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El rostro oculto del hombre americano




Enviado por vientodeaguila



Partes: 1, 2

    1. Algunos procesos
      históricos claves para entender la historia
      americana
    2. Explorando las
      tradiciones nativas americanas
    3. Anexos
    4. Fuentes de
      información

    PROLOGO

    He escrito este libro pensando
    mucho en aquellos maestros y maestras que, diariamente, enfrentan
    en las aulas de nuestros colegios y universidades la tarea de
    enseñar historia . Yo mismo, en los
    últimos diez años de mi vida, he estado
    haciendo lo mismo: explorando con mis alumnos la memoria que
    nos ha sido legada y que se constituye cotidianamente en el
    conjunto de referentes desde los que construimos nuestro ser
    presente; las formas de vivir y de gobernar las sociedades;
    los utensilios, máquinas y
    herramientas
    que el hombre ha
    fabricado y sus propósitos; los modos de entender el
    conocimiento y de concebir la realidad circundante; las
    maneras de relacionarse consigo mismo y con el entorno que han
    sido ideadas por el ser humano a través del tiempo.

    Estas páginas, son el resultado final de algunos
    años de reflexión sobre la historia antigua y
    reciente de nuestro continente. Han sido alimentadas por
    múltiples lecturas sobre las primitivas tradiciones de los
    pueblos que florecieron en las más heterogéneas
    geografías americanas; por relatos míticos e
    historias sobre las aventuras de nuestros "guerreros
    espirituales", muchas veces escuchados de la voz viva de sus
    protagonistas. También he leído la historia
    oficial. Adicionalmente son, sin embargo, resultado de una
    pasión personal: he
    estado durante algo más de una década buscando a
    los hombres y mujeres que encarnan todavía hoy aquellas
    viejas tradiciones, aquellas maneras de entender la vida, de
    pensar y de relacionarse con los otros hombres y mujeres y con
    todas las criaturas del universo que
    conforman lo que yo denomino "el rostro oculto del hombre
    americano". He compartido con ellos, en días y noches
    inolvidables, las antiguas ceremonias nativas. Siguiendo impulsos
    que muchas veces contrariaban mi razón, he penetrado en lo
    profundo de la selva amazónica en búsqueda de los
    viejos "ayahuasqueros", me he bañado en las cascadas y he
    danzado días enteros en agradecimiento al Sol; he
    aprendido las canciones sagradas que guardan la memoria de
    nuestros abuelos indios y he amanecido decenas de veces
    acompañando a los yachags en sus rituales de
    curación. También he subido a la soledad de la
    montaña a encontrarme "cara a cara" con el
    Espíritu. Con el pasar de los años, ha madurado en
    mí la convicción de que hay una América
    todavía no descubierta, una América que
    escapó a los descendientes de Colón. Una
    América presente en centenares de hombres y mujeres que
    guardaron las antiguas costumbres y tradiciones, los viejos
    rituales propiciatorios, las ceremonias de agradecimiento: los
    tesoros de un conocimiento
    desarrollado desde hace miles de años en nuestras tierras.
    Se trata de un riquísimo patrimonio
    espiritual, que tiene el sello propio de nuestras
    geografías y la marca de nuestros
    abuelos. Es más nuestro por eso, y es por eso que somos
    sus legítimos herederos. He asumido esta herencia y
    también la delicada responsabilidad de guardar algunas de las
    tradiciones de nuestros antepasados. Por razones que
    todavía no consigo explicar, aquello que se inició
    hace años como la simple curiosidad de un estudiante
    universitario hambriento de experiencias intelectuales, ha
    terminado por transfigurar no sólo mi pensamiento,
    sino mi ser entero. No pierdo ya mi tiempo en lamentar los
    sinuosos caminos que he tenido que recorrer para llegar a donde
    estoy: son, simplemente, los que me tocaron en suerte y solo
    tengo gratitud para la vida por haberme llevado a recorrerlos.
    Este libro es por eso, mi muestra de
    agradecimiento para aquellos abuelos y taitas que me introdujeron
    en la sabiduría ancestral y el misterio de nuestras
    tradiciones y que confiaron un día en que podían
    depositar en mis manos la responsabilidad de custodiarlas. A
    veces siento el peso y la magnitud de esta responsabilidad.
    Sé que la palabra escrita es limitada y que mis relatos
    empalidecen los vivos colores de las
    experiencias en que están fundamentados. Sé
    también que la vitalidad de nuestras tradiciones se prueba
    por el hecho de que han sobrevivido el paso de los siglos por la
    sola fuerza del
    ritual y de la transmisión oral. Asumo sin embargo mi
    condición de escritor, mi sueño infantil de ser
    escritor, en la confianza de que más allá de todo
    límite y toda circunstancia, el Espíritu
    está presente en la realización de los
    sueños de los hombres. Asumo también por eso, con
    mi vida, la total responsabilidad sobre el contenido de estas
    páginas que han sido mi reto de guerrero en este
    tiempo.

    Jorge Luis Mazón

    (Huaira Guamán)

    PRIMERA PARTE

    (Algunos procesos
    históricos claves para entender la historia
    americana)

    1. Erase una vez un mundo mágico y
      encantado

     TEMA CENTRAL: "El proceso histórico –
    filosófico de desencantamiento del mundo que dio
    origen a las cosmovisiones utilitaristas del medio
    ambiente"

     PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
    CAPITULO:

    • A partir de la revolución científica
      (siglos 16 – 17) el hombre empieza a dejar de sentirse
      parte de la naturaleza. La razón
      científica lo coloca "fuera de la
      creación", como un observador cuya
      intención básica será en adelante
      descifrar los secretos de la naturaleza con el fin de
      dominarla.
    • Al romperse esa unidad antigua entre el
      hombre y su entorno natural, se abre el camino para la
      irracional sobreexplotación de la
      Tierra que nos ha llevado, a principios del siglo 21, al borde mismo
      del colapso ecológico.
    • Para el hombre de la razón
      científica, ya no hay más una
      relación de respeto y armonía con la tierra. La Tierra ha sido "cosificada" y
      puede ser saqueada para responder al anhelo de
      acumulación de riquezas del hombre
      moderno.

      Hubo un tiempo en la historia humana en la que
    los hombres tenían una "visión encantada" sobre
    el universo en
    que vivían. La magia, que es muy variada, era parte de la
    vida cotidiana de los seres humanos. El universo, era bastante
    más que un mundo de objetos externos al hombre. Así
    vivieron cientos de generaciones en todas las regiones del
    planeta, desde las selvas amazónicas a los desiertos
    africanos, desde las islas de la Polinesia hasta las llanuras
    norteamericanas y la estepa siberiana. El hombre, se sabía
    y se sentía parte integrante de la creación.
    Vivía en un diálogo
    permanente con los otros seres del mundo visible (los elementos,
    las rocas, las nubes,
    los animales y los
    seres del mundo vegetal), así como también con los
    seres de los reinos invisibles (espíritus). Si hay
    algún elemento común a la especie humana, por lo
    menos desde el hombre de Neanderthal (100.000 a.N.e) en adelante,
    por cualquier dirección del planeta por donde se mire, es
    la existencia de prácticas sociales que se suelen
    denominar religiosas, pero que prefiero denominar aquí
    espirituales.

    También se vivió así, aunque hasta
    una época algo más temprana, en las montañas
    y llanuras de Europa
    Occidental. Al decir del profesor y filósofo
    norteamericano Morris Berman, era la visión del mundo que
    predominó hasta que en Europa se llegó a los
    albores de la Revolución Científica (siglos 16-17).
    De ahí en adelante (y es bueno no perder de vista que en
    el siglo 16 comienza la expansión de las metrópolis
    europeas, así como la colonización e
    imposición de la cultura
    occidental en prácticamente todo el planeta), lo que se
    vive es un continuo desencantamiento del mundo (al menos en el
    nivel del pensamiento). Aquel tradicional mundo poblado por
    humanos y muchas otras criaturas, va cediendo terreno a un mundo
    donde la razón científica (con su clásica
    exigencia de rígida distinción entre sujeto y
    objeto, entre observador y observado), virtualmente expulsa al
    ser humano de la creación, lo escinde, para colocarlo en
    el plano aparentemente superior de aquel que tiene una
    razón cuya intención es descifrar los secretos de
    la naturaleza para dominarla. El hombre, que desde siempre
    había sido socio de la naturaleza, empieza paulatinamente
    a separarse de ella. Luego le declarará la guerra.

    "Sujeto y objeto – dice Berman – siempre son
    vistos como antagónicos. Yo ya no soy mis experiencias y
    por lo tanto no soy realmente parte del mundo que me rodea,
    (…) todo es un objeto ajeno, distinto y aparte de mì.
    Finalmente, yo tambièn soy un objeto, también soy
    una "cosa" alienada en un mundo de otras cosas igualmente
    insignificantes y carentes de sentido. Este mundo no lo hago
    yo: al cosmos no le importo nada y no me siento perteneciente a
    él. De hecho, lo que siento es un profundo malestar en
    el alma".

