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Bondades y perversidades de la reelección parlamentaria




Enviado por Emilio Velazco Gamboa



    Indice
    1. Los
    recursos del actor político

    2. Las bondades
    3. Las perversidades
    4. El caso
    México

    1. Los recursos del
    actor político

    Los parlamentos no deben transmitir una voluntad:
    deben darle forma; y la forma, "transforma".
    Por otro lado, los parlamentos no deben
    sólo representar: deben también "hacer".
    Giovanni Sartori

    Antes de hablar sobre las bondades y perversidades de la
    reelección legislativa, y volviendo a los personajes que
    motivaron este análisis, el politólogo hispano
    José Luis Sanchis señala que todo actor
    político "tiene un ciclo de vida
    como cualquier producto
    determinado. Antes de ser candidato se es militante y persona destacada
    dentro de una actividad determinada en su comunidad. Se
    tiene popularidad, pero se carece de experiencia. Tras la primera
    elección la popularidad sube espectacularmente, se
    sitúa alrededor del 60-70 por 100 de los ciudadanos de la
    comunidad, y su experiencia va aumentando".
    "A partir de ahí, si consigue mantenerse en las siguientes
    elecciones, adquiere una altísima popularidad y una larga
    experiencia hasta que llega un momento en que cae en desgracia y
    se puede producir una quiebra en su
    carrera política".
    Por supuesto, el hecho de que se mantenga, redunda en que
    habrá de seguir siendo postulado y, eventualmente, electo
    o designado para cargos de representación popular o de
    tipo administrativo o directivo ya sea en los órganos de
    su partido o en las dependencias que integran el gabinete de los
    poderes Ejecutivo de la federación o de los estados,
    así como de los órganos de los ayuntamientos.
    Además, estas reelecciones o posteriores nombramientos y
    nominaciones tienen efectos diversos en la vida política
    de su comunidad, del país y del partido de origen de cada
    actor, y darán lugar a otros tantos fenómenos
    dignos de estudio y análisis.
    Sin embargo, es pertinente señalar que existen diversos
    factores que hacen de un actor político un personaje
    viable para obtener, ya sea la primera nominación a un
    cargo legislativo, o bien, la segunda y posteriores nominaciones,
    si se atiende al supuesto de que su ciclo de vida –dicho en
    los términos de José Luis Sanchis– sea
    largo.
    Primero que nada, se ha de mencionar a los recursos que son
    propios del candidato. En el capítulo anterior se hablaba
    de que el trabajo
    comunitario, el trabajo gremial, el trabajo de partido, y el
    trabajo legislativo mismo suelen ser las mejores plataformas para
    catapultar la popularidad de un actor político. En esos
    términos, dicha opinión es confirmada por Sanchis,
    cuando hablaba del ciclo de vida de este tipo de personajes.
    Por supuesto, en todos los momentos de presencia pública
    del actor político, sea como dirigente o representante
    popular, como candidato a un cargo cualquiera, como miembro de un
    gabinete de gobierno, etc.,
    sus recursos personales así como los recursos del partido
    político aplicados en favor suyo serán
    determinantes. No obstante, queda la pregunta en el aire: ¿Por
    qué son adquieren tal importancia?
    Todo actor político tiene dos tipos de recursos que le
    pueden ayudar a obtener triunfos electorales si se manejan
    adecuadamente en las temporadas electorales, o que, durante el
    trabajo gremial, comunitario, de partido y legislativo, si se
    manejan también del modo correcto, los pueden proyectar
    hacia otros cargos de índole política. Estos son
    los:

