Índice
2. Historia del profetismo
bíblico
3. Marco Histórico de
Jeremías
4. La persona y la actividad
profética de Jeremías
5. El libro de
Jeremías
Etimología y denominaciones
La palabra profeta deriva del griego "profétes", cuyo
significado etimológico es el de "hablar en nombre de",
"ser portavoz" de otro, y traduce a su vez en la literatura bíblica el
término hebreo nabi´.
- Si se relaciona con una raíz arcaica
emparentada con nb (brotar con ruido,
agitarse interiormente); el nabi sería el que habla con
vehemencia y bajo el influjo de una potencia
superior, para anunciar cosas inaccesibles a los
mortales. - Otros recurren a una raíz nb (hablar),
significaría entonces el "hablante" (por la
divinidad). - Hay una tercera explicación, más
sencilla y más plausible; relacionar el nabi con el
acádico nabu, que presenta el sentido de "llamar". El
nabi sería, pues, el "llamado"(por Dios).
"No nos faltara la ley del
sacerdote, ni el consejo del sabio, ni la palabra del
profeta"
Jr 18, 18
Este texto de
Jeremías engloba las tres instituciones
que, junto con la monarquía, son las más importantes
del Antiguo Testamento, a la vez que señala la tarea o
misión
que cada una de ellas desempeñaba. Los sacerdotes estaban
adscritos a los santuarios, donde ejercían el ministerio
cultural y enseñaban la ley y la tradición. Los
sabios se dedicaban al estudio, al consejo y a la
instrucción. Los profetas eran los pregoneros de la
palabra de Dios. Mientras que el sacerdote (como el Rey) lo era
por herencia y el
sabio por propia iniciativa y dedicación personal, el
profeta lo era por vocación. Lo que mejor define al
profeta frente al sacerdote y al sabio es precisamente su
carácter carismático, es decir, su
condición de elegido y llamado directamente por
Dios.
La identidad
profética
El abuso de las palabras provoca el deterioro, la devaluación de su sentido y la
ambigüedad. Es lo que sucede actualmente con la palabra
"profeta", que para una gran mayoría es sinónimo de
adivino, futurólogo, visionario y todo un repertorio de
personajes esotéricos que pescan en los ríos
revueltos de estos tiempos tan escasos de esperanzas y
expectativas de futuro. Es verdad que los profetas
bíblicos se refieren al futuro, pero también se
refieren, mucho más frecuentemente, al presente y al
pasado. Para aclarar confusiones y deshacer ambigüedades es
preciso recuperar definiciones y perfilar identidades.
Para definir con un mínimo de objetividad a los
profetas es preciso recurrir a los relatos de vocación, ya
que son el mejor medio de que disponemos para saber como se
comprendieron a si mismos y como los vieron sus discípulos
y contemporáneos. Aunque no se dispone de los relatos de
vocación de todos los profetas, contamos con ejemplos
abundantes y suficientemente representativos (Is 6; Jr 1; Ez 1-3;
Os 1-3; Am 7,10-17; Jon 1,1-3; 3, 1-4). Estos relatos coinciden
en destacar cuatro rasgos principales que nos permiten
reconstruir el "perfil del profeta".
Llamados y enviados por Dios
Como se explicaba al principio, no se es profeta por propia
iniciativa, por determinadas cualidades o condiciones heredadas.
Se es profeta por decisión y elección de Dios.
Todos los relatos de vocación coinciden en señalar
la iniciativa divina que culmina en la "llamada" concreta a cada
uno de los profetas. Estos, a su vez, perciben dicha "llamada", o
vocación, en el marco de un encuentro especial con Dios
que cambia radicalmente sus vidas, dándoles una nueva
orientación. Por eso, a la llamada sigue normalmente la
misión que constituye al llamado en un "enviado", es
decir, alguien que no actúa ya por cuenta propia, sino por
cuenta y en nombre de Dios. Es lo que expresan frases como:
"¿A quien enviare? ¿Quién ira por nosotros?"
(Is 6,8); "irás a donde yo te envíe, y dirás
lo que yo te ordene" (Jr 1,7); "les comunicaras mis palabras,
escuchen o no" (Ez 2,7); o los frecuentes estribillos de autoridad:
"así dice el Señor", "oráculo del
Señor", "palabra del Señor". Todo ello apunta a una
misma dirección: el profeta es el "hombre de
Dios". Por eso ha de hablar y actuar desde la fe y la experiencia
de Dios.
Misión pública
La llamada y el envío convierten al profeta en un
personaje público, que nos puede guardar para sí la
experiencia de Dios, pues la misión lo sitúa
pública y abiertamente ante unos destinatarios a menudo
refractarios e incluso hostiles a su misión.
Jeremías se sabe constituido profeta "frente a todo el
país, frente a los reyes de Judá y a sus
príncipes, frente a los sacerdotes y a los terratenientes"
(Jr 1,18). Ezequiel es enviado "a los israelitas, a ese pueblo
rebelde… a esos hijos obstinados y empedernidos" (Ez
2,3-4). Amós recibe este encargo: "Vete y profetiza a mi
pueblo Israel" (Am
7,15). Esta misión pública exige al profeta
enfrentarse abiertamente a personas e instituciones poderosas,
debiendo superar los propios miedos y las amenazas de quienes
pretenden amenazarlos.
Ministerio de la palabra
El profeta es también, y sobre todo, el "hombre de la
palabra". Podríamos decir que la palabra es la herramienta
más característica del oficio profético.
