- Budismo
Filosófico - Escuela
Epicúrea - Escuelas
escépticas - Empirismo y
racionalismo - Filosofía irreligiosa y
la Ética empírica o autónoma
subjetivista - Positivismo liberal de la
Ilustración - Ateísmo
materialista - Espiritualismo
racionalista - Ateísmo
existencialista - Bibliografía
consultada
Con el objeto de incentivar un discernimiento más
agudo que ayude a reafirmar el anuncio de una cultura
cristiana, una Cultura de la Vida, hacemos un recorrido por la
Historia de la
Filosofía. Nos detenemos en algunas afirmaciones,
especialmente en aquellas que hallamos más oscuras,
nocivas y de profunda relación con la actual cultura
anticristiana, pertenecientes a:
- El Budismo
Filosófico - La Escuela
Epicúrea - Las Escuelas escépticas
- El Empirismo
- El Racionalismo
- La Filosofía irreligiosa y la Ética
empírica o autónoma subjetivista - El Agnosticismo – Manuel Kant
- El Positivismo
liberal de la Ilustración - El Positivismo.
Ateísmo positivista (secularismo, pragmatismo) - El Materialismo.
Ateísmo materialista Espiritualismo
racionalista - El Ateísmo existencialista
El Budismo Filosófico (Filosofía
oriental) es un conjunto de doctrinas iniciadas por Buda (el
iluminado o el sabio, como le llamaron sus discípulos a
Siddharta) hacia el siglo VI A.C. Dentro de las "grandes verdades
de Buda", que conforman el núcleo de esta
Filosofía, encontramos afirmaciones como:
– "Todas las cosas y muy especialmente la existencia
humana (infancia,
juventud,
virilidad y vejez)
están esencialmente saturadas de mal y dolor, porque
esencialmente son inestables y tienden constantemente a
envejecerse (…)
– La causa principal de ese dolor es:
- cualquier deseo, que por ir siempre asociado al temor
y la esperanza, desasosiega el corazón,
pero - muy especialmente, el deseo de vivir más y
más.
-La fuga o redención del dolor (fin supremo del
budismo)
está así en la extinción o desnudez
–nirvana- de todo deseo o afección perturbadora,
como especialmente del deseo de vivir."
Juan Pablo II describe: "La ‘iluminación’ experimentada por Buda
se reduce a la convicción de que el mundo es malo, de que
es fuente de mal y de sufrimiento para el hombre.
Para liberarse de este mal hay que liberarse del mundo; hay que
romper los lazos que nos unen con la realidad externa; por lo
tanto, los lazos existentes en nuestra misma constitución humana, en nuestra psique y en
nuestro cuerpo. Cuanto más nos liberamos de tales
ligámenes, más indiferentes nos hacemos a cuanto es
el mundo, y más nos liberamos del sufrimiento, es decir
del mal que proviene del mundo. (…)
¿Nos acercamos a Dios de este modo? En la
‘iluminación’ transmitida por Buda no
se habla de eso. El Budismo es en gran medida un sistema
‘ateo’. No nos liberamos del mal a través del
bien que proviene de Dios; nos liberamos solamente mediante el
desapego del mundo, que es malo. La plenitud de tal desapego no
es la unión con Dios, sino el llamado nirvana, o sea, un
estado de
perfecta indiferencia respecto al mundo. Salvarse quiere decir,
antes que nada, liberarse del mal haciéndose indiferente
al mundo, que es fuente de mal. En eso culmina el proceso
espiritual."
Esta ausencia de todo "deseo o afección
perturbadora" coincide en el fondo con la ataraxia y
apatía de epicúreos y estoicos; se trata de un
estado de
imperturbabilidad.
Lo que caracteriza fundamentalmente a la Escuela
Epicúrea (fundador: Epicuro, 341-270 A.C.) es el
sensualismo psíquico y moral.
La primera afirmación "moral"
dice:
"La FELICIDAD, bien supremo del hombre y norma
suprema de las acciones
humanas es la ATARAXIA o imperturbabilidad que resulta de la
ausencia de todo dolor y de la satisfacción de todas las
necesidades, apetitos y deseos naturales y necesarios. Lo prueba
el apetito innato de la felicidad, con que todos los seres huyen
del dolor y buscan el placer."
Las escuelas escépticas (entre el 360 y
129 A.C.) sostienen que la ATARAXIA se consigue más
fácilmente con la duda.
Así, el escepticismo es "una doctrina o
disposición de ánimo que induce al sujeto a poner
en duda, no la existencia de los fenómenos representativos
o conscientes, sino su valor objetivo, es
decir, la existencia real." Esta postura filosófica
sostiene que el hombre es
incapaz de discernir entre la verdad y el error.
