Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Violación de los Derechos Humanos durante la última dictadura militar




Enviado por honguis_bostero



    1976-1983

    1. Situación social,
      política y económica previa al golpe de
      Estado
    2. La omisión de los
      Derechos Humanos: secuestros, torturas, asesinatos,
      desapariciones. La "guerra antisubversiva"
    3. Intervenciones y resistencia de
      los defensores de los Derechos Humanos
    4. Caída del Régimen
      Militar
    5. Informe de la CONADEP. Impacto
      social
    6. Juicios y
      condenas
    7. Indultos
    8. Conclusión
    9. Bibliografía

    Todos los seres humanos nacen con derechos y libertades
    fundamentales iguales e inalienables.

    Las Naciones Unidas
    tienen el compromiso de apoyar, fomentar y proteger los derechos
    humanos de todas las personas. Este compromiso tiene su origen en
    la Carta de
    las Naciones Unidas, que reafirma la fe de los pueblos del mundo
    en los derechos humanos fundamentales y en la dignidad y el
    valor de la
    persona
    humana.

    En la Declaración Universal de Derechos Humanos,
    las Naciones Unidas han expuesto en términos claros y
    sencillos los derechos que tienen todos los seres humanos en
    condiciones de igualdad.

    Estos derechos te pertenecen.

    Son tus derechos.

    Aprende a conocerlos. Contribuye a fomentarlos y a
    defenderlos, no sólo para ti sino también para tu
    prójimo.

    Introducción

    Los años 70 estuvieron signados en América
    latina por las dictaduras militares. El cruento golpe de Estado
    que instaló a Pinochet en el gobierno de
    Chile y la
    dictadura que en 1976 terminó con el efímero y
    contradictorio intento democrático en la Argentina
    representaban cabalmente una época de atropello a los
    derechos humanos y de negación de la política
    partidaria.

    Aunque estas fueron las dictaduras más características de la época, no
    fueron las únicas. Uruguay,
    Bolivia,
    Paraguay y las
    naciones centroamericanas (a excepción de Nicaragua)
    estuvieron durante este tiempo
    también en manos de gobiernos militares o gobiernos
    autoritarios manejados por las fuerzas armadas.

    México fue
    una excepción en este panorama y mantuvo formalmente su
    estructura
    democrática. Cuba, por su
    parte, continuó con su modelo de
    transición socialista.

    Las relaciones
    internacionales entre los oficiales de las fuerzas armadas
    sudamericanas se habían estrechado desde fines de la
    década del sesenta producto de
    una especialización contrainsurgente conjunta en las
    academias militares norteamericanas. Esta especialización
    se enmarcó dentro de la "Doctrina de Seguridad
    Nacional". Estas relaciones de militares argentinos con sus
    similares uruguayos, paraguayos, brasileños, chilenos,
    bolivianos y peruanos, tendrían sus frutos en los
    años de las dictaduras.

    Dentro de este marco de cooperación, los
    dictadores sudamericanos formaron una organización criminal de alcance
    hemisférico, "Operación Cóndor",
    cuyo objetivo era
    la consecución de los objetivos
    políticos y económicos de la conspiración y
    la neutralización o eliminación de la
    oposición política y múltiples personas por
    razones ideológicas.

    El golpe de Estado del
    año 1976 y hasta su fin en 1983, significó un
    proceso
    teñido por los secuestros, torturas, desapariciones y
    asesinatos, además del pésimo manejo de la economía, del cual
    los argentinos nunca podrán olvidarse.

    Los hechos sucedidos durante este período son
    consecuencia de la muerte del
    general Juan Domingo Perón y su
    incompetente sucesión presidencial, que derivó en
    una crisis social
    de la cual los militares tomaron provecho y así
    facilitaron su llegada al gobierno, respondiendo a la
    "Operación Cóndor", apoyados por la mayoría
    de la población que nunca se imaginó tal
    trágico desenlace.

    La sangrienta represión, denominada "Proceso de
    Reorganización Nacional", con una profunda
    violación de los derechos humanos, tenía como
    objetivo primario restablecer el orden, que en la
    concepción de los jefes militares significaba eliminar
    drásticamente los conflictos que
    habían sacudido a la sociedad en las
    dos décadas anteriores y con ellos a sus protagonistas.
    Esto significó el comienzo de una brutal represión
    que acabó con la desaparición y muerte de
    alrededor de 30.000 personas.

    Situación social, política y
    económica previa al golpe de Estado

    Desde 1969, la movilización popular no
    sólo había jaqueado al régimen militar sino
    desafiado de distintas maneras el orden establecido. Sin embargo,
    a pesar de la alta movilización por el conflicto
    social, los partidos
    políticos no se encontraban en condiciones de encauzar
    el enfrentamiento. En este marco, un conjunto de organizaciones
    armadas se instaló en el movimiento
    popular que creció en barrios, universidades,
    fábricas e iglesias. De los varios "ejércitos" que
    operaron, realizando acciones
    militares espectaculares que eran miradas con simpatía por
    buena parte de la población, los que mejor lograron
    arraigar en el movimiento popular fueron los Montoneros. Se
    trataba de un grupo de
    origen nacionalista y católico al que pronto se sumaron
    sectores provenientes de la izquierda. Estos combinaban la
    acción clandestina con la actividad político
    partidaria principalmente a través de la Juventud
    Peronista. Otras de las más importantes organizaciones
    guerrilleras, el ERP
    (Ejército Revolucionario del Pueblo) desconfiaba del
    peronismo y
    realizaba críticas profundas a la sociedad argentina de la
    época y proponía, mas que una liberación
    nacional, una lucha latinoamericana contra el imperialismo.
    Se nutrían de las ideas trotskistas y guevaristas. Su
    presencia en el movimiento popular fue menor que la de los
    Montoneros.

    El retorno de Perón a la presidencia se produjo
    luego de una serie de complejas peripecias. El presidente Lanusse
    fracasó en imponer su propia candidatura, pero
    logró proscribir al líder
    exiliado, quien entonces designó como candidato vicario a
    Héctor Cámpora. Éste, que manifestaba una
    incondicional solidaridad con
    el líder, suscitó a la vez fuertes simpatías
    entre los sectores juveniles y radicalizados del peronismo. Los
    jóvenes dieron el tono a la agitada campaña
    electoral que culminó con el triunfo electoral del
    peronismo. Las nuevas autoridades asumieron el 25 de mayo de
    1973. Después de dieciocho años, la voluntad
    popular podía consagrar, con plena libertad, un
    gobierno constitucional que expresaba, a la vez, el deseo
    impreciso pero imperioso de transformaciones
    profundas.

