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Inmigración a la Argentina



    1. Hacia el sur
    2. En novelas y
      cuentos
    3. En memorias
    4. Música y
      danza
    5. Notas

    En esta monografía
    me refiero a la inmigración irlandesa que llegó a
    nuestro país desde 1840, a los novelistas, cuentistas y
    memorialistas que la evocan y a los músicos y cuerpos de
    baile que perpetúan las tradiciones de ese
    origen.

    "Pueblo de agricultores y de pastores, los irlandeses
    han unido en una misma tradición, el origen celta, la
    influencia vikinga, la fe en San Patricio, el terror a Cromwell y
    el heroísmo intrépido de aquel general Sarsfield,
    antepasado del autor de nuestro código
    civil. Al promediar el siglo pasado, diversas razones lanzan
    a un millón de irlandeses a la emigración. Muchos
    vinieron a la Argentina. Ya se sabía, en Irlanda, que era
    ésta una tierra
    hospitalaria" (1).

    En su libro
    Cómo fue la inmigración irlandesa en Argentina,
    Juan Carlos Korol e Hilda Sábato sostienen que los
    inmigrantes "Ya desde 1840 comenzaron a llegar desde Irlanda.
    Empujados por el hambre, la pobreza y el
    afán de buscar nueva fortuna; atraídos por un
    país en crecimiento, desconocido pero promisorio, lejano
    pero posible. Pocas décadas más tarde
    constituían una comunidad rica e
    influyente, que pasó a formar parte de esa sociedad compleja
    y heterogénea que se fue dibujando en el Río de la
    Plata a fines del siglo XIX".

    Los ensayistas señalan que la década del
    ’40 es un período clave en el proceso de
    inmigración, pues "En ese momento Irlanda atraviesa una
    profunda crisis, que
    agrava la situación socioeconómica de ese
    país y desata una corriente de emigración,
    contribuyendo a acelerar las tendencias estructurales que
    caracterizaban a la sociedad irlandesa a principios del
    siglo XIX". Y aunque la emigración no es un hecho nuevo
    –agregan-, "es a partir de la hambruna que el proceso
    adquiere características de éxodo masivo de
    población" (2).

    Con motivo del 152° aniversario de la Hambruna de
    Irlanda, el
    periódico Viajero Celta publicó a modo de
    homenaje un fragmento de un relato de Doreann Mc Dermott, quien
    fuera catedrática de la Facultad de Filosofía y
    Letras de la Universidad de
    Zaragoza. Mc Dermott considera que "Muy arraigados a su tierra, y
    con escasa inclinación a emigrar, es posible que la clase
    obrera y campesina nunca hubiese abandonado su país de no
    haberse producido la gran catástrofe de los años
    1845 a 1849. Pero esos años fueron fatídicos y
    decisivos. Parecía como si de pronto todas las fuerzas de
    la naturaleza se
    hubieran confabulado para dar al traste con un pequeño
    país que, tras siglos de abandono y mala administración, carecía enteramente
    de reservas. Los verdes campos asolados por la terrible plaga de
    la papa; epidemias de tifus y escorbuto diezmando cruelmente a la
    población. En el breve período de aquellos cuatro
    años, dos millones aproximadamente de sus pobladores
    perecieron a causa del hambre o las fiebres, ya en su propia
    tierra, ya en el curso de los espantosos viajes a que
    les llevó el intento de salvarse" (3).

    En 1845 la roya, plaga de la papa, ataca a la especie
    afectando una parte de la cosecha –escriben Korol y
    Sábato-: pero al año siguiente la pérdida es
    total. El hambre se expande. En 1848 la situación se
    agrava por una mala cosecha de granos, y si bien la roya va
    disminuyendo, continúan sus efectos, aún hasta
    1850" (4).

    Hacia
    el sur

    Korol y Sábato consideran que había muchas
    desventajas en la elección de la Argentina como
    país para emigrar: "Por una parte, una lengua
    diferente, costumbres desconocidas, y una cultura
    totalmente ajena a la propia aparecen como problemas
    adicionales a los que el traslado y el desarraigo imponen de
    hecho al que decide emigrar. Por otra parte, la distancia que
    separa a Irlanda de nuestro país se convierte en
    obstáculo insalvable para los sectores más pobres,
    que generalmente no pueden llegar más allá de
    Inglaterra, o con
    mucha suerte consiguen un pasaje para América
    del Norte. Finalmente, la infraestructura que se crea para
    fomentar y facilitar la emigración desde Irlanda hacia
    países de raíz anglosajona no puede compararse con
    la precaria organización que promueve el traslado de
    irlandeses hacia el Plata".

    "En general –explican- es la relación
    más o menos casual del futuro migrante con el
    núcleo de irlandeses que reside en Buenos Aires uno
    de los factores determinantes en su decisión de
    trasladarse al Plata". Esa relación se denomina "cadena
    migratoria" y –según John Mc Donald- se la puede
    definir "como el movimiento por
    el cual los migrantes futuros, toman conocimiento
    de las oportunidades laborales existentes, reciben los medios para
    trasladarse y resuelven su alojamiento y su empleo
    inicial, por medio de sus relaciones sociales primarias con
    migrantes anteriores" (5).