El alcance que tuvieron estos modos de entender la
realidad no lo podemos medir. Pero, indudablemente las
desviaciones de las corrientes de pensamiento
anteriores a Cristo marcaron tan hondamente la mentalidad
colectiva y personal que se
fueron "actualizando" a través de la historia de la
Filosofía y aún hoy están expresadas en las
tendencias dominantes que dan "razones" a la cultura
anticristiana. Podemos advertir, por ejemplo, los puntos de
identificación que el Relativismo tiene con las
afirmaciones de las escuelas escépticas. Dudo de todo,
descreo de lo verdadero, todo da igual.
También reconocemos paralelismos con el hedonismo
que caracteriza a nuestra época y que consiste en el
"culto y dedicación excesivas al placer en su vasta gama,
a nivel más bien epidérmico y sensorial, por el que
se rehuye de todo esfuerzo como actitud de
superación." Epicureísmo que pone por meta de la
vida al placer y la liberación del dolor.
Buscando las raíces filosóficas de dicha
cultura, pasamos la "Filosofía Poscristiana" (conjunto de
doctrinas posteriores a la difusión del Evangelio y que en
su mayoría participan directa o indirectamente de la
influencia del cristianismo)
y la "Filosofía Medieval" (en la que predomina la
Escolástica), para detenernos en la "Filosofía
moderna".
La generalidad de las corrientes de pensamiento
que se inician con y por el Renacimiento
tendrán un gran influjo en el desarrollo del
materialismo y el ateísmo, al no acatar ni reconocer la
revelación como norma directiva.
La filosofía
moderna –generalmente– "olvida, elimina o trata
muy someramente la metafísica" en sus investigaciones,
ocupándose casi exclusivamente "de las cuestiones
cosmológica y psicológica" (parcial e incompleta).
Fue desarrollada y adherida en su mayor parte por "protestantes o
incrédulos desertores del protestantismo."
Las tendencias predominantes de la Filosofía
moderna son el empirismo, para el cual "el único o
el principal conocimiento y
medida de los demás es el de los sentidos", y
el racionalismo, que sostiene que "tal nombre y oficio
compete a la razón". Fueron iniciadas respectivamente por
Francisco Bacon (1561-1626) y Renato Descartes
(1595-1649).
En el campo filosófico, Descartes
sembró gérmenes y tendencias peligrosas, con
afirmaciones como:
"La esencia del alma es el pensamiento o acto
consciente. Suprimid el acto consciente y desaparece el yo. De
ahí la necesidad de las ideas innatas, que contrapone
Descartes a las adventicias y facticias, y de cuya esencia habla
muy oscuramente." Según este filósofo el hombre es una
cosa que piensa, cuyo cuerpo es una "extensión, una
máquina artificiosa"; por eso propone colocar todos los
fenómenos inconscientes entre los extensos y
mecánicos (teoría
de los animales y las
plantas,
automatismo de las bestias, teoría
de las pasiones… en una palabra el llamado mecanicismo
cartesiano). La extensión sería la esencia de los
cuerpos y el pensamiento la del alma, que se uniría
accidentalmente al cuerpo de actividad mecánica.
Hay aquí una separación del cuerpo y el
alma, una valoración del hombre que parte del pensamiento,
como si este precediera al ser. (Pienso, luego existo)
"El racionalismo
iluminista puso entre paréntesis al verdadero Dios y, en
particular, al Dios Redentor. ¿Qué consecuencias
trajo esto? Que el hombre tenía que vivir dejándose
guiar exclusivamente por la propia razón, como si Dios no
existiese."
Del otro lado, las corrientes empíricas
construyeron sus teorías
desde el principio fundamental: "la única fuente de todos
nuestros conocimientos son los sentidos. Lo
único perceptible a los sentidos son los cuerpos." Supone
entonces que "los seres todos de la naturaleza se
reducen a cuerpos, dotados de energías mecánicas y
movimientos y no de cualidades sensibles, que son afecciones
subjetivas. Los universales no son más que vocablos
generales: el juicio mental, suma o resta de sensaciones (…);
la libertad es
una ficción; el alma humana, o un gas
imperceptible, o la suma de los movimientos
corpóreos.(…)
Filosofía irreligiosa y la Ética
empírica o autónoma subjetivista
"De las corrientes empiristas, aplicadas a la religión, a la moral y a
la política,
brotó la Filosofía irreligiosa y la Ética
empírica o autónoma subjetivista, entendiendo
la norma como algo subjetivo."
Moral empírico-autónoma
"Varios deístas y filósofos del período donde
dominaron el empirismo y el
racionalismo
(1600-1750) cultivaron especialmente las ciencias
morales, e imbuidos como estaban en el sensismo y materialismo,
idearon una ética: a) subjetivista, b) sensística,
c) autónoma.
