- Algunos procesos
históricos claves para entender la historia
americana - Explorando las
tradiciones nativas americanas - Anexos
- Fuentes de
información
He escrito este libro pensando
mucho en aquellos maestros y maestras que, diariamente, enfrentan
en las aulas de nuestros colegios y universidades la tarea de
enseñar historia . Yo mismo, en los
últimos diez años de mi vida, he estado
haciendo lo mismo: explorando con mis alumnos la memoria que
nos ha sido legada y que se constituye cotidianamente en el
conjunto de referentes desde los que construimos nuestro ser
presente; las formas de vivir y de gobernar las sociedades;
los utensilios, máquinas y
herramientas
que el hombre ha
fabricado y sus propósitos; los modos de entender el
conocimiento y de concebir la realidad circundante; las
maneras de relacionarse consigo mismo y con el entorno que han
sido ideadas por el ser humano a través del tiempo.
Estas páginas, son el resultado final de algunos
años de reflexión sobre la historia antigua y
reciente de nuestro continente. Han sido alimentadas por
múltiples lecturas sobre las primitivas tradiciones de los
pueblos que florecieron en las más heterogéneas
geografías americanas; por relatos míticos e
historias sobre las aventuras de nuestros "guerreros
espirituales", muchas veces escuchados de la voz viva de sus
protagonistas. También he leído la historia
oficial. Adicionalmente son, sin embargo, resultado de una
pasión personal: he
estado durante algo más de una década buscando a
los hombres y mujeres que encarnan todavía hoy aquellas
viejas tradiciones, aquellas maneras de entender la vida, de
pensar y de relacionarse con los otros hombres y mujeres y con
todas las criaturas del universo que
conforman lo que yo denomino "el rostro oculto del hombre
americano". He compartido con ellos, en días y noches
inolvidables, las antiguas ceremonias nativas. Siguiendo impulsos
que muchas veces contrariaban mi razón, he penetrado en lo
profundo de la selva amazónica en búsqueda de los
viejos "ayahuasqueros", me he bañado en las cascadas y he
danzado días enteros en agradecimiento al Sol; he
aprendido las canciones sagradas que guardan la memoria de
nuestros abuelos indios y he amanecido decenas de veces
acompañando a los yachags en sus rituales de
curación. También he subido a la soledad de la
montaña a encontrarme "cara a cara" con el
Espíritu. Con el pasar de los años, ha madurado en
mí la convicción de que hay una América
todavía no descubierta, una América que
escapó a los descendientes de Colón. Una
América presente en centenares de hombres y mujeres que
guardaron las antiguas costumbres y tradiciones, los viejos
rituales propiciatorios, las ceremonias de agradecimiento: los
tesoros de un conocimiento
desarrollado desde hace miles de años en nuestras tierras.
Se trata de un riquísimo patrimonio
espiritual, que tiene el sello propio de nuestras
geografías y la marca de nuestros
abuelos. Es más nuestro por eso, y es por eso que somos
sus legítimos herederos. He asumido esta herencia y
también la delicada responsabilidad de guardar algunas de las
tradiciones de nuestros antepasados. Por razones que
todavía no consigo explicar, aquello que se inició
hace años como la simple curiosidad de un estudiante
universitario hambriento de experiencias intelectuales, ha
terminado por transfigurar no sólo mi pensamiento,
sino mi ser entero. No pierdo ya mi tiempo en lamentar los
sinuosos caminos que he tenido que recorrer para llegar a donde
estoy: son, simplemente, los que me tocaron en suerte y solo
tengo gratitud para la vida por haberme llevado a recorrerlos.
Este libro es por eso, mi muestra de
agradecimiento para aquellos abuelos y taitas que me introdujeron
en la sabiduría ancestral y el misterio de nuestras
tradiciones y que confiaron un día en que podían
depositar en mis manos la responsabilidad de custodiarlas. A
veces siento el peso y la magnitud de esta responsabilidad.
Sé que la palabra escrita es limitada y que mis relatos
empalidecen los vivos colores de las
experiencias en que están fundamentados. Sé
también que la vitalidad de nuestras tradiciones se prueba
por el hecho de que han sobrevivido el paso de los siglos por la
sola fuerza del
ritual y de la transmisión oral. Asumo sin embargo mi
condición de escritor, mi sueño infantil de ser
escritor, en la confianza de que más allá de todo
límite y toda circunstancia, el Espíritu
está presente en la realización de los
sueños de los hombres. Asumo también por eso, con
mi vida, la total responsabilidad sobre el contenido de estas
páginas que han sido mi reto de guerrero en este
tiempo.
Jorge Luis Mazón
(Huaira Guamán)
PRIMERA PARTE
(Algunos procesos
históricos claves para entender la historia
americana)
- Erase una vez un mundo mágico y
encantado
TEMA CENTRAL: "El proceso histórico – |
PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
|
Hubo un tiempo en la historia humana en la que
los hombres tenían una "visión encantada" sobre
el universo en
que vivían. La magia, que es muy variada, era parte de la
vida cotidiana de los seres humanos. El universo, era bastante
más que un mundo de objetos externos al hombre. Así
vivieron cientos de generaciones en todas las regiones del
planeta, desde las selvas amazónicas a los desiertos
africanos, desde las islas de la Polinesia hasta las llanuras
norteamericanas y la estepa siberiana. El hombre, se sabía
y se sentía parte integrante de la creación.
Vivía en un diálogo
permanente con los otros seres del mundo visible (los elementos,
las rocas, las nubes,
los animales y los
seres del mundo vegetal), así como también con los
seres de los reinos invisibles (espíritus). Si hay
algún elemento común a la especie humana, por lo
menos desde el hombre de Neanderthal (100.000 a.N.e) en adelante,
por cualquier dirección del planeta por donde se mire, es
la existencia de prácticas sociales que se suelen
denominar religiosas, pero que prefiero denominar aquí
espirituales.
También se vivió así, aunque hasta
una época algo más temprana, en las montañas
y llanuras de Europa
Occidental. Al decir del profesor y filósofo
norteamericano Morris Berman, era la visión del mundo que
predominó hasta que en Europa se llegó a los
albores de la Revolución Científica (siglos 16-17).
De ahí en adelante (y es bueno no perder de vista que en
el siglo 16 comienza la expansión de las metrópolis
europeas, así como la colonización e
imposición de la cultura
occidental en prácticamente todo el planeta), lo que se
vive es un continuo desencantamiento del mundo (al menos en el
nivel del pensamiento). Aquel tradicional mundo poblado por
humanos y muchas otras criaturas, va cediendo terreno a un mundo
donde la razón científica (con su clásica
exigencia de rígida distinción entre sujeto y
objeto, entre observador y observado), virtualmente expulsa al
ser humano de la creación, lo escinde, para colocarlo en
el plano aparentemente superior de aquel que tiene una
razón cuya intención es descifrar los secretos de
la naturaleza para dominarla. El hombre, que desde siempre
había sido socio de la naturaleza, empieza paulatinamente
a separarse de ella. Luego le declarará la guerra.
"Sujeto y objeto – dice Berman – siempre son
vistos como antagónicos. Yo ya no soy mis experiencias y
por lo tanto no soy realmente parte del mundo que me rodea,
(…) todo es un objeto ajeno, distinto y aparte de mì.
Finalmente, yo tambièn soy un objeto, también soy
una "cosa" alienada en un mundo de otras cosas igualmente
insignificantes y carentes de sentido. Este mundo no lo hago
yo: al cosmos no le importo nada y no me siento perteneciente a
él. De hecho, lo que siento es un profundo malestar en
el alma".