    En el mes siguiente retorna Perón y en septiembre
    se vuelve a convocar a elecciones en las que Perón recibe
    el 60 por ciento de los votos. Fueron los sectores juveniles
    quienes rodearon al presidente Cámpora y ocuparon
    importantes posiciones de poder hasta
    que Perón lo abandona debido a su inclinación hacia
    las organizaciones e ideas de izquierda. Esto culminó en
    una verdadera batalla campal el 20 de junio de 1973, día
    en que Perón volvía definitivamente al país,
    cuando una inmensa multitud se había congregado en Ezeiza
    para recibirlo y ambos sectores protagonizaron un enfrentamiento
    que dejó muchos muertos.

    El conflicto interno del peronismo se desplegó
    con toda su fuerza. Frente
    a quienes proclamaban la bandera de la patria socialista, otro
    sector levantaba la de la "patria peronista", con posiciones
    tradicionales decididamente adversas a las ideas de izquierda.
    Ambos sectores compitieron por el poder y por el control de las
    movilizaciones callejeras, y a ambos recurrieron a la violencia, al
    terrorismo y
    al asesinato. Fue claro que Perón, quien en su anterior
    lucha contra los militares había respaldado a los
    jóvenes, ahora repudiaba su accionar, sus consignas y
    propósitos, se inclinaba por los sectores mas
    tradicionales del partido y se ocupaba de desalojar a los
    sectores juveniles peronistas de posiciones de poder. El momento
    culminante de esta situación fue el 1º de mayo de
    1974 cuando Perón llama a la juventud peronista y a los
    Montoneros "imberbes y estúpidos" y los echa de la Plaza
    de Mayo. De esta manera se hizo pública la fractura del
    peronismo.

    Los partidos de oposición, empeñados en
    apoyar al gobierno constitucional, no interfirieron ni en este
    conflicto, ni en el otro, mas sordo, de Perón con los
    sindicatos.

    En este marco de fuertes divisiones, el 1º de julio
    muere Juan Domingo Perón, reemplazándola en la
    presidencia su esposa Isabel, quien no tenía ni la misma
    capacidad ni similar autoridad, y
    los conflictos se hicieron más agudos. Además
    ejerció su gobierno cercada por la figura de José
    López Rega, extraño personaje de ideas y
    prácticas nacionalistas, esotéricas y violentas,
    quien se sindicaba como el poder oculto del gobierno y
    organizó grupos
    clandestinos dedicados a asesinar dirigentes opositores, muchos
    de los cuales eran activistas sindicales e intelectuales
    disidentes, no enrolados en las organizaciones guerrilleras.
    Montoneros respondió de la misma manera, de modo que la
    violencia creció de manera irrefrenable.

    La crisis petrolera de 1973 afectó a la Argentina
    por el incremento de los precios de los
    bienes
    importados. Las reservas se agotaron y la balanza de pagos
    registró un enorme déficit. También, frente
    a una inflación agudizada, el gobierno se lanzó a
    un drástico plan de ajuste
    económico, que incluyó una fortísima
    devaluación y aumento de tarifas
    públicas conocido como "rodrigazo", en alusión al
    ministro de economía Celestino Rodrigo, acólito de
    López Rega. Los sindicalistas respondieron enfrentando con
    energía al gobierno y lograron un aumento similar, con lo
    que los efectos esperados del "rodrigazo" se perdieron, pero la
    economía entró en una situación de elevada
    inflación y descontrol. Se produjo la primera huelga general
    durante un gobierno peronista que logró alejar a
    López Rega del gobierno.

    Mientras tanto la violencia llegó a su
    máxima expresión. En septiembre de 1974 Montoneros
    secuestra a Juan y Jorge Born logrando el increíble
    rescate de 60 millones de dólares, mayor botín
    obtenido en el mundo por un secuestro. Por
    otro lado el ERP logró por entonces asentarse en un sector
    de la provincia de Tucumán, donde anunció la
    constitución de una "zona liberada", y el
    Ejército inició una operación formal para
    desalojarlo. También se incrementó la violencia de
    derecha. La triple A, Alianza Anticomunista Argentina,
    asesinó a adversarios a un ritmo acelerado. Además,
    desde 1975 las fuerzas armadas organizaban unidades operativas
    clandestinas que pronto superaron a sus enemigos e impusieron una
    represión indiscriminada y sin freno. Era evidente que el
    gobierno civil había perdido el dominio de la
    situación. Un intento de encontrar una salida dentro del
    orden constitucional (la renuncia de la presidenta y su reemplazo
    por el presidente del Senado, Luder) fracasó.

    Poco después, la crisis económica y
    política combinadas creaban las condiciones para que las
    Fuerzas Armadas depusieran y arrestaran a la presidenta Isabel
    Perón y se hicieran cargo del poder el 24 de marzo de
    1976, sin oposición y hasta con el aliviado consentimiento
    de la mayoría de la población, en un clásico
    escenario latinoamericano de violencia y crisis
    económica.

    Instauración del gobierno de
    facto y su accionar. Situación social, política y
    económica.

    Principales responsables:

    El 24 de marzo asumen Videla ( ejército), Massera
    ( armada), Agosti (fuerza aérea).

    El 26 es designado Videla como presidente

    Lo reemplaza Viola y a este le sigue Galtieri quien
    luego sería reemplazado por Bignone.

    El 24 de marzo de 1976 asumió el mando la Junta
    Militar, formada por los comandantes de las tres Armas, que
    designó presidente al general Jorge Rafael Videla,
    comandante del Ejército.

    Con el llamado Proceso de Reorganización
    Nacional, las Fuerzas Armadas se propusieron primariamente
    restablecer el orden, lo que significaba recuperar el monopolio del
    ejercicio de la fuerza, desarmar a los grupos clandestinos que
    ejecutaban acciones terroristas amparados desde el Estado y
    vencer militarmente a las dos grandes organizaciones
    guerrilleras: el ERP y Montoneros. La primera desapareció
    rápidamente, mientras que Montoneros logró salvar
    una parte de su organización que, muy debilitada,
    siguió operando desde el exilio. Pero además, en la
    concepción de los jefes militares, la restauración
    del orden significaba eliminar drásticamente los
    conflictos que habían sacudido a la sociedad en las dos
    décadas anteriores, y con ellos a sus protagonistas. Se
    trataba en suma de realizar una represión integral, una
    tarea de verdadera cirugía social.

