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Valoración teórica general sobre la pedofilia




Enviado por martag



    1. Resumen de la
      monografía
    2. Definiciones conceptuales
      necesarias.
    3. El abuso sexual de niños
      más allá de la pedofilia.
    4. Conclusiones
    5. Citas y
      referencias
    6. Bibliografía.

    RESUMEN DE LA
    MONOGRAFÍA

    La investigación centró el análisis en el fenómeno de la
    Pedofilia y su preocupante auge mundial. Valorativamente
    establecimos las principales categorías asociadas al tema
    tratado, entre las que se encuentran el concepto de
    pedofilia, su diferencia con la pederastia, la categoría
    abuso sexual;
    especificando la definición conceptual de "niño",
    conjuntamente con el estudio de las consecuencias de las
    prácticas abusivas pedófilas para las
    víctimas. Propusimos razonadamente la ampliación
    del concepto de pedofilia más allá de su sentido
    clínico original, basándonos para ello en la alta
    incidencia actual de este abuso sexual, debido a múltiples
    razones que no se reducen solo a una inclinación sexual
    desviada.

    PALABRAS CLAVES: Pedofilia, abuso sexual,
    parafilia, niño victimizado, explotación sexual
    infantil, abuso pedófilo.

    INTRODUCCIÓN

    La crisis
    civilizatoria que ha caracterizado el nacimiento del tercer
    milenio genera una sociedad mundial
    en conflicto
    creciente, que presenta entre sus múltiples
    fenómenos desesperanzadores, el inaudito y preocupante
    auge de la pedofilia, como expresión corruptora y abusiva
    de niños,
    niñas y adolescentes,
    en el plano sexual.

    El actual ejercicio de la pedofilia se ha extendido
    geográfica y poblacionalmente, pues ya no se circunscribe
    al individuo clínicamente diagnosticado como tal, se
    extiende a otras muchas personas que distan de ser verdaderos
    desviados sexuales; convirtiéndose así en una
    patología social de preocupantes dimensiones. Más
    que la manifestación de una desviación sexual
    aislada, la práctica pedófila se constituye en un
    fenómeno que refleja el alarmante deterioro moral de
    nuestras sociedades y
    de por sí exige una acción enérgica de los
    Gobiernos y de las diferentes instituciones
    de la sociedad
    civil.

    Le presentamos a continuación una exposición
    detallada, en la que el análisis de la pedofilia como
    patología social se convierte en el hilo conductor del
    discurso.
    Nuestros razonamientos persiguen como meta establecer las
    relaciones concatenantes y potenciadoras que interactúan
    entre el crecimiento de la demanda
    pedófila del mercado sexual y
    el desarrollo
    mundial acelerado de la comercialización del sexo con
    niños.

    DESARROLLO

    I- DEFINICIONES
    CONCEPTUALES NECESARIAS
    .

    I.1- Generalidades.

    La sexualidad
    humana constituye parte integrante del desarrollo de la
    personalidad y se expresa mediante manifestaciones
    biológicas, psicológicas y sociales que evolucionan
    en correspondencia con el grupo
    etáreo a que pertenece el individuo. La sexualidad se
    encuentra presente en todo el ciclo vital humano y se caracteriza
    por ser un fenómeno permanente, sui-géneris y
    variable que comienza con el nacimiento y termina con la muerte,
    expresándose diferenciadamente de acuerdo con las
    distintas etapas de desarrollo del ser humano en cada sociedad,
    en cada cultura y en
    cada persona.

    Precisamente en la etapa infantil, objeto de nuestra
    atención, la sexualidad se caracteriza por
    la autoexploración, el descubrimiento del propio cuerpo y
    la construcción de la identidad
    sexual. Si durante este periodo vital se introduce al niño
    en prácticas y actividades sexuales no adecuadas para su
    edad, se genera una violencia en
    la evolución saludable de su sexualidad;
    provocándose secuelas afectivas y cognitivas de
    repercusiones incalculables para su desarrollo futuro.