Por eso, Jeremías pretende escapar del encargo divino
argumentando con su incapacidad de hablar (Jr 1,6) e
Isaías descubre en sus "labios impuros" (Is 6,5) un
obstáculo insalvable. Es muy significativo que los tres
grandes profetas: Isaías, Jeremías y Ezequiel
reciban como "investidura" de su misión un gesto que los
habilita para el ministerio de la palabra. De esta manera el
profeta ya no hablara por su cuenta, ni dirá sus propias
palabras, sino que se convertirá en un atento "oyente de
la palabra" (Is 50,4-5) y en un fiel transmisor del designio
divino: "Yo pongo mis palabras en tu boca" (Jr 1,9). A
través del profeta y su ministerio, la palabra de Dios
interviene en la historia y se encarna en
ella para juzgarla, reconvertirla y salvarla.
2. Historia del profetismo
bíblico
Introducción
Tradicionalmente se creía que el fenómeno
profético era un producto
propio y peculiar de la religión yavhista.
Sin embargo, los recientes hallazgos arqueológicos y
literarios han sacado a la luz, aquí
y allá, por todo el antiguo Oriente Medio indicios y
ejemplos de manifestaciones proféticas más o menos
afines al profetismo israelita. Se pueden citar entre otros, los
videntes y mensajeros no profesionales de los archivos de Mari,
el relato del viaje de Wen Amón a Fenicia, la estela de
Zakir, rey de Jamat. El adivino Balaán y los profetas de
Baal se mueven asimismo en un contexto similar.
Al lado de los paralelismos y coincidencias
estructurales, e incluso literarias, que existen entre los
videntes y mensajeros extra bíblicos y los profetas
israelitas, se dan a su vez diferencias esenciales. La fe en un
Dios único y personal, creador del cosmos y Señor
de la historia, junto con la referencia a la alianza como base de
las relaciones especiales entre el Señor y su pueblo,
colocan al profetismo bíblico en una categoría
aparte.
Orígenes del profetismo en Israel
Aunque algunos textos tardíos pretenden remontar a
Moisés el origen del profetismo, en realidad el
fenómeno profético hace acto de presencia en Israel
de la mano de Samuel, coincidiendo con el nacimiento de la
monarquía (fines del S. XI a.C.). se podría decir
que la monarquía y el profetismo nacen y mueren juntos.
Son dos instituciones estrechamente relacionadas entre sí.
De hecho, la edad de oro del profetismo coincide con los tres
últimos siglos de la monarquía (VIII – VI
a.C.), que a su vez corresponden a los llamados profetas
clásicos, canónicos o escritores.
De los profetas anteriores al siglo VIII, que
constituyen el llamado profetismo preclásico o pre
canónico, la Biblia ha conservado algunos relatos sueltos
o agrupados en ciclos. El conjunto de datos nos permite
diferenciar tres modelos
proféticos:
- Profetas individuales, vinculados a la corte y muy
cercanos al rey. Es el caso de Natán, Gad o Miqueas
hijo de Yimlá, que solo intervienen en asuntos
relacionados con la política y las intrigas
cortesanas - Grupos o fraternidades de profetas, que aparecen
como discípulos en torno a un
gran maestro, como Samuel, Elías y Eliseo.
Actúan poseídos por el espíritu de Dios
y llegan a estados de éxtasis contagiosos, provocados
por ritmos musicales, danzas y gesticulaciones. - Profetas independientes, que viven entre el pueblo,
alejados de la corte, aunque ocasionalmente intervengan ante
los reyes. Entre estos podemos citar a Ajías de
Siló, un profeta anónimo de Judá, a
Elías, y frecuentemente a Eliseo. Este será
seguramente el modelo que
más influirá en los profetas
escritores.
El profetismo clásico
A mediados del s. VIII a.C., entran en escena toda una
pléyade de profetas, cuyas predicaciones serán
consignadas por escrito en los llamados libros
proféticos. A estos se los conoce mejor como profetas
clásicos o canónicos. Cronológicamente
hablando se pueden agrupar en tres momentos:
- Profetas preexílicos:
- Periodo asirio (s. VIII):
Amós, Oseas, Isaías 1-39 y
Miqueas- Periodo babilónico (ss. VII-VI):
Sofonías, Nahún, Jeremías y
Habacuc
- Profetas exílicos (586 -538 a.C.):
Ezequiel e Isaías 40-55
- Profetas post exílicos (ss. VI-II
a.C.):
Ageo, Zacarías 1-8, Isaías 56-66,
Abdías, Malaquías, Jonás, Joel,
Zacarías 9-14, Baruc y Daniel
Géneros literarios proféticos
Los libros proféticos contienen las palabras de los
profetas y las palabras sobre los profetas. Esta doble clase de
material da lugar a dos grandes géneros
literarios: oráculos proféticos (las palabras
de los profetas) y narraciones proféticas (las palabras
sobre los profetas).