    Pero, ¿qué es lo grave de todo esto? Lo
    grave es reconocer que, durante el 99 por ciento del transcurso
    de la historia humana, el mundo estuvo encantado y el hombre se
    veía a sí mismo como su parte integrante. El hombre
    era un ser tan mágico como todo lo que le rodeaba. La
    importancia y vitalidad de esta cosmovisión se clarifica
    cuando entendemos que, gracias a este sentimiento de
    participación, gracias a esta especial mirada que es
    incapaz de ver en lo otro y los otros una "simple cosa que puedo
    utilizar", la relación del hombre con su entorno fue una
    relación de respeto y armonía. Así pueden
    empezar a entenderse, por ejemplo, cientos de ritos de
    agradecimiento a la Madre Tierra, o los muchos cultos al Sol o a
    los elementos que son comunes a muchísimos pueblos
    "salvajes" y religiones paganas del
    mundo. El hombre, vivió temiendo y respetando aquello que,
    en su entendimiento primario pero no por ello inferior o menos
    sabio y luminoso, formaba parte imprescindible del tejido de la
    vida. Agradecer a la Tierra, o al poder de los
    vientos, era – de algún modo- agradecerse a sí
    mismo, era una manera de tenerse respeto, de estar
    permanentemente reencontrando la propia armonía: Yo no
    daño la Tierra, porque Yo soy la Tierra. Era -sin duda- un
    modo de reconocerse parte del Todo. Dañar el Todo, atentar
    contra la vida en cualquiera de sus formas (su forma
    pájaro, su forma roca, su forma río o pez o
    árbol), era un acto impensable para muchos, pues solo un
    enajenado podría atentar contra sí
    mismo.

    Esta visión encantada del cosmos a la que hace
    referencia Berman, es válida virtualmente para todas las
    sociedades anteriores o que se desarrollaron en áreas
    ajenas a la influencia de la civilización judeocristiana
    occidental. Y es que por razones que permanecen obscuras,
    señala Berman, dos culturas en particular, la judía
    y la griega, fueron las responsables de los comienzos de este
    proceso de desencantamiento:

    "A pesar de que el judaísmo poseía una
    fuerte herencia gnóstica (siendo la cábala su
    único sobreviviente), la tradición oficial
    rabínica (más tarde talmúdica) se
    basó precisamente en la extirpación de las
    creencias animísticas. Yaveh es un Dios celoso: "No
    tendrás otros dioses más que Yo"; y a lo largo de
    la historia judía, la prohibición en contra del
    totemismo -la adoración de ídolos (imágenes
    esculpidas) – ha sido el tema central. El Antiguo Testamento es
    la historia del triunfo del monoteísmo sobre Astarte,
    Baal, el becerro de oro y los dioses de la naturaleza de
    pueblos vecinos "paganos". Aquí vemos los primeros
    destellos de (…) la conciencia
    no participativa: el conocimiento se adquiere mediante el
    reconocimiento de la distancia entre nosotros y la naturaleza.
    La unión extática con la naturaleza se juzga no
    meramente como ignorancia, sino como idolatría. La
    Divinidad debe experimentarse dentro del corazón
    humano; Ella, definitivamente, no es inmanente a la
    naturaleza."

    Los distintos pueblos de América precolombina,
    eran pueblos con cosmovisiones mágicas, como lo atestiguan
    hasta la saciedad su historia, sus mitologías, aquello que
    se ha podido rescatar de su cultura y su ritualidad ancestral y
    que se mantiene vivo todavía en muchísimos pueblos
    y comunidades de todo el continente. Cierto es que la conquista y
    posterior imposición de los modelos
    culturales europeos dio inicio a una época de
    negación, invalidación y virtual
    aniquilación de culturas y cosmovisiones nativas. Pero
    cierto es también que asistimos a una época de
    renacimientos. En palabras de Berman, podemos afirmar entonces
    que "es vital un reencantamiento del mundo". Es vital por cuanto,
    en apenas los últimos cuatrocientos años de la
    experiencia humana, y fruto sobre todo de un proceso de
    alienación en el que el hombre dejó de saberse y
    sentirse parte integrante (orgánica) del cosmos, no solo
    ha conseguido romper esa integridad primigenia (que se expresa
    también en la ruptura cada vez más evidente de la
    psiquis humana), sino -y lo que es peor- casi ha conseguido
    llevar al planeta a su colapso ecológico. El credo de la
    razón científica, que tanto éxito
    ha tenido a todo lo largo del los cuatro últimos siglos,
    hasta llegar a convertirse en el siglo XX en el "discurso
    oficial por excelencia" (ningún discurso tiene tanta
    validez, en nuestra época, como aquel que viene respaldado
    por el membrete de la ciencia),
    ha empezado sin embargo a arrojar un espectro de duda sobre
    sí mismo, como bien lo señalan Baigent y Leigh
    refiriéndose a algunas de las realidades más
    problemáticas de nuestra civilización
    contemporánea:

    "Difícilmente podía resultar razonable
    reunir y almacenar un número de armas nucleares
    capaz de destruir el globo terráqueo sesenta veces;
    difícilmente podía resultar razonable dejar que
    el planeta se superpoblara sin desarrollar los recursos
    adecuados para acomodar tal crecimiento; difícilmente
    podía parecer razonable reducir y agotar los recursos
    existentes sin previsión alguna en vistas a su
    reposición".

    La civilización científica y
    tecnológica nos ha hecho capaces de poner naves en el
    espacio exterior desde las cuales podemos contemplar nuestra
    bellísima y azul casa común. Lo trágico es
    que esta perspectiva pareciera no habernos dado más que un
    lugar desde donde poder contemplar en visión
    panorámica nuestro suicidio
    colectivo.

    ESTAMOS HECHOS DE TIERRA

    "No es de brutos que nuestros abuelos indios
    decían que son hijos de la Tierra. Ni por supersticiosos
    ni por románticos. Cada que yo me llevo un bocado a la
    boca, un plátano, un pan, un pedacito de papa, estoy
    literalmente incorporando a mi cuerpo un pedazo de la Madre
    Tierra. Después, ese platanito, esa papita, se transforman
    en mi sangre, en mis
    tejidos, en
    mis células.
    ¿Me entiendes? Somos de Tierra. Estamos hechos de Tierra.
    Somos uno solo con la Tierra, y eso es bien sagrado".

    ARTURO CHIRIBOGA (yachag
    ecuatoriano)

    IDEAS PARA TRABAJAR EN
    CLASE:

    • Tras leer la cita textual del yachag Arturo Chiriboga
      ("Estamos hechos de tierra"),escribe un ensayo
      donde muestres (usando información científica de apoyo si
      quieres) que el cuerpo físico del ser humano está
      literalmente formado por elementos que provienen de la
      Tierra.
    • Imagina que una mañana despiertas y de pronto
      descubres que puedes percibir otros mundos (dimensiones) que
      están más allá del mundo físico que
      percibes con tus cinco sentidos. Describe tus percepciones, los
      seres que ves, lo que hacen, qué te dicen y qué
      mensajes te traen.
    1. La Tierra en la
      cámara de torturas

    TEMA CENTRAL: "De cómo el hombre se propuso
    dominar a la naturaleza"

    PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
    CAPITULO:

    • El empirismo baconiano, una
      filosofía de espíritu inquisidor, es uno
      de los antecedentes principales en el cambio de visión operado a
      raíz de la revolución
      científica.
    • Francis Bacon propugna una relación de
      dominio del hombre sobre la naturaleza.
      Encarna así el espíritu del hombre que se
      coloca (desde la prepotencia de una razón que se
      cree superior) en posición de enfrentamiento
      contra la tierra.
    • Los demás seres y criaturas de la
      naturaleza son reducidos a la condición de
      sirvientes o meros accesorios que pueden ser usados
      para los fines de este nuevo hombre que se propone
      reinar sobre ellos.

      De algún modo, los orígenes de las
    catástrofes ambientales y la atmósfera
    apocalíptica que nos rodea en este principio de milenio,
    hay que ir a rastrearlos en Europa, en una época donde la
    religión
    oficial (católica) había adquirido intereses y
    compromisos tan "de este mundo", que necesariamente tuvo que
    idear una razón que justificara un estado de cosas muy
    lejano de su naturaleza: el cultivo del espíritu de sus
    fieles.

