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Ateísmos de la liberación




Enviado por vivianaendelman



    Ateísmos de la
    liberación

    1. Karl Marx
      (1818-1883)
    2. F. Engels
      (1820-1895)
    3. Lenin (Vladimir Il'ic Ulianov,
      1870-1924)
    4. Marxismo
      soviético
    5. Neomarxismo
    6. Sugerencias para presentar hoy la
      imagen de Dios
    7. Compromiso con la
      historia
    8. Bibliografía
      consultada

    Karl Marx
    (1818-1883)

    Leyendo las ideas de Marx he notado
    que es central para entender una corriente de pensamiento
    qué entiende sobre el hombre,
    qué concepto tiene de
    él. Si quisiera resumir lo medular de estas ideas,
    tendría que partir de la pregunta: ¿qué
    (aunque lo ideal sería decir quién) es el hombre? Antes
    que nada el hombre no
    es considerado en sí mismo, sino parte de una determinada
    sociedad.

    Hay que entender primero que el objeto del
    materialismo histórico es el devenir del hombre, es
    decir, de la sociedad. El
    fundamento de la sociedad es la estructura
    económica, y cualquier otra estructura es
    un reflejo de la estructura económica. Los factores
    principales que determinan la historia humana son materiales. Y
    desde esta base, la opción liberadora pasaría por
    la opción materialista, centrada en el hombre como ser
    histórico, inserto en unas determinadas relaciones
    económicas de producción. Marx afirma que el dominio material,
    el poder
    económico (la infraestructura) se refleja en el dominio en las
    ideas, en la producción espiritual (superestructura).
    Sobre la base económica, entonces, se elevaría la
    superestructura de la vida social, política e
    intelectual. Y al analizar la realidad, Marx observa que la clase
    que ejerce el poder material
    dominante en la sociedad es su poder espiritual dominante, son
    sus ideas las dominantes de cada época.

    Marx ve al hombre desde este punto de vista: inserto en
    las relaciones de producción. Esto es lo que Marx ve
    cuando analiza la realidad; es decir, reduce la realidad, reduce
    al hombre. El ser del hombre depende de su posición de
    proletario o propietario. Solamente cuando no haya clases
    sociales (final esperado de la revolución) se podrá hablar del
    reino de la libertad, del
    verdadero humanismo. El
    hombre será hombre cuando se dé la
    liberación económica y social, cuando se derriben
    los mecanismos de las relaciones de producción propios de
    la sociedad capitalista. Pues el fundamento de la infelicidad del
    hombre es para Marx la alienación socioeconómica de
    los proletarios.

    Lo colectivo será el fruto de la victoria final
    del comunismo. Y el
    hombre se realizará perfectamente tan sólo en la
    última fase de la historia humana, es decir,
    en la sociedad comunista perfecta.

    A primera vista parece muy positivo que Marx analice y
    delate la opresión del obrero (división de las
    relaciones de producción en propietarios y proletarios;
    extrañeza del trabajador ante su actividad; la vida como
    simple medio de subsistencia; el estado como
    instrumento de los propietarios: alienación política de los
    ciudadanos sometidos).

    A mi entender, lo que hace esencialmente ateo su
    análisis es la relación que Marx
    plantea con la religión,
    calificándola como una alienación más
    profunda, más radical, más peligrosa, derivada de
    la socioeconómica (reflejo de lo social y
    económico; proyección que el obrero oprimido hace
    en Dios de su humanidad; consuelo mistificado –el opio, el
    tranquilizante del pueblo- y forma de protesta ante el
    sufrimiento).

    La infelicidad del hombre, la miseria, lo
    empujaría a alienarse en Dios. Una alienación que,
    según Marx, sería superada al cambiar las
    condiciones socioeconómicas que la generan. La
    solución vendría de la economía: cuanto
    más perfecto se haga el orden económico, cuanto
    más someta el hombre a la naturaleza, tanto
    menos conservará la religión un derecho a
    la existencia. Según Marx, el comunismo, en
    cuanto superación de la propiedad
    privada, será la reivindicación de la vida humana
    como propiedad de
    sí misma; del mismo modo que el ateísmo es el
    humanismo
    conciliado consigo mismo, mediante la superación de Dios y
    de la religión.