    1. Recursos endógenos, y
    2. Recursos exógenos.

    En un ejercicio de lexicología política,
    este investigador se ha atrevido a denominar recursos
    endógenos de los actores políticos "a las
    capacidades y cualidades –tanto físicas,
    psicológicas e intelectuales– naturales de su
    personalidad,
    características físicas,
    temperamento, intelecto, etc., mismas que cultiva y desarrolla
    para aplicar en su carrera política.
    También se puede incluir en el rubro de los recursos
    endógenos a las capacidades o cualidades que se resaltan
    de la
    personalidad, características físicas,
    temperamento, intelecto, etc. de éstos, ya sean reales y
    que, en consecuencia, se pulan o perfeccionen; o ficticias, es
    decir, que se diseñen a través de procedimientos
    publicitarios y de mercadotecnia,
    como si se tratara, por decir algo, de las características
    de un actor de libreto, si bien estos últimos ya entran el
    la materia del
    marketing
    político.
    Ello se debe a que el actor político "tiene que ser el
    mejor de todos, porque asume el papel del
    campeón de antaño que se enfrentaba en un duelo
    personal al
    representante del otro bando o pueblo". En parte por ello es que
    "un candidato se transforma con la nominación, al sentir
    sobre sus hombros el peso de millones de voluntades
    apasionadas".
    José Luis Sanchis indica que, debido a que el trabajo del
    candidato exige una continuada comparecencia ante la opinión
    pública, viajes en
    cadena y, en suma, un esfuerzo físico agotador, "es
    imprescindible prepararse, tanto física como moral e
    intelectualmente, para la realización de una
    campaña", aunque es contundente en señalar que, "en
    cualquier caso, la preparación más importante es,
    probablemente, la preparación intelectual y moral", pues
    el actor político "debe tener muy en claro qué
    valores
    defiende, qué valores representa, qué valores
    quiere llevar a efecto y, al mismo tiempo, tiene
    también que conocer cuál es la posición de
    su partido y la posición de los demás partidos
    respecto a una serie de temas importantes que, a lo largo de la
    campaña, aflorarán sin duda".
    Pero, "junto con esta preparación de fondo, existe la
    preparación de forma, que implica, sustancialmente, hablar
    bien en público, saber moverse en medio de un conjunto de
    personas, participar adecuadamente en una conferencia de
    prensa,
    afrontar con buen pie un debate
    electoral", etc.
    El politólogo hispano José Luis Sanchis las enumera
    de la siguiente forma:

    1. Hablar en público, pues el actor
      político, tanto en campañas electorales como en
      cualquier tipo de actuación pública, se ve
      obligado a hacer discursos
      más o menos largos.
    2. Saber actuar en público, pues como normalmente
      están rodeados de mucha gente o participan en actos
      multitudinarios, ello exige que sepan moverse, que sepan
      relacionarse con los ciudadanos.
    3. El tercer aspecto en el que debe entrenarse un
      político es en el de las contestaciones en una rueda de
      prensa. Y sobre todo un legislador.
    4. Finalmente, los candidatos deben estar bien
      entrenados para la realización de los
      debates.

    Hechas estas precisiones, es viable considerar que un
    actor político que ha ascendido a un cargo legislativo o
    que ha sido nominado a uno de tal naturaleza y que
    tiene dominadas estas situaciones, puede manejar de modo
    óptimo sus recursos personales internos.
    Recuérdese pues que en México, al
    celebrarse la renovación de los poderes Ejecutivo y
    Legislativo con base en el principio de mayoría, las
    campañas suelen ser tanto de medios de
    comunicación como personales, y sobre todo personales,
    directas, con una presencia constante en distritos, municipios,
    estados; en foros, conferencias, reuniones de trabajo,
    mítines, etc., constituyendo un trabajo agotador y que
    exige no sólo fortaleza física sino una profunda
    formación y preparación intelectual, personal y
    moral, tanto de fondo como de forma.
    Y más todavía, porque una vez electos a un cargo de
    gobierno, los actores siguen visitando los distritos, estados,
    municipios y aun las comunidades más lejanas, por lo que
    este trabajo de campo nunca se agota. De ahí la
    importancia que tiene la preparación del candidato y la
    optimización de sus recursos personales internos, pues de
    ello dependerá que resista una campaña, que sepa lo
    que debe responder a las preguntas del público y de
    los medios de
    comunicación social, etc.
    Otro factor importante lo constituyen los recursos
    exógenos del actor político. Como en el caso de los
    recursos endógenos, este sustentante se ha dado en
    denominar recursos exógenos a "los medios,
    instrumentos y recursos materiales,
    técnicos, humanos e incluso financieros con que cuenta el
    actor político para mejorar su desempeño como candidato, dirigente o
    representante de su partido o del electorado".
    Entre los recursos exógenos o recursos externos del actor
    motivo de esta tesis, se
    tiene a los siguientes, en los cuales se resumen muchos otros
    tipos de recursos, o se amalgaman de diversas formas los antes
    mencionados:

    1. Su equipo de trabajo.
    2. Una adecuada organización del trabajo de su despacho o
      comité.
    3. Un buen financiamiento de sus actividades.
    4. Su mobiliario, artículos de oficina, el
      sitio de su despacho y los demás recursos necesarios
      tales como teléfono, computadoras, vehículos, etc.
    5. Una adecuada organización de la
      comunicación política.
    6. Una buena estrategia de
      marketing político.

