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Una breve historia del poder




Enviado por fernangs



    De los procesos de
    obediencia y mando en el reino animal

    a los procesos de obediencia y mando
    en los individuos

    1. La naturaleza del
      poder
    2. Las relaciones de
      poder
    3. Tipos de
      poder
    4. Disposición al mando y a
      la obediencia
    5. Algunas consecuencias de las
      relaciones de poder en los individuos y en los grupos
      sociales
    6. Conclusiones
    7. Bibliografía

    I.
    Introducción

    La obediencia y el mando son dos fenómenos que
    han estado
    presentes en el desarrollo de
    la humanidad y hasta en los animales. Ha sido
    objeto de muchos estudios y, sin embargo, casi siempre o no se
    les considera en sus verdaderas dimensiones o, sencillamente, no
    se le asigna la importancia debida. Lo cierto es que, si
    comprendiéramos el poder,
    comprenderíamos mucho lo inmensamente bello que existe en
    los actos de los individuos y lo inmensamente diabólico
    que esconden sus acciones. El
    juego del
    poder se concretiza en las grandes acciones y también en
    las pequeñas y es, precisamente, en los detalles donde se
    encuentra la verdadera intención que encierra la lucha por
    el poder. No estoy diciendo que la lucha por el poder sea
    dañina; lo criticable es cuando el poder se convierte en
    un medio para obtener beneficios para unos pocos. El poder,
    entonces, siendo el objeto de estudio de la política, constituye
    una categoría fundamental para entender las relaciones
    entre los individuos y entre las naciones, y nos revelará
    fenómenos de autoridad
    sutiles y complejos que permean los procesos sociales. El
    análisis de los procesos sociales permite
    observar que siempre y, en muchos casos, de forma inconsciente,
    los individuos se encuentran en situación de mandar o de
    obedecer, o de ambas cosas a la vez. Muchas veces estas
    relaciones de dominio o
    sumisión son muy difíciles de visibilizar. Por eso,
    una investigación profunda sobre el poder debe
    comprender tanto la actitud del
    que manda (del jefe) como la actitud del que obedece. No es
    conveniente considerarlas por separado: las relaciones de poder
    son producto de
    ambas.

    El término poder, bajo la concepción que
    se entenderá en este trabajo, debe interpretarse como un
    conjunto de relaciones entre las personas, no el poder que ejerce
    el hombre
    sobre la naturaleza o
    sobre los animales. Podemos afirmar, parafraseando a Morgenthau
    (Morgenthau, Hans J. S.F. p. 49), siendo la aspiración del
    poder el elemento distintivo de la política, la
    política en los grupos
    sociales es por necesidad una política de
    poder.

    <> El propósito de este trabajo, debido a
    su carácter
    introductorio, es el de motivar a profundizar en el tema del
    poder, como una manera de desentrañar las verdaderas
    causas e intenciones, muchas veces disimuladas, que mueven a los
    individuos y grupos sociales a
    actuar de determinada forma y, por lo tanto, a entender la
    esencia de la discrepancia entre las actitudes que
    se manifiestan verbalmente y la conducta que se
    observa en la realidad. Mucho de verdad tiene la
    afirmación siguiente: si quieres conocer a alguien, dale
    poder. No dudo que el
    conocimiento del poder, su origen, su naturaleza y su
    evolución constituye un instrumental
    teórico-metodológico para reconceptualizar el
    conflicto en
    las organizaciones y
    para repensar y reconstruir nuevos mapas mentales
    dinámicos que den forma y paso a nuevos paradigmas
    para el estudio del comportamiento
    organizacional. En realidad, el estudio del poder es un tema
    muy interesante, a la vez que muy apasionante. Para aquellos que
    estén interesados en conocer más sobre las
    relaciones de poder en las organizaciones, una lectura
    recomendable es un trabajo denominado Poder, conflicto y
    mediación en las organizaciones – o la promesa,
    siempre postergada, de amor
    de
    Marcela Rendón Cobián y Luis Montaño Hirose,
    publicado en El Orden Organizacional. Poder, estrategia y
    contradicción, Universidad
    Autónoma Metropolitana – Iztapalapa, mayo de 1987,
    México.

    II. La naturaleza
    del poder

    Las manifestaciones del poder se encuentran en el reino
    animal. Es conocido que muchos animales orinan en ciertas
    áreas para demarcar su territorio y otros, como las ratas,
    que orinan sobre los cuerpos de sus parejas, posiblemente, como
    una señal que indique que es parte de su propiedad. Los
    procesos de sumisión se manifiestan por medio de
    convenciones hereditarias y, en la disputa por el poder, en muy
    raras ocasiones, se llega a la agresión real. A menudo –
    plantean Carl Sagan y Ann Druyan – podemos observar en el
    comportamiento
    del animal una ambivalencia, una tensión entre
    inhibición y desinhibición del mecanismo agresivo
    (Sagan y Druyan, 1993, p. 187-188). La agresividad, como una de
    las manifestaciones del poder en los humanos y en los animales,
    la naturaleza la utiliza como una estrategia de
    supervivencia:

