un aprendizaje inhabitual. Esta sorprendente molestia
    comprueba sin dejar lugar a duda la existencia de las zonas
    conceptuales, pues es la única que explica la existencia y
    la persistencia de esta clase de asociación, es decir la
    dependencia de la recordación de un dato de una
    procedencia dada con respecto a otro de otro origen
    sensorial.

    Se verifica además que las zonas receptoras de
    los datos que provienen de las neuronas sensitivas que integran
    los cinco sentidos humanos mandan señales a varias zonas
    conceptuales distintas con predominancias diversas merced al
    hecho que, como ya fue científicamente confirmado, las
    personas que sufrieron una lesión cerebral no mortal en
    una zona conceptual particular, no perdieron por eso la capacidad
    de formar y recordar conceptos de otras clases o con diferentes
    predominancias que incluyen los datos que formaban los conceptos
    generados en la zona afectada por la lesión. Lo
    interesante y notable de esta particularidad del encéfalo
    humano, de tener diversas zonas conceptuales que reciben una o
    varias clases de datos provenientes de las mismas zonas
    receptoras de lo sensorial, aunque en cada una de estas zonas
    conceptuales no se reciban exactamente las mismas clases de datos
    en su totalidad y con las mismas preeminencias, proviene del
    hecho de que cuando alguna de éstas se lesiona o
    incapacita, las otras zonas conceptuales compensan esta carencia
    y la gran mayoría de los conocimientos anteriormente
    adquiridos no se pierde, como lo confirman las experiencias
    científicas realizadas hasta la fecha de redacción
    de esta obra. No debemos olvidar tampoco que los aprendizajes se
    efectúan mayormente en base a los datos captados por
    dichas zonas sensoriales, pues son las que permiten
    principalmente el contacto con el medio ambiente de los
    individuos. Aunque parte de los aprendizajes se realizan
    también, en general en el ámbito consciente, en
    base al propio funcionamiento cerebral, llamado comúnmente
    pensamiento, es decir del uso de los sentidos en forma
    indirecta.

    Merced al hecho de que un ser humano pueda recordar un
    concepto, como lo verifica la experiencia, relacionado con cada
    zona sensorial donde los datos procedente de ésta tengan
    preeminencia, significa que existe por lo menos una zona
    conceptual para cada tipo de órgano sensorial donde los
    datos generados en éste sean los dominantes.

    Con respecto a los datos de tipo simbólico o
    abstracto, como están sistemáticamente registrados
    en la mente sobre la base de la forma de su aprendizaje,
    éstos se encuentran entonces grabados en las zonas
    memoriales que responden a las zonas cerebrales relacionadas con
    dicha forma de aprendizaje. En el caso que se encuentren grabados
    en forma conceptual con datos que esclarezcan su significado o
    ayuden a su comprensión, su invocación implica la
    estimulación automática de los conceptos que se les
    relacionan, provocando así su inmediato
    "entendimiento".

    La existencia, probada, de memorias de corto plazo y de
    otras de largo plazo que conciernen todas las clases de
    conocimientos adquiridos implica no sólo esta clase de
    dicotomía en las memorias de los datos pero también
    en las de los conceptos. Lo evidencia el hecho de que cuando se
    toma contacto con conceptos aprendidos en anteriores estados de
    vigilia, como una palabra, en primer lugar uno se da cuenta si
    los conocía de antes, y luego se los asocia con los
    demás datos, en el caso de una palabra con la
    representación adjunta. Eso implica a su vez la existencia
    de neuronas que llamaremos neuronas conceptuales receptoras, pero
    también de neuronas que llamaremos neuronas conceptuales
    intermedias. Estas últimas, de la misma manera y por las
    mismas razones que hay neuronas intermedias que participan de las
    zonas receptoras, también integran las zonas conceptuales
    donde se encuentran las neuronas conceptuales receptoras con
    idénticas ubicación con respecto a ellas y
    funciones similares, pues constituyen el asentamiento de las
    memorias de largo plazo de los conceptos.

    Por supuesto los conceptos que se forman en base a un
    aprendizaje son siempre aprendidos, aunque estén formados
    únicamente por la unión de datos de tipos
    instintivos, pues la creación misma de estos conceptos
    implica un aprendizaje.

    Con respecto a este tipo de conceptos, el autor subraya
    que no se tiene que confundir entre las señales
    energéticas que producen la activación de las
    neuronas que integran las diversas zonas de datos instintivos con
    las señales energéticas producidas por dicha
    activación. Las primeras constituyen nada más que
    factores iniciadores mientras que las segundas son consecuencias
    de dicha activación. Cuando el autor nombrará de
    aquí en adelante los términos "dato instintivo", o
    "instintivo" mencionará únicamente estas primeras
    mientras que cuando citará los términos "dato
    genético" o "genético" se referirá a la
    activación en sí y a sus consecuencias.
    Además, nombrará zonas de datos instintivos las
    zonas constituidas por neuronas cuyos genes activados
    corresponden a la expresión de alguna clase de dato
    genético. Es decir que la recepción del dato
    instintivo que le corresponda por parte de estas neuronas provoca
    por parte de éstas la emisión de las señales
    que corresponden a un dato genético. En función de
    estas definiciones los datos, que integran los conceptos
    aprendidos, que activan la lectura de los datos genéticos
    en las neuronas idóneas son designados por el autor por la
    calificación de datos instintivos.

    Al igual que los datos, y por ser engendrados a partir
    de la unión de éstos, cada concepto es constituido
    por señales energéticas que son recibidas,
    procesadas y transmitidas por un gran número de neuronas a
    la vez, y en forma simultánea.

    El mecanismo de recordación de los conceptos se
    divide en varias etapas. Para su mejor entendimiento se tomara
    como paradigma los
    de orden visual. Considerando que cuando se lee en un diario una
    palabra conocida con antelación, es decir anteriormente
    grabada en las memorias conceptuales de largo plazo
    idóneas, se producen estos varios procesos. Al principio,
    después de pasar por las neuronas receptoras de las zonas
    relacionadas con los órganos visuales, donde se graba, la
    serie de datos penetra en las memorias de largo plazo
    correspondientes estimulando los datos apropiados anteriormente
    grabados, provocando así su lectura. Luego, las
    señales energéticas así generadas ingresan
    en las zonas conceptuales de orden visual. Seguidamente, pasan
    por las neuronas receptoras de dichas zonas conceptuales, donde
    se graban, y luego entran en las neuronas intermedias de dichas
    zonas donde son leídas. Los conceptos ahí grabados,
    luego de pasar por las zonas de los comportamientos son
    transferidos a la zona del consciente, lo que permite en primer
    lugar al lector recordarse inmediatamente haberlas leídas
    anteriormente, merced a la recordación generada por la
    lectura realizada en la zona receptora, y luego, en segundo
    lugar, acordarse de su significado, merced a la
    recordación de los conceptos relacionados con ella que se
    hizo en base a la lectura de los conceptos precedentemente
    grabados en las diferentes zonas conceptuales. Por eso, a la
    lectura de una palabra ya conocido, en primera instancia el
    lector la reconoce y luego se acuerda de su significado.
    Evidentemente, el proceso es el mismo cualquiera sea el
    órgano, o los órganos, receptores de
    estimulación de origen interior o exterior, que
    estén integrado por neuronas, o células sensitivas
    y neuronas asociadas, que transmitan datos a las neuronas
    receptoras cerebrales idóneas.

    En resumen, los conceptos se forman merced a la suma en
    forma superpuesta de las señales energéticas
    provenientes de diversas zonas receptoras, gracias al hecho de
    que dichas señales son del mismo orden
    electro-químico. También hemos visto que las
    señales provenientes de todos los órganos humanos
    participan de, por lo menos, la formación de un tipo de
    concepto y con respecto a los sentidos de la formación de
    múltiples tipos de conceptos entre los cuales se encuentra
    uno donde cada uno tenga preeminencia.

    10.
    Dominancia y principales consecuencias

    de la existencia de los
    conceptos.

    Vamos a estudiar en este capítulo el
    fenómeno de la dominancia en los conceptos, cuya
    importancia fundamental podremos verificar más adelante.
    Luego analizaremos algunas de las consecuencias directas de la
    existencia de aquella.

    La lectura de un concepto depende de la
    activación de sus componentes, la cual depende por
    supuesto de la intensidad de las señales
    energéticas que las integran. Por ende, las que tienen
    más predominancia energética son las que tienen
    más posibilidades de ser más fácilmente
    activadas que las otras, y también las que más
    sobresalen en la lectura del concepto que integran. La
    predominancia de una componente de un concepto sobre las otras
    que lo componen depende fundamentalmente de la mayor intensidad
    de las señales energéticas que lo componen en
    comparación con la de las otras.

    Dicha predominancia puede tener varios
    orígenes.

    Cuando de una zona receptora llega una cantidad mayor de
    dendritas o axones a una zona conceptual, sea porque esta zona
    contiene un número más elevado de neuronas, o
    porque éstas tengan un número más elevado de
    dendritas por neuronas, o por estas dos razones a la vez, la
    posibilidad de formar conexiones por parte de la zona que provee
    el más elevado número de dendritas y, o, de axones,
    es más grande que la que provee una menor cantidad y por
    ende la primera tiene una mayor posibilidad de preeminencia que
    la segunda.

    También, la posibilidad de conexiones
    interneuronales depende de la distancia entre las neuronas;
    más cercana se encuentra una neurona de otra más
    posibilidades de formarse conexiones entre las dos existen en
    consecuencia a las leyes de probabilidad. Por
    ende, más cercana se encuentra una zona conceptual del
    centro de confluencia de las terminaciones de los
    apéndices provenientes de las neuronas intermedias de una
    zona receptora que de las otras con las cuales está
    conectada, más posibilidades de establecer conexiones
    tiene la más próxima que las otras.

    Otro motivo muy importante que justifica tal predominio
    se encuentra en el hecho de que para una clase particular de
    datos existe una cantidad superior de receptores asociados con
    las neuronas sensitivas de un cierto tipo que para otra clase de
    neuronas sensitivas; lo que implica automáticamente no
    sólo una gama más amplia de variación de
    frecuencia de las señales sino, además, una
    posibilidad de mayor amplitud de energía de esta clase de
    datos con respecto a las demás. En efecto, la intensidad
    de las señales energéticas transmitidas por las
    neuronas intermedias de las zonas receptoras corresponde a la
    intensidad de la recepción, es decir a la de los
    estímulos captados por las neuronas sensitivas con las
    cuales están relacionadas. Dicha intensidad por depender
    de factores exteriores al individuo se presenta entonces en forma
    aleatoria.

    Resulta evidente que la intensidad de las señales
    energéticas juega un rol preponderante en la predominancia
    de un tipo de señales con respecto a otros en las zonas
    conceptuales donde se juntan, pues es esta misma la que determina
    dicha preeminencia. Más intenso es un estímulo con
    respecto a los otros, que se perciben en forma simultánea,
    más se destacará sobre estos otros. Es decir
    más intensa es la energía de la señal
    generada en base a este estímulo particular, con respecto
    a la de las otras, más predominará sobre los
    conceptos que se formaran en base a ellos.

    Se podría suponer que los genes activados
    implicados podrían, merced a una especialización
    particular, marcar o generar este predominio. Pero, el autor cita
    esta suposición como una posibilidad muy poco probable
    porque no considera que la activación de un gen en
    especial pueda tener una influencia real sobre el nivel de
    energía que pueda acumularse en sus hidrógenos de
    enlace, simplemente porque la producción de energía
    de una neurona es independiente de su genoma en sí, sino
    de sus otras capacidades celulares, como las de las mitocondrias
    o de su concentración iónica.

    Por supuesto, la intensidad de la energía de las
    señales que forman los conceptos tiene que ser
    proporcional a la intensidad con la cual las neuronas de las
    zonas receptoras las reciben y transmiten. En caso contrario, los
    datos se verían distorsionados en sus esencias.

    A partir del momento en que existe distintas clases de
    cosas y que éstas se diferencien en base a una
    medición, ésta genera necesariamente y
    obligatoriamente, una escala de valor, la cual
    implica la existencia de una preeminencia y de una inferioridad.
    En consecuencia a esta indiscutible evidencia y en función
    del hecho de que las componentes de un concepto tienen niveles de
    energía que pueden ser variables y distintos, una de
    dichas componentes, obligatoriamente, en algún momento
    prevalece sobre las demás. Por tener niveles de
    energía también variables, cada componente tiene la
    posibilidad de ser dominante cuando su nivel propio de
    energía supera el de las demás. Evidentemente
    cuando dos componentes poseen niveles de energía
    exactamente coincidentes ocupan el mismo rango en la escala de
    valor determinada por la existencia de los diferentes niveles
    energéticos de cada componente de un concepto en el
    momento de su ocurrencia. En función de estos preceptos es
    obligatorio admitir la existencia de la preeminencia de una
    componente de un concepto sobre las demás cualquiera
    sea.

