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La balsa de piedra




Enviado por gpablovsky



    de José Saramago

    1. Conclusión
    2. Bibliografía

    Introducción

    "La balsa de piedra" es una novela que puede
    mirarse desde muchos ángulos. La capacidad narrativa de
    Saramago se pone de manifiesto en su fluidez expresiva, lo que
    hace de cada una sus obras una hermosa experiencia literaria,
    pero quizá lo más importante, o lo que él,
    desde su lugar de persona por
    encima del de escritor hace notar, es el mensaje político
    y humano que nos deja esta metáfora de unión de
    Europa y América
    Latina.

    La Península Ibérica se aparta del resto
    de Europa. Es como si a Saramago le gustara jugar con la
    realidad, aunque el arraigo a lo real es uno de los aspectos
    principales de "La balsa de piedra". Aun cuando parece que se
    divierte con cosas fantásticas, su intento es llegar
    más cerca de la realidad, expresarla con más
    fuerza,
    mediante el recurso a temas o a modos de tratarlos que a primera
    vista no aparentan tener nada que ver con la observación real.

    De esta forma es como su cosmovisión, dada desde
    un enfoque humanista y de sensibilidad social, se refleja en este
    hecho extraño que en otro marco no hubiese sido
    comprendido en toda su significación.

    El tema que elegimos para analizar es la crítica
    sociopolítica en "La balsa de piedra". Consideramos que,
    como él mismo afirma, no puede separarse al autor de su
    obra. Y es la coherencia con sus ideas lo que hace de la novela un
    sutil alegato contra las injusticias de la historia y contra los abusos
    del presente, en especial por parte de las grandes potencias
    europeas y los Estados Unidos.
    La omnipresencia del Amo del Norte en todos los asuntos
    geopolíticos, económicos y en el establecimiento de
    pautas culturales universales, así como el
    desentendimiento de Europa de sus responsabilidades para con sus
    ex colonias, hace necesario, y así lo interpreta Saramago,
    plantear de una vez por todas esta desigualdad, dentro de una
    obra literaria que además de ejercer como denuncia es
    también una novela maravillosa.

    A los cinco personajes de "La balsa de piedra", Pedro
    Orce, Joaquim Sassa, José Anaico, Joana Carda y
    María Guavaira, la casualidad, o tal vez una
    extraña relación entre hechos que a simple vista
    parecen no tener conexión alguna, que Saramago llama "de
    causa-efecto", los ha ido reuniendo en distintos puntos de la
    Península Ibérica para acompañar el viaje
    iniciático de la masa de piedra a través del
    Atlántico, con su propia y desgarrada búsqueda
    interior; comprenden que el mundo cambia y que ellos
    también deben ser personas nuevas, persiguiendo la
    verdadera esencia, hasta llegar al final de su viaje en la vida,
    donde alcanzarán la luz y
    sabrán definitivamente cuál es su propio
    destino.

    La península se separa de la vieja Europa, a
    causa de una raya hecha en la tierra con
    una vara de negrillo o de arrojar una piedra al mar o simplemente
    porque así debía ser, y un hombre siente
    entonces el temblor de la tierra bajo
    sus pies y a otro lo persigue una ruidosa bandada de estorninos y
    una mujer no cesa
    nunca de desovillar un calcetín de lana azul; y comienza a
    navegar por el océano, con rumbo desconocido primero y
    luego claramente orientada hacia América
    del Sur.

    Esta visión que hace el autor está
    vinculada a una concepción acerca de la historia, en donde
    unos pocos ostentan el poder y los
    privilegios y otros muchos se hallan en la pobreza y la
    explotación, en gran parte debido al saqueo al que fueron
    sometidos por las metrópolis desde las épocas de la
    colonia. El planteo que se desprende de la novela se encamina
    hacia la concreción de una utopía: la
    creación de un equilibrio en
    el cual la justicia
    social sea accesible para todos, y en especial para los
    países que han sido oprimidos a lo largo del tiempo,
    despojados de su patrimonio
    económico y principalmente cultural.

    Así, el viaje de la península
    podría interpretarse como un simbolismo dentro del cual
    Europa entera comience a mirar hacia América Latina,
    poniéndola en un plano de igualdad y del
    nacimiento de una nueva relación e intercambio entre sus
    pueblos.

