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Compendio de geomorfología de Venezuela




Enviado por Jesus Santiago



    1. Morfología
      fluvial
    2. Estructuras horizontales y
      pliegues
    3. Bloques
      fallados
    4. Masas cristalinas y formas
      volcanicas
    5. Morfología de
      litorales
    6. Morfología
      glacial
    7. Morfología
      eólica
    8. Bibliografía

    INTRODUCCION

    El presente trabajo es solamente una breve
    recopilación de un conjunto de ejemplos sobre la morfología
    de Venezuela. Por
    lo tanto, no se pretende agotar en tan pocas páginas todo
    lo referente al estudio del relieve de
    este país del norte de Sudamérica. El objetivo es
    dar a conocer algunos casos concretos siguiendo el esquema
    aplicado por Strahler (1981). Los modelos
    tomados por dicho autor son extraídos en su mayor parte de
    la morfología norteamericana; sin embargo, son comunes a
    una gran cantidad de hechos naturales propios del medio
    intertropical. Los estudios sobre el relieve venezolano son
    realmente escasos. Los de mayor acceso al público son tan
    sólo breves capítulos que forman parte de los
    textos de geografía de la educación
    básica, los cuales quedan cortos ante la gran variedad de
    hechos geomorfológicos, muchos de ellos desconocidos por
    las grandes mayorías. El autor del presente escrito espera
    entonces contribuir con la difusión de estos
    conocimientos, lo cual pudiera ser útil tanto para los
    investigadores interesados en el tema, así como para los
    estudiantes que se inician en el estudio de las ciencias de
    la
    Tierra.

    MORFOLOGIA
    FLUVIAL

    El río Orinoco es el más extenso del
    país; a lo largo de su curso, desde sus nacientes hasta su
    desembocadura, ha determinado la formación de diversos
    paisajes. En sus cabeceras, al igual que en sus ríos
    tributarios, el Orinoco presenta valles encajonados, cuyos
    cuerpos de agua circulan
    por valles en forma de V. Las fracturas del basamento producen
    saltos o cataratas. No muy lejos del cerro Delgado Chalbaud, los
    ríos han desarrollado un pequeño lecho de
    inundación, lo que les permite divagar en trenes de
    meandros, bordeados ocasionalmente por lagunas en media luna. Los
    valles más amplios poseen una terraza bien drenada; es
    decir, que escapa al efecto de las inundaciones, lo cual ha
    permitido la construcción de pistas de aterrizaje por
    parte de mineros furtivos. Los rellenos aluvionales de un buen
    número de dichos valles, son ricos en oro, por lo que es
    común observar actividades mineras ilegales. Dicho mineral
    suele encontrarse en capas profundas, entremezclado con capas de
    arena, grava y cantos rodados. Esta capa de sedimentos gruesos
    está recubierta por suelos arcillosos
    que sustentan a una vegetación boscosa exuberante
    (Santiago, 1993).

    En las inmediaciones de Platanal y Mavaca, el Orinoco
    circula sobre amplias planicies constituidas por aluviones en
    cuyas capas superficiales predominan las texturas finas. En
    general, el río está controlado por las estructuras
    (fallas y diaclasas) del basamento, por lo cual exhibe tramos
    rectos y angulares, y en su lecho son característicos los afloramientos rocosos.
    Cuando el río atraviesa rellenos de materiales no
    consolidados tiende a formar meandros, aunque no tan
    pronunciados. El paisaje en el cauce del Orinoco es distinto
    entre las épocas seca y húmeda: en el estiaje
    quedan al descubierto afloramientos de rocas de distinta
    índole (gneises, granitos, etc.); a su vez, se generan
    extensas barras de arena a lo largo de los sectores de flujo
    lento. Todos estos rasgos quedan sumergidos durante el
    período de aguas altas, cuando el líquido se torna
    de un color
    marrón claro debido a la enorme carga de sedimentos en
    suspensión que viajan pendiente abajo.

    Las planicies que bordean al Orinoco son de carácter
    inundable. En el estado
    Amazonas las planicies tanto de este río como de muchos
    otros, presentan un microrrelieve irregular a causa de la
    sufusión; es decir, gracias a la pérdida de
    suelo por el
    transporte
    subterráneo de partículas. Por eso se han originado
    redes intrincadas
    de hoyos y canales (Santiago, 1995).