    Con la pasividad de la sociedad el régimen
    militar pudo consagrarse a su segunda tarea: la
    reestructuración de la economía, de modo de
    eliminar la raíz que (según creían)
    allí tenían los conflictos sociales y
    políticos. José Alfredo Martínez de Hoz fue
    el ministro de economía que, durante los cinco años
    de la presidencia de Videla, condujo la transformación,
    sorteando oposiciones múltiples, provenientes incluso de
    los propios sectores militares. En su diagnóstico, el fuerte peso que el Estado
    tenía en la vida económica generaba en torno a él
    una lucha permanente de los intereses corporativos que afectaban
    la eficiencia de la
    economía, y finalmente la propia estabilidad social y
    política. La presencia del Estado debía reducirse,
    y su acción directiva tenía que ser reemplazada por
    el juego de las
    fuerzas del mercado, capaces
    de disciplinar y hacer eficientes a los distintos sectores.
    También debería reducirse la industria
    nacional y con ella los poderosos sindicatos industriales, que
    eran precisamente uno de los factores de la discordia. Un vasto
    plan de obras públicas, más espectaculares que
    productivas, habría de compensar la desocupación generada. Para lograr estos
    objetivos, en el primer año, el gobierno de la dictadura militar
    tomó una serie de medidas: intervino a la CGT y a los
    principales sindicatos, puso fin a las negociaciones colectivas
    de trabajo, prohibió las huelgas, persiguió y
    reprimió a dirigentes sindicales y militantes
    políticos, congeló los salarios por tres
    meses.

    En este proyecto se
    eliminó la protección industrial y se abrió
    el mercado a los productos
    extranjeros, que lo inundaron. El Estado renunció a
    regular la actividad financiera y proliferaron las entidades
    financieras privadas, lanzadas especulativamente a la
    captación de los ahorros del público. En momentos
    en que el aumento del precio
    internacional del petróleo
    creaba una masa de capitales a la busca de ganancias
    rápidas, la apertura financiera permitió que se
    volcaran al país, alimentaran la especulación y
    crearan la base de una deuda externa que
    desde entonces se convirtió en el más fuerte
    condicionamiento de la economía local. Para realizar parte
    de las tareas de sus empresas, el
    Estado recurrió a empresas privadas, y algunas de ellas se
    beneficiaron con excelentes contratos.

    Durante la dictadura la Junta Militar fue el
    órgano supremo del Estado. Estaba compuesta por los tres
    comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. El Congreso fue
    reemplazado por la CAL (Comisión de Asesoramiento
    Legislativo) que era un organismo por nueve altos oficiales, tres
    de cada fuerza.

    El poder Judicial
    seguía funcionando pero había áreas donde no
    tenía ingerencia. Los nuevos jueces eran obedientes al
    poder dictatorial y se habían producido cambios que no
    sólo impedían evitar sino que favorecían la
    represión ilegal.

    Desde los embajadores hasta los intendentes de las
    más pequeñas localidades fueron removidos de sus
    cargos. Se prohibió la actividad de los partidos
    políticos.

    Se suspendieron las actividades gremiales de los
    trabajadores a través de la intervención de la CGT
    y de la prohibición de actuar de las demás
    asociaciones, confederaciones y sindicatos.

    Todas estas leyes de
    excepción inauguraron un proceso de deslegalización
    de la vida social, suspendiendo las garantías de
    aplicación de la ley común,
    en tanto la legalidad constituía un obstáculo a la
    violencia de la represión.

    El trasfondo ideológico de estas modalidades
    políticas era la llamada "Doctrina de
    Seguridad Nacional". Por la influencia norteamericana y francesa,
    desde los años cincuenta, esta doctrina presente en la
    mayoría de los ejércitos latinoamericanos
    logró alcanzar en nuestro país un "destacado nivel
    y grado de aplicación".

    La
    omisión de los Derechos Humanos: secuestros, torturas,
    asesinatos, desapariciones. La "guerra
    antisubversiva"

    Concepto de Derechos Humanos: En nuestro tiempo es una
    concepción generalizada de que todo hombre, por la
    sola razón de su condición humana, posee derechos
    inalienables que deben ser reconocidos y amparados por las leyes.
    Ni siempre, desde luego, ocurrió así, ni tampoco,
    cuando se admitían, se concebían de la misma forma.
    De hecho, hasta llegar a su formulación actual, la idea de
    los derechos humanos sufrió una larga evolución.

    En la actualidad se aceptan los derechos humanos, tanto
    en el plano nacional como en el internacional, si bien no existe
    acuerdo ni en cuanto a la naturaleza de los
    mismos en la teoría,
    ni en cuanto al grado de aplicación real en la
    práctica. Para unos, los derechos humanos tienen una
    naturaleza divina; para otros moral; y para
    otros, legal. No hay tampoco opinión unánime
    respecto a si han de ser validados por la intuición, la
    costumbre, la teoría del contrato social o
    el principio de justicia
    distributiva.

    No obstante, algunos rasgos son aceptados con carácter
    de generalidad: 1) los derechos humanos representan demandas
    individuales de la comunidad para
    participar en el poder, riqueza, educación y mutua
    tolerancia;
    implican reivindicaciones contra las personas e instituciones
    que limiten el ejercicio de esos derechos; 2) los derechos
    humanos participan de los órdenes legal y moral, y
    expresan lo que "es" y lo que "debe ser"; 3) los derechos humanos
    son universales y atribuibles a cualquier hombre por el hecho de
    serlo; 4) los derechos humanos de alguna persona o grupo tienen
    que restringirse en determinadas circunstancias para asegurar los
    derechos de otras personas o grupos; es decir, existe
    interdependencia en el ejercicio de los mismos; y 5) existen
    algunos derechos fundamentales; si para algunos éstos se
    limitan exclusivamente al derecho a la vida y al derecho a la
    libertad, otros incluyen el derecho a la propiedad y el
    derecho a la igualdad de oportunidades.

    La evolución antes apuntada en la
    aceptación de los derechos humanos encontró su
    reflejo en la Carta de las
    Naciones Unidas de 1945, en la que se reafirmó la " fe en
    los derechos fundamentales humanos, en la dignidad y valor de la
    persona humana, y en la igualdad de derechos de hombres y
    mujeres, así como de las naciones grandes y
    pequeñas.

    Posteriormente, la Asamblea General de las Naciones
    Unidas proclamó, el 10 de diciembre de 1948, la
    Declaración Universal de los Derechos Humanos, que no es
    otra cosa que la suma de todos los derechos tradicionales
    políticos y civiles de las constituciones y sistemas
    legales.

    La guerra antisubversiva: Según la versión
    oficial, se trataba de "erradicar la subversión
    apátrida". Muchas de las víctimas estuvieron
    involucradas en actividades armadas; muchísimas otras eran
    dirigentes sindicales o estudiantiles, sacerdotes, activistas de
    organizaciones civiles o intelectuales disidentes. Pero el
    verdadero objetivo eran los vivos, los que emigraron, o debieron
    silenciar su voz, o aún aceptar lo que estaba ocurriendo,
    por falta de voces alternativas a las que, desde el Estado,
    justificaban lo sucedido. Ante el horror, la mayoría se
    inclinó por refugiarse en la ignorancia. Así fueron
    los hechos:

    Incursión de los secuestradores o
    «patota» en los domicilios. Nocturnidad.
    Anonimato

    Con la intempestiva irrupción del grupo a cargo
    del secuestro comenzaba el primer acto del drama que
    envolvería tanto a las víctimas directas como a los
    familiares afectados. Los operativos se realizaban a altas horas
    de la noche o de la madrugada, generalmente en días
    cercanos al fin de semana, asegurándose así un
    lapso antes de que los familiares pudieran actuar.