    Saramago, en su vida y en su producción literaria, pero en especial en
    "La balsa de piedra", asume un decidido compromiso
    político. No escribe una literatura de tipo
    panfletario, pero sí "una literatura que no se olvide de
    la vida, de la historia, de la sociedad, de la
    lucha de clases". Desde su cosmovisión, la metáfora
    del viaje que realiza la Península Ibérica hacia el
    sur del mundo representa un aspecto de la crítica
    sociopolítica que encierra la novela como contenido
    principal.

    Esta crítica es hecha de manera sumamente
    irónica, una cualidad que caracteriza al autor y que se
    pone de manifiesto en la mayoría de sus obras. De este
    modo, utiliza los recursos
    literarios para expresar su posición ideológica,
    aunque éste no sea el fin esencial, ya que son innegables
    la ternura y el profundo filosofar acerca de las cosas
    cotidianas. Saramago da vuelta las palabras, les busca nuevos
    significados, reflexiona sobre los objetos del mundo, sobre la
    soledad, sobre la melancolía. Todos los sentimientos que
    habitan en la naturaleza
    humana, sus miedos y sus incertidumbres, son tratados bajo un
    punto de vista diferente a lo ya oído o
    leído. Por ejemplo, cuando escribe "(…) Cuántas
    veces precisamos la vida entera para cambiar de vida, lo pensamos
    tanto, tomamos impulso y vacilamos, después volvemos al
    principio, pensamos y pensamos, nos movemos en los carriles del
    tiempo con un movimiento
    circular, como los remolinos que atraviesan los campos levantando
    polvo, hojas secas, insignificancias, que a más no llegan
    sus fuerzas. Mejor sería que viviéramos en tierra
    de tifones (…)", "(…) mientras que a la grieta del Irati se
    le conoce el principio pero no el final, es como la vida (…)",
    "(…) No faltará por ahí, nunca faltó,
    quien afirme que los poetas, realmente, no son indispensables, y
    yo pregunto que sería de todos nosotros si no viniera la
    poesía
    a ayudarnos a comprender cuán poca claridad tienen las
    cosas que llamamos claras (…)".

    En cuanto al uso de la sátira, podemos
    encontrarla a través de todo el relato, fundamentalmente
    cuando hace referencia a la posición que asumen Europa y
    Estados Unidos ante este extraño suceso. La actitud del
    resto de Europa, que se siente aliviada por haberse librado de
    los ibéricos, los "diferentes", y la de Estados Unidos,
    intentando sacar ventaja de cada conflicto,
    buscando su interés
    pero a la vez queriendo mostrar una imagen de
    gendarmes de la paz mundial, oscila entre la preocupación,
    por distintos motivos, y la indiferencia ante lo que pueda
    ocurrirles.

    Los demás países europeos sólo
    destinan sus esfuerzos a "salvar" a los turistas que se
    encontraban en la península en el momento de la
    separación. Los que estaban de visita en Portugal o
    España
    corren desesperados hacia los aeropuertos, al extremo de
    iniciarse un tiroteo en el afán de obtener un pasaje hacia
    el continente o hacia cualquier otro sitio en tierra firme.
    "(…) Algunos países miembros de la Comunidad
    Económica Europea llegaron a manifestar cierto
    desprendimiento, hasta el punto en que insinuaron que si la
    Península Ibérica quería marcharse, que se
    fuera, que el error fue haberla dejado entrar (…)". Los
    gobiernos de Europa intiman a la península a "detener la
    deriva" en el océano, aunque portugueses y
    españoles son conscientes de que en el pasado jamás
    demostraron quererlos consigo, y que siempre habían
    resultado una molestia para ellos; hoy, ante este
    histórico suceso, absurdamente fingen interesarse por su
    suerte, pero sólo con el objetivo de
    poner fin a las manifestaciones "pro ibéricas" surgidas
    principalmente entre los jóvenes. Éstos, al grito
    de "Todos somos ibéricos" expresan su desacuerdo ante la
    posición tomada por la dirigencia, ya que, como dice con
    agudeza Saramago, "para unir a los políticos, no hay nada
    como el interés de la Patria". En esta conmoción,
    que logra ser sofocada, cumplen un importante papel en
    "hacer entrar en razón a los muchachos" las instituciones
    y los medios de
    comunicación, que, mediante la reproducción ideológica del discurso
    dominante, imponen un determinado modo de actuar y de
    pensar.

