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El Guardabosque de Corozal




Enviado por pipo3515



    1. Prólogo
    2. Camino al Norte o
      Corozal
    3. Primera Toma de
      Agua
    4. Un Guarda
      Bosque
    5. Camino al Pueblo de
      Guatire
    6. Vista de los
      Turista
    7. A la Hacienda Santa
      Rosa.
    8. La Caza del
      Tigre
    9. Custodia del
      Parque
    10. Reseña
      Histórica
    11. Reflexión Año
      2003
    12. Pensamientos

    Parque Nacional El Ávila

    PRESENTACIÓN

    Caracas ciudad adorada, por sus bellezas naturales,
    admirada desde las alturas de los montes y colinas; un valle
    existencial que se transforma en el tiempo.

    Fundada por el misionero, Diego de Lozada; divisamos con
    ímpetu y magnimidad el Monte Ávila, el cual lo
    admiro desde las distancias satinado de multicolores, que se
    confunden con el azul del cielo, en sus mayores alturas (El Pico
    Naiguata).

    Arcadia de grandes riquezas naturales, de una
    típica fauna y
    flora:

    La época colonial, los conquistadores
    españoles, establecen variados comercios en esta ciudad de
    Caracas, lo cual dio pie, a las exportaciones de
    rubros agrícolas, fomentando de esta manera los cultivos
    del cafeto y el cacao. Acentuándose en estas tierras,
    haciendas como la de Blandin y Gallegos y hasta en laderas y
    alturas del cerro el Ávila, por presentar un clima agradable,
    de un frescor primaveral, que solamente podríamos
    describir universalmente en un hermoso madrigal.

    En algún lugar apartado de estas lejanías
    en lo intrincado de la montaña se encuentra, testigo hoy
    día, de la época pasada; la hacienda norte de
    Corozal a un lado del pueblo de Guatire.

    Esta narrativa relata hechos que se sucedieron en este
    apartado lugar, apegados a las vivencias reales y
    verídicas de estos personajes en el transcurrir de sus
    vidas.

    De hombres y mujeres, que con voluntad, responsabilidad y perseverancia dedicaron sus
    vidas; al resguardo de los bosques en protección a la
    naturaleza y
    el medio
    ambiente, para evitar su destrucción, con la tala de
    árboles
    e incendios
    forestales que se sucedieron en épocas pasadas hasta
    nuestros días. (En el Parque Nacional El
    Ávila).

    El Autor

    PRÓLOGO

    El autor narra, un hermoso lugar, de un paisaje
    montañoso y selva boscosa llena de historias y leyendas, y de
    un perfecto balance entre el ser humano y la naturaleza.

    Es este lugar: El Monte Ávila, al cual se atreve
    a adentrar en el corazón
    mismo de esta tierra, que en
    el transcurrir del tiempo, se
    sucedieron hechos y acontecimientos en la vida de hombres y
    mujeres, que en épocas pasadas, habitaron este
    lugar.

    Ramón
    Arnoldo Ramos Fagundez: narra la historia, con un interesante
    sabor, desde un punto de vista. Ciertamente íntimo,
    demostrando pasión y sentimientos por el
    territorio.

    Relata paso por paso, todas sus experiencias, por medio
    del cual, nos hace sentir, amor a la
    naturaleza, lo hermoso del paisaje, la gente y sus
    costumbres.

    El Guardabosque de Corozal: Con una breve reseña
    histórica, entendemos el origen del lugar, y en el
    desarrollo de
    la Obra conoceremos la parte social en complejidad con la
    sencillez de las personas y sus formas de vivir, en cuanto estas
    distan de las Urbes, y desarrollan sus propias costumbres en todo
    lo referente a la realidad de esta tierra.

    Nos orienta en una visión, muy desarrollada al
    cuidado de los bosques en protección, de las cuencas
    hidrográficas y de los recursos
    naturales de esta selva húmeda tropical.

    Sinceramente, le deseo al autor, muchos éxitos en
    este nuevo y grato trabajo por contribuir una vez más a la
    exaltación de los valores
    populares y al acervo cultural de los pueblos de la
    patria.

    CAPÍTULO I

    Camino al
    Norte o Corozal

    Comisionado por el ministerio de obras públicas.
    (M.O.P.) para el estudio e investigación de las aguas cristalinas de
    los manantiales, que emanan y fluyen entre la espesa y verdosa
    vegetación del Monte Ávila; para consolidar un
    proyecto,
    referente a la construcción de un acueducto que surta de
    agua potable,
    el poblado de Guatire y la zona metropolitana de
    Caracas.