    Baily sostiene que "La mayoría está de
    acuerdo en que esencialmente, el concepto se
    refiere a los vínculos personales entre la familia,
    amigos, paisanos, tanto en la comunidad de origen como en la
    receptora los que influyen en la destinación, el
    asentamiento, las ocupaciones, la movilidad y la
    interacción social. Lo importante aquí es que el
    uso del concepto, más que ninguna otra idea en particular,
    nos permite aumentar el nivel de predicción en lo que se
    refiere a la operación del proceso migratorio, incluyendo
    la naturaleza de los patrones de residencia" (6).

    Además de las que enumeran los estudiosos, hubo
    otra clase de dificultades para quienes elegían la
    Argentina como destino. En 1998, el Buenos Aires Herald
    llegó a sus primeros 122 años, y los
    conmemoró publicando "The Argentine Mosaic. Who we are and
    how we got here", un suplemento dedicado a la historia de las
    colectividades que habitan el país. En el trabajo
    referido a los irlandeses, Michael John Geraghty relata un
    lamentable suceso en el que se menciona el Hotel. En 1889
    arribó el SS City of Dresden, con alrededor de dos mil
    pasajeros. "The episode was a total fiasco. When the ship docked,
    the Hotel de Inmigrantes was full and the parched, starving
    passengers were forced to sleep in the open". Estos inmigrantes
    fueron finalmente destinados a Napostá, cerca de
    Bahía Blanca, desde donde en 1891 quinientos veinte
    colonos regresaron a Buenos Aires, "broken in spirit, uterly
    destituted". Los adultos quedaron librados a su suerte; los
    niños y
    niñas fueron enviados a la primera Fahy School y al Irish
    Girl’s Orphanage, respectivamente (7). Este es sólo
    un ejemplo de los avatares que debieron soportar quienes buscaban
    un mundo mejor.

    En su Guía de las colectividades extranjeras en
    la Republica Argentina (8), la doctora Rosa Majián incluye
    información sobre los irlandeses. Se
    refiere a sus representaciones diplomáticas, a sus
    iglesias en Buenos Aires, Mercedes, San Antonio de Areco, Rosario
    y Villa Elisa, a la Federación de Sociedad
    Argentino-Irlandesas. Se ocupa, asimismo, de las instituciones
    sociales, benéficas, religiosas, deportivas, culturales,
    entre las que mencionamos la Asociación Católica
    Irlandesa, la Asociación Damas de San José, el
    Centro Argentino de Cultura Irlandesa y la congregación de
    los Padres Palotinos, en Buenos Aires. En la provincia
    homónima, se refiere a la Asociación
    Argentino-Irlandesa de Bahía Blanca, a la
    Asociación Hogar San Patricio de Villa Elisa, al Centro
    Argentino Irlandés de Bella Vista, entre otras.
    Instituciones similares se encuentran también en las
    provincias de Córdoba, Mendoza y Santa Fe.

    Son importantes los colegios pertenecientes a esa
    comunidad. La investigadora menciona, entre otros, el Santa
    Brígida, San Cirano y St. Brendan’s College, en la
    ciudad de Buenos Aires, y colegios de Boulogne, Moreno y Vicente
    López, en la provincia de Buenos Aires. Se refiere luego a
    institutos de las provincias de San Juan y Santa Fe, cuyas
    direcciones brinda al interesado. En el campo
    periodístico, Majián menciona el periódico
    The Southern Cross. Este último es la "publicación
    católica de este tipo más antigua del país y
    la primera que existió en lengua inglesa en América
    del Sur. Fue fundado por el padre Patricio Dillon en enero de
    1875, destinado a la comunidad irlandesa afincada en el
    país" (9).

    Los irlandeses trajeron su religión y sus
    festividades. Entre ellas, la de San Patricio, quien "fue obispo
    y apóstol de Holanda. Nació en Escocia en 385. Por
    orden del Papa Celestino evangelizó Irlanda, conocida como
    la ’Isla de los Santos’. Murió en 493" (10).
    Su día es la "fiesta de todos los celtas". "El 17 de
    marzo, como todos los años, los irlandeses festejan su
    santo patrono. Pero desde hace tres años se unen a esta
    celebración, celtas de varias nacionalidades. Sólo
    bastó dar una recorrida por todos los pubs que se
    aglutinan, curiosamente, cerca de Retiro –y de la Torre de
    los Ingleses- para encontrarse con parejas formadas por
    individuos de diferentes comunidades celtas y una sola idea:
    beberse toda la cerveza Guiness y
    todo el whisky irlandés que hallaron durmiendo desde hace
    justo un año" (11).

    "La gran inmigración irlandesa cesó hacia
    fines de siglo. Más de 200.000 hijos y nietos de
    irlandeses habitan hoy la Argentina y son argentinos sin
    distinción. Hubo entre aquellos inmigrantes notables
    personalidades y anónimos agricultores. El ingeniero Juan
    Coghlan trazó ferrocarriles y canales y proyectó
    puertos que ayudaron al progreso de nuestro país. Juan
    Dillon fue político y Comisario General de
    Inmigración. Eduardo Casey fue empresario audaz, creador
    del Mercado Central
    de Frutos de Avellaneda –que tuvo el edificio más
    vasto del mundo- y el organizador de colonia agrícolas en
    Buenos Aires y en Santa Fe. Edward T. Muhall trajo, en 1862,
    desde Manchester, las primeras semillas de algodón que
    llegaron a nuestro país. De allí trajo,
    también la maquinaria industrial. (…) Irlandés
    era, también, un sencillo agricultor de Entre Ríos,
    cuya hija, maestra, recibió el espaldarazo de Sarmiento y
    fue la primera médica argentina: Cecilia Grierson"
    (12).

