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Literatura de la post-guerra




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    1. Contexto de la literatura
      contemporánea o de la post-guerra
    2. Representantes en los
      géneros literarios de la posguerra
    3. Características
      generales
    4. Vida y obra de Camilo José
      de Cela
    5. Vida y obra de Alejandro
      Casona
    6. Conclusiones
    7. Consecuencias de la guerra civil
      española en los cuentistas de la generación de la
      guerra y postguerra
    8. Un exiliado
      particular
    9. Fragmento de la familia de
      Pascual Duarte
    10. La novela en la literatura
      contemporánea
    11. Escenario de la
      postguerra
    12. Portada de algunas obras de
      Camilo José Cela
    13. Bibliografía
    14. Resumen

     

    INTRODUCCIÓN

    En el presente trabajo fruto del esfuerzo en grupo queremos
    resaltar en la literatura española,
    la literatura de la posguerra, una literatura cuyo máximo
    esplendor fue el género
    narrativo, que en la actualidad es el género de mayor
    auge: la publicación de novelas, cuentos,
    relatos y biografías se
    generalizó, según lo confirman la
    proliferación de reseñas y entrevistas a
    escritores en medio gráficos y audiovisuales, la gran cantidad
    de premios literarios que se otorgan, la difusión masiva
    de novedades.

    España vivía una época de crisis, la
    literatura de la posguerra reflejaba ese caos, y lo que hicieron
    los literatos fueron corregir a través de su literatura a
    su España,
    para que vuelva a ser la España gloriosa, de
    siempre.

    Esta monografía
    fue realizada con abundante material bibliográfico, con la
    ayuda de enciclopedias multimedia y con
    la gran fuente de información que gobierna el mundo: la
    Internet.

    Con esta monografía espero contribuir al nivel
    cognoscitivo de los jóvenes ya que pensamos publicarla en
    Internet, y por último esperamos recibir críticas
    ya que la perfección solo es divina.

     

     CAPITULO
    I

    CONTEXTO DE LA
    LITERATURA CONTEMPORÁNEA O DE LA
    POST-GUERRA

    1.1.-LA LITERATURA ESPAÑOLA TRAS LA
    GUERRA
    CIVIL:

    LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA

    Representada por la comedia de Alejandro Casona por
    la novela
    "tremendista" de Camilo José de Cela.

    El fin de la guerra civil, 1939, supone una ruptura
    cultural, una gran corte intelectual. A partir de entonces en
    España se crean dos literaturas: al del exilio y la del
    interior, que prácticamente vivirán incomunicadas
    casi hasta los años sesenta. La poesía
    es quien mas sufre esta ruptura ya que existía, como hemos
    visto, un grupo de poetas los del veintisiete que ya
    habían publicado importantes libros y casi
    todos ellos eligen el exilio.

    Es curioso constatar cómo algunos de los
    fenómenos que aparecen en la post guerra ya se daban en
    los años anteriores a la contienda: adopción
    de formas métricas tradicionales, como el soneto (Lorca,
    Alberti, Gerardo Diego, Luis Rosales), o la aparición de
    la poesía religiosa (recordemos la revista
    alicantina El Gallo Crisis, donde empezó a escribir Miguel
    Hernandez). A partir de 1939 se produce un empobrecimiento de
    esta rica tradición poética y la poesía de
    esos años podemos caracterizarla por la aparición
    de temas sacros o heroicos y por el alejamiento de las corrientes
    extranjeras, tan presente hasta entonces.

    Los hitos más importantes son la aparición
    de la revista Garcilaso (1943), que defiende una poesía
    neoclásica, intimista y nacionalista aunque encontramos en
    ella dos tendencias, una que aboga por la poesía pura, el
    arte por el
    arte y otra que apoya una poesía lírica. La revista
    se caracterizó por su retórica trasnochada y por su
    insistencia en formas clásicas, como el soneto. El miembro
    más representativo de este grupo fue José
    Agustín Goytisolo vio así a estos
    "garcilasistas":

    Es la hora,
    dijeron, de cantar los asuntos

    maravillosamente insustanciales, es
    decir,

    el momento de olvidarnos de todo lo
    ocurrido

    y componer hermosos versos,
    vacíos, sí, pero, sonoros,

    melodiosos como el
    laúd,

    que adormezcan, que
    transfiguren,

    que apacigüen los ánimos,
    ¡qué barbaridad!

    Ésta es la historia, caballeros, de los
    poetas celestiales, historia clara y verdadera, y cuyo ejemplo no
    han seguido los poetas locos que, perdidos en el tumulto
    callejero, cantan al hombre,
    satirizan o aman al reino de los hombres, tan pasajero, tan
    falaz, y en su locura lanzan gritos, pidiendo paz, pidiendo
    patria, pidiendo aire
    verdadero.

    En 1944, un año importante porque Vicente
    Aleizandre publica "Sombra del paraíso", Luis Cernuda
    "Como quien espera el alba" y Dámaso Alonso "Hijos de la
    ira". Libro de
    poesía existencial y de crítica social,
    antecedentes de la posterior poesía comprometida. Con
    poemas tan
    importantes como el inicial "Insomnio".

    Madrid es una ciudad de más de un millón
    de cadáveres (según las ultimas estadísticas) …

    Mujer con alcuza :

    ¿Adónde va esa mujer,

    arrastrándose por la
    acera,

    ahora que ya es casi de noche,

    con la alcuza en la
    mano?…

    En la novela, los
    vencedores rompen con la tradición anterior. Podemos
    considerar que la historia de la Novela Española de la
    post guerra se inicia en 1942 con la publicación de
    "La familia de
    Pascual Duarte", de José Cela. Al igual que "Hijos de la
    ira", dicha novela pone de manifiesto lo más
    sórdido de la sociedad
    española del momento. Es una narración con
    reminiscencia clásicas en su estructura y
    procedimientos
    narrativos y tiene una clara relación con la picaresca. La
    obra cuenta facilita su existencia. Esta novela fue calificada de
    "tremendista", término que inventó

    Antonio de Zubiaurre y que designaba al nuevo estilo
    realista "que acentuaba las tintas negras, la violencia y el
    crimen truculento, episodios crudos y a veces repulsivos, zonas
    sombrías de la existencia … respecto al lenguaje
    desgarro, crudeza y, en alguna ocasión, una cierta
    complacencia en lo soez".

    En 1945, Carmen Laforet obtiene con "Nada" el primer
    Premio Nadal. La crítica de la época lo
    elogió mucho (Ignacio Agustí: "un gran libro", "un
    libro oportuno, de una oportunidad asombrosa"). La novela cuenta
    las andanzas de una joven, estudiante en la Universidad de
    Barcelona, en los primeros años de la post guerra, que
    convive con unos familiares desquiciados por la contienda.
    Así como sus intentos de evasión, al relacionarse
    con sus compañeros de estudios, lo que nos muestra un
    contraste de vidas y la final insatisfacción de la
    protagonista, Andrea. Esta obra habría que vincularse
    tanto al Existencialismo como al Neorrealismo, tan en boga
    en aquellos años en Europa.

    Otra novela interesante es "El camino", de Miguel
    Delibes, publicada en 1950. En ella aparece un lenguaje nuevo y
    narra los recuerdos de infancia de un
    niño, Daniel, en un pequeño pueblo castellano.
    Novela costumbrista y con un final con mensaje conservador, pues,
    en la disyuntiva que se le ofrece al protagonista de ir a
    estudiar a la ciudad o seguir el oficio de su padre, quesero, el
    cura del pueblo responde con esta frase: "La felicidad no
    está, en realidad, en lo más alto, en lo más
    grande, en lo más apetitoso, en lo más excelso;
    está en acomodar nuestros pasos al camino que el
    Señor nos ha señalado en la Tierra.
    Aunque sea humilde". Novela, de todas las formas, de muy
    agradable lectura y con
    episodios realmente, graciosos.

    Al comienzo de los años cincuenta aparecen cuatro
    preciosas novelas. En 1951, Rafael Sánchez Mazas publica
    "La vida nueva de Pedrito de Andía", que narra los
    años escolares y los amores infantiles de un hijo de la
    burguesía vasca de comienzos de siglo. Ese mismo
    año su hijo Rafael Sánchez Ferlosio publica
    "Alfanhuí", una extraña novela llena de
    imaginación y fantasía. Y un año de estante
    tradición nacional. Tres aspectos de esta novela pasaron
    luego a incorporarse a la novela social: la concentración
    del tiempo (dos
    días y una mañana), la reducción del espacio
    (Madrid, el café) y
    el protagonista colectivo.

    1.2.-HACIA LOS AÑOS
    SESENTA

    En los años cincuenta y sesenta empiezan a
    publicar un grupo de poetas que nos proporcionarán los
    mejores versos de estos últimos años: Ángel
    Gonzáles, José M. Caballero Bonald, Alfonso
    Costafreda, José María Valverde, Carlos Barral,
    José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma,
    José Ángel Valente, Francisco Brines y Carlos
    Rodríguez. Casi todo ellos empezaran escribiendo
    poesía social y pasaran, pronto, a escribir unos versos
    mas irónicos, más esteticistas. Son poetas con una
    gran formación cultural.

    "De vita
    beata"

    de Jaime Gil de Biedman

    En un viejo país
    ineficiente,

    algo así como España entre
    dos guerras

    civiles, en un pueblo junto al
    mar,

    poseer un casa y poca hacienda

    y memoria ninguna.
    No leer,

    no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,

    vivir como un noble arruinado

    entre las ruinas de mi inteligencia.

    "Se tú
    mi límite"

    José Ángel
    Valente

    Tu cuerpo
    puede

    llenar mi vida,

    como puede tu risa

    volar el muro opaco de la
    tristeza.

    Una sola palabra tuya quiebra

    la ciega soledad en mil
    pedazos.

    Si tú acercas tu boca
    inagotable

    hasta la mía bebo

    sin cesar la raíz de mi propia
    existencia.

    Pero tú ignoras
    cuánto

    La cercanía de tu
    cuerpo

    Me hace vivir o cuánto

    Su distancia me aleja de mí
    mismo,

    Me reduce a la sombra.

    En la novela, 1961 es un año importante, pues
    aparece "Tiempo de silencio", de Luis Martín –
    Santos. Esta cierra el camino de la tendencia socialrealista y
    abre nuevos rumbos. Partiendo de una concepción novelesca
    barojiana, Pedro, el protagonista, intelectual e investigador,
    renuncia a una actividad con cierto futuro y se refugia en la
    autodestrucción.

    En esta obra encontramos una desmitificación
    sistemática de la realidad y una subversión de
    los valores
    utilizados por la novela social para producir una versión
    esperpéntica y descoyuntada. Todo esto narrado en un
    lenguaje innovador lleno de neologismos, cultismos,
    perífrasis, interpolaciones ensayísticas. El mayor
    valor de esta
    novela radica en haber logrado armonizar diversos hallazgos
    anteriores, con el fin de encontrar unas nuevas formas de
    expresión más acorde con la realidad del
    momento.

    Otras novelas interesantes son "La saga – fuga" de
    J.B. (1972), de Gonzalo Torrente Ballester, que transcurre en un
    ambiente
    fantástico y está escrita en un tono
    paródico. "La verdad sobre el caso Savolta" (1975), de
    Eduardo Mendoza, que es una mezcla de subgéneros (novelas
    de aventuras, eróticas, policíaca) escrita con una
    técnica clásica, la de la picaresca, novela de muy
    agradable lectura.

    1.3-ULTIMAS TENDENCIAS

    Tras la muerte de
    Franco se pone de moda la
    literatura de género: de aventuras, policíaca,
    erótica, femenina, etc., quizá porque el lector
    estaba cansado de la narrativa estructuralista y empachado de
    obras de tipo político. El gusto por los relatos con
    argumento, donde se narra aventuras y sucesos, predominará
    durante estos años de la transición; así, se
    traduce profusamente a autores como Stevenson, Melville, Konrad y
    London. La literatura policíaca vuelve a reverdecer, y a
    las versiones de Hammett y Chandler, entre otros, se
    unirán autores nacionales como Vázquez
    Montalbán ("La soledad del manager", 1977; "Los Mares del
    Sur", 1979; "Asesinato en el Comité Central", 1981; "Los
    pájaros de Bangkok", 1983; "La rosa de alejandría",
    1984, y "El pianista").

    1.4.-LA ÉPOCA
    CONTEMPORÁNEA

    1.4.1.-DE LA POSGUERRA A LA
    MODERNIDAD

    La guerra civil sumió a España en una
    grave depresión
    económica, política y cultural
    de la que se fue recuperando con lentitud. Y tras la guerra, hubo
    que iniciar un camino sembrado de dificultades.

    Los años comprendidos entre el final de la guerra
    civil (1939) y la muerte de
    Franco (1975) constituyeron una etapa de búsqueda, en la
    que sucesivas generaciones de novelistas, poetas y dramaturgos
    configuraron un particular paisaje literario, caracterizado por
    la vacilación entre el esteticismo y la denuncia
    social.

    En todo el resto de Europa se producía una nueva
    fractura: la Segunda Guerra
    Mundial (1939 – 1945). Esta guerra no sólo
    destruyó el continente, sino que tuvo como consecuencia la
    división del mundo en dos bloques antagónicos: el
    capitalista, encabezado por Estados Unidos, y
    el comunista, por la Unión Soviética.

    La década de los cuarenta estuvo marcada por las
    consecuencias de la guerra civil y por la segunda Guerra
    Mundial. La derrota de las potencias ideológicamente
    afines al gobierno de
    Franco trajo aparejado el aislamiento internacional de
    España y la existencia de graves problemas
    económicos. A causa de la represión franquista,
    muchos españoles, entre ellos intelectuales destacados, se
    vieron obligados a exiliarse en otros países.

    En los años cincuenta, Estados Unidos
    firmó un tratado de ayuda militar con España; al
    poco tiempo se aceptó el ingreso de España a la
    ONU. Esto se
    explica porque tanto Franco como Estados Unidos combatían
    las ideologías de izquierda; el primero desde la dictadura y el
    segundo desde la democracia
    capitalista. En este contexto, Cuba se
    independizó del sometimiento norteamericano en 1958. El
    reconocimiento internacional al régimen de Franco
    implicó mejoras en lo económico, sobre todo en la
    década siguiente. Además, se flexibilizó un
    poco la censura y se logró entrar en contacto con las
    novedades culturales que se produjeron en el
    extranjero.

    1.4.2.-El fin del mileno

    A partir de 1975, tras la muerte de Franco,
    accedió a la jefatura del Estado, con el
    título de rey, Juan Carlos I. Bajo el gobierno del primer
    ministro Adolfo Suárez, en 1977 se celebraron las primeras
    elecciones, tras casi cuarenta años de dictadura. En 1982,
    en las elecciones generales, el PSOE (Partido Socialista Obrero
    Español)
    alcanzó la mayoría absoluta y asumió el
    gobierno Felipe González, que fue reelecto tres
    veces.

    Con la democracia, se inició una nueva etapa de
    la historia española en la que se logró la normalización democrática, que trajo
    aparejadas la legalización de los partidos
    políticos y la desaparición de la censura,
    así como la incorporación de España en la
    política europea e internacional.

    1.4.3.-El género literario de estos
    tiempos

    En la actualidad, la narrativa es el género de
    mayor auge: la publicación de novelas, cuentos, relatos y
    biografías se generalizó, según lo confirman
    la proliferación de reseñas y entrevistas a
    escritores en medio gráficos y audiovisuales, la gran
    cantidad de premios literarios que se otorgan, la difusión
    masiva de novedades.

    En España, una vez superada la censura impuesta
    por la dictadura, las producciones aumentaron. Si la narrativa
    posmoderna había comenzado por ser una narrativa sin
    historia, se produce en estos años una vuelta a la
    narratividad, al gusto por contar historias.

    CAPITULO
    II

    REPRESENTANTES EN LOS GENEROS
    LITERARIOS DE LA POSGUERRA

    2.1.- LA POESIA DE
    POSTGUERRA.

    Los poetas de post-guerra fueron aquellos que, en pleno
    desarrollo de
    la Guerra de abril de 1965 y durante la primera década que
    siguió a ésta, pusieron la protesta en primer plano
    y asumieron el compromiso histórico de repudiar
    incondicional-mente la segunda intervención norteamericana
    a la República Dominicana al tiempo que intentaron, a
    través de su canto, de sepultar para siempre el
    espíritu diabólico de la tiranía
    trujillista, rechazando toda posibilidad de supresión de
    las libertades individuales. Los Poetas de post-guerra hay que
    dividirlos en dos categorías: poetas escogidos y poetas
    excluidos 42.

    Los escogidos fueron aquellos que encontraron
    protección y apoyo  en las páginas del
    suplemento literario Aquí, del periódico
    La Noticia, bajo la dirección de Mateo Morrison, uno de los
    principales representantes de dicha promoción. Entre los que disfrutaron el
    privilegio de figurar entre los escogidos estaban: Norberto James
    Rawlings, Enriquillo Sánchez, Andrés L. Mateo,
    Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Federico Jóvine
    Bermúdez, Tony Raful, José Molinaza, Soledad
    Alvarez, Miguel Aníbal Perdomo y Luis Manuel Ledesma. Los
    excluidos nunca o muy escasas veces tuvieron acceso a las
    páginas de Aquí, el medio que difundió
    más ampliamente la producción literaria de entonces. Entre los
    principales excluidos se destacan: José Enrique
    García, Josefina de la Cruz, René Rodríguez
    Soriano, Pedro Pablo Fernández Tomás Modesto
    Galán, Radhamés Reyes Vásquez, Wilfredo
    Lozano, Domingo de los
    Santos y Chiqui Vicioso. 

           A partir de 1965
    aparecieron varias agrupaciones literarias que funcionaban como
    pequeños talleres literarios. En ellas se reunían
    los Independientes del 48, los poetas de la Generación del
    60 y los Poetas post-guerra. El orden de aparición de
    estas agrupaciones es como sigue: El Puño (1966), en la
    que militaban Iván García, Miguel Alfonseca, 
    Enriquillo Sánchez, René del Risco Bermúdez,
    Ramón
    Francisco y Marcio Veloz Maggiolo; La isla (1967), integrada por
    Antonio Lockward Artiles, Wilfredo Lozano,  Norberto James
    Rawlings, Andrés L. Mateo y Fernando Sánchez
    Martínez; La antorcha (1967), que agrupaba a Mateo
    Morrison, Soledad Al-varez, Alexis Gómez Rosa, Enrique
    Eusebio y Rafael Abreu Mejía; La máscara (1968),
    compuesto por Aquiles Azar, Héctor Díaz Polanco y
    Lourdes Billini43. Al mismo tiempo funcionaba el Movimiento
    Cultural Universitario (MCU), que reunía en sus secciones
    sabatinas de literatura a casi todos los grupos antes
    mencionados, más los poetas y escritores que
    provenían de los clubes culturales localizados en los
    barrios marginados de Santo Domingo  y que no
    pertenecían a ninguna parcela literaria.
             

      El impulso logrado por las letras nacionales
    inmediatamente después de la Guerra de abril de 1965 no se
    limitó sólo a la ciudad de Santo Domingo.  En
    varias provincias del país se formaron círculos
    literarios, casi siempre ignorados por los intelectuales de la
    capital, que
    sirvieron para estimular a jóvenes provincianos cuyos
    escritos no tenían cabida en los escasos me-dios de
    difusión existentes. De esa forma se sumaron a la bibliografía literaria
    dominicana los nombres de Manuel Mora Serrano y Francisco Nolasco
    Cordero, fundadores del Grupo Amidado, en sus diferentes etapas:
    "Manuel Mora Serrano, Francisco Nolasco Cordero, Alberto
    Peña Lebrón, Héctor Amarante, Cayo Claudio
    Espinal, José Enrique  García, Elpidio
    Guillén Peña, Orlando Morel, Pedro Pompeyo Rosario,
    Pedro José Gris, Emelda Ramos, Rafael Castillo y Sally
    Rodríguez".

    La publicación de poemarios fue escasa entre 1965
    y 1970, los medios
    más utilizados por los poetas para divulgar sus obras
    fueron los  recitales y lecturas en clubes culturales,
    parques,  estadios deportivos y otros lugares
    públicos. En la década de los 70, especialmente los
    cuatro primeros años, la publicación de poemarios
    se redujo considerablemente. Entre 1971 y 1973 se publicaron los
    siguientes poemarios: Imperio del grito (Radhamés Reyes
    Vásquez, 1971), La luz abre un
    paréntesis (Rafael Abreu Mejía, 1971),
    Raíces de la hora  (Domingo de los Santos, 
    1971), Los poemas del ferrocarril central (Lockward Artiles,
    1971), Juegos
    reunidos (Pedro Vergés, 1971), La provincia sublevada
    (Norberto James Rawlings, 1972), Fórmulas para combatir el
    miedo (Jeannette Miller, 1972), El diario acontecer (Pedro Caro,
    1972), La poesía y el tiempo (Tony Raful, 1972), Poemas
    decididamente fuñones (Apolinar Núñez,
    1972), Oficio de post-muerte, (Alexis Gómez Rosa, 1973),
    Desde la presencia del mar hasta el centro de la vida (Enrique
    Eusebio, 1973), Ultimo universo
    (José Molinaza, 1973), La esperanza y el yunque (Wilfredo
    Lozano, 1973), La muerte en el combate (Radhamés Reyes
    Vásquez, 1973), Canto a mi pueblo sufrido  (Franklin
    Gutiérrez, 1973),  Gestión
    de alborada (Tony Raful, 1973), Aniversario del dolor (Mateo
    Morrison, 1973) y Poemas sorpresivos (Apolinar
    Núñez, 1973). Los títulos de dichos
    poemarios sugieren el tipo de discurso
    poético practicado por los Poetas de post-guerra para
    testimoniar el estado de
    descomposición del pueblo dominicano. Fue una
    poesía en la que coexistieron la sangre y el
    dolor; en la que la situación política reinante
    predominó por encima de todo y en la que, además,
    no importaba mucho la expresión artística, sino
    la
    comunicación directa con la colectividad.

        En 1975 se inició,
    repentinamente, una etapa de aletargamiento que afectó la
    producción de muchos de esos poetas. Algunos redujeron de
    forma notable su trabajo creativo y otros desaparecieron del
    ambiente literario sometiéndose a un proceso de
    autorreflexión que se extendió hasta 1980,
    año a partir del cual varios de ellos (Pedro
    Vergés, Tony Raful, Andrés L. Mateo, Franklin
    Gutiérrez, Radhamés Reyes Vásquez, Jeannette
    Miller y otros), dieron a la publicidad nuevos
    poemarios y comenzaron a cultivar otros géneros,
    especialmente la novela, el cuento y
    el ensayo
    crítico. Al referirse a la poesía escrita en el
    país entre 1961 y 1978,  el poeta Víctor
    Villegas dice: "Independientemente de que cada promoción
    careció,  ostensiblemente,  de un liderazgo
    firme y continuado, lo que no su- cedió con sus
    antecesores inmediatos,  no hubo, en sentido general, en
    aquellos jóvenes poetas, plena conciencia de la
    esencia y naturaleza
    verdadera de la poesía, lo que explica, por demás,
    su desvinculación con el pasado, sobre todo con la obra
    poética realizada en el país a partir del
    Postumismo.  Pasado político y pasado literario no
    fueron separados por ellos,  y  en un afán de
    borrar esos vestigios se emprendió la tarea de  crear
    una poesía desde cero, con la sola aceptación de
    obras y autores dominicanos que recién llegaban del
    exilio"46.

           Interesado en
    defender lo que él llama Generación del 65, Alberto
    Baeza Flores, insinúa que la producción de los
    poetas de la Generación  del 60, especialmente los de
    Post-guerra, motivada e influenciada por la poesía de
    Pablo Neruda,
    Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roberto Juarroz y Roque Dalton,
    mantuvo la misma calidad y altura
    de la poesía que se escribía en el resto de
    Latinoamérica en aquel momento.

           Es indudable que
    algunos textos de Miguel Alfonseca ("La guerra y los cantos"),
    Jacques Viaux ("Nada permanece tanto como el llanto"),
    René del Risco (El viento frío) y otros de
    Andrés L. Mateo ("Portal de un mundo") y Norberto James
    Rawlings ("Los inmigrantes"), son buenos ejemplos de
    poesía social porque su valor estético y su
    planteamiento de la problemática política los
    distancia del resto de la producción de esos años.
    Sin embargo, una hojeada a la poesía mexicana (José
    Carlos Becerra, 1936-1970  y  José 
    Emilio  Pacheco, 1939); peruana  (Antonio Cisneros,
    1942); cubana (Luis Rogelio Nogueras, 1944); colombiana (Gustavo
    Cobo Borda, 1948); chilena (Raúl Barrientos, 1948) de las
    décadas de los 60 y 70, sirve para desautorizar
    las afirmaciones de Alberto Baeza Flores.   

           Los poetas de la
    Generación del 60 y de Post-guerra perseguían
    ideales comunes, luchaban por las mismas causas y se alimentaron
    de las  mismas vivencias y de los mismos re-cuerdos. Pero el
    tono excesivamente político y combativo de su
    poesía,  encauzó su  producción
    por  una ruta  que se acercaba más a un proyecto
    bélico que a un proyecto literario.  Los poetas de la
    Generación del 60, en sus dos períodos, no
    supieron, en la mayoría de los casos, distinguir entre lo
    artístico y lo político y llevaron la poesía
    a tal grado de compromiso con la realidad que su obra, en muchos
    casos, adquirió categoría de panfleto. Ello explica
    el que la producción poética dominicana del
    período 1961-1978 se acerque más al documento
    histórico que a la obra literaria. Los poetas de dicho
    período dejaron un testimonio valioso de la
    situación política y del descontento social que
    vivió el país durante esos años; pero les
    negaron a la literatura nacional una poesía capaz de
    representar artísticamente las razones históricas
    que la motivaron.

    2.2.-Declaración de los
    artistas

    El arte vive dentro de un compromiso contraído
    ineludiblemente con la sociedad  y el tiempo  que lo
    crean.  Los artistas dominicanos,  conscientes en todo
    momento de esta responsabilidad, hemos participado en la lucha
    desarrollada heroicamente por el pueblo de la República
    Dominicana. Y seguimos participando en su firme decisión
    de mantener en la mesa de conferencias los principios
    fundamentales de esta lucha. El arte, integrado como actividad
    colateral a la lucha armada, ha constituido una fuente de impulso
    al espíritu indomable que mantuvo en la trinchera vivo el
    heroísmo e inagotable la fuerza.

         Nuestra sociedad es ésta
    y éste es nuestro tiempo. Los artistas no hemos vacilado
    en acatar este designio histórico  y, yendo
    más allá,  realizamos aportes de inestimables
    valor al martirologio de la revolución. Hoy, cuando se busca por los
    caminos de la paz la solución real al conflicto que
    llevó al pueblo a las armas,
    consideramos como un deber ineludible alzar nuestras voces para
    que el mundo sepa que hemos estado junto al pueblo y que como
    siempre estaremos dispuestos  a combatir con el arte como
    arma y escudo. Los  artistas  dominicanos 
    hemos  padecido con indignación en la sangre el
    atropello incalificable contra la Soberanía Nacional que una potencia
    extranjera, por la razón de su fuerza,  ha perpetrado
    con la República.
    Y en defensa de esa soberanía nos lanzamos al
    combate.  Los artistas dominicanos hemos visto con amargas
    lágrimas en los ojos el asiento descarado de la tropa
    extranjera para con-sumar la violación flagrante no
    sólo a la Soberanía Nacional sino a la Libre
    Determinación que como pueblo tiene la patria muy bien
    ganada. Y en defensa de esa soberanía y de ese inalienable
    derecho de auto determinación estamos dispuestos a
    continuar combatiendo en los campos honrosos de la negociación.

         Hemos cumplido con nuestro
    deber y seguiremos cumpliendo. Por- que el arte, cuando no es
    fiel expresión de las agonías y de las esperanzas
    del pueblo que a través de su propia existencia lo
    sugiere, abandona por completo su raíz
    esencialmente humana y humanitaria.
    Los artistas dominicanos, conscientes de haber cumplido con
    nuestro deber y conscientes también de la autoridad y
    responsabilidad que debemos asumir en estos momentos, no
    vacilamos en ofrecer al Gobierno Constitucional un amplio voto de
    apoyo y reconocimiento, tanto por su posición en las horas
    dramáticas de la guerra como por su posición en los
    momentos difíciles de las negociaciones
    pacíficas.
         Presente, pues, hemos dicho los artistas
    dominicanos en esta lucha por la libertad, por
    la justicia
    social, por la democracia.   

    En los años cuarenta hubo dos corrientes
    poéticas: la poesía arraigada y la poesía
    desarraigada.

    • La poesía arraigada propuso volver al
      modelo
      tradicional y clásico y, por lo tanto, a sus
      géneros: romances, sonetos, décimas. No tenia por
      tema la circunstancia histórica. Por eso, algunos poetas
      posteriores acusaron a los "arraigados" de haber sostenido una
      poética conformista, que defendía los valores de
      la vida familiar, la tranquilidad de la conciencia y un
      discurso religioso convencional. Algunos poetas de esta
      corriente fueron Luis Rosales, Leopoldo Panero y José
      García Nieto.
    • La poesía desarraigada concebía
      la existencia como algo doloroso e incierto. Bases de esta
      mirada, fueron dos libros publicados en 1944: Hijos de la ira,
      de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de
      Vicente Aleixandre. Ambos coincidieron en el rechazo al
      mundo.

    En los años cincuenta se consolida la tendencia a
    la rehumanización que estaba ya presente en los "poetas
    desarraigados". La poesía social triunfa en 1955,
    año en que se publican dos obras muy importantes de esta
    corriente : Caminos iberos, de Gabriel Celaya y Pido la paz y la
    palabra, de Blas de Otero.

    Mas adelante, por los años sesenta se produce una
    reacción contra la instrumentalización de la
    poesía como vehículo para la propagación de
    mensajes sociales y contra la consiguiente pérdida de
    calidad artística. Muy influyentes son las obras de Jaime
    Gil de Biedma, Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas
    póstumos.

    Ya por los años setenta aparece una
    promoción de poetas cuyo denominador común es su
    alejamiento definitivo del realismo. Son
    figuras importantes Pere Gimferrer, Félix de
    Azúa y Luis Antonio de Villena
    , que promueven una
    estética influida por los medios de
    comunicación de masas.

    2.3.-El Teatro

    En los años de la posguerra se impuso un
    teatro cuyo
    objetivo era
    entretener, hacer olvidar el trauma social que significó
    la guerra civil. Mas adelante, fueron surgiendo otras tendencias
    en el teatro. Estas son las principales :

    • Teatro social. Es el centrado en el compromiso
      político, en la denuncia de las injusticias y de la
      hipocresía de la sociedad. El mejor dramaturgo de esta
      vertiente fue Antonio Buero Vallejo.
    • Teatro poético. Intentó superar
      la realidad por medio de la poesía, de la ilusión
      y de la fantasía. El mejor dramaturgo de esta vertiente
      fue Alejandro Casona.
    • Teatro humorístico. Fue el teatro de
      mayor calidad. Tiene el propósito de renovar la risa.
      Los dramaturgos, cansados ya del humor fácil, ofrecen
      una nueva forma de interpretar la realidad. No en vano los
      críticos han visto en sus obras un humor intelectual,
      próximo al de las comedias del absurdo. Sus principales
      representantes fueron Enrique Jardiel Poncela y Miguel
      Mihura
      .

    2.4.-La Narrativa

    En la década de los cuarenta, la narrativa
    española se dedicó a hacer propaganda y a
    exaltar al bando vencedor en la guerra civil. En general, era una
    narrativa convencional, que no tenia encuentra las innovaciones
    que ya existían en la literatura europea y
    americana.

    Sin embargo, la primera novela de Camilo José
    Cela
    , La familia de
    Pascual Duarte, marca la
    inauguración de una corriente narrativa llamada
    tremendismo, caracterizada por tomar los aspectos
    más brutales de la realidad para efectuar una
    reflexión profunda sobre la condición
    humana.

    En los años cincuenta, la novela se aleja de los
    conflictos
    existenciales de personajes aislados para afrontar planteamientos
    más comprometidos con la sociedad en su conjunto. Se
    inicia el realismo social en el que la novela se centra en la
    denuncia de la injusticia como resultado del compromiso
    político y moral del
    autor. Entre los autores que destacan están Camilo
    José Cela, Juan Goytisolo y Carmen Martín
    Gaite
    .

    Ya por los setenta, las innovaciones de la novela
    europea y la brillantez de la narrativa latinoamericana hacen que
    los novelistas españoles se interesen más por los
    aspectos formales. La novela más influyente de este
    periodo es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Es
    necesario mencionar a los escritores Luis Goytisolo, Miguel
    Delibes, Juan Benet y Gonzalo Torrente Ballester.

    La narrativa de las últimas décadas
    retorna a la subjetividad, al ámbito de lo intimo por
    encima del análisis del mundo externo, de la
    sociedad.

    Respecto a las técnicas
    narrativas, no hay una tendencia homogénea entre los
    escritores, ni tampoco es frecuente el uso exclusivo de una de
    ellas en cada escritor, sino que abunda el eclecticismo, la
    mezcla de técnicas tradicionales y
    vanguardistas.

    La experimentación formal es mucho más
    moderna que en las novelas de los años sesenta. Las obras
    son más asequibles, y los argumentos vuelven a tener
    relevancia. Todo ello ha redundado en una amplia difusión
    entre el publico.

    Son autores de esta última generación
    Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza, Juan
    José Millás, Javier Marías, Antonio
    Muñoz Molina y Arturo Pérez Reverte.

    CAPITULO
    III

    CARACTERÍSTICAS GENERALES

    LA LITERATURA DE POSGUERRA

    3.1.-Temática y fondo
    ideológico

    • La crítica literaria
    • Las guerra civil española: los que quedan en
      España y los que se exilian
    • La dictadura de Francisco Franco
    • Literatura "comprometida" que sirve fines sociales y
      políticos
    • La fantasía
    • El teatro del absurdo
    • El psicoanálisis; los
      sueños
    • Los -ismos: idealismo,
      surrealismo,
      neoclasicismo, neorromanticismo,
      gongorismo
    • Realismo y naturalismo
    • Filosofía existencialista
    • Religión: a) la duda; b) la religión mezclada
      con la sensualidad
    • Desdén de lo tradicional; el
      futuro

    3.2.-Estética

    Naturalidad de expresión; lenguaje
    preciso

    1. Sencillez
    2. Experimentación; libertad
      métrica
    3. Indirección
    4. La imagen
    5. El mundo ideal
    6. Imágenes vagas
    7. Falta de sentimiento personal
    8. La retórica
    9. El sonido
    10. La tragedia

    3.3.-Ideal

    1. Conciencia social y activismo
      político
    2. Una mejor sociedad
    3. La comunicación intersubjetiva
    4. La democracia
    5. La libertad

    3.4.-Política

    1939-75 Dictadura de Francisco Franco
    1975 Juan Carlos I (La restauración
    borbónica)

    CAPITULO
    IV

    VIDA Y
    OBRA DE CAMILO JOSE DE CELA

    CAMILO JOSÉ
    CELA

    4.1.-BREVE
    SEMBLANZA

    Escritor español, premio Nóbel,
    autor de obras narrativas, poesía, memorias y
    libros de viajes.
    Nació en Iria Flavia – La Coruña (Galicia –
    España) el 11 de mayo de 1926, estudió en la
    universidad de Madrid y luchó en el bando franquista
    durante la Guerra Civil española. Posteriormente
    rechazó la dictadura de Franco y mantuvo una actitud
    independiente y provocativa.

    Su estilo inicial, conocido con el término
    taurino de tremendismo, queda patente en su primera novela, La
    familia de Pascual Duarte
    (1942). Debido a problemas con la
    censura, La colmena (1951), una de sus novelas más
    celebradas, en la que presenta la vida miserable de unos seres en
    el Madrid de los años inmediatamente posteriores a la
    Guerra Civil española, tuvo que publicarse en Buenos Aires. La
    crítica ha señalado que supuso la
    incorporación española a la novelística
    moderna.

    Su obra, en general, se caracteriza por la
    experimentación de forma y contenido, como en su novela
    San Camilo, 1936 (1969), que está escrita en un
    monólogo interior continuo. Otras novelas de Cela son
    Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), Oficio de
    tinieblas-5
    (1973), su obra más arriesgada y
    vanguardista, y Cristo versus Arizona (1988), donde
    abandona una vez más los moldes narrativos convencionales
    con un discurso de raíz muy española en una
    ambientación norteamericana.

    En 1956, Cela fundó la influyente revista
    literaria Papeles de Son Armadans de la que fue director y donde
    publicó a muchos escritores españoles en el exilio
    durante la dictadura franquista. Sus libros de viajes incluyen
    Viaje a la Alcarria (1948), el más celebrado suyo
    de los de este género, y Del Miño al Bidasoa
    (1952). Ha publicado también poesía, Pisando la
    dudosa luz del día
    (1945), y estrenado teatro,
    María Sabina (1970). Es autor asimismo de varios
    volúmenes de memorias y numerosos relatos,
    artículos periodísticos y trabajos de
    erudición, entre los que destaca su Diccionario
    secreto
    (1968 y 1971).

    Entre otros premios ha recibido el Premio Nóbel
    de Literatura en 1989, y el Premio Cervantes en 1995. En 1996 fue
    nombrado marqués de Iria-Flavia. José Cela es un
    conversador agudo, desenfadado, divertidísimo.
    Dirigió En Mallorca la Revista literaria Papeles de San
    Armadans. Considerado el creador del Tremendismo, que se
    caracteriza por la presencia del antihéroe y la
    insistencia en los aspectos más sórdidos y
    desagradables de la vida, en la Novela española. De humor
    espontaneo, sus temas giran en torno a la
    angustia, dolor, y otras veces al horror. Murió el
    año 2000

    4.2.-Obras
    :

    Poesía

    • La lámpara encendida (inédito,
      1937).
    • Cancioncilla y divertimentos (inédito,
      1937).
    •  Pisando la dudosa luz del día (1936;
      1ª ed. 1945).
    • El monasterio y las palabras (1945).
    • Cancionero de la Alcarria (1948).
    • Tres poemas gallegos (1957).
    • Danza de las gigantas amorosas (1975).
    • Reloj de arena, reloj de sol, reloj de sangre
      (1989).
    • Poesía completa (1996).

     Romances de ciego

    • La verdadera historia de Gumersinda Cosculluela, moza
      que prefirió la muerte a la deshonra (1966).
    • Encarnación Toledano o la perdición de
      los hombres (1966).

     Novela

    • La familia de Pascual Duarte (1942).
    • Pabellón de reposo (1943).
    • Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes
      (1944).
    • La colmena (1951).
    • Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953).
    • La catira (1955).
    • Tobogán de hambrientos (1962).
    • San Camilo, 36 (1969)
    • Oficio de tinieblas 5 (1973).
    • Mazurca para dos muertos (1983).
    • Cristo versus Arizona (1988).
    • El asesinato del perdedor (1994).
    • La cruz de San Andrés (1994).
    • Madera de boj (1999).

    Novela corta

    • Timoteo el incomprendido (1952).
    • Santa Balbina, 37, gas en cada
      piso (1952).
    • Café de artistas (1953).
    • El molino de viento (1956).
    • Los ciegos, los tontos (Historia de España)
      (1958).
    • La familia del héroe (1965).
    • El ciudadano Iscariote Reclús
      (1965).
    • La insólita y gloriosa hazaña del
      cipote de Archidona (1977).

     Cuentos, fábulas,
    apuntes y divertimientos

    • Esas nubes que pasan (1945).
    • El bonito crimen del carabinero (1947).
    • El coleccionista de apodos (1947).
    • El gallego y su cuadrilla (1949).
    • La naranja es una fruta de invierno
      (1951).
    • Nuevo retablo de Don Cristobita (1957).
    • Los viejos amigos (1960).
    • Gavilla de fábulas sin amor
      (1962).
    • El solitario y los sueños de Quesada
      (1963).
    • Toreo de salón (1963).
    • Once cuentos de fútbol (1963).
    • Izas, rabizas y colipoterras (1964).
    • Nuevas escenas matritenses (siete series,
      1965-1966).
    • Balada del vagabundo sin suerte (1973).
    • Cuentos para leer después del baño
      (1974).
    • Rol de cornudos (1976).
    • Las orejas del niño Raúl
      (1985).
    • Vocación de repartidor (1985).
    • La bandada de palomas (1987).
    • Los Caprichos de Francisco de Goya y Lucientes
      (1989).
    • El hombre y el mar (1990).
    • Cachondeos, escarceos y otros meneos
      (1991).
    • La sima de las penúltimas inocencias
      (1993).
    • La dama pájara (1994).
    • Historias familiares (1998).

     Memorias

    • La rosa (1959).
    • Memorias, entendimientos y voluntades
      (1993).

      Viajes

    • Viaje a la Alcarria (1948).
    • Ávila (1952).
    • Del Miño al Bidasoa (1952).
    • Vagabundo por Castilla (1955).
    • Judíos, moros y cristianos (1956).
    • Primer viaje andaluz (1959).
    • Cuaderno del Guadarrrama (1960).
    • Páginas de geografía errabunda (1965).
    • Viaje al Pirineo de Lérida (1965).
    • Madrid (1966).
    • Viaje a USA (1967).
    • Barcelona (1970).
    • La Mancha en el corazón
      y en los ojos (1971).
    • Nuevo viaje a la Alcarria (1986).
    • Galicia (1990).

    Artículos

    • Mesa revuelta (1945).
    • Mis páginas preferidas (1956).
    • Cajón de sastre (1957).
    • La rueda de los ocios (1957).
    • Cuatro figuras del 98 (1961).
    • Garito de hospicianos (1963).
    • Las compañías convenientes
      (1963).
    • Marañón, el hombre
      (1963).
    • Diez artistas de la escuela de
      Mallorca (1963).
    • Al servicio de
      algo (1969).
    • La bola del mundo (1972).
    • A vueltas con España (1973).
    • El tacatá oxidado (1973).
    • Los sueños vanos, los ángeles curiosos
      (1979).
    • Los vasos comunicantes (1981).
    • Vuelta de hoja (1981).
    • El juego de los
      tres madroños (1983).
    • El asno de Buridán (1986).
    • Desde el palomar de Hita (1991).
    • camaleón solteiro (1991).
    • El camaleón soltero (1992).
    • El huevo del juicio (1993).
    • A bote pronto (1994).
    • El color de la
      mañana (1996).

     Teatro

    • María Sabina (1967).
    • Homenaje a El Bosco, I. El carro de heno o el
      inventor de la guillotina (1969).
    • Homenaje a El Bosco II. La extracción de la
      piedra de la locura o la invención del garrote
      (1999).

     Diccionarios y
    Lexicografía

    • Diccionario secreto (t.I, 1968; t.II,
      1971).
    • Enciclopedia del erotismo (1976).
    • Diccionario Geográfico Popular de
      España.
    • Introducción a la dictadología
      tópica de España (t.I, 1998).

     Adaptaciones, traducciones,
    versiones

    • Poema del Cid, Cantar I (1957-1959).
    • Libro de guisados, manjares y potajes, de Maese
      Ruperto de Nola (1969).
    • La resistible ascensión de Arturo Ui, de
      Bertolt Brecht (1975).
    • La Celestina (1979).
    • El Quijote (1981).

    "LA FAMILIA DE PASCUAL
    DUARTE"

    El protagonista Pascual Duarte vive una vida tranquila,
    trabajo seguro, con el
    aprecio de los vecinos, luego se casa. Pero no toda va bien, ya
    que la madre es una arpía que no lo deja vivir. Cela nos
    da la gestación del odio de Pascual hacia su madre lo cual
    tendrá consecuencias fatales para ambos. Pascual debido a
    los problemas huye de su casa. Se dedica a vagar, en tanto su
    mujer lo traiciona con el estirao su peor enemigo, regresa a su
    casa después de dos años. Su esposa muere
    confesando su traición. "El estirao" llega a su casa de
    Pascual a pedir la mano de su hermana, pero encuentra la muerte.
    Este hecho lo lleva a Pascual a la cárcel tres
    años. Cumplida su condena y debido al odio a su madre,
    asesina a ésta, trata de escapar, pero es apresado y
    encontrado residente, es condenado a morir con la pena del
    garrote.

    • Publicada en 1942, se ubica dentro de la Narrativa
      Española como un reflejo de una etapa de la post guerra.
      Entre los valores que encontramos en esta obra es la
      presentación de rasgos psicológicos
      representativos de cada personaje lo que nos demuestra su
      directa relación con la realidad.

    CAPITULO
    V

    VIDA
    Y OBRA DE ALEJANDRO CASONA

    ALEJANDRO
    CASONA

    5.1.-BIOGRAFIA:

    Su verdadero nombre era Alejandro Rodríguez
    Alvarez, pero el apellido artístico con el que
    alcanzó la fama fue Casona. Asturiano de nacimiento, este
    autor lo fue todo en el ‘mundillo’ teatral de la
    posguerra español

    Nació el 23 de marzo de 1903 en Besullo, un
    pequeño pueblecito del Concejo de Cangas de Tineo
    (Asturias). Miembro de una familia en la que había un poco
    de todo -desde labradores y profesores, hasta pastores y
    herreros-, Alejandro fue el tercer hijo de los Rodríguez
    Alvarez.

    Y el chico creció entre ríos, montes y
    árboles
    frutales. Vamos, un auténtico remanso de paz que luego
    trasladó a las páginas de alguna de sus obras: "Mi
    aldea era tan pobre que teníamos, para mostrar a los
    forasteros, más que un viejo de 100 años, un solo
    caballo blanco y una bruja".

    Sin embargo, cuando aún era un adolescente, el
    muchacho tuvo que abandonar su aldea, cuando trasladaron a sus
    padres -que eran maestros- a Murcia. Y, como de casta le viene al
    galgo, Alejandro Casona acabó los estudios y, al igual que
    sus progenitores y el resto de sus hermanos, se dedicó a
    la enseñanza. Por aquella época, en
    1920, publicó su primera obra: La empresa Ave
    María.

    Luego se mudó a Madrid, donde siguió con
    su, por aquel entonces, incipiente carrera literaria, hasta que
    saltó a la fama al quedar finalista en el premio para
    jóvenes escritores convocado por ABC, con su obra Otra vez
    el Diablo. Ese mismo año -era 1928-, Casona obtuvo una
    plaza de profesor en el Valle de Arán y, poco
    después, contrajo matrimonio con
    Rosalía Martín.

    A principios de la década de los 30, coincidiendo
    con la proclamación de la República, este autor
    asturiano es nombrado director del Teatro del Pueblo. Pero, al
    igual que le ocurrió al resto de españoles de a
    pie, la Guerra Civil cambió el curso de su vida. Tras
    pasarse varios años viajando por México y
    Argentina, Casona
    regresó a España en 1962, donde estrenó su
    última obra, El caballero de las espuelas de oro. Dos
    años después, el 17 de septiembre, murió en
    Madrid.

    5.2-Su obra

    Un autor que arrasó en la escena
    española de los 60

    Por su simbolismo y poesía, su teatro se ha
    emparentado con el de autores como Giraudoux y Priestley Cerca de
    cuatro décadas separan la primera obra de Casona, La
    Empresa de Ave
    María (1920), de la última, El caballero de las
    espuelas de oro (1964). Durante esos más de 40
    años, el asturiano escribió mucho y muy
    variado.

    Tras saltar a la fama gracias al certamen organizado por
    un diario madrileño, siguió con su actividad
    literaria durante su estancia en el Valle de Arán.
    Allí escribió La sirena varada y El crimen de Lord
    Arturo. Esta última se estrenó en Zaragoza en 1929
    y fue la primera de sus obras que se presentó
    públicamente. Tres años después, el autor de
    Besullo recibió el Premio Nacional de Literatura con Flor
    de Leyendas.

    Había comenzado una racha que siguió hasta
    1934, cuando ganó el Premio Lope de Vega con La sirena
    varada. Ya en los 40, obras como Las tres perfectas casadas
    (1941), La dama del alba (1944) o Los árboles mueren de
    pie (1949) se representaron con gran éxito
    en todo el mundo. Tras regresar del exilio, estrenó La
    dama del alba y El caballero de las espuelas de oro.

    Entre 1941 y 1964, prácticamente de manera
    ininterrumpida, escribió las siguientes obras, , La barca
    sin pescador (1945), La llave en el desván (1951), Siete
    gritos en el mar (1952), La tercera palabra (1953), Corona de
    amor y muerte (Doña Inés de Portugal, 1955),
    Carta de una
    desconocida, La casa de los siete balcones, Tres diamantes y una
    mujer, en sus obras combina los juegos entre realidad y
    sueño de base poética.

    "LOS ARBOLES MUEREN
    DE PIE"

    El doctor Ariel apoya sentimentalmente al señor
    alboa El nieto se ha convertido en un famoso delincuente y decide
    regresar de Canadá con su esposa. Ante esta noticia la
    abuela Eugenia se alegra, pero luego llegan noticias que el barco
    donde regresaba el nieto naufragan muriendo todos los
    tripulantes. Mientras tanto el Dr. Ariel contrata a Mauricio y
    Marta Isabel para que reemplacen a la pareja que había
    anunciado la visita, esto hace feliz a la abuela Eugenia, quien
    no los reconoce, todo se complica al aparecer el verdadero nieto,
    éste pierde el barco por su tardanza. El nieto se entera
    de lo que ocurre y pide una fuerte suma de dinero para no
    armar un escándalo. El abuelo se niega y lo expulsa de la
    casa con la ayuda de Mauricio. Al final la abuela descubre la
    verdad y ante el cinismo y la brutalidad del nieto, lo saca de su
    casa, reprime su dolor. Durante este juego por hacer feliz a la
    abuela, se han enamorado Mauricio y Marta Isabel, se alejan
    ellos, en tanto la abuela queda con el sueño que ellos le
    regalaron.

    CONCLUSIONES

    • La literatura en la postguerra, fue una literatura
      vanguardista, rechazaron el arte pasado y buscaron nuevo modos
      de expresión, Ejm: Las novelas La familia de Pascual
      Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de
      Carmen Laforet, figuran entre las más destacadas de un
      nuevo tipo de realismo conocido como tremendismo, que se
      caracteriza por la presencia del antihéroe y la
      insistencia en los aspectos más sórdidos y
      desagradables de la vida.
    • El mismo proceso que llevó la poesía
      posbélica se dio en la narrativa que fue el
      género más floreciente de la literatura
      española contemporánea
    • El teatro moderno español no ha estado a la
      altura de los otros géneros.
    • Cabe citar entre los dramaturgos a Alejandro Casona,
      cuya característica primordial es combina los
      juegos entre realidad y sueño de base
      poética

    ANEXOS

    Consecuencias de la Guerra Civil Española en
    los cuentistas de la generación de la guerra y
    postguerra

    1. Literatura
    Española

    Sobre autores:

    Estos tres autores, Medardo Fraile, Manuel Lueiro Rey y
    Auturo del Hoyo son sólo tres de los tantos autores que
    figuran entre los principales precursores del cuento
    contemporáneo español, que surge en 1936, fecha de
    iniciación de la Guerra Civil. Aunque todos, de
    nacionalidad española se encuentran clasificados en dos
    generaciones literarias distintas: la Generación de la
    Guerra y la Generación de la Posguerra.

    Medardo Fraile, nacido en Madrid en 1925, dramaturgo y
    preciso crítico literario de quién hemos
    leído "Libre 206", se encuentra entre las principales
    figuras de la Generación de la Posguerra.

    El poeta y narrador Manuel Lueiro Rey, quien
    nació en Pontevedra (1916) y vivió desde joven las
    penurias de la Guerra Civil y sus secuelas, se ubica en el grupo
    de la Generación de la Guerra, junto a autores tales como
    Mercé Rodoreda, Francisco Ayala y José María
    Sánchez Silva entre otros. De este autor hemos analizado
    el cuento "El niño que tenía un oso de
    trapo".

    El autor de "Las señas", Arturo del Hoyo,
    narrador, crítico y ensayista nacido en Madrid en 1917,
    aparece entre los más sobresalientes de la
    Generación de la Posguerra.

    2. Guerra civil
    española y posguerra

    La Guerra Civil Española enfrentó a dos
    sectores radicalizados: los defensores de la República,
    ligados a la izquierda y al anarquismo, y los grupos de derecha
    liderados por el general Francisco Franco. En las elecciones de
    abril de 1931, una alianza entre socialistas, republicanos y
    nacionalistas triunfó en las principales ciudades
    españolas. El 14 de abril se proclamó la Segunda
    República y el rey huyó al exilio. En las
    elecciones generales de junio triunfaron socialistas y
    republicanos de izquierda. En diciembre se aprobó una
    nueva constitución que desmontaba la estructura
    monárquica, propiciaba reformas sociales y ponía
    fin a la España católica.

    Estas reformas fueron paralizadas por los conservadores
    luego de su victoria en noviembre. Un sector de la izquierda
    convocó a una huelga general
    el 4 de octubre de 1934. El 6 se proclamó la
    República Catalana, pero en Asturias los movimientos
    fueron sofocados brutalmente por el ejército, coordinado
    por Francisco Franco. En las elecciones de febrero de 1936 el
    Frente Popular (republicanos y partidos de izquierda)
    consiguió mayoría. Se aceleró la reforma
    agraria, se restableció el gobierno autónomo de
    Cataluña y se decretó una amnistía. Las
    fuerzas conservadoras en contacto con el fascismo italiano
    y el nazismo
    alemán prepararon un golpe militar.

    El 17 de julio comenzaron las sublevaciones en Marruecos
    y en Sevilla. Comenzaba la Guerra Civil. El 29 de septiembre
    Franco fue designado "generalísimo de los ejércitos
    rebeldes". En noviembre comenzó la batalla por Madrid y el
    gobierno republicano en peligro se trasladó a Valencia.
    Nacieron las Brigadas Internacionales formadas por voluntarios de
    todos los países que acudían a España a
    defender la república. Mussolini envió cuerpos de
    ejército y la aviación nazi ensayó en
    Guernica, el 26 de abril de 1937, por primera vez en la historia,
    un bombardeo aéreo de saturación sobre una ciudad.
    La U.R.S.S. también prestó su apoyo. En agosto de
    1936, mientras Madrid era bombardeada, 2.500 anarquistas
    liderados por Buenaventura Durriti intentaron proclamar en
    Zaragoza una comuna libre que no se subordinara ni a Madrid ni a
    Barcelona. Madrid resistió hasta el 28 de marzo y el
    1º de abril de 1939 terminó oficialmente la guerra.
    Franco asumió el gobierno e instauró un
    régimen semejante al de Mussolini y Hitler.
    Creó un partido único, proscribió los
    sindicatos y
    manejó España con mano dura hasta su muerte, el
    20 de
    noviembre de 1975. El gobierno de Franco quedó en
    manos del clero ortodoxo, los militares y miembros de la antigua
    monarquía.

    En los años 40 y 50 se hizo evidente una vuelta a
    la España pre-republicana. Una minoría privilegiada
    ocupaba el poder; el
    sector obrero, conformaba sindicatos verticales con bastante
    indiferencia frente al esquema de poder. Al final de la Segunda
    Guerra
    Mundial, se fueron consolidando las líneas del nuevo
    estado. En 1947, un plebiscito aprobó la ley que
    declaró a España monarquía, y nombró
    al General Franco como regente vitalicio con derecho a nombrar
    sucesor.

    En 1960, Francisco Franco y Don Juan de Borbón
    acordaron que Don Juan Carlos, su hijo, fuera designado el
    heredero del trono. Los últimos años de
    política franquista, se caracterizan por los reclamos
    sociales y políticos que progresivamente fueron
    desgastando las bases del gobierno.

    El 20 de noviembre de 1975, tras la muerte de Franco,
    Don Juan Carlos es proclamado Rey de España. Bajo su
    reinado se iniciarán y alentarán las reformas para
    convertir el sistema
    político en una monarquía parlamentaria. Es
    destacable la figura de Adolfo Suárez, quien desde 1976
    tuvo a su cargo la jefatura de gobierno, entre sus logros
    están la legislación de los partidos
    políticos y centrales sindicales, el establecimiento de
    las relaciones diplomáticas con países socialistas
    y la abolición de la censura ("destape social"). Sin
    embargo, surgieron períodos de agitación, con paros
    y protestas laborales, que se continúan hasta nuestros
    días.

    3.
    Ánalisis

    En el cuento, "El niño que tenía un oso de
    trapo", el protagonista era un niño que tenía como
    compañero de aventuras y de juegos a un oso de trapo. En
    él reflejaba su inocencia y su esperanza en ese futuro que
    compartiría junto su amigo, encontraba la libertad, los
    sueños, los deseos y el porvenir, que luego se
    derrumbaría, aquel día de abril, cuando se
    convirtió en otra de las víctimas de la guerra. Por
    esto el oso es uno de los símbolos existentes en el
    cuento. El episodio de guerra, muerte, sufrimiento y de dolor se
    ve reflejado en el "Guernica", un lienzo inmortal de Pablo
    Picasso, que
    contrasta con los pensamientos y la forma de ser del niño.
    En este cuento, el tema principal es el de la libertad y en
    segundo plano la guerra, que solamente se presenta en el final.
    El narrador es quién relata mediante una especie de
    monólogo con ciertas inserciones de frases dichas por el
    niño. Utiliza metáforas como, "[…] de pronto un
    vuelo de cuervos dejó caer la muerte desde el cielo
    […]"; "[…] en el suelo oscuro,
    lleno de sangre inocente, una flor, solo una flor […]".
    También el cuento está muy nutrido en imágenes
    que nos introducen más en la situación, por
    ejemplo: "… y una casa en llamas…"; "… esparcidos la cabeza
    y los brazos de un hombre muerto…"; "…y otra mujer, rodeada
    de llamas, levantando los brazos al cielo…". Además del
    símbolo por excelencia que tiene el cuento, podemos
    encontrar otros como los cuervos, que simbolizan la muerte, o los
    pájaros libres, que reflejan la inocencia. Es fácil
    distinguir una característica de esta generación,
    la introducción del mundo infantil como
    método
    utilizado por el autor para juzgar llanamente las contradicciones
    de los adultos o bien para poner en duda sus esquemas, que
    parecen prefabricados o arbitrarios en especial si se los compara
    con la realidad simple e ingenua de los chicos.

    En "Libre 206", el tema principal es también el
    de la Libertad, pero desde otro punto de vista. Está
    relatado en su gran mayoría por el narrador. El
    protagonista es un preso político, quien padeció la
    violencia, el abandono, los insultos, los castigos, el
    frío. Allí, durante su estadía, se hizo
    varios cuestionamientos sobre esa libertad tan lejana,
    soñada, temida y finalmente conseguida, llegando a la
    conclusión de que la sociedad es rígida, opresora y
    asfixiante, en la que cada uno está "preso" en su propio
    mundo, siendo socialmente libre. Encontramos algunas
    metáforas como: "[…] saldría corriendo por
    veinte, treinta calles hasta que los poros le segregaran libertad
    angustiosa, hasta que el corazón temiera al insaciable
    potro de la libertad […]. En cuanto a las imágenes, las
    que encontramos nos son útiles para conocer mejor el lugar
    donde se desarrolla la acción, por ejemplo: "[…] ruidos
    dolorosos que no le dejaba oír la costumbre[…]" "[…]
    corrales de hombres, los gritos, la tierra en los
    ojos, el hambre, los patios húmedos[…]". Las hormigas
    son símbolos que aparecen en el momento de la
    introspección del protagonista y se utilizan para comparar
    la situación de los presos con la de las hormigas: "[…]
    ¿No son ejemplares, libres , las hormigas, pisadas con
    total indiferencia, derruidas con un ligero soplo, ahogadas en
    implacables diluvios? ¿Quién podría evitar
    el sentimiento de la libertad de un preso, que en un hormiguero
    oscuro alguien fuera libre?

    "Las Señas", relatado por el narrador, aunque con
    presencia de diálogo
    entre los personajes, nos muestra una situación cotidiana
    en momentos en que la Guerra Civil invadía territorios y
    dejaba millares de víctimas a su paso. Es decir,
    aquí el tema central es la guerra. La situación se
    desarrolla en un ámbito rural, donde un joven soldado hace
    una breve visita a sus parientes en un pueblo de Burgos. La
    sociedad rural era marginada, razón por la cuál la
    gente aldeana no está al tanto e ignora la
    situación devastadora y dolorosa de los frentes. Por este
    motivo, aquellas vagas esperanzas que aún brillaban en el
    alma de algunas personas, desaparecieron esperando vanamente,
    noticias de las zonas devastadas. Encontramos metáforas
    como: "[…] todos los cristales de los balcones y ventanas daban
    a Poniente, resplandecían entonces con rápidos y
    rojos latidos […]". Algunas imágenes son: "[…] de su
    olor a soldado, a caqui y a cuero […] el olor de la casa. El
    olor a salvado y a harina […]"; "[…] como si volviera a ver
    ese Madrid terco, erguido, blanco y rojo, bajo el fuego de la
    artillería[…]". Los símbolos que encontramos en
    el relato son gallinas, ovejas, puchero, que se asocian con la
    situación de esa clase rural marginada. Puede advertirse
    claramente la inclinación hacia lo fragmentario que hace
    el autor, es decir que se desplaza el valor que la
    anécdota recibía en generaciones anteriores. Ahora,
    ésta es solo un punto de partida para la
    reconstrucción que hará el lector, mientras los
    personajes van definiéndose a través del
    diálogo. Los autores de la Generación de la
    Posguerra utilizaban esos recursos para
    distinguir figuras marginales entre los personajes. Es
    fácil de observar que en la mayoría de los cuentos
    de esta generación, se confrontan un sector social bajo,
    de pobres y fracasados contra otro sector social alto. Esta
    comparación tiene un evidente propósito
    crítico.

    Como conclusión final de este trabajo podemos
    describir las consecuencias que produjo la Guerra Civil
    Española en los artistas de la época, sus obras, y
    sobre la cultura de ese
    país en general.

    Durante la Guerra Civil, dicha cultura se vio afectada
    por la lucha, la desaparición y el exilio forzado de
    muchísimos intelectuales. Esto interrumpió el
    normal desarrollo de la cultura del país. "El destierro
    fue secando a algunos artistas su vocación y su capacidad
    […] por tener que escribir bajo un régimen de censura
    política y religiosa. La falta de libertad afectó
    el repertorio de temas, la elección de situaciones, los
    temas, etc., por lo cual, los artistas españoles en
    general quedaron desorientados, a oscuras, mientras en otros
    países avanzaban en la materia. Este
    ambiente hizo que cada autor buscara su propio camino

    Además pudimos interpretar que algunos temas
    tratados en los
    cuentos son la: inseguridad y
    desencanto respecto al futuro y la incomunicación, la
    introspección y análisis psicológico ("Libre
    206").

    Otra consecuencia directa que la guerra produce en los
    autores es que la limitación y presión
    que reina en esos momentos además de las vivencias amargas
    y cruentas en las que han vivido ellos los lleva generar una
    defensa de la literatura obrando en contra de la represión
    y el conformismo. Es el caso de, por ejemplo, Manuel Lueiro
    Rey.

    ALEJANDRO CASONA

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    UN EXILIADO PARTICULAR

    POR

    ©JUAN DIOS GARCÍA
    GÓMEZ .Universidad de Murcia

            1903 –
    1936 Nací y me crié en una vieja casa solariega
    que, por ser la más grande de la aldea, es llamada por
    todos "la casona". Es frecuente en las aldeas (donde por ser casi
    todos parientes, los apellidos se repiten mucho) distinguir a las
    familias por el lugar que habitan: así se dice "los de la
    Fuente", "los del Valle", y en mi caso, "los de la
    Casona".

      Con esa «distinción»
    paseó el autor su obra por todo el mundo, haciendo de ese
    apellido simpático un sello de calidad literaria y
    teatral. Besullo fue la aldea asturiana que lo viera nacer en
    1903. Cinco años después vivió en
    Villaviciosa; más tarde, comenzó sus estudios de
    Bachillerato en Gijón, aunque fuesen terminados casi en el
    punto más distanciado de Gijón en la
    geografía española: la ciudad de Murcia, debido al
    traslado profesional al que sus padres -ambos maestros- fueron
    obligados.

    En el sureste es donde empieza a relacionarse con gente
    de teatro y a escribir sus primeras fantasías literarias,
    al tiempo que ingresa en la Facultad de Filosofía y
    Letras. Pero ya, para entonces, no habrá nada que le haya
    influido más que su infancia en Asturias. Esta huella va a
    ser indeleble desde la publicación de su primer libro en
    1926 -una serie de poemas titulada El peregrino de la barba
    florida- hasta su relato dramático en dos tiempos El
    caballero de las espuelas de oro, estrenado en 1964 en Madrid, un
    año antes de fallecer, por lo que ha sido considerado como
    su testamento artístico.

    Tres alegres años dura la estancia en Murcia,
    hasta que en 1922 entra en la Escuela Superior de Magisterio de
    Madrid. En la capital española cursa sus estudios durante
    cuatro años y se hace inspector al término de
    éstos, dedicando todo el año de 1927 a realizar
    prácticas. Pero al año siguiente, en 1928, es
    destinado por el Ministerio de Instrucción Pública
    a Lés, un pueblecito del Valle de Arán
    (Lérida), como inspector de Enseñanza Primaria.
    Casona encontrará allí la piedra angular de la
    pedagogía aplicada al teatro, sobre todo al
    infantil:

     Allí fundé, con los chicos de la
    escuela, el teatro infantil "El Pájaro Pinto", realizado a
    base de repertorio primitivo, comedia de arte y escenificaciones
    de tradiciones en dialecto aranés. Tuvimos éxito.
    Se entretuvieron los más chicos y quedó prendida en
    la mente de los mayores una lección, una enseñanza,
    un aletazo a la imaginación.

    Con esta declaración, y como iremos viendo a lo
    largo de la obra y la vida personal de Casona, comprobamos que
    algo constante en su carácter
    va a ser su inagotable altruismo, fuente de energía para
    dedicar su atención y su poder moral, oficial y
    económico a trabajar por acciones de
    solidaridad
    humana y social.

    En 1928 también tiene lugar, en San
    Sebastián, su boda con Rosalía Martín Bravo,
    compañera de estudios de Madrid, y su nombramiento como
    finalista en un concurso de ABC por la pieza Otra vez el
    diablo.

    La situación profesional en el valle pirenaico le
    proporciona una excelente oportunidad para ir escribiendo otras
    obras como El crimen de Lord Arturo -adaptación del relato
    original de Oscar Wilde, estrenada en Zaragoza en 1929- ,
    traducir piezas breves de August Strindberg y publicar su segundo
    libro de poemas, La flauta del sapo (1930).

    Corre el año 1931 y, tras una fugaz estancia como
    inspector en Asturias y en León, oposita con éxito
    por una plaza en la Inspección Provincial de Madrid, donde
    fija su residencia hasta el comienzo de la contienda
    civil.

    No obstante, decir que residirá en Madrid durante
    esos seis años es decir una media verdad, puesto que, el
    mismo año en que Casona consigue esa plaza
    madrileña, se proclama la II República
    Española, y el recién creado Patronato de Misiones
    Pedagógicas le asigna el cargo de director del
    «Teatro del Pueblo».

    Esta temporada de nomadismo teatral comprende una
    hiperactividad artística y pedagógica que se ve
    premiada, por fin, en los años siguientes. Se le concede
    en 1932 el Premio Nacional de Literatura por Flor de Leyendas, un
    ejemplo de amor hacia los niños
    que han de crecer con una base literaria fundamentada, con
    ahínco, en el aprendizaje de
    lo universal, a través de la lectura de
    historias legendarias pertenecientes a distintas
    culturas.

    En 1933, Casona envía el manuscrito de su obra La
    sirena varada al concurso más prestigioso de literatura
    dramática en lengua
    española: el Lope de Vega. Era un autor poco afamado en
    los medios literarios, sin embargo, de la noche a la
    mañana va a convertirse en la última de las tres
    promesas -junto a García Lorca y Jardiel Poncela- que
    encabezarán el espíritu de renovación del
    teatro anquilosado anterior a la guerra civil.

    Estos tiempos serán, pues, los primeros
    días gloriosos para el autor, y fundamentales para darse a
    conocer entre algunas personalidades literarias consagradas de la
    época. Recogeré sólo una pequeña
    muestra de los testimonios escritos a raíz del estreno de
    la obra ganadora del Lope de Vega en 1934:

    «Alejandro Casona es un gran poeta ante todo;
    cualidad sin la que no es posible ser un gran autor
    dramático, ni un gran novelista, ni si me apuran, nada que
    valga la pena en este mundo. Muy moderno, pero muy seguro de su
    modernidad, que
    no es la pirueta alocada de tantos volatines literarios.
    Alejandro Casona es, entre los jóvenes, uno de nuestros
    más positivos valores. Es, además, excelente
    persona; lo
    que, si bien pudiera significar poco para el valor de su obra -yo
    no lo creo así-, significa mucho para los que tenemos la
    satisfacción de llamarnos amigos suyos» (Jacinto
    Benavente).

    «La sirena varada […] puede ser el comienzo de
    una literatura teatral, aliteraria y nueva. La producción
    de nuestros escritores jóvenes y recién ex
    jóvenes no es más que literatura. Por eso
    pasará. Este esqueleto de acción, con sólo
    una piel de
    palabras, pegadas a los huesos, tiene
    todo el aire de lo que va a perdurar» (Gregorio
    Marañón).

    «La sirena varada y sus consanguíneas
    venideras harán perdurar el nombre de su autor
    gloriosamente. En cambio, su
    magnífica labor educadora, no menos gloriosa en esencia,
    dejará sin duda huella en el espíritu individual y
    en el público» (Manuel B. Cossío).

    «Su vocación y su aptitud magníficas
    están servidas por un trabajo metódico y por una
    cultura que se nutre, a diario y con igual fervor, de la vida y
    de los libros» (A.
    Hernández-Catá).

    «En abril de 1929, en trance de embarcar para
    Buenos Aires como asesor literario de la compañía
    López Heredia, recibí y leí en Vigo La
    sirena varada de Alejandro Casona. Apenas conocía
    personalmente a su autor. El mismo día de mi marcha, se la
    devolví diciéndole sobre poco más o menos:
    "Quien debe hacer esa comedia es Margarita Xirgu". […] No me
    cabe decir sino que he tenido en el éxito
    felicísimo de La sirena varada una de las mayores
    satisfacciones de mi profresión teatral» (C. Rivas
    Cherif).

    «El aire del mar que sopla de modo misterioso en
    el poema de Casona, es un aire de mar nuevo y verdadero que
    refresca las eternas bambalinas del teatro. Yo brindo con
    alegría por el futuro de este autor y le deseo que
    más adelante mueva, bajo los telares y las diablas, una
    sirena de verdad donde se agudice la norma y la forma de su
    poesía. Deseo para bien del teatro y de Alejandro que La
    sirena varada sea pronto sirena alada» (Federico
    García Lorca).

      Con la sólida base de este triunfo es
    casi imposible que la actitud emprendedora del joven dramaturgo
    decaiga. Más bien va a resultar todo lo contrario. Hasta
    el estallido de la guerra, Casona conoce una etapa de
    éxito y reconocimiento de todo el esfuerzo anterior: en
    1935 estrena en Valencia El misterio de María Celeste
    -escrita en colaboración con A. Hernández
    Catá-, en Madrid Otra vez el diablo, y en Barcelona
    Nuestra Natacha, una obra cuyos protagonistas son estudiantes
    universitarios, guiados por la fuerza utópica de su
    compañera más carismática, Natacha, hacia la
    realización de un proyecto de altos valores de solidaridad
    y altruismo: reeducar a un buen número de jóvenes,
    a quien la vida les ha maltratado, hasta que consigan un nivel
    moral y ético aceptable que les devuelva la esperanza de
    sentirse útiles en el sistema de sociedad al que
    tendrán que regresar. Para ello, con el compromiso de
    ayudarla durante todo un año, Mario, Fina, Somolinos,
    Rivera, Encarna, Aguilar, Flora, Francisco y Lalo
    construirán el sueño planteado por Natacha,
    aislados en una finca abandonada, que Lalo, enamorado de
    ésta, presta al grupo.

    Su difusión, en tan sólo dos años,
    superó las quinientas representaciones. Fue su triunfo
    más popular, el que hizo más ruido.

    A lo largo de la obra, hay alusiones a revueltas
    estudiantiles ante la Facultad de Medicina de San
    Carlos; manifestaciones de rechazo a los uniformes y a la
    jerarquía de clases; una chica desamparada que es violada
    por un borracho señorito, irresponsable y decadente;
    desdichados reclusos en un reformatorio extremadamente
    sórdido; un adolescente que utiliza la violencia física como arma
    desesperada ante las injusticias y penas que le ha deparado su
    triste infancia; un sinfín de sentencias en contra de
    cualquier clase de represión y a favor de una idea
    apologista de la libertad ontológica y social, a veces a
    modo de discurso político: «Los hombres libres no
    toman nada ni por la fuerza ni por limosna. Que aprendan a
    conseguirlo todo por el
    trabajo»

      Exilio 

    Se convierte, pues, en uno de los autores más
    alabados de la España republicana. Triunfa también
    gracias al apoyo de la actriz Margarita Xirgu, en esos momentos
    la de más renombre en el país, quien logrará
    su consagración con el estreno de sus primeras obras en
    Madrid. Aunque, como ya sabemos, España entra en guerra, y
    con este acontecimiento llega el exilio de muchos autores,
    incluyendo a Casona; fue algo evidente, pues él, como
    tantos otros, era un artista abanderado de la
    República.

    Ya en 1936, el improvisado itinerario de huida, ayudado
    por amigos y compañeros, lo lleva desde León a
    Gijón y desde allí a Santander, San
    Sebastián e Irún, ciudad a través de la cual
    entra a Francia, donde
    contacta con la compañía de comedias de Josefina
    Díaz de Artigas y Manuel Collado, una de las más
    célebres de la España de preguerra.

    Con esta compañía, en la que trabaja como
    director artístico, inicia una gira por América
    que durará desde 1937 hasta 1939. Recorren Méjico,
    Cuba, Puerto Rico,
    Venezuela,
    Colombia,
    Perú, Chile y
    Argentina. Simultáneamente, se dedica a dar numerosas
    conferencias en multitud de congresos e instituciones
    celebradas alrededor de todo el continente americano; es
    galardonado incesantemente por distintas entidades; pronuncia
    lecturas y realiza toda clase de actividades dramáticas,
    hasta que se instala definitivamente en Buenos Aires, donde
    continúa divulgando su extremada pasión por la
    literatura y el teatro en diversos artículos y estudios,
    donde colabora a menudo con revistas y periódicos europeos
    y americanos, donde se atreve a producir películas, donde
    adapta muchos guiones -propios y ajenos- para la industria
    cinematográfica y teatral hispanoamericana, donde mantiene
    una vehemente actividad de radio-teatro,
    donde es director de obras de Tirso, Lope, Cervantes, Shakespeare,
    Galdós, Ibsen, Bocaccio, Calderón, Wilde, etc…
    Además de llevar a cabo todas estas tareas, Casona tiene
    tiempo para viajar, con cierta frecuencia, por los países
    americanos vecinos, incluyendo grandes escapadas a la vieja
    Europa, donde es recibido con expectación por el estreno
    de sus comedias.

    Pero lo más importante para su carrera como
    dramaturgo es que va a ser aquí, en América, tras
    años de incansable trabajo, donde comience a publicar el
    grueso de sus mejores obras y, por supuesto, a estrenarse con un
    éxito arrollador: Las tres perfectas casadas se estrena en
    Buenos Aires (1941), al igual que La barca sin pescador (1945),
    La molinera de Arcos (1947), Los árboles mueren de pie
    (1949), La llave en el desván (1951), Siete gritos en el
    mar (1952), La tercera palabra (1953), Corona de amor y muerte
    (1955) -versión personal de la antigua leyenda de
    doña Inés de Castro-, La casa de los siete balcones
    (1957) -otra que cuenta entre mis favoritas- y Tres diamantes y
    una mujer (1961); en Méjico se estrena Prohibido
    suicidarse en primavera (1937); Romance en tres noches (1938) en
    Caracas; Sinfonía inacabada (1940) en Montevideo y Carta
    de una desconocida (1957) -adaptación teatral de una
    novela del austríaco Stefan Zweig- en Porto
    Alegre.

    Como vemos, Casona debe agradecer al continente
    americano tanto la oportunidad de entregarse como el gozo de
    recoger una cosecha de éxitos continua que, poco a poco,
    se irá extendiendo por toda Europa y el mundo, siendo
    representado en Milán, París, Río de
    Janeiro, Lisboa, Burdeos, Munich, Florencia, Dublín,
    Amsterdam, Bruselas, Johannesburgo, Zurich, Berlín,
    Tel-Aviv, Jerusalén, Amberes, Gante, Lovaina, Los Angeles,
    Atenas, Norrköping, Lucerna, Montecarlo, Viena, La Haya,
    Breda, Gales, Moscú, Berna, Helsinki, Roma,
    Nápoles, Venecia, Rotterdam, Ginebra, Belgrado,
    Leningrado, Riga, Köenigsberg, Praga, Varsovia, Lieja,
    Brujas, Aquisgrán…

    Pero la historia, paradójicamente, está
    construida a base de contradicciones que se repiten. Así,
    Casona logra ser reconocido internacionalmente como dramaturgo
    fuera de su país. Esta paradoja se da en muchos artistas
    marcados por el exilio. En nuestra literatura es ya mítica
    la amistad que
    estrechó durante la larga estancia americana a los que me
    permito nombrar «los tres exiliados de oro», mito fraguado
    en las sucesivas reuniones nocturnas acaecidas en el retiro
    uruguayo de la Xirgu, en su casa de Punta Ballena, cerca de Punta
    del Este: 

    Allí solían reunirse Alejandro Casona, que
    llegaba con su esposa en una moto con sidecar, Alberti y Teresa
    León, Curotto y su esposa, y los temas eran siempre el
    teatro y España, sus grandes obsesiones. Era una mujer
    humilde, poco afecta a los reconocimientos públicos […]
    De esta época es también su primera
    aparición por la
    televisión, que causó terrores a la actriz, con
    La casa de Bernarda Alba y La dama del alba.

    Habría bastantes páginas que escribir
    sobre la relación entre esta importantísima actriz
    y sus dramaturgos contemporáneos, pero eso
    merecería un estudio aparte, amplio y profundo. El caso
    que nos ocupa se centra en la obra de Casona, y a él nos
    hemos de ceñir.

    Volvamos por un momento a España.
    ¿Qué ocurría en el panorama cultural del
    país, gobernado bajo la dictadura del general
    Franco?

    Antonio Machado, que había sido la más
    alta figura de la lírica española, cantando como
    muy pocos el paisaje y el alma del corazón de nuestro
    país, muere en Colliure, expatriado, el mismo año
    en que acaba la guerra civil, y en 1940 Jardiel Poncela estrena
    Eloísa está debajo de un almendro, obra que hoy en
    día todavía sigue siendo un clásico del
    teatro español contemporáneo.

    Miguel Hernández, víctima de la tuberculosis
    producida en sus tres años de cautiverio, muere en
    Alicante, en 1942, año en que Cela publica La familia de
    Pascual Duarte, todo un ejercicio de imaginación que,
    debido a su trama, con todo el tiempo pasado, ha venido a
    reconocerse como la inauguración de un vigoroso realismo
    existencial en la narrativa española.

    Mientras Casona repasa en la lejana Argentina los
    guiones cinematográficos de Casa de muñecas, de
    Ibsen, y de El abuelo, de Galdós, y Max Aub, exiliado en
    Méjico, escribe el San Juan y Morir por cerrar los ojos,
    Dámaso Alonso prepara la publicación de su
    revolucionario Hijos de la ira (1944), metralla poética
    que representa el grito estremecedor del hombre que anhela un
    espacio de paz desaparecido, y tal vez irrecuperable. La dama del
    alba se estrena el mismo año de esta publicación,
    en 1944.

    En 1947 muere Gregorio Martínez Sierra, autor de,
    probablemente, la más pacífica comedia de la
    historia de la literatura española, Canción de
    cuna, con la que alcanzó unas proporciones extraordinarias
    de popularidad, sobre todo en países de habla inglesa; dos
    años después, un joven Buero Vallejo estrena la
    impactante y aplaudida Historia de una escalera, ganadora del
    premio Lope de Vega. Al año, se estrena otra muestra de
    renovación del teatro español con la no menos
    aplaudida En la ardiente oscuridad, un reto realmente complicado
    para el espectador, pues plantea una situación de actitudes
    opuestas entre los protagonistas del drama -todos ellos ciegos-
    que genera una fuerte tensión, a veces difícil de
    soportar, ya que su tema trasciende no sólo al plano
    social, sino también al moral, al sentimental y al
    existencial, todo escrito bajo las claves de un estilo
    neosimbolista.

    En 1951 fallece uno de los grandes del 27, Pedro
    Salinas, el clasicismo castellano y la emoción levantina,
    el arquitecto de La voz a ti debida y el poeta de trazo
    ágil y fino de Fábula y signo y Razón de
    amor. Un año más tarde también se nos va
    Jardiel Poncela, el intelectual madrileño que no
    cesó de cantar al ingenio en cada una de sus obras; muere
    toda una personalidad
    literaria, con esa visión propia del mundo, con un humor
    desorbitado, loco, disparatado, caricatural, pero trascendente.
    En 1952 Miguel Mihura estrena al fin Tres sombreros de copa
    -escrita ya en 1932-, la obra que lo va a hacer más
    famoso, pionera del absurdo español. Pero las influencias
    del teatro radicalmente comprometido ya comienzan a palparse con
    el estreno, en 1953, de la obra de Alfonso Sastre Escuadra hacia
    la muerte, mostrando la relevante personalidad de un nuevo autor
    que abrirá heridas en demasiadas conciencias adormecidas,
    algo por lo que tendrá que pagar caro muchas veces, aunque
    la lucha forme parte esencial de su concepto
    particular del teatro….


    parte

      Un año después muere el maestro
    Jacinto Benavente, y con él una manera de entender el
    teatro y la vida, marcada por unas circunstancias bien distintas
    a las que ahora suceden; pienso que Benavente es, ante todo, el
    tremendo dominio y
    respeto por la
    arquitectura
    teatral.

    Juan Ramón Jiménez recibe el Premio Nobel
    en 1956, y su fama alcanza por fin la internacionalidad; aunque,
    a estas alturas, es la sangre nueva la que se está
    imponiendo en la literatura española. En el campo
    dramático destacamos que Buero estrene en 1956 Hoy es
    fiesta, en 1958 Un soñador para un pueblo, y en 1962 El
    concierto de San Ovidio, tres piezas clave que demuestran la
    evolución que va desarrollándose en
    su carrera de batalla y mensaje social y existencial en los
    escenarios, ya que el género teatral proporciona la
    oportunidad de arrancar los contenidos literarios del libro a las
    tablas y, por lo tanto, se consigue una comunicación
    artística más inmediata y, al parecer, más
    provocativa. Simultáneamente, Sastre estrena La cornada.
    Ambos autores encabezarán la lista de los mejores
    dramaturgos españoles de la segunda mitad de este
    siglo.

    Aunque gran parte de la innovación teatral del siglo XX ocurre a
    principios de éste, en Europa ha de señalarse el
    estreno de piezas fundamentales para nuestra historia reciente
    durante los años del exilio casoniano. Sobresalen el de
    Madre Coraje y sus hijos en 1939 y El alma buena de Sechuan en
    1943, de Bertold Brecht, poeta dramático de talento
    expresionista y verdadero innovador del teatro moderno, al que da
    fuerza épica. Junto a estas dos obras del dramaturgo
    alemán, hemos de contar también con el estreno en
    1947 de Las criadas, del francés Jean Genet, autor cuya
    obra dramática utiliza un magnífico ropaje
    poético con el fin de revelar la compleja manera de sentir
    de sus personajes. El mismo año, en Gran Bretaña,
    la censura prohíbe la pieza teatral de Erskine Caldwell,
    La ruta del tabaco. Quedan
    atrás la muerte de Meyerhold, el discípulo
    más aventajado de Stanislavski, como también
    está asimilado el teatro de Ibsen, el de Pirandello, los
    estudios sobre el teatro político de Piscator, el rechazo
    de los expresionistas por los obstáculos que impiden
    llegar a la pureza en el escenario, etc…

    En el año 41, el francés Louis Jouvet y su
    compañía teatral se embarcan en una gira por
    América del Sur. Al tiempo que triunfa ese segundo gran
    estreno de Brecht, se sabe de la muerte de Max Reinhardt en Nueva
    York; el actor y director austríaco había adquirido
    reputación internacional gracias a sus realizaciones en el
    Deutsches Theather de Berlín, y como fundador del Festival
    de Salzburgo. En Estados Unidos se había dedicado al
    cine. Mientras
    tanto, en la Comédie-Française, Jean-Louis Barrault
    dirige El zapato de raso, de Paul Claudel, obra de teatro
    calificada de irrepresentable, pero cuyo éxito es
    evidente. En el Théâtre de la Cité, Charles
    Dullin estrena Las moscas de Jean-Paul Sartre.

    En 1944 se representa por primera vez la Antígona
    de Jean Anouilh; al año siguiente se realizará un
    merecido homenaje a la figura de Jean Giradoux con la
    representación de La loca de Chaillot, y la
    compañía Renaud-Barrault presentará Hamlet, traducido
    por André Gide y con decorados de André
    Masson.

    En 1946, Jean-Paul Sartre goza de un éxito
    tumultuoso con la representación de sus obras Muertos sin
    sepultura y La mujerzuela respetuosa. Dos años
    después, se interpretarán dos piezas en
    París: El estado de sitio de Albert Camus y Las manos
    sucias de Jean-Paul Sartre. El existencialismo tiene ya unos
    nombres y unos títulos.

    El público europeo recibirá con excelente
    crítica el estreno de La muerte de un viajante, de Arthur
    Miller, en 1949, abriendo el camino a la década de los
    cincuenta, en la que los más prestigiosos directores de
    escena hacen un esfuerzo por interpretar adecuadamente las
    teorías
    teatrales de Antonin Artaud, insigne destructor de los límites de
    la representación.

    En Francia, un gran acontecimiento teatral es el
    estreno, en 1951, de la obra de Sartre El diablo y el Buen Dios,
    con decorados de Félix Labisse y dirección de Louis
    Jouvet. En Avignon, Gérard Philipe triunfa con El
    príncipe de Homburg, de Heinrich von
    Kleist.

    Sobresaldrán los estrenos de La cantante calva y
    Las sillas, de Ionesco, en 1950 y 1951 respectivamente, y el
    estreno en 1953 de la sin par Esperando a Godot de Samuel
    Beckett. Son obras cumbre del teatro del absurdo, cuya
    repercusión ha llegado hasta nuestros días. Como
    muy bien apuntan los profesores César Oliva y Torres
    Monreal, Beckett es el autor más profundo de esta
    tendencia porque «es cuando el absurdo descubre el humor
    trágico».

    Tenesse Williams publica La gata sobre el tejado de cinc
    en 1955, y a finales de la década, en 1959, la
    compañía del Berliner Ensemble interpreta La
    increíble ascensión de Arturo Ui, de Bertold
    Brecht. Tres años después, en 1962, Harold Pinter
    recibirá críticas muy diversas, violentamente
    enfrentadas, por el estreno londinense de su obra La
    colección.

    Esto es una síntesis
    bastante superficial de lo ocurrido en estos años en
    España y Europa, pero es totalmente necesaria para acercar
    al lector a los hitos literarios más importantes que
    irán dirigiendo la historia de la dramaturgia de
    Occidente. Siento no poder extenderme todo lo que yo quisiera en
    el comentario de los distintos movimientos teatrales acaecidos en
    todo el mundo entre los años en que Casona se encuentra
    bajo la circunstancia del exilio, aunque supongo que se
    comprenderá mi disculpa, por razones de
    espacio.

    El siglo XX, en nuestro país, ha sufrido la
    agitación tremenda que cada ciclo de la humanidad nos
    depara; el desarrollo del teatro español está,
    obviamente, marcado por un antes y un después de la
    guerra. Así, habremos de distinguir entre un «teatro
    de los vencedores» y un «teatro de los
    vencidos»

    Pero ocurre que, en un principio, suceden los hechos,
    fruto de la destrucción, el hambre, el desamparo, la
    podredumbre y la miseria que lleva consigo la guerra, y luego,
    pasado el tiempo, conforme las heridas van cicatrizando, los
    cronistas literarios, con mayor o menor implicación
    personal, intervienen en la narración y el juicio de esos
    hechos primeros. Casona está en medio de esta delicada
    división histórica de «vencedores» y
    «vencidos».

      Regreso

    De nuevo vida y teatro se fundieron para
    confusión de la crítica. Existe un hecho en
    apariencia intrascendente, pero generador de partidismos y
    posturas, atacantes y defensivas, respecto a la calidad y la
    función
    social del talento dramático de nuestro autor, el cual
    vivió siempre sin voluntad alguna de crear controversias,
    aunque las circunstancias, por desgracia, lo perjudicaron
    sobremanera: el regreso a España de Casona.

    Nuestro deber es reflexionar e investigar el por
    qué de la extraordinaria reacción que supuso su
    retorno. ¿Mereció tanto la pena tal
    expectación? ¿Qué razones hubo para que
    fuese Casona, y no otros, al que se le diese la oportunidad de
    volver a esa España de entonces «por la puerta
    grande»? ¿Cómo vivió el mismo
    dramaturgo la exaltación del público español
    ante las representaciones de sus obras escritas en
    América?

    En un artículo que relata las aventuras y
    desventuras de la Xirgu en los últimos meses de la
    España republicana, podemos leer:

     El exilio alejó definitivamente a Margarita
    Xirgu de su patria: en los primeros tiempos de la dictadura
    franquista su nombre y su labor artística, como en los
    casos de Casona o García Lorca, fueron silenciados o
    reprendidos públicamente por un sector de la
    crítica.

      Casona era un perfecto candidato al exilio.
    Había sido director de la sección teatral en las
    Misiones Pedagógicas de la República, entre otras
    tantas cosas, que lo ligaban directamente con esta forma de
    gobierno. Sin embargo, este autor va a ser motivo de un proceso
    de mitificación por parte de un sector del público
    joven, de ideas republicanas, que crece durante la dictadura
    franquista, y que necesita identificar, por encima de todo, a un
    escritor con el tesoro de la moral
    izquierdista. Los deseos de esta juventud
    rebelde señalan a Casona como el ejemplo de escritor
    comprometido socialmente, y así, éstos, lo imaginan
    como el autor que alimenta su nostalgia republicana.

    ¿Cuál es la causa de este mito? Sin duda,
    se debe al estreno y al éxito obtenido por Nuestra Natacha
    en el periodo de la anteguerra. Adela Palacio, recién
    fallecido el dramaturgo, escribirá esta
    reflexión: 

    El teatro casoniano es en la actualidad aplaudido por
    las personas mayores y escuchado respetuosamente, pero sin
    entusiasmo o con indiferencia, por la gente joven. La
    crítica que representa a un público que se
    escandalizó en 1936 con Nuestra Natacha ha acogido ahora
    con agrado la producción casoniana; tolerante y
    comprensiva ha sido la actitud del hombre que por su edad y
    formación aplaudió en su momento a "N. N."; y la
    crítica joven -no demasiado joven-, la formada por unas
    promociones universitarias que, en muchos casos, leían
    medio clandestinamente el teatro de Casona y lo estimaban de gran
    novedad, mantienen una posición adversa y, en ocasiones,
    atacante.

    ¿Qué ha ocurrido aquí?
    ¿Cómo un autor que era aplaudido por la juventud
    inquieta del treinta y seis es rechazado por la juventud, madura
    y consciente, de los años sesenta, aquella que por muchas
    razones -que no vienen al caso-, parecía la más
    llamada a defenderlo? La razón es obvia: no en balde han
    transcurrido 30 años; treinta años densos de
    acontecimientos transformadores.
    Sin embargo la respuesta no es tan simple como parece. El "quid"
    de la cuestión se halla en que esos años no han
    pasado de igual manera para todos. La experiencia vital es
    distinta para el que ha vivido dentro de España que para
    el que ha estado lejos de ella.

     Nuestro autor, por estar alejado sólo
    geográficamente de su patria, no va a cerrar los ojos a la
    realidad de unos acontecimientos. El sinnúmero de amigos
    que viven la dictadura y recibe en su casa de Buenos Aires le
    traen noticias directas del ambiente que se respira para los
    artistas en España; pero sí es cierto que el punto
    de vista acerca de unas vivencias concretas es diferente
    según se presencien con proximidad física o en la
    distancia.

    Tal vez el error vital del autor fue regresar antes de
    tiempo a su país, y el teatral parece ser que fue el
    querer elaborar de manera continuada una obra literaria total en
    la que, pieza a pieza, iba descubriendo las constantes que
    cimentan la base de su visión poética de la vida y
    el arte.

    Casona no escribe obras sintomáticas sobre la
    represión dictatorial que se vive en su amada
    España, ni tampoco lo hace recreando escenas de la
    recién pasada guerra civil. Casona es un dramaturgo que,
    en un momento dado de su vida, ha descubierto la verdad de su
    pensamiento de
    creación, y ha querido mantener esa verdad propia hasta el
    final. Casona conserva el mismo talento desde que se educa y pasa
    la juventud en España, mientras vive casi treinta
    años en el exilio, hasta que regresa al país que lo
    alejó.

    En una época en que la autenticidad del arte
    reside en el compromiso retratar la imagen del reprimido social,
    moral e ideológico, la obra de Casona no tiene espacio, no
    puede cuajar bien con las condiciones dictadas por los
    confundidos y, en ocasiones, ingenuos críticos.

    El profesor y escritor gallego Gonzalo Torrente
    Ballester opina sobre esta absurda -con el paso de los
    años- polémica, respecto a la acusación
    hecha a nuestro dramaturgo de realizar un teatro de
    evasión:

     De modo parecido, el que después se
    llamó, un poco estúpidamente, «teatro de
    evasión», tampoco traía a la escena una nueva
    estética, sino una concepción nueva de la
    felicidad. Quizá, más que una concepción,
    una receta, que Alejandro Casona, con técnica
    pedagógica, alcanzó a fornular de modo accesible:
    puesto que la realidad, por definición, se opone a la
    felicidad individual, brindemos al hombre el recurso de la
    fantasía, y por si su capacidad imaginativa es
    débil, orientemos la filantropía práctica
    […].

    Las relaciones del teatro de Casona con la
    evasión son más complejas. La mejor de sus obras
    -La dama del alba- pertenece a un orden poético dentro del
    cual la evasión carece de sentido. Mentarla donde la
    materia dramática es la muerte parece, incluso, una falta
    de respeto, y la afirmación puede aplicarse a otras
    comedias del autor, cuya preocupación última es la
    misma. Sin embargo, una parte importante de la obra de Casona
    tiene que ver con la evasión, puesto que hace de ella no
    el lugar teórico hacia donde expide el alma alelada del
    espectador, sino la sustancia del drama o el instrumento de la
    operación dramática en sí […]. Esto
    acontece a causa de la vocación pedagógica de
    Casona, no abandonada ni aun en el ejercicio del teatro, y a la
    que debe el más importante de sus fracasos
    estéticos, la más honda de sus caídas,
    Nuestra Natacha.

      Al ser en esta pieza donde se hace la tesis
    pedagógica más idealista de toda la obra del autor,
    Torrente Ballester no deja de tener razón. La
    estética literaria nunca ha casado bien con un tipo de
    afán pedagógico explícito, que es el que nos
    encontramos aquí; belleza dramática y
    pedagogía se enfrentarán a veces en su obra,
    ocasiones en que el valor de lo lírico se ensombrece. Pero
    este tema se abordará en profundidad en las páginas
    siguientes.

    Casona regresa oficialmente a España en 1962.
    Presenciará el estreno en Madrid de La dama del alba, y a
    partir de este éxito comenzará lo que se conoce
    como el Festival Casona, un arma de doble filo para el asturiano.
    Todas las obras escritas en América van a estrenarse en
    España, extendiéndose, triunfales, a todas las
    provincias, gozando del aplauso mayoritario.

     El aperturismo de los sesenta sí se
    fijó con astucia en el importante papel que
    podía jugar Casona en las carteleras madrileñas,
    con sus devaneos poéticos, personajes de otro mundo, pero
    perfectas construcciones escénicas. Y Casona
    triunfó. Y no con su teatro hecho en España […]
    sino con todo el que había redactado y estrenado en
    Argentina, sin excepción. La fórmula estaba creada.
    Faltaba el intencionado toque lírico de un hábil
    dramaturgo. Y los escenarios españoles se llenaron de
    Casonas.

      Resaltaremos la palabra aperturismo, teniendo en
    cuenta que a favor de Casona se establece el argumento que
    declara los primeros años de la década de los
    sesenta en España como el inicio de una etapa de
    liberación política y cultural del régimen
    franquista.

    Aquí se inicia el pequeño calvario que
    hubo de sufrir el autor con los jóvenes críticos
    procedentes de la revista de tema teatral Primer Acto; en la
    crítica al estreno español de Prohibido suicidarse
    en primavera, Ricardo Domenech escribe con respecto al mito
    casoniano:

     Comparto esta desilusión con vastos
    sectores de la juventud, de hombres de mi generación que,
    como yo, conocieron el teatro de Casona poco menos que a
    escondidas -en un día ya lejano- y hoy descubren con
    asombro el fraude de que han
    sido objeto. Es verdad que hay entre nosotros una parte de culpa
    por todo ello. Pero la creación de un mito no responde
    nunca a causas arbitrarias o gratuitas, sino que, por el
    contrario, expresa una necesidad colectiva. Nosotros
    teníamos necesidad del mito de Casona…

    Se trata, al fin y al cabo, de una circunstancia
    histórica, ajena a la intención del dramaturgo.
    Este testimonio lo deja bien claro. ¿Es convincente,
    entonces, creer que Casona, ansiando un posible regreso a
    España, pretendiera hacer de su creación una
    especie de teatro público y, de ese modo, acceder lo mejor
    que pudiese en el panorama nacional de los años
    sesenta?

    Otro colaborador de Primer Acto, el crítico
    Fernández-Santos, lanza al aire cuestiones que meses
    después responderá con actitud muy negativa contra
    la obra conjunta de Casona, tachándola de mala calidad por
    medirla, como hemos dicho anteriormente, con el rasero del teatro
    social. Sus comentarios posteriores tendrán un afán
    destructivo, aunque ahora quiera recoger lo escrito antes de su
    personal batalla contra el autor: 

    Lorca y Casona fueron en su tiempo el máximo
    exponente de una juventud que, por entonces, se incorporó
    al profesionalismo teatral de nuestro país, llegando a
    constituir dentro de éste algo así como un
    revulsivo […]. En especial nos importa (la cuestión)
    relativa al teatro de Lorca y Casona… ¿Qué
    repercusión ha obtenido en el público
    español? ¿Qué grupos
    sociales lo reciben abierta y entusiásticamente?
    ¿Quiénes se sienten hostiles hacia él y por
    qué? ¿Qué vigencia estética tiene?
    Siendo un teatro de intención populista ¿se
    encuentra a la altura de las necesidades de nuestro pueblo? Estas
    cuestiones son, en general, difíciles y algunas de ellas
    muy delicadas y espinosas.

    El éxito en las salas importantes hizo que sus
    representaciones fuesen identificadas con ese otro teatro
    aburguesado que imperaba en estos escenarios oficiales. Casona
    fue incluido, injustamente, en el mismo grupo de dramaturgos que
    habían consolidado su carrera bajo las pautas del
    período más duro del régimen franquista:
    Joaquín Calvo Sotelo, Víctor Ruiz Iriarte,
    López Rubio, Álvaro de La Iglesia,
    más tarde Alfonso Paso, etc…

    Respecto al teatro renovador encabezado por Buero y
    Sastre, es Buero el único que puede comparar su victoria
    teatral al compás de los autores citados, e incluso
    también tuvo que soportar alguna que otra sacudida
    crítica por ello. Esto demuestra la delicadeza con la que
    había que tratar a esta parcela del mundo del teatro si se
    alcanzaba el éxito en las masas.

    Pero nuestro autor, a pesar de esto, se muestra
    plenamente satisfecho con esta acogida. Cuando reside por fin en
    España no contempla, a simple vista, lo que figuraba. Hay
    que tener en cuenta que han pasado veintitrés años
    de régimen. Casona escribe por carta unas sinceras
    palabras a la Xirgu, nada más volver, de tan largo exilio,
    a la tierra donde la Ignorancia lo había obligado a
    huir:

     En cuanto a la gente, me he tropezado, como es
    natural, con el enemigo resuelto -unas veces de frente, y otras
    embozado- dispuesto a la última calumnia y a la
    última vileza; pero de verdad mucho menos de los que
    esperaba. En general hay un ánimo dispuesto al
    diálogo, una actitud respetuosa y unas ganas evidentes de
    no hablar de aquello. «Finalmente el público,
    aquí como en todas partes, cuando va al teatro va
    sólo a ver teatro, sin importarle la filiación del
    autor».

    Desde esta apreciación particular se entiende la
    actitud de Casona como hombre cuyo oficio es el teatro y quiere
    aprovechar la oportunidad que se le brinda.

    El más carismático de los tres
    críticos que encabezaban el ataque al dramaturgo desde
    Primer Acto fue José Monleón; éste no
    resuelve nunca una situación sin antes razonarla y medirla
    serenamente; por eso, cuando vaya a hablar de este caso
    irá urdiendo una serie de conceptos encaminados a
    persuadir y a mover a los lectores con su tesis.

    Monleón sintetiza todas las reacciones contrarias
    que hubieron en la década en que se produjo ese Festival
    Casona en tres puntos importantes. Acusa a Casona de escapismo,
    falta de vigencia cultural y desasimiento de la circunstancia
    histórica.

    Monleón, una vez superados los años de
    más tensión, escribe: 

    El esquema polémico de Casona era, evidentemente,
    primario. Hablaba del teatro político-social como si a
    él le estuviesen pidiendo sus detractores un teatro
    directamente revolucionario; no era eso, precisamente. Lo que se
    había puesto en cuestión eran sus ideas, su
    filosofía, su visión fatalista de la realidad,
    siempre desagradable, vencida o vencedora…

    A mi parecer, esta conclusión a la que llega el
    crítico es el documento más objetivo de toda la
    factoría de Primer Acto; resuelve de un plumazo esta
    polémica, que alguna que otra vez ha caído en una
    especie de escondite intelectual e ideológico.
    Monleón defiende, lógicamente, un tipo de teatro
    cargado de vigencia cultural y sostenido bajo una circunstancia
    histórica española -el período de la
    postguerra-. Cree en un teatro determinista en su carácter
    y, por definición, toda esta teoría
    artística se opone frontalmente a las fuentes
    idealistas de las que tanto bebe nuestro dramaturgo pedagogo: el
    Romanticismo,
    el Modernismo,
    etc…

    Casona, aprehendida ya la realidad fatal y
    agónica, tiene claro, desde el comienzo de su trayectoria
    literaria, que su misión
    persevera en la idea de poetizar el mundo.

    No por otro hecho es que Monleón sintiera
    que:

     El problema, en el fondo, era más
    patético y terrible para Casona que para nadie.
    Quizá por eso no se atrevió a plantearlo
    correctamente y sostuvo hasta el final que los ataques
    procedían de la ignorancia y de la envidia
    […]

    Casona era, en definitiva, la culminación de un
    teatro bien escrito y artesanalmente sabio, destinado a
    magnificar el pesimismo histórico y la capacidad del
    hombre para inventar, no importa dónde ni cómo, un
    paraíso. La verdadera vida estaba fuera de la realidad
    social.

      Casona es un escritor al que, antes que otra
    cosa, interesa releer y revalorizar, pero no cuestionar desde
    otros niveles que no estén sujetos a lo estrictamente
    literario y filosófico.

    Uno de los testimonios más recientes que razonan
    sobre su controvertido regreso a España puede verse en el
    Diccionario de
    literatura española e hispanoamericana dirigido por
    Ricardo Gullón. En este texto se
    percibe lejano el final de la dictadura que sufrimos,
    transcurrida la larga y frágil transición, y se
    tiene en cuenta que vivimos en plena consolidación de una
    democracia que, cuando se escribió, estaba casi a la
    entrada del tercer milenio, comentó, con calma y justicia,
    este asunto:

     Casona fue víctima clara del exilio: por un
    lado, se desvinculó de su ambiente natal. Por otro, su
    vuelta produjo efectos contradictorios, a los que él era
    totalmente ajeno: el gran público lo recibió con
    entusiasmo y lo convirtió, durante tres años, en su
    autor favorito. A la vez, la crítica joven y comprometida,
    lo juzgaba con mucha dureza, por anacrónico. En realidad,
    él no había cambiado: seguía haciendo el
    mismo tipo de teatro. El problema consistía en que no
    había llegado, en su momento, a su destinatario
    lógico.

    La única pieza que escribe el autor establecido
    ya en España es El caballero de las espuelas de oro, un
    drama histórico estrenado en el teatro Bellas Artes, de
    Madrid, la noche del 1 de octubre de 1964, por la
    compañía de José Tamayo y con ilustraciones
    musicales de Cristóbal Halffter. Casona insiste, por
    última vez, en dar a conocer al público lo que ha
    sido, es y será su condición humana y
    artística: un pedagogo con reverencia hacia lo
    maravilloso, un rebasador de los límites de la ciencia
    experimental que se enamora de la tierra, un melancólico
    del monte y del mar, y un poeta que se pregunta, honestamente,
    sobre el ir y venir del hombre.

    El caballero de las espuelas de oro es algo más
    que una simple biografía teatral de
    su protagonista, Francisco de Quevedo y Villegas; el dramaturgo
    presenta una serie cuidadísima de fragmentos escenificados
    de su vida, cuyo texto se basa en la misma obra y hazañas
    del poeta áureo, recreadas con la imaginación, la
    magia y el humor casoniano. Es sorprendente la belleza alcanzada
    en el lenguaje de
    este relato dramático.

    Casona sigue mostrando sus constantes teatrales al
    espectador, y, sin embargo, él se encuentra en contacto
    directo y físico con el problema de la realidad inmediata:
    la dictadura franquista. Esto refuerza aún más
    nuestro argumento sobre la idea casoniana de ir enhebrando, paso
    a paso, el camino hacia una dramaturgia global, representativa de
    los pricipios de su singular mundo.

    Un año más tarde, el 17 de septiembre de
    1965, muere en Madrid, cumplido su sueño de volver a
    España y habiendo alcanzado el reconocimiento universal
    que le coloca entre los primeros autores de teatro de nuestras
    letras contemporáneas

    FRAGMENTO DE LA
    FAMILIA DE PASCUAL DUARTE

    Nací hace ya muchos años lo menos
    cincuenta y cinco en un pueblo perdido por la provincia de
    Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo,
    agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin
    pan, lisa y larga como los días de una lisura y una
    largura como usted, para su bien, no puede ni figurarse de un
    condenado a muerte …

    Era un pueblo caliente y soleado, bastante rico en
    olivos y guarros (con perdón), con las casas pintadas tan
    blancas, que aún me duele la vista al recordarlas, con una
    plaza toda de losas, con una hermosa fuente de tres caños
    en medio de la plaza. Hacia ya varios años, cuando del
    pueblo salí, que no manaba el agua de las
    bocas y sin embargo ¡qué airosa!, ¡qué
    elegante! Nos parecía a todos la fuente con su remate
    figurando un niño desnudo, con su bañera toda
    rizada al borde como las conchas de los romeros.

    En la plaza estaba el Ayuntamiento, que era grande y
    cuadrado como un cajón de tabaco, con una torre en medio,
    y en la torre un reló, blanco como una hostia, parado
    siempre en las nueve como si el pueblo no necesitase de su
    servicio, sino sólo de su adorno. En el pueblo, como es
    natural, había casas buenas y casas malas, que son, como
    pasa con todo, las que más abundan; había una, de
    dos pisos, la de don Jesús, que daba gozo de verla con su
    recibidor todo lleno de azulejos y macetas. Don Jesús
    había sido siempre muy partidario de las plantas, y para
    mí que tenia ordenado al ama vigilase los geranios, y los
    heliotropos, y las palmas, y la hierbabuena, con el mismo
    cariño que si fuesen hijos, porque la vieja andaba siempre
    correteando con un cazo en la mano, regando los tiestos con un
    mimo que a no dudar agradecían los tallos, tales eran su
    lozanía y su verdor.

    La casa de don Jesús estaba también en la
    plaza y, cosa rara para el capital del dueño que no
    reparaba en gastar, se diferenciaba de las demás,
    además de en todo lo bueno que llevo dicho, en una cosa en
    la que todas le ganaban: en la fachada, que aparecía del
    color natural de la piedra, que tan ordinario hace, y no
    enjalbegada como hasta la del más pobre estaba; sus
    motivos tendría. Sobre el portal había unas piedras
    de escudo, de mucho valer según dicen, terminadas en unas
    cabezas de guerreros de la antigüedad, con su cabezal y sus
    plumas, que miraban, una para el Levante y otra para el Poniente,
    como si quisieran representar que estaban vigilando lo que de un
    lado o de otro podríales venir: Detrás de la plaza,
    y por la parte de la casa de don Jesús, estaba la
    parroquial con su campanario de piedra y su esquilón que
    sonaba de una manera que no podría contar, pero que se me
    viene a la memoria
    como si estuviese sonando por estas esquinas … La torre
    del campanario era del mismo alto que la del reló y en
    verano, cuando venían las cigüeñas, ya
    sabían en qué torre habían estado el verano
    anterior; la cigüeña cojita, que aun aguantó
    dos inviernos, era del nido de la parroquial, de donde hubo de
    caerse, aun muy tierna, asustada por el
    gavilán.

    Mi casa estaba fuera del pueblo, a unos doscientos pasos
    largos de las últimas de la piña. Era estrecha y de
    un solo piso, como correspondía a mi posición, pero
    como llegué a tomarle cariño, temporadas hubo en
    que hasta me sentía orgulloso de ella. En realidad lo
    único de la casa que se podía ver era la cocina, lo
    primero que se encontraba al entrar, siempre limpia y blanqueada
    con primor; cierto es que el suelo era de tierra, pero tan bien
    pisada la tenía, con sus guijarillos, haciendo dibujos, que
    en nada desmerecía de otras muchas en las que el
    dueño había echado pórlam por sentirse
    más moderno. El hogar era amplio y despejado y alrededor
    de la campana teníamos un vasar con lozas de adorno, con
    jarras con recuerdos pintados en azul, con platos con dibujos
    azules o naranja; algunos platos tenían una cara pintada,
    otro una flor, otros un nombre, otros un pescado.

    En las paredes teníamos varias cosas: un
    calendario muy bonito que representaba una joven
    abanicándose sobre una barca y debajo de la cual se
    leía en letras que parecían de polvillo de plata
    "Modesto Rodríguez. Ultramarinos finos. Mérida
    (Badajoz)", un retrato del "Espartero" con el traje de luces dado
    de color y tres o cuatro fotografías unas pequeñas
    y otras regular de no sé quien, porque siempre las vi en
    el mismo sitio y no se me ocurrió nunca preguntar.
    Teníamos también un reló despertador colgado
    de la pared, que no es por nada, pero siempre funcionó
    como Dios manda, y un acerico de peluche colorado del que estaban
    clavados unos bonitos alfileres con sus cabecitas de vidrio de color.
    El mobiliario de la cocina era tan escaso como sencillo: tres
    sillas una de ellas muy fina; con su respaldo y sus patas de
    madera
    curvada, y su culera de rejillas y una mesa de pino, con su
    cajón correspondiente, que resultaba algo baja para las
    sillas, pero que hacia su avío. En la cocina se estaba
    bien; era cómodo y en el verano, como no la
    encendíamos, se estaba fresco sentado sobre la piedra del
    hogar cuando, a la caída de la tarde, abríamos la
    puerta de par en par; en el invierno se estaba caliente con las
    brasas que, a veces, cuidándolas un poco, guardaban el
    rescoldo toda la noche. ¡Era gracioso mirar las sombras de
    nosotros por la pared! Iban y venían, unas veces
    lentamente, otras a saltitos como jugando.

    Me acuerdo que de pequeño me daban miedo, y aun
    ahora, de mayor, me corre un estremecimiento cuando traigo
    memoria de aquellos miedos.

    El resto de la casa no merece la pena ni describirlo,
    tal era su vulgaridad. Teníamos otras dos habitaciones,
    hemos de llamarlas por eso de que estaban habitadas, ya que no
    por otra cosa alguna, y la cuadra, que en muchas ocasiones pienso
    ahora que no sé por qué la llamábamos
    así, de vacía y desamparada como la
    teníamos. En una de las habitaciones dormíamos yo y
    mi mujer, y en la otra mis padres hasta que Dios, o quién
    sabe si el diablo, quiso llevárselos; después
    quedó vacía casi siempre, al principio porque no
    había quien la ocupase, y más tarde, cuando no
    podía haber habido alguien, porque este alguien
    prefirió siempre la cocina, que además de ser
    más clara no tenía soplos. Mi hermana, cuando
    venía, dormía siempre en ella, y los chiquillos,
    cuando los tuve, también tiraban para allí en
    cuanto se despegaban de la madre. La verdad es que las
    habitaciones no estaban muy limpias ni muy construidas, pero en
    realidad tampoco había para quejarse; se podía
    vivir, que es lo principal, a resguardo de las nubes de Navidad, y a
    buen recaudo para lo que uno se merecía de las asfixias de
    la Virgen de agosto. La cuadra era lo peor, era lóbrega y
    oscura, y en sus paredes estaba empapado el mismo olor a bestia
    muerta que desprendía el despeñadero cuando
    allá por el mes de mayo comenzaban los animales a criar
    la carroña que los cuervos habíanse de
    comer…

    Es extraño, pero de mozo, si me privaban de aquel
    olor me entraban unas angustias como de muerte; me acuerdo de
    aquel viaje que hice a la capital. Anduve todo el día de
    Dios desazonado, venteando los aires como un perro de caza.
    Cuando me fui a acostar, en la posada, olí mi
    pantalón de pana. La sangre me calentaba todo el cuerpo
    … Quité a un lado la almohada y apoyé la
    cabeza para dormir sobre mi pantalón doblado. Dormí
    como una piedra aquella noche.

    En la cuadra teníamos un burrillo matalón
    y escurrido de carnes que nos ayudaba en la faena y, cuando las
    cosas venían bien dadas, que dicho sea pensando en la
    verdad no siempre ocurría, teníamos también
    un par de guarros (con perdón) o tres. En la parte de
    atrás de la casa teníamos un corral o saledizo, no
    muy grande, pero que nos hacia su servicio, y en él un
    pozo que andando el tiempo hube de cegar porque dejaba manar un
    agua muy
    enfermiza.

    Por detrás del corral pasaba un regato, a veces
    medio seco y nuca demasiado lleno, cochino y maloliente como
    tropa de gitanos, y en el que podían cogerse unas anguilas
    hermosas, como algunas tardes y por matar el tiempo me
    entretenía en hacer … Cuando me daba por pescar se
    me pasaban las horas tan sin sentirlas, que cuando tocaba a
    recoger los bártulos casi siempre era de noche;
    allá, a lo lejos, como una tortura baja y gorda, como una
    culebra enroscada que temiese despegarse del suelo, Almendralejo
    comenzaba a encender sus luces eléctricas … Sus
    habitantes a buen seguro que ignoraban que yo había estado
    pescando, que estaba en aquel momento mismo mirando cómo
    se encendían las luces de sus casas, imaginando incluso
    cómo muchos de ellos decían cosas que amí me
    figuraban o hablaban de cosas que amí se me
    ocurrían. ¡Los habitantes de las ciudades viven
    vueltos de espaldas a la verdad y muchas veces ni se dan cuenta
    siquiera de que a dos leguas, en medio de la llanura, un hombre
    del campo se distrae pensando en ellos mientras dobla la
    caña de pescar, mientras recoge del suelo el cestillo de
    mimbre con seis o siete anguilas dentro!…

    Sin embargo, la pesca siempre
    pareció pasatiempo poco de hombres, y las más de
    las veces dedicaba mis ocios a la caza; en el pueblo me dieron
    fama de no hacerlo mal del todo y, modestia aparte, he de decir
    con sinceridad que no iba descaminado quien me la dio.

    Tenia una perrilla perdiguera la Chispa medio ruin,
    medio bravía, pero que se entendía muy bien
    conmigo; con ella me iba mucha mañanas hasta la Charca, a
    legua y media del pueblo hacia la raya de Portugal, y nunca nos
    volvíamos de vacío para casa. Al volver, la perra
    me adelantaba y me esperaba siempre junto al cruce; había
    allí una piedra redonda y achatada como una silla baja, de
    la que guardo tan grato recuerdo como de cualquier persona;
    mejor, seguramente, que el que guardo de muchas de ellas …
    era ancha y algo hundida y cuando me sentaba se me
    escurría un poco el trasero (con perdón) y que
    quedaba tan acomodado que sentía tener que dejarla; me
    pasaba largos ratos sentado sobre la piedra del cruce, silvando,
    con la escopeta entre las piernas, mirando lo que había de
    verse, fumando pitillos.

    La perrilla se sentaba enfrente de mí sobre sus
    dos patas de tras, y me miraba, con la cabeza ladeada, con sus
    dos ojillos castaños muy despiertos; yo le hablaba y ella,
    como si quisiese entenderme mejor, levantaba un poco las orejas;
    cuando me callaba aprovechaba para dar una carreras detrás
    de los saltamontes, o simplemente para cambiar de postura. Cuando
    me marchaba, siempre, sin saber por qué, había de
    volver la cabeza hacia la piedra, como para despedirme, y hubo un
    día que debió parecerme tan triste por mi marcha,
    que no tuve más suerte que volver mis pasos a sentarme de
    nuevo … La perra volvió a echarse frente a
    mí y volvió a mirarme; ahora me doy cuenta de que
    tenía la mirada de los confesores, escrutadora y
    fría, como dicen que es la de los linces
    ….

    Un temblor recorrió todo mi cuerpo;
    parecía como una corriente que forzaba por salirme por lo
    brazos. El pitillo se me había apagado; la escopeta, de un
    solo caño, se dejaba acariciar, lentamente, entre mis
    piernas. La perra seguía mirándome, fija, como si
    no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un
    momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas
    de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese
    que entregarme; hacia calor, un
    calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar,
    como un clavo, del animal ….

    LA
    NOVELA EN LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA

    La novela es el género más floreciente de
    la literatura española contemporánea. Max Aub es
    autor, entre otras obras, de El laberinto mágico
    —amplio panorama sobre la guerra civil— y La
    verdadera historia de la muerte de Francisco Franco (1960). Una
    de las mejores novelas de Francisco Ayala, crítico y
    sociólogo además de novelista, es Muertes de perro
    (1958), que describe el mundo esperpéntico de una
    dictadura americana. Las novelas La familia de Pascual Duarte
    (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen
    Laforet, figuran entre las más destacadas de un nuevo tipo
    de realismo conocido como tremendismo, que se caracteriza por la
    presencia del antihéroe y la insistencia en los aspectos
    más sórdidos y desagradables de la vida. Cela,
    galardonado con el Premio Nobel en 1989, ha escrito novelas de
    estilos muy diferentes y es también conocido por sus
    libros de viajes. La colmena (1951) es para algunos su mejor
    novela.

    Antonio Gala El escritor español Antonio Gala se
    dió a conocer como autor dramático, alcanzó
    gran notoriedad con sus novelas en la década de 1980 y en
    la década de 1990 ha conseguido un éxito de
    público inaudito en la historia de las letras
    españolas como poeta.Colita/Corbis

    Una variante más tradicional de realismo es la
    que representan las obras de escritores como Ignacio
    Agustí, a quien se debe el ciclo La ceniza fue
    árbol, centrado en la burguesía de Cataluña,
    y José María Gironella, autor de Los cipreses creen
    en Dios (1953), que inauguró una saga de conflictos
    familiares que simbolizan las disputas políticas
    que condujeron a la Guerra Civil española. Miguel Delibes
    destaca por sus libros de viajes y novelas realistas, entre las
    que sobresalen La sombra del ciprés es alargada (1948) y
    Cinco horas con Mario (1966). Ana María Matute, que
    ingresó en la Real Academia Española en 1996, y que
    suele emplear un realismo exagerado pese a sus arranques
    líricos, encuentra en la infancia uno de sus temas
    habituales y es autora de libros como Los niños tontos
    (1956) y Primera memoria (1959). El Jarama, de Rafael
    Sánchez Ferlosio, es una novela objetiva en extremo, de
    estilo innovador en su época que su autor no
    tardaría en abandonar. Las novelas de Juan Goytisolo
    abordan problemas existenciales y son un alegato contra el
    vacío histórico de la sociedad española;
    entre sus obras más famosas se encuentran
    Reivindicación del conde don Julián (1970) y
    Paisajes después de la batalla (1982). Entre las novelas
    de Ramón J. Sender, considerado por algunos como el
    novelista más importante de esta generación, se
    incluyen Mr. Witt en el cantón (1935), Crónica del
    alba (1942) y Réquiem por un campesino español
    (1960).

    Camilo José Cela El premio Nobel español,
    Camilo José Cela (1916- ), se inició en el estilo
    conocido como tremendismo, de claras connotaciones taurinas, con
    la novela La familia de Pascual Duarte, obra de crudo realismo
    que supuso la incorporación de las letras españolas
    a la narrativa europea moderna.Archivo
    Fotográfico Oronoz

    El mismo proceso que llevó la poesía
    posbélica se dio en la narrativa. Pero en este caso las
    influencias foráneas desde James Joyce a William Faulkner,
    John Dos Passos, Franz Kafka o
    André Gide supusieron innovaciones temáticas y
    estilistas cuyo resultado fue una rica diversidad de obras y
    autores, de tal manera que se puede afirmar que de "los cinco
    millones de procedimientos que hay para contar una historia"
    —según Henry James— se están empleando
    todos. Entre los autores importantes de la narrativa actual, sin
    que ello suponga detrimento para los no nombrados, cabe citar a
    Alfonso Grosso, Juan Marsé, Mercedes Salisachs, Eduardo
    Mendoza, Aquilino Duque, Lourdes Ortiz, Luis Mateo Díez,
    Julián Ríos, Adelaida García Morales, Arturo
    Pérez-Reverte, Almudena Grandes, Mariano Antolín
    Rato, Quim Monzó o Rafael Chirbes, entre otros.

    ESCENARIO DE LA POSTGUERRA

    ALEJANDRO CASONA

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    CAMILO JOSE CELA

     PORTADA DE ALGUNAS OBRAS DE CAMILO JOSE
    CELA

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    Resumen:

    La monografía tiene como tema principal el
    desarrollo histórico y literario de España, en la
    época contemporánea; así como los
    máximos representante literarios, como lo son Cela y
    Casona.

    Bibliografía

    FATACCIOLI RUBIO, Nora. Literatura
    española. Editorial Montoya LLima 1999

    CONTRERAS IDROGO, Guely. Texto guía de lengua
    y literatura. Ediciones Castillo. Chiclayo 2000

    Enciclopedia:

    Microsoft ® Encarta ® Biblioteca de
    Consulta 2002. © 1993-2001 Microsoft
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    www.literatura.com

    www.monografias.com

    www.epdlp.com

    www.celafund.es

     

     

     

     

    Autor:

    Biaggio Arbulú Baquedano

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