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Ascenso parlamentario y reelección legislativa




Enviado por Emilio Velazco Gamboa



    Indice
    1. El
    ascenso parlamentario

    2. La reelección legislativa como
    plataforma política

    1. El ascenso parlamentario

    La carrera parlamentaria debe estar abierta
    a todas las profesiones y para los hombres
    de sensibilidad política, criterio
    abierto
    y sentido común, y fundamentada
    en el
    conocimiento de la técnica legislativa,
    en lo particular,
    y en el derecho parlamentario
    como base de la cultura
    general.
    Por ascenso parlamentario se deberá entender, en primer
    plano, la oportunidad que tiene un actor político, de ser
    nominado y electo a un cargo legislativo, ya sea en calidad de
    propietario o suplente. Así, su carrera política se
    empieza a consolidar, o en su caso, empieza a tener mayor
    proyección cuando ocupa un cargo político de dicha
    naturaleza,
    como ya se dijo, independientemente de que sea con carácter
    propietario o suplente.
    Aquí se habla de consolidar, o bien, reforzar una carrera
    política cuando un personaje con mucha militancia y
    carrera partidista ocupa este tipo de cargos. Suele ser el caso
    de los líderes sindicales o populares, quienes ya poseen
    proyección desde sus liderazgos gremiales, partidistas o
    sociales.
    También se habla de proyectar una carrera política
    cuando se trata de actores políticos de nuevo cuño
    o con edad bastante joven y que en el cargo legislativo
    –sea suplente o propietario– encuentran la
    posibilidad de sobresalir y adquirir preponderancia tanto social
    como gremial y/o partidista.
    En un segundo plano, se entiende como ascenso parlamentario la
    oportunidad que tiene un actor político de ser nominado de
    un cargo legislativo suplente a otro de carácter
    propietario. Esto no es unívoco, ya que, por decir un
    ejemplo, hay Regidores suplentes que se convierten en Regidores
    propietarios, pero también hay Regidores suplentes que se
    convierten en Diputados propietarios o viceversa, etc.
    En un tercer plano, se entiende como ascenso parlamentario la
    oportunidad que tiene un actor político de ser nominado a
    un cargo legislativo de otro nivel gubernativo, ya sea en calidad
    de suplentes o propietarios. Esto tampoco es unívoco, pues
    hay legisladores que son Diputados locales suplentes y
    después, Diputados federales suplentes, o Diputados
    locales propietarios que se convierten en Diputados federales
    suplentes, etc.
    Ahora bien, al ascenso de un cargo legislativo suplente hacia el
    mismo cargo pero como propietario –por ejemplo, de Regidor
    suplente a Regidor propietario del Ayuntamiento de Puebla, ya sea
    de un período de gobierno a otro o
    dentro del mismo período al salir el propietario y entrar
    en funciones el
    suplente– se le podría denominar ascenso
    lateral.
    A su vez, al ascenso de un cargo legislativo, sea como suplente o
    como propietario, hacia otro cargo de otro congreso o cabildo,
    independientemente de que llegue como suplente o como
    propietario, se le denominará ascenso superior, aunque
    ello no implica que ser legislador federal sea un cargo
    más importante que ser legislador local o viceversa.
    Por supuesto, en la realidad política mexicana esto
    sí es importante, ya que normalmente tienen mayor
    proyección tanto partidista como social los actores que
    ocupan un cargo federal que uno local, pero esto tampoco es una
    verdad unívoca. Enseguida se analizan más a fondo
    las consideraciones y el desarrollo de
    estas nociones sentadas en la presente tesis.

    Consideraciones previas
    Para terminar de comprender cómo se forma un legislador,
    no basta saber que éste se hace en el seno de su comunidad, de una
    asociación o gremio, o en su partido, aunque sí es
    necesario saber que:

    1. En el trabajo
      comunitario, el actor se vuelve líder
      de un grupo
      vecinal determinado y sienta las bases de su futura
      actuación como personaje político, pues empieza
      por representar sus intereses familiares ante sus vecinos y,
      posteriormente, sus intereses vecinales ante autoridades,
      partidos y otras organizaciones
      políticas y sociales.
    2. En el trabajo gremial, se vuelve líder de un
      grupo social determinado (ya sea laboral,
      profesional, empresarial e inclusive vecinal, ya que se
      comprende también a las asociaciones de colonos o
      asambleas de barrios, etc.) y sienta las bases de su futura
      actuación como actor político, pues empieza por
      representar sus intereses personales ante sus compañeros
      y, posteriormente, los intereses de sus compañeros de
      asociación u organismo gremial.
    3. En el trabajo de partido, se reafirma como
      líder comunal o gremial suponiendo que su comunidad o
      asociación se afilian o relacionan con algún
      partido político. Independientemente de lo anterior,
      puede volverse un líder político al entrar en
      contacto con otras comunidades y grupos
      sociales, profesionales, laborales, etc. y posteriormente,
      como representante popular, en caso de que –valga la
      redundancia– empiece a representar los intereses y
      necesidades de esas personas y grupos.

