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Arquitectura del Siglo XIX en México




Enviado por esstigma



    Indice
    1.
    Antecedentes.

    2. Palacio de Bellas
    Artes.

    3. Casa boker.  

    1.
    Antecedentes.

    Aspectos políticos, sociales y
    económicos.
    Lo complejo del periodo porfiriano (1876-1911) se ve reflejado en
    la arquitectura
    de su tiempo que
    abarca, desde finales del "romanticismo"
    hasta el "modernismo".
    La Ciudad de México al
    ser la capital de la
    Republica va a manifestar más claramente el proceso, las
    tendencias y condiciones dentro de las cuales se
    desarrolló la arquitectura de
    esta singular época y que refleja las contradicciones de
    la sociedad
    porfiriana. El Eclecticismo, la permanencia de esquemas y gustos
    académicos provenientes de las Escuelas de Bellas Artes
    europeas, que influyeron tanto durante el Neoclásico, la
    necesidad y el deseo de una buena parte de la sociedad por el
    "revival", y al mismo tiempo su
    interés
    por integrarse a la modernidad del
    "nouveau", junto con el deseo "nacionalista", basado en la
    interpretación y el "renacimiento" de
    lo prehispánico, retratan claramente, el desarrollo y
    evolución de una sociedad que con gusto, a
    cambio del
    "progreso" se sometía a una dictadura.

    La capital
    manifestó su crecimiento desde 1890 extendiéndose
    hacia el barrio de Santa Maria la Ribera, al poniente y hacia
    Arcos de Belén al sur. De 1895 a 1905 la actividad
    constructiva se acrecentó haciendo evidentes los profundos
    y favorables cambios que se producían en el habitad de la
    burguesía capitalina y los edificios institucionales y
    privados, en contraste con el empeoramiento de las viviendas de
    las clases bajas. Si bien el régimen porfirista
    intentó dar gran esplendor a la ciudad de México
    pretendiendo dotarla de la infraestructura necesaria para la gran
    urbe, en los barrios bajos, zonas viejas del centro de la ciudad
    y las zonas pobres de algunos barrios, el hacinamiento, la
    miseria y la insalubridad de las viviendas proliferaban
    velozmente.

    "Las mansiones señoriales y nobiliarias de la
    época virreynal, habían perdido para muchas gentes
    el valor y la
    nobleza que habían dado fama a la capital un siglo antes,
    siendo calificadas de "severas y tristes". Así, las
    familias que las habitaban, se desplazaron hacia las nuevas
    colonias que ofrecían la posibilidad de una vida
    más "moderna". Por tales razones, muchas de estas
    mansiones pasaron a ser casas multifamiliares a las que por su
    nuevo carácter
    colectivo se les añadieron muros, pisos y otros espacios,
    para que en ellos pudieran habitar el mayor numero de personas,
    fomentándose con esto el hacinamiento, la promiscuidad y
    la falta de higiene de sus
    habitantes, y al mismo tiempo la mutilación y
    destrucción, en muchos casos, de los edificios
    virreinales. Esto trajo como consecuencia inmediata, el completo
    abandono de estos barrios que, en poco tiempo, se propago
    también a sus edificios y a sus habitantes.

    Paralelamente, tanto la aristocracia como el gobierno,
    emprendían la erección de grandes y monumentales
    construcciones: refinadas residencias, villas y chalets; ricas y
    elegantes tiendas; lujosos cafés, restaurantes y teatros;
    imponentes almacenes y
    bancos, etc.
    El inminente ingreso de extranjeros al país y
    específicamente a la capital, debido a las concesiones
    otorgadas por el gobierno a
    empresas
    extranjeras, trajo como consecuencia inmediata, entre otras, la
    construcción de un gran numero de viviendas
    para albergarlos. Por esto, se fundaron nuevos barrios en los
    cuales la alta burguesía nacional compartió el
    espacio urbano con ingleses, franceses, italianos y
    norteamericanos, por lo que estos barrios se les llamo
    "colonias". Surgieron entonces la colonia Santa María la
    Ribera (que aunque fundada en 1861, fue durante los primeros
    años del porfirismo cuando comenzó su verdadero
    auge), la Guerreo (1874), San Rafael (1882), Cuauhtémoc
    (1890), Juárez (1898), y la Roma y Condesa
    (1902.) Muchas de estas colonias poseían amplias avenidas
    y banquetas arboladas, que permitían pasear a la sombra y
    admirar, al mismo tiempo, hermosos jardines y residencias de
    diversos "estilos" que comenzaban a dar a la ciudad un carácter
    de "modernidad" que
    la colocaba a la altura de algunas ciudades europeas.