    En
    novelas y
    cuentos

    En varias obras aparece esta realidad de dos tierras.
    Nos referiremos a algunas de ellas.

    Sebastián Hamilton llega al puerto de Buenos
    Aires. "Todo comenzó allá por 1865, cuando el
    puerto de Buenos Aires funcionaba como una enorme puerta abierta
    a la inmigración. Se suponía que a través de
    esa puerta llegaría la civilización, la industria, el
    comercio, la
    cultura, todo lo cual contribuiría a aniquilar la
    barbarie. La historia después diría que eso
    sucedería más tarde, con el tiempo. ¿A
    la muerte de
    Rosas? Tal vez.
    Pero esta historia, la que narra don Sebastián comienza
    ese año, cuando Sebastián Hamilton,
    acompañado por su hermano Thomas, llega a la Argentina,
    donde su padre había adquirido tierras y donde William, su
    hermano mayor, ejercía la profesión de
    médico. Viajó de mala gana pero finalmente
    quedó seducido por la amplitud de las tierras pampeanas y
    por el estilo de vida de los gauchos, y obsesionado por la tierra que
    heredó. En el relato de esta historia familiar se
    intercalan los horrores de la epidemia de fiebre amarilla de
    1871, la violencia de
    la dictadura de
    Rosas y la evolución de Buenos Aires, que deja de ser
    una ciudad colonial para convertirse en una sofisticada
    metrópoli".

    "Esta saga familiar tienen lugar durante la segunda
    mitad del siglo pasado que fue una época de
    dramáticos cambios para la Argentina. Buenos Aires era una
    ciudad de múltiples contrastes: los primeros trenes
    quedaban detenidos por el paso de las tropas de ganado con
    destino al matadero; las negras que lavaban ropa en el
    río, detrás de la Casa de Gobierno,
    regresaban ya de noche por calles iluminadas por los primeros
    faroles a gas; la alta
    sociedad asistía a veladas líricas pero el sistema cloacal
    aún estaba en proyecto; esto,
    unido a las deficientes condiciones sanitarias,
    facilitaría la propagación de la epidemia que
    mayores estragos causó en la historia de la ciudad. En
    esos años el puerto recibirá inmigrantes de todas
    las latitudes, que adoptan esta tierra y sus costumbres como
    propias y echarán en ella sus raíces"
    (13).

    Acerca del protagonista de esta obra comentó
    Susana Pereyra Iraola: "El que da título al libro es el
    menor, el descreido, herido de secretas llagas. A medida que se
    interna a caballo en una interminable travesía, el aleteo
    de las lagunas, el horizonte y el cielo inabarcable maravillan
    sus ojos. La propia tierra, campo despoblado y rancho de adobe,
    se adueña de su vida para siempre. Convive con la
    brutalidad y el desamparo en sus peores formas; años
    después la familia
    conocería las más extremas durante la epidemia de
    fiebre amarilla, uno de los pasajes más estremecedores de
    un relato que no decae en intensidad" (14).

    La autora de Don Sebastián es Susan Wilkinson,
    nacida en Bombay y formada en Dublín, quien "en 1970 se
    estableció en Buenos Aires, trabajó en el Consulado
    Británico poco menos que un año y viajó por
    el interior del país. Conoció entonces, la tierra
    que habían habitado sus ancestros –su tatarabuelo
    llegó con sus cinco hermanos a la Argentina en 1866, y fue
    entonces que la rama familiar quedó dividida, algunos
    volvieron a la Irlanda originaria y otros quedaron para siempre
    aquí, formando parte de la extensa llanura de la Pampa".
    Uno de estos antepasados es Thomas Greene, el médico
    irlandés de veintiún años que llegó a
    bordo del Mimosa, junto a ciento cincuenta y tres inmigrantes
    galeses, precisamente en el año en que llega Don
    Sebastián.

    Un año después se inicia la trágica
    historia americana de un personaje de la novela De
    aquí hasta el alba, de Eugenio Juan Zappietro,
    protagonizada por colonos, soldados e indígenas durante la
    Conquista del Desierto. Zappietro escribe sobre un
    irlandès, que llegò al desierto en 1866, y el socio
    granadino que lo traicionò. O’Flaherty "juraba que
    Argentina era el paìs del futuro. No se equivocò
    por mucho en cuanto a la tierra; se equivocò de hombres,
    pero una lanza araucana habìa terminado con èl para
    evitarle la amargura de comprobarlo".

    "Vivía con una muchacha de Glasgow, que no
    tenía miedo a empuñar un mosquete y lo había
    seguido muchas millas para tener una hacienda propia donde
    pensaban criar ganado Hereford. La tierra no daba todavía
    para esas aventuras y O’Flaherty puso un saladero en
    compañía de un granadino llamado Ozores, que le
    robó el negocio y trató de hacer lo mismo con la
    chica de Glasgow. Ella pudo huir y el granadino tuvo que matarla.
    El irlandés la enterró con todo el rito de su Eire,
    con azaleas que consiguió nunca se supo dónde, y se
    sentó a esperar la muerte".

    El granadino cambiò al irlandès por un
    caballo. O’Flaherty resistiò el asedio de sus
    "compradores" durante diez dìas, "hasta que se
    quedò sin municiones. Entonces, fabricò una lanza
    con un cuchillo toledano, recuerdo de su ex socio,
    atàndolo fuertemente al cañòn del Sharp".
    Asì, matò a los araucanos que quedaban y, cuando se
    enfrenta al caudillo, despuès de haber perdido un brazo,
    es el granadino quien lo entrega, pues "El araucano no
    bajò su brazo armado de cuchillo; estaba considerando que
    aquel pelirrojo hombre blanco
    era un dios; ni en toda la historia de su naciòn alguien
    habìa despachado a seis bravos con aquella terrible
    celeridad".