    Se puede considerar que la principal componente de un
    concepto constituye, en el ámbito energético, la
    portadora de las otras. De la misma manera que en las ondas
    radio de alta
    frecuencia hay una onda portadora.

    Numerosos argumentos demuestran el fenómeno de la
    preeminencia en el ámbito consciente de un concepto de una
    clase de datos sobre los otros. Entre ellos se encuentra el hecho
    de que el dato que más se destaca cuando uno se acuerda de
    un concepto, resulta ser, sistemáticamente, el dominante.
    También, si se trata de evocar un concepto, resulta
    siempre más fácil hacerlo a partir de la
    remembranza del mismo dato, que es invariablemente el
    dominante.

    La existencia misma de los conceptos implica que si se
    estimula y lee, por medio de una enzima especial, una de las
    componentes de éstos, se estimulará y leerá
    el conjunto de las señales que los conforman. De
    aquí que, cuando se mira un objeto conocido su nombre
    venga en general inmediatamente a la memoria, y a veces algunas
    de sus otras particularidades que fueron memorizados cuando se lo
    identifico por primera vez o visto algunas otras veces. El autor
    considera este hecho como fundamental para la comprensión
    del funcionamiento del encéfalo. En efecto, y la realidad
    del hecho lo comprueba, la lectura de uno de los constituyentes
    de un concepto, que llamaremos iniciador, provoca la del concepto
    en su totalidad, merced a la forma íntima de
    asociación de datos que lo forman.

    Debemos tomar en cuenta que, fundamentalmente, el factor
    iniciador de la lectura de un concepto, puede ser un único
    dato o una componente de otro concepto entrante. Por eso es que
    la remembranza de una palabra que incluye el recuerdo de varias
    clases de datos puede provocar a su vez la evocación de
    otra, que también puede incluir el recuerdo
    simultáneo de datos de distintos
    órdenes.

    Además, el factor iniciador de la lectura de un
    concepto puede no ser su principal componente. Por esta
    razón un hecho o un objeto anodino pueden a veces provocar
    el recuerdo de un acontecimiento importante que lo
    incluyó. Por supuesto cuando un concepto fue anteriormente
    grabado con una componente dominante, o principal, su posterior
    recordación hará que dicha componente quede como
    tal. Es decir que aunque un concepto puede ser leído
    merced a un factor iniciador que no es su principal componente,
    al ser así recordado, su componente dominante
    seguirá siendo el dominante de éste en el momento
    de la lectura, merced a su nivel energético superior al de
    los demás que lo integren. No hay que olvidarse que la
    adición de energía que provoca la lectura se
    produce en función del conjunto y no de la señal
    que sirve de factor iniciador; hecho por el cual aunque el factor
    iniciador no sea el dato dominante, este último
    seguirá siendo el mismo independientemente de la cantidad
    de veces que el concepto sea leído en función de
    dicho factor iniciador no dominante. Por eso es que cuando una
    persona conoce otra que puede ser el más gran amor de su
    vida y en este mismo momento escucha una melodía anodina,
    al escucharla de nuevo, quizás años después,
    se acordará del encuentro, y aunque se siga recordando
    numerosas veces este mismo acontecimiento escuchando la
    melodía en cuestión, el factor dominante del
    recuerdo seguirá siendo el encuentro en sí. Este
    hecho, probado por la experiencia, es fundamental para el
    control de la
    energía emitida, como lo veremos más
    adelante.

    Debemos tener en cuenta que durante el estado de vigilia
    la actividad de las zonas conceptuales es incesante. Incluido
    cuando una de las zonas receptoras de datos parece estar
    aparentemente inactiva. Como cuando se cierran los ojos, pues
    igualmente se ve un contexto oscuro, lo que significa que se ve
    algo. Ya hemos visto que durante dichos estados las zonas
    receptoras de datos no paran nunca de mandar las señales
    energéticas correspondientes a las zonas conceptuales.
    Merced a que éstas no cesan de procesarlas, eso permite
    entre otras cosas recordarse el significado de lo anteriormente
    aprendido, es decir de asociar en el ámbito consciente
    diversas clases de datos. Este hecho es fácil de comprobar
    pues una interrupción del proceso de
    conceptualización significaría la pérdida
    total de la capacidad de relacionar los objetos y hechos entre
    sí, así que el entendimiento del contexto y de los
    acontecimientos captados por el individuo. Lo que se
    notaría inmediatamente.

    También se tiene que destacar, una vez
    más, que la recepción de las señales
    energéticas en las neuronas conceptuales implica su
    automática transmisión a las demás neuronas,
    con las cuales están relacionadas por medio de sus
    apéndices neuronales, por la obligada circulación
    de un flujo de energía en un medio conductor, tal cual lo
    hemos visto anteriormente.

    Asimismo, al igual que el autor no tomó en cuenta
    la existencia de caminos neuronales de recorridos alternativos de
    las señales a partir de un cambio en las conexiones
    neuronales que seria provocado por el contenido de los datos que
    las atraviesan, en las neuronas que integran las zonas
    receptoras, tampoco considerará esta posibilidad con
    respecto a las neuronas de las zonas conceptuales, y por las
    mismas razones.

    Uno de los resultados más interesante de la
    existencia de las zonas conceptuales es la posibilidad de
    concentrar la atención sobre un punto en particular de
    dos órganos sensoriales del mismo tipo, que procede del
    hecho de que los mamíferos poseen algunos órganos
    sensoriales en dobles ejemplares, como los ojos o las orejas. Al
    encontrarse en el encéfalo humano zonas receptoras propias
    a cada uno de estos órganos naturalmente, en consecuencia,
    se encuentran zonas con características conceptuales
    particulares donde se asocian estas dobles recepciones de
    datos.

    Esta concentración se logra en función de
    un aprendizaje, que ocurre en los primeros meses de vida, es
    decir luego del nacimiento, del bebé. En el caso de la
    vista, ésta se aprende, merced a un comportamiento
    inicialmente instintivo, que permite controlar los
    músculos directores de los movimientos oculares de tal
    manera que estos últimos puedan tener un mismo punto
    focal. Luego, aunque dicho control pueda parecer totalmente
    genético, depende en realidad de un aprendizaje pues
    ofrece ulteriormente la posibilidad al individuo de cambiar su
    punto focal a voluntad. En el caso de la visión ocular
    esta zona conceptual especial se ubica en la zona diecisiete de
    Brodmann, es decir en la cisura calcarina situada en el extremo
    de la zona occipital del encéfalo.

    La teoría del autor respecto a la existencia de
    las zonas conceptuales explica de una forma relativamente
    sencilla una de las incógnitas más interesantes de
    la paleontología moderna.

    En efecto, se ha constatado sobre todo merced al estudio
    de los restos del niño de Turkana, que pertenecía a
    la especie del homo ergaster, bien anterior a la aparición
    del homo sapiens sapiens, que éste poseía una zona
    de Broca bien desarrollada pero un canal medular estrecho es
    decir que poseía supuestamente un centro cerebral del
    habla pero que no podía hablar por no poder controlar su
    respiración en forma adecuada.

    En forma similar se ha constatado que las especies de
    australopitecos, poseían también dichas zonas de
    Broca aunque con un grado menor de desarrollo, pero que su grado
    de flexión basi-craneal correspondía a una alta
    posición de su laringe, lo que le imposibilitaba
    absolutamente el habla

    Para entender esta aparente contradicción el Dr.
    Walter propuso que dicha zona corresponde también al
    control de los movimientos de la mano derecha pues se cree que
    estos seres prehistóricos controlaban bien estos
    movimientos por ser capaces de fabricar instrumentos primitivos,
    lo que explicaría entonces el desarrollo de dicha zona
    cerebral. También hubiera podido alegar que esta misma
    zona controla el pie derecho que participa del caminar recto en
    forma bípeda o el crecimiento del pelo en la parte derecha
    del cuerpo. Además, se sabe que el chimpancé que
    posee una capacidad craneal idéntica a la que
    tenían los australopitecos y un manejo bastante preciso de
    su mano derecha, carece aparentemente de zona de Broca. Aunque
    esta explicación resulta bastante divertida no deja de ser
    una incongruencia.

    Para el autor, a la luz de sus teorías, las zonas
    de Broca y de Wernicke corresponden a zonas conceptuales donde se
    unen señales provenientes de las zonas sensitivas, con la
    particularidad que los conceptos ahí creados caracterizan
    los objetos, hechos o pensamientos de una forma muchísimo
    más precisa que la de los otros animales y en particular
    de los primates. Esta precisión se obtiene porque estos
    homínidos, al igual que los homo sapiens sapiens
    debían tener capacidades visuales totales mucho más
    amplias que las de cualquier otra especie animal, la cual es
    también, a nivel cerebral, directamente proporcional a la
    cantidad de neuronas concernidas. En realidad estas zonas existen
    en las otras especies de primates, de una manera tan
    rudimentarias que son imperceptibles, pero su desarrollo en los
    homínidos ha llegado a tal punto que forman verdaderas
    protuberancias. En efecto, si bien para un chimpancé dos
    objetos pueden ser parecidos, no dejan de ser dos objetos
    distintos. Mientras que el ser humano es capaz de relacionarlos
    entre sí catalogándolos es decir distinguiendo sus
    semejanzas y sus diferencias de una forma muchísimo
    más precisa que cualquier otra especie animal, porque
    justamente sus capacidades visuales son muy superior a las de
    éstos. Esta capacidad de distinción amplia basada
    en la conceptualización de varias clases de datos de
    origen sensoriales, y en particulares de los provenientes de las
    zonas relacionadas con los órganos visuales implica
    automáticamente un necesario gran desarrollo de las zonas
    conceptuales que las permiten. Por eso es que un daño en
    la zona de Wernicke impide el entendimiento de las palabras
    escritas pues impide su diferenciación a nivel visual.
    También un daño en la zona de Broca perturba la
    diferenciación de los sonidos. En base a esta
    teoría el autor afirma que los australopitecos
    tenían unas capacidades visuales muy superiores a las de
    los chimpancés actuales, lo que analizaremos más
    adelante.

    También, otra consecuencia notable, resultante de
    la existencia de la formación de los conceptos, es el
    hecho de que un concepto puede tener componentes que sean otros
    conceptos a su vez. Resulta lógico darse cuenta de que si
    existen distintas zonas conceptuales que reciben las
    señales provenientes de dos o varias zonas receptoras
    unificándolas, existen además otras zonas que
    reciben las señales provenientes de estas zonas
    conceptuales, unificándolas también. En otras
    palabras, pueden formarse en la mente conceptos sobre la base de
    otros conceptos. De aquí que se pueda definir una palabra
    en función de otras que designen, cada una, relaciones
    entre varias clases de percepciones, que pueden ser distintas y
    particulares a cada una de ellas. Algunas de las facultades
    mentales más notorias del ser humano, como el poder de
    síntesis o de formar abstracciones, se
    arraigan en esta capacidad. Sin olvidar que se pueden efectuar
    ejercicios físicos complejos, que requieren la
    participación de numerosos órganos en su
    mayoría motores, merced a los conceptos que unen dichos
    órganos. Resulta indiscutible que existen varias clases de
    conceptos de conceptos, pues al igual que existen varias clases
    de conceptos que unifican, como lo comprueba la realidad de los
    hechos, dos o varias clases de datos distintos provenientes de
    las zonas receptoras, existe necesariamente una
    diversificación en los conceptos de conceptos.

    La diversificación entre los conceptos de
    conceptos tiene su raíz en la morfología cerebral
    al igual que la diversificación de los simples conceptos.
    Hemos visto que los conceptos se forman por la unión de
    datos provenientes de zonas receptoras distintas entre sí
    en una zona particular a cada uno. Eso ocurre porque estas zonas
    conceptuales particulares se encuentran físicamente en la
    confluencia de las terminaciones de los apéndices
    neuronales provenientes de dos o varias zonas receptoras. Pero,
    por una razón de orden morfológica y por su
    número, que corresponde a la cantidad de órganos
    corporales, no existe una zona intermedia que separe los centros
    de confluencia de las terminaciones de los apéndices
    neuronales que provienen de todas las zonas receptoras, como lo
    demuestra la realidad de los hechos, sino varias zonas
    intermedias entre los centros de confluencia de dichas
    terminaciones de los apéndices neuronales que corresponden
    a dos o algunas más zonas receptoras. De aquí la
    diferenciación entre los conceptos y su
    diversificación de preeminencias. Existen también
    diferenciaciones de conceptos de conceptos, y preeminencias de
    una de sus componentes con respecto a las demás, por las
    mismas razones. El autor llamará los conceptos de
    conceptos simplemente conceptos por ser en fin de cuenta
    constituidos en base a la unión de datos, salvo en el caso
    que se necesite diferenciarlos entre sí. Por supuesto los
    datos generados en todos los órganos corporales participan
    de la formación de conceptos, hasta del cerebro
    mismo.