    Varias fueron las razones que determinaron la
    creación arquitectónica de este periodo: la
    influencia de los nuevos estilos que imperaban en Europa a principios del
    siglo, al igual que algunos factores culturales diversos entre
    los que destacan el europeismo principalmente que fueron
    interpretados como símbolo de "status", de
    distinción y "modernidad"; el cambio en la
    economía
    del país, junto con la aparente estabilidad política y social; La
    introducción de nuevas y revolucionarias
    técnicas de construcción, fueron algunas de las
    más importantes.

    El eclecticismo.
    Por lo prolongado del período porfiriano, encontramos que
    no existe, en realidad, una doctrina arquitectónica
    única y definida en cuanto a repertorios formales y
    organización de los espacios; sin embargo
    podemos establecer un común denominador en ella: la
    importación de todo extranjerismo. Hay que
    considerar que los arquitectos que se establecieron en nuestro
    país: franceses, belgas, italianos, ingleses y
    norteamericanos, contribuyeron a la diversificación de los
    esquemas arquitectónicos, ya que pertenecían a
    diferentes tendencias: eclécticos, historicistas, y
    seguidores del nouveau, fundamentalmente. Por otra parte, hay que
    tomar en cuenta que muchos arquitectos mexicanos de aquella
    época, habían recibido su formación
    profesional en Europa o en los
    Estados Unidos
    de Norteamérica, o bien provenían de la Escuela de
    Arquitectura dependiente de la Academia Nacional de San Carlos en
    la cual, lógicamente, recibieron una formación
    también europea. Desde tiempos de Santa Anna fue
    común enviar a jóvenes mexicanos a hacer sus
    estudios a Europa; por ejemplo Juan y Ramón Agea
    fueron enviados por el propio Santa Anna a estudiar a Roma, regresando
    en 1846 e introduciendo por primera vez los Tratados de
    Reynaud y Viollet-Le Duc. Antonio Rivas Mercado,
    estudió asimismo en Inglaterra y
    posteriormente en la Escuela de Bellas
    Artes de Paris, regreso a México en 1879 y fungió
    como director de la Escuela Nacional de Bellas Artes a partir de
    1903.
    Entre los arquitectos extranjeros que vinieron a nuestro
    país durante el porfiriato
    tenemos por ejemplo:

    • Adamo Boari.
    • Emilie Benard.
    • Máxime Roisin.
    • Silvio Contri.
    • Ernest Brunel.
    • Luis Long.

    Siendo italiano el primero y franceses los
    últimos; los tres vinieron a México en 1897, con el
    motivo del concurso internacional para el proyecto del
    Palacio Legislativo y todos ellos fueron formadores de
    posteriores generaciones de arquitectos: los dos primeros como
    profesores en la Academia, y el último como creador de un
    taller propio que funciono hasta 1914. Así, dentro de los
    discípulos de Boari tenemos a:

    • Manuel Ortiz Monasterio.
    • Bernardo Calderón.
    • Ignacio Marquina.
    • Federico Mariscal.

