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Infarto agudo del miocardio




Enviado por vilma



    1. Definición
    2. Manifestaciones
      clínicas
    3. Electrocardiograma.
    4. Diagnóstico
      Diferencial
    5. Cuidados
      prehospitalarios.
    6. Reperfusión
      miocárdica con
      fibrinolíticos.
    7. Tratamiento farmacológico
      general.
    8. Bibliografía
    9. Status
      epiléptico

    Definición: Es el termino
    utilizado para describir los cambios necróticos agudos del
    miocardio debidos a la privación de forma repentina y
    catastrófica del aporte sanguíneo coronario durante
    un período de tiempo
    suficiente, resultado casi siempre de una oclusión
    coronaria aguda (trombosis, hemorragia subíntima, o rotura
    de placa de ateroma).Muchos pacientes con ataques cardiacos
    agudos mueren en el transcurso de las primeras dos horas
    después de la iniciación de los síntomas,
    siendo difícil en estos casos demostrar los cambios
    estructurales de la necrosis aguda del miocardio pues las
    técnicas anatomopatológicas
    disponibles, no son capaces de descubrir los cambios más
    tempranos del infarto; siendo en estos casos la muerte
    consecuencia de arritmia grave por cambios
    electrofisiológicos precoces que llevan a la muerte
    súbita.

    La patología coronaria alcanza actualmente
    proporciones epidémicas; según cifras de la
    Organización Mundial de la Salud (OMS), esta
    patología es responsable de un tercio de las muertes en
    varones entre 45 y 54 años de edad y de la muerte de 4 de
    cada 10 varones en todos los grupos de
    edades.

    En Cuba esto se
    comporta de forma similar siendo esta la causa de muerte
    número 1 en la población activa.

    La creación de Unidades Coronarias ha contribuido
    a disminuir el índice de mortalidad hospitalaria pero con
    poca influencia en la mortalidad global, pues el 60 % de las
    muertes por IMA son precoces y ocurren fuera del hospital, de
    ahí el desarrollo de
    unidades coronarias móviles en todo el mundo incluido
    nuestro país para acortar el tiempo entre el inicio de los
    síntomas y la instauración de un tratamiento precoz
    y especializado de esta patología.

    Manifestaciones
    clínicas

    Síntomas: El más característico es el dolor, intenso,
    repentino, de naturaleza
    opresiva, constrictiva o quemante, localizado típicamente
    en la región retroesternal y con irradiación a
    ambos hombros o brazos, cuello mandíbula, dientes,
    barbilla, antebrazos, dedos y área ínter escapular;
    aparece generalmente en reposo, dura más de 30 minutos y
    no se alivia con Nitroglicerina. En ocasiones el dolor es
    epigástrico, en pared anterior del tórax, puede no
    ser tan intenso o incluso faltar, se acompaña de nauseas,
    mitos,
    sudoración profusa, astenia marcada y sensación de
    muerte inminente.

    Examen Físico: se ve a un paciente
    sufriendo, sudoroso, frío, pálido con bradicardia u
    otra arritmia, TA elevada o disminuida pudiendo llegar al
    shock.

    A la auscultación existe disminución de la
    intensidad del primer ruido cardiaco
    (T1), presencia de cuarto tono en la mayoría de los
    pacientes (T4) y menos frecuentemente del tercer ruido o galope
    (T3) que indica insuficiencia ventricular izquierda y su
    persistencia es un signo de mal pronóstico, es
    común además un soplo sistólico suave en la
    punta crepitaciones en las bases de los pulmones y pirexia leve
    entre las 12 y 24 horas.

    Además del cuadro clínico clásico
    el 25 % de los IMA tiene presentaciones atípicas sin dolor
    como: El establecimiento de insuficiencia cardiaca o
    empeoramiento de la ya existente, accidente cerebro vascular
    como resultado de embolia procedente de un trombo mural,
    síncope como resultado de bradiarritmia aguda o
    hipotensión arterial hasta el shock, embolia arterial
    sistémica indigestión aguda o cursar totalmente
    silentes diagnosticándose fortuitamente como ocurre con
    pacientes diabéticos o tras intervenciones
    quirúrgicas con anestesia general; la muerte súbita
    es otra forma de presentación.

    Electrocardiograma.

    Diagnóstico de infarto. El patrón
    característico evoluciona en cuatro fases: a) en la fase
    hiperaguda, coincidente con el comienzo de los síntomas,
    se produce una elevación del segmento ST-T en las
    derivaciones que miran al infarto; b) en la fase aguda, a los
    cambios del segmento ST-T se añade la aparición de
    ondas Q o la
    disminución de la amplitud de la onda R; c) en la fase
    subaguda el segmento ST comienza a descender, la onda T se
    invierte y las ondas Q adquieren su carácter
    necrótico definitivo (duración > 0,04 seg. y
    amplitud > 30 % de la onda R acompañante), y d) en la
    fase crónica, los cambios del segmento ST-T se han
    normalizado y el único estigma del infarto es la onda Q de
    necrosis (o la ausencia de onda R), que en ocasiones (infarto
    inferior pequeño) puede desaparecer al cabo de meses o
    años. El único criterio de infarto es la
    aparición de nuevas ondas Q de necrosis; sin embargo, su
    especificidad no es total (80 %), ya que faltan en el 50 % de los
    infartos y suelen aparecer a las 8-12 horas del comienzo de los
    síntomas, pudiéndose retrasar hasta 24-48 horas.
    Debido a la precocidad que exigen los tratamientos de
    reperfusión, en la práctica se admite el diagnóstico de infarto si existe dolor
    precordial sugestivo de isquemia miocárdica de más
    de 30 min de duración, acompañado de nueva (o
    presumiblemente nueva) elevación del segmento ST (>
    0,10 mV, medido 0,02 seg después del punto J) en 2
    derivaciones o más, que no revierte con la
    administración de nitroglicerina. El patrón
    electrocardiográfico más frecuente del infarto sin
    onda Q consiste en el descenso persistente del segmento ST y es
    indistinguible del que se observa en otras situaciones, como la
    angina inestable lsolo con confirmación enzimática.
    Algunas circunstancias, como el bloqueo de rama izquierda y la
    presencia de ritmo de marcapasos sin latidos espontáneos,
    enmascaran los signos electrocardiográficos de infarto y
    hacen muy difícil o imposible su diagnóstico y
    localización por este método. En
    estos casos, las alteraciones evidentes del segmento ST o del
    complejo QRS en comparación con trazados previos ayudan al
    diagnóstico, que debe ser confirmado por otras
    técnicas.

    Diagnóstico
    Diferencial:

    Procesos cardiovasculares:-Angina inestable.

    -Embolismo pulmonar agudo

    -Aneurisma disecante de la aorta.

    -Pericarditis aguda.

    Procesos respiratorios:-Neumotórax
    espontáneo.

    Procesos digestivos:-Ulcera peptica
    perforada.

    -Rotura esofágica.

    Pancreatitis aguda.

    -Cólico biliar.

    -Hernia hiatal.

    -Esofagitis.

    CUIDADOS
    PREHOSPITALARIOS.