    El cacique termina con el traidor: "la gratitud era un
    sentimiento menor en el indio; la admiraciòn podìa
    màs. Metiò su lanza entre las costillas del
    español
    y los enterrò a ambos junto a la muchacha de Glasgow.
    Desde entonces –era leyenda ya- vagaba sin poder pegar
    ojo en torno a la posta,
    como si quisiera resucitar al hombre que habìa liquidado a
    su brigada" (15).

    William Bulfin, escritor irlandés que
    llegó a la Argentina en 1880 y fue director de The
    Southern Cross, es el autor de Tales of the pampas. Alejandro
    Clancy, el traductor de la obra, reiteró lo
    señalado por Korol y Sábato, pues dijo que "Los
    irlandeses llegan por primera vez a la Argentina en 1840; es la
    primera inmigración grande que llega, junto a la de los
    vascos. (…) era otra Argentina, un país deshabitado, y
    entonces esos treinta mil irlandeses parecían una cantidad
    increíble".

    Acerca del libro, afirmó: "Cuentos de la
    Pampa –escritos por Bulfin a partir de 1880- narra
    cómo era la vida de los irlandeses y de los argentinos en
    el campo, cerca de los fortines. Los irlandeses –que sobre
    todo eran ovejeros- llegaban acá sin un centavo y
    empezaban haciendo las tareas manuales que no
    querían hacer los gauchos" (16). Esta es la historia que
    evoca el irlandés en sus páginas, ahora publicadas
    en edición bilingüe.

    Carlos Marìa Ocantos es el autor de Quilito (17),
    una de las tres obras màs representativas del "Ciclo de la
    Bolsa". Se afirmó que "Quilito no se centra exclusivamente
    en la quiebra de la
    Bolsa y en sus derivaciones. (…) La difìcil y
    conflictuada sociedad del noventa encuentra en Quilito un reflejo
    fiel y acabado. En sus pàginas quedò impreso para
    siempre el retrato de las costumbres, las formas de ser, de
    relacionarse y de sentir en las que se gestò la esencia
    del argentino de hoy" (18).

    En la obra aparecen inmigrantes de distintas
    nacionalidades, a los que Ocantos retrata en forma diferente.
    Siente predilecciòn por el personaje inglès
    –el escritor le atribuye ese origen, pero el padre del
    inmigrante es irlandés; esto nos hace pensar en la
    agrupación de ingleses, galeses, escoceses e irlandeses
    bajo una sola denominación. En él hace encarnar
    todas las virtudes, al tiempo que demuestra desdèn por los
    italianos. El portuguès, en cambio, le
    parece corrupto y oportunista, a juzgar por los apelativos con
    que lo evoca.

    Ocantos no se cierra a la postura generalizada en su
    època, que consistìa en combatir la
    inmigraciòn. El advierte los rasgos buenos en los criollos
    y en los inmigrantes, y tambièn sabe ver en ambos grupos los
    procederes que evidencian la decadencia moral y que
    llevan a una existencia desgraciada o, incluso, a la muerte. En
    Quilito, escribe que la ola de emigraciòn europea nos
    aporta periòdicamente lo bueno y lo malo -al menos no
    piensa, como otros, que es todo malo-; Mister Robert, seguramente
    es el inmigrante ideal para el autor de las Novelas argentinas y
    para muchos màs. La oposiciòn entre los latinos
    incultos y el inglès culto nos hace pensar en Juvenilia
    (19), donde se hablaba de los vascos y del italiano, confrontados
    con la grandiosa figura de Monsieur Jacques. Evidentemente, el
    planteo no era nuevo; reflejaba, por otra parte, las preferencias
    del gobierno que –dice el historiador Exequiel Cèsar
    Ortega- "en lo social favorecerìa cada vez màs la
    inmigraciòn, sobre todo la europea en general, perdidas
    bastante las esperanzas de la anglosajona y francesa en
    particular" (20).

    Las cualidades del inglès no son tomadas como
    modelo por los
    jòvenes criollos que especulan en la Bolsa. Quilito
    "miraba a Mìster Robert y se encogìa de hombros con
    làstima. No, no se verìa èl en ese espejo.
    Allì estaba desde la mañana casi hasta la noche, la
    espalda encorvada, los dedos agarrotados sobre el lapicero,
    sentado en el banco de patas
    largas, sin descanso, sin distracciòn, esclavo del
    trabajo, prisionero del deber; y asì todos los
    dìas, todos los dìas… hasta que la enfermedad le
    clavase en el lecho, la vejez le
    baldara o le sorprendiera la muerte. Entretanto, habrìa
    pasado los mejores años de su vida sin gozarlos, dejando
    para otros el fruto de lo que èl sembrara…".

    No sòlo Mister Robert era probo; tambièn
    lo era su familia: el inglès "no concurrìa a
    cafès ni a teatros; su distracciòn ùnica,
    suprema, que saboreaba con el deleite de un goloso, era su
    familia: la mujer, un
    àngel; el hijo, otro àngel, y el padre, viejo
    patriarca de Irlanda, màs catòlico que el Papa y de
    una honradez a toda prueba; de esos caracteres que ya no se
    estilan y que, temerosos, se esconden en el santuario del hogar,
    como prenda pasada de moda, para no
    exponerse a la irrisiòn del pùblico".