    En las acciones de la Naturaleza-dijo Marco Aurelio-,
    no se encuentra mal alguno." Los animales no son agresivos
    porque sean salvajes, bestias o malvados –esas palabras
    explican muy poco-, sino porque ese comportamiento proporciona
    alimento y defensa contra los depredadores, porque espacia la
    población y evita el hacinamiento y
    porque tiene un valor de
    adaptación. La agresión es una estrategia de
    supervivencia que ha evolucionado para servir a la vida.
    Coexiste, especialmente en los primates, con la
    compasión, el altruismo, el heroísmo y el tierno
    y sacrificado amor hacia las crías. También
    éstas son estrategias de
    supervivencia. Eliminar la agresión sería una
    tontería, aparte de un objetivo
    inalcanzable: es un elemento demasiado profundo de nosotros
    mismos. El proceso
    evolutivo ha actuado para alcanzar el nivel de agresión
    correcto –ni demasiado, ni demasiado poco- con los
    inhibidores y desinhibidotes adecuados. Procedemos de una
    mezcla turbulenta de inclinaciones contradictorias. No
    debería sorprendernos que en nuestra sicología y
    nuestra política prevaleciera una tensión de
    elementos opuestos semejante (Sagan y Druyan, p.
    196)

    La geometría
    más observada de una jerarquía de
    dominación, tanto en los animales como en los humanos, es
    la lineal o en línea recta. Las jerarquía lineales
    son más visibles en las grandes corporaciones. En los
    animales, este tipo de jerarquía se puede observar con
    más facilidad entre las aves de corral
    y en algunos animales, como los mamíferos, es parte importante de la vida
    social masculina. En los grupos humanos y animales está
    presente este tipo re relación: el gerente delega
    en los gerentes medios,
    éstos en los jefes de divisiones y así
    sucesivamente. Igual sucede con los animales: hay unos que
    mandan, son los animales alfa y otros que obedecen, que
    están más abajo y que no tiene a quien mandar, son
    los omega. Es muy raro observar que un macho comience siendo un
    alfa, sino que debe ganarse el ascenso a través de la
    conducta de dominación, tiene que ganarse los galones. Los
    animales y los humanos que forman parte de una jerarquía
    lineal deben saber dominar a los que están abajo y
    someterse a los que están arriba. En ellos coexisten dos
    fuerzas opuestas: la tendencia a la dominación y la
    tendencia a la sumisión. En algunos animales, la hembra
    puede saber quién es el macho sin conocerlo de
    antemano:

    Sin preguntar nada sobre su educación , familia,
    perspectivas financieras o sus buenas intenciones, todas las
    hembras desearon ansiosamente tener relaciones sexuales con el
    macho dominante. ¿Cómo pudieron enterarse las
    hembras? La respuesta, al parecer, es que podían oler la
    dominación. Existe literalmente una química entre los
    hámster: el olor del poder. Los machos dominantes emanan
    un cierto efluvio, una feromona que no tienen los machos
    subordinados…..El ex secretario de Estado de los Estado
    Unidos, Henry Kissinger, no famoso precisamente por su aspecto,
    explicaba la atracción que una bella actriz
    sentía por él diciendo: "El poder es el mayor
    afrodisíaco." (Sagan y Druyan, p.207)

    Para unos, el poder en sí mismo no es bueno ni
    malo, depende del uso que se haga de él. Para Nietzsche, por
    ejemplo, el poder es bueno en sí mismo:

    ¿Qué es bueno? Todo lo que aumenta en el
    hombre el
    sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder
    mismo.

    ¿Qué es malo? Todo aquello en lo que se
    origina la debilidad.

    ¿Qué es la felicidad? El sentimiento de
    que el poder crece, de que se vence una resistencia.

    No sosiego, sino más poder; no paz por encima
    de todo, sino guerra; no
    virtud, sino habilidad (virtud al estilo del Renacimiento,
    virtú, virtud sin moralina).

    Los débiles y fracasados deben perecer: primera
    tesis de
    nuestro amor a los hombres. Y además hay que ayudarles a
    ello ( Nietzsche, Friedrich, 1999, p. 21).

    <> En términos similares se expresa
    Maquiavelo
    sobre el uso de la crueldad, como método de
    obtener el poder del estado y mantenerlo:

    Creo que depende del bueno o malo uso que se hace de
    la crueldad. Llamaría bien empleada a las crueldades (si
    a lo malo se le puede llamar bueno) cuando se aplican de una
    sola vez por absoluta necesidad de asegurarse, y cuando no se
    insiste en ellas, sino, por el contrario, se trata de que las
    primeras se vuelvan todo lo beneficiosas posible para los
    súbditos. Mal empleadas son las que, aunque poco graves
    al principio, con el tiempo antes
    crecen que se extinguen (Maquiavelo, Nicolás, p.40,
    1999)

    <> Gorki, sin embargo, afirmaba que el poder es
    dañino para la persona. No hay
    peor veneno que el poder, decía. Albert
    Einstein odiaba el autoritarismo a tal grado que, a la edad
    de quince años, abandonó la escuela para
    reunirse con su familia en Italia, por
    considerarla autoritaria. Después que Einstein ganara el
    premio nobel de Física en 1921, dijo
    lo siguiente: Para castigar mi desdén por la autoridad, el
    destino me convirtió en una autoridad (citado por Thorpe,
    Scout, en Cómo pensar como Einstein, 2001, p.
    17)

    A pesar que muchos afirman que ha habido algunos avances
    en la eliminación de las relaciones asimétricas
    entre los individuos y entre las naciones, todavía se
    observa que la existencia del dominio del macho alfa y la
    sumisión de los omegas es un fenómeno muy presente
    en nuestras sociedades,
    con matices muy diferentes.