    En la fase más precoz el paciente a menudo
    experimenta intenso dolor y es muy susceptible de sufrir una
    parada cardiaca. Sin embargo, con frecuencia el paciente tarda
    más de una hora en solicitar ayuda. Los Sistemas de
    Emergencia tienen un papel clave en
    el manejo del Infarto Agudo de Miocardio y la parada cardiaca, el
    objetivo
    principal de los cuidados de emergencia prehospitalarios es
    aliviar el dolor y prevenir o tratar la parada cardiaca,
    procurando un rápido acceso al Hospital. Se debe proceder
    de forma rápida a administrar oxígeno, monitorizar, realizar un
    electrocardiograma (ECG), administrar Nitroglicerina sublingual
    (NTG), administrar lo antes posible 200-500 mg de ácido
    acetilsalicílico. Si hay elevación del segmento ST
    (> 1 mm.) asociada a dolor anginoide de más de 30 min.
    de duración que no cede con nitroglicerina sublingual, la
    probabilidad
    de infarto es mayor del 90 % y debe procederse al traslado
    inmediato del paciente a la unidad coronaria, acelerando
    simultáneamente la estrategia de
    reperfusión elegida. Canalizar una vía venosa
    iniciando el tratamiento con NTG en perfusión si no existe
    contraindicación, y aliviando el dolor y la ansiedad con
    opiáceos.

    Morfina 2-4 mg IV (puede repetirse la mitad C5-10 min.
    hasta alivio del dolor sin pasar de 10 mg) o

    Meperidina 20-40 mg IV inicial y la mitad de esto C5-10
    min.

    Si aparece bradicardia o síntomas vagales
    acentuados debe administrarse atropina (0,6-1 mg por vía
    intravenosa). La administración profiláctica de
    antiarrítmicos no está indicada.

    En la actualidad se trata de acortar el tiempo entre el
    inicio de los síntomas y el inicio de la
    fibrinólisis por lo que en el mundo y también en
    nuestro país, se han implementado servicios
    móviles de emergencia con el equipamiento necesario para
    la realización de la fibrinólisis extrahospitalaria
    con lo que se obtienen beneficios. (ver dosis más
    adelante)

    Asistencia en la unidad coronaria. Coincidiendo con la
    llegada del enfermo a la unidad coronaria debe monitorizarse
    continuamente una derivación electrocardiográfica
    con clara identificación positiva de la actividad
    auricular y ventricular. Si no se ha efectuado con anterioridad,
    hay que realizar un ECG completo (incluyendo las derivaciones V3
    R-V4 R) y se deben extraer muestras para la determinación
    de enzimas (CK,
    CK-MB) y de otros parámetros generales (estudio de la
    coagulación, Hemograma, glucemia, creatinina
    plasmática e Ionograma). A lo largo de los primeros 2-3
    días, el ECG debe repetirse diariamente y siempre que se
    detecten arritmias o se sospeche isquemia. Las determinaciones de
    CK y CK-MB se repiten cada 8 horas durante el primer día y
    cada 24 horas en los 3 días siguientes. En pacientes
    ingresados tardíamente deben determinarse la LDH total y
    las isoenzimas al ingreso, a las 48 y a las 72 horas. Debe
    disponerse lo antes posible de una radiografía de
    tórax, que se realizará sin trasladar al enfermo.
    Durante la fase aguda, el tratamiento del infarto no complicado
    se dirige a limitar de su tamaño, reducir el dolor e
    iniciar la profilaxis con medidas que favorezcan la supervivencia
    y la capacidad funcional a corto o largo plazo.

    Reperfusión
    miocárdica con fibrinolíticos.

    Efectividad de la fibrinólisis. El factor tiempo
    es el determinante principal de la eficacia de la
    fibrinólisis: el beneficio es máximo si se aplica
    en la primera hora tras comenzar el dolor y sigue siendo
    significativo durante las primeras 6 horas. Durante las 6-12
    horas primeras, la fibrinólisis reduce ligeramente la
    mortalidad, pero a partir de las 12 horas es ineficaz y
    potencialmente deletérea (riesgo
    hemorrágico).

    Indicaciones, contraindicaciones y momento de
    aplicación. El tratamiento fibrinolítico debe
    considerarse en todos los enfermos con signos clínicos y
    electrocardiográficos de infarto que no tengan
    contraindicaciones absolutas y en los que tengan relativas
    valorando riesgo- beneficio.

    Contraindicaciones de la fibrinólisis

    Absolutas

    Hemorragia activa de cualquier
    localización.

    Antecedentes próximos o remotos de accidente
    cerebrovascular hemorrágico, cirugía intracraneal o
    enfermedad intracraneal.

    Accidente cerebrovascular no hemorrágico dentro
    de los 6 meses previos.

    Cirugía mayor o traumatismo grave dentro de los
    últimos 3 meses.

    Hipertensión arterial grave no controlable con
    tratamiento máximo.

    Disección aórtica.

    Embarazo.

    Relativas

    Retinopatía diabética proliferativa
    conocida.

    Accidente cerebrovascular no hemorrágico hace
    más de 6 meses.

    Maniobras prolongadas de reanimación
    cardiopulmonar.

    Cirugía menor, extracción dental o
    inyección intramuscular en los 7 días
    previos.

    Insuficiencia hepática o renal grave.

    Trastorno de la coagulación conocido o
    tratamiento previo con anticoagulantes orales.

    Úlcera activa sintomática

    Menstruación

    Elección y dosificación de
    fibrinolíticos. Los fibrinolíticos más
    utilizados son la estreptocinasa, el activador tisular del
    plasminógeno (rt-PA), el complejo
    estreptocinasa-plasminógeno acilado (APSAC) y la
    urocinasa.

    La estreptocinasa (utilizada en Cuba) es una
    proteína bacteriana (antigénica) que, al unirse al
    plasminógeno, cataliza la conversión del
    plasminógeno circulante en plasmina; la dosis total es de
    1.500.000 UI en perfusión intravenosa durante 60
    min.

    Complicaciones. Suele aparecer hipotensión y
    bradicardia que exigen tratamiento (fluidoterapia o atropina) en
    cerca del 7 % de los casos. Las reacciones alérgicas
    genuinas son raras (0,09-0,3 %). Las complicaciones
    hemorrágicas, aparecen hasta en el 20 % de los casos y son
    graves en menos del 5 % (necesidad de transfusión,
    localización cerebral o motivo de muerte). El sangrado
    más grave es el cerebral que se observa en el 0,5-1 % de
    los casos y es letal en el 50 %; es más frecuente en
    ancianos, mujeres e hipertensos. La incidencia de
    fibrilación ventricular postrombólisis es hasta 2
    veces superior en comparación con el placebo. La
    fibrinólisis se asocia a menudo a otras arritmias de
    reperfusión (extrasístoles frecuentes o en salvas,
    ritmo idioventricular) que no suelen tener trascendencia
    clínica.

    Tratamiento antitrombótico coadyuvante a la
    fibrinólisis.

    La base racional para el tratamiento
    antitrombótico postrombólisis estriba en el riesgo
    de reoclusión se utiliza el ácido
    acetilsalicílico y la heparina sódica (ver
    dosis).

    Tratamiento
    farmacológico general.