Pero, ¿qué es lo grave de todo esto? Lo
grave es reconocer que, durante el 99 por ciento del transcurso
de la historia humana, el mundo estuvo encantado y el hombre se
veía a sí mismo como su parte integrante. El hombre
era un ser tan mágico como todo lo que le rodeaba. La
importancia y vitalidad de esta cosmovisión se clarifica
cuando entendemos que, gracias a este sentimiento de
participación, gracias a esta especial mirada que es
incapaz de ver en lo otro y los otros una "simple cosa que puedo
utilizar", la relación del hombre con su entorno fue una
relación de respeto y armonía. Así pueden
empezar a entenderse, por ejemplo, cientos de ritos de
agradecimiento a la Madre Tierra, o los muchos cultos al Sol o a
los elementos que son comunes a muchísimos pueblos
"salvajes" y religiones paganas del
mundo. El hombre, vivió temiendo y respetando aquello que,
en su entendimiento primario pero no por ello inferior o menos
sabio y luminoso, formaba parte imprescindible del tejido de la
vida. Agradecer a la Tierra, o al poder de los
vientos, era – de algún modo- agradecerse a sí
mismo, era una manera de tenerse respeto, de estar
permanentemente reencontrando la propia armonía: Yo no
daño la Tierra, porque Yo soy la Tierra. Era -sin duda- un
modo de reconocerse parte del Todo. Dañar el Todo, atentar
contra la vida en cualquiera de sus formas (su forma
pájaro, su forma roca, su forma río o pez o
árbol), era un acto impensable para muchos, pues solo un
enajenado podría atentar contra sí
mismo.
Esta visión encantada del cosmos a la que hace
referencia Berman, es válida virtualmente para todas las
sociedades anteriores o que se desarrollaron en áreas
ajenas a la influencia de la civilización judeocristiana
occidental. Y es que por razones que permanecen obscuras,
señala Berman, dos culturas en particular, la judía
y la griega, fueron las responsables de los comienzos de este
proceso de desencantamiento:
"A pesar de que el judaísmo poseía una
fuerte herencia gnóstica (siendo la cábala su
único sobreviviente), la tradición oficial
rabínica (más tarde talmúdica) se
basó precisamente en la extirpación de las
creencias animísticas. Yaveh es un Dios celoso: "No
tendrás otros dioses más que Yo"; y a lo largo de
la historia judía, la prohibición en contra del
totemismo -la adoración de ídolos (imágenes
esculpidas) – ha sido el tema central. El Antiguo Testamento es
la historia del triunfo del monoteísmo sobre Astarte,
Baal, el becerro de oro y los dioses de la naturaleza de
pueblos vecinos "paganos". Aquí vemos los primeros
destellos de (…) la conciencia
no participativa: el conocimiento se adquiere mediante el
reconocimiento de la distancia entre nosotros y la naturaleza.
La unión extática con la naturaleza se juzga no
meramente como ignorancia, sino como idolatría. La
Divinidad debe experimentarse dentro del corazón
humano; Ella, definitivamente, no es inmanente a la
naturaleza."
Los distintos pueblos de América precolombina,
eran pueblos con cosmovisiones mágicas, como lo atestiguan
hasta la saciedad su historia, sus mitologías, aquello que
se ha podido rescatar de su cultura y su ritualidad ancestral y
que se mantiene vivo todavía en muchísimos pueblos
y comunidades de todo el continente. Cierto es que la conquista y
posterior imposición de los modelos
culturales europeos dio inicio a una época de
negación, invalidación y virtual
aniquilación de culturas y cosmovisiones nativas. Pero
cierto es también que asistimos a una época de
renacimientos. En palabras de Berman, podemos afirmar entonces
que "es vital un reencantamiento del mundo". Es vital por cuanto,
en apenas los últimos cuatrocientos años de la
experiencia humana, y fruto sobre todo de un proceso de
alienación en el que el hombre dejó de saberse y
sentirse parte integrante (orgánica) del cosmos, no solo
ha conseguido romper esa integridad primigenia (que se expresa
también en la ruptura cada vez más evidente de la
psiquis humana), sino -y lo que es peor- casi ha conseguido
llevar al planeta a su colapso ecológico. El credo de la
razón científica, que tanto éxito
ha tenido a todo lo largo del los cuatro últimos siglos,
hasta llegar a convertirse en el siglo XX en el "discurso
oficial por excelencia" (ningún discurso tiene tanta
validez, en nuestra época, como aquel que viene respaldado
por el membrete de la ciencia),
ha empezado sin embargo a arrojar un espectro de duda sobre
sí mismo, como bien lo señalan Baigent y Leigh
refiriéndose a algunas de las realidades más
problemáticas de nuestra civilización
contemporánea:
"Difícilmente podía resultar razonable
reunir y almacenar un número de armas nucleares
capaz de destruir el globo terráqueo sesenta veces;
difícilmente podía resultar razonable dejar que
el planeta se superpoblara sin desarrollar los recursos
adecuados para acomodar tal crecimiento; difícilmente
podía parecer razonable reducir y agotar los recursos
existentes sin previsión alguna en vistas a su
reposición".
La civilización científica y
tecnológica nos ha hecho capaces de poner naves en el
espacio exterior desde las cuales podemos contemplar nuestra
bellísima y azul casa común. Lo trágico es
que esta perspectiva pareciera no habernos dado más que un
lugar desde donde poder contemplar en visión
panorámica nuestro suicidio
colectivo.
ESTAMOS HECHOS DE TIERRA
"No es de brutos que nuestros abuelos indios
decían que son hijos de la Tierra. Ni por supersticiosos
ni por románticos. Cada que yo me llevo un bocado a la
boca, un plátano, un pan, un pedacito de papa, estoy
literalmente incorporando a mi cuerpo un pedazo de la Madre
Tierra. Después, ese platanito, esa papita, se transforman
en mi sangre, en mis
tejidos, en
mis células.
¿Me entiendes? Somos de Tierra. Estamos hechos de Tierra.
Somos uno solo con la Tierra, y eso es bien sagrado".
ARTURO CHIRIBOGA (yachag
ecuatoriano)
IDEAS PARA TRABAJAR EN
CLASE:
- Tras leer la cita textual del yachag Arturo Chiriboga
("Estamos hechos de tierra"),escribe un ensayo
donde muestres (usando información científica de apoyo si
quieres) que el cuerpo físico del ser humano está
literalmente formado por elementos que provienen de la
Tierra. - Imagina que una mañana despiertas y de pronto
descubres que puedes percibir otros mundos (dimensiones) que
están más allá del mundo físico que
percibes con tus cinco sentidos. Describe tus percepciones, los
seres que ves, lo que hacen, qué te dicen y qué
mensajes te traen.
TEMA CENTRAL: "De cómo el hombre se propuso
dominar a la naturaleza"
PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
|
De algún modo, los orígenes de las
catástrofes ambientales y la atmósfera
apocalíptica que nos rodea en este principio de milenio,
hay que ir a rastrearlos en Europa, en una época donde la
religión
oficial (católica) había adquirido intereses y
compromisos tan "de este mundo", que necesariamente tuvo que
idear una razón que justificara un estado de cosas muy
lejano de su naturaleza: el cultivo del espíritu de sus
fieles.
Durante la Alta Edad Media,
aparece El Tribunal de la Santa Inquisición. Se trata, en
buena medida, de la respuesta de las más altas
jerarquías del culto religioso más extendido en la
Europa de fines de la Edad Media. Más que tratarse de un
Tribunal para velar por la pureza de los dogmas católicos
(como relata la historia oficial), en los hechos, el Santo Oficio
se convirtió en un poderosísimo centro desde el que
se administraba el terror (como mecanismo de control social) y
se proveía a la Iglesia y a
los Monarcas Católicos europeos de los fondos necesarios
para continuar su expansión por el planeta. Con la
creación del Tribunal del Santo Oficio, se inaugura una de
las épocas más terribles de la historia humana,
época marcada por la delación, la doble moral y el
total irrespeto hacia la vida.