    Traslademos, ahora, nuestra observación a los hombres y dejemos en paz
    a los animales, al menos por un momento. Digo por un momento,
    porque, cuando se establecen las diferencias entre los seres
    humanos y el reino animal, una diferencia que se supone que
    existe es la religión. Se piensa
    que sólo el hombre tiene religión. Un examen
    más profundo de las relaciones de dominio y
    sumisión entre los animales alfa y los omega puede
    conducirnos a pensar que, quizás, una
    predisposición religiosa generalizada sea una característica presente también en
    los animales.

    Hemos visto que la autoridad no es una
    característica exclusiva de los humanos y que tiene
    condicionamientos y raíces biológicas que
    pertenecen tanto a los humanos como a los animales; es decir,
    instintos que pueden ser sociales, sexuales, agresivos, etc.
    Antes de continuar, recordemos algunos conceptos de
    poder.

    Emile Littré (1863-1873) definía el poder
    como la capacidad de hacerse obedecer; así se le entiende,
    por lo general. En teoría
    así es; pero, ello supone identificar el estudio de la
    autoridad con el de la sicología del jefe y, en este
    sentido, tendríamos que entrar a estudiar la literatura sobre lo que es
    el jefe, situación que no contribuiría mucho a
    esclarecer las ideas sobre el poder, puesto que la literatura
    existente sobre la concepción del jefe frecuentemente lo
    describe no como es, sino más bien cómo el autor
    piensa que debe ser. Si aceptamos que el poder es una
    característica inherente al jefe, podríamos caer en
    engaños: para explicar el sueño producido por el
    opio hay que analizar la acción de los alcaloides sobre
    las células
    nerviosas y no invocar "la virtud somnífera" del opio, que
    es precisamente el problema y no su solución. (Marsal,
    Maurice, p. 13, 1971)

    <> La autoridad de un individuo puede compararse a
    los conceptos de derecha e izquierda. ¿A qué lado
    del camino está situada la universidad, a la derecha o a
    la izquierda? Es imposible dar una respuesta de forma inmediata.
    Si uno camina del puente hacia el volcán, la universidad
    estará al lado izquierdo y si, por el contrario, camina
    del volcán hacia el puente, estará a la derecha. El
    poder es un concepto que
    adquiere sentido únicamente al indicar las condiciones en
    que se desarrollan las relaciones. Un estudio, entonces, de la
    naturaleza del poder resulta ser más significativo si se
    realiza, no basado en los atributos de un jefe, sino más
    bien en una relación que se establece entre él y
    otros individuos o entre individuos y él. Por otra parte,
    el poder supone, por lo menos, dos personas. La autoridad de
    A no existe sino hasta que aparece B, y algo
    más, que es muy importante: y precisamente porque se trata
    de B y no de otra persona, de C, por
    ejemplo.

    Los conceptos poder y autoridad son empleados, en muchas
    ocasiones, como sinónimos. En Administración, se establecen diferencias
    entre ambos términos. Para Robbins (1987), la autoridad es
    un derecho cuya legitimidad se basa en la posición de
    figura de autoridad en la
    organización. La autoridad forma parte del puesto. El
    poder, por otra parte, se refiere a la capacidad de un individuo
    para influenciar decisiones (Robbins, Stephen P. p. 214). En este
    sentido, la autoridad es una dimensión del poder. Si bien
    es cierto que un individuo, haciendo uso de su autoridad en una
    organización que le confiere una
    posición legítima, puede ejercer influencia en las
    decisiones, no es necesario que posea autoridad para ejercer
    influencia. Muchas secretarias ejecutivas tienen bastante poder,
    a pesar de que tienen poca o ninguna autoridad. Para fines de
    este trabajo, no estableceremos diferencia entre autoridad y
    poder.

    III. Las relaciones de
    poder

    Gramsci realizó grandes aportes al estudio de las
    relaciones de poder. Una de las categorías de
    análisis empleadas por él fue el concepto consenso
    para explicar los procesos de dominación y descubre nuevos
    instrumentos para analizar el poder, que se encuentra "difuso a
    través de la sociedad civil"
    y, por lo tanto, no es monopolio del
    estado (Gramsci, Antonio, p. 12, 1987). Otro concepto central de
    Gramsci es el de hegemonía, el cual define como el
    liderazgo
    cultural ejercido por la clase dirigente por lo que,
    también, es clave para comprender los procesos de
    dominación.

    Michel Foucault plantea
    el poder como una relación. Analiza, en su libro Vigilar
    y castigar. Nacimiento de la prisión (1979), la
    dominación desde las relaciones de poder y la
    interrelación entre consenso y coerción. A
    Foucault, le interesa el poder en las instituciones
    más que en la economía: la
    micropolítica del poder. Hace suyo el interés de
    Nietzche por la relación entre poder y conocimiento,
    cree que el conocimiento genera poder al convertir a las personas
    en sujetos y al gobernarlos mediante el uso del conocimiento. En
    Historia de la sexualidad,
    (primer volumen,1980),
    Foucault se interesa de nuevo en la genealogía del poder.
    Para él, la sexualidad es un punto de transferencia
    especialmente denso para las relaciones de poder (1980, p. 103) y
    se preocupa en esclarecer la manera en que el sexo se
    introduce en el discurso y la
    forma en que el poder permea ese discurso. Para Foucault, el sexo
    lo explica todo. A través del conocimiento de la
    sexualidad, la sociedad ejerce
    más poder sobre la vida.

    El poder implica relaciones; en ese sentido, está
    muy vinculado al concepto de estrategia. Esta última
    también denota un conjunto de relaciones que se establecen
    a lo largo de la cadena de mando entre los individuos para
    alcanzar los objetivos; con
    otras palabras, la estrategia se refiere al despliegue de
    recursos,
    movilización y tensionamiento de fuerzas, por lo tanto, el
    poder puede definirse como una función
    multiplicadora de recursos y movilización, tal como lo
    concebía el sociólogo Huber Blalock.