    En resumen, La preeminencia de un dato sobre los
    demás que conforman un concepto, deriva del hecho de que
    éste posee el nivel energético más elevado,
    en el momento donde se graba por la primera vez, en
    comparación al de los otros. Esta particularidad implica
    que cualesquiera sean el nivel energético y la naturaleza
    del factor iniciador de la lectura de un concepto, el dato
    dominante conserva siempre su preeminencia. Entre las
    consecuencias más destacables de la existencia de las
    zonas conceptuales se encuentra el hecho de la formación
    de los puntos focales. Históricamente el desarrollo
    particularmente importante de ciertas zonas conceptuales
    permitió la aparición del habla en el ser humano.
    También, además de existir zonas conceptuales que
    unen datos existen igualmente zonas conceptuales que unen
    conceptos.

    11.
    Constitución de los comportamientos.

    Antes de examinar la constitución de los
    comportamientos vamos a analizar el mecanismo de dos pautas
    fundamentales del aprendizaje de cualquier elemento que sea un
    dato, un concepto o un comportamiento. Estas pautas son: la
    disociación del contexto por un lado y el significado por
    otro. Luego veremos como se originan los comportamientos
    aprendidos en el cerebro humano.

    La primera de estas dos pautas atañe a la
    comprensión de como se inicia un aprendizaje cualquiera
    sea. Hay que darse cuenta de que existe un proceso muy importante
    que es el de la disociación de algo de lo que lo rodea.
    Sabemos que la repetición de la lectura de un mismo
    elemento, en distintos contextos, provoca un aumento substancial
    de la energía de las señales precedentemente
    grabadas que lo constituyen. Lo que facilita notablemente sus
    futuras recordaciones. Mientras que cada contexto por haber sido
    grabado en una sola o muy pocas ocasiones es más
    difícil, y a veces casi imposible, de evocar. Por ejemplo,
    si una persona enseña a un niño una fotografía
    que representa una vaca y le dice: "este cuadro representa una
    vaca". Y, poco después ve una publicidad por la
    televisión
    donde se enseña una imagen de dicho animal,
    designándola como una vaca. Luego, el niño ve este
    mismo animal en una pradera y un campesino le dice: "este animal
    es una vaca". El término "una vaca" asociado a la
    visión del animal será el único dato
    fácil de recordar. Mientras que los contextos de la
    persona y el cuadro, el televisor o el campesino y la pradera
    serán más difíciles de rememorar.

    Este aprendizaje basado en repeticiones de un mismo
    elemento que sea dato, concepto o comportamiento en distintos
    ámbitos, tiene un efecto separador de éste con
    respecto a los demás que constituían los diferentes
    contextos que lo rodearon. Le permite la disociación de
    los elementos aprendidos de sus contextos de aprendizaje. El
    autor considera como muy importante hacer notar que este
    fenómeno de la disociación es inherente no
    sólo al aprendizaje de datos pero también de
    conceptos y de comportamientos. Por ende cada elemento así
    aprendido se vuelve una verdadera unidad
    autónoma.

    También, con respecto al proceso de la
    disociación, es importante observar que se le agrega a
    menudo otro fenómeno, que constituye la segunda pauta
    más importante de los procesos de aprendizaje, que es el
    significado; el cual se asienta simultáneamente sobre el
    fenómeno de la disociación y el de la
    asociación. Hay que considerar que el
    conocimiento del significado no implica en absoluto el de su
    comprensión en el ámbito consciente. Pues, el hecho
    de asociar la palabra caminar con los movimientos musculares que
    permiten esta forma de desplazamiento no implica la
    comprensión absoluta del porqué ni del como se
    realiza dicho comportamiento.

    El aprendizaje del significado se asienta también
    sobre la repetición del hecho. En efecto, durante su
    aprendizaje del lenguaje
    materno el bebé se basa, en forma instintiva, en la
    repetición de la asociación de cada palabra con una
    serie de palabras o datos que puede ser constituida por una o uno
    sólo, para finalmente aprender su significado. A nivel
    cerebral esta asociación consiste en realidad en formar
    series de dos o más conceptos, que le permiten identificar
    en el ámbito consciente el primero con el o los otros que
    constituyen sus significados. Es decir, por ejemplo, en asociar
    en forma unitaria la serie de señales energéticas
    que constituye la palabra caminar con la serie de señales
    energéticas que constituyen los datos generados por las
    neuronas que rigen los diversos músculos que participan
    del andar. Siendo, la serie así formada, considerada y
    tratada como una unidad. Este tipo de asociación consiste
    en unificar un dato de un tipo dado, con uno o varios otros, de
    cualquier origen, que lo delimitan y lo definen en el plano
    consciente. En este último ejemplo era una palabra que fue
    asociada con movimientos.

    Para un adulto, el aprendizaje en forma audio-visual de
    un segundo idioma conlleva en sí mismo, en primer lugar,
    el aprendizaje de la diferenciación de las palabras y
    frases entre sí, como lo confirma la
    experimentación. Luego, en segundo lugar, el necesario
    entendimiento del significado de las palabras que conforman
    el lenguaje
    que se quiere adquirir, asentado en la asociación de cada
    palabra del nuevo idioma con su significado es decir con la o las
    palabras equivalentes de su idioma materno.

    Ahora que hemos analizado dos del las pautas más
    importantes del aprendizaje de cualquier tipo de elemento, vamos
    a analizar la formación de los comportamientos.

    En el estado de vigilia los conceptos se forman como ya
    sabemos de una manera continua y sucesiva. Este mismo estado
    implica sin lugar a duda el funcionamiento de los sentidos y del
    resto de los órganos entre los cuales se encuentran los
    músculos, que se quedan generalmente en reposo, aunque a
    veces puedan realizarse movimientos esporádicos, durante
    el estado de sueño, como lo vamos a ver más
    adelante.

    Por supuesto, al igual que existe la predominancia de un
    tipo de dato sobre los otros, con los cuales se forma un concepto
    dado, existe también la predominancia de un tipo de
    concepto sobre los otros que participan de la formación de
    los conceptos de conceptos.

    En algunas zonas cerebrales bien definidas, conceptos
    provenientes de diversas zonas conceptuales, donde se generan
    permanentemente en los estados de vigilia, se suman
    continuamente, y sucesivamente, en forma conceptual. Entre los
    conceptos así creados se encuentran series de ellos que
    determinan diferentes conductas del ser, no obligatoriamente en
    el ámbito consciente como lo veremos más adelante.
    Estas zonas particulares son, entonces, zonas generadoras de
    comportamientos y por ende, el autor las llamara zonas de los
    comportamientos aprendidos. A su vez, los conceptos que se
    engendran en las zonas de los comportamientos aprendidos
    serán llamados conceptos generales.

    Estos conceptos generales pueden ser sólo de
    orden aprendidos o mixtos por engendrarse a partir de los datos
    instintivos que conciernen las zonas de datos instintivos y de
    datos aprendidos provenientes de las zonas receptoras. Se
    analizará en el capítulo siguiente el origen de la
    relación existente entre los datos instintivos y los
    genéticos.

    Ahora, solamente tenemos que acordarnos que los
    conceptos genéticos y los comportamientos genéticos
    son directamente inscritos en el genoma y por ende no se forman
    en base a datos, sino que existen como tales en forma innata.
    Mientras que un concepto que se forma únicamente en base a
    datos instintivos tiene que ser considerado como aprendido
    simplemente porque fue creado en base a un aprendizaje, aunque el
    autor por distinguirlo de las otras clases de conceptos lo llama
    de orden instintivo. Para distinguir un concepto aprendido
    compuesto únicamente por datos aprendido de otro integrado
    por datos aprendidos e instintivos se llamará al segundo,
    aunque sea igualmente aprendido, un concepto de orden
    mixto.

    También debemos acordarnos que las neuronas
    receptoras reciben los datos de las neuronas sensitivas que los
    produjeron en función de estímulos generados en
    función del medio externo o del desarrollo interno al
    individuo mismo. Cuando un individuo adopta una conducta
    particular los distintos datos, que la engendran, reflejan cada
    uno alguna faceta de esta conducta. Pues se producen no solamente
    en función del actuar del individuo pero además,
    obligatoriamente, en función de un contexto; que depende
    de una situación relacionada con un momento, un lugar y un
    estado del ser. En otras palabras cuando un comportamiento genera
    una conducta por parte del individuo, esta conducta se realiza en
    función del contexto en el cual se encuentra dicho
    individuo. Es decir que todos los comportamientos aprendidos
    humanos aunque sean puramente mentales se basan obligatoriamente
    en aprendizajes lo que significa que a pesar de que los conceptos
    generales que los conforman son engendrados en base a datos
    instintivos y aprendidos, por estar relacionados con el medio
    ambiente del ser y la condición de éste cuando se
    generan, son únicamente de tipo aprendido o de orden
    mixto.

    En el ámbito consciente, los períodos
    donde se forman las series de conceptos generales que no
    constituyen comportamientos, equivalen a momentos de inactividad,
    es decir de reposo. Una persona acostada sobre una cama mirando
    una película por televisión se encuentra en estado
    de reposo muscular y a menudo analítico, actitudes que
    corresponden a la ausencia de dos clases de comportamientos
    aprendidos distintas como lo vamos a ver más adelante. A
    nivel neuronal para una o varias clases de comportamientos
    aprendidos, a lo largo de estos períodos, los conceptos
    generales generados en las zonas correspondientes poseen bajos
    niveles de energía tales que prácticamente no se
    manifiestan en el ámbito consciente. Mientras que, a
    menudo, una o varias otras clases de comportamientos aprendidos
    dominantes sí, se hacen notar en el mismo
    ámbito.

    Se tiene que destacar que por definición lo que
    el autor llama reposo atañe solamente a los
    comportamientos.

    Aunque puede concernir una sola clase de comportamientos
    siendo así parcial. Sino, se especifica como total cuando
    concierne el conjunto de todas las clases de comportamientos. Se
    tiene que destacar que el estado de reposo total duradero en el
    estado de vigilia ocurre raramente en un ser humano pues implica
    un verdadero cese de actividad a nivel muscular y mental, que
    puede corresponder a algunas formas de catalepsia, como la que
    alcanzan algunos yoguis.

    En contra parte, el estado de reposo no se refiere a las
    actividades neurovegetativas pues como lo vamos a ver más
    adelante éstas no son engendradas en base a
    comportamientos sino en base a datos genéticos. Lo que
    significa que un individuo puede estar en estado de reposo
    parcial o total mientras que su sistema neurovegetativo
    está en pleno funcionamiento.

    Los comportamientos aprendidos siendo, por
    definición, series de actividades unitarias y coordinadas
    entre sí, que participan de un único hecho, o
    conducta, están constituidos como lo acabamos de ver por
    series ordenadas de conceptos generales que representan cada uno
    una actividad particular. Pueden ser de orden mixto es decir
    compuestos por componentes instintivos y otros aprendidos, o
    únicamente por aprendidos.

    La capacidad de conceptualizar datos o conceptos de
    origen aprendido con otros instintivos para formar conceptos y
    luego comportamientos mixtos, es probada merced a que posibilita
    el control, aunque a veces indirecto, de órganos que
    naturalmente funcionan de una manera genética, es decir en
    este caso imposible de controlar directamente en el ámbito
    consciente. Este control se puede realizar gracias a la
    activación del comportamiento aprendido incriminado por
    medio de la activación de los datos o conceptos aprendidos
    que lo integran. Tal es el caso de algunos músculos lisos
    o de algunas glándulas. En efecto, el hecho de pensar en
    comer un manjar, anteriormente probado, puede provocar la
    secreción de los jugos gástricos, o en una pareja
    amada acelerar el ritmo cardíaco. Al igual que pensar en
    un hecho que causó el llanto puede estimular las
    glándulas lacrimales. Lo que comprueba, además del
    hecho de que pueden activar los datos energéticos
    inscritos en los genomas idóneos de las neuronas
    adecuadas, también, que tanto los datos instintivos como
    los datos aprendidos son igualmente conformados por
    señales energéticas.

    Mientras que los comportamientos genéticos son
    idénticos de un ser humano a otro, por estar inscriptos en
    sus genes, es decir innatos, los comportamientos aprendidos y de
    orden mixto, dependen de la historia y de las
    capacidades de cada ser humano. Corresponden, entonces, a lo que
    se denomina la
    personalidad de los individuos. Rigen y combinan la actividad
    simultánea y conjunta de parte o de todos los
    órganos del ser. Entre ellos el encéfalo
    mismo.

    En función de la anterior definición se
    tiene que aclarar que, en tanto que los conceptos unifican datos
    de distintas orígenes de un modo unitario, es decir que
    contengan dos o más datos pero con la particularidad de no
    haya más de un dato que provenga de una misma zona de
    datos aprendidos o que esté relacionado con una zona de
    los datos instintivos, a la vez, sumándose en forma
    conceptual. Mientras que cada concepto general puede ser
    integrado, por un mismo dato, o un mismo tipo de dato incluido a
    la vez en varios de los conceptos que lo integran con distintas
    dominancias. Lo que implica que un concepto general puede ser
    conformado por uno repetido varias veces o por varios datos
    correspondiente a la misma clase de datos instintivos o
    provenientes de una misma zona receptora, o sino correspondientes
    a varias clases de datos instintivos y datos provenientes de
    varias zonas receptoras, o con todas estas variantes a la
    vez.

