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La forma del valor




Enviado por fedeast



    1. Algunos conceptos
      básicos.
    2. Transición hacia la
      forma de valor.
    3. El valor de cambio como la forma
      de manifestación necesaria del
      valor.
    4. La forma simple del
      valor.
    5. La forma desplegada del
      valor.
    6. La forma general del
      valor.
    7. La forma de
      dinero.
    8. Solución del problema del
      zapatero.

    La consigna "forma de valor" dada
    para el presente trabajo es sumamente amplia. En efecto, puede
    ser abarcada de distintas maneras y a través de diferentes
    estrategias
    expositivas por lo que hemos de elegir la que mejor se ajuste a
    nuestros objetivos. Por
    mi parte, pienso que la mejor forma de abordar el problema a
    efectos de lograr un buen equilibrio
    entre abarcatividad y profundidad es mediante la siguiente
    exposición. Comenzaremos por definir
    brevemente algunos conceptos fundamentales y necesarios para
    comprender la forma de valor como,
    por ejemplo, "valor de uso", "valor de cambio" y
    "valor". Luego, estudiaremos cómo se llega, partir de esta
    base, al concepto de
    "forma de valor". Aquí veremos por qué Marx encuentra la
    necesidad de introducirlo y en qué consiste su aporte. Por
    último, realizando ya un análisis más específico,
    veremos la vital importancia que reviste este concepto dentro
    de la economía marxista. En efecto, es
    éste un paso ineludible para comprender en qué
    consiste el dinero.
    Pienso que si logramos desarrollar satisfactoriamente estos
    objetivos
    habremos alcanzado ya una buena comprensión sobre la
    "forma del valor", una comprensión que, lejos de ser
    exhaustiva, al menos esbozará los rasgos fundamentales de
    uno de los mayores aportes de Marx a la ciencia
    económica.

    Algunos conceptos
    básicos.

    El valor de uso es la primera condición de
    posibilidad para la existencia de una mercancía pues
    consiste en sus características materiales. En
    efecto, no existe mercancía alguna que no cuente con
    ciertos rasgos corpóreos. Por lo tanto, lo primero que
    podemos afirmar sobre la mercancía es que existe en el
    mundo fenoménico con una causa final bien determinada:
    satisfacer necesidades humanas. Ahora bien, esto último
    es, sin duda, una condición necesaria que debe cumplir
    cualquier mercancía pero no constituye condición
    suficiente para serlo. En efecto, no todo bien que satisfaga
    necesidades humanes merecerá el nombre de
    "mercancía".

    Entonces, debemos observar nuevamente dentro de la
    sociedad
    capitalista para desentrañar algún otro aspecto de
    eso que llamamos "mercancía". De este modo se nos aparece
    una segunda respuesta. Cualquiera puede ver que, en nuestra
    sociedad, los
    bienes
    circulan y se intercambian incesantemente. Gracias a este curioso
    modo de producción que es la división social
    del trabajo, el zapatero no se ve obligado a comerse los zapatos
    que produce sino que puede intercambiarlos por la carne del
    carnicero en una cierta proporción. Por lo tanto, a partir
    de la pura observación ya podemos llegar al valor de
    cambio que es
    justamente la proporción en que se intercambian dos
    valores de
    uso. Este valor de cambio es un concepto confuso y misterioso
    para ese zapatero que no logra comprender por qué un buen
    día se encontró con que debía producir
    más zapatos que antes para comprar la misma cantidad de
    otras mercancías. Es decir, él no comprende por
    qué sus ingresos han
    caído y más adelante en nuestra exposición, veremos si podemos ayudarlo, si
    no a recomponer sus ingresos, al
    menos a explicarle por qué éstos se han reducido.
    Por ende, observamos que el valor de cambio es contingente y es
    precisamente por esta contingencia que no puede constituirse en
    una propiedad
    esencial de la mercancía (pues si formara parte de su
    esencia no podría ser accidental).

    Una de la cuestiones centrales de la economía
    política es, justamente, el estudio de cómo se
    determina el valor de cambio de las distintas mercancías.
    Este mismo problema, ya tratado por muchas generaciones de
    economistas anteriores a Marx, terminará derivando en el
    desarrollo de
    la forma del valor que es lo que nos proponemos
    esclarecer.