    Hay otro factor importante y que igual se puede contar
    como recurso externo tanto del actor como de su partido: el
    marketing político. En el caso del partido
    político, se considera un recurso externo, pues, si nos
    ajustamos a una definición elaborada por este autor
    universitario, son distintos de los que son propios del partido
    en cuanto a su naturaleza.
    Como propios de su naturaleza, el partido cuenta con los recursos
    financieros que le otorga el Estado
    así como por aquellos que son captados como cuotas o
    donativos provenientes de sus simpatizantes y militantes activos
    acreditados como tales.
    Igualmente, se puede contar a sus estrategias y
    actividades operativas, entendiéndose a las primeras como
    los planes y directrices emitidas por las autoridades partidistas
    de conformidad con lo establecido por la ley en la
    materia, y entre las que se cuentan los planes anuales y, por
    supuesto, los programas de
    acción del partido.
    Las segundas, a su vez, se pueden definir como las actividades y
    eventos
    realizados o susceptibles de realizarse para cumplir con las
    metas y objetivos del
    partido señaladas tanto en planes anuales, mensuales y
    demás, así como los programas de acción
    correspondientes. Entre ellas se pueden contar los
    mítines, las visitas de campo a municipios, localidades,
    etc., las actividades de gestión
    social, las reuniones de consejos políticos, las
    asambleas, etc.
    Un aspecto más de los recursos internos es la estructura, o
    sea, los órganos que componen al partido político,
    y que pueden ser de orden territorial o sectorial. La estructura
    territorial es, a grandes rasgos, los comités,
    delegaciones, fundaciones o institutos que forman al partido y/o
    que lo representan en otras comunidades o entidades.
    Así, se habla de los comités ejecutivos nacionales,
    de los comités directivos estatales o municipales, los
    comités de base, las escuelas de cuadros e institutos de
    formación política, etc. así como otros
    organismos similares del instituto político en
    cuestión.
    En cuanto a la estructura sectorial, los partidos que observan
    estructura corporativa cuentan con múltiples asociaciones
    u organizaciones
    filiales conforman dicha estructura. En estos casos, a manera de
    ejemplo, se tiene a institutos políticos como el Partido
    Revolucionario Institucional o el Partido de la Revolución
    Democrática, de México.
    Tanto uno como otro están conformadas por diversas
    organizaciones de naturaleza popular, obrera y campesina,
    así como corrientes o ligas ideológicas que
    coexisten como parte de ellos. Estas, a su vez, pueden estar
    integradas por otras clases de organismos, uniones, federaciones,
    confederaciones, con sus respectivas estructuras
    territoriales en los niveles nacional, estatal, federal y de
    base.
    Ahora véanse los recursos externos de los partidos. "Los
    recursos externos, al igual que los internos, son medios,
    instrumentos y recursos materiales, técnicos, humanos e
    incluso financieros con que cuenta un partido político
    para desarrollar las actividades propias de su naturaleza
    política y social, tanto en tiempos normales como en
    épocas de elecciones, a fin de permanecer en la
    preferencia del electorado y seguir detentando los órganos
    o poderes de gobierno de su país o localidad, con la
    diferencia de que han sido aportados u otorgados en calidad de
    donación, préstamo o contratación por
    agentes externos al partido, tales como empresarios,
    público en general, agencias especializadas, etc".
    Entre ellos se cuenta el marketing político, que,
    normalmente, desarrollan agencias privadas que trabajan para los
    partidos y que, por mandato de éstos, se encargan de
    desarrollar los planes de comunicación y difusión
    política, especialmente a través de medios de
    comunicación de masas o recursos alternos, tales como los
    carteles.
    Definiciones sobre marketing político o mercadotecnia
    política hay muchas, pero de manera más o menos
    concreta se puede decir que es la aplicación de
    estrategias, medidas y recursos orientados a obtener la
    aprobación popular respecto a la toma de
    decisiones en el marco de la gestión gubernativa, la
    obtención de votos a favor de propuestas y programas
    públicos (cuando se aplican referéndums y procesos
    similares), o la obtención y captación de votos
    para los partidos
    políticos y sus candidatos en tiempos de
    renovación de poderes, órganos de gobierno y
    procesos electorales.
    Otro punto importante aquí podría ser el concepto de
    marketing electoral, que también es parte del marketing
    político, cuando se enfoca, como ya se mencionaba algunas
    líneas atrás, a la obtención de triunfos
    electorales a través de la proyección de los
    candidatos y los principios y
    postulados del partido político.
    Según Mario Martínez Silva y Roberto Salcedo
    Aquino, "la mercadotecnia electoral tiene como objetivo final
    la consecución del voto individual del mayor número
    de electores para que un partido alcance el poder, en un
    contexto democrático en el que, hipotéticamente,
    existe igualdad de
    oportunidades para todos los concurrentes". Esta es, por tanto,
    la definición adecuada y más idónea sobre
    marketing o mercadotecnia electoral.
    Los mismos autores indican que "la mercadotecnia electoral
    sostiene que los procesos de decisión del voto y de compra
    de bienes y
    servicios
    intermedios son muy similares, porque en las campañas se
    intenta vender promesas, ideas materializadas de momento en un
    partido, en un candidato y en un programa
    electoral que componen el producto a vender en el mercado
    político".
    Para concluir esta sección, resta decir que los beneficios
    de la correcta utilización de los recursos tanto
    endógenos como exógenos del actor político y
    de su partido no sólo le servirán a éste,
    sino también a las demás personas que forman su
    entorno y que constituyen un universo
    igualmente importante que él: su partido, los gobernantes
    surgidos de su partido, sus representados y sus
    seguidores.