    Esa violencia de entidad sexual y de nefastas
    consecuencias para los niños se comete, en muchos casos,
    por individuos adultos con determinadas características e inclinaciones sexuales
    anómalas, conocidos comúnmente como
    pedófilos.

    En función de
    clarificar los términos que usaremos en el presente
    trabajo, nos dedicaremos a continuación a dimensionar
    conceptualmente varias categorías de importancia para el
    tema tratado y sobre las que no siempre existe acuerdo
    doctrinal.

    El concepto de pedofilia se deriva del idioma griego y
    significa originariamente "amor por los
    niños". En la actualidad se considera la pedofilia como un
    trastorno sexual de índole clínica definido como
    "la atracción sexual del adulto por niños de
    cualquier sexo". Evidentemente la pedofilia como categoría
    clínica posee un horizonte limitado y específico,
    pues "el término pedofilia, en su sentido médico,
    designa al adulto que padece un trastorno de la personalidad
    consistente en mostrar un interés
    sexual centrado expresamente en los niños que aún
    no han llegado a la pubertad".

    Considerada una parafilia típica, la pedofilia ha
    sido erróneamente identificada con la pederastia;
    aún cuando reconocemos la existencia de una evidente
    cercanía conceptual entre ambos términos. Definimos
    la pederastia como las relaciones homosexuales con
    penetración entre varones, sinónimo de
    sodomía. Deduciendo entonces que la pederastia como
    práctica homosexual masculina puede implicar entre sus
    manifestaciones la relación entre hombres adultos y
    niños, con lo que aparece la variante pedófila de
    la pederastia, estableciéndose así el punto de
    contacto entre ambas categorías. Desde otro ángulo
    analítico podría aceptarse una
    identificación factual entre versiones de ambos
    fenómenos, caracterizándose estos tipos
    específicos por la coincidencia en la existencia de
    niños víctimas del sexo masculino y de adultos
    varones como sujetos activos del abuso
    sexual.

    El profundo conocimiento
    de los hábitos de comportamiento
    de los pedófilos propicia su reconocimiento y permite
    evitar en algunos casos, la consumación de su accionar
    irregular. La literatura
    psiquiátrica en comunión con la sexología
    moderna ha descrito hasta el detalle las formas de
    orientación sexual, las manifestaciones conductuales, los
    tipos o variantes fundamentales de la pedofilia, etc. Con
    respecto a ello la
    organización categorial de estos conceptos responde a
    una documentada práctica médica y
    sexológica, en la que se precisa la distinción de
    los pedófilos, por ejemplo, en cuanto a su preferencia
    sexual, dividiéndose en orientación heterosexual,
    homosexual o ambas; o en relación con las actividades
    pedófilas propiamente dichas, entre las que se enumeran y
    describen una amplia gama conductual que oscila entre las
    caricias y la penetración sexual violenta en cualquiera de
    sus modalidades. De igual forma se detalla exhaustivamente las
    dos variantes fundamentales de la pedofilia: la sentimental
    homoerótica y la agresiva heterosexual. En el
    análisis clínico de este tipo de parafilia se
    localizan determinadas líneas de comportamiento
    pedófilo, tales como: los seductores, los introvertidos,
    los sádicos, etc.

    Aún cuando resulta importante y factible
    reconocer determinados hábitos comportamentales de
    connotación pedófila; se debe especificar el hecho
    de que las personas portadoras de este tipo de
    perturbación sexual no pertenecen exclusivamente a una
    clase o estrato social, y por el contrario, se distribuyen por
    todo el entramado social, comportándose como individuos
    aparentemente normales y en muchos casos con una plena integración social y
    comunitaria.