    El poder, entendido como una relación de dominio
    del individuo sobre las mentes y las acciones de otros
    individuos, da lugar a varias situaciones (Marsal, Maurice,
    1971):

    1. Dada una relación, al cambiar los
      términos unidos por ella hay que esperar también,
      salvo excepciones, la modificación de la misma. Puede
      ser que el jefe y el empleado sigan siendo los mismos; pero,
      cada uno de ellos puede experimentar cambios rápidos y
      significativos (en sus valores,
      conocimientos, etc.) que provocan cambios, también, en
      la relación de autoridad. Cada vez es más
      difícil la capacidad para hacerse obedecer y ésta
      varía en el transcurso del tiempo, aumentando o
      disminuyendo. Ahora, no sería extraño que, cuando
      la persona autorizada para dar la señal de salida en una
      carrera dijera en sus marcas, listos,
      algún joven atleta le respondiera: ¿por
      qué?
    2. La autoridad ejercida sobre ciertos individuos no es
      extensible a otras individuos. La obediencia de unos no implica
      automáticamente la obediencia de otros. Si un jefe tiene
      autoridad sobre A, no significa que la tenga
      automáticamente sobre B. La autoridad, como ya
      dijimos, está condicionada a la situación: si un
      jefe tiene autoridad sobre A, es precisamente por que es
      A y no otro individuo.
    3. De la misma manera, si la autoridad se ejerce de
      acuerdo a una situación concreta y bajo un aspecto
      determinado, ésto no significa que pueda aplicarse a
      otras situaciones y a otros aspectos.
    4. Debido a esa diversidad de aspectos y situaciones y,
      considerando que quien manda lo hace condicionadamente, en
      todos los individuos coexisten dos fuerzas opuestas, en mayor o
      menor grado: la tendencia a la dominación y la tendencia
      a la sumisión. El jefe militar manda como tal y obedece
      como esposo.
    5. Preguntar si una persona tiene autoridad es algo
      indeterminado y, si se toma al pie de la letra, hasta carece de
      sentido. Ya explicamos que la tiene sólo en referencia
      implícita a unos individuos que obedecen y a unas
      situaciones que se suponen ya conocidas.

    IV. Tipos de
    poder

    Uno de los sistemas de
    clasificación más utilizados es el de Weber (1947).
    Para Weber existen tres clases de autoridad: Autoridad
    tradicional, carismática y racional-legal. La autoridad
    racional-legal se basa en la idea de que quienes están en
    posiciones más altas tienen derecho para ejercer poder
    sobre los que se encuentran debajo. La autoridad
    carismática se basa en las características
    personales de un individuo. La autoridad tradicional sucede
    cuando, en la organización, está presente una
    figura dominante, como el fundador; se origina en un sistema ancestral
    de creencias, es el caso de los individuos que acceden al poder
    debido a que proceden de familias importantes. Weber creía
    que sólo en el occidente moderno se había
    desarrollado la autoridad racional-legal y que únicamente
    en este tipo de autoridad podía existir la burocracia
    moderna en su pleno desarrollo. El resto del mundo tendía
    hacia sistemas carismáticos y tradicional.

    Erich Fromm, (1982) habla de una autoridad racional y la
    inhibitoria. La autoridad racional representa la condición
    necesaria para ayudar a la persona sometida a la autoridad, como
    la relación que existe entre el maestro y el alumno. La
    autoridad inhibitoria, en cambio,
    constituye la condición de su explotación; tal es
    el caso de la relación entre el amo y el esclavo. En la
    primera, la relación tiende a disolverse y la distancia
    entre ambos es cada vez menor; en la segunda, la relación
    o se mantiene o se fortalece y la distancia entre las dos
    personas se hace, con el tiempo, cada vez mayor. Fromm
    también menciona que la autoridad, muchas veces, se
    manifiesta de manera anónima, casi invisible: se disfraza
    de sentido común, ciencia,
    salud
    síquica, normalidad, opinión
    pública. No emplea, aparentemente, ninguna presión,
    sino una tenue persuasión: ésta es su bebida
    favorita, por ejemplo.

    Testa (OPS, 1986) establece el poder en tres
    dimensiones: poder político, poder técnico y poder
    administrativo. Por su parte, Maurice Marsal (p. 43, 1971)
    reconoce los siguientes pares de autoridad: colectiva e
    interindividual, impersonal y personal, oficial
    y oficiosa, tutelar y funcional, bruta y racional, absoluta y
    relativa.