    Tantas buenas condiciones no le garantizaron al
    inglès una vida tranquila. Fue arrastrado a la quiebra por
    los señoritos inùtiles, ya que "èl no
    traìa sino la inteligencia y
    el trabajo, que no alcanzan en plaza cotizaciòn alguna,
    menos cuando van refrendados por la firma del
    favoritismo".

    Juan José Delaney se desempeña como
    Profesor Adjunto de la Cátedra de Literatura Argentina en la
    Universidad del Salvador, de la que egresó. Dirigió
    la revista El
    gato negro y publicó varios volúmenes de cuentos,
    entre ellos, Tréboles del Sur, obra que mereció
    elogiosos comentarios de Enrique Anderson Imbert y Rodolfo
    Modern.

    El escritor dedica a sus antepasados estos quince textos
    que transcurren a lo largo de más de un siglo. El tema
    común a todos estos textos es el de la inmigración
    irlandesa, de la esforzada búsqueda de un mundo mejor. En
    este libro presenta seres ficticios y hechos verosímiles,
    sin embargo, en él se evidencia una evocación de la
    realidad que surge de datos concretos
    que Delaney maneja con autoridad.

    El se muestra como un
    conocedor de todo cuanto atañe a su colectividad. Nos
    habla de la religión, de las lecturas que hacen los
    irlandeses, la música que los
    emociona, los internados en los que se albergan niños y
    niñas, las comidas típicas, las bebidas, la
    educación
    sexual –inexistente en un modo de vida puritano-, el
    idioma –que aparece como un obstáculo en el trato
    cotidiano y como una ventaja en cuanto a las perspectivas
    laborales-, las localidades en que se encuentran los inmigrantes
    de ese origen –Rojas, Moreno, Palermo, Flores y Villa
    Urquiza-, los pensionados, las fiestas patronales, los apellidos
    castellanizados y la historia de Irlanda.

    El autor nos dijo en una entrevista:
    "Como lector y autor, siempre me incliné por la literatura
    fantástica, pero la temática de este libro no me
    permitió alejarme de hechos históricos y concretos,
    como de situaciones que, de alguna manera, ocurrieron. Digamos
    entonces que, en general, los cuentos se inscriben dentro del
    realismo,
    aunque con ciertas vinculaciones con lo fantástico y lo
    psicológico".

    Sobre las fuentes a las
    que recurrió, comentó: "Toda la información
    que obraba en mi poder la había recibido por
    transmisión oral. Las memorias,
    nostalgias y anécdotas de mis padres, parientes y amigos
    mayores, en efecto, me habían dotado del material como
    para emprender la tarea sin incurrir en imprecisiones. No
    obstante ello, recorrí la escasa bibliografía que hay sobre
    el tema". Entre esa bibliografía se cuenta el semanario
    hiberno-argentino, The Southern Cross, "que registra la actividad
    cultural, religiosa, social y deportiva de la comunidad"; cuyo
    director, el padre Federico Richards, le "permitió
    generosamente revisar todo ese valioso material".

    Le preguntamos si entre esas historias había
    muchas protagonizadas, veladamente, por gente ligada a él.
    Nos respondió: "Como se dijo –y al menos en mi caso,
    doy fe de que es cierto-, todo texto
    literario es, esencialmente, autobiográfico. Por
    más que haya disfrazado mis historias, detrás de
    las palabras, está mi propia experiencia vital. Debo decir
    que también redacté sucesos de los que me hubiera
    gustado ser protagonista. Finalmente, no por nada dediqué
    el libro ‘a los irlandeses, vivos y muertos, que andan por
    mi sangre’ "
    (21).

    En uno de los textos, fechado en abril de 1929, una
    inmigrante escribe en la Argentina a una coterránea que
    recaló en Nueva York. La primera ve frustradas sus
    ambiciones, principalmente por el obstáculo que es para
    ella el desconocimiento del lenguaje,
    aunque, en lo que respecta a lo material, se muestra agradecida:
    "no puedo pasar por alto la buena acogida que los irlandeses
    todos hemos tenido en este suelo;
    difícilmente brazos deseosos de trabajar no encuentren
    recompensa", expresa la mujer. Le cuenta
    que el té es el único sedante para sus angustias y
    le pregunta si recuerda la bahía de Galway "y aquel
    hermoso y triste ‘Lament of the Irish Inmigrant’.
    Agrega: "Enseñé la canción a mis alumnos
    más avanzados pero me parece que no llegaron a captar su
    verdadero sentido". A vuelta de correo, la amiga le pregunta:
    "¿Tendrá algo que ver con tu nostalgia esa
    desértica inmensidad que llamas Pampa?" (22).

    En 1999 aparece la novela Moira
    Sullivan (23), relacionada con el libro anterior por la
    temática y por el modo de abordarla. Al igual que en
    Tréboles del Sur se advierte un minucioso y paciente
    trabajo de investigación, impulsado por el amor que
    siempre sintió por la cultura de sus ancestros.

    En esta obra, el lenguaje,
    tan importante como factor sociabilizador, encarna una actitud de la
    protagonista. Ella nunca se interesó por aprender a
    comunicarse en castellano y esa
    negativa suya determina su relación con quienes la rodean.
    La anciana vive en su mundo y no quiere tener contacto con quien
    no pertenezca a él. Rechaza evidentemente toda forma de
    integración, y se repudio se patentiza en
    el aislamiento en el que se refugia. Aun cuando quisieran
    integrarse, el idioma era un serio problema para colectividades
    como la irlandesa; Delaney presenta dos paliativos para la
    incomunicación de los extranjeros: el cine mudo y el
    tango, por los
    que sienten gran afición.