    Ahora, si bien hay representantes comunitarios o
    gremiales que hacen trabajo de partido, no es el caso de todos,
    sino que algunos llegan a ser invitados por los partidos
    políticos para contender en procesos
    electorales como candidatos externos –también se les
    ha dado en denominar candidatos ciudadanos–.
    Pero hay otro tipo de trabajo que también da forma al
    futuro legislador, muy aparte de que lo combinen o no con los
    tres frentes planteados en este capítulo y en el anterior,
    es decir, el trabajo de campo, sólo que antes se quiere
    terminar de analizar lo correspondiente al ascenso y la
    reelección parlamentaria.

    El ascenso parlamentario
    El ascenso parlamentario es el paso del actor político de
    un órgano legislativo a otro. Esto puede resumirse en una
    ruta crítica muy sencilla que será explicada a
    partir de dos casos cercanos a este autor: el desaparecido
    líder obrero Blas Chumacero Sánchez y el actual
    gobernador poblano, licenciado Melquiades Morales Flores.
    Blas Chumacero fue un obrero textil nacido en la Ciudad de Puebla
    en 1908, que se convirtió en secretario general del
    sindicato
    "Unión, fuerza y
    progreso" de la fábrica San Alfonso y, posteriormente, en
    secretario general de la FTP, en donde
    llegó a ser tan influyente que el nonagenario Fidel
    Velázquez lo nombró secretario general adjunto suyo
    y uno de los posibles sucesores en el cargo junto con el
    también desaparecido Emilio González y Leonardo
    Rodríguez Alcaine, actual jefe de la CTM.
    Desde la FTP, don Blas alcanzó en 1937 el cargo de
    Diputado por el 1° Distrito de la Ciudad de Puebla, el cargo
    de Diputado a la XXXII Legislatura del Congreso local.
    Después, fue Diputado a las XXXVIII, XL, XLII, XLIV y
    XLVII Legislaturas del Congreso de la Unión. Con todo,
    aún fue electo Diputado Federal una vez más y
    Senador en dos ocasiones.
    El Abogado Melquiades Morales Flores tiene una carrera amplia y
    plena de éxitos en cargos administrativos, partidistas,
    académicos y legislativos. Como estos últimos son
    los que interesan a esta tesis, se les hará referencia
    inmediata. El actual jefe del Ejecutivo poblano fue de 1972 a
    1975, Diputado a la XLV Legislatura del Congreso del Estado de
    Puebla, y en la legislatura anterior había sido Diputado
    suplente. Después, fue Diputado Federal tres ocasiones,
    Senador suplente de 1982 a 1988 y Senador a las LVI y LVII
    Legislaturas del Congreso de la Unión, de donde
    saltó a la gubernatura de su estado.
    Siempre que se quiera utilizar este modelo
    explicativo, se sugerirá el uso de la letra r si se quiere
    mencionar que fue Regidor de algún ayuntamiento, cargo
    equiparable al de un Diputado debido a sus funciones
    legislativas, la d si fue Diputado a un Congreso local, la D si
    es que fue Diputado Federal y la S si fue Senador.
    Invariablemente, para los casos en que haya sido suplente se
    manejará una s minúscula. Ejemplo, Regidor
    suplente: rs; Diputado Federal suplente, Ds.

     

    Blas Chumacero Sánchez.

     

    D

    D

    D

    D

    D

    D

    D

    S

    D

    S

    Melquiades Morales Flores

    ds

    d

    D

    D

    D

    Ss

    D

    S

    Cuadro 2: Posiciones legislativas ocupadas por los CC.
    Blas Chumacero Sánchez y Melquiades Morales Flores.
    La mayoría de los legisladores, hablando
    específicamente del caso del PRI, a manera de regla
    general, han ocupado una sola vez cada cargo, y ascienden de los
    órganos parlamentarios locales hacia los
    federales.

    Esto se ve así:

     

    CUADRO 3: Rutas generales de ascenso legislativo
    (caso PRI).

    En este caso se encuentran la mayoría de
    los legisladores priístas.

    r

    d

    D

    S

    Esta es una variante del primer caso, en la cual
    los legisladores no pasan por ningún Cabildo sino
    por el Congreso local.

     

    d

    D

    S

    Esta es otra variante del primer caso, en la que
    una gran parte de los actores no llegan a ser
    Senadores.

    r

    d

    D

    Este es un modelo menos usual, pero patente. Por
    ejemplo, así es como ascendió el M. V. Z.
    Germán Sierra Sánchez en el espectro
    político poblano (actualmente es Senador por segunda
    vez, pero no se cuenta ese nuevo cargo por razones
    metodológicas).

     

    D

     

    d

     

    S

    Elaboración: Emilio Velazco
    Gamboa,

    Universidad del Desarrollo del Estado de
    Puebla

    Estas, como ya se dijo, son las rutas más general
    y tradicionalmente seguidas (desde 1929) por los actores
    provenientes del Partido Revolucionario Institucional.
    Regularmente, cuando han llegado al cargo de Senadores ya no
    regresan a los otros escaños, pero cuando llegan a
    repetir, lo hacen como Diputados Federales, pues raramente
    regresan a los Cabildos o a los Congresos estatales.