    Cada tipo de comportamiento aprendido resulta ser
    compuesto por una serie de conceptos generales que pueden
    provenir de una sola o de varias zonas conceptuales. Aunque dicha
    serie pueda ser integrada por un único concepto general,
    por corresponder éste, de por sí sólo, a una
    conducta del ser. Por supuesto cada concepto general integrante
    de una serie puede ser distinto de los demás hasta puede
    ser del tipo aprendido o de orden mixto, independientemente del
    tipo de los demás.

    Dicha serie puede también ser muy prolongada, por
    ejemplo nadar implica una sucesión de movimientos
    efectuados sin interrupción entre el momento que se
    empieza y el momento que se acaba, lo cual puede durar un largo
    plazo. Eso significa e implica que la lectura de cada concepto
    general perteneciente a dicho comportamiento implica la lectura
    del siguiente, hasta la lectura del último que lo
    integra.

    Este fenómeno tan importante ocurre porque parte
    de los comportamientos aprendidos se graba como un todo, como una
    unidad, merced al fenómeno de la disociación y los
    demás que son compuestos por dos o varios comportamientos
    sucesivos se relacionan en función de un aprendizaje
    adecuado y la evocación del o de los conceptos iniciadores
    implica la activación de la totalidad del comportamiento
    así formado. Sin embargo, la realización o
    activación de esta sucesión de conceptos generales
    puede ser interrumpida en cualquier instante por un factor
    exterior al comportamiento en curso, como lo comprueba la
    experiencia.

    Esta particularidad de los comportamientos aprendidos de
    ser compuestos por una serie de conceptos generales que pueden
    ser activados merced a la acción de un concepto o de una
    serie de conceptos que le sirven de estímulos iniciadores
    se enraíza en el origen mismo de los comportamientos.
    Efectivamente vimos en el primer capítulo que los
    comportamientos genéticos de los protozoos se iniciaban
    merced a una estimulación de procedencia exterior o
    interior al animal, y se desarrollaban merced a la lectura de un
    tramo bien delimitado de un gen del animal. Eso es posible porque
    forman un todo y que al empezarse una lectura del alineamiento,
    la enzima lectora puede cubrir los límites mismos del
    tramo del cromosoma contenido en el genoma, o del genoma mismo
    cuando forma una unidad no fragmentada, donde se encuentra
    grabado el esquema de comportamientos.

    En el caso de los comportamientos genéticos
    humanos dicha lectura está sometida a las mismas reglas
    que las que rigen la de los animales que ocupan los eslabones
    superiores de las cadenas evolutivas. Seguramente por una
    razón de conservación de capacidades
    benéficas a las especies que constituyeron la cadena
    evolutiva que dio nacimiento a la especie. Tal como lo hemos
    constatado anteriormente.

    Con respecto a un comportamiento aprendido o de orden
    mixto, debemos tener en cuenta, como lo confirma la realidad de
    los hechos comprobables, que se graba de tal forma que responde a
    tres maneras de activarse sus distintas partes, en forma
    sucesiva.

    Puede ser, o merced al fenómeno de la
    disociación, en este caso gracias a un aprendizaje
    adecuado del comportamiento como una unidad, se necesita
    sólo un único elemento estimulador para iniciar y
    propiciar su lectura completa ininterrumpidamente de las
    señales energéticas que lo componen en los mismos
    tramos de las mismas neuronas.

    O, en partes separadas pero relacionadas entre
    sí, porque el elemento estimulador iniciador es compuesto
    de una serie de conceptos que activan en forma sucesiva las
    distintas partes del comportamiento aprendido. Por ejemplo,
    cuando una persona dice: "voy a comer y luego a dormir" estos dos
    comportamientos aprendidos se cumplen entonces en forma sucesiva;
    la primera parte del factor iniciado sirviendo de factor
    iniciador de la primera parte del comportamiento aprendido total
    y, luego de la conclusión de su lectura, la segunda parte
    del factor iniciador sirviendo de factor iniciador de la segunda
    parte del comportamiento aprendido total, lo que implica que cada
    uno pueda estar ubicado en partes separadas en los genomas de las
    neuronas donde se encuentran inscritos, por haber podido ser
    aprendidas en forma separada. Hasta puede ocurrir que cada parte
    se encuentre en grupos de neuronas distintos. Por ende el
    comportamiento aprendido total puede ser compuesto por más
    de dos partes, sino por tantas parte como contiene el factor
    iniciador concernido que a su vez puede contener hasta un gran
    número de partes.

    O sino, merced a un aprendizaje adecuado que, en
    función de un estimulo idóneo, une sus diferentes
    partes sucesivamente de tal manera que formen un todo. Cuando un
    hombre se viste a la mañana al ver un par de mocasines se
    los calza mientras que si ve un par de zapatos con cordones no
    sólo se los calza pero además anuda los cordones.
    En el segundo caso el comportamiento aprendido total incluye al
    primero sumándole un segundo. La diferencia entre la
    realización del primero y la de éste más un
    segundo, se origina en función del elemento iniciador.
    Evidentemente, se necesita un aprendizaje previo de la
    unión de los dos comportamientos aprendidos merced a la
    aparición del factor iniciador particular a la
    activación de los dos. A nivel neuronal, luego de lectura
    del último concepto general del primer comportamiento
    aprendido que acaba de ser leído se encuentra incluido en
    él un dato o un concepto que al ser activado se convierte,
    gracias a un aprendizaje anterior y en función del factor
    iniciador, en el iniciador del primer concepto general del
    segundo comportamiento aprendido que le sigue, que participa de
    dicho comportamiento aprendido total. Generalmente, en
    función de un aprendizaje anterior, el último
    concepto general de este segundo comportamiento puede volverse
    iniciador de un tercero, y así sucesivamente, etapas tras
    etapas se desarrolla el comportamiento aprendido
    global.

    Se termina la ejecución de un comportamiento
    cuando se acaba la activación del último concepto
    que lo compone. Pero cuando un comportamiento es compuesto por la
    repetición de una misma acción, entonces su inicio
    se produce en función de un factor iniciador particular
    que incluye el o los conceptos que determinan directamente o
    indirectamente el final de dicho comportamiento. Se dice, por
    ejemplo, "voy a hacer tres veces eso", lo que implica que las dos
    primeras veces sirven de iniciadoras de la siguiente y la
    última acaba como tal. O sino se dice o piensa "voy a ir
    caminando hasta tal punto". Es decir que el hecho de recorrer
    caminando una cierta distancia conlleva por supuesto a efectuar
    pasos tras pasos, lo que implica que durante la caminata un paso
    sea, a su finalización, el iniciador del siguiente, y la
    toma de contacto con la meta de dicha
    caminata constituye el estímulo que marca el final
    del comportamiento.

    Evidentemente, cada comportamiento aprendido puede estar
    inscripto en distintos grupos de neuronas, además de que
    cada uno de estos comportamientos puede también ser
    formado por partes separadas, como en el caso
    anterior.

    Estas tres formas de activar comportamientos aprendidos
    explican una particularidad interesante del funcionamiento del
    cerebro humano. En efecto el aprendizaje de un nuevo
    comportamiento requiere obligatoriamente del aprendizaje
    simultáneo de un factor iniciador, que resulta ser en
    muchos casos una o varias palabras. Dicho factor tiene que ser
    específico y poseer el nivel energético adecuado.
    Sino se produciría, sea la activación de un
    comportamiento aprendido no deseado grabado con un nivel de
    energía superior a el buscado, o sea un problema de
    dispersión del la energía al activar un gran
    número de comportamientos aprendidos a la vez y, en
    consecuencia a la falta del nivel energético mínimo
    necesario, no se produciría la activación de la
    enzima lectora. El aprendizaje de un comportamiento aprendido
    particularmente largo y complejo, que no sea compuesto por la
    repetición de una única secuencia de movimientos de
    poca duración por ejemplo, precisa pues del de un factor
    iniciador particularmente largo y específico a su vez.
    Sino, necesita de un encadenamiento previo en base a un
    aprendizaje particular que implique que, además del de
    cada parte del comportamiento, cada uno sea también
    aprendido como factor iniciador de la siguiente parte hasta el
    aprendizaje de la última parte.

    Por eso es que la memorización de una poesía
    muy larga requiere de un aprendizaje por etapas, es decir que se
    aprenden un grupo de versos tras otro, aprendiendo también
    a relacionarlos entre sí, para finalmente reagruparlos en
    una sola recitación, en función del título.
    De esta misma forma se estudia una pieza de baile clásico
    es decir pasos por pasos, movimientos tras movimientos.
    Igualmente, para aprender una larga lista de cifras se necesita
    agruparlas en pequeños grupos aprendiendo
    simultáneamente a relacionar cada grupo con el siguiente.
    Por supuesto, en función de lo que ya sabemos, si se
    relaciona cada grupo de cifras con una palabra clave que sirve de
    factor iniciador, el aprendizaje resulta entonces más
    cómodo. Pues como el uso de cifras es común al ser
    humano moderno, los pequeños grupos de cifras por la
    reiteración de su uso en distintas ocasiones pueden no ser
    factores activadores suficientemente
    específicos.

    Otra particularidad notable, relacionada con la
    existencia de los factores iniciadores de los comportamientos, se
    enraíza en el hecho que pueden ser conceptos o serie de
    ellos. En este caso la evocación de cualquiera de sus
    componentes puede servirles de factor iniciador. De aquí
    que los sinónimos de las palabras que sirven de factor
    iniciador pueden, en función de un aprendizaje adecuado,
    servir a su vez de factor iniciador del verdadero factor
    iniciador, cuando participan de su definición o son a su
    vez definidos por él. En estos casos el sinónimo
    sirve de factor iniciador del o de la serie de conceptos que a su
    vez sirve de factor iniciador del comportamiento concernido. Pues
    aunque no se destaquen en el ámbito consciente igualmente
    el hecho que una palabra participa de una definición
    significa en realidad que integra el concepto o al ser a su vez
    compuesto por una serie de conceptos integrar la serie de
    éstos que constituye el significado de dicho factor. Del
    mismo modo, cualquier otro tipo de componente del factor
    iniciador puede activar el comportamiento correspondiente. Es
    decir que, aunque este factor iniciador sea una palabra, un dato
    visual que sirve a su definición, es decir que integra la
    serie de conceptos que la constituye, puede servir de factor
    iniciador.

    Que sean aprendidos, genéticos o mixtos, los
    comportamientos pueden constituir respuestas a estímulos
    iniciadores exteriores o interiores al ser humano, y en
    particular al desarrollo de los mismos procesos cerebrales. Con
    respecto a los comportamientos aprendidos y de orden mixtos se
    pueden dividir, a veces, en varias series de conceptos generales,
    como lo acabamos de ver. Es digno de destacar que dichos
    conceptos generales, o series de éstos, pueden haber sido
    grabados a veces como un todo, o de a uno por uno en
    épocas distintas o en una sola, o en forma de series
    sucesivas, de iguales o desiguales cantidades de conceptos
    generales, grabadas en uno sólo o en diferentes
    momentos.

    Resulta evidente, dado que un ser humano puede acordarse
    a corto y largo plazo de la generación de sus
    pensamientos, hechos y acciones, es decir de sus comportamientos
    aprendidos y de orden mixto, que las zonas que los engendran
    poseen la misma estructura que las zonas receptoras y
    conceptuales de lo aprendido. Es decir que, cada zona de los
    comportamientos aprendidos está conformada por neuronas
    que llamaremos neuronas de comportamientos receptoras y otras que
    les están directamente conectadas que llamaremos neuronas
    de comportamientos intermedias. Éstas constituyen
    respectivamente los asentamientos de las memorias de corto y
    largo plazo de los comportamientos aprendidos.

    En este capítulo vimos que los comportamientos
    aprendidos pueden tener varios tipos de constituciones, algunos
    proceden de un mero aprendizaje de datos que luego se suman para
    formar conceptos los cuales a su vez se suman para formar
    conceptos generales que se encadenen entre sí para formar
    un comportamiento aprendido. Otros son integrados por conceptos
    generales formados por la unión de conceptos que integran
    datos instintivos con datos aprendidos formando así
    conceptos de orden mixto. Por supuesto los comportamientos
    aprendidos pueden ser integrados por conceptos generales de orden
    mixto y de otros aprendidos, es decir que son compuestos
    únicamente por datos aprendidos. Estos comportamientos
    pueden ser activados por factores iniciadores en forma unitaria o
    sucesiva en función de estos últimos.

    En el siguiente capítulo vamos a ver que
    numerosos comportamientos se originan en el reemplazo de unos
    genéticos por otros aprendidos.

    12. Reemplazo de comportamientos genéticos
    por

    comportamientos de orden
    mixto.