    Dentro de los pedófilos, la mayor peligrosidad es
    portada por aquellos individuos en que los niños
    confían por naturaleza, a
    partir de ser amigo de su familia; realizar
    funciones
    relacionadas con la atención a la infancia, por
    ejemplo: profesor, sacerdote, etc.; o cuando desempeña
    alguna profesión idealizada por los niños, tales
    como: policía, bombero, etc. Este tipo de agresión
    sexual proveniente de personas supuestamente confiables genera
    cicatrices profundas, matizadas en el infante bajo la forma de
    sentimientos de culpa y angustia.

    En un sentido preventivo vale demostrar especial cuidado
    y control en la
    selección del personal que
    labora en los organismos encargados de la niñez, pues
    algunos pedófilos buscan obtener empleo en esas
    entidades, con la malévola intención de tener
    acceso a niños y ganar su confianza, consumando
    posteriormente sus propósitos. Muchas veces estos
    trastornados sexuales se disfrazan de filántropos
    aparentemente deseosos de ayudar financieramente a la
    atención de los niños en países en
    desarrollo o en zonas donde se produce o recién ha
    concluido un conflicto bélico.

    Resultan obvias las dañinas consecuencias que
    provocan en las víctimas el actuar pedófilo,
    independientemente de las diferentes formas que adopten sus
    actos. Sin embargo, con el fin de neutralizar los sentimientos de
    culpabilidad por estos daños y garantizar así su
    estabilidad emocional, los pedófilos desarrollan una
    especie de "construcción" psicológica distorsionada
    y supuestamente racional en torno a sus
    repugnantes acciones;
    racionalidad justificante elaborada a partir del cuestionamiento
    y replanteo conveniente de las percepciones sociales
    críticas hacia la práctica de sexo con
    niños, salvando así el fenómeno de la
    "disonancia cognitiva" generado por su comportamiento sexual
    desviado.

    En aras de la negación de las nefastas
    consecuencias de sus actos, estos agresores racionalizan sus
    abusos, exhibiendo "actitudes y
    creencias distorsionadas que les permiten percibir que los
    niños son de alguna manera responsables de su propio
    abuso, y/o imaginarse que los niños no sufren daño
    cuando mantienen contactos sexuales, y/o que los niños
    cuentan con capacidad de otorgar libremente su consentimiento a
    las relaciones sexuales con los adultos, u obtener beneficios de
    las mismas".

    I. 2- Definición de la categoría
    "niño". Posiciones al respecto.

    Un punto focal de controversia entre los profesionales,
    ONGs y dependencias gubernamentales que trabajan el problema de
    la pedofilia, radica en la definición de niño y por
    tanto en la definición de la edad en que el individuo
    puede ser víctima de las prácticas sexuales
    pedófilas. La Convención de los Derechos del
    Niño en su primer artículo define como
    niño a "todo ser humano menor de dieciocho años de
    edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea
    aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad". El
    término niño alude un rango de edad
    cronológica que comienza con el nacimiento y termina en
    una edad tope determinada legalmente.

    Por lo estipulado en la Convención se deduce que
    las legislaciones nacionales son los documentos
    definitorios de la edad legal que funciona como frontera entre la
    niñez y la adultez. La variabilidad de un país a
    otro, en lo que concierne a este aspecto, responde a tradiciones
    culturales y jurídicas; es así que legislativamente
    se implanta una edad tope para definir un grupo de individuos que
    por su incompleto desarrollo físico e intelectual no se
    encuentran capacitados para decidir aspectos fundamentales de su
    vida; esta incapacidad decisoria establece una incapacidad
    jurídica y consecuentemente el Sistema Legal les
    brinda protección especial o tutela penal contra
    violaciones de sus derechos, tales como ataques
    o abusos sexuales.