    La historia de esta mujer -que se inicia con su
    nacimiento en los primeros años del siglo XX o al
    finalizar el anterior- es una historia en sí, desarrollada
    hábilmente, pero permite también al novelista
    explayarse acerca de las circunstancias en que esta historia se
    desenvuelve. Al hablar de los primeros años de la anciana,
    nos ilustra acerca de la vida en Estados Unidos,
    no sólo de los irlandeses, sino también de
    emigrantes de otras nacionalidades que se dirigieron allí
    en busca de la fuente laboral que
    significaban las minas carboníferas.

    Escribe Delaney asimismo acerca de la rígida
    educación
    religiosa que se impartía a niños y jóvenes.
    Muestra luego a la protagonista como una mujer decidida a
    trabajar en o que eligió, a no cejar ante los mandatos de
    la vocación, la que, empero, flaquea cuando las
    circunstancias se vuelven adversas, y llega a abandonar aquello
    que alguna vez le dio sentido a su existir. Abandona el cine,
    sí, pero el recuerdo de los años vinculados a
    él la acompaña y también la agobia, y los
    filmes que vio o aquellos en los que participó son
    evocados con la precisión con la que se dice que las
    personas mayores recuerdan hechos de sus años de juventud.

    Tiempo y espacio tienen gran importancia en la novela y
    son descriptos minuciosamente. El tiempo de la narración
    abarca alrededor de ochenta años, y permite al escritor
    deslizar críticas acerca de la realidad argentina. El
    espacio abarca desde la primera visión que el inmigrante
    tiene de la nueva tierra, hasta lugares precisos como el Barrio
    Norte, Villa Urquiza, Arrecifes, Areco, General Pinto y
    Junín. Distinta será la forma de vivir la
    inmigración en cada lugar, y distinta, también, la
    añoranza que los extranjeros sienten por su lejana
    Irlanda.

    Delaney se adentra en la vida de esta anciana luchadora,
    ya vencida, que encuentra en un niño de siete años
    una última razón para existir. Junto a ella,
    presenta a otros inmigrantes, algunos de los cuales resaltan como
    paradigmas de
    un modo de entender el destino; Cornelius Geraghty y Abraham
    Mullins son personajes que permiten al novelista mostrar otras
    opciones en el vasto mundo que se abre ante los recién
    llegados. Ellos se destacan en el panorama de la obra, que
    presenta no sólo a irlandeses, sino también a
    hombres y mujeres de diversas nacionalidades que llegaron a
    nuestra tierra en busca de un futuro mejor.

    En Barcelona se edita Frontera Sur, del hispano
    argentino Horacio Vázquez-Rial. "Prostitutas, fantasmas,
    jugadores, gallos de riña, socialistas primitivos,
    héroes del trabajo, anarcosindicalistas o músicos
    que se cruzan en la vida de tres generaciones de emigrantes
    gallegos, van tejiendo la trama de Frontera Sur y la historia de
    Buenos Aires, entre 1880 y 1935. Roque Díaz Ouro, que
    llega viudo y con un hijo a la capital
    argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo y que
    recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un
    compadrito degollado, es protagonista de este relato
    épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de
    un bandoneón y de los principios de la
    organización obrera. Pero también aparecen en
    él figuras legendarias como Yrigoyen, Durruti o el propio
    Gardel, que definieron el espíritu de una época y
    de una ciudad apasionantes" (24).

    En abril de 1998, anuncia una noticia de la agencia
    Télam: "La novela de Horacio Vázquez Rial,
    ‘Frontera sur’, finalmente fue elegida
    –después de cantidad de lecturas- por el cineasta
    español Gerardo Herrero para dar vida a una historia de
    inmigrantes. ‘La filmación se hará
    enteramente en la Argentina; hay muchas locaciones en
    Luján, donde el 27 de este mes empieza el rodaje, que
    durará ocho semanas’, confirmó el autor de
    ‘El soldado de porcelana’ a Télam. Entre los
    actores contratados figuran Federico Luppi, el alemán
    Peter Lomaier (conocido por su trabajo en ‘El enigma de
    Kaspar Hauser’, de Werner Herzog) y Maribel Verdú en
    los papeles principales. ‘Pero habrá varias
    sorpresas más’, dice el escritor, que prefiere no
    hacer adelantos. También dice que el guión de
    ‘Frontera…’ le pertenece: ‘Es una experiencia
    muy enriquecedora e intensa. Y es curioso, porque el director
    tiene un respeto por la
    novela mucho mayor que el autor’. ‘Me traiciona cada
    tres líneas, pero el resultado me gusta. Y, aunque no
    participo en el proceso (de producción, filmación, montaje,
    etc.), no iría nunca en plan Javier
    Marías quejándome porque me cambiaron la
    novela’, agrega. ‘Es un trabajo de ida y vuelta. Yo
    despojé la novela. Gerardo la devolvió.
    Después hicimos un trabajo de poda. En fin, agregamos
    cosas por indicación de los actores. El cine, en ese
    sentido, no tiene nada que ver con la literatura: es un trabajo
    en común’, dijo el escritor" (25).