    Oxígeno. La administración de
    oxígeno debe restringirse a las primeras 24 horas y puede
    efectuarse a bajas dosis mediante máscara facial (24 %) o
    tubos nasales (2 l /min).

    Analgésicos. Los analgésicos de uso
    común son los opiáceos, aunque pueden producir
    efectos indeseables sistémicos (náuseas y
    vómitos, depresión
    respiratoria y estreñimiento) y cardiocirculatorio
    (hipotensión por dilatación venoarteriolar y
    bradicardia por efecto vagal). Se administra la morfina por
    vía IV lenta en la dosis antes mencionada.
    Administración cautelosa en ancianos y está
    contraindicada si existen antecedentes de hipersensibilidad o de
    disfunción ventilatoria grave. La meperidina es menos
    potente y tiene efecto vagolítico (incremento de la
    frecuencia sinusal y aceleración de la conducción
    nodal) suele resultar muy útil si hay hipotensión,
    bradicardia sinusal, defectos de la conducción AV o
    enfermedad respiratoria grave. Dosis antes mencionada.

    Sedantes. Controlar la ansiedad a menudo requiere
    ansiolíticos (diazepam, 5 mg 2-4 veces al día por
    vía oral, o lorazepam, 0,5-2 mg 2-4 veces al día
    por vía oral. En ancianos, los ansiolíticos pueden
    inducir agitación o depresión, siendo preferible la
    utilización de lorazepam a dosis bajas (0,5 mg 2-3 veces
    al día) o haloperidol (10-20 gotas, 2-4 veces al
    día).

    Atropina. Aun en ausencia de complicaciones la
    atropina puede ser necesaria en las siguientes
    circunstancias:

    a) infarto inferior con bradicardia e hipotensión
    transitoria inicial

    b) bradicardia secundaria a una serie de fármacos
    de uso frecuente (morfina, estreptocinasa, APSAC).

    La dosis recomendable es de 0,6 mg por vía
    intravenosa, que pueden repetirse cada 5 min sin superar una
    dosis total de 2 mg.

    Nitroglicerina. Aumenta el flujo colateral y
    reduce la carga ventricular por dilatación venoarteriolar,
    con la consiguiente disminución del consumo
    miocárdico de oxígeno. Efectiva por vía
    sublingual, transdérmica, e intravenosa, con un bolo
    inicial de 15 µg seguido de infusión a 5-10
    µg/min que pueden aumentarse cada 5-10 min sin exceder los
    200 µg/min (riesgo de colapso circulatorio grave). La dosis
    óptima es la que reduce la PAS el10 % en normotensos y un
    30 % en hipertensos y oscila entre 0;2 y 2 µg/kg/min. Si la
    PAS es menor de 90 mm Hg, está contraindicada; la
    utilización profiláctica de nitroglicerina en el
    infarto no complicado no ha aportado beneficio clínico
    alguno, por lo que sólo está indicada para el
    tratamiento de la hipertensión arterial (en
    infusión intravenosa continua) y del dolor. La
    nitroglicerina sublingual debe ser siempre la primera medida
    analgésica en el infarto.

    Bloqueantes b. Reducen la demanda
    miocárdica de oxígeno, aumentan el flujo coronario
    epicárdico y colateral, disminuyen la tensión
    parietal del corazón y
    reducen el riesgo de fibrilación ventricular. Es
    aconsejable su administración precoz en el infarto. Los
    pacientes que más se benefician son los que han recibido
    trombolíticos, los hipertensos o con estado
    circulatorio hiperdinámico, y los que tienen dolor
    persistente. Están absolutamente contraindicados si existe
    bradicardia sinusal (< 60 lat./min), PAS inferior a 100 mm Hg,
    bloqueo AV (incluyendo intervalo PR > 0,22 seg) o enfermedad
    pulmonar obstructiva crónica. Deben administrarse con
    cautela en caso de antecedentes de asma bronquial, sospecha de
    insuficiencia cardíaca, tratamientos previos con
    antagonistas del calcio del tipo diltiazem o verapamilo,
    enfermedad vascular periférica grave o diabetes
    insulinodependiente de difícil control. Las
    pautas más extendidas corresponden al metroprolol y al
    atenolol. El metroprolol se prescribe con una dosis intravenosa
    inicial de 5 mg en 2 min repetida cada 5 min hasta una dosis
    total de 15 mg; se continúa con una pauta oral que incluye
    50 mg el primer día (6 horas después de la dosis
    intravenosa inicial) y 50-100 mg/día (dosis única)
    a partir del segundo día. El atenolol se administra con
    una dosis inicial intravenosa de 5 mg en 2 min, repetida 10 min
    más tarde, y se continúa con una pauta oral de
    50-100 mg/día (comenzando 1 hora después de la
    administración intravenosa inicial). Antes de cada dosis
    es imprescindible auscultar el corazón y los campos
    pulmonares, así como medir la frecuencia cardiaca, la
    presión
    arterial y la longitud del intervalo PR.

    Tratamiento antitrombótico: Aunque existen
    otros antiagregantes efectivos, el mejor conocido en el infarto
    es el ácido acetilsalicílico ya se ha mencionado su
    beneficio asociado a la trombólisis. La efectividad de su
    administración aislada es también muy alta: al cabo
    del primer mes reduce en un 25 % la mortalidad, en un 50 % la
    incidencia de reinfarto y en un 45 % la tasa de accidente
    cerebrovascular no hemorrágico. El ácido
    acetilsalicílico es, por lo tanto, de uso obligado en los
    pacientes que han sufrido un infarto, excepto
    contraindicación formal. Su efectividad es máxima
    durante las primeras 6 horas, por lo que debe administrarse muy
    precozmente, recurriendo a la vía intravenosa en caso de
    vómitos o náuseas durante la fase hiperaguda. El
    margen de dosificación es muy amplio: es eficaz a partir
    de 80 mg/día, siendo la dosis más común de
    200-350 mg/día. La utilidad de la
    heparina como tratamiento asociado a los trombolíticos ya
    se ha considerado. Fuera del contexto de la trombólisis,
    suele realizarse anticoagulación con heparina si hay un
    riesgo elevado de embolización sistémica (infarto
    anterior extenso, infarto con evidencia ecocardiográfica
    de trombo intracavitario). Cuando no está indicada la
    anticoagulación plena es razonable prevenir la trombosis
    venosa durante la fase de inmovilización, especialmente en
    casos de alto riesgo (anciano, obeso, con varices o con
    antecedentes previos de embolia o insuficiencia cardiaca). Ello
    se consigue añadiendo al ácido
    acetilsalicílico heparina cálcica por vía
    subcutánea (5.000 UI cada 8-12 horas) o heparina de bajo
    peso molecular subcutánea (2.000-3.000 UI anti-Xa cada 24
    horas).