    Teniendo en cuenta las diferencias de intereses entre
    las distintas ramas del Derecho, el Sistema Legal de un mismo
    país es variable en cuanto a la definición de la
    categoría niño. Existen diversas definiciones en
    términos de edad cronológica asociados a variados
    aspectos o actividades a realizar por el individuo. Así
    por ejemplo, se establece la edad de responsabilidad penal, la edad de votar en
    elecciones, la edad de trabajar, la edad para contraer matrimonio y
    precisamente del tope etáreo previsto en la
    legislación para la protección de las relaciones
    sexuales, se deduce la edad para otorgar libre consentimiento en
    los intercambios de entidad sexual. Es decir, al determinar
    legalmente hasta que edad el niño puede ser víctima
    de delitos contra la
    libertad
    sexual, por el solo hecho de ser niño, se está
    definiendo el límite a partir del cual la persona es libre
    de decidir con quién, como y cuando establece sus
    relaciones sexuales.

    Siendo así, la definición de niño
    constituye una decisión legal y de ninguna manera puede
    ser interpretada a partir de si la persona desarrolló de
    forma precoz las características sexuales exteriores,
    tales como vello púbico, aumento de volumen de los
    senos, crecimiento de los genitales exteriores, etc. A menudo se
    ha usado ese desarrollo exterior prematuro como justificante en
    la victimización de niños que siendo menores en
    términos de edad cronológica poseen, sin embargo,
    un desarrollo corporal de persona adulta.

    El uso persistente de imágenes
    de niños de corta edad como víctimas preferentes de
    los pedófilos, distorsiona en cierto sentido esas
    prácticas e implica una visión reduccionista en
    cuanto a las víctimas. La pedofilia como práctica
    no solo abusa de niños menores representantes
    indiscutibles de la inocencia infantil; por lo que una estrechez
    de visión de esa índole sugiere erróneamente
    que solo constituyen prácticas pedófilas aquellas
    que usan a seres de muy corta edad. Esta representación
    estereotipada de las víctimas de la pedofilia excluye a
    otros sectores infantiles que no poseen tan corta edad, pero
    siguen siendo niños necesitados de protección
    contra acciones infames, ignorándose también a
    aquellos niños prostituidos que han sido obligados a
    perder su inocencia. "Al cargar constantemente las tintas con
    respecto al abuso de los niños pequeños, pasivos y
    dependientes (…) se están reforzando las actitudes
    populares en las que se basan muchos explotadores para justificar
    racionalmente los actos de explotación sexual comercial de
    niños, por ejemplo, que un niño que no es
    pequeño, dependiente o sexualmente inocente no
    debería ser considerado niño".

    I.3- Consecuencias de las prácticas
    pedófilas en los niños
    víctimas.

    La mayor o menor gravedad de las secuelas que presenta
    el niño abusado sexualmente depende de varios factores,
    entre los que se encuentran: el tipo de agresión, la
    severidad de la violencia o coacción usada, el grado de
    relación con el agresor, el desarrollo de la personalidad
    del infante, la reiteración o no del abuso, el apoyo
    familiar, etc. Los efectos nefastos pueden ser de varios tipos y
    en función de ello adquieren diversas clasificaciones, por
    ejemplo: existen autores que dividen las secuelas del abuso
    sexual en: secuelas físicas y secuelas
    psicológicas. Otros parten del criterio clasificatorio
    proveniente de la duración de las consecuencias, son
    aquellos que fraccionan las mismas en dos grandes grupos con sus
    subdivisiones correspondientes, esas amplias parcelaciones son
    conocidas como: secuelas a largo plazo y secuelas a corto
    plazo.

    No resulta objetivo de
    nuestro trabajo el análisis minucioso de las consecuencias
    de las prácticas pedófilas en niños, sin
    embargo no conseguimos sustraernos a la necesidad de mencionar
    someramente algunos de estos efectos traumáticos. En el
    plano físico se presentan los dolores corporales propios
    de las lesiones generadas en el transcurso del abuso sexual
    violento del niño, la posible transmisión de
    enfermedades
    venéreas, la adquisición del SIDA, los
    embarazos como subproducto del maltrato, etc.