    Dios no es necesario y los principios
    sociales del cristianismo
    son vistos como obstáculo para la liberación,
    entendiendo la religión como invento del hombre "que
    aún no se ha ganado para sí mismo o que ya ha
    vuelto a perderse", como un escape hacia una vida futura y
    evasión del esfuerzo para desarrollar la propia humanidad
    en la existencia real. Desde esta perspectiva, Marx atribuye a
    los principios
    cristianos la justificación de todas las infamias contra
    la clase obrera, afirmando, entre otras cosas, que: defienden la
    opresión del proletariado; trasladan al cielo la
    corrección de todas las infamias de la clase gobernante,
    justificando estas infamias en la tierra;
    declaran que los actos contra los oprimidos son o el castigo
    justo del pecado o pruebas que el
    Señor impone a los redimidos; predican la cobardía,
    el desprecio de sí mismo, la humillación, el
    desaliento… La Palabra y la Doctrina me muestran la
    equivocación que hay en estas afirmaciones. Es más,
    si así fueran los principios cristianos yo tampoco los
    defendería. En Marx aparecen desdibujados, pues justamente
    el fin de los verdaderos principios es el bien y la felicidad
    verdadera del hombre, su elevación a la dignidad de hijos
    de Dios y la liberación de toda esclavitud.
    Coincido aquí con esa expresión del patriarca
    Máximo IV en el Vaticano II: "Yo tampoco creo en el Dios
    en que los ateos no creen." Si bien es cierto que en casos
    concretos se vive una religión viciada, instrumentalizada,
    esto no puede generalizarse y reducirse el fenómeno
    religioso en tan estrechos límites.
    Me parece acertado proponer que si se quiere hacer sociología de la religión
    habría que abarcar más profundamente el hecho
    religioso, con seriedad y sin prejuicios. Aunque, a mi criterio,
    un conocimiento
    sin amor, que no
    llegue hasta el corazón de
    la religión, hasta la alianza, no alcanzará a
    comprender su riqueza y profundidad.

    Hay toda una filosofía en Marx, que no queda en
    el plano de las ideas, que tiene que ver con una
    práctica, con una forma de vivir: para afirmar al
    hombre hay que negar a Dios. La referencia última, el
    problema de la verdad, está siempre en el obrar humano, en
    la praxis, en la "terrenalidad"; queda excluida toda normativa
    trascendente. El hombre mismo es praxis a través de la
    cual logra la autocreación de sí mismo y la
    transformación de la naturaleza: el
    hombre, trabajando, transforma el mundo, se redobla a sí
    mismo, crea el mundo a su propia imagen. Cuando el
    hombre con su trabajo crea un mundo nuevo, se crea continuamente
    a sí mismo. Al transformar así el mundo, se
    transforma a si mismo. Es esta por lo tanto una filosofía
    que niega la creación.

    Para Marx existe sólo el universo
    visible, con sus leyes
    cósmicas, eternas e inmutables. Aún el hombre mismo
    pertenece a este mundo material, es el ser más
    evolucionado, dentro del universo
    conocido, pero no se distingue en nada de los demás seres
    materiales
    existentes, y tiene un ciclo vital que desaparece con la muerte. El
    alma por tanto no existe.

    El materialismo de
    Marx es a la vez evolucionista: toda la realidad está en
    un proceso de
    evolución perfectiva, que se da en forma de
    dialéctica. Toda perfección se logra por la
    contraposición de dos tendencias opuestas. Una de esas
    fuerzas es la tesis; la
    opuesta, antítesis, y de
    ellas se logra la síntesis,
    que es un paso adelante en el proceso
    evolutivo. Hasta que se logre la perfección humana, sin
    clases
    sociales, sin conflictos, el
    proceso dialéctico será necesario e inevitable,
    porque es una ley
    cósmica.