Vocación y misión del profeta
Aunque la forma literaria de los profetas parezca estereotipada,
dichos relatos se basan en la vida. Por ello contienen
habitualmente los siguientes puntos:
- Manifestación divina: expresa una experiencia
de cercanía vivida como irrupción inesperada,
diferente a la vivencia cotidiana de la presencia divina (una
experiencia religiosa). Dios entra en la vida del llamado en un
momento concreto de
su historia. - Palabra introductoria: la formula "la Palabra de Dios
se dirigió a", utilizada muy a menudo, indica el
carácter personal de la
comunicación entre el Señor y el elegido. Su
relación no se diluye en la impersonalidad del conjunto,
es algo personal y concreto. - Encargo: la misión que el Señor
encomienda suele expresarse en imperativo para subrayar el
carácter irresistible de la experiencia. La
misión de portavoz, de embajador personal, no se le
arroga a nadie, pero una vez conferida tampoco se relega con el
olvido. - Objeción: en todo relato de vocación
aparece una objeción. No es humildad y mucho menos falsa
modestia; es señal de libertad en
la aceptación del encargo, pero muy a menudo recoge las
dificultades reales del llamado. A veces suena como un grito de
impotencia y tiene algo que ver con la función
mediadora del profeta. - Confirmación: el encargo de Dios supera la
debilidad, los impedimentos e incluso las incoherencias del
llamado. La misión se confirma, pues no dependía
de las cualidades del profeta. Especialmente en este momento es
la formula "Yo estoy contigo". - Signo: no se encuentra en todos los relatos de
vocación, pero sí en la mayoría. El signo
externo que se ofrece no pretende satisfacer la curiosidad
personal, ni siquiera proporcionar seguridad al
llamado. Supone para él una especia de credencial de que
el Señor ha hablado y se ha comunicado con él. El
signo confirma la realidad de la experiencia vivida; el relato
de vocación le acredita ante los oyentes. El profeta es
un hombre indefenso, pertrechado únicamente con la
fuerza y la
debilidad de la Palabra.
Toda vocación es una vivencia compleja que abraca
la vida entera en profundidad, aunque se coloque en el momento
inicial. Siempre conviene releerla desde el final, para captar la
profundidad humana y espiritual que encierra: entonces se
comprenderá que el encargo desinstala, que el mensaje
resulta duro de pronunciar, que las objeciones son un eco de
crisis y que
la promesa de presencia divina se conjuga con una experiencia de
silencio divino. La seguridad de la llamada conlleva
búsqueda, opción, riesgo y plenitud
de sentido y de vida.
Tal vocación consagra al profeta como portavoz de
Dios encargado de transmitir la palabra divina, que habla de
salvación en la historia.
3. Marco Histórico de
Jeremías
Introduccion
El exilio constituyo una de las experiencias más profundas
para el pueblo hebreo. A su luz los creyentes tuvieron que
reformular su fe: el pueblo que ha puesto su origen en el acto
salvador de Dios, que los libro de la
esclavitud de
Egipto, debe
enfrentar desde esa fe la experiencia de la derrota, de la
humillación y de una nueva esclavitud. Esta crisis
teológica ha dejado una huella cultural indeleble en la fe
y, por lo tanto, en la literatura del pueblo
israelita.
Jeremías vivió esta experiencia en sus
comienzos, cuando todavía no se había asentado la
esperanza de las formulas que más tarde acuñaron
Ezequiel o el discípulo de Isaías los mensajes
creyentes, cuyo rastro reconocemos en los textos
proféticos citados, indican que muchos habían
sucumbido en su fe; por ello, era necesario alimentar la
esperanza. Pues bien, en este momento inicial conviene situar a
Jeremías si queremos hacer justicia a su
mensaje. Todo mensaje profético guarda relación con
la historia; el de Jeremías es incomprensible fuera de
ella. La tradición, que ha atribuido a Jeremías la
composición de las lamentaciones ha contribuido a
distorsionar la imagen de este
profeta. Es necesario, por lo tanto, resumir brevemente los
hechos más fundamentales de la historia
universal y de Judá, para entroncar en sus
líneas el mensaje de Jeremías.
Situación internacional
La situación internacional se caracteriza por el cambio de
potencia dominadora: el imperio asirio sede el paso al nuevo
imperio babilónico. Todo cambio de estas proporciones
produce convulsiones ideológicas, políticas
y culturales, que influyen en la vida de los
contemporáneos. El diferente criterio sobre el poderío
o decadencia del imperio de turno ya dividía los
habitantes del pequeño reino de Judá.
Asiria
Senaquerib, conocido en el ámbito bíblico por el
intento de conquistar Jerusalén, murió el 681 a.C.,
asesinado por sus hijos. Le sucedió a Asaradón (681
– 669 a.C.), que conquisto Egipto y se preocupo por dominar
esa región. Murió al intentar sofocar un
elevamiento egipcio. Asurbanipal (669 – 627 a.C.),
enfrascado en guerras
continuas, logro mantener la situación del imperio. El
año 652 a.C., su hermano Shamash-Shum-Ukin se
sublevó en Babilonia. Por el norte los Medos comenzaron a
hacerse notar. En Siria y Palestina crecía el descontento.
Quizás el mismo Manases colaboró en alguna
rebelión ya que en las escrituras dice que fue llevado
detenido a Babilonia, aunque pronto le permitieron regresar.
Ocupado en tantas guerras, el rey Assur tuvo que desistir de
luchar contra Egipto, en donde Psammético I fundo la
dinastía XXVI (663 a.C.). Desde el año 630 a.C. su
dominio desde
Egipto fue simplemente nominal. A su muerte, un
hijo suyo (Sinsariskun) a quien había dejado al frente de
Babilonia se dio al trono al caldeo Nabopolasar y marcho contra
un hermano suyo que reinaba en la capital.
Sinsariskun se hizo con el poder y reino hasta el 612 a.C.; a el
le tocó conocer la caída de Assur (614 a.C.) y la
destrucción de Ninive (612 a.C.) por Medos y Caldeos. Tras
él, Asurubalit (612 – 609 a.C.), se refugio en
Jarán, siendo el ultimo rey de los Asirios.