    Generalmente, en el domicilio irrumpía una
    «patota» o grupo integrado por cinco o seis
    individuos. A veces intervenían varios grupos, alcanzando
    hasta 50 personas en algunos casos especiales.

    Los integrantes de la «patota» iban siempre
    provistos de un voluminoso arsenal, absolutamente
    desproporcionado respecto de la supuesta peligrosidad de sus
    víctimas. Con armas cortas y largas amedrentaban tanto a
    éstas como a sus familiares y vecinos. Previo al arribo de
    la «patota», solía producirse en algunos casos
    el «apagón» o corte del suministro
    eléctrico en la zona en que se iba a realizar el
    operativo.

    La cantidad de vehículos que intervenían
    variaba, ya que en algunos casos empleaban varios autos
    particulares (generalmente sin chapa patente); en otros contaban
    con el apoyo de fuerzas regulares, las que podían estar
    uniformadas, en camiones o camionetas identificables como
    pertenecientes a alguna de las tres fuerzas y, en algunos casos,
    helicópteros que sobrevolaban la zona del domicilio de las
    víctimas.

    La intimidación y el terror no sólo
    apuntaban a inmovilizar a las víctimas en su capacidad de
    respuesta ante la agresión. Estaban dirigidos
    también a lograr el mismo propósito entre el
    vecindario. Así, en muchos casos, se interrumpió el
    tráfico, se cortó el su suministro
    eléctrico, se utilizaron megáfonos, reflectores,
    bombas, granadas,
    en desproporción con las necesidades del
    operativo.

    Las «patotas» efectuaban los operativos de
    secuestro a cara descubierta. En la Capital
    Federal y en otros grandes centros urbanos, su anonimato estaba
    garantizado por los millones de rostros de la ciudad.

    En las provincias, donde su identificación era
    más probable dado que alguno de los secuestradores
    podía ser vecino de la víctima, debían
    disimular sus facciones. Así se presentaban usando
    pasamontañas, capuchas, pelucas, bigotes postizos,
    anteojos, etc.

    En el único lugar donde esta regla no se
    cumplió totalmente fue en la provincia de Tucumán,
    donde el aparato represor actuaba con la mayor impunidad, y la
    población se hallaba más indefensa y expuesta a su
    acción.

    Luz verde (o Area Liberada)

    Queda en claro que cuando la «patota» o
    «Grupo de Tareas» debía efectuar un operativo,
    llevaba el permiso de «LUZ VERDE».
    De esta manera, si algún vecino o encargado del edificio
    se ponía en contacto con la seccional de policía
    mas próxima o con el comando radioeléctrico
    pidiendo su intervención se le informaba que estaban al
    tanto del mismo pero que no podían actuar.

    Para trasponer una jurisdicción policial, las
    fuerzas operantes debían pedir la «luz verde»,
    lo cual hacían mediante el uso del radiotransmisor, o bien
    estacionando unos minutos frente a la respectiva comisaría
    o, incluso, al propio Departamento-Central.

    Secuestros en presencia de niños
    Cuando
    había niños
    en la familia que
    era «chupada», la represión procedió de
    distintas maneras:

    1) Niños dejados en la casa de algún
    vecino para que éste se hiciera cargo, hasta tanto llegara
    algún familiar de la víctima.
    2) Niños derivados a Institutos de Menores, que los
    entregaban a familiares o los cedían en adopción.
    3) Secuestro de los niños para su posterior
    adopción por algún represor.

    4) Entrega directa del niño a familiares de la
    víctima, lo que en muchos casos se hizo con el mismo
    vehículo que transportaba a la madre.
    5) Dejarlo librado a su suerte, en el domicilio donde
    aprehendían ilegalmente a los padres.
    ó) Trasladarlos al mismo Centro Clandestino de
    Detención, donde presenciaban las torturas a que eran
    sometidos sus padres, o eran ellos mismos torturados en presencia
    de éstos. Muchos de estos niños hoy figuran como
    «desaparecidos».

    Rehenes y «ratonera»

    En los casos que los efectivos intervinientes no
    encontraban a la víctima en su domicilio se armaba lo que
    denominaban una «ratonera», permaneciendo en su casa
    hasta que éste cayera en la trampa.

    En tales situaciones, el operativo de secuestro o
    «chupada» se extendía varias horas o
    días, renovando las guardias. En todos los casos los
    familiares eran tomados como rehenes, siendo sometidos a brutales
    presiones y atropellos. Los secuestradores usaban todo lo que
    podían para proveerse de comidas y bebidas. A esto se
    sumaba naturalmente la requisa del inmueble y el posterior y casi
    seguro saqueo
    de los bienes.

    Si accidentalmente alguien se hacía presente en
    el domicilio, era también retenido en calidad de
    rehén. En el caso de que la víctima principal no
    apareciera, los secuestradores podían llevarse a su
    objetivo secundario (parientes o moradores de la
    vivienda).

    El botín de guerra

    Los robos perpetrados en los domicilios de los
    secuestrados eran considerados por las fuerzas intervinientes
    como «B0TÍN DE GUERRA».

    Estos saqueos eran efectuados generalmente durante el
    operativo de secuestro, pero a menudo formaban parte de un
    operativo posterior, en el que otra «patota» se
    hacía cargo de los bienes de las víctimas. Esto
    configuraba un trabajo «en equipo», con
    división de tareas bajo un mando unificado.

    También en estos casos la seccional de
    policía correspondiente había sido advertida para
    que no interviniera ni recibiera las correspondientes denuncias
    de secuestro y robo. Si bien el saqueo implica un beneficio
    económico para los integrantes de la «patota»
    y sus mandos superiores, otra de las motivaciones era el
    «castigar» a los familiares de los desaparecidos,
    extendiendo de esta manera el terror.

    Torturas en el domicilio de la
    víctima

    En esta suerte de maratón criminal, se
    registraron casos en que los interrogatorios de las
    víctimas comenzaban en el propio domicilio, sin esperar el
    traslado al centro clandestino de detención, en presencia
    de los familiares, víctimas también del feroz
    tratamiento.

    Conclusión del operativo
    secuestro

    Con el traslado del secuestrado al CCD finaliza el
    primer eslabón de un tenebroso periplo. Amenazados y
    maniatados, se los ubicaba en el piso del asiento posterior del
    vehículo o en el baúl, sumando al pánico la
    sensación de encierro y muerte. Se procuraba así
    que el terror no se extendiera más allá de la zona
    donde se desarrollaba el operativo. Las víctimas no
    solamente fueron arrancadas de sus hogares o lugares de trabajo
    sino también hasta de los hospitales.