    Cerca del campamento de las Nuevas Tribus en Tamatama,
    el Orinoco se bifurca y drena parte de sus aguas hacia el brazo
    Casiquiare. Este fenómeno se debe seguramente al retroceso
    de las cabeceras de dicho brazo, el cual tiene la tendencia de
    capturar completamente las aguas de las cabeceras del
    Orinoco.

    En los alrededores de Ciudad Bolívar, el Orinoco
    está bordeado por las altiplanicies de la formación
    Mesa, constituida por sedimentos del Plio-Pleistoceno. El origen
    de estas elevaciones se debe a un levantamiento reciente en los
    alrededores del norte del escudo Guayanés; en
    consecuencia, la socavación vertical de los cuerpos de
    agua ha creado relieves de mesas bordeadas por escarpes de
    moderadas a fuertes pendientes, vertientes afectadas
    considerablemente por la erosión en
    cárcavas. Los ríos que dividen las mesas, en muchos
    casos, por haber desarrollado amplios lechos de
    inundación, siguen una trayectoria meandrada.

    Topográficamente, en Ciudad Bolívar las
    mesas presentan dos niveles, lo que sugiere que el levantamiento
    de la región ha sido objeto de alguna pausa. En el medio
    físico de esta ciudad también hay rellenos del
    Holoceno, justo a orillas del Orinoco. El casco antiguo de dicha
    población se ha erigido sobre una
    elevación conformada por rocas metamórficas del
    complejo de Imataca (Precámbrico). Estas lomas estuvieron
    seguramente sepultadas por los sedimentos de Mesa durante el
    Pleistoceno.

    La desembocadura del río Orinoco se caracteriza
    por la presencia de un delta de grandes dimensiones, de forma
    más o menos arqueada; éste posee un patrón
    de drenaje anastomosado, con numerosos ramales interconectados.
    Las islas de este paisaje poseen áreas inundables donde se
    han acumulado extensas capas de turberas, o restos de materia
    orgánica que se acumula en las zonas pantanosas. En los
    flancos de los brazos se han formado muros de contención
    naturales o bancos, de
    textura arenosa y de mejor drenaje, que es donde se ubican los
    poblados o caseríos. En las proximidades del océano
    se han producido pantanos costeros o marismas. Durante la pleamar
    la inundación es más severa que durante la bajamar,
    sobretodo si se trata de la época de lluvias. En los
    caños, la dirección de la corriente se invierte y
    fluye aguas arriba durante la pleamar. Los depósitos
    costeros del delta se orientan hacia el noroeste siguiendo la
    misma dirección de la corriente del Atlántico. A
    largo plazo quizás sea posible que la zona continental se
    conecte con Trinidad mediante el continuo aporte sedimentario del
    Orinoco. En los brazos del delta predomina la vegetación
    de manglar; este tipo de vegetación hace que los
    sedimentos se estabilicen y que la parte continental le gane cada
    vez más territorio al océano. El manglar es un
    ambiente
    especial, criadero de infinidad de especies de animales
    (aves, mamíferos, peces, etc.) y
    es además una fuente potencial de madera
    (Cárdenas,1965).

    Cabe destacar otros ejemplos interesantes de la
    morfología fluvial de Venezuela. Tal es el caso de las
    potentes terrazas formadas en los ríos del sistema de Los
    Andes, como en los ríos Motatán y Chama del
    estado
    Mérida, donde la acción fluvial ha construido hasta
    tres niveles de terrazas (Fig. 1). Esto se debe, probablemente, a
    los cambios climáticos ocurridos durante el Cuaternario,
    cuando en los períodos glaciales el clima era muy
    frío, seco y la vegetación era escasa; por lo cual
    grandes extensiones de suelo quedaban al descubierto, sin defensa
    alguna ante el ataque de las lluvias torrenciales. El arrastre y
    sedimentación excesivos se encargó de colmatar,
    entonces, el fondo de los valles, a manera de numerosos abanicos
    coalescentes. Luego, al cambiar las condiciones climáticas
    o al hacerse el clima más húmedo y cálido,
    el relleno sedimentario fue cortado verticalmente,
    creándose una terraza (Schubert, 1976); es decir, un
    relieve de tope plano bordeado por un escarpe ascendente y por
    otro descendente. Posteriormente, la alternancia de
    períodos secos y cálidos hizo que aparecieran otros
    niveles de terrazas a modo de escalones. Dichos relieves son el
    asiento de la mayor parte de las ciudades y pueblos de Los Andes,
    así como de la mayoría de las actividades humanas:
    agricultura,
    vías de comunicación, servicios
    turístico-recreacionales, etc.