    La diferencia fundamental entre los comportamientos
    aprendidos y los genéticos, es que estos últimos
    por ser innatos, es decir por depender del alineamiento inmutable
    de sus pares de nucleótidos, que componen su genoma, no
    pueden ni ser modificados ni penetrar en la zona del consciente.
    Lo que implica que no pueden notarse en el ámbito
    consciente. Mientras que los aprendidos, como lo comprueba la
    realidad de los hechos, independientemente de su
    composición, sí ingresan en la zona del consciente.
    Lo que significa que no sólo pueden destacarse en el
    ámbito consciente sino que además pueden ser
    activados en función de éste.

    Hay que tener en cuenta que la composición de un
    comportamiento aprendido no influye sobre su ingreso en la zona
    del consciente, como lo demuestra el hecho de que un
    comportamiento de orden mixto, como los de tipo emocional, llega
    a la zona del consciente y en consecuencia puede notarse en el
    ámbito consciente.

    Los comportamientos aprendidos por su capacidad de
    entrar en la zona del consciente responden a lo llamado
    comúnmente voluntad. A pesar de que dicha voluntad pueda
    expresarse sólo en forma inconsciente o constituir una
    respuesta a una obligación o necesidad. La experiencia
    demuestra que las conductas de los recién nacidos no
    dependen de actos voluntarios de su parte, sino de actitudes
    involuntarias, es decir genéticas. Al contrario, se puede
    demostrar que las conductas adultas son voluntarias, aunque
    muchas veces se pueda llegar a dudar de este hecho.

    Es interesante verificar que la procedencia de muchos
    comportamientos de orden mixtos humanos se origina en base al
    reemplazo de comportamientos genéticos.

    En efecto, ya se ha comprobado científicamente
    que algunos elementos que sean datos, conceptos o comportamientos
    genéticos pueden ser remplazados por elementos aprendidos
    o mixtos equivalentes. Se ha realizado el experimento de sumergir
    bebés en el agua pocos minutos después de su
    nacimiento, y se ha constatado que éstos adoptaron
    inmediatamente un comportamiento natatorio: movieron sus brazos y
    piernas adecuadamente para poder flotar, mientras cerraban su
    boca y contraían sus narices, bloqueando así su
    respiración. Lo que implica que dicho comportamiento es en
    este caso de orden puramente genético. Pues,
    también se puede aprender a nadar. De hecho, los
    movimientos musculares del bebé no corresponden a la
    práctica del crol o de la braza.

    Por el hecho de que un comportamiento genético
    pueda ser reemplazado por uno aprendido, el autor deduce que
    existen comportamientos genéticos que pueden ser
    desechados, y a veces hasta superados por otros de tipo aprendido
    o de orden mixto de tal forma que hasta lo aprendido o de orden
    mixto puede remplazar lo totalmente genético.

    La realidad de los hechos permite al autor deducir que
    una zona primitivamente dedicada a lo genético puede
    achicarse o desaparecer. En verdad, no es que las neuronas que
    corresponden a dichas zonas son destruidas, lo que se
    notaría inmediatamente en un estudio neurológico,
    sino que son utilizadas para otro u otros propósitos. Por
    ende, cuando una conducta de orden genética no se emplea y
    se inscribe un aprendizaje en el total o en parte de la zona
    cerebral involucrada, correspondiente a dicha zona, éste
    imposibilita una posterior lectura de tipo genético de
    ésta. Si se sumerge un ser humano en aguas cuya
    profundidad supera su altura, que haya franqueado desde tiempo el
    período neonatal es decir cuyo aprendizaje esté ya
    avanzado y que nunca nado anteriormente, muy probablemente se
    ahogará.

    Este proceso de transformación de una zona
    cerebral de ser una zona dedicada a lo genético en zona
    dedicada a lo aprendido se entiende si uno se acuerda del origen
    de la transformación de los fenómenos de la
    grabación y de la consiguiente lectura que permitió
    el aprendizaje.

    Al inicio de su aparición, el primer aprendizaje
    debe haberse producido merced a una ligera modificación
    del proceso de lectura del alineamiento de los
    nucleótidos. Seguramente, se tiene que haber producido
    alguna primera vez el reemplazo de dicha lectura por una
    grabación. Esta vez, y, en consecuencia en las siguientes
    veces, pues el proceso se conservo hasta ahora como lo demuestra
    la realidad de los hechos, las cargas energéticas
    agregadas tienen necesariamente que haberse inscriptas en las
    mismas zonas del genoma donde se encontraban las neuronas en las
    cuales precedentemente se leían el alineamiento de los
    nucleótidos.

    Luego, la lectura de estas grabaciones no debe haber
    necesitado tampoco una mutación importante para su
    ocurrencia. Cuando uno se acuerda también que la lectura
    de los alineamiento consiste en remarcar las diferencias de
    energía que implica la existencia de las distintas clases
    de enlaces que forman los átomos de hidrógenos con
    los de oxígenos o de nitrógenos, el cambio de tipo
    de lectura de una de alineamiento en otra de enlaces no parece
    tan notable, pues en la lectura de los alineamientos lo que se
    lee realmente son los enlaces.

    Hecho que induce a creer que las enzimas que permiten
    las dos clases de lectura son prácticamente
    idénticas, o iguales pero en este último caso con
    enzimas o proteínas de apoyo ligeramente distintas. En
    efecto, como lo vimos anteriormente existen algunas diferencias
    entre las dos clases de lecturas; como el hecho de que para la de
    los enlaces se necesita de una emisión de radiaciones
    electro-magnéticas para que se produzca, mientras que para
    la otra no. Dicho cambio induce además a la
    deducción de que la amplitud máxima de las
    variaciones de la energía agregada supera notablemente la
    de las variaciones de las energías relacionadas con los
    enlaces en sí. Se entiende que la preeminencia de la
    energía grabada durante un aprendizaje tiene que superar
    la energía en juego en una lectura de alineamiento, sino
    no se produciría dicha lectura de enlaces por falta del
    nivel energético necesario para generar la
    estimulación iniciadora de una lectura de este tipo; ya se
    sabe que se necesita un mínimo de energía necesario
    para engendrar la emisión de un campo
    electro-magnético, como el que provoca la acción de
    las enzimas lectoras. Veremos más adelante la crucial
    importancia del nivel energético generado durante un
    aprendizaje.

    La ligera diferencia enzimática engendrada por el
    cambio de una clase de lectura por otra se comprueba
    también gracias al hecho de que si los genes adecuados de
    las neuronas, involucradas primitivamente en los procesos de
    lectura de tipo genético, son sometidos a los procesos de
    aprendizaje, entonces no se pueden activar más las enzimas
    lectoras de la alineación de nucleótidos, por ser
    inhabilitadas por el proceso de memorización de lo
    aprendido. Lo que muestra que este
    cambio es definitivo. El elemento, es decir el dato, concepto o
    comportamiento, genético entonces se "pierde". Aunque el
    aprendizaje de un determinado tipo de comportamiento pueda ser de
    misma índole que el o los comportamientos genéticos
    sobre los cuales se graba, no es necesariamente igual, pues los
    comportamientos natatorios no se borran con el aprendizaje de
    actividades natatorias; una persona pierde su facultad natatoria
    genética sin por eso haber aprendida a nadar, sino muy
    probablemente por aprender otros tipos de actividades
    físicas. En consecuencia resulta evidente que estas zonas
    de los comportamientos aprendidos no son las mismas que las de
    los comportamientos genéticos correspondientes.

    También, existen algunas zonas cerebrales donde
    las neuronas no pierden nunca sus facultades reproductoras. En
    éstas, lo genético guarda vigencia a lo largo de la
    vida. En efecto sabemos, y la evidencia de los hechos lo
    comprueba, que la existencia y activaciones de las memorias
    instintivas no impiden la reproducción de las
    células involucradas. En consecuencia, al no haber
    ningún factor que se les oponga, los procesos normales de
    reproducción celular pueden seguir efectuándose en
    estas zonas.

    En los seres humanos, un comportamiento genético
    cuando se realiza o aplica se transforma en aprendido por una
    mera cuestión de reemplazo en función de un
    aprendizaje.

    Resulta fácil entender el mecanismo de esta clase
    de aprendizaje merced a los conocimientos que adquirimos
    precedentemente y de la constatación de sus resultados. En
    efecto, si un individuo nace con un comportamiento
    genético dado, y lo aplica porque las neuronas
    involucradas pertenecientes a las zonas implicadas no
    participaron de ningún tipo de aprendizaje, las
    señales energéticas emitidas por las neuronas
    sensitivas de todos los órganos comprometidos directamente
    o indirectamente por este comportamiento, que pueden ser
    sensoriales, motores u otros, se graban en las memorias, de corto
    plazo de las zonas receptoras de los datos aprendidos. Luego de
    atravesar las neuronas intermedias correspondientes, donde pueden
    generar alguna lectura si la ocasión se presenta, las
    señales energéticas resultantes son mandadas a las
    zonas conceptuales idóneas de lo aprendido. Ahí no
    sólo se unen a las demás señales que
    provienen de las neuronas sensitivas que atañen a los
    demás órganos pero también a las
    señales energéticas que son las que activan la
    lectura de tipo genético en las neuronas que forman las
    zonas de los datos instintivos concernidos donde se encuentran
    inscritos los datos genéticos que rigen los órganos
    concernidos por el comportamiento en curso. Consecuentemente, los
    conceptos así formados por contener los datos instintivos
    iniciadores de estas lecturas serán llamados conceptos de
    orden mixto por el autor. Luego, las señales resultantes
    son mandadas a las neuronas intermedias de dichas zonas
    conceptuales, que a su vez las envían a las zonas de los
    comportamientos aprendidos correspondientes. Estos
    últimos, por integrar datos instintivos, serán
    llamados comportamientos de orden mixto, donde las series de
    conceptos generales ahí creados son trasladados al
    consciente.

    Luego, en los estados de sueños siguientes, tal
    como lo comprobaremos más adelante, las señales
    contenidas en las memorias de corto plazo de los elementos
    aprendidos que sean datos, conceptos o comportamientos, se graban
    en las memorias de largo plazo correspondientes y, de esta
    manera, suplantan y remplazan lo genético. Pues, la
    activación de estos nuevos comportamientos provoca
    automáticamente la activación de los datos
    instintivos que participaron de su formación. Por esta
    razón, y sólo por esta razón, se puede,
    luego de dicho aprendizaje, modificar un comportamiento aprendido
    que procede de uno de orden estrictamente genético es
    decir directamente básicamente inmodificable. De
    aquí que se remplaza el comportamiento absolutamente
    genético de gateo del bebé por el del avance
    erguido. En este caso el movimiento de sostén y de empuje
    por parte de las piernas en el gateo se modifica en el
    sostén y el empuje del avance bípedo. Aunque el
    gateo en sí mismo por haberse transformado en
    comportamiento aprendido merced al proceso de
    transformación, tal cual lo acabamos de ver, se
    conserva.

    En función de este fenómeno, se puede
    deducir, y los estudios realizados hasta la fecha lo comprueban,
    que en el momento del nacimiento de un bebé,
    prácticamente todas sus neuronas funcionan en forma
    genética. Luego, merced al aprendizaje de datos, y de la
    creación de nuevos conceptos y comportamientos, sus
    neuronas van cambiando sus funciones, o más bien
    especializándose, en memorias de corto y largo plazo de lo
    aprendido. Finalmente, por transformarse sistemáticamente
    en comportamientos aprendidos de orden mixto los comportamientos
    estrictamente genético acaban por desaparecer
    completamente en los primeros años de aprendizaje,
    quedando únicamente los comportamientos aprendidos de
    orden mixto en su lugar. Como lo confirma la realidad de los
    hechos. En función de esta particularidad el autor
    llamará simplemente comportamientos, los comportamientos
    humanos aprendidos de orden mixto. Salvo en los casos que sean de
    tipo genético o que se precise conocer si su
    composición es únicamente de tipo aprendido o de
    orden mixto, lo que notificará por una cuestión de
    claridad del texto.

    Aunque, se tiene que tomar en cuenta que los datos
    genéticos que generan una actividad orgánica de
    orden genética que no atañe al sistema
    neurovegetativo como el parpadeo "involuntario", o lo emocional,
    se conservan como tales y no pueden ser suplantados por cualquier
    tipo de aprendizaje. La razón primordial de esta
    permanencia reside en el hecho de que por un lado su importancia
    para la supervivencia del ser es vital y no puede ser sujeta a
    algún tipo de cambio
    que sería automáticamente negativo. En efecto, el
    hecho de cambiar lo que tiene una eficacia máxima implica
    obligatoriamente una disminución de dicha eficacia, que
    fue adquirida a lo largo de los milenios que tardo la especie en
    aparecer y evolucionar. Por otro lado, estos datos
    genéticos por ser activados y por actuar en forma
    autónoma, es decir por ser engendrados en forma
    independiente al resto de la actividad encefálica, no
    pueden ser modificados directamente por ningún tipo de
    aprendizaje. Lo que es comprobado por el hecho que sus
    actividades se generan independientemente del ámbito
    consciente, aunque sí pueden influir sobre la actividad
    consciente. Lo comprueba el hecho que un individuo se siente
    feliz o que la frecuencia de sus latidos cardíacos se
    acelera, en forma automática en respuesta a un
    estímulo de origen interna o externa a él, pero que
    sí estos hechos influyen sobre sus actitudes. En el
    siguiente capítulo analizaremos la existencia y la
    actividad de estos datos, en profundidad, por su gran influencia
    sobre la existencia de los seres humanos y su rol particular en
    el funcionamiento del encéfalo.

