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¡Salud!, Violencia. Celebremos la Vida




Enviado por mardonia



    Indice
    1. La
    salud, un asunto de todos

    2. La desidia, una forma de violencia
    (Pulsión de muerte)

    3. La condición de veleta y el
    velero sin timón

    4. De la Violencia al
    Derecho

    5. El derecho a la violencia (las
    instituciones)

    6. La queja, lo inútil de la
    tragedia

    7. Lenguaje y Comunicaciones
    8. Selección
    Bibliográfica

    1. La salud, un asunto
    de todos

    Cuando hablamos de salud no estamos definiendo un simple
    concepto,
    estamos abordando mucho más que una palabra. Muchas veces
    no alcanzan las palabras para una simple aproximación a lo
    que ella significa para la vida. A toda entidad biológica
    le compete por excelencia, pero aún más
    allá, la salud pertenece también al ámbito
    de lo social, cultural y espiritual en el ser humano.
    La historia de la
    civilización, en toda su posible diversidad, nos da cuenta
    de la utilización que a través del tiempo se le ha
    dado a numerosos descubrimientos y los respectivos avances de
    la ciencia y
    la tecnología. No podemos decir precisamente
    que la evolución
    del hombre refleja un particular interés
    por la salud y la vida, muy por el contrario, el desarrollo de
    armamento bélico y de conquista supera con creces la
    aplicación de dichos avances a un afán
    ecológico, al interés por la elaboración de
    una política
    que facilite la sana relación de los grupos humanos
    con su entorno y entre sí, dentro de su ambiente
    físico y social. A tal punto ha llegado la
    sofisticación de armas de guerra que
    hasta se han creado microorganismos perniciosos e incontrolables
    que se deslizan por el planeta causando enfermedades. Ni hablar de
    la destrucción del ecosistema en
    función
    de una falsa comodidad que termina resultando inconveniente.
    Probablemente la condición humana contempla un proceso cada
    vez más complicado de autodestrucción que debemos
    contrarrestar constantemente con una participación activa
    en función de la vida.
    Más allá de interpretar la calidad de
    vida como un asunto de "confort", podríamos considerar
    otros valores. Si
    entendemos como algo práctico todo aquello que nos alivie
    de trabajo, estamos considerando el trabajo
    como una penalidad, como un suceso infeliz. Por ejemplo, si nos
    tomamos el trabajo de hacer un jugo de naranja natural para
    ofrecer a nuestros hijos en lugar de simplemente destapar una
    gaseosa, los beneficios que podemos obtener recompensan con
    creces la supuesta practicidad que significa economizar unos
    minutos de trabajo, ya que destapando la botella en un segundo,
    más temprano que tarde nos topamos con la necesidad de
    comprar vitamina C en la farmacia, y así entramos en una
    cadena de necesidades adquiridas por falta de
    prevención.
    Es un ejemplo muy simple pero representativo de lo que podemos
    hacer o dejar de hacer para procurarnos la salud.

    â

    Del mismo modo, la participación activa de una
    comunidad en
    la búsqueda de soluciones a
    los diversos problemas que
    deben afrontar cotidianamente, deriva en el beneficio de todos
    los afectados. No podemos esperar a que los trabajadores de la
    salud ofrezcan soluciones mágicas a situaciones que a
    todos incumbe, ni alguna buena intención que pretenda
    disolver las dificultades que se nos presentan. La salud no es
    solamente un asunto de todos sino de todo ámbito del
    desarrollo
    humano. La política, dentro del contexto que nos
    compete, significa la intervención en los asuntos
    públicos, dándole validez a nuestra opinión
    con el valor que
    significa expresar nuestras ideas para lograr un fin determinado:
    el bienestar común. Una democracia
    participativa no puede conformarse con acudir a las urnas
    electorales cada vez que sea convocado el pueblo para tal acto;
    es necesario interpretar nuestros deberes y nuestros derechos en función
    de la participación de todos, asumir la soberanía de nuestras circunstancias,
    integrar en nuestro quehacer cotidiano la producción de ideas y compartirlas con el
    fin de desarrollar una labor conjunta que traiga consigo la
    solución a problemas comunes. Todo proyecto ubicado
    dentro de un marco de posibilidades es susceptible de
    extensión, superando sus propios límites;
    paso a paso la toma de conciencia puede
    convertir cualquier utopía en la praxis necesaria para
    lograr una calidad de vida
    que nos garantice la salud. Parece difícil, pero no lo es
    tanto como soportar el dolor que puede causarnos el hecho de no
    mover un dedo para estar mejor.