    Sin asomar los primeros destellos de la luz del sol, en
    una mañana del mes de mayo voy por el camino adornado de
    lindas y variadas flores, atravesando cañaverales
    espigados en flor, del ingenio azucarero, donde se beneficia el
    añil y se produce la melaza y el papelón
    en los trapiches del Rincón.

    Sobre la grupa de mula y por caminillos de recuas,
    comienzo a subir a la cima del monte, después de varias
    horas de viaje, agobiado por el cansancio y la sed me detuve a un
    descanso, desmontando del animal, caminé algunos pasos y
    llegué hasta una gruta santuaria, prendí una vela,
    oré y pedí a Dios que me acompañara por
    estas soledades. Al rato continuó el viaje atravesando
    riachuelos y quebradas, dejando tapizadas las huellas de los
    cascos de la bestia, avanzando por veredas que se confunden con
    el camino logré llegar a la hacienda el Norte o Corozal,
    subiendo por una calzada, rodeada de pumorosas, que me conducen
    al portal de la casona colonial. Viejas columnas construidas de
    adobe, y cuyo piso es de loza de arcilla que al paso del arreo de
    bestias, retumban los pasos acompasados de estos animales al pasar
    al patio de remonta y confunden con el ladrar de los perros.

    En este patio que es muy grande se pone a secar el fruto
    del cafeto y también se procede a majar caraotas. Al
    frente veo un chorrerón de agua fresca
    caer, que la conducen por medio de unas cañas de
    bambú, desde lo alto de la montaña. El latir de los
    perros delatan
    mi presencia, sale a mi encuentro el peón de la hacienda,
    y en un gesto muy cortés expresó Pascual Lara,
    ¡señor!, le contesté el saludo, ¡Yo soy
    Grisón Orama!, al instante que se aproxima el encargado y
    se presenta Benito Rivas, enseguida le relaté el motivo
    del viaje a esta región.

    Pascual, procede a descargar el equipaje y los enseres
    de trabajos; quita los aparejos y aperos de arreo de burros,
    desensilla la mula, y se dirige con los animales a los
    potreros.

    Benito me invita a tomar un café, y
    nos dirigimos a la cocina, donde presenta a su mujer, Blasina
    Torrealba, pude observar rumas de leña, y busacas de pan
    con algunos víveres colgando de las viguetas y
    travesaños del techo, al mismo tiempo que la mujer
    removió las brazas del carbón ardiente, bajo la
    cacerola humeante; sentados en unos taburetes Benito pregunta:
    ¿es usted ingeniero?, le contesto que no, yo soy
    biólogo, nos quedamos callados y deleitamos el
    aromático café
    tinto, gustosamente después de la conversación tan
    agradable, entre las grises humaderas que se desprendían
    del rústico fogón.

    Luego todos salimos de la cocina, y nos dirigimos a las
    caballerizas, atravesando por un patio que está colmado de
    pavos, gallinas y algunos corderos. Benito se dispone a curarle
    una herida a uno de los caballos, infestada por gusanos y le unta
    hollín o negro de humo para alejar tabanos y moscas. Yo le
    pregunté cómo llegó a este lugar y me relata
    que por orden del gobierno, porque
    esto no es mío, es del "Gobierno". Mi
    trabajo aquí es el de proteger los diques y tomas de
    aguas, que bajan a los poblados de Guatire y la ciudad de
    Caracas, de intrusos y cazadores.

    Grisón mañana temprano le indicaré
    el

    camino al dique, refiere Benito, mientras al otro lado
    de la vieja casona Pascual el peón, encendía las
    lámparas de kerosén situadas en el portal y
    corredores, pues comenzó a descender la neblina y la
    oscuridad de la noche.

    La mujer desde la
    cocina, en voz alta llama a comer ¡la cena esta servida!,
    arribamos a la mesa y todos juntos, degustamos las deliciosas
    arepas, caraotas refritas y queso blanco rayado, finalmente
    tomamos un sabroso café con canela de esos que solo
    Blasona sabe preparar.

    Al terminar la cena, Benito atiende los perros de caza,
    a mariposo y diana, dándoles de comer sopa de avena.
    Blasina cierra la puerta de la cocina y le pasa una tranca de
    madera para
    asegurarla bien y de esta manera evita que entren los animales
    que abundan en estos bosques.

    Sentados en los bancos de
    maderas, que están en el portal de la casona, de repente
    Benito entona una melodía con la armónica, y nos
    pusimos a cantar con alegría al disfrute del momento, y
    así nos llega la hora del descanso y nos fuimos a dormir
    en la abrumadora noche, al compás del canto de ranas,
    grillos y la algarabía de las aves
    nocturnas.