    En esa novela, Horacio Vázquez-Rial evocó
    la inmigración irlandesa. Una joven de esa nacionalidad se
    presenta para un puesto de maestra: "Era una muchacha rubia, con
    pecas, casi una niña. Se sentó ante el tribunal
    familiar en el borde de una silla, con las manos juntas y las
    rodillas juntas, paseó sus ojos claros por el fondo de los
    ojos que la observaban y sonrió". Se llama Mildred
    Llewellyn y habla castellano con dificultad. Dice la joven:
    "Llego de Irlanda hace tres días y vengo aquí". Su
    empleador le enseña: "-Llegué
    –corrigió Roque, mostrando el pasado con el
    índice, en un lugar situado detrás de su hombro
    derecho-. Y vine".

    Durante la entrevista
    se desmaya: "La natural palidez de Mildred se acentuó de
    pronto. Roque vio nacer dos trazos morados sobre sus
    pómulos. (…) Ramón
    echó a correr hacia el fondo, pero, apenas pasada la
    puerta, le detuvo el ruido grave,
    como lejano, discreto de la caída del cuerpo de Mildred.
    Roque, que la alzó del suelo, pensó que
    jamás había conocido ser tan leve". Es que
    –como explica en su trabajoso castellano- había
    comido por última vez en el barco, ya que no había
    parado en el Hotel de Inmigrantes (26).

    En memorias

    En 1997, Germán Sopeña comentó el
    libro de una irlandesa nacida en Londonderry en 1922 y emigrada
    en 1945 a la Argentina. En el momento en que escribe el
    periodista, la inmigrante vivía en El Bolsón,
    Río Negro. Nos referimos a Maggie Pool, y a su obra, Where
    the devil lost his poncho (27), publicado en Edimburgo por The
    Pentland Press.

    A criterio de Sopeña, "Su relato tiene poesía,
    emoción y reflexiones de fondo. Su escritura no
    pretende más que contar las cosas como sucedieron. Pero en
    cada página late la observación fina de alguien que
    descubrió un mundo nuevo, lo hizo propio y lo vivió
    con intensidad en todo lo que hubo de malo y de bueno durante
    más de medio siglo".

    La autora llega a la Argentina "no bien terminada la
    guerra, como
    modesta secretaria de un organismo británico, casi con lo
    puesto y con sólo 12 libras esterlinas, que era la
    máxima cantidad de dinero que se
    permitía sacar de Inglaterra en aquel momento de crisis.
    Queda deslumbrada por la riqueza que ve en Buenos Aires, por el
    tamaño de los bifes y los postres de un simple restaurant,
    donde se come lo que ninguna familia inglesa veía desde
    hacía años". La prosperidad cede paso a una
    realidad distinta: "luego vendrán los años
    difíciles del peronismo, de la
    falta de democracia,
    del terrorismo, de
    los gobiernos militares, de la guerra de las Malvinas y,
    como tremendo final, de la hiperinflación, que Pool
    describe con la visión del economista que subyace en toda
    ama de casa"

    Sin embargo, la evaluación
    de su vida en América es muy positiva. Agrega
    Sopeña: "Nada disminuye su amor por su
    segunda patria. Con los años se traslada a vivir a
    Bariloche y, por fin, al valle de El Bolsón. La Patagonia la
    atrapó y parece ser su punto de residencia definitiva en
    su larga vida iniciada –allá lejos y hace tiempo
    pero al revés que Hudson- en Irlanda y Escocia.
    ‘Aquí está el paraíso’, resume
    sobre el final. Lo transmite con la certidumbre de quien ha
    sabido ver mucho más allá de las vicisitudes de la
    vida cotidiana" (28).

    Música y danza

    La música y la danza
    irlandesas se interpretan en la nueva tierra. El Segundo Festival
    de Música Celta Keltoi (29) reunió en 1996 a
    algunos de los artistas que cultivan esa
    tradición.

    The Sheperds "pasea por los ritmos folklóricos de
    Irlanda desgranando vitalidad y sentimiento. Con arreglos propios
    interpretan jigs, reels, danzas tradicionales, polcas y
    canciones, que cuentan historias de vida, de amor a la tierra y
    de lucha por la libertad.
    (…) Lo destacable de este grupo es que
    ninguno de sus integrantes es de origen irlandés. Cada uno
    de ellos se acerca a esta música a partir de experiencias
    personales como intérpretes. Algunos abrazando la
    música celta, otros de origen gallego y hasta algunos
    provenientes del rock. A partir de
    unir sus caminos definen un proyecto artístico que los
    lleva a ser reconocidos hoy en día como fieles exponentes
    de la música tradicional irlandesa". Integran el conjunto
    Alejandro Sganga, Víctor Naranjo, Gabriel Irisarri e
    Inés Mouzo.

    Ceol Sidhs "es una agrupación recientemente
    surgida que a partir de la idea de elaborar un proyecto basado en
    la música tradicional celta, principalmente irlandesa,
    busca formar una línea combinando el folk con lenguajes
    como el rock y el jazz. Sus integrantes son músicos
    provenientes de esas tendencias". Ellos son Catalina Maguire,
    Raúl Tuero, Germán Lami, Fernando Valles, Mauro
    Gorognano y Rolo Márquez..