    2. Las
    bondades

    "Como ya se ha dicho, la imagen de un
    actor político, máxime cuando es un líder
    partidista o gremial, social o empresarial, tiende a fortalecerse
    y/o a reafirmarse cuando ocupa un escaño parlamentario"
    por vez primera, y más aún cuando asciende de un
    nivel a otro o regresa al que ya había ocupado antes. No
    se diga entonces de la proyección que puede llegar a tener
    si recurriese al marketing.
    Ahora bien, la fuerza
    política que gana la imagen del actor se adquiere a
    través de la representación que tiene de su
    organización política y, además, de la que
    tiene de un sector poblacional, ya sea un municipio, distrito o
    estado, pues
    esa calidad se la da el electorado que lo designó como
    representante suyo.
    Las bondades de la reelección parlamentaria se traducen en
    los siguientes aspectos:

    1. La capacidad política del personaje
      político.
    2. El estilo del personaje político.

    A su vez, éstas se traducen en
    beneficios:

    1. Para su partido;
    2. Para los gobernantes surgidos de su
      partido;
    3. Para sus representados, y
    4. Para sus seguidores.

    Esta, obviamente, no es una regla universal, pues
    así como hay actores políticos que pueden tener un
    desarrollo
    importante en este sentido, hay muchos más que no
    sólo no se desarrollarán, sino que pasarán
    por un cargo legislativo prácticamente entre sombras, o
    que, por carecer de iniciativa o un liderazgo
    efectivo, no aprovecharán esta oportunidad tanto personal
    como históricamente provechosa para su trayectoria
    política y partidista.

    La capacidad y el estilo
    "En lo que se refiere a la capacidad política, el actor se
    desarrolla y crece como un profesional de la labor parlamentaria,
    pues optimiza sus facultades personales a la vez que aprende
    nuevas cosas en el transcurso de su período
    legislativo".
    Unido a esto, se desarrollan y perfeccionan sus capacidades en
    otros sentidos igualmente importantes, ya sea como uno de los
    virtuales líderes morales o formales de su partido, de su
    organización o sector, o como líder social. Ello,
    más adelante, se traducirá en fuerza electoral e
    influencia gubernamental.
    El ser humano, multifacético por naturaleza, tiende
    entonces a hacer crecer sus facultades propias y las adquiridas
    antes de ocupar cargos o posiciones sociales o políticas
    relevantes como las de índole política o
    gubernativa. Así, el actor político podrá
    adquirir o mejorar otras como, entre otras, las
    siguientes:

    1. Capacidad organizativa.
    2. Capacidad creativa.
    3. Capacidad de negociación y
      conciliación.
    4. Capacidad de interpretación.
    5. Capacidad analítica.
    6. Capacidad de improvisación.