    Los efectos psicológicos por su parte, aunque no
    visibles, pertenecen al grupo de los más perdurables. Los
    trastornos mentales se manifiestan en los planos emocional,
    cognitivo y comportamental. Sin hacer distinción entre
    estos planos podemos enumerar, por ejemplo: los estados ansiosos
    y depresivos, el desarrollo de fobias asociadas a determinados
    estímulos recordatorios del abuso sexual, problemas en
    la autovaloración, autoculpabilización,
    sentimientos de indefensión, etc. En el plano
    comportamental manifiestan generalmente comportamientos
    agresivos, problemas de relación a partir de elementos
    hostiles hacia los demás, conductas sexuales promiscuas,
    etc.

    En definitiva, el abuso sexual genera en los
    niños un deterioro marcado de la autoimagen y la autoestima;
    las víctimas magnifican su dolor y tragedia
    percibiéndose a sí mismos como seres
    estigmatizados. No resulta secreto que la acción abusiva
    sexual compromete gravemente el desarrollo de los niños y
    limita el acceso al pleno disfrute de sus derechos como seres
    humanos.

    II- EL ABUSO SEXUAL DE
    NIÑOS MÁS ALLÁ DE LA
    PEDOFILIA.

    La materialización del comportamiento
    pedófilo siempre implicará en sí mismo la
    existencia de un abuso sexual, consistente en la comisión
    de un acto sexual directo o indirecto sobre el niño,
    acción tendente a estimular y satisfacer sexualmente al
    adulto. El abanico de comportamientos sexuales abusadores se
    extiende desde las caricias o manoseos, hasta la
    penetración bucal, vaginal o anal. El abuso sexual
    contempla insito otras variantes como las prácticas
    pornográficas caracterizadas por fotografías y
    filmaciones en solitario o con interacciones sexuales entre
    infantes, aún cuando dichas prácticas no impliquen
    un contacto físico con el adulto abusador. La ocurrencia
    del acto abusivo se puede manifestar en contextos diferentes y en
    interrelaciones sociales muy diversas.

    Los abusos sexuales deben ser analizados a partir de dos
    grandes categorías: la coerción y la
    asimetría de edad. "La coerción (con fuerza
    física,
    presión
    o engaño) debe ser considerada por sí misma
    criterio suficiente para que una conducta sea
    calificada de abuso sexual de un menor, independientemente de la
    edad del agresor. Por su parte, la asimetría de edad
    impide la verdadera libertad de decisión y hace imposible
    una actividad sexual común, pues los participantes tiene
    experiencia, grado de madurez biológica y expectativas muy
    diferentes. Esta asimetría supone en sí misma un
    poder que
    vicia toda posibilidad de relación igualitaria. Por
    consiguiente siempre que exista coerción o
    asimetría de edad (o ambos casos a la vez) en el sentido
    propuesto entre una persona menor y cualquier otra, las conductas
    sexuales deben ser consideradas abusivas. Este concepto tiene la
    ventaja de incluir también agresiones sexuales que cometen
    unos niños contra otros".

    Afirmamos con anterioridad que el accionar
    pedófilo genera la existencia del abuso sexual infantil,
    aún cuando no resulta factible identificar simplistamente
    la pedofilia clínica declarada con los abusadores
    sexuales. El actual fenómeno del abuso sexual va
    más allá de la pedofilia, extendiéndose a un
    creciente sector poblacional del planeta convertido en abusadores
    sexuales de niños, a pesar de no poseer las peculiares
    desviaciones preferenciales de los pedófilos
    diagnosticados clínicamente. Ese progresivo conjunto de
    individuos, que sin sufrir una atracción sexual
    anómala demandan el uso de niños en sus
    prácticas sexuales, debe ser reconocido como un grupo que
    padece una pedofilia no clínica de entidad ocasional o
    episódica, que por sus dimensiones se ha constituido en
    una patología social de alcance epidémico mundial,
    generando enorme preocupación entre los gobiernos y la
    sociedad civil, por su trascendencia de inmenso deterioro moral y
    psicosocial.