    V.
    Disposición al mando y a la obediencia

    Nietzche se preguntaba:

    ¿Qué es lo que induce a los seres vivos
    a obedecer y mandar, y a que obedezcan incluso cuando mandan?
    ….. Siempre que he visto un ser vivo he encontrado voluntad
    de poder; hasta en la voluntad del siervo encontré
    voluntad de ser señor. Al más débil le
    induce su voluntad a servir al más fuerte, porque esa
    voluntad quiere dominar lo que es más débil
    aún: se trata de un placer del que no quiere privarse (
    Friedrich, Nietzche, p. 106, 2000)

    Para el análisis de los mecanismos de
    sumisión y dominación, nos basaremos en el libro El
    miedo a la libertad de
    Erich Fromm (1982). El autor es el representante del psicoanálisis de Freud; pero,
    considera los factores sociales, los valores y
    las normas
    éticas en el estudio de la
    personalidad total. E. Fromm plantea que la forma más
    nítida de los mecanismos de sumisión y
    dominación pueden observarse en los impulsos
    sádicos y masoquistas. Para algunos estudiosos del tema,
    el deseo de dominar a los demás parecía natural y,
    en muchos casos, bueno. Hobbes, por
    ejemplo, veía como inclinación general de la
    humanidad la existencia de un perpetuo e incesante deseo de poder
    que desaparece solamente con la muerte.
    Maurice Marsal (1971) cuenta la siguiente anécdota:
    "¿Qué sabes hacer?", preguntan a Diógenes,
    apresado y vendido por unos piratas. "Mandar a hombres",
    responde; y añade, dirigiéndose a su interlocutor:
    "Pregunta si hay aquí alguien que desee comprar un
    dueño".

    El primero que estudió los impulsos
    sádicos y masoquistas fue Freud. El consideraba que los
    impulsos sádicos y masoquistas existirán siempre
    juntos, a pesar de su aparente contradicción. A principio,
    Freud planteó la hipótesis de que el sadomasoquismo es
    fundamentalmente un fenómeno sexual; posteriormente, la
    modificó en el sentido de que el sadomasoquismo se trata
    de un fenómeno ajeno a la sexualidad, ya que el factor
    sexual es resultado de la fusión del
    instinto de muerte con la
    libido.

    E. Fromm se pregunta: ¿cuál es la
    raíz común de las tendencias masoquistas y de las
    sádicas? Inmediatamente se plantea la hipótesis:
    tanto los impulsos masoquistas como los sádicos tienden a
    ayudar al individuo a evadirse de su insoportable
    sensación de soledad e impotencia. Ambos impulsos, el
    masoquismo y el sadismo coexisten, se encuentran siempre
    mezclados, de tal manera que, en muchos casos, resulta
    difícil determinar qué aspecto del mismo se halla
    en función en un momento dado. En ambos existe la
    hostilidad, la destructividad; sin embargo, en el sadismo, la
    hostilidad es, por lo general, más consciente y se expresa
    de una manera más directa; en cambio, en el masoquismo es,
    muchas veces, inconsciente y se expresa de manera indirecta. Lo
    dicho anteriormente, no significa la identificación del
    sadismo con la destructividad, a pesar de que se encuentra
    mezclado con ella. Un individuo es destructivo cuando pretende
    destruir al objeto, librarse de él; mientras el
    sádico quiere dominarlo, no destruirlo. Aunque
    habrá casos en que el sádico pretende destruir. Es
    más, el sadismo puede aparecer, en algunos casos, sin
    carácter destructivo, más bien amigable. Este
    sadismo amigable muchas veces es confundido con el amor (quien
    te ama, te hará sufrir) Al respecto, debemos decir que no
    hay que confundir poder con violencia;
    aunque la violencia es una característica de aquél,
    no todo poder es violento. En los animales, por ejemplo, el alfa
    puede tener el deseo de atacar a un inferior, un beta, que le ha
    ofendido; si este último ofrece gestos de sumisión
    propios de la especie, el alfa se ve obligado a perdonarle. Estos
    gestos de inhibición son muy parecidos a un código
    de moral (Sagan y
    Druyan) En los humanos, con características
    sadomasoquistas, muchas veces, cuando la persona le muestra posturas
    y gestos de sumisión, más crueles son los ataques
    contra ella. Para el sadomasoquista, el "enemigo" se transforma
    en lo inhumano.

    Lo dicho hasta aquí puede interpretarse que el
    sadismo es idéntico al apetito de poder. Quien piense de
    esa manera, estaría cometiendo un error; sin embargo, a
    pesar de que no es posible hacer idénticos a ambos,
    sí es posible afirmar que la voluntad de poder es la
    expresión más significativa del sadismo. Esta
    voluntad de poder no tiene su fundamento en la fuerza del
    individuo sino en la debilidad; debilidad expresada en la
    incapacidad del individuo de experimentar la vida de una manera
    espontánea y amable. El individuo con carácter
    sadomasoquista presenta una fuerte tendencia al autoritarismo:
    ….. la persona sadomasoquista se caracteriza siempre por su
    peculiar actitud hacia la autoridad. La admira y tiende a
    someterse a ella, pero al mismo tiempo desea ser ella misma una
    autoridad y poder someter a los demás (Fromm, Erich, p.
    188, 1982)

    Es la actitud hacia el poder la característica
    principal de la persona autoritaria; por eso, los individuos e
    instituciones que carecen de él merecen su
    desprecio:

    La sola presencia de personas indefensas hace que en
    él surja el impulso de atacarlas, dominarlas y
    humillarlas. Mientras otro tipo de carácter se
    sentiría espantado frente a la mera idea de atacar a un
    individuo indefenso, el carácter autoritario se siente
    tanto más impulsado a hacerlo, cuanto más
    débil es la otra persona (Fromm, E., p. 193)

    El autoritarismo se vale de muchos disfraces para
    ocultar sus impulsos destructivos hacia los otros: amor, deber,
    igualdad,
    conciencia,
    patriotismo, unidad, dignidad y muchos otros medios. A aquellos
    que, en nombre de la igualdad y la justicia,
    buscan venganza y destrucción, Nietzsche les dirige el
    siguiente mensaje:

    Predicadores de la igualdad, lo que os hace pedir a
    gritos igualdad no es más que el delirio tiránico
    de vuestra impotencia; y, de esta forma, vuestra
    tiránica concupiscencia se disfraza de virtud. Vanidad
    amargada y envidia reprimida –vanidad y envidia que
    quizá heredasteis de vuestros padres- surgen en vosotros
    como llamas y quimeras de venganza… Yo os aconsejo, amigos
    míos, que desconfíes de quienes se sienten tan
    inclinados a castigar. Son gente de mal corazón
    y de mala ralea, a sus ojos se asoman el verdugo y el sabueso.
    Desconfiad de los que se pasan toda la vida hablando de su
    justicia. No es sólo miel lo que falta en sus palmas; y,
    si se consideran los "buenos y justos", no olvidéis que,
    para ser fariseos, únicamente les falta el poder
    (Nietzsche, Friedrich, 2000, pp.92-93)

    A veces, la persona autoritaria se revela contra un
    grupo de
    autoridades y, al mismo tiempo, someterse a otras autoridades a
    las que considera que pueden satisfacerle sus anhelos
    masoquistas. En todos los casos, la actitud destructiva de este
    tipo de personas representa el mecanismo de huida de un
    insoportable sentimiento de impotencia que experimenta cuando se
    compara con otros individuos y, por eso, quiere eliminarlas,
    destruirlas. Es más, esta condición de impotencia
    que siente frente a otras personas, va acompañada,
    también, de angustia y frustración de la vida,
    situación que impide el pleno desarrollo de sus
    potencialidades, la seguridad
    interior y la espontaneidad. Fromm establece una relación
    entre el impulso de la vida y el de destrucción;
    éstos no son mutuamente independientes, sino que son
    inversamente proporcionales: cuanto más plenamente se
    realiza la vida, tanto menor es la fuerza de la destructividad.
    Esta es producto de la vida no vivida.

    VI. Algunas
    consecuencias de las relaciones de poder en los individuos y en
    los grupos sociales

    Las relaciones de poder pueden desencadenar los procesos
    siguientes: sumisión, identificación,
    interiorización y oposición.

    Sumisión

    La disposición a someterse, a acatar las
    órdenes de otros sin ofrecer resistencia pueden estar
    motivadas por varios factores. Podría deberse a un
    cansancio y resignación, producto de la experiencia del
    individuo de derrotas pasadas, a la desconfianza en los
    dirigentes y en las organizaciones. Esta actitud de
    resignación no va acompañada de la
    aceptación pasiva por parte de la persona; más
    bien, indica un estado de impotencia frente al poder, sin llegar
    a tener ninguna identificación con la autoridad y
    está a la espera de que existan las condiciones
    mínimas para revelarse contra ella. Acata la autoridad
    mientras no puede hacerle frente; sabe, por experiencia, que no
    puede actuar si no existe el apoyo para su causa, pues sin este
    apoyo está nuevamente condenado al fracaso. No tiene
    prisa; pero, tampoco dispone de mucho tiempo. Sabe muy bien que
    esta situación debe ser coyuntural para que no tome
    impulso y que después resulte difícil detenerla, de
    manera que se debe actuar con mucha precisión y buen
    juicio. Si la situación lo obliga a ser sumiso, debe saber
    moverse con mucha rapidez y astucia entre los dédalos del
    poder. Es oportuno recordar, en este aspecto a
    Maquiavelo:

    De manera que, ya que se ve obligado a comportarse
    como bestia, conviene que el
    príncipe se transforme en zorro y en león,
    porque el león no sabe protegerse de las trampas ni el
    zorro protegerse de los lobos. Hay, pues, que ser zorro para
    conocer las trampas y león para espantar a los lobos.
    Los que sólo se sirven de las cualidades del león
    demuestran poca experiencia (Maquiavelo, Nicolás, 1999,
    p. 67-68)

    Identidad

    En este caso, el individuo deja de ser el mismo y se
    transforma en una persona idéntica a las demás y
    actúa tal como los poderosos esperan que lo haga. Es tal
    su identificación con los otros que resulta muy
    difícil distinguirlos entre sí. Al despojarse de su
    personalidad,
    se convierte en un autómata más y para compensar la
    pérdida de la personalidad, el individuo se conforma con
    su situación y busca el reconocimiento de los
    demás:

    Es lo que les pasa siempre a los débiles: se
    extravían en su camino; y al final la fatiga les hace
    decir: ¿De qué ha servido caminar, si todo es
    igual?’’ A esa gente le gusta que le digan que nada
    merece la pena, que no se debe querer nada. Eso es predicar a
    favor de la esclavitud.
    Zaratustra, hermanos, viene como viento fresco e impetuoso para
    todos los cansados del mundo, pues va a hacer estornudar a
    muchas narices (Nietzsche, Friedrich, 2000, p.180)

    Este proceso de automatización convierte al individuo en un
    ser inseguro y desamparado; de aquí que él busque
    la protección y esté dispuesto a someterse (incluso
    muy entusiastamente y con orgullo) a aquellas autoridades que le
    ofrecen seguridad y protección. Se somete al poderoso y,
    al mismo tiempo, se actúa como él; a pesar de que
    acepta el poder de los otros, no internaliza sus valores y las
    normas involucradas. En opinión de Erich Fromm, fue este
    proceso de identificación de la clase media con el poder
    alemán que caracterizó el núcleo del
    movimiento
    nazi.

    Interiorización

    A través de este proceso, llamado también
    proceso de socialización, el individuo hace suyos los
    principales valores del sistema dominante, se apropia de ciertas
    características que refleja el sistema de poder y se
    operan ciertos cambios en la conducta del individuo que tienden a
    ser más o menos permanentes. Estas características
    pueden ser denominadas como: valores, motivos sociales,
    actitudes, creencias, etc.

    Los grupos que poseen recursos y, por tanto, poder,
    suelen imponer a la sociedad su sistema de ideas, el sistema de
    ideas de los que carecen de recursos es un sistema impuesto. Como el
    yo del individuo se encuentra debilitado, la persona es incapaz
    de darse cuenta de su inseguridad y
    de reconocer que los pensamientos y las emociones no son
    realmente de ella, sino que han sido recibidos desde afuera,
    interiorizados a través de instrumentos especializados en
    crear en los individuos el conformismo, la apatía, el
    temor y la aceptación pasiva del poder establecido. En
    muchos casos, los individuos llegan hasta admirar y servir a su
    opresor; admiración y servilismo que son productos de
    su temor hacia el poderoso. Existe una red bien organizada de
    instituciones, difundidas en la sociedad, encargadas del proceso
    de alienación de las personas. Instituciones como la
    iglesia,
    el estado,
    la familia, la
    escuela, la universidad, partidos
    políticos, los hospitales, las empresas son
    algunos de los mecanismos especializados en este proceso de
    socialización del conformismo. El individuo se convierte
    en un autómata: piensa, siente y quiere de acuerdo a lo
    que los demás piensan, sienten y quieren. De esta manera,
    el individuo cree que existe una relación de
    armonía con los poderosos, colabora con ellos y
    está dispuesto a defender los intereses de los que tienen
    el poder, porque cree que son sus propios intereses los que
    están en juego. Pierde, así, los últimos
    vestigios de su personalidad.

    Oposición

    Es una reacción de rechazo a la autoridad, de
    inconformidad con el poder. No consideraré esta
    acción de rechazo a la sumisión como propia de un
    delincuente, como en muchos casos se hace, para tipificar
    conductas desviadas y justificar ciertas acciones represivas por
    parte del sistema de poder. Más bien, la considero como
    una forma de rebeldía ante una situación abusiva
    del ejercicio del poder. Más que una conducta desviada, la
    tipifico como una conducta normal que permite al individuo luchar
    para dignificar su existencia y lograr su verdadera libertad, con
    la conquista de la identidad que
    le ha sido despojada. El que se revela contra el sistema de poder
    asfixiante es un quebrantador de las tablas de valores dominantes
    y es, también, un creador de nuevos valores que promueven
    la existencia de un nuevo hombre. Conoce que no está solo
    en esta tarea y, también, sabe que lo etiquetarán
    de inmoral, de delincuente. En este campo de relaciones
    conflictivas siempre existen dos grupos: los que siempre son
    solidarios y los lisiados mentales, los mediocres, los eternos
    opositores al cambio. Conoce de los riesgos y que lo
    novedoso y el cambio siempre generan oposición; pero, los
    quebrantadores de valores son creadores, duros y no desean nada
    gratis. Sólo los mediocres prefieren las cosas
    fáciles y gratis y se opondrán a todo aquello que
    indique cambio: Hay muchos que mueren demasiado tarde y algunos
    que mueren demasiado pronto. Aún nos resulta
    extraña esa máxima: "¡Morir a
    tiempo!"…..Pero,¿cómo puede pretender morir a
    tiempo quien nunca ha vivido a tiempo? (Nietzsche, Friedrich,
    2000, p.70)

    VII.
    Conclusiones

    Como se habrá notado, he utilizado varias citas
    de Friedrich Nietzsche. Ello se debe a que este autor es uno de
    los que han estudiado el tema del poder desde un pisto de vista
    filosófico. El mismo Foucault (1969), cuando plantea la
    expresión "genealogía del poder," retoma con mucha
    precisión, ideas de Nietzsche, a quien considera un
    filósofo del poder.

    La autoridad per se no es dañina. Pretender
    eliminarla, sería una tarea inútil e imposible, es
    inherente a nuestra condición humana. En el estudio de las
    relaciones de poder en las organizaciones, habrá que
    considerar que la autoridad presenta distinta naturaleza de
    acuerdo con la intención de quien la ejerza. Existen
    personas que usan su poder para sus propios intereses, para
    destruir, para dañar. Es la autoridad esclavizante, propia
    de las personas sadomasoquistas. Hay otras, en cambio, que
    emplean su poder para la consecución de una causa
    común. De igual manera, existen dos formas de obediencia:
    la servil y la libre. Por eso, es muy importante estudiar muy
    detenidamente el poder, particularmente la naturaleza de la
    obediencia.

    Todos los sistemas sociales, y particularmente el
    nuestro, funcionan a través de un red de reciprocidades de
    obediencia común. En todos ellos existe un marcado
    diferencial de poder que caracteriza toda la red de relaciones y
    es, precisamente, el fenómeno de la obediencia que nos
    develará todo un conjunto de fenómenos que operan
    tras la conducta humana.
    Estamos "programados" por una compleja, densa, difusa e
    impalpable red de autoridades superestructurales de la sociedad
    (escuela, universidad, partidos políticos, iglesias,
    estado, familia, medios de
    comunicación, instituciones, organizaciones,
    hospitales, tribunales) para creer y para hacer lo que se dice,
    para aceptar sin mucho análisis y cuestionamiento sus
    "verdades". Estas instituciones, que conforman lo que Foucault
    denominó "un sistema de micropoderes," tienen la
    función de congelar las conciencias de los individuos a
    través de procesos subliminares de condicionamientos, que
    inhiben la actividad creadora del individuo y lo hacen renunciar
    a su deseo de libertad, ejerciendo un control
    internalizado, el cual es, en muchos casos, la forma más
    represiva de control. No es fácil visibilizar este
    proceso, debido a su compleja red de relaciones que se yuxtaponen
    y se imbrican unas en otras, y cuyo resultado es un individuo
    educado con una mentalidad opuesta al desarrollo pleno de sus
    facultades y a su misma práctica.

    La función de la educación
    está muy bien condensada en la frase, atribuida a Bernard
    Shaw, y que Gabriel García
    Márquez cita en su famosa obra Vivir para contarla:
    "Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación
    para ir a la escuela". Albert Einstein se refirió al
    papel de la
    educación de la siguiente manera: lo único que
    interfiere con mi aprendizaje es mi
    educación (Thorpe, Scout, 2001, p. 16)

    <> Aunque el poder puede existir en las
    situaciones conflictivas y no conflictivas, por lo general, las
    personas actúan, en lo que Michel Foucault describe como
    la "microfísica del poder" con innumerables puntos de
    enfrentamiento. De aquí que sea muy importante estudiar,
    con profundidad, las relaciones que suceden entre los individuos
    y los grupos sociales, en un contexto determinado, para descubrir
    los procesos de obediencia y mando: la relación entre los
    dominantes y los dominados y, principalmente, la relación
    de los dominados entre sí. Es importante, en este aspecto,
    que los profesionales analicen, con mucho cuidado, cuál es
    su ubicación en esta "microfísica del poder",
    cuál es su práctica concreta en estas relaciones de
    poder para entender la dinámica de los movimientos sociales, de
    los grupos sociales que operan al interior de las organizaciones,
    de las intenciones que subyacen en las conductas de las personas.
    El conocimiento de cómo opera el poder en un contexto
    específico facilitará al individuo saber si su
    práctica es coherente con determinado movimiento
    social.

    Hemos planteado anteriormente cómo la
    disposición a obedecer y la disposición a mandar
    existen en todos los individuos al igual que en los animales, con
    matices e intensidades distintas. A algunas personas les gusta
    más mandar que obedecer y a otras, lo contrario.
    ¿Cuál es más fácil de las dos? Para
    algunos estudiosos del tema, es más fácil obedecer
    que mandar. Yo no estoy tan seguro que esa
    sea la regla general, en individuos normales. Hemos visto
    cómo en la disposición al mando y a la
    sumisión influyen aspectos genéticos (ADN) y sociales,
    y que aún en la carga genética
    existen diferencias: individuos que vienen dotados de una carga
    genética mayor hacia el mando que otros. La
    dinámica de la autoridad es muy compleja.

    La humanidad tiene la responsabilidad, responsabilidad derivada del
    principio de la selección
    natural, de la preservación y superación del
    individuo. La decisión es nuestra: o nos destruimos o nos
    desarrollamos. El principio de la selección natural no
    entiende de sentimientos. El panorama no es muy alentador. Y no
    es que seamos pesimistas; pero, las masacres, el odio, la
    envidia, la destrucción, el egoísmo son una
    constante en la ecuación del "desarrollo
    humano" y en el desarrollo
    organizacional. En efecto – dice el autor portugués,
    Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago – yo no
    sé quien soy. Pero, más que el yo me preocupa el
    otro, ese otro al que siempre definimos como enemigo. Por eso, la
    vida pacífica entre los seres humanos no existió
    nunca y, si existió alguna vez, no duró mucho.
    Esforzarnos por comprender al otro, que es nuestro semejante, es
    lo decisivo.

    Las naciones alfa imponen sus razones a los
    países omega y son las primeras las que definen los
    términos de las ecuaciones que
    rigen el destino de las segundas, y los gobernantes de los
    países omega se rinden, incluso con orgullo, a la voluntad
    de los gobernantes del país alfa. Este proceso se repite,
    con distintas dimensiones y características, en las
    organizaciones de todo tipo. Nuestras conciencias están
    secuestradas, igual que nuestro lenguaje,
    nuestra identidad perdida. Muy bien lo dijo recientemente, en una
    entrevista, el
    ganador del premio Nobel de Literatura 2002, el escritor
    húngaro, Imre Kertész, con relación a
    cómo los sistemas secuestran el lenguaje:
    No, sigue secuestrado. Los medios y los periódicos crean
    su propio lenguaje en el que el individuo está perdido.
    Tenemos que volver al lenguaje del individuo. En el discurso
    aprendí que en un momento de mi vida decidí que mi
    única realidad era yo. Creo que todo el mundo
    debería tener ese momento, la libertad total del ser.
    Debemos rescatar nuestra propia identidad y debemos estar
    dispuestos a hacerlo por duro y difícil que sea el camino:
    Debe considerarse que no hay nada más difícil de
    llevar a cabo, ni éxito
    más dudoso, ni más peligroso de manejar, que
    iniciar un nuevo orden de cosas (Maquiavelo, Nicolás) La
    construcción de una nueva cultura y una
    nueva ética
    planetaria no es una opción, es una obligación. Una
    cultura y una ética que promueva y fortalezca el potencial
    de resistencia, con creatividad,
    ante sistemas dominantes que prohiben a las personas una vida
    digna, una educación que libere y no que domestique. Esa
    es nuestra misión.
    Misión que se desdobla en: misión individual y
    misión grupal. No bastan las buenas intenciones. De buenas
    intenciones está lleno el infierno.

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    Fernando Guerrero

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