No es casualidad entonces que, en este contexto,
aparecieran en Europa figuras como la de Sir Francis Bacon,
considerado dentro de la historia de la ciencia de
occidente como el fundador del empirismo y uno de los pilares
fundamentales del método y
la mentalidad científicos. No es casualidad que, en un
medio donde se torturaba hasta el máximo de la crueldad al
más mínimo pretexto, apareciera un filósofo
con mentalidad de inquisidor que proponía que a la
naturaleza hay que preguntarle directamente, colocándole
en una situación en que se viera forzada a suministrarnos
sus respuestas. Se trata de los mismos métodos
con los que la Inquisición procedía con los reos
del Santo Oficio en sus famosas cámaras de tortura. Se
trata ya no de un pensador recreando la relación sagrada
del hombre con el Universo. Se trata de la relación de un
torturador con su víctima. Es el insensible hombre
desespiritualizado que no aboga ya por una relación
armoniosa, de respeto y devoción hacia aquella parte del
Cosmos de la que el ser humano, desde antiguo, se sentía
parte integral, sino por una relación de fuerza, por un
combate. Ya no es el hombre marchando con la Tierra. Es, final y
desgraciadamente, el hombre contra la Tierra. La naturaleza misma
ha sido desespiritualizada, cosificada. La Tierra, será de
ahí en adelante, cada vez menos objeto de culto para
convertirse en un objeto simple y llano. Una cosa puesta
allí no importa por quién, para que el hombre
ejerza su dominio sobre ella. Durante los cuatro siglos
siguientes, la humanidad se lanzará, impulsada por ese
espíritu de dominio, a conquistar y sojuzgar toda la
tierra disponible. Donde antes se acostumbraba a mirar un
conjunto interrelacionado de seres encantados que
compartían con el hombre venturas y desventuras, el hombre
del Renacimiento, el
hombre del siglo de las luces y este contemporáneo hombre
de la mentalidad científica, empezarán a ver tan
solo "recursos que deben ser explotados".
Pero hay que decir también que, contra las
distorsiones y abusos de la iglesia descritos más arriba,
el Renacimiento
fue en Europa también un tiempo donde, el Racionalismo y
el Humanismo
ateístico irrumpieron en forma contestataria. Analizando
este momento histórico, Germán Rodríguez
señala acertadamente:
"La Religión, antes dominante, se vio
enfrentada por la Ciencia que proclamaba la supremacía
de la razón. Poco a poco el humanismo renacentista se
transformó en humanismo antropocéntrico y el
hombre se creyó destinado a gobernar la Naturaleza.
(…) De este modo, la razón se dirigió al
dominio técnico experimental del mundo."
En Abya Yala, la isla de la Tortuga, (así es como
denominaban algunos pueblos de la actual Centroamérica a
nuestro continente) , en esta Tierra del Hombre Rojo (así
lo denominaban muchos pueblos de Norteamérica), desde
Alaska hasta la Tierra del Fuego, la gran diversidad de pueblos
que habitaban estas tierras, compartían, desde luego, esto
que venimos denominando una visión encantada o
mágica del mundo, caracterizada por el respeto a la Tierra
y a todos los elementos. Es una visión que tiene en su
matriz un
ecologismo natural sobre el que profundizo en un capítulo
posterior de este libro.
LA TIERRA REDUCIDA A UN SIMPLE "RECURSO
ECONOMICO"
"La visión del mundo predominante en Occidente es
que se debe estudiar, diseccionar y dominar la naturaleza, y que
se debe medir el progreso según nuestra habilidad para
extraer los secretos y riquezas de la Tierra. El Primer Mundo ha
dominado la Tierra, en muchos casos para enriquecerse. Los
pueblos primitivos no consideran a la Tierra simplemente como un
recurso económico. Sus territorios ancestrales son,
literalmente, la fuente de la vida, y sus diferentes modos de
vida se desarrollan y definen en relación al entorno. Los
pueblos primitivos son gentes de la Tierra".
JULIAN BURGER
IDEAS PARA TRABAJAR EN
CLASE:
- Imagina un mundo donde los hombres han talado todos
los bosques y toda la tierra se ha convertido en un desierto.
No existen ya tierras para cultivar los alimentos. Las
sequías son prolongadas. Escribe un cuento donde
relates cómo sería tu vida y la de tu familia en este
mundo. ¿De qué se alimentarían?
¿Cómo sería tu relación con los
demás miembros de tu sociedad? - Lee la cita de Julián Burger ("La Tierra
reducida a un simple recurso económico"). Escribe un
listado de las actividades económicas que ha inventado
el hombre y que suponen una relación de maltrato hacia
la Tierra.
3. Idolatría y
politeísmo
TEMA CENTRAL: "La extirpación de |
PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
|
Al estudiar la historia de la conquista del continente
americano por España y
las demás metrópolis europeas, una de las primeras
cosas que se torna evidente para el estudioso de la historia, es
la inmensa insensibilidad que mostraron los conquistadores
respecto de lo que Burger denomina apropiadamente "elevada y
altamente desarrollada conciencia espiritual de los pueblos
conquistados."
Muchos de los que hoy en el Ecuador tenemos
más de 25 años, tal vez recordemos esos viejos
libros de
texto con los
que nos enseñaban en la escuela la
historia de la conquista de nuestro continente por los europeos.
Entre los conceptos que rigurosamente teníamos que
memorizar los escolares de hace 5 lustros – relacionados con las
luchas entre nativos y europeos – figuraba el concepto de
IDOLATRIA. Puedo todavía ver a mi viejo profesor de cuarto
grado de primaria explicando a media centena de niños
ávidos de historias heroicas o fantásticas
cómo es que los españoles llegaron a América
a enseñarnos la "única religión verdadera" y
el "único Dios verdadero", porque nuestros indios
vivían en la ignorancia y como parte de esa ignorancia,
por doquier se había extendido el culto de los más
diversos ídolos. En lugar de adorar al Dios de la Biblia,
los salvajes pobladores de estas tierras habían optado por
construir fastuosos templos donde adorar a la luna, al sol, al
jaguar, a la anaconda, al trueno, al cóndor o al
águila. Desoyendo expresos mandatos del Antiguo
Testamento, construían figuras de oro y plata de estos
seres y animales, y estas figuras ocupaban lugares centrales en
sus templos y lugares de culto. Los españoles nos
habían hecho "un bien" al traernos la religión
católico cristiana. Para nuestros indios, representaba un
"progreso" el pasar de la superstición animista de sus
cultos naturales, a la opción racional de un dios
abstracto. La cultura impuesta por los europeos en América
hacía 5 siglos, era no sólo "moderna", sino
"éticamente correcta".
Vistas así las cosas, crecí entendiendo
que idolatría era una palabra despectiva, que implicaba un
estado de cosas propio de "seres atrasados" y que nosotros, los
modernos y urbanos niños del futuro, debíamos
considerar como un estado pre-racional no deseado de la
conciencia, por suerte superado. Nuestra buena religión
católica era incuestionable y de aquellos cultos antiguos
propios de nuestros idólatras tatarabuelos indios no
había para qué hablar. Ellos – pobrecitos – no
tenían nuestra ciencia y por eso no podían
explicarse racionalmente las causas y los mecanismos de los
fenómenos naturales. Creían en los seres que
creían motivados únicamente por el temor y la
ignorancia.