    Cierta cantidad de ríos morfológicamente
    jóvenes ubicados tanto en las vertientes montañosas
    andino-costeras, así como en el escudo Guayanés,
    por la forma de sus valles (perfiles en V y alta capacidad de
    almacenamiento de
    agua) y de sus altos caudales, han determinado la
    construcción de represas útiles para la producción de energía
    eléctrica y para la obtención de agua potable;
    por ejemplo, los ríos Uribante y Santo Domingo en Los
    Andes y el río Caroní en Guayana.

    Gran parte de los Llanos Occidentales (estados
    Portuguesa, Barinas, Apure) están conformados por
    depósitos aluvionales del Holoceno, provenientes de la
    destrucción de las vertientes andinas. En ellos es
    común la existencia de ríos meandrados, con lagunas
    "madre viejas". Los flancos de los ríos presentan bancos
    de texturas gruesas. El declive entre éstos y la zona
    más alejada recibe el nombre de napa, y está
    conformado por texturas intermedias (limos). Las zonas más
    depresionales o bajíos, poseen texturas más finas
    (arcillas) y permanecen inundadas durante la época de
    lluvias. El terreno plano y la abundancia de nutrientes hacen de
    esta región un ambiente ideal para la cría de
    ganado y para la siembra de cultivos adaptados a los medios
    inundables.

    ESTRUCTURAS
    HORIZONTALES Y PLIEGUES

    El ejemplo más concreto de
    estructuras horizontales en Venezuela se tiene en los estados
    Amazonas y Bolívar, en rocas de la provincia Roraima, del
    Precámbrico superior. Las mesas o tepuis están
    constituidas por rocas sedimentarias como areniscas, lutitas,
    limolitas, conglomerados y, localmente, por capas de rocas
    volcánicas. Las áreas de estratos horizontales se
    ubican en el centro de los macizos sedimentarios, mientras que en
    la periferia los estratos se hacen más inclinados; de
    manera que los relieves del núcleo son de topes planos o
    ligeramente inclinados, mientras que en los alrededores se
    presentan relieves como cuestas, hogbacks y valles monoclinales.
    Sobre estas estructuras se observan también ríos
    consecuentes, cuerpos de agua que han conservado un mismo cauce a
    lo largo de millones de años. El fenómeno puede
    observarse en zonas como La Gran Sabana, Guaiquinima, el cerro
    Parú, etc. (Fig. 2). En ciertas localidades de Amazonas se
    observan relieves desarrollados sobre estructuras anticlinales
    presentes en las rocas de Roraima. Se supone que la inestabilidad
    tectónica y el plutonismo fueron más fuertes hacia
    el oeste de la Provincia Roraima, por lo cual las rocas aparecen
    allí más deformadas y los cuerpos sedimentarios son
    menos extensos o menos continuos que en el este (TECMIN, 1987).
    En los relieves de Roraima ocurren procesos
    erosivos pseudo-kársticos, tales como se observa en la
    mesa del Sarisariñama, al suroeste del estado
    Bolívar. A raíz del proceso de
    disolución de la sílice de las areniscas, se han
    producido aberturas gigantes, o simas, a causa del colapso del
    techo de profundas cavernas (CORAVEN, 1993). Los orificios o
    cuevas que se observan en las paredes del cerro Autana, en
    Amazonas, son el resultado del mismo proceso. En el techo de las
    cuevas de areniscas se pueden formar, aunque escasamente, algunas
    estalactitas de cuarzo amorfo.