    Esta transformación de los comportamientos
    genéticos en aprendidos permitió también al
    autor deducir que las enzimas de lectura de lo genético y
    de grabación de lo aprendido deben de ser casi
    idénticas y que la diferencia entre las dos funciones es
    producida por la activación de una o de algunas de estas
    proteínas y enzimas de apoyo particulares a cada una. Su
    cambio de función se realiza en forma automática
    dado la nueva carga energética recibida y almacenada en
    los hidrógenos de enlace. La constatación de sus
    resultados lo comprueba.

    En el ser humano, el aprendizaje de un comportamiento
    que remplace uno genético hace que luego, aunque se
    inscriba alguno del mismo tipo en la zona que corresponde a dicho
    comportamiento genético, no se pierda la conducta que le
    correspondía. Además permite su cambio,
    modificación o inhibición ulterior que sino, en el
    caso de su conservación y empleo, hubiera sido imposible
    lograr. En efecto, se puede aprender a nadar de alguna forma y
    luego de otra.

    Obviamente, esta capacidad humana de remplazar los
    comportamientos genéticos por otros aprendidos, permite a
    los seres humanos efectuar la creación de un gran
    número de nuevos comportamientos, debido a un aprendizaje
    adecuado.

    Por supuesto, al igual que los datos y los conceptos y
    por las mismas razones, todas las distintas clases de
    comportamientos se ubican en los genes activados adecuados a este
    fin, y de la misma forma.

    Entre las consecuencias más espectaculares del
    reemplazo de comportamientos genéticos por comportamientos
    aprendidos, se encuentra el hecho de que genero y propicio
    la aparición del ser humano moderno, es decir del homo
    sapiens sapiens, como tal.

    En efecto, la aparición del avance en
    posición erguida en los primeros homínidos se
    explica muy fácilmente a la luz de los conocimientos que
    aportan las teorías desarrolladas en esta obra.

    Esta posición procede simplemente de una actitud
    genética, ocasional en los prosimios, que se volvió
    cada vez más permanente a medida que fueron evolucionando
    las especies que precedieron los seres humanos. Paso de ser una
    actitud totalmente genética, como lo es el simple
    enderezamiento, a transformarse en aprendida como lo es este
    movimiento particular de avance, el cual implica una forma de
    activar los músculos en parte en forma instintiva, que
    corresponde al erguimiento natural de los prosimios, y en parte
    mixta; pues el avance responde a un movimiento instintivo aunque
    el erguimiento durante dicho avance implica un cambio en la
    formar de activarse de una parte de la masa muscular total del
    individuo en función de un aprendizaje. El enderezamiento
    durante el avance es aprendido pues implica una posición y
    unos movimientos musculares, no natural en los primates, de los
    músculos involucrados, lo cual por ende implica un
    aprendizaje. En efecto se aprende a caminar. Evidentemente, los
    procesos naturales de evolución de las especies acabaron
    para adaptar totalmente el cuerpo de los homínidos a dicha
    postura.

    A titulo informativo el autor indica que dichos procesos
    fueron propiciados por cuatro factores fundamentales que
    derivaron de las dos condiciones esenciales de vida de los
    ancestros de los australopitecos que dieron nacimientos a esta
    especie, ahora conocidas merced a los estudios
    arqueológicos modernos.

    La primera condición depende de la
    vegetación del lugar de nacimiento de esta especie. Ya se
    sabe que los primeros homínidos aparecieron en
    África en una zona que era semi boscosa es decir una zona
    de pequeños grupos de árboles
    separados por claros bastante amplios. El segundo dependió
    del nicho ecológico que ocuparon. El cual
    correspondió a la de carroñeros especializados en
    comer la médula ósea de los cadáveres que se
    encontraban en estos lugares.

    El hecho de alimentarse de carroñas
    favoreció el debilitamiento de las armas naturales
    de los predadores y de los omnívoros es decir sobre todo
    de los dientes fuertes, y en particular de los caninos bien
    desarrollados de éstos, así que de las de garras
    potentes tal como las poseen los felinos y algunos
    omnívoros y herbívoros. Los primeros
    homínidos no los necesitaban, pues no cazaban y masticaban
    alimentos de consistencia mayormente blanda y muy probablemente
    no los usaban en el comportamiento de cortejo. En
    compensación, favoreció el erguimiento que amplia
    la zona visual del ser y el desarrollo de su sentido de la vista
    pues se necesita de una excelente vista para poder detectar de
    lejos, en medio de la vegetación del lugar, un
    cadáver y la llegada o la posición de los
    predadores en la zona, que estas últimas atraían
    indefectiblemente. También los obligo a desplazarse y
    permanecer sobre el suelo donde se
    encuentran mayormente las carroñas, tal como lo tienen que
    hacer las hienas y otros carroñeros terrestres en nuestra
    época y por las mismas razones.

    La posición erguida apareció en estos
    homínidos por varias razones pero principalmente porque
    corresponde a la posición de vigilancia. Actitud que
    adoptan muy seguidamente los perros de praderas norteamericanos y
    las mangostas africanas, y a veces los prosimios y los simios,
    por ser presos de numerosos predadores que los asechan con gran
    frecuencia. Dicha posición es necesaria pues por estar a
    menudo en contacto con cadáveres en África, se
    está también siempre o en la cercanía de
    predadores o continuamente amenazado por la posible
    aparición de algunos. Esta posición no favorece en
    absoluto la carrera pedestre pues a igual peso un mamífero
    carnívoro o herbívoro cuadrúpedo corren
    mucho más rápido que cualquier bípedo, no
    hay que olvidarse que los canguros australianos no corren sino
    que saltan. Por eso es que los monos de la familia de
    los cercopitécidos, que viven mayormente en praderas y
    sabanas, los perros de praderas y las mangostas adoptan la
    actitud de cuadrúpedos cuando corren.

    El segundo factor está relacionado con la
    vegetación ambiental pues al tener que enfrentarse con
    predadores esencialmente terrestres los primeros homínidos
    debieron a menudo refugiarse en los árboles. Hecho por el
    cual la forma de las manos y de los brazos humanos o simiescos es
    mucho más adecuada que la de las patas delanteras de los
    perros de praderas y de las de las mangostas, aunque
    ocasionalmente éstas últimas también trepan
    a los árboles. En consecuencia a dicha habilidad y a la
    necesidad de trepar a los árboles sus muñecas
    debieron de adoptar una forma que no propicia su uso para correr,
    como lo demuestra la morfología de las manos y los
    problemas que ésta genera en los desplazamientos terrestre
    en forma cuadrúpeda de los gorilas. Por supuesto este
    factor tampoco es decisivo de por sí mismo, pues las
    panteras trepan muy bien a los árboles.

    El tercer factor es mucho más significativo pues
    por comer médulas óseas estos homínidos
    tenían que romper los huesos que los
    contenían. Para eso necesitaban de manos que debían
    presentar dos condiciones esenciales. La primera era de poseer
    una fuerza y una
    habilidad suficientes como para agarra los huesos y romperlos
    sobre una piedra de tamaño propicio al hecho, o sino de
    agarrar piedras y romperlos. Por ende dicha habilidad propiciaba
    más el desarrollo de la forma de manos simiesca que la
    forma de patas delanteras de tipo corredoras. La segunda era que
    esta necesidad de tener piedras adecuadas cercanas implicaba que
    a menudo debían transportar o el hueso o la piedra. Esta
    necesidad de transportar implicaba que, cuando lo hacían,
    no podían usar sus miembros superiores para el
    desplazamiento y consecuentemente tenían que avanzar en
    posición erguida.

    El cuarto factor proviene de que la frecuente
    obligación de adoptar la posición erguida merced a
    los tres primeros factores, provocó que las hembras de
    estas especies vieron sus caderas transformarse y en consecuencia
    reducirse su canal de parto. Hecho
    por el cual sus bebés nacieron cada vez más en
    forma prematura. En consecuencia dichos bebé no
    tenían la fuerza de prensión de los bebés de
    los otros primates, que a penas nacen pueden aferrarse a sus
    madres con tanta fuerza que pueden aguantar los movimientos de
    éstas. Para preservar a sus crías, las madres
    homínidas tuvieron que sostenerlas en sus brazos, muy a
    menudo. Lo que favoreció también la adopción
    de la posición erguida. Mientras tanto, en consecuencia,
    los machos, por los problemas de movilidad de sus hembras que no
    podían correr con una rapidez similar, estando en los
    últimos momentos de sus embarazos o con un bebé en
    brazo, que sin estos sobrepesos, se veían en la
    obligación de traerles a menudo alimentos. Lo que, en
    vista del tipo de éstos, se podían transportar casi
    nada más que con las manos, obligándolos
    también a caminar en forma erguida. Es decir que las
    primeras necesidades de quedarse erguido generaron luego en
    sí mismas la obligación de quedarse erguido, es
    decir que se fomento una especie de retroalimentación de
    un hecho que acentuó cada vez más la tendencia en
    adoptar la posición bípeda.

    Sólo, y sólo la conjunción de,
    estos cuatro factores, propició la aparición de la
    posición erguida en los homínidos. Pues, los tres
    primeros de por sí solos en forma separada no son
    determinantes, pero por la repetición del comportamiento
    que asegura el erguimiento, éste se volvió uno de
    los comportamiento principal y determinante de la
    especie.

    Luego, merced a la posición bípeda que
    libero el uso de las manos y la debilidad física humana
    con respecto a las fieras, así que los cambios de
    condiciones de vida, los obligo a desarrollar sus capacidades
    intelectuales.

    En resumen hemos visto que todos los comportamientos
    estrictamente genéticos humanos son reemplazados en los
    primeros años de aprendizaje por comportamientos de orden
    mixto. También vimos que dicho reemplazo favoreció
    la aparición del ser humano moderno.

    13. Los
    datos instintivos.

    Es importante no confundir los actos reflejos con los
    comportamientos de tipo condicionado. Estos últimos, por
    ser aprendidos no pueden nunca ser considerados como de origen
    instintivo. Aunque, en función de su repetición,
    terminan por formar respuestas automáticas a factores
    iniciadores dados.

    Además, como ya fue comprobado, los actos
    reflejos, por ser producidos por reacciones genéticas a
    estímulos particulares, a menudo exteriores al individuo,
    y engendrarse en la médula espinal, no pueden ser
    considerados como productos de alguna actividad cerebral. Por
    ende, no pueden ser tampoco sometidos a un proceso mental, pues
    actúan en forma directa sobre los órganos, sin
    pasar por el cerebro. Por eso, también, debemos distinguir
    el reflejo de los otros tipos de comportamientos genéticos
    que sí se originan en el cerebro.

    Al contrario de los comportamientos genéticos de
    otra índole que no sean los que rigen el sistema
    neurovegetativo, cualquiera sea la actividad mental en curso, los
    reflejos siguen actuando sin alterarse. Por ejemplo, la
    lesión directa de un nervio, que puede ser producida por
    un golpe o un pinchazo, provoca una reacción muscular
    inmediata, involuntaria, imparable y
    automática.

    Los reflejos generan actividades de orden
    genético que se pueden asimilar a las actividades
    mecánicas de los protozoos por su automatismo. Aunque su
    origen sean muy distintas. En efecto mientras que los reflejos
    humanos necesitan de la lectura de los alineamientos de los
    nucleótidos para poder hacerse efectivos, los movimientos
    mecánicos de los animales unicelulares se engendran en los
    orgánulos mismos que los producen es decir
    independientemente de cualquier tipo de lectura del
    genoma.

    Por el hecho de que los reflejos no participan de las
    actividades cerebrales el autor no los tomará en cuenta de
    aquí en adelante cuando citará lo relacionado con
    los datos instintivos. A pesar de que sí pertenecen a lo
    genético, aunque no conciernen lo cerebral. Se
    dedicará únicamente al estudio de los datos
    instintivos que dependen para su expresión de la actividad
    encefálica.

    Por depender del alineamiento de los nucleótidos,
    al igual que los comportamientos de los protozoos, los datos
    así inscritos son llamados por el autor datos
    genéticos. En consecuencia a su forma de
    activación, las zonas cerebrales donde se engendran, son
    llamadas zonas de los datos instintivos. Evidentemente, los datos
    genéticos son innatos es decir que no son frutos de un
    aprendizaje.

    Por regir un único órgano, es decir por
    corresponder a una sola y única actividad dichos datos
    genéticos, que rigen el sistema neurovegetativo, nunca
    pueden ser considerados como conceptos o comportamientos, sino
    simplemente como datos.