    Ahora bien, debemos bucear más profundo dentro de
    la mercancía para encontrar ese "algo", aún
    indefinido, que nos permitirá resolver el problema del
    zapatero quien se halla, quizá sin saberlo, inmerso en una
    compleja división social del trabajo. En efecto, entre la
    multiplicidad de mercancías que produce esta
    división social, podemos hallar una unidad, un hilo
    imperceptible que conecta a todos estos valores de uso
    tan diferentes en apariencia. Esta unidad consiste en que todas
    las mercancías son productos del
    trabajo humano abstracto. Abstrayendo todas las características específicas de las
    mercancías (peso, color, ancho,
    largo) abstraemos también las características
    específicas de los trabajos que las producen (los
    martillazos del zapatero y las cuchilladas del carnicero) y nos
    quedamos con una amorfa gelatina de trabajo o trabajo social
    abstracto.

    Ahora ya podemos afirmar que todo producto
    fabricado para intercambiarse dentro de una sociedad capitalista,
    por productores privados e independientes organizados en una
    división social del trabajo será una
    mercancía. Por otro lado, el hecho de que esta
    mercancía sea un producto de
    este trabajo social
    abstracto, hace de ésta un valor. La magnitud de valor que
    posee una mercancía se mide por el tiempo de trabajo
    abstracto y social que se necesita para reproducirla. De
    aquí, podemos extraer que dos mercancías que
    requieran el mismo tiempo de trabajo
    abstracto para ser reproducidas, contendrán una misma
    magnitud de valor.

    Transición
    hacia la forma de valor.

    ¿Pero qué tiene que ver toda esta
    reducción metafísica
    con el valor de cambio y con la forma de valor que es lo que
    realmente nos interesa en este trabajo?

    En efecto, así, por sí mismo, el valor es
    un concepto abstracto, alejado de la realidad del hombre de
    carne y hueso y que parece no decirnos demasiado sobre el
    funcionamiento de la sociedad capitalista. Sin embargo, este
    valor es también un concepto al que hemos llegado a partir
    de algo que sí percibimos: la mercancía como valor
    de uso que se intercambia en el mercado.
    Realizando un ascenso dialéctico platónico desde lo
    observado hacia lo no observado hemos viajado desde la
    mercancía apariencial hasta el valor. Ahora debemos
    realizar el descenso viendo cómo se articula este valor
    abstracto con el problema del valor de cambio que es el que
    pretendemos resolver.

    En efecto, si hemos logrado aislar el valor a partir de
    fenómenos que se nos aparecen a los sentidos, es
    razonable creer que el valor se nos manifiesta, en el mundo
    sensible, de algún modo. Si éste no fuera el caso,
    el valor sería sólo una creación mental, un
    concepto vacío sin relación con la realidad
    sensible. Por lo tanto, cabe plantear la siguiente
    pregunta:

    ¿De qué modo pudo haberse manifestado el
    valor puesto que no lo hace sensiblemente de una manera
    directa?

    La respuesta de Marx es que se manifiesta en el valor de
    cambio. ¿Y por qué en el valor de cambio? Por la
    existencia de una dualidad en las mercancías. En efecto,
    ya hemos mencionado que éstas tienen dos propiedades
    básicas que no pueden estar ausentes para que un objeto
    pueda llamarse "mercancía": una forma material (valor de
    uso) y una forma inmaterial (valor).

    También nos hemos explayado sobre por qué
    la mercancía debe tener materia (pues
    sólo así puede ser útil para satisfacer
    necesidades humanas) y, además, hemos establecido que
    tiene valor pues se fabrica bajo un determinado tipo de organización social de la producción que es la división social
    del trabajo con productores privados e independientes.
    También sabemos que el valor no puede percibirse
    directamente. Éste sólo puede manifestarse dentro
    de una curiosa relación social que se da entre
    mercancías que es el "valor de cambio". Por lo tanto, la
    forma de manifestación del valor, la forma del valor es el
    valor de cambio. Sólo a partir de éste podemos
    acceder al valor, es la forma en que el valor nos dice
    "aquí estoy". Ahora sí, si volvemos a nuestra
    primera definición del valor de cambio podemos ver
    claramente que es errónea. El valor de cambio no es una
    propiedad de
    las mercancías sino que es la forma en que se manifiesta
    el valor.

    El valor de cambio
    como la forma de manifestación necesaria del
    valor.