Babilonia
A pesar de anteriores intento independentistas podemos considerar
a Nabopolasar (626 – 605 a.C.) como fundador del
imperio
babilónico. Logro expulsar a los asirios (Sinsariskun), y
se alió a los Medos. El año décimo de su
reinado (616 a.C.) ataco el corazón de
Asiria, pero los egipcios vinieron en ayuda de sus antiguos
señores y tuvo que desistir. Junto a los Medos destruyo
Assur el año 614 a.C. y Ninive el 612 a.C. tras solo tres
meses de asedio. En todo este periodo los asirios contaron con la
ayuda de Egipto. De hecho el Faraón Necao II, hijo de
Psammético, vino en su ayuda el 609 a.C. y lo intento al
menos otra vez el 605 a.C.. Este año, por enfermedad,
Nabopolasar dejo el mando del ejercito caldeo a su hijo
Nabucodonosor, que en Carquemis infringió una severa
derrota a los aliados. Desde este momento Babilonia fue la
única potencia política y militar de la
región. Nabucodonosor no pudo perseguir entonces a los
derrotados, porque tuvo que regresar inmediatamente a Babilonia a
causa de la muerte de
su padre; pero el año 604 a.C. ya estaba de nuevo en la
llanura filistea y el año 603 a.C. convoco a todos los
reyes de Siria para que le rindieran vasallaje. Era rey de
Judá Joaquín. Nabucodonosor es el rey que tuvo
mayor influencia en el reino de Judá y quien causo la
destrucción de Jerusalén.
Historia de Judá
La historia del reino de Judá fluctuó entre el
sometimiento o la independencia
respecto a la potencia dominante. Todo dependía de la
presión
mayor o menor que pudieran ejercer Asiria o Babilonia en este
ángulo de su imperio. El juicio bíblico sobre los
reyes de Judá suele calificar negativamente a quienes
más se sometieron (o tuvieron que someterse); solo los
reyes que aprovecharon algunas coyunturas políticas
favorables para reformas religiosas y administrativas son
alabados.
El largo reinado de manases (698 – 643 a.C.), que
gobernó durante 55 años en Jerusalén y
coincido con una fuerte presión de los asirios, es uno de
los que merecen peores juicios. Políticamente se mantuvo
sometido a Asiria: pagó tributo, permitió y
practico la religión dominante, de modo que, por esto casi
desapareció la religión judía. Le
sucedió su hijo Amón (643- 641 a.C.) que
siguió la política de su padre, hasta que
ciudadanos de tendencia anti-Asiria le asesinaron. Pero o eran
pocos o eran muy débiles porque la población mato a los asesinos y pusieron en
el trono a su hijo Josías (641 – 609
a.C.).
Este rey llena, personalmente o en sus hijos, el periodo
hasta la caída de Jerusalén. De sus primeros
años sabemos muy poco, quizás porque era muy joven.
El año 18 de su reinado (622 a.C.) encontró el
"rollo de la ley", que fue el motor de ciertas
reformas culturales. También reconquisto el territorio del
norte, hasta lograr restablecer casi integras las fronteras de
David. La euforia en Judá era grande. Según la
tecnología
deuteronómica, la promesa de Dios estaba condicionada al
buen comportamiento
del hombre. Por lo mismo si todo iba bien, era porque el rey era
bueno y el señor estaba con el. En resumen, la
admiración que Joasís provocaba entre la gente era
muy grande. Un día (año 609 a.C.) intento cortar el
paso de unos cuantos pelotones egipcios, guiados por el
faraón Necao II, que venían en ayuda de los
asirios, refugiados en Jarán. Lo intento en la
estratégica fortaleza Mejiddo, pero murió en la
batalla. Este hecho provoco en el pueblo una especie de crisis
colectiva de fe: o Dios había abandonado a su buen
servidor o la
reforma que había emprendido no era buena. De hecho el
movimiento de
reforma se freno de modo definitivo.
Quienes tenían el poder no nombraron rey a su
hijo Elyaqin, sino que prefirieron a otro hermano de este, Joacaz
(609 a.C.), tal vez por asegurar mejor la línea
política mantenida por su padre. Reino tres meses,
mientras el faraón anduvo por Siria y Mesopotamia; al
volver, le llamó a Ribla, en Siria, y de allí lo
llevo a Egipto como rehén. En su lugar, puso en el trono a
su hermano mayor con el nombre de Joaquín. En tres meses
Judá conoció a tres reyes y solo disfrutó de
20 años de relativa libertad.
Joaquín (609 – 597 a.C.) tuvo que estar sometido
varios años al faraón, pagándole un fuerte
tributo. La situación contribuyó a hacer de
Joaquín un rey frío y despótico, que
mereció una cordial antipatía por parte de
Jeremías. Le toco vivir la consagración del dominio
babilónico en la batalla de Carquemis (605 a.C.).
Joaquín ofreció vasallaje a Nabucodonosor en Ribla
(603 a.C.). El año 601 a.C. Nabucodonosor sufrió
una derrota en Egipto y Joaquín aprovecho la
ocasión para revelarse. O Nabucodonosor no le
concedió mayor importancia o se entretuvo en otras luchas,
por que no apareció hasta diciembre de 598 a.C.. En ese
momento murió Joaquín probablemente asesinado por
los partidarios de someterse al poder caldeo. No tenia muchos
amigos. En caso de que su hijo Yoyaquín, con solo tres
meses en el trono, se rindió ante Nabucodonosor y este,
tras cambiarle el nombre por Jeconías, se lo llevo a
Babilonia, poniéndolo en el trono de Jerusalén a un
hijo de Josías, Mattanías, con el nombre de
Sedesías. Así tuvo lugar la primera
deportación en la que los personajes más notables
de Jerusalén acompañaron al rey al destierro. Entre
ellos había, probablemente, una conocida familia de la
clase sacerdotal que tenia un niño llamado Ezequiel. El
que regresaran estos deportados a Babilonia constituía una
de las fuentes de
esperanza para lo que todavía quedaban en
Jerusalén.
Sedecías (597 – 586 a.C.) era hijo de
Josías. Fue el ultimo rey de la dinastía de David.
Jeremías le trato con cierta benevolencia. Era de
carácter débil y fue objeto de presiones por parte
de los bandos de la época: de quienes promulgaban la
sumisión o la resistencia
frente a Babilonia. El año 594 a.C. tuvo lugar en
Jerusalén una reunión internacional para organizar
la resistencia, pero la ayuda de Egipto era débil, lo que
oscurecía el futuro. Sedecías se vio obligado a
enviar una embajada a Babilonia para asegurar su lealtad.
Jeremías aprovecho la ocasión para enviar una
carta a los
desterrados. El año 589 a.C., Egipto decide intervenir en
así. Sedecías no supo que hacer y consulto a
Jeremías repetidas veces, quien le desaconsejo siempre la
rebelión. Sedecías no pudo resistir las presiones
de la corte y se rebeló. El 5 de enero del 587 a.C.
vinieron los caldeos y sitiaron Jerusalén. La noticia de
que los egipcios venían en ayuda hizo que se levantara
brevemente el cerco y se aliviara la ciudad. Pero el 19 de julio
de 586 a.C. los caldeos abrieron brecha en la ciudad.
Sedecías escapo, pero lo capturaron junto a Jericó.
Lo llevaron a Ribla y allí lo segaron, tras hacerle ver la
ejecución de sus hijos. Tal vez fue deportado, pero se
desconoce el lugar y el tiempo de su
muerte. Un mes más tarde el general Nebuzardán
destruyo el templo y el palacio y puso de gobernador a Godo
lías.
Con Godolías empieza el epilogo de la historia
del reino. Como gobernador puso su sede en Mispá, lugar en
donde había sido elegido Saúl. No pertenecía
a la dinastía de David, quizás por ello, lo asesino
Ismael con la ayuda de los amonitas. Ismael se llevo algunos
cautivos hacia el territorio de Amón, entre los que
figuraban el profeta Jeremías y su secretario Baruc. Juan,
un cabecilla de la región, les dio alcance y los
prisioneros se pasaron a su bando, camino de Egipto. así,
la historia del reino de Judá narrada en el libro de
Jeremías concluye allí donde había
comenzado, en Egipto.
En esta época conviene no olvidar un dato
histórico que completa el ciclo de deportaciones: el
año 582 a.C., Nabucodonosor decide una tercera
deportación a Babilonia de 745 judíos, completando
así el numero de 4600 exiliados en Babilonia.
4. La persona y la
actividad profética de Jeremías
Introducción
Aparentemente, Jeremías es el profeta cuya vida conocemos
mejor. Numerosos textos hablan de las vicisitudes por las que
atravesó. Además, este profeta no se limito a
transmitir la palabra de Dios; también nos lego su
palabra, dudas, inquietudes y temores. Su personalidad
aparece así como una de las más sugestivas del
Antiguo Testamento. Pero lo anterior no significa que podamos
reconstruir su vida paso a paso. Basta ordenar
cronológicamente los textos datados (o lo que se puede
fechar con bastante probabilidad)
para advertir numerosas lagunas:
627/626 Vocación (1,4-10)
627-606 Predicación a Israel (3,6-13)
609 Oráculo sobre Joacaz (22,10-12)
609/608 Discurso del
templo (7,1-15; c.26)
605 Oráculo contra Egipto (46,2-12)
Discurso sobre la conversión (25,1-11)
Redacción y lectura del
volumen (c.
36)
Palabras a Baruc (c. 45)
598 Palabras sobre Jeconías (22,24-30)
Los dos cestos de higo (c. 24)
Carta a los desterrados (c. 29)
Oráculo contra Elam (49,34-39)
594/593 Contra la rebelión (cc. 27-28)
Maldición de Babilonia (51,59-64)
587/586 Durante el asedio (21,1-10;34;37-39)
Preso en el atrio de la guardia (32-33;39,15-18)
586 Después de la caída de Jerusalén (c.
39-40)
Esta panorámica confirma lo dicho. Se poseen
numerosos datos sobre la vida de Jeremías, pero no podemos
reconstruirla con todo detalle. Algunos momentos aparecen de
especial relieve (el
año 605, marcado con la victoria de los Babilonias en
Carquemis; el 598/597 con el tremendo problema de la primera
deportación; el 594/593, con el intento de revelarse
contre Babilonia; el año y medio de asedio). Pero entre
estos años encontramos lagunas a veces muy largas, sobre
todo la que va del 627 al 609, donde solo podemos datar con
certeza un breve texto.
Si a los pasajes seguros
añadimos los que pueden fecharse con bastante
probabilidad, es posible reconstruir bastante de la vida y
actividad de Jeremías, aunque ciertos puntos sean
hipotéticos, sujetos a critica y
modificaciones.