    CAPÍTULO II

    Primera
    Toma de Agua

    Al otro día por la mañana, Benito toca en
    la puerta de la habitación, llamando Grisón…
    Grisón, apúrate nos agarra el tarde; salimos en una
    sola caminata, dirigiéndonos por un lado de la casa,
    atravesamos un falso de la cerca y salimos al camino y vimos al
    peón, con una hoz en las manos, cortando brazadas de
    hierba gamelote, al pasar a su lado le saludamos con unos
    placenteros buenos días, mientras que Blasina, atizaba el
    fogón de la cocina y así comenzar la labor de un
    nuevo día.

    En el trayecto del viaje, se cruzan dos caminos y Benito
    me explica, que los mismos conducen a los caseríos de las
    Planadas y Zamurito y por el que llegaríamos al dique pude
    observar, piedras superpuestas una sobre otras, debajo de las
    mismas fluye el agua, en
    este manantial procedí a tomar las primeras
    muestras.

    Al regreso nos tropezamos con algunos animales
    silvestres, una lapa y un venado; Benito indica que vamos a
    desviar el camino y pasar por el conuco, me quede sorprendido por
    la gran extensión de tierras cultivadas, con
    sembradíos de variadas graminias y hortalizas, entre
    árboles
    de mangos y aguacates y a lo largo del sendero que conduce a la
    casa, hay un caney, atravesado por varas y horcones, allí
    se cuelgan los racimos de topochos y cambures y se almacenan las
    cosechas de maíz y
    caraotas.

    Benito: ¿Qué hace usted con toda esa
    cosecha?, Grisón, la llevo al pueblo de Guatire y la vendo
    o procedo al trueque, de víveres y enlatados. Allá
    en la pulpería del amigo Dimas Ron.

    Al llegar a la casona, nos recibe Blasina en su
    acrecentada amabilidad, y nos obsequia para refrescarnos y calmar
    la sed, carato de maíz. Al
    momento se acerca Pascual que viene de los potreros y me
    preguntó cómo estuvo el viaje a los diques y le
    respondí de maravilla. Benito: con el permiso de los
    presentes, se retiro a echarse un baño y rasurar la
    barbilla; yo me dispuse a echar un vistazo por los alrededores y
    vi huertos de flores de múltiples variedades, margaritas,
    rosas, tulipanes
    y avanzando, poco a poco tropecé con algunos vestigios de
    maquinarias muy rudimentarias que se usaron antiguamente en el
    oficio del cultivo del cafeto.

    Después de la deliciosa cena, di las buenas
    noches y me retiré a la habitación, tenia que
    analizar las muestras del agua que recogí en los
    manantiales del dique, bajo las luces de las lámparas del
    kerosén. Benito, Blasina y Pascual, con las buenas noches
    también se retiraron a disfrutar de un feliz sueño.
    En medio de la oscuridad de la noche con el latir de los perros
    ahuyentando, el merodear de un gato montes o algún
    zorrillo.

    AL otro día buenos días Blasina, al entrar
    en la cocina, la mujer
    contestó ¡Buenas, buenas! y aparece Benito con los
    buenos días, tomamos el cafecito que provoca tanto por las
    mañanas.

    Benito y Pascual se dirigen a las siembras de
    maíz, a trabajar en limpieza de 1as malezas, que tanto
    daño le hace a la cosecha, y aprovechan de traer un saco
    de jojoto para que Blasina prepare de comida, unas deliciosas
    cachapas de budare y hojas.

    Con un radiante sol, Pascual iba para la otra toma de
    agua, que está en lo alto del monte para limpiar los
    caños del agua que es traída hasta aquí. Me
    dijo Grisón vamos hasta allá; y fuimos escalando la
    montaña, llegamos al lugar, entre las algarabías de
    las guacharacas y el canto de los araguatos. Pascual
    susurró…mire esa manada de báquiros y nos
    quedamos en silencio, esperando que se alejaran, pues son
    animales muy peligrosos y sus ataques son feroces. Al rato
    logramos limpiar la toma del agua quitando hojarascas y
    promontorios de arena, al descenso del camino fue más
    rápido. Al llegar Benito estaba cerca de la pila del agua
    en el patio y me explica de como traen el preciado
    líquido; y de como el y su mujer se acostumbraron a vivir
    en la hacienda:

    Relata Benito, que en tiempos pasados, el norte Corozal
    era una hacienda, se cultivaba y se beneficiaba el fruto del
    cafeto, en el periodo del boon petrolero queda fuera de producción, la economía del
    país se empieza a basar en la extracción del
    petróleo:

    Blasina comenta, que el gobierno

    nacional, declara esta hacienda y todo el cerro el
    Ávila, parque nacional, casualmente en el año de
    I958. A Benito lo nombran guardia forestal. Para ese entonces, ya
    teníamos una década, en este terruño; en el
    mismo oficio de resguardo y defensa del bosque. Así
    concluimos la conversación, que por cierto fue muy
    interesante.