    En este momento del análisis cabe introducir un
    tercer concepto referido a los explotadores sexuales de
    niños, entendidos estos "como los individuos que se
    aprovechan injustamente de algún desequilibrio de poder
    entre ellos y una persona menor de 18 años con el fin de
    usarlos sexualmente, ya sea para obtener beneficios materiales o
    por placer personal". Esa definición de explotador sexual
    absorbe la categoría de abusador sexual, aunque si llegar
    a coincidir totalmente.

    Así pues, a manera de resumen parcial podemos
    relacionar las tres categorías analizadas hasta el
    momento: la pedofilia, el abuso sexual infantil y la
    explotación sexual de niños; todas ellas
    constituyen un continuo conceptual que implica la progresiva
    ampliación de dimensiones con una correlativa
    identificación. La pedofilia como concepto clínico
    originario constituye apenas una manifestación del abuso
    sexual infantil, y este último a su vez forma parte de la
    categoría del explotador sexual. Observado de una manera
    más simple y graficada podríamos afirmar que no
    todos los explotadores sexuales de menores son ellos mismos
    abusadores sexuales, por cuanto existe una parte de esos
    explotadores que no accionan sexualmente con los niños,
    aunque si propician el contacto sexual de esos niños con
    una tercera persona, percibiendo por ello un beneficio
    económico. Esto se explica en tanto recordemos que el
    término de abuso sexual de niños solo contempla a
    aquellos individuos que reciben gratificación sexual
    directa.

    Valorando la correlación identificativa de estos
    conceptos desde una óptica
    progresiva de lo particular a lo más general y en
    términos de acción individual, sustentamos que el
    pedófilo activo será siempre un abusador y un
    explotador sexual infantil; sin embargo, visualizándolo en
    sentido inverso, no todo explotador sexual de niños
    constituye un abusador sexual, ni a su vez todo abusador sexual
    será un portador del trastorno sexual pedófilo. El
    punto focal de coincidencia conceptual se produce por la
    razón de que todos convergen con su accionar en la
    victimización de niños.

    El desarrollo progresivo de la demanda de niños
    para prácticas sexuales se produce por la
    ampliación escalonada de grupos de individuos
    solicitantes. "Se ha comprobado que los clientes que
    solicitan servicios
    sexuales infantiles pertenecen fundamentalmente a los siguientes
    grupos: pedófilos, los que sienten inclinación
    preferente por los niños, los usuarios habituales de
    servicios sexuales que recurren ocasionalmente a los
    niños, los cliente locales
    de la prostitución, turistas, personas en viaje
    de negocios,
    inmigrantes extranjeros, soldados, funcionarios públicos
    destinados en lugares aislados y otras personas".

    Se evidencia que los horizontes del problema no se
    limitan a la pedofilia como categoría psiquiátrica.
    La cada vez más alarmante explosión del abuso
    sexual de niños cometidos por un gran número de
    hombres y mujeres que no son pedófilos clínicamente
    hablando, nos llama a la reflexión en cuanto a la
    conveniencia de redimensionar conceptualmente la pedofilia,
    concibiéndola como una patología social actual
    más allá de su definición médica y
    sexológica original; atemperándonos así a la
    realidad de un problema que desde hace tiempo supera con
    creces las desviaciones sexuales aisladas y extrañas al
    conglomerado social.

    El enfoque sociológico de la pedofilia como
    patología nos obliga a la investigación
    etiológica del fenómeno y secuencialmente nos
    acerca, por tanto, al cuestionamiento de nuestras sociedades y a
    la toma de conciencia
    alrededor de la necesidad de una reacción oportuna y
    crítica ante la progresiva deshumanización, ante el
    consumismo frenético que nos esclaviza y nos "cosifica" y
    ante la degradación y la discriminación de sectores poblacionales en
    alto riesgo
    victimógeno, como son nuestros niñas y
    niños. Nuestro cuestionamiento crítico debe
    extenderse, entre otros aspectos, a la desenfrenada y
    distorsionada comercialización de la sexualidad,
    incentivante de la demanda del sexo rentado y de manera especial
    al control de la violencia en sus múltiples
    manifestaciones, ya sea física, emocional o
    sexual.