    Para reforzar esta hipótesis, a continuación se
    presenta una tabla de la politóloga Emma Campos Vargas,
    misma que fue publicada por el Instituto de Investigaciones
    Legislativas de la H. Cámara de Diputados a través
    de su revista
    Quórum en 1996.

     

    CUADRO 4.

    Reelección legislativa en ambas
    Cámaras del Congreso de la Unión

    PRI (1934-1997)

    N° de elecciones

    N° de legisladores reelectos en ambas
    cámaras (rutas de elección)

    Total ambas cámaras

    Porcentaje

    2

    185 (DS), 20 (SD)

    205

    64.2%

    3

    38 (DDS), 31 (DSD), 2 (SDD), 1 (SSD), 7
    (SDS)

    84

    26.3%

    4

    3 (DDSD), 11 (DDDS), 4 (DSDS), 2 (SDSD), 1 (DDSS),
    1 (DSDD)

    22

    6.9%

    5

    2 (DDSDD), 1 (DDDSD), 1 (DDDDS), 1
    (DDDSS)

    5

    1.6%

    6

    1 (DDDSDS)*

    1

    0.3%

    7

    1 (DDSDSDS)**

    1

    0.3%

    8

    1 (DDDDDSDS)***

    1

    0.3%

    D= Diputado, S= Senador. Las diferentes
    combinaciones responden a la

    secuencia temporal de las rutas de
    reelección legislativa.

    *Carlos Sansores Pérez,
    **Emilio M. González Parra. ***Blas
    Chumacero Sánchez

    Así, los legisladores mexicanos adquieren
    experiencia parlamentaria –con todas las habilidades que
    ello implica– no sólo a través de la
    reelección, sino del ascenso de un órgano
    legislativo a otro, ya sea alternando a nivel local o federal,
    etc.
    Un problema grande que se ha detectado es que muy pocos de los
    actores ya experimentados regresan a las legislaturas estatales.
    De un cargo de Diputado Federal sí ha habido actores que
    regresan a los Congresos locales o a un Cabildo como Regidor o
    como Síndico, pero la mayoría y, de hecho, la casi
    totalidad –como demuestra Emma Campos–, una vez que
    pasan por la Cámara de Senadores, ya no regresan a las
    legislaturas estatales.
    Obvio, dice la autora, "la carrera legislativa culmina, si es que
    alguna vez empezó, en el Senado, no en una cámara
    local". Así, puede concluirse que los actores ascienden de
    los parlamentos locales a los federales, mas no así en
    sentido inverso, y generalmente, en el caso del Congreso de la
    Unión, de la Cámara de Diputados a la de
    Senadores.

    La reelección legislativa
    La mayoría de los investigadores del fenómeno
    parlamentario mexicano tienen la idea de que la mejor forma, si
    no es que la única, de fortalecer al Poder
    Legislativo, es a través de la reelección
    parlamentaria. Claro que hay autores que proponen otras medidas,
    pero la mayoría se van por la alternativa de la
    reelección, así que se analizará
    ésta.
    Emma Campos Vargas, politóloga por el Instituto
    Tecnológico Autónomo de México
    (ITAM), en su análisis "Los legisladores del PRI de 1934
    a 1997: la perversidad de la no reelección""(publicado en
    1996 por el Instituto de Investigaciones Legislativas de la H.
    Cámara de Diputados) sostiene que "mientras México
    no cuente con legisladores experimentados, no tendrá un
    Poder
    Legislativo fuerte que funja como contrapeso a los
    extraordinarios poderes de la presidencia de la
    República".
    Así, sostiene la autora, "la experiencia acumulada de un
    legislador es fundamental, pero al mismo tiempo es de
    vital importancia la continuidad que se mantenga en ese proceso de
    acumulación. Es decir, entre menos años transcurren
    para regresar a la Cámara, se capitaliza más
    rápido la experiencia, perdiéndose menos información, familiaridad y conocimiento
    de los problemas y la
    evolución de la agenda legislativa".
    La doctora Luisa Béjar, investigadora de la UNAM, dice que
    "hacia el final de la XLV Legislatura de la Cámara de
    Diputados (1961-1964) el Partido Popular Socialista (PPS)
    proponía una reforma para fortalecer al Poder Legislativo,
    consistente en restablecer la reelección inmediata de los
    miembros de éste. En dicho texto se
    argumentaba que con este cambio, los
    representantes del pueblo y los estados podrían realizar
    mejor sus funciones al contar con los conocimientos necesarios
    para ello".
    Luisa Béjar coincide con Emma Campos respecto al valor de la
    experiencia de los legisladores, ya que –dice–, con
    el tiempo, el conocimiento y la experiencia que los
    representantes acumulan en un desempeño continuo de sus tareas, redunda
    en una supervisión y un control
    parlamentario más eficaz sobre el gobierno. Además
    –continúa–, "la madurez y
    especialización adquiridas por este medio, los capacita
    para elevar la calidad y el rendimiento de sus intervenciones,
    condición cuanto más necesaria frente a una
    burocracia
    administrativa mejor dotada de apoyo logístico que este
    órgano".
    Quizá uno de los investigadores más equilibrados y
    objetivos en
    torno a este
    fenómeno sea el Doctor Alonso Lujambio, investigador del
    ITAM, quien dice que el legislador que ha hecho su trabajo y ha
    logrado reelegirse en dos o tres ocasiones acumula experiencia, y
    que en los parlamentos no brotan expertos de la nada, que los
    legisladores se vuelven expertos trabajando.
    Pero también dice que, "volver a plantar en suelo mexicano la
    institución de la reelección legislativa" –se
    habla de reelección inmediata, no de reelección con
    un período intermedio como la que se tiene hoy–
    "requiere de un análisis cuidadoso de las condiciones
    específicas en que lo hará, las ventajas que
    reportará y los efectos negativos que supondrá,
    pues depende de muchos factores, tales como el sistema electoral
    vigente, de quién elige las candidaturas en los partidos
    y, por supuesto, del electorado".
    Además, conviene revisar los límites
    que tendría esta situación, tales como
    cuántas veces podrían reelegirse, cuántas
    por el principio de mayoría y cuántas por la
    vía plurinominal, cuántos años en total por
    cada cargo, etc. Sin embargo, es insoslayable que el legislador
    adquiere buena parte de sus tablas al volver al mismo cargo
    parlamentario en una segunda ocasión o en
    más.