    Pero Marx no se conforma con realizar esa
    afirmación sino que también agrega que el valor de
    cambio es la forma de manifestación necesaria del
    valor. En otras palabras, el valor no podría manifestarse
    de otro modo que no fuera por el valor de cambio. ¿Por
    qué no puede manifestarse de otra forma?

    El valor es un concepto al que se llega por
    abstracción, es una substancia que no se nos aparece
    inmediatamente. ¿Cómo podría manifestarse
    entonces? El valor de uso por sí solo no es una buena
    respuesta a esta pregunta pues sólo se refiere a las
    características materiales de
    las mercancías en virtud de las cuales satisfacen
    necesidades humanas. En efecto, existen valores de uso que no son
    frutos del trabajo, que no son valores (como el aire). Tampoco el
    valor se manifiesta por una gracia divina que nos revele el
    tiempo de trabajo abstracto necesario para reproducir cada
    mercancía. Por lo tanto, la única forma en que
    puede sernos revelado el valor es a través de la forma de
    valor, el valor de cambio. Y este valor de cambio no
    podría existir si las mercancías no fueran valores
    de uso, cosas materiales con determinadas propiedades
    físicas. Por lo tanto, vemos que los conceptos de "valor
    de uso", "valor de cambio" y "valor" han sido necesarios para
    definir la forma de valor.

    Ahora bien, hasta aquí hemos definido el concepto
    de forma de valor observando cómo Marx llega a él y
    también hemos respondido al por qué de su
    necesidad. Nuestro análisis ha sido bastante general pues nos
    proponíamos aproximarnos a nuestro objeto de estudio de la
    manera más simple posible delineando tan sólo sus
    características básicas. Esperando haber cumplido
    con nuestro objetivo, nos
    abocaremos a partir de este punto, a realizar un análisis
    más detallado. Intentaremos esbozar las distintas
    variantes de la forma de valor: la forma simple, la desplegada y
    la general de valor. Por último, veremos que este estudio
    nos conducirá, al fin, a comprender la forma de dinero que es
    la más desarrollada expresión de valor en las
    sociedades
    capitalistas.

    La forma simple del
    valor.

    En primer lugar, nos dedicaremos al estudio de la forma
    simple de valor. Como ya hemos visto, el valor es una substancia
    intangible y puramente inteligible. También hemos
    establecido que esta substancia se expresa materialmente como
    valor de cambio. Para introducir la forma simple del valor,
    apelaremos nuevamente a nuestro buen zapatero quien nos
    ayudará a echar luz sobre este
    concepto. El zapatero desea saber cuál es el valor de un
    par de los zapatos que produce. Una persona
    apresurada nos diría que él ya lo conoce pues sabe
    cuál es el tiempo que le insume la producción de
    esa mercancía. Sin embargo, debemos contestarle a este
    hombre que
    esta respuesta es falsa ya que lo que determina el valor no es el
    tiempo de trabajo individual y concreto que
    le requiere al productor la fabricación del bien en
    cuestión sino que es el trabajo
    socialmente necesario y abstracto. Como ya hemos mencionado, es
    imposible conocer directamente el valor. Por lo tanto, el
    zapatero no conoce este tiempo socialmente necesario y, por lo
    tanto, no conoce el valor de la mercancía (lo único
    que él conoce es el tiempo de trabajo concreto y
    particular que a él le insume producirla). Sin embargo,
    esta no es una respuesta satisfactoria pues, como ya hemos
    establecido, si el valor no puede conocerse, acabará por
    transformarse en un concepto sin utilidad. Por lo
    tanto, debemos sortear rápidamente este obstáculo
    para evitar que todo el análisis se derrumbe. La respuesta
    la encontraremos en el hábitat natural de la
    mercancía, el mercado.
    Imaginemos al par de zapatos marchando al mercado con la voluntad
    de intercambiarse. El término "intercambiarse" ya nos
    sugiere lo que es obvio: para que los zapatos se cambien, es
    necesaria la existencia de otro producto (pues nadie cambia
    zapatos por zapatos de la misma clase). Por lo tanto, este par de
    zapatos se intercambiará por una cantidad determinada de,
    digamos, la mercancía lienzo. Por ejemplo, un par de
    zapatos se cambia, en el mercado, por dos varas de lienzo. Esto
    que nos parece el acto más común del mundo es, para
    Marx, un hecho casi mágico. En efecto, está
    expresándose el valor contenido en la mercancía
    "zapatos" (valor que es gelatina de trabajo abstracto e
    inasequible por los sentidos) en
    dos varas de lienzo (valor de uso que los sentidos sí
    perciben). Así, el valor de una mercancía queda
    expresado en el valor de uso de la otra.

    A estas varas de lienzo, Marx las llama "equivalente" y
    éste es absolutamente necesario para expresar el valor de
    los zapatos pues éstos no pueden expresar su valor en
    ellos mismos (en efecto, es tautológico sostener que un
    par de zapatos vale un par de zapatos). Por lo tanto, el
    equivalente ha de ser una mercancía directamente
    intercambiable por aquella que expresa su valor.

    Ahora bien, si se nos presenta la proposición "un
    par de zapatos es igual a dos varas de lienzo", nuestra primera
    reacción podría ser la de afirmar que esto es falso
    pues, obviamente, los zapatos difieren del lienzo en cuanto a su
    forma natural, son distintos valores de uso con diferentes
    cualidades corpóreas (peso, color etc). Sin
    embargo, esta misma proposición se vuelve verdadera desde
    el punto de vista del valor. La igualdad se
    cumple ya que los zapatos y el lienzo tienen igual valor pues son
    cristalizaciones de una misma substancia social que es el trabajo
    abstracto. Por lo tanto, esta misma igualdad
    podría expresarse bajo la forma tautológica "X
    tiempo de trabajo social abstracto = X tiempo de trabajo social
    abstracto". Es esta la expresión que subyace a la igualdad
    entre los valores de
    uso "zapato" y "lienzo". No estamos igualando aquí,
    valores de uso distintos sino iguales magnitudes de
    valor.

    Damos aquí por concluido el estudio de la forma
    simple de valor pero no así nuestro análisis. En
    efecto, aún no podemos darnos por satisfechos pues debemos
    recordar que nuestro objetivo (y el
    de Marx) consiste en dilucidar las leyes de
    funcionamiento de la economía capitalista.
    Sabemos que en el capitalismo no
    se intercambian tan sólo dos mercancías sino una
    enorme multiplicidad de productos. Por
    otro lado, la mercancía rara vez se intercambia
    directamente por otra mercancía sino por dinero cuya
    génesis es, justamente, lo que Marx desea hallar. Pero
    abordemos un problema por vez y veamos qué ocurre cuando
    la cambiabilidad de una mercancía se extiende a toda una
    constelación de otros productos. Así nos
    introducimos de lleno en la forma desplegada del
    valor.

    La forma
    desplegada del valor.

    En efecto, generalizando el caso de la forma simple,
    vemos que los zapatos no sólo pueden expresar su valor en
    el lienzo sino en una infinidad de otras mercancías. Por
    lo tanto, puede escribirse la igualdad "un par de zapatos = dos
    varas de lienzo = una lechuga = dos tomates = 0,005
    automóviles etc.". Observemos ahora que el lienzo, la
    lechuga, los tomates, los automóviles y todas las
    demás mercancías que puedan entrar en la
    relación, ofician de equivalentes del valor de los
    zapatos. Es decir, que podemos expresar el valor del par de
    zapatos en los valores de
    uso "dos varas de lienzo", "una lechuga" etc.

    La forma desplegada del valor trae con ella una
    importante novedad que nos permite conocer con mayor profundidad
    la relación que se establece entre el valor y el proceso de
    intercambio. En efecto, todas las mercancías que entran en
    esa igualdad poseen una misma magnitud de valor pues esto es
    condición de que sean directamente intercambiables (como
    ya hemos observado en el análisis de la forma simple). Por
    lo tanto, el valor del par de zapatos se mantiene invariable ya
    sea que se lo exprese en lienzo, en lechugas o en tomates. De
    aquí se sigue que las cantidades de zapatos que
    podrán intercambiarse por todas estas otras
    mercancías no son fortuitas sino que responden siempre a
    una igualdad de magnitudes de valor. Por lo tanto, las magnitudes
    de valor de las mercancías rigen las relaciones de
    intercambio. Aquí vemos que la forma desplegada del valor
    nos trae un enorme avance por sobre la forma simple ya que nos
    permite tener una mayor aproximación al principio
    regulador del intercambio. Aquí debemos dejar en claro que
    no estamos sosteniendo que efectivamente siempre se intercambien
    mercancías que posean iguales magnitudes de valor. Nada
    nos hace suponer que sea esto lo que ocurra. Todo lo que podemos
    afirmar es que las mercancías se intercambian porque son
    valores lo que las hace cualitativamente iguales. La
    afirmación de que se intercambian magnitudes iguales de
    valor es tan sólo el resultado de una primera
    aproximación que realizamos al problema y podemos
    considerarla como una hipótesis que Marx habrá de testear
    más adelante en su obra. De todos modos, Marx ya nos
    sugiere que la magnitud de valor presente en cada
    mercancía desempeña un papel
    importante para explicar el intercambio. En efecto, el autor
    señala: "no es el intercambio el que regula la magnitud de
    valor de la mercancía sino a la inversa la magnitud de
    valor de la mercancía la que rige sus relaciones de
    intercambio".