    Durante la Alta Edad Media,
    aparece El Tribunal de la Santa Inquisición. Se trata, en
    buena medida, de la respuesta de las más altas
    jerarquías del culto religioso más extendido en la
    Europa de fines de la Edad Media. Más que tratarse de un
    Tribunal para velar por la pureza de los dogmas católicos
    (como relata la historia oficial), en los hechos, el Santo Oficio
    se convirtió en un poderosísimo centro desde el que
    se administraba el terror (como mecanismo de control social) y
    se proveía a la Iglesia y a
    los Monarcas Católicos europeos de los fondos necesarios
    para continuar su expansión por el planeta. Con la
    creación del Tribunal del Santo Oficio, se inaugura una de
    las épocas más terribles de la historia humana,
    época marcada por la delación, la doble moral y el
    total irrespeto hacia la vida.

    No es casualidad entonces que, en este contexto,
    aparecieran en Europa figuras como la de Sir Francis Bacon,
    considerado dentro de la historia de la ciencia de
    occidente como el fundador del empirismo y uno de los pilares
    fundamentales del método y
    la mentalidad científicos. No es casualidad que, en un
    medio donde se torturaba hasta el máximo de la crueldad al
    más mínimo pretexto, apareciera un filósofo
    con mentalidad de inquisidor que proponía que a la
    naturaleza hay que preguntarle directamente, colocándole
    en una situación en que se viera forzada a suministrarnos
    sus respuestas. Se trata de los mismos métodos
    con los que la Inquisición procedía con los reos
    del Santo Oficio en sus famosas cámaras de tortura. Se
    trata ya no de un pensador recreando la relación sagrada
    del hombre con el Universo. Se trata de la relación de un
    torturador con su víctima. Es el insensible hombre
    desespiritualizado que no aboga ya por una relación
    armoniosa, de respeto y devoción hacia aquella parte del
    Cosmos de la que el ser humano, desde antiguo, se sentía
    parte integral, sino por una relación de fuerza, por un
    combate. Ya no es el hombre marchando con la Tierra. Es, final y
    desgraciadamente, el hombre contra la Tierra. La naturaleza misma
    ha sido desespiritualizada, cosificada. La Tierra, será de
    ahí en adelante, cada vez menos objeto de culto para
    convertirse en un objeto simple y llano. Una cosa puesta
    allí no importa por quién, para que el hombre
    ejerza su dominio sobre ella. Durante los cuatro siglos
    siguientes, la humanidad se lanzará, impulsada por ese
    espíritu de dominio, a conquistar y sojuzgar toda la
    tierra disponible. Donde antes se acostumbraba a mirar un
    conjunto interrelacionado de seres encantados que
    compartían con el hombre venturas y desventuras, el hombre
    del Renacimiento, el
    hombre del siglo de las luces y este contemporáneo hombre
    de la mentalidad científica, empezarán a ver tan
    solo "recursos que deben ser explotados".

    Pero hay que decir también que, contra las
    distorsiones y abusos de la iglesia descritos más arriba,
    el Renacimiento
    fue en Europa también un tiempo donde, el Racionalismo y
    el Humanismo
    ateístico irrumpieron en forma contestataria. Analizando
    este momento histórico, Germán Rodríguez
    señala acertadamente:

    "La Religión, antes dominante, se vio
    enfrentada por la Ciencia que proclamaba la supremacía
    de la razón. Poco a poco el humanismo renacentista se
    transformó en humanismo antropocéntrico y el
    hombre se creyó destinado a gobernar la Naturaleza.
    (…) De este modo, la razón se dirigió al
    dominio técnico experimental del mundo."

    En Abya Yala, la isla de la Tortuga, (así es como
    denominaban algunos pueblos de la actual Centroamérica a
    nuestro continente) , en esta Tierra del Hombre Rojo (así
    lo denominaban muchos pueblos de Norteamérica), desde
    Alaska hasta la Tierra del Fuego, la gran diversidad de pueblos
    que habitaban estas tierras, compartían, desde luego, esto
    que venimos denominando una visión encantada o
    mágica del mundo, caracterizada por el respeto a la Tierra
    y a todos los elementos. Es una visión que tiene en su
    matriz un
    ecologismo natural sobre el que profundizo en un capítulo
    posterior de este libro.

    LA TIERRA REDUCIDA A UN SIMPLE "RECURSO
    ECONOMICO"

    "La visión del mundo predominante en Occidente es
    que se debe estudiar, diseccionar y dominar la naturaleza, y que
    se debe medir el progreso según nuestra habilidad para
    extraer los secretos y riquezas de la Tierra. El Primer Mundo ha
    dominado la Tierra, en muchos casos para enriquecerse. Los
    pueblos primitivos no consideran a la Tierra simplemente como un
    recurso económico. Sus territorios ancestrales son,
    literalmente, la fuente de la vida, y sus diferentes modos de
    vida se desarrollan y definen en relación al entorno. Los
    pueblos primitivos son gentes de la Tierra".

    JULIAN BURGER

    IDEAS PARA TRABAJAR EN
    CLASE:

    • Imagina un mundo donde los hombres han talado todos
      los bosques y toda la tierra se ha convertido en un desierto.
      No existen ya tierras para cultivar los alimentos. Las
      sequías son prolongadas. Escribe un cuento donde
      relates cómo sería tu vida y la de tu familia en este
      mundo. ¿De qué se alimentarían?
      ¿Cómo sería tu relación con los
      demás miembros de tu sociedad?
    • Lee la cita de Julián Burger ("La Tierra
      reducida a un simple recurso económico"). Escribe un
      listado de las actividades económicas que ha inventado
      el hombre y que suponen una relación de maltrato hacia
      la Tierra.

    3. Idolatría y
    politeísmo

    TEMA CENTRAL: "La extirpación de
    idolatrías durante la conquista y
    colonización del continente
    americano"

    PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
    CAPITULO:

    • Había en América, antes de la
      llegada de los conquistadores europeos, muchos y
      variados cultos religiosos que hablan de la presencia
      de una riquísima vida espiritual entre nuestros
      ancestros nativos.
    • La imposición del catolicismo y los
      cultos cristianos supuso la persecución y casi
      total exterminio de las prácticas a
      través de las cuales se expresaba la
      espiritualidad nativa. Una de las estrategias de los conquistadores fue la
      "demonización" de las religiones
      amerindias.
    • El análisis de este proceso
      histórico de "extirpación de
      idolatrías" ha utilizado los conceptos de
      "idolatría" y "politeísmo" para
      justificar la imposición de los cultos e
      iglesias cristianas en América. Se trata, sin
      embargo, de dos conceptos de corte peyorativo, que
      más echan sombras que luces sobre el proceso
      histórico en cuestión.

    Al estudiar la historia de la conquista del continente
    americano por España y
    las demás metrópolis europeas, una de las primeras
    cosas que se torna evidente para el estudioso de la historia, es
    la inmensa insensibilidad que mostraron los conquistadores
    respecto de lo que Burger denomina apropiadamente "elevada y
    altamente desarrollada conciencia espiritual de los pueblos
    conquistados."

    Muchos de los que hoy en el Ecuador tenemos
    más de 25 años, tal vez recordemos esos viejos
    libros de
    texto con los
    que nos enseñaban en la escuela la
    historia de la conquista de nuestro continente por los europeos.
    Entre los conceptos que rigurosamente teníamos que
    memorizar los escolares de hace 5 lustros – relacionados con las
    luchas entre nativos y europeos – figuraba el concepto de
    IDOLATRIA. Puedo todavía ver a mi viejo profesor de cuarto
    grado de primaria explicando a media centena de niños
    ávidos de historias heroicas o fantásticas
    cómo es que los españoles llegaron a América
    a enseñarnos la "única religión verdadera" y
    el "único Dios verdadero", porque nuestros indios
    vivían en la ignorancia y como parte de esa ignorancia,
    por doquier se había extendido el culto de los más
    diversos ídolos. En lugar de adorar al Dios de la Biblia,
    los salvajes pobladores de estas tierras habían optado por
    construir fastuosos templos donde adorar a la luna, al sol, al
    jaguar, a la anaconda, al trueno, al cóndor o al
    águila. Desoyendo expresos mandatos del Antiguo
    Testamento, construían figuras de oro y plata de estos
    seres y animales, y estas figuras ocupaban lugares centrales en
    sus templos y lugares de culto. Los españoles nos
    habían hecho "un bien" al traernos la religión
    católico cristiana. Para nuestros indios, representaba un
    "progreso" el pasar de la superstición animista de sus
    cultos naturales, a la opción racional de un dios
    abstracto. La cultura impuesta por los europeos en América
    hacía 5 siglos, era no sólo "moderna", sino
    "éticamente correcta".