    Las formas de relieve asociadas a pliegues se hacen
    patentes en los sistemas
    montañosos de la Costa y Los Andes, a causa del
    levantamiento de bloques que se han sucedido en esas franjas, a
    partir de la dinámica de las placas tectónicas.
    Por tal motivo, el ascenso de grandes masas de la corteza durante
    el Terciario ha generado la deformación de las rocas
    sedimentarias que, luego de ser parcialmente destruidas, dan
    lugar a relieves alargados de cuestas y hogbacks. Además
    de los movimientos verticales, los ha habido también
    oblícuos y horizontales, y como reflejo de esto se tiene
    en muchos casos la existencia de numerosos pliegues anticlinales
    y sinclinales, en rocas del Cretáceo que forman parte del
    sistema de la Costa Oriental, en los estados Anzoátegui,
    Monagas y Sucre. Al borde de la cordillera de Mérida
    también es notoria la existencia de estos lineamientos,
    cuyas rocas buzan hacia los piedemontes de las franjas
    montañosas. La abundancia de calizas en la zona de
    Monagas, por ejemplo, ha dado lugar a un extenso e intrincado
    sistema de galerías, producto de la
    disolución del carbonato de calcio (erosión
    kárstica), lo que se asocia a lluvias abundantes y a la
    acidificación de las aguas por parte de la materia
    orgánica presente en la superficie. El ejemplo más
    conocido es la cueva del Guácharo, ubicada en Caripe,
    estado Monagas, donde la acumulación de carbonato de
    calcio en el techo, paredes y suelo de las cuevas, ha dado como
    resultado esculturas naturales realmente espectaculares (CORAVEN,
    1994).

    BLOQUES
    FALLADOS

    Venezuela posee bloques fallados a lo largo de todos los
    sistemas montañosos, lo cual es obvio en el desarrollo de
    los paisajes. La acumulación de fuerzas en el contacto de
    inmensas geofracturas, ha traído consigo el levantamiento,
    hundimiento, plegamiento y basculamiento de múltiples
    bloques, tal es el caso de la zona de fallas de Boconó, la
    que se extiende en sentido noreste por la parte central de Los
    Andes (Zinck, 1980). Las líneas de falla se han convertido
    en valles por donde circulan los ríos principales de dicha
    región. Estos valles se han formado en algunos casos sobre
    bloques hundidos (grabens) bordeados por bloques levantados
    (horsts), como pudiera interpretarse en el corte geológico
    que atraviesa la ciudad de Mérida. Las penínsulas
    de Paria y de Araya, al noreste del país, sugieren que se
    trata de un bloque levantado de aproximadamente 250 km de largo.
    Estas estructuras se prolongan hacia el oeste y tienen una
    estrecha relación con el graben submarino de la fosa de
    Cariaco. La actividad de las fallas se presenta como una
    desventaja para los habitantes de estas regiones, puesto que han
    sido víctimas de ocasionales pero nefastos terremotos.

    En el Escudo Guayanés también se tienen
    numerosos casos de bloques fallados, uno de los más obvios
    en las imágenes
    de sensores remotos
    es el del río Padamo (Amazonas), al este del cerro Duida.
    En esta zona la red de drenaje es fiel
    indicadora de que además de los movimientos verticales,
    también los bloques fueron objeto de desplazamientos
    horizontales a través de fallas de desgarre (Santiago,
    1993). La baja sismicidad en el escudo o la inactividad de las
    fallas significan un bajo riesgo para las
    comunidades que lo habitan.

    Por otra parte, la importancia económica de las
    fallas radica en la posible ubicación de menas de minerales. Las
    fallas que afectan los cinturones de rocas verdes del escudo
    Guayanés se han convertido en planos por donde se han
    alojado millares de vetas de cuarzo aurífero. En
    profundidad (aunque no tengan relación con las formas
    superficiales), bajo la región de Los Llanos y en la
    depresión del Lago de Maracaibo, las redes
    de fracturas han influido notablemente en la creación de
    trampas petrolíferas. Las fallas profundas pueden influir,
    además, en la producción de aguas termales, de gran
    atractivo turístico en diversas localidades de los
    sistemas montañosos andino-costeros.