Vida
Jeremías nació hacia el año 650 en Anatot,
un pueblito a unos 6 Km. de Jerusalén, perteneciente a la
tribu de Benjamín. Este dato es interesante porque
Benjamín, unía políticamente a Judá,
mantuvo una gran vinculación con las tribus del norte.
Así se comprende que Jeremías concediese tanta
importancia a las tradiciones de dicha zona: nos habla de Raquel
y de Efraín, del santuario de Siló y, sobre todo,
concede mucha importancia al éxodo, marcha por el desierto
y entrada en la tierra
prometida. Por el contrario, las tradiciones típicamente
judías (elección divina de Jerusalén y de la
dinastía davídica) no adquieren en este profeta
especial relieve.
El nombre, de etimología incierta ("Yahvé
exalta" o "Yahvé abre" –el útero-), no era
raro en su época. Pertenecía a una familia
sacerdotal, que, tal vez a causa de la reforma de Josías,
se habría tenido que instalar en Jerusalén y a la
que se le había asignado un turno de servicio en el
templo. A pesar de vivir en la capital, él sigue ligado al
campo: se preocupo por la sequía, por la viña,
rescato un campo de un tío suyo en Anatot, etc.. La
vocación profética ha tenido en todos los profetas
repercusiones personales. Amós para ser profeta fue
arrancado de su ganado; Isaías dio a sus hijos nombres
relacionados con su mensaje; Oseas formulo la historia entre el
pueblo y Dios con la ayuda de su propia experiencia matrimonial.
La predicación influyo en la vida personal de todos los
profetas, al menos en ciertos momentos. Jeremías nunca
pudo deslindar su vida personal del mensaje que predico: por la
palabra sufrió cárcel, persecución,
incomprensión, incluso su misión profética
le exigió una vida celibataria. Llego a identificar su
llamada al profetismo con su nacimiento. Podemos rastrear su
lucha interior con Dios gracias a las llamadas "confesiones" de
Jeremías. Normalmente se citan como tales: Jr 11,18-12,6:
15, 10-21: 17,14-18: 18,18-23: 20,7-20. Son textos
autobiográficos, sin relación clara con el
contexto, que reflejan agudas crisis vocacionales en las que el
profeta presenta su queja al señor. En ellas abunda un
vocabulario relacionado con el uso de la narración de la
vocación. Por otra parte, mantienen un cierto tono
jurídico, que confiere fuerza a la protesta, ya que la
presencia de Dios había sido prometida en la
vocación. Su ausencia aparece como incumplimiento. Tales
crisis de vocación se convierten en crisis
existenciales.
Actividad profética
En la vida de Jeremías se suelen reconocer cuatro etapas,
que marcan su actividad profética. Evidentemente los
textos que se le asignan a cada etapa depende de la
cronología que se adopte. El punto más debatido es,
sin duda, el saber que textos pronuncio Jeremías en tiempo
de Josías, ya que este es precisamente el punto en que
difieren las distintas cronologías. Independientemente de
esta discusión siempre se han interesado los
investigadores por conocer el contenido del libro de
oráculos jeremíacos quemado por Joaquín (Jr
36). Con todas las salvedades del caso, creemos que el intento de
atribuir algunos textos del libro de Jeremías a
determinados periodos históricos de su vida puede ayudar
al lector a colocar al profeta en su historia. Por ello no
pretendemos ser exhaustivos ni mucho menos dejar zanjadas
cuestiones debatidas. En verdad, las etapas vienen dadas por la
historia de la época y no varían fundamentalmente
en los autores; los textos que a cada uno se atribuyen
si.
- Primera actividad: bajo Josías (627 –
622 a.C.)
El año trece de Josías (627 a.C.), es
donde sitúa el libro su vocación. A esta primera
etapa se atribuyen algunos oráculos que se encuentran en
Jr 2-6 (especialmente en 2 – 3) y 30-31 del libro. Son
oráculos que originalmente fueron dirigidos al reino de
Israel y que posteriormente se adoptaron también para
Judá.
En esta época Jeremías predica la
necesidad de una conversión interna y amenaza con la
indefinida figura del "enemigo del Norte", que solo a partir del
año 605 a.C. se podrá identificar con el imperio
caldeo.
No hay ninguna alusión directa a la reforma de
Josías, a pesar de que en su libro abunda el lenguaje
deuteronómico. Es este uno de los mayores enigmas en torno
a Jeremías, pues la reforma supuso un acontecimiento de
tal magnitud que difícilmente pudo obviar en su
predicación. Se supone, por lo tanto, que en el tiempo de
la reforma (622 – 609 a.C.) cayó. Su silencio para
unos significa apoyo a la reforma; para otros es clara
oposición a la misma.
Cuando Joacaz fue llevado a Egipto, Jeremías lo
lloró.
- Segunda actividad: bajo Joaquín (609 –
597 a.C.)
Cuando el año 609 a.C. Joaquín se
instaló, por fin, en el trono de su padre, Jeremías
reemprendió –al parecer- su actividad. Se aducen
tres tipos de razones para explicar el hecho: a) por el desastre
final de la reforma o por dificultades económicas sus
conciudadanos vuelven al culto a los Dioses paganos; b) otros
confían supersticiosamente en el templo; c) Joaquín
es un rey injusto por el lujo desmedido al que se entrega y por
los duros impuestos a los
que somete a la población.