    El trabajo de campo
    El futuro legislador no se moldea forzosa y exclusivamente en las
    lides comunitarias, gremiales o partidistas, sino también
    en el trabajo de campo, aunque no sea, propiamente, como Diputado
    o Senador en funciones. El trabajo de campo legislativo, como le
    habíamos denominado en un principio, consiste en todas las
    actividades que los actores desempeñan dentro de los
    poderes o las dependencias de éstos, pues se han dado
    casos en los que el futuro funcionario público se moldea
    esencialmente en el área donde trabaja.
    Se tiene, por decir algo, el caso del individuo que empieza a
    trabajar desde muy joven en una secretaría de Estado y,
    con el tiempo, se convierte en titular de ésta. Así
    sucede también con el futuro miembro del Congreso de la
    Unión (o de algún Congreso local o Cabildo), quien
    puede –por este medio– tener ya experiencia
    legislativa.
    Al respecto, Rafael Tejeda de Luna dice que "no necesariamente se
    debe entender por experiencia legislativa el haber sido
    anteriormente Senador o Diputado, sino que en muchos casos existe
    este tipo de experiencia al haber trabajado previamente en
    cualquiera de ambas cámaras como secretario técnico
    de alguna comisión o como asesor –y no sólo
    eso, sino como auxiliar o asistente, secretario particular,
    etc.–, y que muchas de las personas que han ocupado dichos
    cargos han tenido que aprender a negociar con los Senadores o
    Diputados, por lo que habría que considerar como
    experiencia legislativa a alguno de estos casos".
    También, aunque en otro sentido, puede entenderse que
    alguien tiene experiencia legislativa si posee una sólida
    formación académica en tal sentido, como es el caso
    de muchos catedráticos que cuenta con amplios y profundos
    conocimientos en materia de
    legislación, técnica legislativa, procedimientos y
    derecho parlamentario, etc.
    Como ya se dijo, generalmente se cree que reelegirse en un cargo
    parlamentario implica adquirir capacidad para los procesos
    inherentes a un órgano de este tipo, o bien, que significa
    especializarse en algún área al interior de un
    Cabildo o Congreso estatal.
    Pero esto no es necesariamente cierto, pues como dice Miguel
    Carbonell –investigador del Instituto de Investigaciones
    Jurídicas de la UNAM–, "la experiencia legislativa a
    través de la reelección –no consecutiva,
    desde luego– no se ha producido ni siquiera en el PRI, a
    pesar de su larga permanencia como mayoría absoluta en la
    Cámara de Diputados, y que esa misma constante se repite
    para el caso de los Senadores del PRI y en los partidos de
    oposición, en los que la experiencia de la
    reelección ha sido muy reducida y, en todo caso, bastante
    concentrada en pocos legisladores".
    Además, citando al mismo autor, "si se observan las
    carreras parlamentarias más largas de México
    (cuadro N° 1), se podrá distinguir que quienes las han
    desempeñado han sido líderes de los grupos
    corporativos que se han organizado a la sombra del partido
    mayoritario, es decir, que la reelección ha operado como
    un sistema de recompensas y de favores para los que han sido
    "leales" al sistema –o diríamos mejor al
    régimen priísta–, pero no se ha traducido en
    una mejor profesionalización dela tarea legislativa,
    porque todos aquellos que han repetido en el mismo escaño
    no se han especializado nunca en un tema concreto".