Y después de entender el "carácter
idolátrico" de las religiones amerindias precolombinas,
pasábamos a otro concepto a través del cual se
entendía también el mismo proceso histórico:
el concepto de Monoteísmo. Desde un conocido prejuicio
antropológico, se nos invitaba a creer que el
Monoteísmo representa un "paso adelante" respecto de los
cultos denominados Politeístas.
El Monoteísmo – se nos inculcaba – es propio de
pueblos civilizados (judíos, árabes, romanos y
europeos en general después)los mismos que, más
tarde o más temprano, lograron superar las tradicionales
visiones "primitivas" del fenómeno religioso, y
desarrollaron el culto a una sola deidad, abstracta y no hecha a
la imagen y
medida de los temores humanos. En síntesis,
creer en un solo Dios era "superior" a creer en
varios.
Y así, terminábamos el sexto grado de
primaria, en el mejor de los casos con una visión
compasiva de nuestros antepasados indios. Y es que cómo no
íbamos a ser compasivos con aquellos pobres seres
incivilizados e ignorantes que habían padecido, en
tratándose de la sagrada relación con Dios, dos
enfermedades
típicas de seres primitivos: idolatría y
politeísmo. Menos mal que llegaron aquellos varones de la
espada y la cruz que – con mano brusca a veces, había que
reconocerlo – extirparon ese cáncer de la conciencia
americana primitiva y nos permitieron pasar a la edad adulta en
materia
religiosa.
El caso es que idolatría y politeísmo son
apenas dos de los calificativos con los que cierta ideología moldeó la conciencia de
decenas de generaciones de niños y jóvenes
americanos, para tratar de justificar y hacer tolerable a la
memoria histórica el inocultable tiempo de la llegada de
los "soldados de Dios". Había – como ya cinco siglos antes
habían hecho frailes, capitanes y corregidores – que
encontrar "buenas razones" para justificar el atropello,
persecución y casi total exterminio de los cultos nativos
(y de los nativos).
Vamos a intentar entonces otra interpretación de
los hechos sucedidos tras la llegada de los conquistadores. Una
interpretación que trate de explicar el fenómeno
que los cronistas de la conquista denominaron de
"extirpación de idolatrías", pero desde un punto de
vista en el que idolatrías y politeísmo no
signifiquen una visión peyorativa de la espiritualidad
indiana precolombina.
Para empezar a entender el fenómeno
histórico referido, propongo entonces entender el contexto
por el que estaba atravesando la Iglesia Católica que
lideró el recambio de la cultura espiritual en nuestro
continente. Como bien señala Julián Burger, citando
al soldado cronista Bernal Díaz del Castillo, "los
colonizadores llegaron con la espada en una mano y la Biblia en
la otra, para llevar la luz a aquellos
sumidos en la oscuridad, y también para
enriquecerse"
Hay que decir entonces que, en lo que se refiere a la
Iglesia Católica, "las estrategias de suplantación
de costumbres y creencias aplicadas en Europa fueron
trasplantadas y la lucha contra el paganismo se extendió
junto con la hoguera inquisitorial hacia todas las regiones a
donde fue la extirpación de idolatrías". Varios
siglos de enconada lucha contra los "infieles" musulmanes,
habían adiestrado bien a los cruzados católicos en
la persecución de herejías, de modo que cuando le
tocó el turno a nuestro continente, la persecución
de infieles se extendió a América con similares
prácticas a las que se utilizaban en Europa.
Desde bien temprano en la colonia, una de las
tácticas de control social de los europeos fue la
demonización de los ritos y creencias religiosas nativas.
Citemos algunos ejemplos. En su "Relación de las cosas de
Yucatán", Diego de Landa señala:
"Usaba también esta gente de ciertos caracteres
o letras de los cuales escribían en sus libros sus cosas
antiguas y sus ciencias, y
con estas figuras y algunas señales de las mismas,
entendían sus cosas y las daban a entender y
enseñaban (…) Hallámosles gran número de
libros de éstas sus letras y porque no tenían
cosa que no hubiere superstición y falsedades del
demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y
les dio mucha pena".
Fray Gerónimo de Mendieta por su parte, no sin
cierta admiración respecto al elevado número de las
prácticas religiosas indígenas (lo que indica, de
paso, que esta no era, ni mucho menos, una tierra donde se
desconocía la vida espiritual) y algo de envidia por
cuanto no le había sido dado observar tanta diligencia en
los cultos realizados por los propios cristianos, refiere por su
parte:
"No quiero detenerme en contar la manera de
ídolos que estos indios tenían, ni las
diferencias de sacrificios y ceremonias con que los adoraban,
que todo era poco en respecto de lo que se halló en la
tierra firme de la Nueva España; mas por poco que era,
cotejado con la de México y otras partes, basta decir y que
se entienda, como el demonio estaba de ellos tan apoderado y
hecho tan señor y servido, cual plugiera a Cristo que su
divina Majestad lo estuviera de todas sus racionales
criaturas."
Viejos y nuevos misioneros, católicos y
protestantes, jugaron desde que empezó su presencia en
América, papeles incluso más importantes que los
propios conquistadores en cuanto a la destrucción y
combate a las culturas autóctonas.
"En la destrucción de los registros
precolombinos, tales como códices, manuscritos, tokapus
y kipus, más notable que la acción de los
conquistadores cuya sed de oro les llevaba al saqueo de los
templos, fue la de los misioneros que vinieron a extirpar las
idolatrías de los habitantes de
América."
Blanca Muratorio, una investigadora de las religiones
amerindias, señala también, refiriéndose a
este mismo tema que "la prédica misionera todavía
hoy condena el chamanismo y, desde su comienzo, identificó
a los chamanes nativos con el demonio cristiano y, por
consiguiente, con el infierno." Los chamanes – digámoslo
de pasada en este lugar – son los principales "sacerdotes", tanto
de los grandes cultos de los pueblos más grandes, como de
las prácticas religiosas de la pequeña localidad o
aldea. Al demonizarlos, la Iglesia de los conquistadores
asestó un golpe tremendo en la columna vertebral misma de
la espiritualidad indígena. Los dioses y seres en los que
estaba puesta la fe de nuestros antepasados aborígenes,
fueron declarados de pronto no solo ilegales, sino
"diabólicos", encarnación misma de lo más
repudiable y odioso que podía reconocer el oficialismo
triunfante. De esta manera, no era difícil conseguir la
discriminación y el rechazo firme de los
cultos nativos por la sociedad colonial. En el lapso de apenas un
siglo, culturas y formas de espiritualidad milenarias
habían – como bien anota Germán Rodríguez –
"olvidado gran parte de su pasado y sus antiguas ciencias y solo
quedaba la tradición oral como medio de transmitir lo poco
que conservaban de sus saberes". La consolidación
paulatina que vivió Europa durante el siglo 17 del
racionalismo y la mentalidad científica, coincidió
con la destrucción de buena parte de la visión
mágica (y de la identidad
cultural) de los pueblos originarios del Nuevo Mundo.
Lo curioso es que todavía hoy, dos siglos
después de que los enciclopedistas franceses con ese
optimismo típico del súper racionalista siglo 18
anunciaran la salvación y la felicidad de la humanidad por
el camino de la ciencia y la necesidad de llevar la cultura del
progreso a los incivilizados del mundo entero, instituciones
como el Instituto Lingüístico de Verano y la Nueva
Misión
de las Tribus continúan trabajando en distintos
países del mundo actual, alimentando una ideología
que considera todavía que los indios – como dice con
aserto Julián Burger – "no son más que paganos que
esperan ser convertidos al dios de los misioneros." Lo grave de
todo esto, actualmente, es que los gobiernos latinoamericanos
actuales, al bendecir la presencia misionera, atentan contra el
estilo de vida aborigen (o lo que queda de él), en nombre
de la modernidad
ecológicamente reprochable de petroleras, madereras y
colonos ganaderos.