    Vistas así las cosas, crecí entendiendo
    que idolatría era una palabra despectiva, que implicaba un
    estado de cosas propio de "seres atrasados" y que nosotros, los
    modernos y urbanos niños del futuro, debíamos
    considerar como un estado pre-racional no deseado de la
    conciencia, por suerte superado. Nuestra buena religión
    católica era incuestionable y de aquellos cultos antiguos
    propios de nuestros idólatras tatarabuelos indios no
    había para qué hablar. Ellos – pobrecitos – no
    tenían nuestra ciencia y por eso no podían
    explicarse racionalmente las causas y los mecanismos de los
    fenómenos naturales. Creían en los seres que
    creían motivados únicamente por el temor y la
    ignorancia.

    Y después de entender el "carácter
    idolátrico" de las religiones amerindias precolombinas,
    pasábamos a otro concepto a través del cual se
    entendía también el mismo proceso histórico:
    el concepto de Monoteísmo. Desde un conocido prejuicio
    antropológico, se nos invitaba a creer que el
    Monoteísmo representa un "paso adelante" respecto de los
    cultos denominados Politeístas.

    El Monoteísmo – se nos inculcaba – es propio de
    pueblos civilizados (judíos, árabes, romanos y
    europeos en general después)los mismos que, más
    tarde o más temprano, lograron superar las tradicionales
    visiones "primitivas" del fenómeno religioso, y
    desarrollaron el culto a una sola deidad, abstracta y no hecha a
    la imagen y
    medida de los temores humanos. En síntesis,
    creer en un solo Dios era "superior" a creer en
    varios.

    Y así, terminábamos el sexto grado de
    primaria, en el mejor de los casos con una visión
    compasiva de nuestros antepasados indios. Y es que cómo no
    íbamos a ser compasivos con aquellos pobres seres
    incivilizados e ignorantes que habían padecido, en
    tratándose de la sagrada relación con Dios, dos
    enfermedades
    típicas de seres primitivos: idolatría y
    politeísmo. Menos mal que llegaron aquellos varones de la
    espada y la cruz que – con mano brusca a veces, había que
    reconocerlo – extirparon ese cáncer de la conciencia
    americana primitiva y nos permitieron pasar a la edad adulta en
    materia
    religiosa.

    El caso es que idolatría y politeísmo son
    apenas dos de los calificativos con los que cierta ideología moldeó la conciencia de
    decenas de generaciones de niños y jóvenes
    americanos, para tratar de justificar y hacer tolerable a la
    memoria histórica el inocultable tiempo de la llegada de
    los "soldados de Dios". Había – como ya cinco siglos antes
    habían hecho frailes, capitanes y corregidores – que
    encontrar "buenas razones" para justificar el atropello,
    persecución y casi total exterminio de los cultos nativos
    (y de los nativos).

    Vamos a intentar entonces otra interpretación de
    los hechos sucedidos tras la llegada de los conquistadores. Una
    interpretación que trate de explicar el fenómeno
    que los cronistas de la conquista denominaron de
    "extirpación de idolatrías", pero desde un punto de
    vista en el que idolatrías y politeísmo no
    signifiquen una visión peyorativa de la espiritualidad
    indiana precolombina.

    Para empezar a entender el fenómeno
    histórico referido, propongo entonces entender el contexto
    por el que estaba atravesando la Iglesia Católica que
    lideró el recambio de la cultura espiritual en nuestro
    continente. Como bien señala Julián Burger, citando
    al soldado cronista Bernal Díaz del Castillo, "los
    colonizadores llegaron con la espada en una mano y la Biblia en
    la otra, para llevar la luz a aquellos
    sumidos en la oscuridad, y también para
    enriquecerse"

    Hay que decir entonces que, en lo que se refiere a la
    Iglesia Católica, "las estrategias de suplantación
    de costumbres y creencias aplicadas en Europa fueron
    trasplantadas y la lucha contra el paganismo se extendió
    junto con la hoguera inquisitorial hacia todas las regiones a
    donde fue la extirpación de idolatrías". Varios
    siglos de enconada lucha contra los "infieles" musulmanes,
    habían adiestrado bien a los cruzados católicos en
    la persecución de herejías, de modo que cuando le
    tocó el turno a nuestro continente, la persecución
    de infieles se extendió a América con similares
    prácticas a las que se utilizaban en Europa.

    Desde bien temprano en la colonia, una de las
    tácticas de control social de los europeos fue la
    demonización de los ritos y creencias religiosas nativas.
    Citemos algunos ejemplos. En su "Relación de las cosas de
    Yucatán", Diego de Landa señala:

    "Usaba también esta gente de ciertos caracteres
    o letras de los cuales escribían en sus libros sus cosas
    antiguas y sus ciencias, y
    con estas figuras y algunas señales de las mismas,
    entendían sus cosas y las daban a entender y
    enseñaban (…) Hallámosles gran número de
    libros de éstas sus letras y porque no tenían
    cosa que no hubiere superstición y falsedades del
    demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y
    les dio mucha pena".

    Fray Gerónimo de Mendieta por su parte, no sin
    cierta admiración respecto al elevado número de las
    prácticas religiosas indígenas (lo que indica, de
    paso, que esta no era, ni mucho menos, una tierra donde se
    desconocía la vida espiritual) y algo de envidia por
    cuanto no le había sido dado observar tanta diligencia en
    los cultos realizados por los propios cristianos, refiere por su
    parte:

    "No quiero detenerme en contar la manera de
    ídolos que estos indios tenían, ni las
    diferencias de sacrificios y ceremonias con que los adoraban,
    que todo era poco en respecto de lo que se halló en la
    tierra firme de la Nueva España; mas por poco que era,
    cotejado con la de México y otras partes, basta decir y que
    se entienda, como el demonio estaba de ellos tan apoderado y
    hecho tan señor y servido, cual plugiera a Cristo que su
    divina Majestad lo estuviera de todas sus racionales
    criaturas."

    Viejos y nuevos misioneros, católicos y
    protestantes, jugaron desde que empezó su presencia en
    América, papeles incluso más importantes que los
    propios conquistadores en cuanto a la destrucción y
    combate a las culturas autóctonas.

    "En la destrucción de los registros
    precolombinos, tales como códices, manuscritos, tokapus
    y kipus, más notable que la acción de los
    conquistadores cuya sed de oro les llevaba al saqueo de los
    templos, fue la de los misioneros que vinieron a extirpar las
    idolatrías de los habitantes de
    América."

    Blanca Muratorio, una investigadora de las religiones
    amerindias, señala también, refiriéndose a
    este mismo tema que "la prédica misionera todavía
    hoy condena el chamanismo y, desde su comienzo, identificó
    a los chamanes nativos con el demonio cristiano y, por
    consiguiente, con el infierno." Los chamanes – digámoslo
    de pasada en este lugar – son los principales "sacerdotes", tanto
    de los grandes cultos de los pueblos más grandes, como de
    las prácticas religiosas de la pequeña localidad o
    aldea. Al demonizarlos, la Iglesia de los conquistadores
    asestó un golpe tremendo en la columna vertebral misma de
    la espiritualidad indígena. Los dioses y seres en los que
    estaba puesta la fe de nuestros antepasados aborígenes,
    fueron declarados de pronto no solo ilegales, sino
    "diabólicos", encarnación misma de lo más
    repudiable y odioso que podía reconocer el oficialismo
    triunfante. De esta manera, no era difícil conseguir la
    discriminación y el rechazo firme de los
    cultos nativos por la sociedad colonial. En el lapso de apenas un
    siglo, culturas y formas de espiritualidad milenarias
    habían – como bien anota Germán Rodríguez –
    "olvidado gran parte de su pasado y sus antiguas ciencias y solo
    quedaba la tradición oral como medio de transmitir lo poco
    que conservaban de sus saberes". La consolidación
    paulatina que vivió Europa durante el siglo 17 del
    racionalismo y la mentalidad científica, coincidió
    con la destrucción de buena parte de la visión
    mágica (y de la identidad
    cultural) de los pueblos originarios del Nuevo Mundo.

    Lo curioso es que todavía hoy, dos siglos
    después de que los enciclopedistas franceses con ese
    optimismo típico del súper racionalista siglo 18
    anunciaran la salvación y la felicidad de la humanidad por
    el camino de la ciencia y la necesidad de llevar la cultura del
    progreso a los incivilizados del mundo entero, instituciones
    como el Instituto Lingüístico de Verano y la Nueva
    Misión
    de las Tribus continúan trabajando en distintos
    países del mundo actual, alimentando una ideología
    que considera todavía que los indios – como dice con
    aserto Julián Burger – "no son más que paganos que
    esperan ser convertidos al dios de los misioneros." Lo grave de
    todo esto, actualmente, es que los gobiernos latinoamericanos
    actuales, al bendecir la presencia misionera, atentan contra el
    estilo de vida aborigen (o lo que queda de él), en nombre
    de la modernidad
    ecológicamente reprochable de petroleras, madereras y
    colonos ganaderos.