    También por generar un solo tipo de actividad y
    además por poder participar de la formación de
    conceptos, y éstos a su vez de comportamientos, los datos
    instintivos pueden ser considerados como verdaderos datos. Por
    eso pueden, y la realidad de los hechos lo demuestra, ser
    asimilados a datos provenientes de las zonas receptoras y, salvo
    los que atañen al sistema neurovegetativo, ser igualmente
    sometidos a los mismos procesamientos que los aprendidos. Es
    decir, que pueden integrar conceptos compuestos únicamente
    por datos instintivos o sumarse a otros de orden aprendido, es
    decir formar conceptos de orden instintivo o mixto. Dichos
    conceptos pueden a su vez integrar conceptos generales que pueden
    participar de la formación de comportamientos.

    El autor hace recordar, una vez más, que los
    datos genéticos de cualquier clase que sean, para poder
    concretarse, dependen de la lectura, por parte de una enzima
    especializada, de la alineación de los nucleótidos
    de los genes idóneos que integran el genoma de las
    neuronas que pertenecen a las zonas donde se hacen efectivos, y
    no de las cargas energéticas aportadas por una enzima al
    electrón de los hidrógenos de enlace entre las dos
    cadenas que lo conforman. En consecuencia, por ser innatos e
    inmutables, son atemporales; es decir que no implican la
    existencia de memorias de corto y largo plazo, lo que significa
    que las neuronas, de cada zona, que los engendran son todas de un
    mismo tipo y ejercen las mismas funciones en cada una de estas
    zonas.

    La intensidad de la energía que constituye estas
    señales es uniforme, por resultar de una lectura de tipo
    genética, es decir que depende únicamente de las
    características de las neuronas. Aunque, en el caso de los
    datos, que no participan del sistema neurovegetativo, que
    provocan estas lecturas, éstos pueden integrar conceptos
    constituidos por señales provenientes de otras zonas
    cerebrales de energía variable.

    Acabamos de ver que los datos genéticos para
    poder concretarse dependen de la lectura de los alineamientos de
    los nucleótidos que conforman los genes activados, que
    corresponden a la zona cerebral implicada. Evidentemente para
    poder efectuarse dicha lectura el dato genético inscrito
    tiene que ser activado por el dato instintivo adecuado que le
    sirve de factor iniciador.

    Los datos instintivos por ser compuestos por
    señales energéticas, al igual que todos los otros
    elementos que sean datos, conceptos o comportamientos de
    cualquier orden generados o transmitidos por las diferentes
    clases de neuronas sensitivas y cerebrales humanas, no
    sólo pueden sumarse en forma conceptual sino
    también a otros de procedencia aprendida. En consecuencia,
    al unirse de esta manera, pueden formar conceptos de orden mixto,
    los cuales al integrar a su vez conceptos generales constituyen
    comportamientos de orden mixto. Lo que permite al hombre realizar
    numerosas clases de actividades, a menudo comunes, como el
    caminar por ejemplo. Es notable constatar que muchos de los
    comportamientos humanos son de orden mixto, sobre todo los que
    tienen un gran predominio de actividades musculares, como
    caminar, nadar, andar en bicicleta, etcétera, y los que
    integran actividades relacionadas con lo emocional como el cuidar
    a la progenie.

    Los datos genéticos poseen, además, la
    particularidad de que su lectura puede efectuarse sin
    interrupción aparente, independientemente de las
    dimensiones del tramo del genoma donde se encuentran inscritos.
    Hasta, en el caso de los datos que rigen el sistema
    neurovegetativo, para la mayoría de éstos, sin
    interrupciones notables a lo largo de la existencia del
    individuo. En el caso de los datos genéticos que
    conciernen lo emocional y de los que gobiernan los órganos
    que no corresponden a dicho sistema pero sí pertenecen a
    lo genético, la duración de su lectura depende del
    tiempo de su activación por los datos instintivos que les
    sirven de factores iniciadores.

    La falta de interrupción aparente de dicha
    lectura a lo largo de su duración proviene en realidad del
    hecho de que la activación por parte de un dato instintivo
    no se produce en base a una sola neurona sino en un conjunto de
    ellas. En cada neurona, al acabarse la lectura del tramo que
    integra las señales que lo componen, si el factor
    iniciador de dicha lectura sigue activándola se reactiva
    inmediatamente la enzima que reempieza la lectura desde su
    principio. Como dicha lectura se efectúa en una zona muy
    particular y por ser provocada por factores iniciadores que son
    conceptos que también son integrados por datos aprendidos
    es decir que conciernen muchas neuronas a la vez, por una
    cuestión de mera probabilidad, activan un gran
    número de neuronas de las zonas de los datos instintivos.
    Lo que implica que dicha lectura por realizarse en base a la
    lectura de cada genoma de las diferentes neuronas, activados por
    señales energéticas recibidas en forma irregulares
    por ser frutos de un aprendizaje, basado en la recepción
    de las señales irregulares que componen los datos
    aprendidos, son entonces también irregulares en sus
    lecturas. Lo que a su vez provoca, en el ámbito
    consciente, al adicionarse el conjunto, una impresión de
    continuidad. Es decir que, al adicionarse las variaciones, el
    conjunto puede dar a veces una impresión de
    fluctuación incesante, pero no presentar interrupciones
    notables a lo largo de su activación, tal como lo confirma
    la realidad de los hechos.

    Igualmente, por depender de una lectura en base a
    conceptos mixtos que además de contener los datos
    instintivos idóneos, para provocar dicha lectura de los
    datos genéticos adecuados, están también
    integrados por datos aprendidos. En consecuencia, la intensidad
    de las señales que los componen, por ser compuestos por
    datos aprendidos, es indefectiblemente variable, y por ende no
    provoca una lectura continua y de un nivel energético
    uniforme en todas las neuronas a la vez de la zona de lo
    instintivo concernida correspondiente a la activación en
    curso. Sino que la provoca sólo en las en los cuales los
    tramos idóneos son activadas por una señal
    energética adecuada, lo que en vista de las
    fluctuación del nivel energético de las
    señales que componen los datos aprendidos es
    extremadamente variable. Lo que significa que la intensidad total
    del dato genético leído puede fluctuar
    marcadamente.

    Para seguir conociendo más explícitamente
    los datos de orden instintivos se tiene que considerar que
    existen tres tipos de zonas de datos instintivos; las de los que
    se relacionan con lo neurovegetativo, las que atañen a lo
    emocional y las que conciernen lo instintivo orgánico no
    relacionado con el sistema neurovegetativo. Los tipos de datos
    generados en estas dos últimas zonas por integrar
    conceptos de orden mixto son procesados en la zona del consciente
    luego de su formación. Mientras que, los datos que
    conciernen el sistema neurovegetativo, se relacionan directamente
    y únicamente con los órganos que rigen, como el
    corazón, los riñones, los
    intestinos, etc.

    En el tipo de zonas que rigen lo neurovegetativo los
    datos son leídos de una manera automática, en su
    mayoría son regulados en respuesta a señales que
    provienen de neuronas sensitivas especiales que están
    relacionadas con los órganos implicados, como por ejemplo
    las que controlan la respiración pulmonar, que
    actúan como estímulos iniciadores.

    También, con respecto a las zonas cerebrales que
    conciernen el sistema neurovegetativo, éstas generan datos
    que son necesariamente inscriptos directamente en el genoma, por
    ser innatos, lo que significa que pertenecen a la
    categoría de los datos genéticos. Como lo vimos
    anteriormente, es importante saber que nunca pueden dejar de
    concretarse es decir de ser leídos. La interrupción
    de dicha lectura causaría graves consecuencias sobre el
    organismo, fáciles de detectar en el ámbito
    consciente; como por ejemplo el cese del funcionamiento del
    corazón, de los riñones o del hígado. Por
    ende, al no constatar dichas interrupciones es lógico
    darse cuenta que las neuronas que integran dichas zonas mandan
    continuamente señales energéticas que rigen y
    controlan este tipo de actividades orgánicas.

    En algunas zonas cerebrales que generan datos
    genéticos, las neuronas que las constituyen pueden cumplir
    un papel parecido al de las células glandulares y, en
    respuesta a los estímulos adecuados recibidos, pueden
    producir hormonas que
    penetran en el torrente sanguíneo, como la serotonina.
    Este fenómeno no presenta nada extraño pues muchas
    células de otras clases producen también enzimas o
    proteínas a la recepción de estímulos
    idóneos. Dichos estímulos pueden ser de orden
    químicos o electro-químicos. En el caso bien
    preciso de las neuronas cerebrales, dichos estímulos
    pueden ser simplemente señales energéticas
    determinadas que activan la enzima lectora, la cual genera las
    señales que activan la producción de las
    proteínas o enzimas que corresponden a su función
    particular, de la misma manera que los estímulos
    energéticos, como los eléctricos, impulsan la
    actividad de los filamentos, la producción de
    proteínas o de enzimas en los protozoos. Las disfunciones
    de este tipo de neuronas pueden provocar graves consecuencias
    neurológicas o corporales, y engendrar o participar de
    diversas clases de enfermedades mentales o
    corporales, como el exceso de producción de
    dopaminérgicos con respecto a la esquizofrenia,
    así que anomalías funcionales del
    encéfalo.

    Por ser inscritos en el genoma los datos
    genéticos de tipo emocional y orgánico son
    inmutables y su lectura, cuando se produce, es invariable. Lo que
    significa que, para cada una de esta clase de datos, existe una
    zona particular y delimitada donde únicamente el o los
    genes que lo contienen están activados. En efecto, por
    tener la capacidad de integrar en forma unitaria cualquier tipo
    de concepto, tienen que ser también unitarios.
    Además, como su lectura es automática, luego de la
    recepción del factor iniciador, y que existen datos que
    tienen efectos antagónicos, por ejemplo los que generan la
    sensación en el ámbito consciente de pena o de
    felicidad o que conciernen músculos de funciones opuestas,
    que pueden a veces ser leídos en forma simultánea,
    como la felicidad y el interés,
    eso implica que dicha lectura tiene que efectuarse en neuronas
    distintas. Pues no se pueden leer en forma automática a
    veces dos o más tramos de un mismo genoma,
    simultáneamente, como lo vimos anteriormente.

    Del hecho de que pueden aparecer algunas
    anomalías emocionales en algunos individuos con respecto a
    un tipo de emoción particular, que por otra parte pueden
    reaccionar normalmente con respecto a otro tipo de
    emoción, se deduce igualmente que existen zonas de datos
    instintivos diferentes para cada tipo de dato de índole
    emocional. Al igual que en el caso de los datos instintivos
    orgánicos. Por eso, se encuentran personas que no sienten,
    o sienten muy pocas, emociones al
    matar otra personas pero que aman a los perros.

    El número de las zonas instintivas que no
    atañen a lo neurovegetativo representa la suma de los
    datos que rigen la expresión de cada emoción y de
    los que rigen los distintos órganos corporales que
    dependen de ellos.

    Entre las emociones se encuentran la felicidad, la pena,
    el interés, la sensación de territorio o propiedad,
    etc. Por tener una duración variable la
    estimulación de los datos genéticos, que no rigen
    el sistema neurovegetativo, depende entonces de factores
    iniciadores que los activan durante un lapso variable. Lo cual es
    de fácil comprensión, pues son activados por un
    concepto o por una serie de conceptos de cantidad variable en
    función de los comportamientos vigentes.

    Esta activación se produce siempre en
    función de una situación o de una conducta, lo cual
    implica obligatoriamente la intervención de conceptos o
    comportamientos; pues, no se mueve un solo músculo sino un
    conjunto de éstos, se siente pena o alegría por una
    situación, que puede ser generada por una persona, un
    objeto o un pensamiento, etc. La activación de dichos
    datos genéticos por parte de conceptos o comportamientos,
    implica que éstos últimos se comportan como datos.
    Por supuesto lo hacen en función de las componentes que
    los integran; que son las que actúan realmente como
    factores iniciadores. Ya sabemos que en el caso de los datos
    genéticos no importa la composición de los
    conceptos o comportamientos estimuladores iniciadores, sino
    únicamente si poseen, o no la componente iniciadora
    adecuada, es decir el dato instintivo idóneo.

    Por el hecho de poder ser activados por conceptos y
    comportamientos, engendrados por situaciones o conductas resulta
    entonces evidente que las zonas de los datos instintivos, que no
    conciernen el sistema neurovegetativo, los reciben de las zonas
    de los comportamientos. Lo que implica que son los conceptos, que
    pueden formar comportamientos, que provienen de dichas zonas y
    únicamente ellos los que los activan. El autor considera
    este hecho como una de las pautas fundamentales del
    funcionamiento cerebral.