    Muchos otros arquitectos extranjeros, se dedicaron a
    construir solamente: Lemos y Cordes, arquitectos norteamericanos,
    por ejemplo, construyeron los edificios de la Casa Boker (1898) y
    la Mutua (1900); Silvio Contri, italiano proyectó el
    edificio para la Secretaria de Comunicaciones
    (1906); Ernest Brunel, frances, el mercado de
    Guanajuato (1904-1910); Luis Long, suizo, el Palacio de Gobierno
    de Guanajuato, etc. Consecuentemente la variedad de "estilos"
    arquitectónicos es una característica más connotada de este
    período estos, sin embargo casi nunca fueron trabajados a
    la manera del historicismo arquitectónico, sino siguiendo
    al movimiento
    ecléctico.

    Es común entonces encontrar reunidos en un solo
    edificio, elementos arquitectónicos y ornamentales
    neoclásicos, neogóticos, neorrománicos,
    neomudejares, neoplaterescos, del nouveau, e inclusive indicios
    de lo que fue llamado "renacimiento
    mexicano", movimiento
    prenacionalista que pretendió dar vida a una arquitectura
    basada en lo prehispánico y que surgió a
    raíz de los hallazgos arqueológicos de Leopoldo
    Batres. Respecto a este movimiento, Adamo Boari manifestó
    que las formas arquitectónicas propias de un pueblo
    debían utilizarse en la arquitectura pero "renovadas y
    modernizadas". En congruencia con este pensamiento
    utilizo elementos indígenas, tanto en su proyecto a un
    monumento a Porfirio Díaz (1900, no realizado) como en el
    Teatro Nacional
    (1904-hoy palacio de Bellas Artes), en donde "Boari trató
    de hacer un Art-Nouveau ‘mexicaniza’, por lo cual
    asoman en muchas partes cabezas de tigre y coyotes y unas
    poderosas serpientes que ondulan en los arcos de las ventanas del
    primer piso.

    El eclecticismo se dio, tanto en los monumentales
    edificios institucionales y empresariales, como en residencias,
    villas y chalets de la aristocracia y que por moda alcanzo a
    la arquitectura habitacional más modesta. Algunas colonias
    de la época, como la Juárez y la Santa Maria la
    Ribera, por ejemplo, se convirtieron en un complejo catalogo de
    tipos arquitectónicos que se sucedían y
    entremezclaban un tanto desordenadamente y que aun resultan
    asombrosos, desconcertantes y extravagantes si no se analizan
    desde una perspectiva histórica y no la meramente
    formal.

    Ejemplos más representativos de edificios
    eclécticos en la CD de
    México.
    Edificio de Bellas Artes.
    Terminadas las turbulencias de la época formativa,
    inmediatamente posterior a la independencia,
    el destino de la republica Mexicana es regido por la
    personalidad del Presidente Porfirio Díaz. Su
    régimen de aquietamiento y estabilización, marca la
    estructuración administrativa del estado y el
    desarrollo de
    la economía
    del país, aun a costa del olvido de los problemas
    sociales importantes.

    Todas las actividades se saturan de "europeismo" y la
    arquitectura sigue paralelamente la moda y estilos
    que con tanta inestabilidad se manifiestan en la misma
    Europa.

    El eclecticismo estilístico, pueblan los
    edificios oficiales de las formas del gótico, de copias
    del templo griego o de inspiraciones de la arquitectura
    prehispánica. El único estilo o pseudo estilo
    genuino de la época el Art. Nouveau se "adopta en una
    construcción tan importante como el " Palacio de Bellas
    Artes", enorme masa de mármol blanco seguramente el
    edificio más acabado en su estilo en todo el
    mundo.

    El proyecto fue realizado por el arquitecto italiano
    Adamo Boari, quien diseñó un edificio que
    incorporaba los avances
    tecnológicos de los mejores teatros de la
    época. El edificio se caracterizaba por organizar las
    salas en torno a un gran
    hall, rematado por una triple cúpula situada entre el
    vestíbulo y la sala de espectáculos. Esta sala
    tendría forma de embudo, para lograr así los
    mejores efectos acústicos y visuales. Su cupo sería
    de 1791 personas distribuidas entre palcos aislados, generales,
    lunetas y galerías. También contaría con un
    palco presidencial, situado exactamente a media sala, con dos
    elevadores privados y un gabinete de aseo.