    MASAS CRISTALINAS Y
    FORMAS VOLCANICAS

    Lo más típico del escudo Guayanés
    es la abundancia de masas cristalinas. En la parte norte,
    formando parte del complejo de Imataca, se han desarrollado
    distintos paisajes sobre cierta variedad de rocas
    metamórficas como gneises, granulitas, cuarcitas,
    anfibolitas y esquistos. Las rocas más resistentes ante el
    intemperismo dan lugar a relieves altos y alargados, como es el
    caso de las cuarcitas y las granulitas. En cambio, las
    menos resistentes dan lugar a depresiones y valles o, al menos,
    colinas de poco desnivel. Los paisajes de esta región
    (montañas, lomeríos, peniplanicies y valles) forman
    franjas paralelas, alargadas y plegadas, tal como sucede hacia el
    oeste de la parte baja del río Caroní (TECMIN,
    1992). Las elevaciones de cuarcita son de gran potencial
    económico cuando poseen un alto tenor de hierro, como
    es el caso de los cerros Bolívar y Altamira en los
    alrededores de Ciudad Piar. El clima Tropical Lluvioso de Sabana,
    caracterizado por un período seco prolongado, determina la
    existencia de una vegetación poco exuberante en la zona
    norte del estado Bolívar, en consecuencia, la baja
    protección hace que haya amplias superficies de roca
    desnuda a manera de atractivos domos de exfoliación y de
    abundantes aglomeraciones de rocas redondeadas (tors).

    Los plutones graníticos que intrusionan a
    diversas rocas ígneas, sedimentarias y
    metamórficas, se presentan en el alto Orinoco a manera de
    gigantescas estructuras circulares ubicándose por lo
    general a mayor altura que las rocas encajantes (Fig. 3). Las
    elevaciones de granito de textura rapakivi en la zona de Los
    Pijiguaos, han dado lugar a una profunda capa de
    meteorización rica en hidróxido de aluminio
    (bauxita).

    En lo que a volcanes se
    refiere, en Venezuela no los hay. Sin embargo hay vestigios de
    que los hubo en un pasado remoto. La abundancia de rocas
    volcánicas en el escudo Guayanés así lo
    confirman, como sucede en las provincias Pastora y Cuchivero;
    incluso, dentro de la secuencia sedimentarias de Roraima se han
    encontrado estratos de rocas volcánicas extrusivas
    (tobas), así como diques y sills de cuerpos intrusivos
    propios del vulcanismo acaecido durante el Precámbrico
    superior. El rebajamiento de las rocas en el escudo no ha dejado
    vestigios más contundentes sobre vulcanismo tales como
    esqueletos o sistemas de diques rodeando a un cuello
    volcánico.

    En la zona de Guaniamo del estado Bolívar, los
    científicos han estado en el afán de encontrar
    allí alguna chimenea de kimberlita, roca madre de los
    diamantes, tal como ocurre en el sur de Africa. Y aunque
    las chimeneas no aparecen, sí pueden encontrarse numerosos
    diques de rocas que intrusionan los gneises, los que posiblemente
    son la fuente de los diamantes, minerales que son
    extraídos principalmente de los rellenos aluvionales de
    Quebrada Grande y de otros ríos de la zona (TECMIN,
    1994).

    Otra especie de volcanes, ya no originados por el
    ascenso de magma, sino de lodo, tienen lugar a inmediaciones de
    El Tigre, estado Anzoátegui. Son pequeñas
    elevaciones en forma de cono, de menos de 2 m de altura. Los
    materiales ascienden a través de grietas que atraviesan
    los estratos de la formación Mesa, y son impulsados hacia
    arriba por los flujos de gas ubicados en
    las profundidades de los depósitos de hidrocarburos.

    MORFOLOGIA DE
    LITORALES

    Venezuela posee una extensión aproximada de 2.100
    km de costas en el mar Caribe y en el océano
    Atlántico. En el lago de Maracaibo el país posee
    cerca de 400 km de costas. Lo que suma un total de 2.500 km. En
    el tramo costero central predominan las costas de
    inmersión, caracterizadas por la abundancia de
    acantilados, promontorios y ensenadas. Parte de las veces las
    bahías se han colmatado de sedimentos y forman playas
    donde se ubican los balnearios. Estas costas fueron inundadas por
    el mar después de la última
    glaciación.