    "Respecto al estilo del actor político, cuando
    éste es novato, tiende a imitar modelos de
    comportamiento, de actuación y de
    liderazgo. Así, en la mayoría de los casos, cuando
    el actor concluye su primer cargo legislativo, ya ha aprendido lo
    necesario para continuar una carrera parlamentaria ascendente,
    pues conoce y domina las normas de
    actuación del escenario político con base en las
    normas de prácticas y procedimientos parlamentarios. Puede
    que, además, domine las técnicas
    de negociación y conciliación políticas,
    así como lo procesos propios de su trabajo como
    legislador".
    "En fin, que a partir de imitar estilos, el actor político
    termina por crear el suyo y, conforme ocupe escaños
    parlamentarios, se volverá más experimentado y
    astuto, al grado de convertirse en un elemento clave para el buen
    funcionamiento del régimen al que pertenece. Ello le
    garantizará trabajo de manera permanente o, al menos, por
    períodos bastante largos, con el consecuente brillo y
    liderazgo políticos".
    El legislador, según lo dispuesto por la Constitución y por las respectivas leyes y
    reglamentos de prácticas y procedimientos parlamentarios,
    tiene como función
    específica legislar, pero si aparte de realizar bien esta
    responsabilidad se proyecta en la gestión y
    el trabajo comunitario –labor importante, como destacamos
    en el capítulo anterior–, contará con otros
    elementos que le darán realce.
    Partamos de esta consideración: el actor político,
    cuando ocupa por primera vez un cargo de elección popular,
    por muy conocido que sea entre sus representados, siempre
    será un desconocido para muchos. Pero si desempeña
    un buen papel como legislador, líder de
    organización o partido, gestor y promotor de obras para el
    desarrollo comunitario y como ciudadano honesto, no hay duda de
    que será reconocido por todos o, al menos, por una gran
    mayoría de sus representados.
    "El actor político, como pieza clave de su partido y de su
    régimen, posee varias cualidades que lo llevarán a
    ejercer el principio de rotación política en el
    que, como ya se dijo, van de Diputados a Senadores y viceversa, o
    de ahí a funcionarios públicos o dirigentes
    partidistas de nivel nacional o local, etc. Ello puede redundar
    positivamente en varios aspectos que a continuación
    estudiaremos".

    Incidencia de las bondades en el entorno del
    legislador
    Como ya se ha dicho en esta tesis, el principio de
    rotación política incide positivamente en varios
    aspectos de la vida y el entorno del legislador, pero
    principalmente para su partido, para los gobernantes surgidos de
    su partido, para sus representados y para sus seguidores.
    "Para su partido, en primera instancia, porque con toda la fuerza
    de su imagen y liderazgo, los actores serán capaces de
    atraer, guiar y dar directrices a los miembros destacados y a las
    bases de su partido, lo cual se traducirá en contundentes
    triunfos electorales".
    Independientemente de la utilización de recursos internos
    o externos, los partidos políticos encuentran un gran
    sustento en sus hombres y mujeres. Véase, por caso, al
    mandatario poblano Melquíades Morales, cuya presencia e
    influencia no sólo se utilizaba provechosamente para el
    PRI en Puebla, sino que fue –como muchos otros personajes
    igual de reconocidos que él– delegado de ese partido
    en muchos estados de la República.
    Y eso, sólo si se habla de política interior.
    Cuántas cosas no podrían decirse acerca de
    personajes que fungen o han fungido como representantes
    diplomáticos de los Estados Unidos
    Mexicanos ante otras naciones o ante organismos
    internacionales.
    "Para los gobernantes surgidos de su partido,
    específicamente para los titulares del Ejecutivo en
    cualquiera de sus niveles, porque al ayudar a obtener la
    mayoría parlamentaria, podrán ejercer la fuerza de
    su imagen y liderazgo en favor de la aprobación de los
    programas y proyectos de
    dichos mandatarios".
    Este hecho es una aseveración total y que no requiere
    comprobación o sustento documental en el caso de
    México. Simplemente recuérdense todas las
    iniciativas que, por poner un ejemplo, los presidentes de la
    República solían enviar al Honorable Congreso de la
    Unión, donde los líderes morales de las
    cámaras y del grupo
    parlamentario del partido que detentaba el poder hacían
    que las votaciones a favor de la aprobación de dichas
    iniciativas fueran contundentes, incluso cuando los legisladores
    pudieran no estar de acuerdo con ellas.
    Sin hombres y mujeres como Luis Donaldo Colosio, Beatriz Paredes,
    María de los Ángeles Moreno, Humberto Roque
    Villanueva y otros más, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y
    los demás presidentes surgidos de las huestes
    priístas jamás hubieran llevado a cabo muchas de
    sus obras y reformas, algunas célebres y otras, de triste
    memoria para
    el pueblo de México.
    "Para sus representados, porque dicha fuerza se revierte y
    traduce en el apoyo irrestricto que los gobernantes antes
    mencionados le dan, respondiéndole de manera inmediata o
    casi inmediata en la gestión y realización de obras
    y servicios públicos a favor del desarrollo de las
    comunidades que tiene bajo su representación. Ello,
    evidentemente, le seguirá generando votaciones elevadas y
    rotundas".
    Este también es un ejemplo más de la maquinaria
    priísta en la historia del México
    moderno. Todos los candidatos y representantes populares emanados
    del PRI, ya fuera en tiempos electorales o no, regularmente
    solían promover obras públicas ante los gobiernos
    municipales y/o estatales.
    Esta tendencia, claro, se perdió con los años, y
    fue una de las múltiples causas –junto con las
    recurrentes y terribles crisis
    económicas sexenales– que llevaron a este instituto
    político a perder el lugar que, al menos oficialmente
    –si es que no se desea entrar en discusiones mayores o
    análisis– siempre tuvo entre el electorado.
    No obstante, hasta hace pocos años era normal ver a los
    candidatos, especialmente los que aspiraban a cargos municipales
    o parlamentarios, y a los gobernantes, especialmente a los
    legisladores, recorriendo sus comunidades o distritos, o
    recibiendo solicitudes en sus oficinas, ya fuera para la
    gestión y dotación de obras públicas
    agua potable,
    alcantarillado, drenaje, caminos o carreteras, etc.– o
    prestaciones
    de lo más variado –trofeos para campeonatos
    deportivos,
    Finalmente, las bondades se hacen sentir también "para sus
    seguidores, quienes, generalmente, son su equipo de
    campaña y de apoyo parlamentario: secretarios
    particulares, personal auxiliar y de servicios, asesores, etc.
    pues casi todos gozarán de su recomendación ante
    los órganos del partido y del gobierno para que ocupen
    cargos tanto de representación popular como de
    índole administrativa".
    Si ellos, por su parte, son capaces, visionarios y talentosos,
    podrán llegar a suceder a sus predecesores con éxito
    indiscutible. Todo ello, a su vez, se seguirá traduciendo
    en beneficio de su partido, sus gobernantes, sus representados y
    sus seguidores, tal como lo fue en el caso de su antecesor en los
    cargos políticos.