    2. La desidia, una forma
    de violencia (Pulsión de muerte)

    ã

    Las investigaciones
    psicoanalíticas, en torno a las
    relaciones interhumanas, han demostrado que los hechos violentos
    ocurren cuando la palabra falla en su función creadora de
    un discurso que
    facilite el vínculo entre la singularidad de cada quien.
    La civilización nos muestra que no
    basta con enunciar leyes, normas y principios, o
    avanzar en el conocimiento
    científico para lograr vivir en bienestar. La desidia,
    la procrastinación, la pereza, el dejar de lado la
    búsqueda de soluciones al malestar, a lo que exige ser
    aclarado, tienden a desplomar todo proyecto humano, en especial
    las tareas difíciles. La participación en la
    elaboración de un proyecto político posible, que
    sostenga el deseo compartido de hacer realidad un vínculo
    social, donde reine el bienestar, amerita mucha constancia,
    trabajo y comunicación saludable,
    efectiva.

    El sujeto humano, desde el punto de vista del psicoanálisis, posee un inconsciente
    afectado de represión y de imposibilidad. Estaría
    presente una fuerza
    represora en cada uno de nosotros y una imposibilidad de expresar
    todo lo que se pretende. En un texto de
    Sigmund Freud
    llamado Más allá del principio del placer podemos
    encontrar el desarrollo de una teoría
    que plantea diversas y contradictorias "pulsiones", como la
    "pulsión de vida" y la "pulsión de muerte",
    relacionadas con una "compulsión a la repetición"
    presente en toda vida orgánica. Acerca de la
    pulsión, dice Freud en el texto
    antes mencionado: "… Una pulsión sería entonces
    un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado
    anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de
    fuerzas perturbadoras externas…". A continuación trae a
    colación la actitud de
    ciertos peces que en
    la época de desove se desplazan hacia lugares remotos
    buscando moradas anteriores de su especie para depositar las
    huevas y los vuelos migratorios de algunas aves. Todo
    esto deriva en que la misma conservación de las especies
    conduce a viejas metas aunque se transiten nuevos caminos, hasta
    concluir que el principio del placer se encuentra al servicio de la
    pulsión de muerte, que "… La meta de toda
    vida es la muerte; y,
    retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo
    vivo…".

    No es el caso detenernos en los planteamientos
    freudianos pero con esta referencia podemos pensar en una cierta
    inercia nefasta que nos asecha desde nuestro propio inconsciente.
    Podríamos considerar esto como una visión
    catastrófica del psicoanálisis o como un alerta
    para combatir la pereza, el hastío, la cobardía, la
    negligencia y todo lo que nos conduce a la desidia, una violencia
    que sobre nosotros mismos ejercemos tantas veces sin percatarnos
    de su origen ni de sus consecuencias.

    â

    Escuela en calle sucia Hombres ociosos de espaldas a la
    escuela

    â

    Adolescentes LA GARRA

     

    La desidia puede relacionarse directamente con el miedo
    a las dificultades que cualquier empresa nos
    presenta, generalmente por temor al juicio de un gran Otro ante
    quienes nos sentimos pequeñitos y puede aplastarnos en
    cualquier momento. Ese gran Otro puede ser social o divino,
    aunque generalmente y el más difícil de superar es
    el Otro gigante de nuestra propia censura, ese que nos exige la
    perfección o nada, comandado por la vanidad, que no tolera
    exponerse a la opinión ajena como objeto de
    crítica.

    Cualquiera puede caer en las garras de la desidia, hasta
    el más insigne trabajador tiene que luchar muchas veces
    contra ella. El mismo Freud, quien pasó la vida entera
    trabajando y nos dejó un inmenso legado, en una carta que le
    envió a su amigo Fliess, escribe: "… Ahora comienza la
    estación muerta, a la que tanto temo, es decir, en la que
    siento miedo de mí mismo. (…) ¡Ay de mí, si
    me aburro! Toda clase de cosas podrían ocurrirme. No puedo
    trabajar; estoy saturado de pereza, y la clase de labor a la que
    me dediqué desde octubre hasta ahora es la más
    desemejante y la más desfavorable para la redacción. (…) no hago nada con
    constancia. Me agradaría desaparecer por algunas semanas,
    escondiéndome en cualquier parte donde no exista la
    ciencia…".
    Evidentemente nuestro mencionado personaje venció sin
    demora ese estado de ánimo, ya que se mantuvo dedicado a
    su extensa obra hasta el fin de sus días.