CORTEZ DESTRUYENDO LOS TEMPLOS AZTECAS
"Los más principales de estos ídolos, y en
quien ellos más fe y creencia tenían,
derroqué de sus sillas y los fice echar por las escaleras
abajo, e fice limpiar aquellas capillas donde los tenían,
porque todas estaban llenas de sangre que sacrifican, y puse en
ellas imágenes de nuestra Señora y de otros santos,
que no poco el dicho Moctezuma y los naturales sintieron; los
cuales primero me dijeron que no lo hiciese, porque si se
sabía por las comunidades se levantarían contra
mí, porque tenían que aquellos ídolos les
daban todos los bienes
temporales, y que dejándolos maltratar se enojarían
y no les darían nada, y les secarían los frutos de
la tierra y moriría la gente de hambre".
HERNAN CORTEZ
IDEAS PARA TRABAJAR EN
CLASE
- Supón que eres un sacerdote azteca o inca y
que debes preparar una ceremonia de agradecimiento por los
frutos que la Tierra ha dado a tu pueblo en la última
cosecha. Describe cómo sería la ceremonia que
debes dirigir (el escenario, los participantes, los vestuarios,
el ritual, etc.) Construye una maqueta donde esté
representado el ritual de agradecimiento a la
Tierra. - Escribe un ensayo donde
expongas tu punto de vista sobre si existe o no derecho por
parte de todos los pueblos y comunidades del mundo a escoger
libremente el culto religioso a través del cual
establecer una relación con lo divino. Expón
también tu opinión sobre las consecuencias que ha
tenido y tiene todavía la creencia (sostenida por
algunas religiones) de que existe "un solo Dios verdadero" y
una "sola religión correcta". - Basándote en la cita de Cortez sobre la
destrucción de un templo azteca, escribe un guión
y presenta en clase una dramatización sobre este suceso
histórico.
- La estrategia del
disfraz
TEMA CENTRAL: "El sincretismo como estrategia |
PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
|
Muchos de los ritos, usos y costumbres de los antiguos
pobladores de nuestro continente se perdieron tras el embate
militar y cultural que supuso la conquista. Hacia finales del
siglo 16, las sociedades indígenas americanas
habían sido transformadas profundamente. España y
Portugal, la avanzada de la penetración europea,
terminaban sus ajetreos "pacificadores" y cimentaban el gobierno de la
metrópoli sobre las principales poblaciones americanas
desde México hasta Chile. Poco a
poco, franceses, ingleses y holandeses se aventurarían
también a reclamar su "parte del pastel", y
completarían la "labor civilizadora" que Europa se impuso
como una de sus misiones principales en
América.
Pero la historia abunda también en relatos sobre
la resistencia
indígena a la invasión blanca. Rumiñahui en
el Reino de Quito, Túpac Amaru en el Cuzco, Caballo Loco y
Gerónimo en América del Norte, son apenas unos
cuantos nombres de jefes indios que, ante la alternativa de
entregar sus pueblos y territorios al dominio del colonizador,
prefirieron levantar sus armas y entregar sus vidas. Todo esto es
historia conocida.
Lo que los libros de historia generalmente no cuentan,
son las otras formas y estrategias de resistencia que
frecuentemente adoptaron las poblaciones indias para proteger sus
costumbres y saberes, y salvaguardar lo más preciado que
tenían: su espiritualidad.
Hoy conocemos informes sobre
la existencia de pueblos enteros que optaron por la estrategia de
la huida hacia regiones geográficas virtualmente
inaccesibles. Este es el caso de algunas comunidades de
huicholes, en la serranía del México actual, de los
Quero de los Andes peruanos, o de algunos pueblos
amazónicos que, hasta hace no muchos años,
defendieron su cultura de la invasión colonizadora con la
ayuda de su legendaria ferocidad y la abigarrada geografía
selvática . Siglos después de la invasión
europea, para sorpresa de muchos, han empezado poco a poco a
salir a la luz y a mostrar algo de lo que estuvieron cuidando
durante los siglos del Pachakutik de la oscuridad. Y asistimos
con agrado a constatar que el tesoro del cual se mantuvieron
secularmente como guardianes, era fundamentalmente un tesoro
espiritual. Una forma de vida en la que la cotidianidad de la
existencia está permeada por la presencia del
Espíritu, una forma de relacionarse entre sí mismos
y con el entorno constantemente asediada por la figura de lo
sagrado.
Pero hubo también en América, y estos son
tal vez los casos más numerosos, aquellos que, como forma
sutil de resistencia al acoso de la cultura que se imponía
como dominante, optaron por la estrategia del sincretismo, que es
la estrategia del disfraz. Recordemos, para contextualizar el
proceso de formación de sincretismos en nuestros
continente, que la Europa – pero sobre todo la España –
que nos conquistó, era la España profundamente
feudal de los reyes católicos y sus sucesores; una
España que, por el tiempo en que Colón
accidentalmente topó con las Bahamas en su viaje hacia las
Indias orientales, había desatado una persecución
tremenda contra los judíos residentes en su territorio y
arrebatado muchas fortunas de los que se negaron a la
conversión, con la colaboración del Tribunal de la
Santa Inquisición cuya presencia había oficializado
pocos años antes para "combatir las herejías. Se
trataba de una España que había optado (un poco
más tarde que sus pares europeos) por un catolicismo
radical que en el fondo servía muy bien a los intereses
del absolutismo
monárquico y a la consolidación del estado nacional
español
que se inicia con el matrimonio entre
Isabel del Castilla y Fernando de Aragón.
Para nuestro relato, interesa adicionalmente saber –
como bien señalan Rodríguez y Tatzo – que "como
parte del dominio universal de la Iglesia Católica, en el
siglo 16 arribó a costas americanas Diego de Albornoz,
oficial del Santo Oficio de la Inquisición, quien entre
sus designios traía la formación de los tribunales
inquisitoriales en los que se juzgaría las acciones de
quienes no se avinieran a las disposiciones de la Iglesia y se
los encontrara sospechosos de herejía." Era el tiempo en
que, tanto en España como en América, no ser
católico era un peligro que no valía la pena
correrse. Los sacerdotes que fueron arribando en los barcos de
los Pizarro y los Cortez, representaban la "avanzadilla
ideológica" necesaria para justificar éticamente
las atrocidades que cometía la ambición de la
aventura conquistadora. Eran los soldados de Dios, y la
alfabetización de los indígenas en la lengua
española corrió de la mano de la enseñanza de los ritos y valores de la
nueva religión, aquella que proclamaba con vehemencia que
su Dios era el "único Dios verdadero", y su
religión la única que servía para entrar en
comunión con ese Dios. Se trataba de viejos dogmas
convenientemente actualizados para servir al dominio
ideológico que acompaña toda empresa de
sojuzgamiento político y económico.