    Tratamiento del remodelado ventricular. Los inhibidores
    de la ECA (Captopril, Enalapril, etc.) consiguen una
    mejoría sostenida de la hemodinámica ventricular,
    atenúan el proceso de
    dilatación y aumentan la supervivencia a corto y largo
    plazo y reducen la morbilidad cardiaca (reinfarto e insuficiencia
    cardiaca). Son especialmente útiles cuando existe
    regurgitación mitral, fracción de eyección
    ventricular izquierda inferior al 40 %, signos clínicos de
    insuficiencia cardiaca o se espera un remodelado deletéreo
    y no se prevén reacciones adversas (infarto anterior
    extenso con presión arterial normal o elevada). Esta
    estrategia es independiente del uso de fibrinolíticos o
    bloqueantes b. No es conveniente iniciar este tratamiento antes
    de las primeras 48 horas.

    Tratamiento no farmacológico. Pueden ser
    evacuados de la unidad coronaria a los 3-4 días en
    ausencia de complicaciones, la estancia en la sala de
    hospitalización convencional se prolonga 6-15 días
    postinfarto.

    Actividad física. En las
    primeras 48 horas se requiere reposo en cama durante la mayor
    parte del día, pero a partir de las 12 horas debe
    realizarse profilaxis antitrombosis venosa (postura antiestasis,
    movilización pasiva y ejercicios de la musculatura
    gemelar), y a partir del primer día los pacientes deben
    sentarse en un sillón durante períodos cada vez
    más largos(15-120 min 2-3 veces al día).

    Después de las primeras 48-72 horas deben
    programarse deambulaciones progresivamente más
    largas.

    Dieta. Durante los primeros 4 días del infarto la
    dieta debe ser hipocalórica, en toma frecuente y poco
    cuantiosa. La inmovilización inicial hace del
    estreñimiento una circunstancia habitual del infarto que
    puede resultar adversa, porque provoca ansiedad. Si no es
    suficiente una dieta rica en residuos, pueden añadirse
    laxantes formadores de volumen (salvado)
    u osmóticos (sulfocianato de sodio, 200 mg 1-2 veces al
    día). Los laxantes que aumentan el peristaltismo deben
    evitarse.

    COMPLICACIONES.

    Alteraciones del ritmo
    cardíaco.

    Arritmias ventriculares. Durante las primeras
    24-48 horas la incidencia de extrasístoles ventriculares
    es prácticamente constante. En ocasiones, son frecuentes
    (> 5/min) o complejas (multifocales, prematuras, en parejas,
    en salvas). Debido a la sencillez y eficacia de la
    desfibrilación eléctrica, no está indicada
    la prevención rutinaria de estos trastornos con
    lidocaína. La taquicardia ventricular sostenida y bien
    tolerada se trata con lidocaína en bolo seguida de
    infusión intravenosa (ver más adelante), pero si
    cursa con disfunción hemodinámica o no cede
    después de 2 dosis de 50-100 mg, debe realizarse
    cardioversión eléctrica. La fibrilación
    ventricular primaria se trata con cardioversión no
    sincronizada inmediata (200-300 J) seguida de lidocaína.
    En la fibrilación ventricular refractaria a la
    cardioversión es útil el tosilato de
    bretilio.

    Cuando surge este tipo de arritmias, se deben buscar y
    corregir otras posibles causas distintas a la isquémica:
    fármacos arritmogénicos (quinidina, digoxina), o
    alteraciones de la oxigenación-ventilación
    (hipoxia, alcalosis) o del equilibrio
    iónico (hipopatasemia, hipomagnesemia). El ritmo
    idioventricular acelerado (ritmo ventricular a 60-125 lat./min)
    es especialmente frecuente en los casos con infarto
    inferoposterior que cursan con bradicardia sinusal.
    También es típica su aparición coincidiendo
    con el momento de la reperfusión. Suele ser un trastorno
    pasajero y benigno, sin repercusión clínica o
    hemodinámica, que no requiere tratamiento. El
    antiarrítmico de elección en las arritmias
    ventriculares del infarto es la lidocaína, tiene una
    semivida de 2 horas, que puede prolongarse hasta 4 horas en el
    infarto no complicado y más de 20 horas en ancianos, en
    casos de disfunción hepática y en situaciones de
    bajo gasto. La dosificación de la lidocaína es
    controvertida: la American Heart Association y el American
    College of Cardiology recomiendan administrarla de acuerdo con el
    peso corporal del paciente y la pauta siguiente:

    a) Dosis de carga: bolo inicial de 1 mg/kg (sin exceder
    los 100 mg) seguido de bolos adicionales de 0,5 mg/kg cada 8- 10
    min hasta alcanzar una dosis total de 4 mg/kg,

    b) dosis de mantenimiento:
    infusión intravenosa continua de20-50 µg/kg/min
    (para un individuo de 70 kg: 1,5- 3,5 mg/min). Esta pauta se
    reduce a la mitad en pacientes de más de 70 años,
    con alteraciones neurológicas previas, disfunción
    hepática o renal y si existe bajo gasto.

    Arritmias supraventriculares. Alrededor de una
    tercera parte de los pacientes con infarto presentan taquicardia
    sinusal en algún momento de la fase aguda. Es más
    frecuente en el infarto anterior, y cuando se asocia a
    disfunción ventricular o a infarto extenso constituye un
    factor de predicción de mal pronóstico. Otra
    arritmia supraventricular relativamente frecuente es la
    fibrilación auricular. El flúter, la taquicardia
    auricular y la taquicardia de la unión AV son mucho menos
    frecuentes. En principio, se tratan con digoxina (1 mg en
    perfusión intravenosa durante 1 hora, seguido de 0,25
    mg/día por vía oral) o con verapamilo, si no hay
    disfunción ventricular. Si la arritmia persiste o hay mala
    tolerancia
    hemodinámica, debe realizase cardioversión
    eléctrica.

    Bradicardia y trastornos de la conducción.
    La bradicardia sinusal es la arritmia más frecuente de la
    fase aguda del infarto, especialmente en los posteroinferiores.
    No tiene significado pronóstico por sí misma ni
    requiere tratamiento, salvo que sea hemodinámicamente mal
    tolerada, en cuyo caso debe tratarse con atropina y, si es
    refractaria, con marcapasos transitorio.

    Está indicado el marcapasos transitorio en
    presencia de infarto inferior y bloqueo AV completo con
    frecuencia menor de 45 lat./min, mala tolerancia
    hemodinámica o extrasístoles ventriculares
    frecuentes, aunque la atropina puede resultar útil cuando
    el bloqueo surge dentro de las primera 6 horas. Si existe bloqueo
    AV completo asociado a infarto de ventrículo derecho, la
    pérdida de la contracción auricular puede tener
    graves consecuencias hemodinámicas, por lo que se requiere
    estimulación AV secuencial. El bloqueo AV de segundo grado
    del infarto es casi siempre (90 %) del tipo Mobitz I
    (Wenckebach). Se debe a isquemia del nódulo AV, afecta al
    5-10 % de los infartos en fase aguda (especialmente inferiores),
    suele ser intermitente y transitorio, no influye sobre la
    supervivencia y no requiere tratamiento. El bloqueo AV de segundo
    grado del tipo Mobitz II incide en menos del 1 % de los pacientes
    con infarto, es más frecuente en el infarto anterior y
    tiene mal pronóstico. En el 10-20 % de los casos de
    infarto se observan alteraciones de la conducción
    intraventricular que a menudo (50 %) ya existían con
    anterioridad. Los bloqueos completos de rama (derecha o
    izquierda), si son nuevos, se asocian generalmente a infarto
    anterior de gran tamaño y suelen complicarse con arritmias
    malignas, constituyendo un indicador de mal pronóstico. La
    asociación de bloqueo de rama derecha y de bloqueo de
    alguna de las subdivisiones de la rama izquierda (anterior o
    posterior) del haz de His (bloqueo bifascicular) se
    acompaña de un riesgo muy elevado de bloqueo AV completo y
    de muerte por disfunción ventricular grave. En estos casos
    está indicado el marcapasos transitorio
    profiláctico y se ha demostrado que, cuando este trastorno
    es persistente y se acompaña de bloqueo AV completo
    transitorio, puede reducirse el riesgo ulterior de muerte
    súbita con implantación de un marcapasos
    definitivo.