    CORTEZ DESTRUYENDO LOS TEMPLOS AZTECAS

    "Los más principales de estos ídolos, y en
    quien ellos más fe y creencia tenían,
    derroqué de sus sillas y los fice echar por las escaleras
    abajo, e fice limpiar aquellas capillas donde los tenían,
    porque todas estaban llenas de sangre que sacrifican, y puse en
    ellas imágenes de nuestra Señora y de otros santos,
    que no poco el dicho Moctezuma y los naturales sintieron; los
    cuales primero me dijeron que no lo hiciese, porque si se
    sabía por las comunidades se levantarían contra
    mí, porque tenían que aquellos ídolos les
    daban todos los bienes
    temporales, y que dejándolos maltratar se enojarían
    y no les darían nada, y les secarían los frutos de
    la tierra y moriría la gente de hambre".

    HERNAN CORTEZ

    IDEAS PARA TRABAJAR EN
    CLASE

    • Supón que eres un sacerdote azteca o inca y
      que debes preparar una ceremonia de agradecimiento por los
      frutos que la Tierra ha dado a tu pueblo en la última
      cosecha. Describe cómo sería la ceremonia que
      debes dirigir (el escenario, los participantes, los vestuarios,
      el ritual, etc.) Construye una maqueta donde esté
      representado el ritual de agradecimiento a la
      Tierra.
    • Escribe un ensayo donde
      expongas tu punto de vista sobre si existe o no derecho por
      parte de todos los pueblos y comunidades del mundo a escoger
      libremente el culto religioso a través del cual
      establecer una relación con lo divino. Expón
      también tu opinión sobre las consecuencias que ha
      tenido y tiene todavía la creencia (sostenida por
      algunas religiones) de que existe "un solo Dios verdadero" y
      una "sola religión correcta".
    • Basándote en la cita de Cortez sobre la
      destrucción de un templo azteca, escribe un guión
      y presenta en clase una dramatización sobre este suceso
      histórico.
    1. La estrategia del
      disfraz

    TEMA CENTRAL: "El sincretismo como estrategia
    de supervivencia de los cultos y cosmovisiones nativas
    americanas"

    PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
    CAPITULO:

    • Ante el embate de los conquistadores
      europeos, hubo pueblos nativos americanos que optaron
      por la huida hacia regiones geográficas de
      difícil acceso donde pudieran continuar viviendo
      según sus culturas y cultivando las
      prácticas espirituales de sus
      antepasados.
    • Otra estrategia para salvaguardar los cultos
      nativos ancestrales fue la del sincretismo, que es la
      estrategia del disfraz. Obligados a aceptar por la
      fuerza las religiones de los conquistadores, muchos de
      nuestros abuelos indios optaron por esconder sus cultos
      y deidades originales mezclándolos
      hábilmente con los ritos y santos
      cristianos.

    Muchos de los ritos, usos y costumbres de los antiguos
    pobladores de nuestro continente se perdieron tras el embate
    militar y cultural que supuso la conquista. Hacia finales del
    siglo 16, las sociedades indígenas americanas
    habían sido transformadas profundamente. España y
    Portugal, la avanzada de la penetración europea,
    terminaban sus ajetreos "pacificadores" y cimentaban el gobierno de la
    metrópoli sobre las principales poblaciones americanas
    desde México hasta Chile. Poco a
    poco, franceses, ingleses y holandeses se aventurarían
    también a reclamar su "parte del pastel", y
    completarían la "labor civilizadora" que Europa se impuso
    como una de sus misiones principales en
    América.

    Pero la historia abunda también en relatos sobre
    la resistencia
    indígena a la invasión blanca. Rumiñahui en
    el Reino de Quito, Túpac Amaru en el Cuzco, Caballo Loco y
    Gerónimo en América del Norte, son apenas unos
    cuantos nombres de jefes indios que, ante la alternativa de
    entregar sus pueblos y territorios al dominio del colonizador,
    prefirieron levantar sus armas y entregar sus vidas. Todo esto es
    historia conocida.

    Lo que los libros de historia generalmente no cuentan,
    son las otras formas y estrategias de resistencia que
    frecuentemente adoptaron las poblaciones indias para proteger sus
    costumbres y saberes, y salvaguardar lo más preciado que
    tenían: su espiritualidad.

    Hoy conocemos informes sobre
    la existencia de pueblos enteros que optaron por la estrategia de
    la huida hacia regiones geográficas virtualmente
    inaccesibles. Este es el caso de algunas comunidades de
    huicholes, en la serranía del México actual, de los
    Quero de los Andes peruanos, o de algunos pueblos
    amazónicos que, hasta hace no muchos años,
    defendieron su cultura de la invasión colonizadora con la
    ayuda de su legendaria ferocidad y la abigarrada geografía
    selvática . Siglos después de la invasión
    europea, para sorpresa de muchos, han empezado poco a poco a
    salir a la luz y a mostrar algo de lo que estuvieron cuidando
    durante los siglos del Pachakutik de la oscuridad. Y asistimos
    con agrado a constatar que el tesoro del cual se mantuvieron
    secularmente como guardianes, era fundamentalmente un tesoro
    espiritual. Una forma de vida en la que la cotidianidad de la
    existencia está permeada por la presencia del
    Espíritu, una forma de relacionarse entre sí mismos
    y con el entorno constantemente asediada por la figura de lo
    sagrado.

    Pero hubo también en América, y estos son
    tal vez los casos más numerosos, aquellos que, como forma
    sutil de resistencia al acoso de la cultura que se imponía
    como dominante, optaron por la estrategia del sincretismo, que es
    la estrategia del disfraz. Recordemos, para contextualizar el
    proceso de formación de sincretismos en nuestros
    continente, que la Europa – pero sobre todo la España –
    que nos conquistó, era la España profundamente
    feudal de los reyes católicos y sus sucesores; una
    España que, por el tiempo en que Colón
    accidentalmente topó con las Bahamas en su viaje hacia las
    Indias orientales, había desatado una persecución
    tremenda contra los judíos residentes en su territorio y
    arrebatado muchas fortunas de los que se negaron a la
    conversión, con la colaboración del Tribunal de la
    Santa Inquisición cuya presencia había oficializado
    pocos años antes para "combatir las herejías. Se
    trataba de una España que había optado (un poco
    más tarde que sus pares europeos) por un catolicismo
    radical que en el fondo servía muy bien a los intereses
    del absolutismo
    monárquico y a la consolidación del estado nacional
    español
    que se inicia con el matrimonio entre
    Isabel del Castilla y Fernando de Aragón.

    Para nuestro relato, interesa adicionalmente saber –
    como bien señalan Rodríguez y Tatzo – que "como
    parte del dominio universal de la Iglesia Católica, en el
    siglo 16 arribó a costas americanas Diego de Albornoz,
    oficial del Santo Oficio de la Inquisición, quien entre
    sus designios traía la formación de los tribunales
    inquisitoriales en los que se juzgaría las acciones de
    quienes no se avinieran a las disposiciones de la Iglesia y se
    los encontrara sospechosos de herejía." Era el tiempo en
    que, tanto en España como en América, no ser
    católico era un peligro que no valía la pena
    correrse. Los sacerdotes que fueron arribando en los barcos de
    los Pizarro y los Cortez, representaban la "avanzadilla
    ideológica" necesaria para justificar éticamente
    las atrocidades que cometía la ambición de la
    aventura conquistadora. Eran los soldados de Dios, y la
    alfabetización de los indígenas en la lengua
    española corrió de la mano de la enseñanza de los ritos y valores de la
    nueva religión, aquella que proclamaba con vehemencia que
    su Dios era el "único Dios verdadero", y su
    religión la única que servía para entrar en
    comunión con ese Dios. Se trataba de viejos dogmas
    convenientemente actualizados para servir al dominio
    ideológico que acompaña toda empresa de
    sojuzgamiento político y económico.