    Potim, "grupo antológico de la música
    celta en la Argentina (…) Fue fundado en 1986 por Manuel Castro
    y Eliseo Mauas y, en 1988, se hizo cargo de su dirección musical Gustavo Fuentes (…).
    Sus objetivos son
    la investigación, estudio, difusión y
    perfeccionamiento de las tradiciones célticas intentando
    demostrar la evolución de la música tradicional y
    de todo el contexto cultural adecuado a los tiempos actuales.
    (…) continúa interpretando melodías tradicionales
    del folklore
    gallego, irlandés, escocés, bretón y
    galés, además de otras expresiones de la
    tradición bárdica". Lo integran Gustavo Fuentes,
    Manuel Castro, Adriana Rodríguez, Guillermo Somaschini y
    Adriana González.

    Brian Barthe es un "joven de origen
    franco.-irlandés nacido en agosto de 1972. Desde los seis
    años estudió danzas irlandesas, bajo la
    dirección de Christine Rasmussen, y allí comienza
    su inquietud por el aprendizaje de
    la gaita. (…) Se ha destacado como gaitero solista en
    diferentes eventos de la
    colectividad irlandesa".

    Celtic Argentina es un conjunto que "se formó en
    1979 bajo la dirección de Christine Rasmussen, con la
    finalidad de impulsar el estudio de las danzas tradicionales de
    Irlanda. (…) Celtic Argentina es un grupo independiente y,
    aunque no pertenece a ninguna asociación, participa
    permanentemente en todas las actividades de la colectividad
    irlandesa, festivales folklóricos y programas
    televisivos, presentándose en Buenos Aires y en el
    interior del país".

    …..

    Historiadores, escritores y artistas nos brindan su
    personal
    vivencia de este fenómeno social, que les atañe a
    ellos como irlandeses, como descendientes de quienes emigraron, o
    como espectadores de esa realidad, y a nosotros, como nación
    que recibió su aporte.

    Notas

    1. S/F: "Los irlandeses", en Para todos los hombres del
      mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires,
      Clarín.
    2. Korol, Juan Carlos y Sábato, Hilda:
      Cómo fue la inmigración irlandesa en Argentina.
      Plus Ultra, 1981
    3. Mac Dermott Doreann: "Quinquenio de terror", en
      Viajero Celta. Año II, N° 17. Buenos Aires, mayo de
      1997.
    4. Korol: op. cit.
    5. Mac Donald, John: citado por Nélida
      Boulgourdjian-Toufeksian, en Los armenios en Buenos Aires. La
      reconstrucción de la identidad
      (1900-1950). Buenos Aires, Centro Armenio, 1997.
    6. Baily, S.: citado por Nélida
      Boulgourdjian-Toufeksian, en Los armenios en Buenos Aires. La
      reconstrucción de la identidad (1900-1950). Buenos
      Aires, Centro Armenio, 1997.
    7. Geraghty, Michael John: "Land, lambs, churches… and
      schools", en Buenos Aires Herald, 15 de septiembre de
      1998.
    8. Majián, Rosa: Guía de las
      colectividades extranjeras en la Republica Argentina Buenos
      Aires, Ediciones Culturales Buenos Aires, 1989.
    9. S/F: en La Nación, 23 de enero de
      2000.
    10. S/F: "Irlandeses de festejo", en El Barrio.
      Periódico de Noticias. Año 5, N° 49, Abril de
      2003.
    11. S/F: "San Patricio Fiesta de todos los celtas", en
      Viajero Celta. Año III, N° 26. Buenos Aires, Marzo
      de 1998.
    12. S/F: "Los irlandeses", en Para todos los hombres del
      mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires,
      Clarín.
    13. S/F: Gacetilla de prensa acerca
      de Wilkinson, Susan: Don Sebastián. Buenos Aires,
      Vergara, 1996.
    14. Pereyra Iraola, Susana: "De Irlanda a la Argentina",
      en La Nación, Buenos Aires, 28 de julio de
      1996.
    15. Zappietro, Eugenio Juan: De aquí hasta el
      alba. Barcelona, Hyspamérica, 1971.
    16. S/F: en El Tiempo, Azul, 16 de noviembre de
      1997.
    17. Ocantos, Carlos Marìa: Quilito. Madrid,
      Hyspamèrica, 1984.
    18. S/F: en Ocantos, C.M.: Quilito, Madrid,
      Hyspamèrica, 1984.
    19. Canè, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL,
      1980.
    20. Ortega, Exequiel César: Cómo fue la
      Argentina (1516-1972). Buenos Aires, Plus Ultra,
      1972.
    21. González Rouco, María: "La epopeya
      irlandesa", en El Tiempo, Azul, 10 de abril de 1988.
      Reproducido en The Southern Cross, 30 de septiembre de
      1988.
    22. Delaney, Juan José: Tréboles del sur.
      Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1994.
    23. Moira Sullivan. Buenos Aires, Corregidor,
      1999.
    24. S/F: en Vázquez Rial: Frontera Sur.Barcelona,
      Ediciones B, 1998.
    25. S/F: " ‘Frontera Sur’ llega a la pantalla
      grande", en El Tiempo, Azul, 12 de abril de
      1998.
    26. Vázquez Rial: Frontera Sur.Barcelona,
      Ediciones B, 1998.
    27. Pool, Maggie: Where the devil lost his poncho.
      Edimburgo, The Pentland Press, 1997.
    28. Sopeña, Germán: "Tierra lejana", en La
      Nación, Buenos Aires,
    29. S/F: Programa del
      Segundo Festival de Música Celta Keltoi. Buenos Aires,
      Teatro Astral,
      1996.

     

     

    Trabajo enviado por

    María González Rouco

    Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional
    Matriculada

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