    Complicaciones mecánicas.

    INSUFICIENCIA CARDIACA. Si la pérdida de
    miocardio provocada por el infarto supera el 25 % de la masa
    ventricular total, se producen manifestaciones de insuficiencia
    cardiaca aguda. Cuando existe congestión pulmonar moderada
    con perfusión sistémica normal (clase II de Killip)
    y no se auscultan soplos cardíacos, el tratamiento puede
    ser dirigido clínicamente y consiste en la
    administración de oxígeno (máscara facial al
    24-28 %) y furosemida (20 mg por vía intravenosa seguidos
    de 40 mg/día por vía oral), especialmente
    útil si hay hipoxemia. Si la PAS es mayor de 90 mm Hg y la
    PO2 es normal, suele resultar más efectiva la
    nitroglicerina en infusión, que se puede administrar
    posteriormente por vía transdérmica (5-10 mg
    durante 8-12 horas al día). En estos casos es útil
    el tratamiento mantenido con fármacos inhibidores de la
    ECA. En presencia de grados mayores de congestión o cuando
    existen signos de hipoperfusión tisular el tratamiento
    debe basarse en los datos derivados
    de la monitorización hemodinámica, lo que
    incluye:

    a) implantación de un catéter de Swan-Ganz
    en la arteriapulmonar (presión de llenado ventricular y
    gasto cardíaco);

    b) canulación de la arteria radial
    (presión arterial directa),

    c) medición de la diuresis horaria con sonda
    vesical.

    De acuerdo con esta información, la insuficiencia
    cardíaca del infarto puede clasificarse en diferentes
    estratos terapéuticos.

    Hipotensión por hipovolemia. Se puede
    resolver fácilmente con reposición de volumen. Se
    sospecha en caso de hipotensión y taquicardia sin signos
    de congestión pulmonar o sistémica y silueta
    cardíaca normal. Se confirma cuando, estando el
    índice cardíaco disminuido y con bajas presiones de
    llenado y de aurícula derecha, la perfusión
    rápida de dosis repetidas de 50 ml de suero salino
    normaliza estos parámetros.

    Congestión pulmonar grave aislada. En esta
    situación el índice cardíaco es normal y la
    presión de llenado ventricular está elevada. El
    tratamiento consiste en oxigenoterapia (máscara facial a
    un 25-35 %) y en la asociación de diuréticos a
    altas dosis (furosemida: 20 mg por vía oral cada 4-8
    horas) y vasodilatadores. El vasodilatador de elección es
    la nitroglicerina: 10-20 µg/min que se deben incrementar
    progresivamente (5-10 µg/min cada 10 min) hasta conseguir
    reducir la presión de llenado hasta 12-15 mm Hg, siempre
    que ello no produzca la caída del índice
    cardíaco ni el descenso de la PAS por debajo de 90 mm Hg.
    Si estas medidas fracasan, puede ser necesario añadir
    inotrópicos, contrapulsación intraaórtica o
    respiración controlada.

    Congestión pulmonar con hipoperfusión
    sistémica grave o shock cardiogénico.
    La
    presión de llenado está gravemente elevada y existe
    una disminución franca del índice cardíaco.
    El tratamiento consiste en la administración combinada de
    vasodilatadores, agentes inotrópicos y
    diuréticos.

    Si la PAS es superior a 100 mm Hg, el eje del
    tratamiento son los vasodilatadores. Aunque la nitroglicerina
    puede resultar útil, el vasodilatador de elección
    es el nitroprusiato sódico, dilatador venoarteriolar
    potente que mejora rápidamente el rendimiento
    cardíaco porque reduce la poscarga y la precarga
    ventriculares.

    Como alternativa al tratamiento vasodilatador puede
    utilizarse dobutamina, amina simpaticomimética con
    mínimo efecto cronotrópico y vasoconstrictor (dosis
    inicial de 5- 10 µg/kg/min incrementables hasta conseguir
    el efecto hemodinámico deseado). Cuando fracasa el
    tratamiento aislado con vasodilatadores o dobutamina es
    conveniente recurrir a la administración combinada de
    ambos fármacos. Los glucósidos digitálicos
    son inefectivos en la insuficiencia cardíaca aguda del
    infarto. Cuando las medidas anteriores fracasan, la
    congestión se acompaña de hipotensión grave,
    o existen criterios de shock cardiogénico, el tratamiento
    se basa en la administración de agentes inotrópicos
    potentes y en la asistencia circulatoria mecánica con balón
    intraaórtico de contrapulsación. A menudo es
    necesario instaurar además respiración controlada.
    El agente inotrópico de elección en estos casos es
    la dopamina, sustancia estimulante a que en dosis bajas (2-10
    µg/kg/min) tiene un potente efecto inotrópico sin
    incrementar el consumo de oxígeno, lo que choca con el
    inconveniente de su efecto taquicardizante y arritmogénico
    (dosis inicial de 2-5 µg/min incrementables cada 3 min
    hasta alcanzar el efecto deseado o una dosis máxima de
    20-50 µg/min). La contrapulsación
    intraaórtica se basa en el inflado diastólico con
    helio de un balón de 20-40 ml situado en la aorta
    descendente, lo que mejora el rendimiento cardíaco porque
    reduce la poscarga, disminuye el consumo de oxígeno y
    aumenta el flujo coronario diastólico. Su
    aplicación en la insuficiencia cardíaca aguda se
    restringe a dos supuestos:

    a) enfermos en que, siendo refractarios a las medidas
    farmacológicas, hay indicios de recuperabilidad
    miocárdica,

    b) casos en que se ha decidido la
    revascularización mecánica con cirugía o
    angioplastia.

    La angioplastia coronaria, realizada dentro de las 12-
    24 horas siguientes a la instauración del shock, ha hecho
    descender por debajo del 50 % la mortalidad de esta
    complicación, habiéndose observado resultados
    similares cuando se efectúa precozmente la cirugía
    coronaria.