    Y así llegamos, a siglos de distancia, a este
    punto donde queremos empezar a comprender la magnitud del acoso y
    la persecusión realizada por este catolicismo
    inquisitorial contra las culturas y religiones nativas. Para
    empezar a entenderlo hay que insistir en algo: es una
    interpretación interesada aquella que afirma que, antes de
    la llegada de los europeos, nuestros pueblos autóctonos
    mantenían "formas primitivas" de religiosidad. Ahora, por
    fin, es cada día más abundante la literatura que da pruebas de la
    variada y riquísima gama de cultos y tradiciones
    espirituales que existían entre nuestros abuelos indios en
    los tiempos del "encuentro de las dos culturas". Es más,
    me atrevo sin recelo a afirmar que, mucho antes de la llegada de
    Colón, existían ya por los cuatro costados del
    continente, cultos religiosos muy sofisticados, pero sobre todo
    cosmovisiones y formas de vida en las que la espiritualidad
    ocupaba un lugar central. Desde Alaska hasta la Tierra del Fuego,
    distintos pueblos en distintas lenguas habían ido dando
    forma, con el paso de los siglos, a distintas maneras de
    denominar a un Gran Espíritu Creador y a sus infinitas
    manifestaciones naturales, sagradas todas por contener en
    sí mismas, esta esencia divina. Se honraba así, la
    presencia del Creador en el viento, en cada árbol y
    montaña, en el ala del águila o el búho, en
    el rugido del jaguar o el canto de la cascada. Y se honraba estas
    presencias de las más diversas formas: ayunando en la
    soledad de la montaña, danzando en comunidad,
    celebrando el ingreso en la pubertad o el valor en el
    combate. La presencia del "mundo de los espíritus", de
    este mundo donde el Gran Espíritu Creador cobra los
    más variados (y a veces impredecibles) aspectos,
    acompañaba casi cada acto de la vida de unos hombres que
    no habían aprendido todavía, como sus hermanos
    blancos, a considerar verdadero sólo aquello que
    podían percibir con sus cinco sentidos. Vivían en
    un mundo que aparece ante nuestros ojos como mágico y
    encantado, donde los hombres todavía no habían
    perdido la capacidad de estar atentos a las señales de la
    naturaleza y tenían en cuenta para sus decisiones
    cotidianas los mensajes sutiles que el Creador escondía en
    la lluvia, el arco iris, la súbita presencia de una
    mariposa o el latido de su propio corazón. Es este mundo
    el que pronto sería obligado a ocultarse. La mentalidad de
    los conquistadores europeos que arribaron en el siglo 16 a
    nuestras tierras, no fue precisamente la del invasor inteligente
    que asimila con perspicacia los logros de la cultura dominada y
    los incorpora a la propia, sino más bien la del cruzado
    fanático en lucha contra los infieles, y también la
    del mercader. Lo que durante siglos Europa había ensayado
    en su lucha contra los moros, se extendió, a partir de la
    conquista, a territorios americanos. Por donde pasaba la espada o
    el arcabuz del conquistador, pasaba luego la cruz del fraile
    santificando la extensión y consolidación del
    dominio universal de su iglesia y la expulsión del demonio
    de los territorios del Señor. Y el demonio, más
    temprano que tarde, adquirió rostro indígena. Y
    miles fueron los indígenas que murieron defendiendo
    aquello que consideraban legítimamente como sagrado. Miles
    los que no entendieron simplemente el cambio que se les
    proponía: la vitalidad y belleza de unos seres sagrados
    que diariamente alimentaban su vida (la Tierra, el Sol, el Agua), por
    la imagen de un hombre lacerado y doliente que prometía
    consuelo para el sufrimiento humano en "otro mundo", y que para
    colmo de la impotencia, estaba agonizando clavado en una cruz.
    Pero miles fueron también los que utilizaron la estrategia
    del disfraz. Entre la alternativa de aceptar la cultura y la
    religión de los conquistadores o ser condenados a la
    persecución, el ostracismo o el exterminio, fueron muchos
    nuestros abuelos indios que, hábilmente, adoptaron los
    símbolos del cristianismo y
    siguieron practicando sus viejos ritos. Esto es evidente, hasta
    la actualidad, cuando se mira con atención las maneras que suele adoptar
    mucho del curanderismo y la medicina
    "chamánica" indígena y mestiza. Rodríguez y
    Tatzo, señalan por ejemplo a este respecto:

    "Algunos elementos originales han sido sustituidos por
    símbolos católicos, tales como cruces y
    botellitas. Esto se explica debido a que, durante el largo
    período colonial, en el que la vida cultural estuvo
    sumida bajo los dictados de los Padres de la Iglesia y la
    sociedad criolla tomó como modelo las
    sociedades feudales de Europa, la resistencia cultural
    indígena asumió formas miméticas a fin de
    cubrir los ritos aborígenes con el ropaje de la iglesia
    católica para de este modo perpetuar las
    ceremonias."

    Señalan también otras formas que
    adoptó el sincretismo (básicamente religioso), como
    la incorporación por los indígenas a sus ceremonias
    de cruces, oraciones e imágenes de santos y santas. Fueron
    pasando los años, y la medicina de nuestros chamanes
    nativos, para poder ser bien vista a los ojos del colonizador,
    incorporó sagazmente en sus invocaciones a los
    espíritus de las montañas, los cerros o los
    manantiales, los nombres de estos santos.

    Con el advenimiento del Pachakutik de la oscuridad,
    algunos yachags se convirtieron en campesinos. Desde entonces, la
    sabiduría fue transmitida de un yachag a otro, formando
    los eslabones de una cadena secular que ha permanecido oculta e
    ignorada durante mucho tiempo. Aurelio Díaz ratifica estos
    hechos cuando afirma:

    "La forma tradicional de nuestros antepasados existe,
    ha sobrevivido, ha llegado hasta nosotros. Aquí
    está ahora, yo la he recibido directamente de familia,
    en familia, en familia.

    Puedo relatar la historia de cómo se ha
    conservado, como fue transmitida, y cómo debe continuar
    siendo transmitida de generación en generación y
    de familia en familia."

    Vale decir, para concluir esta parte, que la estrategia
    del sincretismo inaugurada en la colonia como forma de
    protección de las tradiciones y la espiritualidad nativas,
    a menudo ha tenido que seguirse manteniendo hasta épocas
    recientes, muchas veces como medida precautelatoria contra la
    pasión fanática de los misioneros (sobre todo
    protestantes), que buscan sus clientelas frecuentemente entre las
    poblaciones indígenas, prevalidos de su potencial
    económico, en una labor de corte clientelar que aprovecha
    (incluso con buenas intenciones, pero ya se sabe que el camino
    del infierno está plagado de estas) las deplorables
    condiciones de vida a que el modo de vida occidental ha reducido
    a estas poblaciones. En un estudio reciente sobre religiones
    amerindias en el sur del continente americano, Juan
    Borrás, recogía el siguiente comentario de un
    indígena yamana fueguino:

    "Los misioneros nunca nos preguntaron sobre esto,
    antes al contrario nos dijeron que aquello en que nosotros
    creíamos, no eran sino tonterías, y
    debíamos olvidarlo. Y, sin embargo, nosotros sentimos
    desde el primer momento que el Dios de los cristianos, del que
    nos hablaban, en el fondo era el mismo que nuestro Watauinewa.
    Este proceder y esta forma de hablar de los misioneros nos hizo
    daño."

    LA SUPERVIVENCIA DE LA SABIDURIA
    ANCESTRAL

    "Yo no he perdido mi memoria. Tengo mi historia bien
    clara, todo lo que se ha puesto sobre nosotros, toda la
    saturación de ideas equivocadas. De que descendemos de
    Adán y Eva, de que de alguna manera estos son nuestros
    padres. Mi único Padre es el Sol, y mi única Madre
    es la Madre Tierra, y nunca hemos sido expulsados del
    paraíso, éste es nuestro Paraíso,
    ésta es nuestra historia. Está bien la historia de
    otros pueblos, pero la nuestra no tiene ningún problema
    (…) Cómo es posible que la primera pareja haya sido
    expulsada del paraíso, y que los primeros hijos, el primer
    hermano, mate a su otro hermano y que sea condenado a errar por
    el resto de la eternidad.

    Esto no es así, mi hermano y mi hermana son el
    Aire y el
    Agua. Y ellos
    nunca han tenido celo alguno y nunca han atentado el uno contra
    el otro. Al contrario, funcionan y son una familia real y
    verdadera, mi sagrada familia."

    AURELIO DIAZ TEPANCALLI

    IDEAS PARA TRABAJAR EN
    CLASE

    • Haz de cuenta que vives en un mundo donde no existe
      la escritura.
      Sólo tienes tu palabra para transmitir a tus hijos y
      nietos tus experiencias y los mensajes que quieres
      transmitirles. Con esa idea central, escribe un cuento donde el
      personaje central seas tú mismo cuando haz llegado a la
      ancianidad. El argumento del cuento, son los relatos que
      tú les cuentas a
      tus hijos y nietos sentado frente al fuego y que les pides que
      guarden para sus generaciones posteriores. ¿Qué
      valores, qué lecciones de vida ocuparían el
      centro de tu relato? ¿Qué consejos darías
      a tus menores para conservar en el tiempo esa sabiduría
      que pretendes transmitir?
    • Construye con tus compañeros una
      máscara que representen: un conquistador español,
      un fraile, un monarca indio, un sacerdote maya, etc. Con ellas,
      haz ejercicios de improvisación donde actúes
      pequeños papeles sobre estos personajes. Al
      representarlos, centra tu atención en darte cuenta
      qué partes de ti no consigues ocultar detrás de
      la máscara.
    • Imagina que eres un científico experto en el
      estudio de las estrellas y los planetas que
      vive bajo un gobierno que prohíbe la astronomía. ¿Qué
      estrategias utilizarías para seguir realizando tus
      investigaciones
      y dando a conocer tus descubrimientos? 
    1. La intuición y la magia contra la
      lógica

    TEMA CENTRAL: "Las características y diferencias entre
    la mentalidad científica europea y la mentalidad
    mágico-mítica amerindia"

    PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
    CAPITULO:

    • La racionalidad que Europa impulsa a partir
      del siglo 15 (época en que se inician sus
      viajes de exploración y
      colonización de todos los continentes) es la
      fría y analítica racionalidad de la
      ciencia. Es una mentalidad que pone el énfasis
      en la división y clasificación de sus
      objetos de estudio.
    • La racionalidad indígena americana,
      por su parte, comporta formas de pensamiento
      diferentes. Se trata de una racionalidad guiada por la
      intuición, que pone el énfasis en el
      desarrollo de la sensorialidad como
      guía del discurso racional. Se trata de un
      pensamiento mágico, que explora constantemente
      en el símbolo y que, a diferencia de su par
      europeo, tiene un espíritu totalizador y
      unificante.
    • La realidad, para el pensamiento
      mágico amerindio, abarca dimensiones que
      están más allá del plano
      físico que puede ser percibido por nuestros
      cinco sentidos. De este modo, su pensamiento se
      extiende y busca instrumentos con los cuales dar cuenta
      de esos "otros mundos" a los que considera tan reales
      como el mundo físico, por ejemplo, el mundo de
      los sueños y el mundo presente en los relatos
      míticos.
    • Hay una diferencia trascendental entre el
      concepto científico de "vida", que la restringe
      a los seres orgánicos (excluido el "reino
      mineral") y el concepto indio que reconoce esta
      cualidad como presente en toda la naturaleza. Para el
      indio, el hombre los animales y las plantas están tan vivos como las
      piedras, el arco iris, la lluvia, el fuego,
      etc.

     Corría el año
    1998 cuando tuve la oportunidad de conocer a Hilario Chiriap, un
    chamán shuar. Se trata de un indio de la amazonía
    ecuatoriana que se educó desde niño en las escuelas
    de los misioneros católicos. Antes de que un
    envenenamiento lo pusiera, a los veinte años, en manos de
    un viejo chamán del cual recibió la
    iniciación en la medicina y la espiritualidad tradicional
    de sus ancestros, se había preparado como profesor
    bilingüe en las escuelas del hombre blanco. En ellas – me
    relató una bella noche en que buscábamos
    sanación y conocimiento bebiendo ayahuasca, la bebida
    sagrada de su tradición – le enseñaron las
    concepciones imperantes sobre el conocimiento y la vida. Las
    mismas que todavía hoy, los hombres de la mentalidad
    científica enseñan a nuestros niños y
    jóvenes en nuestras escuelas y universidades. Las mismas
    que nos enseñan a considerar como "las verdaderas", o las
    "razonablemente más aceptables". Aquella noche le
    oí rezar emocionadas palabras de gratitud hacia el Agua, a
    la que consideraba "bien sagrada". Le oí también
    hablar con tristeza de esa vieja cosmovisión que solo
    alcanza a ver en esta "hermana mayor" una "cosa" incolora,
    insabora, inolora e insípida. Desde un entendimiento de
    sus bisabuelos, Hilario me contó sobre las mil presencias
    del Agua. Habló del agua roja de la sangre, del agua
    salada de las lágrimas que brota desde nuestro interior y
    nos purifica, de la cantarina agua de los ríos y cascadas,
    de cómo el agua es uno de los sostenes de la vida y merece
    por eso gratitud y reverencia. "La vida de aquellos que solo
    pueden ver lo incoloro, insaboro e insípido del agua, debe
    ser así mismo, desabrida, gris y sin sabores" – ironizaba
    mordazmente hacia el final. Sirva este breve relato como preludio
    para referirnos entonces a la cosmovisión, a la manera de
    entender el universo, el conocimiento y la vida del mundo
    tradicional amerindio, en relación con la
    cosmovisión científica oficial.

    Nuevamente vamos a ubicarnos en Europa, siglo 16. Es a
    partir de esta época – analiza Rodríguez – que "se
    fue configurando un criterio de saber cuyas categorías de
    valor rompieron con el paradigma de
    la tradición antigua y entronizaron a las matemáticas como el ideal de la ciencia. Al
    buscar la objetividad en el conocimiento, sobrevalorando la
    percepción de los sentidos
    externos (vista, gusto, olfato, tacto y el sentido de la
    proporción o del equilibrio) el
    nuevo paradigma científico se alejó inevitablemente
    de la Naturaleza como un ‘Todo viviente’. Desde
    entonces, fue considerado científico (y verdadero o digno
    de crédito) sólo lo que se podía
    comprobar y cuantificar de acuerdo al método de la ciencia
    inductiva, la cual se volvió fría y
    analítica en sus conclusiones".

    Fue durante este siglo que se insinuó a los
    hombres de ciencia europeos la idea de que las matemáticas
    podían ser un fundamento seguro del saber.
    Las relaciones matemáticas, después de todo, son el
    fundamento de la lógica,
    y estamos hablando de una época donde la lógica se
    va convirtiendo en el instrumento predilecto para sustentar la
    veracidad de los discursos. Si
    podían aplicarse patrones matemáticos a todos los
    conocimientos que iban surgiendo fruto de la creciente actividad
    exploratoria e investigativa del hombre renacentista, mucho
    mejor. El conocimiento, poco a poco, abandonó sus viejas
    fuentes
    intuitivas, para beber de las nuevas: la observación experimental y la lógica
    fundamentada en relaciones matemáticas al estilo
    aristotélico. Poco a poco, pero con un brío
    poderoso, se fue cocinando este festín de la razón
    donde el principal invitado a ser excluido fue, sin duda, el
    corazón. El cada vez más racionalista hombre
    europeo, conquistador absoluto de los extensos continentes que
    conforman la geografía planetaria, decidió
    olvidarse un poco de los asuntos divinos (tan abundantes en
    "supersticiones irracionales") y se lanzó a la conquista
    de los pequeños continentes: contabilizó y
    clasificó plantas, rocas y animales; diseccionó
    seres humanos para trazar también los mapas de nuestra
    geografía interior; empezó la exploración de
    las mínimas partículas de la materia en
    búsqueda del último fragmento indivisible. En pocas
    palabras, aprendió, como nunca antes, a clasificar, contar
    y a diseccionar, es decir, a dividir. La nueva visión del
    mundo que se fue imponiendo, tenía estos modelos de
    pensamiento como sus motores
    principales de descripción de la realidad. Y la realidad
    que se fue configurando como consecuencia del uso de estas
    herramientas intelectuales, fue una realidad fragmentada,
    dividida, donde la obsesión por el análisis de las
    partes, poco a poco fue impidiendo la visión global y
    totalizadora: la visión sintetizadora que unifica. El
    hombre occidental, puede entenderse entonces, es un ser
    mentalmente predispuesto a la división y el conflicto.

    Esta es la visión del mundo y la
    concepción del conocimiento que, desde Europa, se
    desplazó virtualmente a la casi totalidad del planeta. No
    olvidemos que los siglos 15 y 16 fueron los siglos de los grandes
    viajes de exploración y descubrimiento; los siglos donde
    el mundo entero (incluido nuestro recién descubierto
    continente), se repartió entre las grandes
    metrópolis del occidente de Europa. Españoles,
    portugueses, ingleses, franceses, holandeses, belgas, italianos y
    alemanes – pero sobre todo los 5 primeros – se lanzaron a
    conquistar y poner bajo su dominio económico y cultural el
    resto de la tierra. En América, la nueva
    cosmovisión científica se fue imponiendo de a
    poco.

    Lo que nos interesa sin embargo en este punto es
    confrontar esta cosmovisión que vino de la mano del
    colonizador, con otras cosmovisiones no científicas que
    eran aquellas con las cuales se explicaba el mundo y la vida el
    hombre precolombino.