La época de Joaquín es, quizás, la
más rica en la predicación de Jeremías, por
ser la más crucial. La conversión es todavía
posible y aseguraría al pueblo la permanencia en la
tierra. El
discurso contra el templo marca el comienzo
de la persecución cuando los caldeos aparecen como los
dueños militares del imperio, Jeremías exige la
sumisión a Nabucodonosor: sería señal de
aceptación del castigo. La rebelión de
Joaquín, tal vez tras la derrota de los babilonios en
Egipto (601 a.C.), le sirve de ocasión para hablar contra
las alianzas. La oposición de los falsos profetas y la
consumación de la rebelión le lleva a considerar el
castigo irrevocable.
- Tercera actividad: bajo Sedecías (597 –
586 a.C.)
Jeremías sigue aconsejando la sumisión de
los babilonios como medio de salvar el reino, la ciudad y la
tierra. No hay otro camino. En la aceptación del castigo
esta la esperanza para el futuro. Los exiliados
permanecerán mucho tiempo, pero de ellos vendrá la
salvación. Las persecuciones arrecian y su vida
peligra.
- Cuarta actividad: bajo Godolías (586…
a.C.)
Destruida la ciudad, la sumisión a Nabucodonosor
es el único modo de salvaguardar los campos. Hay que
evitar, a toda costa, volver a Egipto. Allí se produce el
final del pueblo.
Teología de Jeremías
La base teológica de la predicación de
Jeremías hay que ponerla en la teología de la
alianza. Todo lo bueno que tiene Israel viene de ella y, por
quebrantarla merecerá el castigo. No es extraña la
importancia de la alianza en su predicación: Anatot es el
lugar que conserva las tradiciones propias del santuario de
Siló; en Jeremías han influido necesariamente
tradiciones del norte tan importantes como las de Oseas y del
Deuteronomio. Como en los demás profetas pre
exílicos, el vocablo "alianza" no se repite demasiado en
el libro de Jeremías.
La realidad de la alianza se supone también en
varias imágenes
que sirven para acusar o para provocar la conversión:
Israel es la esposa del Señor que, si fue fiel al
comienzo, ahora es infiel, rea de traición y prostituta;
al comienzo "camino tras" el Señor, pero ahora "camina
tras" otros dioses, sin responder al "amor" del
Señor. El cumplimiento de las estipulaciones de la alianza
hace que Dios "habite" entre ellos y ellos en el país. La
lealtad a la alianza exige "conocer" al Señor, "temerle",
"obedecer su voz", permanecer "en su presencia"; Israel debe
circuncidarse el corazón y observar la Torá; su
reflejo en la vida social es esencial y exige verdad, justicia y
preocupación por el pobre y el huérfano. Los
responsables mayores de la ruptura de la alianza son los jefes
religiosos y los profetas.
"En los profetas de Samaría, he observado una
inepcia: profetizaban por Baal y hacían errar a mi pueblo
Israel. 14Mas en los profetas de Jerusalén he
observado una monstruosidad: fornicar y proceder con
falsía, dándose la mano con los malhechores, sin
volverse cada cual de su malicia. Se me han vuelto todos ellos
cual Sodoma, y los habitantes de la ciudad, cual
Gomorra"
Jr 23,13-14
Judá debe aprender la lección y
convertirse, pero la perversión fue general y el
Señor denuncio la alianza, decidiendo el
castigo.
El mensaje de salvación
Lo primero que hay que decir es que Jeremías predico
salvación. Lo hizo en todos los tiempos y de modos
distintos. Salvación predicaba cuando se alegraba de la re
unificación de los reinos, especialmente de la vuelta de
Israel, cuando exigía conversión a Judá,
cuando le invitaba a aceptar el yugo de Nabucodonosor o cuando se
refería a los desterrados en Babilonia. Era parte de su
misión, expresada con los verbos "edificar y
plantar".
Se trata de una salvación paradójica,
consecuencia de la obediencia o de la aceptación del
castigo. Los falsos profetas, que predicaban "paz" sin paradoja
engañaban al pueblo. La restauración tendrá
las características de una nueva alianza. Pero esta nueva
realidad hay que aceptarla en toda su dureza: si la nueva alianza
es indefectible por sus instrumentos de ratificación y por
el doble juramento divino, también significa que la
Sinaí ha fracasado y ya no vale.
Vocación de Jeremías
La vocación de Jeremías responde perfectamente a
los relatos de vocación profética antes
enumerados.
La narración de vocación del libro de
Jeremías comprende la llamada propiamente dicha (Jr
1,4-10), dos visiones (Jr 1,11-12,13-16) y una exhortación
complementaria para llevar adelante su misión. Es posible
que todas estas secciones tengan orígenes literarios
independientes, pero el conjunto ofrece una visión
completa de su vocación.
La vocación de Jeremías se caracteriza por
el protagonismo de la palabra. Frente a otras vocaciones que van
acompañadas de la majestuosidad de una visión, como
la de Isaías o la de Ezequiel, la de Jeremías
sucede en la palabra y en forma de dialogo. La
palabra lo elige, lo consagra y lo nombra; precede al nacimiento
y a la historia. La misma palabra le confirma su vocación
y le promete la asistencia divina: "Yo estaré contigo". La
objeción que pone Jeremías es su dificultad con la
palabra: "es joven y no sabe hablar".
A pesar de su desamparo, a palabra contiene exigencias
de totalidad: abarca la vida entera del profeta, se extiende a
todos los pueblos, comprende todos los aspectos de la historia,
tanto los amenazantes como los esperanzadores. Desde la eternidad
Jeremías era conocido del Señor. Había
contado con él en sus planes: desde antes de nacer estaba
consagrado al Señor, desde siempre estuvo constituido como
profeta de las naciones.