    CUADRO N° 1

    Las 18 carreras más largas en el Poder
    Legislativo

    1930-2000 (hasta la LVII Legislatura)

    Actor político

    Partido

    Diputaciones

    Senadurías

    Elecciones

    Total años

    1. Blas Chumacero Sánchez

    PRI

    6

    2

    8

    30

    2. Emilio M. González Parra

    PRI

    4

    3

    7

    30

    3. Carlos Sansores Pérez

    PRI

    4

    2

    6

    24

    4. Alfonso Sánchez Madariaga

    PRI

    2

    3**

    5

    21

    5. Hilda Anderson Nevárez

    PRI

    4

    1

    5

    18

    6. Jorge Cruickshank García

    PPS

    4

    1

    5

    18

    7. Luis M. Farías

    PRI

    4

    1

    5

    18

    8. Alfonso Garzón
    Santibáñez

    PRI

    4

    1

    5

    18

    9. José Luis Lamadrid Souza

    PRI

    4

    1

    5

    18

    10. Humberto Lugo Gil

    PRI

    2

    2

    4

    18

    11. Eduardo Luque Loyola

    PRI

    2

    2

    4

    18

    12. Víctor Manzanilla Schaffer

    PRI

    2

    2

    4

    18

    13. Norberto Mora Plancarte

    PRI

    2

    2

    4

    18

    14. Héctor Hugo Olivares Ventura

    PRI

    2

    2

    4

    18

    15. Juan José Osorio Palacios

    PRI

    6

    0

    6

    18

    16. Óscar Ramírez Mijares

    PRI

    3

    2**

    5

    18

    17. Leonardo Rodríguez Alcaine

    PRI

    3

    2**

    5

    18

    18. Jesús Yurén Aguilar

    PRI

    2

    2

    4

    18

    ** Uno de los períodos como Senador fue
    electo por tres años.

    Fuente: Periódico Reforma, suplemento
    Enfoque, 20 de octubre de 1996 p. 4.

    El cuadro anterior mostró cuantitativamente la
    experiencia de los personajes a través de la
    reelección para los cargos de Diputado y Senador, pero no
    pudo demostrar –cosa que, además, es
    metodológicamente difícil y poco viable
    comprobar– la experiencia de manera cualitativa.
    Es decir, dijo cuántos años y cuántas veces
    fueron representantes al Congreso de la Unión, pero no
    sirvió para mostrar que estos actores políticos se
    hubiesen especializado en los procesos inherentes al puesto o en
    algún área específica del quehacer propio de
    dichos cargos (gobernación, cuenta pública, defensa
    nacional, relaciones exteriores, etc.).
    La anterior aseveración no significa que los legisladores
    no dominen jamás el ámbito parlamentario, pero hace
    más viable la idea de que, en la mayoría de los
    casos, la reelección sirvió más para
    proyectarlos como líderes de primer nivel y para
    afianzarlos de modo vitalicio en la esfera pública, que
    para convertirlos en legisladores profesionales.
    En resumen, sirvió para impulsarlos a ser líderes
    estatales o nacionales de sus partidos o de las organizaciones
    sectoriales o adherentes de ellos, como prospectos valiosos para
    la presidencia de la República, la gubernatura de sus
    estados o alguna secretaría de Estado del Poder
    Ejecutivo Federal, etc.
    Así, por dar ejemplos, se tiene al extinto líder
    Blas Chumacero, quien, hasta pocos meses antes de su muerte, se
    mantuvo como secretario general de la Federación de
    Trabajadores de Puebla (FTP), filial de la CTM, con todas las
    canonjías que ello le podía otorgar a su organización. Así, de 14 diputados
    federales y 3 senadores por la entidad poblana, la CTM
    gozó de 2 Diputados de mayoría y 1 Senador
    además de los incontables puestos al interior del PRI
    estatal y del gobierno local, ayuntamientos, del Congreso
    poblano, etc.
    Emilio González también fue líder vitalicio
    de la FTP de Nayarit y lo impulsó a la gubernatura de su
    estado natal. Carlos Sansores llegó a ser presidente del
    PRI nacional y gobernador de Campeche. Luego entonces, la
    reelección legislativa le dio a estos actores, a su
    partido y al régimen priísta otros beneficios,
    tales como la continuidad y la permanencia en el poder.
    Recordando lo ya dicho por Rafael Tejeda de Luna, acerca de que
    no necesariamente se debe entender por experiencia legislativa el
    haber sido anteriormente Senador o Diputado, hay ejemplos de
    legisladores que se volvieron tales sin antes haber sido electos
    como miembros de un Congreso o Cabildo, y que a la hora de
    acceder ya en calidad de Regidores, Diputados o Senadores, las
    habilidades aprendidas y desarrolladas en el trabajo de campo,
    las desempeñaron en su cargo con toda eficacia y
    efectividad.
    Un caso es el maestro Jorge Moreno Collado, quien fuera Diputado
    a la LVI Legislatura del H. Congreso de la Unión y, en tal
    calidad, presidente del Comité del Instituto de
    Investigaciones Legislativas de la Cámara de
    Diputados.
    Antes de acceder a dicho cargo, este personaje tuvo una gran
    trayectoria como profesor e investigador universitario, y como
    funcionario público ocupó los cargos de Coordinador
    General de Descentralización Educativa de la
    Secretaría de Educación
    Pública, Oficial Mayor de la Cámara de Senadores y
    Director General de Gobierno de la Secretaría de
    Gobernación.
    Este actor político no sólo se destacó por
    sus acertadas intervenciones en tribuna o dentro de las
    comisiones a las que perteneció en funciones, sino dentro
    del Comité del Instituto de Investigaciones Legislativas,
    el cual se proyectó con gran fuerza durante el tiempo que
    lo presidió.
    Dicho Instituto promovió diversos eventos en los
    cuales se abordaron temas de interés y
    gran relevancia dentro de la problemática política,
    jurídica y social de México, dándoles un
    enfoque no sólo académico, sino práctico,
    pues se planteaban desde una óptica
    viable, toda vez que se podían discutir desde el
    ámbito parlamentaria y los procesos que éste lleva
    implícitos.
    Además, se les daba una amplia difusión a
    través de las publicaciones del Instituto, algunas de
    ellas en forma de memorias de
    los eventos y textos de autores reconocidos, así como de
    una publicación periódica, la revista
    Quórum, esfuerzo editorial iniciado desde la LV
    Legislatura y muy bien retomado y proyectado por el Diputado
    Jorge Moreno Collado.
    Con ello, además de ilustrar el caso, se rompe la trillada
    teoría
    de que la profesionalización del Poder Legislativo se da a
    través de la reelección sucesiva e ilimitada de los
    representantes populares, pues como dice Miguel Ángel
    Camposeco Cadena, reforzando las palabras de Rafael Tejeda de
    Luna, "quien prepara los materiales y
    redacta las propuestas (dentro del Poder Legislativo), así
    como quien elabora los documentos de
    proposición formal y, por último, quienes
    intervienen para dictaminar la viabilidad de las iniciativas de
    leyes, todos
    ellos son personas que poseen suficientes conocimientos y un
    grado de especialización profesional en cuestiones
    parlamentarias. En términos generales, pueden considerarse
    legisladores, aunque formalmente sólo lo sean los
    representantes populares, es decir, los Diputados y Senadores", y
    también los Regidores, a quien en este trabajo
    también se considera legisladores dada la función
    legislativa que desempeñan en los cabildos.

    2. La reelección
    legislativa como plataforma política

    Como se sabe, el hecho de haber ocupado un cargo
    legislativo –sea una regiduría o una
    senaduría– implica la adquisición de una
    experiencia en procesos parlamentarios y, a veces, también
    una adquisición de dominio de la
    técnica legislativa.
    No necesariamente es así, pues muchos legisladores suelen
    terminar un período legislativo casi tan desconocedores o
    faltos de dominio de las técnicas y
    procesos parlamentarios como cuando entraron. Sin embargo, toda
    experiencia es formativa y puede ser parcialmente cierto en el
    caso de los legisladores mexicanos.
    No obstante, el hecho de haber ocupado un cargo legislativo
    –en cualquiera de los niveles de la administración
    pública y gubernativa en México– no
    implica que el personaje que lo ocupó adquiera fama o
    notoriedad pública, liderazgo
    social o partidista, etc. De hecho, hay legisladores que una vez
    concluido su período en una cámara, cabildo o
    congreso, son relativamente desconocidos por el pueblo.
    Es por ello que la reelección o el ascenso a un cargo
    parlamentario de cualquier otro nivel gubernativo cobra
    particular importancia en la proyección del actor
    político como personaje protagónico de la vida
    política de un municipio, de una entidad federativa o del
    país, es decir, como plataforma política.
    Por supuesto, todo tiene un proceso, y dependiendo de la
    situación de cada actor, este proceso de proyección
    puede ser relevante para sus finanzas
    personales, para su carrera política o para ambas, en fin.
    Estas cuestiones se analizarán a
    continuación.

    El ser
    "Todo actor político tiene una causa, ya sea
    política, social o gremial, misma que puede constituir su
    proyecto de
    vida, su interés principal, uno de sus múltiples
    intereses , cuando menos, una situación que le preocupa lo
    suficiente como para defenderla y canalizarla dentro del
    escenario político", ya sea éste local o
    federal.
    Para lograr esto, el actor debe iniciar una carrera como
    militante de un partido político con el que pueda
    identificarse ya sea por su ideología, sus principios y
    programa de
    acción, intereses o capacidades. Así, con el paso
    del tiempo y, sobre todo, con base en sus cualidades y
    habilidades, el personaje llega a ser postulado para ocupar
    cargos de elección popular.
    Por supuesto, en México se están dando casos en que
    los partidos políticos invitan a miembros destacados de la
    sociedad
    civil, la comunidad académica, la iniciativa privada o
    a ex militantes de otros partidos, a ser nominados a tales
    cargos, pero la regla dominante sigue siendo la originalmente
    enunciada.
    A veces, por cualidades y méritos propios, por padrinazgo
    y por relaciones o, tal vez por ambos, el actor accede al cargo
    legislativo –Regidor, Diputado ya sea local o federal, o
    Senador– con carácter de propietario, con lo que
    obtiene dos recompensas indiscutiblemente
    legítimas:

    1. La oportunidad de ganar brillo en su condición
      de representante, a efecto de procurarse el futuro acceso a
      otros cargos o regresar al mismo, y
    2. El recibimiento de una compensación
      económica –en esos puestos se les denomina dietas
      a los sueldos de los actores políticos– bastante
      decorosa y acorde a su nueva y elevada responsabilidad e importancia
      pública.

    Todo ello lo fortalecerá en lo político y
    también en lo económico, a menos, claro, que sea un
    potentado o que, cuando menos, tenga negocios que
    le permitan vivir desahogadamente y sin pensar en el salario de un
    personaje de ese nivel. En caso de no ser así, la
    remuneración resulta bastante buena, pues algo hay de
    cierto acerca de que político pobre… Pobre
    político.

    El placer de ser
    Pero no todo es miel sobre hojuelas. Cuando el cargo legislativo
    al que se accede tiene el carácter de suplente, no le
    permite al actor desplegar sus facultades para demostrar que
    puede ser útil a su régimen o partido, y menos
    aún, gozar de la decorosa remuneración que, en
    cambio, sí tiene el propietario: el suplente no cobra,
    pues.
    Sin embargo, una suplencia puede permitirle al actor ocupar
    cargos administrativos de regular altura –mandos medios y
    altos– dentro de la estructura
    orgánica del Poder Ejecutivo o del mismo Legislativo
    –en sus diferentes niveles–, o bien, ejercer puestos
    de dirección partidista, social o gremial.
    Podría decirse, en términos coloquiales, que el
    actor político que llega a ser representante popular con
    carácter suplente, lo hace casi por el placer de ser. No
    obstante, si es inteligente y astuto, puede utilizar el cargo
    –alternándolo con alguno de los ya
    mencionados– para impulsarse hacia el mismo que ocupa, pero
    ya con carácter propietario, o bien, hacia alguno de otro
    nivel.
    A partir de entonces, empezará a formarse como
    líder y como futuro actor protagónico del escenario
    político. Claro, no todos llegan, pero siempre hay algunos
    que despuntan.

    El escaparate
    Se ha de estar consciente de que el actor político llega a
    un cargo legislativo cuando cuenta con cualidades que lo hacen
    sobresaliente entre los personajes que compiten y conviven con
    él en el mismo ámbito. Entre esas cualidades deben
    destacar las siguientes:

    1. Su liderazgo, popularidad y arraigo.
    2. Su capacidad y habilidad como estratega
      político.
    3. Su capacidad y habilidad como operador
      político.
    4. Su capacidad y habilidad para las relaciones
      públicas, las cuales pueden llegar a ser
      estratégicas e incluso vitales para su régimen
      político.

    Cualquiera de esas cualidades lo convierten en un
    personaje sobresaliente y con brillo propio, capaz de atraer
    simpatizantes que son votantes en potencia, y entre
    más de ellas reúna en su persona, mejor.
    Por eso "es importante su designación como candidato y su
    posterior elección para el cargo al que fue nominado, pues
    su imagen tiende
    a fortalecerse y/o a reafirmarse cuando ocupa un escaño
    parlamentario por primera vez, y más todavía cuando
    asciende de un nivel a otro o regresa al que ya había
    ocupado antes".
    Además, el actor político, por el sólo hecho
    de ocupar un cargo de elección popular, ya goza no nada
    más de las garantías que constitucionalmente
    amerita, sino de privilegios de muchos otros tipos, o sea que
    adquiere influencia en otros ámbitos o sectores.
    Pero si, aparte, el actor optimiza sus facultades en el dominio
    de las técnicas de negociación política, se
    convertirá en un Regidor, Diputado o Senador vanguardista,
    carismático, audaz, competente en su trabajo y competitivo
    electoralmente, por supuesto, valioso para el régimen al
    que pertenece y susceptible de aplicársele algo que este
    tesista ha bautizado como principio de rotación
    política. Es así como el escenario legislativo, sea
    un Cabildo o un Congreso, se vuelve un escaparate para los
    actores políticos que reúnan inteligencia,
    astucia y audacia.

    La plataforma
    Como es lógico suponer, actores del tipo de los ya
    descritos como negativos, difícilmente vuelven a ser
    postulados por sus institutos políticos para ocupar
    escaños parlamentarios, a menos, claro, que les sean
    útiles en otros aspectos y para otros fines y, por tanto,
    sea conveniente darles cierto fuero o recompensarlos con tal
    puesto.
    Sin embargo, realmente pocos actores por cada legislatura
    –tanto buenos como malos, vamos a llamarles
    así– ascienden a cargos legislativos de otro nivel,
    o regresan a escenarios en los que ya antes se desenvolvieron.
    Más bien, los actores que giran dentro del régimen
    y el sistema político –con la aplicación
    infinita del principio de rotación política–
    son, por lo regular, personajes que aspiran a los cargos de
    Gobernador de su entidad o de Presidente de la República
    o, al menos, a figurar como precandidatos a dichos puestos. De
    éstos, son más contados todavía los que
    llegan a ocupar tales cargos cumbre.
    No obstante, ha sido virtualmente imposible negarles el derecho
    de aspirar a la nominación y a ser postulados, pero cuando
    así ha ocurrido, generalmente sus partidos los promueven a
    otros puestos tales como la presidencia o la sindicatura de un
    municipio grande, bien sea la cabecera estatal o una ciudad con
    gran importancia política y económica de la
    entidad.
    En otros casos, los promueven para ocupar secretarías o
    subsecretarías de Estado a nivel local o federal, o
    embajadas o consulados, y en otras ocasiones, definitivamente se
    les lleva de un cargo legislativo a otro, aplicándoseles
    el infinito principio de rotación política con
    todas sus consecuencias.
    Tradicionalmente en México, cuando sus partidos les
    negaban la nominación, los actores, pese a saber que se la
    merecían y que era el momento justo para ser gobernadores
    o presidenciables, se disciplinaban ante las decisiones de sus
    institutos políticos y esperaban otro período para
    la postulación.
    Sin embargo, esa disciplina y
    lealtad antes mal entendidas y confundidas con el agachismo o el
    servilismo, se acabaron cuando gentes como Ricardo Monreal,
    Alfonso Sánchez Anaya, Pablo Salazar Mendiguchía
    (del PRI) y Porfirio Muñoz Ledo (del PRD) abandonaron sus
    partidos para abrirse paso en la búsqueda de sus
    aspiraciones particulares pero legítimas.