Y así llegamos, a siglos de distancia, a este
punto donde queremos empezar a comprender la magnitud del acoso y
la persecusión realizada por este catolicismo
inquisitorial contra las culturas y religiones nativas. Para
empezar a entenderlo hay que insistir en algo: es una
interpretación interesada aquella que afirma que, antes de
la llegada de los europeos, nuestros pueblos autóctonos
mantenían "formas primitivas" de religiosidad. Ahora, por
fin, es cada día más abundante la literatura que da pruebas de la
variada y riquísima gama de cultos y tradiciones
espirituales que existían entre nuestros abuelos indios en
los tiempos del "encuentro de las dos culturas". Es más,
me atrevo sin recelo a afirmar que, mucho antes de la llegada de
Colón, existían ya por los cuatro costados del
continente, cultos religiosos muy sofisticados, pero sobre todo
cosmovisiones y formas de vida en las que la espiritualidad
ocupaba un lugar central. Desde Alaska hasta la Tierra del Fuego,
distintos pueblos en distintas lenguas habían ido dando
forma, con el paso de los siglos, a distintas maneras de
denominar a un Gran Espíritu Creador y a sus infinitas
manifestaciones naturales, sagradas todas por contener en
sí mismas, esta esencia divina. Se honraba así, la
presencia del Creador en el viento, en cada árbol y
montaña, en el ala del águila o el búho, en
el rugido del jaguar o el canto de la cascada. Y se honraba estas
presencias de las más diversas formas: ayunando en la
soledad de la montaña, danzando en comunidad,
celebrando el ingreso en la pubertad o el valor en el
combate. La presencia del "mundo de los espíritus", de
este mundo donde el Gran Espíritu Creador cobra los
más variados (y a veces impredecibles) aspectos,
acompañaba casi cada acto de la vida de unos hombres que
no habían aprendido todavía, como sus hermanos
blancos, a considerar verdadero sólo aquello que
podían percibir con sus cinco sentidos. Vivían en
un mundo que aparece ante nuestros ojos como mágico y
encantado, donde los hombres todavía no habían
perdido la capacidad de estar atentos a las señales de la
naturaleza y tenían en cuenta para sus decisiones
cotidianas los mensajes sutiles que el Creador escondía en
la lluvia, el arco iris, la súbita presencia de una
mariposa o el latido de su propio corazón. Es este mundo
el que pronto sería obligado a ocultarse. La mentalidad de
los conquistadores europeos que arribaron en el siglo 16 a
nuestras tierras, no fue precisamente la del invasor inteligente
que asimila con perspicacia los logros de la cultura dominada y
los incorpora a la propia, sino más bien la del cruzado
fanático en lucha contra los infieles, y también la
del mercader. Lo que durante siglos Europa había ensayado
en su lucha contra los moros, se extendió, a partir de la
conquista, a territorios americanos. Por donde pasaba la espada o
el arcabuz del conquistador, pasaba luego la cruz del fraile
santificando la extensión y consolidación del
dominio universal de su iglesia y la expulsión del demonio
de los territorios del Señor. Y el demonio, más
temprano que tarde, adquirió rostro indígena. Y
miles fueron los indígenas que murieron defendiendo
aquello que consideraban legítimamente como sagrado. Miles
los que no entendieron simplemente el cambio que se les
proponía: la vitalidad y belleza de unos seres sagrados
que diariamente alimentaban su vida (la Tierra, el Sol, el Agua), por
la imagen de un hombre lacerado y doliente que prometía
consuelo para el sufrimiento humano en "otro mundo", y que para
colmo de la impotencia, estaba agonizando clavado en una cruz.
Pero miles fueron también los que utilizaron la estrategia
del disfraz. Entre la alternativa de aceptar la cultura y la
religión de los conquistadores o ser condenados a la
persecución, el ostracismo o el exterminio, fueron muchos
nuestros abuelos indios que, hábilmente, adoptaron los
símbolos del cristianismo y
siguieron practicando sus viejos ritos. Esto es evidente, hasta
la actualidad, cuando se mira con atención las maneras que suele adoptar
mucho del curanderismo y la medicina
"chamánica" indígena y mestiza. Rodríguez y
Tatzo, señalan por ejemplo a este respecto:
"Algunos elementos originales han sido sustituidos por
símbolos católicos, tales como cruces y
botellitas. Esto se explica debido a que, durante el largo
período colonial, en el que la vida cultural estuvo
sumida bajo los dictados de los Padres de la Iglesia y la
sociedad criolla tomó como modelo las
sociedades feudales de Europa, la resistencia cultural
indígena asumió formas miméticas a fin de
cubrir los ritos aborígenes con el ropaje de la iglesia
católica para de este modo perpetuar las
ceremonias."
Señalan también otras formas que
adoptó el sincretismo (básicamente religioso), como
la incorporación por los indígenas a sus ceremonias
de cruces, oraciones e imágenes de santos y santas. Fueron
pasando los años, y la medicina de nuestros chamanes
nativos, para poder ser bien vista a los ojos del colonizador,
incorporó sagazmente en sus invocaciones a los
espíritus de las montañas, los cerros o los
manantiales, los nombres de estos santos.
Con el advenimiento del Pachakutik de la oscuridad,
algunos yachags se convirtieron en campesinos. Desde entonces, la
sabiduría fue transmitida de un yachag a otro, formando
los eslabones de una cadena secular que ha permanecido oculta e
ignorada durante mucho tiempo. Aurelio Díaz ratifica estos
hechos cuando afirma:
"La forma tradicional de nuestros antepasados existe,
ha sobrevivido, ha llegado hasta nosotros. Aquí
está ahora, yo la he recibido directamente de familia,
en familia, en familia.
Puedo relatar la historia de cómo se ha
conservado, como fue transmitida, y cómo debe continuar
siendo transmitida de generación en generación y
de familia en familia."
Vale decir, para concluir esta parte, que la estrategia
del sincretismo inaugurada en la colonia como forma de
protección de las tradiciones y la espiritualidad nativas,
a menudo ha tenido que seguirse manteniendo hasta épocas
recientes, muchas veces como medida precautelatoria contra la
pasión fanática de los misioneros (sobre todo
protestantes), que buscan sus clientelas frecuentemente entre las
poblaciones indígenas, prevalidos de su potencial
económico, en una labor de corte clientelar que aprovecha
(incluso con buenas intenciones, pero ya se sabe que el camino
del infierno está plagado de estas) las deplorables
condiciones de vida a que el modo de vida occidental ha reducido
a estas poblaciones. En un estudio reciente sobre religiones
amerindias en el sur del continente americano, Juan
Borrás, recogía el siguiente comentario de un
indígena yamana fueguino:
"Los misioneros nunca nos preguntaron sobre esto,
antes al contrario nos dijeron que aquello en que nosotros
creíamos, no eran sino tonterías, y
debíamos olvidarlo. Y, sin embargo, nosotros sentimos
desde el primer momento que el Dios de los cristianos, del que
nos hablaban, en el fondo era el mismo que nuestro Watauinewa.
Este proceder y esta forma de hablar de los misioneros nos hizo
daño."
LA SUPERVIVENCIA DE LA SABIDURIA
ANCESTRAL
"Yo no he perdido mi memoria. Tengo mi historia bien
clara, todo lo que se ha puesto sobre nosotros, toda la
saturación de ideas equivocadas. De que descendemos de
Adán y Eva, de que de alguna manera estos son nuestros
padres. Mi único Padre es el Sol, y mi única Madre
es la Madre Tierra, y nunca hemos sido expulsados del
paraíso, éste es nuestro Paraíso,
ésta es nuestra historia. Está bien la historia de
otros pueblos, pero la nuestra no tiene ningún problema
(…) Cómo es posible que la primera pareja haya sido
expulsada del paraíso, y que los primeros hijos, el primer
hermano, mate a su otro hermano y que sea condenado a errar por
el resto de la eternidad.
Esto no es así, mi hermano y mi hermana son el
Aire y el
Agua. Y ellos
nunca han tenido celo alguno y nunca han atentado el uno contra
el otro. Al contrario, funcionan y son una familia real y
verdadera, mi sagrada familia."
AURELIO DIAZ TEPANCALLI
IDEAS PARA TRABAJAR EN
CLASE
- Haz de cuenta que vives en un mundo donde no existe
la escritura.
Sólo tienes tu palabra para transmitir a tus hijos y
nietos tus experiencias y los mensajes que quieres
transmitirles. Con esa idea central, escribe un cuento donde el
personaje central seas tú mismo cuando haz llegado a la
ancianidad. El argumento del cuento, son los relatos que
tú les cuentas a
tus hijos y nietos sentado frente al fuego y que les pides que
guarden para sus generaciones posteriores. ¿Qué
valores, qué lecciones de vida ocuparían el
centro de tu relato? ¿Qué consejos darías
a tus menores para conservar en el tiempo esa sabiduría
que pretendes transmitir? - Construye con tus compañeros una
máscara que representen: un conquistador español,
un fraile, un monarca indio, un sacerdote maya, etc. Con ellas,
haz ejercicios de improvisación donde actúes
pequeños papeles sobre estos personajes. Al
representarlos, centra tu atención en darte cuenta
qué partes de ti no consigues ocultar detrás de
la máscara. - Imagina que eres un científico experto en el
estudio de las estrellas y los planetas que
vive bajo un gobierno que prohíbe la astronomía. ¿Qué
estrategias utilizarías para seguir realizando tus
investigaciones
y dando a conocer tus descubrimientos?
- La intuición y la magia contra la
lógica
TEMA CENTRAL: "Las características y diferencias entre |
PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL
|
Corría el año
1998 cuando tuve la oportunidad de conocer a Hilario Chiriap, un
chamán shuar. Se trata de un indio de la amazonía
ecuatoriana que se educó desde niño en las escuelas
de los misioneros católicos. Antes de que un
envenenamiento lo pusiera, a los veinte años, en manos de
un viejo chamán del cual recibió la
iniciación en la medicina y la espiritualidad tradicional
de sus ancestros, se había preparado como profesor
bilingüe en las escuelas del hombre blanco. En ellas – me
relató una bella noche en que buscábamos
sanación y conocimiento bebiendo ayahuasca, la bebida
sagrada de su tradición – le enseñaron las
concepciones imperantes sobre el conocimiento y la vida. Las
mismas que todavía hoy, los hombres de la mentalidad
científica enseñan a nuestros niños y
jóvenes en nuestras escuelas y universidades. Las mismas
que nos enseñan a considerar como "las verdaderas", o las
"razonablemente más aceptables". Aquella noche le
oí rezar emocionadas palabras de gratitud hacia el Agua, a
la que consideraba "bien sagrada". Le oí también
hablar con tristeza de esa vieja cosmovisión que solo
alcanza a ver en esta "hermana mayor" una "cosa" incolora,
insabora, inolora e insípida. Desde un entendimiento de
sus bisabuelos, Hilario me contó sobre las mil presencias
del Agua. Habló del agua roja de la sangre, del agua
salada de las lágrimas que brota desde nuestro interior y
nos purifica, de la cantarina agua de los ríos y cascadas,
de cómo el agua es uno de los sostenes de la vida y merece
por eso gratitud y reverencia. "La vida de aquellos que solo
pueden ver lo incoloro, insaboro e insípido del agua, debe
ser así mismo, desabrida, gris y sin sabores" – ironizaba
mordazmente hacia el final. Sirva este breve relato como preludio
para referirnos entonces a la cosmovisión, a la manera de
entender el universo, el conocimiento y la vida del mundo
tradicional amerindio, en relación con la
cosmovisión científica oficial.
Nuevamente vamos a ubicarnos en Europa, siglo 16. Es a
partir de esta época – analiza Rodríguez – que "se
fue configurando un criterio de saber cuyas categorías de
valor rompieron con el paradigma de
la tradición antigua y entronizaron a las matemáticas como el ideal de la ciencia. Al
buscar la objetividad en el conocimiento, sobrevalorando la
percepción de los sentidos
externos (vista, gusto, olfato, tacto y el sentido de la
proporción o del equilibrio) el
nuevo paradigma científico se alejó inevitablemente
de la Naturaleza como un ‘Todo viviente’. Desde
entonces, fue considerado científico (y verdadero o digno
de crédito) sólo lo que se podía
comprobar y cuantificar de acuerdo al método de la ciencia
inductiva, la cual se volvió fría y
analítica en sus conclusiones".
Fue durante este siglo que se insinuó a los
hombres de ciencia europeos la idea de que las matemáticas
podían ser un fundamento seguro del saber.
Las relaciones matemáticas, después de todo, son el
fundamento de la lógica,
y estamos hablando de una época donde la lógica se
va convirtiendo en el instrumento predilecto para sustentar la
veracidad de los discursos. Si
podían aplicarse patrones matemáticos a todos los
conocimientos que iban surgiendo fruto de la creciente actividad
exploratoria e investigativa del hombre renacentista, mucho
mejor. El conocimiento, poco a poco, abandonó sus viejas
fuentes
intuitivas, para beber de las nuevas: la observación experimental y la lógica
fundamentada en relaciones matemáticas al estilo
aristotélico. Poco a poco, pero con un brío
poderoso, se fue cocinando este festín de la razón
donde el principal invitado a ser excluido fue, sin duda, el
corazón. El cada vez más racionalista hombre
europeo, conquistador absoluto de los extensos continentes que
conforman la geografía planetaria, decidió
olvidarse un poco de los asuntos divinos (tan abundantes en
"supersticiones irracionales") y se lanzó a la conquista
de los pequeños continentes: contabilizó y
clasificó plantas, rocas y animales; diseccionó
seres humanos para trazar también los mapas de nuestra
geografía interior; empezó la exploración de
las mínimas partículas de la materia en
búsqueda del último fragmento indivisible. En pocas
palabras, aprendió, como nunca antes, a clasificar, contar
y a diseccionar, es decir, a dividir. La nueva visión del
mundo que se fue imponiendo, tenía estos modelos de
pensamiento como sus motores
principales de descripción de la realidad. Y la realidad
que se fue configurando como consecuencia del uso de estas
herramientas intelectuales, fue una realidad fragmentada,
dividida, donde la obsesión por el análisis de las
partes, poco a poco fue impidiendo la visión global y
totalizadora: la visión sintetizadora que unifica. El
hombre occidental, puede entenderse entonces, es un ser
mentalmente predispuesto a la división y el conflicto.
Esta es la visión del mundo y la
concepción del conocimiento que, desde Europa, se
desplazó virtualmente a la casi totalidad del planeta. No
olvidemos que los siglos 15 y 16 fueron los siglos de los grandes
viajes de exploración y descubrimiento; los siglos donde
el mundo entero (incluido nuestro recién descubierto
continente), se repartió entre las grandes
metrópolis del occidente de Europa. Españoles,
portugueses, ingleses, franceses, holandeses, belgas, italianos y
alemanes – pero sobre todo los 5 primeros – se lanzaron a
conquistar y poner bajo su dominio económico y cultural el
resto de la tierra. En América, la nueva
cosmovisión científica se fue imponiendo de a
poco.
Lo que nos interesa sin embargo en este punto es
confrontar esta cosmovisión que vino de la mano del
colonizador, con otras cosmovisiones no científicas que
eran aquellas con las cuales se explicaba el mundo y la vida el
hombre precolombino.
Analizando el mundo chamánico de las grandes
praderas norteamericanas , dice Ingrid Batson que en la
práctica y el discurso de los "medicine men" se puede
detectar una visión del mundo a la que califica de "no
ordinaria". Pero asegura también que, desde una
perspectiva filosófica, el discurso típico de estos
chamanes "permite una mejor comprensión formal del llamado
pensamiento analógico; esta forma de pensar – concluye –
es tan nuclear al chamanismo como el pensamiento lógico lo
es al mundo científico. La mentalidad, la forma de
trabajar con el pensamiento vigente en el mundo amerindio
pre-europeo era, definitivamente "no ordinaria", si por ordinario
entendemos simplemente aquello que se nos ha enseñado a
entender como la "forma común", ( léase
"científica") de ver el mundo. El discurso de los hombres
de medicina a los que se refiere Batson, no es – desde luego – el
discurso del hombre que presenta pruebas y recurre a complicados
diseños experimentales para validar sus aseveraciones. Es
el discurso del hombre que, desde la aguzada percepción de
sus sentidos externos e internos y bajo la guía de su
intuición, habla del camino del hombre y de la vida
proponiendo una nueva relación – más
armónica – con los elementos naturales. El camino de aquel
que busca similitudes entre el macrocosmos y el microcosmos. Es
el discurso del hombre que pugna por una resensibilización
del ser humano y que vive con la confianza del que está
acostumbrado a compartir con hombres y mujeres que dicen la
verdad.