"Antes de haberte formado yo en el seno materno, te
conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado:
yo profeta de las naciones te constituí"
Jr 1,16
Ser profeta no era un oficio añadido, sino parte de su
existencia. Por eso, cuando quiere olvidar el encargo, no puede y
sufre
su crisis existencial más aguda.
La consagración de los labios es similar a la de
Isaías, pero no se debe a motivos de impureza. Las
dificultades de un profeta en materia de
lenguaje no
tocan su relación con Dios, sino el punto central de su
misión. Pero el cumplimiento de la misma no depende de sus
cualidades; no ha sido elegido por ellas. La tarea
profética depende de Dios: el pone la palabra,
señala el auditorio, concede la fuerza necesaria. En la
vocación de Jeremías se subraya la iniciativa
divina. El toque en los labios transforma los pensamientos
humanos en mensaje divino; el portavoz queda constituido. La
confirmación cierra el dialogo. Toma en serio la
objeción del profeta y lo prepara para dificultades
futuras; no debe sentir miedo cuando estas lleguen.
También vuelve a colocar las cosas en su sitio, reforzando
la iniciativa divina y reiterando sus planes. Su nombramiento
como profeta de las naciones y más en concreto a la
relación de su mensaje con la nación
babilónica.
Problemas
Es uno de los libros proféticos más complejos y
ricos:
- por la variedad de géneros: oráculos
contra Judá, narraciones de Jeremías, narraciones
sobre Jeremías, "confesiones", carta, oráculos
contra las naciones, acciones
simbólicas, narraciones históricas… - por el desorden cronológico en el que se
presentan los textos.
División
Tal y como lo conocemos hoy, el libro de Jeremías se suele
dividir generalmente en las siguientes secciones, aunque con
títulos variados para cada una de ellas:
- Jr 1-24: Juicio contra Israel y
Judá Esta sección se subdivide a su vez en Jr 1-6:
redacción compacta y homogéneas de
oráculos; Jr 7-24: complejo textual menos compacto,
donde se mezclan los oráculos con otros géneros
y que comienza con un discurso (Jr 7). Algunos autores
prefieren subrayar la inclusión entre Jr 1 y 20
(vocación de Jeremías) y la unidad de Jr 11-20,
centrada en el compromiso personal del profeta en su
predicación; en ella están las
"confesiones".Jeremías no es siempre el sujeto de los
sucesos narrados; en ellos se esta jugando el destino de la
palabra de Dios y de su profeta. A este respecto conviene
notar que Jr 36 y 45 sirven de marco y encuadran lo que se ha
llamado "pasión de Jeremías" (Jr 37-44) o
"últimos días de Jerusalén". Antes de
este bloque se narran los peligros del profeta y la
discusión con los profetas falsos (Jr 26-29), el libro
de la consolación (Jr 30-33) y dos capítulos en
los que se narra el primer ataque de Nabucodonosor a
Jerusalén (Jr 34) y se contraponen a los desobedientes
judíos con los obedientes recabitas (Jr 35).
También esta sección comienza con un discurso
de Jeremías (Jr 25).- Jr 25-45: Palabra e Historia
Constituyen la ultima parte del libro y su introducción en la escena de la"copa de
las naciones" (Jr 25,15). Algunos de los oráculos
contienen dataciones redaccionales (Jr 46,2; 47,1;
49,34) - Jr 46-51: Oráculos contra las
naciones - Jr 52: Apéndice histórico
Repetición de 2 Re 24,18-2530 y en parte de Jr
39. Conviene notar que el texto hebreo de Jr 51,64 dice
literalmente "se fatigaron. Hasta aquí las palabras de
Jeremías"; parece una glosa de Jr 51,58 (la fatiga de las
naciones) donde terminaba el libro.
Fuentes
La discusión sobre la formación del libro de
Jeremías ha estado
presidida por la obra de S. Mowinckel. Desde la cárcel y,
por lo tanto, con la única ayuda de una Biblia hebrea
revolucionó los estudios sobre este libro
profético, estableciendo cuatro fuentes independientes en
su formación, a las que denomino con letras:
- La fuente A es el origen de los textos
poéticos, oráculos o discursos,
auténticos del profeta. Principalmente se encuentra en
Jr 1-6 y en Jr 25. - Los textos en prosa, que hablan de Jeremías en
tercera persona los atribuyo a la fuente B. Se suele citar el
nombre de Baruc como autor de estos textos, expresando
así la convicción de que pertenecen a una
escuela de
discípulos de Jeremías. Sus textos se encuentran
fundamentalmente en Jr 26-45 - La fuente C habría originado los textos en
prosa caracterizados por el lenguaje deuteronomista y en los
que Jeremías habla en primera persona. Se trata
preferentemente de discursos y se encuentran un poco por todo
el libro, a partir de Jr 7. - La fuente D estaría constituida por los
oráculos contra las naciones (Jr 46-51) Y Jr 52. los
primeros serian auténticos en su núcleo, pero
habrían sufrido una fuerte
reelaboración.
Siempre se ha discutido la extensión exacta de un
texto concreto y su pertenencia a una fuente u otra.
Fundamentalmente los estudios se han centrado en:
- Delimitar la extensión de los oráculos
auténticos (fuente A) o, lo que es lo mismo, la
extensión del "rollo primitivo" - Establecer la relación entre los autores de la
fuente B y C - Fijar la autenticidad de algunos textos C, o estudiar
la relación entre los textos C y A.
Autor:
Damián Distel