    Analizando el mundo chamánico de las grandes
    praderas norteamericanas , dice Ingrid Batson que en la
    práctica y el discurso de los "medicine men" se puede
    detectar una visión del mundo a la que califica de "no
    ordinaria". Pero asegura también que, desde una
    perspectiva filosófica, el discurso típico de estos
    chamanes "permite una mejor comprensión formal del llamado
    pensamiento analógico; esta forma de pensar – concluye –
    es tan nuclear al chamanismo como el pensamiento lógico lo
    es al mundo científico. La mentalidad, la forma de
    trabajar con el pensamiento vigente en el mundo amerindio
    pre-europeo era, definitivamente "no ordinaria", si por ordinario
    entendemos simplemente aquello que se nos ha enseñado a
    entender como la "forma común", ( léase
    "científica") de ver el mundo. El discurso de los hombres
    de medicina a los que se refiere Batson, no es – desde luego – el
    discurso del hombre que presenta pruebas y recurre a complicados
    diseños experimentales para validar sus aseveraciones. Es
    el discurso del hombre que, desde la aguzada percepción de
    sus sentidos externos e internos y bajo la guía de su
    intuición, habla del camino del hombre y de la vida
    proponiendo una nueva relación – más
    armónica – con los elementos naturales. El camino de aquel
    que busca similitudes entre el macrocosmos y el microcosmos. Es
    el discurso del hombre que pugna por una resensibilización
    del ser humano y que vive con la confianza del que está
    acostumbrado a compartir con hombres y mujeres que dicen la
    verdad.

    Occidente ha sido pródigo en crear discursos
    lógicamente impecables, así como fastuosos y
    complicadísimos edificios teóricos. Desde el
    Renacimiento, se ha pasado cinco siglos persiguiendo la
    objetividad en el conocimiento y el camino "correcto" para llegar
    a la verdad. Estos dos paradigmas
    epistemológicos, son precisamente los que han entrado en
    crisis, y por
    doquier se escuchan voces anunciando la necesidad de nuevos
    paradigmas.

    Analicemos otra faceta de este mismo problema. La
    civilización precolombina, a diferencia de su par europea,
    más que interesarse por develar los misterios ocultos en
    el mundo material, era una civilización muy dada a
    explorar las dimensiones espirituales. Sus caminos de
    conocimiento, su "ciencia" – si cabe el término – estaba
    centrada en otras cosas. Este específico "centramiento en
    lo espiritual", hace que la realidad misma, como la
    concebía el hombre precolombino, sea diferente a la del
    hombre europeo. Como asevera Agnes Sartori:

    "Su realidad está fundada en una visión
    mítica, ritual y simbólica. Por ello, los
    indígenas son hombres libres, y llevan una existencia
    ligada a las leyes de la
    naturaleza; su realidad sigue siendo "mitológica", la
    concepción y explicación mitológica de los
    acontecimientos pone al indígena u hombre tradicional en
    un universo metahistórico, en el cual mitos
    fundadores y ritos aprendidos y perpetuados por la sociedad
    humana constituyen una relación indivisible y sin
    interrupción entre realidad concreta y realidad
    simbólica".

    El mito, juega
    entonces dentro de la cosmovisión indígena un
    papel
    diferente que aquel que le asigna la visión
    científica. No es, como muchas veces lo escuchamos en el
    pasado, un relato más o menos "fantástico", ni una
    explicación primitiva e infantil de hechos
    históricos o problemas de
    conocimiento. El mito es, para el hombre precolombino como para
    muchos hombres antiguos, un verdadero "instrumento cognoscitivo"
    que sirve para organizar la percepción de la realidad. Y
    la realidad del hombre americano antiguo, es una realidad
    mítica y mágica, donde tienen perfecta cabida
    seres, hechos y fenómenos que trascienden este universo de
    cinco sentidos que la ciencia acepta como el único
    existente, por ejemplo el mundo de los sueños. Se trata de
    un hombre que conoce el poder de la imagen mental y la palabra,
    no importa si es hablada o escrita, y que más que estar
    formalmente enfrascado en el eterno problema escolástico
    de la "objetividad", usa sus discursos para ir dando forma a un
    universo que sabe en constante transformación. Más
    que la estructura
    lógica y silogística de sus discursos, se ocupa de
    que su palabra exprese lo que busca para sí mismo y para
    su entorno: belleza, armonía, salud, fuerza o dulzura.
    Para hombres que viven de esta manera, los relatos
    mitológicos son tan "reales" como cualquier
    otro.

    Y sin embargo, hay que decir también con Sartori
    que la mayor parte de los estudios de antropología y arqueología que se
    editan y exploran las culturas y formas de pensamiento del hombre
    americano pre-europeo, "están basados en rígidos
    sistemas
    científicos en los cuales no cabe ningún espacio
    para realidades trascendentes, en los cuales no existe ni
    siquiera la preocupación de otros posibles procesos de
    conocimiento que no sean ‘científicos’ en el
    sentido más moderno, y por consecuencia, materialista de
    la palabra." Para Sartori, el científico social
    contemporáneo difícilmente puede comprender un
    mundo donde la experiencia ritual, individual, familiar y
    comunitaria, es un signo característico de la
    cultura:

    "El resultado es que la gran tradición
    espiritual precolombina es casi desconocida. Y es que es muy
    difícil comprender un mundo caracterizado por
    experiencias rituales para el hombre de hoy, que vive en una
    dimensión mental tecnocrática y
    pragmática, acostumbrado a ‘ver’ todo y
    tener una ‘explicación racional’ para
    cualquier aspecto de su existencia."

    Como alternativa a esta cosmovisión caracterizada
    por el "endiosamiento de la razón", que puso como
    corolario al ser humano "por encima" de los demás seres
    naturales y le abrogó privilegios y derechos casi sin
    límite, encontramos en el mundo precolombino ( y
    más específicamente en el mundo andino) una
    actitud
    radicalmente distinta. Se trata de una manera diferente de
    concebir – y por consecuencia – de relacionarse con la
    naturaleza: una sabiduría que asigna más valor a la
    percepción del corazón que a la lógica
    fría y utilitaria.

    Resumiendo lo dicho, y siguiendo un esquema que en sus
    líneas básicas ha sido recientemente propuesto por
    Rodríguez, presentamos el siguiente cuadro diferencial
    donde podemos observar, de forma resumida, las
    características de lo que este autor denomina "Ciencia
    Andina", confrontadas con las de la Ciencia
    Occidental.

    CIENCIA
    OCCIDENTAL

    CIENCIA ANDINA

    1. Parte de una concepción intelectual,
      empírica y abstracta

    1. Proviene de una concepción sensitiva,
    afectiva y estética que involucra lo
    intelectual

    2. Carácter parcelario y
    dispersivo

    2. Carácter global e
    integrador

    3.Tiempo lineal

    3. Tiempo con sentido curvo y espiral

    4. Ha llevado a un extrañamiento del
    hombre con la naturaleza

    4. Armonía con la Pachamama

    5. Considera a los seres en función de su utilidad para el hombre: la tierra sirve
    para ser explotada.

    5. Considera al hombre en su mutua
    relación con los otros seres: la Tierra es parte
    de su vida.

    6. Conocimiento anclado en lo
    sensible.

    6. Conocimiento que abarca lo sensible y lo
    suprasensible.

    7. Hace diferencias entre lo Profano y lo
    Sagrado.

    7. Respeta todas las manifestaciones de la
    vida.

    8. Transmisión formal y
    burocrática de conocimientos.

    8. Transmisión de sabiduría de
    persona a persona.

    EL CONCEPTO INDIO DE LA VIDA

    La ciencia occidental habla de la vida como algo
    exclusivo de los seres orgánicos. (…) Desde nuestro
    punto de vista la PACHAMAMA es un cosmos existencial activo, en
    permanente recreación: el río, la piedra, el
    arco iris, la planta, el animal, el runa, las estrellas, todas
    son expresiones distintas y particularizadas de la Vida
    Universal."

    GERMAN RODRIGUEZ

    IDEAS PARA TRABAJAR EN
    CLASE

    • Colócate en el papel de un investigador que
      usa el método científico de conocimiento. Tu
      objeto de estudio va a ser "el Aire". Presenta un informe en
      el que resumas tus conclusiones sobre este objeto de estudio.
      Ten en cuenta que el científico trabaja diseñando
      experimentos
      para medir diversos aspectos de su objeto, haciendo
      observaciones minuciosas, descomponiendo su objeto para
      analizar sus diversas partes, etc.
    • Realiza ahora el mismo ejercicio pero supón
      que ya no eres un científico sino un poeta indio.
      Escribe un poema sobre el Aire donde muestres también
      las conclusiones a que has llegado después de un estudio
      de este elemento. Recuerda que no dispones de los conocimientos
      ni de las "herramientas intelectuales" con las que trabaja el
      científico. Recuerda también que el poeta se deja
      llevar mucho por los "pálpitos de su corazón",
      por los símbolos y las analogías que puede
      establecer entre su "objeto poético" y otras realidades.
      Recuerda también que el poeta incursiona frecuentemente
      en el mundo de la magia.
    • Representa en un dibujo la
      idea central contenida en el texto de Germán
      Rodríguez: "El concepto indio de la vida".

    Partes: 1, 2

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