    Los sistemas de fallas son determinantes en la
    formación de los tipos de costas antes mencionados: las
    penínsulas de Paria y Araya, por ejemplo, son el producto
    del levantamiento de bloques a causa de la interacción
    entre la placa del Caribe y la de Sudamérica; los bordes
    costeros de estas penínsulas poseen la misma
    orientación de las fracturas que las bordean. Hacia el
    este de la Isla de Margarita, el borde costero, de
    orientación noroeste, consta a su vez de una fractura con
    la misma orientación, interrumpida transversalmente por
    una falla de desgarre. En la costa oriental de la isla se han
    producido amplias plataformas de abrasión (Fig. 4),
    mientras que, en la parte norte, el flujo de sedimentos aportados
    por la erosión de los acantilados y por los ríos
    que desembocan en ese flanco costero, han dado origen a un
    cordón litoral en forma de arco. Nótese que los
    vientos Alisios soplan desde el nordeste, lo que hace suponer que
    el cordón creció gracias a las derivas desde el
    nordeste hacia el suroeste, a lo largo de los últimos 11
    mil años.

    La evolución de una flecha litoral al norte
    del estado Falcón, puso en contacto a una isla con la
    parte continental, naciendo entonces la península de
    Paraguaná. Otras acumulaciones de esa naturaleza se
    tienen en los estados Anzoátegui y Miranda: cordones de
    arena y grava que encierran a las lagunas de Unare, Píritu
    y Tacarigua, de gran importancia para las actividades pesqueras y
    turísticas. En la desembocadura del lago de Maracaibo se
    tienen también flechas litorales que crean problemas a la
    circulación de los barcos de gran calado.

    Dentro de las costas neutras, aquellas que se forman por
    la acumulación de materiales, se tiene el arrecife
    coralino (tipo atolón) de Los Roques. Este se localiza a
    unos 120 km hacia el norte de La Guaira, y es en sí un
    archipiélago de gran interés
    ecológico y, a su vez, económico, puesto que se
    trata de un ambiente rico en vida submarina.

    MORFOLOGIA
    GLACIAL

    Las glaciaciones del Pleistoceno, finalizada la
    última de ellas hace aproximadamente unos 11.000
    años, fueron responsables del modelado actual de las
    tierras ubicadas por encima de los 3.000 msnm afectadas por la
    formación de glaciares o grandes volúmenes de
    hielo. Se estima que estos períodos fríos tuvieron
    una duración promedio de 100.000 años (Erickson,
    1991), tiempo suficiente
    como para que las vertientes más elevadas de Venezuela
    fuesen atacadas por procesos como: gelifracción,
    nivación y abrasión glaciaria. En efecto, en el
    Sistema de Los Andes (cordilleras de Mérida y
    Perijá) han quedado como evidencias los rasgos
    geomorfológicos típicos de tales procesos. En las
    sierras de La Culata y Nevada de Mérida, hay abundantes
    circos dispuestos en cadenas a modo de rosarios. Estas
    pequeñas depresiones están ocupadas por
    pequeños lagos bordeados por aristas y agudos picachos. En
    ciertos casos, la intersección retrocedente de dos circos
    han dado lugar a pasos naturales o ensilladuras. A lo largo y al
    final de las artesas o valles glaciares quedaron abandonadas
    grandes masas de detritos de formas arqueadas, conocidas como
    morrenas; estas nos dan una idea de hasta donde se extendieron
    las lenguas glaciarias (Fig. 5). La elevada pedregosidad de la
    superficie es un hecho generalizado a lo largo y ancho de estos
    paisajes, y eso se refleja en la abundancia de muros de
    contención y en las paredes de las viviendas de los
    campesinos de Los Andes.

    Hoy en día, el único glaciar existente en
    Venezuela se ubica al pie del pico Bolívar, cercano a los
    5.000 msnm. Esta masa de hielo ha disminuido de tamaño a
    lo largo del último siglo, aproximadamente en un 80%
    (Zinck, 1980). Es posible que esto tenga relación con la
    ocupación antrópica en el valle del Chama, lo cual
    haya podido alterar las condiciones climáticas en las
    cumbres de la Sierra Nevada. Es de recalcar que la
    gelifracción es todavía un proceso altamente
    efectivo, a partir del cual se han derivado extensos taludes o
    conos de derrubios al pie de los riscos rocosos.

    Entre los valles de origen glacial mayormente utilizados
    por el hombre de
    Los Andes están los de las cabeceras de los ríos
    Chama, Motatán y Santo Domingo, en el estado
    Mérida. Dichos valles son el asiento de carreteras y de
    múltiples caseríos, comunidades que dependen
    principalmente de las actividades agrícolas y
    turísticas.

    MORFOLOGIA
    EOLICA

    El caso más concreto de morfología
    eólica en Venezuela se localiza al norte de Coro, estado
    Falcón. En esta zona el clima es semiárido, con un
    promedio anual de 442 mm de precipitación. La sequedad de
    tal región determina la existencia de una capa de
    vegetación escasa (xerófita) que aporta una muy
    pobre protección a los materiales sueltos que recubren la
    superficie. Estas condiciones son favorables a la erosión
    eólica, máxime si la velocidad de
    los vientos Alisios del nordeste sopla en el lugar con
    velocidades promedio entre 16 y 24 km/hora a lo largo del
    año. Nótese la diferencia si apenas se necesita una
    velocidad de tan solo 3,6 km/hora para levantar granos de arena
    de 0,1 mm de diámetro. Por lo tanto los suelos quedan a
    merced de la deflación y se hace propicia la
    formación de campos de dunas. Una de las fuentes de
    materiales es la que aporta el oleaje sobre las playas en el
    istmo (tómbolo) de Paraguaná, desde donde se
    producen dunas longitudinales orientadas de acuerdo con la misma
    dirección de los Alisios (Fig. 6). En el parque nacional
    Médanos de Coro, existen además dunas transversales
    y barjanes. En este caso, la distribución geográfica de los
    distintos tipos de dunas obedece principalmente a los cambios de
    velocidad del viento a medida que éste avanza desde el mar
    hacia tierra
    adentro, tal como se afirma en los tratados de
    geomorfología clásica: las altas velocidades
    producen cuerpos de arena longitudinales; las velocidades
    intermedias generan dunas transversales y, a menores fuerzas,
    aparecen los barjanes o dunas en forma de media luna.

    En otros lugares del país, como es el caso de los
    topes de las mesas en el sur de Monagas, también es
    posible encontrar pequeñas áreas de acumulaciones
    eólicas. Hacia el este de Apure, las imágenes de
    sensores remotos indican la existencia de paleodunas fijadas por
    la vegetación (PDVSA, 1992). Se trata de dunas
    longitudinales y en horquilla, orientadas también de
    acuerdo a la dirección de los Alisios. La forma
    longitudinal dependió seguramente de la incidencia de
    vientos de altas velocidades y de una alta disponibilidad de
    arenas de grano fino (González, 1990); pues las
    partículas de menor tamaño son más
    fácilmente removidas por las corrientes de aire. La
    presencia de tan enorme campo de paleodunas hace suponer que en
    el este de Apure había un desierto donde quizás no
    llovía durante años. El fenómeno tiene que
    ver con los períodos secos y prolongados del Pleistoceno,
    a diferencia del clima de la actualidad (Tropical Lluvioso de
    Sabana), caracterizado por una precipitación cercana a los
    1.500 mm anuales y por la ocurrencia de una prolongada
    época de sequía anual, cuando son favorecidas las
    condiciones detonantes de la actividad eólica y la
    consiguiente formación de barjanes, justo allí
    donde las paleodunas quedan sin la suficiente humedad y sin la
    vegetación herbácea o arbustiva que las suele
    recubrir durante la época de lluvias.

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    Técnica Minera. Ciudad Bolívar.

    TECMIN. 1994. Informe de avance de la Hoja NB-20-5. CVG
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    Zinck, A. 1980. Valles de Venezuela. Cuadernos Lagoven,
    Cromotip. Caracas.

     

     

    Por:

    Jesús E. Santiago

    Especialista en Geomorfología

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