    De aquí surge otra de las diferencias
    fundamentales que distinguen los datos instintivos de los
    aprendidos. En efecto, las zonas receptoras nunca reciben
    directamente señales provenientes de las zonas de los
    comportamientos, pues las señales emitidas por estas zonas
    receptoras van desde éstas hasta las zonas conceptuales y
    de ahí hasta las zonas de los comportamientos, pero nunca
    efectúan el recorrido inverso ni existen conexiones
    directas entre las zonas receptoras y las de los comportamientos.
    Pues, si se produjera eso se perjudicaría desastrosamente
    la recepción de los datos que llegan desde las neuronas
    sensitivas. En efecto el individuo nunca podría distinguir
    entre los datos provenientes de sus sentidos y los activados por
    sus conductas. El autor analizará más adelante el
    fenómeno de la remembranza de los datos aprendidos en
    forma particular.

    Dichas zonas de datos instintivos no pueden recibir
    series de comportamientos activadores directamente de la zona del
    consciente por la sencilla razón de que, en este caso, eso
    implicaría un control directo de esta zona sobre los
    datos, lo que no es el caso como lo comprueba la realidad de los
    hechos. No se ríe de un chiste sino que se ríe de
    entenderlo. Lo que indica un procesamiento que no
    ocurriría en el caso que la zona del consciente
    esté directamente relacionada con las zonas de los datos
    instintivos.

    Como particularidad notable de las zonas de los datos
    instintivos es importante destacar que las señales
    energéticas engendradas en función de la
    activación de los datos genéticos, provocada por la
    acción de los datos instintivos, nunca son enviadas a las
    zonas conceptuales ni a las zonas de los comportamientos sino
    únicamente a los órganos que rigen. Lo que implican
    que los datos genéticos no participan jamás de la
    formación de conceptos sino los datos instintivos que los
    activan. Hecho por el cual los datos genéticos nunca
    penetran en la zona del consciente aunque sí los datos
    instintivos, por integrar conceptos y comportamientos de orden
    mixto.

    Cada uno de los tipos de datos genéticos, merced,
    como lo vimos anteriormente, al hecho de que sólo el gen
    correspondiente donde se encuentra inscripto esté activado
    en las neuronas de las zonas que le corresponden, puede entonces
    ser leído únicamente ante la aparición del
    dato instintivo que le atañe.

    También para poder actuar, a veces en forma
    conjunta, existen necesariamente zonas conceptuales, dedicadas
    únicamente a conceptualizar datos instintivos, es decir
    donde se forman los conceptos de orden instintivo, aunque
    también como ya sabemos existen otras donde se suman en
    forma conceptual datos instintivos con otros aprendidos. Si bien
    los datos genéticos son absolutamente innatos, los
    conceptos y comportamientos que integran los datos instintivos
    por ser aprendidos son variables en sus expresiones. La realidad
    del hecho lo comprueba en forma inequívoca. Cada individuo
    se comporta emocionalmente en forma personal y
    particular delante de los acontecimientos que provocan dichas
    reacciones. Por haber sidos creados en función de un
    aprendizaje los conceptos y comportamientos integrados por datos
    instintivos son entonces aprendidos, aunque cuando son formados
    únicamente por datos instintivos el autor los llama
    entonces de orden instintivo, en lugar de conceptos o
    comportamientos instintivos. Al ser aprendidos los conceptos y
    comportamientos de orden instintivo se asemejan a las zonas de
    conceptos y comportamientos aprendidos es decir que sus memorias
    se dividen en memorias de corto y largo plazo. Por eso el caminar
    requiere de la activación en base a datos genéticos
    de los músculos implicados en el hecho, pero el hecho en
    sí necesita de un aprendizaje.

    Hemos visto que todos los comportamientos
    genéticos son reemplazados en los primeros años de
    aprendizajes por comportamientos de orden mixto. Eso significa
    con respecto a la zona donde se forman estos comportamientos, que
    aunque, como ya sabemos, los conceptos generales que los
    conforman integren datos instintivos, contienen igualmente y
    necesariamente datos aprendidos, pues cada actitud considerada
    comúnmente como de orden "instintiva" depende de un
    contexto, lo que implica que dicha zona en realidad es dedicada a
    lo mixto y a lo aprendido con una predominancia mixta, por
    situarse en el centro de confluencia de las terminaciones de los
    apéndices neuronales provenientes de las zonas
    conceptuales de lo aprendido y de los conceptos de orden mixto y
    por corresponder a las descripciones de sus
    características, realizadas en base a los experimentos
    modernos, dicha zona se sitúa seguramente en el sistema
    límbico cerebral. El autor llama esta zona particular la
    zona de los comportamientos emocionales.

    Aunque todos los comportamientos genéticos
    humanos, son reemplazados por comportamientos de orden mixtos en
    los primeros años de vida de los individuos, no pasa lo
    mismo con los datos instintivos que rigen las actividades
    orgánicas y en particular las motoras. Es notable
    considerar que además de los datos motores los datos
    orgánicos conciernen también algunas
    glándulas, como las lagrimales. La realidad de los hechos
    muestra que si bien una persona puede mover sus miembros a
    voluntad en realidad no puede hacer lo mismo con cada uno de sus
    músculos. En efecto, el hecho de mover voluntariamente una
    parte de su cuerpo indica que ésta depende de
    comportamientos aprendidos. Pero el hecho de no poder mover cada
    músculo en forma individual y voluntaria indica que no
    existe un verdadero control de éstos, lo que implica que
    dependen únicamente de los datos instintivos que los
    rigen. Cualquier individuo puede lograr mover un músculo
    en particular a voluntad pero únicamente merced a la
    activación de todo un conjunto de músculos. Por el
    hecho de que los comportamientos aprendidos son mandados
    sistemáticamente a la zona del consciente, como lo vamos a
    verificar más adelante, su aprendizaje implica su control.
    Lo que significa que pueden activarse a voluntad, y en
    consecuencia que se pueden generar los conceptos que los componen
    también a voluntad, pero en forma de un todo, es decir que
    no se pueden descomponer dichos conceptos en sus distintas
    componentes. De aquí que aunque se puedan crear conceptos
    nuevos y en función de esto activar los datos que los
    componen, no se puede descomponerlos. En consecuencia si bien se
    pueden activar los conceptos aprendidos que rigen los datos
    genéticos motores no se pueden activar estos
    últimos separadamente, justamente por ser de tipo
    genético y no responder de por sí a la zona del
    consciente.

    En el tipo de zonas que no atañen directamente al
    sistema neurovegetativo, los datos genéticos pueden ser
    leídos en las neuronas que pertenecen a las zonas
    correspondientes a sus roles particulares, merced a su
    activación por parte de un concepto o un comportamiento
    idóneo, como lo acabamos de ver. Estos dos elementos
    pueden ser activados a su vez en función de los datos
    aprendidos integrantes de conceptos o comportamientos de otra
    índole, que también los integran, que se vuelven
    así iniciadores. Tal como lo vamos a analizar más
    detalladamente más adelante. En efecto, una persona puede
    reaccionar instintivamente delante de la visión de
    algo.

    Los datos instintivos que no rigen el sistema
    neurovegetativo, al igual que los conceptos de mismo
    índole, actúan en forma de ideas no verbales, es
    decir sin "pensarlas". Lo que significa que se traducen en el
    ámbito consciente por sentimientos, emociones o acciones
    sin relacionarse con el pensamiento expresado en función
    de símbolos de origen fónicos es decir de palabras
    expresadas en forma oral o no. Aunque si, puedan ser descritas
    mediante expresiones de este tipo. Se siente temor a pesar de que
    dicho temor sea sólo una emoción que no necesita de
    alguna expresión verbal para existir, independientemente
    de que se pueda expresar o describir oralmente. También se
    puede realizar una actividad motora sin necesitar
    acompañarla con pensamientos de tipo verbales.

    Esta particularidad proviene del hecho de que son las
    señales energéticas que componen los conceptos
    activadores de los datos genéticos las que penetran en la
    zona del consciente y no las señales energéticas
    generadas por la lectura de dichos datos, que como ya sabemos
    nunca penetran directamente en la zona del consciente. La
    activación por parte de los datos instintivos de las
    señales inscritas por un lado en las zonas de los datos
    emocionales impulsa la producción de las hormonas que
    generan las sensaciones y actividades corporales relacionadas en
    el ámbito consciente con las emociones y por otro en las
    distintas zonas de los datos motores las señales
    energéticas que accionan los diferente órganos que
    controlan.

    Evidentemente los estímulos captados por las
    neuronas sensitivas y los datos que éstas generan a
    continuación y en consecuencia directa o indirecta a los
    efectos producidos por la estimulación de los datos
    genéticos a nivel corporal, pueden ser perfectamente
    captados en el ámbito consciente, luego de su
    recepción en las zonas receptoras y sus siguientes
    distintos procesamientos. Por ejemplo, aunque los movimientos de
    las vísceras que participan del sistema digestivo
    sean inconscientes, las sensaciones que genera la
    absorción de alimentos y el placer que puede provocar su
    digestión pueden llegar al ámbito
    consciente.

    Con respecto a los datos instintivos orgánicos
    debemos considerar como primordiales los que conciernen la
    comunicación, por su influencia sobre la conducta humana.
    Mientras que la audio-verbal y la audio-visual son
    prácticamente totalmente aprendidas, en lo que concierne
    la olfativa es en parte de origen totalmente genética como
    lo demuestra la producción y captación de las
    feromonas. Merced a esta particularidad, se efectúa en
    forma inconsciente y sus consecuencias se traducen por la
    activación de comportamientos cuya partes instintivas
    corresponden a la emoción llamada
    atracción.

    Las zonas de los datos instintivos motores y de los
    conceptos de orden estrictamente instintivos motores se
    encuentran ubicadas en el cerebelo. Mientras que las zonas de
    conceptos mixtos relacionados con lo motor se
    encuentran ubicadas en el neo cortex. Según las
    investigaciones científicas realizadas en vista de
    situarlas.

    Las neuronas que forman las zonas de datos instintivos
    tienen activados únicamente los genes que corresponden a
    sus funciones. Por esta razón, reaccionan sólo a
    las señales que las conciernen. Esta selectividad, que
    depende fundamentalmente de la ubicación de las neuronas,
    resulta absolutamente necesaria, como lo comprobamos en los
    capítulos anteriores; pues si no existiera, si no fueran
    recibidos en forma selectiva, ocurriría evidentemente un
    verdadero caos energético a nivel orgánico. Se
    trastornaría definitivamente la actividad del
    sujeto.

    En efecto, si no existiera dicha especialización
    en las neuronas motoras, las señales pertenecientes a un
    mismo comportamiento al ser transmitidas a una zona
    correspondiente a un órgano con la cual estén
    conectadas que no sea específicamente el único
    involucrado, recibiría entonces el conjunto de las
    señales incluidas en los conceptos generales transmitidos,
    lo que provocaría no sólo un verdadero caos
    energético en el ámbito neuronal pero sobre todo
    una total disfunción a nivel muscular.

    Pues, al recibir las señales provenientes de una
    zona de los comportamientos, destinadas a activar el
    comportamiento específico correspondiente al caminar, las
    señales dedicadas a activar los músculos de los
    brazos podría ser transmitidas también a los
    músculos de las piernas, los cuales conjuntamente
    podrían ser activados por otra serie de señales
    pertenecientes en forma conceptual al mismo concepto general que
    las primeras, éstos podrían también llegar a
    las piernas del individuo pero con otros efectos a nivel
    muscular, lo que provocaría entonces movimientos
    desordenados de dichos miembros. Por lo tanto, aunque las
    señales que constituyen las respuestas sean de tipo
    conceptuales, activan únicamente en cada neurona motor las
    respuestas musculares que corresponden a los genes activados en
    ésta cuyo alineamiento de nucleótidos corresponde
    al concepto idóneo que integra el concepto general
    recibido, el cual funciona por esta razón como concepto
    iniciador. Dichas neuronas motoras funcionan entonces como
    filtros para "aceptar" sólo la parte del todo que las
    concierne, "descartando" así el resto de las
    señales que integran los mismos conceptos a los cuales
    pertenecen. Como muy raramente las actividades de orden muscular
    conciernen un solo órgano a la vez, cuando no
    atañan al sistema neurovegetativo, son entonces regidas
    por conceptos y comportamientos.

    En conclusión, aunque el ser humano posee un gran
    control sobre sus órganos motores ellos son siempre
    controlados por datos genéticos inscritos en neuronas que
    se encuentran en zonas de datos instintivos. Lo que permite sus
    movimientos en base a lo mixto es que los datos instintivos se
    encuentran integrando conceptos y comportamientos de orden mixto
    merced a aprendizajes adecuados.

    También, los datos genéticos que rigen el
    sistema neurovegetativo son activados en forma autónoma e
    independientemente del ámbito consciente. Mientras que los
    otros, que rigen lo orgánico o emocional, son activados
    por datos instintivos que pueden unirse en forma conceptual para
    formar conceptos de orden instintivo o mixto e ingresar en la
    zona del consciente. Los datos genéticos son activados
    únicamente por conceptos o series de éstos
    provenientes de las zonas de los comportamientos.

     

     Philippe L.E. Panchout

    Hecho el depósito que marca la ley
    11.723

    ISBN 98743-5929-3

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