    Ahora bien, la introducción de este universo de
    mercancías en la forma desplegada no nos es de mayor
    utilidad si se
    lo presenta de esta manera pues lo que hemos conseguido es una
    multiplicidad de expresiones de valor simples. En efecto, lo que
    tenemos es "un par de zapatos = dos lienzos", "un par de zapatos
    = una lechuga". Hay una misma magnitud de valor que se expresa en
    distintas mercancías. Esto no acarrearía problema
    alguno si nuestro objetivo no fuera encontrar una unidad en el
    equivalente, un equivalente único. ¿Pero por
    qué se nos presenta esta imperiosa necesidad de hallar
    algo unitario? Una posible respuesta a esta pregunta consiste en
    decir que, desde los tiempos de Platón,
    los filósofos se han interesado en hallar una
    unidad que subyace a la multiplicidad y Marx parece no ser una
    excepción a esta regla. Recordemos que el objetivo
    perseguido por Marx al introducir la forma del valor es mostrar
    cómo ésta constituye la base del dinero (que es una
    mercancía unitaria). De aquí se sigue que, si
    deseamos cumplir con nuestro objetivo de comprender el dinero,
    primero debemos encontrar una mercancía única en la
    cual pueda expresarse el valor de mercancías
    múltiples. La forma desplegada del valor que justamente
    fracasa en esta cuestión será el trampolín
    que utilizaremos para saltar hacia esta unidad.

    La forma general
    del valor.

    En efecto, retomemos la relación que
    habíamos establecido para la forma desplegada "un par de
    zapatos = dos varas de lienzo = una lechuga = dos tomates = 0,005
    automóviles". Aquí observamos que el par de zapatos
    adopta la forma relativa del valor y las demás
    mercancías ofician de equivalentes. Ese es, precisamente,
    el problema que hemos de resolver pues no deseamos que el valor
    se exprese en múltiples mercancías sino en una
    sola.

    Ahora bien, si invertimos esta serie,
    obtendremos:

    Dos varas de lienzo

    Una lechuga

    Dos tomates = un par de zapatos.

    0,005 automóviles

    Así se resuelve nuestro problema. Ahora tenemos
    una multiplicidad de mercancías que expresan su valor en
    el cuerpo de una mercancía única que actúa
    como equivalente para todas ellas. Hemos logrado nuestro objetivo
    de hallar el equivalente unitario y, de este modo, presentamos la
    forma general del valor. Gracias a este equivalente común
    o general, todas las mercancías se manifiestan ahora no
    sólo como cualitativamente iguales (pues todas son
    expresión de esa substancia que es el valor) sino
    también como cuantitativamente iguales (pues las
    cantidades de las distintas mercancías que se intercambian
    por la misma cantidad del equivalente común poseen la
    misma magnitud de valor). En efecto, si dos varas de lienzo, una
    lechuga, dos tomates y 0,005 automóviles pueden
    intercambiarse por un par de zapatos, esto significa que poseen
    la misma magnitud de valor.

    Notemos cómo hemos ido despojando a las
    mercancías de sus diferencias para alcanzar, al final, a
    la unidad que las enlaza a todas. Hemos abstraído valor de
    uso y trabajo concreto para quedarnos, al final sólo con
    el valor y la cantidad de trabajo abstracto y social que lo
    genera. ¿Y cómo se expresa esto? En el valor de
    cambio de las distintas mercancías respecto de ese
    equivalente general. Es decir que, en la forma general del valor,
    todas las mercancías (menos la que oficia de equivalente)
    expresan su valor en un polo común.

    La forma de
    dinero.