- Porque la norma, fuente y criterio supremo de la
moralidad, "es algo subjetivo y aún congénito al
hombre." El subjetivismo sostiene que la inteligencia
humana es tal que no llega a conocer la verdad, sino que los
conocimientos que le proponen los sentidos le elaboran una
verdad subjetiva. De modo que el hombre conoce Su verdad, pero
no La Verdad. - porque ese algo es un bien o mal del orden sensible,
ya del individuo (utilitarismo egoísta) ya de la
sociedad
(utilitarismo altruista), que se nos manifiesta por un sentido
especial (sensismo moral), - porque, prescindiendo de la voluntad divina, hace al
hombre legislador de sí mismo.
- Agnosticismo – Manuel Kant
"Los pensadores y filósofos, hasta Descartes, aceptaron como
indiscutible, el realismo
gnoseológico aristotólico, que aceptaba que el
pensamiento y la realidad concordaban perfectamente, como si la
inteligencia
fuera una especie de espejo intelectual que reflejaba exactamente
la realidad. (…)
Descartes se da cuenta que en filosofía hay
diversas opiniones sobre un mismo asunto, y piensa que el
problema reside en la captación de la realidad. Su
‘duda metódica’, que en rigor es una
desconfianza sobre la capacidad de la inteligencia humana de
captar la realidad como es esta en sí, abre las puertas al
agnosticismo, cuyo representante es Kant (1724-1804).
Él se pregunta qué es lo que el hombre conoce
cuando conoce. Y concluye: no conocemos directamente la realidad,
sino la apariencia, lo que los sentidos nos presentan en el mundo
‘fenonénico’. ‘Fenómenos’
en su significación etimológica griega significa
‘lo que aparece’ (a los sentidos: color, sabor,
extensión, etc.) Lo que subyace bajo la apariencia, la
inteligencia no lo conoce directamente. Este elemento subyacente,
esta ‘substancia’ es lo que constituye para Kant el mundo
‘numénico’ (del griego
nous=’inteligencia’) Toda esta realidad subyacente
escapa a la posibilidad de ser captada directamente por la
inteligencia humana.(…)
Aplicando estos conceptos kantianos y esta forma de
entender la captación de la realidad, vemos que Dios
escapa a los alcances de nuestros sentidos, y por tanto pertenece
al mundo numénico y por ello no es posible de demostrar
científicamente que Dios exista."
En su "Crítica de la razón pura" es donde
Kant trata de
averiguar "si podemos conocer las cosas en sí mismas
(‘númenos’) –si es posible la Metafísica- o solo el modo como se nos
representan (‘fenomenos’)"
Y en la tercera parte de su Crítica busca
responder a esta pregunta con las conocidas "Ideas de la
razón": idea del alma; idea del mundo; idea de Dios; que
servirían para reducir y unificar los juicios del
entendimiento, "para excitar y dirigir a la misma razón en
sus actos y completar estos mismos actos." Según Kant,
"sería un abuso deducir sobre ellos la existencia real de
los objetos suprasensibles que representan."
Estas tres ideas o conceptos de la razón son
"apriorísticas", ya que sus objetos: Dios, el alma y el
mundo, trascienden toda experiencia. Por lo mismo "ni tienen
siquiera el valor objetivo que
las categorías, por versar sobre realidades que ni
aparecen ni pueden aparecer en la experiencia."
Se puede leer en Kant que "aunque fuera de lo
fenoménico exista algo real en sí y por sí,
ello es incognoscible". Se deriva de aquí que el objeto de
la ciencia es
solamente lo empírico o fenoménico. Sostiene
así que: "Ante las realidades ultrafenoménicas o
metafísicas, la sola actitud
legítima del filósofo frente a estas es el
AGNOSTICISMO" .
En base a esto, Kant afirma que "el origen de la
obligación moral ni son los objetos sobre que recae,
variables y
contingentes, ni otro ser superior al individuo (que esto
sería rebajar la dignidad personal y el
hombre es fin de sí mismo); sino la voluntad misma, que
viene a ser de este modo ‘autónoma’.
"
El agnosticismo sostiene que la inteligencia humana es
incapaz de llegar a conocer a la realidad en su aspecto
íntimo. El hombre conoce lo que aparece, pero no la
realidad como es en sí. Así sostiene que Dios puede
existir, pero la inteligencia humana no puede dar pruebas
científicas –filosóficas- de su
existencia.
Esta línea de pensamiento defiende el
"autoafirmarse" al margen de Dios. Concibe la ciencia sin
Dios -paganismo filosófico- y la vida como si Dios no
existiera, cayendo en un ateísmo práctico cargado
de autosuficiencia y falta de humildad.
Los postulados kantianos tuvieron una amplia
difusión durante el siglo XVIII, aportando el fruto
funesto de la concepción atea sobre el sujeto y el
mundo.
Surgirán varias clases de ateísmo, que
podríamos distinguir como: ateísmo positivista,
ateísmo materialista, ateísmo existencialista.