    Hipotensión secundaria a infarto de
    ventrículo derecho. Más del 30 % de los infartos
    posteroinferiores muestran extensión de la necrosis hacia
    la pared posterior y septal del ventrículo derecho, que el
    5-10 % de los casos cursa

    con hipotensión grave y congestión
    sistémica. El supradesnivel de segmento ST en la
    derivación V 4 R es un signo muy específico de
    necrosis ventricular derecha. La ecocardiografía muestra
    dilatación e hipofunción del
    ventrículo

    derecho, al tiempo que descarta el taponamiento
    cardíaco. El perfil hemodinámico consiste en
    hipotensión, aumento de la presión auricular media
    derecha (> 10 mm Hg) y elevación de la presión
    diastólica final de ventrículo derecho (> 10 mm
    Hg), junto con disminución del índice
    cardíaco (< 2,5 l/min/m 2 ) y presiones normales o
    disminuidas en la arteria pulmonar y de enclavamiento. El
    tratamiento consiste en la administración de expansores
    del plasma a altas dosis hasta conseguir una presión media
    en la aurícula derecha superior a 20 mm Hg con incremento
    del índice cardíaco. Los diuréticos y los
    vasodilatadores están contraindicados si no hay
    disfunción ventricular izquierda

    asociada. La reperfusión precoz con
    trombolíticos y la angioplastia han resultado eficaces
    para modificar la historia natural de esta
    complicación.

    ROTURA CARDÍACA. La rotura del
    corazón es responsable del 15 % de las muertes totales por
    infarto, y el riesgo de que ocurra es menor cuando se realiza
    reperfusión precoz.

    Rotura de la pared libre ventricular. Provoca el
    10 % de la mortalidad total del infarto. Puede ocurrir entre el
    primer día y las 3 semanas, pero es más frecuente
    en los primeros 4 días. Puede ser irreconocible cuando se
    presenta con muerte repentina sin síntomas previos, pero
    otras veces da lugar a un cuadro inicial de taponamiento
    cardíaco con riesgo de rotura posterior (rotura diferida).
    Ante un colapso circulatorio brusco y profundo con
    disociación electromecánica debe sospecharse rotura
    de la pared libre y realizar inmediatamente pericardiocentesis y
    un ecocardiograma. Si se confirma el hemopericardio, puede
    resolverse satisfactoriamente esta complicación mediante
    la reparación quirúrgica del desgarro dentro de los
    60 min siguientes.

    Perforación septal y rotura de músculo
    papilar.
    El pronóstico de esta complicación es
    muy adverso, especialmente si se asocia a infarto
    posteroinferior, La rotura genuina de uno de los músculos
    papilares se aprecia en el 1 % del total de infartos La
    presentación clínica de la perforación
    septal y de la rotura de músculos papilares suele ser
    indistinguible y consiste en un soplo intenso con
    frémito o sin
    él, que puede acompañarse de congestión
    pulmonar o hipoperfusión. El diagnóstico definitivo
    se obtiene mediante ecocardiografía con Doppler color. EL
    catéter de Swan-Ganz detecta un salto oximétrico
    entre la aurícula derecha y la arteria pulmonar en los
    casos de perforación septal, mientras que en los casos de
    regurgitación mitral el salto no existe y se obtiene una
    onda v gigante en la curva de presión de enclavamiento
    pulmonar. En ambas situaciones está indicada la
    cirugía urgente que, de ser posible, debe ir precedida de
    coronariografía para identificar una enfermedad coronaria
    subsidiaria de revascularización.

    ANEURISMA VENTRICULAR. Consisten en la
    transformación de la pared ventricular necrosada por una
    cicatriz delgada y distendida, traducen un grado exagerado de
    expansión del infarto y se definen como una
    dilatación diastólica crónica del segmento
    infartado, que experimenta abombamiento sistólico
    paradójico (discinesia). Esta complicación no suele
    tener trascendencia clínica inicial, pero se
    acompaña de una mortalidad tardía 6 veces superior
    en comparación con la de los pacientes sin aneurisma,
    aunque la fracción de eyección sea similar. La
    mayoría de las muertes ocurren de forma repentina como
    consecuencia de su frecuente asociación con arritmias
    ventriculares malignas. También pueden ser causa de
    insuficiencia cardiaca o embolia sistémica. El
    diagnóstico de aneurisma ventricular puede sospecharse
    clínicamente cuando la expansión es palpable, o
    cuando existe supradesnivelación convexa persistente del
    segmento ST, pero se confirma mediante ecocardiografía o
    angiografía. El tratamiento específico del
    aneurisma ventricular es su resección quirúrgica
    (aneurismectomía), técnica que únicamente
    está indicada en presencia de arritmias ventriculares o
    insuficiencia cardíaca refractaria.

    Complicaciones isquémicas.

    Angina postinfarto. La recurrencia de la angina
    durante las 4 primeras semanas postinfarto tiene una prevalencia
    del 25 % e identifica a un subgrupo de pacientes con alta
    probabilidad de enfermedad coronaria extensa y riesgo elevado de
    reinfarto y muerte a corto y largo plazo. El tratamiento
    médico habitual es el de la angina inestable e,
    independientemente de su resultado, está indicada la
    coronariografía para intentar la revascularización
    mecánica, mediante cirugía o angioplastia, durante
    el ingreso.

    Extensión del infarto. A diferencia de la
    expansión (dilatación mecánica del segmento
    infartado), la extensión del infarto consiste en un nuevo
    proceso Isquémico de propagación lateral de la
    necrosis dentro de la misma zona infartada, que se produce antes
    de que haya concluido la cicatrización del infarto previo,
    lo que agrava la disfunción ventricular y provoca una
    nueva curva enzimática. La extensión se debe a
    reoclusión coronaria, lo que explica que su incidencia
    postrombólisis aumente hasta el 20 %. Su impacto sobre la
    función
    ventricular suele ser deletéreo: la mayoría de los
    pacientes con shock cardiogénico han experimentado
    previamente extensión y, cuando ésta ocurre, la
    frecuencia de muerte hospitalaria se duplica. El único
    tratamiento de la extensión del infarto es su
    reconocimiento inmediato y la reperfusión
    precoz.

    Complicaciones extracardíacas.

    Embolia arterial y trombosis venosa. Las embolias
    con repercusión clínica aparecen en el 10 % de los
    infartos y se consideran responsables del 25 % de las muertes
    hospitalarias por esta causa. La trombosis del territorio venoso
    profundo es un fenómeno frecuente favorecido por la
    inmovilización, la disminución del gasto
    cardíaco y la presencia común de factores de riesgo
    cardiovascular (ancianidad, varices, obesidad).
    Actualmente, la movilización precoz y la
    administración sistemática de
    antitrombóticos han neutralizado casi por completo este
    riesgo. Las indicaciones y las dosis de profilaxis de la
    trombosis venosa con heparina ya se han comentado. Cuando aparece
    embolia pulmonar está indicada la anticoagulación
    plena con infusión intravenosa de heparina (TTPA 2-3 veces
    el control) seguida de anticoagulación oral durante 3-6
    meses.

    Pericarditis. La pericarditis postinfarto aparece
    entre el primer día y la sexta semana y cursa de forma
    silente. Se puede auscultar roce en el 5-10 % de los pacientes
    con infarto, generalmente a los 2 o 4 días, pero la
    incidencia simultánea de dolor o cambios
    pericardíticos en el ECG es menor del 0,5 %. La
    importancia de esta complicación estriba fundamentalmente
    en la necesidad de descartar un origen isquémico del dolor
    (angina postinfarto o extensión del infarto). Por otra
    parte, no supone la necesidad de interrumpir el tratamiento
    anticoagulante. La pericarditis postinfarto suele controlarse con
    ácido acetilsalicílico (500-1.000 mg, 3-4 veces al
    día).

    Síndrome postinfarto o de Dressler. El
    síndrome de Dressler es un cuadro de origen autoinmune muy
    raro en la actualidad, que aparece a las 2-6 semanas postinfarto
    y que cursa con dolor por pericarditis, fiebre y pleuritis o
    neumonitis. Responde generalmente a la administración de
    ácido acetilsalicílico (500-1.000 mg 3-4 veces al
    día), y solamente en casos de dolor intenso refractario
    puede tratase con dosis mínimas de corticoides.

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    STATUS EPILEPTICO

    Dr. Arnaldo Barzaga Milán, Dr. Fabio Candebat
    Morén, Dr. Jorge Hernández Méndez, Dr.
    Rafael Quintana Salvador, Dr. Miguel Verdecía
    Rosees.

    DEFINICION.

    La Organización Mundial de la Salud denomina
    "status epiléptico" a las crisis
    epilépticas que se repiten en un intervalo corto de tiempo
    o son lo suficiente prolongadas, como para condicionar un estado
    epiléptico fijo y duradero

    A nivel práctico se valora como status
    epiléptico (SE) a las crisis epilépticas que se
    prolongan durante más de 30 minutos o que se suceden sin
    recuperación de la conciencia o del
    estado neurológico previo).

    Nunca deberíamos sin embargo, dejar que una
    crisis epiléptica se prolongara más de 20 minutos,
    tiempo a partir del cual se inicia ya la lesión
    neurológica en áreas selectivas.

    ETIOLOGIA

    El SE puede ser idiopático o secundario a una
    lesión aguda del SNC, a una enfermedad sistémica
    con afectación del SNC o a una encefalopatía
    crónica. La etiología dependerá de la edad y
    de la forma clínica. En el adulto hay que descartar Una
    enfermedad vascular cerebral, intoxicación
    exógenais, síndrome de abstinencia por alcohol,
    psicofármacos, trastornos metabólicos,
    Infección del SNC, tumor cerebral primario o
    metastático, traumatismo craneal, eclampsia.

    En el paciente epiléptico conocido, el SE en el
    50% de los casos es atribuible a incumplimiento, omisión,
    modificaciones, interferencias en la absorción o en el
    metabolismo de
    los anticonvulsivantes, ocasionalmente debido a dosis
    tóxicas.

    FORMAS CLINICAS

    Dentro de ellas tenemos: Status tónico, Status clónico, Status
    mioclónico, Espasmos infantiles, Status de ausencia.
    , Status atónico,
    Status parcial simple, Status parcial complejo, Status unilaterales.

    Status tónico-clónico
    generalizado.

    Nos referiremos solo a este por ser el más
    frecuente y el que reviste mayor gravedad. Constituye una
    verdadera emergencia; requiere de inmediato el control de las
    crisis y de las alteraciones sistémicas que
    ocasiona.

    Tiene mayor incidencia en edades extremas. Puede ser la
    primera manifestación de epilépsia, aunque
    habitualmente afecta a pacientes con epilépsia conocida y
    debida a una encefalopatía crónica. Precipitado por
    irregularidades en el tratamiento, abuso o abstinencia de alcohol
    (adultos), procesos
    infecciosos entre otras causas.

    Se manifiesta con crisis tónico-clónicas
    generalizadas, persistentes o recurrentes, sin
    recuperación de la conciencia. Puede ser generalizada
    desde el principio (gran mal) o en el 75% de los casos parcial
    secundariamente generalizada (status clónico
    tonico-clónico). La generalización puede ser tan
    rápida que puede pasar desapercibida, y solo la presencia
    de signos de lateralización al inicio (desviación
    de la mirada, giro de la cabeza, clonia unilateral) o la
    presencia de un déficit motor
    postcrítico (parálisis de Todd, Babinsky) nos
    alertan hacia esta posibilidad.

    El SE tónico-clónico generalizado es un
    proceso dinámico, a medida que se prolonga y como
    expresión del daño neurológico que ocasiona,
    las crisis se repiten con menor frecuencia, la actividad motora
    es menos evidente, las clonias más atenuadas, más
    irregulares y de menor amplitud. En una fase avanzada sólo
    se observan sacudidas rítmicas de los dedos, de la
    musculatura facial y/o parpadeo. La disminución de la
    consciencia constituye el único signo objetivable en
    último término. Los síntomas
    neurovegetativos (taquicardia, hipertensión, midriasis,
    salivación, hipersecreción bronquial)
    acompañan al status desde el inicio.

    En la fase de coma, el diagnóstico sólo
    puede efectuarse con la ayuda del EEG, que muestra la descarga
    eléctrica repetida en un trazado basal más o menos
    enlentecido, la TAC de cráneo también es de
    utilidad.

    El diagnostico se realiza con el interrogatorio, examen
    físico y estudios complementarios: Aquí se incluyen
    Hemograma, Glicemia, Gasometría arterial, Ionograma,
    Creatinina, Orina, Ecg, Rx de Tórax, TAC y EEG.

    ACTITUD A SEGUIR ANTE UN PACIENTE CON
    SE

    La base del tratamiento consiste en controlar las crisis
    lo más rápidamente posible, idealmente antes de los
    treinta minutos de su inicio, a la vez que se adoptan medidas de
    soporte de las funciones
    vitales, además de identificar y tratar el factor
    precipitante y de asegurar finalmente el control crónico
    de la crisis.

    Medidas de
    soporte

    Mantenimiento de la vía aérea permeable
    mediante retirada de prótesis
    dentarias, aspiración de las secreciones
    orofaríngeas, colocación durante la fase
    clónica y del modo menos traumático posible de un
    tubo de Mayo orofaríngeo, con objeto de proteger la
    lengua de una
    probable mordedura, lateralización de la cabeza para
    evitar una broncoaspiración e intubación
    endotraqueal en el paciente con depresión
    neurológica y/o respiratoria mantenida.

    Oxigenación adecuada mascarilla,
    Monitorización pulsioximétrica continua y
    comprobación gasométrica de la correcta
    oxigenación.

    La monitorización del ritmo cardíaco y
    corrección de las arritmias

    Procurar una vía venosa permeable mediante la
    infusión continúa de un suero
    fisiológico

    Mantenimiento hemodinámico (PAM >100 mm Hg)
    mediante la infusión de líquidos y vasopresores si
    es preciso.

    Tratamiento agresivo de la hipertermia mediante medidas
    físicas, antipirético e incluso
    miorrelajantes.

    Evitar la producción de una hipoglucemia mediante la
    administración de 25-50 gr de dextrosa endovenosa y
    mantener un control sucesivo de la glicemia. Si existe la
    sospecha de alcoholismo
    crónico o de desnutrición administrar 100 mg de tiamina
    (vitamina B1) vi cada 8 horas, con objeto de no
    precipitar un síndrome de Wernike.

    La protección física del paciente frente
    al entorno es fundamental, colocándolo en decúbito
    lateral y evitando la producción de posibles
    traumatismos.