    Originalmente la construcción del edificio
    duraría cuatro años, pero se fue alargando a causa
    de los hundimientos del terreno y del movimiento armado de 1910.
    Hacia 1915 era poco lo que se hacía; Boari deja el
    país en 1916 y a lo largo de los siguientes tres lustros
    se hicieron algunos trabajos de poca envergadura, hasta que se
    reinician las obras en 1932, bajo la dirección del arquitecto mexicano Federico
    Mariscal, quien las concluyó totalmente en marzo de
    1934.

    No se puede dejar de mencionar la famosa cortina de
    mosaicos de cristal sobre lámina de acero, realizada
    por Tiffany Studios de Nueva York. Esta impresionante obra, que
    representa una vista del valle de México, está
    hecha con más de un millón de piezas de cristal
    opalescente, cuya elaboración tardó casi dos
    años y es única en el mundo por su mérito
    artístico.

    En el interior del hall y de la sala, Federico Mariscal
    aplicó un revestimiento de diversos mármoles
    nacionales y una espectacular decoración art dèco
    realizada en París por la casa Edgar Brandt, que incorpora
    motivos mexicanos, como mascarones mayas en acero y
    cactáceas en bronce.

    2. Palacio de Bellas
    Artes.

    En el se mezclan esquemas Bizantinos, Renacentistas,
    Románico, Neobarroco, Neoindigenista y del Nouveau, en
    detalles del exterior además de contener Art Deco en
    interiores es obra del noble Arquitecto Adamo Boari. (1904-1934).
    Ubicado en el Eje Central y Avenida Juárez.
    *

    Comercio y Abasto.
    La expansión de la habitalidad comercial encontró
    en la ideología liberal porfirista la forma
    más directa de enlazarse al sistema
    económico nacional a través de su limitado mercado
    interno, de la emergente red ferroviaria que para
    entonces contaba con algunos troncales a su paso y con la
    consolidación y reacomodo del capital extranjero, el
    comercio,
    entonces, continuo desarrollándose y creciendo en manos de
    extranjeros.

    El largo período de paz porfiriana y la política favorable a
    la inversión
    extranjera acrecentaron esas condiciones para que los
    capitales norteamericanos y europeos incursionaran y controlaran
    monopolicamente los principales campos comerciales, hasta
    dominarlos a través de las principales empresas
    dedicadas a diversas actividades de sus diferentes
    ramas.

    Las edificaciones que para el caso requirió este
    genero se
    vieron suplidas en el tiempo, bien por que sus propietarios
    deseaban tener más impacto en la población o bien por que habían
    tenido tanto éxito
    que el espacio actual ya no satisfacía sus expectativas de
    tal forma que los espacios aun construidos ex profeso
    también sé refuncionalizaron rápidamente,
    pero en el sentido de la restitución.

    En esa dirección, los estilos
    arquitectónicos se verán casi como simples accidentes
    temporales que acompañan a la obra en el tiempo, pues
    cambiarían también al modificarse el espacio
    edificado. Las modas estilísticas serán entonces
    como modas de la alta confección; cambiarían
    según la temporada, la moda y el modisto. Así la
    especialidad del comercio,
    principalmente de artículos extranjeros manifestara por
    circunstancias diversas las que en Europa especialmente Francia,
    esté dominando el campo de la Arquitectura, de la Ingeniería y los estilos expresados en
    ellas iran ligados irremediablemente al bogaje cultural de
    quienes la proyectan y, sobre todo, a la idea de país a la
    que se aspira.

    Las ideas estéticas en la arquitectura,
    así como en muchas otras en las demás esferas del
    conocimiento,
    estarán entonces subsumidas al eclecticismo. Pero un
    eclecticismo que, en un principio, exige un amplio conocimiento
    de una gran cantidad de estilos con sus respectivos
    cánones compositivos, mismos que conforman toda una gama
    de donde los compositores seleccionan lo mejor según el
    cometido del edificio, incluyendo desde luego los sistemas
    constructivos y materiales
    más modernos para su concreción.

    El importante comercio de la Ciudad de México
    generaría una nueva concepción
    arquitectónico-urbanística que, sin duda
    encontraría su correlato en la aparición de las
    tiendas departamentales tal como se construían en Europa,
    especialmente las ubicadas en las principales arterias o en las
    avenidas monumentales. En este sentido, el comercio especializado
    de ropa de la Ciudad de México fue el que tuvo mayor auge,
    sobre todo el proveniente de Francia,
    contándose con el rededor de 27 almacenes grandes
    y medianos para esas fechas.

    En la especialidad en la venta de
    artículos de ferretería la Casa Boker fue sin duda,
    la más famosa de su tiempo y su genero.

    3. Casa boker.
     

    En el siglo XIX, en la esquina noroeste de las calles de
    Coliseo Viejo y del Espíritu Santo (actualmente 16 de
    Septiembre e Isabel La Católica) se encontraba el famoso
    hotel y café de
    "La Gran Sociedad", así como el "Portal del Águila
    de Oro" donde se alojaban los libreros de viejo de la antigua
    ciudad de México. Este terreno hoy lo ocupa la Casa Boker,
    y tiene sus orígenes en el siglo XVI, ya que formó
    parte del hospital del Espíritu Santo.

    En mayo de 1865 llegó a México un joven
    alemán llamado Roberto Boker (1843-1912), quien
    fundó en ese sitio, con gran éxito,
    una ferretería. Dentro del inventario que
    manejaba se encontraban desde fuetes para cocheros, carros de
    caballos de diferentes tipos, autos de vapor
    marca White,
    hasta carros de bomberos.

    Al terminar el siglo XIX, debido al crecimiento del
    negocio, el Sr. Boker compró el inmueble y los
    aledaños para construir su propio edificio; el cual hasta
    la fecha sigue perteneciendo a la familia ya
    durante cuatro generaciones, caso raro en un giro comercial en la
    ciudad de México.

    El proyecto de la Casa Boker fue de los arquitectos
    neoyorquinos De Lemos y Cordes; los contratistas fueron A.R.
    Whitney Co., de Nueva York, y la obra la llevó a cabo el
    ingeniero mexicano Gonzalo Garita en dieciséis meses. Un
    detalle interesante en la construcción fue que el
    fotógrafo judío-húngaro Guillermo Kahlo
    realizó su primer trabajo como fotógrafo
    profesional con el seguimiento de la construcción de este
    edificio.

    Al excavar el terreno para colocar la cimentación
    se encontraron dos piedras, una de origen prehispánico que
    representa un águila, y la otra virreinal, la que se
    supone que es el escudo del primer propietario del predio. La
    primera fue donada por la familia Boker al
    Museo de Antropología y la otra se extravió
    durante la Segunda Guerra
    Mundial, periodo en que el negocio fue
    intervenido.

    Fue la primera construcción que se hace en
    México totalmente de viguetas de acero en columnas y
    trabes. La fachada, enmarcada por dos columnas de granito de
    Nogales, Sonora, cuenta con amplios escaparates, está
    cubierta de cantera de Pachuca, Hidalgo; se deben notar como
    elementos decorativos los soportes con cerramiento de arco que
    abarcan doble altura, el original torreón que corona la
    esquina y los vistosos relieves ornamentales de
    bronce.

    Es de admirar la crestería de lámina de
    latón que remata la fachada y el torreón,
    también los balaustres, guirnaldas, cornisas y relieves
    decorativos, entre otros. Todo lo anterior hace que esta obra sea
    un magnífico ejemplo de solidez de la arquitectura
    porfiriana construida para durar varios siglos.

    Casa Boker.
    Obra de los arquitectos neoyorquinos Lemos y Cordes de (1892).
    Ubicada en la Avenida 16 de Septiembre e Isabel la
    Católica.