    Tabicamiento

    En la totalidad de los secuestros se privaba de la
    visión a las víctimas. En el lenguaje de
    los represores, se denominaba «tabicamiento» a la
    acción de colocarle a la víctima el
    «tabique», o elemento para privar de la
    visión.

    Ello se efectuaba generalmente en el mismo lugar donde
    se secuestraba o «chupaba». Los elementos empleados a
    tal fin eran vendas o trapos que los propios captores
    traían consigo o prendas de vestir de las víctimas,
    tales como camisas, pullóveres, camperas, etc., o
    sábanas, toallas, etc.

    Con el posterior ingreso de las víctimas a los
    Centros Clandestinos de Detención, se abría la
    etapa decisiva en el proceso de su
    desaparición.

    Intervenciones y resistencia de
    los defensores de los Derechos Humanos

    En los primeros meses, la magnitud de la
    represión, la ausencia de denuncias o acciones por parte
    de los partidos políticos, de los sindicatos, de la
    iglesia y de
    la prensa colocaron
    a la ciudadanía en una situación de completa
    indefensión. El estupor, el miedo, las parálisis y
    la inacción se extendieron.

    Poco a poco, a pesar de las medidas autoritarias y de
    las amenazas, a pesar de los secuestros y las desapariciones, muy
    lentamente comenzaron a escucharse algunas voces de protesta.
    Desde la ética y
    los principios, los
    sujetos reclamaban por sus derechos individuales. Se trataba de
    superar el silencio.

    Primero fueron denuncias aisladas, búsquedas
    individuales. Luego un conjunto de organismos de defensa de los
    Derechos Humanos comenzó a hacer denuncias públicas
    en el país y en el exterior. La mayoría de estos
    organismos se fundaron como consecuencia de la magnitud de la
    represión. Otros ya tenían historia en nuestro
    país. Entre ellas se destacaron la Liga Argentina por los
    Derechos Humanos, fundada en 1937, El Servicio Paz y
    Justicia, desde 1974, La Asamblea Permanente por los Derechos
    Humanos, que se conformó en febrero de 1976, Familiares
    Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, que se
    crea en 1976 con familiares que fueron encontrándose en
    las visitas a las cárceles o en trámites diversos
    en juzgados, comisarías, Ministerios del Interior,
    la
    Organización de Madres de Plaza de Mayo, que comienza
    a reunirse desde 1977 y a reclamar por sus hijos desaparecidos,
    las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, que es un
    grupo que se escindió del movimiento original de Madres en
    enero de 1986 con el retorno de la democracia,
    las Abuelas de Plaza de Mayo, que se constituyeron en 1977
    encaminadas a la búsqueda de los niños
    desaparecidos para restituirlos a sus legítimas familias,
    el Centro de Estudios Legales y sociales, que surge en marzo de
    1980 con un programa de apoyo
    legal y sistematización de la documentación que sirvió de
    apoyatura a las denuncias y la fundación H.I.J.O.S ( los
    Hijos por la Identidad, la
    Justicia, contra el Olvido y el Silencio), que se empezaron a
    reunir en febrero de 1995.

    Caída del Régimen
    Militar

    El punto débil del proyecto militar fueron las
    profundas divisiones existentes en el seno de las Fuerzas
    Armadas, debidas a la competencia
    interna y a las apetencias personales de sus jefes. La cuidadosa
    división de áreas de influencia entre las tres
    fuerzas llevó a una suerte de feudalización del
    poder. El comandante de la Marina, almirante Massera, que
    ambicionaba la presidencia, se opuso a Videla y sobre todo a
    Martínez de Hoz. Varios generales manifestaron
    también sus pretensiones y objetaron el reemplazo de
    Videla por Viola. Cuando éste asumió el mando,
    prescindió de Martínez de Hoz e inició la
    tímida búsqueda de una "salida política". La
    falta de confianza en la estabilidad y en la posibilidad de
    mantener las condiciones económicas desencadenó la
    crisis, que se manifestó en una inflación desatada
    y una conmoción reveladora de las endebles bases de la
    estabilidad lograda por Martínez de Hoz. A fines de 1981
    Viola fue reemplazado por el general Leopoldo Fortunato
    Galtieri.

    Por entonces, cesaba en todo el mundo el flujo
    fácil de capitales especulativos y comenzaron los problemas los
    deudores. La Argentina, como muchos países, tuvo
    dificultades para pagar los intereses de los préstamos
    recibidos, con lo que la deuda comenzó a multiplicarse y
    los acreedores a presionar para imponer a la política
    económica las orientaciones que les permitieran cobrar
    su créditos. La crisis se agudizó, y en
    la sociedad comenzaron a oírse voces de protesta,
    largamente silenciadas. Los empresarios reclamaban por los
    intereses sectoriales golpeados, los sindicalistas se atrevieron
    cada vez más, y el 30 de marzo de 1982 organizaron una
    huelga general, con concentración obrera en Plaza de Mayo,
    que el gobierno reprimió con dureza. La Iglesia, que, como
    muchos, no había hecho oír su voz ante la
    represión, se manifestó partidaria de encontrar una
    salida hacia la democracia, en momentos en que los partidos
    políticos se agrupaban en la Multipartidaria, tras un
    reclamo de la misma índole. Pero lo más notable
    fueron las agrupaciones defensoras de los Derechos Humanos como
    las Madres de Plaza de Mayo que gracias a la fuerza de este
    reclamo ético despertaron a la sociedad
    dormida.

    El propio régimen militar contribuyó a
    agravar su crisis. El general Galtieri, que se había
    propuesto encontrar una salida política satisfactoria para
    el Proceso, se lanzó a una aventura militar que, de haber
    resultado exitosa, hubiera revitalizado el prestigio de las
    Fueras Armadas.

    Las Islas
    Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña desde 1883 fue el
    objetivo que se señaló. Desde la década de
    1960 la Argentina venía realizando una paciente tarea
    diplomática, a través de las Naciones Unidas que,
    sin embargo, no había llegado a resultados. Los jefes
    militares concibieron el plan de ocupar militarmente las islas
    por sorpresa y forzar a los británicos a una negociación, para lo cual Galtieri confiaba
    en el apoyo de los Estados Unidos,
    donde había establecido excelentes relaciones.