Todas estas filosofías postkantianas tratarán de
demostrar, de alguna forma, que Dios no existe (o no puede
existir).*
Positivismo liberal de la
Ilustración
- Es el tiempo del
positivismo liberal de la Ilustración. "Este
liberalismo
tuvo de bueno el traernos una declaración de los
derechos
humanos, presentándose así como la gran
revolución europea; un liberalismo
que, junto con su lado bueno, presentaba otro negativo: una
ausencia de metafísica y una incapacidad de
fundamentación objetiva de los derechos que predicaba; y,
por supuesto, una ausencia de proyecto
trascendente para la persona humana.
El P. Valverde ha sintetizado bien las claves de este movimiento,
del que se dice que es tolerante no tanto por el respeto a la
dignidad de la persona humana,
hija de Dios, dotada de inteligencia y libertad,
sino por la inseguridad
de sus convicciones (C. Valverde. Liberalismo positivista,
Sillar 2,1982, p.69). He aquí los principios del
liberalismo positivista tal como los sintetiza el P.
Valverde: - El positivismo liberal no acepta otro principio de
conocimiento
que el empírico. Se suprimen la metafísica y la
fe como ámbitos del conocimiento humano. - Niega la existencia del pecado original y, en
consecuencia, la tendencia al mal que se da en el corazón
humano. Pensemos en Rousseau: el
hombre russioniano es un hombre naturalmente bueno, sin lacra
alguna. - Tiene como fin el establecimiento de un
paraíso aquí en la
tierra. - No niega la existencia de Dios; pero se trata del
Dios del deísmo, el Dios del Olimpo, un Dios que no
interviene en la vida humana y tampoco funda los valores
morales. - La moral, por lo tanto, es absolutamente
autónoma, tal como lo establece Kant en la
Crítica de la razón práctica. - No hay ley natural ni
concepción objetiva del derecho
natural. En la vida ética no hay más límites
que los positivamente establecidos en relación a la
libertad de los demás. (Ib. 71-72)"
Se puede considerar que en esta corriente "está
la raíz última del concepto de
libertad como fin de si misma, una libertad-de, una libertad que
no tiene otro fin que el máximo disfrute de la vida
humana…
- El Positivismo –ateísmo
positivista-, sistematizado por Augusto
Comte (francés, 1798-1857), se emancipó en
Inglaterra con
el nombre de Agnosticismo, cundió por otros
países, combinándose con varios sistemas
filosóficos y reapareciendo en varias teorías filosóficas
contemporáneas.
Comte, asociado a su maestro Saint Simon
(filósofo socialista, 1760-1825) "en la empresa de
fundar un nuevo orden social que tuviera por base la industria y
por único fin la felicidad de acá abajo,
ideó, como base de la nueva sociología, un sistema
científico universal," con la máxima favorita de
Saint Simon: "Conocimientos positivos hacen falta, no
especulaciones metafísicas". Conforme a esto asienta como
dogma fundamental de su sistema que "el único objeto de
la ciencia es
lo positivo; y positivo es para Comte todo lo que es a la vez
real y útil, cierto y preciso, relativo y orgánico.
(…) Este principio lo aclara y confirma por LA LEY
SOCIOLÓGICA DE LAS TRES EDADES. (…) Según esta
ley, en la primera edad, Teológica o religiosa, los
hombres explicaban los fenómenos cósmicos por seres
misteriosos, libres y superiores al hombre; en la segunda,
metafísica, por ciertas entidades abstractas e
indeterminadas (causas, almas, potencias, cualidades…)
‘máscaras de la ignorancia’; la tercera, que
es la positiva y única científica, se limita a
consignar con una fijeza y precisión matemática, cuáles son las
relaciones que unos hechos sensibles guardan con otros hechos
sensibles en el espacio y el tiempo
(sucesión, coexistencia, prioridad)."
Este sistema halló en Inglaterra su
mejor difusión en varias direcciones. Así, por
ejemplo, Stuart Mill (1806-1873) aplicó los principios
generales de Comte a la Psicología y a la
Lógica.
Herbert Spencer (1820-1904) es otro de los principales
promotores de esta corriente. "En sus principios generales,
Spencer, que hizo de la ‘evolución’ el alma de su sistema,
afirma: ‘Como todo lo que conocemos es relativo, se impone
la existencia de lo absoluto (energía infinita),
incognoscible a la ciencia (…)
que se limita a conocer y unificar lo relativo, lo
fenoménico representado por los sentidos, o sea, los modos
con que se nos revela el Incognoscible y las relaciones vigentes
entre esas manifestaciones.* Así quedan
resueltos los conflictos
entre la religión y la ciencia
por la absoluta separación de entrambas, y entre el
espíritu y la materia por
ser ambos meros signos simbólicos de la única y
verdadera realidad. (…) El principio unificador de todas esas
manifestaciones, subjetivas y objetivas, es la evolución universal de la fuerza, o sea,
el paso incesante de la materia del
estado homogéneo e inestable al heterogéneo y
estable, desde la condensación de las nebulosas hasta las
instituciones
sociales más complicadas." En este marco, el hombre es
definido por Spencer como "el producto
más perfecto de la fuerza vivaz
de la naturaleza."