    Hemos recorrido un largo camino desde el comienzo en que
    sólo se nos presentaba la mercancía tal como
    aparece y ahora nos hallamos ante el umbral del dinero. En
    realidad, ya casi lo hemos encontrado pues el dinero es el
    equivalente general en el que expresan su valor las
    mercancías (en nuestro caso, el par de zapatos).
    Sólo una cosa distingue el equivalente general del dinero
    propiamente dicho: la aceptabilidad social como equivalente. Si,
    de pronto, toda la sociedad se decidiera a aceptar los zapatos
    como equivalente general (o sea que todos decidieran medir el
    valor de sus mercancías en "pares de zapatos"),
    éstos se convertirían en mercancía
    dineraria. Por lo tanto, ahora vemos que la forma de valor es la
    base del dinero y éste es la forma más acabada de
    expresión del valor. Basta con reemplazar el par de
    zapatos por una determinada cantidad de oro cuya magnitud de
    valor sea equivalente con las distintas cantidades de las
    diversas mercancías para llegar al dinero tal como lo
    presenta Marx.

    Solución del
    problema del zapatero.

    Luego de realizar todo este largo estudio, nos
    encontramos en condiciones de resolver el problema del zapatero y
    explicar por qué caen sus ingresos. En efecto, él
    no cambia sus zapatos directamente por otras mercancías
    sino por dinero. Es decir que el valor de sus zapatos se expresan
    en una determinada cantidad de dinero (cierta cantidad de onzas
    de oro) y esa cantidad de dinero es el precio de su
    mercancía.

    Una posible respuesta a la caída de sus ingresos
    es la siguiente. Por algún motivo, el tiempo de trabajo
    socialmente necesario para producir zapatos podría haber
    disminuido (quizá porque los otros zapateros aumentaron su
    destreza). Por lo tanto, el valor de esta mercancía
    también ha disminuido. Esto significa que, cuando el valor
    de un par de zapatos se expresa en el equivalente general "oro",
    la cantidad de oro es menor que antes (suponiendo que el valor de
    la mercancía dineraria se hubiera mantenido). Es decir que
    el valor de cambio de los zapatos se ha reducido. Pero nuestro
    zapatero sigue produciendo con la misma destreza de siempre y
    fabrica la misma cantidad de zapatos en el mismo lapso de tiempo
    (sólo que ahora es relativamente más torpe).
    Sabemos que el valor es una substancia social y que se determina
    por el tiempo de trabajo socialmente necesario. Por lo tanto,
    nuestro zapatero obtendrá menos oro que antes por cada par
    de zapatos mientras que su cantidad producida es la misma. La
    mercancía dineraria le está diciendo al zapatero
    que la magnitud de valor de la mercancía "zapatos" ha
    disminuido. Realizando "precio *
    cantidad = ingreso" podemos resolver el problema: sus ingresos
    decaen.

    Vemos que hemos resuelto este problema utilizando los
    conceptos expuestos en este trabajo como "valor", "trabajo
    socialmente necesario", "valor de cambio", "forma de valor" etc.
    Por lo tanto, pienso que hemos logrado, al menos en parte,
    nuestro objetivo: comprender un poco mejor que antes el
    funcionamiento de la economía capitalista. Vemos que en la
    economía muy simple en que aún nos encontramos (sin
    distinciones entre tipos de capital,
    tiempos de rotación etc) ya hemos podido avanzar en
    nuestro conocimiento.
    Por supuesto que ésta no será la
    interpretación definitiva del capitalismo,
    es tan sólo el punto de partida.

    Partiendo desde la mercancía tal como se nos
    aparece, hemos desarrollado los conceptos necesarios para
    resolver este problema práctico. Observemos cómo la
    forma de valor ha jugado un papel central
    en la solución de nuestro ejercicio. En efecto, si no
    fuera por ella, no podríamos haber realizado la
    transición desde la substancia social que es el valor
    hacia el valor de cambio. En realidad, si deseamos expresarnos
    con más corrección diremos que hemos inferido la
    variación del valor pues hemos observado una
    variación en el valor de cambio. Justamente aquí
    radica la importancia de la forma de valor. Ésta
    inferencia no hubiese podido realizarse si no contáramos
    con esta conexión entre valor y valor de cambio. Esta
    conexión es precisamente, el aporte que realiza Marx a
    través de su forma del valor.

    Federico

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