     
    ã

    Freud y Fliess Freud en el año de su
    muerte

    Como podemos observar en las fotografías, el
    creador del psicoanálisis tuvo una larga y productiva
    vida. Esa carta cuyos fragmentos fueron extraídos para
    colocarlos en esta elaboración, fue escrita el 20 de mayo
    de 1900. Freud murió el 23 de septiembre de 1939, a la
    edad de 83 años.
    Las dificultades presentes en las relaciones interhumanas,
    inevitables desde nuestra diversidad, sólo pueden ser
    enfrentadas a partir de una reflexión profunda y
    entrañable del propio ser, del respeto por
    nosotros mismos y nuestro entorno, del análisis de las circunstancias dentro de
    cada situación, para poder contar
    con una percepción
    que nos permita utilizar las diferencias como un factor creativo,
    generador del discurso vinculante que puede darle valor a la
    palabra.

    3. La condición de
    veleta y el velero sin timón

    – El viento me lleva donde quiere, ¡Dios
    mío, qué voy a hacer!, no tengo rumbo, sólo
    puedo anunciar su dirección.
    – Todos cumplimos una función. Hasta los sueños
    cuando basta de soñar.
    – ¿Acaso podemos no soñar?, ¿Cuándo
    es bastante?
    – Nunca.

    La veleta, como artefacto, es una pieza que puede asumir
    diversas formas y ser fabricada en varios materiales,
    generalmente son hechas de metal ligero, se coloca en lo alto de
    las construcciones y funciona como una especie de brújula
    que nos indica la dirección del viento. Suele utilizarse
    también esta palabra (veleta) para designar a personas
    cuya voluntad es débil y les resulta difícil
    mantener un criterio. En este punto, más allá de un
    juicio de valores, nos topamos con una verdad del tamaño
    de un templo, y literalmente podríamos considerar la
    religión
    como el motor cultural
    que sostiene un concepto de "masa" por encima de cualquier
    situación que amerite especial atención a cada pueblo del mundo en su
    diversidad. Los templos son inmensos, no como estructura
    física
    sino en su capacidad de albergar las emociones,
    intenciones, pensamientos o decisiones de los humanos en
    civilización, un proceso que no tiene fin.

    El viento mueve los molinos, impulsa los barcos de vela
    y tantas cosas más. Se comporta como una fuerza que se
    traduce en movimiento. La
    inteligencia
    humana ha desarrollado instrumentos para darle utilidad a esa
    fuerza de la naturaleza. Un
    velero sin timón sería tan inútil como un
    molino sin grano, como una hoja seca.
    Otra cosa muy distinta es el rumbo, una veleta sólo se
    mueve según la dirección del viento, si tuviera un
    rumbo dejaría de cumplir su función,
    señalaría caprichosamente generando
    confusión. El velero, sin embargo, aún teniendo
    timón, si no tiene rumbo definido igual se encuentra a
    merced del viento, bajo riesgo de
    convertirse en astillas.
    Nuestra cultura
    occidental, tan marcada por la tragedia Griega, nos conduce
    muchas veces a infelices desenlaces a causa de la idea
    implícita de un destino preexistente que no podemos
    evitar, como algo escrito que no podemos cambiar,
    colocándonos en la peligrosa condición de un velero
    sin timón, una lamentable posición que logra
    desintegrar cualquier esperanza. Nuestros pueblos
    latinoamericanos, sin embargo, desde lo que podemos conocer a
    través de la historia, han luchado por fabricar su propio
    destino, con gran constancia y valor pero muy poca conciencia de
    la importancia de la unión, de la participación de
    todos cuando se trata de un objetivo
    común.