Spencer explica todas las especies vivientes por "una
evolución mecanicista y fatal, regulada en su marcha
progresiva por la supervivencia de los mejor adaptados". De la
aplicación de este evolucionismo resultan afirmaciones
como:
-En Psicología: "Los
elementos componentes del espíritu son las sensaciones
(feelings), que a su vez no son más que la ‘integración de una serie de sacudidas
nerviosas’. (…) El entendimiento (adaptación del
organismo animal al medio
ambiente) es la forma de las sensaciones. La forma más
primitiva de esta adaptación física son los
reflejos, que evolucionando originan la memoria, la
razón…"
-Respecto a la Moral: "El
instinto de la propia conservación (egoísmo) y de
la especie (altruismo), inherentes a las bestias, perfeccionados
por la evolución y coordinados armónicamente", son
los factores de la moral de Spencer, moral no absoluta sino
variable y según pueblos, tiempos y
circunstancias.
Obligación no es más que el miedo del
dolor asociado a ciertas acciones u
omisiones. El origen de las ideas religiosas (alma, inmortalidad,
espectros, espíritus, dioses…) débese a los
sueños que la gente inculta confunde fácilmente con
la realidad.
-En Sociología: Spencer considera que "la
evolución de los fenómenos sociales es paralela a
la evolución orgánica. (…) Así, los
enjambres de los insectos son un esbozo de la asociación
humana , el apoderarse de la presa los animales
carniceros, la primera noción de propiedad,
etc."
Todas estas afirmaciones, que conciben a la materia como
tendiendo por sí misma a ciertas manifestaciones y
relaciones están negando que lo existente haya sido
pensado por alguien, que haya habido un proyecto
inteligente. El ateísmo de nuestros días
también se alimenta de ellas.
Junto a estas "aplicaciones" del ateísmo
positivista, surgen también el Secularismo o
positivismo práctico, que es "la forma que reviste la
incredulidad de la clase obrera de Inglaterra, siguiendo la
máxima, diametralmente opuesta a la del Evangelio:
‘sólo hay que buscar las cosas del
siglo’."
También del positivismo deviene el
pragmatismo. Su principio fundamental es que "el
conocimiento es esencialmente práctico, ordenado
exclusivamente a la obra y, por consiguiente, la esencia de la
verdad consiste en la utilidad.
Además el único mundo que conocemos es la serie
ininterrumpida de sensaciones o experiencias, pasadas, futuras o
posibles, un río que fluye y se ensancha
constantemente.
Luego leyes y verdades
no son algo inmutable distinto de los hechos y norma de los
mismos; sino algo indistinto de los hechos, a lo más
fórmulas más o menos deficientes de los
mismos.
Los principios más evidentes deben mirarse como
meras hipótesis aceptables o repudiables,
según que nos parezcan útiles o inútiles,
como las cuestiones sobre los atributos de Dios y tantas otras
metafísicas.
Doctrina que no preste alguna utilidad, no es
verdadera; dos teorías de igual utilidad práctica,
son igualmente verdaderas (…); doctrina que tenga más
eficacia para
consolar los ánimos es más verdadera que su
contraria; aquellas doctrinas son verdaderas en grado sumo, que
proporcionan a nuestra vida intelectual la mayor consonancia y
armonía, objeto supremo de las aspiraciones
humanas."
El éxito
de esta filosofía de la acción, que toma la
utilidad como esencia de la verdad, sólo puede explicarse
por la atmósfera de
positivismo que se respiraba. Además, "la misma utilidad
–señala Domínguez- necesita, para ser
valuada, de una norma. Y esa norma, o es el entendimiento, y esto
es contra la esencia del pragmatismo
anti-intelectualista; o es el hombre, es decir, las necesidades,
antojos… del hombre (humanismo,
relativismo); o es nula, y estamos en completa anarquía
filosófica y confusión."
- El Materialismo universal (ateísmo
materialista) se fue extendiendo a lo largo del siglo XIX.
El cuerpo de este sistema, "fruto a la vez del
sensismo* y del cultivo exclusivista y vicioso de
las ciencias
empíricas (Química, Física y Biología)",
está formado por tres grandes axiomas y deducciones,
conteniendo afirmaciones como estas:
"La materia es eterna; porque es indestructible. Lo
prueba la ley, experimental y rigurosamente científica, de
que ‘en la naturaleza nada se crea ni aniquila’. El
mundo, pues, no es más que materia y movimiento,
ambos eternos, necesarios, infinitos y subsistentes por sí
mismos, y la historia del cosmos, una
vasta e incesante metamorfosis. (…)" -2° axioma-
"Teodicea: Si la materia existe por sí misma,
claro está que el mundo se basta a sí mismo y que
en él hay que buscar la razón suficiente de su
existencia, organización y conservación, sin
recurrir a ningún principio extraño a la materia,
inmanente (panteísmo) o trascendente (teísmo). La
ciencia, pues, debe prescindir de lo Absoluto, no por ser
incognoscible, sino porque ni existe ni puede existir. La idea de
Dios no tiene más fundamento que el vano temor y la
ignorancia de la naturaleza." -2°
deducción–
"Etica: Negada la libertad y la existencia de un Supremo
Legislador, el concepto mismo de
moralidad viene a tierra,
quedando sustituida por los instintos animales del hombre,
coartados a lo más por un pacto social, única
fuente de la moralidad y legalidad, derechos y deberes, vicios y
virtudes y de la sociedad. -3°
deducción-
Como representante de esta postura podemos referirnos a
Marx, perteneciente a la escuela
positivista. "Para él existe sólo el universo
visible, con sus leyes
cósmicas, eternas e inmutables. Aún el hombre mismo
pertenece a este mundo material, es el ser más
evolucionado, dentro del universo
conocido, pero no se distingue en nada de los demás seres
materiales
existentes, y tiene un ciclo vital que desaparece con la muerte. El
alma por tanto no existe, y el universo no es
estático, como parece a primera vista, sino que todo
está en constante evolución perfectiva."
Cabe decir que "el marxismo es un
materialismo, pero a la vez es evolucionista, o sea toda la
realidad está en un proceso de
evolución perfectiva, que se da en forma de
dialéctica. Toda perfección se logra por la
contraposición de dos tendencias opuestas. Una de esas
fuerzas es la tesis; la
opuesta, antítesis, y de
ellas se logra la síntesis,
que es un paso adelante en el proceso evolutivo. Hasta que se
logre la perfección humana, sin clases
sociales, sin conflictos, el
proceso dialéctico es necesario e inevitable, porque es
una ley cósmica."
Según esta teoría, lo único que
puede hacer el hombre es "acelerar o retardar el proceso
dialéctico. Lo acelera por medio de revoluciones,
revueltas, conflictos laborales." Y todos los problemas
humanos "se originan porque las cinco estructuras
básicas de la sociedad no funcionan (El trabajo, la
técnica, la economía, las
clases
sociales, la política)"
Se afirma desde el materialismo que, "como estas
estructuras en
los hechos y en la historia no se desenvuelven con eficiencia,
armonía y fluidez, la humanidad ha inventado tres
Super-estructuras, que intentarían poner en marcha, en
forma ordenada a las estructuras básicas
mencionadas.
- Metafísica: Marx, como
positivista, considera que lo que interesa es estudiar las
causas inmediatas y relegar a las causas últimas como
inútiles y ‘alienantes’. - La Etica: Es la que da normas para que
la interrelación humana sea armónica, justa y
perfectiva. Pero de hecho quienes las deben cumplir son las
clases explotadas, porque los ‘opresores’ disponen
de todos los medios para
eximirse. - La Religión: Dios o la religión cumple
la función
de dique de contención contra las reivindicaciones
sociales. La religión impone ‘virtudes’ que
sólo son tentáculos que mantiene sometido al
proletariado (paciencia, resignación, perdón…).
Según Marx el
‘capitalista’ usa a Dios como elemento para
prometer al explotado una esperanza de vida ultraterrena,
ofreciéndole en el cielo todo lo que no pudo disfrutar
en esta vida terrena. (…)
En la teoría de Marx, cuando el explotado tome
conciencia de su
situación y haga la GRAN REVOLUCIÓN, Dios habrá de morir de
muerte natural
del corazón del hombre, pues de hecho, Dios existe
sólo en la fantasía del explotado.
Marx no se cuestiona acerca del origen del universo, pues
como positivista lo acepta como hecho dado, y según
él, lo único que tiene existencia real es lo
material."
- Frente al sensismo se inició y mantuvo en el
siglo XIX un movimiento espiritualista, el espiritualismo
racionalista. Esta dirección la podemos captar, por ejemplo,
en Enrique Bergson (filósofo francés de renombre
nacido en 1859):
"Comienza por prescindir de la inteligencia, que
sólo conoce inmovilidades y cosas hechas con ‘vistas
tomadas desde fuera’. Solo se sirve de la intuición
del espíritu, o sea, ‘la facultad de ver, que es
inmanente a la de obrar y que en cierto modo brota de la
tensión del querer sobre sí
mismo’.(…)"
"A su luz (…)
penetramos hasta el núcleo de nuestra realidad y vemos las
siguientes verdades: a) No hay cosas hechas, ni substancia (…);
todo es movimiento y el devenir es la única realidad; b)
Esta realidad (…), en virtud del impulso vital, se va
desarrollando de un modo espontáneo, autónomo y
creador: pues parte de ella, perdiendo la conciencia, se
transforma en materia inorgánica, y la otra parte,
condensándose más o menos, en plantas,
animales, espíritu; c) Sin cesar se crean almas que, sin
embargo, en cierto sentido preexistían y no son otra cosa
que arroyuelos en los cuales se divide el gran río de la
vida; d) Dios no es una cosa hecha, sino vida incesante,
acción, libertad. (…)
Con este fenomenismo anti-intelectualista
vendrían a tierra las
tesis de filosofía cristiana sobre los primeros principios
de la razón, sobre Dios, el alma humana, la inmortalidad y
los fundamentos de la moral y religión."
- De amplia difusión y marcada influencia en la
cultura anticristiana es también el ateísmo
existencialista.
"Este ateísmo surge de la observación de la realidad humana
íntima, así como el positivismo surge de la
observación del método
científico y de la realidad en general y el marxista de
las relaciones sociales. El ateísmo existencialista se
fundamenta pues en la observación de la vida humana, en lo
que tiene de angustia íntima. (…)
Su máximo exponente, Sartre, hace
el siguiente raciocinio: o existe Dios o existe el
absurdo.
Si Dios existe, el universo entero será
expresión de la bondad, de la perfección, de la
justicia, de
la santidad de Dios.
Si existe el absurdo, nada tendrá
significación, todo será desorden y
caos.
Ahora bien, si analizamos la realidad que nos rodea, y
la intimidad de cada uno, comprobaremos el desorden más
completo.
En el individuo: egoísmos, odios,
mezquindad.
En la sociedad; injusticias, atropellos, ley de la
selva.
En las relaciones nacionales e internacionales: guerras,
secuestros, robos, imperialismos, en una palabra: vivimos en el
infierno. Es decir, existe el absurdo más completo. Por
tanto, es imposible que Dios exista. Simone de Beauvoir resume
esta postura con una célebre frase: ‘es menos
absurdo concebir un universo sin Dios, que un Dios con todas las
contradicciones del universo.’* (…)
El Humanismo Ateo
moderno ha desarrollado abundantemente el tema de la necesidad de
un infinito para la existencia humana, pero subrayando a
renglón seguido que no existe tal infinito. Humanismo
cerrado según el cual ‘el hombre está
condenado a existir y morir solo y frente a su soledad.’
(…) ’Mi grito de eternidad se va ahogando en el
río de la temporalidad’, acentúa Heidegger.
Por ello la angustia es una categoría de la existencia.
Proust llamó a esta angustia de la existencia: el horror
de las cosas usuales. Para Sartre, es la
‘náusea’. (…)
En todos estos pensadores hay una voluntad terca de
poner de relieve la
angustia del hombre en la búsqueda de respuesta.
Kierkegaard, en sus obras y en su vida nos legó un
auténtico testimonio de esa angustia y melancolía:
‘me parece –confiesa- que soy un galeote encadenado
con la muerte;
cada vez que la vida se agita, la cadena rechina y la muerte hace
que todo se marchite,… y eso ocurre a cada minuto’.
(…)
Es la angustia del mundo sin sentido. Absurdo que
entraña una indiferencia gris que lo cubre todo. Humanismo
sin ilusión, cárcel, la ‘peste’,
según el libro de
Albert Camus, que merodea la ciudad haciendo cada día su
número matemático de víctimas; gratuidad de
todo, puro azar; todo es igual, aburrimiento de la existencia,
del amor. Y la
trayectoria de cada hombre es una curva con la que junta una Nada
inicial con una Nada final. Meursault, protagonista de ‘El
Extranjero’, de A. Camus, es el símbolo del hombre:
animal absurdo, sin esperanzas, perseguido por la justicia,
declarado culpable siendo inocente, atrapado por la enfermedad,
encarcelado sin posibilidad de evasión, prisionero de
la tierra,
apuntalado sólo por los muros de la prisión, sin
ver el cielo… y por último, condenado a muerte. Esta
ausencia de cielo transparente, abierto a un Ser trascendente, es
lo que inscribe en la frente del hombre-Meursault el signo del
absurdo. (…)
El humanismo cerrado a la trascendencia enfrenta al
hombre con su condición de mortal, pero, al no ofrecerle
ninguna perspectiva de trascendencia, lo condena a ser una
‘pasión inútil’, o un ‘ser para
la muerte’, o simplemente ‘un condenado a
vivir’."