    3. Las
    perversidades

    Las perversidades de la reelección legislativa
    pueden fijarse en los mismos aspectos que las bondades,
    así que iniciaremos este análisis con el siguiente
    desglose:

    1. La imagen del actor.
    2. La capacidad política del actor.
    3. El estilo del actor.

    Imagen, capacidad y estilo
    "En cuestión de imagen, los actores llegan a ser
    verdaderos baluartes del régimen, al grado de poder opacar
    la presencia de otros actores, igual e incluso más
    brillantes".
    "Ello provoca que los actores se conviertan en instituciones
    al interior de las instituciones mismas; tanto que, a veces
    parecen insustituibles, cosa que les permite ejercer gigantescos
    monopolios que, a la larga, producen la descomposición del
    régimen al que pertenecen, pues degeneran en vicios como
    los siguientes:

    1. Corrupción.
    2. Nepotismo.
    3. Protagonismos.
    4. Cacicazgos.
    5. Divisiones.
    6. Rupturas.
    7. Escisiones.
    8. Violencia institucional.
    9. Violencia pública".

    Pero además, las peores cosas ocurren cuando
    ellos ya no están ahí para arreglar los problemas,
    pues una vez que dejan los cargos políticos, ya sea por
    efectos de retiro de la escena política, por abandono
    necesario –cuando de plano tienen que desaparecer de
    ella– o porque se van a ocupar nuevas comisiones,
    difícilmente regresan a enderezar el rumbo de la nave.
    Como es lógico suponer, las perversidades de la
    reelección legislativa y de la rotación
    política perjudica al partido, a los gobernantes que hayan
    emanado de éste, a los representados y a los seguidores de
    los actores en eventual retiro.