    A tal punto es relevante el caso de Venezuela, que
    si hacemos la metáfora del país como un velero nos
    encontramos ante la imagen de un
    barco asaltado por piratas, cuyo timón fue arrancado de su
    base y una tripulación que debe mover las velas con sus
    manos para mantener una dirección, muchas veces teniendo
    que soplar con mucha fuerza cuando el viento no resulta
    favorable. Si a eso le sumamos el desacuerdo entre la
    tripulación acerca del rumbo, los motines a bordo y la
    nefasta consecuencia que produce mover las velas en direcciones
    contrarias una y otra vez, el esfuerzo de todos puede ser de gran
    utilidad, estaríamos trabajando por la salud y la vida,
    pero de los tiburones al convertirnos en su alimento.
    La urgencia de un consenso en torno a la salud nos conduce a
    crear espacios que generen la participación efectiva sobre
    el tema. No hay una fórmula precisa ni podemos permitirnos
    el uso y abuso del "ensayo y
    error" en un asunto de tal envergadura. En este caso comportarnos
    como veleta o convertirnos en un velero sin rumbo sería
    ejercer una violencia hacia nosotros mismos. Necesitamos encauzar
    el rumbo, pero para poder hacerlo tenemos que trabajar en
    función de un acuerdo para beneficio de todos, al trabajar
    aisladamente nos encontramos pronto sin aliento ni fuerzas, en un
    desperdicio de energía que nos deja fatigados en medio de
    un océano de problemas.

    4. De la Violencia al Derecho

    Los trabajos sobre las relaciones entre humanos,
    realizados por Freud, dicen de la violencia bruta (fuerza
    muscular) como el modo ancestral – dentro del Reino Animal- de
    resolver los conflictos de
    intereses; con su uso se decidía a quién
    pertenecía algo o de quién debía hacerse la
    voluntad. En el hombre, al
    sumarse los conflictos de opiniones, la violencia apoyada en el
    intelecto complica la resolución de éstos. Con el
    paso del tiempo la fuerza muscular fue aumentada y sustituida por
    el uso de instrumentos, vence el que tiene las mejores armas o
    las emplea con más destreza obligando al otro contrincante
    a deponer su reclamo o su antagonismo. Para Freud, el camino que
    llevó de la violencia al derecho, fue conducido por el
    hecho de que la fuerza de uno puede ser neutralizada por la
    unión de varios débiles. Sin embargo, la
    unión de los débiles sigue siendo una violencia
    pronta a dirigirse contra cualquier individuo que le haga frente
    ya que trabaja con los mismos medios y
    persigue los mismos fines, la diferencia sólo reside en
    que ya no es la violencia de un individuo la que se impone sino
    la de una comunidad que se mantiene cohesionada mediante la
    compulsión a la violencia o mediante la
    identificación entre los miembros. Al estar ausente una de
    las dos es posible que la otra mantenga en pie a la comunidad.
    Freud alerta que para realizar el paso de la violencia al derecho
    es preciso que se cumpla una condición psicológica:
    la unión de los muchos tiene que ser organizada y
    permanente. A fin de que sea posible una convivencia segura en la
    comunidad, cada individuo debe renunciar a la libertad
    personal de
    aplicar su fuerza como violencia. Hoy, en Venezuela, resulta
    indispensable la participación activa de las comunidades
    organizadas en función de este objetivo. Se requiere de la
    fuerza creativa de los jóvenes, de la sabiduría de
    los ancianos, de las ideas de los niños,
    de la dignidad y la esperanza de todos. Justamente por eso
    necesitamos escucharnos unos a otros, es la única
    opción que tenemos para superar este problema que compete
    a todos a lo largo y ancho del país así como en el
    elipsoide de revolución
    achatado que es el planeta tierra.

    5. El derecho a la
    violencia (las instituciones)

    Partiendo del principio de que toda institución
    es algo establecido, inherente a cada cultura y reconociendo la
    represión que sobre todo sujeto ejerce, podemos decir que
    "con derecho" nos violentamos constantemente.
    La familia es
    la primera de las instituciones con la que nos topamos en nuestro
    paso hacia la cultura. En principio, ésta cumple la
    función de satisfacer las necesidades biológicas y
    afectivas del recién nacido que progresivamente se va
    introduciendo en un orden social donde, se supone, deberá
    aprender a controlar sus impulsos y a manifestar sus deseos.
    Según el psicoanalista francés Jacques Lacan, en la
    familia
    ocurren circunstancias que dentro del desarrollo del individuo
    repercuten con violencia en la sociedad. En su
    texto La familia Lacan indica que dentro del orden de las
    relaciones sociales, la familia lleva consigo tres complejos
    organizadores de la realidad psíquica, dominados por
    factores culturales: "el destete", "la intrusión" y "el
    Edipo". El primero de ellos ocasiona, en el psiquismo, una
    primera crisis que
    deja una huella perenne de la relación biológica
    que interrumpe. El segundo complejo concierne a la
    relación de rivalidad que generalmente se presenta entre
    los hermanos. El tercer complejo se refiere a los sentimientos
    hostiles hacia el padre, "ladrón" del objeto más
    preciado y propio (la madre). Estos complejos, dependiendo
    siempre del nivel de "no-resolución" de los mismos, en
    mayor o menor grado convierten al sujeto en victimario y
    víctima de sus posibles neurosis.