    CAPÍTULO III

    Un
    Guarda Bosque

    Benito vestido con el uniforme y una

    insignia, que lo identifica al servicio de
    guardia forestal, y un sombrero con el misma distintivo,
    complemento de la vestimenta de peinilla en la cintura, y una
    escopeta terciada por el hombro, apera su mula, y con un hasta
    luego, comienza la recorrida y vigilancia, por la espesura de
    la

    vegetación.

    Algunos días duraban las recorridas, que la
    mayorías de las veces se hacían sin novedades, y en
    ocasiones imponía su autoridad,
    subían a los montes cazadores que propician 1a tala y
    quema de la vegetación, arrestando a estos hombres,
    decomisándoles las armas de caza y
    remitiéndoles a las autoridades competentes.

    Blasina me comenta, que establecidos en la hacienda, se
    trajo a Pascual Lara del caserío de las planadas para que
    ayudara en las tareas de la agricultura,
    bueno usted sabe Grisón, aquí se trabaja
    mucho.

    Me dirigí a las caballerizas a echar un vistazo,
    al caballo, que días antes estuvo enfermo, ya había
    mejorado lo suficiente, Pascual se aproxima con una brazada de
    gamelote, para darles de comer a estos animales. Comenzamos a
    conversar y relata que Benito y Blasina, son muy religiosos y
    devotos de los santos, en su habitación tienen una mesita
    siempre vestida con un mantel blanco, que les sirve de altar y
    allí veneran con férrea fe al corazón de
    Jesús, al Dr. José G. Hernández y es
    menester todos los días de mantener velas encendidas y
    cortar flores de los huertos para ofrendar a los santos.
    También de que vio a Blasina atender partos y curar
    heridos de los caseríos más cercanos, era de su
    oficio de enfermería.

    Blasina se dispone en la cocina, a poner en el
    fogón una olla con maíz para que salcoche y cueza,
    molerlo y sacar la harina y elaborar arepas y sabrosas
    hallaquitas.

    Pascual y yo, nos dedicamos a tostar unas cuantas libras
    de café, que lo molimos en una máquina de palanca
    manual,
    éste café es el que consumimos con aroma y
    sabor.

    Luego me puse a recolectar la leña, mientras
    Pascual la trozaba en rolas, con el hacha, al mirara al suelo veo una
    culebra al lado de un árbol seco, Pascual exclama es una
    traga venado, al momento aparece Blasina y le reza una de esas
    oraciones que las espantan.

    CAPÍTULO IV

    Camino al Pueblo de Guatire

    Benito se dirige al potrero a buscar la mula, para
    ensillarla y los burros para enjalmarlos en el patio, y llama a
    Pascual para que le ayudara a montar la carga de las cosechas de
    maíz y de caraotas sobre el arreo de bestias.
    Exclamó Benito ¡Grisón tu amarras la carga
    para que los sacos queden bien ajustados.

    Pascual sostiene las riendas de la mula mientras Benito
    remonta el animal y comienza avanzar al portal de la casona,
    arreando los burros y nuevamente se oye el retumbar de las
    pisadas de las bestias sobre el piso de loza de arcilla. Con un
    ¡arre! Da vuelta por la calzada que sale al camino, Blasina
    desde lo alto de la cocina lo despide ondeando un pañuelo.
    Pascual y yo, cerramos las puertas de los falsos de las
    cercas.

    Después del largo camino al pueblo de Guatire
    Benito llega a la pulpería del amigo Dimas Ron,
    rodeó la casa y desmontó de la mula, amarró
    el arreo de burros, y de la silla de la montura del animal
    retiró la capotera y se dirigió al lado adentro del
    establecimiento, saludó al pulpero que
    estaba detrás del mostrador atendiendo a los clientes. Dima
    exclamó ¡chico Benito tenías tiempo sin
    venir! Y brindándole un aguardiente, Benito
    sonreído lo bebió mientras afuera, envueltos en un
    manto neblinoso las bestias se mecían de un lado a otro
    con afanosa tranquilidad.

    Dima Ron se encarga de efectuar el trueque de las
    cosechas por los diversos víveres e utensilios, y hasta el
    kerosén, al despachar la lista acostumbrada, la acomoda
    sobre los aperos

    del arreo de los burros.