    Otro punto importante de su crítica
    sociopolítica es lo referido a la prevalencia de los
    intereses económicos por encima del contexto en que se
    desarrolla este hecho insólito. Los gobiernos de los
    países en cuestión se interesan más por el
    rédito monetario de la separación de la
    península que por el suceso en sí, colmado de
    significado histórico y político. "(…) Se
    constituyó una comisión permanente de límites
    fronterizos (…)". Ésta investiga de manera superficial
    la razón del desmembramiento, pero tiene como objetivo
    primario "(…) saber hacia que lado se abre el agujero. Era
    indiscutible, claro está, que el Irati, a partir de ahora,
    pertenecía enteramente a Francia,
    departamento de los Bajos Pirineos; pero si la grieta se
    abría hacia España, provincia de Navarra, la cosa
    tendría que ser estudiada muy a fondo, dado que cada uno
    de los dos países habría contribuido por parte
    igual. Si, por el contrario, la grieta era francesa, al negocio
    les pertenecía a ellos, como les pertenecían las
    respectivas materias primas, el río y el vacío
    (…)". Recién luego de producida la segunda grieta, en
    los Pirineos Orientales, el mundo empezó a
    inquietarse.

    Los Estados Unidos, como siempre, reaparecen en los
    momentos cruciales para "proteger" la armonía mundial. Son
    especialistas en mostrar un rostro, falso por cierto, de desvelo
    por el bien común, capaces de realizar heroicas acciones
    desinteresadamente. En plena navegación de la
    península, cuando ésta parece dirigida a colisionar
    con las islas Azores, se ofrecen, aunque no del todo convencidos,
    a evacuar a los doscientos cincuenta mil isleños. Pero
    claro, "(…) dejando sin embargo por resolver para más
    tarde dónde podrán ser instaladas esas personas, en
    los propios Estados salvadores ni pensarlo, debido a las leyes de inmigración; lo mejor, y ése es el
    sueño secreto del Departamento de Estado y del
    Pentágono, sería que las islas detuvieran, aunque
    fuera con algún estrago, la península, que
    así se quedaría fijada en el medio del
    Atlántico para beneficio de la paz del mundo, de la
    civilización occidental y de las obvias conveniencias
    estratégicas (…)".

    Además, en privado, sus dirigentes agradecieron a
    Dios por haber creado las Azores, ya que de otro modo, " (…)
    imagínense cómo quedarían Nueva York,
    Boston, transformadas en ciudades del interior (…)"

    Pero España y Portugal tuercen su rumbo; ahora
    navegan entre África y América Latina, y el
    presidente de América del Norte afirma que, pese a que
    enfilan hacia un ignoto lugar de América del Sur, los
    Estados Unidos nunca abandonarán sus responsabilidades
    para con la civilización, la libertad y la
    paz… aunque ya no podían contar con una ayuda igual a la
    que les esperaba cuando parecía que su futuro iba a ser
    indivisible del de la "gran nación
    americana". Desde su pedestal de dueños absolutos del
    poder y las vidas humanas, los Estados Unidos son objeto de la
    fina ironía de Saramago. El dominio que
    éstos ejercen sobre los países del sur es criticado
    sutilmente (y no tanto) a través de la
    personificación de ese dominio en un ser omnipresente,
    llamado durante toda la novela "el presidente de los Estados
    Unidos de América", que desde la Casa Blanca digita los
    destinos de los hombres de este planeta y casi también de
    los de otros. El intento de injerencia de los norteamericanos en
    los asuntos internos de la península mediante su
    embajador, para colmo llamado Charles Dickens, que afirma haber
    mantenido "una conversación abierta y constructiva", se
    puede percibir a lo largo de toda la obra.

    Al mismo tiempo, los medios de
    comunicación no se salvan de la sátira. Cada
    nuevo acontecimiento, desde la ruptura de la península, el
    rumbo que ésta sigue y las negociaciones entre los
    gobiernos, controlado paso a paso por el periodismo, es
    razón de increíbles titulares sensacionalistas y
    dramáticos. Ya no les importa encontrar la causa del
    "enigma tectónico", sino que se dedican a entretener a la
    opinión
    pública con cabeceras tales como "(…) Nació
    La Nueva Atlántida, Entre Europa y América Una
    Nueva Manzana De La Discordia, Se Necesita Nuevo Tratado de
    Tordesillas (…)". Los diarios realizan ridículas
    propuestas para resolver la inédita situación
    político-geográfica, delirios o no tanto inventados
    para aplacar las preguntas del pueblo, que poco a poco va siendo
    condicionado por la presión de
    los medios,
    manipulado por los triunfalismos y derrotismos de quienes tienen
    el poder detrás de los noticieros.

    Otra de las cuestiones es la del Peñón de
    Gibraltar. Aludiendo a la soberanía británica sobre este
    territorio, Gibraltar se separa de España, quedando
    aislada en medio del Atlántico. "(…) la culpa,
    sí, la tenemos nosotros, por no haber sabido recuperar a
    tiempo este pedazo sagrado de patria, ahora es tarde, él
    mismo nos abandona (…)". Es decir que ese pequeño
    vestigio del Imperio Británico, que "seguirá siendo
    una de las joyas de Su Majestad", es excluida de el acercamiento
    de los ibéricos hacia el sur.

    Ningún viaje, dice Saramago, debe tomarse como
    algo sin sentido, que no valió la pena, ya que
    detrás de este desplazamiento, dirigido o no hacia alguna
    parte, existen multitud de viajes que
    pueden darle valor a todo
    ese viaje mayor; múltiples recorridos internos,
    iniciáticos, búsquedas dentro de cada persona que
    son tal vez los que otorgan importancia a eso que parece no tener
    trascendencia alguna.

    Es ese itinerario el que realizan los personajes de "La
    balsa de piedra". Guiándose por su destino y no por el
    pensamiento
    racional, son conducidos hacia un centro que encarna su objetivo
    final, hasta ese momento, como dice Borges, en que
    cada uno sabe para siempre quién es. Y ellos lo hallaron,
    en esa circunstancia única que los hizo reunirse, a
    través de un hilo azul llevado por un perro, para
    continuar explorando otros destinos y otros futuros. La vara de
    negrillo, a punto de florecer en la tumba de Pedro Orce, es
    símbolo del eterno retorno, del renacimiento
    después de la muerte, de
    la primavera luego del invierno. Quizá en los hijos de
    Joana y María, tal vez en esos millones de niños
    concebidos en aquel instante decisivo, se encuentren los hombres
    nuevos que construirán la utopía.

    Conclusión

    A modo de conclusión, pensamos que este viaje
    utópico de una parte de Europa, la que ha tenido siempre
    lazos estrechos con América Latina, significa, en nuestra
    opinión, plasmar en palabras la esperanza de que, por fin,
    los países poderosos respondan por la dominación y
    los abusos a los que nos someten. Las potencias mundiales son
    ricas porque nosotros somos pobres, como dice Eduardo Galeano, y,
    aunque parezca idealista, creemos que un acercamiento en pie de
    igualdad podría ser el comienzo de un nuevo intercambio,
    permitiendo un equilibrio que rompa con las injusticias tanto
    pasadas como presentes.

    Saramago adopta una actitud de compromiso en su vida y
    en su literatura, pero a la vez, demanda lo
    mismo de la sociedad; no entiende por qué ésta
    deposita en los escritores la responsabilidad de decir las verdades, de tomar
    posiciones, cuando un escritor es también un ciudadano y
    como tal no posee una condición superior a los
    demás, aunque sus enfoques puedan tener una
    difusión mayor. No se puede hablar de valores y de
    solidaridad en un
    mundo donde predomina el egoísmo y el individualismo,
    donde no importan los medios para alcanzar los fines, dentro del
    cual sería injusto pedirle a la literatura que cambie las
    cosas, sino que es tarea de cada persona tomar conciencia de la
    sociedad en que vivimos, teniendo quizá como punto de
    partida la crítica presente en la novela para trasladarla
    a lo cotidiano. Para que, de una vez y para siempre, "se cumpla
    la voluntad de la tierra, que da sus frutos para
    todos".

    Bibliografía

    Domínguez, Carlos María: "El
    compás de oro", Ediciones Desde la Gente,
    1999.

    Freidemberg, Daniel: "Entrevistas
    en Acción", Revista del
    IMFC, 1994.

    Saramago, José: "La balsa de piedra", Editorial
    Alfaguara, 2001.

     

     

     

    Trabajo realizado por

    Miriam Duarte

    Giselle Pablovsky

    para 5° año (literatura hispanoamericana)
    del Colegio Nacional de Buenos
    Aires.

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