    Incidencia de las perversidades en el entorno del
    legislador
    "En cuanto a su capacidad política, estos líderes,
    una vez que ya han desarrollado al máximo sus habilidades
    como negociadores y estrategas, empiezan –no en todos los
    casos, aunque sí en una parte bastante considerable- a
    volverse mañosos, manipuladores y puede ser que hasta
    marrulleros".
    Esto no es necesariamente nocivo para sus partidos y sus
    gobernantes, pero de cualquier modo, no es una actitud legal
    para con sus adversarios. Dicen que "en la guerra y en
    el amor, todo
    se vale" y que en política es igual, pero la ética
    –o lo que debería ser la ética de los
    legisladores– exige cierto respeto para los
    representantes provenientes de otros partidos, quienes, cuando
    mucho, serán sus rivales o adversarios, pero no sus
    enemigos.
    No obstante, aunque dichos personajes lo fueran, los enemigos
    merecen ciertas consideraciones hasta en el momento mismo de
    hacerlo pedazos, pero de la ética se hablará en
    otra parte de este sencillo tratado.
    Por supuesto, "el estilo del actor político también
    sufre alteraciones negativas y se hace obligatorio hacer
    alusión a ellas.
    ¿Quién no recuerda al político
    engreído y déspota que trataba mal a sus
    representados, a los comunicadores sociales e incluso a sus
    compañeros de sector o de partido? ¿Quién no
    los ha visto hacer gala de pedantería y prepotencia?
    ¿Quién no se ha molestado y hasta quejado por sus
    abusos y excesos? Y eso se da en todos los partidos".
    Lo peor es que, como la miel a las moscas, este tipo de actores
    atrae a toda clase de barbajanes y lambiscones que se sienten
    felices de comportarse como ellos o que, por quedar bien ante sus
    ojos, asumen sus actitudes y se
    olvidan de que la política es un servicio y no
    una suerte de feudalismo.
    Pero cuando dichos actores conservan, pese a sus malas
    prácticas y malos hábitos, una importante fuerza
    política, se hace virtualmente imposible –como se
    dice en ese ambiente– "mandarlos a la congeladora".
    "Esto debe verse así: si esa fuerza es significativa, de
    algún modo se les tiene que seguir dando juego en el
    escenario político, pues de lo contrario podrían
    hacer una especie de berrinche –perdón, pero esa es
    la palabra correcta- y abandonar las filas de su instituto,
    llevándose –de paso- a una valiosa cantidad de
    militantes y mermando, en consecuencia, su potencial
    electoral".
    Claro que también hay actores que abandonan sus partidos
    cuando –independientemente de que sea de manera justa o
    injusta– se les niega la nominación para cargos
    cumbre como los ya conocidos. Ello causa serias rupturas para sus
    partidos, y están vistos los casos de hombres fuertes en
    sus partidos que, con una gran imagen y capacidad
    política, marcharon contra ellos porque se les negaron
    nuevas oportunidades en el ámbito público.
    Un gran ejemplo de ello es la dupla Cárdenas-Muñoz
    Ledo, quienes, cuando salieron del PRI hacia el final de la
    década de los ochenta, causaron la que sería la
    primera y definitiva gran ruptura hacia el interior del decadente
    partido oficial. Posteriormente, al crear el PRD, transformaron
    todas las estructuras políticas de este país.
    Otros grandes ejemplos son Ricardo Monreal Ávila (en
    Zacatecas), Alfonso Sánchez Anaya (en Tlaxcala) y Pablo
    Salazar Mendiguchía (en Chiapas), cuyos liderazgos
    determinaron la derrota de su partido de origen –en este
    caso, el PRI– y el ascenso de su partido de tránsito
    o de destino final –el PRD y las coaliciones
    respectivas–.
    "Cuando, en determinado momento, los actores que ocupan esta
    sección no son muy convenientes o no son de la preferencia
    del régimen vigente pero por otra parte siguen siendo
    bastante destacados como para arriesgarse a ponerlos en su
    contra, no queda más camino que colocarlos en
    aplicación del principio rotación
    política".
    Como no resultaría muy inteligente ubicarlos en sitios
    estratégicos de la administración
    pública o las dirigencias partidistas, se procura
    nombrarlos delegados, asesores, secretarios adjuntos, consejeros,
    representantes, etc. y en muchas ocasiones, la reelección
    legislativa implica "darles en qué entretenerse"
    además de permitirles "mantenerse visibles" sin que eso
    signifique darles minucias pero tampoco posiciones que de, otra
    manera, les darían poder suficiente como para convertirlos
    en una amenaza a la estabilidad del régimen.
    "Esto viene en detrimento para su partido, ya que empiezan las
    desconfianzas, la formación de camarillas, el cabildeo
    –que acaba en espionaje– y los choques y pugnas entre
    correligionarios. Ello debilita la unidad y cohesión
    interna y, consecuentemente, su capacidad de resistencia y
    respuesta ante los embates de los distintos adversarios
    políticos, quienes –de ponerse listos–
    podrían optimizar tal situación y traducirla en
    triunfos electorales de importantes alcances".
    Actualmente, esto se produce en forma de alianzas y coaliciones,
    y aunque se presta a hablar sobre las veleidades, devaneos y
    escasa seriedad de los postulados ideológicos de los
    partidos, es un mecanismo reconocido por la legislación
    electoral vigente.
    "Para sus gobernantes, igual que para sus partidos, porque lejos
    de ser un resorte que permita darles impulso, se convierte en un
    pesado lastre que reduce su potencial de ascenso y
    desarrollo".
    Aquí, cualquier cosa que se mencione puede ser o no
    discutida, pero es insoslayable: no se puede ignorar o pretender
    dejar como si no fuese un hecho. ¿Qué puede
    decirse, por ejemplo, cuando personajes que antes no cumplieron
    con sus responsabilidades oficiales regresan para postularse al
    cargo? Sencillamente, el electorado no vota por ellos sino por
    otros partidos o candidatos.
    "Para sus representados porque, al no estar bien su
    relación con los encargados de la
    administración pública, no reciben el apoyo y
    la atención en la gestión y
    realización de obras y servicios. Todo ello va en
    perjuicio de la credibilidad de su partido, e inexorablemente,
    redundará en los siguientes resultados electorales.
    Además, dicha crisis se agudiza cuando los actores no
    tienen representados a los cuales rendirles cuentas dado que
    llegan a los escaños por la vía plurinominal".
    Todo esto conduce al nacimiento de una especie de burocracia
    legislativa: el actor se hace viejo en el escenario aunque ya no
    tenga mayores cualidades que ofrecer, generando atraso en lugar
    de avance.
    "Finalmente, las perversidades de la reelección
    legislativa van en detrimento de los seguidores del actor pues,
    ya sea por protagonismo o por rotación política,
    éste siempre les estará robando su oportunidad
    histórica de ocupar un sitio en el seno del Poder
    Legislativo mexicano, el cual sería muy bueno para su
    trayectoria política, para la preservación de su
    partido en el poder, para apoyo de sus gobernantes y para
    satisfacción de la voluntad y requerimientos de sus
    representados".
    Pero lo anterior no sólo irá en perjuicio de los
    seguidores del actor, sino para otros actores que, seguramente,
    también estarán esperando su respectiva oportunidad
    histórica, misma que perderán a causa del
    protagonismo o de la interminable rotación de tales
    personajes.