    El 2 de abril de 1982 tropas argentinas desembarcaron en
    las islas y las ocuparon. La acción excitaba una veta
    chauvinista y belicista de la sociedad, largamente cultivada por
    las corrientes nacionalistas de diverso signo. Suscitó un
    apoyo generalizado en la población argentina y en casi
    todos sus representantes políticos, y los militares se
    anotaron una importante victoria. Cosecharon también apoyo
    entre los países latinoamericanos, pero la mayoría
    de los países europeos se alineó con Gran
    Bretaña, que se dispuso para la guerra. Los Estados Unidos
    hicieron un gran esfuerzo para mediar entre el gobierno argentino
    y el británico, pero los militares estaban imposibilitados
    de retroceder sin perder todo lo que habían ganado en el
    orden interno. Finalmente los Estados Unidos abandonó su
    posición neutral se puso del lado de los británicos
    y contra la Argentina, revelando que los militares habían
    iniciado su acción ignorantes de lo más elemental
    de las reglas del juego internacional.

    También ignoraban las específicamente
    militares. Trasladaron a las islas una enorme cantidad de
    soldados, mal entrenados, escasamente pertrechados, sin
    posibilidades de abastecerlos y con jefes que carecían de
    ideas acerca de cómo defender lo conquistado. A principios
    de mayo comenzó el ataque británico. La Flota
    debió abandonar las operaciones,
    luego de que un submarino inglés
    hundiera al crucero General Belgrano. Pese a algunas eficaces
    acciones de la Aviación, pronto la situación en las
    islas se hizo insostenible, y su gobernador, el general
    Menéndez, dispuso su rendición.

    La derrota desencadenó una crisis en las Fuerzas
    Armadas. Galtieri renunció, los principales responsables
    fueron removidos, pero luego ni la Armada ni la Fuerza
    Aérea respaldaron la designación del nuevo
    presidente, general Reynaldo Bignone. Por otra parte, la
    sociedad, que hasta último momento se había
    ilusionado con la posibilidad de un triunfo militar (alentada por
    informaciones oficiales que falseaban sistemáticamente la
    realidad) se sintió tremendamente decepcionada y
    acompañó a quienes exigían un retiro de los
    militares y aún la revisión de toda su
    actuación desde 1976. Por ambos caminos, se imponía
    la salida electoral, que se concretó a fines del
    año siguiente, en octubre de 1983.

    Informe
    de la CONADEP. Impacto social

    En 1984, la Comisión Nacional para la
    Desaparición de Personas (CONADEP), que presidió el
    escritor Ernesto
    Sábato, realizó una reconstrucción de lo
    ocurrido, cuya real dimensión apenas se intuía. Sus
    conclusiones fueron luego confirmadas por la justicia, que en
    1985 condenó a los máximos responsables. Concebido
    como un plan orgánico, fue aplicado de manera
    descentralizada, reservándose cada fuerza sus zonas de
    responsabilidad. Grupos de militares no
    identificados se encargaban de secuestrar, generalmente por la
    noche, a activistas de todo tipo, que luego de ser sometidos a
    torturas permanecían largo tiempo detenidos, en centros
    clandestinos (La Perla, El Olimpo, La Cacha, que alcanzaron
    terrible fama), hasta que una autoridad superior decidía
    si debían ser ejecutados o si eran "recuperables".
    Proliferaron los "desaparecidos", pues los familiares ignoraban
    su suerte y ninguna autoridad asumía la responsabilidad de
    la acción, y también las tumbas clandestinas. La
    CONADEP logró documentar nueve mil casos, aunque
    probablemente (según las denuncias de los familiares) la
    cifra deba triplicarse.

    Juicios y condenas

    Luego de la asunción del gobierno
    democrático comandado por Raúl Alfonsín,
    militante de la UCR, que triunfó en las elecciones de
    octubre de 1983, la relación con los militares
    resultó muy difícil debido al reclamo generalizado
    de la sociedad de investigar los crímenes cometidos
    durante la represión y sancionar a los responsables, y a
    la negativa de éstos a rever su actuación durante
    lo que ellos llamaban la "guerra antisubversiva", y sus
    críticos calificaban de genocidio. El presidente
    Alfonsín, que había participado activamente en las
    campañas a favor de los derechos humanos y había
    incorporado el tema a su campaña electoral, propuso
    distinguir entre quienes, desde el máximo nivel,
    habían ordenado y planeado la represión (los
    miembros de las Juntas Militares, a los que se enjuició),
    quienes habían cumplido órdenes y quienes se
    habían excedido en ello, cometiendo delitos
    aberrantes. Igualmente propuso dar a las Fuerzas Armadas la
    oportunidad de que ellas mismas sancionaran a los responsables,
    para lo cual impulsó una reforma del Código
    de Justicia Militar. Este último procedimiento no
    dio resultado, debido a la total negativa de los militares a
    admitir que hubiera algo punible en lo que entendían como
    una "guerra". La sociedad, por su parte, sensibilizada por la
    investigación de la CONADEP y la
    revelación cotidiana de los horrores de la
    represión, reclamó con firmeza el castigo de todos
    los responsables.

    Durante 1985 se tramitó el juicio a los miembros
    de las tres primeras Juntas Militares, que culminó con
    sanciones ejemplares.

    Jorge R. Videla: reclusión perpetua

    Emilio E. Massera: reclusión perpetua

    Orlando R. Agosti: reclusión perpetua

    Roberto E. Viola: reclusión perpetua

    Armando Lambruschini: reclusión
    perpetua

    Leopoldo F. Galtieri: 15 años de
    prisión

    Omar R. Graffigna: 15 años de
    prisión

    Jorge I. Anaya: 12 años de
    prisión

    Basilio Lami Dozo: 10 años de
    prisión

    Para todos, con accesorias legales y costas.

    La sentencia de la Cámara Federal morigeró
    significativamente las penas impuestas. El motivo esgrimido fue
    que no consideró, como sí lo había hecho la
    Fiscalía, que los tres miembros de las
    Juntas fueran igualmente responsables en la represión,
    priorizando en cambio el
    accionar de cada fuerza. El Ejército y la Marina
    aparecían como los principales responsables, y la Fuerza
    Aérea fue sustancialmente beneficiada con esta
    "separación de responsabilidades, ya que había
    tenido pocos centros de detención directamente a su cargo
    y se habían reunido relativamente pocas pruebas en su
    contra. La sentencia impuso las siguientes penas:

    Jorge R. Videla: reclusión perpetua,
    inhabilitación absoluta perpetua

    Emilio E. Massera: prisión perpetua,
    inhabilitación absoluta perpetua

    Orlando R. Agosti: 4 años y 6 meses de
    prisión, inhabilitación absoluta
    perpetua