    Edificios Administrativos, de Justicia y
    servicios.
    La burguesía mexicana, al igual que en muchas de los
    países latinoamericanos habían ya volteado la vista
    hacia la vieja
    Europa, especialmente a Francia para buscar así su vinculo
    de modernidad. El eclecticismo en este sentido, fue llave que los
    arquitectos abrieron para satisfacer los requerimientos
    estéticos del porfirismo y también por que "se
    vieron compelidos a adoptarlos ante una carencia de un nuevo
    estilo y, más que eso, ante la ausencia de nuevos programas
    arquitectónicos cabalmente representativos de las clases
    sociales y la todavía no-convalidación de
    nuevos materiales de
    construcción. En suma ante la relativa invariabilidad
    social".

    Secretaria de Comunicaciones
    y Obras (MUNAL).
    En tiempos del Presidente Porfirio Díaz hubo un concurso
    para ver que arquitecto construiría el Palacio de
    Comunicaciones y Obras Publicas. El presidente deseaba que este
    fuera un edificio moderno y muy elegante. Como a él le
    gustaban las artes y la cultura
    francesa, decidió organizar un concurso que se extendiera
    hasta Europa, así el ganador fue el arquitecto italiano
    Silvio Contri, que vino a vivir a México para poder
    construirlo.

    Su estilo ecléctico, es grandioso, ya que suscita
    la vista de este espléndido Palacio no solo por su notable
    dimensión, si no también y principalmente por la
    sensación de belleza arquitectónica que produce la
    relación de sus elementos constructivos y
    ornamentales.

    Es obra del arquitecto Silvio Contri, el edificio
    muestra
    recursos
    renacentista y neoclásicos, para expresar su eclecticismo.
    Se encuentra frente a la plaza Manuel Tolsá, en la calle
    de Tacuba #8 entre las calles de Xicotencatl y Marconi al
    poniente, la fachada posterior mira hacia la Calle de Donceles.
    El edificio ocupa totalmente la superficie del predio 5 026 m2
    con 87 metros de frente por 58 de profundidad, tiene una altura
    de 26 metros.

    Su estructura es
    semejante a la del palacio postal, la estructura es
    metálica, de acero, compuesta por viguetas de alma llena y
    otras de celosía unidas por remaches, sobre un gran
    emparrillado de perfiles de acero ahogado luego en cemento
    é igual que la casa de correos, sus entrepisos son de
    vigueta y bovedilla. El revestimiento exterior de las cuatro
    fachadas del Palacio y de sus exteriores así como los
    elementos decorativos, se hizo con cantera de color gris de los
    bancos de San
    Martín Xaltocan Estado de
    Tlaxcala, la herrería en bronce ornamental fue fabricado
    por la fonderia de Pignone en Florencia Italia.

    Secretaría de Comunicaciones y Obras
    Publicas.
    La construcción duro de 1902 a 1911 lo cual impidió
    que el Presidente Porfirio Díaz lo ignaurara, en su
    diseño
    se utilizan
    recursos
    Renacentistas y Neoclásicos.*

    Edificio de Correos.
    El 17 de febrero de 1907 la Ciudad de México esperaba con
    gran interés un
    magno acontecimiento: la inauguración del edificio
    más soberbio que hasta entonces había levantado el
    régimen porfirista.

    En la antigua Calle de Santa Isabel, esquina con San
    Andrés abría sus puertas el Correo Central o
    Palacio Postal ante el cuerpo diplomático y el gabinete,
    el presidente Díaz se dirigió a uno de los buzones
    del interior y deposito en ellos unas tarjetas
    ejecutadas por el artista Leonardo Izaguirre, con ello la nueva
    instalación comenzó a funcionar, continuando
    así la tradición de un servicio que
    existía en México desde la época
    prehispánica.

    En este lugar existía un edificio se la
    época virreinal conocido como el hospital de terceros, que
    para esas fechas se había convertido en el Hotel de
    Ferrocarrileros, ahí se empezó a proyectar en 1898
    la construcción de la sede central de correos. Él
    entonces ministro de obras publicas, por instrucciones expresas
    del General Porfirio Díaz, no escatimar esfuerzos y
    gastos, el
    arquitecto encargado del proyecto fue el italiano Adamo Boari,
    mientras que los cálculos y la concepción fueron
    obras del mexicano Gonzáles Garita.

    El edificio está desplantado sobre una
    cimentación tipo Chicago tan en boga en esos momentos fue
    ejecutada en México por Milliken BROS, de Nueva
    York.

    Adamo Boari concibió el proyecto del Palacio
    Postal dentro de las líneas de un Palacio europeo que bien
    pudo haber estado en cualquiera de las grandes capitales de la
    época. A pesar de sus dimensiones y el predominio del
    macizo sobre el vano, el edificio no da ninguna sensación
    de pesantez.

    El remate general de todo el volumen a base de
    cresteria ligerísima compone magistralmente el conjunto.
    Si estilísticamente hablamos la solución es
    totalmente Sui generis, la definición final de su estilo
    es ecléctico, tiene formas isabelinas con remates e
    impostas del gótico y plateresco español,
    con logias venecianas, con trazos ondulantes del Art Nouveau como
    las del Palacio de Monterrey en Salamanca, con gráciles
    ventanas gemidas y arquillos conopiales.

    Edificio de Correos.
    Contiene elementos del Gótico Isabelino, Plateresco
    español y
    Neogótico en algunos detalles.*

    Iglesia de San Felipe de Jesús.
    Este sitio lo ocupaba originalmente la capilla de Nuestra
    Señora de Aranzazu, del convento de San Francisco. Este
    templo se inauguró en 1897 y se construyó por
    iniciativa del sacerdote Antonio Plancarte y Labastida en
    desagravio a Dios, por las faltas cometidas contra templos y
    conventos al aplicar las Leyes de
    Reforma.

    La obra la dirigió el Arquitecto Emilio
    Dondé. Su fachada es estilo neorrománico, de piedra
    de chiluca y consta de tres accesos frontales y dos laterales. El
    altar mayor en mármol rojo y blanco, alojado un nicho de
    mosaico azul, en la parte superior se encuentra una pintura de
    grandes dimensiones del santo mexicano Felipe de Jesús.
    Sus vitrales emplomados con los símbolos que identifican a
    los evangelistas: el águila a San Juan; el león a
    San Marcos; el ángel a San Mateo y el toro a San Lucas. En
    uno de los altares laterales se puede observar la escultura del
    promotor de la construcción del templo, Don Antonio
    Plancarte y Labastida, obra del escultor Ponzaneli.

    Se encuentra ubicada en la Avenida Francisco I. Madero
    No 11 y fue inaugurada el 3 de febrero de 1897.

    La iglesia tiene
    planta de tres naves, la central para la estadía de los
    fieles y las dos laterales como deambulatorios, su
    carácter ecléctico se da al estudiar su fachada que
    es de tipo Neorrománico con algunos elementos
    góticos.

    Iglesia de San Felipe de Jesús.
    Obra del Arq. Emilio Dondé ubicada en la Avenida Francisco
    I Madero No 11, fachada de estilo Neorrománico con
    detalles Neogóticos.*

    Cámara de Diputados.
    Obra del arquitecto Mauricio Campos, se encuentra Ubicado en la
    Calle de Donceles, se proyecto al existir una necesidad de tener
    un edificio digno de sus representantes, que anteriormente
    habían tenido albergue en un local adoptado en el Palacio
    Nacional y en el Teatro Iturbide,
    que destruyo un incendio.

    Cámara de Diputados.
    En este edificio se mezclan elementos Neoclásicos,
    Clásicos y del Barroco
    frances.

    Templo del Buen Tono.

    Iglesia del Buen Tono.
    Obra del ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, ubicada en la
    calle de Buen tono y Ayuntamiento, en esta obra se reflejan
    elementos del Neobarroco y del
    Neorrománico.*

     

     

    Autor:

    Julio César Pérez Guzmán

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