    La escuela viene a ser la institución por
    excelencia, lo que nos separa del cordón umbilical y nos
    coloca en "otro planeta" sin previo aviso, una travesía
    semejante a la que nos cuenta Homero en
    La odisea; y
    si no sucumbimos al canto de las sirenas, si desciframos enigmas,
    si sobrevivimos a los castigos de los dioses y otras tantas
    dificultades, llegamos a Itaca, donde Penélope teje y
    desteje, es decir, a buen puerto, una vez realizada la epopeya.
    La
    educación lleva consigo la imposición de normas
    necesarias para la convivencia. Enseñar y corregir es el
    objetivo, obligación y derecho del docente; la forma de
    ejercer este derecho sería lo que determina el grado de
    violencia que puede o no ser tolerado en la conducta de
    quienes llevan a cabo esta labor. Delimitar el alcance del
    derecho del docente hasta el punto donde comienza el derecho del
    alumno, el respeto a su integridad física, psíquica
    y moral es un
    asunto digno de atención y permanente
    discusión.
    Retenes para menores, cárceles y hospitales
    psiquiátricos, son las instituciones destinadas a quienes
    son denunciados por aplicar su fuerza como violencia y se han
    desviado del orden social pretendido. Las dos primeras se
    fundamentan en la clasificación de lo que está bien
    y lo que está mal, la tercera se basa en lo que
    está enfermo o no lo está. En esos lugares, bajo el
    amparo de la
    ley, quienes
    se hacen institución, dentro de la institución
    misma, encarnan el flagelo que azota cualquier intento de
    internalizar el orden social enunciado.

    â

    Lo ineficaz de la represión como forma de
    tratamiento a la violencia está ampliamente demostrado en
    la recidiva que se observa en la mayoría que sobrevive a
    ésta, y en el progresivo aumento de hechos violentos que
    lo cotidiano nos muestra. Otra terapéutica ha de ser
    implementada a fin de prevenir el uso de la fuerza, como
    violencia, en las relaciones sociales.
    ¿Será posible un orden social capaz de sostener la
    particularidad de cada cual, sin que medie la
    violencia?

    6. La queja, lo
    inútil de la tragedia

    ã

    Tragedia
    La tragedia me parece un gran ruido
    más fuerte de lo que conviene.
    La tragedia se me hace como un hombre
    enamorado de su propia derrota.
    Que es sólo una manera inelegante de enamorarse de
    sí mismo.
    No me importan mucho las aflicciones e infortunios
    de Lear y Macbeth y Hamlet y
    Timón:
    les importaban tan excesivamente a ellos mismos.
    Y cuando pienso en la gran tragedia de nuestra
    civilización material-mecánica
    aplastando la vida humana natural
    entonces a veces me siento derrotado; y entonces de nuevo

    que mi pobre y pequeña derrota no me hará
    ningún bien
    ni a mí ni a nadie.
    D. H. Lawrence

    Si bien la lógica
    es una ciencia que argumenta todo quehacer científico, la
    poesía
    puede ser instrumento de la lógica. Este poema de Lawrence
    evidencia la satisfacción narcisista de recrearse en la
    tragedia, el "ruido" que
    produce y lo inútil que resulta en función de
    generar algún bienestar. No puede negarse la belleza que
    alberga toda la obra de Shakespeare o las
    tragedias de Sófocles, ni dejar de recordar cierto
    fragmento de Una temporada en el infierno, poema de Rimbaud que
    enuncia: "Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas.
    – Y la encontré amarga.- Y la
    injurié."

    La tragedia, en la literatura, suscita
    emociones que nutren la sensibilidad, produce efectos de
    compasión y ternura. El drama, sin embargo, aunque basado
    en sucesos de la vida real que logran interesar y conmover, puede
    permitirse desenlaces felices, como es el caso de las
    telenovelas, tan populares y extendidas por el mundo entero,
    donde luego de tantas penurias los personajes "buenos" obtienen
    la gratificación que merecen, alejándose de lo
    trágico y salvados por la justicia. De
    algún modo está presente en cada ser humano la
    posibilidad de conducir cualquier drama hacia el camino de una
    solución cuando no lo llevamos al extremo de la
    tragedia.
    Asumir que no hay justicia y lamentarnos por eso, nos condena,
    más allá del drama, a la tragedia, a lo inevitable
    de un destino prefabricado, siempre nefasto, ante el que nos
    encontramos impotentes para transformar. El hábito de
    quejarnos constantemente por todo lo que ocurre a nuestro
    alrededor, culpando siempre a los demás de nuestras
    desgracias, constituye en gran parte la maraña que impide
    soluciones efectivas a los problemas que nos competen. Un
    manantial de quejas y lamentaciones, al mejor estilo de la
    tragedia griega puede convertirnos en buenos actores, pero nunca
    en autores de nuestra propia obra, la vida misma.

    Seguramente el deseo es algo que se desplaza sin pasar
    por una lógica, la insensatez de las demandas así
    lo demuestra. Algo donde lo podemos observar nítidamente
    es en la actitud de un niño pequeño y sus
    exigencias absurdas cuando se nos ocurre, por ejemplo, la
    brillante idea de llevarlo a un parque de diversiones: "quiero
    subirme a los caballitos", lo montamos en el carrusel y antes de
    que la vuelta finalice: "ya bájame, quiero algodón
    de azúcar", luego el algodón de
    azúcar lo empalaga y le da sed, a lo que la próxima
    demanda se
    convierte en un "refresco" que no se termina porque ya vio los
    avioncitos: "ya no quiero más, vamos a los avioncitos", y
    en el avioncito grita como loco, lo que no le da tiempo de
    reclamar nada, "emoción extrema", y luego quiere ir a los
    "carritos chocones", no aptos para su edad, por lo tanto, sales
    del parque con un niño insatisfecho, cuya queja es: "no me
    quieres".

    Un niño es un niño que cuando se hace
    adulto ya no puede vivir en función de una demanda de
    amor dirigida
    hacia los cuatro puntos cardinales.

    Lamentarnos constantemente de las circunstancias que
    debemos afrontar puede distraernos tanto y tan fácilmente
    hasta distanciarnos de la posibilidad de apelar a la
    lógica para sustentar alguna idea; podemos quedarnos a
    vivir en "La Queja", una mansión de 2 palabras por 7
    letras, o simplemente cambiarnos de domicilio, porque no existe
    barraca ni rancho que albergue tanta desdicha en 2×7 metros
    cuadrados.
    La tragedia, el drama, la comedia humana, habita cada
    rincón del planeta visitado por el lenguaje,
    trascendiendo la vida misma. La situación que vive nuestro
    país en el asunto de atención para la salud es
    realmente dramática; la carencia de insumos y el
    progresivo deterioro de los centros de atención representa
    un serio problema de difícil solución. La
    complejidad misma del sistema de
    redes que se
    interconectan en el campo de la salud amerita la atención
    de diversas áreas, como la educación, las
    comunicaciones, el medio
    ambiente, el aspecto social y económico, el
    psicológico, el cultural, en fin, una serie de elementos
    directamente relacionados. Tratar de resolver aisladamente un
    problema tan serio sólo puede conducirnos a la queja
    permanente por la carencia de algo vital. Unir esfuerzos en
    función de la prevención de enfermedades, el
    rescate de los centros de atención, la provisión de
    insumos, la atención efectiva, el cuidado y mantenimiento
    de lo rescatado y la voluntad de trabajo, aunado a la lucha
    contra la corrupción, puede ser la única
    manera de solucionar este drama en el que todos estamos
    inmersos.

    7. Lenguaje y
    Comunicaciones

    La Historia puede apenas dar cuenta de lo más
    reciente. Estudiar y descifrar lo más primitivo del
    lenguaje es competencia de la
    Paleología, asunto en el que no pretendemos profundizar.
    Si 15.000 años antes de Cristo ya el humano se expresaba
    con imágenes,
    tales como las pinturas rupestres que podemos observar, por
    ejemplo, en las cuevas de Lascaux, ubicadas en Montignac
    (Francia), no
    podemos suponer simplemente un rugido como fonética ni
    podemos entender las incómodas posiciones que adoptaban en
    pequeños espacios inclinados dentro de la cueva si no
    tenemos dimensión del tamaño de las bestias que
    probablemente les acosaban para devorarlos, y sin embargo,
    pintaban con sus manos, utilizando fragmentos blandos de piedra
    pigmentada y sus alientos húmedos.

    En la cueva encontraron, entre otras cosas, puntas de
    lanza, y como algo realmente curioso puede observarse una figura
    humana, sólo una representación de la figura humana
    entre tantos animales.

    ã

    El hallazgo de las puntas de lanza evidencia la
    necesidad del hombre de
    crear armas para defenderse y alimentarse, para poder obtener las
    pieles de animales que pudieran cubrirlo del frío. Tal vez
    la misma indefensión del ser humano desde sus
    orígenes ha conducido a la creación de una
    monstruosa condición agresiva por excelencia, así
    como la imperiosa necesidad de comunicarse, perfeccionando a
    través del tiempo las armas y el lenguaje, desarrollando
    medios de
    comunicación cada vez más sofisticados, hasta
    llegar a convertirlos en el arma de mayor alcance del mundo
    civilizado.

    El desarrollo del sistema de signos, del
    ideográfico al jeroglífico, hasta el
    alfabético, da cuenta del afán humano por la
    comunicación, los diversos inventos, desde
    la imprenta hasta la cibernética están destinados a su
    permanente evolución. Los usos y abusos que de
    los medios de
    comunicación puede hacer el hombre, no significa la
    puesta en escena de un ataque frontal a la herramienta más
    importante para la fabricación de una estructura que
    permite conocer y aprender a respetar las diversas culturas del
    mundo. Un seguimiento de las diversas utilidades que puede darse
    a esta herramienta y una crítica permanente que genere
    propuestas dirigidas hacia la paz mundial, al desarrollo de
    programas para
    la justicia social, puede resultar un ideal romántico pero
    también una fuerza generadora de ideas a ser compartidas
    en función de propiciar realidades tangibles.

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    â

    Paloma mensajera Satélite espacial
    Las imágenes satelitales nos permiten, a través de
    la
    televisión, observar lo que ocurre en cualquier lugar
    del mundo desde nuestra propia casa, en el mismo instante del
    acontecimiento. La navegación por Internet nos da acceso a la
    información de manera concisa sobre
    cualquier tema. El correo
    electrónico elimina la distancia geográfica
    entre interlocutores, facilitando la inmediatez de las opiniones
    y sensaciones que se desean expresar y compartir.
    La violencia mayor, en cada paso acelerado de la
    tecnología dentro del ámbito de las comunicaciones,
    más allá de su naturaleza invasora (al mejor estilo
    de la telefonía
    celular y la
    contaminación espacial), tal vez se manifiesta en la
    deliberada utilización fatua del lenguaje,
    alejándolo de una ética del
    discurso como lazo social y colocándolo al servicio de una
    globalización dirigida al permanente
    incremento del poder del más fuerte.

    8. Selección
    Bibliográfica

    1. Sigmund Freud. Más allá del principio
      del placer. O.C. Amorrortu Editores. Tomo XVIII
    2. Sigmund Freud. Los orígenes del
      psicoanálisis-Cartas,
      manuscritos y notas (1887-1902) Edición hipertextual
      multimedia.
      Ediciones Nueva Hélade, 1995.
    3. Sigmund Freud. ¿Por qué la guerra?.
      O.C. Amorrortu Editores. Tomo XXII
    4. Jacques Lacan. La familia. Editorial Argonauta.
      Biblioteca
      de Psicoanálisis. Buenos Aires.
      Segunda edición 1982
    5. D.H. Lawrence. Pensamientos. Traducción de
      Rafael Cadenas. Colección Breves N°7, Editado por la
      Dirección General de Cultura del Distrito Federal y
      Fundarte. Caracas – Venezuela. 1977.
    6. Arthur Rimbaud. Una temporada en el infierno. Monte
      Avila Editores, C.A., 1973, Caracas – Venezuela.
    7. Homero. La Odisea. Lecturas Laurel, Biblioteca
      Clásicos Universales. Ediciones Tacarigua. Caracas –
      Venezuela.

     

     

     

    Autor:

    Dra. Mardonia López Machado

    Médico Psiquiatra
    Investigadora en torno a la Violencia
    Estado Vargas- Venezuela

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