    Tratamiento
    anticonvulsivante

    El objetivo del tratamiento consiste en controlar
    precozmente las crisis y en especial las crisis
    tónico-clónicas generalizadas

    SE tónico-clónico
    generalizado

    Las benzodiacepinas (BZD) son los fármacos de
    primera elección, por su eficacia, rapidez de
    acción y escasa morbilidad Puede elegirse la
    administración de Diazepam, con un efecto inmediato (1-2
    minutos), pero transitorio (30 minutos). Se administra a
    razón de 2mg/minuto, hasta el control de las crisis o a
    una dosis máxima de 50 mg. Otra alternativa es la
    utilización de Clonazepam, considerado más potente
    que el Diazepam. Se debe administrar a razón de 0,2
    mg/minuto hasta el control de las crisis o hasta una dosis
    máxima de 10 mg. El Lorazepam su formulación vi, se
    considera la BZD de mayor utilidad por su efecto prolongado,
    superior a las 24 horas, La dosis habitual es de 2 mg /minuto,
    con una dosis máxima de 10 mg. 

    El fármaco más indicado como complemento
    de la terapéutica benzodiacepínica es la Fenitoina.
    La dosis de saturación es de 18-20 mg/Kg., dosis que debe
    administrarse a razón de 50 mg/minuto o de 25 mg/minuto en
    los pacientes de edad avanzada o con cardiopatía. Su
    administración se realizará de forma directa o
    diluida en suero fisiológico a una concentración de
    5-20 mg/ml o con una dilución máxima de 1 mg/ml
    mediante una bomba de infusión continúa en un
    tiempo no superior a los 30 minutos. No debe diluirse en soluciones
    glucosadas ni administrarse mezclada con otros fármacos,
    pues precipita formando cristales. La dosis de mantenimiento es
    de 5-8 mg/Kg./día en tres dosis, que se iniciarán a
    las 8-12 horas de la dilantinización y tras comprobar el
    nivel plasmático.

    Otro fármaco de segunda línea útil
    en este tipo de SE si hay resistencia al
    tratamiento con BZD y fenitoina es el Fenobarbital. Se administra
    a razón de 100 mg/minuto, con una dosis máxima de
    20 mg/Kg. La dosis de mantenimiento es de 1-4 mg /Kg/día,
    habitualmente 100 mg cada 8 horas.

    Otra alternativa al fenobarbital, si su eficacia a sido
    comprobada previamente con la utilización de bolos, es la
    perfusión continúa de una BZD. Tratamientos
    prolongados obligan a la intubación orotraqueal y a la
    ventilación mecánica. Si se utiliza diazepam la
    dosis es de 3-4 mg/Kg/día. Una solución de 50 mg en
    250 ml de dextrosa al 5%. Si se indica clonazepam en dosis de
    0,5-2 mg/hora.

    Puede utilizarse Midazolam. El tratamiento se inicia con
    bolos de 0,1-0,3 mg/Kg en dos minutos, continuándose con
    una perfusión a razón de 0,05-0,6 mg/Kg/hora
    durante 12 horas, con posterior reducción
    progresiva.

    El Clormetiazol ha sido utilizado en el SE secundario a
    la deprivación enólica, en la eclampsia y en el SE
    refractario a las BZD y a la fenitoina. La dosis utilizada es de
    320-800 mg en 10 minutos y si es efectiva se sigue con 4-8
    mg/minuto durante 12 horas, disminuyéndose
    progresivamente.

    Como fármaco anticonvulsivante de tercera
    elección y utilizable como medida temporal la Lidocaina ha
    dado buenos resultados. Puede administrarse en bolos de 50 mg
    hasta controlar la crisis o hasta alcanzar una dosis de 3 mg/Kg.
    Si es efectiva se sigue con una perfusión de 2 g en 500 ml
    de suero a razón de 1,5-3,5 mg/Kg/hora.

    El Paraldehido es también una alternativa de
    tercer orden en el SE secundario a una deprivación
    alcohólica y en el status refractario, estando disponible
    para su uso rectal en solución oleosa. Se administra en
    enema de 10-20 ml de solución al 50% diluidos en suero
    fisiológico, pudiéndose repetir a los 30
    minutos.

    En el SE refractario a todo tratamiento, la
    indicación de inducir un coma anestésico es la
    última opción terapéutica a tener en cuenta.
    Es obligado iniciarlo en el SE refractario y persistente durante
    60 minutos. Obliga a la intubación endotraqueal y al
    soporte ventilatorio del paciente.

    El coma anestésico pude inducirse con
    barbitúricos (pentobarbital, tiopental), con propofol y
    con anestésicos volátiles como el halotano y el
    isoflurano.

    El Pentobarbital: Se administra en bolos de 25 mg hasta
    una dosis de 5-10 mg/Kg hasta conseguir el control de las crisis,
    seguido de una perfusión continúa de 1-5
    mg/Kg/hora. Ante la reaparición de las crisis pueden
    añadirse bolos de 50 mg y aumentarse la perfusión
    en 0,5 mg/Kg/hora. El tratamiento se mantendrá hasta 12
    horas después de controladas las crisis, con una
    reducción progresiva (1 mg/Kg/hora) cada 6 horas y
    mediante control electroencefalográfico. Durante su
    administración se mantendrá el tratamiento
    antiepiléptico de base.

    El Tiopental: Se puede administrar en bolos de 50 mg
    hasta alcanzar dosis de 3-5 mg/Kg, con el mantenimiento posterior
    de 0,2 mg/Kg/minuto, pudiéndose incrementar cada 5 minutos
    a razón de 0,1 mg/Kg hasta el control de las
    crisis.

    La utilización de Propofol como fármaco
    anticonvulsivante es una posibilidad terapéutica actual
    alternativa al coma barbitúrico. La dosis utilizada es de
    2 mg/Kg en bolos, seguida de una perfusión de 5-10
    mg/Kg/hora.

    La indicación de anestesia mediante halotano o
    isoflurano puede ser tenida en cuenta como un método
    extremo en el SE refractario. El Etomidato ha demostrado ser de
    utilidad en situaciones de SE refractario en dosis de 0,3 mg/Kg
    en bolos inicial, seguido de una perfusión de 20
    mg/Kg/minuto. Sin embargo tiene el inconveniente de inhibir la
    síntesis de cortisol, y su uso obliga a la
    sustitución esteroidea con hidrocortisona (100 mg/6 horas)
    hasta 72 horas después de finalizada la
    perfusión. 

    SE parcial.

    El status convulsivo parcial puede ser controlado
    habitualmente con fenitoina y con bolos de una BZD. Su
    persistencia obligará a seguir los mismos pasos que en las
    crisis tónico-clónicas. El tratamiento de base se
    realizará con fenitoina o carbamazcepina.

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    Dr. Jorge Hernández Méndez, Dr. Arnaldo
    Barzaga Milán, Dr. Fabio Candebat Morén, Dr. Rafael
    Quintana Salvador, Dra. Nerys López Veranes.

     

     

    Dr:Fabio Candebet Moren.

    Especilista en Medicina Critica
    y Cuidados Intensivos

    Hospital Provincial Saturnino Lora. Santiago de
    Cuba

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