Ejemplo claro de este ateísmo es la
filosofía de Federico Nietzsche
(1844-1900). Sus poemas en
prosa ("Lo humano, humano y nada más", "Así
habló Zaratustra", "Más allá del bien y del
mal", "El crepúsculo de los ídolos", entre otros)
"pintan con el rojo colorido de una imaginación
desenfrenada el pesimismo de la humanidad pasada y presente y,
como remedio adecuado (…), la SUPERHOMBRIA de la nueva
humanidad, basada en la ‘Voluntad de Poder’,
que va creando tres valores
humanos (que Nietzsche
personificó en Apolo, Sócrates y
Dionisio), mediante los cuales llegará un día la
era de los Superhombres, de goces y dolores más
intensos:
-el Arte;
-la ciencia y los conocimientos humanos ‘que se
valoran no por la verdad (Dios, verdad, realidad de la
substancia, pluralismo de la existencia, conceptos abstractos…
no son más que errores o ilusiones) sino por su
adaptación a las necesidades vitales del hombre
(pragmatismo)’;
-la vida, cuya creciente intensificación es la
única norma de su amoralismo."
Esta manera de pensar la realidad, desde valores, desde
la utilidad de las cosas, alcanza a la manera de "apreciar" a
Dios. "Así, Nietszche, definía a Dios como un
‘anti-valor’, de incidencia negativa en la vida.
También el hombre es visto desde la perspectiva del valor,
por lo que existirían dos clases de hombres: el
superhombre y el esclavo. Este último es, según
Nietszche, el sumiso, el que vive pasivamente. Mientras que el
superhombre dicta sus propias normas de
conducta, es
autónomo. No obedece sino a sí mismo."
Se apoya esta corriente en el concepto
existencialista de libertad, de esa libertad que se propone
como fin de sí misma.
"Representante genuino de este concepto es J.P. Sartre.
Este filósofo francés, que eliminó a Dios
como fuente última de los valores
del hombre, puso en el hombre el origen y la finalidad misma de
la libertad; una libertad que no tiene otras limitaciones que las
que él se impone: ‘El hombre es el único que
no sólo es tal como él se concibe, sino tal como
él se quiere, y como se concibe después de su
existencia, como se quiere después de este impulso hacia
la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él
hace. Este el primer principio del existencialismo’ (J.P. Sartre. El existencialismo es un humanismo. Barcelona, 1984,
60..)"
"Haciéndose eco de la frase de Dotoievsky
‘Si Dios no existe, todo está permitido’,
comenta el filósfo francés: ‘En efecto, todo
está permitido si Dios no existe, y en consecuencia
está el hombre abandonado, porque no encuentra en
sí ni fuera de sí una posibilidad de aferrarse…
El hombre está condenado a ser libre’ (Ib. 68-69),
con una libertad que inventa y crea los valores.
Cuando elegimos un valor, lo creamos; nos damos cuenta de que
vale precisamente porque lo hemos elegido. (…)
He aquí el hombre moderno, dotado de una
concepción de la libertad absoluta porque no acepta a Dios
como fundamento último de los valores. Este
es el concepto de libertad que hoy se propone. Habrá
limitaciones obvias (Sartre también las admitía),
porque convivimos con otros hombres, pero estas limitaciones no
son otras que las que se establecen por vía de consenso.
En una palabra, surge así una concepción de
sociedad que no tiene otros dogmas que el respeto mutuo y
la no violencia. No
se le pidan más valores a nuestra sociedad."
Estas filosofías oscurecieron el sentido de la
libertad, despojándola de las normas éticas,
vaciándola de la búsqueda y elección de la
Verdad, de la plenitud. Y esto se ve en el culto a la "libertad"
de nuestra época, una libertad incondicionada que se
defiende como meta en sí misma, que sólo busca la
autonomía, pero que en esta misma distorsión cae en
la desesperanza, en la angustia existencial, en el vacío
que lleva al suicidio, en el
egocentrismo que desfigura la condición
humana…
Oscuridad que necesita la luz,
muerte que necesita la vida,
desorden que necesita el
amor,
sin sentido que necesita fundamentos.
indiferencia que necesita la comunión
ateísmo que necesita vivir por Cristo, con
Él y en Él.
materialismo que necesita el soplo del
Espíritu
nihilismo que necesita la trascendencia
relativismo que necesita convertirse al Absoluto,
Señor de todo lo creado.
Viviana Endelman Zapata
Enero 2001
E-Mail:
vivianaendelman[arroba]hotmail.com
- Domínguez, D. S.I. (1922), Historia de la
Filosofía, Sal Terrae, Santander. - Juan Pablo II (1994), Cruzando el umbral de la
esperanza, Plaza & Janes SA, editado por Vittorio Messori,
Barcelona. - Kaul, Agustín (1995). Cursos de
Teología: El problema de Dios en el pensamiento humano",
Resumen de clases Facultad de Humanidades "Teresa de
Ávila" (UCA), Paraná, E. Ríos. - Kaul, Agustín (1995). Cursos de
Teología: Nuestra época frente al problema Dios,
Resumen de clases Facultad de Humanidades "Teresa de
Ávila" (UCA), Paraná, E. Ríos. - Sayés, José Antonio (1991). Razones
para creer. Dios, Jesucristo, la Iglesia,
Ediciones Paulinas.
Viviana Endelman Zapata