    4. El caso
    México

    Tanto las bondades como las perversidades de la
    reelección legislativa pueden observarse en los actores
    que militan tanto en los partidos mayoritarios como en los
    minoritarios del México contemporáneo, desde hace,
    al menos, cuarenta años. Los partidos mayoritarios, para
    el caso que nos ocupa, acceden a los cargos parlamentarios tanto
    por el triunfo en los distritos electorales uninominales como en
    la asignación de curules por el principio de
    representación proporcional.
    En cambio, los
    partidos minoritarios, tanto a nivel federal como local, siguen
    teniendo en la asignación plurinominal su principal o
    única ruta de acceso al Legislativo mexicano.
    En todos los partidos, salvo algunas raras excepciones, la
    postulación y registro de
    candidatos a escaños parlamentarios por el principio de
    representación proporcional, o sea, la elaboración
    de listas regionales de candidatos a Diputados o Senadores, es
    prácticamente una decisión cupular, ya sea que
    dependa del comité nacional o estatal correspondiente o de
    un grupo de miembros prominentes del partido de que se trate (sea
    un consejo político, una comisión, etc.).
    Ello hace que el compromiso de los nuevos legisladores asignados
    sea con su partido, con el grupo de miembros prominentes o con
    algún padrino, pero no con el electorado. No obstante, por
    lo regular, la mayoría de estos legisladores ocupan el
    cargo una sola vez.
    Con ello han evitado robarle su oportunidad histórica a
    muchas otras gentes que militan en sus institutos
    políticos. De hecho, estos personajes y sus respectivos
    partidos son, en el México contemporáneo, quienes
    principalmente atacan a la reelección legislativa. Desde
    luego, sus razones y sus posturas ideológicas son muy
    variadas, pero la situación es prácticamente la
    misma en todos los casos.
    En los casos conocidos y analizados de actores que provienen de
    partidos minoritarios y que se han reelecto en puestos
    parlamentarios, se han observado los mismos síntomas que
    en los legisladores de partidos mayoritarios que han repetido
    varias veces en los mismos cargos, incidiendo tanto en las
    bondades como en las perversidades del fenómeno, pero
    correspondería abordarlo y comprobarlo a un estudio
    más especializado y enfocado hacia dicho fenómeno.
    No obstante, se puede hacer este señalamiento porque
    existen documentos que
    así lo demuestran.

     

     

     

    Autor:

    Ò Emilio Velazco Gamboa

    Mexicano, 31 años de edad, es Licenciado en Ciencias
    Políticas por la Universidad del
    Desarrollo del Estado de Puebla (UNIDES). Tiene los Diplomados en
    Derecho Electoral y en Derecho
    Constitucional, por la Universidad Cuauhtémoc.
    Actualmente es consultor académico e investigador
    independiente.

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