    Roberto E. Viola: 17 años de prisión,
    inhabilitación absoluta perpetua

    Armando Lambruschini: 8 años de prisión,
    inhabilitación absoluta perpetua

    Leopoldo F. Galtieri: absuelto

    Omar R. Graffigna: absuelto

    Jorge I. Anaya: absuelto

    Basilio Lami Dozo: absuelto

    Los tribunales siguieron su acción y citaron a
    numerosos oficiales implicados en casos específicos, lo
    cual produjo la reacción solidaria de toda la
    corporación militar en defensa de sus compañeros,
    particularmente oficiales de baja graduación, que
    (según estimaban) no eran responsables sino ejecutores de
    órdenes superiores. Un primer intento de encontrar una
    salida política a la cuestión (la llamada ley de
    Punto Final) fracasó, pues no detuvo las citaciones a
    numerosos oficiales de menor graduación. En los
    días de Semana Santa de 1987 un grupo de oficiales se
    acuarteló en Campo de Mayo y exigió lo que
    denominaban una solución política. El conjunto de
    la civilidad, así como todos los partidos
    políticos, respondió solidarizándose con el
    orden constitucional, salió a la calle, llenó las
    plazas y exigió que depusieran su actitud. La
    demostración fue impresionante, pero las fuerzas militares
    que debían reprimir a los rebeldes, que empezaron a ser
    conocidos como "carapintadas", sin apoyarlos
    explícitamente, se negaron a hacerlo. El resultado de este
    enfrentamiento fue en cierta medida neutro. Luego de que el
    propio presidente fuera a Campo de Mayo, los rebeldes se
    rindieron, pero poco después, a su propuesta, el Congreso
    sancionó la ley de Obediencia Debida, que permitan
    exculpar a la mayoría de los oficiales que habían
    participado en la represión. Aunque este resultado no era
    sustancialmente distinto de lo que el presidente Alfonsín
    había propuesto a lo largo de su campaña (los
    principales responsables ya habían sido condenados) el
    conjunto de la civilidad lo vivió como una derrota y como
    el fin de una de las ilusiones de la democracia, incapaz de
    doblegar a un poder militar que seguía
    incólume.

    Indultos

    En el frente militar, Menem optó
    por conceder un amplio indulto, a fines de 1989, lo que fue
    criticado en el ambiente de
    Derechos Humanos, pero dejó casi sin respaldo en la
    corporación militar a quienes, como los "carapintadas",
    seguían haciendo planteos. Cuando realizaron un
    levantamiento, a fines de 1990, fueron muy severamente
    reprimidos, en un operativo que incluyó un bombardeo por
    parte de varios tanques al Cuartel de Palermo. La popularidad
    así adquirida por el presidente le permitió, con
    motivo de las festividades de fin de año, incluir en el
    indulto a los miembros de las Juntas que aún purgaban sus
    condenas.

    A partir del día 6 de Octubre de 1989, se
    empezaron a conocer una serie de decretos por los cuales el
    Presidente de la Nación
    perdonaba la pena y en algunos casos, la supuesta pena que le
    hubiera correspondido a determinados encausados.

    El nuevo Gobierno Nacional entendía
    que:

    "VISTO que las secuelas de los enfrentamientos habidos
    entre los argentinos desde hace dos décadas, obran como
    constante factor de perturbación en el espíritu
    social que impide alcanzar los objetivos de concordia y
    unión a los que el Gobierno Nacional debe atender
    prioritariamente, y

    CONSIDERANDO:

    Que pese al tiempo transcurrido desde la
    reinstalación plena de las instituciones constitucionales,
    las medidas hasta ahora instrumentadas (no obstante el importante
    número de encausados que ellas alcanzaron), han sido
    insuficientes para superar los profundos desencuentros que
    persisten en el seno de nuestra sociedad, y cuya responsabilidad
    última debe ser asumida por todos, como integrante y
    participes de una comunidad jurídicamente
    organizada.

    Que frente a los hechos que generaron
    esos desencuentros, la debida conducta social
    no ha de ser la de negarlos o fingir cínicamente que no
    existieron; mas tampoco ha de ser -en el extremo opuesto- una
    actitud que someta la vida comunitaria al cotidiano, depresivo y
    frustratorio influjo de ellos y mantenga abierta las heridas que
    causaron, y nos coloque a todos bajo un signo fatalmente
    divisionista. Se trata de tener la grandeza de ánimo que
    supere el sentimiento de rencor – por comprensible que sea- y lo
    reemplace por la magnanimidad, sin cuya presencia nunca
    lograremos la paz interior y la unión nacional que la
    Constitución nos impone como un mandato.

    Que dejar atrás aquellos hechos luctuosos no es
    un acto de irresponsable condescendencia. Es el requisito que
    debemos cumplir para unirnos solidariamente, como un solo pueblo,
    sin la división en dos bandos a que quiere arrastrarnos el
    pasado. Sólo después de que reconstruyamos esa
    unión solidaria volverá a nosotros la
    energía vital que necesitamos para ser, de veras, un
    país con destino. La idea fuerza de este tiempo es la de
    reconciliación. Los argentinos tenemos que reconciliarnos
    y conseguir, así, la paz espiritual que nos devuelva a la
    hermandad. Jamás la obtendremos si nos aferramos a los
    hechos trágicos del ayer cuyo sólo recuerdo nos
    desgasta y nos enfrenta.

    Que dicha reconciliación nacional "apunta, sobre
    todo, al corazón
    del Pueblo que ha sido desgarrado, a cuyo fin es preciso que cada
    uno apacigüe su propio espíritu deponiendo el odio;
    tenga la valentía de realizar una autocrítica
    sincera reconociendo los propios yerros; formule con hechos la
    voluntad de no excluir arbitraria e injustamente a nadie del
    derecho a participar en la conducción de la cosa
    pública; aliente el diálogo
    sincero y racional como única arma aceptable para la lucha
    política y más que a la derrota del contrario
    tienda a lograr la armonía de pensamientos y voluntades;
    adopte una actitud de condescendencia fraterna hacia
    quiénes se hayan equivocado o nos hayan hecho daño,
    procurando tomar la iniciativa para el reencuentro con ellos;
    ejerza la justicia con rectitud y verdad sin espíritu de
    venganza; fomente sentimientos de clemencia en la
    aplicación de las penas por los delitos cometidos hasta
    desembocar en el perdón sincero, el cual tiene su espacio
    propio no sólo en las relaciones individuales sino
    también en las sociales" (Conferencia
    Episcopal Argentina, 11 de Agosto de 1982).

    Que para ello es menester, por sobre toda
    consideración sobre la razón o sinrazón de
    las diversas posiciones doctrinarias o ideológicas,
    adoptar las medidas que generen condiciones propicias para que a
    partir de ellas, y con el aporte insustituible de la grandeza
    espiritual de los hombres y mujeres de esta Nación, pueda
    arribarse a la reconciliación definitiva de todos los
    argentinos, única solución posible para las heridas
    que aún falta cicatrizar y para construir una
    auténtica Patria de hermanos.

    Que es responsabilidad indelegable del PODER
    EJECUTIVO NACIONAL anteponer el supremo interés de
    la Nación frente a cualquier otro, y en su virtud afrontar
    el compromiso, histórico que implica esta decisión
    de alta política.