    Benito al regreso de la santa iglesia, de
    venerar a los santos, pasa a un lado de la plaza Bolívar,
    y se detiene en una dulcería criolla y compra sabrosas
    catalinas y suspiros, que son a cuatro unidades por un real
    y llevarle a su mujer. Al llegar a la pulpería,
    sentado sobre una silla recostada a la pared, Dima exclama:
    ¡las provisiones están en orden
    señor!

    Benito hace remonta sobre el animal y seguido por el
    arreo de bestias, va camino de regreso a la hacienda
    después de varias horas de subir cuestas y hondonadas
    llega a la casona, su mujer sale a recibirle y lo abraza, da
    ordenes a Pascual de descargar los víveres y
    ¡Grisón! tu descargas las cajas de velas y los
    tambores de kerosén.

    Cansado del largo viaje; Benito se recuesta en los
    bancos de
    madera,
    corroídos por el comején, que están a la
    entrada del corredor del portal, y al rato del descanso agarro la
    mula por las riendas y la llevo al potrero, seguido por el
    peón que traía el resto de loa arreos.

    CAPÍTULO V

    Vista
    de los Turista

    En las lejanías del camino a la hacienda se oyen
    gritos y algarabías, de gentes que vienen subiendo el
    monte Ávila, al aproximarse, los perros presienten la
    presencia que anuncian con sus ladridos; viene gente dijo Benito,
    al tiempo que Pascual exclama ¡verdad!, Blasina desde lo
    alto de la cocina divisó un grupo de
    hombres y mujeres. Yo me quedo pensativo, preguntándome
    quienes serán; al rato hacen su aparición el
    grupo de
    personas, salimos a recibir a los recién llegados y nos
    saludamos Benito se les presenta como el guarda bosque encargado,
    y les pregunta ¿Qué les trae por estos lares de la
    montaña? uno de los hombres del grupo se presenta y
    responde ¡mucho gusto!. En unas lenguaraz entrecortadas,
    que denotan ser extranjeros franceses o italianos. Douglas
    Matteuss, somos excursionistas y venimos de paseo' a conocer este
    hermoso paisaje tropical.

    Le ofrecimos a esta gente todas nuestras atenciones.
    Pascual los conduce al patio grande. Ellos deciden levantar
    campamento y alzaron carpas, e instalaron lámparas a
    gas y hasta
    colocaron un radio a
    baterías.

    Benito y Pascual, es su responsabilidad del resguardo del bosque, les
    indican normas para
    protegerlos. No trazar árboles, ni malograr animales que
    le salgan al paso; orientándoles sobre la construcción de fogatas y de esta manera
    poder evitar
    los incendios
    forestales.

    Bajo el amenazante calor de la
    caminata, las mujeres del grupo de turistas deciden refrescarse
    debajo del chorrerón del agua, y se humedecen sus ropas,
    ceñidas al cuerpo, dejando ver al descubierto al trasluz
    los contornos de sus hermosos pechos y la figura de sus encantos
    femeninos, como un espejismo ante la mirada de los
    presentes.

    Algunos días duró la estadía, los
    visitantes se despidieron gentilmente y muy agradecidos; e1
    señor Douglas, le obsequia el radio a.
    baterías a Benito y nos alegramos mucho.

    En el transcurrir de los días, Benito sintoniza
    la radio por
    las mañanas, y todos escuchamos atentamente la programación, anunciaban publicidad y
    música
    variada, el noticiero matutino comienza a narrar los
    acontecimientos que se suceden el día 22 de enero, textual
    informa: En la ciudad de Caracas en el día de hoy, se han
    sucedidos en diferentes lugares de la ciudad, promovida por la
    huelga general
    del comité de Obreros, disturbios y saqueos, sobre vuelan
    aviones de F.A.V. y se sublevan los cuarteles. El pueblo grita:
    fuera el

    dictador. El general Marcos Pérez Jiménez.
    El día 23 de enero de I958, repican las campanas en toda
    Caracas, la huelga obrera,
    trabajadores y estudiantes, se a generalizado, era ya la
    madrugada del 23 de enero "el régimen ha sido derrocado".
    "Fuera el Dictador".

    Para dar una apariencia de efectividad y legitimidad, el
    dictador en su gobierno en el año víspera de su
    derrocamiento, como programa
    monumental, inaugura en la cima del cerro El Ávila el
    Hotel Humboldt.

    Al conocimiento
    de estas noticias, todos estábamos preocupados, por la
    imposibilidad de tener información de nuestros familiares en la
    capital; al
    transcurrir de los días la República, vuelve a la
    calma y tranquilidad, el dictador se a ido del
    país.

    En los días siguientes, sintonizamos la radio, y
    Blasina escucha una propaganda
    publicitaria, referente a un detergente para lavar las prendas de
    vestir, anunciada por un locutor de mucha receptividad, Renny
    Ottolina, a la mujer le conmovió la voz, y comenta que el
    locutor es su amigo desde hace algún tiempo y que
    algún día vendría a visitarla a la
    hacienda.

    Los días 2 de marzo, del mismo año, por la
    noche, sentados en el corredor del portal, después de una
    dura jornada de trabajos; nos informamos por la misma radio "que
    regresa del exilio, Rómulo Gallegos", expresidente de la
    Republica, y lo reciben importantes instituciones
    del país. Las universidades le confieren el titulo
    doctorado Honoris Causa.

    Blasina escucha atenta la información, mientras aspiraba un
    cigarrillo de esa marca Sport,
    Benito y Pascual, organizan el trabajo a
    realizar al día siguiente; yo embelesado admiro en las
    distancias los pueblos aledaños alumbrados bajo el titilar
    de la luz de los
    faroles.

    CAPITULO VI

    A la
    Hacienda Santa Rosa.

    Al agotarse algunas provisiones, Blasina me indica:
    Grisón, mañana temprano vas a la hacienda Santa
    Rosa, a la bodega que es atendida por el señor Anselmo a
    buscar algunos víveres necesarios.

    Al amanecer del día, apero un caballo y remonto
    el animal, acompañado de uno de los perros que
    servía de guía, busco el camino transitando por
    empinadas laderas y trochas; al transcurrir del tiempo de la
    cabalgata, llego a la casa del comercio,
    después de una larga espera, en las distancia de la
    espesuras del monte aparece un hombre,
    envejecido y curtido por la cronometría del tiempo,
    trayendo en las manos unos implementos de trabajo en labor de la
    agricultura.

    Le regunté ¿es usted el señor
    Anselmo,

    me respondió: sí el mismito; yo vengo de
    la hacienda el Norte o Corozal, por este pedido de
    víveres, si tiene a bien despacharlo, azúcar,
    cigarros, fósforos y una garrafa de
    kerosén.

    Al entregar la lista de lo ordenado, le di las gracias
    al señor Anselmo; monté sobre el caballo para el
    regreso, coloqué a un lado el saco de corotos y al otro
    lado la garrafa con el kerosén; alejándome al trote
    ligero y sin parar , no me sorprenda la tarde, para no andar en
    las espesuras de los montes, en la oscuridad de la
    noche.

    Al llegar, paso a la cocina y entrego el encargo a
    Blasina, y al mirar a un lado, me doy cuenta que no estamos solos
    y que tenemos compañía, sentada en una silleta una
    linda joven, de piel muy
    blanca, de ojos verdes ensoñadores.

    Blasina me presenta, me acerqué gentilmente, le
    estreche su sedosa mano y se nos confundieron las palabras
    ¡Margarita!, Grisón a

    sus órdenes.

    Salí al patio, me acerqué al chorro del
    agua a refrescar mi sudoroso rostro; Benito viene caminando hacia
    acá; en compañía de un hombre, al
    acercarse exclama ¡Sr. Sánchez, éste es el
    amigo Grisón! Y refirió del trabajo del estudio e
    investigación de las aguas que yo realizo.
    Me imaginé que el Sr. Sánchez es el padre de la
    bella joven.

    Benito se retira a preparar una habitación a los
    huéspedes, el señor Sánchez me comenta que
    es muy amigo de Benito y Blasina, que vino con su hija desde la
    ciudad de Caracas en visita oficial. Soy el jefe de los guardias
    forestales nombrado por el ministerio de agricultura y
    cría, de los recursos
    naturales. Destacado en el área de Los Venados, por los
    lados de Cotiza, de este parque nacional.

    Blasina relata a la joven: en días pasados hubo
    una intensa lluvia, con vientos huracanados, que arrasan con todo
    a su paso; Benito muy preocupado, fue al conuco, a revisar las
    siembras y todo estaba normal como si el huracán no
    hubiese pasado por allí y revisando entre las matas
    encontró un rostro de la virgen de la Coromoto, enmarcado
    en fina madera, ¡Eso es un milagro! exclama
    Margarita.

    La estadía del Sr. Sánchez y Margarita,
    fue muy corta, al siguiente día tenían que
    marcharse.

    Pascual trae de las potreros, las bestias para aperarlas
    y preparar el viaje y trasladar a esta gente hasta el sitio de
    Zamurito, lugar en el que le espera un chofer del ministerio, en
    un vehículo rústico que los traslada a la capital.

    CAPÍTULO VII

    La Caza
    del Tigre

    En el transcurrir de los días, llega el
    mes

    de diciembre y con él la navidad.

    Todos sentados a la mesa, el día 24, celebrando
    el nacimiento del niño Jesús y degustando unas
    suculentas hallacas en la deliciosa cena.

    Se escucharon en veloz tropel, las bestias en los
    potreros. Nosotros sobre saltados por el ruido, nos
    miramos unos a otros, decidimos continuar la comida, la noche
    estaba muy oscura y opinamos esperar el amanecer y percatarnos de
    lo acontecido: Nos acercamos a la calzada, entrada a la hacienda,
    Benito escopeta en mano y revisamos el sitio, y nos dimos cuenta
    del horrendo suceso; encontramos un caballo muerto con
    desgarraduras de vientre y parte de las piernas, no
    encontrábamos explicación lógica,
    esto nunca había sucedido por estos montes.

    Benito exclamó ¡Carajo!, fue un tigre por
    la forma del ataque, y las huellas que estaban marcadas a la
    orilla del riachuelo. A mi no me gustó nada esta
    cuestión, estábamos preocupados, y se mandó
    Pascual al pueblo en busca de ayuda y notificar a las autoridades
    y la guardia nacional. Llega una comisión de la guardia
    con Pascual y se percatan de lo acontecido y al otro día
    se comienza la búsqueda del felino; por senderos y espesa
    vegetación del bosque, con ayuda de perros de caza, los
    cuales olfatean la madriguera de la fiera, dándole
    cacería de un certero disparo de fusil. Los presentes no
    creíamos lo que estábamos viendo: por estos montes
    no podía existir tal animal, en realidad era un tigre
    africano, que escapó de un zoológico en la población de Los Caracas, en la Guaira y
    subió el monte por la fila de colinas al otro lado del
    bosque.

    CAPITULO VIII

    Custodia del Parque

    En el transcurrir del tiempo, Benito ejerce

    con más tesón, la vigilancia del Parque
    Nacional El Ávila. En recorrida por uno de esos caminos
    cabalgando en su mula negra, desenfunda de la cintura, un machete
    "de los que cortan un pelo en el aire" y troza
    unos bejucos que estorban a su paso, el machete le resbala de la
    mano y la hoja filosa lo corta en la pierna, produciendo una
    traumática herida causando hemorragia, extenuado llega a
    la casona de la hacienda, gritando Blasina, Pascual,
    Grisón, asustados nos acercamos: ¿el hombre
    está grave?. Inmediatamente le auxiliamos, está
    sangrando demasiado. Al instante sin perder tiempo, Pascual sobre
    la misma mula al galope, se dirige en busca de ayuda al pueblo de
    Guatire.

    Llegan un grupo de hombres, los que apodan "Los traga
    humos" y se disponen a trasladar con premura a Benito; en una
    camilla de campaña, arribando al pueblo al atardecer, lo
    ingresan al Hospital Central quedando recluido, por la gravedad
    del caso, para su total recuperación por varios
    meses.

    Pascual tiene que hacerse cargo de la custodia y
    vigilancia del parque, por todo el tiempo del reposo de
    Benito.

    Blasina baja al pueblo, vestida de amazona, con una
    escopeta terciada en el hombro y de fuete en mano, se dirige
    camino al recinto hospitalario, a visitar a su marido, a la
    llegada amarrarla la bestia al lado de la cerca y se dispone a
    pasar, siendo expectativa de la mirada de los presentes:
    "asemejaba una de esas mujeres valientes que van a la guerra, por la
    libertad de
    los pueblos".

    En dirección a la habitación, se
    encontró

    con parientes y sobrinas que vinieron de la ciudad de
    Caracas, a visitar al tío Benito.

    Al recuperarse Benito queda lesionado, de la pierna
    derechas imposibilitándole de largas caminatas,
    impidiéndole seguir en el oficio y funciones del
    guardabosque de la Hacienda

    Norte o Corozal.

    Pascual Lara, después de ser el peón,
    quedó de encargado, hoy día actual guardia
    forestal.

    Benito y Blasina, con la nostalgia en sus corazones y la
    tristeza reflejada en sus ojos, se fueron a vivir al pueblo de
    Guatire.

    Yo, seguí haciendo la escalada, por la cuesta de
    las montañas, en mi oficio de control de las
    aguas que emanan de los manantiales que surten el acueducto del
    pueblo de Guatire y la ciudad de Caracas.

    CAPÍTULO IX

    Reseña Histórica

    EL parque Nacional El
    Ávila.

    Establecido en el año de 1958, con una

    superficie de 85.192 hectáreas es un
    área

    natural de vital importancia para los habitantes de la
    ciudad de Caracas.

    Los Venados es el área más visitada,
    aquí funciona la
    administración. Su elemento central es una vieja
    casona, con gran patio donde se beneficiaba el fruto del cafeto
    en la época de la colonia.

    En el sector oeste de la montaña, existen una
    serie de edificaciones construidas a lo largo de la vía
    empedrada, que conduce de Caracas a la ciudad de la Guaira; esta
    ruta es conocida "Camino Real de los
    Españoles".

    Monumentos que se exhiben en el

    transcurrir del tiempo, como la hacienda Norte o
    Corozal, símbolo hoy día con algunos vestigios de
    piezas rudimentarias de maquinarias, y algunas plantas del
    café, fieles testigos de la época
    pasada.

    Este parque se decretó con la finalidad de
    proteger y conservar una importante zona de la selva tropical
    húmeda, su fauna y su flora
    y preservar las cuencas hidrográficas.

    Verdes son los Caminos

    Verdes son los caminos, de la tarde de
    este día

    verde son por la gracia de la primera
    lluvia

    el tostado silencio, de los montes se
    animan

    con la voz de las aves,
    despertaron las flores.

    Verde son los caminos de la tarde, parece
    que la

    cumbre se alegra, sobre el bosque
    sereno

    mariposas que viajan, tornasolar el
    campo

    mariposas inquietas, frágiles
    mariposas.

    Verde son los caminos de la tarde,
    caminos

    de emoción y de ensueños,
    caminitos aldeanos

    que se pierden al fondo de encendidos
    parajes.

    Donde, rustica esconde su belleza la
    moza

    donde apura, en el alba su pujanza el
    labriego

    y perfilan sus cejas los oscuros
    follajes.

    Aníbal Castillo

    (Poeta Aragüeño)

    CAPÍTULO X

    Reflexión Año 2003

    En estos momentos de confusión política, soy un
    venezolano más, preocupado por el destino de nuestra
    patria.

    Preocupación que la debemos considerar una
    necesidad del alma, obsesión que yo nunca

    abandonaré.

    Por sobre todas las pasiones, hay una voluntad suprema
    del soberano, la de preservar "la democracia",
    en ello debemos confiar nuestra fé.

    Solo en el sereno ambiente de la
    lógica
    y la paz, progresaremos y deben ser las únicas antorchas
    que nos guíen.

    No debemos apartarnos, ni desprendernos de estos
    conceptos, para así lograr el progreso social,
    económico y natural de este nuestro país "Venezuela".

    "Todos los venezolanos unidos, como hermanos debemos
    conciliar ideas, de proyectos
    Universal para lograr, la preservación de los Recursos
    naturales y la conservación del medio
    Ambiente, para lograr un equilibrio
    Biológico"

    De lograrse el desarrollo de
    estos proyectos, todos
    los venezolanos y los ciudadanos del Mundo, disfrutaremos de una
    mejor calidad de
    vida como seres Humanos.

    El Autor

    Este libro se
    terminó de imprimir el 5 de julio del 2003. En San
    Fernando de Apure

    Estado Apure

    Venezuela

    PENSAMIENTOS

    "La civilización, el proceso y la
    tecnología
    no están reñidos, con el respeto y la
    conservación de la naturaleza".

    "Hay que proteger los recursos
    naturales para poder
    alimentar a todos los seres vivientes del planeta".

    El Autor

    Prof. Maritza E. Contreras V.

    Lic. En Educación

    Mención: Ciencias
    Sociales

    Universidad de Carabobo

    Labora: Instituto Universitario de

    Tecnología "Antonio Ricaute"

    Maracay Estado
    Aragua

    AGRADECIMIENTOS

    A la memoria de
    Jesús Sánchez,

    Margarita Sánchez;

    guarda bosques destacados en los venados,
    Cotiza. Parque Nacional el Ávila, año
    1965.

    A ciudadanos (Hombres y
    Mujeres)

    habitantes del lugar, año
    2000.

    A MIS PARIENTES:

    BENITO RIVAS

    BLASINA TORREALBA

    Con cariño

     

     

    Autor:

    Ramón Arnoldo Ramos Fagundez

    Nº Permiso Legal:
    IF04320025742876

    I.S.B.N: 980-327-708-I

    Impresión: Saul Ely Nuñez – San
    Fernando de Apure

    Diagramación y Corrección: Patricia
    Rosenthal

    Distribución: Urb. Los Samanes C/Principal
    Nº 153

    Maracay Edo. Aragua – Venezuela

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