    La violencia constituye un elemento cotidiano en la vida
    de las sociedades contemporáneas, es un fenómeno
    estructural asociado a los mecanismos de poder y a la propia
    construcción de las relaciones sociales. La violencia se
    desarrolla a partir de un condicionamiento histórico y su
    pretendida explicación etiológica resulta harto
    complicada, por cuanto sus características se adecuan a
    procesos e
    interacciones humanas generadas en ambientes específicos.
    La violencia social contemporánea en sus diversas formas,
    ya sea física, psicológica, simbólica,
    mediática, etc.; se encuentra asociada en el nivel
    personológico a frustraciones psicológicas y
    materiales producidas por situaciones de inequidad, por la
    búsqueda de estímulos violentos de determinadas
    personas hartas de placeres, por la marginalidad o en
    otros casos aparece como resultado colateral de una estresante
    cotidianidad.

    Por ser un síndrome complejo de carácter
    perenne y extendido a todo el entramado social, la violencia se
    constituye en un fenómeno continuo y permanente, pudiendo
    generar esta habitualidad, una especie de insensibilidad social
    ante la frecuente ocurrencia de actos agresivos sexuales y
    más concretamente hacia la incidencia violenta que
    representa el abuso sexual en niños. Con todas nuestras
    fuerzas debemos instaurar un consenso en torno a considerar el
    abuso sexual pedófilo como una de las manifestaciones
    más dramáticas y extremas de las agresiones
    sexuales y a partir de ese consenso evitar que por lo explicado
    antes, en el enfoque valorativo social se entronice una
    indiferencia nada favorable a la lucha contra la pedofilia como
    patología social, lográndose en definitiva
    estimular los sentimientos de rechazo e intolerancia social hacia
    las acciones pedófilas.

    CONCLUSIONES

    En las páginas del presente trabajo procuramos
    dejar constancia lo suficientemente fiel de nuestra
    concepción de la pedofilia como un fenómeno de
    entidad y nocivo efecto social, materializado en el actual
    incremento de su gravosa incidencia. Las razones de este
    preocupante crecimiento se vinculan a mecanismos
    socio-estructurales de carácter criminógeno y como
    reiteradamente expresamos, se extiende a todos los estratos
    sociales y a la gran mayoría de los países del
    planeta.

    Ante esta dantesca realidad representada por el apogeo
    de la pedofilia, la comunidad
    internacional se encuentra obligada a instaurar una
    agrupación de carácter mundial, que dirija las
    acciones destinadas a ponerle fin a este fenómeno. Solo
    cuando en los niveles nacional, regional e internacional se
    trabaje mancomunadamente, podremos hablar de una lucha que
    poseerá esperanzas de éxito.

    El fantasma representado por el ejercicio de la
    pedofilia recorre el mundo, constituye un fantasma de pesadilla
    social que a grandes zancadas aplasta la inocencia, el bienestar,
    la dignidad y el sano desarrollo de la más joven
    generación de nuestras sociedades. Ya en los finales de
    este trabajo, cabe preguntarse entonces si estamos conscientes,
    si estamos dispuestos y si podemos ocuparnos seriamente de la
    disminución de esas denigrantes prácticas
    pedófilas. No hacerlo sería hipotecar el futuro de
    nuestros niños y de nuestras sociedades.

    CITAS Y
    REFERENCIAS

    Pequeño Larousse Ilustrado. 1996.

    2 Informe provisional de la Relatora Especial
    de la Comisión de Derechos Humanos
    sobre la venta de
    niños, la prostitución
    infantil
    y la utilización de niños en la
    pornografía. Octubre de 1996. Párrafo
    No. 19. Disponible en Internet. http://www.unhchr.ch/Huridocda/Huridoca.nsf/.

    3 Trastorno de índole sexual o
    desviación sexual. La Psiquiatría las clasifica en
    típicas y atípicas. Como parafilia típica,
    además de la pedofilia, se conoce el travestismo, el
    exhibicionismo, la zoofilia, etc. En la categoría de
    atípicas aparecen la coprofilia, la urofilia, la
    necrofilia, etc.

    4 Variante pedófila caracterizada por
    el uso de niños varones como objeto de interés, con
    exclusión de las víctimas infantiles femeninas; se
    materializa principalmente mediante caricias que generan el
    máximo placer.

    5 Variante de la pedofilia en que las
    relaciones implican una actividad heterosexual, mayoritariamente
    víctimizando a niñas con métodos
    que generalmente se caracterizan por mayor o menor dosis de
    violencia, pudiendo llegar en casos extremos al homicidio
    sádico.

    6 Concepto psicológico que define las
    incongruencias existentes entre la creencias, actitudes y
    comportamientos del individuo, generando ansiedad y daño
    psíquico a partir de dificultades en la
    autovaloración. Ampliar en: O` Connell Davidson, Julia.
    (2001). El Explotador Sexual. Acápite No. 3.
    Internet.
    http://www.focalpointngo.org/yokohama/spanish/default.htm
    .

    7 Julia O` Connell Davidson. (2001). Obra
    citada. Párrafo No. 22.

    6 Julia O` Connell Davidson. (2001). Obra
    citada. Párrafo No. 97.

    9 En: Colectivo de Autores. (2000). El abuso
    sexual del niño y su protección jurídico
    penal en Cuba. Ponencia
    al VI Evento Técnico de la Fiscalía Provincial de Villa Clara. Santa
    Clara. Págs 14-15.

    10 Julia O` Connell Davidson. (2001). Obra
    citada. Párrafo No. 9.

    11 Informe Provisional de la Relatora
    Especial de la Comisión de Derechos Humanos sobre la venta
    de niños, la prostitución infantil y la
    utilización de niños en la pornografía.
    Octubre de 1996. Presentado al quincuagésimo primero
    período de sesiones de la Asamblea General de la ONU.
    Párrafo 18. Disponible en Internet.
    http://www.unhchr.ch/Huridocda/Huridoca.nsf/.

    12 Ver: Leal, Gustavo. (2000).
    Presentación de un panorama global de la violencia y
    explotación sexual contra niños y niñas en
    América
    Latina y el Caribe. En CD. "Derecho a
    tener Derecho. Infancia, derecho y políticas
    sociales en América
    Latina". Material de la UNICEF. Párrafo 26.

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    Comisión de Derechos Humanos sobre la venta de
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    Octubre de 1996. Presentado al Quincuagésimo Primer
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    Boletín de Información Sexológica.
    Disponible en Internet. http://www.cmrioja.es/asexorate/numero18.html.

    DATOS DE LA AUTORA:

    Graduada de Licenciatura en Derecho en la Universidad de La
    Habana en el año 1982 y titulada de Master en Pedagogía de la Educación
    Superior desde el año 2000. Posee 20 años de
    experiencia en la labor docente universitaria. Pertenece a la
    Sociedad Cubana de Ciencias
    Penales de la Unión de Juristas de Cuba y a la Sociedad de
    Pedagogos de Cuba. Posee una vasta experiencia en la
    investigación; ha desarrollando sus pesquisas en el
    área criminológica, específicamente en la
    esfera microambiental delictiva, en el área de la
    Personalidad, en la Prevención Criminal y Victimal, en el
    Control Social Formal e Informal, en temas de Derecho Penal
    Especial y en la Enseñanza del Derecho.

     

     

    Msc. Marta González
    Rodríguez

    Profesora de Criminología y Derecho Penal

    Universidad Central de Las Villas.CUBA

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