    Que cabe puntualizar, no obstante, que esta medida es
    sólo un mecanismo político, constitucionalmente
    previsto para crear las condiciones de la pacificación
    nacional. No implica en manera alguna que estos objetivos hayan
    sido alcanzados, ni que esté garantizado alcanzarlos; es
    una más entre las muchas medidas que el Gobierno Nacional,
    sacrificando convicciones obvias, legítimas e
    históricas, está dispuesto a propiciar para lograr
    la pacificación de la República.

    Que el PODER EJECUTIVO NACIONAL, pretende, así,
    crear las condiciones y el escenario de la reconciliación,
    del mutuo perdón y de la unión nacional. Pero son
    los actores principales del drama argentino, entre los cuales
    también se encuentran quiénes hoy ejercen el
    Gobierno, los que con humildad, partiendo del reconocimiento de
    errores propios y de aciertos del adversario, aporten la sincera
    disposición de ánimo hacia la reconciliación
    y la unidad. Sólo la actitud desprendida de parcialidades
    y prejuicios hará que el dolor que inundó a los
    argentinos en las últimas décadas fructifique, como
    lo hizo la sangre de
    nuestros mayores en los albores de la nacionalidad.

    Que quiénes murieron luchando por sus ideales,
    descansen en paz; que su memoria no sirva
    para la división de los argentinos, que su sangre sirva
    para unirlos más, para crear para nosotros, para nuestros
    hijos y para los hijos de nuestros hijos un ámbito de paz,
    de progreso, de bienestar y de realizaciones.

    Que esta decisión también aspira a
    consolidar la democracia argentina, pues se trata de un objetivo
    de igual rango y jerarquía que el de la
    pacificación y reconciliación. Sólo el
    pueblo, mediante su voto y por el libre juego de los mecanismos
    constitucionales, debe elegir sus gobernantes y proceder a su
    reemplazo. Y el futuro que queremos inaugurar debe proscribir por
    igual a los mesiánicos de cualquier signo que pretendan
    sustituir a la voluntad popular.

    Que con respecto al marco jurídico en el cual se
    dicta el presente, ante la generalidad de los términos
    empleados en el articulo 86, inciso 6 de la Constitución
    Nacional, debe atenderse a la regla de interpretación
    según la cual, cuando un poder es conferido expresamente
    en término generales no puede ser restringido, a menos que
    esa interpretación resulte del texto,
    expresamente o por implicancia necesaria (C.S.J.N., fallos,
    136:258).

    Que es también regla orientadora sobre el punto
    que la Constitución ha de ser interpretada de modo tal,
    que las limitaciones no traben el eficaz y justo desempeño de los poderes atribuidos al
    Estado, y permitan el cumplimiento de sus fines de la manera
    más beneficiosa para la comunidad (C.S.J.N., Fallos,
    214:425).

    QUE EN RAZON DE ELLO, SE COMPARTE LA DOCTRINA SENTADA
    POR LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA EN LA CAUSA "IBAÑEZ.J"
    (FALLOS, 136:258), SEGÚN LA CUAL, PARA LA PROCEDENCIA DEL
    EJERCICIO DE LA FACULTAD DE INDULTAR, LA CONSTITUCIÓN
    EXIGE QUE EXISTA CAUSA ABIERTA CONTRA EL DESTINATARIO DE LA
    MEDIDA, PERO NO QUE DICHA CAUSA HAYA ALCANZADO NECESARIAMENTE
    HASTA DETERMINADA ETAPA PROCESAL, O SEA LA SENTENCIA
    EJECUTORIADA.

    Que en consecuencia, se considera procedente el indulto
    tanto respecto de condenados como de quiénes se encuentran
    sujetos a proceso.

    Que por otra parte, las medidas que se disponen, en
    tanto importan la no ejecución de la pena o la
    cesación del procedimiento respecto del indultado, no
    implican ejercer funciones
    judiciales, ni revisar actos de ese carácter o arrogarse
    el
    conocimiento de causas pendientes, contrariando el principio
    del artículo 95 de la Constitución Nacional.
    Mediante ellas no se decide una controversia ni se declara el
    derecho con relación a la materia del
    juicio, sino que se ejerce una facultad propia del PODER
    EJECUTIVO, fundada en razones de orden jurídico superior,
    tendiente a contribuir a una verdadera reconciliación y
    pacificación nacional.

    Que la presente medida se dicte en uso de las
    atribuciones conferidas por el artículo 86, inciso 6 de la
    Constitución Nacional……….".

    Algunos de los indultados que aparecían en el
    decreto 1003/89, se hallaban muertos, los casos de Gomez, Grigera
    y Murphy; otros seguían en su calidad de desaparecidos,
    por ejemplo, los casos Luján, Soria, Espinosa, entre
    otros; otros se encontraban sobreseídos por el Tribunal,
    los casos de Olasiregui, Daleo, Pastoriza, y los
    Larralde.

    Los decretos se extendieron hasta fines del año
    1989 y entre estas medidas quedaron indultadas las personas
    comprendidas en las causas que se instruían por los
    levantamientos de Semana Santa de 1987 y los de diciembre de
    1988.

    Conclusión

    Los terribles hechos sucedidos durante la etapa del
    último gobierno militar en nuestro país se han
    tratado de encubrir y ocultar para de esta manera dejar
    sobreseídos a los criminales que hicieron desaparecer
    30.000 personas y torturaron, secuestraron y quebrantaron
    diversos derechos humanos con total impunidad, además de
    animarse a ir a una guerra absurda con el único motivo de
    mantener un gobierno que se caía.

    Creo que la sociedad aprendió una lección
    muy dura, que va perdurar por siempre en el recuerdo de quienes
    vivieron la época y de los jóvenes que no se cansan
    de pedir justicia.

    Al correr estos tiempos de democracia, uno se siente
    privilegiado de vivirla y con el firme compromiso de mantenerla,
    respetarla y anteponerla ante cualquier tipo de desorden social o
    institucional, ya que los hechos sucedidos durante los gobiernos
    de Videla, Viola y Massera no se deben repetir NUNCA
    MAS.

    Bibliografía

    • "Breve historia de la Argentina" – José
      Luis Romero
    • "Nunca Más" – Informe de
      la CONADEP sobre los hechos sucedidos. 1984
    • "Haciendo memoria en el país de nunca
      más" – I. Dussel, S. Finocchio, S.
      Gojman.
    • "Declaración Universal de Derechos
      Humanos"
    • Enciclopedia Hispánica
    • Manual de "Historia
      Universal Contemporánea" – Gonzalo de
      Amézola, Carlos Alberto Dicroce – Ed.
      Kapelusz.
    • Historia Argentina – Torcuato Di Tella –
      Ed. Troqvel
    • www.nuncamas.org
    • www.derechos.org

    Jorge Facundo Salguero

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter