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Familia e intervención temprana




Enviado por olguita



    Resulta antagónico hablar de un problema infantil
    sin abordar paralelamente a la familia y
    al conjunto de condiciones socioambientales en que ésta
    está inmersa, sobre todo si se tiene en cuenta la unidad
    mínima de riesgos y
    tratamiento.

    Es indiscutible además el papel
    protagónico de la familia en el
    desarrollo de
    los hijos, el que innegablemente resulta insustituible. Por tal
    motivo las acciones que
    se proponen intervenir tempranamente no sólo van dirigidas
    al niño, sino ante todo a la familia y a ésta en su
    interacción con los factores de la comunidad, en el
    ámbito natural en que todos los integrantes de la familia
    desarrollan la mayor parte de sus relaciones vitales.

    El éxito
    en el trabajo en
    la primera infancia
    depende de la detección rápida de los menores que
    presentan alguna Necesidad Especial que les dificulte un
    desarrollo normalizado. Cuanto antes se detecte el problema, es
    posible la implementación de una estrategia de
    intervención con mayores posibilidades de éxito.
    Indudablemente resulta importante una adecuada coordinación con el MINSAP, en
    vínculo estrecho con el MINED, a fin de detectar aquellas
    madres embarazadas y consideradas como factor de riesgo
    obstétrico y a los niños
    ya nacidos con algún indicador que hable a favor de la
    presencia de Necesidades Especiales de cualquier tipo;
    sólo así la detección temprana es
    rápida y efectiva y consecuentemente poner en marcha un
    programa
    amplio de intervención que actúe sobre el
    niño, pero que sea capaz de aglutinar y orientar a los
    padres y a toda la familia en general, de modo que las
    consecuencias desencadenantes del trastorno sean lo menos
    traumáticas para el niño como para la familia lo
    menos lacerantes posible.

    En los inicios, la estimulación temprana se
    centró en la intervención focalizada en el infante,
    tomando como base la Neurología Evolutiva, la Teoría
    del Aprendizaje o la
    Psicología
    Maduracionista, pero posteriormente se fue valorando y teniendo
    en cuenta el papel de los padres a partir de las investigaciones
    relativas a la interacción padres-hijos
    minusválidos.

    Actualmente, casi todos los programas de
    intervención temprana contemplan el papel
    protagónico de los padres; es decir, su
    participación no es de simples mediadores en el proceso
    interventivo, sino como destinatarios de la misma.

    El rol de los padres dentro de los programas de atención temprana ha sido uno de los
    aspectos más discutidos. Muchos han sido los autores que
    han señalado las ventajas de la participación de
    los padres en los referidos programas y coincidentemente han
    señalado como regularidades que:

    • La intervención sobre el niño se
      realiza cuando se comienzan a establecer los patrones de
      interacción y antes de que las tendencias motivacionales
      se alteren o aparezcan deficiencias graves ante interacciones
      no reforzantes.
    • Son intervenciones individualizadas, lo que facilita
      la adaptación del programa diseñado a las
      necesidades y contexto cultural de cada familia.
    • Esta individualización se ajusta además
      a cada niño, porque se adapta a su propio ritmo de
      progreso.
    • Se ven favorecidos la generalización y el
      mantenimiento de los aprendizajes.
    • Existe un acceso permanente y constante al comportamiento del menor, porque los padres
      constituyen los reforzadores naturales.

    De crucial importancia resulta la labor social o las
    visitas a los hogares como vía para el trabajo directo con
    la familia. Esta modalidad posibilita:

    • La observación directa sobre el entorno
      natural en que se desenvuelve el núcleo familiar, sobre
      todo de aquellos miembros que guardan un vínculo
      estrecho con el niño, pero que sin embargo no participan
      del programa interventivo que se desarrolla fuera del
      hogar.
    • Las observaciones al niño en las cuestiones de
      atención diaria a éste.
    • La adaptación de las actividades previamente
      diseñadas y que cambian en dependencia del curso que
      tome cada actividad desarrollada.
    • Observar y valorar el entorno físico donde se
      desenvuelve el niño.
    • La implicación de aquellos familiares que
      generalmente no pueden participar del programa, disminuyendo la
      posibilidad de abandonar el programa por parte de familias con
      bajas motivaciones (Bailey y Simeonsson, 1988).

    En relación al nivel de implicación de los
    padres en los programas de intervención temprana han
    existido varios modelos:

    • Modelo centrado en el entrenamiento
      a los padres
      , con énfasis en el desarrollo del
      niño y en los padres como terapeutas.
    • Modelo terapéutico, centrado en los
      padres
      y cuyo objetivo
      central es el de prestar apoyo y orientaciones a estos para
      que puedan hacerle frente a las reacciones comportamentales
      del hijo.
    • Modelo basado en la interacción
      padre-niño
      , centrado en el hecho de fomentar la
      relación padre-hijo interviniendo sobre
      ambos.

    Una cuestión necesaria para la
    implementación de cualquier programa de
    intervención temprana es la
    motivación de todos los implicados, pero esencialmente
    de los padres, de ahí que la motivación
    más que un requisito, constituya el objetivo central del
    programa de intervención y un indicador para la evaluación
    de su eficacia. Resulta
    además condición indispensable precisar en
    qué grado, de qué forma y cómo la
    participación de los padres repercutirá en el
    desenvolvimiento del menor.

    Sobre la base de los resultados que se obtengan del
    avance o no de los niños y del rol que desarrollan los
    padres en el programa de intervención, unido a los cambios
    emocionales de éstos en correspondencia con la evolución o involución de sus hijos,
    se precisa de ir efectuando adecuaciones al programa; de
    ahí su carácter
    flexible ante los cambios que puedan producirse en variadas
    direcciones.

    La literatura recoge con
    particular énfasis lo relativo al funcionamiento de la
    familia y al respecto se plantean varios modelos desde diferentes
    aristas y con matices diferenciadores, pero uno de los más
    representativos es el de Dunst (1988) y el que se sustenta en los
    siguientes principios:

    • Para promover el funcionamiento positivo del
      niño, sus padres y su familia, los esfuerzos de la
      intervención deben centrarse en las necesidades,
      aspiraciones, proyectos
      personales y prioridades identificadas por la
      familia..
    • Para aumentar el éxito de los esfuerzos
      dirigidos a cubrir las necesidades, es necesario utilizar
      los valores
      y capacidades del estilo de funcionamiento familiar existente
      como base para promover la habilidad de la familia para
      movilizar recursos.
    • Para asegurar la disponibilidad y adecuación
      de los recursos a las necesidades, se debe poner el mayor
      énfasis en fortalecer la red social así como
      promover la utilización de fuentes
      potenciales (aunque a veces ocultas) de apoyo y de
      ayuda.
    • Un objetivo prioritario es aumentar la habilidad de
      las familias para su autosatisfacción a la hora de
      atender sus necesidades. Para ello deben emplearse
      comportamientos de ayuda que promuevan en la familia la
      adquisición y uso de la competencia y
      habilidades necesarias para movilizar recursos.

    De cardinal significación resulta la
    atención a los problemas
    cognitivos y emocionales de los miembros de la familia para que
    el programa de intervención diseñado sea eficaz y
    facilite la preparación adecuada de éstos para el
    trabajo con el niño, su mejor entendimiento y el logro de
    conductas familiares que propicien poco a poco la
    eliminación o atenuación de los desajustes
    emocionales que pudieran haber aparecido con la noticia de la
    Necesidad Especial del niño.

    Al aludir al momento de la información acerca de la Necesidad Especial
    que presenta el menor, se hace necesario tener en cuenta las
    siguientes recomendaciones:

    • Dar la noticia de manera oportuna y con
      explicaciones claras y convincentes en presencia de ambos
      padres. Ser honestos con los padres, no fomentar falsas
      expectativas en relación con la conducta
      evolutiva del hijo. Explicar los criterios
      diagnósticos sin términos muy profesionales que
      impliquen la no comprensión del tema.
    • No mostrar enfado ante posiciones defensivas de los
      padres. Escucharlos con agrado y lograr una empatía
      que favorezca la
      comunicación de estos con toda espontaneidad y
      sinceridad.
    • En ningún momento adoptar posturas de
      culpabilizar a nadie por la presencia de la Necesidad
      Especial del menor.
    • Tratar de fomentar nuevos encuentros con otros
      miembros de la familia en aras de evitar que los padres
      tengan que hacerlo y se creen situaciones
      estresantes.
    • No adoptar posiciones de lástima y
      compasión, sino mostrar comprensión y
      posibilidades reales de ayuda profesional.
    • Dedicar el tiempo
      necesario y satisfacer todas las dudas e inquietudes de los
      padres, en un ambiente
      adecuado y con absoluta privacidad.
    • Facilitar el contacto con otros padres que hayan
      atravesado por situaciones similares.

    Evidentes resultan las acotaciones realizadas en cuanto
    a las inmensas posibilidades de los programas de
    intervención para completar con éxito la
    maduración del Sistema Nervioso
    Central (SNC) del niño con Necesidades Especiales,
    pero más notables y rápidos serán en la
    medida que un adulto tome de sus manos esta noble tarea;
    más no es un adulto cualquiera, es un adulto centrado en
    los miembros de la familiaa la cual pertenece el menor, con
    particular énfasis sus progenitores.

    Una de las funciones
    básicas de la familia y en la que coinciden todos los
    interesados en el tema, es la educación de sus
    hijos, ¿quién mejor que los propios padres para
    ofrecer ayuda pronta y necesaria al hijo con una Necesidad
    Especial?. Educación que
    está matizada ante todo de un carácter
    íntimo y profundamente emocional, sobre la base de
    sentimientos llenos de amor filiar
    imposibles de sustituir.

    El proceso de intervención temprana con la
    participación de la familia, para que sea efectivo debe
    caracterizarse por la calidad de sus
    miembros, sentimientos de unión y
    corresponsabilización con el "problema" , nivel cultural,
    valores
    morales, éticos, sociales y de principios de cada uno
    de sus integrantes. El conjunto de estos factores posibilita la
    ejecución de programas de intervención temprana con
    participación de la familia que potencia ante
    todo la formación y desarrollo del niño con
    Necesidades Especiales y con ello un mínimo de
    preparación para su incorporación a la vida escolar
    activa.

    Dentro de la familia se puede favorecer el respeto e
    interés
    por la diversidad, desarrollando actitudes de
    tolerancia y
    de implicación en los problemas de las personas que viven
    en ella, así como fomentar la reflexión y el
    pensamiento
    crítico que permita a todos crecer como
    personas.

     

     

     

     

    Autor:

    MsC. Angel Luis Gómez Cardoso.

    MsC. Olga Lidia Núñez
    Rodríguez.

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