    La estrategia de los
    actores
    Nicolás Maquiavelo, el
    genio de Florencia, en su obra El
    príncipe, dedica un capítulo al gobierno civil,
    al que denomina "Principado civil", en el cual explica que el
    poder es ejercido por alguien del pueblo y para el pueblo.
    Maquiavelo dice que "un príncipe debe hallar una manera
    por la cual sus ciudadanos siempre y en toda ocasión
    tengan necesidad del Estado y de él, pues así le
    serán siempre fieles".
    Y, por irónico que parezca, la estrategia que tienen los
    buenos actores políticos para que su electorado los
    necesite y siga votando por ellos y por su partido, es
    trabajar.
    El personaje que motiva el presente estudio "ayuda a su instituto
    político a ganar elecciones y, posteriormente, a
    consolidar la posición de los gobernantes surgidos de
    éste, lo cual redunda en beneficio de sus representados,
    pues los jefes de Ejecutivo le responderán de manera
    inmediata o casi inmediata en la gestión
    y realización de obras y servicios
    públicos". Esto se ampliará en el siguiente
    capítulo, cuando se hable de las bondades de la
    reelección parlamentaria.
    Un legislador tiene funciones específicas: legislar y
    supervisar y fiscalizar la actuación de los titulares de
    los otros dos poderes, pero una facultad metaconstitucional que
    posee es la de fungir como gestor social, es decir, como promotor
    del desarrollo comunitario a través de la gestión
    de obras y servicios públicos ante las instancias a que
    corresponda.
    Si el actor es capaz de cumplir con sus funciones tanto
    constitucionales como metaconstitucionales, obtendrá el
    amplio reconocimiento de sus representados. Eso hará que
    se le empiece a volver indispensable a los electores como
    representante suyo ante el Legislativo y, en un futuro mediato,
    como titular del Ejecutivo local y hasta federal.
    Esto, se insiste, no es del todo miel sobre hojuelas. Exige un
    sacrificio muy alto: el nulo goce del descanso en sábados,
    domingos y días festivos; quizá, no disfrutar de la
    convivencia con familiares y amigos; tal vez, hasta prescindir de
    la diversión, e incluso, de la satisfactoria
    recuperación de alguna gripa o resaca.
    Pero para el buen actor político, el sacrificio debe ser
    rutina y, la rutina, servicio para
    los demás. Porque a su vez, en el servicio está la
    recompensa, el logro de las metas personales y el alcance del
    cargo cumbre para el que hubo tanta y tan esmerada
    preparación.
    Sin embargo, en la mayoría de los casos, los legisladores
    en México, efectivamente, suelen desarrollar actividades
    con sus representados. Esto es algo que ha distinguido al Partido
    Revolucionario Institucional de los demás institutos
    políticos, ya que es bien conocido que sus candidatos y
    algunos representantes populares desarrollan intensas giras por
    sus distritos y entidades.
    Pero, por desgracia, la mayoría de los legisladores
    priístas no suelen regresar a sus distritos o comunidades.
    Y la gran mayoría de los legisladores de otros partidos,
    como serían los panistas o ecologistas, normalmente no
    vuelven a visitar al electorado después de acceder a los
    órganos parlamentarios existentes en México.
    En cambio, el sentido del voto en los congresos o cabildos no se
    apega a las necesidades o exigencias del público que
    supuestamente representan, sino que se da en estricto sentido
    partidista. De ahí que se tenga, como ya se
    mencionó en el primer capítulo de este trabajo, que
    los actores políticos que ocupan un cargo de
    representación popular no toman en cuenta a sus supuestos
    representados, sino que están alineados o disciplinados
    con sus partidos.

     

     

     

    Autor:

    Emilio Velazco Gamboa

    Mexicano, 31 años de edad, es Licenciado en Ciencias
    Políticas por la Universidad del
    Desarrollo del
    Estado de Puebla (UNIDES). Tiene los Diplomados en Derecho
    Electoral y en Derecho
    Constitucional, por la Universidad Cuauhtémoc.
    Actualmente es consultor académico e investigador
    independiente.

     

     

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