Occidente ha sido pródigo en crear discursos
lógicamente impecables, así como fastuosos y
complicadísimos edificios teóricos. Desde el
Renacimiento, se ha pasado cinco siglos persiguiendo la
objetividad en el conocimiento y el camino "correcto" para llegar
a la verdad. Estos dos paradigmas
epistemológicos, son precisamente los que han entrado en
crisis, y por
doquier se escuchan voces anunciando la necesidad de nuevos
paradigmas.
Analicemos otra faceta de este mismo problema. La
civilización precolombina, a diferencia de su par europea,
más que interesarse por develar los misterios ocultos en
el mundo material, era una civilización muy dada a
explorar las dimensiones espirituales. Sus caminos de
conocimiento, su "ciencia" – si cabe el término – estaba
centrada en otras cosas. Este específico "centramiento en
lo espiritual", hace que la realidad misma, como la
concebía el hombre precolombino, sea diferente a la del
hombre europeo. Como asevera Agnes Sartori:
"Su realidad está fundada en una visión
mítica, ritual y simbólica. Por ello, los
indígenas son hombres libres, y llevan una existencia
ligada a las leyes de la
naturaleza; su realidad sigue siendo "mitológica", la
concepción y explicación mitológica de los
acontecimientos pone al indígena u hombre tradicional en
un universo metahistórico, en el cual mitos
fundadores y ritos aprendidos y perpetuados por la sociedad
humana constituyen una relación indivisible y sin
interrupción entre realidad concreta y realidad
simbólica".
El mito, juega
entonces dentro de la cosmovisión indígena un
papel
diferente que aquel que le asigna la visión
científica. No es, como muchas veces lo escuchamos en el
pasado, un relato más o menos "fantástico", ni una
explicación primitiva e infantil de hechos
históricos o problemas de
conocimiento. El mito es, para el hombre precolombino como para
muchos hombres antiguos, un verdadero "instrumento cognoscitivo"
que sirve para organizar la percepción de la realidad. Y
la realidad del hombre americano antiguo, es una realidad
mítica y mágica, donde tienen perfecta cabida
seres, hechos y fenómenos que trascienden este universo de
cinco sentidos que la ciencia acepta como el único
existente, por ejemplo el mundo de los sueños. Se trata de
un hombre que conoce el poder de la imagen mental y la palabra,
no importa si es hablada o escrita, y que más que estar
formalmente enfrascado en el eterno problema escolástico
de la "objetividad", usa sus discursos para ir dando forma a un
universo que sabe en constante transformación. Más
que la estructura
lógica y silogística de sus discursos, se ocupa de
que su palabra exprese lo que busca para sí mismo y para
su entorno: belleza, armonía, salud, fuerza o dulzura.
Para hombres que viven de esta manera, los relatos
mitológicos son tan "reales" como cualquier
otro.
Y sin embargo, hay que decir también con Sartori
que la mayor parte de los estudios de antropología y arqueología que se
editan y exploran las culturas y formas de pensamiento del hombre
americano pre-europeo, "están basados en rígidos
sistemas
científicos en los cuales no cabe ningún espacio
para realidades trascendentes, en los cuales no existe ni
siquiera la preocupación de otros posibles procesos de
conocimiento que no sean ‘científicos’ en el
sentido más moderno, y por consecuencia, materialista de
la palabra." Para Sartori, el científico social
contemporáneo difícilmente puede comprender un
mundo donde la experiencia ritual, individual, familiar y
comunitaria, es un signo característico de la
cultura:
"El resultado es que la gran tradición
espiritual precolombina es casi desconocida. Y es que es muy
difícil comprender un mundo caracterizado por
experiencias rituales para el hombre de hoy, que vive en una
dimensión mental tecnocrática y
pragmática, acostumbrado a ‘ver’ todo y
tener una ‘explicación racional’ para
cualquier aspecto de su existencia."
Como alternativa a esta cosmovisión caracterizada
por el "endiosamiento de la razón", que puso como
corolario al ser humano "por encima" de los demás seres
naturales y le abrogó privilegios y derechos casi sin
límite, encontramos en el mundo precolombino ( y
más específicamente en el mundo andino) una
actitud
radicalmente distinta. Se trata de una manera diferente de
concebir – y por consecuencia – de relacionarse con la
naturaleza: una sabiduría que asigna más valor a la
percepción del corazón que a la lógica
fría y utilitaria.
Resumiendo lo dicho, y siguiendo un esquema que en sus
líneas básicas ha sido recientemente propuesto por
Rodríguez, presentamos el siguiente cuadro diferencial
donde podemos observar, de forma resumida, las
características de lo que este autor denomina "Ciencia
Andina", confrontadas con las de la Ciencia
Occidental.
CIENCIA | CIENCIA ANDINA |
| 1. Proviene de una concepción sensitiva, |
2. Carácter parcelario y | 2. Carácter global e |
3.Tiempo lineal | 3. Tiempo con sentido curvo y espiral |
4. Ha llevado a un extrañamiento del | 4. Armonía con la Pachamama |
5. Considera a los seres en función de su utilidad para el hombre: la tierra sirve | 5. Considera al hombre en su mutua |
6. Conocimiento anclado en lo | 6. Conocimiento que abarca lo sensible y lo |
7. Hace diferencias entre lo Profano y lo | 7. Respeta todas las manifestaciones de la |
8. Transmisión formal y | 8. Transmisión de sabiduría de |
EL CONCEPTO INDIO DE LA VIDA
La ciencia occidental habla de la vida como algo
exclusivo de los seres orgánicos. (…) Desde nuestro
punto de vista la PACHAMAMA es un cosmos existencial activo, en
permanente recreación: el río, la piedra, el
arco iris, la planta, el animal, el runa, las estrellas, todas
son expresiones distintas y particularizadas de la Vida
Universal."
GERMAN RODRIGUEZ
IDEAS PARA TRABAJAR EN
CLASE
- Colócate en el papel de un investigador que
usa el método científico de conocimiento. Tu
objeto de estudio va a ser "el Aire". Presenta un informe en
el que resumas tus conclusiones sobre este objeto de estudio.
Ten en cuenta que el científico trabaja diseñando
experimentos
para medir diversos aspectos de su objeto, haciendo
observaciones minuciosas, descomponiendo su objeto para
analizar sus diversas partes, etc. - Realiza ahora el mismo ejercicio pero supón
que ya no eres un científico sino un poeta indio.
Escribe un poema sobre el Aire donde muestres también
las conclusiones a que has llegado después de un estudio
de este elemento. Recuerda que no dispones de los conocimientos
ni de las "herramientas intelectuales" con las que trabaja el
científico. Recuerda también que el poeta se deja
llevar mucho por los "pálpitos de su corazón",
por los símbolos y las analogías que puede
establecer entre su "objeto poético" y otras realidades.
Recuerda también que el poeta incursiona frecuentemente
en el mundo de la magia. - Representa en un dibujo la
idea central contenida en el texto de Germán
Rodríguez: "El concepto indio de la vida".
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