    En este humanismo de la liberación el
    hombre es Señor del hombre; entender esto es una exigencia
    para "hacer práctica" su autonomía. Su felicidad,
    el bien, la ética, la
    libertad,
    estarían restringidos a este horizonte. Es un humanismo
    cerrado a la trascendencia, donde el ateísmo se presenta
    como una exigencia El hombre, entonces, no es sólo
    reducido a un producto de
    las relaciones de producción, sino y lo más grave,
    a hombre sin Dios. Pues para Marx la afirmación de la
    trascendencia de Dios es la alienación más radical
    de la autonomía humana. ¿qué imagen tiene de
    Dios? Si su imagen es la del "vampiro que chupa la sangre del
    hombre", esta afirmación no es discutible.
    ¿cuál es la imagen del vínculo Dios y
    hombre? Cuando se pide la negación de toda trascendencia
    para afirmar al hombre se está pensando en un antagonismo,
    en una competencia (
    caricatura de dios, reflejo de la antitesis hegeliana
    patron/esclavo en un determinado tipo de sociedad). Y el
    "esclavo" al sublevarse, al romper este vinculo, afirmaría
    su libertad.

    La crítica de la religión desemboca en la
    doctrina de que el hombre es la esencia suprema para el hombre y,
    por consiguiente, en el imperativo categórico de invertir
    todas las relaciones en que el hombre sea un ser humillado,
    sojuzgado, abandonado y despreciable…

    ¿Se aliena el hombre cuando se abre a la
    trascendencia? Creo que Marx estaba equivocado: la
    afirmación del hombre no es contradictoria con la
    afirmación de Dios; al contrario, en El está su
    fundamento. Algunos sucesos de la historia han hecho evidente que
    la alienación, la humillación y el desprecio por el
    hombre son frutos de la misma absolutización del hombre,
    que es –paradójicamente- su más grande
    desvalorización.

    F. Engels (1820-1895)

    Que Engels haya reinterpretado el materialismo
    marxiano en clave metafísica-ontológica me parece, en
    principio, una agudización de la
    confusión.

    Marx se centró más en el materialismo
    histórico. Engels ahondó en el materialismo
    dialéctico.

    El materialismo dialéctico, como forma
    filosófica de la visión del mundo, niega la
    existencia de Dios creador del mundo, considerándolo como
    pura invención humana, y por tanto como hipótesis no-científica y hasta
    anticientífica. Pone como principio primero y supremo de
    todo la materia. La
    materia es
    eterna, internamente dinámica, en continua evolución. De la materia emana todo,
    según las leyes de la
    dialéctica, que son sustancialmente las que puso Hegel, o sea, las
    de la tesis, de la negación de la tesis y de la
    negación de la negación (en Engels, en vez
    de la síntesis).
    El paso de un momento al otro se realiza a través de un
    salto dialéctico. El último salto dialéctico
    cualitativo en la evolución habría producido al
    hombre, que representa el último fruto del irrefrenable
    dinamismo que domina a la materia.

    Nos encontramos, entonces, con un materialismo
    metafísico que propone directamente el primado
    ontológico de la materia sobre la conciencia, un
    materialismo dialéctico y evolucionista, de
    inflexión positivista, que podría resumirse en los
    siguientes puntos:

    • la unidad del mundo real consiste en su materialidad;
      el hombre en el mundo y el mismo mundo son las únicas
      realidades.
    • hasta el hombre es producto de
      la naturaleza (lejos se está del concepto de
      hombre como persona);
    • la vida es un simple producto material que se
      desarrolla dialécticamente mediante el movimiento,
      continuo poner y resolver la contradicción. Y esto es
      ley de desarrollo
      tanto de la naturaleza, de la historia como del pensamiento.
    • desde este esquema de pensamiento, no hay necesidad
      de una filosofía que esté por encima de las otras
      ciencias.
      Sólo es necesaria la ciencia
      positiva.

    Desde un endurecimiento de la relación entre
    infraestructura y superestructura en relación a Marx,
    Engels afirma que toda clase social tiene su propia moral
    particular, resultante de las relaciones económicas. Y de
    la religión como "superestructura" tiene una idea
    totalmente teñida de este materialismo filosófico:
    para él la religión es el reflejo fantástico
    que proyectan en la cabeza de los hombres aquellas fuerzas
    externas que gobiernan su vida diaria, un reflejo en que las
    fuerzas terrenales revisten la forma de poderes sobrenaturales.
    En la antigüedad estos objetos reflejados empezaron siendo
    las potencias de la naturaleza y luego evolucionaron y los
    atributos naturales y sociales de los numerosos dioses se
    concentraron en un solo dios omnipotente, que sería
    reflejo del hombre abstracto. ¿Dios un reflejo…?
    ¿un poder extraño que desaparecerá como
    reflejo, según Engels, cuando sea el hombre quien proponga
    y disponga, y que al desaparecer hará esfumar la
    religión porque ya no habrá nada más que
    reflejar?

    Creo que todas estas ideas son inconsistentes pues
    parten de una gran contradicción de base: se está
    afirmando la eternidad de la materia.

    Lenin (Vladimir Il'ic Ulianov,
    1870-1924)

    Veíamos que Marx se centró más en
    el materialismo
    histórico. Engels ahondó en el materialismo
    dialéctico. Y fue Lenin (junto con Kausty y Plechanov)
    quien realizó su formulación más o menos
    definitiva y ortodoxa.

    Dentro de esta formulación, la
    crítica religiosa que hace Lenin es muy parecida a la
    relación que hace Marx entre alienación y
    religión. Considera la religión como una de las
    formas de opresión espiritual de las masas proletarias,
    que serían empujadas por la impotencia a creer en una vida
    mejor más allá de la muerte. Creo
    también en este caso que se agudiza la confusión
    respecto al sentido de la religión, reduciéndosela
    a la prédica de la resignación a los explotados (a
    través del consuelo con la esperanza celeste) y al
    ofrecimiento de una fácil justificación a los
    explotadores (a través de la caridad). La religión
    sería este opio del pueblo, una especie de aguardiente
    espiritual, en el que los esclavos del capital
    habrían de ahogar su personalidad
    humana y sus reivindicaciones de una vida digna del hombre.
    Pienso de qué personalidad
    humana se está hablando en una corriente de pensamiento
    donde se ve al hombre como un producto de la naturaleza, fruto de
    la evolución constante de la materia.

    Lenin tiene sus ideas propias en lo que se refiere a la
    lucha contra la religión. En la teoría,
    como decíamos, está de acuerdo con Marx cuando
    afirma que la religión es el opio del pueblo. Difiere en
    el aspecto práctico. Lenin sigue un camino más
    propagandístico y demagógico, y se podría
    decir más agresivo y violento, contra la religión
    cristiana. Este empeño en la "lucha" entra incluso en el
    estatuto del Partido Comunista de la URSS –PCUS- (1961), en
    su artículo 2: "El miembro del partido está
    obligado (…) a mantener una lucha decidida contra (…) los
    prejuicios religiosos".

    Según Lenin, para el partido la
    elección religiosa no es asunto privado (aunque sí
    lo sea en relación con el Estado) porque
    está constituido por militantes conscientes y el partido
    no podría permanecer indiferente ante el obscurantismo y
    el embrutecimiento religiosos de los obreros. La estrategia de
    lucha que propone es muy peculiar: sostiene que un reconocimiento
    explícito del ateísmo del partido obrero o una
    declaración de guerra a la
    religión tendrían el efecto contrario,
    reavivarían el interés
    por la religión y retrasarían su extinción.
    El partido deberá combatir la religión con la
    praxis revolucionaria, con la lucha de clases. Por eso toda
    propaganda,
    toda prensa, toda
    palabra contra la religión tendrá que estar
    subordinada a esta lucha.

    El papel de Lenin
    es importante en la configuración del ateísmo de la
    ideología marxista-leninista que fuera la
    ideología oficial de la URSS y en otros
    países, aunque con algunas diferencias. Lenin se
    distanció en varios puntos de Marx y Engels, y el sistema conocido
    como "marxismo-leninismo" se consolidó y se fue
    haciendo más leninista que marxista.

    Marxismo soviético

    Se trata del marxismo
    "oficial", reflejado en el Estatuto del Partido comunista, en la
    Constitución y en la legislación del
    "socialismo
    real" de la URSS.

    Viendo los elementos doctrinales que fueron apropiados y
    profesados por el marxismo "oficial" en los países del
    "socialismo
    real" tras la revolución
    de octubre de 1917, podemos mencionar primero que la
    ideología soviética está constituida por el
    materialismo dialéctico (metafísico), más
    herencia de
    Engels, de Lenin, que de Marx. Materialismo dialéctico,
    que, como está dicho anteriormente, pone como principio
    primero y supremo de todo la materia y niega la existencia de
    Dios creador del mundo, considerándolo como pura
    invención humana.

    La materia es eterna, internamente dinámica, en continuo movimiento y
    por tanto evolución sin término (aplicación
    a la materia de la dialéctica hegeliana tesis,
    antítesis, síntesis), , orientándose hacia
    formas superiores y ontológicamente más perfectas.
    Dentro de esta teoría
    materialista, la conciencia es
    vista como el último grado de desarrollo de
    la materia, como producto y función de
    la materia, reproducción indefinida de la realidad
    material.

    Según la ideología soviética, y
    aplicando la relación infraestructura-superestructura al
    campo social, el hecho primero es el ser social. Esto
    también estaba en los ateísmos anteriores pero
    quisiera detenerme aquí sobre este punto que trae
    derivaciones realmente nocivas. El hombre no es considerado como
    individuo, sino como parte de un colectivo. El individuo es un
    reflejo de la estructura de la sociedad a que pertenece. Es
    decir que esencia del hombre se identifica con su ser-social,
    que por ahí pasa su perfección. Su esfuerzo
    debe ser el de hacerse totalmente perteneciente a la sociedad. El
    hombre es un puro ser relativo, parte de una totalidad. No
    posee desde el nacimiento ningún derecho personal,
    natural, congénito e intangible. Existe solamente un tipo
    de derecho del ciudadano que procede de fuentes
    externas, como el partido, el Estado con
    su legislación constitucional, las leyes positivas y las
    normas
    prescritas. Por tanto, se trata de un positivismo
    colectivista absoluto, que siempre está dependiendo de las
    condiciones económicas y del querer de otros hombres, los
    que están en el poder.

    De lo anterior se deriva que el hombre se conoce a
    sí mismo a través del conocimiento
    que tiene de los demás. Su autoconciencia nace de la
    presencia del otro. Este otro no es otro individuo o un
    "tú" indivisible, sino precisamente un "nosotros"
    colectivo. La conciencia se desarrolla en una relación
    abstracta con el colectivo, del que el individuo es una
    partícula. La conciencia del individuo es el espejo del
    ambiente
    social concreto. Y
    sería precisamente en la conciencia donde el colectivo
    hablaría como norma e imperativo categórico
    "objetivo". La
    conciencia evoluciona, se forma, progresa al mismo paso que el
    progreso del colectivo.

    Resumiendo: de lo anterior se deriva que la persona, en
    sentido ontológico, no existe
    . La persona sólo
    se entiende en sentido ético, como personalidad; y se hace
    tal cuando en la praxis reconoce su ser relativo. Así
    pues, el hombre se hace "hombre-sociedad" o bien
    "hombre-colectivo"; pero con esto no enriquece su propia persona
    a través del enriquecimiento de la comunidad en que
    vive, sino que lo recibe todo exclusivamente de la sociedad y lo
    da todo a la sociedad. Por tanto, este hombre se aliena a
    sí mismo en beneficio de la sociedad,
    empobreciéndose cada vez más en lo íntimo de
    su ser humano. Pienso dónde está la persona humana
    aquí, cuál es el humanismo de esta
    ideología.

    Supuestamente en el ámbito de lo colectivo
    concreto en
    que vive, el hombre es libre y responsable. Pero en un sistema
    filosófico en donde la materia es la realidad principal,
    la primacía corresponde a las leyes sobre la materia, es
    decir, a las leyes de la necesidad. A pesar de ello, se habla
    como si se estuviera defendido la libertad. En el marxismo
    oficial, por otra parte, la libertad de conciencia se entiende
    únicamente como libertad de palabra y de prensa, pero
    siempre dentro de unos límites
    concretos de conformidad con los "intereses del pueblo" y con la
    finalidad de consolidar, de desarrollar el bienestar y el
    progreso del colectivo.

    Lo colectivo será el fruto de la victoria final
    del comunismo. El hombre se realizará perfectamente tan
    sólo en la última fase de la historia humana, es
    decir, en la sociedad comunista perfecta.

    Dentro de la concepción materialista
    soviética, la religión también
    depende del orden económico. Es un invento del hombre
    infeliz y necesitado, cuya miseria lo ha impulsado a confiar en
    la ayuda de un ser superior todopoderoso. Y es la más
    grande alienación. Pero a diferencia de las otras
    superestructuras, desaparecerá cuando se alcance la
    ideología socialista del proletariado. Pues será el
    ateismo la condición natural del hombre y la
    sociedad.

    Leo: todo auténtico marxista se opone a la
    realidad trascendente, por considerar que hace al hombre incapaz
    de resolver los problemas
    intramundanos, esto es, un ser alienado del mundo y de sí
    mismo. Pienso en "lo colectivo" como la real alienación de
    sí mismo.

    El ateismo se les enseñaba e imponía, en
    los regímenes del "socialismo real", a millones de
    ciudadanos cristianos y no cristianos, con la finalidad de
    desarraigar todo tipo de religión o, si esto resultara
    imposible, de suscitar la indiferencia religiosa y favorecer el
    materialismo práctico.

    Dentro de la lucha radical contra todas las religiones organizadas, el
    antagonista que se ha considerado más peligroso, el
    enemigo más odiado ha sido el cristianismo
    y, en primera línea, la Iglesia
    católica. Habría que analizar más
    profundamente las raíces de este ensañamiento, para
    descubrir también cuánto hay de desconocimiento,
    frustraciones personales, de iras y rencores más que de
    razones, y hasta inclusive llegar a la bienaventuranza de la
    persecución, a las estructuras de
    pecado, las inspiraciones que provienen del "Príncipe de
    este mundo".

    Finalmente, no puedo más que concluir que
    "la muerte de
    Dios" de la que habla el marxismo tiene como consecuencia la
    muerte del
    hombre y el desorden de la sociedad. En última instancia,
    además, ¿se niega que el hombre viene de Dios (y a
    Él regresará) desde la afirmación que el
    hombre viene de la materia? Incluso es mucho más
    creíble lo primero que semejante reducción. Se
    niega el alma, se niega el ser.

    Neomarxismo

    Los pensadores neomarxistas, en general, no admiten la
    hipótesis sobre la sociedad comunista
    perfecta, sin clases, sin Estado y sin
    la necesidad de derecho alguno, como última fase del
    desarrollo de la historia humana.

    Los autores neomarxistas no ortodoxos, además de
    criticar las interpretaciones y aplicaciones del materialismo
    histórico y dialéctico y el realismo
    ingenuo soviético del marxismo-leninismo (de la
    ideología oficial soviética), tienen otra mirada
    sobre el fenómeno religioso, sobreponiéndose a la
    estrechez del pensamiento ateo y agnóstico. Ejemplo claro
    es Roger Garaudy (galés), conocido por su apertura al
    diálogo
    con los cristianos.

    Garaudy valoriza del cristianismo su acentuación
    de la persona humana, la fraternidad universal, la trascendencia
    como superación del hombre histórico. Pero le
    recrimina su falta de praxis, la incapacidad para encontrar una
    salida real a los valores
    afirmados, que derivaría fundamentalmente de la falta de
    análisis histórico (que el marxismo,
    según este pensador, podría aportar y trabajar
    así en un proyecto
    común, un humanismo común).

    Es interesante tomar algunas de sus expresiones. Dice
    Garaudy en "Hacia una guerra de
    religión el debate del
    siglo": "Nuestra época no es atea. El monoteísmo
    del mercado engendra
    el culto de numerosos ídolos, como el dinero, el
    poder, los nacionalismos o los integrismos. La tarea más
    urgente para hacer frente a este monoteísmo omnipotente en
    la actualidad, es congregar a todos aquellos para los que la vida
    tiene un sentido y que son conscientes de que son personalmente
    responsables de descubrirlo y de ponerlo en práctica… La
    vida sólo puede tener sentido si el mundo es uno y no un
    mundo como el actual, en el que algunos son cada vez más
    ricos a costa de que los demás se hagan cada vez
    más pobres".

    La unidad de la que tenemos que volvernos conscientes
    según Garaudy no es la que quiere imponer a cualquier
    costo la
    globalización actual del dominio de los capitales,
    sino la que emana del Dios único creador de todo el universo y
    presente en todas las grandes tradiciones de la humanidad. (pp.
    16 y 17)

    "No una unidad hegemónica e imperialista, una
    unidad de dominación, sino una unidad sinfónica, a
    la que cada pueblo aporte su contribución propia de
    trabajo, de cultura y de
    fe… El obstáculo principal, hoy, respecto a este
    objetivo, es
    la imposición del liberalismo
    económico que pretende identificarse con la libertad
    humana y la democracia,
    cuando es todo lo contrario: la libertad que tienen los
    más ricos y los más fuertes para devorar a los
    más pobres y a los más débiles". (p.
    19)

    Para Garaudy y otros marxistas contemporáneos lo
    que ha llegado a ser el mito y el
    dogma del progreso, ha conducido a la más deshumanizada
    regresión de la historia. La religión sería
    una forma de derrotar la tiranía. Y el cristianismo no
    sería el opio, sino más bien una protesta contra
    esta alienación económica.

    Y aunque en muchos autores permanezca la
    convicción de que lo religioso es alienación del
    hombre y la religión está destinada a desaparecer
    en la sociedad humana del futuro, puede destacarse que reconozcan
    que la voluntad de liberación humana puede surgir de la
    conciencia religiosa y no solamente como negación
    dialéctica de la misma. Así como en Togliatti
    (marxista italiano) que formuló la tesis de que la
    aspiración a una sociedad socialista no solamente puede
    abrirse camino entre los hombres con fe religiosa sino que esta
    aspiración puede encontrar un estímulo en la misma
    conciencia religiosa, al enfrentarse con los problemas del
    mundo contemporáneo.

    Ante estas afirmaciones me pregunto si pueden llamarse
    realmente "marxistas" estos pensadores. Pareciera incompatible la
    valoración positiva del hecho religioso con la
    ideología marxista que hemos estudiado.
    ¿Cómo separar, al punto de poder conciliar, algunos
    elementos del marxismo con lo religioso? ¿Cómo
    separar al hombre? A mi entender, todos los elementos del
    marxismo parten de un concepto de hombre reducido, de un hombre
    sin Dios. Y me hace pensar que cualquier compatibilidad que se
    estableciera, sería posible sólo partiendo de un
    concepto también reducido del hecho religioso.

    Sugerencias para presentar hoy la imagen de
    Dios

    Sana interpretación de la
    dependencia

    ¿Por qué se afirma que Dios y la
    religión son alienantes, y que es necesario negarlos para
    que se realice el hombre? ¿qué ideas de Dios y de
    la relación Dios-hombre han promovido la rebelión
    atea?

    Pues claro, si la imagen de Dios es la del "vampiro que
    chupa la sangre del
    hombre", no es discutible esta afirmación de la
    alineación. Si se está pensando en un antagonismo,
    una competencia entre
    Dios y el hombre, es lógico que se proponga la
    negación de Dios para afirmar al hombre. Es decir, es
    lógico si se está partiendo de una caricatura de
    Dios, de un dios que atrofia la libertad del hombre (reflejo de
    la antitesis hegeliana patron/esclavo en un determinado tipo de
    sociedad, según la cual el "esclavo", al sublevarse, al
    romper este vinculo, afirmaría su libertad).

    ¿Cómo pensar al hombre como hijo de Dios,
    llamado a la alianza con El y a la participación de su
    felicidad? Si bien no todo malentendido es efecto de una mala
    presentación de Dios y del vínculo con el hombre,
    esto debe ser para la Teología una exhortación a
    enfatizar la sana interpretación de la dependencia,
    purificándola de todos los vicios que se le fueron pegando
    a través de la historia de la Iglesia. Urge
    en estos tiempos anunciar con palabras y obras que el hombre es
    hijo libre y responsable de un Padre amoroso.

    Hay que delatar que el contraste Dios o el hombre es
    mentiroso en sí mismo: no capta el sentido relacional, ni
    el misterio de una vida de alianza o de la pertenencia
    plenificante. No capta que la dependencia radical del Creador y
    la realidad auténtica del ser creado crecen en
    proporción directa, y no a la inversa.

    En este sentido, se puede tomar como un reto lo que
    argumenta el P. Cottier: "El ateismo marxista desconoce la
    madurez espiritual que se alcanza en el reconocimiento de Dios y
    en el diálogo
    interpersonal con El. El hombre espiritual es acusado de llevar
    los estigmas infamantes del esclavo o del niño de un padre
    tirano. Adulto es quien rechaza esta
    humillación."

    "Si te asalta el pensamiento
    de que todo cuanto has imaginado sobre Dios es falso y equivocado
    y que Dios no existe (…) no creas que tu incredulidad procede
    de que Dios no existe. Si ya no puedes creer en el Dios en que
    antes creías, esto se debe a que en tu fe había
    algo equivocado y tienes que esforzarte en comprender mejor eso
    que llamas Dios. Cuando un salvaje deja de creer en su dios de
    madera, eso no
    significa que no hay Dios, sino que el verdadero Dios no es de
    madera."

    (León Tolstoi)

    Compromiso con la
    historia

    Según Marx, Dios y la religión
    cumplirían la función de
    dique de contención contra las reivindicaciones sociales,
    al imponer ‘virtudes’ que sólo serían
    tentáculos para mantener sometido al proletariado
    (paciencia, resignación, perdón…) Y debemos
    reconocer que probablemente haya que seguir corrigiendo vicios
    heredados sobre todo de la teología de la Edad Media
    (escolástica primitiva) en la que fue notable el influjo
    neoplatónico y que exaltaba la mirada al cielo pero
    tendía a amortiguar el compromiso terreno, teología
    que marcó una impronta más de huída del
    mundo que de compromiso con la construcción del Reino en la
    historia.

    Como religión del Verbo encarnado, el
    cristianismo aúna en forma del todo original trascendencia
    e inmanencia, fidelidad al cielo y fidelidad a la tierra,
    alejamiento del mundo y compromiso en la historia; sin embargo la
    religión no sólo ha sido malentendida, sino
    efectivamente vivida y predicada, como un escape hacia una vida
    futura ilusoria que apartaría al hombre del esfuerzo y el
    compromiso por el desarrollo temporal.

    Esto trae el desafío de resaltar que la esperanza
    escatológica no merma la importancia de las tareas
    temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos
    de apoyo para su ejercicio.

    Y en este marco, creo que es tarea fundamental seguir
    buscando la conciliación fe y ciencia, fe y
    cultura. Juan
    Pablo II nos ha anunciado: "En el Evangelio se funda una
    concepción del mundo y del hombre que no deja de irradiar
    valores
    culturales, humanísticos y éticos para una correcta
    visión de la vida y de la historia".

    "El saber iluminado por la fe, en vez de alejarse de los
    ámbitos de la vida diaria, está presente en ellos
    con toda la fuerza de la
    esperanza y de la profecía. El humanismo que deseamos
    promueve una visión de la sociedad centrada en la persona
    humana y en sus derechos inalienables, en
    los valores de
    la justicia y de
    la paz, en una correcta relación entre personas, sociedad
    y Estado, y en la lógica
    de la solidaridad y de
    la subsidiariedad. Es un humanismo capaz de infundir un alma al
    mismo progreso económico, para promover a todos los
    hombres y a todo el hombre."

    "Claro que habría que
    empezar por definir qué es lo progresivo y qué lo
    que se camufla tras la palabra ‘progreso’.
    También los cangrejos creen que caminan cuando marchan
    hacia atrás.

    De todos modos hay cosas bastante claras:
    es progresivo todo lo que va hacia un mayor amor, una
    mayor justicia, una
    mayor libertad. Es progresivo todo lo que va en la misma dirección en la que Dios creó el
    mundo. Y desgraciadamente no todos los avances de nuestro
    tiempo van
    precisamente en esa dirección."

     (José Luis Martín
    Descalzo, de su libro "Razones
    para vivir")

    Viviana Endelman Zapata.

    Agosto 2003

    E-Mail:
    vivianaendelman[arroba]hotmail.com

    Bibliografía consultada

    Instituto Internacional de Teología a Distancia
    (1985), El problema de Dios, Madrid, curso de formación a
    distancia.

    Sitio Web http://www.mercaba.org/DicT/TF_marxismo_ideologia.htm

    Vallés, Carlos G. S.J. (1983), Dejar a Dios ser
    Dios, Edit. Sal Terrae, España,
    edición.

     Viviana Endelman Zapata

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